Tesis Blanca Fernández
Tesis Blanca Fernández
Tesis Blanca Fernández
PARADIGMA INDICIARIO
CONTRIBUCIÓN DE LA HUELLA
AL CONOCIMIENTO LITERARIO
PROGRAMA DE DOCTORADO:
TEORÍA DE LA LITERATURA Y DEL ARTE Y LITERATURA COMPARADA
GRANADA, 2015
1
Editor: Editorial de la Universidad de Granada
Autor: Blanca Fernández García
ISBN: 978-84-9125-036-4
URI: http://hdl.handle.net/10481/39825
2
El doctorando BLANCA FERNÁNDEZ GARCÍA y los directores de la tesis
SULTANA WAHNÓN BENSUSAN Garantizamos, al firmar esta tesis doctoral,
que el trabajo ha sido realizado por el doctorando bajo la dirección de los directores
de la tesis y hasta donde nuestro conocimiento alcanza, en la realización del trabajo,
se han respetado los derechos de otros autores a ser citados, cuando se han utilizado
sus resultados o publicaciones.
Fdo.: Fdo.:
3
4
AGRADECIMIENTOS
A mis padres Pilar y José María, además del cariño y del apoyo que se les
presupone, he de agradecerles nuestras largas conversaciones, sus lecturas y sus
sugerencias que me ayudaron a pensar con más claridad. Su ejemplo personal, su
dedicación y su interés en mi formación me han hecho quien soy.
5
6
ÍNDICE DE CONTENIDOS
Introducción 11
0. 1. Línea de investigación en la que se inscribe la tesis: hacia una hermenéutica
constructiva 11
0. 2. Carlo Ginzburg 17
0. 3. Estado de la cuestión: paradigma indiciario, interpretación y ciencias
humanas 22
7
4. 1. El lugar del relato en la historia. La historia narrativa 192
4. 2. Aportaciones cognitivas del lenguaje literario 211
4. 3. Aportaciones cognitivas del lenguaje cinematográfico 236
Conclusiones 325
Conclusions 335
Bibliografía 345
Obras de Carlo Ginzburg 346
Referencias bibliográficas 350
8
Y quizás uno de estos días alguien más vaya a encontrarte a
tu portada, mirando con ternura tu mala y oblicua figura
resucitada, porque sólo lo que ha salido de un pensamiento puede
un día fijar otro pensamiento que, a su vez, fascine al nuestro.
Tenías razón cuando te quedabas ahí, sin ser mirada,
desgastándote. Nada podías esperar de la materia en que no eras
más que la nada. Pero ni los pequeños ni los muertos tienen nada
que temer. Porque algunas veces el Espíritu visita la tierra y, a su
paso, los muertos se levantan y las pequeñas figuras olvidadas
reencuentran la mirada y fijan la de los vivos que, para ellas,
renuncian a los vivos que no viven y van a buscar la vida
solamente allá donde el Espíritu se la ha mostrado, en piedras que
ya son polvo y son todavía pensamiento.
9
10
INTRODUCCIÓN
1 Dicho proyecto estuvo vigente entre 2007 y 2011. El equipo de investigación estuba compuesto
por: Jon Juaristi, José María Pozuelo Yvancos, María Ángeles Hermosilla Álvarez, Robert Caner
Liese, María Teresa Vilariño y María Isabel Navas Ocaña. [http://www.ugr.es/~interpretacionlit/
presentacion.html]. Recientemente ha sido concedido el nuevo proyecto de investigación
“Actualidad de la hermenéutica. Nuevas tendencias y autores” (FFI2013-41662-P), que será una
continuación del anterior y tendrá vigencia en el período 2014-2017 y dentro del cual se ha
terminado esta tesis doctoral.
11
otros autores del siglo XX han contribuido también con sus propios métodos a la
interpretación literaria desde una conciencia hermenéutica que por lo general ha sido
desatendida por la crítica (Wahnón, 2009: 17). En esta línea, uno de los principales
trabajos del proyecto ha sido la publicación del libro colectivo El problema de la
interpretación literaria. Fuentes y bases teóricas para una hermenéutica constructiva (2009) en el
que, tras el análisis realizado por Sultana Wahnón de las propuestas de
Schleiermacher y Dilthey “dedicado a resaltar las contribuciones de la siempre
denostada tradición decimonónica” (p. 20), han sido objeto de investigación autores
como Mijáil M. Bajtin, Leo Sptizer, Dámaso y Amado Alonso o Cesare Segre, cuyos
originales métodos de interpretación de textos literarios tendrían en común el
“haber conservado en mayor o menor medida, dependiendo de los casos, la
memoria de la tradición hermenéutica” (p. 17).2
2 Estos serían los estudios y los autores que han contribuido en el volumen El problema de la
interpretación literaria: Robert Caner-Liese, “ ‘Cada frase dice: interprétame y ninguna lo tolera’.
Theodor W. Adorno y la literatura”; Jon Juaristi “Leo Spitzer: estilística, psicoanálisis y paradigma
indiciario”; José María Pozuelo Yvancos, “Semiótica, filología y hermenéutica: Acerca de Cesare
Segre”; María Teresa Vilariño “ ‘El sentido último de la obra literaria’: crítica e interpretación en el
método estilístico de Amado Alonso y Dámaso Alonso”; Sultana Wahnón Bensusan “Estética e
interpretación literaria. La hermenéutica de M. M. Bajtin”.
12
Detrás del estudio de esta tradición estaría el propósito de reivindicar lo que,
lo que la profesora Wahnón llama una hermenéutica constructiva. Dicha hermenéutica
pretendería implantar o recuperar modelos de interpretación que discutan o
relativicen las tesis deconstructivistas que han introducido en la teoría literaria un
sesgo escéptico nada favorable ni a la interpretación ni al análisis de los métodos que
la harían posible (Wahnón, 2009: 13). Por otra parte, “se caracteriza por manejar un
concepto no pragmatista de la literatura y más próximo en todo caso al del
estructuralismo y la semiótica literaria” (Wahnón, 2011: 140). Y propondría en
última instancia una lectura que partiera siempre del texto y no de los valores o
intereses concretos que priman en los enfoques característicos de los Cultural Studies.
13
Por lo tanto su Introducción a esta materia, supondría una reflexión dirigida
hacia “la fundación de una hermenéutica literaria aún por venir” (Cuesta Abad,
2006: 9). La propuesta de Szondi se articula en dos ejes, por un lado el estudio de
una tradición que va de Chladenius, Meier y Ast, a la hermenéutica moderna de
Schleiermacher, y por el otro, la certeza de que solamente sustentándose en “nuestra
actual concepción de arte”, esta hermenéutica literaria reconciliará filología con
estética. Se trata de un planteamiento doblemente anclado en la historia: en el valor
de la tradición y en la insoslayable importancia del presente (Szondi, 1975: 58).
14
Sería éste el caso de los discípulos del filólogo y filósofo Jean Bollack, Denis
Thouard y Christian Berner, quienes desde la filosofía se han interesado por la
historia de la hermenéutica literaria. Sus estudios se retrotraen a la hermenéutica
premoderna, por ejemplo, del mismo Thouard, La clé des écritures (2009) sobre Matías
Flacio Ilirico.4 Pero también en la hermenéutica del primer romanticismo alemán
(Berner, 2011) y se detienen en la figura de Schleiermacher.5 Ambos han editado un
volumen conjunto Sens et interprétation. Pour une introduction à l’hermeneutique (2008) en
el que expertos franceses y alemanes construyen la alternativa a la hermenéutica
filosófica de estirpe gadameriana y reivindican el sentido y la interpretación.
4 Véase la edicición de Denis Thouard (2009), La clé des écritures, 1567. Partie II. Traite 1, De la
connaissance des saintes écritures = Clavis scripturae sacrae, De ratione cognoscendi sacras literas/ Matthias Flacius
Illyricus, Villeneuve-d'Ascq, Presses Universitaires du Septentrion.
5Véase Christian Berner (1995) La Philosophie de Schleiermacher. Herméneutique, dialectique, éthique, Paris,
Cerf, «Passages», y Denis Thouard (2007) Schleiermacher. Communauté, individualité,
communication, París, Vrin.
6 Thouard, Denis (2012) Herméneutique critique. Bollack, Szondi, Celan. Villeneuve-d'Ascq, Presses
Universitaires du Septentrion.
15
A raíz de su lectura comencé a preguntarme qué podría el paradigma
indiciario, enunciado por Carlo Ginzburg en 1979, aportar a la hermenéutica literaria
tal y como se plantea en el propio volumen. Por ello la presente tesis consiste en el
análisis de dicho paradigma, en consonancia con los proyectos hermenéuticos arriba
mencionados. Trata de ser, pues, una respuesta al problemático contexto
epistemológico posmoderno. Lo que se sugiere aquí es una solución de corte
hermenéutico y constructiva, en tanto que trata de legitimar la posibilidad de
conocimiento a través de la interpretación de indicios mínimos.
16
0. 2. CARLO GINZBURG
17
terrible madrastra que cocinaba a su hijastro y cuyos huesos cantaban, delatándola,
en el puchero.
18
obsesión por testimoniar la transmisión de las ideas, lo que consecuentemente
incluye también cómo le llegaron a él. Como estudiante de la Scuola Normale
Superiore de Pisa, fue alumno de Delio Cantimori, estudioso de las herejías y de la
retórica del humanismo, quien lo orientó hacia Marc Bloch, y hacia a brujería y la
lectura lenta, es decir, filológica. Bajo su tutela realizó el trabajo de tesis doctoral que
luego se convertiría en I benandanti, obra que le valió la entrada en la comunidad
académica gracias a la cantidad de lecturas, comentarios, reseñas y ulteriores
traducciones, que suscitó.
19
metodológicos que surgían de su propia investigación. Recientemente ha publicado
“I foribici di Warburg” (2013) en el que toma una clara postura en el debate
originado por el revival warburgiano de los últimos años, posicionándose del lado de
los discípulos inmediatos del estudioso de Hamburgo contra otras opiniones, que
acentúan, al entender de Ginzburg injustamente, la adscripción nietzscheana del
propio Warburg.
20
de lo que nos permitiríamos llamar el estilo de Ginzburg, hay una fuerte inclinación
a la heterodoxia que se traduce en el rescate de propuestas denostadas o ignoradas
por la comunidad científica. El autor se sirve gustoso de ellas en tanto que encierran
un insólito núcleo de verdad o sugieren una estrategia inusitada y a veces valiosa
para salir de la a menudo anquilosada doxa académica.
21
0. 3. ESTADO DE LA CUESTIÓN: PARADIGMA INDICIARIO,
INTERPRETACIÓN Y CIENCIAS HUMANAS
7 En una entrevista de 1986 con Ginzburg afirma: “I am not interested in having professional
readers. I am happy if I get them, but if I had to choose between professional and nonprofessional
readers, I would certainly choose the nonprofessional readers”. [“No estoy interesado en los
lectores profesionales. Me alegra si los tengo, pero si tengo que elegir entre profesionales y no
profesinales, me quedaría con lo no profesionales”] (Keith Luria y Romolo Gandolfo (1986),
“Carlo Ginzburg, An Interview”, Radical History Review, 35, p. 110). Esta entrevista es citada por
Tony Molho en “Carlo Ginzburg: Reflections on the Intellectual Cosmos of a 20th-century
Historian” (2004). Molho señala la contradicción que habría entre esta postura y el rechazo, referido
acto seguido en la misma entrevista de 1986, de las lecturas escépticas que Ginzburg asocia a
Derrida. Por otra parte, el despliegue de erudición que encontramos en sus trabajos, sobre todo los
posteriores a El queso y los gusanos, no parecen favorecer demasiado las lecturas fuera del ámbito
académico. El despliegue de erudición y la amplia red de referencias a las que se abren los textos de
Ginzburg, exigirían, muy al contrario, un tipo de lector profesional.
22
trabajos que han sido de especial utilidad para esta tesis y que se refieren ya a la
relación de su obra, y en concreto del paradigma indiciario, con la hermenéutica o la
interpretación literarias.
8La reseña, sin firmar, como era acostumbrado en la revista, apareció en 1967 en el Times Literary
Supplement (Ginzburg, 2006: 221, n. 4).
23
Quentin Skinner, es decir, dentro de una especie de vanguardia historiográfica cuya
influencia hoy día aún es bien perceptible.
24
Más que por recibir críticas negativas, Ginzburg se ha caracterizado por
discutir él mismo posturas ajenas. Sin embargo, lo que podrían haber sido intensas
polémicas, apenas han obtenido respuesta. Uno de los principales protagonistas de
sus críticas es el historiador norteamericano Hayden White. Como bien explican
Serna y Pons en su capítulo “El antiwhite”, del libro antes mencionado Cómo se
escribe la microhistoria, el diálogo Ginzburg-White es absolutamente desigual.
Ginzburg acusa a White de fomentar, en función de su propuesta tropológica para
clasificar la escritura de la historia, una actitud escéptica que, en última instancia,
daría como resultado la legitimación de posturas negacionistas. A esta acusación,
que Ginzburg desarrolla principalmente en “Unus testis. El exterminio de los judíos
y el principio de realidad”, White sólo ha respondido en una ocasión. En la
entrevista concedida en 1993 a Storia della Storiografia dice:
9 “Ginzburg, por ejemplo, odia Metahistoria. Piensa que soy un fascista. Él es también un poco naif
al respecto de algunas cosas. Piensa que mi concepción de la historia es como la de Croce, que es
subjetivista, y que se pueden manipular los hechos en pos de un efecto estético. Creo que eso se
puede hacer, y a pesar de que Ginzburg piensa que eso no se debe hacer, en mi opinión, él mismo
lo hace a menudo”.
25
*
26
agradecimiento a las aportaciones de un historiador que, a pesar de proceder de otra
disciplina, ha sabido leer textos literarios además de contribuir también
metodológicamente a su lectura.
27
*
Parece, por tanto, haber un elemento que permite agrupar a las ciencias
humanas bajo el rótulo de ciencias o disciplinas interpretativas. Mientras que las
ciencias naturales contemplan la posibilidad de la experimentación para probar sus
hipótesis, el modo de operar en ciencias humanas no permite este tipo de
comprobaciones. El objeto de estudio en las ciencias humanas no siempre está
presente, ni podemos reproducirlo en un experimento; su conocimiento se alcanza a
través de “vías indirectas”. Es decir, lo específico de las ciencias humanas es un tipo
de conocimiento indirecto a través de la lectura o interpretación de cosas que
pueden ser significativas y que pueden remitirnos a algo que no está, pero con lo
que están relacionadas.
28
italiano detecta en muchos saberes prácticos que habían guiado la vida de la
humanidad así como también en ciertas disciplinas “cultas” como, por ejemplo, la
historia del arte o el psicoanálisis. Le parecía a Ginzburg que la atención y el análisis
de esta forma de conocer quizá pudieran ayudar a salvar “el tembladeral de la
contraposición entre 'racionalismo' e 'irracionalismo'” que acuciaba a las ciencias
humanas en los años 70 (Ginzburg, 1986:185). Y esto porque en historia, los restos
que quedaron de los hechos que sucedieron son precisamente los que nos hablan
del pasado. El reconocimiento a partir de una ausencia orienta al historiador o al
investigador en ciencias humanas hacia una aventura de sesgo hermenéutico. En
este sentido, en varias ocasiones se ha contemplado la propuesta indiciaria dentro de
un paradigma más amplio: el de la hermenéutica entendida como ese “denominador
común” de las ciencias humanas del que hablaba Dilthey.
29
Pomian, es “el interés por los casos excepcionales, por las singularidades”, con las
que opera habitualmente. Hay que precisar que no son éstas un fin en sí, sino que,
como Pomian matiza, su forma de trabajo se basa más bien en el hecho de que las
singularidades “presentan bajo una forma plegada los procesos de gran envergadura
que trabajan la sociedad y la cultura” (p. 456). Trasladando esto al caso Ginzburg,
podríamos afirmar que su característico interés hermenéutico por lo individual y lo
cualitativo, manifiesto en el estudio de casos excepcionales, se refiere también a las
normas de las que los indicios podrían ser una excepción. Es éste el caso del
molinero Menocchio, protagonista de El queso y los gusanos. En el análisis de un
fenómeno especial dentro de los cauces habituales de transmisión cultural en la
Italia del siglo XVI -que Menocchio leyera ciertos libros poco comunes entre la
gente del pueblo e interpretara y asimilara de una manera muy particular los nuevos
aires de pensamiento de la época desde su “humilde” perspectiva-, hallamos
información sobre el curso “normal” de la lectura en la época.
30
Fiction et herméneutique au XIXe siècle (2007). Aprovechando el contexto finisecular del
paradigma indiciario y la alusión que en él se hace a la literatura decimonónica,10 Del
Lungo establece una tipología de signos (indicio, huella, pista…) según la cual se
podría clasificar la novela de la época. Se trata de una aplicación muy original y
creativa del motivo del indicio, pero a la vez muy respetuosa con las bases del
paradigma indiciario y con su disposición hermenéutica.
10 En “Indicios” Ginzburg dedicaba unas líneas al papel que la novela desempeñaba para la
burguesía del siglo XIX, en tanto acceso a la experiencia en general y sustituto de los ritos de
iniciación.
31
L’une des fonctions prioritaires du signe dans le roman du XIXe siècle […]
réside dans le fait de permettre la définition des identités singulières, et donc
d’individualiser, mais aussi d’opérer un classement visant à déterminer les indentités
colectives, à la fois d’ordre typologique et social (p. 11).11
11 Ofrecemos la siguiente traducción: “Una de las funciones prioritarias del signo en la novela del
siglo XIX […] reside en el hecho de que permite la definición de identidades singulares, y por tanto
de individualizar, pero también de efectuar una clasificación en pos de la determinación de
identidades colectivas, a la vez de orden tipológico y social”.
32
signos no tienen un valor ornamental sino funcional, son reveladores
de mundos (pp. 14-15).
Del Lungo concluye su artículo con una pregunta muy interesante sobre la
superación del paradigma indiciario después de la novela decimonónica. Él mismo
responde aventurando que “le roman garde encore aujourd’hui son statut de forme
narrative à indices” (p. 20). Lo que nosotros proponemos en el capítulo sexto de
esta tesis es en cierto modo una continuación del trabajo de Del Lungo, porque
analizaremos la incidencia del paradigma indiciario en la novela modernista del
primer cuarto del siglo XX, en concreto en En busca del tiempo perdido de Marcel
Proust, como ha sugerido el propio Ginzburg. En todo caso, lo que nos interesa
subrayar aquí del estudio de Del Lungo es cómo en su aplicación privilegia el
aspecto hermenéutico del paradigma indiciario que él localiza en la estructura de la
novela decimonónica. Por añadidura, Del Lungo ha sabido reflejar la originalidad
del método de Ginzburg porque mediante su análisis indiciario de la novela
decimonónica podemos constatar cómo los indicios hablan de la historia, de la
ficción y de lo real.
33
Juaristi realiza en su ensayo una iluminadora exposición del método del
vienés, aplicando él mismo a su vez dicho método, es decir, leyendo y releyendo los
textos en los que Spitzer expone su metodología (Juaristi, 2009: 127).
En España Spitzer fue una autoridad incuestionada hasta los años setenta. A
Juaristi, como alumno de secundaria, discípulo de aquellos profesores de literatura
que se formaron en las universidades españolas de los años cincuenta, le llegó una
imagen de Spitzer que respondía más bien a un “ideal inalcanzable que [a] un
modelo a seguir” (p. 118). El autor explicaba que esto tenía que ver con la inmensa
erudición del filólogo y su perfecto dominio de varias lenguas extranjeras. “El
mecano estructuralista”, difundido en las universidades a partir de los años setenta,
liberó a la nueva generación de la “angustia de la influencia” (p. 118). Spitzer fue
relegado en los nuevos planes de estudio y quedó pendiente, como vemos en este
trabajo de Juaristi, una revisión que enmendara los errores del filólogo vienés.
34
propuso en su trabajo fue hacer “una exposición del método spitzeriano en sus
distintas fases” (p. 125) analizando su gestación en la trayectoria del filólogo a la luz
de las influencias de otros intelectuales.
Juaristi se centra en primer lugar por eso en la formación recibida por Spitzer
en el contexto austriaco anterior a la Primera Guerra Mundial y que explicaría su
futura inclinación hacia la filología. Como señala Juaristi basándose en la
observación de Carl E. Schorske, las enseñanzas medias privilegiaban un tipo de
formación clásica basada en el “terreno neutral” de la antigüedad greco-latina, en la
que la renovada élite austriaca educaba a sus hijos. Tanto los hijos de los cristianos
como los hijos de los judíos compartieron esta suerte de paideia clásica presentada,
en palabras de Spitzer, como una pöiesis perenne. En esta educación estaría el origen
del surgimiento de la intelligentsia judía europea, no sólo austriaca, de comienzos del
siglo XX. Muchos jóvenes judíos dejaron los tradicionales negocios familiares para
ocuparse del mundo de la cultura, del pensamiento y de las artes (p. 126).
12 Es importante tener en cuenta, como observa Juaristi, que “en la trayectoria de Spitzer no hay
‘verdaderas rupturas epistemológicas’, sino superaciones conservadoras, que integran los métodos
rebasados en una nueva síntesis” (p. 133).
35
Más adelante –sigue explicando Juaristi- tomó contacto con Hugo
Schuchardt, “un heterodoxo filólogo austriaco anti-neogramáticos”, que estudiaba la
motivación psicológica en la etimología y “concedía relevancia a la forma y
materialidad de los objetos y a sus efectos en la sensibilidad como factores
determinantes en la génesis de las palabras” (p. 130). En opinión de Juaristi,
Schuchardt fue el primer modelo para Spitzer de una nueva aproximación a la
literatura (p. 130). En esta misma línea también Rudolf Meringer, entregado a los
estudios psicolingüísticos, supuso una revelación para el joven Spitzer. Después de
1915 puso fin a su periodo etimologista con la publicación, en 1920, de la
investigación sobre los circunloquios para evitar la palabra hambre en la
correspondencia de los prisioneros de guerra italianos, investigación que realizó a
partir de su propia actividad durante la Guerra en la Oficina de Censura austriaca.
Sin embargo, como anunciaba el título del ensayo de Juaristi, hay otro
elemento de vital importancia en la formulación del “método spitzeriano”. Se
trataría de la influencia de Sigmund Freud, que Spitzer admitirá abiertamente entre
los años 1914 y 1926, que obedece principalmente a la “importancia de los
neologismos que se dan al nivel inconsciente de los sueños, en los lapsus linguae” (p.
132). Después de 1926 se desvincula del psicoanálisis, ya que lo encuentra poco
operativo en la aplicación a la literatura previa al siglo XVIII, en la que la
individualidad no había aún conquistado el terreno a los “grandes códigos [que]
aseguraban la inteligibilidad de la poesía occidental, es decir, la tradición clásica y la
cristiana” (p. 133).13
13 Dice Spitzer: “Lo que quiero objetar a este método es que, evidentemente, sólo es aplicable a
aquellos poetas que revelan de hecho tales asociaciones emocionales, es decir, a aquellos poetas
solamente que dejan transparentar en sus escritos sus fobias y sus idiosincrasias. Ya hay que excluir
a todos los escritores anteriores al siglo XVIII, época en que se descubrió y aplicó la teoría del
‘genio original’. Es muy difícil descubrir, antes de esa centuria, en ningún escritor, asociaciones
individuales, es decir, asociaciones no motivadas por la tradición literaria” (1989: 31, n. 7, citado por
Juaristi, p. 132-133). Juaristi ve en este desmarque una “inferencia apresurada” ya que no hace falta
esperar al romanticismo para encontrar huellas de individualidad en los escritores, algo de lo que
dan fe Dante, Quevedo o Rabelais (p. 133). Como veremos en la aplicación del método freudiano
36
La ruptura de Spitzer con Freud no llegó a ser, sin embargo, tan drástica, y,
como muestra Juaristi, podemos encontrar su impronta en el trabajo del filólogo
vienés después de 1925, complementado con otras aportaciones como, por ejemplo,
la “inspiración estructural” (p. 134).
Por añadidura, cuando en 1928 expone por vez primera su método, al que ha
llegado a partir de todas estas influencias citadas, no podemos no ver en él la
influencia freudiana:
que Ginzburg adapta en el paradigma indiciario, precisamente ahí donde menos se espera que aflore
la individualidad, como ocurre en las actas inquisitoriales, es donde los lapsus se vuelven
precisamente más significativos.
14 Como explica Enzo Traverso, en Walter Benjamin habría una oposición entre el concepto de
37
síntomas” y que “la única diferencia notable estriba en la correspondencia
biunívoca” (p. 138). El problema sería que Spitzer no deja claro si se parte de la
anomalía anímica o de la desviación lingüística. Evidentemente el filólogo no es un
psicoanalista, “no se le puede pedir que diagnostique a partir de un síntoma”, ni
tiene por qué conocer una teoría de las emociones (p. 138). ¿Cómo tendría que ser
entonces el procedimiento propuesto por Spitzer?
Juaristi dice que en este atolladero algo ayudó a Spitzer: la Gestalt de Oskar
Walzel, que estudiaba la influencia recíproca entre el contenido y la forma: “Una
misteriosa coordinación entre voluntad creativa y forma verbal” que se detectaba
mediante la operación básica del método spitzeriano “leer y leer, atenta e
insistentemente” (p. 138-139).
38
Resultado del talento, de la experiencia y de la fe […] Repentinamente, una
palabra, un verso, se destacan y sentimos que una corriente de afinidad se ha
establecido ahora entre nosotros y el poema. Frecuentemente he comprobado que, a
partir de ese momento, con la ayuda de otras observaciones que se añaden a la
primera, y las experiencias anteriores de la aplicación del círculo filológico, y el
refuerzo de las asociaciones proporcionadas por mi propia educación (todo ello
potenciado, en mi propio caso, por una urgencia casi metafísica de solución) no tarda
en producirse aquella característica a modo de ‘sacudida interna’, indicio seguro de que
el detalle y el conjunto han hallado un común denominador, el cual nos da la
etimología de la obra (Spitzer, 1989: citado por Juaristi, p. 142-143).
Como señala Juaristi, “el fin de siglo, tras la crisis del positivismo, asistía a un
intercambio intenso de influencias entre las ciencias humanas que pugnaban por
emanciparse de los modelos naturalistas” (p. 148), entre ellos el psicoanálisis
freudiano que también estaría entre los principales inspiradores de “Spie”.
39
Otra cuestión que acercaría el texto de Ginzburg al “método spitzeriano”,
sería la cuestión de la intuición que Spitzer vinculaba al concepto de Erlebnis. Como
aprecia Juaristi, Ginzburg no puede eludir el tema y, al final del artículo, tras
reconocer que es un verdadero “campo minado”, explica el lugar de la misma en el
paradigma indiciario. Diferencia una intuición alta, referida al conocimiento místico
y otra “baja”, “órgano del saber indicial” que se refiere a la “sagacidad” y a la
“penetración”, una “recapitulación fulmínea de procesos racionales” y que además
“vincula estrictamente al animal hombre con las demás especies animales”
(Ginzburg, 1999: 64, citado por Juaristi, p. 149).
No hay motivos para dudarlo, toda vez que el propio Ginzburg lo da por
supuesto al mencionar los “neologismos de Rabelais” entre otros ejemplos “de la
manera en que ciertos indicios mínimos han sido asumidos una y otra vez como
elementos reveladores de fenómenos más generales”. No solo Ginzburg remite a la
tesis doctoral del crítico vienés, sino que, además, ciertos pasajes de la obra de éste
parecen haber inspirado el esclarecimiento de las “raíces antiguas” del paradigma
indiciario (Juaristi, 2009:150).
40
personal ha consistido en pasar de la observación del detalle a unidades cada vez
más amplias, que descansan en creciente medida en la especulación” (Spitzer,
1989:42, rep. en Juaristi, 2009:150-151), puede resumir muy bien uno de los
aspectos más característicos del paradigma indiciario y a la vez la hermenéutica de
Schleiermacher. Desde este ángulo también vemos la relación entre hermenéutica y
paradigma indiciario, y muy claras las deudas de este paradigma con la hermenéutica
del siglo XIX.
41
‘généalogie’, ‘sémiotique’ ou encore, dans un sens élargi, ‘herméneutique’ sont des
désignations pour trouver des procédés vers un objet qui échappe” (p. 15).15
42
precisión, etc. que puede ofrecer este paradigma individualizante y flexible: “Dans
quelle mesure peut-on prendre en compte les indices dans une herméneutique
élargie à ce qui excède le langage? A quelles conditions les traces sont-elles
susceptibles d’une interprétation consistante?” (p. 76).16
16 “¿En qué medida se pueden tener en cuenta los indicios en una hermenéutica ampliada a aquello
que excede el lenguaje? ¿En qué condiciones las huellas son susceptibles de una interpretación
consistente?”
43
El problema, según Thouard, es la heterogeneidad de los signos con los que
se trabaja, que impediría operar en un sistema científico. Para ello, sugiere, habría
que restringir su campo. De otro modo la contemplación de indicios se convertiría
en una especie de semiótica universal que no tendría operatividad, ya que trabajar
con textos no es lo mismo que trabajar, por ejemplo, con cuerpos enfermos
(Thouard, 2007: 83).
17 “Una inferencia lógica que afirma su conclusión de manera solamente problemática o presumible
[...] pero que de todas formas tiene una forma lógica muy definida”
44
uso único y particular, por lo que la hipótesis ya no sería más que una regla
idiolectal. Las conjeturas de las que habla Ginzburg no serían otra cosa que este tipo
de abducciones mínimamente codificadas. Después el intérprete elegirá el contexto
más plausible, o el textualmente más verosímil, en el cual esos signos idiolectales
puedan tener sentido. La validación de este tipo de conjeturas tampoco parece muy
factible:
18“La aplicación a los textos de la conjetura abductiva no produce más que una hermenéutica muy
amplia, que incluso desborda el ámbito de la hermenéutica general de tradición lógica que operaba
sobre las reglas de traducción con una sutileza mucho mayor”.
45
Thouard valora de la aportación de Ginzburg que se extienda fuera de los
signos convencionales, lo que supone una ampliación a la hermenéutica que le
obliga a salir del ámbito de lo intencional. Pero esto no significa, para él, que el
paradigma indiciario sea un paradigma científico o un paradigma epistemológico
común a las ciencias humanas, ya que sus resultados, según Thouard, no serían
susceptibles de una verificación, por lo que concluyó que:
Des traces laissées par le gibier sur son passage aux signes de la divinité,
l’extension est surtout heuristique, le procédé indiciaire ne puvant prétendre constituer
à lui seul un domaine de connaissance, encore moins unifier les disciplines et les
practiques des sciences de l’homme, de l’esprit et de la culture (86).19
19 “De las huellas dejadas por la caza a su paso hasta los signos de la divinidad, la extensión es sobre
todo heurística, ya que el procedimiento indiciario no puede pretender constituir por sí solo un
ámbito de conocimiento; mucho menos unificar las disciplinas y las prácticas de las ciencias del
hombre, del espíritu y de la cultura”.
46
Es precisamente la cuestión abierta por Thouard sobre la pertinencia del
paradigma indiciario como método hermenéutico aplicado a los textos literarios la
que ha suscitado el tema de nuestra tesis. Al hilo de esta discusión, nos interesa
continuar reflexionando en torno a la pregunta planteada en el coloquio de Lille
sobre las ventajas y las limitaciones del procedimiento indicial y especialmente sobre
su aplicación a la literatura. Como se verá, el orden de nuestro análisis no sigue
estrictamente el de los inconvenientes sugeridos por Thouard, sino que se ordena en
función del lugar del paradigma indiciario en la obra de Ginzburg, donde hemos
creído encontrar algunas respuestas a las cuestiones planteadas en Lille (por ejemplo
en la cuestión de la prueba, que desarrollamos en el capítulo cuarto).
47
de extrañeza, de alteridad respecto de las corrientes predominantes en cada
momento en los estudios literarios, serían precisamente indicativos de su pertenencia,
más o menos explícita, más o menos polémica, al horizonte de las ciencias diltheyanas
del espíritu y, por consiguiente, al de la hermenéutica literaria (Wahnón, 2009: 17).
48
CAPÍTULO I: UN POCO DE HISTORIA. ORÍGENES DEL
PARADIGMA INDICIARIO
Hasta los más ingenuos policías saben que no debe creerse sin más a los
testigos.
Marc Bloch, Apología por la historia o el oficio de historiador.
Una vez establecido el marco (la historia de las clases populares), el objeto
(las creencias) y el objetivo (la reconstrucción), nos detendremos en la descripción
de la primera obra de Ginzburg, I benandanti (1966). De ella extraemos los
problemas epistemológicos que le planteó la documentación de la que disponía, las
actas de los juicios de la Inquisición (la irracionalidad de las creencias, las propias
fuentes inquisitoriales) y las estrategias para tratar con esos problemas (la atención a
elementos marginales, ayuda de una lectura lenta de ascendencia hermenéutica).
49
indiciales”. La cuestión entre racionalidad e irracionalidad, la reconsideración de los
elementos marginales y el apoyo de la filología permitirán al autor plantear un
modelo cognitivo útil y adecuado al estatuto interpretativo de las ciencias humanas.
50
1. 1. HISTORIA DE LAS CLASES SUBALTERNAS
51
*
En el siglo XIX, la historia, que hasta entonces había sido una actividad
alimentada por iniciativas más o menos individuales de eruditos, filósofos o
anticuarios, comenzó a gozar de reconocimiento académico. Se crearon cátedras
especializadas y la disciplina se institucionalizó, lo que favoreció “la adquisición y
difusión del conocimiento histórico” (Sánchez Marcos, 2012: 37). Los estados
nacionales del mundo europeo-occidental estaban detrás de este proceso porque el
estudio de su genealogía formaba parte del programa de consolidación nacional y de
expansión colonial que marcó el siglo.
Este modelo historiográfico, que pervivió en los métodos escolares hasta los
años 80 y 90 del pasado siglo, ya había evidenciado sus limitaciones desde finales del
XIX:
52
Tras la Primera Guerra Mundial se acentúa la necesidad de un cambio en el
rumbo de la disciplina. Los historiadores, al querer explicar el mundo en el que
vivían, sentían insuficiente el modelo historiográfico decimonónico. Para poder
ocuparse de la realidad y de la vida de todos, consideraron que la historia que se
escribiera debía atender a la economía, a la sociedad, a la política y a la mentalidad y
no sólo a los acontecimientos que involucraban únicamente a figuras notables.
20Al dinamismo de Annales se opondrán una serie de historiadores que continuarán con el
inmovilismo de las universidades tradicionales como Toynbee, Spengler, Namier o Croce.
21 Los dos años anteriores el subtítulo había sido Annales d’histoire sociale (1939-1941).
53
acogieron en su expansión interdisciplinar al amparo de los paradigmas dominantes
(marxismo, estructuralismo...), apuntaban hacia interpretaciones abarcadoras de la
totalidad, que permitieran explicar las estructuras profundas y dialécticas que
vertebran las sociedades.
54
Ma rencontre avec les écrits et la figure de Marc Bloch remonte à plus de
cinquante ans. Je dois à celui qui reste peut-être son livre le plus original et le plus
novateur - je veux parler des Rois thaumaturges - l'élan définitif qui m'a dirigé, alors que
je n'étais qu'un étudiant aux premières armes, vers le métier d'historien. Je me
souviens encore de l'émotion avec laquelle j'ai commencé à feuilleter les pages de la
première édition, celle de 1924 (il faudrait encore attendre pour la réedition
anastatique et pour l'édition précédée de la lumineuse introduction de Jacques Le
Goff). À l'émotion s'ajoutait la surprise: elle naissait du thème inusuel et de la manière
dont il était abordé (Ginzburg, 2010: 1).23
Del Bloch de Les rois thaumaturgues recogerá estos dos elementos clave: el
tema poco común; el estudio, dentro del campo de la cultura, de fenómenos
irracionales como la brujería -en Bloch la creencia en los poderes mágicos de la
monarquía-, y la novedad metodológica de la obra del francés, cuya combinación
entre morfología e historia se consideró la inauguración de la antropología histórica
(Le Goff, 1993: 8).
23 “Mi encuentro con los escritos y la figura de Marc Bloch se remonta a más de cincuenta años.
Debo al que sigue siendo su libro más original y el más innovador – me refiero a Reyes taumaturgos –
el impulso definitivo que me encaminó, cuando yo era aún estudiante en mis primeras armas, al
oficio de historiador. Aún recuerdo la emoción con la que empecé a hojear las páginas de su
primera edición, la de 1924 (había que esperar aun por la reedición anastática y por la edición
precedida por la luminosa introducción de Jacques Le Goff). A la emoción se añadía la sorpresa:
surgía tanto por lo inusual del tema como por la manera como lo trataba” (La traducción es
nuestra).
55
panorama general de la historiografía europea y aquello que de manera más directa
recibió nuestro joven historiador. Vamos a detenernos por tanto en uno de los
debates sobre la historia que ocupaban a los intelectuales italianos en torno a los
años 60.
En los Cuadernos de la cárcel, la obra del pensador sardo escrita en prisión entre
1929 y 1935, se analiza la relación entre clases dominantes y subalternas y se otorga
a la dimensión subjetiva y cultural un papel primordial.25 El ejercicio de la
hegemonía, otro concepto gramsciano, consiste en “el ejercicio de las funciones de
dirección intelectual y moral unida a aquella del dominio del poder político”.
Somete, mediante la imposición de la “ideología”, al control de las clases
hegemónicas la “visión del mundo” de las clases subalternas (Gramsci, C. XXIII; R.
191-193).
24 Para evitar la censura carcelaria, Gramsci crea una terminología que no coincide exactamente con
la tradicional marxista.
25Basta un vistazo a los títulos de algunos de los cuadernos El materialismo histórico y la filosofía
de Benedetto Croce (1948), Los intelectuales y la organización de la cultura (1949), Literatura y vida
nacional (1950) para constatar el lugar central de la cultura en el pensamiento de Gramsci.
56
La voluntad de Gramsci de alcanzar la manumisión de los grupos sociales
subalternos (la cuestión que late tras sus pensamientos es siempre ¿cómo puede la
clase dominada volverse hegemónica?) hace imprescindible para este fin el análisis
no sólo de su historia, sino también de su cultura, denominada folclore, expresión
de una desequilibrada relación jerárquica con la cultura de las clases dominantes o
alta cultura.
57
E decisiva era stata anche per me, come per tanti altri, la lettura degli scritti di
Antonio Gramsci: le lettere dal carcere prima, i quaderni del carcere poi. Senza le
pagine di Gramsci sul folklore e le classi subalterne, I benandanti non sarebbe mai stato
scritto (Ginzburg, 2013: 2).26
Las dos grandes corrientes dentro del estudio de las clases subalternas,
explicaba Hobsbawm, se habían ocupado o bien de los movimientos
revolucionarios y obreros en Europa o bien de los movimientos de liberación
nacional o social en los países subdesarrollados. En menor medida habían surgido
también los estudios, aun incipientes, sobre la nueva “cultura popular” en Inglaterra
y otros que se ocupaban de la sociología de las religiones (Hobsbawm, 1960: 48).
26 “Y ha sido para mí decisiva, como para tantos otros, la lectura de los escritos de Antonio
Gramsci: primero las cartas de la cárcel, y luego los cuadernos de la cárcel. Sin las paginas de
Gramsci sobre el folklore y las clases subalternas, I benandanti no hubiera sido escrito”. (La
tradución es nuestra).
58
el seno de las sociedades y el poder de las mismas en el cambio social (p. 53). Esto,
desde su punto de vista, no podía dar cuenta de una historia también hecha por la
lucha de clases y las revoluciones, en otras palabras, de la evolución de las
sociedades. Así, la adopción del término gramsciano “subalterna” venía a orientar
hacia el marxismo los futuros trabajos y a subsanar el déficit en el estudio de las
clases populares en tanto que aportaba su visión diacrónica (histórica) y de cambio
(la dialéctica de la lucha de clases) que la antropología no había contemplado.
Escuela de Manchester, cuyo departamento de Antropología fue fundado en 1947 por Max
Gluckman.
59
Antes era válido acusar a quienes historiaban el pasado de consignar
únicamente las “gestas de los reyes”. Hoy día ya no lo es, pues cada vez se investiga
más sobre aquellos que callaron, expurgaron o simplemente ignoraron (Ginzburg,
1976: 13).
El problema de las fuentes, del que Gramsci era consciente (“La historia de
los grupos sociales subalternos es necesariamente disgregada y episódica”), y que fue
28 En el prólogo Ginzburg (1976: 233) remite a la siguiente cita que recogemos entera aquí: “Utilizo
el término gramsciano ‘clases subalternas’ porque designa una realidad lo suficientemente amplia y
no tiene la connotación paternalista, más o menos deliberada, de ‘clases inferiores’. Sobre las
polémicas suscitadas en su momento por la publicación de Gramsci sobre el folclore y clases
subalternas, véase la discusión entre E. de Martino, C. Luporini y F. Fortini et al. (véase la lista de
interventores en L. M. Lombardo Satriani Antropologia culturale e analis della cultura subalterna,
Rímini, 1974, p. 74, nota 34). Para los términos actuales de la cuestión, en parte eficazmente
anticipados por E. J. Hobsbawm, “Per lo Studio delle classi subalterne”, en Società, XVI, 1960”.
29 Tesis defendida en su primer ensayo “Brujería y piedad popular. Notas a propósito de un proceso
60
señalado en una nota al pie en el artículo de Hobsbawm (nº 14), conecta más
estrechamente con las que serán las verdaderas preocupaciones de Ginzburg.
61
1. 2. LA 'HAIRESIS MAXIMA' DE MARGARET MURRAY
62
de las brujas. En The Witch Cult in Western Europe (1921) defendía la pervivencia de
una religión precristiana diánica ligada a la fertilidad cuyo ceremonial se
correspondía con lo que los jueces identificaban como aquelarre. Basándose en la
documentación que le ofrecían los procesos celebrados en Essex en 1645, interpretó
las confesiones de los acusados como prueba de la pervivencia en las Islas Británicas
de esta religión precristiana.
El paganismo, de tan difícil erradicación en las Islas, tal y como atestiguan los
numerosos edictos y leyes publicados desde el siglo VII, remitiría a la antigua
religión de Europa Occidental, de origen remotísimo y ligada a la fertilidad. Sus
supuestas divinidades venían a aunar cultos báquicos tracios en los que la divinidad
sufriría transformaciones en animales (como el Dios Cornudo al que la
investigadora inglesa dedicará otra de sus obras The God of the Witches, 1931), con el
culto a Diana -también conocida como la reina de los Elfos, la reina de las Hadas,
Hécate, Herodías, Perchta etc.- protagonista, como veremos más adelante, de
múltiples creencias de difusión continental.
30Murray diferencia entre “operative witchcraft” y “ritual witchcraft”. La primera sería similar a lo
que en castellano entendemos como “hechicería”: conjuros y pociones recitados o administradas
con distintos fines. La ritual se referiría a la celebración de aquelarres.
31 Como observa Ginzburg (1986: 19), curiosamente, al no poder encajar dentro de las posibilidades
reales de los ritos el elemento del vuelo nocturno característico del sabbat, Murray hacía un ejercicio
crítico y achacaba a los jueces esta fantasía, lo que no hacía con el resto de elementos “verosímiles”.
63
Las tesis de Murray han sido ampliamente criticadas e invalidadas por los
historiadores de la brujería, y su libro, según explica Ginzburg (1986: 19) se
consideró como el “propio de una aficionada, absurdo y falto de cualquier valor
científico” (Ginzburg, 1986: 19). La crítica del antropólogo A. Macfarlane en
Witchcraft in Tudor and Stuart England (1970), señala dos elementos clave. En primer
lugar, advierte que la lectura que Murray hace de las actas de los juicios sería errónea
en tanto que interpreta las declaraciones “como si fueran informes de hechos reales
en vez de creencias” (Ginzburg, 1986: 14). En segundo lugar, la presencia del
estereotipo del aquelarre en los juicios en los que se basa Murray (Essex, 1645), es
algo, según Macfarlane, excepcional. Como ha demostrado este antropólogo, el
aquelarre en las Islas Británicas no gozaba, ni mucho menos, de la difusión que tenía
en Europa continental. Su presencia en dichos juicios habla del “influjo
[evidentemente sobre los jueces] de ideas que provenían del continente” y
demostraría, contradiciendo la tesis de Murray sobre el rito precristiano, un origen y
elaboración cultos en el estereotipo del aquelarre.32
Las críticas suscitadas son de gran interés para nosotros, ya que plantean una
serie de problemas metodológicos en los que se apoyará Ginzburg tanto en I
benandanti como en Historia nocturna.
32 Así define McFarlane la peculiaridad de los juicios de Essex: “estos procesos fueron
‘excepcionales’, ‘anormales’, llenos de elementos ‘extraños’, ‘extravagantes’, que denotaban el
influjo, [evidentemente sobre los jueces] de ideas que provenían del continente” (Ginzburg, 1986:
14).
64
Mise à part la sympathie romantique de Michelet pour la sorcière “rebelle”, il
faut attendre les recherches de l'égyptologue anglaise M. Murray pour voir se
manifester un véritable intérêt pour les croyances des sorcières, ou supposées telles.
Disciple de J. Frazer, et donc attachée aux problèmes de la magie et de la mentalité
des “primitifs”, M. Murray ne s'est pas limitée à souligner l'intérêt ethnologique des
confessions des accusées. Renversant paradoxalement la problématique - plus intuitive
que raisonnée - jusqu'alors admise, elle accorda à ces confessions une autre crédibilité
(au sens positiviste de crédibilité externe d'une source). M. Murray considérait les
assemblées décrites par les accusées comme réelles et interprétait la sorcellerie comme
une religion très ancienne, un culte préchrétien de la fertilité, que les juges, plus ou
moins sciemment, réduisaient à une perversion diabolique. Tout en renfermant, nous
le verrons, une parcelle de vérité, la reconstruction formulée sans nuances de ce
supposé culte de la fertilité s'appuyait sur des procès très tardifs où l'assimilation du
schéma inquisitorial (Sabbat, unions avec le diable, etc.) était déjà réalisée. Rejetée tout
d'abord par les anthropologues et les ethnologues, la “thèse” de M. Murray finit par
s'imposer malgré ces défauts de taille. Il manquait en effet - et il manque toujours, si je
ne me trompe - une autre interprétation générale de la sorcellerie populaire: purifiée
de ses affirmations les plus risquées, l'interprétation de la chercheuse anglaise faisant
des orgies du sabbat une déformation d'un rite ancien de fertilité devint vraisemblable.
W. E. Peukert, entre autres, donna une nouvelle formulation de cette version nuancée.
[…] on ne peut utiliser sans critique les confessions des sorcières, sans
distinguer ce qui, en elles, est d'origine inquisitoriale et ce qui, au contraire, est
d'origine populaire”. (Ginzburg, 1966:7-8).33
33 Aparte de la simpatía romántica de Michelet por la bruja “rebelde”, hay que esperar a las
investigaciones de la egiptóloga inglesa Murray para ver manifestarse un verdadero interés por las
creencias en las brujas o supuestamente tales. Discípula de J. Frazer, y por lo tanto ligada a los
problemas de la magia y de la mentalidad de los “primitivos”, M. Murray no se limitó a subrayar el
interés etnológico de las confesiones de las acusadas. Invirtiendo paradójicamente la problemática –
más intuitiva que razonada – admitida hasta entonces, concedió a estas confesiones una credibilidad
distinta (en el sentido positivista de credibilidad externa de una fuente). M. Murray consideraba
reales las asambleas descritas por las acusadas e interpretaba la brujería como una religión muy
antigua, un culto precristiano de la fertilidad, que los jueces, más o menos conscientemente,
reducían a una perversión diabólica. Encerrando en sí, como veremos, una parcela de verdad, la
reconstrucción formulada sin matices de este supuesto culto de la fertilidad se apoyaba en procesos
muy tardíos en los que ya se había realizado la asimilación del esquema inquisitorial (Sabbat,
alianzas con el diablo, etc.). Rechazada en un principio por los antropólogos y los etnólogos, la
65
Sin embargo, continúa la explicación de Ginzburg (1986: 20), la
desacreditación total de las tesis de Murray, ha tenido “el efecto negativo de
desalentar implícitamente las investigaciones sobre los elementos del aquelarre
ajenos a los estereotipos doctos” (Ginzburg, 1986: 19). Siguiendo la tradición
ilustrada que descartaba la voz de los acusados como delirios, fantasías o
simplemente efecto de las presiones de los jueces, las investigaciones sobre brujería
se han interesado más bien por lo que aparece documentado “directamente” en
manuales o lo que se puede tomar al pie de la letra en las actas de juicios y
documentos; se considera así inverosímil el culto que se achacaba a brujos y brujas.
Parecería que sólo pudieran tenerse como materia de estudio las creencias de los
inquisidores.
“tesis” de M. Murray acabó por imponerse a pesar de sus defectos de bulto. Hacía falta
efectivamente – y si ni me equivoco, hace falta aun – otra interpretación general de la brujería
popular : purificada de sus afirmaciones más arriesgadas, la interpretación de la investigadora
inglesa que hacía de las orgías del Sabbat una deformación de un antiguo rito de fertilidad se hizo
verosímil. W. E. Peukert, entre otros, ofreció una nueva formulación de esta visión matizada […]
no podemos utilizar de manera acrítica las confesiones de las brujas, sin distinguir lo que en ellas es
de origen inquisitorial y lo que, al contrario, es de origen popular”. (De ahora en adelante, todas las
traducciones de I benandanti, realizadas a partir de la version francesa que hemos manejado, Les
batailles nocturnes, son nuestras. Aunque existe una edición en castellano Los benandanti nos ha sido
imposible hacernos con ella).
34 Recordamos ahora la disposición favorable de Gramsci hacia el folclore y los elementos
irracionales de la cultura popular que, como las creencias de las brujas, no eran considerados serios
o de interés ni por las disciplinas académicas ni por el sentido común.
66
Murray que interpretaba literalmente los testimonios. El problema de la
investigadora es que la “voluntad, racionalista a su vez, de buscar en dichas
confesiones descripciones exactas de los ritos [le] lleva […] a un callejón sin salida”
(p. 20) ya que, a poco que se considere el protocolo de los juicios de la Inquisición,
es imposible creer literalmente las confesiones de los acusados. Tomada esta
precaución, la propuesta de Ginzburg pasa por una lectura articulada en dos puntos:
35 En el prólogo a El queso y los gusanos el autor hace referencia a las tesis de Bajtín sobre la
67
la incapacidad para aislar, en los testimonios sobre el aquelarre, las inclusiones
acaecidas en el curso de los siglos por las intervenciones prácticas y doctrinales de los
jueces, inquisidores y demonólogos. En vez de intentar distinguir los estratos más
antiguos de las sucesivas superposiciones, Murray admite de modo acrítico (y esto sin
contar con las manipulaciones textuales ya señaladas) el estereotipo ya consolidado del
aquelarre como base para la propia interpretación, haciéndola completamente
inaceptable (p. 20).
b) En segundo lugar habría que dirigir una mirada crítica hacia lo que pueden
documentar los testimonios de los acusados. Como documentos no pueden
asegurar la celebración de ritos, tal y como defendía Murray; en todo caso son
testimonio de creencias arraigadas en la mentalidad popular. Ginzburg considera el
valor documental de las descripciones, al igual que Murray, pero limitando sus
posibilidades: “casi todas las descripciones del aquelarre no proporcionan prueba
alguna de acontecimientos de esta índole. Lo cual no quiere decir, obviamente, que
estén faltos de valor documental: simplemente, documentan mitos, no ritos” (p. 19).
68
bloques de fuerza “ideológica”: elementos de creencias populares previas y el
estereotipo del aquelarre de las fuentes doctas (extranjeras además en el caso de
Inglaterra). Entre los dos bloques se establece un diálogo marcado por la relación de
fuerza en la que los doctos llevan las de ganar. De ahí el interés documental de
investigar los estratos previos al eclipse total de la vieja creencia.
69
1. 3. EN UNA NOCHE OSCURA…
Uno de los motivos que desalentaba el trabajo sobre las clases subalternas del
pasado y, por extensión, sobre su cultura o sus creencias, era la dificultad de
documentar un mundo que habitualmente desaparece sin apenas dejar huella. Desde
nuestra perspectiva “letrada”, la ausencia de testimonios escritos, habitual en la
cultura popular, supone un obstáculo no siempre fácil de superar. Su carácter
eminentemente oral ha sido remediado en el caso de los antropólogos con el trabajo
de campo, ya que la contemporaneidad de sus investigaciones les permite
entrevistarse con testigos vivientes de las clases subalternas occidentales o de los
pueblos lejanos que estudian. Pero el historiador no cuenta con esta posibilidad.
Cuando en la primera mitad de siglo XX la historia se aventuró más allá del estudio
de las élites dirigentes, los impedimentos de acceso al nuevo objeto propiciaron
interesantes debates metodológicos que enriquecieron la práctica historiográfica al
tratar precisamente de subsanar la dificultad ante la que se hallaban.
70
el que elementos dispersos y fragmentarios de origen popular irrumpían en la
práctica de la hegemonía cultural de la Iglesia. Estas brechas en documentos
inquisitoriales son las que posibilitaron la reconstrucción de antiguas creencias
ligadas a la fertilidad y al más allá que aún circulaban entre los campesinos en la
región norditaliana del Friuli en los siglos XVI y XVII.
71
conjunto de rasgos comunes a una creencia compartida por la comunidad
campesina del Friuli. Una creencia bifurcada en dos tradiciones míticas, una asociada
a la fertilidad y la otra al mundo del más allá. La primera, ligada a las Cuatro
Témporas38, consistía en unas misteriosas batallas nocturnas que tenían lugar cuatro
veces al año, en fechas cercanas a los cambios de estación, por una buena cosecha.
Los benandanti salían en alma y peleaban, armados de ramas de hinojo, contra brujos
y brujas que blandían ramas de sorgo. La victoria de los benandanti aseguraba la
cosecha. Benandanti eran los que habían nacido con la “camisa”, es decir, protegidos
por la placenta, señal que les confería el poder sobrenatural no sólo de las salidas
nocturnas en alma sino también el de desencantar a los hechizados. Cuando los
jueces les recriminaban frecuentar brujos y brujas y “vagabonder la nuit en compagnie de
sorciers et de farfadets” (Ginzburg, 1966: 17) ellos explicaban qué significaba ser
benandante. Ginzburg transcribe sus palabras:
“Le jeudi de Chacun de Cuatre Temps de l'année, nous devons nous rendre avec ces sorciers
en diverses campagnes; à Cormons, devant l'église de Iassico, et même en la campagne de Vérone” où
“nous nous livrons à des combats, des jeux, des sauts; nous chevauchons divers animaux, pratiquons
différentes activités; les femmes frappent à coups de tiges de sorgho les hommes qui les accompagnent et
qui n'ont en main que des branches de fenouil”. (cit. por Ginzburg, 1966: 17-18).
[…]
Je suis benandante parce que je pars avec les autres combattre quatre fois par an, c'est-à-dire
aux Quatre Temps, la nuit, de façon invisible, en esprit; seul le corps demeure. Nous, nous partons en
faveur du Christ; les sorciers en faveur du diable. Nous combattons les uns contre les autres, nous avec
38 La traducción francesa emplea el término “les Quatre Temps”; en castellano, las Cuatro
Témporas. Son cuatro momentos del año litúrgico (Cuaresma, Pentecostés, La Cruz de septiembre
y Adviento) coincidentes más o menos con las cuatro estaciones y consagrados especialmente a la
plegaria y a la penitencia. Con el tiempo se asociaron a las Rogativas, procesiones que desde la
iglesia iban a los campos cantando las letanías de los santos para bendecir los cultivos y pedir
buenas cosechas. Cada salida se orientaba hacia una dirección más o menos coincidente con un
punto cardinal, de modo que, al cabo del ciclo, quedaba trazada la cruz sobre el lugar. En algunos
documentos de delimitación de fincas o lugares se usa la expresión “por las cuatro letanías” para
indicar los cuatro puntos cardinales, es decir, por los cuatro lados.
72
les branches de fenouil, eux avec les tiges de sorgho” “si nous sommes vainqueurs, c'est une année
d'abondance, si nous sommes vaincus, c'est une année de disette”. “Font partie de cette “compagnie”
tous ceux qui “sont nés coiffés...” (p. 23).39
Los elementos que conforman el conjunto mítico de las dos ramas de los
benandanti emergen de manera dispersa y fragmentaria en el conjunto de los procesos
friulanos examinados. Dado que se trataba de una creencia circunscrita socialmente
al mundo campesino, los jueces consideraban a los acusados sospechosos de
prácticas brujescas. En su defensa, cuando alegaban no tener trato con el diablo ni
39 “Los jueves de cada una de las Cuatro Témporas del año, tenemos el deber de encontrarnos con
estas brujas en diversos campos; en Cormons, delante de la iglesia de Iasco, o incluso en el campo
de Verona” allí “nos entregamos a combates, juegos, saltos; cabalgamos sobre diversos animales,
practicamos distintas actividades; las mujeres golpean con ramas de sorgo a los hombres que las
acompañan y que no llevan consigo sino ramas de hinojo”[…] “Yo soy benandante porque parto
con los otros a combatir cuatro veces al año, es decir en las Cuatro Témporas, por la noche,
invisible, en espíritu; solo el cuerpo permanece. Nosotros partimos a favor de Cristo; las brujas a
favor del diablo. Combatimos los unos contra los otros, nosotros con las ramas de hinojo, ellos con
las ramas de sorgo” “si salimos vencedores, es un año de abundancia, si somos vencidos, es un año
de escasez”. “Forman parte de esta ‘compañía’ todos los que “nacen con la camisa”.
40Se trata de una forma asociada a aquella creencia en la que Murray vio la perpetuación del culto
diánico precristiano del que hablaba en The Witch Cult in West Europe.
73
ser perjuros, sino luchar del lado de Dios y de la cristiandad por la abundancia de las
cosechas, los inquisidores no daban crédito a las fantasías que en nombre de la fe se
desplegaban ante sus ojos. Para ellos, igual que para el historiador moderno, el
término benandante era absolutamente desconocido.
74
detalles se hace aun más fuerte cuanta más presión ejercen los inquisidores, de
modo que, tras la larga serie de procesos, los propios campesinos terminan por
identificar con el sabbat diabólico los distintos rasgos de su creencia.
75
siempre quedan resquicios que hablan de la presencia de elementos ajenos, filtrados
de manera inconsciente y en relación circular con la cultura hegemónica.42
42 En Historia nocturna (1989) el investigador rastrea en una documentación mucho más amplia la
76
1. 4. EL ALBERGUE DE LOS POBRES
43 La obra, que se convirtió en un verdadero manual para los jueces, compendia las creencias de los
77
Curiosidad y estupefacción dirigirán desde el primer momento los interrogatorios.
La primera denuncia contra un benandante la hace el cura rural que, desconcertado,
explica así a los frailes del convento de San Francesco de Cividale, las “plaisanteries”
que acaba de escuchar en boca de su feligrés:
“Il me répondit qu'il était benandante et que la nuit, le plus souvent le jeudi, il part avec les
autres, ils se rassemblent en certains lieux pour faire la noce, danser, manger et boire; à leur retour, les
malandanti descendent boire dans les caves et urinent dans les barriques. Si les benandanti ne les
suivaient pas, le vin serait piqué; et d'autres plaisanteries du même genre, auxquelles je ne crois pas,
alors j'ai cessé de le questionner” (cit. por Ginzburg, p. 20).44
Las palabras del cura de Brazano son la primera muestra que nos habla de la
disposición ambivalente que mantuvieron los eclesiásticos hacia los benandanti. Su
acercamiento combina desde el primer momento curiosidad e intriga con
desasosiego, impaciencia e incredulidad, actitudes que les llevan a calificar de
“plaisanteries” todas esas “fabulaciones”.
Los encuentros nocturnos (“pour se livrer à des 'sauts', des 'réjuissances', des
'banquets' et des 'noces'”) de los benandanti, vistos desde la perspectiva intelectual de los
inquisidores, evocan en cierto modo la imagen del sabbat (p. 20). Sin embargo, entre
los elementos particulares del mito benandante no se contempla la presencia
demoníaca ni ninguna forma de transgresión religiosa o abjuración de la fe. Los
acusados insisten en defender su perfecta religiosidad en el marco de lo que
entienden como catolicismo y presentan sus batallas nocturnas incluso como una
defensa de dicha fe: se baten contra brujos y brujas llamados por Dios, sanan a los
enfermos y desembrujan a los hechizados. La diferencia evidentemente es crucial y
44 “Me respondió que era “benandante” y que por la noche, generalmente los jueves, sale con los
otros, se reúnen en determinados lugares para armar juerga, danzar, comer y beber; a la vuelta, los
“malandanti” bajan a beber a la bodegas y orinan en las cubas. Si los “benandanti” no les siguen, el
vino se picará; y así otras tonterías parecidas en las que yo no creo, por lo que dejé de interrogarle”.
78
desata el nerviosismo de los jueces que no logran encajar en sus esquemas estas
“plaisanteries”.
A partir de este desajuste entre cultura dominante y cultura popular surge una
relación de fuerza en la que la voluntad de comprensión de los inquisidores se
convierte rápidamente en un progresivo encaje y asimilación del mito benandante al
del sabbat.
Frère Felice avait gardé une attitude passive, mêlée de stupeur et de curiosité
distante. Maintenant, devant la brèche inespérée ouverte par Gasparutto, la technique
de l'interrogatoire change, devient délibérément suggestive; l'inquisiteur veut à tout
prix faire coïncider les confessions du benandante avec le modèle dont il dispose: le
sabbat (p. 28).45
45 “El padre Felice había mantenido una actitud passiva, mezcla de estupor y de curiosidad distante.
Ahora, delante de la inesperada brecha abierta por Gasparutto, la técnica del interrogatorio cambia,
se convierte deliveradamente en sugestiva; el inquisitor quiere a toda costa hacer coincidir las
confesiones del benandante con el modelo de que él dispone: el sabbat”.
46 Ginzburg dice exactamente : “Cette ambigüité se reflète sur le plan lexical: la notion de la
différence profonde voire de l’antagonisme entre sorcières et sorciers, c’est-a-dire ‘les hommes et
les femmes qui font du mal’ d’une part, et ‘les hommes et les femmes benandanti’ de l’autre, ne
semble s’élaborer qu’avec peine dans la consciente populaire elle-même. Ainsi, un curée de
campagne comme Sgabarizza a d’abords recours, de façon significative, à une traduction
approximative du terme perçu comme étranger: ‘vagabonds et dans leur langage benandanti’” (p. 21).
“Este antagonismo se refleja sobre el plano lexico: la idea de la profunda différencia, el
antagonismo entre brujas y brujos, es decir ‘los hombres y las mujeres que hacen el mal’ por una
parte, y ‘los hombres y las mujeres benandanti’ por la otra, no parece elaborarse sino con pena en la
conciencia popular. Así, un cura rural como Sgabarizza, recurre, de manera significativa, a una
79
21) o “viandante” (p. 24) y terminará por contaminar a los propios campesinos que
acaban ellos también autodenominándose “sorciers benandanti”:
Poco a poco los benandanti irán asumiendo, no sólo las expresiones de los
inquisidores, sino también sus mismos esquemas cultos. Vemos ya desde los
primeros procesos cómo sugieren elementos demoníacos superpuestos a los
elementos aparentemente ambiguos que surgen en las declaraciones. Por ejemplo,
cuando uno de los acusados explica que un ángel dorado fue a llamarlo para acudir
por primera vez a la batalla nocturna, el inquisidor rápidamente echa mano del
manual y le pregunta si le ofreció mujeres, comida o bailes, si se hizo adorar, si le
atemorizó o si tenía un trono, asimilándolo, consciente o inconscientemente, al
diablo (p. 28). Insinuaciones sostenidas de este tipo provocaron a la larga en los
acusados una crisis de creencia que, sumada a la inestabilidad propia de la cultura
subalterna, terminaron por fundir su creencia en los moldes de los esquemas cultos.
80
Por un lado, es de valorar el logro de reconstrucción de parte de una cultura
ancestral perdida. Por otro, desde el punto de vista cognitivo, el método empleado,
que años después enunciará el historiador en “Indicios”, es lo que más interés tiene
para nuestro propósito. “Indicios. Raíces de un paradigma de inferencias indiciales”
(1979) tiene un valor que trasciende a la disciplina en la que se originó. Tal y como
se anticipa en el propio título, se erigirá como un paradigma de conocimiento cuya
versatilidad puede dar resultados en otras disciplinas.
Este método que el historiador consigue identificar (ya veremos más adelante
cómo no es sólo su propia investigación la que lo fundamenta, sino un rastreo
histórico en modos de conocimiento alternativos), alude a tres problemáticas sobre
las cuales queremos reflexionar antes de adentrarnos en la explicación y análisis del
Paradigma Indiciario.
81
emotividad, es mucho más compleja, ya que sin eludir la irracionalidad del
fenómeno, el investigador no renuncia a su propia racionalidad.
hilo y las huellas (2006). También al discurso pronunciado con motivo del Premio Balzan en 2010.
82
Identifica el autor otra posible influencia en la afinidad que sintió al leer la
obra de Carlo Levi Cristo si è fermato a Éboli (1945) y su empatía hacia el mundo
campesino del Mezzogiorno italiano, importante contribución a la discusión sobre la
cuestión meridional tan relevante entre los intelectuales italianos durante toda la
primera mitad del siglo XX:49
49Véase el artículo “Más allá de Éboli: Gramsci, De Martino y el debate sobre la cultura subalterna
en Italia” de Carles Freixa, Nous Horitzons, 1988.
50 “Anna La Roja busca, al parecer, aliviar su miseria y la de su familia explotando un deseo tan
83
… où trouvaient à se soulager des aspirations et des craintes collectives: la
terreur de la disette, l'espoir d'une bonne récolte, la pensée de l'outre-tombe, la
nostalgie désespéré des défunts, l'anxiété pour leur sort dans l'autre monde. En réalité,
il nous est difficile de penser simultanément que cette tradition exprime une pulsion
intérieure irrésistible, qu'elle se perpétue sans dispersion ni appauvrissement malgré le
rétrécissement d'une vie purement intérieure, que les rêves et les fantasmes mis en
scène soient d'une telle richesse et appartiennent à l'ordre de l'intersubjectif. Là où
nous attendions à trouver l'individu dans son immédiateté supposée hors de l'histoire,
nous rencontrons la force des traditions de la communauté, les espoirs et les besoins
liés à la vie en société (p. 102).51
También la cita que abre el libro, tomada del poema de Baudelaire “La mort des
pauvres”:
51 “… donde encontraban cómo aliviarse de las aspiraciones y de los temores colectivos: el terror de
la hambruna, la esperanza de una buena cosecha, el pensamiento en el más allá, la añoranza
desesperada de los difuntos, la ansiedad por su suerte en el otro mundo. En realidad, nos es difícil
pensar al mismo tiempo que esta tradición exprese una pulsión interior irresistible, que se perpetúe
sin dispersión ni empobrecimiento a pesar de las estrecheces de una vida puramente interior, que
los sueños y los fantasmas puestos en escena sean de una riqueza parecida y pertenezcan al orden
de lo intersubjetivo. Donde esperábamos encontrar al individuo en su inmediatez supuestamente
fuera de la historia, nos encontramos con la fuerza de las tradiciones de la comunidad, las
esperanzas y las necesidades ligadas a la vida en sociedad”.
84
adelanta esta inclinación emocional. El “albergue famoso”, que en el poema
hace referencia a la muerte, ofrece “alivio” como un lugar de acogida, de descanso,
de sueño. La muerte da a los pobres la esperanza para vivir, la promesa de
caducidad, de temporalidad, de finitud de los tormentos. Junto a las creencias de los
benandanti el albergue se convierte en el símbolo de un descanso en los sueños o en
la imaginación.
85
siglo XX la historia de las clases dominantes hegemónicas, porque, entre otras cosas,
eran las únicas que dejaban huella escrita de su paso por el mundo.
Es natural, por tanto, que el historiador acceda con mayor facilidad a los
manuales de formación de los Inquisidores o a los registros escritos de los juicios.
Otra coincidencia entre unos y otros sería la voluntad de conocer ese mundo ajeno.
Así se confiesa el historiador:
Dejando de lado las evidentes diferencias entre unos y otros (desde el modo
impositivo de inquirir a sus distintas intenciones), Ginzburg traza el razonable
parecido entre actas y cuadernos de campo. En ambos espacios textuales se anota
con el máximo rigor posible, sea en busca del indicio de herejía o del detalle cultural,
indicativos de la alteridad que se examina. El historiador, que no suele trabajar con
testimonios orales, sobre todo si se ocupa de épocas lejanas, utiliza en este caso las
actas de los juicios como si del cuaderno de campo del antropólogo se tratara. Los
diálogos recogidos por los inquisidores se convierten en el espacio textual que
permite la investigación.
86
actas procesales labradas por los tribunales laicos y eclesiásticos podrían compararse,
de hecho, con libretas de notas de antropólogos en las cuales se ha registrado un
trabajo de campo efectuado siglos atrás (p. 395).
En varias ocasiones ha señalado Ginzburg cómo los textos de las actas de los
juicios son textos dialógicos, acudiendo a la explicación que el teórico ruso Mijail
Bajtín ofrece como herramienta de interpretación de las “caóticas” novelas de
Dostoievski. La presencia, en las novelas de Dostoievsi, de varias voces que
dialogan sin que el autor se decante por ninguna de ellas, dejando el diálogo sin
resolver, fue señalado por Bajtín como un rasgo esencial del lenguaje novelesco del
escritor ruso. Es la polifonía, contrapuesta a la novela monológica en la que la voz
del autor se sobreponía sobre las de sus personajes ofreciendo una visión del mundo
unívoca. En las actas hay efectivamente un diálogo de difícil resolución. La
interacción entre jueces y acusados está marcada por la presión y la violencia; sin
embargo, a pesar de ello, la visión dominante no siempre logra imponerse, y
aparecen en los resquicios elementos puros de la cultura de los acusados. En esto
residiría el dialogismo de las actas. Sin embargo, dada la situación coercitiva, es
necesaria una criba antes de proceder a deslindar las voces de unos y de otros
cuando, por ejemplo, los acusados modifican sus declaraciones para “complacer” a
los jueces.
87
El papel del historiador frente ante este material debe ser especialmente
delicado con respecto a las cuestiones de imposición de lenguaje o de imposición
cultural, si no quiere caer él también en una traducción cultural en la que los
elementos de la cultura del historiador solapen los elementos de la creencia que se
pretende rescatar. La pretensión de verdad en la historia, considerada por muchos
como bandera del positivismo más ingenuo, ha sido cuestionada años después por
la historiografía sobre todo de orientación posmoderna. Frente a estas dos posturas
Ginzburg se plantea la posibilidad de una “lectura a contrapelo”; es decir, considerar
los testimonios (como las actas de los juicios), testimonios indirectos, que refieren o
prueban elementos de la historia, sin coincidir necesariamente con las intenciones de
sus creadores. La discusión con el relativismo ocupará a nuestro autor a partir de los
años 80, pero podemos adelantar que en ella la experiencia de trabajo con fuentes
esquivas funciona como apoyo de la postura de Ginzburg. La contestación se
fundamenta en los procedimientos de lectura e interpretación basados en las
pruebas indirectas y en la lectura a contrapelo que había llevado a cabo en los años
60 y que, acto seguido, nos proponemos analizar.
88
1. 5. A CONTRAPELO
One can’t help but thinking that with the possible exception of Freud, no
thinker other than Benjamin could have helped Ginzburg address the dilemma with
which he associated his grand intellectual project: how to overcome the intellectual
traps set, respectively, by rationalism and irrationalism (Molho, 2004: 144).52
52 “Uno no puede evitar pensar que salvo la posible excepción de Freud, ningún otro pensador
como Benjamin ha ayudado más a Ginzburrg a dirigir el dilema al que asoció su gran proyecto
intelectual: cómo sobreponer las trampas intelectuales establecidas, respectivamente, por
racionalismo e irracionalismo” (La traducción es nuestra).
89
clasificación. Por ello, aunque su pensamiento tenga un importante componente de
filosofía de la historia, no se le puede considerar un historiador al uso.53
53 La dificultad de adscribir a Walter Benjamin a cualquier ámbito disciplinar ha sido subrayada por
Hannah Arendt y, de paso, aprovechada ingeniosamente para trazar un perfil a base de
contradicciones: “…una vez hubo leído Hofmannstal el largo ensayo del autor totalmente
desconocido sobre Goethe, lo calificó de ‘schlechthin unvergleichlich’ (‘absolutamente
incomparable’) y el problema era que tenía literalmente razón, que no se podía comparar con nada
más en la literatura existente. El problema, con todo lo que escribió Benjamin, fue que siempre
resultaba ser sui generis. […] Para describir su trabajo adecuadamente y a él como a un autor dentro
de nuestro horizonte habitual de referencias, deberían hacerse un gran número de afirmaciones
rotundas y negativas, tales como: su erudición era grande, pero no era un especialista; el motivo de
sus temas comprendía textos y su interpretación, pero no era un filólogo; se sentía poderosamente
atraído no hacia la religión sino hacia la teología y al tipo teológico de interpretación por el cual el
texto mismo es sagrado, pero no era ningún teólogo y no estaba interesado particularmente en la
Biblia; era un escritor nato, pero su máxima ambición era producir un trabajo que se compusiera
enteramente de citas; fue el primer alemán en traducir a Proust (junto con Franz Hessel) y a St.-
John Perse y antes ya había traducido los Tableaux Parisiens de Baudelaire, pero no era traductor;
hizo reseñas de libros y escribió varios ensayos sobre escritores muertos y vivos, pero no era crítico
literario; escribió un libro sobre el barroco alemán y legó un voluminoso estudio inacabado sobre el
siglo XIX francés, pero no fue historiador literario ni de ningún otro tipo; intentaré mostrar que
pensaba poéticamente, pero no fue ni un poeta ni un filósofo”. (Arendt, 1968: 9-11).
54 En España es Reyes Mate quien introduce a Walter Benjamin, especialista en las tesis de filosofía
de la historia, véase su libro Medianoche en la historia. Comentarios a las tesis de Walter Benjamin "Sobre el
concepto de historia" (Trotta, 2009). Contamos también con el número 3 de la revista Afinidades
dedicado a Benjamin con la participación de Sultana Wahnón, quien en su libro Lenguaje y literatura
(1995) habla ya de “lectura a contrapelo” para referirse a su propio modo de leer, citando a Walter
Benjamin.
90
española en 1940 cuando huía de la persecución de los nazis, sobrevino antes de
concluir el proyecto, de modo que la publicación póstuma corrió a cargo de Adorno
que editó las tesis como una obra independiente en 1942 en Los Ángeles. Lo que se
presentó al público era el último texto, no acabado, de un borrador escrito entre
1939 y 1940, recopilado
En las tesis realiza una importante crítica al historicismo, por lo que es fácil
advertir una gran sintonía con los historiadores modernizantes que llevaron a cabo
el cambio del paradigma historiográfico de la primera mitad del siglo XX. Al igual
que ellos, propone una desjerarquización de la historia. Con la vista puesta en la
redención mesiánica, Benjamin defiende también la inclusión de los olvidados de la
historia:
El cronista que hace la relación de los acontecimientos sin distinguir entre los
grandes y los pequeños responde con ello a la verdad de que nada de lo que tuvo lugar
91
alguna vez debe darse por perdido para la historia. Aunque, por supuesto, sólo a la
humanidad redimida le concierne enteramente su pasado. Lo que quiere decir: sólo a
la humanidad redimida se le ha vuelto citable su pasado en cada uno de sus
momentos. Cada uno de sus instantes vividos se convierte en un punto en el orden del
día, día éste que es precisamente el día del Juicio final (Tesis III).
92
Pero además de proponer esta historia liberadora, mediante lo pequeño y
marginal, Benjamin plantea también el problema del acceso del historiador a los
elementos excluidos de la historiografía tradicional. Es la cuestión sobre los
documentos y su lectura expuesta en la tesis VII:
[…]
93
Las Actas de la Inquisición son pues documentos de la historia que excluyen
a las víctimas de la historia pero que, si se las lee a contrapelo, involuntariamente las
dejan aparecer. Ahora bien, ¿cómo se materializa una lectura a contrapelo? ¿en qué
tipo de lectura se traduce? Para entender la reinterpretación que Ginzburg hace de
las sugerencias contenidas en las Tesis, debemos detenernos en la influencia de su
maestro Delio Cantimori, estudioso de las herejías y reivindicador del papel de Valla
y su método crítico-filológico.
Non insisto sui criteri del lavoro; credo solo opportuno ricordare che qui ho
ripreso i miei studi precedenti sull'argomento, e spiegare il termine di eretici che uso
nell'accezione di ribelli ad ogni forma di comunione ecclesiastica, in quell'Europa del
Cinquecento, che vide le eresie luterana, zwingliana e calvinista. (Cantimori, 1939,
Avvertenza, no numerada).55
Pero, aparte de la evidente sintonía temática, hay otro aspecto que Ginzburg
aprende de Cantimori, y que es clave para comprender la reinterpretación de la
historia cepillada a contrapelo, núcleo epistemológico de la obra de Ginzburg. El
primer rasgo innovador por el que Cantimori se interesa en Eretici italiani del
Cinquecento lo encuentra en Lorenzo Valla: su modo de estudiar el significado de las
palabras para alcanzar el significado de la verdad más allá de cualquier otra
preocupación. El laico Valla irrumpe en las discusiones sobre la fe, hasta entonces
reservadas a los clérigos, con un arma de precisión filológica:
55 “No insisto en los criterios del trabajo; sólo creo oportuno recordar que aquí yo he retomado mis
estudios anteriores sobre el tema, y explicar el término herejes que uso en la acepción de ‘rebeldes a
toda forma de comunión eclesiástica’, en aquella Europa del siglo XVI que vio las herejías luterana,
zwingliana y calvinista”. (Cantimori, 1939, Avvertenza, no numerada). (La traducción de esta obra
es siempre nuestra).
94
In questa forma consapevole e polemica il nuovo modo di affrontare i
problemi tradizionali si era presentato anzitutto nel Valla. Oltre che nelle opere più
note dell'umanista romano, accenni di polemica teologica inspirata a motivi filologici si
trovano anche nelle Ellegantiae, dove il Valla polemizza spesso anche contro filosofi
come Boezio, introducendo nella cultura italiana il gusto della ermeneutica filologica, il
desiderio di conoscere precisamente il significato delle parole, per non lasciarsi traviare
da splendoridi oratoria eloquenza o da pregiudizî, reverenze, tradizioni. Questo
interesse per il significato preciso delle parole, dei nomi considerati nella loro storia e
nella loro purezza di “latinità”, proviene del Valla dalla considerazione della
giurisprudenza e della teologia alla luce delle lettere latine e dell'interesse filologico, il
quale così si allarga a sua volta, sorpassando il momento grammaticale, come mostra il
polemizzare del Valla con giuristi e teologi. Il metodo ermeneutico giuridico e
teologico, trasportato nel campo della cultura nuova, letteraria e filosofica, tutta
compenetrata di preoccupazioni di rinnovamente morale, acquistava valore
profondamente rivoluzionario. Poichè la precisione e la chiarezza delle parole e
dell'intendimento del loro significato hanno importanza puramente tecnica, di purezza
terminologica, quando rimangono limitate a problemi specifici e particolari, ma
assumono importanza decisiva e fondamentale quando rigardano problemi universali.
(Cantimori, 1939: 15-16).56
56 “En esta forma consciente y polémica, el nuevo modo de afrontar los problemas tradicionales se
planteó sobre todo en Valla. Además de en las obras más notables del humanista romano, también
se encuentran alusiones a la polémica teológica inspiradas en motivos filológicos en los Ellegantiae
[De elegantia linguae latinae], donde Valla a menudo polemiza también con filósofos como Boecio,
introduciendo en la cultura italiana el gusto por la hermenéutica filológica, el deseo de conocer el
sentido preciso de las palabras, para no dejarse extraviar por el brillo de la elocuencia oratoria, por
los prejuicios, reverencias o tradiciones. Este interés por el sentido preciso de las palabras, de los
nombres considerados en su historia y en la pureza de su "latinidad", proviene en Valla del estudio
de la jurisprudencia y la teología a la luz de la literatura latina y del interés filológico, el cual a su vez
se amplía de modo que supera la contingencia gramatical, como demuestra cuando polemiza con
juristas y teólogos. El método hermenéutico jurídico y teológico, aplicado al campo de la nueva
cultura, literaria y filosófica, toda ella empapada de preocupaciones de renovación moral, adquirió
un valor profundamente revolucionario. Si bien la precisión y la claridad de las palabras y el
entendimiento de su significado tienen importancia puramente técnica, de pureza terminológica,
cuando se limitan a problemas específicos y particulares, asumen sin embargo una importancia
decisiva y fundamental cuando se refieren a problemas universales”.
95
sobre historia, aplicaba el método hermenéutico-filológico tomado probablemente
de Valla. Recogemos aquí un fragmento de una entrevista de 2004 en la que el
historiador cuenta la anécdota de su primer contacto con quien más tarde sería su
director de tesis:
muy conocido cuyo nombre yo había oído: Delio Cantimori. Tuvo una experiencia política muy
complicada, y muy dolorosa, que en aquella época yo ignoraba. De unos cincuenta y cinco años de
edad, me pareció muy avejentado; la guerra lo había envejecido, según me dijeron. Su seminario
duró una semana y nos veíamos todos los días. Nos decía: “Vamos a leer juntos las reflexiones
sobre la historia universal de Jacob Burckhardt, el gran historiador suizo, autor de La civilización del
Renacimiento”. Cantimori preguntó si entre los alumnos había alguno que conociera el alemán. Como
apenas si había uno, nos propuso trabajar a partir de traducciones. Había traducciones del texto
alemán en francés, inglés e italiano. Así que empezó a leer y a comentar. Al final de la semana
habíamos leído unas veinte líneas. Yo estaba realmente alucinado; aquello me marcó para siempre.
Y comprendí algo que jamás había sospechado – es verdad que por entonces yo no tenía más que
18 años: la posibilidad de una lectura lenta. Fue sólo más tarde que leí esta definición de Roman
Jakobson: “la filología es el arte de leer lentamente” (La traducción es nuestra).
96
También en un ensayo titulado “El ojo del extranjero”, en el que reflexiona
sobre su formación como historiador, reserva un lugar importante a su maestro y
reconoce como su deuda con él, su concienzuda metodología de lectura lenta:
[…]
97
Cuando Cantimori explica el valor revolucionario del método interpretativo
de Valla, podemos traspasar a Ginzburg también esta cualidad: el historiador no
sólo es revolucionario porque, como propone Benjamin (y los historiadores
modernizantes), hace una historia que se ocupa de los olvidados, sino que también
lo es con respecto a la metodología ya que, frente a la historia serial, cuantitativa,
“científica”, propone una lectura atenta a los detalles, a lo particular y a lo
excepcional; en suma, un método filológico.
98
CAPÍTULO II: EL PARADIGMA INDICIARIO
2. 1. PARADIGMA INDICIARIO
99
el prólogo escrito a propósito de una reciente traducción al inglés de la obra (The
Night Battles, 2012), el propio historiador iniciaba su reflexión, tantos años después,
con una cita de Italo Calvino en la que se subrayaba la importancia de la primera
obra:
Forse, in fondo, il primo libro è il solo che conta, forse bisognerebbe scrivere
quello e basta, il grande strappo lo dài solo in quel momento, l’occasione di esprimerti
si presenta solo una volta, il nodo che porti dentro o lo sciogli quella volta o mai più
[…] Forse la poesia è possibile solo in un momento della vita che per i più coincide
con l’estrema giovinezza (Calvino, 1964: 17).58
58 “Quizás, en el fondo, el primer libro es el que cuenta, quizás habría que escribir eso y nada más,
la verdadera ruptura se da solo en aquel momento, la ocasión de explicarse se presenta solo una
vez, el nudo que llevas dentro o lo desatas en aquel momento o nunca más […] Quizás la poesía es
sólo posible en un momento de la vida que para la mayoría coincide con la extrema juventud”.
100
su relación con los patrones cientificistas de las ciencias naturales. Como diagnostica
el historiador:
101
Estas cuestiones en I benandanti preceden a la formulación del paradigma
indiciario y condicionan el trabajo futuro del historiador, incluso cuando más tarde
aborde diversas manifestaciones de la alta cultura, la pintura, la literatura o la historia
de las ideas.
El punto de partida que le permite atisbar esta red serían tres personajes que
a finales del siglo XIX desarrollan sus investigaciones en distintos ámbitos:
Giovanni Morelli, Sigmund Freud y Sherlock Holmes. Tres casos particulares que
muestran cómo a finales del siglo XIX afloró en distintas disciplinas un tipo de
conocimiento ligado a elementos en apariencia secundarios, pero reveladores: el
método de atribución de obras de arte de Morelli, el psicoanálisis freudiano y la
novela policíaca de Arthur Conan Doyle.
102
o de los lóbulos de las orejas. Mientras determinados aspectos, como por ejemplo la
expresión de una mirada, se copiaban entre los pintores de un mismo taller de tal
modo que terminaban por convertirse en rasgos de identidad de dicho taller, las
uñas o los lóbulos de las orejas no tenían un dibujo codificado por el estilo. De ahí
que la personalidad del autor se reflejara en estos trazos espontáneos de manera
involuntaria, permitiendo reconocer a cada uno en su individualidad. Ginzburg sigue
aquí a Edgard Wind, para quien la propuesta morelliana se fundamenta en la
constatación de que “la personalidad hay que buscarla ahí donde el esfuerzo
personal es menos intenso” (Wind, citado por Ginzburg, 1979: 188).
Los libros de arte de Morelli están llenos de dibujos de orejas, dedos, uñas,
que le recuerdan bastante a un archivo policial. Algo así debe de haber pensado
Sherlock Holmes, ya que él mismo reconoce en La aventura de la caja de cartón (1892)
haber escrito un par de monográficos sobre el tema de las orejas y sus
peculiaridades, rindiéndose por completo al método morelliano. También Sherlock
Holmes se basa en detalles nimios, pistas para poder resolver los complicados casos
que se le presentan. Gracias a su capacidad lógica, va atando cabos que finalmente
encajan en una reconstrucción e interpretación perfecta de los hechos (p. 187).
103
Ginzburg ve en estos tres ejemplos una perfecta unidad. Se trataría de un
mismo paradigma aplicado en distintas disciplinas: la “postulación de un método
interpretativo basado en lo secundario, en los detalles marginales considerados
reveladores” (p. 192). Al ahondar en esta “coincidencia”, Ginzburg se da cuenta de
que todos ellos cursaron, con mayor o menor profundidad, estudios de medicina.
59 El resurgir de este paradigma a finales del siglo XIX, que Ginzburg encarna en la tríada Morelli-
Freud-Holmes, no es casual. Responde al contexto cambiante de las sociedades de todo el mundo
que Ginzburg sólo nos revela al final del ensayo. José Emilio Burucúa sintetiza así el empleo del
paradigma indiciario en el ámbito del control de la población en las grandes ciudades: “El
crecimiento caótico de las metrópolis modernas con el aumento consiguiente de la delincuencia y
de las clases peligrosas y, del mismo modo, las necesidades estadísticas y el control de las
poblaciones nativas en los grandes imperios de las potencias europeas hicieron imperiosa la
reinvención de procedimientos identificatorios de aplicación rápida y masiva, en una escala inédita
hasta entonces. El registro de las huellas dactilares formó parte de esos hallazgos útiles al ejercicio
del poder de policía de los Estados modernos” (Burucúa, 2003: 130).
104
reconstruir una historia a partir de indicios como unas plumas que se han
enganchado en el ramaje, unas ramas desgajadas, unas hojas revueltas… (p. 193).60
105
cosas puede llegar a ser signo. Para Freud, determinados comportamientos o
elementos oníricos; para Morelli, el dibujo de uñas, orejas o cabellos ensortijados;
Sherlock Holmes sigue rastros de cualquier tipo; las plumas o las huellas del cazador
se confunden con infinidad de cosas (vísceras, piedras, estrellas) que se utilizan en la
adivinación. Nos encontramos ante un maremágnum de signos que aparentemente
no tienen nada en común.
Sin embargo este paradigma ha permanecido oculto. A partir del siglo XVI,
el modelo de la física galileana se convirtió en pauta universal para todo tipo de
disciplinas. Sus parámetros de rigor y cientificidad excluían todos los otros saberes
106
que se interesaban por lo individual. Las preguntas en torno a la cientificidad ponían
seriamente en cuestión el alcance de las disciplinas individualizantes. Pero la
aplicación del rigor científico aboca a las dos posibilidades igualmente yermas a las
que ya aludimos: “o asumen un estatus científico débil, para llegar a ser relevantes, o
asumen un estatus científico fuerte, para llegar a resultados de escasa relevancia” (p.
220).
107
habla en realidad de una constante que confirmaría todos estos ejemplos
pertenecientes a un paradigma específico de conocimiento que se ocupa de un
objeto ausente.
108
virtualmente todas las concreciones cualitativas” por lo que “cayó en una
contradicción irremediable con la objetividad, a la que violentaba…” (Adorno, 1966:
29-31).
En estas páginas trataré de hacer ver cómo, hacia fines del siglo XIX surgió
silenciosamente en el ámbito de las ciencias humanas un modelo epistemológico (si así
se prefiere, un paradigma), al que no se le ha prestado aún la suficiente atención. Un
análisis de tal paradigma, ampliamente empleado en la práctica, aunque no se haya
teorizado explícitamente sobre él, tal vez pueda ayudarnos a sortear el tembladeral de
la contraposición entre “racionalismo” e “irracionalismo” (Ginzburg, 1979: 185).
109
“identificación emotiva” con los acusados y una “contigüidad intelectual” con los
inquisidores. Lo que realmente propone Ginzburg es un conocimiento racional de
lo individual.
110
La revista italiana Riga dedicó un monográfico al proyecto de revista en 1998.
Entre el interesante material rescatado, incluida correspondencia privada, se vuelven
a publicar una serie de artículos, elaborados durante la época Alì Babà, por los
mismos promotores de la revista. Estos artículos, que en su momento aparecieron
en distintos medios sin remitir al clausurado proyecto de revista, tendrán en común
el tema de la arqueología y el motivo de la huella como medios de articular los
cambios tras las experiencias de los debates y las discusiones de aquellos años.
Calvino escribirá “Lo sguardo dell'archeologo”, que publicará en el conjunto de
ensayos escritos entre 1965-1972, titulado Una pietra sopra (1989). De Celati leemos
“Il bazar archeologico”, publicado más tarde en la revista Il Verri (1975). De Carlo
Ginzburg “Indicios” (“Spie. Radici d'un paradigma indiziario”) que, como ya
explicamos, se publicó por primera vez en Crisi della ragione (1979).
111
supuso también la disolución de la posibilidad de saber, Ginzburg propone un
método que asume la crítica a la modernidad pero apostando por la posibilidad de
conocimiento; ofrece un modelo o un paradigma en el que confluyen saberes
populares y saberes cultos de épocas distantes entre sí, cuya reconsideración se
plantea como una vía entre estas dos opciones racional e irracional.
Crisis de la razón, Alì Babà y también Il segno dei tre –como veremos con
detenimiento en el apartado cuarto de este mismo capítulo- colocan al paradigma
112
indiciario del lado de una racionalidad débil. Permitiría también definir la forma de
operar de nuestro paradigma con explicaciones y reconstrucciones plausibles
partiendo de un código ofrecido por el propio indicio, una especie de idiolecto. Sin
embargo, la debilidad del método sigue sin renunciar a la racionalidad, que se
amolda con flexibilidad a lo individual, a los objetos.
Tras estos dos primeros contextos editoriales, “Indicios” fue editado junto
con otros ensayos del autor en el volumen Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia,
en 1986 y podemos considerarla la edición definitiva o ‘canónica’ del ensayo que nos
ocupa, ya que así se ha difundido a través de reediciones y traducciones. Los
artículos que componen el volumen abarcan un período de veinticinco años (1961-
1984), desde el primer ensayo “Brujería y piedad popular. Notas sobre un proceso
de 1519 en Módena” sobre un proceso de brujería, a otros como “Lo alto y lo bajo.
El tema del conocimiento vedado en los siglos XVI y XVII”, o “Freud, el hombre
de los lobos y los lobizones” y abordan temas muy variados. Sin embargo,
“Indicios” ordena en torno a sí el resto de la producción del historiador. Habría
entre todos los artículos otro centrado en cuestiones epistemológicas, titulado “De
Aby Warburg a Ernst Gombrich. Un problema de método” que, en sintonía con la
cita introductoria de “Indicios”, la sentencia de Warburg “Dios está en los detalles”,
nos habla del legado de Warburg en la investigación de Ginzburg. Por otra parte, el
subtítulo “Morfología e historia”, alusión a Vladimir Propp y a su Morfología del cuento
ruso, parece dar cuenta de una nueva preocupación en el horizonte del historiador.
Siempre en los límites de la racionalidad, éste se replantea el uso de la morfología
como herramienta también útil para la historia (veremos cómo, desde I benandanti, y
sobre todo en Historia nocturna, el papel de la morfología será muy relevante).
113
el riesgo de no dar resultados más que plausibles, ofrece la posibilidad de interpretar
y generar conocimiento. Frente a posturas relativistas que se irán desarrollando
entrada la posmodernidad, el Paradigma Indiciario sigue comprometido con la
reconstrucción. Nos atrevemos a sugerir que el hecho de que parta de
investigaciones concretas de las que ha ofrecido valiosos resultados (baste el rescate
de una creencia perdida como la de los benandanti), le sirve como garante a la hora de
postular a favor de la interpretación.
114
2. 2. UNA SEMIÓTICA DEL INDICIO
En italiano, la palabra “spie”, que encabeza el título del ensayo que nos
ocupa, tiene un carácter pretendidamente ambiguo. ‘Spie’ alude a ‘indicio’ y a
‘espionaje’ (Ginzburg, 2012: 1). El doble sentido se pierde con las traducciones:
‘indicios’ en castellano, ‘traces’ en francés o ‘clues’ en inglés, no ofrecen el mismo
juego polisémico. ‘Clues’ quiere insinuarnos una intriga policiaca si lo traducimos
como ‘pistas’, más cercana al espía del título italiano; ‘traces’ en francés, ‘huellas’,
recordaría al cazador que sigue a su presa; ‘indicios’, sin embargo, parece ajustarse a
la clasificación semiótica de los signos con los que opera el paradigma. La
multiplicación de las connotaciones activadas en cada traducción asume distintos
aspectos, todos ellos relevantes en la definición de este modelo cognitivo, en el que
tanto pista, como huella o indicio dan cuenta de ese objeto huidizo que ocupa al
paradigma indiciario, definiéndolo mediante el modelo cinegético, el detectivesco o
de la sintomatología.
Que cada lengua haya elegido un término para dar nombre al objeto del
paradigma, evidencia su flexibilidad y su versatilidad pero a la vez produce cierta
sensación de indefinición. Cuando en el epígrafe anterior explicábamos los distintos
hilos de los que tiraba Ginzburg en su rescate de los saberes que conformarían el
paradigma, la enumeración recogía prácticas muy dispares, desde la caza a la
adivinación pasando por los mecanismos de control del imperio británico en la
India o la filología y la medicina hipocrática. Del mismo modo, la naturaleza de los
objetos que pueden llegar a ser indicios está tan indeterminada que podemos
considerar indicio cosas tan distintas como una piedra, el color amarillento en la tez
o el ductus caligráfico de una escritura.
115
se orientó hacia la interpretación de detalles mínimos, “rastros tan infinitesimales
como, por ejemplo, los hilillos de baba”, explica Ginzburg (1979: 193).
116
La práctica milenaria de cazadores, adivinos y médicos, fue seguida por
diversas reflexiones sobre la interpretación de los signos en que se fundamentan
estas “protodisciplinas”. El Corpus hippocraticum sería el primer texto de referencia
de los estudios semióticos, además de acercarse de una manera más precisa al
proceder mediante indicios. En la laicización o “búsqueda desprejuiciada” del
conocimiento en Grecia, tuvo un papel preponderante el paradigma sintomático de
la medicina hipocrática en cuyo Corpus hippocraticum está ya presente una
reflexión sobre los signos y su lectura. En la obra en que se exponen los principios
de la medicina hipocrática se dice: “describo los signos (semeîa de grapho) por
medio de los cuales hay que conjeturar (tekmaíresthai)”. El proceso de identificación
de las enfermedades consistía en la observación, la interpretación inferencial de los
síntomas y el diagnóstico en función de la experiencia, la observación y el
pronóstico de la enfermedad. Los signos que emplea la medicina son alteraciones de
partes sensibles (o visibles) en los cuerpos que indican una afección interior. Son
por tanto, como la fiebre que remite a una infección, síntomas de otras cosas. Se
trata de signos naturales, tekmeria, interpretables mediante conjeturas: tekmairesthai.
117
el Paradigma Indiciario (síntomas, huellas, indicios) Aristóteles los denomina
tekmeria, es decir, signos naturales.
Bien que la présupposition générale de ces discussions qui voit les signes
comme de choses nous soit en partie devenu étrange et fasse en particulier l’impasse
sur certain distinctions élémentaires comme entre le signe et l’indice, le discours
réaliste sur les signes accompagne la sémiotique jusqu’au traité de G. F. Meier et au-
delà (Thouard, 2007: 77).62
interpretación, donde indicaba que los signos naturales estaban puestos por Dios en el mundo y por
tanto eran perfectos y unívocos.
62“A pesar de que la suposición general de estas discusiones, que ve los signos como cosas, se nos
haya vuelto en parte extraña y tenga impacto particularmente en algunas distinciones elementales
118
A Thouard, el hecho de que Ginzburg recoja todos los saberes y disciplinas
que se guían por un procedimiento que no sea a priori, o sintéticamente, como
modelo para las ciencias humanas, le parece poco concreto y se pregunta por la
operatividad en el debate epistemológico de una propuesta como la del paradigma
indiciario (p. 78).
Sin embargo, resulta curioso que en el artículo “Indicios” sólo aparezca una
mención erudita a Peirce en una nota al pie. La sugerencia de Eco tomará cuerpo en
El signo de los tres y en el que los métodos de los detectives de Edgar Allan Poe y de
Conan Doyle harán triada con el propio Peirce (Serna y Pons, 2000: 170-171). Esta
idea de abducción, sin embargo, no llegará a ser desarrollada por Ginzburg, que por
otra parte prefiere manejar el término conjetura que ya venía de la sintomatología
médica y es empleado también por Aristóteles. Al método de interpretación de los
como el signo y el índice, el discurso realista sobre los signos acompaña a la semiótica hasta el
tratado de G. F. Meir y más allá”.
119
indicios dedicaremos más adelante un apartado. Volvemos ahora con los indicios y
con la reflexión que de ellos hace el propio Ginzburg.
120
cambiante entre las distintas disciplinas. Ahora bien, Morelli se había propuesto
rastrear, dentro de un sistema pictórico, las señales que poseían la involuntariedad de
los síntomas y de la mayor parte de los indicios (p. 213).
Parece, llegados a este punto, que el autor nos promete una explicación que
no llega. Sin embargo, si tomamos la alusión a Morelli cuyo trabajo se fundaba en
las “señales que poseían la involuntariedad de los síntomas” nos acercamos a una
definición más exacta de los signos que operan en este paradigma propuesto para las
ciencias humanas. Desde la investigación sobre los benandanti que hemos expuesto
como precedente del paradigma indiciario hasta la proyección que se espera de esta
solución entre racionalismo e irracionalismo que acuciaba a las ciencias humanas, el
paradigma indiciario tendrá que lidiar con textos de cultura.
Ante esta disyuntiva, pensamos que otra pista puede ayudarnos a la hora de
explicar los indicios. En su propia enunciación encontraríamos una huella que puede
ayudarnos a definir de una manera más precisa el indicio: se trata del estudio que
hace Freud de ciertos elementos que le permiten acceder a las capas ocultas de la
psicología de sus pacientes: los lapsus. Saldremos, por tanto, del campo de la
semiótica y entraremos en el del psicoanálisis (aplicado a las fuentes documentales
que sirven a una historia de la cultura). La semiótica nos ha servido para establecer
un marco histórico en el que insertar el objeto de nuestro paradigma. Sin embargo,
haciendo uso de su interdisciplinariedad proponemos completarlo con los estudios
que han destacado la evidente cercanía entre el paradigma indiciario y el método
freudiano. Un salto que permitirá más fácilmente comprender el indicio en sus
dimensiones humanas y culturales.
121
2. 3. DE LA SEMIÓTICA AL PSICOANÁLISIS: SIGNOS
INVOLUNTARIOS
64 Es curioso el empleo que hace Ginzburg del término “escepticismo” asociado al adjetivo
“positivista”. Mientras que las posturas escépticas se presentan a sí mismas como combatientes
contra el positivismo, Ginzburg ve en ellas una ingenuidad similar en el modo en que consideran la
idea de prueba, que, como veremos en el próximo capítulo, en realidad se parece bastante a la
positivista.
122
podemos afirmar que si existe un nexo que permita tender el puente desde los
signos naturales (como la fiebre) a los elementos de la cultura (textuales, pictóricos,
etc.) con los que opera el paradigma indiciario, éste sería la falta de intencionalidad del
signo.
Las Mémoires de Saint-Simon o las vidas de santos de la Alta Edad Media nos
interesan (prosigue Bloch) no tanto por sus referencias a datos de hecho, a menudo
123
inventados, cuanto por la luz que echan acerca de la mentalidad de quién escribió esos
textos. “En nuestra inevitable subordinación al pasado, condenados, como lo estamos,
a conocerlo únicamente por sus huellas, por lo menos hemos conseguido saber
mucho más acerca de él que lo que tuvieron a bien dejarnos dicho”. Y concluía “bien
mirado es un gran desquite de la inteligencia sobre los hechos” (Ginzburg, 2006: 13).
65A Freud, Ginzburg le dedicará también otro ensayo titulado “Freud, el hombre de los lobos y los
lobizones” (en Mitos, emblemas, indicios, 1986), donde completa el análisis del famoso caso clínico de
Freud ofreciendo un contexto basado en la cultura popular que afectaba como sustrato en el sueño
que analiza el vienés. El joven neurótico Serguéi Pankéyev fue criado por una nana rusa. Sus relatos
y supersticiones, propios de la tradición popular rusa (desconocida para Freud), dice Ginzburg,
explican algunos elementos que confluyen en el sueño de Pankéyev. Entre ellos alguno nos
resultará ya familiar, como el hecho de que la nodriza recordara a Pankéyev que había nacido con la
“camisa” puesta. La precisión de Ginzburg contribuye al debate entre la ontogénesis y la filogénesis
de las experiencias originarias, a lo que ofrece una salida que apunta a una transmisión cultural y
que desacredita la filogénesis de Jung como un signo de lamarckismo inaceptable (Ginzburg, 1986:
273-286).
124
en los testimonios de los campesinos friulanos que nos abrieron la puerta al
conjunto de creencias sobre los benandanti, legitimaron la información que ofrecían
en función de su involuntariedad.
66 Ofrecemos la siguiente traducción: “Una psicología general y colectiva que es capaz de dar su
opinión sobre las creaciones literarias, pero también sobre los hechos de la antropología, de la
mitología y de la historia de las religiones”.
125
cotidiana, Patología de la vida cotidiana (escrita en 1901 y publicada en 1904), y más
adelante Psicoanálisis de la obra de arte (un total de cuatro ensayos escritos entre 1907 y
1917), hay en el proyecto freudiano –dice Salanskis- la intención de demostrar en un
terreno amplio, y ante los ojos de todos, la validez muy general de las tesis
elaboradas a partir de ejemplos aislados, en el secreto inverificable de la consulta (p.
120). Esta ampliación bien se pudo deber a la similitud existente entre los
fenómenos de la mente humana y los fenómenos de la cultura; bien a la necesidad
de Freud de emplear un terreno no vetado por el secreto médico para demostrar las
teorías que extraía de su experiencia de trabajo, así como para someterse al
imperativo científico de la reproducción de las experiencias. Por ello, concluye
Salanskis, lo primero que hizo fue aplicarlo a la vida cotidiana y luego, más adelante,
al arte y a la cultura (p. 132).
126
más anodinos, porque en esta singularidad ve la huella de una deformación que se
ha producido antes de que empezara la interpretación (pp. 120-121).
Pero, ¿de dónde le viene al psicoanálisis el interés por los detalles anodinos
cuya singularidad es testigo de las “las huellas de una deformación previa”? Estas
huellas, tal y como explica Salanskis, no las encontramos necesariamente en espacios
en los que ofrece manifiestamente un sentido. Las encontraríamos allí donde debido
a una ambigüedad o a un problema de transmisión, nos no enfrentemos a un
espacio cuyo sentido por el motivo que sea, no es evidente.67 Al contrario, Freud
trata de interpretar ahí donde nada nos indica que nos encontremos ante un estatuto
lingüístico o intencional.
67 En este sentido también el paradigma indiciario sobrepasa también los espacios del texto en los
que el sentido no se presenta de forma clara (por ambigüedad o por otro motivo) para ocuparse
principalmente de espacios textuales aparentemente claros.
127
de manera directa a ese núcleo, sin recurrir a lo no intencional, porque estas
operaciones de censura y reelaboración no son controladas por la voluntad del
paciente que ignora, tanto o más que el psicoanalista, el núcleo de su trauma (p.
124).
128
conversación que mantuvimos en el mes de febrero de 2014 en Bolonia, él mismo
tuvo su primer contacto con el psicoanálisis a través de la obra de Timpanaro.68 En
ella, bajo el concepto de lapsus se establecía ya el puente entre psicoanálisis y filología
que Ginzburg aprovecha y reconoce en el método de lectura de documentos y
textos de la historia.69
129
A esta recomendación de Ginzburg, Cerutti añade la necesidad de tratar de
distanciarse también de las categorías del propio investigador. Es decir,
desvincularse de los prejuicios inherentes a la historicidad del intérprete, desentrañar
la intencionalidad primera de los textos cuando ésta ya no es evidente para el
investigador y elucidar los elementos propios del texto que nos resultan ajenos y
que, sin embargo, no tienen nada de involuntario con respecto a sus autores.
Cerutti refiere el caso del censo de la población de los Andes peruanos del
siglo XVI, muy usado por demógrafos e historiadores como un informe estadístico
sobre la composición de la población. Como explica Cerutti, recientemente la
investigadora Beatriz Loza ha restituido el contexto de la producción de dicho
documento: era un censo elaborado en el contexto de una contienda judicial por la
jurisdicción de las poblaciones autónomas entre un sobrino nieto lejano de Ignacio
de Loyola contra un miembro de la aristocracia española. Siendo conscientes del
contexto en que se elaboró, no podemos ya interpretarlo como un “espejo” neutro
que refleja la población existente, sino que debemos de indagar en él la medida de la
distorsión de datos en función de los intereses ahora desvelados (p. 570).
70 La distinción entre emic y etic fue planteada por el antropólogo Clifford Geertz y quiere despejar
los puntos de vista desde los que se puede llevar a cabo la investigación antropológica: desde el del
investigador (externo) o desde el objeto de estudio (las explicaciones que dan de sí mismos los
grupos sociales estudiados). Propongo también un ejemplo en el campo de la literatura que
considero muy ilustrativo. En una conversación con la doctoranda Sarah Malfatti, cuya tesis
doctoral “Lecturas y Lectores: prácticas de lectura y comunidades interpretativas en Don Quijote”
versa sobre las prácticas de lectura en la obra de Cervantes, se planteaba el modo de justificar la
dimensión histórica de las lecturas en voz alta que se sitúan en la venta del capítulo 32 de la primera
parte. ¿Es esto posible a partir del testimonio de la novela de Cervantes? ¿Puede una obra literaria
testificar de manera directa sobre la realidad histórica? Una de las soluciones que se barajaron en la
conversación era tener en cuenta la propia intención de Cervantes en el plan de su novela, algo así
como el lado emic de la investigación antropológica. Si el objetivo era acentuar la distancia entre la
imaginación literaria de Don Quijote y la realidad prosaica contra la que choca, es probable que el
escritor tratase de reflejar la realidad “tal cual era” y que la práctica de la lectura en voz alta en la
130
ampliación del campo de interés, Ginzburg la comprende como una tensión entre lo
etic y lo emic, que él considera está presente en sus trabajos. Disiente principalmente
con Edoardo Grendi, quien hace recaer todo el peso de la investigación en el lado
emic (Illouz y Vidal, 2004: 113). El problema que Ginzburg ve en inclinar la balanza
hacia la propia opinión de sí que tiene el objeto de estudio es que es imposible dar el
salto de ahí, de lo local, al lado emic del investigador. Teniendo sólo presente la
opinión que de sí mismo tiene el objeto de estudio, sería imposible dar el paso a un
conocimiento completo, ya que, como bien nos ha demostrado Freud, uno no es el
que más sabe de sí mismo.
Or, en discutant avec Simona Cerutti, qui se place du côté de Grendi, j’ai
insisté sur le fait que le côté emic ne peut se passer, comme je le disais tout à l’heure, du
côté etic […]. Le rapport entre ces deux dimensions me paraît essentiel pour
l’historien, sauf à tomber dans une forme regrettable de positivisme, comme si
l’observateur n’était pas en jeu (Ginzburg, en Illouz y Vidal, p. 113).71
venta fuese un buen testigo de la realidad. No sería por tanto necesaria una lectura ‘a contrapelo’.
Es más, podríamos añadir, siguiendo a Cerutti, que el investigador debería revisar la pertinencia de
proyectar sobre una obra de otro tiempo la categoría actual de “ficción”.
71 “Discutiendo con Simona Cerutti, que se sitúa del lado de Grendi, yo insistía en el hecho de que
el aspecto emic no puede prescindir, como hace un momento decía, del aspecto etic […] La relación
entre estas dos dimensiones me parece esencial para el historiador, si no se quiere caer en una
forma lamentable de positivismo, como si el historiador no estuviera en juego”. (La traducción es
nuestra).
131
simples censos de población, y en los que estudios más minuciosos han desvelado
otras intenciones- son probablemente ahora mismo documentos más oscuros que
las actas inquisitoriales, cuyo fondo religioso y político ha sido ya muy estudiado y
quizá no requieran ya de tanta elucidación.
132
2. 4. EL ARTE DE CONJETURAR
133
En ese mismo período, Eco leyó un trabajo, publicado en 1979, de uno de sus
colegas de la Universidad de Bolonia, el historiador Carlo Ginzburg, que había
anunciado su aparición más de un año antes. En ese trabajo se describía el empleo de
modelos conjeturales desde Hipócrates y Tucídides hasta los críticos de arte del siglo
diecinueve. Su autor citaba, sin embargo, en sus reveladoras notas a pie de página,
Zadig, Peirce e incluso Sebeok. Huelga decir que Sherlock Holmes era uno de los
protagonistas principales de ese erudito estudio, junto a Freud y Morelli (Eco y
Sebeok, 1981: 10).
Sin embargo, más allá de Sherlock Holmes y de los juegos entre ciencia y
ficción, el paradigma indiciario encerraba otro elemento de interés más profundo
para Eco. Se trataba de la importancia otorgada a la conjetura. En función del
elemento conjetural, Eco redimensiona el paradigma al encuadrarlo en el dominio
de la semiótica y, más en concreto, en el de la abducción formulada por Peirce
(Serna y Pons, 2000: 152). Eco explica así el interés del paradigma:
134
unum de una pluralidad. Los descubrimientos científicos, las investigaciones médicas y
criminales, las reconstrucciones históricas, las interpretaciones filológicas de textos
literarios (atribución a un autor determinado fundada en claves estilísticas, fair gueses
sobre frases o palabras perdidas) son todos casos de pensamiento conjetural.
Deducción
Regla: Todas las judías de este saco son blancas
Caso: Estas judías son de este saco
Resultado: Estas judías son blancas
Inducción
Caso: Estas judías son de este saco
Regla: Estas judías son blancas
Resultado: Todas las judías de este saco son blancas
135
Regla: Todas las judías de este saco son blancas
Resultado: Es probable que estas judías sean de este saco
136
El hecho sorprendente C ha sido observado;
Ahora bien, si A es verdad, se deduciría C;
Luego hay razones para suponer que A es verdad (Thouard, 2007: 79).
Eco dedica la última parte de su artículo a una lectura muy atenta del relato
que Voltaire recoge en la tercera parte de Zadig. En él ironiza sobre los riesgos del
conocimiento. Zadig se retira a una casa de campo a estudiar y a observar la
naturaleza. “Estudió sobre todo las propiedades de animales y plantas, y adquirió
pronto una sagacidad que le descubría mil diferencias allí donde los otros hombres
no ven más que uniformidad” (Voltaire citado por Eco, 1981: 278). Un día pasan
por ahí los lacayos de los reyes en busca de una perrita y de un caballo que se han
perdido. Gracias al conocimiento adquirido a partir de la observación de hechos
particulares es capaz de describirlos sin haberlos jamás visto. Las huellas que una y
otro habían dejado impresas en la arena permiten a Zadig identificarlos y ofrecer
incluso a sus captores detalles muy precisos sobre ellos: si cojean, tienen buen trote,
lleva herraduras de plata, etc. Ante tanta precisión Zadig es acusado de robo. Las
autoridades no pueden creer que se pueda desplegar tanto conocimiento sin haber
visto a los animales, tal y como sostiene Zadig. Debe, por tanto, defenderse ante los
jueces explicando la lectura sagaz de las huellas que encuentra en su camino. El
lector observa con asombro el éxito de su interpretación utilizando un método
inductivo abierto. Este mismo esquema lo volveremos a ver como un guiño en El
nombre de la rosa, cuando fray Guillermo de Baskerville identifica las huellas del
137
caballo Brunello, el preferido del abad, en la nieve que cubría las laderas sobre las
que se alzaba el monasterio.
Pero, ¿qué hay detrás del ejemplo de Zadig y de la fábula de los tres
hermanos? Ginzburg señala la presencia fundamental de un sustrato cinegético en el
tipo de deducciones que aparecen en todas las versiones del relato, aun si de
ninguno de los personajes se afirme que es cazador. Lo que recogen estos cuentos
es la verbalización de un importante patrimonio cognoscitivo (imposible de
transmitir a partir de pinturas rupestres o manufacturas) generado por la caza,
aunque en el cuento que nos ha llegado se trate ya de un “eco, bien tardío y
deformado”. Un patrimonio que nos hace remontarnos a los albores de la
humanidad:
138
La práctica de la caza desde la prehistoria tendría un importante lugar en el
proceso de configuración intelectual del cerebro humano. Ligaría al paradigma
indiciario con el modo primordial de conocimiento:
bajo la forma de una escena de caza: amada de predicados y de predicamentos, de silogismos y de una
batería de argumentos, la lógica, animada por el lenguaje, sus dos lebreros verdad y falsedad, va a atrapar
la liebre problema cuidándose de no perderse en el bosque de los insolubles”. (La traducción es
nuestra).
139
Caso: Hay una rama desgajada de un arbusto con un mechón de pelaje rojizo enganchado.
Regla/explicación: Si un zorro ha pasado por allí no sería raro que se hubiera enganchado
en las zarzas dejando prendido un poco de su pelaje.
Resultado: Es posible que un zorro haya pasado por allí.
Pero lo que a nosotros nos interesa es observar una relación muy importante
que establece Ginzburg entre la conjetura y el modo de acceder a ella. Es decir, lo
importante es cómo se explican estas conjeturas. Dado que se trata de un
conocimiento que parte de casos particulares, no pretende tanto establecer una ley,
como reconstruir el porqué de esa particularidad. La reconstrucción, tanto de las
operaciones mentales como de la historia del indicio, Ginzburg la asocia
ineludiblemente con el relato. Pocas páginas antes habíamos afirmado que la
abducción hipocodificada era creadora de mundos. Esta creatividad suscitada por la
huella le hace especular a Ginzburg con una hipótesis inverificable pero muy
sugestiva. El historiador plantea la posibilidad de que el primer relato narrativo fuera
el resultado de las operaciones mentales de los cazadores:
Podemos agregar que tales datos son dispuestos siempre por el observador de
manera de dar lugar a una secuencia narrativa, cuya formulación más simple podría ser
la de “alguien pasó por ahí”. Tal vez la idea misma de narración (diferente de la de
sortilegio, encantamiento o invocación) haya nacido por primera vez en una sociedad
de cazadores, de la experiencia del desciframiento de rastros. El hecho de que las
figuras retóricas sobre las que aún hoy gira el lenguaje de la descifrado [sic ¿descifratio?],
cinegética –la parte por el todo, el efecto por la causa- puedan ser reducibles al eje
prosístico de la metonimia, con rigurosa exclusión de la metáfora, reforzaría esta
140
hipótesis que es, obviamente, indemostrable. El cazador habría sido el primero en
“contar una historia”, porque era el único que se hallaba en condiciones de leer, en los
rastros mudos (cuando no imperceptibles) dejados por la presa, una serie coherente de
acontecimientos (Ginzburg, 1979: 194).
Esto mismo, “alguien pasó por ahí”, debió de pensar Robinson Crusoe
cuando, tras dieciocho años de absoluta soledad, descubre la huella de un pie
humano en la arena. Así nos lo recuerda Tadié citando el pasaje en el que Robinson,
preso de confusas emociones, relata su primer encuentro con la misteriosa huella:
It happen’d one Day, about Noon, going towards my Boat, I was exeedingly
surpriz’d with the Print of a Man’s naked Foot on the Shore, which was very plain to
be seen on the Sand: I stood like one Thunder-struck, or as if I had seen an Aparition;
I listen’d, I look’d round me, I could hear nothing, nor see any Thing, I went up to a
rising Ground to look farther, I went up the Shore and down the Shore, but it was all
one, I could see if there were any more, and to observe if it might not be my Fancy;
but there was no Room for that, for there was exactly the Print of a Foot, Toes, Heel,
and every Part of a Foot; how it came thither, I knew not, nor could in the least
imagine (Robinson Crusoe, citado por Tadie, 2007: 229).
141
¿Cómo llegó la huella allí? ¿Estaba Robinson ante una aparición? ¿Será un
salvaje? ¿Un caníbal? Esto es sólo el inicio de todas las especulaciones que ponen en
marcha una nueva maquinaria narrativa en la novela. Robinson tras la primera visión
es capaz de reconocer la huella de un hombre descalzo. Rápidamente se aleja para
buscar otras huellas en busca de una red más amplia de significación. A partir de ahí
se dedica a montar conjeturas que expliquen la cadena causal cuyo desenlace es la
terrible huella.
En ambos casos, como explica Tadié, las huellas son portadoras del relato.
En el caso de Robinson, la imaginación irrumpe en la novela. Si hasta entonces el
narrador se había limitado a dar cuenta del dominio de los medios de supervivencia
por parte del protagonista, una vez que aparece la huella en la arena no puede evitar
dar vía libre a los fantasmas de Robinson. Se multiplican las hipótesis y el narrador
da cuenta del horizonte de los posibles. También el trabajo de desmentir las
hipótesis de Guilliver entra dentro de este esquema, que, como era de esperar, no
podemos menos que considerar conjetural.
142
embargo, en el caso de Robinson Crusoe justamente en el momento en que aparece la
huella de Viernes, la memoria deja de ser la guía, y la imaginación de Robinson
empieza a funcionar: se crean hipótesis en función de sus emociones, entra en juego
el paradigma ficcional. Tadié sigue la clasificación de Burke, según la cual la
imaginación es la madre de la poesía, y genera historias falsas, es decir, ficción.
143
y la tarea de la conjetura, dispuesta en el relato, se dirigirá hacia la verdad, no hacia la
ficción.
144
CAPÍTULO III: RETÓRICA Y PRUEBA EN LA INVESTIGACIÓN
HISTÓRICA
145
3. 1. EL GIRO LINGÜÍSTICO EN LA HISTORIOGRAFÍA
73
La obra de Richard Rorty, The Lingüistic Turn (1967), en la que compiló varios artículos que se
hacían eco de la polémica, sirvió para fijar el nombre a la corriente.
146
relación y promovió el análisis de los modos en los que éste se hace cargo de ella, la
representa o la condiciona. Para los defensores del giro, el lenguaje ya no sería un
reflejo transparente de la realidad, sino una herramienta decisiva que la construye.74
74
Detrás de esta corriente podemos ver fácilmente el telón de fondo del posmodernismo, que pone
en duda, hasta llegar a la invalidación, el ideal de conocimiento científico y racional y la idea de
progreso que el pensamiento desde el siglo XVIII había colocado como carro de tiro de la historia.
75
En realidad, tal y como vimos en el capítulo segundo, ya la historiografía “modernizante” de la
primera mitad de siglo XX había emprendido el cambio quizá de un modo probablemente más
fecundo, ya que reformaron la historiografía sin que llegaran a tambalearse los principios
fundamentales de la disciplina.
147
hechos sólo tienen una existencia lingüística), negando rotundamente la existencia
extratextual de los hechos.
Su análisis del discurso histórico parte del presupuesto de que la relación que
mantenemos con el pasado es emotiva o subjetiva, y que por tanto en la manera de
reflejarlo tienen un peso tremendo las dimensiones poéticas y expresivas,
compartidas con los textos literarios (V. Tozzi, 2003).76 El desglose de los
componentes estructurales dará en una teoría tropológica del discurso histórico por
la que cada discurso histórico adoptaría un modo (metáfora, metonimia, sinécdoque
o ironía) como una forma que se le impone al pasado y que White observó
respectivamente en los grandes historiadores del siglo XIX: Michelet, Ranke,
Tocqueville y Burkhardt. Se trata de
una combinación entre teoría de la historia y teoría literaria para llegar a una
“teoría tropológica” del discurso que le llevaba a considerar la obra histórica “una
estructura verbal en forma de discurso en prosa narrativa” que, al margen de los datos
que pueda contener, tiene un componente estructural profundo, de naturaleza poética
76
Se puede ver en esta postura un núcleo muy historicista, en el sentido de Croce, tanto por la toma
de conciencia del punto de vista del historiador que selecciona y da forma a los hechos con toda esa
emotividad, como por el acercamiento a los textos literarios, lo que recuerda La historia leída bajo el
concepto general de arte. Al respecto de la influencia de Croce y Gentile en el pensamiento de White
véase “Unus testis. El exterminio de los judíos y el principio de realidad” de Carlo Ginzburg, en El
hilo y las huellas.
148
y lingüística, que sirve como paradigma precríticamente aceptado de la interpretación
(Fontana, 2002: 132).
Según explica Verónica Tozzi (2003) las críticas que se le han hecho a White
van desde la acusación de determinismo lingüístico, relativismo o antirrealismo a la
más grave de ofrecer una base teórica para el negacionismo.77
77
“El nudo más polémico de la ideología relativista whiteana es su capacidad para legitimar el
negacionismo de los estados genocidas, los grupos dominantes, etc. y es aquí donde se ve en
particular la ingenuidad política de la teoría de White” (Ricciarelli, 2010: 309).
149
*
Aunque sólo fuera por una cuestión cronológica, en tanto que historiador
que comienza su recorrido a inicios de los años 60, es lógico que Ginzburg se haya
visto afectado por las consecuencias en historiografía de los presupuestos del giro
lingüístico. Sin embargo, hemos de señalar que su interés es aparentemente tardío,
ya que hasta los años ochenta no se involucrará de manera decidida en la discusión.
150
mismo como idea es irrecuperable. Ginzburg se pronunciaba allí contra lo que llamaba
el neopirronismo, contra el esteticismo estetizante y contra un populismo negro y
mudo que, invocando la voz de los excluidos, se negaría al análisis y a la
interpretación. Frente a ello, oponía la búsqueda paciente y modesta de la verdad, sin
temor a ser acusado de violencia ideológica o racionalista. Esa reconstrucción podría
realizarse incluso a partir de testimonios dudosos, puesto que no por ello serían
menos significativos (Serna y Pons, 2000: 177-178).
78
Únicamente, en el último párrafo de “Indicios” expresa su manifiesto rechazo a las posturas
irracionalistas, que posteriormente vendrá a asociar con distintos derivados del giro lingüístico:
“Esta ‘intuición baja’ radica en los sentidos (si bien los supera) y, en cuanto tal, nada tiene que ver
con la intuición supersensible de los distintos irracionalismos que se han venido sucediendo en los
siglos XIX y XX. Está difundida por todo el mundo, sin límites geográficos, históricos, étnicos,
sexuales o de clase, y en consecuencia se halla muy lejos de cualquier forma de conocimiento
superior, que es el privilegio de pocos elegidos”. (Ginzburg, 1978: 221).
79
Thouard dice exactamente: “L’interprétation des traces présente certainement un défi à
l’hermeneutique, en l’enjoignant de quitter le domaine des intentions plus ou moins clairement
formulées dans des textes, mais aussi une tentation. […] Mais l’attention légitime pour tous les
indices, traces, symptômes et autres signes inintentionnels, la conduit à recourir à des conjetures qui
ne peuvent toujour êtres validées”. “La interpretación de las huellas representa efectivamente un
desafío a la hermenéutica pues le obliga [obligándole] a dejar el dominio de las intenciones más o
menos claramente formuladas en los textos, pero también una tentación… […] La atención
151
propio Ginzburg se detuviera a examinar la relación entre indicio y prueba. Ambas
contribuciones se deben, por tanto, a este vacío en el paradigma indiciario, que no
había tenido en cuenta las “implicaciones hiperconstructivistas”. Y se había
despreocupado de la necesidad de igualar indicio a prueba, probablemente porque
en aquel entonces no era aún sentida como una urgencia. Ya dentro del contexto del
coloquio de Lille en 2004, la revisión de Ginzburg del paradigma venía avalada por
todos los trabajos que desde los años 80 habían tratado de un modo u otro sobre la
cuestión de la verdad y las pruebas en el relato histórico, desmontando, ahora sí, las
tesis escépticas que minusvaloraban la posibilidad de probar las afirmaciones de la
historia.
Esta investigación sobre la prueba que discute los principios del giro
lingüístico comenzó tras la lectura de un ensayo de Arnaldo Momigliano, historiador
italiano y maestro de Ginzburg en Pisa, titulado “The Rhetoric of History. History
of Rhetoric” (1981) (“Retórica de la historia. Historia de la retórica: acerca de los
tropos de Hayden White”). En él se alertaba del peligroso desvío que suponía
abandonar la investigación sobre la verdad en la disciplina histórica. Tras su lectura,
Ginzburg tomó verdadera conciencia del “giro” y de sus implicaciones morales,
políticas y cognitivas (p. 11).80 Momigliano situaba la batalla en el frente de las
fuentes históricas y la documentación:81
legítima a todos los indicios, huellas, síntomas y otros signos no intencionales, la lleva a recurrir a
conjeturas que no siempre pueden ser validadas” (Thouard, 2007: 86).
80
Como explica Krystof Pomian, la trayectoria de Ginzburg se puede sintetizar en el paso de
Cantimori a Momigliano. La fuerte influencia de Delio Cantimori en los primeros años lo orientó
hacia las creencias y la historia de las religiones, a partir de los años 80, el acercamiento a Arnaldo
Momigliano lo va a reconducir hacia la “historia de la historia”, a la historia cultural y a la historia
también de las élites ilustradas. Pomian sitúa el cambio en la compleja investigación sobre Piero
della Francesca, Indagini su Piero, de 1980 (Pomian, 2011: 455).
81
Uno de los aspectos más señalados de la vastísima producción de Momigliano era “su apego a las
fuentes y al método de investigación histórico. […] Para Momigliano, el hecho fundamental y
característico de la historia es estar sustentado en los testimonios” (Bancalari, 1991: 38).
152
El proceso de crear una nueva historia a través de la eliminación crítica de
otras historias, significaba, al inicio del siglo V a. C., lo que significa hoy, al final del
siglo XX d. C. Esto es, se debe demostrar que la verdadera historia está de acuerdo
con los datos, mientras que las falsas historias están contrapuestas a ellos. Dos de los
más viejos, pero hasta ahora válidos instrumentos para escoger entre dos historias,
son, primero, el que Herodoto llamó autopsia, esto es, haber estado presente ante los
sucesos, en lugar de reportar lo que otros dijeron, y segundo el que Polibio llamó
experiencia […]. Pero lo que tiene de distinto, finalmente la escritura histórica
respecto a cualquier otro tipo de literatura, es el hecho de estar atenida al control de
los datos (Momigliano, 1981: 4-5).
82
Ofrecemos la siguiente traducción: “Con la difusión del posmodernismo y de su corolario
historiográfico (la repetida imposibilidad de distinguir de manera rigurosoa entre los relatos
históricos y las ficciones), la cuestión de la prueba desapareció de escena de un golpe. Era más
urgente que nunca ocuparse de ella”.
153
– Por una parte epistemológicas, porque merma la posibilidad de
conocimiento al perder la función referencial que fundamentaba la
historia: “La reducción unilateral de ese tan complejo entramado a la
acción inmune frente a roces del imaginario historiográfico, propuesta
por White y Hartog, parece reductora y a fin de cuentas
improductiva” (Ginzburg, 2006: 456).
– Por otra, políticas y sociales: como se explica en “Unus testis. El
exterminio de los judíos y el principio de realidad” y en Rappporti di
forza, la tesis relativista “che in teoria dovrebbe sfociare in una
tolleranza illimitata, scaturisce paradossalmente da premesse simili a
quelle cui s’ispira il principio che fa coincidere la giustizia col diritto
del più forte” (Ginzburg, 2000: 15).83
83
La traducción de Rapporti di forza (2000) es siempre nuestra, la ofrecemos a partir de ahora en
nota al pie: “que en teoría debería dar lugar a una tolerancia ilimitada, surge paradójicamente de
premisas similares a las que inspiraron el principio que iguala la justicia con la ley del más fuerte”.
154
para la escritura de la historia los descubrimientos, en materia de representación y
conocimiento del mundo, propios de la literatura. Posteriormente en los artículos
“Descripción y cita” (1988) y “París, 1647” (1992), retoma la cuestión planteada por
la historiografía posmoderna sobre los procedimientos textuales y extratextuales que
sirven para demostrar la verdad.
En 1991, con motivo del “caso Sofri”,84 el historiador propondrá una nueva
reflexión sobre las implicaciones políticas y metodológicas de las investigaciones de
jueces e historiadores, tal y como se esbozaba en los primeros trabajos basados en
los juicios de la Inquisición. En El juez y el historiador se lleva a cabo un examen
minucioso de la instrucción y de las actas del juicio contra Adriano Sofri, tratando
de demostrar su inocencia. Por otra parte, supone una contribución a la ya vieja
discusión sobre las relaciones entre jueces e historiadores tan vigente hoy.
84
Adriano Sofri, intelectual, periodista y escritor italiano, fue acusado en 1988 de haber incitado, en
calidad de dirigente del grupo de izquierda extraparlamentaria Lotta Continua, al homicidio del
comisario de policía Luigi Calabresi, acontecido en Milán en mayo de 1972. Ginzburg demostrará la
inocencia de Sofri en el libro El juez y el historiador (1991), investigación paralela a la apelación en
segunda instancia celebrada en 1990. Habiendo renunciado Sofri a la apelación y defensa en este
segundo juicio, Ginzburg colabora examinando cuidadosamente la instrucción del caso y las actas
del proceso (lo que recuerda a los trabajos llevados a cabo con las actas inquisitoriales). Su
investigación incide en la debilidad de los argumentos expuestos por los jueces en el auto del juicio,
la inconsistencia de las declaraciones del principal acusador, Leonardo Marino, (autoinculpado en el
caso), y hace hincapié en la destrucción de las pruebas físicas recogidas en su momento. Es posible
que la investigación sobre el caso Sofri, con la consiguiente incursión en el campo jurídico, haya
orientado el redescubrimiento de una retórica antigua que englobaba bajo el signo de la prueba las
investigaciones de jueces e historiadores (Ginzburg, 2007: 40-41).
85
Véase el interesante capítulo “L’historien entre juge et écrivain” del libro de Traverso Le passé,
mode d’emploi. Histoire, mémoire, politique (2005) en el que destaca la aportación de Ginzburg como la
más lúcida en la encrucijada en que se han visto los historiadores en los últimos años a propósito de
los procesos judiciales en los que se trata de rememorar públicamente acontecimientos traumáticos
para distintas comunidades. Ofrecemos aquí también una traducción de la cita: “Volvía a poner en
155
En el volumen reunido por Saul Friedlander, Probing the Limits of
Representation. Nazism and the Final Solution (1993), Ginzburg contribuyó con “Unus
testis. El exterminio de los judíos y el principio de realidad”, en el que una vez más
se centraba en la cuestión de la documentación y los testigos en el campo histórico.
Según Ginzburg, y al contrario del principio jurídico según el cual unus testis, nullus
testis, al historiador le bastaba la existencia de sólo un testigo para emprender una
investigación sobre el pasado.
En 1999 se publicó History, Rhetoric and Proof , cuya versión italiana es Rapporti
di forza (2000). En esta obra, que analizaremos con detenimiento, venía a
reconsiderar una vez más la necesidad de documentar y probar la historia, pero en
relación con la retórica, reconsiderando e invirtiendo los argumentos del giro
lingüístico con respecto al papel de la retórica en la escritura de los discursos
históricos.
causa la relación de la justicia con la memoria de un país y la del juez con el historiador, con sus
respectivas modalidades de tratamiento de pruebas y el distinto estatuto de verdad según ésta sea
producto de la investigación histórica o enunciada por el veredicto de un tribunal”.
156
historiador que nos acercarán a las posibilidades de extrapolación de la discusión y
de la consiguiente propuesta metodológica al campo de la interpretación de textos
literarios.
157
3. 2. HISTORIA, RETÓRICA Y PRUEBA
86
En varias ocasiones cita el autor la carta de Bertold Brecht a Walter Benjamin en la que le insta a
“empezar por las malas cosas nuevas”: “Como dijo una vez Bertold Brecht a su amigo Walter
158
Recordamos el interés por la estrategia de la vilipendiada Margaret Murray en el
estudio sobre la brujería. En la polémica contra el giro lingüístico, que subrayaba el
componente retórico de los relatos históricos con todas las consecuencias
antirreferenciales que esto implica, nuestro autor en lugar de discutir, como
Momigliano, la pertinencia de la retórica en los estudios de historia, defenderá,
también él, el vínculo entre historia y retórica. Nos insta a aceptar la relación entre
historia y retórica y a reconsiderar el papel de esta última en la legitimación de la
referencialidad del discurso histórico.
Ahora bien, ¿qué retórica? Es en esta cuestión en la que radica toda la carga
transgresora de su aportación, la que le llevará a desvelar la genealogía de la
concepción de retórica que subyace al giro lingüístico que, curiosamente, no es la
misma que la del primer tratado sistemático sobre el tema, la Retórica de Aristóteles.
Mi è parso che l’unico modo di superarlo fosse quello di prendere sul serio la
sfida scettica, cercando di dar voce al punto di vista di chi lavora a contatto con i
documenti, nel senso più ampio del termine. La soluzione che propongo transferisce
nel vivo della ricerca le tensioni tra narrazione e documentazione (Ginzburg, 2000:
14).87
Benjamin, ‘no empieces por las viejas cosas buenas, sino por las malas nuevas’. A lo que añade:
“Escépticos y deconstructivistas responden, casi siempre de modo clamorosamente inadecuado, a
demandas reales” (Ginzburg, 2006: 19). La cita no puede explicar mejor, como veremos
seguidamente, el modus operandi de Carlo Ginzburg. En algunos casos, su estrategia ha despistado a
los lectores que lo han metido en el mismo saco de los historiadores posmodernos. Véase al
respecto el ensayo “Tras las huellas de Israël Bertuccio” (Ginzburg, 2006) y “Carlo Ginzburg,
microhistoria y escala: el caso del vinatero calvinista”, en la revista Historiografías, diciembre 2014, de
quien esto escribe.
87
“Parece que la única forma de superarlo es aceptar el desafío de los escépticos y tratar de
articularlo desde el punto de vista de los que trabajan en contacto con documentos, en el sentido
amplio de la palabra. La solución que propongo transfiere a la práctica de la investigación las
tensiones entre narración y documentación”
159
donazione di Constantino” y, sobre todo, en la extensa introducción a la obra-
examina dos visiones opuestas de retórica. Por un lado analiza la genealogía
intelectual de los autores partidarios del giro lingüístico en relación con una
determinada concepción de retórica y, por el otro, propone el rescate de una antigua
idea de retórica a la que la historia, entendida como discurso sobre el pasado basado
en pruebas, no es ajena.
88Es éste un pasaje muy citado de La guerra del Peloponeso. Los habitantes de la isla de Milos, una
colonia de Esparta, que en principio habían permanecido neutrales, terminan por rebelarse contra
160
discursos pronunciados en la plaza ante la multitud, permitía ir refutando los
argumentos uno por uno y evitaba el dejarse llevar por argumentos falaces
escondidos tras bellas palabras (Ginzburg, 2000: 16):
Dammi dunque prova di questa tu abilità nel rispondere in poche parole; della
tua abilità nel fare lunghi discorsi, poi, mi darai prova un’altra volta”. Anche qui, como
in Tucidide, i discorsi lunghi del retori devonocere il passo ai discorsi concisi, basati da
los atenienses tras ser sometidos a innumerables presiones por parte de éstos. Antes de la represión
ateniense (406 a. de C.), Tucídides pone a dialogar a unos y otros, permitiendo así que expongan sus
argumentos. Los atenienses esgrimen el derecho a ejercer la violencia por parte del más fuerte,
como una ley natural a la que ellos no se oponen, y dicen a los melios: “vosotros habéis aprendido,
igual que lo sabemos nosotros, que en las cuestiones humanas las razones de derecho intervienen
cuando se parte de una igualdad de fuerzas, mientras que, en caso contrario, los más fuertes
determinan lo posible y los débiles lo aceptan”.(5.89). Los melios invocan en vano a los dioses y a
sus aliados espartanos; Atenas matará a todos los hombres y reducirá a mujeres y niños a la
esclavitud. Tucídides dedica un largo pasaje a reproducir el diálogo, mientras que la masacre se
solventa en breves líneas. Puesta al lado del ejercicio de la ley del más fuerte, la retórica de los
discursos, propia de los atenienses, se convertía también en un arma en manos del más fuerte,
destinada a legitimar el poder de Atenas. La forma del diálogo, elegida por los melios, permitiría al
menos una participación equitativa sustentada en argumentos y refutaciones que consideraban
menos perversas y por la que los atenienses podrían ser controlados en su ejercicio del poder,
retórico en este caso.
161
un latto sull’alternarsi di domande e risposte (499c), dall’altro sulla confutazione
(Ginzburg, 2000: 19).89
89
“Dame por tanto prueba de tu habilidad en el responder con pocas palabras; deja para otra
ocasión tu habilidad con los largos discursos”. Aquí también, como en Tucídides, los largos
discursos de los oradores deben ceder el paso a los discursos abreviados, basados, por un lado en la
alternancia de preguntas y respuestas, y por el otro, en la refutación”.
162
affatto agli ateniensi. Qui s’innesta la cuestione, longamente dibattuta, della data di
composizione dell’opera di Tucidide. La minacciosa allusione dei melî alla posibilità
che gli ateniensi venissero a loro volta sconfitti (V, 90) situerebbe la composizione del
dialogo, così como forse la Maggiore parte dell’opera, dopo 404: Tucidide avrebbe
voluto mostrare attraverso un caso esemplare l’arroganza imperialistica che aveva
condotto Atene a la rovina. Anche la polemica contro la retorica, che i melî oligarchici
e filospartani presentano all’inizio del dialogo come un’arte per sedurre ‘i più’ con
argomenti attaenti e fallaci, era verosimilmente condivisa da Tucidide, fortemente
critico nei confronti della democrazia ateniense (p. 24)90
En la polémica que Nietzsche entabló con Sócrates, ya desde Die Geburt der
Trago! die (El nacimiento de la tragedia) discutía también la tesis de éste, recogidas por
90
“Nietzsche, que admiraba a Tucídides como un maestro del realismo libre de escrúpulos morales,
probablemente dio por supuesto que estaba de acuerdo con los atenienses. Alguien, siguiendo el
ejemplo de Nietzsche, mantuvo que Tucídides no pudo haberse equivocado al reconocer la
superioridad de los argumentos de los atenienses, viendo que el curso de los acontecimientos les
había dado la razón. Esta conclusión es discutible por dos motivos. Por un lado, no está
demostrado que Tucídides igualara lo correcto con el éxito. Por el otro, a largo plazo, el éxito,
como sabemos, no favoreció en absoluto a los atenienses. Esto nos trae de vuelta la amplia
discusión sobre la datación de la obra de Tucídides. La temible alusión hecha por los melios de que
los atenienses fueran a ser vencidos en su momento (5.90) parece situar la composición del diálogo,
así como quizá muchos de sus trabajos, después del 404: Tucídides habría intentado demostrar
mediante un caso ejemplar que la arrogancia imperialista había conducido a Atenas a la ruina. Es
probable que Tucídides, crítico confirmado de la democracia ateniense, incluso estuviera de
acuerdo con la polémica contra la retórica como arte destinado a seducir a ‘la mayoría’ con
argumentos atractivos y falaces, que los atenienses atribuían a los melios, oligarcas y filo-espartanos,
al comienzo del diálogo”.
163
Platón en el Gorgias y que defendía el uso de la retórica “en favor de la justicia”. En
una obra de juventud que no llegó a ser publicada en vida de Nietzsche, Ueber
Wahrheit und Luge im aussermoralische Sinne, denuncia las vanas pretensiones de los
humanos de conocer la verdad. Puesto que el conocimiento está mediado por la
“regularidad del lenguaje” y ésta no mantiene más que una relación estética con la
realidad mediante tropos -cada concepto esconde una metáfora olvidada que se ha
vuelto inconsciente-, ser verídico no sería más que mentir gregariamente todos en el
mismo estilo (p. 24). Luego el uso de la retórica “en favor de la justicia” sería una
quimera en tanto que el lenguaje no es una herramienta que permita conocer la
verdad.
164
genere. Ed è propio da questo punto di vista che possiamo capire l’importanza di
Nietzsche in rapporto alle domande politiche da Lei formulate (p. 36).91
91
“El eco de “Ueber Wahrheit und Lüge” ha trascendido el ámbito de la filosofía. En 1970 el
fragmento se convirtió en uno de los textos fundadores de la deconstrucción, sobre todo gracias a
la muy sagaz interpretación que Paul de Man le dedicó en un ensayo presentado en una conferencia
sobre Nietzsche organizada por la revista Symposium. Uno de los participantes, Robert Gates, criticó
a de Man por retratar a Nietzsche exclusivamente como un comentarista irónico de la realidad, y
cuestionó la conferencia por no abordar temas político, sociales y económicos. Temas como
“Nietzsche y Vietnam” o “Nietzsche y Nixon” o “Nixon y nuestro sistema de valores”, señaló
Gates, “hubieran congeniado más con su espíritu”, y añadió: “para mí, Nietzsche es impensable sin
una referencia al Reich”. De Man respondió educadamente que el intento, comprensible desde una
perspectiva ética y psicológica, de ir más allá de un punto de vista irónico, no tenía, sin embargo,
“fundamento filosófico. Nietzsche no nos da justificación para hablar de un estadio que vaya ‘más
allá’ de la ironía. Muy al contrario, siempre nos está advirtiendo contra la ilusión de caer en este
deseo. Es también desde este punto de vista que podemos entender la importancia de Nietzsche
con respecto a las cuestiones políticas que has mencionado”. Para una lectura más constructiva y
menos posmoderna del ensayo de Nietzsche véase el libro de Sultana Wahnón (1995), Lenguaje y
literatura, Barcelona, Octaedro.
165
veniva incriminato perché logocentrico e contemporaneamente assolto in nome
dell’innocenza del divenire proclamata da Nietzsche. C’era di che affascinare
contemporaneamente gli eredi dei colonizzatori e gli eredi di colonizzati (p. 40).92
La riduzione, oggi di moda, della storia alla retorica non può essere respinta
sosteniendo che il rapporto tra l’una e l’altra è sempre stato fiasco e poco relevante. A
mio parere, quella riduzione può e deve essere respinta riscoprendo la ricchezza
intellettuale della tradizione che fa capo ad Aristotele, a partire dalla sua tesi centrale:
92
“Seguía la dirección de Nietzsche y del juego. La verdad se liquidaba a favor de una
interpretación activa, es decir, una sin límites ni constricciones; Occidente estaba siendo acusado de
logocéntrico y a la vez absuelto en nombre de la inocencia proclamada por Nietzsche. Había
suficiente ahí para fascinar al mismo tiempo a los herederos de los colonizadores y a los herederos
de los colonizados”.
166
che le prove, lungi dall’essere incompatibilid con la retorica, ne costituiscono il nucleo
fondamentale (p. 67).93
Aristotele dichiara di essersi prefisso un fine molto diverso da quello dei suoi
predecessori, che nei loro trattati (oggi perduti) avevano esaminato solo una minima
parte delle “arti dei discorsi”: infatti le prove soltanto sono un elemento costitutivo, tutti gli altri
elementi sono accessori. Essi invece non dicono nulla attorno agli entimemi, che sono il nucleo della
prova, mentre dedicano la Maggiore parte del loro trattati a questioni estraee all’argomento; infatti la
calunnia, la pietà, la coller e siffatte passioni dell’anima non riguardando l’oggeto, ma sono rivolte al
giudice (1354a).
In tono reciso Aristotele respinge sia la posizione del sofisti, che avevano
inteso la retorica soltanto come arte di conviniere attraverso la mozione degli affetti,
sia la posizione di Platone che nel Gorgia aveva condannato la retorica per lo stesso
motivo. Contro entrambi Aristotele identifica nella retorica un nucleo razionale: la
prova, o meglio, le prove. Il nesso tra la storiografía, così com’è stata intesa dai
moderni, e la retorica, nell’accezione di Aristotele, va cercato qui: anche se, come si
vedrà subito, la nostra nozione di “prova” è molto diversa dalla sua (Ginzburg, 2000:
52-53).94
93
“La moda actual de reducir la historiografía a la retórica no se puede rechazar apelando a que las
relaciones entre historia y retórica siempre han sido endebles y marginales. A mi entender, esta
reducción puede y debe ser rechazada redescubriendo la riqueza intelectual de la tradición que
comenzó con Aristóteles, sobre todo su argumento central: que las pruebas, lejos de ser
incompatibles con la retórica son su núcleo fundamental “.
94
“Aristóteles explica en qué diverge su acercamiento del de sus predecesores: “El caso es que los
que han escrito tratados acerca de los discursos se han ocupado sólo de una mínima parte de la
cuestión, pues sólo los argumentos son propios de la disciplina, mientras que lo demás es accesorio.
En cambio no dicen nada de los entimemas, que son el cuerpo de la persuasión y se ocupan de
temas que en su mayoría quedan fuera de la cuestión. En efecto, la predisposición contra alguien, la
167
Aristóteles dedica unos párrafos en el libro primero de la Retórica a explicar
los tipos de pruebas que se deben alegar en los discursos, sobre todo en aquellos
referidos al pasado, los forenses. Las divide en “propias” en “impropias”. Las
primeras, “propias” de la retórica, serían el entimema y el paradigma. Entre las
“impropias” menciona “testigos, confesiones obtenidas mediante tortura,
documentos y otros por el estilo” (I.2.2):
compasión y la ira y otras afecciones del alma similares no tienen que ver con el asunto, sino con el
juez” (1354a). En tono contundente, Aristóteles rechaza tanto la actitud de los sofistas, que habían
elogiado la retórica como una técnica cuyo propósito era convencer a través de la apelación a los
afectos, como la actitud de Platón, que, por la misma razón, había condenado la retórica en el
Gorgias. Al contrario, Aristóteles detecta un núcleo racional en la retórica: la prueba, o mejor dicho,
las pruebas. Aquí encontramos la conexión entre historiografía, como se ha entendido en los
tiempos modernos, y retórica, como la concebía Aristóteles – a pesar de que, como pronto
veremos, su noción de “prueba” era diferente a la nuestra”.
168
segni necessari (tekmeria) consentono di arrivare a conclusión inconfutabili (1403ª;
1357ª-b) (p. 54).95
Que el entimema sea un silogismo al que le falta una premisa es algo que el
estudioso Burnyeat critica desde el punto de vista del texto así como desde la lógica.
“Incompleto”, atheles, está escrito sólo en uno de los manuscritos de los Analíticos
Primeros sobre una raspadura. Burnyeat lo atribuye a un malentendido estoico. Por
otra parte, dentro de la lógica, decir que se puede prescindir de un silogismo, no le
parece que tenga mucho sentido. Sin embargo Ginzburg sugiere repensarlo más
bien dentro de la Retórica donde (ya no son los Analíticos) prima sobre la lógica una
dimensión antropológica. La retórica se refiere a lo concreto, a lo circunscrito a una
comunidad, a lo que da identidad a esa comunidad frente a los bárbaros. Desde este
punto de vista, el entimema es una prueba que sirve a un grupo concreto, porque
dentro de una comunidad hay ciertas reglas que hacen que funcione lo probable.
95
“El material del entimema deriva de cuatro fuentes: -probabilidad [eikos], ejemplo [paradeigma],
prueba [tekme" rion], e indicio [semeion]”- . El fiscal se encuentra en una situación difícil, sus
conclusiones pueden ser fácilmente rechazadas en la medida en que las fundamenta en aquello que
tiene lugar ‘en la mayoría de los casos’ (epi to poly). Pero, como se basa en una conclusión que es
‘probable’ y no ‘necesaria’, la refutación es solo aparente. Incluso el entimema que se apoya en
ejemplos y signos está dentro del dominio de la probabilidad (2.25.12). Sólo los entimemas que
estén basados en pruebas (tekmeria) pueden llevarnos a conclusiones irrefutables (2.25.14; 1.2.16)”.
169
Parecería que el ejemplo de Dorieo sería más adecuado para otras formas de
indagación sobre el pasado, como la historia, ya que la victoria se produjo casi un
siglo antes de que Aristóteles escribiera su Retórica (p. 57). Nos explica el historiador
que en Grecia el tiempo histórico comienza a diferenciarse de un vago pasado
mítico a partir de la confección de listas con los ganadores de los Juegos Olímpicos.
Estas listas servían como referencia cronológica para otros acontecimientos. A la
confección de las listas contribuyó también Aristóteles. En la época en la que estaba
redactando la Retórica, estuvo también en Olimpia y en Delfos descifrando epígrafes,
fijando la cronología de los Juegos Pitios y corrigiendo la de los Olímpicos
elaborada por Hippias. El trabajo llevado a cabo por Aristóteles es el de un
arqueólogo o anticuario y, al entender de Ginzburg, puede ayudar a entender a
Aristóteles filósofo (p. 58): “L’affermazione di fatto “Dorieus vinse i giochi
olimpici”, resa possibile da inferenze basate “su elementi verosimili o su segni”,
rientrava nella definizione di entimema formulata in Retorica 1357”.96
Ginzburg afirma que el libro que más trata sobre historiografía, a pesar de lo
dicho en la Poética sobre la superioridad de la poesía sobre la historia, es la Retórica.
Nos descubre una idea de historia que no coincide ya con la de Herodoto
menospreciada en la Poética. Es la que Aristóteles mismo había practicado
extrayendo información sobre los vencedores de los Juegos Olímpicos de
inscripciones en lápidas, tal y como hacen los arqueólogos. Por ello cuando
Aristóteles habla de pruebas seguramente tiene en mente esta labor inferencial (pp.
57-58 ).
96“El enunciado factual ‘Dorieo ganó en los Juegos Olímpicos’ basado en una serie de inferencias
‘que incluirían tanto cosas probables como signos’ completa la definición de entimema dada en la
Retórica”.
170
de pruebas se está pensando también en un tipo de historia, la luego llamada
anticuaria, que es la madre de la historiografía moderna y basa en pruebas
(documentación) sus afirmaciones, cuya fortaleza radica en la plausibilidad otorgada
por el contexto (p. 60).
171
3. 3. HISTORIA, RETÓRICA Y FILOLOGÍA
Paul Ricoeur, en el primer ensayo que abre La metáfora viva (1975) titulado
“Entre retórica y poética”, habla de la “pérdida irreparable” de la argumentación
racional que articulaba el “vasto sistema aristotélico”. Ricoeur se lamentaba de la
reducción de la retórica aristotélica a un conjunto de tropos que servían para
componer discursos adecuadamente y que se enseñaban como tales en las escuelas.
El diagnóstico de Ricoeur se refiere a la tendencia más extendida, que considera la
retórica un arte de la persuasión. Contra esta tendencia general, Ginzburg nos va a
mostrar el delgado hilo que mantuvo la tradición aristotélica de retórica cuyo núcleo
era la prueba.
97
Mediante el documento de la donación, compuesto en el siglo VIII, se pretendía legitimar el
poder terrenal de la Iglesia, que ya funcionaba como un estado. Supuestamente el papa Silvestre
había curado de la lepra al emperador que, en agradecimiento, le ofreció parte del imperio. El texto
de Valla era a su vez un documento de propaganda antipapal, escrito a mediados del siglo XV
cuando estaba a las órdenes del rey Alfonso de Aragón, enemigo del papa Eugenio IV (Ginzburg,
2000: 69).
172
psicológicos que evidenciaban la inverosimilitud de tal testamento. Valla recreó
diálogos muy vivos en los que los hijos y cortesanos de Constantino frenaban
verosímilmente una iniciativa del género. Y por otra parte, Valla examinó las
anacronías del texto para probar que el documento no pudo, de ninguna manera, ser
escrito en el siglo IV bajo el mandato de Constantino. El humanista recrimina al
falsificador hablar, por ejemplo, de los sátrapas como parte del poder romano:
E tu dici che fin dai primi giorni il Senato, gli ottimati, i satrapi, quasi fossero
già cristiani, decretarono insieme a Cesare di onorare la Chiesa Romana! E che dire del
fatto che vuoi abbiano partecipato a questo anche i satrapi? O sassi, o tronchi! Così
parlano i Cesari? Così si concepiscono i decreti Romani? Chi ha mai sentito nominare
i satrapi nei consigli dei Romani? Non rammento di aver mai letto in nesun luogo il
nome di un satrapo non solo Romano ma nemmeno delle provincie Romane” (Valla
citado por Ginzburg, 2000: 73).98
Otros términos, como por ejemplo “diadema” que en latín clásico significaba
“cinta”, empleado en la Donación con la acepción de “corona”, evidenciarían la
anacronía. Como explica Ginzburg, Valla concibió su propia obra como una “pieza
sobre la ley canónica y teología que ataca a los expertos en ley canónica y teología”
en cuanto al contenido se refiere, pero en cuanto a la forma, la describió como “una
pieza tan retórica como ésta”, como escribió a dos de sus amigos sobre la refutación
(p. 71).99 La segunda afirmación, que resultaría extraña si se piensa la retórica como
98
“Y tú dices que lo decretaron enseguida, durante los primeros días, el Senado, los nobles, los
sátrapas, como si fueran ya cristianos, con el César, para honrar a la Iglesia de Roma. ¿Qué dices?
¿Cómo pretendes que los sátrapas hayan participado? ¡Oh, necio! ¡Oh, ignorante! ¿Así hablan los
Césares? ¿Así suelen comenzar los decretos romanos? ¿Quién ha oído alguna vez mencionar a los
sátrapas en los edictos de los romanos? No retengo en mi memoria haber leído nunca que se
mencionara un sátrapa romano, ni siquiera en las provincias romanas”. (Tomamos la traducción de
L. Valla, Scritti filosofici e religiosi, edición de G. Radetti, Florencia, 1953, p. 245)
99
Ginzburg analiza las distintas lecturas de la refutación, desde el uso de los protestantes como
denuncia de la avaricia de la Iglesia Católica, a la valoración de filólogos y anticuarios como
precursor de la prueba histórica. El propio Valla también quiso explicar su visión del texto y en su
correspondencia a dos amigos cercanos, dos humanistas, Giovanni Tortelli y Giovanni Aurispa, la
definió como apuntamos arriba. Antes de comenzar su propia interpretación, Ginzburg apela a
Kant y a la idea de que el conocimiento del intérprete puede llegar a superar la autopercepción del
autor (Ginzburg, 2006: 71).
173
la conciben los defensores del giro lingüístico, encaja sin embargo dentro de la
lógica redescubierta por Ginzburg en la Retórica de Aristóteles. Efectivamente, entre
las distintas interpretaciones y usos que la refutación a la donación de Constantino
ha tenido a lo largo de la historia, en los siglos XVII y XVIII entre filólogos y
anticuarios se consideró a Valla “precursor del planteamiento crítico en el
acercamiento a la prueba histórica” (p. 70).
100“El comentario a la edición de Quintiliano de 1493, firmado por Raffaele Regio, estaba basado
de hecho, solapadamente, en las notas sobre la Institutio Oratoria que Valla había dejado inéditas. Un
año después, este hurto literario desencadenó la publicación de una nueva edición de Quintiliano en
Venecia, que finalmente colocó el nombre de Valla en la primera página, e incluía algunas de sus
notas”.
174
Il commento all’edizione del 1493, firmato da Raffaele Regio, attingeva in
realtà sotto banco alle postille a Quintiliano che Valla morendo aveva lasciato inedite.
Questo furto letterario provocò un anno dopo, sempre a Venezia, la pubblicazione di
una nuova edizione di Quintiliano, in cui comparivano finalmente il nome di Valla, e
una parte delle sue postille (pp. 77-78).101
101
“Il documento manca di verosimiglianza; è confutato da altri documenti; include dati cronologici
intrinsecamente contraddittori, come l’acceno a Costantinopoli, absurdo in un documento che si
presume redacto subito dopo la conversione di Constantino. Il constitutum Constantini rientrava
insomma nella categoria –secondo Quintiliano, molto ampia- delle scritture palesemente falsificate”
“El documento carece de verosimilitud; es refutado por otros documentos; incluye fechas que son
intrínsecamente contradictorias como la mención de Constantinopla, incompatible con un
documento que supuestamente se escribió inmediatamente antes de la conversión de Constantino.
Presumiblemente Valla colocó el constitutum Constantini
en la categoría de los documentos
descaradamente falsos -una categoría muy amplia, según Quintiliano”. (Ginzburg, 2000: 78).
175
probablemente nunca hubiera tenido acceso a una edición completa de la Retórica, su
enfoque es muy cercano al de Aristóteles (p. 79).102
102
Otra coincidencia importante es que también Quintiliano protesta contra los que reducen la
retórica a las formas verbales o de expresión, igual que explica Aristóteles al inicio de la Retórica: “La
otra especie de pruebas, que llamamos artificiales, consiste en todo aquello que sirve para confirmar
el asunto, o es enteramente despreciada por muchos o la tocan muy por encima; los cuales,
huyendo de la escabrosidad y aridez (como ellos piensan) de los argumentos, tan solamente se
dilatan en la amenidad de los lugares oratorios, y no de otra manera que los que gustan la hierba del
país de los Lotófagos, que nos dicen los poetas, o los que se dejan encantar de las Sirenas; así estos
tales, anteponiendo el agradar al auditorio a la utilidad, mientras únicamente pretenden el oropel de
vanas alabanzas, vienen a perder el pleito que defienden”. Capítulo VII del capítulo V (V, VIII)
[http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/instituciones-oratorias--0/html/fffbc2d6-82b1-11df
-acc7-002185ce6064_45.html#I_65_]. Questo passo dell’Institutio Oratoria recheggia puntualmente
la Retorica di Aristotele. Tabulae, per esempio, corresponde al greco syngraphai. La distinzione tra
prove “tecniche” (entechnoi) ed “extra-tecniche” (atechnoi) che Quintiliano fa all’inizio del quinto libro
dell’Institutio Oratoria (V, 1, 1), osservando che ormai tutti concordavano su questo punto, è basata
anche’essa esplicitamente su Aristotele. Forse Quintiliano non lesse mai directamente la Retorica di
Aristotele: ma tra la sua impostazione e quella aristotelica i punti di convergenza sono molto forti”
(Ginzburg, 2000: 79).
103
“L’identificazione della prova come nocciolo razionale della retorica, propugnata da Aristotele, si
contrappone decisamente alla versione autoreferenziale della retorica oggi diffusa, basata
sull’incompatibilità tra retorica e prova” (Ginzburg, 2000: 79).
176
sobre cuya práctica se sustenta la reflexión de la prueba en la Retórica y no a la
historia practicada por Herodoto –que sería a la que se refiere en la Poética (82). Si se
tiene esto en cuenta, la línea que va de Aristóteles, pasa por Quintiliano y llega a
Valla y que permite relacionar historia, retórica y prueba, sería una tradición
coherente, aunque escondida tras los distintos significados o acepciones que
históricamente han recibido palabras como historia.
104
N. Struever, citada por Ginzburg, apunta también a la relación entre retórica y humanismo, pero
lo hace en un sentido distinto ya que se acoge a la definición corriente de retórica como
herramienta persuasiva. Por otra parte, confiesa haber propuesto tal interpretación movida por el
creciente interés hacia la retórica promovido por el “giro lingüístico” o lo que ella denomina “a
recent change of fasion”. Ginzburg le discute una aseveración: mientras que ella defiende que “la
retórica es en muchos sentidos hostil a la idea moderna de filología”, Ginzburg cambia
significativamente la sentencia “la noción moderna de retórica es en muchos aspectos hostil a la de
filología” (veáse Ginzburg, 2000: 76-77).
177
una misma actitud nueva hacia el pasado. En la emulación y reconstrucción del
mismo empezaba a fraguarse una actitud crítica hacia la historia (p. 84). La
elaboración de listas de ganadores de los Juegos Olímpicos inauguró un nuevo
modo de mirar hacia el pasado, un modo crítico con respecto al pasado mítico
anterior. Como nos explicó Ginzburg, Aristóteles escribió su Retórica en el mismo
período en que descifraba lápidas para elaborar las listas de los vencedores de los
juegos. La relación de los humanistas (desde los filólogos hasta los falsificadores)
inauguró también un modo de relación con el pasado. Según la argumentación de
Ginzburg en estos tres ensayos, la retórica y su núcleo racional, la prueba, están
estrechamente relacionados con la historia, con una historia que mira al pasado de
un modo crítico y que necesita la verdad que le ofrecen las pruebas para construirse,
igual que las falsificaciones o la reconstrucción lingüística del latín realizada por los
humanistas.
178
3. 4. RETÓRICA Y HERMENÉUTICA ¿QUÉ APORTA ESTA REVISIÓN
DE LA RETÓRICA A UNA HERMENÉUTICA CONSTRUCTIVA DE LOS
TEXTOS LITERARIOS?
Por otra parte, hay otro aspecto en “Indicios” propicio a una hermenéutica
literaria. Es evidente que un modelo de conocimiento interesado en los detalles
particulares, en la interpretación de casos únicos y en lo cualitativo más que en lo
cuantitativo, participa de una misma actitud epistemológica con la hermenéutica. Y
lo que es más, una disciplina como la filología, tan cercana a la hermenéutica
literaria, sirve como ejemplo en el trazado de la historia del paradigma y como
modelo de investigación para el Ginzburg historiador que, en gran medida, fía su
“cientificidad” a la herramienta de precisión filológica.
179
desarrollo del método histórico-gramatical, se ha apoyado tradicionalmente en la
filología105 (Ferraris, 1998: 8; Caner en Llovet, 2005: 212). ¿Dónde radicaría entonces
el interés en sugerir un método de estirpe hermenéutica como fuente de
regeneración de una hermenéutica literaria?
105
También algunos promotores de la interpretación alegórica como Filón de Alejandría comienzan
a considerar la importancia del método filológico: “[Filón] se plantea una pregunta clave para una
hermenéutica literaria: la pregunta por la justificación filológica de la interpretación alegórica. Para
evitar la arbitrariedad subjetiva del intérprete Filón procura fijar unos criterios que permitan
justificar el paso interpretativo hacia ese otro nivel más profundo que se supone oculto bajo la
superficie literal. Según Filón, pues, sólo desde el texto mismo puede explicarse el salto hacia un
sentido no literalmente manifiesto” (Caner, 2005: 210).
180
disciplinas, especialmente las ciencias humanas (movidas por el “giro lingüístico” o
por otras circunstancias intelectuales), fueron condenadas a una especie de silencio,
debido al énfasis excesivo que se concedió al reconocimiento de los propios límites.
Hemos visto ya los argumentos que en historia invalidaban la posibilidad de
conocimiento del pasado. En el caso de la hermenéutica, como hemos explicado en
la introducción a esta tesis, la deriva hegemónica en el siglo XX generó el abandono
de la hermenéutica literaria en pos de una hermenéutica filosófica enunciada por
Heidegger. Mientras que la concepción tradicional, aún sostenida por Dilthey, no
planteaba la historicidad y defendía “un método científico seguro capaz de liberar al
intérprete del peso del prejuicio” de intérprete,
106
Me permito una pequeña aclaración: la primera versión de este texto de Ferraris fue redactada
para su Historia de la hermenéutica de 1988. Sin embargo citamos a partir de la obra de 1998 La
hermenéutica en la que las palabras de 1988 se reproducen como ejemplo de una concepción errada
de hermenéutica que el autor evidencia y critica. Por este motivo dejamos en el paréntesis de la
referencia las dos fechas, si bien la paginación corresponde a la edición española de la obra de 1998.
107
Como explica Robert Caner: “La reflexión acerca de los estudios literarios de Hans Robert Jauss
(1921-1997), principal teórico de la llamada estética de la recepción, también parte, como en gran
medida lo hace la hermenéutica de Gadamer, del fenómeno de la historicidad entendido éste como
un problema, un desafío e incluso una provocación”. Jauss quiere reivindicar, mediante el concepto
181
hermenéutica filosófica de Heidegger y de Gadamer, ha dejado de lado la estabilidad
de los propios textos y la posibilidad de acercarnos a una interpretación que,
independientemente del intérprete, nos acerque a un sentido estable del texto.108 La
radicalización de una postura que niegue rotundamente la “objetividad final”, no
estaría demasiado alejada de las tesis escépticas que limitan el conocimiento
histórico a partir de los presupuestos del giro.
gadameriano de diálogo, la historia de la literatura que había caído en descrédito también por el
positivismo que pretendía fijar hechos o establecer relaciones causales. “La estética de la recepción
quiere mostrar cómo el aspecto estético y la dimensión histórica de la obra literaria son en realidad,
inseparables” “La historia literaria estaría regida por la interacción obra y lector, cada lectura daría
entidad de acontecimiento a la obra, que no sería ni un dato ni un hecho fijado” (Caner, 2005: 231).
En este sentido recuerda a la crítica antipositivista en historia, que consideraba los archivos como
acontecimientos en sí y no como fuentes de información y de datos. Para los defensores de la
crítica antipositivista, la referencialidad de los archivos no remitía a algo externo a sí mismo, sino
que cada documento era en sí un acontecimiento que hablaba solo de sí mismo.
108
En este sentido es muy curiosa la aparente ambivalencia de Ginzburg con respecto a los lectores
y a la lectura. Tal y como señala Tony Molho, en El queso y los gusanos valora positivamente la lectura
deformante y la apropiación cultural de Menocchio, afirmando incluso preferir lectores no
especialistas y creativos; al mismo tiempo rechaza de plano, incluso con cierta brusquedad “every
kind of Derrida trash, that kind of cheap skeptical attitude” del intelectual que defiende el juego y la
libertad interpretativa. (véase Molho, 2004, “Carlo Ginzburg: Reflections on the intellectual cosmos
of a 20th-century historian”, especialmente p. 123).
182
Pero si ésta es la “actitud” general -que puede resumirse en la flexibilidad de
considerar los argumentos de la hermenéutica filosófica y seguir ciertas pautas de
rigor científico símiles a las de la filología para poder verificar el conocimiento
producido por la interpretación de los textos literarios-, la asociación con la retórica
podría ofrecer frutos más complejos –al menos a la hora de abordar el debate de la
hermenéutica literaria.
183
necesidad de interpretar eventuales mensajes provenientes del pasado” (Ferraris,
1998: 8).109
109
Para una visión diferente véase Sultana Wahnón (2009) “Platón, intérprete de Simónides. Sobre
la hermenéutica literaria del Protágoras”, Teoría y análisis de los discursos literarios. Estudios en homenaje al
profesor Ricardo Senabre Sempere, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca y los autores.
184
En este sentido retórica y hermenéutica no serían artes opuestas, una como
técnica de producción de los discursos y otra de comprensión.110
110
La cercanía entre retórica y hermenéutica ha sido trabajada por varios autores, desde Ricoeur
hasta Ferraris o Beuchot. En esta línea (si se quiere de relevo) también Beuchot en un artículo
titulado “Retórica y hermenéutica en Aristóteles” señala que la obra más hermenéutica de
Aristóteles sería la Retórica, más allá de Peri Hermeneias que trataría más bien de lógica. Según
Beuchot, en la Retórica Aristóteles trata juntas retórica y hermenéutica. El autor achaca esto a la
cuestión de que la retórica tiene parte de teoría de los tropos que codifican y que deben ser
descodificados por la hermenéutica, criticada por otros autores como Ferraris.
185
Como señalaba Szondi, la filología helenística no había llegado a plantear las
cuestiones de distancia temporal de las que se hará cargo el cristianismo
inaugurando una filosofía de la historia. Los cristianos se consideran “modernos” en
relación con los paganos y los judíos. Mientras que para los griegos el tiempo era
cíclico, los cristianos veían una línea desde el Génesis que pasa por la muerte de
Cristo y llega a la Resurrección. La promesa del futuro ofrecida por la Resurrección
crea una concepción del tiempo distinta y condiciona la interpretación del pasado
como prefiguración de esta salvación. Citamos como ejemplo la interpretación
alegórica de las dos mujeres de Abraham, Agar y Sarah. La primera, la esclava, dará a
luz al hijo de la carne, mientras que la segunda, la libre, engendrará al hijo del
espíritu, símbolos que se corresponden, según Pablo, con la Jerusalén terrena y la
Jerusalén como metáfora del reino de los cielos (Ferraris, 1998).
Ginzburg toma como indicio o punto de partida la banal frase “tomarse las
cosas al pie de la letra”. Su remoto origen podría estar en la “II Epístola a los
186
Corintios”: el cual nos capacitó para ser ministros de una nueva Alianza, no de la letra, sino del
Espíritu. Pues la letra mata mas el Espíritu da vida (Corintios, 2, 3.6).111
Sobre todo después de haber sido explicados y resueltos repetidas veces los
lugares de los libros del Antiguo Testamento que yo interpretaba a la letra, y que así
interpretados, eran mi muerte. Pero una vez que me fueron interpretados en sentido
espiritual muchos lugares de aquellos libros, no dejé de condenar mi desesperación,
pues me había hecho creer que no se podía refutar a los que despreciaban y se
burlaban de la ley y los profetas (Agustín, Confesiones, V, 14).112
Ginzburg cita otros pasajes de La doctrina cristiana en los que se puede ver la
huella de Ambrosio. Sin embargo, en esta obra también, la interpretación alegórica
le plantea a Agustín el problema de su aplicación en lugares en los que no es
requerida. Se plantea, por tanto, la necesidad de determinar qué pasajes son
111
Cito, respetando la elección de Ginzburg, a partir de la versión de la Biblia de Jerusalén.
112
Volverá insistir en el capítulo siguiente sobre las palabras de Pablo, esta vez en boca del obispo
Ambrosio: “Me complacía oír lo que tu siervo Ambrosio repetía en sus sermones al pueblo: que la
ley escrita mata y que el espíritu vivifica, como si fuera una regla que gustaba de inculcar siempre” (VI, 4).
187
susceptibles de interpretación alegórica y qué pasajes no. Quiere evitar así el peligro
de extender la alegoría a ciertos pasajes en los que no es necesaria. En primer lugar
determina los lugares en los que sí se debe interpretar alegóricamente. Según
Ginzburg, el peligro que hay que evitar es la aplicación del prejuicio “etnocéntrico”
según el cual solo las costumbres y usos del país de uno serían dignas de aprobación.
Así, por ejemplo, la poligamia en la Biblia. Agustín propone una tipología de los
lugares en donde sí es pertinente la alegoría:
113
“’Flagitium’, al contrario, es una categoría más difícil de asir: reenvía a acciones cuya significación
y moralidad pueden variar en función de las circunstancias, momentos y lugares” (La traducción es
nuestra).
188
A la hora de determinar en qué pasajes se incurre en flagitium, hay que tener
en cuenta la cultura de origen del pasaje, lo que conviene en cada caso. Lo que
conviene según el contexto, lo decoroso podríamos decir, nos remite directamente a
la retórica y a su dimensión comunitaria.114 Ambos presupuestos de la retórica le
sirven a Agustín para superar la dificultad que encuentra en la interpretación del A.
T.: hay que respetar la letra del texto sagrado y tratar de dotar de sentido a los
relatos que muy a menudo son opacos o resultan chocantes. Como nos explica
Ginzburg, Agustín afrontó este desafío apoyándose en su cultura retórica:
114
Una consideración de la especificidad de los contextos había abierto camino, como ha
demostrado Amos Funkenstein de manera convincente, a la comprensión de la diversidad histórica.
ensayo de S. Moyn “Amos Funkenstein and the Theological Origins of Historicism”, Thinking
Impossibilities. The Intellectual Legacy of Amos Funkenstein, en este libro hay un artículo de Ginzburg que
se llama “History and/or Memory: the Origins of the Principle of Accomodation” (Ginzburg,
2011: 581).
115
“Lejos de rechazar su educación filosófica y retórica, Agustín vuelve a ella para dar sentido a la
letra del texto bíblico. Pero el defensor de la letra y el explorador de las complicaciones alegóricas
son la misma persona. ‘En tanto que neoplatónico’, escribió Beryl Smalley, ‘san Agustín coloca el
sentido espiritual por encima del sentido literal’; pero en tanto que pensador cristiano original,
reviste la ‘letra’ de una realidad cronológica concreta que nunca había tenido antes de él”.
116
Ginzburg señala que la concepción de diversidad cultural de Agustín, lejos de lo que pueda
parecer en un primer momento, no da pie al relativismo cultural o al “perspectivismo radical” toda
vez que se ve frenada por el famoso versículo de Mateo: “todo cuanto queráis que os hagan los
hombres, hacédselo también vosotros a ellos” (Mt. 7.12) -ya en Tobías “No hagas a nadie lo que no
quieras que te hagan” (Tob. 4.15)- (Ginzburg, 2011: 851-852).
189
tendría también raíces paganas en la retórica. Tanto la historia arqueológica como la
hermenéutica guardan una importante relación con la retórica. La asociación
previamente expuesta entre retórica e historia, entre el Aristóteles arqueólogo y
redactor de la retórica y Agustín intérprete y profesor de retórica, nos acerca estas
tres disciplinas. La retórica provee de las herramientas que facilitan la reflexión
sobre la distancia temporal, condición sine qua non tanto de la historia como de
hermenéutica.
Una de las herramientas que nos permite trazar una relación entre los modos
de operar de estas tres disciplinas es el entimema. Como nos mostraba el famoso
ejemplo de Dorieo y de los ganadores de los Juegos Olímpicos, en el entimema que
Aristóteles usaba como ejemplo en la prueba central de la retórica, faltaba una de las
premisas. En el conocimiento en la historia, al menos en la historia que hunde sus
raíces en la arqueología y en la anticuaria, las pruebas son siempre fragmentos o
piezas incompletas. Los textos o mensajes de los que se ocupa la hermenéutica son
en principio oscuros o incomprensibles. El tipo de conocimiento que genera
conclusiones probables to eikos to polis en la retórica, lo posible o lo probable en la
ciudad, es también el propio de las otras dos disciplinas cuyas pruebas son
fragmentarias e incompletas. Si en el caso de la historia Ginzburg defendía, contra
las tesis posmodernas, la validez de las reconstrucciones plausibles fundamentadas
en indicios en una hermenéutica de los textos literarios, también los indicios
deberían acercarnos a un conocimiento más profundo de los textos literarios, un
conocimiento que se mueve también en el ámbito de lo probable, pero que se
fundamenta en pruebas que controlan la subjetividad del intérprete, ofreciendo así
un nuevo aval a la hermenéutica literaria, el paradigma indiciario.
190
CAPÍTULO IV: LENGUAJE ARTÍSTICO Y COMPOSICIÓN
HISTÓRICA
191
4. 1. EL LUGAR DEL RELATO EN LA HISTORIA. LA HISTORIA
NARRATIVA
117
La cita se toma de la novela de Aira, Las tres fechas (2001). Un análisis más detenido de las
estrategias discursivas empleadas por Pron en “Los hijos, detectives de los padres. Patricio Pron y el
caso de la dictadura argentina” en Historia, memoria y sociedad en el género negro, Santiago de
Compostela, Andavira, 2013, de quien esto escribe.
192
fragmentos crudos de prensa y de los informes policiales, textos convencionalmente
documentales de acontecimientos sucedidos en el pasado cercano.118
Esta operación viene a alinearse al lado de toda la literatura factual que, desde
los diarios hasta los relatos de viajes, ha puesto en cuestión la ficcionalidad de la
literatura. Esta factualidad cuestionaría la división de tareas que, desde Aristóteles en
la Poética, regía los quehaceres de historia y literatura. Que la ficción pertenece a la
literatura, mientras que la historia se ocupa de los hechos reales, es algo tan aceptado
que el mero rótulo “novela de no ficción” deja siempre un resabio de contradicción.
118
Uno se puede preguntar incluso, aunque esto nos desvía del objeto de este capítulo, hasta qué
punto también Pron fracasa en su empeño y cómo los “[sic]” que prodiga en sus citas no son
procedimientos formales absolutamente repetibles en una novela de ficción.
119
Esto no ocurre en otras lenguas como el inglés (History, story), el italiano antiguo (Istoria, storia)
o en alemán (Geschichte, Historia). Véase al respecto Boulay, B. Poétique et rhétorique du recit
193
“historia”, afecta al carácter verídico o ficticio de los relatos y, por contigüidad con
“historia” entendida como invención, pone en evidencia a la Historia con
mayúscula, encargada de relatar los acontecimientos del pasado.
historiographique. Pour un noveau discours de l’histoire, tesis doctoral defendida en la Université Paris 8
Vincennes-Saint Denis, el 11 de diciembre de 2011, pp. 10-14.
120
Entre los varios aspectos que se pueden cuestionar de la cita de César Aira “por las cuales lo
escrito se volviera documento”, sugeriría cierta nostalgia por esta actitud positivista de igualar dato
a realidad.
194
de la investigación y de la interpretación. Situemos pues nuestra metáfora cinegética
en el contexto de las discusiones de la historiografía del siglo XX.
121
En consonancia con su manera de entender el oficio, Bloch llama poéticamente a su aportación
historiográfica “el momento de un artesano” o “el cuaderno de un compañero”.
195
Como escribe Jacques Le Goff en el prólogo a la edición de 1996, la
constelación de temas abarcados por Bloch se extiende desde la complejidad del
tiempo histórico (el problema de los orígenes, de las causas), la necesidad de
explicación en la historia, la historia del presente y las relaciones entre el presente y
el pasado, el azar, el error y la mentira, las maneras legítimas de hacer historia, hasta
la ética de los historiadores; sólo deja sin tocar la actitud del historiador hacia el
futuro (Le Goff, 1996: 31). Pero entre ellos también encontramos una defensa de la
historia entendida como “ciencia poética”.
Sin embargo, no se llega a afirmar que la historia sea arte o literatura, sino
que nos encontramos ante una ciencia poética porque no se la puede reducir a
abstracciones, a leyes, a estructuras (p. 30).
En Bloch conviven por tanto la ciencia y el arte. En la cita con la que hemos
querido abrir este capítulo “¿Es la historia una ciencia o un arte? [...] No hay menos
belleza en una exacta ecuación que en una frase precisa. Pero cada ciencia tiene su
196
propio lenguaje estético”, encontraríamos condensada la idea que contempla por un
lado, el carácter científico de la historia, con su preocupación por discernir entre la
verdad y la mentira en los testimonios del pasado, y por otro, la conciencia de la
historia como construcción cuya dimensión estética, “los goces estéticos propios de
la historia”, no se debe de perder.
Sin embargo, esta convivencia que Bloch acepta con naturalidad, valorando
positivamente la aportación de la estética a la ciencia histórica, será rechazada por
los historiadores posteriores, incluidos sus sucesores de la siguiente generación de
Annales.
Durante los largos años de las décadas centrales del siglo XX, la nueva historia
preconizada por los Annales, el estructuralismo, la historia cuantitativa y el
materialismo histórico, consideraron que la historia profesional debía prescindir de la
narración, para ceñirse al máximo a la exposición científica de los resultados obtenidos
197
en la investigación. Narración era así sinónimo de ficción o, todo lo más, de relato
histórico sin excesivas pretensiones científicas (Aurell, 2004: 10).
198
donde la subjetividad era el verdadero elemento organizador del discurso. Valéry
quiere subrayar
122
La crítica de Valéry fue contestada en su momento por Marc Bloch en su Apología de la historia.
Como explica Le Goff, (1996: 10): “La obra [de Bloch] es, ante todo, una defensa de la historia.
Esta defensa se ejerce contra los ataques explícitos que va evocando en la obra y en particular los de
Paul Valéry, pero también contra la evolución real o posible de un saber científico a cuyos
márgenes sería expulsada la historia, o incluso excluida”. Como ya hemos visto, Bloch da su propia
idea sobre el aspecto artístico de la composición de las obras de historia.
199
La cuestión que trataba de elucidar es si “la antigua tipología de los
discursos” que tradicionalmente oponía “el discurso poético al discurso novelesco,
el relato ficticio al relato histórico”, resistiría a un examen estructural con las
entonces nuevas herramientas de la lingüística (p. 163). Barthes se fijaba en las
concomitancias formales entre el discurso de la historia y el de la literatura de
ficción. La imposibilidad de encontrar rasgos exclusivos del discurso histórico, le
llevaba a poner finalmente en entredicho la identidad de la historia como género,
haciendo peligrar, en virtud de su enfoque textualista, el carácter referencial de la
misma.
200
a concluir que lo real, el referente de la Historia, es también conseguido mediante un
efecto del discurso. Efecto compartido por la historia y por la ficción.
Se llega así a esa paradoja que regula toda la pertinencia del discurso histórico
(en comparación con otros tipos de discurso): el hecho no tiene nunca una existencia
que no sea lingüística (como término de un discurso), y, no obstante, todo sucede
como si esa existencia no fuera más que la “copia” pura y simple de la otra existencia,
situada en un campo extraestructural, la “realidad” (Barthes, 1967: 174).
Este planteamiento del problema en términos formales tiene también que ver
con el análisis propuesto por Hayden White en Metahistory (1967). White no sólo no
identifica rasgos propios inherentes al discurso histórico como hacía Barthes, sino
que cuando trata de mostrar sus engranajes, apuesta por una teoría tropológica del
discurso histórico, propia de una poética o de una retórica. Clasifica las distintas
modalidades de escritura de la historia bajo el empleo de cuatro tropos literarios
organizadores del discurso. Como se recordará, la discusión que Ginzburg entabla
contra este modelo tropológico fue suscitada por el artículo de Arnaldo Momigliano
“La retórica de la historia y la historia de la retórica: acerca de los tropos de Hayden
201
White” (1984). Nos parece por ello pertinente reproducir aquí la caracterización que
de Metahistory da Momigliano:
White trata a los historiadores igual que a todos los demás narradores: como
retóricos que pueden ser caracterizados de acuerdo con las formas de su discurso.
Debemos reconocer – dice – que la escritura histórica, como otras formas literarias,
construye la realidad escogiendo modos específicos del discurso, cada uno de los
cuales implica una conceptualización distinta de la relación que hay entre individuo y
sociedad. Apoyado por Giambattista Vico por un lado, Kenneth Burke, por otro (y
quizás generalmente atenido a R. Jakobson), reduce a cuatro los modos del discurso:
metáfora, metonimia, sinécdoque e ironía. Aunque no explique con precisión en qué
circunstancias tienden a prevalecer cada uno de los modos a lo largo del tiempo, en su
ensayo “Foucault decoded” (reimpreso en Tropics of Discourse, pp. 231-260), parecería
sugerirse que en los siglos XVI y XVII prevalecía la metáfora, pero sólo para dar paso
a la metonimia del siglo XVIII y la sinécdoque del XIX; mientras que nosotros ahora
nos encontramos, o deberíamos encontrarnos, en la edad de la ironía, o aun en aquella
fase tardía de la edad de la ironía, caracterizada por la ironía de la ironía. Aunque ésta
puede ser sólo una vaga aproximación, ya que en Metahistory aclara profusamente que
los cuatro modos eran fundamentales y competitivos entre sí, para el siglo XIX, al que
Michelet asignaba la metáfora, Ranke la sinécdoque, Tocqueville la metonimia, y
Burckhardt la ironía. En efecto: la ironía prevaleció en el siglo XIX tardío
(Momigliano, 1984: 3).
202
en la época en que escribe White) habían rechazado en aras de un cientificismo que
encontraban en la historia social y económica tendente a lo serial y cuantitativo.
La semejanza entre estas dos formas de relato suscitó, a partir de los años
setenta, otra postura que en muchas ocasiones se ha relacionado con los
“descubrimientos” del giro lingüístico y otras veces como una reacción ante la
historia cientificista de las décadas centrales del siglo XX. Se trata del renovado
interés por los relatos, reclamados por los historiadores sin temor a perder la
cientificidad de la disciplina.
203
relato y la coherencia formal de la narración no están reñidas con la rigurosidad
científica, sino que conducen a sus metas más elevadas (Aurell, 2004: 2).
123
Otro de los trabajos que se consideran canónicos en la descripción de la historia narrativa es el
artículo “Historia de los acontecimientos y renacimiento de la narración” de Peter Burke, en la obra
colectiva que él mismo coordina Formas de hacer historia (1991).
204
Thompson (1975). También, dentro del mundo anglosajón, incluye a Robert
Darnton por su trabajo sobre las condiciones de publicación de la Enciclopedie y la
difusión de la Ilustración, The Business of the Enlightenment (1979), y a Natalie Zemon
Davis antes ya de The Return of Martin Guerre (1983). Como representante de la
incipiente microstoria italiana, Stone cita a Carlo Ginzburg por su obra El queso y los
gusanos (1976). Entre los franceses a Georges Duby, segunda generación de Annales,
por Le Dimanche de Bouvines.124
¿En qué consistía, pues, esta nueva historia narrativa por la que tantos
historiadores estaban apostando? En palabras de Stone se trataba de la organización
cronológica y secuencial y la focalización en una sola historia coherente, aunque ésta
pudiera tener subargumentos (p. 3). La generación anterior había rechazado el
acontecimiento único asociado a la desprestigiada histoire évènementielle. La historia lo
recuperará, aunque el acontecimiento ya no responderá a la jerarquización de una
historia tradicional, ocupada en el estudio de lo que interesaba a las élites.
124
Normalmente se suele nombrar a Zemon Davis, Ginzburg, Le Roy Ladurie o Robert Darnton,
por lo que la inclusión de otros como Hobsbawm o Thompson nos habla de una concepción
amplia y temprana. No olvidemos que el trabajo de Stone es de 1979, y entiende el fenómeno de la
historia narrativa basado fundamentalmente en el criterio del regreso al relato.
205
ofrecían explicaciones monocausales que realmente no daban cuenta de la
complejidad de los hechos humanos (pp. 12-13).
En toda esta apuesta encontramos uno de los principales dilemas que plantea
Ginzburg en “Indicios”, artículo mencionado y comentado por Stone. Se trata del
dilema de las ciencias humanas ante el modelo galileano, cuantitativo y anti-
antropocéntrico. Detrás de todo esto subyace una crítica a esa idea de progreso en la
que habían creído los historiadores de mitad de siglo. Ginzburg cita a Philippe Ariès
que analiza así el fenómeno:
La crítica del progreso pasó de ser de una derecha reaccionaria, que por lo
demás la había dejado de lado, a una izquierda o, mejor, a un izquierdismo de
contornos indefinidos, confuso pero vigoroso. Creo (y es una hipótesis) que hay
relación entre la reticencia que surgió durante los años sesenta con relación al
desarrollo, al progreso, a la modernidad, y la pasión con que los historiadores jóvenes
encararon el estudio de las sociedades preindustriales y sus mentalidades (Airès, citado
por Ginzburg, 2006: 367).
206
En ellos ve Stone, en definitiva, la asunción filosófica sobre el papel de la
libertad y de la voluntad humana en reacción con las fuerzas de la naturaleza. Contra
el supuesto progreso vuelven a interesarse por el ser humano, como Bloch cuando
definía la historia en términos humanos: la ciencia que estudia los seres humanos en
el tiempo.
Sin embargo, tras la precisa descripción de la “new old history”, queda una
cuestión pendiente, lo cual es natural teniendo en cuenta que Stone escribió su
ensayo en 1979. Se trata de la relación entre esta nueva historia y el giro lingüístico.
Actualmente es común asociar la historia narrativa al énfasis otorgado, también por
los defensores del giro, a la parte discursiva y estética de los relatos históricos. La
historia narrativa, dado que no llegó a defender posturas escépticas, sería para
algunos, una de las “consecuencias más beneficiosas del giro lingüístico” (Aurell,
2004: 2).
Nos parece, no obstante, un tanto desajustado colocar bajo el manto del giro
lingüístico esta tendencia, que incluye a autores tan críticos con el giro como el
propio Ginzburg o Hobsbawm, así como escuelas como la microhistoria, cuyo
programa se articula en gran medida en la demostración, contra los presupuestos
escépticos, del trabajo de investigación y prueba de la referencialidad de las obras
históricas. De hecho Stone caracterizó completamente esta nueva-vieja historia sin
mencionar en ninguna ocasión cuestionamiento alguno de la referencialidad del
trabajo de historiador:
207
entre la estructura narrativa de la vida humana y la estructura narrativa de la historia
(pp. 11-12).
125
Estas palabras las tomo de un comentario que Kracauer hace a propósito de los usos estéticos
del lenguaje en la obra de Burckhardt, y que reproduzco en esta nota por el paralelismo que
encuentro a la hora de justificar el retorno a la narrativa que estamos tratando: “Es digno de
destacar que, contrariamente a los arreglos estéticos del historiador general, los escapes de
Burckhardt hacia la dimensión estética no tienen la intención de profundizar la impresión de
continuidad cronológica, sino la de indicar inconfundiblemente que la historia abunda en
contingencias con las cuales debemos lidiar” (Kracauer, 1969: 215).
208
En cualquier caso, la inclinación de Ginzburg hacia los lenguajes artísticos
(digo en plural porque además del lenguaje de la novela, el lenguaje cinematográfico
será crucial) parece mucho más deudora de la postura de un historiador como
Bloch, cuya maestría, por otra parte, no deja de reconocer:
Las acciones humanas son, por esencia, fenómenos muy delicados, muchos
de los cuales escapan a la medición matemática. Para traducirlas correctamente y, en
consecuencia, para desentrañarlas correctamente […] son necesarias una gran
delicadeza de lenguaje y una precisa coloración en el tono verbal (Bloch, 1944: 25).
209
competición, en una tensión fecunda. Esta idea daría cuenta de la mutabilidad
formal, pero no olvida el rasgo propio de la historia: hay un discurso que, aunque no
siempre se ha llamado histórico, hace referencia a pruebas. Ginzburg explicará así su
investigación historiográfica:
210
4. 2. APORTACIONES COGNITIVAS DEL LENGUAJE LITERARIO
211
cognitivos y su aprovechamiento no se limita a la literatura. El lenguaje de las
imágenes propio del cine será también asimilado por el historiador. Dedicaremos el
presente apartado a la escritura y a sus relaciones con el mundo literario.
Seguidamente veremos la huella del cine en los ensayos de nuestro historiador.
126
Transcribimos las palabras de Ginzburg de 2013: “Cette remarque vise un objetive polémique
caché. L’essai de Lawrence Stone, paru l’année précédente, qui fut traduit immédiatement après
dans Le Débat, sous le titre “Retour au récit ou réflexion sur une nouvelle vieille histoire”. Des
années auparavant j’avais participé, expérience fort enrichissante, aux seminaires organisés par le
Davis Center de Princeton sur la direction de Lawrence Stone. Toutefois la thèse d’un retour au
212
El libro de Le Goff supone una desarticulación de las periodizaciones
históricas tradicionales: su “otra Edad Media” es alargada desde el siglo III al XIX.
Una nueva manera de abordar los tiempos y los espacios que Le Goff hace
explícitamente deudora del “rigor y de la imaginación”. Esta pareja, como podemos
suponer tan cara a Ginzburg, reaparece al final de la reseña, donde se subraya el
papel de la “imaginación” literaria del historiador. Ginzburg propone la emulación
de las provocadoras escrituras de Proust, Virginia Woolf o Musil, cuyo modo de
abordar tiempo y espacio puede, quizás, se preguntaba el historiador, ofrecer nuevas
vías de escritura para la historia:
récit y proposée par Stone m’a deçu, car pour lui, il allait de soi que il n’avait qu’un seul type de
récit, celui qui avait par modèle le roman naturaliste” “Esta observación apuntaba a un objetivo
polémico objetivo. El ensayo de Lawrence Stone publicado el año anterior, fue traducido
inmediatamente en Le Débat, con el título “Retour au récit ou réflexion sur une nouvelle vieille
histoire” [“Vuelta al relato o reflexiones sobre una nueva vieja historia”]. Años antes había
participado en los seminarios organizados por el Davis Center de Pirnceton dirigidos por Lawrence
Stone, una experiencia muy enriquecedora. Sin embargo, la tesis de una vuelta al relato propuesta
por Stone, me decepcionó, ya que para él era obvio que no había más que un solo modelo de relato,
el que tenía como modelo la novela naturalista”. (La traducción es nuestra). [http://www.college-
de-france.fr/site/antoine-compagnon/seminar-2013-03-19-17h30.htm].
[Última consulta12/10/2014].
127“¿Podemos pensar que los historiadores contemporáneos no tengan nada que aprender de estas
tentativas narrativas, de estas experiencias cognitivas –además muy diferentes entre ellas? Los
problemas epistemológicos que el historiador debe afrontar hoy día no son, quizás, tan diferentes
que los que se encontraron los grandes novelistas del siglo XX –empezando por la desintegración
ya adquirida de un marco temporal y espacial unívoco y homogéneo. De la novela a la historia, las
213
Es la primera ocasión en que esta incitación se expresa de manera explícita
en los trabajos de Ginzburg, quien, como veremos, ya lo había puesto en práctica en
anteriores trabajos. Por ejemplo en El queso y los gusanos, la escritura responde a
pautas bien distantes ya de la tradicional narrativa decimonónica, demostrando que
“les livres d’histoire pourraient aussi être écrits autrement” (Ginzburg, 1980: 354).
Nos proponemos en este capítulo analizar la continuidad teórica y práctica del
desafío narrativo, que reaparecerá enriquecido en matices y connotaciones a lo largo
de trabajos en los que se entrelaza la propuesta historiográfica con la puesta en
práctica de formas de escritura experimentales.
soluciones narrativas serán sin duda diferentes. Pero aquí también, haríamos bien en suscribir la
llamada que hace J. Le Goff “al rigor y a la imaginación”.
214
aspectos formales literarios en la representación de la realidad en la tradición literaria
occidental. En este recorrido la novela naturalista ocupa únicamente un capítulo.
215
conciencia de la mutabilidad de los recursos formales a lo largo de la tradición
literaria occidental empleados en la representación de la realidad por parte de
escritores de ficción y de no ficción -ya que en la nómina de Mimesis también se dan
cita historiadores como Tácito, Amiano Marcelino y Gregorio de Tours (Ginzburg,
2006: 241). La verdadera comunión de Ginzburg con el filólogo alemán tiene
mucho que ver con su manera de entender el perspectivismo: a pesar de ser
consciente del cambio y de la perspectiva histórica en las convenciones formales,
éste no cae nunca en posturas relativistas. Así lo sintetiza Ginzburg:
216
útil que proponer formulaciones teóricas abstractas, a menudo implícita o
explícitamente normativas (Ginzburg, 2006: 455).
Estamos, una vez más, ante una respuesta a la postura escéptica de White o
de Barthes que el italiano tilda de incompleta, puesto que no tiene en cuenta la parte
de investigación que precede a la escritura variable de la historia. Como se puede
deducir de la adopción del planteamiento perspectivista de Auerbach, Ginzburg no
ignora la parte constructiva, sino que encuentra más interesante el estudio de los
recursos que se han empleado a lo largo del tiempo y la influencia mutua que
muestra un enfoque histórico. Lo que rechaza de Barthes o de White es el hecho de
destacar el núcleo fabulatorio de los relatos de ficción ignorando su núcleo
cognitivo (Ginzburg, 2006: 454). Desde la óptica cognitiva se centrará por tanto en
el análisis y en la experimentación con las implicaciones que los distintos tipos de
relatos suponen.
217
jueces de su falsa identidad cuando, en un intenso giro dramático, aparece en el
juicio el verdadero Martin Guerre. En 1562, tras seis años de convivencia en el
pueblo, Arnaud du Tilh es condenado a la horca y ajusticiado delante de la casa de la
familia Guerre. El juicio, que suscitó una expectativa y un interés muy grande ya en
el momento y del que habla Montaigne en su ensayo “Las brujas de mi vecindad”,
fue recogido por escrito por el propio juez Jean de Coras y por Guillaume Le Sueur.
La obra del primero se titulaba Arrest mémorable y la del segundo, Admiranda historia.
Las actas del juicio, por desgracia, se han perdido.
Lo que nos interesa del caso Martin Guerre son las dos obras que en su
momento recogieron el caso, la de Jean de Coras, el juez que lo envió a la horca, y la
de Le Sueur. Ginzburg se fija en cómo los dos autores tratan de valorar el género
que más conviene a una historia tan singular. Ambos dudan entre la pertinencia de
considerarlo tragedia o comedia debido a los desajustes entre la historia y la doctrina
de los estilos. En el prólogo al libro de Natalie Zemon Davis, Ginzburg cita los
razonamientos de estos dos autores. De la obra de Le Sueur comenta los siguientes
fragmentos:
218
[Le Sueur] declaraba en forma enfática que ese caso superaba a las “historias
prodigiosas” de autores cristianos o paganos, “los escritos fabulosos” de los poetas
antiguos (citando poco después las Metamorfosis de Ovidio), las “pinturas
monstruosas”, las astucias de Plauto, Terencio o los “cómicos nuevos”, y “los casos
más extraños de los argumentos trágicos”. La analogía con las sustituciones de
persona de la comedia antigua era un factor indiscutible: el propio Coras había
comparado la peripecia del falso Martin Guerre con el Anfitrión de Plauto. En cambio
Le Sueur había hablado de “tragedia” dos veces (Ginzburg, 2006: 440-441).
[…]
219
cognitivo del lenguaje literario. Las contradicciones que se les presentaban a Coras y
a Le Sueur, el triste desenlace que, por su parte, no casa con una comedia, y los
personajes humildes que tampoco son conciliables con el planteamiento clásico de
la tragedia, se condensan muy bien en la manera en que Coras califica a Du Tilh de
“gentil rustre”:
Puede agregarse que esa ambivalencia es, en sí, puesta de relieve por la
expresión fuertemente contradictoria gentil rustre –liso y llano oxímoron, que Coras
repite dos veces-. ¿Puede un campesino ser capaz de “gentileza”, virtud ligada por
definición al privilegio social? ¿Y cómo podrá describirse ese contradictorio prodigio?
¿Con el estilo “alto y grave” de la tragedia, tal como el adjetivo (gentil) requiere, o con
el “bajo y humilde” de la comedia, el único apropiado para el sustantivo (rustre)?
(Ginzburg, 2006: 442).
220
el perspectivismo de Auerbach queda ejemplificado mediante la observación de la
evolución de la teoría de los estilos: a cada situación, a cada momento histórico,
corresponde una visión nueva, visión que se realiza mediante el estilo. De esta idea
parte el programa de escritura de la historia que va a trazar Ginzburg:
221
novela moderna (Tadié, 2007: 227-239) (véase también el capítulo segundo de esta
tesis). Sin embargo, a Ginzburg le interesa más mostrar cómo, en un juego un tanto
ambivalente, Daniel Defoe en Robinson Crusoe (1719) o Henry Fielding en Tom Jones
(1749) quieren legitimar sus historias equiparándolas a las escritas por los
historiadores. Contrariamente al contenido fabulatorio de las dos novelas, sus
autores quieren ser reconocidos como verdaderos historiadores. Ginzburg señala el
énfasis que pone Defoe en el título de Robinson Crusoe en que su historia no es
inventada:
La primera obra maestra de la novela burguesa se llama The Life and Strange
Surprising Adventures of Robinson Crusoe of York, Mariner, Written by Himself
[Vida y extrañas y sorprendentes aventuras de Robinson Crusoe, Marinero de York,
escritas por él mismo]. En el prefacio, Defoe insistía en la veracidad del relato (story),
contraponiendo history a fiction: “La historia es relatada con sobriedad, con seriedad
[…]. El editor considera que ésta es una veraz historia de hechos; y que no hay visos
de ficción en ella” (Ginzburg, 2006: 445).
Fielding, en cambio, tituló sin más su libro mayor Tom Jones or the History of a
Foundling [La historia de Tom Jones, expósito], explicando que había preferido history a life
o a an apology for a life por inspirarse en el ejemplo de los historiadores (Ginzburg,
2006: 446).
222
de “[referir] hechos públicos”, él había reflejado “caracteres humanos privados”
(Ginzburg, 2006: 447-448). También el tiempo de la historia aparece en la novela de
Fielding con un tratamiento particular. Mientras que critica a los historiadores de
crónicas que reflejan un tiempo homogéneo, él toma como modelo a Clarendon,
autor de la History of the Rebellion [Historia de la rebelión]: “de él aprendió a condensar o
dilatar el tiempo del relato, rompiendo con el tiempo uniforme de la crónica o de la
epopeya, escandido por un invisible metrónomo” (Ginzburg, 2006: 446).
223
Inscripciones que descifrar:
224
historia de la civilización francesa, de sus costumbres, de la vida cotidiana, y lo que
en ella se relata es tan valioso, según Balzac, como la vida pública que interesaba a
los historiadores:
Quienes recogieron el guante del desafío lanzado por Balzac fueron los
historiadores del siglo XX. Pero no es sólo Balzac quien abre la puerta a la
renovación de la historiografía. Ginzburg sigue en este artículo analizando el
fenómeno en Italia, donde Giambattista Bazzoni, autor de la novela histórica Falco
della Rupe o la Guerra di Musso (1829), en 1842, una década antes de que Balzac
hiciera sus provocadoras afirmaciones, nos dice Ginzburg, hace una serie de
observaciones inspirado por la obra de Alessandro Manzoni, I promessi sposi [Los
novios] (1842), con motivo de su segunda publicación:
La Novela histórica es una gran lente que se aplica sobre un punto inmenso del
cuadro […]. Ya no se exhiben únicamente los reyes, duques, magistrados; sino
también la gente del pueblo, las mujeres, los muchachos […] las penurias y las alegrías
de la vida, que en última instancia es cuanto debe interesar al universo de los hombres
(citado por Ginzburg en 2006: 449-450).
225
También el propio Manzoni justifica su distancia con la historia político-
militar:
Otro aspecto sobre el que la novela decimonónica ofrece una visión muy
enriquecedora, es la polémica en torno a la histoire-bataille a la que también
Proust, como veremos más adelante, tendrá algo nuevo que añadir. Se trata de la
intervención del jovencito Frabrizio del Dongo en la batalla de Waterloo, tal como
nos la cuenta Stendhal en La chartreuse de Parma [La cartuja de Parma] (1839).
Fabrizio es testigo parcial de la batalla, como lo puede ser cualquiera que forme
parte de ella y tenga de ella una visión humana, fragmentaria. La guerra son los
carros que llegan con auxilio, son pelotones a pie o a caballo que se siguen, son
gentes en desbandada, etc. Frabrizio no es capaz de reconocer en todos esos
fragmentos la idea preconcebida del todo de la batalla y regresa con su familia un
tanto avergonzado sin poder hacer gala del heroísmo con el que soñaba. La
226
vergüenza de Fabrizio, incapaz de asegurar su presencia en Waterloo, es realmente
un golpe maestro a la “historia de batallas”. Al mismo respecto, Tolstoi afirmaba
que de un gran acontecimiento como una batalla no se podría dar cuenta a menos
que se reunieran todos los puntos de vista de todos los participantes (Ginzburg,
2006: 375-376).
Este sería un reto más que la novela del XIX plantea a los historiadores;
trascendiendo el espacio pasado de moda de la batalla, la historia deba de esforzarse
por hacer un relato de los grandes acontecimientos desde una perspectiva humana,
desde el punto de vista de los hombres y mujeres que participan en ellos, muy
distinto al modo “a vista de pájaro” en que se venían relatando.
En termes simples, cela signifie que les livres d’histoire pourraient aussi être
écrits autrement (ils l’étaient d’ailleurs avant le XVIIIè siècle). Or le roman
contemporain a tenté de représenter un temps fait de “rythmes lents, flash-backs,
pertes et résurgences”, comme l’écrit J. Le Goff dans un tout autre contexte, on l’a
vu. Proust est bien sûr le premier exemple, et le plus achevé qui nous en vienne à
227
l’esprit; mais aussi Virginia Woolf, Musil où même un romancier sans doute mineur
comme Dos Pasos (Ginzburg, 1980: 354).
228
de la historia de la representación de la realidad, si los he captado bien, habrán de
hallarse en un texto realista cualquiera. (Auerbach, 1949: 516).
229
arte contemporáneo. Joyce, Proust y Virginia Woolf, los pioneros de la novela
moderna, ya no se preocupan por suministrar desarrollos biográficos o secuencias
cronológicas a la manera de la novela anterior; por el contrario, descomponen
resueltamente la (ficticia) continuidad del tiempo. La obra de Proust se basa
completamente sobre la convicción de que no solo ningún hombre es un todo, sino
de que es completamente imposible conocer a un hombre porque él cambia
mientras tratamos de clarificar nuestras impresiones originales acerca de él. Como
sostiene Erich Auerbach, estos escritores modernos “que prefieren agotar episodios
cotidianos cualesquiera, desarrollados en el espacio de pocas horas o día, a la
representación cronológica y total de un curso de cosas externo […] les inspira la
idea de que es tiempo perdido pretender ser realmente completo dentro de un
determinado curso de cosas externo, tratando de obtener por este procedimiento
una percepción de lo esencial, y […] por otra parte, temen imponer a la vida y a su
tema una ordenación que no ofrezcan ellos mismos”. En otras palabras, ellos
buscan y encuentran la realidad en acontecimientos semejantes a átomos, cada uno
de los cuales pensado como un centro de enormes energías […]. De hecho, ellos
más bien dudan de que las pequeñas unidades casuales en las cuales la vida, la vida
realmente tangible, se materializa, estén significativamente interconectadas de
manera tal que, al final, los contornos borrosos de un todo se delineen en el
horizonte (Kracauer, 1969: 207-208).
230
*
Las acciones humanas son, por esencia, fenómenos muy delicados, muchos de los
cuales escapan a la medición matemática. Para traducirlas correctamente y, en consecuencia,
para desentrañarlas correctamente […] son necesarias una gran delicadeza de lenguaje y una
precisa coloración en el tono verbal (Bloch, 1941: 35).
Una vez más reaparece la coincidencia con Kracauer, que recoge también
este fragmento, y se hace eco de la postura del historiador francés. Argumenta
Kracauer que el arte “cumple una función indispensable” en la historia. Ahora bien,
“no es tanto una meta como una consecuencia de las búsquedas del historiador”. Es
más, la dimensión artística, al historiador lo legitima como historiador, con una
condición: “en la medida que el historiador produce arte, él no es un artista sino un
perfecto historiador” (Kracauer, 1969: 206).
231
selección. En su primera obra I benandanti se apreciaba ya un estilo particular. El
desarrollo narrativo de la historia en la que además entraban hipótesis e
interpretaciones (señaladas como tales), es el correspondiente a un modelo de
historia no cuantitativa o serial, sino una historia que profundiza en lo particular,
que quiere subrayar la riqueza de los detalles y de lo marginal. De hecho, la historia
de una creencia prácticamente desaparecida en una región fronteriza del norte de
Italia, no podría existir y pervivir sino mediante el relato y la explicación. La lectura
de las actas, como explicamos en el capítulo II, necesitaba interpretación, que a su
vez exige un relato para poder dar cuenta de la complejidad del fenómeno; es, al fin
y al cabo, lo que se propone Ginzburg al extraer de la historia serial y cuantitativa
los fenómenos extraordinarios con los que trabaja.
232
explicar un volumen de acontecimientos mucho más amplio. En este sentido la
cosmogonía de Menocchio nos habla de la circulación cultural de las nuevas ideas
surgidas con la Reforma dentro de un contexto más amplio de la relación entre alta
y baja cultura.
Otro aspecto que salta a la vista en este libro con respecto a la escritura, es
que Ginzburg descompone en fragmentos la linealidad de la historia, abandonando,
a partir del segundo proceso, un orden cronológico. Esto le permite elegir motivos
micro, como por ejemplo ese al que hace referencia el propio titulo del libro “el
queso y los gusanos”, que alude a la curiosa idea de Menocchio sobre la creación del
mundo y encierra en sí un gran poder metafórico. Ambos son recursos estructurales
que pertenecen al estadio de la planificación de las novelas: tanto el motivo
desencadenante, como la descomposición del tiempo lineal.
233
separados en el tiempo, sin una continuidad visible. Es decir, se pondrán en relación
las similitudes pasando por encima de las distancias espacio-temporales. A partir de
estas convergencias morfológicas, el autor reconstruye la historia de una hipótesis ya
planteada en I benandanti, que consiste en la vinculación de los rasgos que confluyen
finalmente en la idea de aquelarre y provienen de un pasado, remoto como la
prehistoria, que uniría a los chamanes siberianos con los benandanti. Sobre este
sustrato de creencias se forjó la idea de aquelarre. La persecución de leprosos y
judíos del primer capítulo sería una de las últimas fases previas a la consolidación del
estereotipo del aquelarre, en virtud del cual se justificó la caza de brujas en Europa
entre los siglos XIV y XVIII.
El uso del tiempo implica una tensión entre dos modelos cognitivos
tradicionalmente antagónicos: el modelo histórico cronológico y el modelo
morfológico más cercano a la antropología. La alternancia de ambos, de series de
hechos ligados por la cronología y de series ligadas por la semejanza formal, es
posible en tanto que la cronología tradicional del relato histórico se disuelve
basándose en el modelo que aportan los pioneros de la novela moderna, cuyo uso
del tiempo no responde a una experimentación arbitraria sino a modos concretos de
representación de la realidad.
234
sumará otra técnica propia de otro lenguaje artístico, también característico del siglo
XX: el montaje cinematográfico. Dedicaremos las siguientes páginas al lenguaje de
las imágenes, a analizar, desde el punto de vista cognitivo, su influencia en la
estructura de los ensayos de Ginzburg.
235
4. 3. APORTACIONES COGNITIVAS DEL LENGUAJE
CINEMATOGRÁFICO
236
lenguaje del cine como un todo basado en la técnica del montaje: el acoplamiento de
los trocitos de película filmada en una unidad superior siguiendo un orden nuevo y
original.
237
“Mouchette y las paradojas del lenguaje de las imágenes” de Les écarts du cinéma, [Las
distancias del cine] (2011).128
Como nos explica Rancière, el desafío que se le presentaba a Bresson era dar
una respuesta al “cinematografismo” ya presente en la novela de Bernanos (pp. 48-
50).129 Por ello, para evitar caer en la representación propia del cine y que Bernanos
logra de manera brillante, la fragmentación muestra las cosas en partes separables,
dándoles una nueva dependencia. Cada plano será como una pincelada que va al
lado de otro plano. Son como palabras del diccionario que tienen sentido por
oposición a las otras (pp. 56-57). Cada fragmento visual será un signo que cobra
sentido en relación con los demás, lo que evidentemente nos remite a la influencia
del estructuralismo tan en boga en la época.
128 El libro de Rancière está escrito desde la perspectiva amateur, la de la cinefilia. A su entender se
trata de una posición teórica y política que permite el cruce de experiencias y saberes, que reflejaría
con justeza el carácter aglutinador del cine del que veníamos hablando (Rancière, 2011: 11).
129 El ensayo de Rancière hace hincapié en el hecho de que la literatura anteceda al cine, no en vano
el título que da a esta parte de su libro es “Después de la literatura”. Efectivamente, en Bernanos
constatamos el hábil transplante de técnicas cinematográficas: el comienzo in medias res, seguido de
una apertura clásica de film, la propia fragmentación de la obra, condicionan la respuesta estética de
Bresson (Rancière, 2011: 46-71).
238
coloca en un momento muy particular de la película, al comienzo. La escena de caza
furtiva, montada siguiendo una estructura hiperfragmentaria, es una opción formal
muy significativa en el plano del contenido. Rancière identifica el argumento del film
con una persecución de la Muerte a Mouchette. La escena de la caza anticipa el
argumento del film y marca también la pauta estética sobre la que se sustentará
dicho argumento. El montaje tan fragmentario es una caza de imágenes que aparece
indisolublemente ligado al contenido cinegético del film. Es una caza formal en
busca de sentido. Cada plano persigue al siguiente porque la vecindad dentro de una
lógica acción-reacción será la responsable de aportar la significación (pp. 58-59).
239
Si bien es cierto que los recursos literarios que hemos señalado en el apartado
anterior son importantes en la escritura de la historia de Ginzburg, como demuestra
la adscripción proustiana del indicio, el otro fenómeno estructural que más peso
tiene a lo largo de toda su obra es el modelado por el montaje cinematográfico.
240
Flaubert nos ha descrito con todo detalle cada mínima acción y pensamiento de su
protagonista, Fréderic Moreau. Tras la represión policial de una revuelta callejera en
París contra los partidarios de la Revolución (1848), entre un párrafo y el siguiente,
la narración sufre un pronunciado salto temporal de años y años:
Eran las cinco, caía una lluvia fina. La acera del lado de la Ópera estaba
ocupada por burgueses. Las casas de enfrente estaban cerradas. No había nadie en las
ventanas. A todo lo ancho del bulevar galopaban dragones, a toda marcha, inclinados
sobre sus caballos, con el sable desenvainado; y los penachos de sus cascos, y sus
grandes capas blancas que se agitaban detrás de ellos pasaban sobre las farolas de gas,
que se retorcían al viento en la bruma. La gente los miraba, muda, aterrorizada. Entre
las cargas de caballería aparecían de improvisto piquetes de guardias municipales para
contener a la gente en las calles. Pero en las escaleras de Tortoni, un hombre,
Dussardier, que destacaba de lejos por su elevada estatura, permanecía más inmóvil
que una cariátide. Uno de los guardias que iba en cabeza, con el tricornio sobre los
ojos, lo amenazó con su espada. El otro, entonces, dando un paso adelante, empezó a
gritar:
- ¡Viva la República!
VI
Viajó.
La investigación, que sigue las pautas del paradigma indiciario, se expone del
siguiente modo. Para hacerlo visible al lector presentamos, siguiendo los cortes
establecidos por Ginzburg, el contenido de cada uno de los fragmentos que
241
componen este ensayo. Ofrecemos un “posible” título a cada uno de ellos para
facilitar al lector la identificación del tema tratado en cada uno, contradiciendo la
práctica del historiador.
II. Representación del paso del tiempo en Flaubert. Análisis del estilo de
Flaubert.
130 M. Proust, “A propos du ‘style’ de Flaubert”, París, La Nouvelle Revue Française, 1920.
131 G. Genette, Figures I, París, Tell Quel, 1966.
242
Proust opone la historia (“la escoria de la historia”) a la “música” de
Flaubert. Ginzburg discute esa oposición. Mientras que para Proust el espacio en
blanco de La educación sentimental es un recurso únicamente formal, para Ginzburg
estaría ligado a un giro en el argumento de la novela, que a su vez es reflejo de la
historia, tal y como demuestra la presentación de Sénécal, personaje que comenzará
como revolucionario y terminará como policía disparando a Dussardier.
Continuación de la cita con el inicio del capítulo VI. Ginzburg hace una
alusión a Eisenstein, a sus comentarios sobre el diluvio de Da Vinci como ejemplo
de shooting script avant la lettre. La relación de Flaubert con el cine, sería, dice
Ginzburg, menos anacrónica. Traza a partir de esta sugerencia una serie de
contigüidades entre Flaubert y las tecnologías. En primer lugar, menciona el vínculo
que el crítico Édmond Scherer establece entre el exceso de fragmentación y la
fotografía. La novela le parece “una colección de fotografías”. En segundo lugar,
Ginzburg rescata la amistad de Maxime du Camp, el fotógrafo compañero de viaje
de Flaubert. Du Camp en sus memorias – Souvenirs – se expresa del siguiente modo:
“La bobine de ma mémoire s’est dévidée toute seule”. Ginzburg señala que du
Camp es también autor del libro de poemas Chants modernes. En él canta al
ferrocarril, a la hiladora de husos múltiples, al vapor, etc. La “bobine”, que a un
lector del siglo XX le evoca al cine, para un lector decimonónico es la bovina de la
Spinning Jenny, la famosa máquina hiladora de varios husos. Flaubert escribe usando
243
las nuevas formas de percepción de la realidad que ofrecen las nuevas tecnologías.
Por ejemplo la sucesión de paisajes vista desde la ventanilla del ferrocarril. Por eso,
señala Ginzburg que aunque empezamos hablando de un famoso espacio en blanco,
el estilo de Flaubert está marcado por la fragmentación de la fotografía, por la
bovina de la hiladora, por la percepción del paisaje desde el tren. Su escritura está
llena de “espacios en blanco invisibles”
244
espacio en blanco es el indicio desencadenante de la serie. A partir de ahí se van
desarrollando implicaciones contenidas en el primer indicio, o paralelos, o
contigüidades inesperadas como, por ejemplo, la alusión a la Spinning Jenny.
Del mismo modo que los finales abiertos de las películas, Ginzburg convierte
el final de su ensayo en una excusa para una nueva historia. Gracias a la oportunidad
concedida por el Ministerio de Educación que me concedió una estancia breve en la
Scuola Normale Superiore de Pisa, pude entrevistarme en persona con el historiador
en febrero y marzo de 2014. Precisamente en una conversación privada en Bolonia,
el historiador me confirmó la impresión causada, en este sentido, por L’Atalante de
Jean Vigo. Se trata de un film compuesto casi en su totalidad de planos tomados en
interiores, en las estrechas dependencias de la embarcación, el Atalante.
Contrapuesto a las expectativas dadas por el resto del film, el plano final es una vista
de águila del río donde el barco se perfila como una línea que se pierde en la
corriente. La conclusión no obvia, la deriva hacia una nueva historia, refleja con
mayor justeza la continuidad e infinitud de la investigación.
132 A este montaje, en el que los fragmentos se corresponderían con los planos de un film, habría
que añadir el manejo de otro tipo de montaje, que Einsenstein denomina “micromontaje”. En los
textos de nuestro historiador podría verse traduce en el uso muy cuidadoso y preciso de las comas.
Este recurso queda abierto y pendiente de un análisis más profundo en futuras investigaciones.
245
En este sentido es curioso señalar que en ocasiones, las afirmaciones de tipo
conclusivo se encuentran a mitad del ensayo. En “Decifrare uno spazio en blanco”
se afirma en los fragmentos V y VI del mismo, que el estilo de Flaubert transcribe la
nueva percepción de la realidad que ofrecen las tecnologías desarrolladas en el siglo
XIX.
133 Esto es un aspecto polémico en Ginzburg. Tal como señala Tony Molho en su ensayo “The
Cosmos of a 20th Century Intellectual” hay una contradicción entre la defensa de la libertad en la
lectura, encarnada por Menocchio y el rechazo absoluto a un filósofo como Derrida.
246
enfoque micro y macro, detalles y explicaciones macro, primeros planos y planos
generales, ayuda a dar sentido a las secuencias. En el artículo sobre La educación
sentimental, Ginzburg juega también con amplios planos, por ejemplo el contexto de
la revolución tecnológica del siglo XIX como espacio en el que entender también las
innovaciones estilísticas de Flaubert. La Revolución de 1848 sería también
equivalente a un plano general que responde al conflicto histórico en el que se
mueven los personajes de la novela.
En estos ensayos, publicados en las últimas dos décadas, alude más o menos
marginalmente a las posibilidades cognitivas del medio cinematográfico. En ninguno
de ellos trata abiertamente sobre cine, ni hace ningún análisis de una película, sino
que se interesa por relaciones, genealogías o continuidades entre el lenguaje del cine
y otros medios expresivos, artísticos o no.
247
que, muy al contrario, y como confirma la alusión final a Bloch y a Lefebvre, esa
música de Flaubert contenía en sí las vicisitudes de la historia no sólo de Fréderic y
de sus compañeros, sino también de los conflictos sociales y políticos en los que se
desenvuelven.
Junto con los cortes, el uso de los tiempos verbales puede llegar a producir el
mismo efecto que el montaje cinematógrafo. En el fragmento analizado por Genette
en el que los sueños de Madame Bovary se ven interrumpidos por la realidad de la
niña que llora, Flaubert, tal como Genette vió en los borradores de Madame Bovary,
tachó los adverbios que marcan la continuidad temporal, cambió los tiempos
verbales y logró engastar en la misma oración dos planos de la realidad muy
distintos. En un ejercicio similar, Ginzburg examinó los manuscritos de La educación
sentimental y descubrió el mismo procedimiento de tachado, de eliminación de los
nexos y adverbios temporales, no sólo en la escena que precede al espacio en
blanco, sino a lo largo de toda la novela. De un procedimiento que presenta una
posible contigüidad con el cine, lo que a Ginzburg le interesa es subrayar es su
íntima relación con la historia.
134 Aunque no hemos prestado la suficiente atención a la relación de Ginzburg con Warburg y el
instituto Warburg, la influencia del historiador del arte es una constante en su trayectoria. El
artículo “Indicios” se abría con la cita “Dios está en los detalles”, atribuida a Warburg. Por otra
parte, en el verano de 1966 el joven Ginzburg tuvo la oportunidad de realizar una estancia en el
Warburg Institute de Londres, donde fue recibido por Ernst Gombrich. Fruto de este encuentro es
el artículo “De Aby Warburg a Ernst Gombrich. Notas sobre un problema de método” compilado
en Mitos, emblemas, indicios (1986). En consonancia con su adscripción warburgiana habría que
examinar también los trabajos de Ginzburg sobre historia del arte, Pesquisa sobre Piero (1976) o
Ritratto del buffone Gonella (1996). Por otra parte, la tensión que atribuirá a Warburg entre
morfología e historia en el trabajo de 2013, es en cierto modo, un espejo con respecto a su propia
248
consistía en la superposición sobre paneles de tela negra de fragmentos de
reproducciones de obras de arte. Los fragmentos seleccionados querían dar cuenta
sobre una superficie plana de la pervivencia (Nachleben), bajo diversos soportes
materiales (pintura, escultura, relieves, fotografía) y bajo diversos contenidos, de
fórmulas de expresión del sentimiento (que Warburg llamó Pathosformel) en un
conjunto casi inabarcable de manifestaciones artísticas de todos los tiempos. A
modo de ilustración nos servimos de la figura de la ninfa o bacante, asociada
formalmente al movimiento que se percibe en los paños de la túnica. Tras una
intensa presencia durante la Antigüedad clásica, reaparece en el renacimiento
convertida en una María Magdalena que se retuerce bajo la cruz, o en un panfleto
publicitario recogido por Warburg de una joven golfista de comienzos de siglo
XX.135
De esta empresa Ginzburg destaca el papel del corte y del montaje en los
paneles de Warburg al servicio del énfasis en las pervivencias formales. En el intento
de acercar creaciones distantes en el tiempo y en el espacio, Ginzburg observa la
tensión irresuelta en su obra entre morfología e historia:
investigación. Algunos investigadores, como José Emilio Burucúa, consideran a Ginzburg uno de
los más fieles continuadores de la escuela warburgiana (véase Historia, arte, cultura. De Aby
Warburg a Carlo Ginzburg, Buenos Aires, FCE, 2003).
135 En realidad Ginzburg en este artículo analiza la tardía aceptación pública, por parte del
historiador de arte alemán, del concepto de “Pathosformel”, cuyas raíces se hunden sin embargo en
sus lecturas juveniles de Darwin, y del historiador del arte inglés Reinolds sobre la coincidencia en
la expresión gestual de sentimientos contradictorios, por ejemplo la risa y el llanto (Ginzburg, 2013:
111-118).
249
del montaggio. Una decisione del genere non finisce di stupire: soprattutto perché
presa da uno studioso che aveva passato anni e anni negli archivi fiorentini per
riconstruire il contesto specifico in cui avevano vissuto e agito personaggi come
Francesco Sassetti (Ginzburg, 2013: 124-125).136
136Un proyecto como Mnemosyne, nacido bajo el signo de la morfología, tenía objetivos pancrónicos
pero se basaba en una presentación acrónica –no anacrónica. Reunía imágenes provenientes de gran
cantidad de lugares y tiempos diversos, de la antigüedad al presente, sobre la base de oposiciones y
yuxtaposiciones, sin tener en cuenta los contextos relativos. El paralelo, tantas veces repetido, con
los experimentos realizados en aquellos mismos años por Kulesciov y Einsenstein, debería ser
precisado ulteriormente: parejo a ellos, también de manera independiente, Warburg quiere llevar al
extremo las potencialidades anticontextuales del montaje. Una decisión del género no deja de
sorprender: sobre todo en tanto que decisión de un erudito que había pasado años y años en los
archivos florentinos para reconstruir el contexto específico en el cual habían vivido y actuado
personajes como Francesco Sassetti.
137 El artículo se publicó por vez primera en la revista Parangone, LIV, 642, 644, 646. Nosotros
citamos por la edición de 2006 en el volumen Il filo e le tracce. Vero falso finto, en castellano El hilo y las
huellas. Lo verdadero, lo falso, lo ficticio, Buenos Aires, FCE, 2010.
138 Carlo Ginzburg explica que la imprecisión de Kristeller al plantear tal cesura, muy
probablemente tenga que ver con el hecho de que el interés por Kracauer de las últimas décadas se
ha centrado exclusivamente en los aspectos que ligan al intelectual con la Escuela de Frankfurt. La
contribución de Kristeller en la escritura de Historia – quien terminó los capítulos inconclusos, se
ocupó de la edición póstuma y la prologó –, ha sido marginada por los estudios recientes. Es
250
Hace poco descubrí, de repente, que mi interés por la historia –que comenzó
a consolidarse hace aproximadamente un año y que, hasta entonces, había creído
avivado por el impacto que nuestra situación contemporánea tuvo sobre mi
pensamiento– surgió en realidad a partir de las ideas que intenté implementar en mi
Teoría del cine (Kracauer, 1969: 51; el pasaje es citado por Ginzburg en 2006: 329).139
posible, dice Ginzburg, que el intento de diferenciar el trabajo anterior al de Historia, a pesar de la
inexactitud, se deba muy probablemente a un arranque de indignación en un intelectual “que nos
dejó un monumento de exactitud y probidad científica como el Iter Italicum” (Ginzburg, 2006: 328).
139 En este trabajo, Ginzburg se centrará en el pasaje que sigue a esta afirmación que dice así: “Me
di cuenta en un instante de los muchos paralelismos que pueden trazarse entre la historia y los
medios fotográficos, entre la realidad histórica y la realidad de la máquina que capta la imagen.
Recientemente releí por azar mi artículo acerca de la fotografía y noté con enorme estupor que ya a
partir de ese artículo de los años veinte había establecido una comparación entre historicismo e
imagen fotográfica”. Sin embargo en dicho artículo de 1927, Kracauer condenaba historicismo y
fotografía como productos de la sociedad capitalista. Dejaba la posibilidad abierta del cine, cuya
capacidad para “recombinar de un modo imprevisible los fragmentos de la realidad, engendrando
un orden superior”, podía redimir la falsa continuidad de la fotografía, pareja a la falsa continuidad
del historicismo (Ginzburg, 2006: 330-331). La pregunta que mueve la investigación de Ginzburg se
dirige hacia la concepción de Kracauer de historicismo; la conclusión, como cabe esperar, es
abierta.
140 Alude aquí a Erwin Panofksy, a su obra La perspectiva como forma simbólica, quien ha sostenido que
la relación entre el descubrimiento de la perspectiva centralizada en el Renacimiento, responde al
cambio de mentalidad de la época: “un particular contenido espiritual se une a un signo sensible
concreto y se identifica íntimamente con él” (Panofsky, 1927: 23).
251
entre investigación macrohistórica y close-ups basados en microindagaciones, cite un
pasaje de Pudovkin acerca de la pluralidad de los puntos de vista impuestos por el
relato fílmico”.141 Según esto, no sólo no habría un corte en la obra de Kracauer,
sino que además, se establecería casi una relación causal entre sus estudios sobre
cine o fotografía y la obra sobre historia.
En estos tres casos, los dos sobre el montaje en literatura y en historia del
arte y la apuesta de Kracauer por la indagación micro, la reflexión sobre el lenguaje
cinematográfico se lleva a cabo siempre desde el ángulo de las posibilidades que
abre a la escritura de la historia.
italiana, sino a su propia invención. Como ya hemos señalado otras veces, la coincidencia con
Ginzburg, viniendo como vienen de trayectorias distintas y particulares, no puede ser mayor.
252
procedimiento literario”. Según expone Sklovski en “El arte como artificio”, el fin
del arte es reavivar nuestra percepción de la realidad y ofrecernos nuevas
sensaciones de la misma. Para ello se sirve del “extrañamiento” de objetos y formas,
complicando la percepción. Al complicarla, ésta se prolonga y se convierte en un fin
en sí mismo: “El arte es un medio para experimentar el devenir de una cosa; para él
lo que ha sido no tiene importancia alguna” (Sklovski, 1917). Seguidamente,
Sklovski cita, entre los ejemplos de uso del extrañamiento, las reflexiones del caballo
Khlostomer del relato de Tolstoi. El caballo describe desde su perspectiva animal las
relaciones humanas de propiedad. El efecto es evidentemente una denuncia social.142
En consonancia con la visión de las relaciones humanas por parte del caballo,
Ginzburg traza una genealogía del extrañamiento que va desde Marco Aurelio,
Tácito, Salustio, pasa por Fray Antonio de Guevara (sin considerarlo un precursor
del extrañamiento), y llega Montaigne, La Bruyère y Voltaire. Una vez explicada esta
genealogía, en la que el salvaje (Calgacus, el germano de Tácito, los salvajes de
Guevara y de Montaigne, los campesinos-animalizados de La Bruyère y de Voltaire y
el propio caballo de Tolstoi) es el que permite una visión de los males de la sociedad
desde la simplicidad de la ley de la naturaleza y la ingenuidad de quien no ha
aprendido las normas sociales, Ginzburg considera que podría terminar ahí su
artículo (Ginzburg, 1998: 15-33). Sin embargo, vuelve a una cuestión que planteó al
principio: ¿Por qué Sklovski no cita más que autores rusos? ¿Por qué Sklovski no
142 La influencia del futurismo hace a Sklovski considerar el arte en términos vanguardistas y no
representativos, por esto el extrañamiento es un fenómeno exclusivamente de la percepción. El
hecho de que cite el relato de Tolstoi “El caballo Khlostomer” resulta contradictorio. El efecto de
la reflexión del caballo no incide sobre la percepción sensorial de la realidad, sino intelectual: ofrece
una visión de la realidad. Debo esta crítica al texto de Sklovski a Sultana Wahnón quien la
desarrollaba en los cursos sobre “El lenguaje literario” impartidos en la extinta licenciatura de
“Teoría de la literatura y Literatura comparada” de la Universidad de Granada, a los que tuve la
gran fortuna de asistir. Precisamente, una de las preguntas que se plantea Ginzburg va en
consonancia con esta crítica a Sklovski: “¿el ‘extrañamiento’ es considerado un sinónimo de arte en
general (como sugería Sklovski) o un procedimiento relacionado con una tradición literaria
específica?” (Ginzburg, 1998: 18).
253
cita a Proust, cuyo primer volumen, Por el camino de Swan, había sido publicado ya en
1913? (Ginzburg, 1998: 34).
Tanto condicionó su modo de ver las cosas que él mismo se sirve de él para
presentar a sus personajes; recordamos la entrada en escena del barón de Charlus o
la primera aparición de Albertine en la playa de Balbec. En ambos casos y en
muchos otros más, Proust sigue el orden de las percepciones y no el orden de las
cosas “como sabía que eran” (p. 36). Protege así la frescura de las apariencias, la de
los primeros encuentros y la de las primeras impresiones.
254
No podemos evitar aquí traer a cuento al pobre Fabrizio del Dongo, perdido
en sus propias impresiones en la batalla de Waterloo. La sentencia de Proust bien
podría servir a la polémica sobre la histoire-bataille que mencionamos en el epígrafe
anterior. Pero a Ginzburg no le interesa únicamente la guerra como objeto de la
historia y por ello añade una precisión para hacer de esta afirmación su propio
programa y concluir con ella su artículo: “Aun suponiendo que la historia fuera
científica, habría que pintarla como Elstir pintaba el mar” (p. 39).
143 Ginzburg en “Detalles, primeros planos, microanálisis” analiza el sentido de este pasaje en
Kracauer, que normalmente ha sido visto a la luz de las siguiente anotaciones del frankfurtiano en
uno de sus cuadernos de Marsella de 1941: “El rostro en el cine no tiene valor si no hace aflorar la
calavera que hay debajo. ‘Danse macabre’. ¿Para qué? Eso queda por verse”. (véase Ginzburg, 2006:
332-334).
255
Kracauer vuelve a este pasaje en numerosas ocasiones a lo largo de su teoría
del cine. En esta obra no oculta su inclinación hacia un cine realista frente a lo que
llama cine de tendencia formativa, más artificioso. Su cine, que es hijo de la
fotografía, es un cine que toma la realidad de una manera mecánica, casi
involuntaria, pero que, en ese acontecer de la toma de la imagen, en aquello no
planeado, en las propias restricciones técnicas, provocaría lo que se afirma en el
subtítulo: “la redención de la realidad física”. La fotografía y el cine, para Kracauer,
serían medios similares al “côté Dostoievski” de Proust, porque el ojo mecánico de la
cámara, muestra la realidad tal cual es.144 Presenta las cosas tal cual se aparecen sin
tener en cuenta los prejuicios - el cariño por su abuela o la costumbre para Sklovski
- que nos impiden ver la realidad.
144 La primera parte del libro de cine de Kracauer que trata sobre fotografía donde se explica la
256
Pero también es importante presentar el material con la máxima objetividad y,
en la medida de lo posible, sin sesgo tendencioso a favor de los principios
preconcebidos que expongo. ¿Qué hay más objetivo que yuxtaponer las observaciones
de autores diferentes sin ningún tipo de conexión con la línea general de mi
argumentación…? (Eisenstein, 1991: 34)
Como se habrá notado, los teóricos y directores de cine que Ginzburg cita en
sus trabajos, Eisenstein, Pudovkin o Kracauer, defienden que el cine debe plasmar
“la verdad del objeto representado” (Nowell Smith, 2001: 20).
257
258
CAPÍTULO V: MARCEL PROUST, LA ESCUELA ESTILÍSTICA
Y EL PARADIGMA INDICIARIO
Cada día descubre alguien a Proust, todos los días penetra alguno en su obra
con un sentimiento de asombro bienaventurado.
Jacques Rivière
Aceptando esta generosa invitación hemos vuelto sobre sus pasos y hemos
leído algunos de los trabajos a los que alude en una conferencia titulada “L’étranger
qui n’est pas de la maison” y que consideramos útiles para poder ir precisando
nuestra respuesta a la cuestión que mueve esta tesis: qué aporta el paradigma
259
indiciario a la interpretación de la literatura. Pero antes de adentrarnos en lo que
nuestra propia lectura de los textos nos ha sugerido, ponemos al corriente al lector
sobre el contenido de la conferencia y algunos de los contextos que el autor
convoca en ella.
Tuve la fortuna de asistir a esta conferencia, gracias a mi estancia en Paris IV-Sorbonne (Equipo
145
“Littérature française XIXe y XXe siècles”, EA 4503), donde me recibió el profesor Andrea del
Lungo los meses de febrero, marzo y abril de 2013.
260
Uno de los rasgos lingüísticos más señalados de En busca del tiempo perdido es la
identificación de los personajes con modos particulares de hablar. El estilo de los
Guermantes difiere del que adoptan los Verdurin en su mundo de “artisteo”, y los
errores de la criada Françoise son examinados con mucho gusto por el narrador,
que ve en ellos el deje de la antigua Francia rural que en la novela representa el
mundo de Combray. La familia del narrador participa también con su propio
vocabulario, en el que se reconocen tanto como en el apellido. Respecto a esta
riqueza lingüística señalaba Ernst Robert Curtius que:
261
proustiano de la familia Ginzburg. Años después, también Debenedetti comenzó
una traducción de La Recherche. A la traducción de Natalia le dedicó las siguientes
palabras que Ginzburg leyó en la conferencia:
146 Giacomo Debenedetti alude a la “petite tribu”. Curiosamente, la traducción francesa de Lessico
famigliare lleva por título Les mots de la tribu. Podría ser que el traductor francés hubiera tomado, a su
vez, de Mallarmé, el verso del poema “Le tombeau d’Edgar Poe”: “Donner un sens plus pur au
mots de la tribu”.
147 Citamos la conferencia de Ginzburg a partir de la grabación que se puede consultar en la página
262
la casa. Al identificar la estrategia de traducción puesta en marcha por Natalia
Ginzburg, el extraño está en grado de anticipar, ya en 1947, la novela Léxico familiar.
En ella, la historia de la familia de Natalia se presenta como el resultado del uso de
las palabras dentro del clan. La inevitable distancia de quien mira desde fuera
permite la revelación. Debenedetti es el primer rostro que toma el étranger qui n’est pas
de la maison en esta conferencia.
De quel façon je bien pu lire pour la première fois La Recherche entre 1959-
60 et a travers quels filtres? Je trouve un débout de réponse dans un essai intitulé
“Spie” que j’écrivais il y a plus de trente ans… (Ginzburg, 2013).148
148 “¿De qué manera leí La Recherche por primera vez entre 1950-1960 y a través de qué filtros?
Encuentro un inicio de respuesta en un ensayo titulado “Indicios” que escribí hace ya más de
treinta años”.
263
Como hemos señalado en varias ocasiones, en “Indicios” se afirmaba que la
novela de Proust “la más grande de nuestros tiempos”, estaba escrita “siguiendo un
riguroso paradigma indiciario”. En 2013, se atreverá a invertir la relación:
“Aujourd’hui j’ajouterais une précision: que le paradigme indiciaire a été largement
inspiré par le roman de Proust” (Ginzburg, 2013).149
“Hoy yo añadiría una precisión: el paradigma indiciario ha sido en gran medida inspirado en la
149
novela de Proust”.
264
Spitzer comienza su ensayo desvelando el método crítico empleado por
Curtius dos años antes en su estudio sobre En busca del tiempo perdido:
Pour découvrir l’âme de Proust dans ses ouvres, Curtius emploie la méthode
même que préconisait Proust (elle rejoint celle que je propose depuis des années): le
critique lit, déconcerté d’abord par l’étrangeté du style, s’arrête sur une “phrase en
quelque sorte transparente” laissant deviner le caractère de l’artiste, trouve en
poursuivant sa lecture une deuxième, puis une troisième phrase du même type, et finit
par pressentir une “loi” dont l’application lui permettra de remonter aux “éléments
psychiques du style d’un auteur” (Curtius, p. 14 sq. “La tâche du critique”). Il s’agit
d’une recherche sur le “motif et le mot”, recherche psycolinguistique- j’ajouterai qu’à
mon avis cette méthode (qu’on peut résumer ainsi: “lire, lire, et encore lire!”)
s’applique non seulement à Proust, mais à toute auteur dont on veut vraiment
“comprendre la langue” (Spitzer, 1928: 398).150
150 “Para descubrir el alma de Proust en sus obras, Curtius emplea el mismo método que
preconizaba Proust (se incorpora a aquel que propongo desde hace años): el crítico lee, en un
primer momento desconcertado por la extrañeza del estilo, se detiene en una ‘frase en cierto modo
transparente’ que deja intuir el carácter del artista, encuentra al continuar la lectura una segunda,
después una tercera frase del mismo tipo, y termina por presentir una ‘ley’ cuya aplicación le
permitirá remontarse a los ‘elementos psíquicos del estilo de un autor’ (Curtius, p. 14 sq. “La tarea
del crítico”). Se trata de una investigación hacia ‘el motivo y la palabra’, una investigación
psicolingüística- yo añadiría que a mi entender este método (que podemos resumir así: “’eer, leer,
leer’) se aplica no sólo a Proust, sino a todo autor cuyo ‘lenguaje’ queremos ‘comprender’”.
265
método que le propone el autor. Es con este pasaje con el que dialoga el párrafo de
Spitzer:
No se sabría decir qué es lo que nos persuade con tanta dulzura y nos atrae
con tal fascinación […] De pronto se tropieza con una frase que emerge del conjunto
y parece contener algo de extraordinario: una frase como traslúcida, que permite
vislumbrar, aunque todavía confusamente, el genio del autor. Avanzando en la lectura
nos encontramos con una segunda, con una tercera frase de pareja naturaleza y
sospechamos que en el retorno de esos períodos hay una secreta causalidad.
Diferentes de forma y de contenido, apuntan a algo común de donde proceden. Son
manifestaciones de una misma realidad espiritual, que, completándose y aclarándose
mutuamente, nos hacen ver un matiz del alma, una particularidad del espíritu del
autor. […] El mismo Proust la define en su ensayo sobre Ruskin. La primera labor del
crítico –dice- debería consistir en ayudar al lector a “à être impressionné par ces traits
singuliers, à placer sous ses yeux les traits similaires qui permettent de les tenir por les
traits essentiels du génie d’un écrivain” […]. Debemos interpretar el criterio de Proust
en el sentido de que la verdadera crítica tiende a descubrir los elementos formales del
alma de un autor, no sus opiniones ni sus sentimientos” (Curtius, 1925: 16).
266
prisionera citado a su vez por Curtius en el epígrafe dedicado al perspectivismo en
Proust: “L’Univers est vrai pour nous tous, et dissembrable pour chaque’un”.151
151 “El universo es verdadero para todos nosotros, y distinto para cada uno”.
152En consonancia con lo que el autor afirma en el prefacio a la traducción de Ruskin, en el ensayo
“Le style de Marcel Proust”, Leo Spitzer dice: “Proust se donne les moyens de rapporter les paroles
de ses personnages non seulement dans leur lettre, mais dans leur réalité, avec leur consonante et
leur geste; il déteste le mot isolé, abstrait, insensible sur le papier, il veut le replonger dans la
chaleur, dans la plénitudes et la spontanéité de la parole” (Spitzer, 1970: 436). Para dar esa “plenitud
267
Las palabras que Proust antepone a su propuesta crítica, que Ginzburg cita
en la conferencia, se caracterizan por el muy proustiano gesto de allanar la
explicación igualando el complicado mundo del arte a las relaciones entre las
personas. Consciente de la precariedad del único encuentro, el crítico tiene que
“proporcionar una memoria improvisada” (p. 60):
a la palabra” Proust se desvive ofreciendo al lector todo tipo de indicaciones que faciliten el
“reconocimiento” de sus personajes.
153 Al hacer esta afirmación el historiador advierte primero de que la estilística hundiría sus raíces en
el siglo XVI, a lo que le gustaría dedicar un trabajo en otra ocasión, “mais malgré tout, sans
l’existence de Proust, la critique stylistique comme nous l’entendons ne serait jamais née”
(Ginzburg, 2013).
268
manifestación real y concreta del sistema de la “langue”, un estilo, un modo de
relacionarse, a partir del grupo, con la realidad.
Pero de esta conferencia también nos interesa otro elemento. Hasta ahora
hemos visto cómo el método de la estilística “leer, leer, leer”, que presta atención a
los detalles reveladores del estilo, de la individualidad de un autor, estaban ya en
Proust, en el que la filología encontró inspiración. El lector de esta tesis se habrá
percatado de que en la lectura atenta y en la identificación de rasgos mínimos se
reconoce también el paradigma indiciario, por lo que, como corregía Ginzburg, este
paradigma es también un lector de En busca del tiempo perdido. Pero más allá de los
procedimientos metodológicos –que podríamos resumir en la persecución del
detalle revelador-, habría en Proust, en la filología y en el paradigma indiciario, una
concepción del arte y de la literatura que en nuestra opinión haría más sólida aún la
vigencia del paradigma indiciario en la interpretación de textos literarios.
El título que Ginzburg escoge para su conferencia, “L’étranger qui n’est pas
de la maison” resultará familiar. Nos recuerda al extraño capaz de identificar el
léxico familiar en la traducción de Natalia Ginzburg, a Giacomo Debenedetti. Pero
detrás de él, nos encontramos, una vez más, con el narrador de En busca del tiempo
perdido. En el capítulo anterior citamos el célebre pasaje en el que el narrador regresa
a casa tras un largo viaje y encuentra a una viejecita hojeando torpemente un libro.
En tanto que extranjero, mientras dura ese breve instante, Proust es capaz de ver la
“calavera que hay debajo” –por decirlo con las elocuentes palabras de Kracauer-
donde habitualmente el cariño no le permitía ver más que el querido rostro de la
abuela. La distancia empleada por Proust, pues, es un requisito en la búsqueda de la
verdad. Como nos explica Spitzer, Proust toma distancia para ofrecer la verdad, por
eso es una distancia de historiador, no de analista:
269
La distance mise entre le narrateur et son récit donne à ce qu’il raconte plus
de réalité, plus d’autonomie. Proust évoque des apparitions, des visions, mais il les
veut éloignées du spectateur, il dépeint les faits comme un historien (non comme un
annaliste), traitant d’événements reculés dans le passé; ainsi s’expliquent les indications
infimes, d’apparence si anodine, et pourtant si importantes dans l’objectivation des
faits racontés (Spitzer, 1970: 414).154
154“La distancia establecida entre el narrador y su relato da al relato más realidad y más autonomía.
Proust evoca apariciones, visiones, pero alejadas del espectador, pinta los hechos como un
historiador (no como un analista), tratando acontecimientos del pasado; esto explica las ínfimas
indicaciones, aparentemente anodinas, y sin embargo tan importantes en la objetivación de los
hechos que se cuentan”.
155Un famoso poema de Pier Paolo Pasolini daba forma poética a esta vinculación entre distancia y
conocimiento. Me refiero a “Papa Giovanni che ascolta Auerbach”: “A Istanbul Auerbach era in
esilio,/ l'andare ad escoltarlo era un atto politico./ Adesso capisco el timbro/ del motto di spirito
del nonno-figlio:/ il timbro, cioè, di chi sa anche il sapere./ Essere doppiamente lontani dalla vita/ per
vederla tutta, e avvicinari le due distanze./ Solo aggiungendo al credente l'erudito si fal il santo/ (che non
vuole esser santo!). Gli anni di Istanbul/ sono senza colore, liberi di ogni brulichio,/ esenti da dolce
vitalità: non restano che gli atti/ dell'anima e quelli della mente. / Doppiamente/ al di sopra del
vivere, il mondo è una carta geografica/del caos, e l'ordine è un sguardo sorridente”. (El subrayado
es nuestro). En el Congreso “Literatura Mundial: Literatura, Hermenéutica y Traducción” celebrado
en Granada en febrero de 2014, me he servido de una interpretación de este poema en mi
comunicación “Eurocentrismo y literatura mundial. Estrategias interpretativas de traducción
cultural”.
270
En cualquier caso, lo que más nos interesa de esta cita es que Spitzer
considera a Proust un historiador. Ginzburg concuerda con él y afirma que En busca
del tiempo perdido es una búsqueda de la verdad. En la novela, dice Spitzer, “ Aucune
famille de mots n’est sans doute plus fréquemment représenté dans Proust et plus
chargé de l’idéal de l’auteur que Réel, Réalité, Réaliser”. Ginzburg recoge estas
palabras como aval en el reto que propone a la historiografía: ¿qué es lo que Proust
con su escritura ofrece a la historia?
Debe aprender a poner aparte lo que sabe para mirar la realidad, y también
los documentos, como algo opaco, incomprensible, extraño; tiene que renunciar a
comprender para comprender aun más.
Habría por tanto para nosotros dos líneas de interés. Tras la idea de “léxico
familiar” tendríamos la concepción de la estilística y de Proust, que están
convencidos de que a través de pequeños detalles y rasgos formales podemos
recomponer el estilo de un escritor o el modo en que una familia se desenvuelve en
el mundo. Por otra parte, la mirada extrañada del extranjero nos da la clave del
trabajo del intérprete, que ayudado por la distancia, deberá atender a los rasgos de
familia que desvelan una identidad, ya sea en el estilo de un autor, ya en un grupo,
etc. El estilo sería, por tanto, una entidad cognitiva, una manera de reflejar el
mundo.
271
esta concepción de la investigación está presente en el paradigma indiciario,
como vemos, heredada de proust y de los filólogos spitzer, auerbach y curtius. de
ella se desprenden varias ideas. por un lado la importancia del detalle revelado, por
el otro el lenguaje (sea este el del escritor o el del investigador) como una opción no
sólo artística, sino también cognitiva.
272
5.2. INSPIRACIÓN FILOLÓGICA DEL PARADIGMA INDICIARIO
273
materiales, la crítica estilística buscaba en él la manifestación de la psique del autor,
el genio, el espíritu, la vivencia, etc.157
157Uno de los trabajos que más han contribuido a difundir y explicar la estilística en España sería el
de José María Paz Gago, La estilística, Madrid, Síntesis, 1993.
274
pequeño y de lo banal, a lo que se presta una atención inesperada. En este gesto se
traduce uno de los rasgos que Spitzer señaló en Proust y que son más característicos
de su estilo. Cualquier lector de En busca del tiempo perdido podrá darse cuenta de las
pocas anécdotas que componen los siete volúmenes de la novela y de lo
insignificante de las mismas. Proust no se preocupa ya por hacer coincidir el objeto
de su relato con los cauces recomendados por la teoría clásica de los estilos. Como
nos explica Spitzer, Proust adorna con sus mejores galas acontecimientos ínfimos y
perfectamente anodinos:
Pour Proust, une impression perçue est une totalité, constituée (pour
l’essentiel) de faits intérieurs, mêlés d’éléments de notre destinée commune: le banal.
Et nous sentons qu’il faut que quelque chose de grand, de déterminant se soit passé,
pour qu’une telle splendeur verbale se déploie à nos deux: de telles périodes donnent
de la majesté à un événement, si minime qu’il puisse sembler à l’hombre moyen: un
simple nom prononcé. Les descriptions de Proust ne sont pas seulement ralenties,
mais microscopiques (Spitzer, 1970: 407).158
Il passa contre nous… et nous fit du coin de son oeil bleu un petit signe en
quelque sorte intérieur aux paupières et qui… put passer parfaitement inaperçu de son
interlocutrice; mais, cherchant à compenser par l’intensité du sentiment le champ un
peu étroit où il en circonscrivait l’expression, dans ce coin d’azur qui nous était
158“Para Proust, una impresión percibida es una totalidad, constituida (esencialmente) de hechos
interiores, mezclados con elementos de nuestro destino común: lo banal. Y sentimos que es
necesario que haya pasado algo grande, determinante, para que un esplendor verbal semejante se
despliegue ante nuestros ojos: tales periodos revisten de majestad una situación, por mínima que
pueda parecer a un hombre cualquiera: un simple nombre pronunciado [el autor se refiere al
nombre del Gilberte, cuya pronunciación evoca profusamente Proust]. Las descripciones de Proust
no sólo se ralentizan, son microscópicas”.
275
affecté, il fit pétiller toute l’entrain de la bonne grâce qui dépassa l’enjutement, frisa la
malice; il subtilisa les finesses de l’amabilité jusqu’aux clignements de la connivence,
aux demi-mots, aux sous-entendus, aux mystères de la complicité; et finalement exalta
les assurances d’amitié jusqu’aux protestations de tendresse, jusqu’à la déclaration
d’amour, illuminant alors pour nous seuls d’une langueur secrète et invisible à la
châtelaine, une prunelle énamourée dans un visage de glace (Proust, citado por
Spitzer, 1970: 407—408).159
Sin embargo habría que señalar la cesura entre Proust y la escuela estilística y
el paradigma indiciario. Los teóricos de la estilística confiaban en que rastreando los
159“Pasó a nuestro lado sin dejar de hablar con su vecina, y nos hizo con el rabillo de sus ojos
azules un gesto, que en cierto modo no salía de los párpados, y que, como no interesaba los
músculos del rostro, pudo pasar completamente ignorado de su interlocutora; pero que, queriendo
compensar con lo intenso del sentimiento lo estrecho del campo en que circunscribía su expresión,
hizo chispear en aquel rinconcito azulado que nos concedía, toda la vivacidad de su gracejo que,
pasando de la jovialidad, frisó en malicia, y que sutilizó las finuras de la amabilidad hasta los guiños
de la connivencia, de las medias palabras, de lo supuesto, hasta los misterios de la complicidad, y
que, finalmente, exaltó las garantías de amistad hasta las protestas de ternura, hasta la declaración
amorosa, e iluminó entonces a la dama, con secreta e invisible languidez, sólo perceptible para
nosotros, enamorada pupila en rostro de hielo” (Traducción de Pedro Salinas, Por el camino de Swann,
Madrid, Alianza, 2008: 157).
276
rasgos lingüísticos podían acceder al contenido espiritual que estaba detrás del genio
del escritor. Ginzburg no persigue este tipo de cuestiones psíquicas, sino que, como
vimos en el anterior capítulo, el análisis del estilo de Flaubert, su uso de los tiempos
verbales, de los adverbios y los pequeños cortes y espacios en blanco, se asocian a la
nueva percepción de la realidad facilitada por las tecnologías en desarrollo.
Podríamos decir que las huellas o indicios no dan fe de un sentido, sino más bien de
una dirección. Abriría un camino explicativo del porqué del fenómeno.
277
5. 3. CLASICISMO Y SNOBISMO: ARTE Y CONOCIMIENTO EN
MARCEL PROUST
Los libros eran: La Mare au Diable, François le Champi, La Petite Fadette y Les Maîtres
Sonneurs. Según supe más tarde, mi abuela había escogido primeramente las poesías de
Musset, un volumen de Rousseau e Indiana; que si bien juzgaba las lecturas frívolas tan
dañinas como los bombones y los dulces, no creía en cambio que los grandes hálitos
del genio ejercieran sobre mi ánimo, ni siquiera el de un niño, una influencia más
peligrosa y menos vivificante que el aire libre y el viento suelto. Pero como mi padre
casi le llamó loca al saber los libros que quería regalarme, volvió en persona al librero
de Jouy le Vicomte para que yo no me expusiera a quedarme sin regalo (hacía un día
de fuego, y regresó tan mala, que el médico advirtió a mi madre que la dejara cansarse
así) y cayó sobre las cuatro novelas campestres de Jorge Sand. “Hija mía –decía a
mamá-, nunca podré decidirme a regalar a este niño un libro mal escrito”.
Esta anécdota revela el tipo de relación que la abuela del narrador establece
con el arte. “El provecho intelectual” de “las cosas bonitas” estaría en que nos
enseñan a ir más allá de la comodidad, del pragmatismo, o de la vanidad. Las “cosas
278
bonitas” nos hablan de otras cosas, por ejemplo de la vida de antaño. Esta idea
sobre el arte la heredará sin duda el narrador.
compra una bufanda roja y azul porque es igual a la que lleva la Madonna del
Magnificat. Se interesa por una dama déclassée del mundo elegante porque ha sido amante
de Liszt o porque Balzac dedicó una novela a su abuela. Compra un dibujo porque ha
sido descrito por Chateaubriand (p. 52).
279
suyo y no reconociendo otro dios que aquélla, pasaría su vida en el goce que
proporciona la contemplación voluptuosa de las obras de arte.
Ahora bien, por razones cuya investigación metafísica iría más allá de un
simple estudio de arte, la Belleza no puede ser amada de una manera fecunda si se la
ama solamente en razón de los placeres que otorga. […] el placer estético nos es dado
por añadidura si amamos la Belleza por sí misma, como algo real que existe fuera de
nosotros y es infinitamente más importante que el goce que produce (Proust, 1905:
96).
Por ello, el refinamiento estético y cultural, como bien nos explica Spitzer,
tendrá una función diversa. En Proust la cita ilustra, adorna, o complementa la
observación fruto de una relación directa con la realidad. Nos haríamos una idea
más precisa de un personaje a través de la comparación con tal o cual referencia
artística.
280
volumen, publicado en 1927 Le temps retrouvé (El tiempo recobrado), en el que
definitivamente el arte se impone con su verdad sobre las impresiones cambiantes
de la realidad.
“La vida intelectual es para Proust la más intensa de todas las vidas que
vivimos simultáneamente” (p. 19) y esta responde al “impulso elemental que nos
compele a abarcar la realidad entera y a penetrarla por medio del conocimiento” (p.
20). Dentro de este impulso vital, observa Curtius que:
También Spitzer verá como uno de los principales rasgos del genio
proustiano la sinceridad intelectual, la exactitud lógica; que la detecta en los rasgos
materiales de su escritura. Por ejemplo, en la adopción de la famosa regla de los tres
adjetivos que el narrador atribuye a Madame de Cambremer, como una moda ya
pasada. Como bien ve Spitzer, cuando Proust adjetiva profusamente, la triada da la
sensación de cosa segura, definitiva, equilibrada; pero además, los adjetivos no son
sinónimos entre sí, sino que se toman de ámbitos lejanos y sirven para ofrecer una
visión lo más completa posible de la realidad (Spitzer, 1970: 409):
281
alcanzar una visión completa, no se halla al servicio de una coloración emocional del
proceso. Son instrumentos de conocimiento. La conciencia artística de Proust exige a
su estilo lo mismo que el sol produce en la piedra: “une ténuité dans la délinéation des
moindres détails”[…].
282
Esta última noción nos remite, una vez más, a la cuestión del perspectivismo
que Ginzburg trataba en su conferencia y que ha sido tan trabajada por Auerbach, y
se inspirará en cierto modo en el fragmento de Curtius titulado “Relativismo”.
Ginzburg tomaba la cita de Auerbach en el artículo “Marcel Proust. Der Roman von
der verloren Zeit”, que también cita Curtius:
283
5. 4. UNA CONCLUSIÓN PROVISIONAL: APORTACIÓN DEL
PARADIGMA INDICIARIO A LA INTERPRETACIÓN DE TEXTOS
LITERARIOS
Como hemos podido ver según el modo en que el autor plantea el artículo
“Indicios. Raíces de un paradigma de inferencias indiciales”, el paradigma indiciario
está presente en la historia de la humanidad desde la prehistoria hasta nuestros días
materializado en una inmensa variedad de disciplinas y saberes. El mérito de
Ginzburg estaría en haber sabido exhumar este paradigma en el contexto
epistemológico concreto, tal y como él mismo explica en la primera página de su
ensayo donde lo propone como una salida al “tembladeral entre racionalismo e
irracionalismo” que acosaba a las ciencias humanas en los años setenta. Debido al
carácter arqueológico del estudio, hemos optado por el verbo “enunciar” y no
“inventar” o “descubrir” para definir la relación de Ginzburg con el paradigma
indiciario. Su verdadera contribución radica en la identificación de un modelo de
conocimiento al que da nombre.
284
En este sentido, en la valoración de los aspectos metodológicos, por ejemplo
al lado de la propuesta de la crítica estilística, encontramos que, en lo esencial, la
inspiración filológica del paradigma no nos permite hablar de completa originalidad.
Pese a esto, estamos convencido de la novedad y la valía de dicho paradigma para la
interpretación de textos literarios.
Sirva como ejemplo su trabajo sobre Stendhal titulado “Tras las huellas de
Israël Bertuccio”. La consulta de las crónicas venecianas en torno a la revuelta a la
que se alude muy solapadamente en El rojo y el negro, permite identificar la identidad
histórica de Israël Bertuccio, el personaje protagonista de las tragedias de Byron y de
Delavigne a las que Stendhal, a través de Julien Sorel, remite. Efectivamente se
puede alegar que no se trata de un conocimiento ligado a la especificidad de la
literatura, pero esto no limita al paradigma indiciario, ya que en el caso de “Decifrare
uno spazio bianco” es el propio lenguaje literario el objeto de análisis. Cotejado con
otros lenguajes artísticos contemporáneos y otras manifestaciones humanas como la
técnica, el historiador nos ofrece algunas claves para entender el estilo de Flabuert.
285
Como vemos, el análisis del indicio no va a desembocar necesariamente en
un aspecto propiamente literario, pero también encierra esta potencialidad. Como ya
ha demostrado el propio Ginzburg, el recurso a materiales de cualquier tipo, notas,
cartas, borradores, diarios, y también informaciones biográficas -amistades, viajes,
lecturas, etc.-, puede ilustrarnos sobre aspectos estrictamente literarios.
Que toda escritura, la del historiador, la del crítico o la del artista, sea parcial,
responde a la inevitable finitud de la existencia y la infinitud de la realidad. Sin
embargo, asumiendo este perspectivismo natural, como lo asumía Proust,
afirmamos la verdad de cada punto de vista, siempre y cuando el esfuerzo hacia la
verdad esté documentado y sea fruto de una investigación. En este sentido, el
paradigma indiciario, reduciendo la escala y enfatizando el punto de partida (la
286
perspectiva), pretende ofrecer un asidero a la realidad difícil en investigaciones de
otro tipo.
287
288
CAPÍTULO VI: UNA APLICACIÓN LITERARIA DEL
PARADIGMA INDICIARIO
I. EL INDICIO
289
veces implícito, se presenta bajo la especie de un mal absoluto, latente y sólo
sospechado. Sin embargo, no se trata sólo de la atmósfera criminal del llamado
género negro en la que Bolaño aloja sus cuentos y novelas, sino que además
incorpora este género como agente estructural. Formalmente, la pesquisa suele
articular relatos en los que los personajes, supervivientes, se desplazan en el espacio
y en el tiempo en busca de pistas o de explicaciones, perseguidos siempre por un
trágico pasado.
El protagonista del cuento de Bolaño, Pepe el Tira, es una rata policía que en
sus investigaciones rutinarias, peregrinajes por galerías y túneles, descubre un mal
oculto que anunciará la destrucción hacia la que se encamina su pueblo. La sociedad
de las ratas, como nos explica el protagonista narrador Pepe, está organizada
siguiendo las pautas racionales de la supervivencia. Su lógica es la de garantizar la
160 En castellano podemos encontrar el relato en Bestiario: once relatos de animales editado por Alianza
en 1990 con prólogo de Jordi Llovet o en las Obras completas editadas por Edicomunicación en 2003.
Nosotros citaremos a partir de la última traducción publicada en Valdemar en 2010, Cuentos
completos, basada en los originales de los relatos de Kafka, traducidos por José Rafael Hernández
Arias.
290
continuidad de la especie y por eso trabajan sin descanso - construyendo túneles y
galerías para encontrar comida y protegerse de los depredadores- y se reproducen en
grandes camadas. Todo en sus vidas está orientado hacia este fin: “Nuestra historia
es la multiplicidad de formas con que eludimos las trampas infinitas que se alzan a
nuestro paso”, dice Pepe (Bolaño, 2003: 69).
291
fingía serlo”. Las ratas no practican en general ningún arte. Cuando nace un artista,
nunca más de uno por generación, en su incomprensión, lo compadecen y le
ofrecen “un simulacro de comprensión y de afecto”, detienen el “ajetreo cotidiano”
para aplaudirlo y justificar así su vivir sin trabajar (p. 57).
292
*
161 Logie, Ilse (2006-2008) “Roberto Bolaño y el mal: análisis de ‘El policía de las ratas’”, Lieux et
figures de la barbarie, CECILLE- EA 4074, Universidad de Lille 3. Véase también: Villacorta, Carlos
(2013) “Relato del artista como un roedor. De Josefina la cantora o El pueblo de los ratones de
Franz Kafka a El Policía de las ratas de Roberto Bolaño” The Korean Journal of Hispanic Studies, 6(2),
pp. 139-162. Illian Illincan, (2011); “Sobre ratones y artistas. Roberto Bolaño rindiendo homenaje a
Franz Kafka” en El papel de la literatura, el cine y la prensa en la configuración y promoción de los criterios,
valores y actitudes sociales, coordinado por Diana López Martínez; Óscar Caeiro (2013) “Prólogo a ‘Un
informe para una academia’ y ‘Josefina la cantora o el pueblo de los ratones” en Kafka en las dos
orillas, coordinado por Elisa Martínez Salazar y Julieta Yelin. La comunicación de Alejandro
Lambarri “El animal anómalo en un cuento de Bolaño” leída en el Coloquio Internacional “El
bestiario de la literatura latinoamericana (el bestiario transatlántico)”, Universidad de Poitiers,
Francia.
293
tipo de indicio nos puede llevar hacia sentidos involuntarios que aporten
significaciones acaso inesperadas del texto.
294
II. EL CUENTO DE KAFKA
En él, el esfuerzo del narrador por explicar la actitud del pueblo hacia la
cantante Josefina, cuya música es algo completamente ajeno a la vida de estos
animalitos, se traduce en un lenguaje titubeante y contradictorio. El pueblo de
ratones de Kafka, como el de las ratas de Bolaño, mantiene una dura lucha por la
supervivencia. El canto, a pesar de la convicción de Josefina, que se tiene por valiosa
e imprescindible, es opaco para ellos. El ratón narrador, hablando casi siempre en
primera persona del plural, se afana en vano por identificar alguna particularidad que
defina lo que no puede ser considerado más que gritos o silbidos, ni más fuertes que
los de un trabajador, ni más rebuscados que los de un niño. Los ratones, en un gesto
de generosidad, que ni ellos mismos comprenden del todo, toleran, ocultando las
más de las veces su escepticismo, el canto de Josefina. Sin embargo, sus exigencias
son tan grandes e inasumibles que ella misma opta por la desaparición, “se aleja con
paso firme, si así se puede denominar su trote ligero, rechazando toda ayuda de su
séquito y examinando con miradas frías a la multitud que le deja paso con
reverencia” (Kafka, 2010: 643). Tras su partida, el narrador nos hace partícipes una
vez más de sus meditaciones:
295
Es extraño lo mal que calcula la muy astuta, tan mal que podría creerse que no
calcula en absoluto, sino que se ve impulsada por su destino, que en nuestro mundo
sólo puede ser muy triste. Ella misma deja el canto, ella misma destruye el poder que
ha adquirido sobre los ánimos. ¿Cómo pudo adquirir ese poder si conoce tan poco los
ánimos? Se esconde y no canta, pero el pueblo, tranquilo, sin mostrarse decepcionado,
señorial, formando una masa sosegada, que, aunque las apariencias hablen en contra,
sólo sabe regalar y nunca puede recibir, ni siquiera de Josefina, ese pueblo sigue su
camino (p. 643).
162En las “Iluminaciones sobre Kafka”, dice Walter Benjamin subrayando la simpatía a propósito
de Josefina: “[Kafka] ha ido a dar al palacio de Potemkin, en cuyos tragaluces conoció a Josefina, la
rata cantante cuyo arte Kafka viene a describirnos de este modo: ‘En él se da algo de lo que es la
infancia pobre y breve, algo se da de una felicidad tan perdida como irrecuperable, pero también
hay algo de una vida activa y actual, con su pequeña alegría, inconcebible, si, pero existente, y una
que es, además, indestructible” (Benjamin, 1934: 16).
296
sabemos que es, básicamente un ser necesitado de afecto” (Bolaño, 2003: 57).
Convierte el arte, de una manera más explícita que Kafka, en una performance en la
que pueblo y artista escenifican un diálogo fingido.
Sin embargo, habría una brecha más pronunciada entre el cuento de Kafka
de 1924 y el de Bolaño de 2003, que se manifiesta en la revelación de Pepe el Tira.
El narrador del cuento de Kafka no cuestiona el destino del pueblo de ratones; al
contrario, a pesar de la ausencia de Josefina, “ese pueblo sigue su camino” (p. 643).
Pero la destrucción que anuncia el descubrimiento de Pepe plantea una fisura básica.
En la dialéctica entre continuidad y ruptura que se establece entre los dos cuentos, el
ratón de Kafka no sabe que la caída de Josefina -“Josefina, sin embargo, va cuesta
abajo” (p. 644)-, que representa la desaparición del arte, prefigura las alcantarillas en
las que Pepe el Tira irá a perderse en busca de pistas para su investigación y donde
descubrirá el demoledor destino de su pueblo.
163 Ilse Logie destaca otras referencias en la obra de Bolaño al escritor checo: en Entre paréntesis
(2004) Bolaño observaba cómo Kafka, “liberado” por la enfermedad de todo obstáculo entre él y
la escritura, cumplió con el imperativo nietzscheano de “escribir con sangre”; en Nocturno de Chile
Sebastián Urrutia se ve asaltado en su habitación por dos extraños que, tras hacerle una curiosa
propuesta, comen su desayuno como sucede al inicio de El proceso. Por añadidura, las condiciones
vitales de ambos autores convergen en sus escrituras convulsas. El volumen en que fue publicado
“El policía de las ratas”, El gaucho insufrible, muestra a un Bolaño lector “vital” de Kafka. La
297
el narrador-topo se entrega a la construcción de una madriguera segura que lo salve
de riesgos externos e internos del subsuelo. Un rumor vecino comienza a
inquietarlo. Cada vez más inseguro, se protege ante un posible ataque, perdiéndose
en los inútiles esfuerzos de su propio miedo. La cueva se convierte en una trampa
de la que no es posible escapar. Logie ve en este relato la pista prematura de un
Kafka que anuncia los riesgos de la política moderna en la que el ansia por la
seguridad convierte el mundo en un espacio donde la libertad no es posible (p. 4).
“La Gran Muralla China”, de temática similar a “La Guarida”, compartiría con “El
policía de las ratas” la necesidad de la construcción también asociada a la
supervivencia. 164
Qué asunto más complejo es éste, son asuntos que uno prefiere no tocar –yo
entiendo muy bien este punto de vista, lo comprendo mejor que los míos-, y, sin
embargo, son asuntos a los que me he entregado por completo. ¿Por qué no hago lo
que los demás, vivo en armonía con mi pueblo y asumo en silencio lo que perturba esa
armonía, ignorándolo como un pequeño error en el gran cálculo? ¿Por qué no
permanezco siempre vuelto hacia lo que nos une en la felicidad, en vez de prestar
298
atención a lo que irremediablemente contribuye a apartarnos de nuestro pueblo?
(Kafka, 2010: 507-508).
Al exponer las relaciones con el indicio más evidente y buscar dentro del
mismo contexto, encontramos nuevas conexiones. Para completar esta relación sería
interesante comprobar el volumen de cuentos traducidos al español manejado por
Roberto Bolaño. Nos hemos apoyado en semejanzas temáticas, rastreando el
motivo de la construcción y el de la investigación que en el cuento de Josefina no se
satisfacen.
299
III. KRACAUER, LECTOR DE KAFKA
Como explica Enzo Traverso, la primera recepción del escritor checo cuenta
con sus lectores más atentos en la intelectualidad judeoalemana de la época
(Traverso, 2010: 44). Entre los autores vinculados a la Escuela de Frankfurt, Walter
Benjamin, Theodor Adorno o Siegfried Kracauer hicieron manifiestas sus lecturas
mediante reseñas, ensayos o estudios críticos.166 De todos ellos la crítica más
temprana es la realizada por Kracauer en tanto que reseñista del Frankfurter Zeitung,
medio en el que publicó entre 1925 y 1931 recensiones de El proceso, El castillo,
América y La gran muralla china.167
165Ricardo Piglia, en su novela Respiración artificial (1980), inventa un encuentro entre Kafka y Hitler
en el café Arcos de Praga en los años 1910. El relato de los “proyectos imposibles y atroces de ese
hombrecito ridículo y famélico” inspiran el mundo kafkiano que piensa que es posible que el
mundo se transforme según sus planes (Piglia, 1980: 208).
Me refiero a Adorno, Th. (1953) “Notas sobre Kafka” Notas sobre literatura, Madrdi, Akal, 2003;
166
Benjamin, W. (1934) “Dos iluminaciones sobre Kafka”, Iluminaciones, I , Taurus, Madrid, 1971.
167Como relación inversa, de Kracauer a Kafka, citamos a María Pía López, que en el prólogo a la
edición en castellano de El ornamento de la masa 2. Construcciones y perspectivas, afirma: “Hay algunos
nombres que apenas se pronuncian, generan zonas de afinidades a su alrededor. El de Kracauer es
uno de ellos. La zona es una red de lectores mutuos, intérpretes o amigos. Kafka es un nombre
mayor dentro del territorio” (López, María Pía, 2010: 9).
300
la consolidación de una clase social, la de los empleados, que había perdido la
identificación como clase obrera. Estas primeras manifestaciones de la “cultura de
masas”, el cine, la fotografía, la música, o las Tipp Girls, interesaron rápidamente a
Kracauer que las consideraba una especie de desvío hacia la toma de conciencia y la
activación del cambio social, en un sector de la población que se suponía agente del
cambio.
Entre todos estos trabajos hallamos las reseñas a Kafka, en cuya obra que sin
ser evidentemente un fenómeno de masas, Kracauer también detecta las claves del
desciframiento de la estructura social del momento. Como sostiene Traverso, no
hay duda de que para Kracauer el universo kafkiano era el mundo real. Su sintonía
con Kafka residiría en la convergencia en los interrogantes que levantaban ambas
escrituras, la del crítico y la del artista. Kracauer leía a Kafka desde el mismo
horizonte, desde las mismas preocupaciones. Por ejemplo, Kafka era el primer autor
que había logrado representar un mundo empresarial tan vasto y complejo, que
ningún empleado podría jamás ni comprenderlo ni dominarlo, tal como explica el
propio Kracauer en su ensayo “Los empleados” de 1930 (Traverso, 1994: 45).
301
La última reseña a Kafka es de 1931 y corresponde a la edición de La gran
muralla china.168 Kracauer nos sitúa en el contexto de esa escritura:
El mundo de Kafka está poblado por albañiles con los ojos vendados, que
construyen, por miedo, construcciones absurdas. Este modo de entender la
construcción le sirve a Kracauer para definir el papel de la crítica, que deberá
168Traverso observa que en esta reseña Kracauer se muestra más utópico. Como ejemplo, señala
una cita del final del artículo de Kracauer de Kafka donde el alemán ve una alusión positiva a la
revolución de Octubre (Traverso, 1994: 47).
169 Respecto a Kracauer y la construcción véase el libro de David Frisby, Fragmentos de la modernidad
302
encargarse de seccionar las construcciones para poder ver las estructuras. Mediante
esta estrategia la construcción de la obra revela también lo que no ha sido, lo
ausente, lo silenciado o no dicho, o lo que no ha sucedido:
Se podía pensar que, mientras describía la madriguera del topo, Kafka tenía en
mente aquellas organizaciones de personas cuyos triunfos son trincheras, alambradas y
proyectos financieros profusamente ramificados (Kracauer, 2010: 84)
303
Kracauer es sensible a la revelación del mundo kafkiano que, aparentemente
cerrado, muestra sin embargo “la cesura social sobre la que se erige”. Del mismo
modo que las manifestaciones de cultura de masas: “la obra de Kafka proporciona
una contraimagen que, lejos de conformarse de modo unilateral, se construye sobre
un presente histórico extrañado” (Salinas, 2010: 203).
304
IV. DER DETEKTIV-ROMAN
¿Pero qué quiere decir con un mundo colonizado por la ratio? Cuando
Kracauer emplea el término ratio, lo hace apoyándose en la lectura de Kant y en la
lectura de Kierkegaard. O dicho de un modo más preciso, en la lectura de Kant a
través de Kierkegaard. Del Kant de la Crítica de la razón pura, que Adorno y
Kracacuer leyeron juntos durante años, se desprende que la ratio es la facultad del
entendimiento que se expresa mediante conceptos.170 Ambos lectores coincidían en
que el dualismo entre intuición y concepto (frutos respectivos de la sensibilidad y
del entendimiento) era insuperable. Como explica Alfonso Mendiola, el
razonamiento de ambos, Adorno y Kracauer, se orientaba hacia el reconocimiento
de “un más allá de la experiencia que el concepto no pueda retener”, toda vez que
170Adorno se refiere a Kracauer como su mejor profesor. Todos los sábados el joven Adorno leía
junto a Kracauer la Crítica de la razón pura. En reconocimiento a esta fructífera amistad, la
dedicatoria de La novela policial dice “A mi amigo Theodor Adorno” y la dedicatoria del libro de
Adorno, Kierkegaard. La construcción de lo estético, va dirigida a Siegfried Kracauer.
305
la experiencia sólo se vuelve conocimiento a partir de los conceptos puros del
entendimiento (Mendiola, 2011: 18). En este sentido, la ratio no puede hacerse cargo
sola del procesamiento de las experiencias ni pretenderse la fuente única del
conocimiento.171
171 Además del referente kantiano en la definición de la ratio dada por Kracauer, Traverso apunta a
la finalidad weberiana: “Sa critique de la modernité trouvait la cible dans le concept de ratio, inspiré
par la ‘rationalité en finalité’ wébérienne (Zweckrationalität) et précurseur de la ‘raison instrumentale’,
qui deviendra une des catégories centrales de l’école de Frankfurt” [Su crítica de la modernidad
encontraba el blanco en el concepto de ratio, inspirado por la ‘racionalidad por finalidad’ weberiana
(Zweckrationalität) y precursor de la ‘razón instrumental’ que llegaría a ser una de las categorías
centrales de la escuela de Frankfurt] (Traverso, 1994: 55).
En esta observación se ha señalado la influencia de Georg Simmel y su obra Filosofía del dinero de
172
1907.
306
estudio de Kracauer sobre la novela de detectives es un intento de comprensión de
una realidad que, regida por la ratio, se desenvuelve exclusivamente en la esfera
inferior, olvidando la trascendencia de las esferas más elevadas y, por ello,
desrealizada:
Este tipo de crítica que lleva a cabo Kracauer, que no se interesa por el estilo,
ni por el contenido, sino por cómo la obra tal “hace manifiesta la realidad del
mundo de donde surge” (Rochlitz, 1971: 19), es una crítica típicamente moderna a la
que concierne el contenido de verdad de la obra. Para ella, la literatura contiene una
autodescripción de la sociedad. Muy en esta línea estaría la cuestión que late tras la
Teoría de la novela de Lukács: cómo se expresa en la novela el mundo burgués.
307
propia de la cultura de masas, hacia lo auténtico. Esto se manifiesta en la estructura
de la novela policial, que en tanto novela, su ambición totalizante es una
reminiscencia del orden unitario revuelto. Y también en el contenido: el detective
que mediante el uso de la razón reorganiza los hechos, es un eco lejano y
caricaturesco de la creación divina (p. 53).
173 Aludimos más arriba cómo, al final del cuento de Bolaño, se pregunta Pepe el Tira: “¿No
estábamos, acaso, condenados desde el principio de nuestra especie?”. El destino está pues en el
principio, y en el principio era el fratricidio, fundamento de la ciudad. Se dice en el Génesis (4,17):
“Y conoció Caín a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Enoc; y edificó una ciudad, y llamó a la
ciudad con el nombre de su hijo, Enoc”. Y unos versículos más adelante, dentro de la genealogía de
Caín: “Zila dio a luz a Tubalcaín [tataranieto de Caín], artífice de toda obra de bronce y de hierro”.
El mito, basado en otro anterior sumerio en el que los protagonistas también eran dos hermanos en
pugna, Dumuzi y Enkidu, además de significar la rivalidad de modos de vida pastoril y agrícola,
incluye la creación de la ciudad y la invención subsecuente de la técnica que supuso la revolución
del neolítico en el sentido de una producción de excedentes de los que la ciudad se apropia. De
modo que, eliminado el pastoreo, la agricultura origina la ciudad que a su vez la domina y absorbe.
308
En segundo lugar nos fijamos en el tipo de acción: la narración comienza con
un crimen y termina con su propio esclarecimiento. El propósito básico de la
narración detectivesca es mantener el suspense. No obstante, el happy end está
garantizado, porque no hay crimen perfecto, nada puede ser un misterio para la
razón científica.
Por último, pero no menos importante, nos encontramos con los personajes:
el detective –que es el centro del relato-, la policía y el criminal. El intelecto del
detective interviene de manera lúdica y gratuita para garantizar ese happy end, que,
visto por Kracauer, no es sino el esclarecimiento del mundo a través de la razón
científica. Esta forma literaria parte de la idea de que existe una sociedad
perfectamente racionalizada pero carente de sentido existencial; por eso el detective
resuelve los casos sólo para mostrar los alcances de su inteligencia; no busca justicia,
sólo se comporta como un ilusionista ante sus espectadores (Mendiola, 2011: 23).
309
detective y el espacio de la fe es conquistado por el suspense que precede el
descubrimiento del criminal denunciado por la razón (Traverso, 1994: 56). Kracauer
ve en el descubrimiento del asesino un ritual litúrgico, los signos de una teología
moderna.
310
de comienzos de siglo había abandonado toda trascendencia en pos de una razón
científica, restringiendo a la esfera más baja, regida por la ratio, el espacio en el que el
hombre habría de desenvolverse.
175“La novela policial le parecía pues a Kracauer como la alegoría de un mundo desencantado, del
que Dios estaba totalmente ausente y en el que había sido remplazado por una racionalidad ciega,
calculadora e inhumana. El acercamiento romántico de Weber y Lukács era retomado, incluso
radicalizado por Kracauer, el cual le añadía una dimensión teológica fundamental. Bajo la forma de
un tratado sociológico o filosófico, La novela policial era una declaración de guerra contra el mundo
moderno en nombre de una exigencia religiosa y espiritual que aún se encontraba con fuerzas para
reivindicar sus derechos”.
311
V. LA EXTRATERRITORIALIDAD
312
“chiffonnier melancolique”, el “trapero melancólico”; apelativo que Agard (2010)
recupera en el título de su monográfico sobre Kracauer, aludiendo a un personaje
marginal, atraído por retazos abandonados, y como el propio Benjamin, fascinado
por lo que la historia va dejando amontonado en las cunetas.
Enzo Traverso analiza la imagen del ousider en estas primeras obras previas al
exilio como consecuencia de la experiencia vivida por Kracauer en el seno de la
modernidad judía a comienzos del siglo XX, a partir de la cual comienza a
considerarse a sí mismo una especie de “extranjero interno”. La forma en la que
Kracauer vivió el judaísmo no era ni ortodoxa, ni nacionalista, ni liberal, sino la de
un
313
intelectual de izquierda, sin partido, que pertenece a la homeless Left de Weimar
y exterior a las instituciones alemanas, bien instalado en un medio cultural cuyos
actores, para retomar una célebre definición de Peter Gray, eran outsiders e insiders al
mismo tiempo.
Traverso explica que la difícil relación de judío “no judío” de Kracauer da las
claves para comprender su temprano sentimiento extraterritorial (p. 31). Pero
concluye su ensayo lanzando la hipótesis de que la condición extraterritorial de la
modernidad judía, de la que es ejemplo Kracauer, sería una parábola de la
modernidad misma (p. 42).
314
estabilidad local y el arraigo lingüístico que surge en el Renacimiento, decae en torno
a estas fechas en las que se diluye “la tradicional ecuación entre un eje lingüístico
único –un arraigo profundo a la tierra natal- y la autoridad poética” (Echevarría,
2008: 437). El desarraigo, según Steiner, se debe en muchos casos al exilio por
motivos políticos, pero también a una pérdida de centro. Los casos que analiza,
Nabokov, Beckett y Borges, representan distintas posibilidades dentro del abanico
de la extraterritorialidad.
A pesar del marcado acento lingüístico en el uso del término por parte de
Steiner, posteriormente la extraterritorialidad se ha puesto en relación también con
fenómenos no exclusivamente lingüísticos, como el internacionalismo cultural y los
efectos globalizadores de la cultura de masas (p. 438). En este sentido, y más allá del
nomadismo lingüístico, explica Echevarría, la literatura moderna se ha visto como
“una estrategia de exilio permanente”. La literatura hispanoamericana, en su propia
identificación, ha sido especialmente sensible a esta circunstancia. Tras el exotismo
del boom, liquidado por una visión menos estereotipada de Latinoamérica, los
nuevos escritores, encabezados por Bolaño, mantendrían una actitud tendente hacia
la extraterritorialidad.178 A este respecto Echevarría ve en Bolaño a un escritor que es
y no quiere ser un escritor latinoamericano, que escribe y no quiere escribir sobre
Latinoamérica (p. 440).
178 Véase la cuestión que plantea Juan Villoro en torno al “boom”, a su autenticidad o a la
impostación pintoresca en “Iguanas y dinosaurios: América latina como utopía del atraso” Efectos
personales, Barcelona, Anagrama, 2001.
315
Pero también en su obra se manifiesta este paisaje móvil del apátrida.
Echevarría echa mano de otro término, el de fractalidad, enunciado por Benoît
Mandelbrot (1975), para explicar cierta configuración –paralela a la
extraterritorialidad- de la obra de Bolaño. La fractalidad consistiría en la “propiedad
de ciertas figuras espaciales compuestas por una multitud de elementos, de preservar
el mismo aspecto, cualquiera sea la escala en que se observen” (p. 432). Por ejemplo,
la novela Estrella distante (1996) amplía un capítulo de La literatura nazi en América
(1996); y Amuleto (1999) hace lo propio con otro fragmento de Los detectives salvajes
(1998). Echevarría concluye:
Este espacio, que en otros autores puede ser metáfora de una coloración
especial, de recurrencia en los personajes, en los sentimientos, etc., en Bolaño es
marcadamente geográfico. Las ciudades vienen a primer plano, los personajes van
acompañados siempre de su nacionalidad, y se subraya la importancia de los viajes.
El conjunto de su obra recuerda a los planos de los juegos de fantasía donde
continentes fabulosos se van añadiendo a medida que los jugadores realizan sus
conquistas. Cada pieza - novela, cuento o poema - de Bolaño encuentra una
ubicación espacial respecto al resto de su mundo. A esto contribuye también la
estructura fragmentaria con la que organiza por ejemplo Los detectives salvajes, obra en
la que podríamos decir que está contenida su cartografía completa. Al segregarla en
piezas autónomas, puede permitirse sustraer o agregar otras en otros cuentos o
novelas, lo que le permite reconfigurar el todo jugando con las partes (p. 433).
316
la obra de Bolaño. Sin embargo, ciertas tonalidades morales, temáticas - el mal - y
estilísticas - género policial - permitirían recuperarlo dentro del todo como una
escritura extraterritorial.
Cuando Kracauer analiza los relatos de La gran muralla china, en los que
proliferan albañiles, madrigueras, murallas, todo un mundo de la construcción,
encuentra, apoyado también en su propia formación como arquitecto, la metáfora
para explicar el lugar del crítico. El lugar del crítico en la construcción recordaría a
su vez al lugar extraterritorial de Kracauer y de Bolaño, y también a la periferia de
alcantarillas que frecuenta Pepe el Tira.
179Recordamos el pasaje sobre Proust, la fotografía y la mirada desautomatizada del viajero, del
extranjero que no es de la casa. Enfatizando el aspecto cognitivo de la distancia, Agard dedica un
capítulo a la presencia del extranjero en Kracauer en su obra Le chiffonnier melancolique titulado “De
Gênet à Ahasver: le savoir mélancolique de l’étranger”.
317
VI. LA HISTORIA. ALGUNAS PISTAS.
El camino textual que hemos seguido, que nos ha llevado de Bolaño a Kafka
y de Kafka a Kracauer para regresar al punto del que partimos, lejos de ofrecernos
una respuesta cerrada, sospechamos que nos ha abierto varios horizontes de
interpretación. Del diálogo, en ocasiones real y documentado, entre estos autores -
nos referimos a Kracauer y Bolaño, lectores de Kafka-, recogemos pistas que abren
la interpretación.
Kracauer, que escribió La novela policial entre 1922 y 1925, coincidía con la
valoración que, en ese mismo momento, Kafka realizaba por vía del arte: una
circunstancia histórica caracterizada por la falta de trascendencia de la vida moderna.
La crítica, en los cuentos de Kafka y en el análisis de la novela de detectives, se
centra en ese “desamparo trascendental” padecido por el hombre moderno, que se
318
ve limitado a su dimensión racional. Kafka y Kracauer quieren denunciar un proceso
de deshumanización que ya estaba avanzado en los años 20.180
180Esta crítica se sirve de distintas estrategias: mientras que, como advierte Kracauer, en la novela
policial el detective, personificación de la ratio, impone su orden al mundo, en Kafka, una ley
despersonalizada excluye al hombre (Salinas, 2010: 207).
319
muestra que esa sociedad sin trascendencia da lugar a una sociedad que se destruye a
sí misma.
320
Otra de las vías que nos facilitan las lecturas realizadas nos orienta hacia la
espacialidad como metáfora cognitiva. Escenificada por Josefina al alejarse de su
pueblo, Pepe el Tira heredará esta extraterritorialidad en su práctica profesional, y
gracias a su deambular por las galerías periféricas, es capaz de resolver los crímenes.
Los mismos detectives de las novelas policiales saben bien que es en los límites de la
ciudad donde sucede lo más interesante.
“Pero ¿dónde, en el interior o en el exterior, estaría uno en casa? En casa sólo se está en un
181
321
VII. LA NOVELA POLICIAL DE KRACAUER Y EL PARADIGMA
INDICIARIO.
322
ancien avec une rigueur scientifique et une attention pour les menus détails tout à fait
dignes de Sherlock Holmes (Traverso, 2006: 57).182
En cualquier caso, nada más lejos de los propósitos de Carlo Ginzburg que
reclamar un conocimiento como el denunciado por Kracauer en La novela policial. El
interés y la virtud del paradigma indiciario radicarían justamente en ofrecer una
alternativa epistemológica en la que entraran otras dimensiones humanas, como por
ejemplo la intuición, la capacidad para conjeturar, para contar historias o para
sugerir relaciones. El paradigma indiciario sería el compromiso con la libertad que
182“En tanto que encarnación de la ratio, el detective no representa la legalidad (una tarea propia de
la policía), ni siquiera con el fin de castigar la ilegalidad, sino únicamente para satisfacer su
necesidad de descifrar el enigma criminal, y por tanto, de someter la realidad al control de la razón
instrumental. Ese mismo “paradigma indiciario” inspiraba las investigaciones del crítico de arte
Giovanni Morelli, capaz de reconocer un cuadro falso antiguo con un rigor científico y una
observación de los detalles más menudos totalmente dignos de Sherlock Holmes”.
323
reclama el perro filósofo de Kafka, la demostración positiva de que otro modo de
conocer, individualizante, original y riguroso, es posible. Y recogería el eco,
inconscientemente, de la crítica de Kracauer a la ciencia como única forma posible
de pensamiento.
324
CONCLUSIONES
Hay una cita del sinólogo francés Marcel Garnet que Ginzburg se complace
en repetir. Reza: “La méthode, c’est la voie après qu’on l’a parcourue”.183 Explica
Ginzburg que en la hipotética etimología de la palabra “método” sugerida por
Garnet (‘meta’ ‘hodos’, más allá del camino), estaría ya contenida esta definición
suya. En esta afirmación habría, además de una sutil ironía, un cierto aire polémico
que discute el valor de los métodos “como una serie de prescripciones a priori”
(Ginzburg, 2006: 413). Llegados a este punto del camino, nos vemos apremiados a
detenernos, siquiera provisionalmente, y ejercitar nuestra propia mirada hacia el
pasado “y ver los pasos por dó me ha traído”.
Con pocos a priori, debido en gran medida al desconocimiento del tema, nos
acercamos por vez primera al paradigma indiciario intrigados por las cuestiones que
Denis Thouard planteaba en su intervención en el coloquio celebrado en Lille en
2004. Nuestro primer acceso estuvo mediado, pues, por el riguroso análisis de
Thouard y por su posición crítica hacia el estatuto del indicio como prueba y hacia la
verificación del propio método indiciario y su posible importación a la hermenéutica
literaria. Por otra parte, desde el primer momento enmarcamos nuestro estudio en
el proyecto de investigación “Fuentes y bases teóricas para una hermenéutica
constructiva”, por lo que nuestro análisis del paradigma indiciario partió de la
indagación en hermenéutica literaria y, más en concreto, de la posibilidad de ampliar
sus registros metodológicos.
Sin embargo, como se habrá visto a lo largo de la tesis, una vez planteada la
cuestión -¿qué aporta el paradigma indiciario a la hermenéutica literaria?- tuvimos
que desprendernos en cierto modo de los presupuestos de la hermenéutica para
analizar el propio paradigma en sí y su lugar en el conjunto de la obra de Ginzburg.
325
Evidentemente el desprendimiento no fue tal, puesto que a lo largo del análisis la
pregunta inicial seguía flotando en el aire y resurgía en diversos contextos. Aun así
nos pareció más respetuoso, más propio de la hermenéutica y más acorde con el
paradigma indiciario dejar que fuera el propio objeto el que nos diera sus claves de
lectura.
326
dar respuesta a una ideología, a una visión del mundo, ligada al contexto
posmoderno. A esto se debe nuestro énfasis en el análisis realizado en el capítulo
tercero a propósito del “giro lingüístico”. Vimos ahí el nuevo horizonte en el que el
paradigma indiciario ofrecía su réplica, atento a las cuestiones suscitadas por los
teóricos defensores de la posmodernidad.
Al igual que sucedía en los estudios sobre creencias, en esta actualización del
método laten inquietudes éticas e inquietudes académicas. El primer grupo de
inquietudes tendría que ver con la polémica abierta contra los historiadores que
Ginzburg considera escépticos, tales como Hayden White o Michel de Certeau, y al
abierto rechazo del italiano a la deconstrucción. De ello es muestra, por ejemplo, la
manera en que Ginzburg explica el legado de Nietzsche leído por Derrida en la
famosa conferencia “Structure, Sign and Play in the Discourse of the Human
Sciences” (1970) (“La escritura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias
humanas”):
184 “La verdad se liquidaba a favor de una interpretación activa, es decir, sin límites ni
constricciones; Occidente estaba siendo acusado de logocéntrico y a la vez absuelto en nombre de
la inocencia proclamada por Nietzsche. Había suficiente ahí para fascinar al mismo tiempo a los
herederos de los colonizadores y a los herederos de los colonizados”.
327
Peloponeso, Ginzburg advirtió que este escepticismo en apariencia liberador no
vendría a ser más que una no demasiado nueva estrategia (en realidad muy parecida
a sus referentes antiguos) de legitimación de la ley del más fuerte.
328
concepción que de ella encuentra Ginzburg tanto en la retórica de Aristóteles como
en los continuadores de su pensamiento sobre retórica, Quintiliano o Lorenzo Valla.
La validez de la prueba no estaría ligada a un método previo, sino a la aplicación
concreta y a los casos de estudio, en cada uno de los cuales se podría comprobar la
igualación del indicio a prueba mediante la documentación aportada.
329
entre la hermenéutica constructiva y el paradigma indiciario. Pero habría aun más
aportaciones ya que, como hemos visto, el paradigma indiciario amplía y completa el
método filológico.
330
selecciona y criba la realidad, idea esta compartida igualmente por la hermenéutica
constructiva.
331
En este sentido hemos seguido también formalmente el modelo de escritura
de Ginzburg, separando de manera fragmentaria las distintas huellas que
compondrían nuestra trayectoria interpretativa. El principal método de escritura es
en cierto modo parecido al montaje en la selección y yuxtaposición de huellas,
acorde además con el hábito común en las tesis doctorales de incluir numerosas
citas.
Por último, la interpretación que hemos ofrecido, volcada hacia la historia del
siglo XX, evidenciaría la ampliación que supone el paradigma indiciario con
respecto a su inspiración en el ámbito de la filología: la escuela estilística.
332
contexto intelectual en que se desenvuelve. Por este motivo nos hemos detenido en
la gestación del paradigma indiciario y en su ulterior evolución, así como en su
aplicación no sólo a la historia, sino también a la literatura.
333
compromiso ético con la historia, con el mundo actual y con la investigación misma,
al que espero ser de alguna manera fiel en mis futuros trabajos.
Con este bagaje pues, miramos hacia atrás y valoramos esta primera etapa
como una etapa de aprendizaje, de la que esta tesis no sería sino el cuaderno escolar
donde podemos ver con caligrafía primeriza su primer fruto. Pero es también la
ventana por la que nos asomamos con ansia al infinito mundo de la literatura, de la
interpretación y de la historia, del que tanto nos falta por aprender.
334
CONCLUSIONS
Toutefois, comme on l’aura observé au cours de cette thèse, une fois posée la
question – qu’apporte le paradigme indiciaire à l’herméneutique littéraire? – nous
nous détachons en quelque sorte des présupposés de l’herméneutique pour analyser
335
le paradigme indiciaire en soi et sa place dans l’œuvre de Ginzburg. Bien entendu, le
détachement ne fut tel, étant donné que tout au long de l’analyse la question initiale
flottait dans l’air et resurgissait toujours en divers contextes. Malgré cela, il nous est
apparu plus respectueux, plus approprié de l’herméneutique, et plus en accord avec
le paradigme indiciaire, de laisser que le propre objet nous donne ses clés de lecture.
C’est pour cette raison que nous nous sommes arrêtés, en premier lieu, à la
gestation du paradigme; cela se devait au besoin de trouver une méthode utile pour
donner la parole aux paysans accusés de sorcellerie, voire d’hérésie, par
l’Inquisition. Le développement d’une stratégie de lecture qui combine d’une part un
intérêt historique reposant sur la précision, et d’autre part, le respect éthique et
l’empathie envers les persécutés, était à l’origine, comme nous l’avons vu, de la
formulation de ce paradigme.
336
En effet, à partir des années 1970, Ginzburg se sent dans la nécessité de
mettre au point une méthode, non seulement capable de lire les procès-verbaux de
l’Inquisition, mais aussi capable de donner une réponse à une idéologie, à une vision
du monde liée au contexte postmoderne. Á ceci se doit notre insistance sur l’analyse
réalisée au 3ème chapitre à propos du ‘tournant linguistique’. Nous y avons perçu le
nouvel horizon au lequel le paradigme indiciaire offrait sa réplique, attentif aux
questions soulevées par les théoriciens défenseurs de la postmodernité.
337
Ceci en ce qui regarde l’incidence éthique et sociale. Pas trop éloignée de ces
domaines se trouverait l’urgence pour restituer le rôle de la recherche historique
dont la finalité serait une sorte d’exhumation de la vérité. C’est pour cela que
Ginzburg insiste à donner une réponse méthodologique qui légitime à nouveau des
concepts discrédités par la déconstruction, tels que ceux de vérité ou preuve. C’est
dans ce cadre qu’il mène à bien la révision de concepts comme la rhétorique,
l’histoire ou la preuve. Ginzburg conduit une recherche, qu’on pourrait qualifier
d’archéologique ou étymologique, sur les origines de ces termes. Dans ces travaux,
nous avons vu comment la recherche historique -sur les diverses conceptions
d’histoire et de rhétorique -s’imbriquait étroitement avec la proposition
méthodologique de Ginzburg lui-même.
338
concrète et aux cas d’étude, à partir desquels on pourrait légitimer l’égalisation de
l’indice à la preuve moyennant la documentation apportée.
339
Toutefois, il y aurait encore d’avantage d’apports puisque, comme nous l’avons dit,
le paradigme indiciaire accroît et complète la méthode philologique.
En second lieu, nous soulignons le fait que la lecture indiciaire n’a pas
seulement pour but d’éclairer les aspects stylistiques d’un auteur, mais aussi de
s’ouvrir vers le référent ou le contenu pointé par l’indice. Le paradigme indiciaire
passerait du texte au monde, selon la proposition faite en son temps par Paul
Ricoeur, autre inspirateur d’une herméneutique constructive (v. Wahnón, 2011).
340
cognitive que l’auteur prête au “style” en tant qu’élément sélectionnant et criblant la
réalité.
De manière à illustrer par une étude de cas les apports théoriques développés
au cours de cette thèse, nous avons voulu offrir une application du fonctionnement
du paradigme indiciaire à l’interprétation de textes littéraires. S’agissant d’un texte
littéraire, nous reconnaitrions d’autre part l’importance de notre formation préalable
en Théorie de la Littérature. Bien qu’il ne s’agisse que d’une première incursion au
sein d’une approche que nous avons prévue de développer plus exhaustivement
dans le futur, nous espérons que la présente étude puisse proportionner aux lecteurs
une idée de comment pourrait être l’interprétation d’un texte littéraire guidé par une
lecture indiciaire.
D’autre part, nous avons reconstruit une série de lectures reliant Bolaño à
Kafka et à Kracauer, en nous basant sur des pistes textuelles (allusions, études et
critiques) que légitimeraient la confrontation ultérieure entre Le Roman policier: un
traité philosophique de Siegfried Krakauer et l’usage que fait Bolaño du genre policier.
Le rétablissement de deux contextes différents de lecture de Kafka – le
contemporain des années 20 représenté par les notes critiques de Krakauer, et le
plus récent de Bolaño–, donne lieu à notre interprétation, qui n’est en aucun cas une
interprétation fermée, mais une interprétation en construction.
341
Dans ce sens, nous avons aussi suivi formellement le modèle d’écriture de
Ginzburg, en séparant de manière fragmentaire les différentes traces constituant
notre trajectoire interprétative. La méthode principale d’écriture est en quelque sorte
similaire au montage cinématographique dans la sélection et juxtaposition de traces,
aussi en accord avec la commune habitude d’inclure de nombreuses références dans
une thèse doctorale.
C’est de cette manière que nous l’avons refléter dans notre thèse, où chaque
chapitre dédié à un dialogue du paradigme indiciaire avec un interlocuteur différent
342
donne foi aux distincts aspects de la pensée de Ginzburg, et de l’incidence du
paradigme indiciaire au sein de l’œuvre complète du même Ginzburg, ainsi que du
contexte intellectuel dans lequel s’inscrit son œuvre. Pour cette raison, nous nous
sommes attardés dans la gestation du paradigme indiciaire et son évolution
postérieure, ainsi qu’à son application non seulement à l’histoire, mais aussi à la
littérature.
343
accord avec les valeurs d’aujourd’hui - à savoir la spécialisation - , mais que je
considère au combien plus enrichissante. En dernier lieu, mais non pour le moins
important, j’aimerais souligner son compromis éthique avec l’histoire, le monde
actuel et la propre recherche, auquel j’espère être fidèle dans mes travaux futurs.
344
BIBLIOGRAFÍA
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