El Mito de La Caverna

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El Mito de la caverna

Dentro de una caverna vivían encadenados unos hombres. Llevaban ahí desde que
nacieron, sujetos a la pared de la gruta por el cuello, los brazos y los pies. De esta forma, cada
uno de ellos solo podía mirar a la pared que tenían enfrente, ya que una pesada argolla les
impedía girar la cabeza. Por lo tanto, no conocían más que lo que podían ver desde su
posición.
Detrás de ellos había un pasillo con una hoguera. Por el pasillo andaban con
mercancías otros hombres, y los prisioneros encadenados, veían sombras reflejadas en la
pared frente a sus ojos, sin poder determinar a qué o a quién pertenecían.

Los hombres creían que la forma de los objetos que veían era la realidad, ya que no
podían ver nada más. Así que se habían hecho a la idea de que tras ellos deambulaban
espantosos monstruos de extrañas formas.

Un día, uno de estos hombres consiguió liberarse de las cadenas. Al darse la vuelta y
ver la hoguera y los hombres que iban y venían con mercancías, empezó a darse cuenta de lo
equivocado que estaba.

Después, el hombre consiguió llegar al exterior a través de una empinada cuesta y al


salir, contempló un mundo muy distinto al que conocía: de pronto vio el cielo, la luz del sol,
que le cegó hasta el punto de no poder soportarlo. Descubrió las montañas, los animales y las
personas libres.

Su mente empezó a darle vueltas a todo, cada vez más consciente del error que le
había hecho creer una mentira. Y, después de acostumbrar a los ojos al nuevo mundo, no sin
cierto dolor, logró verlo todo mucho más nítido.

El hombre regresó a la cueva, porque sintió el deber moral de liberar a sus compañeros
y compartir aquel descubrimiento con ellos. Pero antes de soltar sus cadenas, les contó lo que
iban a ver, lo equivocados que estaban y lo que les esperaba. Sus compañeros pensaron
entonces que mentía, que estaba ciego y loco, y no le creyeron. De hecho, de camino al
exterior de la cueva, pensaron que lo mejor sería matarlo.

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