Justicia e Injusticias Espaciales - E. Soja

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La ciudad y la justicia espacial1

Edward W. Soja*

La expresión específica “justicia espacial” no ha sido de uso habitual hasta hace


muy poco, y aun hoy algunos geógrafos y planificadores tienden a evitar el uso explícito
del adjetivo “espacial” al describir la búsqueda de justicia y democracia en las sociedades
contemporáneas. La espacialidad de la justicia se ignora o bien se absorbe (y a menudo se la
vacía de su especificidad) en conceptos conexos como justicia territorial, justicia ambiental,
urbanización de la injusticia o reducción de las desigualdades regionales, o, de una manera
aún más general, en la búsqueda genérica de una ciudad y una sociedad justas.
Todas estas variaciones sobre el tema central tienen importancia y relevancia, pero
muchas veces tienden a desviar la atención de las cualidades y el significado específicos de
un concepto explícitamente espacializado de la justicia y, más importante, pasan por alto
las nuevas y numerosas oportunidades que ese concepto brinda no solo en materia de
construcción teórica y análisis empírico, sino en lo referido a una acción social y política
informada por la espacialidad.
Mi propósito en esta breve presentación es explicar por qué es crucial en la teoría
y la práctica destacar de manera explícita la espacialidad de la justicia y la injusticia, no solo
en la ciudad sino en todas las escalas geográficas, desde la local a la global. Expondré mi ar-
gumentación en una serie de premisas y proposiciones, que empiezan por explicar por qué
la expresión específica de “justicia espacial” surgió, literalmente de la nada, en los últimos
cinco años, y por qué es probable que siga prefiriéndosela en el futuro.

1. Trabajo elaborado para su presentación en la conferencia “Justicia espacial”, Universidad de París Oeste, Nanterre
La Défense, 12 a 14 de marzo de 2008. Título original: “The city and spatial justice”.
*. De la Universidad de California en Los Ángeles.

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¿Por qué la justicia espacial? ¿Por qué ahora?

1. Sea cual fuere el campo en el que se opera, la reflexión no puede sino beneficiarse
con una perspectiva espacial crítica. Esta es la premisa que subyace a prácticamente
todo lo que he escrito en los últimos cuarenta años, y es la primera frase de En bus-
ca de la justicia espacial, título del libro que estoy escribiendo en este momento2
2. Pensar espacialmente la justicia no solo enriquece nuestra comprensión teórica,
también puede suscitar nuevas ideas cargadas de significación que amplíen nuestro
conocimiento práctico y lo traduzcan en una acción más eficaz en procura de una
mayor justicia y democracia. A la inversa, si lo espacial no adquiere un carácter ex-
plícito y resuelto, esas oportunidades no serán tan evidentes.
3. Después de un siglo y medio de estar subsumido en un historicismo social do-
minante, el pensamiento espacial ha experimentado en la última década una ex-
traordinaria difusión en casi todas las disciplinas. Nunca antes hubo una perspectiva
espacial crítica tan extendida en su reconocimiento y su aplicación, de la arqueo-
logía y la poesía a los estudios religiosos, la crítica literaria, los estudios legales y la
contabilidad.
4. Este “giro espacial”, como se ha dado en llamarlo, es la razón primaria de la atención
que hoy se presta al concepto de justicia espacial y la espacialización más general de
nuestras ideas fundamentales sobre la democracia y los derechos humanos, como
ocurre con el rescate de Lefebvre y su noción de derecho a la ciudad, de particular
relevancia aquí en Nanterre. El concepto, que hasta hace unos cinco años no habría
sido de fácil comprensión, se granjea hoy la atención de una audiencia mucho más
amplia que la perteneciente a las disciplinas tradicionalmente espaciales de la geo-
grafía, la arquitectura y la planificación urbana y regional.
5. La reflexión sobre el espacio ha sufrido cambios significativos en años recientes.
Se ha pasado de las nociones cartográficas simples que lo ven como un receptá-
culo o un escenario de la actividad humana, e incluso una mera dimensión física
de contornos fijos, a considerarlo como una fuerza activa que da forma a la vida
humana. Se hace ahora hincapié en la causalidad espacial específicamente humana
para explorar los efectos generativos de las aglomeraciones urbanas no solo sobre
el comportamiento cotidiano sino sobre procesos como la innovación tecnológica,
la creatividad artística, el desarrollo económico y el cambio social, así como la de-

2. Edward W. Soja, Seeking Spatial Justice, Minneápolis: University of Minnesota Press, 2010 [trad. esp.: En busca de
la justicia espacial, Valencia: Tirant Humanidades, 2014].

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gradación ambiental, la polarización social, el crecimiento de las desigualdades en


los ingresos, la política internacional y, en términos más específicos, la producción
de justicia e injusticia.
6. En nuestros días, la reflexión espacial crítica gira en torno de tres principios:
a) La espacialidad ontológica del ser (todos somos seres tanto sociales y tem-
porales como espaciales).
b) La producción social de la espacialidad (el espacio se produce socialmente
y, por lo tanto, puede cambiarse socialmente).
c) La dialéctica socio-espacial (lo espacial da forma a lo social en la misma
medida en que lo social da forma a lo espacial).
7. Si tomamos en serio la dialéctica socio-espacial, debemos reconocer que las geogra-
fías en las cuales vivimos puede tener consecuencias tanto positivas como negativas
en prácticamente todo lo que hacemos. Foucault captó esta idea al mostrar que la
intersección del espacio, el conocimiento y el poder puede ser a la vez opresiva y
liberadora. Sobre esta base, Edward Said sostiene lo siguiente:
“Así como ninguno de nosotros está más allá de la geografía, ninguno de
nosotros está completamente libre de la lucha en torno de la geografía. Esa
lucha es compleja e interesante porque no solo tiene que ver con soldados
y cañones, sino con ideas, formas, imágenes y productos de la imaginación3
8. Estas ideas exponen la causalidad espacial de la justicia y la injusticia, así como el he-
cho de que la justicia y la injusticia están inscritas en la espacialidad y las geografías
pluriescalares en que vivimos, desde el espacio del cuerpo y el hogar, pasando por
las ciudades, las regiones y los Estados naciones, hasta la escala global.
9. Mientras estas ideas no gocen de una comprensión y una aceptación amplias, es
esencial hacer que la espacialidad de la justicia sea tan explícita y activamente causal
como sea posible. Redefinirla como otra cosa es pasar por alto su sentido y las nue-
vas oportunidades a las que da lugar.

Sobre el concepto de justicia espacial

1. En el sentido más amplio, la expresión de justicia o de injusticia espacial pone in-


tencionalmente el énfasis en los aspectos espaciales o geográficos de la justicia y la
injusticia. Como punto de partida, esto implica la distribución justa y equitativa en

3. Edward Said, Culture and Imperialism, Londres: Vintage, 1994 [trad. esp.: Cultura e imperialismo, Barcelona:
Anagrama, 1996].

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el espacio de los recursos socialmente valorados y las oportunidades de utilizarlos.


2. Como tal, la justicia espacial no sustituye ni es una alternativa a formas sociales,
económicas u otras de justicia; es antes bien una manera de considerar la justicia
desde una perspectiva espacial crítica. En ese sentido, la justicia siempre tiene una
dimensión espacial relevante y, al mismo tiempo, todas las geografías tienen expre-
siones de la justicia o la injusticia incorporadas a ellas.
3. La justicia o la injusticia espaciales pueden considerarse a la vez como un resul-
tado y un proceso, en cuanto geografías o patrones de distribución que son en sí
mismos justos o injustos, y en cuanto procesos que producen esos resultados. Es
relativamente fácil encontrar, en términos descriptivos, ejemplos de injusticia espa-
cial, pero es mucho más difícil identificar y entender los procesos subyacentes que
producen geografías injustas.
4. Las discriminaciones ligadas a las localizaciones, resultado de los prejuicios impues-
tos a determinadas poblaciones debido a su ubicación geográfica, tienen un papel
fundamental en la producción de injusticia espacial y la creación de estructuras es-
paciales duraderas de privilegio y beneficio. Las tres fuerzas más conocidas que dan
forma a la discriminación localizacional y espacial son la clase, la raza y el género,
pero sus efectos no deben reducirse exclusivamente a la segregación.
5. La organización política del espacio es una fuente particularmente poderosa de in-
justicia espacial, y sus ejemplos van desde la manipulación de las circunscripciones
electorales, la discriminación en las inversiones urbanas y los efectos de la zonifi-
cación excluyente hasta el apartheid territorial, la segregación residencial institu-
cionalizada, la huella de las geografías coloniales o militares de control social y la
creación, en todas las escalas, de estructuras espaciales de privilegio basadas en el
modelo de centro y periferia.
6. El desenvolvimiento normal de un sistema urbano –las actividades cotidianas que
permiten el funcionamiento de una ciudad– es una fuente primaria de desigual-
dad e injusticia, por el hecho de que, en una economía capitalista, la acumulación
de las decisiones localizacionales tiende a hacer que la redistribución del ingreso
real favorezca a los ricos en desmedro de los pobres. Esta injusticia redistributiva
se agrava aún más a causa del racismo, el patriarcado, el prejuicio heterosexual y
muchas otras formas de discriminación espacial y localizacional. Adviértase una
vez más que estos procesos pueden producirse sin formas rígidas de segregación
espacial.
7. El desarrollo y el subdesarrollo geográficamente desparejos constituyen otro marco
para interpretar los procesos que producen injusticias, pero, como en el caso de

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otros procesos, la intervención solo se torna necesaria cuando esa disparidad se


rigidiza en estructuras de privilegio y beneficio más duraderas.
8. El desarrollo absolutamente parejo, la completa igualdad socio-espacial y la justicia
distributiva pura, al igual que los derechos humanos universales, son metas imposi-
bles de alcanzar. Todas las geografías en que vivimos tienen cierto grado de injusticia
inscrito en ellas, razón por la cual la selección de los sitios de intervención es una
decisión crucial.

¿Por qué la justicia? ¿Por qué ahora?

1. El aumento de la justicia o la disminución de la injusticia es un objetivo fundamental


en todas las sociedades, un principio fundacional para sostener la dignidad humana
y la equidad. Los debates jurídicos y filosóficos que a menudo giran alrededor de
la teoría de la justicia de Rawls son relevantes en este punto, pero dicen muy poco
sobre la espacialidad de la justicia y la injusticia.
2. El concepto de justicia y su relación con las nociones conexas de democracia, igual-
dad, ciudadanía y derechos civiles ha asumido un nuevo significado en el contexto
contemporáneo por diferentes razones, incluyendo la intensificación de las des-
igualdades económicas y la polarización social asociadas a la globalización neoli-
beral y la nueva economía, así como la difusión transdisciplinar de una perspectiva
espacial crítica.
3. El término específico de “justicia” ha ganado una autoridad especialmente fuerte en
la imaginación pública y política en comparación con alternativas como “libertad”,
con el intenso matiz conservador que ha adquirido en nuestros días; “igualdad”,
dado el impacto de una política más cultural de la diferencia, y la búsqueda de dere-
chos humanos universales, no atados a un tiempo ni un lugar específicos.
4. En el mundo contemporáneo la justicia tiende a verse como más concreta y mejor
fundada que sus alternativas, más centrada en las condiciones de la hora actual
e imbuida de una fuerza simbólica que atraviesa con eficacia los clivajes de clase,
raza y género para promover una conciencia política colectiva y un sentimiento de
solidaridad basado en una experiencia ampliamente compartida.
5. La búsqueda de justicia se ha convertido en una vigorosa bandera de combate y
una fuerza movilizadora para nuevos movimientos sociales y coaliciones que abar-
can todo el espectro político y, más allá de lo social y lo económico, extienden el
concepto de justicia a nuevas formas de lucha y activismo. Además de la justicia
espacial, se habla hoy de justicia territorial, racial, ambiental; justicia para los traba-

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jadores y los jóvenes; justicia global, local, comunitaria; justicia por la paz; justicia
monetaria, fronteriza y corporal.
6. La combinación de los términos “justicia” y “espacial” abre una gama de nuevas
posibilidades de acción social y política, así como de teorización social y análisis
empírico, que no serían tan claras si los dos términos no se utilizaran asociados.

Una mirada geo-histórica al concepto de justicia espacial nos remontaría a la polis


griega y la idea aristotélica de que el ser urbano es la esencia del ser político; nos trasladaría-
mos luego a la época del ascenso de la democracia liberal y la era de las revoluciones, para
centrar finalmente la atención en las crisis urbanas de la década de 1960, cuyos momentos
más sintomáticos y simbólicos transcurrieron aquí, en Nanterre. París en los años sesenta,
en especial con la todavía poco estudiada copresencia de Henri Lefebvre y Michel Foucault,
se convirtió en el terreno más fértil para la creación de una conceptualización radicalmente
nueva del espacio y la espacialidad y de un concepto específicamente urbano y espacial de
justicia. La síntesis más pertinente de este concepto se encuentra en el llamado de Lefebvre
a recuperar el derecho a la ciudad y el derecho a la diferencia.
El libro de David Harvey publicado en 1973, Urbanismo y desigualdad social4, pro-
longó y a la vez desvió estos avances encaminados a la construcción de una perspectiva
espacial crítica. Sin utilizar una sola vez la expresión específica de “justicia espacial” ni en ese
libro ni en el resto de su producción ulterior, Harvey se valió en cambio de otra expresión
tomada del planificador galés Bleddyn Davies, “justicia territorial”, para describir su versión
de la espacialidad de la justicia. En sus “formulaciones liberales”, Harvey propuso la concep-
tualización espacial de la justicia, y desde entonces su perspectiva daría forma a todos los
debates anglófonos sobre la justicia y la democracia. Pese a reconocer las contribuciones de
Lefebvre como filósofo marxista del espacio, el marxismo apartó a Harvey de la causalidad
espacial y de la focalización en la justicia misma, y en lo sucesivo volvería en contadas oca-
siones a hablar de justicia territorial; de todos modos, promovería la noción de urbanización
de la injusticia hasta retomar, hace muy poco, el tema del derecho a la ciudad.
El primer uso de la expresión específica de “justicia espacial” que he podido encon-
trar está en la tesis doctoral inédita del geógrafo político John O’Laughlin, titulada “Spatial
justice and the black American voter: the territorial dimension of urban politics” [“La justicia
espacial y el votante norteamericano negro: la dimensión territorial de la política urbana”]
y terminada en 1973. El primer trabajo publicado en el que encontré la expresión en inglés

4. David Harvey, Social Justice and the City, Athens: University of Georgia Press, 1973 [trad. esp.: Urbanismo y
desigualdad social, Madrid: Siglo XXI, 1977].

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es un breve artículo de 1983 de G. H. Pirie5, aunque muy poco antes, en 1981, se publicó un
libro del geógrafo francés Alain Reynaud, Société, espace et justice: inégalités régionales et
justice socio-spatiale. Desde los años ochenta hasta el cambio de siglo, el uso y el desarrollo
de la expresión “justicia espacial” quedaron casi exclusivamente asociados al trabajo de geó-
grafos y planificadores de Los Ángeles…, lo cual me lleva a mis conclusiones.
Los Ángeles ha sido un centro de primera magnitud no solo en la teorización de
la justicia espacial sino, de manera más significativa, en el paso del concepto del debate
principalmente académico al mundo de la política y la práctica. Creo que puede afirmarse,
aunque sea casi imposible probarlo en forma concluyente, que una perspectiva espacial
crítica y una comprensión de la producción de geografías injustas y estructuras espaciales
de privilegio se han incorporado a las estrategias y el activismo de grupos obreros y comu-
nitarios de Los Ángeles con mayor éxito que en ninguna otra región metropolitana de los
Estados Unidos. Las estrategias espaciales han tenido un papel clave en el posicionamiento
de Los Ángeles como la vanguardia del movimiento obrero norteamericano y uno de los
centros más pujantes para las organizaciones comunitarias innovadoras. Nuevas ideas so-
bre el regionalismo comunitario, la discriminación localizacional, la reconfiguración de las
circunscripciones electorales y la justicia ambiental han impulsado a organizaciones como
SAJE (Strategic Action for a Just Economy) [Acción Estratégica por una Economía Justa], Los
Angeles Alliance for a New Economy [Alianza de Los Ángeles para una Nueva Economía],
Justice for Janitors [Justicia para Porteros] y el Labor/Community Strategy Center [Centro
de Estrategia Laboral/Comunitaria] (una de cuyas principales figuras escribió sobre Henri
Lefebvre) al primer plano de las luchas contemporáneas relacionadas con la justicia espacial
y la ciudad.
El ejemplo más espectacular del impacto de los enfoques específicamente espacia-
les en la búsqueda de justicia es tal vez el Sindicato de Pasajeros de Autobuses, una organi-
zación de los trabajadores inmigrantes pobres dependientes del transporte público que ha
logrado cuestionar con éxito los prejuicios localizacionales de la Autoridad Metropolitana
de Transporte (AMT) y sus planes para construir un sistema de carriles fijos de costo multi-
millonario, que serviría sobre todo a las poblaciones suburbanas relativamente adineradas
en desmedro de las necesidades más urgentes de los trabajadores pobres de los barrios
carenciados, que dependen de una red de autobuses más flexible debido a sus múltiples
trabajos en diferentes puntos de la ciudad. En 1996 una orden judicial demandó a la AMT
dar prioridad presupuestaria a la compra de nuevos autobuses, así como reducir los delitos
en las paradas e implementar mejoras en las rutas y el tiempo de espera. Casos similares

5. G. H. Pirie, “On spatial justice”, Environment and Planning, 15(4), 1983, pp. 465-473.

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relacionados con los derechos civiles y basados en la discriminación racial se habían presen-
tado sin éxito en otras ciudades. En Los Ángeles la idea de discriminación espacial y localiza-
cional y de creación de geografías injustas del transporte masivo se sumó al argumento de la
discriminación racial y contribuyó a ganar el litigio. La historia tiene muchas complicaciones,
pero el resultado final fue que miles de millones de dólares de inversión pública previstos
para un proyecto ferroviario que beneficiaría a los ricos más que a los pobres –como suele
suceder en la ciudad capitalista– se destinaron a un plan sin precedentes que beneficiaría
más a los pobres que a los ricos. Hoy, la red de autobuses es una de las mejores del país y se
la replica como un modelo de eficiencia en otras ciudades.
Más recientemente, y de especial relevancia para nuestro tema, Los Ángeles y en
particular el Departamento de Planificación Urbana de la Universidad de California se con-
virtieron en el lugar de construcción de un movimiento nacional centrado en la idea de los
derechos a la ciudad. Inspirado en Lefebvre y otros promotores de una perspectiva espacial
crítica, el movimiento local recibió a escala global la adhesión del Foro Social Mundial, que
en 2005 presentó una Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad.
Espero haber contribuido en algo a explicar por qué, luego de alrededor de treinta
años de relativo olvido, las apasionadas ideas de Lefebvre sobre le droit à la ville* han
resurgido con tanta intensidad.

Referencias bibliográficas

Harvey, David (1973), Social Justice and the City, Athens: University of Georgia Press.
Pirie, Gordon (1983), “On spatial justice”, Environment and Planning, 15(4), pp. 465-473.
Said, Edward (1994), Culture and Imperialism, Londres: Vintage.
Soja, Edward (2010), Seeking Spatial Justice, Minneápolis: University of Minnesota Press.

*. En francés en el original.

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