Antropos

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Rangel Bautista Brenda

Fecha de entrega: 13 de marzo del 2018

El hombre enajenado

En un momento histórico donde había descubrimientos científicos que


revolucionarían la vida, se luchaba por la independencia de instituciones políticas
y sociales, y la influencia de la Iglesia comenzaba a menguar; el lugar que el
hombre ocupaba en el mundo se fue poniendo en duda es en la época del
renacimiento cuando se convierte en problema. Las conferencias dadas por
García Bacca y recopiladas en el libro “Antropología Filosófica Contemporánea”1
servirán como base para comprender el papel que el hombre juega en el mundo y
por qué se ha enajenado, como preámbulo se comparará la visión de los antiguos
griegos sobre el hombre con la visión moderna retomando lo dicho por Bacca en
las conferencias 1,2, 4 y 5.
De acuerdo con la visión antigua la bestia racional sólo era hombre gracias
a los dioses. Bacca en su conferencia se vale del mito que aparece en el
Protágoras, donde se explica que la sabiduría, la técnica, el fuego y las virtudes
políticas son regalos dados a los hombres por los dioses. 2 Todo ello significa que
si el hombre podía existir y vivir en comunidad era sólo por la piedad que
mostraban los seres superiores, por ello había que sentir temor a Dios y aún más
importante era respetar el lugar que les fue otorgado, pues eran conscientes de
que lo existente no pertenecía al hombre, sino que sólo podía participar de este.
La sabiduría era útil en tanto cuidaba de la naturaleza; la técnica no era más que
extensión del hombre; mientras que el fuego era una energía apenas domestica
que nos recordaba nuestro lugar en el kosmos. El hombre era un ser intimidado
por un mundo demasiado grande y fuerzas que no entendía pero lo mantenían
sometido dejándolo con poca o nula libertad.
Aunque dicha posición se mantuvo durante siglos con pocas diferencias, se
comienza a poner en duda en el momento en que el progreso se antepone a

1
García Bacca, Juan David. “Antropología filosófica contemporánea”, Anthropos. Madrid, 1997.
2
Cfr. García Bacca, Juan David. ‘Plan de la antropología filosófica contemporánea’ en “Antropología
filosófica contemporánea”, Anthropos. Madrid, 1997.
cualquier dogma de fe. Es decir, el hombre se da cuenta que el conocimiento le
permite mejorar la técnica y tratar con sus productos, ya no como extensiones de
sí mismo sino con propósitos completamente nuevos, como volar. Las respuestas
ya no son reveladas, sino que exigen de un esfuerzo por descubrirlas,
metodizarlas y cuantificarlas para que tengan valor. Por su puesto, el cambio no
se da de la noche a la mañana, sino que fueron siglos para dejar atrás la creencia
de que ciertos aspectos de la vida del hombre eran determinados por un ser
incorpóreo y omnipresente; pero una vez superada la creencia ya no existía el
límite. La conquista del mundo alteró el kosmos, pues ya no bastaba con una
pasiva contemplación, sino el hombre comenzó a modificar aquello que lo rodeaba
y repartió el conocimiento en la medida que creyó necesaria. Los dioses se
convirtieron en mitología y objeto de estudio, su vigencia había llegado a su fin y
ahora el límite era el ingenio y ambición humana.
El universo como totalidad dejó de ser relevante, y se inició la construcción
de un mundo donde el hombre pudiese “sentirse como en casa”. Es decir, sólo
aquello que la sensibilidad del humano puede captar es digno de ser explicado y
analizado en profundidad; lo demás es ignorado con la vana justificación de que
de ahí no se puede sacar nada en claro o no interesa. Entonces el hombre se
colocó a sí mismo en una posición superior respecto de todo lo existente, clasificó
y juzgó a la naturaleza con base en sus intereses y comenzó a desarrollar la
ciencia y la tecnología con la idea de que con ellas se alcanza el progreso.
Dicha situación tuvo sus consecuencias, como la creación de nuevas
reglas, leyes y valores que permitieran una rápida transición. Sin embargo, una de
las consecuencias más importantes fue la enajenación, en parte porque ya nada le
es propio; la responsabilidad de descubrir el mundo que le rodea o de ejercer la
política se le han negado para dárselas a una institución. Las virtudes que en la
antigüedad eran inherentes en cada individuo para que pudiera ser persona y
pertenecer una comunidad al mismo tiempo actualmente han desaparecido, lo que
queda ahora es simplemente una masa que se deja llevar por la autoridad y más
que nunca cada persona es parte remplazable. En ese sentido el hombre deja de
ser animal racional y sólo se comporta como un animal más, pues al no haber
sentido de pertenencia se limita a cumplir una función mecánica y aborrecible, que
no alimenta el espíritu, pero lo encadena a la sociedad.
La enajenación es la respuesta del individuo a una sociedad cuya principal
preocupación es conquistar el universo. Dado que vivir en sociedad significa “ser
parte de la masa” la enajenación es el método que le permite conocer que es
aquello que lo hace único. La capacidad de ensimismarse significa que tiene la
capacidad de huir dentro de sí, de reflexionar el lugar que le corresponde en el
mundo y a su vez ser consciente de sí mismo. En la antigüedad el acercamiento al
hombre se daba al conocer su cultura, pero ¿cómo conocer a un hombre que no
es parte de una cultura? un hombre homogeneizado con el resto del mundo y
donde las particularidades son señalados como problema y no como diversidad.

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