Ojos Zarcos
Ojos Zarcos
II
La mirada fue poema cuando las palabras no se hablaron,
cuando reinó el silencio y ese silencio se hizo flama,
calor insoportable bajo ojos que no paran de mirar.
¿Qué hace un alma perdida bajo la influencia del azul penetrante?
¿Cómo poder tapar la desnudez en que me deja la vista sobre mí?
III
Aprender el mundo y enseñarlo,
y enseñártelo a ti que me observas:
objeto de amor, signo de la muerte,
ampliar el horizonte con los ojos que me prestas
y lanzarme al mundo entero que me ofreces.
IV
Atrévete a lanzarte al mundo,
abre los brazos y cae al precipicio
ama el paisaje abierto ante tus ojos.
Mira los ojos que te observan
y no huyas la mirada.
Encuentra la razón de tu poesía en una pupila dilatada,
aléjate de la oscuridad y envuélvete de fuego que no quema.
V
El mundo adquiere peso bajo su mirada,
y cuando parpadea las cosas flotan y se alejan.
Son sus ojos los que significan,
es esa piel de blancura inacabada,
es el optimismo de una sonrisa que cifra el mundo,
es la ondulación lila de su andar,
y camina en la belleza
como el poema de Byron,
y se mece con una gracia sobrehumana.
Ella no es de este mundo,
y yo no soy nada etéreo.
¿Cuánto dura lo que dura este suspiro?
¿Cuánto dura lo que nos hablamos?
El tiempo es relativo en el agua clara
que observa y que vigila.
VI
Qué difícil es hablarte de mi cuerpo enfermo,
qué difícil es hablarte de mi alma,
y de esta irremediable duda que me aqueja.
Qué difícil es quererte y no lo sepas.
Qué extraño es sentir que me derrumbo,
y huir de ti porque te temo
y temo lo que siento por ti y que no lo quieras.
Así que me escondo y te evado,
y evado la luz que eres para guardarme entre sombras.
VII
Te quiero, te quiero como si no hubiera mañana,
como el instante en el que somos, en el que estamos,
te quiero sin tiempo, y te lo digo, y trémulo te beso.
VIII
Me llama ese abismo en el que quiero hundirme,
ese mar que eres, ese océano inexplorado que me llama.
Pureza inmaculada, inmarcesible, tan mía, siempre mía desde ahora.
Me rindo como el mar se rinde a la montaña,
y ansío tu piel como la mañana quiere al sol,
con ese ardor que dora el campo,
con la intempestiva ansia de morir sobre tu cuerpo.
IX
Recorrer el camino de tu cuerpo,
como las gotitas de la lluvia sobre el vidrio,
como una bicicleta por las calles de la ciudad inhabitada.
¿Cómo serían nuestras tardes,
las que poblemos de caricias y de besos?
X
Somos como dos almas nuevas,
somos novatos que no saben nada,
todo lo ignoramos,
todo nos pasa por primera vez.
XI
Te me duermes, toda tú, perfumada,
y tu respiración se acompasa,
marca el ritmo de una noche de desvelos.