Concepciones Del Derecho
Concepciones Del Derecho
Concepciones Del Derecho
DE VERACRUZ
LIC. EN DERECHO
MATERIA
ARGUMENTACION JURIDICA
CUATRIMESTRE
QUINTO CUATRIMESTRE
TRABAJO
INVESTIGACION: UNIDAD II- ASPECTO
TEORICO DE LA ARGUMENTACION JURIDICA.
ALUMNO
ERIKA RIVERA GARCIA
DOCENTE
ORLANDO RODRIGUEZ GARCIA
Por concepción del derecho entiendo un conjunto de respuestas, con cierto grado de
articulación, a una serie de cuestiones básicas en relación con el derecho.
Antes he dicho que el formalismo jurídico ha sido una concepción del derecho extrema o
marginal en el siglo XX. Pero ésta es una afirmación que necesita ser matizada, al menos
en los dos siguientes sentidos. Por un lado: una cosa es que, efectivamente, la teoría o
la filosofía del derecho del siglo XX no se haya visto a sí misma, en general, como
formalista; y otra que el formalismo no haya sido y no siga siendo una actitud frecuente
en la práctica del derecho; es decir, aquí parece existir un cierto distanciamiento entre
las concepciones del derecho de los teóricos y las concepciones “operativas” del derecho
de los prácticos. Por otro lado, el término “formalismo” es oscurísimo y, aunque hoy
tienda a usarse la expresión en un sentido peyorativo, la existencia de tópicos como “las
formas son importantes en el derecho” y otros por el estilo apuntan a cierta ambigüedad
de la noción de formalismo que conviene aclarar. Pues existen, al menos, estas dos
maneras distintas de entender el formalismo.
a) El formalismo como característica del derecho moderno, que viene a identificarse con
lo que Weber llamó “racionalidad formal” Esa misma idea, expresada en la terminología
de la teoría del derecho contemporánea, significa que el derecho moderno consiste
esencialmente en reglas, o sea, las premisas de los razonamientos jurídicos funcionan
como razones excluyentes o perentorias, de manera que en muchos o en la mayoría de
los casos los decisores (los aplicadores) pueden prescindir “Legalismo” sería una
expresión sinónima. de las circunstancias particulares de los casos, esto es, de las
razones para la decisión que en principio serían de aplicación para decidir el caso pero
que, al no figurar en la regla abstracta preestablecida, el decisor no necesita tomar en
consideración; lo que significa también que la aplicación de las normas puede hacerse
sin que entren en juego los criterios morales y políticos del aplicador. La práctica de la
aplicación del derecho de la toma de decisiones jurídicas, salvo en supuestos marginales,
resulta así no sólo simplificada, sino que se vuelve relativamente previsible, ya que esos
órganos los jueces no necesitan llevar a cabo, en sentido estricto, una tarea deliberativa.
Pues bien, hay algunas líneas de desarrollo del derecho contemporáneo que parecen ir
en contra de esa tendencia al formalismo, a la racionalización formal del derecho: el
aumento creciente de las funciones del derecho; la tendencia a una regulación jurídica
cada vez más particularizada en muchos ámbitos; la importancia de las normas de fin,
esto es, normas que señalan objetivos, estados de cosas a obtener; el aumento de los
factores que contribuyen a minar el carácter “sistemático” del derecho: lagunas,
contradicciones, etcétera, como consecuencia de la proliferación legislativa; la
importancia creciente de los principios y de los valores jurídicos... Sin embargo, parece
también razonable pensar que se trata de tendencias que no pueden poner en cuestión
ese fondo de formalismo; o, dicho de otra manera, si no fuera así, el sistema jurídico
perdería sus señas de identidad con respecto a los otros subsistemas sociales, y otro
tanto ocurriría con el razonamiento jurídico: no habría propiamente razonamiento
jurídico, si éste no tuviese, de alguna manera, un carácter “cerrado” en el sentido de
Friedman. Me parece que ese es también el fondo de razón que late en la reivindicación
de las formas de cierto formalismo en el derecho. Y también la razón más poderosa para
defender hoy el positivismo jurídico: no tanto porque suponga adherirse a la tesis de las
fuentes sociales del derecho o de la separación entre el derecho y la moral, sino porque,
al suscribir esas tesis, se está aceptando una determinada actitud moral frente al
derecho: una actitud que consiste en limitar el poder de los intérpretes y los aplicadores.
Es el tipo de positivismo jurídico defendido hace ya tiempo por Scarpelli (1965;) y, más
recientemente, por autores como Campbell (2002) y Hierro (2002). No es cuestión de
entrar aquí en la profusa discusión contemporánea en torno al positivismo jurídico (y sus
variantes de “neopositivismo”, “positivismo crítico”, “positivismo incluyente”,
“positivismo axiológico”, etcétera), pero sí me parece importante resaltar que el peso del
“formalismo”, en el sentido en el que estoy usando la expresión, en los diversos sectores
del derecho no es uniforme (y no debe serlo): es explicable y justificable que la
aplicación del derecho por muchos órganos burocráticos (particularmente si se sitúan en
los niveles bajos de la estructura del sistema jurídico) obedezca casi exclusivamente a
parámetros formalistas, pero no parece que tenga que ser lo mismo cuando se trata de
tribunales superiores de justicia y, por su- puesto, del Tribunal Constitucional.
Lo que justifica que esto sea así es lo que podría llamarse “las razones del formalismo”:
básicamente, la seguridad jurídica.
Cabría hablar aquí de dos formas básicas: una, la más radical, está re- presentada por
el modelo kelseniano; la otra, más moderada y sofisticada, se identifica con la obra de
Hart. La incompatibilidad de la concepción kelseniana del derecho con la visión del
derecho como argumentación es, como en seguida se verá, un hecho manifiesto e
indiscutible. En relación con Hart, sin embargo, el juicio tiene que ser mucho más
matizado. Podría resumirse así: la visión del derecho presente en su obra maestra, El
concepto de derecho, tiene poco que ver con el enfoque argumentativo del derecho. El
positivismo normativista ha sido también una concepción del derecho de gran influencia
en la filosofía del derecho del siglo XX en el mundo hispano hablante. Y también aquí
pueden encontrarse dos formas básicas que pueden ejemplificarse en las obras de
Genaro Carrió, la una, y en las de Carlos Alcourrón y Eugenio Bulygin, la otra. La de
Genaro Carrió es esencialmente semejante a la de Hart, aunque quizá pueda decirse que
el autor argentino mostró desde siempre un mayor interés por la argumentación judicial
y de los abogados. Probablemente, ello se deba a estos dos factores: uno es la influencia
que el realismo siempre tuvo en su obra (tanto el realismo americano como el
escandinavo, el de Alf Ross); y el otro tiene que ver con el hecho de que Carrió ejerció
durante mucho tiempo como abogado y luego llegó a ser presidente de la Corte
Suprema de Argentina.
Lo que hace que la visión kelseniana del derecho sea básicamente antagónica con
respecto a una de tipo argumentativo son rasgos como los siguientes:
a) El énfasis en el análisis estructural del derecho, o sea, el derecho visto como conjunto
de normas, frente al enfoque funcional (sociológico) o el enfoque valorativo. Como es
bien sabido, Kelsen defendió que el derecho es una técnica de control social y dió
considerable importancia a esa faceta, pero un presupuesto inamovible de su
construcción teórica (probablemente traicionado en la propia elaboración de algunos de
sus escritos) es la sepa- ración tajante entre la ciencia del derecho (normativa y
estructural) y la sociología del derecho.
b) Una teoría de la validez del derecho de las normas jurídicas que lleva, en realidad, a
considerar las cadenas de validez como cadenas de autoridades: en definitiva, la validez,
para Kelsen, es una cuestión de Fiat, no de argumentación racional.
c) La consideración del derecho como un objeto para ser conocido, más que como una
actividad, una práctica, en la que se participa (por ejemplo, argumentando).
d) El emotivismo ético, la consideración de la justicia como un ideal irracional y, en
consecuencia, la negación de la posibilidad de la razón práctica.
e) La tesis del último Kelsen (pero que no puede verse en absoluto como un radical
cambio en su obra) de que no hay relaciones lógicas entre las normas; o sea, la
imposibilidad de justificar racionalmente las decisiones jurídicas o, dicho de otra manera,
la negación radical del discurso justificativo.
f) Su forma de enfocar la interpretación y la aplicación del derecho. Como es bien
sabido, Kelsen relativizó la distinción tradicional entre la creación y la aplicación del
derecho y consideró que los órganos aplicadores (jueces o no) también crean derecho;
pero en esa producción del derecho, las reglas del método jurídico el razonamiento
jurídico no juega prácticamente ningún papel. Más en concreto, a partir de la distinción
entre el análisis estático y dinámico del derecho, el lugar “natural” para dar cabida a la
argumentación jurídica en la obra de Kelsen tendría que ser la dinámica del derecho y,
en particular, la teoría de la interpretación.
Por el contrario, la interpretación del científico del derecho es una actividad puramente
cognoscitiva, pero bastante inútil: las normas jurídicas son marcos abiertos a diversas
posibilidades, y lo único que cabría es poner de manifiesto los diversos sentidos posibles,
sin decantarse por ninguno de ellos.
2.3.-EL REALISMO JURÍDICO
La forma más característica de escepticismo jurídico hasta finales del siglo XX ha sido
el marxismo jurídico. Al igual que los realistas, los marxistas subrayaron el carácter
instrumental del Derecho, pero mientras que los primeros nunca pusieron en duda la
funcionalidad de ese instrumento, su idoneidad como herramienta de construcción y
de cambio social, los segundos fueron escépticos también en este segundo aspecto.
En general, los marxistas tendieron a considerar que el cambio social, el paso del
capitalismo al socialismo, no era una empresa en la que el Derecho pudiese jugar un
papel importante: lo esencial habría de consistir en transformar, 1a base
socioeconómica de la sociedad, el modo de producción y las relaciones de producción,
y la lucha para ello debería librarse, en todo caso, en el terreno de la política, no del
Derecho. El Derecho (como aparece reflejado en el título de una conocida obra de los
años setentas) es visto sobre todo como un "obstáculo para el cambio social" (Novoa
Monreal 1975). De manera que, en el marco teórico del marxismo, el discurso interno
de carácter justificativo, lo que constituye el núcleo de la argumentación jurídica, no
es posible. Pero, además, mientras que el realismo dejaba abierta, en general, la
posibilidad de un uso retórico (instrumental) del Derecho, en el caso del marxismo lo
que se propugna es más bien la sustitución del Derecho por otra cosa. Por eso, el
realismo es compatible con una teoría limitada (limitada a sus elementos retóricos)
de la argumentación jurídica, mientras que el marxismo lleva más bien a disolver la
argumentación jurídica en argumentación política.
Sin embargo, lo anterior vale para lo que podríamos llamar el marxismo clásico, pero
no en relación con diversas direcciones de marxismo jurídico que empiezan a surgir
desde finales de los años sesentas y que se caracterizan por "debilitar" las tesis
marxistas tradicionales. Así, el carácter clasista del Derecho no significa ya que el
Derecho sea simplemente la expresión de la voluntad de la clase dominante, sino que
la igualdad ante la ley típica del Derecho moderno esconde en su seno un trato de
carácter discriminatorio, o sea, elementos desigualitarios. El economicismo de otras
épocas es sustituido por la tesis de "la determinación en última instancia" de los
elementos súper estructurales e ideológicos por la base socioeconómica. Se reconoce
la importancia del Derecho en la transformación social. Y, en definitiva, el discurso
jurídico resulta, al menos hasta cierto punto, rehabilitado.
Lo que en los últimos tiempos se llama teoría crítica del Derecho ("uso alternativo del
Derecho", critical legal studies, critique juridique, "crítica jurídica", etc.) puede
considerarse en cierro modo como un producto de ese marxismo débil, al que se le
han añadido elementos de otras tradiciones: la tesis de la indeterminación radical del
Derecho de los realistas, la critica al racionalismo y al cientificismo del pensamiento
postmodemo, el feminismo jurídico, etc. Su característica central (vid. Pérez Lledó
1996) consiste en adoptar una perspectiva critica (escéptica) del Derecho, pero al
mismo tiempo interna, en cuanto que el Derecho es visto por el jurista crítico como
un instrumento que puede (debe) usarse para lograr ciertas finalidades políticas
(emancipa tonas). Dentro de esa perspectiva no hay por ello lugar para el análisis
propiamente justificativo de la argumentación jurídica, pero sí para el estudio de los
elementos persuasivos, retóricos, del Derecho.
2.6.- ESBOZO PANORAMICO ACTUAL DE LA ARGUMENTACION JURIDICA.