Tema 1
Tema 1
En este repaso de la ética en el siglo XXI, sigue siendo un eterno debate la vinculación de la
moral con el derecho, de sustentar la norma jurídica con la moral, con una moral social
aceptada por una comunidad. Uno de los problemas con los que se enfrenta actualmente
un operador o intérprete del derecho es la conexión entre la moral y el derecho, entre la
interpretación de la norma jurídica abstracta o neutral y una interpretación que admita
postulados éticos. El eterno debate de si la ética está inmersa en el derecho o no.
¿Seguimos utilizando el modelo legalista del siglo XIX (normativismo) o aplicamos a la
hermenéutica la moderna teoría de los principios, y la indubitable conexión que existe entre
moral y derecho? ¿Qué se está haciendo al respecto?
Señala Rodolfo Vigo, ilustre iusfilósofo argentino2: “Los jueces comienzan a fundar
jurídicamente sus sentencias en los principios, y éstos hoy viven, como lo señala Prieto
Sanchis, una nueva edad de oro. Y no obstante la carga tan pesada que se soportó en el
siglo pasado, “a lo largo de la segunda mitad del siglo XX los jueces y el derecho vivo o en
acción apela de una manera cada vez más clara y frecuente a los principios.” Y es que los
principios, como bien afirma Vigo, tienen contenido moral y forma jurídica.
Decimos lo anterior a propósito de lo que se afirma en algunos sectores de la sociedad, que
los jueces no deben juzgar con base en criterios morales sino solo en criterios o ideas
jurídicas; que los jueces no deben resolver con base en la moral propia, que no deben
dejarse influir por ideas religiosas, que no tienen por qué imponer su moral y frases
parecidas; en suma, que se ajusten a la ley, nada más. ¿Debe ser así?
En la interpretación de los hechos y las normas, resulta cierto afirmar que se examinan
conductas humanas, mismas que, para la ética y el derecho importan muchísimo, ya que
los actos humanos son el tema directo de ambas ciencias3; si la ética estudia la bondad o
maldad de la conducta humana, de modo que tales actos deben pasar por una evaluación
que necesariamente implicará a su vez una incursión en el estudio de los valores, en
especial del valor moral; pensamos por tanto que, en realidad, no todo es jurídico en un
caso controvertido. Hoy ya no es suficiente la metodología de la subsunción. Hoy ya no es
suficiente, se reitera, el método de Savigny para interpretar las normas, ni las ordinarias ni
la Constitución misma. No podemos seguir tolerando la postura kelseniana de que la moral
‘contamina’ al derecho. Robert Alexy4 apunta, por cierto, algo que a muchos inquieta: “…
los problemas de la justicia son problemas morales”.
Para aterrizar más en este terreno de la concepción de la ética, debemos diferenciar:
La diferencia entre ética y moral. Moral viene de mos, mores, que significa costumbre; ética,
del griego ethos, cuyo significado es también, costumbre; sin embargo, la diferencia radica
en:
a.- Las normas morales se encuentran en todas las sociedades y se trasmiten,
generalmente, de generación en generación, evolucionan con el tiempo, son diferentes entre
sociedades y épocas y se emplean para orientar la conducta de sus integrantes. Esas
normas morales que imperaban en la edad media, y aun en algunas culturas subsisten,
por ejemplo, en que los padres elijen la pareja para sus hijos, aspecto que puede
parecernos obsoleto; o la esclavitud en la antigüedad, en que era generalmente aceptado
ser propietario de uno o varios esclavos, asunto que hoy es considerado una infamia y
violación a varios derechos fundamentales de la persona. En síntesis, la moral es un
conjunto de normas establecidas en el seno de una sociedad y como tal, ejerce una
influencia muy poderosa en la conducta de sus integrantes, puede en ese contexto, ser una
norma coercitiva impuesta por esa sociedad. El origen, pues, de estas normas, es externo.
La ética constituye un grupo de normas y principios que el individuo ha establecido como
la línea directriz de su propia conducta. Ciencia que estudia la bondad o maldad de los
actos humanos. El estudio de la ética incluye una incursión en el estudio de los valores. La
ética surge del interior de las personas. La ética es la ciencia que descubre, individualiza y
desarrolla de modo racional, los deberes y los fines propios del ser humano, de
conformidad con la ley natural.
b.- Como es fácil apreciar, nada de lo anterior tiene necesariamente su base en “la religión”.
Precisa apuntar algunos componentes de la religión para cerrar el círculo de las
diferencias: según Gutiérrez Sáenz7, la religión tiene varios significados, entre ellos, que
significa una unión del hombre con Dios, lejos de todo fanatismo e intrascendencias, de
extremos neuróticos (laicidad a ultranza) y de supersticiones. La base de la práctica de las
religiones radica justamente en la libertad del ser humano de elegir la fe que desee
conforme a su conciencia, he ahí lo valioso del libre albedrío.
Es claro que hay puntos de contacto entre normas religiosas, éticas y morales;
antiquísimos preceptos como “no matarás”, “no robarás”, “no matarás”, están presentes en
los códigos penales de todos los países de la Tierra. Pensar que las nociones de “lo bueno y
lo malo” están alejadas de estas normas, o bien por arriba de ellas, es acomodaticio,
individualista y basadas en nuestros antojos.
Desde el más elemental respeto a las normas administrativas del tránsito vehicular que se
ha complicado por el aumento de vehículos y el escaso respeto a las señales del semáforo,
hasta las campañas políticas huecas, sin propuestas concretas y los crímenes terribles que
cada vez son cometidos con mayor saña, la ética en toda acción humana está sufriendo
una verdadera crisis existencial.
Siguiendo a Vigo, “la vinculación entre la ética y la actividad judicial no es una tesis
defendida pacíficamente. Entre sus detractores están fundamentalmente aquellos que
postulan que al juez, para cumplir con la función que se le ha encomendado, le basta con
conocer el Derecho y decirlo silogísticamente para cada caso.”
En su bien conocido planteamiento, Vigo señala que “el modelo de teoría jurídica
decimonónica europea (forjado y auspiciado por la exégesis francesa, SAVIGNY y el primer
IHERING) confía —en sintonía con MONTESQUIEU— en un “juez inanimado” que sea boca
de la ley para cada caso y, por consiguiente, su tarea era totalmente objetiva y aséptica en
tanto se limitaba a identificar la norma legal en la que podía subsumir en su hipótesis
fáctica el caso que debía resolver y deducir la respectiva consecuencia jurídica prevista en
aquélla. En ese paradigma, la tarea judicial carecía de toda dimensión creadora y se
reducía a transitar formalmente el camino del silogismo, que el objeto de la interpretación
jurídica era «reconstruir el pensamiento del legislador ínsito en la ley» (SAVIGNY) o, más
vulgarmente, «desentrañar el sentido de la ley según lo pretendido por el legislador»; y a
tales fines debía valerse de los métodos interpretativos (gramatical, lógico, sistemático e
histórico) que aseguraban un cumplimiento fiel del juzgador a su mandato. El momento
creador del Derecho se subsumía en la “voluntad del legislador” … sin ningún compromiso
con valores.”
Esta escuela del siglo XIX, apunta Vigo, fue puesta en crisis a lo largo de la segunda mitad
del siglo XX, aquella pretensión de que era posible entender y operar el Derecho sólo con
Derecho, o sea, sin apertura a las dimensiones éticas, económicas, políticas, culturales,
etc., terminaba diseñando un Derecho que más que reflejo de la realidad se convertía en
una especie de caricatura de la misma.”
Es algo triste reconocer que en los años 70 y siguientes que empezamos nuestra profesión
jurídica, así aprendimos, a asimilar la ley y el derecho sin considerar ninguna otra
dimensión hasta que llegaron los juristas que nos despertaron del letargo (Dworkin,
Atienza, Alexy, Nino, por señalar a los más representativos).
Que quede claro “que el Derecho es inescindiblemente ético o moral.
Sin ética, sería un Derecho que puede volverse groseramente contra el mismo hombre. Esa
carga ineludible ética o moral del Derecho ha recibido distintos nombres: así el tradicional
de “Derecho natural” (“dikaion physikon” o “ius naturae”).
“La fórmula de «la injusticia extrema no es derecho», propuesta por Radbruch y difundida
por Alexy, resume en buena medida aquel rechazo al juridicismo y una asunción de la
dimensión ética que hoy distintas corrientes pregonan respecto al Derecho.
Por su parte, Robert Alexy8 destaca, citando una sentencia del Tribunal Constitucional
Alemán, que el juez no se debe limitar a una aplicación mecánica de la ley; en dicha
sentencia, Alexy refiere la permisibilidad de la creación judicial del derecho. Aunque un
poco extensa, vale la pena reproducir la parte correspondiente a tal resolución:
“El derecho y la justicia no se encuentran a disposición del legislador. La concepción según
la cual un “legislador constitucional puede ordenar todo lo que quiera” significa una
recaída en la actitud intelectual de un positivismo legal valorativamente neutro, superado
dese hace tiempo en la ciencia y en la praxis jurídicas. Justamente la época del régimen
nacionalsocialista en Alemania ha enseñado que también el legislador puede imponer lo
injusto. (BVerfge 3, 225 (232). Por ello el tribunal Constitucional Federal ha afirmado que
hay que negar a las disposiciones jurídicas nacionalsocialistas la validez como derecho
porque contradicen tan evidentemente principios fundamentales de la justicia que el juez
que quisiera aplicarlas o aceptar sus consecuencias jurídicas dictaría no-derecho en vez de
derecho (BVerfGE 3,58 (119); 6, 132 (198)… el no-derecho impuesto que viola
manifiestamente los principios constitutivos del derecho no se vuelve derecho por ser
aplicado u obedecido.”
Este fenómeno de legislar contra el derecho y la justicia, propio de los regímenes
totalitarios, sin ayuda de un poder judicial consciente de esta posibilidad, puede derivar en
una dictadura sin control.
Frente a esa inevitable discrecionalidad uno de los remedios lo constituye la ética judicial.
Aunque resulte extraño o paradojal recordemos que la ética judicial como sucedáneo de la
discrecionalidad judicial es una tesis que defendió HART al afirmar: «en este punto los
jueces pueden hacer una elección que no es arbitraria ni mecánica; y aquí suelen desplegar
virtudes judiciales características que son especialmente peculiares de la decisión jurídica,
lo que explica por qué algunos se resisten a calificar de legislativa a tal actividad judicial.
Estas virtudes son: imparcialidad y neutralidad al examinar las alternativas; consideración
de los intereses de todos los afectados; y una preocupación por desarrollar algún principio
general aceptable como base razonada de la decisión».
Resumiendo, podemos decir que la ética judicial requiere de ciertos comportamientos, aún
mejor, de una cierta personalidad o idoneidad ética.
Aprobado por los plenos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del Consejo de la
Judicatura Federal y por la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación en agosto de 2004, este código proporciona una visión institucional de los
valores y virtudes que rigen nuestro sistema de impartición de justicia y está destinado a
coadyuvar a todos los servidores del Poder Judicial de la Federación a mejorar la
efectividad de la institución.
El listado de virtudes que son deseables en todo juez y también todo servidor público del
Poder Judicial de la Federación se encuentra en el capítulo V, que a continuación se
transcribe para mejor comprensión:
5.1. Humanismo: En cada momento de su quehacer está consciente de que las leyes se
hicieron para servir al hombre, de modo tal que la persona constituye el motivo primordial
de sus afanes.
5.2. Justicia: En cada uno de los asuntos sometidos a su potestad, se esfuerza por dar a
cada quien lo que le es debido.
5.3. Prudencia: En su trabajo jurisdiccional y en las relaciones con sus colaboradores,
recoge la información a su alcance con criterios rectos y objetivos; consulta detenidamente
las normas del caso, pondera las consecuencias favorables y desfavorables que puedan
producirse por su decisión, y luego toma ésta y actúa conforme a lo decidido.
5.4. Responsabilidad: Asume plenamente las consecuencias de sus actos, resultado de las
decisiones que tome, procurando que sus subordinados hagan lo mismo.
5.5. Fortaleza: En situaciones adversas, resiste las influencias nocivas, soporta las
molestias y se entrega con valentía para vencer las dificultades y cumplir con su función
jurisdiccional.
5.6. Patriotismo: Tributa al Estado Mexicano el honor y servicio debidos, defendiendo el
conjunto de valores que, como juzgador federal del Estado Mexicano, representa.
5.7. Compromiso social: Tiene presentes las condiciones de iniquidad que han afectado a
una gran parte de la sociedad a lo largo de nuestra historia, y advierte que la confianza y el
respeto sociales que merezca serán el resultado de un trabajo dedicado, responsable y
honesto.
5.8. Lealtad: Acepta los vínculos implícitos en su adhesión a la Institución a la que
pertenece, de tal modo que refuerza y protege, en su trabajo cotidiano, el conjunto de
valores que aquélla representa.
5.9. Orden: Mantiene la adecuada organización y planificación en el trabajo a su cargo.
5.10. Respeto: Se abstiene de lesionar los derechos y dignidad de los demás.
5.11. Decoro: Cuida que su comportamiento habitual tanto en su vida pública como
privada, esté en concordancia con el cargo y función que desempeña.
5.12. Laboriosidad: Cumple diligentemente sus obligaciones de juzgador.
5.13. Perseverancia: Una vez tomada una decisión, lleva a cabo los actos necesarios para
su cumplimiento, aunque surjan dificultades externas o internas.
5.14. Humildad: Es sabedor de sus insuficiencias, para poder superarlas, y también
reconoce sus cualidades y capacidades que aprovecha para emitir de la mejor manera
posible sus resoluciones, sin pretender llamar la atención ni esperar reconocimientos.
5.15. Sencillez: Evita actitudes que denoten alarde de poder.
5.16. Sobriedad: Guarda el justo medio entre los extremos y evita actos de ostentación que
vayan en demérito de la respetabilidad de su cargo.
5.17. Honestidad: Observa un comportamiento probo, recto y honrado.
De acuerdo con Martha C. Nussbaum, existe una crisis que pasa prácticamente inadvertida
en buena parte del mundo, ¡la educación! Ello en virtud de que solemos depositar la
atención en esferas extremadamente mediatizadas como son las guerras, enfermedades,
pobreza, religión, entre otras, las cuales ocupan lamentablemente buena parte de los
principales encabezados de revistas, diarios, programas televisivos, asignaturas
curriculares etc., sin que al efecto hayamos obtenido, a partir de tales contenidos, una
sociedad crítica y abierta con la cual resulte factible identificar el tipo de conocimiento que
poseemos, así como las distintas perspectivas existenciales instauradas a partir de estas.
En términos concretos, la educación no suele estar dentro de los temas principales a
debatir, pues se estructura como un rubro silencioso que trae resultados positivos a un
modelo económico neoliberal, también llamado colonialismo en su fase superior (Zaffaroni),
que instaura un modelo de vida a través del consumo y la aniquilación de lo alterno. Ante
ello, la autora en cita señala la relevancia que guarda el fomentar un tipo de educación que
rescate de las humanidades una visión complementaria de la conducta del hombre, y no
depositándola de manera exclusiva al amparo de la técnica y la reproducción de la materia
sin sentido alguno que logre darle un significado al ser. En esa medida, la incorporación de
la literatura, poesía, música, teatro, son alternativas que en definitiva lograrán permear la
consciencia de un sujeto que en pleno siglo XXI, parece condenado a transitar en una vida
carente del análisis sobre lo que le rodea.
Para Eduardo Grüner: “…Una teoría es realmente crítica cuando apunta sin concesiones a
desanudar esa falla, esa contrariedad trágica al interior de una cultura; no sólo cuando se
limita a señalarla, como decíamos, sino cuando hace de ese señalamiento el eje central,
hermenéutico y analítico para interrogar críticamente a la cultura…”. (La crítica en el
margen)
¿Qué podemos entender por falla, o bien por contrariedad trágica? En términos de Thomas
Samuel Kuhn, existe un cambio de paradigma cuando los modelos construidos por el
hombre para describir (entender) fenómenos, no resultan idóneos para contemplar las
variables, condiciones y circunstancias novedosas que se presentan con el paso del tiempo.
Implica la posibilidad de contar con renovadas fuentes de entendimiento sobre las
eventualidades que se presentan en la realidad. Mecanismos con los cuales es posible
describir la serie de mutaciones fenoménicas presentes en un tiempo y lugar determinado.
Como es bien conocido por el medio jurídico, así como por ciertos sectores de la sociedad,
en el 2017 dio inicio una inédita forma de contemplar las prácticas sociales, jurídicas,
económicas y políticas en el mundo del trabajo. Esto al amparo de múltiples variables que
fueron suscitándose en todo el mundo como resultado de la globalización, en tanto factor
de homogenización de las colectividades.
Como aspecto previo a la gran reforma constitucional en cita, México se dio a la tarea de
construir un diagnóstico denominado “Diálogos por la justicia cotidiana”, que permitió
identificar las principales inconsistencias del viejo sistema de resolución de conflictos en
materia laboral. Mismas que se exponen a continuación:
a) Uso inadecuado de la conciliación.
b) Casos de abandono de empleo que simula despido.
c) Casos de despido injustificado que simula renuncia.
d) Casos de ofertas de reinstalación del trabajador únicamente para ocultar un despido
injustificado.
e) Las partes se conducen con falsedad.
f) Vicios en el patrocinio legal (Industria del laudo).
g) Abuso del principio de oralidad.
h) Abuso de las pruebas.
i) Casos de abuso de Juicio de Amparo.
j) Casos de extorsión o simulación en emplazamientos a huelga por firma del contrato
colectivo de trabajo.
k) Vicios y retrasos en la práctica de notificaciones y exhortos.
l) Falta de conciliación en asuntos que involucran entidades públicas.
m) Utilización de las Juntas como ventanilla administrativa.
n) Desinterés de representantes patronales y de trabajadores ante las juntas de
conciliación y arbitraje en la emisión de laudos.
o) Dificultades en la ejecución de los laudos.
p) Insuficiencias Administrativas.
q) Vicios en las disputas de Titularidad de Contrato Colectivo de Trabajo.
r) Contratos de Protección.
s) Criterios distintos entre las juntas y salas.
t) Desigualdad de género.
u) Normas obsoletas, violatorias de derechos e ineficaces.
No obstante, dichos apuntalamientos no representaban la totalidad del universo de
cambios que trajo consigo la reforma laboral, sino que, por el contrario, servían como
plataforma para el comienzo de un examen mucho más profundo acerca de las
concepciones del Derecho y, por consecuencia, de los fundamentos que llevan a la decisión
judicial.
Hay que recordar que los temas centrales en los que se depositó la reforma laboral son 3: i)
conciliación previa y obligatoria; ii) tribunales laborales; y, iii) libertad sindical, democracia
sindical y negociación colectiva. El segundo de los citados, es decir, la existencia de
tribunales laborales, trajo consigo todo el andamiaje epistemológico, filosófico, sociológico,
antropológico, y normativo, que lo jurisdiccional contiene. Por ende, si bien es cierto que
puede nombrarse con relativa facilidad la aparición de órganos jurisdiccionales como los
responsables para dirimir controversias, no menos cierto es que nos encontramos lejos de
transitar únicamente del poder ejecutivo ─materializado en las juntas de conciliación y
arbitraje─ al poder judicial, ya que ahora se contará con la presencia de un director en todo
el proceso ¡el juez!
Dicho personaje incorpora a la solución de las disputas laborales una tradición milenaria
entorno al concepto Derecho. En ese tenor, cobra especial interés el tipo de conocimiento
jurídico que tendrá este operador jurídico para conducir el proceso, así como para dictar
sentencia, pues a partir de la teoría del derecho que tenga en mente, observará la
problemática que se le dará a conocer.
“…Sin embargo, detrás del debate entre estas corrientes y el formalismo extremo, hay un
arduo problema de tipo epistemológico. ¿La actividad jurisdiccional está fundamentalmente
determinada por parámetros lógico-metodológicos o, al contrario, resultan más relevantes
en su desarrollo aspectos empíricos, que tienen que ver con la realidad social y los sistemas
de valores, relacionados con un juez situado, es decir, con un juez en el mundo, que no
está encerrado en una torre de cristal y que, por lo tanto, resulta atravesado por todas las
problemáticas que lo definen, primero como ser humano y luego como ser social, en un
tiempo y lugar determinados?...”. (Las teorías jurídicas post positivistas)
¿Qué es una decisión judicial? ¿Cómo se estructura la misma? ¿Cuáles son los parámetros
que deben tomarse en cuenta para estar en presencia de una correcta decisión? ¿Existe la
respuesta correcta? ¿Qué importancia tiene el fundamento axiológico en la toma de
decisiones por parte del juez? ¿El marco normativo es suficiente para emitir una sentencia?
¿Qué son los casos difíciles? ¿El juez puede observar la problemática materia del proceso
de forma objetiva?
Las respuestas no pueden concentrarse desde una sola vertiente, al existir muchos
enfoques teóricos con los cuales se pueden abordar. Como un aspecto enunciativo, es
necesario incrustar algunas ideas que nos pueden auxiliar en el entendimiento sobre la
magnitud de los cuestionamientos referidos.
Entre los historiadores del derecho continental europeo, tendencia adoptada por nuestro
sistema jurídico, se suele estar de acuerdo en distinguir la existencia, al menos de dos
grandes períodos en la evolución del derecho: aquel en que no estaba escrito, y en el
período en que se edicta y promulga como obra legislativa, escrita.
En el primer periodo, la mayor parte del derecho encontraba su suelo en las costumbres y
sentimientos populares. La tradición era para el derecho su banco de prueba, y además, su
mecanismo de transmisión de generación en generación. El modo de aprehensión y
conocimiento del derecho era francamente intuitivo, y a la intuición y al sentimiento
jurídico les estaba reservada, en efecto, la tarea de descubrirlo (o desencubrirlo, a la
manera de la verdad) percibiéndolo en su fuente directa creativa y conformadora: las
necesidades de la vida, las costumbres y hábitos del pueblo.
Desde luego, esta vida, costumbres y hábitos estaban moldeados en forma muy distinta de
la que, desde la Revolución Francesa de 1789, se va a llamar, entre otros nombres,
sociedad contractual, pues dependían de sistemas históricos políticos cerrados, con escasa
división del trabajo en lo económico, con una tasa casi nula de movilidad social y con un
régimen de poder que evolucionó desde la cadena de soberanía fragmentadas del
feudalismo en la alta y baja Edad Media (siglos V a XV), hasta el poder absoluto de la
monarquía en el proceso de constitución y formación de los Estados nacionales y
centralizados de la Edad Moderna (siglos XVI y XVII).
Antes de iniciar con la exposición sobre la Teoría de la Elección Racional, vale la pena
comentar algunas aclaraciones. La primera tiene que ver con el hecho de que las teorías
pueden tener un uso descriptivo o prescriptivo (Nino, 1974; Alexy, 2002). Las distintas
teorías de la decisión judicial ostentan la pretensión de ser descriptivas de una tendencia
judicial. Tratan de dar cuenta de un estado de cosas. Su principal finalidad además de
decir cómo se comportan los jueces, es la de predecir su tendencia futura. No obstante, en
ocasiones se utilizan de forma prescriptiva (López, 2004). En ocasiones estas teorías se
utilizan para decir cómo deben fallar los jueces. No solo se dedican a decir como fallan los
jueces sino que hay teorías que nacen o se usan para decir cómo deberían fallar los jueces.
Algunas teorías nacieron como descriptivas y se convirtieron en prescriptivas, otras
nacieron como prescriptivas y La Decisión Judicial Limitada 147Nº 11• ISSN: 1692-9403 se
transformaron en descriptivas, otras nacieron y continúan siendo prescriptivas, y puede
pensarse en unas que nacieron y continúan siendo descriptivas.
La segunda aclaración: el poder explicativo de las teorías es limitado. No podría pensarse
que algún de ellas describe adecuadamente todas las practicas judiciales (Posner, 2011).
No hay una teoría enteramente dominante. Además, cada una de ellas puede representar el
contexto en el cual se desarrolló y, por ejemplo, variar de forma significativa cuando se
trate de decisiones tomadas por uno o varios jueces, en primera instancia o en apelación,
dependiendo de la importancia del caso, de la cuantía, la congestión, la calidad de las
partes, etc.
En tercer lugar, una descripción global de la práctica judicial, en el mejor de los casos,
involucra la relación de una conducta con base en distintas teorías. Lo que quiere decirse
es que las distintas teorías pueden agruparse para explicar determinadas conductas. Así
pues, la teoría económica y la pragmatista pueden explicar de mejor forma una conducta.
En sentido contrario, no hay regla que prohíba agrupar el uso explicativo de cada una de
las teorías. La combinación de los distintos modelos conlleva a la existencia de múltiples
modelos complejos.
En cuarto lugar: no existe claridad conceptual que permita deslindar plenamente las
distintas teorías (Bulygin y Alchourrón, 1987). No puede limitarse con precisión el campo
de acción y aplicación de cada una de ellas. En ocasiones una misma conducta puede ser
explicada con base en distintas teorías, una decisión judicial puede ser explicada de la
misma forma por el pragmatismo y el legalismo.
Once tendencias generales. Las teorías acerca de la decisión judicial pueden ser tantas que
un detallado listado desborda el objeto del presente artículo. Desde ya, se anuncia que se
dejan por fuera modelos clásicos para ceder el paso a las teorías que se consideran
actualmente como las más importantes. Las teorías escogidas son: la legalista, la
actitudinal, la constitucionalista, la estratégica, la sociológica, la económica, la pragmática,
la social, la ecléctica, la intuicionista y la escéptica. Se deja por fuera la teoría
fenomenológica (La teoría fenomenológica analiza “la conciencia en primera persona: la
experiencia tal como se presenta ella misma a la mente consciente. Así, podríamos
preguntarnos cómo se siente uno al tomar una decisión judicial” (Posner, 2011, p. 42), y la
organizacional (Según la teoría organizacional el juez actúa como agente del gobierno, su
mandante, para el que trabaja, ellos ostentan intereses divergentes, el mandante intentará
diseñar estructuras organizativas que reduzcan las divergencias. Las medidas legislativas y
administrativas que reglamentan la labor judicial se entienden encaminadas a encaminar
la labor judicial hacia los intereses del gobierno) por lo reducido del presente escrito y por
no ser tan importantes para el cumplimiento del objetivo planteado.
La teoría legalista hunde sus raíces en los dogmas clásicos de los desarrollos formalistas de
los inicios del siglo XIX. Según esta tesis las decisiones judiciales se derivan como casos
particulares de normas generales; al estilo del juez autómata, la decisión judicial se
constituye como la conclusión de un silogismo en el cual la premisa mayor es la norma, los
hechos son la premisa menor, y la sentencia la conclusión (Petev, 1996). El fallo judicial se
entiende como la especificación de normas jurídicas en donde no hay espacio para la
discrecionalidad del juez ni para valoraciones políticas.
Según la teoría actitudinal, el sentido del fallo del juez depende de sus preferencias
políticas. Esta teoría parte de que los jueces son políticos y que sus preferencias
determinan el sentido de sus acciones (Posner, 2011). Se trata de una especie de
compromiso ideológico. Los jueces liberales estarán más a favor de situaciones como el
aborto que los jueces conservadores. Lo importante por aclarar dentro de esta teoría es el
grado de obligatoriedad de esas convicciones, las variaciones en los casos controvertidos,
las modificaciones en asuntos trascendentales o públicos, etcétera.
Una teoría cercana a la anterior es la concepción constitucionalista. Esta teoría tiene
importantes raíces en el constitucionalismo europeo de la segunda posguerra,
especialmente en la materialización del derecho, la importancia de los derechos
fundamentales, su normatividad, máxima validez jerárquica y en la garantía de la
constitución (Elster, 1999; Gargarellay Courtis, 2009; Carbonell y Jaramillo, 2010). La tesis
central afirma que los jueces deciden según los mandatos constitucionales; este enfoque se
hace patente especialmente a las decisiones de las cortes y tribunales constitucionales.
La teoría estratégica del comportamiento judicial parte del supuesto de que los jueces no
siempre deciden como lo harían si no tuvieran que preocuparse por las reacciones que
frente a sus decisiones vayan a tener otros jueces (ya sean sus colegas o los jueces de un
tribunal superior o inferior), los legisladores y el público. Según esta tesis: el juez se
comportará como un estratega en sus decisiones para conseguir lo que desea. En otras
palabras: “Sea lo que sea aquello que un juez quiere conseguir, dependerá en un grado
considerable de otros individuos de la cadena de autoridades entendida en un sentido
amplio” (Posner, 2011, p. 42). Luego ascender, que sus decisiones no se revoque, que sea
secundado en un futuro, prestigio, estabilidad laboral, afinidad política, son los
determinantes más importantes para la toma de decisiones judiciales.
La teoría sociológica del comportamiento judicial se aplica especialmente en aquellos casos
en los cuales la decisión judicial se toma entre varias personas. La tesis central establece
que la conformación de las mesas de decisión determina el sentido del “fallo”. Una sala de
decisión conformada en su mayoría de jueces conservadores decidirá de forma muy distinta
que una conformada en su mayoría por liberales. Especialmente esto puede notarse en
temas controvertidos como el aborto y la dosis personal. Un caso de presunta
discriminación por el color de la piel, puede ser dicho de forma diferente si la sala está
conformado en su mayoría por afrodescendientes o si está formado por personas que
históricamente no han sido discriminadas.
La teoría psicológica de la decisión judicial, presenta interesantes perspectivas técnicas.
Según esta teoría la decisión judicial está guiada, como la mayoría de las acciones
humanas, por las preconcepciones y contextos del juez. La decisión puede ser explicada de
mejor forma por un psicólogo que por un jurista. La determinación del sentido de un fallo
es el producto de vivencias acarreadas por el desarrollo sicogenético de un individuo
(Hernández, 2010).
Por su parte, la concepción clásica de la teoría económica de la decisión judicial presupone
que el juez es egoísta, racional y maximizador. El juez ostenta determinados objetivos que
desea conseguir los cuales son los encargados de guiar sus acciones. “Los «argumentos»
(elementos) de la función de utilidad judicial incluyen los ingresos recibidos, el ocio, el
poder, el prestigio, la reputación, el autorrespeto, la satisfacción intrínseca a su tarea
(retos, estímulos) y las demás recompensas que la gente busca en el trabajo” (Posner, 2011,
p. 42).
La teoría pragmatista de la decisión judicial ostenta importante influencias del utilitarismo
y de forma más cercana de las reflexiones del pragmatismo jurídico. Esta doctrina afirma
que la decisión judicial no se fundamenta en normas legales sino en las consecuencias de
la decisión. Es decir, se cambia la concepción clásica en la cual el fundamento de los
juicios se halla en las premisas, y, en su lugar, el fundamento se establece en las
consecuencias de los juicios.
La corriente social parte de los desarrollos del marxismo heterodoxo representado en las
posturas del uso alternativo del derecho en Italia y Francia (Pashukanis, 1976; Pérez,
1996). Según esta posición, que en un principio ostentaba un carácter prescriptivo, en los
momentos de indeterminación judicial el juez debe tomar la decisión que mejore la parte
débil del conflicto jurídico. La tesis central de esta corriente es que los jueces en sus
decisiones tratan de favorecer a la parte débil, a los más desventajados de la sociedad. Este
movimiento ha ganado terreno especialmente en el constitucionalismo latinoamericano de
sociedades periféricas¸ en donde se ha hecho importante la labor judicial a efectos de
buscar una igualdad material.
La teoría ecléctica es representada especialmente por Posner (2011). Esta tesis parte del
presupuesto que la toma de decisión del juez obedece a una malgama de factores de
diferente tipo: cognitivos, económicos y sociológicos. Sus concepciones acerca de la decisión
judicial se basan en la unión de diversas teorías mediante las cuales se pretende presentar
una síntesis de los modelos clásicos, con el modelo económico y laboral en donde también
se tengan en cuenta las emociones del juez como incentivos a la hora de tomar decisiones.
El modelo intuicionista deviene de la aplicación de la psicología, la pedagogía y la
antropología en los procesos cognitivos y de decisión humana. Se muestra esta posición
como un modelo alternativo a la concepción lógica del derecho a la cual quiere
contraponerse. Según el núcleo central de esta tesis las providencias judiciales no
obedecen a procesos lógicos sino a procesos intuicionistas, en esta orbita se hace
importante la lógica operativa, específicamente, el desarrollo psicogenético, la adaptación,
la asimilación y el insigth (Hernández, 2010).
Por último, la teoría escéptica de la decisión judicial parte de la negación de la racionalidad
y la objetividad del derecho. Afirma que en las decisiones no pueden controlare
racionalmente, la racionalidad judicial, y por ende la objetividad son una ilusión utilizada
para el cumplimiento de fines ulteriores por parte del Estado. Su tesis central afirma que la
toma de decisiones judiciales obedece más a caprichos personales del operador que a un
proceso que pueda justificare. El juez puede fallar de la forma caprichosa, siempre va a
encontrar una forma para justificar sus decisiones, bien se manipulando hechos,
acudiendo a la ley, precedente, principios del derecho o principios generales (Nieto, 1998;
Salas 1998).
La Teoría de la Elección Racional (TER) es una propuesta que surge en las ciencias sociales
aplicadas especialmente a la economía, pero que se ha trasladado al análisis de la conducta
humana. La TER pone atención en cómo un individuo lleva a cabo la acción de ‘elegir’. Es
decir, se pregunta por los patrones cognitivos y sociales por medio de los que un individuo
dirige sus acciones.
¿Qué es la Teoría de la Elección Racional (TER)?
La Teoría de la Elección Racional (TER) es una escuela del pensamiento que se basa en la
propuesta de que las elecciones individuales se realizan de acuerdo con las preferencias
personales individuales. Por eso, la TER es también un modelo de explicación de la forma
en la que tomamos decisiones (especialmente en el contexto económico y político, pero
también se aplica en otros donde es importante conocer cómo decidimos las acciones y
cómo esto afecta a gran escala). Lo de “racional” generalmente hace referencia a que las
elecciones que hacemos son consistentes con nuestras preferencias personales, derivadas
de ellas de manera lógica.
¿Qué es una elección racional según la TER?
Una elección es la acción de seleccionar una entre varias alternativas disponibles y
conducir nuestra conducta conforme a esta selección. Algunas veces, las elecciones son
implícitas, otras veces son explícitas. Es decir, a veces las tomamos de manera automática,
sobre todo si se corresponden con necesidades básicas o con mantener nuestra integridad
o supervivencia.
Por su parte, las elecciones explícitas son aquellas que tomamos de manera consciente
(racional) de acuerdo con lo que consideramos que es la opción más adecuada para
nuestros intereses. La propuesta de la TER, a muy grandes rasgos, es que los seres
humanos elegimos de manera fundamentalmente racional. Es decir, con base la capacidad
de pensar e imaginar los posibles efectos secundarios de las alternativas que tenemos ante
una decisión y a partir de ahí seleccionar las alternativas que son las más adecuadas para
nuestro beneficio en ese momento (bajo una lógica coste-beneficio).
Esto último implicaría también que los seres humanos somos lo suficientemente
independientes, y tenemos la capacidad suficiente de generar autocontrol emocional, como
para que no existan otras variables más que la propia razón, al momento de tomar
decisiones.
¿De dónde surge?
La Teoría de la Elección Racional suele asociarse con un paradigma económico
(precisamente porque ayudó a generar el modelo de cálculos coste-beneficio). No obstante,
es una teoría a través de la que se pueden entender muchos otros elementos que dan forma
al comportamiento y las sociedades humanas. En el contexto de las ciencias sociales, la
Teoría de la Elección Racional representó una transformación teórica y metodológica
importante. Surge principalmente en el contexto intelectual estadounidense durante la
segunda mitad del siglo XX y en reacción a los modelos de economía del bienestar.
En el área de la ciencia política, la TER criticó gran parte de los paradigmas vigentes dentro
del contexto académico estadounidense, lo que se trasladó posteriormente hacia el análisis
de las disciplinas de la psicología y la sociología. En estas últimas, la TER se pregunta por
las implicaciones que tiene el interés propio, la experiencia propia y la intencionalidad, en
la acción humana y en la investigación. Es decir, se interesa por el individualismo
metodológico.
A muy grandes rasgos se trata de una “Crítica al exceso de narcisismo matemático versus
las exigencias de realismo que debe tener la ciencia social”. Así pues, la Teoría de la
Elección Racional ha sido un intento por orientar las disciplinas sociales hacia prácticas y
conocimientos rigurosos.
¿Tomamos decisiones “racionalmente”? Algunas críticas a la TER
Algunos problemas que han generado es sobre el uso, en ocasiones intuitivo, de la palabra
“racional”. Vidal de la Rosa (2008) plantea que para la TER, las conductas humanas son
meramente instrumentales y en tanto que el contexto cultural es el que determina las
alternativas sobre las que podemos decidir, entonces las conductas también estarían
predeterminadas por la cultura.
Asimismo, la polisemia de la palabra “racionalidad” dificulta que se pueda utilizar como
sustento para la teoría social, ya que es difícil homogeneizar y con eso se complica que los
investigadores puedan establecer comunicación entre sí, y luego poner en práctica los
conocimientos de cara a la sociedad.
Tema 3.-El juez dentro del contexto de las nuevas relaciones laborales
COMPETENCIAS ESPECÍFICAS
(PROPIAS DE LA FUNCIÓN JURISDICCIONAL)COMPETENCIAS GENERALES
(DE TODO PROFESIONAL)
Dominio de la información jurídica necesaria para el cumplimiento de su función
Capacidad de análisis y síntesis
Gestión de la información jurídica Habilidad de razonamiento crítico
Análisis y síntesis de la información jurídica Capacidad de organización y planificación
Solución de asuntos complejos que lleven a distintos esquemas de interpretación jurídica
Trabajo en equipo e interdisciplinario
El 24 de febrero del 2017, fue publicado en el Diario Oficial de la Federación, el Decreto que
reformó y adicionó diversas disposiciones a los artículos 107 y 123 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, en materia de justicia laboral. Su contenido
representa un cambio histórico para el mundo del trabajo en el país, dados sus objetivos y
el consenso unánime para su aprobación.
Este reciente paradigma normativo constitucional estableció tres cambios fundamentales:
1. Se establece una conciliación obligatoria y pre judicial en la que las partes en
conflicto podrán resolver sus diferencias sin necesidad de acudir a los órganos
jurisdiccionales.
2. Los conflictos que se deriven de las relaciones de trabajo serán resueltos por los
tribunales del Poder Judicial de la Federación, así como por los poderes judiciales de las
entidades federativas, en sus respectivas jurisdicciones.
3. La protección y tutela de las libertades de sindicación, democracia sindical y de
contratación colectiva, se establecen como principios rectores para garantizar el voto
personal, libre y secreto, así como para asegurar la representatividad sindical en la
celebración, firma y registro de los contratos colectivos de trabajo.
Con el fin de dar contenido a esos cambios, el 1° de mayo de 2019 se publicó en el Diario
Oficial de la Federación, el Decreto por el que se reforman, adicionan y derogan diversas
disposiciones de la Ley Federal del Trabajo, de la Ley Orgánica del Poder Judicial de la
Federación, de la Ley Federal de Defensoría Pública, de la Ley del Instituto del Fondo
Nacional de Vivienda para los Trabajadores y de la Ley del Seguro Social.
Este nuevo paradigma normativo exige que los operadores jurídicos cuenten con los
conocimientos, habilidades, destrezas y actitudes que se requieren para el desempeño de la
función que les sea encomendada en el nuevo sistema de justicia laboral. Uno de los
operadores jurídicos a la luz de este modelo de justicia laboral es el juez. La función judicial
se vuelve fundamental en la administración de justicia.
Hay evidencia que existe una desconfianza generalizada de las personas hacia el sistema de
justicia en general y también hacia la administración de justicia en lo específico, en un país
en donde hay una actitud ambivalente generalizada hacia el Derecho.
Por una parte si bien las personas suelen aprobar el contenido de la ley, hay una
desconfianza también hacia las personas que son las encargadas de aplicarlas. Este
fenómeno se ha descrito por algunos sociólogos jurídicos como cinismo legal, una actitud
que tienen las personas que básicamente no confían en la ley, no confían en las
autoridades y tienen entonces que acudir a otro tipo de mecanismos, extralegales, extra
institucionales para tratar de resolver los distintos conflictos sociales que se van
presentando.
El cumplimiento de la ley se considera uno de los activos más valiosos para las sociedades
modernas porque en el grado en el que las personas obedecen o desobedecen
sistemáticamente la ley, pues esto se considera un indicador de éxito social y económico de
las sociedades.
Ha habido múltiples esfuerzos, desde distintas disciplinas, desde distintas perspectivas
para tratar de entender, alentar, mantener condiciones, que lleven a la ciudadanía, a las
personas, a obedecer la ley de forma voluntaria. Estos esfuerzos mantienen ocupados tanto
a los gobiernos como los tomadores de decisión, a los académicos y a los expertos para dar
respuesta a: ¿por qué las personas obedecen la ley?
Contribuiría a comprender en conjunto una serie de cuestiones críticas, sobre el ejercicio
de la autoridad legal y sobre todo, sobre la sostenibilidad en el tiempo de las instituciones
legales, de las instituciones sociales.
Por estas razones, es una cuestión crucial y que explica todos los esfuerzos académicos que
se han dado en la materia.
5.2 ¿Por qué la gente no obedece la ley? ¿Por qué la gente obedece la ley?
Plantearlo de esta forma, nos obliga a ir más allá del enfoque tradicional instrumental
basado en la disuasión y entrar de lleno en la dimensión normativa del cumplimiento de la
ley. Lo cual parece un ejercicio mucho más prometedor, más complejo pero, también, más
productivo.
Este enfoque ha sido ampliamente criticado porque si bien es cierto que las estrategias
basadas en la disuasión de las conductas si desempeñan un papel, en la configuración de
las conductas de las personas, es decir, sí influyen en cierto grado sobre el cumplimiento
de la ley de las personas. Este efecto, como lo demuestran bastantes investigaciones
empíricas, es mucho menos significativo, mucho menos relevante de lo que la gente suele
pensar, de lo que los tomadores de decisión las autoridades suelen pensar por a varias
razones.
En todo caso, no es la amenaza en sí, no es la severidad del castigo en sí, sino la
probabilidad o la certeza del castigo. Entonces, los recursos de los gobiernos siempre van a
ser limitados y es un hecho, es práctico, material, que siempre las autoridades, los
gobiernos van a ser incapaces de garantizar beneficios y sanciones para todos los
comportamientos sociales relacionados con la ley. El enfoque disuasivo, bajo estas
condiciones, es una estrategia que está condenada a la insuficiencia permanentemente.
Siempre va a estar este enfoque en un estado de insuficiencia porque nunca se va a tener
los recursos necesarios para garantizar estas consecuencias asociadas a determinadas
sanciones y nunca se va a tener los recursos necesarios para mantener estos niveles de
percepción entre las personas y en sus comportamientos.
Efectos del efecto disuasivo.
Este enfoque tiene efectos secundarios negativos, que son bastante considerables tanto
para el individuo como para la sociedad. Debido a este enfoque basado en la disuasión, hoy
una gran cantidad de personas está cumpliendo condenas en prisiones en todo el mundo,
como resultado de la creencia generalizada de que la amenaza o la experiencia del castigo
visual del delito.
El encarcelamiento conlleva un conjunto dramático de efectos secundarios negativos que,
además se concentra principalmente en ciertas comunidades específicas, principalmente
aquellas que consisten en minorías raciales, en comunidades que se encuentran desventaja
económica y, en general, en comunidades desfavorecidas que a menudo son las que están
injustamente sobrerrepresentadas en los sistemas carcelarios.
Además, estas consecuencias negativas, pues a veces se prolonga en toda la vida. Dado que
tiene efectos marginales, los gobiernos, las autoridades, en lugar de explorar alternativas,
suelen invertir más recursos en este tipo de estrategias que tendrán un impacto similar
bajo, y que van a agravar, eso sí, los efectos secundarios negativos que se han mencionado.
Crean un estado de animadversión, entre las autoridades legales y los miembros de las
comunidades, lo cual en el largo plazo genera una desconfianza, genera enojo, irá,
resistencia y otra serie de emociones negativas como todas estas que se pueden englobar en
este concepto que les mencionaba en principio de la clase del cinismo legal. Esta situación
de animadversión crea este cinismo legal en las personas que les hace desconfiar de la ley,
que les hace desconfiar de las autoridades y que les hacen, en última instancia, recurrir a
otras vías que no sean las institucionales para tratar de resolver sus conflictos.
Dado que el enfoque basado en la disuasión es, por una parte, ineficiente y también es
insostenible, pues desde las ciencias sociales, se han explorado otras bases para tratar de
fomentar el cumplimiento de la ley. Y al respecto, un número creciente de estudios dentro
de las ciencias sociales ha dado lugar a una alternativa más eficiente y sostenible, que son
las obligaciones internalizadas.
5.2.2 El enfoque normativo.
Reconocer los límites de las estrategias basadas en la disuasión implica que se necesite
algo más que una mera orden impuesta de forma coercitiva para sostener un sistema legal
funcional, para sostener, incluso un sistema político. La legitimidad ofrece una base más
estable para el sostenimiento de este sistema legal que el enfoque instrumental o que la
elusiva y rígida moral, de la cual se abordó hace un momento.
¿Qué es la legitimidad?
Legitimidad Legalidad
La legalidad no es equivalente a la legitimidad. Los filósofos y los abogados, los académicos
del derecho a veces, a menudo combinan estos términos y asimilan erróneamente legalidad
y legitimidad. Esta confusión probablemente es una consecuencia de la filosofía política
clásica. La obra de los filósofos políticos clásicos, digamos desde Hobbes, trataban
indiferentemente la legitimidad y la validez jurídica. Esta fusión, esta asimilación entre
estos dos conceptos persistió hasta finales del siglo XIX cuando con Max Weber y, digamos,
el nacimiento de los estudiosos económicos del derecho se reabrió esta brecha entre ambos
conceptos. De hecho, cuando miramos a las fuentes legitimadoras de Weber, es muy claro
que el que diga que el Estado de Derecho era sólo una de las formas en la que las
autoridades y las instituciones podrían estar justificadas, podrían ser legítimas.