Teoterapia Del Amor Edic 2

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La Teoterapia del Amor

Néstor Chamorro Pesantes

(Segunda Edición)
LA TEOTERAPIA DEL AMOR
(Segunda Edición)
Derechos Reservados de Copia
© 2005 por Betty Dolores Cruz de Chamorro
E-mail: [email protected]
Apartado aéreo: 6659
Consejo editorial
Ministerio Educativo Nacional
Cruzada Estudiantil y Profesional de Colombia
(Centro Colombiano de Teoterapia Integral)
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www.publimundo.org
Impresión digital
Litocencoa - Impresión digital. Cali, Colombia, 2005

Este libro no podrá ser reproducido, en todo o en parte, por ningún


medio impreso o de reproducción sin permiso escrito del editor

Impreso en Colombia
Printed in Colombia

A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas fueron


tomadas de la Versión Reina Valera, revisión de 1960. Sociedades Bíblicas
Unidas
A la memoria del Doctor Néstor Chamorro Pesantes, un hombre de fe, quien
nos enseñó, durante 40 años, cómo experimentar la Teoterapia del amor de
Dios, día a día, y cómo llevarla como respuesta integral a una humanidad
en crisis.
Contenido

Prólogo.............................................................…..

Capítulo 1
Las tres dimensiones del ser...............................…
Dios, diseñador de la vida……………………………...
Dios, preservador y restaurador del hombre……..
El hombre triuno ....................................................
La dimensión espiritual…………………………………….
Funciones del espíritu……………………………………….
Necesidades básicas de la dimensión espiritual………
Dificultades en el área espiritual…………………………
La dimensión psicológica o el alma………………………
Funciones del alma………………………………………….
Necesidades en la dimensión psicológica o alma……..
Dificultades en la dimensión psicológica………………..
La dimensión física…………………………………………..
Funciones de la dimensión física………………………….
Dificultades en la dimensión física………………………..
Plan de Dios para cada una de nuestras áreas……….

Capítulo 2
El corazón.............................................................
Definición…………………………………………………….
El corazón y el encuentro con Jesucristo……………..
El corazón, punto de enlace entre el espíritu
Y el alma……………………………………………………….
El corazón y la Teoterapia Total
El corazón y el nuevo nacimiento.......................….

Capítulo 3
En la Teoterapia, lo más importante es el amor......
La fe y el amor……………………………………………….
El discipulado como fruto del amor……………………..
El amor fue la motivación del Señor al sanar…………
¡Crecer en el amor!, nuestra prioridad………………….

Capítulo 4
La sanidad espiritual.............................................
El 3x5 de la salud……………………………………………
Cómo opera la terapia espiritual…………………………
Cómo experimentar el amor y el perdón
de Dios ...................................................................
Teniendo una conciencia limpia………………………..
¿Cómo perdonar a los demás? ................................
Principios básicos para experimentar
el perdón.................................................................

Capítulo 5
La sanidad del alma...............................................
Sanidad del corazón endurecido..............................
Frutos del corazón endurecido.................................
La sanidad interior: Teoterapia para la culpa
Ficticia e imaginaria................................................
Liberación espiritual................................................
Sanidad de posesión................................................
Sanidad de opresión (liberación de ataduras)………..

Capítulo 6
La sanidad del cuerpo............................................
Casos de sanidad en la Biblia..................................
Razones por las cuales no se recibe sanidad............
Advertencia al orar por enfermos.............................

Conclusión............................................................

Bibliografía………………………………………………………
Prólogo

Es para mí motivo de gran gozo presentar la segunda edición del libro


escrito por mi esposo en el año 1999, “La Teoterapia del amor”. La primera
edición de este libro fue de gran bendición para las personas que lo leyeron
y lo aplicaron en diferentes países del mundo.

Este fue uno de los libros que mi esposo enseñó y predicó en diferentes
lugares, presentando la Teoterapia (tratamiento integral de Dios al
hombre) como factor de solución para personas que, fruto de vivir bajo el
control de su propio “ego”, experimentaban esclavitud y frustraciones
internas.

Esta segunda edición, después de seis años, surge por la necesidad de


complementar y ampliar su contenido con materiales que Néstor elaboró
años atrás y que ahora organizadamente ponemos a disposición de todos
nuestros lectores.

Ningún momento como este es propicio para que, fruto de recibir el


impacto del sobrenatural amor de Dios en nuestra vida, experimentemos
la salud total y nos volvamos Guías de la salud, de tal manera, que la
conquista de nuestras naciones para Cristo se haga una realidad.

Es mi oración que usted, al leer este libro, renueve su disposición para


permitir que el amor de Dios sane todas sus heridas, y le haga la persona
libre y realizada que usted anhela ser.

Lolita Cruz Chamorro


Capítulo 1

Las tres dimensiones del ser

Dios, diseñador de la vida

Dios como creador dio origen a todo lo que existe. Creó al hombre, hizo el
mundo y el universo que lo rodea, separó la noche del día, la tierra del
mar, las montañas de los valles, etc. Al término de la creación, vio Dios
que todo lo que había hecho "era bueno en gran manera" (Génesis 1:25).

Después de crear la vida animal y vegetal, Dios diseñó al hombre a su


imagen y semejanza, lo cual quiere decir, con la capacidad de pensar,
sentir y decidir. El hombre tiene una parte material (cuerpo) y otra
inmaterial (espíritu y alma). A diferencia de los animales, seres instintivos,
el hombre es un ser racional; esto lo hace una criatura especial (Génesis
1:26-27).

La vida del hombre es un milagro de perfección y armonía. La Biblia señala


en el Salmo 139:13-16, que Dios se ocupó personalmente de nuestro
diseño, de nuestra formación. Conocer este hecho, aliviará la crisis
existencial que viven muchos hombres al no reconocer a Dios como su
Creador y Formador.

El pecado afectó el diseño original

Dios nos diseñó de tal manera que nuestro espíritu debe ser quien nos
dirija y no el alma (nuestros pensamientos, sentimientos o nuestra propia
voluntad). El espíritu es el área de nuestro ser que nos permite percibir la
existencia de Dios (intuición), tener intimidad con él (Comunión) y, a
través de la Conciencia, dar la orden al alma de hacer la voluntad de Dios.

Sin embargo, somos libres para decidir obedecer o rechazar la voluntad de


Dios, para reconocer o dejar a un lado su Espíritu. Desde el momento en
que el hombre decide caminar independiente de Dios, cae en un estado de
separación, o muerte espiritual, perdiendo no sólo la comunión con Dios
sino la guía y el conocimiento de su voluntad; a esto se le llama pecado.

El pecado es toda actitud de indiferencia y rebeldía activa o pasiva del


hombre contra Dios, la cual se manifiesta en desobediencia continua a los
mandatos divinos.

Antes de pecar, el hombre vivía en armonía consigo mismo, con otros y con
Dios (Génesis 3:1-8). Cuando pecó, las consecuencias no tardaron:
*En su Espíritu: vacío y muerte (Romanos 5:12; 6:23)
*En su Alma: crisis y conflicto (Job 15:20-24)
*En su Cuerpo: diversas enfermedades y alteraciones sicosomáticas
(taquicardias, úlceras, alergias, etc.) (Génesis 3:16-19).

De igual manera que el hombre recibió el impacto en su espíritu, alma y


cuerpo, la creación maravillosa de Dios fue arruinada por el pecado "La
creación fue sujeta a vanidad". Romanos 8:20. El hombre deja de ser un
ser teocéntrico, para convertirse en un ser egocéntrico. Hoy, tanto el
hombre como su medio ambiente, están afectados por el pecado, y
necesitan de la acción restauradora de Dios.

Dios, preservador y restaurador del hombre

En el acontecimiento mismo de la caída del hombre, se vio el amor y


preocupación de Dios, para proveer salvación (Génesis 3:15). Miles de años
después de esta promesa, un hombre, en una cruz, destruyeron el poder
del pecado y nos redimió de sus consecuencias y de la muerte.

A través de su Hijo Jesucristo, Dios Padre proveyó restauración y sanidad


para el hombre y toda su creación. Hay esperanza para la creación, como
la hay para el hombre (Romanos 8:21-22). Aunque el hombre fue el que se
apartó, Dios tomó la iniciativa para acercarse nuevamente, y llevar a cabo
este plan; significó dar la vida de su propio Hijo (Juan 3:16).

Los efectos sanadores de la obra de Cristo, son evidentes:


*En el área espiritual: se pasa de muerte a vida, hay un nuevo
nacimiento (Juan 11:25)
*En el alma: desaparece el conflicto. Se cura todo dolor emocional y
toda herida (Lucas 4:18)
*En el cuerpo: como resultado de la salud en la dimensión espiritual y
sicológica, fluye salud física (Jeremías 33:6).

Cabe anotar, además, que la creación en el tiempo de Dios será libre de la


esclavitud a la que fue sujeta. Romanos 8:21.

El hombre tri-uno

El hombre es un ser tridimensional: espíritu, alma y cuerpo. Las cosas que


afectan el espíritu, afectarán el alma y ésta a su vez afecta el cuerpo
(1 Tesalonicenses 5:23).
Gráfica T.T Integral, pág. 3 tener en cuenta algunas observaciones de la
gráfica….

El hombre es en sí un alma. Esta es nuestra naturaleza psíquica. La que


nos hace ser “alguien”, o ser “persona”. Es la que nos da conciencia
propia, y nos permite relacionarnos con los demás (1 Corintios 15:45a).

El hombre también es espíritu. Tenemos naturaleza espiritual que nos


hace conscientes de la realidad espiritual (principalmente de Dios). El
espíritu es el vehículo por medio del cual nuestra alma se comunica con
Dios (1 Corintios 2:11).

El hombre es también cuerpo. Esta es nuestra naturaleza física, que nos


hace conscientes de la realidad material. El cuerpo es el vehículo por
medio del cual nuestra alma se comunica con el mundo físico, con el
ambiente (Salmo 139:13, 15-16).

La dimensión espiritual

Esta área, junto con el alma, corresponde a la parte inmaterial de cada


uno de nosotros, donde residen las facultades que nos permiten percibir el
mundo espiritual, haciéndonos conscientes de Dios y de sus
manifestaciones. A través de esta área, el hombre se relaciona con Dios,
sólo si ha experimentado un nacimiento espiritual.

Funciones del espíritu

* La intuición: es la facultad del espíritu que le permite al hombre percibir


las manifestaciones de Dios (1 Corintios 2:14)
*La conciencia: es la facultad del espíritu que nos permite discernir entre el
bien y el mal, y nos advierte de los actos contrarios a la justicia de Dios.
Es importante tener en cuenta que nuestra medida absoluta es la palabra
de Dios y no nuestra conciencia (Hechos 24:16)
*La comunión: es la función del espíritu que nos lleva a tener intimidad con
Dios (Juan 4:24).

Necesidades básicas de la dimensión espiritual

*Recibir vida: La primera gran necesidad del espíritu es recibir salud, vida
y salvación. Cuando entregamos nuestra vida a Cristo, reconociendo que
somos pecadores y que nos perdonó a través de su muerte, nacemos
espiritualmente para Dios, al recibir la vida que viene de él (Juan 3:3, 6;
11:25). Solamente Jesucristo puede acercarnos a Dios, y una vez que
entra a morar en nuestra vida, ésta adquiere vida en el espíritu: vida
eterna (Juan 14:5-7).

Cuando nacemos de nuevo, somos conscientes de la realidad espiritual.


Mientras más maduremos y nos desarrollemos en nuestra vida espiritual,
por medio del Espíritu Santo, más entenderemos su plan para nuestra
vida (Juan 7:38-39)

*Recibir el impacto del sobrenatural amor de Dios: Dios en su misma


esencia es amor. La Teoterapia es un trabajo del amor de Dios hacia el
hombre, como respuesta a que éste ha depositado su vida en las manos de
él. En la Teoterapia, el amor es la fuerza que controla nuestra vida. Esta
clase de amor incondicional genera autoestima y respeto por nosotros
mismos, pues entendemos que le pertenecemos a él (1 Juan 4:8-10;
Jeremías 31:3)

*Ajustar la conciencia a los parámetros de Dios: Tener una buena


conciencia tiene que ver con dos aspectos: Dios y el hombre (Hechos
24:16). Una buena conciencia trae libertad y seguridad en el espíritu,
liberando dentro de nosotros el amor y la fe, principios básicos de la
Teoterapia (1 Timoteo 1:5).

Dificultades en el área espiritual

Cuando en nuestra área espiritual no vive Cristo, o, teniéndolo, no se está


recibiendo la plenitud de Dios, el alma comienza a mal-suplir las
necesidades del espíritu, y se presentan las siguientes dificultades:

*Racionalización y mente confusa. Vida con base en esquemas mentales.


Tratamos de enderezar con justificaciones nuestros torcidos valores o
juicios (Lucas 18:11-13)

* Neurosis espiritual. Vida de relación con Dios con base en las emociones.
Queremos sentir en lugar de creer; no hay confianza en la bondad y
misericordia de Dios. Como resultado de nuestra inseguridad respecto de
Dios y nuestro desánimo, nuestra vida es una montaña rusa espiritual
(sube y baja), a veces muy bien, a veces muy mal (Santiago 1:6-8)

*Vida legalista, con base en el propio esfuerzo (voluntad). La persona se


acerca a Dios por temor, y siempre está haciendo un esfuerzo para ser
aceptado por Dios y por otros. Cada día trata de ganarse las bendiciones
de Dios (Efesios 1:6).

La dimensión psicológica o el alma

Además de tener un espíritu que nos permite comunicarnos con Dios,


también tenemos un alma, la cual nos permite relacionarnos con los
demás. Junto con nuestro espíritu, esta área forma parte de nuestro ser
inmaterial. En ella encontramos los atributos esenciales de nuestra
personalidad: mente, emociones y voluntad, haciéndonos conscientes de
nosotros mismos.

Las funciones del alma son tres: pensar, sentir y decidir; en sus
respectivos componentes: mente, emociones y voluntad.

*Mente: Es la facultad del alma que le permite al hombre pensar, elaborar


ideas, memorizar, etc. Es a través de la mente que se mueve la voluntad

*Emociones: Allí residen el amor, el odio, la paz, la guerra, el rencor, etc.,


es decir, todo lo que tiene que ver con los sentimientos. Es la facultad del
alma que le permite experimentar diferentes sensaciones como reacción a
la información que recibe de los pensamientos, del ambiente o de otras
personas

*Voluntad: Es el instrumento de nuestras decisiones y revela nuestro


poder de elección. Es el ejecutarse, llevar las cosas a feliz o infeliz término.

Nuestras emociones expresan cómo nos sentimos, nuestra mente muestra


lo que pensamos y nuestra voluntad nos comunica lo que queremos. El
verdadero cristiano no busca fomentar las emociones, ni aumentar el
saber (aunque ambas son válidas y tienen su lugar); sino rendir la
voluntad a la dirección divina.

Todos podemos experimentar gozo, tranquilidad y paz creyendo en Dios;


podemos entender su majestad y tener mucha comprensión de la Biblia,
pero solamente poseemos una genuina comunión con Dios, cuando
nuestra voluntad está fundida en la de Dios (Proverbios 23:26).

Necesidades en la dimensión psicológica o alma


*Salud mental: es la forma como estamos planificando, realizando nuestros
deseos, y afrontando las demandas de la vida. Mas que ausencia de lo
negativo, es presencia de lo positivo. Lo que pensamos determina lo que
somos (Proverbios 23:7). Cuando las afirmaciones de nuestra mente no
son acorde con la verdad de Dios, se vuelven alimentos tóxicos que
generan conductas negativas (Filipenses 4:8)

*Dominio propio y autocontrol: Es la acción de la voluntad ejercitando y


acatando los principios de Dios (2 Timoteo 1:7)

*Emociones bajo los parámetros de Gálatas 5:22-23


Cuando nuestra vida está bajo el control del Espíritu Santo, hay armonía y
estabilidad en nuestras emociones. Manifestamos amor, gozo, paz,
paciencia, bondad, benignidad, fe, mansedumbre, y templanza.

Dificultades en la dimensión psicológica

Cuando nuestra alma o dimensión psicológica no está bajo el señorío de


Jesucristo, aparecen o reaparecen diferentes conflictos:

*Complejo de inferioridad: La persona tiene una pésima imagen de sí


misma, lo cual la lleva a vivir una lucha permanente por obtener
aprobación de otros; si no la obtiene, se llena de descontento. Hay un
desacuerdo entre lo que “piensa” y lo que “siente”: “sabe” que no es inferior
a otros, pero “siente” que lo es (Jeremías 1:6-7; Éxodo 4:10-12)

*Inseguridad: La persona duda de sus capacidades, la controlan sus


temores, cree que siempre va a suceder lo peor. Se siente incompetente
frente a los desafíos que Dios le coloca, frente al futuro y frente a la vida en
general (Mateo 8:23-27; 14:29-32)

*Inadecuación parcial y total: Es parcial, cuando la persona se siente


inepta en determinadas circunstancias, y total, cuando el sentimiento de
incapacidad es permanente al hacerle frente a las demandas y expectativas
del ambiente en que se desenvuelve. No hay sentido de identidad ni
pertenencia, lo que la lleva a no disfrutar las condiciones, las
oportunidades ni las personas que le rodean (Éxodo 4:13; 1 Samuel 10:21-
23)

*Culpa: Debido a la falta de libertad y vida abundante, y a las permanentes


presiones de la vida, es fácil caer en la trampa de buscar un responsable
para descargar en él toda nuestra frustración. Con frecuencia, ese
culpable somos nosotros mismos, y terminamos juzgándonos con dureza,
sentenciándonos de manera implacable y cerrándonos a toda posibilidad
de ser feliz, por sentir que no lo merecemos (Salmo 32:3-4). Hay tres tipos
de culpa:
-Culpa real: desasosiego e intranquilidad del alma como resultado de
pecar contra Dios y contra otra persona (Salmo 38:4; 51:3-4)
-Culpa ficticia (imaginaria): nos sentimos culpables por situaciones
que creemos somos los causantes, por una baja autoestima, falta de
amor y aceptación y profundas heridas en la niñez (por ejemplo,
cuando el niño se siente o lo hacen sentir culpable por la separación
de los padres, por la muerte de un familiar, por la crisis económica
de la familia, etc.)
-Culpa moral: la persona sabe que Dios la ha perdonado pero no
puede experimentar su perdón, por los altos estándares y exigencias
con los que fue formado en su niñez

*Preocupaciones y dudas: Puesta en evidencia la fragilidad del yo,


comenzamos a sentirnos débiles y vulnerables, así que las circunstancias
externas comienzan a cobrar una gran importancia por su capacidad para
afectarnos positiva o negativamente. Nos llenamos de duda e
incertidumbre respecto a lo que somos, respecto al futuro, pues en el
fondo sabemos que son muy pocas las cosas que podemos controlar.
Además, la persona experimenta dudas respecto a la existencia y al amor
de Dios (Lucas 10:38-42)

*Temores y fobias: Las preocupaciones y las dudas se manifiestan primero


en la mente, pero poco a poco va surgiendo un componente emocional
progresivo llamado miedo. Cuando en nuestro interior se desarrollan los
anteriores conflictos, aparece en el alma la frustración. La Frustración da a
luz la hostilidad, y ésta se dirige a un objeto o situación específica,
generando fobias: miedos irracionales (Job 3:25)

*Hostilidad: Proviene de una amenaza contra la posición social o bienestar


físico. Produce reacciones de ira, como gritar o golpear objetos. Emoción o
sentimiento de enemistad y mala voluntad.

La hostilidad puede afectar nuestra mente o nuestras emociones:

-Cuando la hostilidad influye en la mente, puede producir:

. Argumentación: Es la necesidad de estar defendiéndonos, o presentando


excusas que nos impiden reconocer que el problema está en nosotros, lo
cual lleva con gran frecuencia a culpar a otros, incluso a Dios (Génesis
3:12; Mateo 25:24-25)
. Fantasías: La persona se mantiene pensando cómo le gustaría que fueran
las cosas, esto la vuelve inefectiva en el mundo real
. Esquizofrenia: Las fantasías pueden llegar a tomar todo el control de
nuestra mente, llevándonos a vivir totalmente fuera de la realidad
. Paranoia: Se siente inadecuado y culpa a otros de sus fracasos.
Experimenta delirios de persecución o de grandeza (Salmo 55:4-5)
-Cuando la hostilidad influye en las emociones, puede producir:

. Ira: El descontento y el malestar es tan grande, la sensación de fragilidad


y orfandad, que la persona se siente amenazada en su bienestar, y
reacciona con una fuerza irreprimible de rabia, enojo, venganza, necesidad
de defenderse a toda costa y de sacar a flote todo el daño que le han
causado. Esto le lleva a volverse agresiva, violenta, a golpear objetos, a
producir daño a los demás (Génesis 4:5-8)
. Depresión: La hostilidad reprimida se enfoca hacia nosotros mismos,
produciéndonos inconformidad, descontento, tristeza, pesar hacia nuestra
propia persona. Esto genera decaimiento, descuido personal, dejadez,
postración, pesimismo, desesperanza. Con frecuencia se emprenden
acciones de autocastigo o autodestrucción como no comer, o comer en
demasía, dormir todo el tiempo, consumir drogas o alcohol, abandonar los
intereses, e intentos de suicidio (1 Reyes 19:3-9)
. Ansiedad o angustia: Respuesta emocional con un fuerte componente de
miedo y aprehensión, inquietud, intranquilidad marcada e incertidumbre
que en su grado más extremo puede conducir al pánico. Puede existir o no
una causa específica o un factor determinante, y, poco a poco, pasa de ser
puntual a permanente, afectando el equilibrio psicológico de la persona
(Proverbios 18:14)

La siguiente gráfica muestra la dinámica de nuestras dificultades en el


alma:

Gráfica pag. 34 NT Introductorio (NT –1)


La dimensión física

Es la parte material del hombre expresada en su composición orgánica y


su estructura funcional, que le hace consciente del mundo físico y le
permite relacionarse con él. El cuerpo humano representa la vida física y
le permite al hombre relacionarse con el mundo exterior a través de los
cinco sentidos.

En la dimensión física se dan tres aspectos:

*Anatomía: Hace referencia a la formación o constitución del cuerpo:


células, tejidos, órganos, aparatos y sistemas

*Morfología: Se refiere a la apariencia o aspecto externo de nuestro cuerpo

*Fisiología: Hace referencia al funcionamiento de cada uno de los órganos


y sentidos.

Cuando la ansiedad, depresión, y los conflictos, son reprimidos dentro del


alma, hasta el punto de que es imposible retenerlos, se manifiestan en el
cuerpo síntomas sicosomáticos y sicofisiológicos: dolor de cabeza,
espasmos estomacales, alteraciones de la piel, taquicardias, etc.

Gráfica pag. 36 (superior) NT Introductorio (NT –1)

En resumen, nos relacionamos con Dios a través de nuestro espíritu, con


nosotros mismos y con los demás a través de nuestra alma, y con el
mundo circundante por medio del cuerpo.
Plan de Dios para cada una de nuestras áreas

Una vida con sentido y felicidad

*Para el espíritu: Paz con Dios que representa: Intuición clara, despierta,
activa, sana; Conciencia limpia, en armonía perfecta con los parámetros de
Dios (Jeremías 32:39-40); y Comunión absoluta y permanente con él (2
Crónicas 29:11)

*Para el alma: Equilibrio Psicológico, es decir: Mente lúcida (Filipenses 4:7-


8); Emociones controladas o estabilidad emocional (Gálatas 5:22-23); y
Voluntad firme (empuje volitivo) (Josué 1:9)

*Para el cuerpo: Salud, vigor y bienestar. Anatomía sana, Fisiología


adecuada y Morfología armónica (3 Juan 2)
Capítulo 2

El corazón

Definición

El término corazón tiene diferentes connotaciones. En hebreo, la palabra


para corazón es “Leb”, que significa “corazón; mente; en medio de”. Leb y
su sinónimo Lebab aparecen 860 veces en el Antiguo Testamento.

La palabra “corazón” puede referirse al órgano del cuerpo (Salmo 38:10),


pero también se refiere al fuero interno del ser humano, su propia persona
(Deuteronomio 30:14). Como tal, es la fuente de todo lo que hace el
hombre (Proverbios 4:4). Todos sus pensamientos, deseos, palabras y
acciones fluyen desde lo más profundo de su ser. Con todo, ninguna
persona logra entender ni conocer su propio corazón (Jeremías 17:9).

De igual manera, la palabra “corazón”, se considera como el centro de las


emociones (Deuteronomio 6:5), y como el centro del conocimiento y de la
sabiduría, es decir, es sinónimo de “mente”.

El corazón es nuestro verdadero “yo”. Así, cualquier fruto que vemos en


una persona es producido por su corazón (Mateo 12:34-35). Cuando
decimos “yo quiero”, “yo escojo”, “yo decido”, es en realidad la voluntad la
que escoge, decide y quiere; y la palabra de Dios en muchas ocasiones le
llama a esto “el corazón”.

El corazón es la fuente de las acciones del ser humano. En el corazón


están realmente las verdaderas actitudes del hombre; las que, “por debajo
de cuerda”, gobiernan su ser. Son las intenciones del corazón las que
efectivamente motivan los actos, palabras y pensamientos del ser humano,
antes aún que los mismos razonamientos.

En este sentido, encontramos varias referencias en el Nuevo Testamento:

 El asiento de la vida física (Hechos 14:17)


 El asiento del dolor (Romanos 9:2)
 El asiento del gozo (Juan 16:22)
 El asiento de los deseos (Mateo 5:28)
 El asiento de los afectos (Lucas 24:32)
 El asiento de las percepciones (Efesios 4:18)
 El asiento de los pensamientos (Hebreos 4:12)
 El asiento del entendimiento (Mateo 13:15)
 El asiento de los poderes de raciocinio (Lucas 24:38)
 El asiento de la imaginación (Lucas 1:51)
 El asiento de la conciencia (Hechos 2:37; 1 Juan 3:20)
 El asiento de las intenciones (Hebreos 4:12)
 El asiento de los propósitos (Hechos 11:23)
 El asiento de la voluntad (Romanos 6:17)
 El asiento de la fe (Marcos 11:23)

El corazón y el encuentro con Jesucristo

La Biblia declara que la depravación humana halla su asiento en el


“corazón”, debido a que el pecado es un principio que halla su asiento en
el centro de la vida interna del hombre, contaminando por ello todo el
círculo de sus acciones (Mateo 15:19-20).

El problema por el cual muchas personas no reciben a Cristo, y sí


argumentan en contra, no es porque tengan una buena razón para no
creer, sino porque no quieren creer (Juan 5:40). Es un asunto moral, antes
que intelectual (Salmo 14:1). ¡El corazón es, entonces, el centro de la
personalidad del hombre!

Como cristianos somos salvos, pero ¿cómo sucedió esto? Cuando creímos
en nuestro corazón (Romanos 10:9-10). ¿Cómo debemos servir a Dios?
Con el corazón. ¿Qué es lo que mira Dios? El corazón del hombre. ¿A
quién bendice Dios? A los rectos de corazón. En otras palabras, lo que
nuestro corazón es, es lo que nosotros somos realmente.

El corazón, punto de enlace entre el espíritu y el alma

Sabemos que el alma es el asiento de toda nuestra personalidad. ¿Cuál es,


entonces, el lugar del corazón en nuestra alma?, ¿Qué tiene que ver el
corazón con nuestra personalidad? El corazón corresponde a lo que es en
el alma la voluntad, y no al aspecto emocional, como generalmente se ha
creído.

Es aquí, donde nuestro corazón ocupa su función más importante: aceptar


o rechazar lo que viene del espíritu (que viene de Dios). Cuando somos
dirigidos por el espíritu, somos dirigidos por Dios. El corazón es el
mayordomo de nuestro espíritu, pues aunque éste siempre tiende a Dios,
es el corazón el que nos permite o nos impide adorar, escuchar y obedecer
a Dios.
Modificar las gráficas, teniendo en cuenta el lugar del
corazón (entre el espíritu y el alma)

El punto de enlace entre el espíritu y el alma es el corazón. Para cualquier


comunicación, el espíritu usa la conciencia y el alma usa la mente; la
conciencia es la encargada de trasmitir las órdenes de Dios en el momento
en que deben ser obedecidas, acusar si ya se han desobedecido, y dar
testimonio si ya se obedecieron. La mente es la encargada de interpretar
(traducir), razonar y hacer comprensible la voz de la conciencia para
nuestro yo o alma. Pero, entre estas dos, está el corazón, que no sólo es el
nexo entre ellas, sino el filtro. Si el corazón es puro, pasará toda, tal como
viene del espíritu al alma; si no lo es, resistirá, y entonces la mente
comenzará a producir argumentos para tratar de convencer al yo de que
sus órdenes dadas son justas y mejores que las que vienen del espíritu
(esto sucede en un instante). Por lo tanto, el corazón prejuiciado corrompe
la mente. Como vemos, conciencia, mente y corazón trabajan juntos.

El corazón y la Teoterapia Total

Así como el tocar el manto de Jesús trajo sanidad a una mujer (Lucas
8:44-46), así sucede en la Teoterapia, la cual, por definición, es producida
cuando Dios, desde nuestro espíritu, llega a nuestra alma y a nuestro
cuerpo, sanando todo a su paso.

Por eso nuestro corazón, como intermediario entre el alma y el espíritu,


debe estar limpio y debe ser lo primero que debe ser sanado, lo que por
encima de cualquier cosa debe ser cuidado o guardado.

Proverbios 4:20-23 nos amplía el concepto: “Hijo mío, está atento a mis
palabras; inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos;
guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y
medicina a todo su cuerpo. Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón;
porque de él mana la vida”.

• Lo que sale de Dios es lo que trae vida a nuestro ser, y por lo tanto
medicina a nuestro cuerpo; pero esta vida pasa a través del corazón
• La exhortación divina va enfocada a nuestro corazón:

“Atento a mis palabras” Genuino interés


“Inclina tu oído a mis razones” Querer escuchar sus razones
No se aparten de tus oídos” Firmeza en la decisión
“Guárdalas en medio de tu corazón” Hacerlos parte de uno mismo

• Y concluye: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de


él mana la vida”.

Así como nuestro corazón es el manantial de la vida de Dios, también del


mismo sale el pecado que contamina al hombre (Mateo 7:14-23). Por esto
la primera sanidad no es la de los daños producidos por el ambiente en
nuestra vida, sino la de la contaminación que nosotros mismos
producimos a través de nuestro corazón.

El corazón y el nuevo nacimiento

El corazón no está diseñado para ser el que dicta las órdenes, sino el que
las acata voluntariamente.

El hombre después de que pecó, murió espiritualmente y perdió no sólo la


comunión con Dios sino la guía y el conocimiento de él; sin la dirección de
Dios, el hombre ha quedado desamparado y se encuentra en un estado de
anormalidad, en el que tiene en sí mismo el conocimiento del bien y del
mal. Lo importante para Dios no es qué tan buena o mala sea una
decisión, sino quién la dijo, de quién vino. Siempre debe ser Dios quien
propone y el hombre el que dispone. Pero un hombre con el espíritu
muerto no puede saber la voluntad de Dios. Todo lo que queda en este
estado deforme después del pecado, se le llama “carne” (Génesis 6:3), y
todo lo que el corazón del hombre decide en ese estado será “pecado”,
porque no se origina en Dios, sino en el hombre mismo (Romanos 8:7;
Juan 3:6-7).

Una vez que una persona recibe a Cristo, recibe un espíritu nuevo, como ya
lo habíamos mencionado; pero, además, la Biblia afirma que también
recibe un corazón nuevo (Ezequiel 36:26). El corazón nuevo no significa
que Dios nos da una nueva voluntad, sino que por primera vez va a poder
funcionar conforme al diseño con que fue creado.

Anteriormente, cualquier decisión era enemistad contra Dios, pues el


corazón estaba esclavo del pecado, es decir, toda decisión salía
obligatoriamente de nosotros mismos. Ahora, el corazón es libre; puede
elegir entre seguir decidiendo por sí mismo y producir más pecado, que le
lleva a la muerte, o seguir a Dios, obedeciéndole y produciendo así justicia
(Romanos 6:15-23).

Tener un nuevo corazón, significa:

* No una nueva capacidad de decidir (voluntad), sino una nueva


oportunidad de elegir: entre la carne (nosotros mismos) y el Espíritu (Dios).
Entendiendo que el corazón es el centro del ser, cuando la Biblia usa los
términos “nuevo nacimiento” y “viejo hombre”, se refiere al nuevo corazón
(en Dios) y al viejo corazón (en sí mismo, alma). La cuestión es que en un
nuevo ejercicio de la voluntad, nos despojemos del viejo “yo” y nos
vistamos del “nuevo” (Efesios 4:22-24)

* Es también un nuevo deseo (Filipenses 2:13), pues hay mayor deseo por
obedecer. La Biblia dice que este nuevo hombre fue creado en la justicia y
la santidad de la verdad (Efesios 4:24). Justicia es el camino que Dios
aprueba. Santidad es nuestra actitud hacia el pecado. De allí el deseo de
andar como Jesús anduvo y el aborrecimiento por el pecado

* Un corazón nuevo no es algo ya completamente hecho, o que es hecho


nuevo una sola vez y luego se envejece, sino que cada día lo debemos
renovar y éste volverá a ser nuevo, vez tras vez (Colosenses 3:10). Por
ejemplo, mantenernos pecando o viviendo por lógica en vez de vivir por
obediencia y fe, daña el corazón y lo envejece, en lugar de tener el nuevo
corazón en acción. De esta manera, el corazón perderá sensibilidad a Dios.

Sanidad del corazón endurecido

Nuestro corazón puede llegar a parecer de piedra. Así como el corazón


herido necesita curación, el corazón endurecido necesita y puede ser
sanado. No basta sanar los malos recuerdos, hay que sanar el corazón
duro y herido.
El proceso de sanidad del corazón es diferente, y sólo el Espíritu Santo nos
puede mostrar cuándo necesita sanidad el corazón.

*Señales de un corazón duro

Cuando exigimos lo imposible y el perfeccionismo de nosotros mismos o de


los demás, es muestra de que nuestro corazón está endurecido, pues no
está aceptando la formación de Dios en esos detalles de nuestra vida. De
igual forma, cuando sentimos un miedo exagerado por el futuro, una
sensación de soledad, etc., es porque no estamos confiando en Dios, ni
estamos seguros de nuestro destino; es ahí cuando dejamos que sea
nuestra mente quien gobierne y no Cristo.

Otra señal del corazón endurecido es cuando no hay crecimiento espiritual,


lo que ocasiona que nuestro corazón se enferme; no queremos ir a la
fuente, por no estar seguros de encontrar respuesta. En otras ocasiones,
los deseos, direcciones y actitudes en este campo están mal encaminados;
esto también produce que nos enfermemos del corazón.

Muchos cristianos que dejan endurecer el corazón, llegan al punto de no


aceptar los milagros hechos por Jesús en el Nuevo Testamento y
simplemente piensan que son historias o sucesos de la época, que no
pueden ser reales hoy en día para cada uno de nosotros.

Finalmente, el corazón endurecido también refleja soberbia. La persona se


obstina en pecar y contagiar a otros con sus malas actitudes (Nehemías
9:29).

Frutos del corazón endurecido

Egoísmo Apatía
Autocompasión Inconstancia
Ansiedad Hipocresía
Inquietud Parcialidad
Aspereza Abulia
Presunción Propio centralismo
Propia complacencia Temor
Orgullo Codicia
Inclinaciones naturales Desperdicio
Rechazo Extravagancia
Incertidumbre Irrespeto
Indiferencia Tardanza
Desorganización Prisa
Juicio Angustia
Infidelidad Indiferencia
Impureza Resistencia
Soledad Contención
Irresponsabilidad Pereza
Decepción Adormecimiento
Desagradecimiento Debilidad de corazón
Prejuicio Presunción
Logros Rendición
Dureza

Los autores bíblicos hablan con frecuencia del corazón que necesita salud
y cambio (Salmos 51; 122; Isaías 61:1). Como lo dije en el capítulo 2 de
este libro, el corazón es el centro de nuestra voluntad, por esto el Espíritu
Santo quiere darnos un corazón nuevo, un corazón de carne, un corazón
limpio, en lugar del sucio y de piedra que teníamos al momento de recibir
a Cristo.

Por tal motivo, es necesario hacer correctivos en nuestra vida, para poder
experimentar la libertad a la cual Dios nos ha llamado. Para esto
necesitamos entender la exhortación que el Señor nos hace en su palabra:
“antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy;
para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.
Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme
hasta el fin nuestra confianza del principio, entre tanto que se dice: Si
oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la
provocación.” (Hebreos 3:13-15).
Capítulo 3

En la Teoterapia, lo más importante es el amor

En toda sanidad efectuada por el Señor, la razón principal es su amor.


Sana, porque él es Amor y con amor eterno nos ha amado. En Jeremías
31:3: “Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: con
amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”. El
amor es el mejor ambiente y el clima necesario para mantenernos sanos.
Sólo el amor puede sanarnos si perdemos la salud. Dios sana porque es
omnipotente, pero ante todo, porque nos ama. Si no nos amase, de nada
serviría que fuese tan poderoso.

La fe y el amor

La función de la Teoterapia es dejar que crezcan en nuestra vida la fe y el


amor, pues ambos son necesarios, pero lo principal es el amor.
Analicemos brevemente la fe y el amor:

“Acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de


vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la
esperanza en nuestro Señor Jesucristo.” (1 Tesalonicenses 1:3). En este
pasaje, se habla paralelamente de la fe y del amor, nombrando las obras
como resultado de la fe, y el trabajo como resultado del amor. Estas obras,
pasos de fe, o logros de fe, son actos puntuales, o promesas cumplidas en
un momento específico, originadas en la fe. El trabajo es una realización
lineal y continua originada en el amor. La fe nos habla de recibir, el amor
nos habla de dar. La fe, como obra, es la reacción o respuesta ante Dios y
sus hechos; por otro lado, el amor, como trabajo, es la acción o iniciativa
hacia otros. La fe es algo esperado de todo cristiano. El trabajo es algo
para el obrero, el siervo, quien tiene responsabilidad en el ministerio.

El discipulado como fruto del amor

Recordando el ministerio integral de Jesús –discipular, evangelizar y


sanar– vemos que el discípulo no se logra por mero acto de fe, sino con un
arduo trabajo, sabio y continuo; que implica genuino interés, entrega y
aceptación. Sin amor, el discipulado no dura ni madura.

La evangelización es, igualmente, un trabajo constante de amor, pues se


convierte en rutina y se extingue sin el fuego del amor.
El amor fue la motivación del Señor al sanar

La sanidad para Jesús también constituyó parte de su trabajo, y el amor


fue su motivación (Mateo 14:14). Por supuesto, a las personas se les pedía
una respuesta de fe ante la persona de Jesús; pero cuando les sanaba, lo
hacía por amor a ellos.
La Teoterapia es, pues, un trabajo de amor para quien la imparte y una
obra de fe para quien la recibe; pero aún la motivación para quien va a ser
sanado no es primeramente la fe que debe tener en Dios, sino en el amor
que Dios le tiene; porque la fe nace de la impresión del amor de Dios en
nuestro corazón (Gálatas 5:6).

La sanidad no es un test para demostrar el grado de fe, sino la respuesta


del amor del Señor a nuestra confianza en él.

Un líder teoterapista sostiene: “Personalmente prefiero concentrarme en el


amor de Dios que se ha hecho visible en Jesús, de quien brota su poder
sanador”.

Dios espera que consideremos la sanidad como parte de nuestro trabajo;


pero, más aún, quiere que hagamos visible el amor y la comprensión que
tuvo Jesús. El que ministra sanidad tiene que reflejar en su rostro y en
sus palabras el amor del Señor del cual está lleno. Las sanidades se
producen principalmente en un clima de amor; pero como frecuentemente
falta este clima, no se dan, o se presentan en escaso número. El método de
Dios es el amor; mientras más amemos a los que están a nuestro
alrededor, más veremos cómo se restauran con gozo, bondad y paz.

Tenemos entonces que llenarnos del amor de Dios y comunicarlo a los


demás; así sanaremos tantos corazones enfermos de odio y egoísmo.
Tenemos que destruir el odio en nosotros con el amor y la paz de Jesús,
para que podamos ser canales a través de los cuales pueda pasar el amor
y el poder sanador del Señor. Nadie que tenga odio puede sanarse ni sanar
en el nombre de Jesús. Al contrario, se enfermará y perjudicará a otros
(Hebreos 12:14-15).

¡Crecer en el amor!, nuestra prioridad

Hallamos entonces dos fases en la Teoterapia Total: La fase de crecer en el


amor y la fase de crecer con el amor: “Sanad enfermos, limpiad leprosos,
resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de
gracia” (Mateo 10:8).

La primera fase tiene que ver con saturarnos del amor de Dios, y la
segunda fase con que trabajemos con el amor de Dios. En la primera,
se procede a quitar todas aquellas cosas que nos impiden experimentar
el amor de Dios; en la segunda, se permite que fluya ese amor que
estamos experimentando (Romanos 5:5). En la primera, se sana
nuestro corazón; en la segunda, a partir del corazón llega la sanidad a
la totalidad de nuestro ser (Proverbios 4:22-23).

Crecer
• Saturarnos del amor de Dios
• Quitar todo aquello que nos impide experimentar el
amor de Dios
• Se sana nuestro corazón
• Se vuelve fuente de sanidad total

Sanar
• A partir del corazón sano, llega la sanidad a todo
nuestro ser
 Trabajar con el amor de Dios
• Dejar que fluya el amor que estamos experimentando
Capítulo 4

La sanidad espiritual

Conocer a Cristo Jesús personalmente es la mayor aventura que


podemos experimentar. Jesús de Nazaret es la personalidad más
sorprendente, poderosa y atractiva de todos los siglos. Jesús tuvo el
propósito de que la vida cristiana fuera algo emocionante y una gran
aventura (Juan 10:10; Gálatas 5:22-23). Desafortunadamente, la
mayoría de los cristianos no están experimentando una vida de gozo y
de victoria, como lo enseña la Biblia, y, por esto, no están llevando fruto
(1 Tesalonicenses 5:18; Juan 15:8).

Existe una enorme diferencia entre el cristianismo del Nuevo Testamento y


el cristianismo que viven muchos cristianos de hoy. La iglesia del primer
siglo produjo un poderoso impacto de Dios sobre el mundo (Hechos 17:6).
Ellos conocían la realidad de ser llenos del Espíritu Santo y habían
cumplido con lo que Dios les pedía para recibir una limpieza sobrenatural
de sus pecados (Salmos 51: 2-3, 10-13).

Actualmente nos vemos desafiados al contemplar la hora más desesperada


de la historia humana. El mundo se halla sumido en la ansiedad, el temor
y la frustración. Nunca antes la historia del hombre ha sido tan propicia
para presentar las afirmaciones de Cristo.

En medio de estos problemas y oportunidades, muchos cristianos se han


convertido en parte del problema y no de la solución. Sus vidas no ofrecen
tal calidad que hagan a otros desear conocer a nuestro Señor. No saben
cómo apropiarse del poder y los recursos de Dios para producir un
impacto en el mundo.

A continuación, quiero explicar cómo experimentar la completa sanidad


espiritual, y, a través de ésta, volvernos Guías de la salud para aquellos
que se encuentran en gran necesidad:

El 3 x 5 de la salud

La salud en el área espiritual tiene que ver con recibir respuesta a las tres
necesidades del área espiritual, ya explicadas en el primer capítulo:
*Necesidad de recibir vida
*Necesidad de recibir el impacto del sobrenatural amor de Dios
*Necesidad de ajustar la conciencia a los parámetros de Dios.

Frente a estas tres necesidades, hay 5 factores de salud. A esta fórmula le


llamaremos el 3X5 (3 necesidades del espíritu y 5 factores de salud).
Factores de salud

* Salvación

La salvación se define de varias maneras: conversión a Cristo, nacer de


nuevo, aceptar a Jesucristo como Señor y Salvador. Cuando recibimos al
Señor Jesucristo, el Espíritu Santo inyecta vida a nuestro espíritu
(Romanos 6:23). La salvación implica un cambio radical en nuestro estado
espiritual, pues pasamos de muerte a vida. El Espíritu Santo nos convence
que nacimos pecadores y que estábamos muertos en nuestros delitos y
pecados, privados de la hermosa experiencia de la vida espiritual
(Romanos 3:23). A menos que entendamos esto, vamos a creer que le
hicimos un favor a Dios al aceptarlo en nuestro corazón

* Experimentar certeza

Es posible ser salvos, sin estar seguros de esa salvación. Nuestra fe debe
estar basada en los hechos de la Escritura y no en nuestras fluctuantes
emociones. Hacer demasiado énfasis en las emociones, nos lleva a no tener
convicciones del Espíritu (Hebreos 11:1; 2 Corintios 5:7).

El orden correcto es: Hecho (Dios y su palabra) – Fe – Emociones. Debemos


actuar de acuerdo con los hechos como Dios los ha revelado en su palabra,
luego tener fe en estos hechos y finalmente permitir que los sentimientos
sean la consecuencia de haber puesto nuestra fe en los hechos de Dios.

Para tener certeza es necesario someter el entendimiento a la revelación:


“Este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en
su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no
tiene la vida” (1 Juan 5:11-12). Esta verdad es inquebrantable. El solo
hecho de que la palabra de Dios lo diga, es suficiente para experimentar
certeza. De igual manera, el Espíritu Santo da testimonio a nuestro
espíritu de la obra de la salvación en nuestra vida (1 Corintios 2:12-14)

*Experimentar seguridad

Nuestra relación con Cristo es una relación inquebrantable y eterna


(Romanos 8:38-39). Esta es una verdad liberadora, que nos ofrece la
oportunidad de vivir una auténtica y profunda relación con nuestro Padre
Celestial. Si en algún momento de nuestra vida quebrantamos un principio
de Dios y pecamos, estamos seguros, que aunque perdamos por un
momento la comunión con Dios, jamás se quebrantará nuestra relación
Padre-hijo (Colosenses 3:3; 1 Juan 4:19).
Nuestra salvación es por gracia mediante la fe, por lo tanto no debemos
cimentar nuestra seguridad sobre la arena movediza de las emociones.
Cuando no tenemos seguridad de salvación, tendremos miedo de perderla
y lucharemos por hacer algo para alcanzarla; como resultado,
empezaremos a vivir por la ley y no por la fe. Esta es la condición de
muchos cristianos: son salvos por la gracia, pero están atados bajo la ley.
A menos que el hijo de Dios tenga seguridad profunda en su salvación, no
madurará en su relación con Jesucristo

*Experimentando Aceptación

Algunos aceptan a Cristo como su Salvador personal, y luego, por


ignorancia, pasan el resto de sus vidas tratando de lograr que él los
acepte. Nuestra aceptación no depende de nuestras buenas obras, es por
gracia desde el principio hasta el fin. El día que recibimos al Señor
Jesucristo, fuimos colocados en él, y fuimos aprobados y aceptados tal y
como somos. “Para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo
aceptos en el Amado” (Efesios 1:6). Dios aceptó a su Hijo, y como estamos
en su Hijo, él nos acepta también.

*Experimentando entrega total

Consagración, dedicación, rendimiento y otros términos similares


describen este paso vital en la vida de un cristiano. Como consecuencia de
tener seguridad, certeza y aceptación en el Señor, la consecuencia natural
debería ser entregarle todo nuestro ser a él.

La entrega total es un acto de la voluntad, por la cual le decimos a nuestro


Padre que queremos que su voluntad se cumpla en nosotros. A medida
que nos rendimos totalmente a Dios, él nos hará triunfadores (Romanos
12:1; Hechos 20:24).

La entrega total sólo es posible cuando se experimenta el amor


incondicional de Dios (Salmo 37:5). Esta entrega es necesaria para que él
nos pueda utilizar de manera total para su obra (Mateo 4:19).

Muchos cristianos no se entregan completamente, porque tienen miedo de


que el Señor les pida algo que no quieren dar o les mande algo que no
desean hacer. Este temor les roba la experiencia de disfrutar plenamente
la vida abundante que Cristo vino a darnos. La verdad es que la entrega
total debería ocurrir en el momento mismo en que recibimos al señor, y no
esperar años experimentando fracaso para poder decirle a Cristo que nos
gobierne.
Cómo opera la terapia espiritual

El diagnóstico que hace la Teoterapia, es que todos los conflictos del


hombre tienen un origen espiritual, y, por lo tanto, la solución también es
de tipo espiritual.

La terapia espiritual implica:

*Tener un entendimiento adecuado de la vida eterna

La vida eterna no tiene principio ni fin; está por encima de la dimensión


del tiempo y del espacio. “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el
único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3). La
vida eterna es un don, que se recibe cuando recibimos a Jesucristo y
establecemos una relación personal con él. La vida eterna es la vida de
Cristo, por quien todo fue hecho, quien es el Alfa y la Omega; Principio y
Fin de toda la creación, y a quien la tumba no pudo retener (Juan 1:1-2;
Hebreos 13:8; Apocalipsis 22:13).

La vida que Cristo vivió en la tierra, es la misma que ha vivido como Dios
en la eternidad. Él vino de la eternidad al tiempo, se hizo hombre, cumplió
su ministerio terrenal, pero su vida continúa en la eternidad (1 Juan 1:1-
3). Pasamos de la muerte a la operación de su dinámica vida en nosotros
(1 Juan 5:11-13, 20).

Gráfica NT-1 (página 38)


*Entendiendo el papel del yo

¿Por qué el yo en el centro de la vida es generador y alimentador de los


problemas?

En nuestro nacimiento físico, nos encontramos separados de Dios y, por


tanto, no participamos de la Vida Eterna (línea horizontal), sino que nos
encontramos en la dimensión del tiempo y del espacio que tiene un
principio y un fin, y se origina en nuestros antepasados desde Adán,
primer hombre de la creación (línea transversal) (Romanos 5:12, 17).

Nuestro proceso natural era hacia abajo (Romanos 3:23; 6:23).

Gráfica NT-1 (página 38)

*Entendiendo cómo opera la terapia espiritual

La Biblia enseña que hay dos situaciones que sucedieron, de las cuales
nosotros no fuimos partícipes, pero que nos afectan directamente: primero
la desobediencia de Adán, y segundo la obediencia de Cristo (Romanos
5:12-21 y Romanos 6:1-14).

Nosotros estábamos en Adán cuando él pecó; esto es lo que nos hace


pecadores desde el nacimiento. Cuando él murió espiritualmente, ocurrió
lo mismo con nosotros. Cuando nacimos era natural que cometiéramos
pecados, pues heredamos su naturaleza pecaminosa. Por tanto viene el
juicio y la condenación, y al ser constituidos todos pecadores, reinó la
muerte.
Pero por la obediencia de Jesucristo vino la justificación, el don de justicia
y la abundancia de gracia. Por tanto los muchos pecadores fueron
constituidos justos: “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos
ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1
Corintios 1:30).

Una vez que estamos en Cristo, estamos en una existencia que no está
basada en el tiempo. La vida nueva en Cristo se traza no desde nuestros
antepasados hasta Adán, sino de Cristo en la cruz y más allá. Ahora
estamos en la eternidad, y la eternidad es siempre presente. Eso quiere
decir, por la identificación, que estábamos en él en la cruz cuando fue
crucificado. Por lo cual:

*Estamos identificados con él en la Cruz (Romanos 6:4-6)


*Estamos identificados con él en la Resurrección (Colosenses 3:1-4)
*Estamos identificados con él en la eternidad (1 Juan 5:11-13)

Gráfica NT-1 (página 39)- grafica de arriba y de abajo


Dado que el proceso natural del hombre estaba orientado hacia abajo:
juicio, condenación y muerte eterna (ver gráfica anterior), la más grande
necesidad del hombre es la salvación. La Teoterapia nos lleva a
experimentar como una realidad personal, que hemos pasado de la muerte
a la vida, de la esclavitud a la libertad, de la condenación a la justificación,
debido a que en virtud de la obra redentora de Cristo, dimos un "salto" de
la línea de Adán a la línea de la vida eterna.

Una vez que entregamos nuestra vida a Jesucristo, y se efectúa la


transición, es el Espíritu Santo quien se encarga de hacer realidad en la
experiencia, esta nueva dimensión de vida:

*Renueva nuestra mente (Romanos 12:1-2)


*Nos guía hacia el proceso de madurez y felicidad (Filipenses 1:6)
*La antigua naturaleza ya no tiene dominio, la cruz bloquea el poder del
pecado (Romanos 6:11; 2 Corintios 4:16).

Aunque recibimos su vida el día que lo recibimos, necesitamos vivir llenos


y controlados por el Espíritu Santo. La pregunta más importante que
tenemos que hacernos es: ¿Quién controla nuestra vida?

Cómo experimentar el amor y el perdón de Dios (1 Juan 4:16)

Cuando el “yo” está en el centro de la vida, vuelven los conflictos y la


desarmonía interior; cuando Cristo gobierna nuestra, vida la vieja
naturaleza ya no tiene dominio. Para Cristo no hay dudas, temores,
angustias, ineptitudes, no hay frustración ni hostilidad; por el contrario, si
Cristo está en el centro de nuestra vida, reaccionaremos con amor, gozo,
paz, paciencia, bondad, benignidad, fe y mansedumbre.

Por lo anterior, es necesario que entendamos que hay tres realidades para
el hombre, frente al Espíritu Santo (1 Corintios 2:14-15; 3:3).

*El hombre natural, que no es cristiano. Éste depende enteramente de sus


propios recursos, y espiritualmente, para Dios, se encuentra muerto en
sus delitos y pecados.

Gráfica: La teoterapia del amor, pag 35


* El hombre espiritual, que es un cristiano, controlado y capacitado por el
poder del Espíritu Santo de Dios. Continuamente aprovecha los recursos
ilimitados del amor y del poder de Dios; espiritualmente está vivo para
Dios, porque el Hijo de Dios vive en y por medio de él; da gloria a Dios
porque lleva una vida fructífera.

Gráfica “La teoterapia del amor, pág, 35”

*El hombre carnal, que, a pesar de ser cristiano, trata de vivir en sus
propias fuerzas. Es un cristiano derrotado que no lleva fruto; nunca
permite que el Espíritu Santo le moldee para ser la clase de persona que
Dios quiere que sea; vive completamente frustrado en cuanto a sus
objetivos. Es la clase de persona que no se da cuenta de que pertenece a la
categoría carnal (Romanos 7:14-25).

Gráfica “La teoterapia del amor”, pág.36

Dios ha provisto la solución para el cristiano carnal por medio del poder
del Espíritu Santo, que puede librarle del poder vicioso del pecado y de la
muerte (Romanos 7:25; 8:3). Las disciplinas religiosas impuestas por uno
mismo solamente conducen a la derrota y a la frustración.

Por medio de la fe podemos experimentar el poder del Cristo Resucitado y


de su vida en nosotros (1 Pedro 1:7; Hebreos 11:6). Fe significa confianza,
pero la confianza debe tener un objeto. El objeto de la fe del cristiano es
Dios y su palabra (Juan 14:14). Resulta trágico que la mayoría de los
cristianos sean prácticamente ateos, porque dicen creer en Dios y obran
como si Dios no existiera o no deseara ayudarles.

El hombre carnal puede apropiarse de la solución que Dios ofrece y librarse


de los altibajos espirituales, convirtiéndose en un cristiano espiritual que
practica la “respiración espiritual”.

Exhalamos, cuando confesamos nuestros pecados (estamos de acuerdo


con Dios acerca de nuestros pecados), conforme a la promesa de Dios que
hallamos en 1 Juan 1:9.
• Volvernos a Dios
• Aceptar lo que hemos hecho como pecado
• Arrepentirnos pidiendo perdón y disponiéndonos a no volver a pecar
• Apropiarnos del perdón de Dios.

Exhalar (confesar nuestros pecados) es un prerrequisito indispensable


para inhalar o recibir el poder del Espíritu de Dios por medio de la fe. La
base de nuestro perdón se encuentra en la muerte de Cristo en la cruz a
cambio nuestro, por nuestros pecados (Hebreos 10:1-7, 11-14).

Como cristianos, estamos llamados a entender que nuestros pecados,


tanto presentes, pasados o futuros, han sido perdonados. No podremos
añadir ni una jota a lo que Cristo ya hizo por nosotros en la cruz.
Sencillamente tenemos que aceptar el perdón de Dios y la limpieza de
nuestros pecados por medio de la fe.

¿Para qué sirve la confesión?

La confesión no es para aumentar el perdón, puesto que Cristo ya nos


perdonó una vez y para siempre. Sin embargo, la confesión es una
expresión de la fe y un acto de obediencia, que nos lleva a experimentar,
de modo real, lo que Dios ya hizo por nosotros a través de su Hijo
Jesucristo.

El negarnos a confesar nuestros pecados, nos convierte en carnales y nos


lleva a andar en tinieblas en lugar de andar en la luz del amor y del perdón
de Dios (1 Juan 1:7).

Pídale en oración al Espíritu Santo que le revele cada pecado de su vida;


escríbalos específicamente en una hoja de papel; escriba en la parte
superior de la lista la promesa de Dios que se halla en 1 Juan 1:9; pídale
perdón al Señor por cada uno de esos pecados y destruya la lista dando
gracias a Dios por haberle perdonado; finalmente, colóquese de acuerdo
con aquellas personas a las que haya podido defraudar de alguna manera.
Recuerde que a pesar de que Dios tiene planeado para nosotros una vida
maravillosa, abundante y fructífera, no nos utilizará hasta que hayamos
resuelto el problema del pecado. ¡Ahora mismo podemos ser limpios!

Una vez que haya confesado todos los pecados que recuerda, cualquier
complejo de culpa o de culpabilidad que quede vendrá de Satanás y no de
Dios, porque el perdón de Dios es completo (Hebreos 10:1-17). Procure
dedicar tiempo para conocer más sobre el ministerio del Espíritu Santo, y
aprenda a ejercitar con frecuencia la respiración espiritual.

Teniendo una conciencia limpia (Hechos 24:16)

Es demasiada esclavitud el haber ofendido a Dios o a los hombres y


permanecer aún sin tener la conciencia sin ofensa ante ellos. Muchos de
nosotros sabemos arreglar cuentas con Dios, pero no con los hombres.
Cuando ofendemos a alguien no nos podemos quedar tranquilos, ni pasar
por alto dicha ofensa, porque no vamos a tener libertad para ser, ni actuar
como realmente somos, hasta que no la enmendemos.

Es un alivio saber que Dios vino a salvar a los pecadores, pues sabe que lo
somos y nos perdona; pero cuando ofendemos a alguien, debemos hacer
todo lo que esté a nuestro alcance para arreglarnos con dicha persona, de
lo contrario, nuestra relación con Dios quedará truncada.

Muchas veces no se pide perdón, porque se siente que la otra persona


tiene la mayor parte de la culpa. Pero entonces no vamos a disfrutar de
libertad completa, hasta que no cumplamos con nuestra responsabilidad
(Romanos 12:18). El argumento de que otra persona tiene el 95 por ciento
de la culpa, es un sedante para la conciencia, pero además de ensuciarla,
no podrá dejarla en plena libertad.

Otras veces la gente no pide perdón por orgullo, pero la supuesta


vergüenza que se pasa, no se compara con la ofensa que se ha cometido ni
con el descanso que recibirá al pasar esa vergüenza y pedir perdón.
Recordemos que el orgullo endurece nuestro corazón, mientras que la
humildad produce honra. “El temor de Jehová es enseñanza de sabiduría;
y a la honra precede la humildad” (Proverbios 15:33).

Tenemos que decidir hoy si queremos seguir viviendo atados al orgullo, o


disfrutar de la libertad que Dios nos da al perdonar a otros; pero debemos
tener mucho cuidado en escoger el momento apropiado para hablar con la
persona que ofendimos.
Si tiene alguna duda, hable con una persona cristiana madura,
principalmente con su líder directo, porque Satanás puede aprovecharse
de sus dudas. Si solamente ha ofendido a Dios, confiese sus pecados a él.
Si ha ofendido a Dios y a una persona, hable primero con Dios respecto a
su ofensa a él, y luego vaya a la persona. Si ha ofendido a Dios y a un
grupo, debe arreglarse con Dios y con el grupo.

Lo mejor es ir directamente a la persona; en caso que no pueda, llamar por


teléfono; y si no puede hacer ninguna de las dos anteriores, escriba una
carta (pero no es lo más apropiado, pues usted no querrá que esa persona
tenga en su poder un documento escrito que le recuerde su ofensa, sino
que por el contrario, la olvide).

Con base en todo lo anterior, nos damos cuenta que es necesario tener y
vivir día a día con una conciencia limpia. Personalmente es muy bueno
saber que Dios ha venido a salvar pecadores, pues él sabe que cometemos
errores y a la vez nos perdona. Pero cuando pecamos y ofendemos a otros,
no debemos gastar demasiado tiempo en una introspección inútil. Dios
traerá a nuestra mente cualquier pecado que hayamos cometido; sin
embargo, sabemos que Satanás está dispuesto a acusarnos de más cosas
de las que en realidad son. Para un caso particular, es mejor pedir
consejo. Cuando cometa una falta, no se quede tranquilo, busque a la
persona que respeta y aprecia debido a su madurez cristiana, háblele
respecto a su problema y reciba dirección.

Aplicación práctica (Mateo 5:23-24)

• Haga una lista de personas con quienes tenga que reconciliarse y


que usted sabe que ha ofendido
• Perdone a dichas personas por lo mucho o poco que le hayan hecho
• Identifique la ofensa básica que cometió contra la otra persona: robo,
cólera, ingratitud, mentira, amargura, orgullo, pereza, desobediencia a la
autoridad, inmoralidad, calumnias, chismes, etc.
• Cuando se va a pedir perdón, debe tener en cuenta los siguientes
aspectos:
-Identificar la ofensa básica
-No expresar ni la culpa ni la ofensa de la otra persona
-No justificar su ofensa
-No tratar de sermonear, ni de predicar al otro
-No tratar de insinuar que la otra persona cambie
-No recordar detalles vergonzosos de la ofensa que cometió.

Puede guiarse por cualquiera de estos ejemplos:


-Dios me ha convencido de cuán equivocado(a) estaba yo en este punto...
por favor, ¿podría perdonarme?
-Me he dado cuenta de que estaba equivocado(a) en tal cosa... ¿podría
perdonarme?

¿Cómo perdonar a los demás? (Colosenses 3:13)

Cuando alguien nos ofende o hace algo que nos dañe, la justicia más
elemental sería pagarle conforme a sus hechos. “Ojo por ojo, diente por
diente”, dice el Antiguo Testamento, que era la manera como los jueces
debían administrar la justicia en casos más análogos, dentro del pueblo de
Israel. En el Nuevo Testamento no se niega esto; sólo que los hijos de Dios,
el nuevo Israel del Señor, sabemos que quien ejecuta justo juicio es Dios
(Romanos 12:17-19), y que él se hace responsable de lo que nos sucede
(Romanos 8:28). Pero si tomamos la ofensa como algo personal y nos
enojamos, Dios nos lo deja como algo sólo de nuestro cuidado y no mete
su mano (Santiago 1:19-20).

También se supone que deberíamos pagar por nuestros pecados como algo
justo, pero Jesucristo ya se hizo cargo; nos reemplazó y recibió nuestro
castigo. Así fue como se nos otorgó el perdón de nuestros pecados. Él no
pasó por alto nuestros pecados, ni se hizo el desentendido, sino que los
llevó en su cuerpo y murió en reemplazo nuestro. Ese es el amor de Dios:
entregó a su Hijo por nosotros.

Sobre esta base es que Dios dice que también nosotros perdonemos toda
ofensa, de todo corazón, sin acordarnos más de ellas, como Dios ha hecho
con nosotros. ¡Somos deudores del perdón que Dios nos ha otorgado!

Estamos llamados a tomar una actitud correcta ante la ofensa. “Hermanos


míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo
que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su
obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa
alguna” (Santiago 1:2-4). Si tenemos una actitud adecuada, Dios cumplirá
su propósito en nosotros con cada ofensa que recibamos. Además del gozo,
debemos responder con amor, para poder visualizar la necesidad que tiene
quien nos ofendió: la ofensa revela que esa persona tiene una necesidad en
su vida. Cooperemos con Dios, quien por su infinito amor quiere suplirle
esa necesidad y usarnos a nosotros para ello; pidámosle su sabiduría para
poder hacerlo. Nuestra responsabilidad es perdonar y amar. Debemos
saber que nunca viviremos una vida sin pruebas ni presiones, aprendamos
a manejarlas y enfrentarlas correctamente.

Principios básicos para experimentar el perdón

Tener una actitud de perdón es tener actitud positiva hacia la ofensa. Al


no perdonar, reconocemos que la amargura y el resentimiento son una
manera de vengarnos. Esto no es correcto, porque si lo hacemos, vamos a
pagar las consecuencias. Dios se encarga de dar el pago, no nosotros
(Romanos 12:17-19).

Si verdaderamente perdonamos, cooperamos con Dios en ayudar al


ofensor. Tener espíritu perdonador es tener el deseo grande de ayudar a
alguien después que nos ha ofendido, y hacerlo mucho mejor de como lo
hicimos antes, porque ya hemos descubierto sus necesidades.

Dios nos ha perdonado infinidad de veces, por lo tanto, debemos estar


dispuestos a perdonar a otros; sus ofensas, comparadas con las nuestras,
son pequeñas. Tenemos el ejemplo de Cristo: como él perdonó, también
debemos perdonar a otros sus ofensas o faltas (Mateo 18:23-35). No
debemos sorprendernos si vienen tiempos difíciles, pues siempre los
tendremos. El sufrimiento forma parte de nuestra vida cristiana (1 Pedro
4:12).

Aplicación práctica

Los siguientes siete puntos le ayudarán a desarrollar un espíritu


perdonador, y a la vez experimentar salud total:
• Primero que todo, visualice a la persona o personas que le han
ofendido, o aquellos con los que tiene algo en contra. Escriba los
nombres en una hoja de papel
• Vaya al Señor y confiese su pecado por haber albergado amargura o
resentimiento en su corazón (1 Juan 1:9)
• Escriba los derechos que piensa que le han violado
• Vaya y hable con esa persona (Mateo 18:15)
• Perdone y olvide completamente. Si no lo hace, creará muchos
problemas
• Haga una lista de las necesidades de cada uno de los ofensores
• Pídale al Señor sabiduría y oportunidad para ministrar en dicha
persona o personas.

Frutos de experimentar la sanidad espiritual

Los siguientes atributos se dan como resultado de una vida que


experimenta sanidad espiritual:

Alerta: habilidad para anticipar respuestas correctas a aquellos que están


a nuestro alrededor (Marcos 14:38)
Amor: interés por suplir necesidades básicas de otro, sin que nuestro
motivo sea la recompensa personal (1 Corintios 13:3)
Valentía: decisión y firmeza para actuar según la dirección de Dios,
independiente de las consecuencias que esto pueda traer (Hechos 4:29)
Compasión: sensibilidad que motiva a la acción para sanar o restaurar a
alguien en necesidad (1 Juan 3:17)
Dominio propio: empuje volitivo como resultado de estar lleno del
Espíritu Santo (2 Timoteo 1:7)
Cortesía: trato amable. Mostrar consideración por otra persona, dándole
una sincera atención a sus palabras
Creatividad: desarrollar una nueva perspectiva frente a alguna situación,
tarea o idea (Romanos 12:2)
Decisión: firmeza para actuar según los principios de Dios aún en
situaciones difíciles (Santiago 1:5)
Delicadeza: manifestar consideración y cuidado ante las necesidades
emocionales de otros (1 Tesalonicenses 2:7)
Dedicación: consagración a Dios y a sus propósitos, aún si esto requiere
un sacrificio inesperado (Salmo 15:4)
Determinación: ejecutando las metas propuestas en el tiempo de Dios,
independiente de los obstáculos que se nos presenten (2 Timoteo 4:7-8)
Diligencia: obedecer y seguir instrucciones, usando todas nuestras
energías para ello (Colosenses 3:23)
Discernimiento: examinar un asunto bajo la luz del Espíritu Santo
Discreción: la habilidad de abolir palabras, acciones y actitudes que
pueden dar como resultado consecuencias no deseables (Proverbios 22:3)
Disponibilidad: actitud de servicio y cooperación, siguiendo el orden en
las prioridades (Filipenses 2:20-21)
Entusiasmo: expresando el gozo y la fortaleza de Cristo en todo lo que
hacemos (1 Tesalonicenses 5:16-19)
Fe: actuar, teniendo certeza de lo que esperamos de Dios. Vivir
plenamente convencidos, guiados por la promesa y no por las
circunstancias (Hebreos 11:1)
Flexibilidad: facilidad de adaptarse a diferentes circunstancias y
personas, sin ceder en sus principios y convicciones (Colosenses 3:2)
Generosidad: darnos y dar con liberalidad usando todo lo que somos y lo
que Dios nos ha dado para el cumplimiento de su propósito (2 Corintios
9:6)
Gozo: exaltación de nuestro ser que resulta de una genuina comunión con
Dios y con otros
Gratitud: expresar a Dios y a otros nuestro reconocimiento por la forma
como ellos han beneficiado nuestra vida (1 Corintios 4:7)
Habilidad: usar con sabiduría todos los talentos que tenemos y que hemos
desarrollado para glorificar a Dios
Hospitalidad: compartir con gozo la comida, el abrigo y el hogar con
aquellos que Dios pone en nuestra vida (Hebreos 13:2)
Humildad: tener una perspectiva adecuada de nosotros mismos a los ojos
de Dios y de los demás (Santiago 4:6)
Iniciativa: Ser proactivos. Hacer lo que es necesario antes de que tengan
que decírnoslo
Justicia: Actuar con temor de Dios y hacer lo correcto a sus ojos (Lucas
6:31)
Lealtad: ser fieles en todo lo que nos ha sido encomendado (Juan 15:13)
Mansedumbre: equilibrio en la personalidad, tranquilidad mental, control
emocional, quietud en lo más íntimo de la personalidad (Salmos 62:5)
Obediencia: seguir instrucciones con diligencia en todo lo que se nos pida,
bajo los parámetros de la palabra de Dios (2 Corintios 10:5)
Organización: prepararnos a nosotros mismos y a los que nos rodean,
para poder realizar cualquier cosa con mayor eficacia (1 Corintios 14:40)
Paciencia: perseverar en las situaciones difíciles, esperando
confiadamente en la providencia de Dios (Romanos 5:3-4)
Paz: la seguridad interna de saber que somos aceptados por Dios para
toda la eternidad. Una tranquilidad interna que proviene de integrar todas
las áreas de nuestra vida con la perspectiva de Dios (Filipenses 4:6-7)
Perdón: olvidar la ofensa cometida contra nosotros y usarla como un
medio para expresar el amor de Cristo (Efesios 4:32)
Persuasividad: sabiduría para llevar a otros a descubrir verdades que son
vitales para ellos (2 Timoteo 2:24)
Puntualidad: mostrando una alta estima por los otros y su tiempo
(Eclesiastés 3:1)
Prevención: conociendo cuán importante es realizar las acciones correctas
en el tiempo adecuado
Resistencia: fortaleza interna para perseverar en los propósitos de Dios
(Gálatas 6:9)
Respeto: limitando nuestra libertad para no ofender a aquellos a quienes
Dios nos ha llamado a servirles (Romanos 14:21)
Responsabilidad: reconociendo y haciendo lo que Dios y los otros esperan
de nosotros (Romanos 14:12)
Reverencia: Temor de Dios. Reconocer cómo Dios está trabajando por
medio de la gente y los hechos en nuestra vida, para producir el carácter
de Cristo en nosotros (Proverbios 23:17-18)
Sabiduría: viendo y respondiendo a las situaciones de la vida desde el
punto de vista de Dios (Proverbios 9:10)
Seguridad: estructurando nuestra vida en lo que es eterno, y no puede ser
destruido ni quitado (Juan 6:27)
Sensibilidad: ejercitando nuestros sentimientos para poder percibir las
verdaderas emociones y el verdadero espíritu de aquellos que nos rodean
Sinceridad: coraje para hacer lo que es bueno con motivos transparentes
(1 Pedro 1:22)
Tolerancia: aceptar y reconocer que las personas son diferentes, y,
aunque no piensen como nosotros, merecen nuestro respeto y
consideración (Filipenses 2:2)
Verdad: Ser consecuentes entre lo que pensamos, decimos y actuamos
(Efesios 4:25)
Virtud: pureza y excelencia moral que proviene de caminar en el espíritu
(2 Pedro 1:5).
Capítulo 5

La sanidad del alma

La Sanidad interior: Teoterapia para la culpa ficticia e imaginaria

Muchas culpas que padecemos no tienen su origen en un pecado real sino


en heridas emocionales provocadas por el ambiente. Esta sensación de
culpa nos lleva muchas veces a pensar que Dios no nos acepta ni nos ama
porque nos volvimos a equivocar, lo que genera en nuestra alma caos y
conflicto.

Teoterápicamente hablando, una persona puede estar viviendo en estado


de depresión mental por causa de algunas culpas, pero no ser
objetivamente culpable de ello, pues son causadas por las heridas
emocionales y el rechazo que han sufrido. La depresión mental impide que
la persona disfrute de la vida cristiana. Se supone que debería
experimentar paz interior y gozo, pero la persona deprimida no puede.
Debería creer que Dios la ama, pero la persona deprimida no puede
creerlo. Se supone que debería disfrutar del compañerismo cristiano, pero
la persona deprimida se aleja. Jesús dijo que no deberíamos estar
ansiosos, pero la persona deprimida está en un continuo estado de
ansiedad. Esta persona llega a creer que Dios es su enemigo y no su
amigo.

Por esto es necesario profundizar en este capítulo sobre la sanidad


interior. Cristo vino a liberarnos no sólo del pecado que nos agobia, sino
también de la consecuencia que produce en nosotros los pecados de otros
(hermanos, padres, abuelos, etc.)

Nuestra profunda necesidad es de amor. Si este amor nos fue negado


cuando niños, afectó nuestro ser, robándonos la paz y más tarde nuestra
capacidad de amar, de confiar en las otras personas y en Dios.

La idea básica de sanidad interior es simplemente que Jesús, quien es el


mismo ayer, hoy y por los siglos, puede tomar las memorias de nuestro
pasado y aliviarnos de las heridas que todavía permanecen y que afectan
nuestro presente. Él llena con su amor todos estos lugares que han estado
vacíos por tanto tiempo.

La Biblia nos cita en el evangelio de San Juan, capítulo 4, un maravilloso


ejemplo de sanidad interior. Jesús tuvo un encuentro con una mujer de
Samaria, quien en su afán de encontrar la solución a sus conflictos, se
había entregado a los brazos de seis hombres y hasta el momento no había
hallado lo que necesitaba. Cuando se encontró con Jesús, y él le presentó
la realidad de su vida, la confrontó y le hizo ver su pecado, ella pudo
comprobar que el único que podía saciarle del verdadero amor y llenarla de
seguridad era Dios. En él encontró la respuesta a sus necesidades.

La oración de sanidad interior es usualmente contestada de una manera


perceptible. A veces la sanidad es progresiva y requiere de tiempo, pero es
el deseo de Dios que sanemos estas heridas sicológicas que nos privan de
experimentar la libertad que pertenece a los hijos de Dios. Cuando esta
clase de oración aparentemente no es contestada, es porque no hemos
llegado a la clave del asunto. Quizás hay la necesidad de arrepentimiento,
pues la persona necesita perdonar a alguien que la ha ofendido, puede
tener un profundo dolor que todavía no hemos descubierto.

¿Cuándo se ora por sanidad interior?

Se recomienda la sanidad interior cuando nos damos cuenta de que


estamos siendo hundidos de alguna manera por las heridas del pasado.
Todos nosotros sufrimos esta clase de cautiverio de una forma u otra;
algunos muchas veces, otros muy pocas. Cualquier temor sin razón,
ansiedad o decaimiento, causados por patrones creados en el pasado,
pueden ser rotos por medio de la oración, sólo con que coloquemos de
nuestra parte para llevar una vida cristiana disciplinada.

Hay muchos cristianos derrotados que tienen sentimientos de inutilidad,


constantes estados de cólera o depresión, ansiedad, temores infundidos,
compulsivos deseos sexuales y otros problemas que ellos quisieran
cambiar, pero encuentran que no pueden hacerlo por medio del
arrepentimiento o decisión de cambiar. Más y más libros salen con la
intención de mostrar la influencia del pasado en nuestro presente y la
necesidad de liberarnos de los patrones inadecuados. Algunos de estos
problemas los podemos manejar por nuestras propias decisiones, pero
frecuentemente vemos que la influencia del pasado en nuestra mente
tiende a llenarnos de temor y ansiedad, y así lo deseemos o no, no
podemos apartarlos por un acto de nuestra voluntad.

La sanidad interior trae paz y gozo a las personas; es una lástima que
pocos la entiendan y no oren de esta manera. No toda persona está
equipada con los dones necesarios para orar por sanidad interior. Además,
esta oración toma tiempo y es exhaustiva. Vale la pena hacerla en todo
tiempo para que se vea la transformación del dolor en gozo y paz.
A continuación, quiero describir el testimonio de una joven, quien oraba
para ser liberada de un problema interior que venía sufriendo por mucho
tiempo. Estas son su palabras:

“Después de salir de la reunión a la que asisto todos los


sábados, me dirigí hasta mi casa; ese día el tema había
llegado tanto a mi corazón, que tenía las palabras del
predicador, muy frescas en mi memoria. Dios me decía una y
otra vez, que él me podía sanar y liberar de todo pecado, que
era el tiempo para ser libre. Hasta ese día pude entender el
gran amor que el Señor tenía por mí. Por este motivo, cuando
llegué a mi casa, no dejé pasar más tiempo y me puse a orar.
Después de un genuino arrepentimiento, pude experimentar
cómo el Señor me tomaba en sus brazos, me mimaba y me
decía lo valiosa que era para él. Nunca antes había sentido
tanto amor, estoy segura de que en esos momentos estaba
siendo limpiada de todos mis esquemas y pensamientos de
derrota y frustración. Continué en esa actitud de oración y vi
cascadas y ríos de agua precipitados sobre mí, confirmé que el
Señor me estaba lavando por completo.
Al otro día, en mi tiempo a solas con Dios, abrí la Biblia en
Juan 4, donde se relata el pasaje de Jesús y la mujer
samaritana, pero el versículo que tocó mi alma naturalmente
fue: “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed;
mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed
jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de
agua que salte para vida eterna.” (Juan 4:13-14).
Cuando llegué a ese versículo, fui quebrantada y comencé a
llorar de gozo. Dios estaba operando sanidad interior en mi
vida. Hoy me siento segura y confiada. Gloria a Dios, mi
corazón está lleno en él.

La necesidad primordial del hombre es saber que es amado, no por lo que


pueda realizar o hacer, sino simplemente por lo que él es. Si alguno no
conoce el amor de Dios, de esta manera, Jesucristo desea inmensamente
mostrarnos cuánto él se preocupa por nosotros, sanándonos de aquellas
heridas antiguas que han marchitado o quebrantado nuestro corazón y
nuestro espíritu.

La sanidad del hombre interior

La mente humana puede ser comparada con un glaciar, cuyo pico es


visible fuera de la superficie del océano, mientras que el resto está
sumergido. El pico puede representar la mente consciente y constituye sólo
una parte de nuestras capacidades mentales, mientras que la parte
sumergida representa la mente inconsciente que comprende la mayor parte
de nuestra actividad mental. El inconsciente es la mente de los
“sentimientos” y comprende las emociones, memoria y hábitos. Jesús se
refiere al inconsciente cuando menciona el corazón: “Porque de la
abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno del buen tesoro del
corazón saca buenas cosas” (Mateo 12:35-36).

Muchos de nosotros no nos damos cuenta de cuánto dolor, pena y


sufrimiento tenemos escondidos en lo profundo de nuestra mente. Es
imposible vivir en la tierra por un largo tiempo y no haber acumulado una
carga de penas reprimidas. Las podemos reprimir por un tiempo, pero
siempre seguirán allí. Sería yo el primero en decir: “Después que estén ahí
y no causen problemas, olvidémoslas”. Desdichadamente no podemos
reprimir el dolor, penas y sufrimientos por mucho tiempo sin que vuelvan
de alguna manera a salir. Decimos que nos “salimos de quicio”, nos
“abrumamos”, términos que describen la falta de control.

Con frecuencia, esta conducta tiene su origen en la cantidad de material


que tenemos reprimido en el inconsciente. En estas condiciones es difícil
aceptar el amor de Jesucristo o recibir la llenura de su Espíritu Santo.
Estas experiencias acumuladas están continuamente enviándonos
mensajes de prevención para ponernos en guardia, aún de Dios, con el fin
de evitarnos aparentemente sufrimientos futuros.

Después de dictar una conferencia, se me acercó un hombre que tenía


dificultades en experimentar el amor de Dios en su vida. En nuestra
conversación se volvió hacia su niñez; me mencionó que un accidente
automovilístico lo había dejado huérfano a los doce años de edad. El
recuerdo doloroso de la muerte de sus padres pudo haberlo reprimido de
amor de una manera inconsciente, y así se lo hice saber. Un poco
desconcertado me dijo que si eso era cierto, entonces debía resignarse a
sentirse deprimido y solo toda la vida, pero le dije que no, que también
para él había una solución y esa solución era Dios. Le invité a que
recibiera a Cristo en su corazón y disfrutara de la paternidad y el amor que
él le tenía; luego oramos y, finalmente, él pudo experimentar paz.

Con la experiencia adquirida en la familia de la Cruzada Estudiantil y


Profesional de Colombia, me he podido dar cuenta que el tiempo está en las
manos de Dios y quién más que él para saber cuándo obrar sanidad en
nuestra vida. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos, por
consiguiente, le pedí al Señor que sanara a este hombre del recuerdo
doloroso para que no le atormentara más. Él aceptó esta idea, y más tarde
describió la experiencia de haber sido lleno del amor de Dios.

Necesitamos ser sanados. Dios puede y quiere sanar todos estos recuerdos
traumáticos. “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros
dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.”
(Isaías 53:4). Isaías profetizó que el Mesías llevará nuestro sufrimiento,
tomará nuestras penas y cargará no sólo con nuestro pecado, sino
también con el dolor que otros nos han causado. Eso fue lo que Jesús llevó
consigo. El amor de Dios puede limpiarnos y liberarnos de estas cosas que
nos impiden experimentar una vida abundante. Yo pienso que esta es la
transformación a la cual se refiere Pablo en Efesios 4:22-24: “En cuanto a
la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado
conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra
mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y
santidad de la verdad”.

Dios no solamente está interesado en nuestro espíritu y nuestro cuerpo; él


está interesado también en nuestra mente. Debemos permitirle que nos
quite todas nuestras cargas, ya que él no quiere que estemos abrumados.
Debemos decirle: “Señor, ven al fondo de mi corazón. Yo quiero que tú
sanes esas cosas que he cargado todo este tiempo. Llévalas tú, yo no las
puedo cargar más”.

Todo lo que nos sucede antes de los seis primeros años puede fijar nuestra
manera de ser por el resto de nuestros días. Siendo que el inconsciente
nunca olvida nada, necesitamos dejar que el amor sanador de Dios toque
cada parte de nuestra mente, inclusive nuestro período prenatal e infantil.
Le podemos pedir a Jesús que camine hacia atrás, hacia el comienzo de
nuestra vida, y nos sane. ¡Él puede hacerlo ahora mismo!

Busque el sitio donde esté más tranquilo, sin interrupciones. Escoja la


posición física más confortable. Vaya ante el Señor en actitud de humildad
y confianza y haga esta oración, si así lo desea. Ya que la sanidad es un
proceso continuado, esta oración no resolverá todos sus problemas de
repente. Nunca llegaremos al punto de decir: “ahora todos mis problemas
han sido sanados”, pero sí podemos destruir grandes barreras que antes
nos impedían experimentar salud y alivio.

Se dice que la sanidad interior ha sido completada cuando un suceso


pasado ya no tiene el poder de herirnos, cuando puede ser recordado sin
sentir vergüenza, culpa o dolor. Vaya a la presencia de Dios y dígale:
“Señor Jesús, gracias por estar aquí y por el privilegio de sentir tu
poder y tu presencia.
Señor, camina hacia atrás a través de mi vida, hasta llegar al
mismo momento en que fui concebido(a). Ayúdame Señor, aún en
este instante; limpia mi embrión y libérame de todo lo que pudo
haber causado dificultades en el momento de mi nacimiento.
Cuando era formado en el vientre de mi madre, tú estabas allí,
libérame y sáname de cualquier atadura en mi espíritu que se
pudo haber producido cuando era formado o que pude heredar de
mi madre, o por circunstancias de la vida de mis padres.
Por tu obra te doy gracias. Te alabo también, Señor, porque estás
sanándome inclusive del trauma del nacimiento (en algunos casos
nuestras madres sufrieron largas horas antes de que pudiéramos
nacer. Esto puede afectar al niño). Te ruego Jesús, que me sanes
del sufrimiento al nacer y de todo lo que ocurrió en esos
momentos. Te doy gracias Señor porque estabas allí para
recibirme en tus brazos, conságrame desde ese momento al
servicio de Papá Dios.
Te agradezco Jesús, porque ya lo has hecho. Señor, te doy gracias
porque desde los primeros meses de mi infancia, tú estabas
conmigo cuando te necesitaba”.

Mucha gente necesita más amor del que recibió en los primeros meses, y
quienes no tuvimos el amor de una madre, porque fuimos separados por
circunstancias inevitables, no tuvimos a nuestro alrededor el amor
necesario para crecer fuertes y estables. En muchas ocasiones sentí la
necesidad de tener cerca a mi madre, arrullándome y contándome
pequeñas historias que sólo una madre sabe hacer.

“Señor, haz esto en lo más profundo de mi ser. Déjame sentir


esa abrumadora esencia de amor maternal, confortante y
nutritivo; que nada me haga separar de este amor. Te doy
gracias y te alabo, Señor, porque sé que lo estás haciendo”.

Otros necesitaron más amor paternal en su vida.

“Señor, llena ahora mi ser con ese fuerte amor paternal que
viene sólo de ti, Padre Celestial. Aunque no esté consciente de
haber necesitado brazos fuertes a mi alrededor y un papá que
me ame, me dé seguridad y confianza, te pido, ¡oh Dios!, que
con tu amor, lo hagas ahora. Te doy gracias, Señor, porque sé
que lo estás haciendo”.

A medida que crecimos, algunos estuvimos en familias donde no nos


invirtieron mucho tiempo para tratarnos como individuos.

“Ya he entendido y aceptado esta situación, pero alguna parte


de mi ser nunca se ha sentido completa y aceptada. Yo te pido
hoy Señor, que me dejes saber que soy tu hijo, una persona
importante en tu familia y un individuo único a quien tú amas
de una manera muy especial. Alíviame Señor, de las heridas
que vinieron por las restricciones de mi familia, el hermano o la
hermana que nunca me entendió o no me mostró el amor y la
atención debida. Déjame ahora devolverle en perdón a ese
hermano(a). Al pasar los años no he podido aceptarlos porque
ellos no me aceptaron. Dame la medida de amor necesaria para
ellos y que la próxima vez que los vea sienta tanto amor, que
todas las cosas viejas queden atrás. Tú me habrás hecho de
nuevo. Te doy gracias por eso Señor”.

El primer trauma real que tuvimos, pudo ser cuando fuimos enviados al
colegio por primera vez. Era la primera ocasión en que nos alejábamos de
casa y de todo lo que ello significaba. Para algunos demasiado sensibles,
tímidos o inseguros, fue difícil estar con ese profesor antipático, con
compañeros extraños y en un edificio desconocido.

“Realmente nunca pude reponerme de eso Señor, porque


habían cosas que esperaba que sucedieran y otras que me
hirieron mucho. Habían profesores poco amables y chicos que
no demostraban amor ni entendimiento. Te estoy pidiendo
Señor, por una completa sanidad de esos años de colegio. Que
tú quites de mí cualquier pena y sufrimiento que recibí en ese
tiempo. Empecé a sentirme temeroso de hablar en grupo,
porque había sido ridiculizado, castigado o criticado en público.
Nunca volví a hablar porque era muy doloroso.
Señor, te pido que abras la puerta de mi corazón. Permíteme
participar en grupos de una manera más abierta y con más
libertad que antes. A medida que esta sanidad va ocurriendo,
tendré la confianza y el coraje de hacer lo que tú me digas que
haga y en cualquier circunstancia. Te doy gracias Señor porque
creo que estoy siendo sanado ahora.
Señor, a medida que llegué a la adolescencia empecé a
experimentar cosas que me asustaban, me avergonzaban o me
causaban sufrimiento. Nunca comprendí lo que ocurría cuando
iba conociendo más de mí mismo y lo que significaba ser
persona. Te pido, Señor, sanidad de todas esas experiencias
que tuve cuando era joven, por las cosas que hice y por las que
me hicieron. Saca de mi corazón todo lo que me causó
sufrimiento, vergüenza o deshonra. No te estoy pidiendo que
borres esto de mi mente, sino que lo transformes, de tal
manera, que pueda recordarlo sin lástima y con acción de
gracias. Permíteme entender a los otros jóvenes, porque yo
también estuve en su situación, en ese tiempo de investigación,
de búsqueda y de conflictos. A la vez que estoy siendo sanado,
Señor, déjame ayudar a otros a encontrar esta sanidad”.

Unos fuimos llamados a ser padres de familia, otros al estado de


celibato, algunos escogieron vivir solteros y otros más están
divorciados o viudos. El escoger una carrera o profesión, también
pudo haber sido causa de aflicción. No hay una carrera en el
mundo que no traiga consigo dificultades, desajustes y problemas
en la vida privada que deben ser sanados.

“Señor, he tenido dificultades en mi vida. Te pido que me


sanes en el estado en que me encuentro hoy, con todo aquello
que ha significado el mundo que me rodea”.

Los esposos y las esposas tienen cosas del pasado, ofensas y dolores que
surgen entre dos personas que están tratando de vivir juntos y de
aprender el uno del otro.

“Señor, sana todo esto. Permite que nuestro matrimonio


comience de nuevo y sea puesto en tus manos, para que a
partir de hoy esta relación sea limpiada y restaurada por ti.
Gracias, Padre, porque a través de esta sanidad podemos
llegar a ser la clase de esposos que tú deseas que seamos”.

A algunas personas les ha sucedido cosas, que han hecho que se alejen del
Señor, en vez de llevarlos más cerca de él.

“Señor, ayúdame a sentir ese ardiente e intenso amor


derramándose en mí. Que nunca vuelva a dudar que por la
senda que voy es la que tú quieres y a la cual me llamaste.
Dame coraje y confianza en el trabajo en que estoy. Llévame
hacia adelante con un nuevo propósito y nuevas metas. Te doy
gracias Padre, porque sé lo que estás haciendo”.

Hay quienes fueron llamados a ser solteros, otros experimentan una


soledad y sufrimiento que sólo Dios conoce.

“Señor, me he sentido solo, algunas veces abandonado y


totalmente alejado del resto de la Humanidad. Dame hoy,
Señor, un nuevo deseo con valor y propósito. Permíteme
entender lo que has puesto en mi corazón. Que sea testigo
viviente de Cristo. Te doy gracias Padre, porque lo estás
haciendo. Te doy la gloria, Señor, porque sé que no hay poder
en el cielo ni en la tierra que me pueda separar de ti.
Te alabo Señor porque sé que mientras más me entrego a Ti en
acción de gracias y en alabanza, más recibiré del poder de tu
presencia, de tu Espíritu y del amor de tu divino Hijo. Te alabo
Señor por esta sanidad, y te doy toda la gloria. Amén”.

Ahora dispongamos diez minutos para estar en quietud. Permitámosle al


Espíritu de Dios hacer su trabajo de sanidad en nuestra vida, vaciando de
nuestro corazón todas las cosas que no son de Dios. Permitámosle a Dios
llenarlo de nuevo con su amor.
Liberación espiritual

La palabra de Dios nos define claramente que debemos estar preparados


para enfrentar la batalla espiritual como hijos de Dios. Esta batalla la
define el apóstol Pablo en Efesios 6:11-12: “Vestíos de toda la armadura de
Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque
no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra
huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. En este pasaje
bíblico, Dios nos hace un llamado a vestirnos de toda su armadura,
confiando y dependiendo de él y de su palabra.

La Teoterapia presenta la salvación del hombre en sus tres dimensiones:


espíritu, alma y cuerpo. La obra de Jesucristo es completa: nos regenera
espiritualmente como nuestro Salvador, restaura nuestra alma como
libertador y sana nuestro cuerpo.

Cuando hablamos de liberación espiritual, es preciso aclarar dos


conceptos:

*Caso de posesión: ésta se presenta exclusivamente en personas no


cristianas, que han dado lugar para que algún o algunos demonios la
controlen completamente (Mateo 8:28-34)
*Caso de opresión: Se puede dar en los cristianos, que producto de no vivir
llenos y controlados por el Espíritu Santo, facilitan la influencia del
maligno en algunas áreas de su vida. Todo cristiano tiene un vallado
protector alrededor de sí, sin embargo, puede abrirse el vallado y permitir
la entrada del enemigo (Eclesiastés 10:8). El Espíritu Santo habita en el
espíritu del creyente, por tanto, el ataque del demonio es en el alma
(atacan las emociones, la voluntad, la mente) y en el cuerpo, volviéndose
éstos el campo de batalla de los demonios, pues al espíritu ya no lo pueden
tocar.

Conociendo nuestra lucha

Las manifestaciones del enemigo las podemos ver claramente en la palabra


de Dios, en la triple tentación que le hizo a Jesús. En los Evangelios
también vemos algunos casos como:
*El endemoniado gadareno (Marcos 5:9)
*El mudo endemoniado (Mateo 9:32-33)
*La hija de la mujer sirofenicia (Marcos 7:24-30)

Se hace necesario también conocer los nombres del enemigo, para


comprender mejor su naturaleza y mirar de dónde proviene nuestra
debilidad, ellos son: el mundo, la carne y Satanás. El origen de este último
se puede definir así:
• Lucifer, Lucero, dios de este siglo (2 Corintios 4:4)
• Diablo y acusador (Apocalipsis 12:10; Job 1:9)
• Satanás, adversario (1 Pedro 5:8; 1 Timoteo 5:14-15)

Carácter de Satanás

• Presuntuoso: Mateo 4:6-9


• Orgulloso: Ezequiel 28:2-9
• Poderoso: Efesios 2:2; 6:12
• Maligno: 1 Juan 2:13
• Intrigante: Job 1:9; 2:4-5
• Incitante: Job 2:3-4
• Astuto: Génesis 3:1; 2 Corintios 11:3
• Engañoso: 2 Corintios 11:14
• Feroz y cruel: Lucas 8:29; 9:39, 42
• Cobarde: Santiago 4:7

Los métodos de Satanás

• La exaltación del “YO”: Isaías 14:12-16; Lucas 12: 16-21


• La oposición, impedimento: 2 Tesalonicenses 2:4-8; Zacarías 3:1-2
• La opresión: Hechos 10:38; 7:24-25; 2 Corintios 12:7-10
• La mentira: Juan 8:44; Génesis 3:3-4
• El zarandear: Lucas 22:31
• El ataque físico (cárcel): Filipenses 1:7

Para obtener la verdadera victoria en nuestra vida, es necesario rendirla a


Dios: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que
presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que
es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos
por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis
cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:1-
2). Presentar nuestro ser cada día, es buscar estar en la presencia de Dios,
para que él nos libre de todo mal y de caer en tentación. Recordemos que
por la sangre del Cordero ya hemos vencido, y podemos experimentar la
libertad a la cual hemos sido llamados (Apocalipsis 12:11).
Sanidad de posesión

Para liberar a una persona que está bajo posesión, es necesario estar
seguros de que ha recibido a Cristo como su Señor y su Salvador. No se
debe efectuar liberación en personas no cristianas o que no tienen
intenciones firmes de apartarse del pecado y crecer espiritualmente (2
Pedro 2: 20-22).

Como parte del proceso, es conveniente hacer un historial del pasado de la


persona, para conocer acontecimientos traumáticos, experiencias
dolorosas, etc. De igual manera, se debe guiar a la persona en una oración
de confesión y renuncia a pecados pasados, pidiéndole al Espíritu Santo
que le muestre a quiénes debe perdonar, y disponerse a hacerlo de todo
corazón.

Una vez se discierne qué tipo de opresión tiene la persona, se procede a


orar expulsando con nombre propio a los demonios. La oración se hace
tomando autoridad en el nombre del Señor Jesucristo sobre todo espíritu
que esté oprimiendo, atar, y ordenar con autoridad a los demonios que
salgan sin hacer daño. Enviarlos a los pies de Cristo Jesús. En algunas
ocasiones aparecen síntomas físicos: tos, bostezos involuntarios, vómito
etc. No hay necesidad de gritar ni de alzar la voz, simplemente dando la
orden y en la autoridad del Señor son expulsados.

Veamos un ejemplo de oración:


“En el nombre de Jesucristo, yo te ordeno espíritu de..., que
partas sin perjudicar la vida de esta persona, ni a ninguno de
los que están en este lugar. Te envío directamente a
Jesucristo, para que él disponga de ti como quiera”.

Finalmente, alabe al Señor por su amor y poder, no cese de darle gracias a


él y ore para que la persona quede llena del amor y la gracia de Dios.

Sanidad de opresión (liberación de ataduras)

La atadura se presenta en personas que siendo cristianas están en


esclavitud en alguna área de su vida. La atadura es el sometimiento
repetitivo a un acto o hábito pecaminoso que se ha hecho fuerte en la vida
del individuo (Romanos 6:12-16). Ésta se forma cuando nos sometemos al
pecado; cuando el pensamiento actúa sobre las emociones, las que, a su
vez, actúan sobre la voluntad, llevando al individuo a la acción. Una acción
repetitiva genera un hábito, y un hábito pecaminoso continuo forma una
atadura (Proverbios 5:22).

Ciclo de la atadura:
Pensamiento

Emociones

Acción

Hábito

Atadura

Dentro de este mismo capítulo vimos los frutos del corazón endurecido,
pero es necesario que profundicemos y estudiemos de dónde nacen los
problemas y cuál es la raíz de ellos.

Las ataduras más comunes son:

AMARGURA REBELDÍA INSEGURIDAD DEPRESIÓN


Resentimiento Obstinación Inferioridad Desespero
Odio Terquedad Incapacidad Autocompasión
Venganza Argumentación Timidez Soledad
Violencia Contienda Vergüenza Suicidio
Ira Disputa Muerte
Homicidio Angustia

FLAQUEZAS IMPUREZA ENGAÑO OCULTISMO


SEXUAL
Adicciones y Lascivia Mentira Tablero güija
compulsiones Masturbación Autoengaño Quiromancia
Nicotina Homosexualismo Fantasías Astrología
Alcoholismo Adulterio Pretensión Hechicería
Drogadicción Fornicación Falta de mérito Sectas
Glotonería Frigidez Autocondena
Culpa Lesbianismo Deshonra
Música Rock

ORGULLO DUDA TEMORES


Egoísmo Incredulidad Fobias
Vanidad Escepticismo Rechazo
Autojustificación Autocondenación
Egocentrismo Fracasos
Temor del hombre
Temor de ser incompetente
Indecisión
Perfeccionismo

Pasos para derribar las ataduras

• Estar seguro de ser cristiano


• Comprenda que sólo el Señor, con su poder, puede quitarle sus
ataduras (1 Tesalonicenses 5:23; Salmos 129:4)
• Identifique las ataduras. Pídale a Dios que le revele qué ataduras
hay en su vida (Santiago 5:16)
• Identifique y confiese los pecados específicos que se relacionen con
dicha atadura (1 Juan 1:9)
• Agradezca y alabe a Dios por su fidelidad en perdonar los pecados y
en limpiarle de culpa (1 Juan 1:7-9; Salmos 103:12)
• Visualice en su mente la destrucción de esa atadura (1 Juan 4:4)
• Pídale a Jesús que le libere de todas las fuerzas negativas asociadas
con esa atadura (Apocalipsis 12:11; Colosenses 2:13-15)
• Haga restitución, cuando sea necesario. Pida perdón a quienes haya
ofendido, odiado, robado, etc.

Pasos para reconstruir el área donde estaba la atadura

• Tenga una actitud correcta hacia el pecado (Proverbios 5:8)


• Entregue completamente su cuerpo, como sacrificio vivo, santo y
agradable a Dios (Romanos 12:1; 6:11-13)
• Reconozca que la vieja naturaleza no tiene poder ni efecto, porque ya
fue crucificada con Cristo en la cruz (Romanos 6:6, 11)
• Haga estudios bíblicos relacionados con el tema de la atadura
• Deje a un lado al viejo hombre y revístase del nuevo (Colosenses
1:27)
• Controle sus emociones
• Controle su mente (Filipenses 4:7)
• Ore, pidiéndole al Espíritu Santo que ocupe y limpie esa área donde
tenía la atadura (Efesios 5:10; 1 Pedro 2:24)
• Confiese todos sus pecados hasta la fecha. Confiese inmediatamente
se cometa la falta (Salmos 59:9,17)
• Recuerde: ¡paso a paso se llega lejos!
Capítulo 6

La sanidad del cuerpo

Muchas personas padecen enfermedades en su cuerpo, que en la mayoría


de los casos tienen origen en el alma. Algunas enfermedades como:
inflamación del colón, jaquecas, problemas en el sistema circulatorio, un
tipo de alergias, úlceras nerviosas, etc., son el resultado de odios,
resentimientos, amarguras, miedos, fobias, y otros conflictos que se
reflejan en el cuerpo, ocasionando cualquier cantidad de molestias. A esto
se suma el estrés que, mal encaminado, crea una serie de trastornos en el
organismo.

Hace pocos meses, tuve una experiencia interesante con un hombre que
hace muchos años conocía del Señor, pero no había experimentado
sanidad a pesar del largo tiempo en la vida cristiana. Estando en mi
oficina, le coloqué una cita a la cual acudió ese mismo día. Después de
conversar un rato con él, le invité a orar, llevándole en amor a
experimentar mucha paz y alegría en su corazón.

Cuando finalicé la oración y declaré sanidad, este hombre se sentía mucho


mejor, pero yo, no muy satisfecho, comencé a indagar en su vida y en sus
relaciones con los demás; me di cuenta que guardaba un gran
resentimiento en su corazón contra dos personas, por algo que le habían
hecho; inmediatamente las llamé. Cuando llegaron a mi oficina, él les pidió
perdón por lo que había en su corazón. Hoy está disfrutando de la sanidad
integral que Dios tenía para su vida.

Desde el tiempo de Abraham, hasta nuestros días, son muchos los casos
de enfermos que han sido sanados; miremos lo que dice la Biblia al
respecto.

Casos de sanidad en la Biblia

En el tiempo de los profetas


• Abraham oró... y Dios sanó a Abimelec (Génesis 20:17)
• Dios promete quitar toda enfermedad (Éxodo 23:25)
• La serpiente de bronce, como símbolo de sanidad (Números 21:8-9)
• Isaías profetizó que Cristo llevaría todas nuestras enfermedades y
sufriría por nuestros dolores (Isaías 53:4).

En el tiempo del Señor Jesucristo


• La mujer sirofenicia (Marcos 7:24-30)
• La mujer del flujo de sangre (Marcos 5:24-34)
• El paralítico (Mateo 9:1-8)
• El siervo del centurión (Mateo 8:5-13)
• Los dos ciegos (Mateo 9:27-31)
• Un sordomudo (Marcos 7:31-37)
• Un ciego de nacimiento (Juan 9:1-11)
• El ciego Bartimeo (Marcos 10:46-52)
• La hija de Jairo (Marcos 5:35-43).

En el tiempo de los discípulos


• Un cojo (Hechos 3:6-11)
• Muchos enfermos eran sanados (Hechos 5:16; 8:7)
• Eneas, el paralítico (Hechos 9:33-34)
• El padre de Publio: fiebre y disentería (Hechos 28:8)
• La oración de unos por otros (Santiago 5:16).

Hoy en día también podemos obrar maravillas, dejando que el amor de


nuestro Señor Jesucristo se exprese a través nuestro (Juan 14:12).

La siguiente oración es un ejemplo de cómo podemos orar por sanidad


física:

“Dios y Padre de toda consolación, que por tu Hijo Santísimo


alivias el dolor de los enfermos, escucha la oración de tu
siervo; envía desde el cielo al Espíritu Santo, y unge este
aceite, para que traiga alivio a este cuerpo. Que por tu santa
bendición sea, para cuantos con él ungen, protección del
alma, cuerpo, espíritu, liberación de todo dolor, quebranto y
enfermedad. Sea para nosotros aceite santo, por tu bendición
y tu aplicación en la autoridad del nombre de nuestro Señor
Jesucristo, al cual sea la gloria. Amén.”

Razones por las cuales no se recibe sanidad

• Falta de fe. Los discípulos no pudieron sanar a un joven lunático por


falta de fe (Mateo 17:14-21). Tenemos que crecer en la fe, para que el
Señor nos pueda usar libremente
• Porque se trata de un sufrimiento redentor. A veces Dios usa la
enfermedad para fines mayores: conversión, corrección, crecimiento
espiritual, madurez, etc.
• Por no querer la sanidad. Algunos encuentran una autodefensa en su
enfermedad y, por lo tanto, no quieren salir de ella. Ellos
inconscientemente bloquean la sanidad. No debemos orar por quien no
desea ser sanado
• Por el pecado. La sanidad no se obtiene, mientras que no nos
hayamos arrepentido del odio y de todo lo que hay en el corazón. Nuestro
Señor primero perdonaba a los enfermos y luego los sanaba
• Porque no se ora específicamente. Hay que encontrar la raíz del
problema y orar específicamente por dicha situación
• Por un falso diagnóstico. Por ejemplo, se ora por sanidad física,
cuando se requiere sanidad interior para tratar la raíz que causa la
enfermedad física. Orar por sanidad interior cuando se necesita es
liberación de atadura
• Por no ir al médico, como un medio de Dios para curar. El médico, las
medicinas y los tratamientos también son medios que usa Dios para
sanarnos
• Por no estar usando los medios naturales para preservar la salud.
Descanso, higiene, buenos hábitos y alimentación adecuada. Si no está
usando los medios ordinarios para preservar la salud, no busque
recobrarla por medios sobrenaturales
• Puede que ahora no sea el tiempo de Dios. Dios a veces sana
instantáneamente. Otras veces lo hace de manera gradual. Puede ser
que todavía no es la hora del Señor, por razones que él sabe y tiene
• A veces Dios quiere que seamos instrumento para llevar sanidad a
alguien especialmente. Nuestra oración tendrá éxito, si se realiza cuando
Dios nos llama para que oremos por esa persona
• A veces el ambiente lo impide. Si en el ambiente no hay paz, amor,
oración, sino odio, resentimiento, maldad, etc., se impide la sanidad.

La sanidad es un ministerio de amor divino. Tiene que estar dispuesto a


que Dios le use en la sanidad de alguien. ¡Es el Señor quien sana!

Advertencia al orar por enfermos

Al orar por un enfermo, debemos reflejar en nuestro tono de voz la


comunión con Jesús. Nuestra sensibilidad al amor de Dios debe verse
claramente en nuestra oración.

Este ministerio no lo debemos hacer para probar algo. No debe existir el


deseo personal de comprobar si habrá o no buenos resultados. Muchas
veces pretendemos defender nuestro buen nombre y fama, y no mostrar el
amor de Dios.

Si oramos con miedo de no ver prontos y buenos resultados, nuestra


oración fracasará. Tenemos que orar como servidores del Señor, sin miedo
alguno a fracasar. Cuando se ora con amor y fe, nunca se fracasa, aunque
los resultados buenos no aparezcan de inmediato.

El don de Sanidad no es un poder que poseemos para hacer lo que se


quiere con él. Es la manifestación del amor del Espíritu Santo, que obra a
través de nosotros para ayudar a otra persona. El principal agente es el
Espíritu Santo y el ministerio de la sanidad apenas es el canal del amor
del Señor, por lo tanto, debemos mantenernos humildes.

El Señor se vale muchas veces de sus siervos y otras veces no, él obra
como quiere; esto no se debe olvidar. De esta manera nos mantendremos
humildes, pues «siervos inútiles somos», y reconoceremos que el poder
viene de Dios y no de nosotros. Por lo tanto, debemos orar con fe y amor
por el enfermo que lo requiere.

En este ministerio de la sanidad, es muy importante crear un clima de


confianza en el amor de Dios. Muchas veces en este clima se dan las
sanidades, aún sin orar por los enfermos. Una vez, cuando terminé de orar
por un matrimonio, para que el amor entre ellos creciera, él exclamó
sorprendido: “¡desapareció, desapareció!”. Una hernia que lo molestaba
desde hacía tiempo, había desaparecido en ese momento. Con frecuencia
comprobamos que muchos se sanan no por la oración, sino por el amor
manifestado de unos a otros.

Dios se complace obrando en un clima donde hay amor, sanando a


quienes lo aman y se aman mutuamente. La actitud de la persona que ora
por el enfermo es parte del proceso de la sanidad. Una persona con temor,
no logra mayor cosa, y mucho menos si está buscando vanagloriarse.
Sobretodo, debe haber preeminencia en el amor de Dios, ya que así nunca
habrá decepciones y el enfermo quedará con paz y no con ansiedad. Si
tenemos fe, capaz de mover montañas, pero no tenemos amor, nada somos
(1 Corintios 13:2).
Conclusión

Si bien es cierto que el hombre es una triple unidad conformada por


espíritu, alma y cuerpo, también es cierto que esta unidad debe funcionar
armónicamente. La unidad hace referencia a varios elementos; en este
caso, podríamos hablar de que nuestras tres áreas están unidas, formando
una cadena. Para que el cuerpo funcione a la perfección, debe estar bien
nuestra alma, y para que el alma esté bien, de antemano nuestro espíritu
debe estar en una constante y permanente búsqueda de Dios.

Dios, en su infinito amor, quiere llenarnos de su paz y, por lo tanto, traer


sanidad a cada una de estas áreas. Lo más importante es que
dispongamos nuestro corazón y nos pongamos de acuerdo con él, para
experimentar esos ríos de agua viva que corren por nuestro ser, trayendo
limpieza y sanidad.

Siempre que hablo del agua viva, coloco como ilustración el vaso lleno de
tierra que, una vez se le empiece a echar agua, va botando la tierra, hasta
quedar turbio; muchas veces nuestra vida se torna de esta manera, porque
nos conformamos con migajas, nos conformamos con un poco del amor
que Dios nos tiene, cuando él en realidad quiere saturarnos del verdadero
amor que todo lo sana.

Volviendo a la ilustración del vaso; si yo continúo echándole más agua,


llegará el momento en que el vaso se torne cristalino, hasta desaparecer
todo lo sucio que en él había; esta realidad hoy es aplicable a nuestra vida.
Dios quiere limpiarnos, sanarnos y liberarnos de una vez y para siempre,
simplemente deje que por su ser brote el agua de vida, aprópiese y disfrute
del amor sanador y mire cómo Dios va sanando cada día sus heridas.

Para finalizar, le invito a que recordemos el acto de amor tan maravilloso


que Jesús realizó por cada uno de nosotros. Visualicemos a Cristo en la
cruz, despreciado, cansado, contristado y humillado, al morir no sólo por
sus pecados sino por sus dolencias y enfermedades. Comencemos a ver
cómo cada uno de nuestros conflictos se están quedando en la cruz y cómo
Cristo nos sana totalmente; sólo dele gracias a Dios porque él ya lo hizo
por usted y por mí. Ahora estamos llamados a disfrutar del Cristo
resucitado, a vivir la verdadera vida, la vida a la que él nos ha llamado.
Bibliografía

CENTRO ECUATORIANO DE TEOTERAPIA INTEGRAL. Teoterapia Integral.


Trato de Dios para el hombre. Santiago de Cali, Colombia, 1980

CRUZADA ESTUDIANTIL Y PROFESIONAL DE COLOMBIA. Centro


Colombiano de Teoterapia Integral. La Teoterapia Total. Santiago de Cali,
Colombia, 1984

________________________________. Teoterapia Básica Nivel 1. Santiago de


Cali, Colombia, 1988

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