Ricomani
Ricomani
CURSO
6 LAE “B”
ASIGNATURA:
EMPRENDIMIENTO
TEMA:
AUTORES:
ANCHUNDIA MONCERRATE MARIELA
MUÑOZ MACIAS JAVIER
ZAMORA SOLIS MARIA
DOCENTE:
ING. ELSYE COBO LITARDO
Una cálida y soleada mañana de enero de 1976, mientras Pablo caminaba por la
avenida 9 de octubre en el centro de Guayaquil, se percató de que en cada esquina
estaban ubicados pequeños puestos de venta de snacks y caramelos. De repente, se
tropezó con un vendedor de caramelos y le preguntó “¿Qué snack tiene?”, el vendedor
le respondió “sólo cachitos”.
Fue entonces cuando recordó los ricos bocaditos de maní que disfrutaba a media
mañana cuando daba clases en la Universidad en Bolivia. Pablo recordó también que
en su país los fabricaban artesanalmente y su familia tenía una receta especial de un
maní tipo Japonés que no existía en el mercado. “¡Chuta! ¡Bacán!” exclamó. “¿Por qué
no elaborar y vender bocaditos de maní?”
Ese mismo momento Pablo corrió de vuelta a la casa de Laura donde estaba su esposa
Catalina y le comentó la idea. Catalina reaccionó positivamente, tanto ella como Pablo
anhelaban tener su propio negocio y a ella le gustó la idea de trabajar juntos. Catalina
como ingeniera en alimentos y como buena ama de casa conocía el proceso de
fabricación de bocaditos de maní crocante por lo que estaba convencida de que con una
pequeña inversión podrían comenzar la elaboración de estos bocaditos en su propia
casa. Además, Pablo se dio cuenta de que era fácil acceder a los clientes a través de
los carameleros.
Los ecuatorianos tenían la costumbre de utilizar el maní en sus comidas típicas como el
caldo de bolas, guatita, etc., pero nadie había vendido maní como un snack. Esto le
daba una ventaja competitiva sobre otros productos similares y Pablo sentía que a la
gente le iba a gustar un alimento tradicional como snack. Estuvieron despiertos hasta
las dos de la madrugada planificando las actividades para iniciar su negocio hasta que
se fueron a dormir para, al día siguiente, poner en blanco y negro todas sus ideas.
A la mañana siguiente ya tenían un estimado de la inversión inicial. Aproximadamente
necesitaban 100 USD para iniciar su negocio en una casa alquilada, que a la vez iba a
ser su nuevo hogar en Guayaquil. Catalina sentía curiosidad por la disponibilidad de
materia prima para elaborar los bocaditos; entonces, Pablo viajó a Catacocha (Loja)
donde se contactó con los principales acopiadores de maní de la zona y descubrió que
la producción de maní era abundante y de muy buena calidad. Esto los animó aún más
en el negocio. Sin embargo, los esposos Villaruel Ruiz se preguntaban: ¿Quién les iba
a prestar tal cantidad de dinero?
Después de 15 días de búsqueda de fuentes de financiamiento sin éxito, Pablo y
Catalina creían que su idea se vería frustrada ante tanta negativa del sector financiero.
El esposo de Laura, al enterarse del problema, les ofreció un préstamo por la cantidad
de dinero que tanto necesitaban para comenzar su negocio. Catalina y Pablo estaban
muy agradecidos con el esposo de Laura y prometieron pagarle dentro de 6 meses.
Fue así como en febrero de 1976 comenzó RicoManí, en la cocina de la nueva casa de
la Sra. Catalina de Villaruel. Catalina preparaba los bocaditos de maní y Pablo se
encargaba personalmente de vender el producto a los pequeños comerciantes de
caramelos ubicados en la avenida 9 de Octubre.
Evolución de la Compañía
En sus inicios, Pablo y Catalina manejaban solos la empresa. Catalina se encargaba de
la fabricación de los bocaditos de maní usando la materia prima que Don Bolívar les
daba. Él era conocido por la gente como el rey del maní de Catacocha, y les proveía del
producto de mejor calidad de la zona. Pablo se encargaba personalmente de las ventas.
Todas las mañanas se dirigía a la avenida 9 de Octubre a ofrecer sus bocaditos de maní
a los carameleros y por las tardes, ayudaba a Catalina a empacar el producto. En el
ámbito financiero, Pablo solo se preocupaba de los ingresos y egresos del negocio.
Conforme pasaba el tiempo, los Villaruel Ruiz se dieron cuenta de que su trabajo no era
suficiente para satisfacer la creciente demanda de los bocaditos de maní, así que
contrataron dos ayudantes a finales de 1977. La empresa creció al ritmo de la demanda
del producto y así llegaron a tener hasta 8 trabajadores en su casa en 1979.
A mediados de 1980, los Villaruel Ruiz alquilaron un amplio galpón en Durán para
desarrollar sus operaciones. Así, ellos pudieron organizar mejor sus actividades
productivas y administrativas, y crearon el departamento de ventas y el departamento
de producción.
Cada departamento tenía un jefe que reportaba directamente a Pablo. Al producto lo
bautizaron como “RicoManí” y la funda tenía un logo distintivo con el que se atrajo
principalmente a los niños. Al poco tiempo el producto se encontraba en casi todos los
bares de colegios y escuelas. Junto con los K-Chitos y el Tango, el RicoManí se convirtió
en uno de los snacks preferidos por los niños. En esos días, en RicoManí llegaron a
trabajar hasta tres turnos diarios y la demanda era tan grande que los clientes iban
personalmente a la planta para realizar sus pedidos.
A finales de 1980, las ventas anuales llegaron a USD 10.000, no tenían ninguna
competencia directa y existían pocos tipos de snack en el mercado. Un buen día, Pablo
recibió una llamada de los supermercados El Rosado (hoy Mi Comisariato2) invitándolos
a vender sus productos en sus locales y, poco tiempo después, Supermaxi también
comercializaba RicoManí; las ventas a estas cadenas correspondían al 50% de sus
ventas.
Desde los 80 hasta inicios de los 90, las ventas se mantuvieron, la empresa no realizó
nuevas inversiones y su producto siguió en el mercado con un elevado nivel de
aceptación.
A inicios de los 90, los hijos de los Villaruel empezaron a hacer prácticas vacacionales
en
RicoManí mientras estudiaban en la universidad; así, se fueron vinculando con la
empresa.
En 1994, la compañía amplió su producción al incorporar 3 productos nuevos: miel-
maní, sal-maní y caramelo-maní.
En 1998, la fábrica se cambió a una planta especialmente diseñada para la fabricación
de maní. Además, contrataron a un jefe de calidad que luego asumió la jefatura de la
planta.
En ese año, se incorporó a la empresa la hija menor de los Villaruel, recién graduada de
marketing en el extranjero. Ella intervino en la reestructuración de la fuerza de ventas,
la selección de distribuidores a nivel nacional y la implementación de un sistema de
información. Gracias a su gestión, las ventas aumentaron en un 30%.
La hija mayor, especializada en recursos humanos y administración, ingresó a la
empresa en 1999. Como parte del Programa de Mejoramiento Continuo de Calidad, ella
inició el proyecto para implementar el sistema de Buenas Prácticas de Manufactura
(BPM) con el apoyo financiero de la Corporación de Promoción de Exportaciones e
Inversiones
(CORPEI). También dictó cursos de comportamiento organizacional para el personal de
planta y lideró la creación del website de la compañía. Todos estos cambios permitieron
a la empresa mejorar su productividad y superar la crisis económica del país en el año
2000.
En este año, se introdujo un nuevo producto, el RicoManí saladito.