Un Joven Astronauta Cruzaba El Espacio Sideral

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Un joven astronauta cruzaba el espacio sideral, y en un extraño planeta aterrizó su

nave espacial.

Pero él no imaginaba lo que estaba a punto de encontrar, pues en ese curioso


mundo cualquier cosa podía pasar.

Descendió de su gran nave y miró a todas direcciones, pues su misión era


encontrar nuevas civilizaciones.

A algunos extraterrestres el joven quería conocer, pero nunca se imaginó lo raro


que éstos podrían ser.

Explorando lejanas tierras, después de mucho caminar, por fin encontró a alguien
con el que podría platicar.

Un ser de lo más curioso, bizarro y fantasioso, que además de todo eso era súper
amistoso.

Esta criatura era muy parecida a los humanos, pero tenía algo en la cabeza
que la hacía diferenciarnos.

De los lados de su cráneo salían dos enormes pies, y el astronauta, al verlo,


pensó: «¡Esta criatura está al revés!».

El extraterrestre sólo veía al humano fijamente, porque, según le parecía,


algo en él estaba ausente.

«Te pareces mucho a mí, aunque sin tanta belleza, pues debes de saber
¡que no tienes pies en la cabeza!»

«Déjame ser tu guía para que conozcas mi planeta,haremos una visita, sólo
súbete a mi cometa».

Y abordando al artefacto, los dos emprendieron el vuelo, para ver el curioso


mundo desde lo alto del cielo.

Fue así que el astronauta descubrió con gran sorpresa que todos en esa tierra
tenían pies en la cabeza.

Sobre un gran estadio los dos pasaron volando y vieron que en una cancha había
gente jugando.

Abajo, varios atletas una pelota perseguían, pero llamaba la atención que de
cabeza todos corrían.
También vio que en una tienda algunos compraban sombreros, y notó que todos
estos tenían dos agujeros.

Así, al colocarlos justo encima de sus cabezas, por los agujeros, sin problema,
podían meter las dos piernas.
Además, se dio cuenta que había muchas zapaterías, que vendían calzado fino
para cabezas de varias medidas.

La gente se veía al espejo para abrocharse las agujetas, y al ponerse las calcetas
les llegaban a las orejas.

También iban al estilista para cortarse el cabello, y poder salir de ahí viéndose
más bellos.

Y con cada tijerazo que les daba a sus melenas el estilista cortaba las uñas
aprovechando que estaban cerca.

Después de conocer el mundo llegó la hora de partir, y los dos fueron al cohete
que estaba listo para salir.

El par de amigos galácticos se despidió con un abrazo, y el humano despegó el


cohete que salió como un balazo.

El astronauta cruzaba las estrellas con su gran nave espacial, feliz de haber
conocido a una raza tan especial.

Estaba más motivado para seguir con su misión, pues conocer otros mundos
era pura diversión.

El joven desde la ventana decía adiós a su buen amigo, sabiendo que, en ese
sitio, sería siempre bienvenido.
Así, él llegó a aprender una valiosa lección: “Sin importar nuestras diferencias
podemos tener conexión”.

No importan los tamaños, si alguien es flaco o gordo, si tiene piel de otros colores,
si tartamudea o es sordo.

Hay que llevarnos muy bien aunque tengamos una diferencia, como el joven
astronauta y la gente con pies en la cabeza.

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