Ensayos de Economia
Ensayos de Economia
Ensayos de Economia
15446/ede
Sede Medellín
Facultad de Ciencias Humanas y Económicas
57
MEDELLÍN • JULIO - DICIEMBRE 2020 • VOL. 30 No. 57
• E-ISSN 2619 - 6573 • DOI:10.15446/ede
57
Ensayos de Economía 30(57), julio-diciembre de 2020
Revista del Departamento de Economía
Facultad de Ciencias Humanas y Económicas. Universidad Nacional de Colombia – Sede Medellín
e-ISSN 2619-6573
Comité Editorial
Juan Torres-López, Universidad de Sevilla, España
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Comité Científico
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Contenido /Content
Nota editorial/ Editorial
El “Plan Marshall” del gobierno colombiano 9-13
The Colombian Government’s Marshall Plan
Guillermo Maya Muñoz
Artículos/ Articles
Alfred Marshall, autor del siglo XX: desempleo involuntario,
monopolio, amortización acelerada, competencia por nuevos
productos e intervención estatal orientada a alcanzar
el producto máximo 14-37
Alfred Marshall, Twentieth Century Author: Involuntary Unemployment,
Monopoly, Accelerated Amortization, Competition for New Products
and State Intervention Aimed at Achieving Maximum Product
Joan Severo Chumbita
En Colombia, el Presidente Duque anunció el pasado 20 de julio dos planes: por un lado, un
plan similar al New Deal de los años de 1930 que fue lanzado por el presidente Franklin Delano
Roosevelt, para hacer frente a la crisis por sus efectos destructivos sobre el empleo y la producción
norteamericana, que se convirtió en crisis global. Por otro lado, un Plan Marshall que tuvo
como objetivo la reconstrucción europea durante la posguerra de la Segunda Guerra Mundial,
cuando Europa quedó en un estado lamentable, especialmente, Alemania.
¿Por qué Alemania? El Tratado de Versalles (junio de 1919), un acuerdo de vencedores de la Primera
Guerra Mundial, y que impuso unas condiciones leoninas y humillantes a Alemania, trajo como con-
secuencia el surgimiento del nacional socialismo bajo la dirección de Hitler para, finalmente, llegar al
gobierno. Hitler, sin contar con los aliados, y usando las herramientas monetarias del banco central
alemán, financió, sin recurrir a préstamos externos que estaban prohibidos, la reconstrucción de la
infraestructura y de la industria alemana, incluidos los armamentos. Luego vino la guerra destructi-
va de dimensiones colosales. Ese error no se podía cometer de nuevo con Alemania, después de la
Segunda Guerra Mundial, imponiendo condiciones que fueran motivo para el resentimiento alemán.
Sin embargo, cuenta Erik Reinert (2003) que se iba a cometer el mismo error del plan inicial,
llamado Plan Morgenthau, diseñado por Henry Morgenthau, Secretario del Tesoro de los Es-
tados Unidos entre 1934 y 1945, que tenía como objetivo convertir a Alemania en un ‘estado
pastoril’, sacando toda la maquinaria de ese país e inundando sus minas con agua, para que
Alemania dejara de ser un peligro para sus vecinos europeos, según el ex-Presidente Hoover
(1947, citado por Reinert, 2003).
* Profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia (Medellín, Colombia). Correo electrónico: [email protected]
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Guillermo Maya Muñoz
Poco después, el gobierno de Estados Unidos anunció el Plan Marshall, que tenía como objetivo
recuperar la capacidad industrial alemana a los niveles que tenía en 1938, y convertirla en una eco-
nomía exportadora, que no dependiera de las ayudas externas e impulsará al resto de países euro-
peos, en total 16, que también tuvieron su Plan Marshall. Según Benn Steil (2017) el objetivo “fue
reconstruir Europa occidental como un baluarte integrado contra el autoritarismo comunista”.
La característica esencial del Plan Marshall, que no era solo un plan financiero sino un proyec-
to de reindustrialización, fue que los países beneficiarios no tenían que pagar las inversiones
financiadas con los fondos del Plan, además incluyó ventajas comerciales por parte de Estados
Unidos, para que los países europeos pudieran exportar y así obtener divisas en dólares para
sostener el proceso de reconstrucción y reindustrialización. Además, “los fondos no podrían
utilizarse para comprar ‘excedentes’ de la industria estadounidense”; y de manera deliberada
“se redirigió las importaciones de Europa occidental de los EE.UU hacia Alemania” (Steil, 2017).
Por el contrario, el Plan Marshall pretendía reconstruir la manufactura industrial. Es decir, acti-
vidades de rendimientos crecientes y costos decrecientes, con alto valor agregado e intensivas
en conocimientos, donde el cambio técnico es más rápido, la productividad es más alta, y ésta
permite pagar salarios más altos que crean sinergias productivas y círculos virtuosos en la eco-
nomía, algo que no sucede con la agricultura y minería.
La inversión del Plan Marshall, entre 1948-1952, fue de 130.000 millones de dólares, que equi-
valdrían a $800.000 millones de dólares en la actualidad. Pero, mientras este plan es considera-
do como el programa de ayuda exterior más grande y efectivo en la historia, es menos apreciado
como el ejemplo más exitoso de una política exterior ‘América Primero’. Es decir, ayudando a
otros países, Estados Unidos estimulaba su economía.
La lección para el mundo subdesarrollado, en palabras de Erik Reinert (2003) es que el Plan
Morgenthau ha sido resucitado con el Consenso de Washington —neoliberal—, después de los
años de 1980 del siglo pasado. Bajo la denominación de los planes de “ajuste estructural” re-
comendados por el Banco Mundial, que casi siempre tienen el efecto de desindustrializar a los
países del Tercer Mundo, con la consecuencia de especializarlos en actividades primarias, pro-
ductoras de commodities, y caracterizadas por rendimientos decrecientes, bajos precios, y alta
volatilidad de los precios.
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El “Plan Marshall” del gobierno colombiano
En consecuencia, estas características se convierten, para los países pobres y medios, en bajos
ingresos, bajos salarios, con pocas sinergias y ‘círculos viciosos’ de la pobreza, que cada vez más
alejan a su población de las condiciones de vida de los países industrializados.
Por otro lado, el consenso neoliberal con las políticas de liberalización de los mercados de bie-
nes y de capitales, el sistema de patentes, y las nuevas reglas de inversión, están impidiendo
a los países pobres proteger a sus industrias, que están desapareciendo ante la competencia
de las compañías multinacionales, dejando como último recurso las maquilas y las industrias
intensivas en fuerza de trabajo, mientras sus recursos naturales son explotados por el capital
extranjero, con tecnologías intensivas en capital y poco empleo.
Al mismo tiempo que utilizan técnicas contables en sus operaciones con sus casas matrices,
que hacen desaparecer las ganancias, y por lo tanto poco pagan de impuestos y regalías, que en
el caso de Colombia, de los impuestos se descuentan las regalías. Es decir, se regala el recurso.
Los tratados de libre comercio, al igual que el Plan Morgenthau, pretenden establecer rela-
ciones económicas asimétricas que perjudican a los países pobres. No es una coincidencia
que los países latinoamericanos, subordinados a los centros de poder mundial, en los últi-
mos 40 años se hayan desindustrializado tempranamente después de sus relativos éxitos
industriales, y “lo que es particularmente sorprendente es la magnitud de los efectos adver-
sos sobre el empleo en Latinoamérica, que es incluso mayor que en las economías desarro-
lladas” (Rodrik, 2015 p. 13).
Ni tampoco que hayan aumentado las exportaciones de materias primas, agrícolas y minerales
como porcentaje del PIB o, en el mejor de los casos, se hayan convertido en países maquilado-
res que añaden poco valor al producto final: los autos Volkswagen New Beetle —escarabajos—
ensamblados en México solo tienen 3 por ciento de valor agregado local, el resto es importado.
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Guillermo Maya Muñoz
En cuanto al comercio externo, las principales exportaciones de Colombia, por orden de valor,
son: petróleo crudo, carbón mineral, petróleo refinado, café y flores cortadas. Las principales
importaciones de Colombia son petróleo refinado, automóviles, equipos de transmisión, me-
dicamentos envasados y maíz. Es decir, una economía primaria exportadora e importadora de
productos manufacturados, y cada vez más dependiente de las importaciones de alimentos.
La propuesta del Plan Marshall del gobierno colombiano, no solo para sortear la pandemia del
Covid-19 sino para el largo plazo, consiste en “la inversión en sectores con alto potencial de
crear empleo e impulsar el crecimiento, tales como infraestructura, vivienda, vías terciarias,
industrias culturales e iniciativas con componente digital”. Así, como “aceleración de proyectos
de iniciativa privada y público-privada como puertos, aeropuertos, plantas de tratamiento de
agua y autopistas de cuarta y quinta generación” (Semana, 2020). La financiación es la restric-
ción de la propuesta.
Es decir, el gobierno no tiene con qué ni tampoco quiere poner impuestos a los más ricos, ni
mucho menos quiere recurrir a la financiación por parte del Banco de la República, dejando en
manos del capital privado, nacional y extranjero, el éxito de su propuesta. Un plan como los de
siempre, sin audacia económica que solo conduce a las palmaditas en la espalda por parte de la
comunidad internacional por respetar “los sentimientos del mercado”.
Raúl Prebisch, respecto al Plan Marshall, decía: “Todos podemos ver cómo ese monumento a
la sabiduría, el Plan Marshall, ayudó a elevar la tecnología de Europa occidental al nivel de los
Estados Unidos, […]. Este debe ser el objetivo final de América Latina también. […] No es tanto
abrir nuevos campos de inversión para el capital extranjero, como desarrollar las capacidades y
los recursos de los propios latinoamericanos dentro de un sistema de iniciativa privada e inicia-
tiva individual” (1961 p. 632).
1 Marks (2007 p. 111) señala que: las “acres fantasmas” de las colonias del Nuevo Mundo facilitaron que GB pudiera
importar grandes cantidades de materias primas, algodón principalmente, que de no haberlas tenido, GB tendría que
haber poseído 20 millones de acres para vestir la población y otros millones adicionales para alimentarla.
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El “Plan Marshall” del gobierno colombiano
Finalmente, los procesos de industrialización no son determinados solo por los factores físicos,
capital y trabajo, sino también por “la ideología”, dice Michael Hudson (2009) ya que “por sus
efectos sobre el desarrollo económico, es otro factor de producción debido a que es la lógica
que guía las políticas públicas” (p.169).
Referencias
[1] Hoover, H. (1947). Report No. 3 (Report to Truman Urging the Restoration of German Industry).
https://www.nytimes.com/1947/03/24/archives/text-of-hoover-report-to-truman-urging-the-
restoration-of-german.html
[2] Hudson, M. (2009). Trade, Development and Foreign Debt (2da. ed.) ISLET.
[3] Marks, R. (2007). The Origins of the Modern World, A Global and Environmental Narrative from the
Fifteenth to the Twenty-First Century (4ta ed.). Nueva York: Rowman & Littlefield Publishers.
[4] Morgenthau, H. (1945). Germany Is Our Problem. Nueva York: Harper and Brothers.
[5] Observatory of Economic Complexity (OEC). (s. f.). Colombia Profile. MIT University. Consultado
en agosto de 2020. https://oec.world/en/profile/country/col
[6] Prebisch, R. (1961). Joint Responsibilities for Latin American Progress. Foreign Affairs, 39(4), 622-
633. https://doi.org/10.2307/20029516
[7] Reinert, E. S. (2003). Increasing Poverty in a Globalised World: Marshall Plans and Morgenthau Plans
as Mechanisms of Polarisation of World Incomes. The Other Canon Foundation, Noruega. http://www.
christian.hodnesdal.com/dokumenter/Rerinert%3B%2520Inc_Pov_Globalised_World.pdf
[8] Rodrik, D. (2015). Premature Deindustrialization. NBER Working Paper No. 20935. https://drodrik.
scholar.harvard.edu/files/dani-rodrik/files/premature-deindustrialization.pdf
[9] Este es el ‘New Deal’ del gobierno para superar la crisis de la pandemia. (25 de julio de 2020). Semana.
https://www.semana.com/nacion/articulo/este-es-el-plan-de-reactivacion-de-la-economia-para-
vencer-el-miedo/689087
[10] Steil, B. (4 de agosto de 2017). The Marshall Plan and “America First”. Project Syndicate. https://
www.project-syndicate.org/onpoint/the-marshall-plan-and-america-first-by-benn-steil-2017-
08?barrier=accesspaylog
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14-37
Resumen
El presente artículo analiza la cuestión del producto máximo en la obra de Alfred Marshall, rastreando en ella afir-
maciones comúnmente atribuida a autores del siglo XX, como John Maynard Keynes —sobre el empleo, la demanda
agregada y la distribución— y Joseph Schumpeter —sobre las virtudes del monopolio, la innovación tecnológica y la dis-
tribución—. El estudio se realiza a partir de dos ejes fundamentales para una perspectiva dinámica sobre el crecimiento:
1) el uso de los factores productivos —la existencia o no de capacidad ociosa de capital anclado y de mano de obra— y 2)
el nivel de la acumulación, su calidad y las implicancias distributivas de la destrucción de capital físico. De este modo, se
estudian comprensivamente los efectos inter-temporales acumulativos del pleno uso de los factores, de la inversión, la
innovación tecnológica y el aumento de la productividad del trabajo. Se mostrará que Marshall identifica la existencia
del desempleo involuntario, y la necesidad de una intervención estatal orientada a remediarlo. Al mismo tiempo, se
presentará la formulación marshalliana de la destrucción de capital físico por innovación tecnológica, así como de la
posibilidad de que el producto en condiciones de competencia perfecta sea menor al de condiciones monopólicas.
Palabras clave: Alfred Marshall; Joseph Schumpeter; pleno empleo; innovación; John Maynard Keynes; de-
manda agregada.
JEL: B13; B14; B22; B31; D42.
* Artículo recibido: 18 de febrero de 2020/ Aceptado: 14 de mayo de 2020/ Modificado: 18 de junio de 2020. El artículo es
producto del proyecto de investigación Fundamentos ético-políticos y económicos del pleno desarrollo de las fuerzas productivas
radicado en el Instituto de Producción, Economía y Trabajo de la Universidad Nacional de Lanús, financiado por dicha
institución, y dirigido por el autor.
** Doctor en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires (Buenos Aires, Argentina). Investigador del CONICET y de la
Universidad Nacional de Lanús (Remedios de Escalada, Argentina) y profesor adjunto regular a cargo de la materia Economía
Internacional por la misma Universidad. Jefe de Trabajos Prácticos de la Cátedra de Ética en la Universidad de Buenos Aires
(Buenos Aires, Argentina). Correo electrónico: [email protected] https://orcid.org/0000-0002-8598-2255
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Alfred Marshall, autor del siglo XX
Abstract
This article analyzes the question of maximum product in Alfred Marshall´s work, tracing back to it statements
commonly attributed to twentieth century authors, such as John Maynard Keynes −on employment, aggrega-
te demand and distribution− and Joseph Schumpeter −on the virtues of monopoly, technological innovation
and distribution−. The study is undertaken on the basis of two fundamental axes for a dynamic perspective
on growth: 1) the utilization of the production factors —the existence or not of unused capacity in both fixed
capital and labor capacity— and 2) the level of accumulation, its quality and the implications for distribution
of the destruction of physical capital. In this way, the accumulative inter-temporal effects of the full use of
the factors of production, investment, technological innovation and increased labor productivity are com-
prehensively studied. It will be shown that Marshall identifies the existence of involuntary unemployment,
and the need for state intervention to remedy it. Additionally, the Marshallian formulation of the destruction
of physical capital by technological innovation will be presented, as well as the possibility that the product
under conditions of perfect competition could be smaller than that resulting from monopolistic conditions.
Keywords: Alfred Marshall; Joseph Schumpeter; full employment; innovation; John Maynard Keynes; aggre-
gate demand.
JEL: B13; B14; B22; B31; D42.
Introducción
La obra de Alfred Marshall anticipa desarrollos que comúnmente se atribuyen a Keynes1 sobre
el desempleo involuntario y la crítica al equilibrio clásico por no contemplar la posibilidad de
déficit de la demanda efectiva agregada. Del mismo modo, antecede a la discusión sobre la
amortización acelerada, la oferta diversificada —es decir, la competencia por nuevos produc-
tos—, y la posibilidad de mayor crecimiento del producto bajo condiciones monopólicas que
suele asociarse al nombre de Schumpeter2. En efecto, Marshall critica a la concepción clásica de
Smith y Ricardo por no advertir la posibilidad de que, en virtud de los rendimientos crecientes a
escala —RCE—, sea posible un producto mayor en condiciones monopólicas que en condiciones
de competencia perfecta, aun sin alcanzar la producción en el margen —esto es, a los costes
de producción—. Al mismo tiempo, propone una intervención estatal destinada a favorecer la
cooperación entre capital y trabajo con vistas a eludir el problema de realización que advertía
Marx, sin necesidad de socializar los medios de producción, lo cual para él interferiría con la
capacidad, propia de la actividad privada, de generar aumentos de productividad.
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Joan-Severo Chumbita
En primer lugar, cabe destacar que Marshall reconoce la existencia de desempleo involuntario: “la
posibilidad de que un hombre, para quien es difícil encontrar trabajo, sea despedido, pasando así
a engrosar las filas de los parados”3 (Marshall, 1963, p. 581)4. En este sentido, determinadas re-
gulaciones y el incremento de los salarios puede llevar al desempleo: “los altos salarios, obtenidos
por medios que obstaculizan la producción en cualquier rama de la industria, aumentan necesaria-
mente el paro en otras” (Marshall, 1963, p. 583)5. En el marco de esta formulación neoclásica, este
considera que las inflaciones del crédito constituyen la causa principal del desempleo, en la medida
que generan un ciclo artificial de crecimiento, seguido de una caída en la demanda: “las inflaciones
de crédito —que son la principal causa de todo malestar económico—” (Marshall, 1963, p. 583).
Marshall advierte, por otra parte, la posibilidad de una crisis generalizada de sobreproducción,
contra la interpretación de la Ley de Say que rechaza esta posibilidad. Si la inversión se inte-
rrumpe, habrá entonces un déficit de demanda efectiva agregada, lo cual conlleva desempleo y
capacidad ociosa a partir de un espiral recesivo.
3 De hecho, también rechaza que la participación de los factores deba estar dado por las productividades marginales de cada
uno (Marshall, 1963, pp. 425-426, 442-443, 548; véase Shove, 1942, p. 301). Por estas dos razones, Marshall debería ser
excluido del conjunto de autores a los que refiere la categorización de “economía clásica” de Keynes (2012, pp. 44-45, 47),
especialmente en lo que respecta a identificar su teoría de la distribución con la marginalista
4 Véase Marshall (1892, p. 377); Marshall (1963, p. 586); Loasby (1978, p. 5).
5 Véase Marshall (1963, pp. 572-573).
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Alfred Marshall, autor del siglo XX
“Mill observó, con razón, que ‘lo que constituye los medios para pagar las mercancías son
sencillamente las mercancías mismas […]’. Pero es posible que algunos hombres que tie-
nen facultad para comprar no hagan uso de ella, puesto que cuando la confianza [ha sido
estremecida por fallas], el capital no se decide a iniciar nuevas empresas o a ampliar las ya
existentes. Los proyectos de nuevos ferrocarriles no se consideran favorables, las naves per-
manecen ociosas y no hay nuevos pedidos de peones y cargadores, y muy escaso de obreros
pertenecientes a las industrias de construcción de edificios y de maquinaria; en una palabra,
hay muy poca ocupación en las industrias dedicadas a la fabricación de capital fijo. Aquellos
cuyo trabajo y capital se han especializado en éstas ganan poco y, por tanto, compran pocos
productos fabricados por otros. […] De ese modo, se extiende la desorganización comercial:
la de una industria desorganiza a otra, y así sucesivamente”. (Marshall, 1963, p. 583)6
En este pasaje, Marshall, al igual que Marx, critica la formulación de Mill de la Ley de Say en
la medida en que las ganancias de los capitalistas —ventas— no se traducen necesariamente en
nuevas inversiones —compras—, dando lugar al referido espiral recesivo por déficit de la deman-
da agregada7 (Marshall, 1963, p. 583)8. La crisis comienza en la producción de bienes de capital
y se extiende a todos los sectores. Los animal spirits suspenden la inversión por falta de confianza,
la cual, de ser restaurada, permitiría recuperar la demanda agregada:
“La causa principal de este mal es la falta de confianza; la mayor parte del daño causado
desaparecería en un instante si retornase la confianza, y, tocando a todas las industrias con
su varita mágica, hiciera que siguiesen produciendo y consumiendo. Si todas las industrias
que fabrican bienes para el consumo directo conviniesen en seguir trabajando y comprarse
mutuamente sus productos como en tiempos normales, se proporcionarían las unas a las
otras los medios de obtener un tipo moderado de beneficios y de salarios. Las fábricas de ca-
pital fijo tendrían tal vez que esperar un poco más, pero ellas también encontrarían trabajo
6 Véase Loasby, (1978, p. 6); Mill (2011, pp. 398-402); Posada (1980, pp. 57, 60-71); Robinson (1956, p. 68); Rallo (2012, p. 36).
7 La idea de Marx, según la cual la inversión es la variable independiente, supone que la demanda agregada puede ser
menor a la oferta agregada, dando lugar a crisis de sobre producción: las ventas de los capitalistas no se traducen
necesariamente en nuevas inversiones (Marx, 1999, pp. 73, 523); véase Kalecki (1956, p. 47); Posada (1980, pp. 57,
61, 62-63). Esta idea es desarrollada por Keynes (2012, pp. 50-53) con referencias claras a Marx y explícitas a Marshall,
con relación en el supuesto de economía de trueque de la Ley de Say referido por Marx, y citando exactamente el mismo
pasaje de la obra de Mill. En efecto, Keynes reconoce abiertamente que Marshall no acepta la Ley de Say en Principles
of Economics: “es verdad que no sería fácil citar párrafos semejantes en los trabajos posteriores de Marshall o de
Edgeworth o del profesor Pigou” (Keynes, 2012, p. 51). No obstante, Keynes resulta ambiguo frente al cuestionamiento
explícito de Marshall de la Ley de Say en el pasaje citado (Marshall, 1963, p. 583): “el Marshall de los Principios se había
hecho lo bastante desconfiado para ser cauto y evasivo; pero las viejas ideas nunca fueron repudiadas o extirpadas
de los supuestos básicos de su pensamiento” (Keynes, 2012, p. 51). Para Keynes, el déficit de la demanda agregada,
debido a la falta de inversión de los capitalistas, constituye la razón por la cual, al igual que para Marx y Marshall, es
posible el desempleo involuntario —siendo N el nivel de ocupación—: “por consiguiente, el sistema económico puede
encontrar en sí mismo un equilibrio estable con N a un nivel inferior a la ocupación completa; es decir, al nivel dado
por la intersección de la función de demanda agregada y la función de oferta agregada” (Keynes, 2012, p. 59). Sobre el
principio de demanda efectiva en Marshall, véase Caravale (1991).
8 Véase Betz (2018, p. 240); Keynes (2012, pp. 50-53, 59); Marshall (1963, pp. 568-569); Marx (1999a, p. 73); Shove
(1942, p. 326-327); Simonde de Sismondi (2016, pp. 180, 191, 196, 202, 205-206, 219).
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Joan-Severo Chumbita
cuando la confianza se hubiese restablecido hasta el punto [en el] que los poseedores de
capital se decidiesen a invertirlo”9. (Marshall, 1963, pp. 583-584)10
Más interesante aun, para los desarrollos del siglo XX, resulta la afirmación de Marshall de que,
en ausencia de una intervención estatal adecuada, en ningún momento se alcanza el pleno uso
de los factores productivos en forma espontánea. Los productores independientes, incluso en
condiciones competitivas, evitan que el precio baje al coste de producción normal:
“Si los productores aceptan tales pedidos en su ansiedad por evitar que su instalación perma-
nezca ociosa, inundan el mercado y tienden a evitar que los precios vuelvan a su nivel normal.
De hecho, rara vez siguen esa línea de conducta de un modo constante y sin moderación”.
(Marshall, 1963, p. 310)11
El uso no pleno de los factores productivos permite obtener mayores ganancias, aun en condicio-
nes competitivas, en la medida en que el equilibrio al que da lugar se sustenta en un precio de ofer-
ta más alto al del margen, precisamente en virtud de la ganancia mayor que la correspondiente al
nivel de producto de plena ocupación (Marshall, 1963, p. 310). Sobre esta premisa, Marshall pre-
senta su crítica al equilibrio estático, comúnmente atribuida a Keynes y Schumpeter12. Este eviden-
cia que no hay un solo equilibrio posible entre oferta y demanda agregadas, sino que en todo caso
hay uno particularmente relevante, aquel en el que el pleno uso de los factores, en condiciones de
competencia, lleva a la producción en el margen, a los costes de producción: “a veces, se dice y, a
menudo, se quiere significar que la posición de equilibrio de la demanda y oferta es la de máxima
satisfacción total en el sentido lato de esta expresión” (Marshall, 1963, p. 388)13. La existencia de
equilibrio, por esa razón, no garantiza el pleno uso de los factores ni la máxima utilidad total.
Marshall define el equilibrio del estado estacionario como aquel donde se produce un crecimiento
continuo con pleno empleo y sin desequilibrios entre la inversión y el ahorro, dándose la estabi-
lidad en las participaciones relativas de las clases sociales, de modo tal que la determinación del
valor en el largo plazo esté dada por el coste de producción (Marshall, 1963, p. 304). En estas con-
diciones, la oferta y la demanda son perfectamente elásticas, garantizando que los precios norma-
les son los de los costes de producción, tanto en el corto como en el largo plazo (Marshall, 1963,
pp. 408, 304; Shove, 1942, pp. 306-307)14. Sin embargo, Marshall entiende que:
9 Minsky atribuye a Keynes la idea de que el espiral recesivo comienza por la caída de la demanda de bienes de capital sin
referencia a estos pasajes de Marshall (Minsky, 1984, p. 208).
10 Véase Keynes (2012, pp. 75-76, 113-114); Loasby (1978, p. 6).
11 Véase Marshall (1963, pp. 308-309).
12 Véase Keynes (2012, pp. 37, 59); Schumpeter (1996, pp. 145-146); Pasinetti (1978, pp. 49-50).
13 Véase Marshall (1963, pp. 147, pp. 281-285, 288, 290, 304, 327, 410, 417); Pasinetti (1978, pp. 54, 84, 143-144).
14 Resulta fundamental resaltar la expresión en estas condiciones, dado que el concepto de normalidad en Marshall se basa
en condiciones dadas persistentes en el largo plazo. Además, rechaza explícitamente la reducción del precio normal
a condiciones competitivas (Marshall, 1963, pp. 30-31; véase Hague, 1958, p. 673-674; Loasby, 1978, p. 5-6, 9, 11;
McWilliams-Tullberg, 1992, pp. 264-265; Caravale, 1991, pp. 180-181).
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Alfred Marshall, autor del siglo XX
“Nada de esto es cierto en el mundo en que vivimos. En este la acción de cada una de las
fuerzas económicas varía constantemente, bajo la influencia de las otras fuerzas que actúan
a su alrededor. Los cambios en el volumen de la producción, en sus métodos y en su coste, se
modifican mutuamente; siendo, a su vez afectados por esta”. (Marshall, 1963, pp. 304-305)15
El estado estacionario no solo constituye una ficción de largo plazo. Como se anticipó previamente,
Marshall desestima a su vez que en cada momento particular sea posible alcanzar el pleno uso de los factores
productivos incluso en condiciones competitivas. Tal extremo no se obtiene en un comienzo porque
es fácil aprovechar precios altos de una oferta limitada; tampoco se alcanza a medida que aumenta la
producción, dado que los RCE permiten generar un excedente con respecto a los costes de producción:
“Sea grande o pequeña la nueva producción para la cual parezca haber mercado, la regla general
será la siguiente: a no ser que se espere que el precio sea muy bajo, se producirá aquella canti-
dad de oferta que pueda obtenerse más fácilmente, con pequeños costes primarios; no es pro-
bable que esa cantidad esté en el margen de producción. A medida que el precio esperado sea
mayor, una parte más grande de la producción causará un beneficio importante sobre los costes
primarios, y el margen de la producción estará más alejado”. (Marshall, 1963, pp. 308-309)19
De este modo, se advierte que resulta equívoco señalar, como lo hace Schumpeter, que Marsha-
ll sostiene que el producto máximo se alcanza en condiciones de competencia perfecta:
“Alfred Marshall y Knut Wicksell. Su construcción teórica tiene pocos puntos comunes con
la de los clásicos —aunque Marshall hizo cuanto pudo por ocultar este hecho—, pero man-
tiene la tesis clásica de que el interés del productor por el beneficio tiende, en el caso de
una concurrencia perfecta, a lograr una producción máxima”. (Schumpeter, 1996, p. 113)20
15 Véase Caldari (2004, p. 520); Endres & Donoghue (2009, pp. 547, 553-554, 558-559, 561-564); Loasby (1978, p. 2); Marshall
(1925b, pp. 216-217); Marshall (1963, p. 375); Raffaelli, Becattini & Dardi (2006); Schumpeter (1996, pp. 145-146).
16 En trabajos recientes, Boundi Chraki reproduce la tesis recurrente de que el neoclasismo supone el estado estacionario y
niega la posibilidad de crisis de sobre producción. No es el primero en hacerlo, como el autor se ocupa de referirlo (Boundi-
Chraki, 2014, pp. 90-91; Boundi- Chraki, 2018, p. 104).
17 Véase Schumpeter (1996, pp. 113-114, 116-117, 120, 122, 125, 134-135, 145-147).
18 Véase Loasby (1978, p. 1); Levine (1980, pp. 264-265); Marshall (1963, pp. 97, XXIV-XXV); McWilliams-Tullberg (1992,
p. 262); Prendergast (1992, pp. 448, 456); Winch (2008, p. 128).
19 Véase Hague (1958, p. 677-681); Loasby (1978, p. 5); Young (1928, p. 538).
20 Esto resulta especialmente distorsivo en la medida en que Schumpeter pretende que los efectos positivos del monopolio,
los RCE y los efectos competitivos de la destrucción creativa por innovación tecnológica habrían pasado inadvertidos por
Marshall (Schumpeter, 1996, pp. 115, 116, 125).
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Joan-Severo Chumbita
Por otra parte, en relación con la función que cumple el estímulo al ahorro en el largo plazo,
Marshall afirma con total claridad que, si bien una baja en la tasa de interés, como observara
Smith, incita el consumo y la inversión en el corto plazo, puede desestimular el ahorro y, en
consecuencia, la inversión en el largo plazo (Marshall, 1963, pp. 196-198; véase Smith, 1997,
p. 269)21. Esta es la afirmación dominante en los Principios. Si bien destaca que esta proposición
no resulta válida en todos los casos y la baja en la tasa de interés tiene un efecto positivo sobre el
producto en el corto plazo, dado que: “dará lugar a que la gente consuma un poco más en el pre-
sente y haga menos provisiones para el futuro” (Marshall, 1963, p. 197), aclara que no pueden
sobrestimarse los efectos agregados de un estímulo a la inversión en el corto plazo:
“Debe recordarse, sin embargo, que la inversión anual de riqueza es sólo una pequeña parte
del stock ya existente, y que, por tanto, este no quedaría aumentado de una manera sensible
en un año, aunque se produjera un incremento considerable del ahorro durante el mismo”.
(Marshall, 1963, p. 199)22
Como bien destaca Schumpeter, el centro de la cuestión radica en establecer el efecto de lar-
go plazo de la falta de pleno uso de los factores en el punto cero y los momentos sucesivos
(Schumpeter, 1996, p. 133). En este sentido, Marshall enuncia las virtudes de una baja tasa de
interés y su estabilidad, a los fines de fomentar la inversión, no solo por sus efectos en el corto
plazo sino también por sus efectos acumulativos en el largo plazo:
“Sir Josiah Child observó hace más de dos siglos que en los países en que el tipo de interés
es muy elevado, los comerciantes, ‘cuando han adquirido una gran fortuna, abandonan el
comercio y prestan su dinero a interés, consiguiendo así un beneficio fácil, seguro y eleva-
do, mientras que en otros países, donde el tipo de interés es menor, siguen dedicándose
al comercio de padres a hijos, enriqueciéndose a sí mismos y enriqueciendo al Estado’”.
(Marshall, 1963, pp. 197-198)23 “Un alza en el tipo de interés disminuiría el empleo de la
maquinaria […]. Y una baja del tipo de interés les induciría a pedir la ayuda de un capital
mayor y a introducir maquinaria”. (Marshall, 1963, p. 428)
Sin modificar, por tanto, su posición general acerca de que la tasa de interés alta es el estímulo al ahorro
y por tanto a la inversión en el largo plazo, reconoce que la baja en la tasa de interés puede estimular la
acumulación y el aumento de la productividad que acompaña a la incorporación de maquinaria costo-
sa, incrementando el producto no solo en el corto plazo por el pleno uso de los factores productivos en
un momento dado, sino por el incremento de la productividad del trabajo en el largo plazo.
Ello conduce a la cuestión en la siguiente parte de este trabajo, referida ya no al pleno uso de
los factores en cada uno de los momentos de una serie y sus consecuencias acumulativas, sino
a los efectos de la innovación tecnológica sobre la acumulación, los precios y la distribución.
21 Véase Simonde de Sismondi (2016, pp. 212-215); Smith (1997, pp. 270-272).
22 Véase Marshall (1963, p. 192).
23 Véase Chumbita (2014).
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Alfred Marshall, autor del siglo XX
“Las guerras industriales, como otras guerras, conllevan tanto desperdicio, que la ganancia neta
que traen a los ganadores, si la hay, es mucho menor que la pérdida neta de los perdedores. Y, por
lo tanto, el bando que adopta medidas de guerra en oposición a los cambios que son irresistibles,
generalmente está actuando no solo poco sabiamente25 sino también injustamente. Sin embargo,
a menudo es difícil saber hasta qué punto cualquier conjunto de tendencias es irresistible; en qué
medida las causas que ahora actúan en una dirección tienen probabilidad de ser superadas en poco
tiempo por otras que actúen en el sentido opuesto. La presunción de que es parte del negocio del
empleador asumir los riesgos del mismo26, hace muy difícil saber qué tan pronto y hasta qué punto
es justo conceder a sus hombres la ventaja total de cualquier mejora en los términos del comer-
cio27, que pueden, después de todo, durar poco tiempo”. (Marshall, 1925b, p. 216)28
Frente a las proyecciones pesimistas de los clásicos, ya sea con base en la ley de rendimientos
decrecientes a escala —RDE— o en la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, Marshall
recupera los desarrollos de List en función de la idea de RCE.
“A pesar de la ley de rendimientos decrecientes, la presión de la población sobre los me-
dios de subsistencia puede ser restringida, por largo tiempo a causa de la apertura de nue-
vos campos de abastecimiento, por el abaratamiento de las comunicaciones ferroviarias y
marítimas, y por un mayor grado de organización y crecimiento de los conocimientos”.
(Marshall, 1963, p. 142)29
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Joan-Severo Chumbita
Por otra parte, la diversificación productiva, como destaca reiteradamente Schumpeter, permite
una mejora en la calidad de los productos que caracteriza al fenómeno de destrucción creativa; es
decir, de depreciación acelerada en virtud de estas innovaciones.
30 Si el precio se halla regulado en el largo plazo por los costes de producción, una baja del coste debería significar una baja
del precio (Marshall, 1963, p. 304).
31 Véase Marshall (1963, pp. 234, 265); Schumpeter (1996, p. 142); Schumpeter (1997, p. 184).
32 Esto es diferente a afirmar, como lo hace Sraffa, que el aumento de la escala de una firma individual supone costos
crecientes por gastos en comercialización, lo cual, en cierto punto, afecta negativamente la demanda (Sraffa, 1926, pp.
543-545; véase en la misma línea, Chamberlin, 1948, pp. 230-233). En el marco de una perspectiva histórica de largo
plazo, desarrollos graduales de RCE pueden establecer barreras al ingreso, lo cual no supone necesariamente costos
unitarios crecientes (Loasby, 1978, pp. 7-8; Newman, 1960, p. 589; Pigou, 1927, pp. 189, 194-196; Schumpeter, 1996,
pp. 116, 143). Asimismo, Chamberlin aclara: “bajo el supuesto de continuidad, incluso un muy pequeño movimiento sobre
la curva AC [average cost —de promedio de costos—] involucra un cambio tanto en la planta como en los factores variables
utilizados en ella […]. Si la curva AC es continua o no será cuestión de hecho en cualquier situación económica particular.
[…] La necesidad de dar importancia a los puntos mínimos en las curvas de las plantas es perenne; no obstante, ellos
carecen de todo significado —a largo plazo—” (Chamberlin, 1948, p. 234-235) —la traducción corresponde al autor; para la
influencia del cambio tecnológico y la eficiencia en el uso de los factores sobre el desplazamiento del punto mínimo, véase
Chamberlin (1948, pp. 236-244)—.
33 Si se distinguen completamente cambios cuantitativos en la escala de cambios en los coeficientes técnicos que puedan
acompañarlos, y se eliminan las economías externas, se habrían reemplazado los RCE por rendimientos constantes a
escala (Chamberlin, 1948, pp. 238, 242-244). Por esta razón, la dificultad que Sraffa advierte para generar economías
internas a escala en condiciones competitivas, con independencia de las economías externas, no rechaza que los RCE
puedan generar cambios en los coeficientes técnicos (Robertson, Sraffa & Shove, 1930, pp. 89-93, 102-104; véase Sraffa,
1926; Sraffa, 2010; Pigou, 1927, p. 194; Prendergast, 1992, p. 458).
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Alfred Marshall, autor del siglo XX
“En muchos comercios la siempre creciente variedad de artículos y los rápidos cambios
de la moda, que ahora extienden su perniciosa influencia sobre casi todas las clases de la
sociedad, inclinan la balanza todavía más en contra del pequeño comerciante, puesto que
no puede mantener un stock suficiente para ofrecer mucha variedad, y si trata de seguir
cualquier movimiento de la moda muy de cerca, una gran parte de sus existencias quedará
rezagada cuando ocurra el reflujo de la marea”. (Marshall, 1963, p. 241)34
“Cuando un nuevo artículo textil se introduce en el favor del público y hay pocas insta-
laciones capacitadas para fabricarlo, su precio normal durante algunos meses puede ser
dos veces mayor que los de otros artículos que no son menos difíciles de fabricar, pero
para cuya fabricación existe un abundante stock de instalaciones y de personal en cantidad
conveniente”. (Marshall, 1963, p. 301). “El riesgo de que la maquinaria sea depreciada por
nuevas invenciones que la hagan casi inútil, y el de que sus productos sean depreciados por
cambios en la moda. Si hiciera un asiento por separado para el seguro contra dichos riesgos,
estaría contando la misma cosa dos veces”. (Marshall, 1963, p. 330)
Se advierte, de este modo, que al valorar estos desarrollos, no resulta original la afirmación
de Schumpeter —formulada paradójicamente contra la supuesta síntesis estática36 neoclásica de
Marshall—, según la cual la competencia por precios de una economía de pequeños productores
independientes resulta poco productiva frente a la de una gran empresa monopolista (Schum-
peter, 1996, p. 148). A pesar de las dificultades de Schumpeter para reconocerlo, la amortiza-
ción acelerada y la competencia por nuevos productos es formulada por Marshall (Marshall,
1925b, p. 216; Schumpeter, 1941, pp. 236-237; Schumpeter, 1997, p. 178). Quizás sin la valo-
ración netamente positiva que le adjudica Schumpeter a partir de la noción de destrucción crea-
tiva, no puede dudarse de la importancia de estos desarrollos en lo referente a que la acelerada
innovación tecnológica obliga a tomar recaudos para amortizar la inversión en capital fijo:
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Joan-Severo Chumbita
“La importancia de esta consideración es más patente cada año, ya que el coste creciente de la ma-
quinaria y la rapidez con que ésta se queda anticuada hacen aumentar constantemente la pérdida
resultante de mantenerla ociosa durante dieciséis horas al día (Marshall, 1963, p. 571)37. A medida
que la civilización ha ido progresando, el hombre ha ido desarrollando nuevas necesidades y nue-
vos y más costos medios de satisfacerlas. […] No hay motivo para creer que estamos próximos a
alcanzar un estado estacionario en el cual no habrá nuevas necesidades importantes [a] satisfacer,
ni más campo[s] para invertir los esfuerzos presentes encaminados a proveer necesidades futuras,
y en el cual la acumulación de riqueza dejará de ser recompensada”. (Marshall, 1963, p. 188)38
Marshall no solo enuncia la importancia de los RCE y sus virtudes. Señala también que el pro-
ducto puede ser mayor y los precios menores en condiciones monopólicas que en condiciones
competitivas si la reducción de precios posible por RCE es mayor que el mark up del monopo-
lista. Si bien Marx y Menger, entre otros, ya habían tenido en cuenta el caso de una economía
monopolista, Marshall tiene presente sus potenciales virtudes, las cuales serán ampliamente
publicitadas por Schumpeter (Marshall, 1963, p. 393; Marx, 1999, pp. 529-531; Menger, 1996,
pp. 175-189; Schumpeter, 1996, pp. 142-144, 146-149).
Marshall critica el hecho de que la teoría de los costes de producción, ya sea en su versión ricar-
diana o marxiana, solo advierte en el monopolio una aberración que permite elevar los precios por
encima de los valores. Asimismo, no niega que condiciones no competitivas puedan dar lugar a una
tasa de ganancia mayor a la media y, por consiguiente, a precios mayores y un producto menor al
que sería posible en condiciones competitivas. El ofertante único busca restringir las cantidades
producidas para obtener un precio mayor al de los costes de producción “de modo que le pro-
porcione el mayor rendimiento neto total posible” (Marshall, 1963, p. 393). No obstante, puede
ocurrir que el precio en el margen en condiciones competitivas —sin RCE— sea mayor que el precio
monopolista —con RCE—, comparación que tiene sentido porque en términos inter-temporales la
gran empresa puede ampliar la escala y reducir los costes como no puede hacerlo la pequeña em-
presa, por lo que el monopolio podría ser más beneficioso que la producción competitiva en el
margen —la cual, como se ha destacado ya, Marshall toma como irreal—.
“Podría parecer, por lo tanto, que la cantidad producida, cuando existe monopolio, ha de ser
siempre menor que si no lo hubiera, y que el precio para el consumidor ha de ser siempre mayor.
Pero esto no es así. En efecto, cuando la producción está toda en manos de una persona o com-
pañía, los gastos totales son generalmente menores que los que habrían tenido que realizarse si
la misma producción total estuviera distribuida entre una multitud de productores rivales rela-
tivamente pequeños. Estos tendrían que luchar unos con otros para atraer a los consumidores
y gastarían necesariamente entre todos mucho más en publicidad en sus diversas formas que lo
que gastaría una sola empresa, y estarían menos capacitados para aprovecharse de las muchas
economías diversas que proporciona la producción en gran escala”. (Marshall, 1963, p. 398)39
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Alfred Marshall, autor del siglo XX
A la luz de este pasaje se sigue que resulta sencillamente incorrecto afirmar que: “Ni Marshall, ni
Wicksell ni los clásicos, vieron que la competencia perfecta constituye la excepción, y que, aun
cuando fuese la regla, habría mucha menos razón para congratularse de lo que pudiera pensarse”
(Schumpeter, 1996, p. 115)40. Esta formulación de Schumpeter constituye una significativa tergiver-
sación de las afirmaciones de Marshall, atribuyéndole el carácter de condiciones normales y siempre
preferibles las condiciones de competencia perfecta41 (Schumpeter, 1996, pp. 115-125)42.
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Joan-Severo Chumbita
Ante la posibilidad de que los RCE generen un precio menor, incluso en condiciones monopóli-
cas, surge la posibilidad de una política destinada a este fin, especialmente a partir de su efecto
distributivo y la mayor satisfacción total. Diferenciándose de Ricardo y Sismondi en este punto,
Marshall reconoce la racionalidad de la intervención del Estado, a través de primas a la pro-
ducción y a las exportaciones, para fomentar los efectos positivos de los RCE: mayor producto,
menores costes, mayor nivel de empleo y por lo tanto una distribución más progresiva de la
riqueza, con la mayor utilidad social total subsiguiente (Ricardo, 1973, pp. 225-242; Simonde
de Sismondi, 2016, pp. 193-201, 203, 214 227). “Por otra parte, una prima concedida a un
artículo que obedezca a la ley de rendimiento creciente motiva una baja tan grande en el precio
que el aumento consiguiente del excedente de los consumidores puede superar la suma total
pagada por el Estado a los productores” (Marshall, 1963, pp. 386-387).
Marshall analiza la importancia atribuida por List al fomento de las exportaciones en bienes
con RCE —bienes finales industriales de consumo masivo— y la aplicación de impuestos a la
producción de bienes con rendimientos decrecientes —bienes primarios— (Ricardo, 1973, pp.
102-112; List, 1944, pp. 129-130, 227, 232-233, 243-244, 245; Marshall, 1963, pp. 268,
389-391; Hague, 1958, p. 677). En este sentido, recupera la metáfora vegetal aplicada a las
medidas referidas de promoción del comercio exterior (Marshall, 1963, p. 263)44. Y, al igual
que List, reconoce que Inglaterra alcanzó su desarrollo en virtud de aplicar estos instrumentos:
“Y, naturalmente, las industrias de un país que esté tan familiarizado con la maquinaria
como lo está Inglaterra han pasado generalmente de la etapa en que pueden derivar mu-
cha ayuda real de semejante protección; además, la protección a una industria casi siempre
tiende a restringir los mercados, especialmente los extranjeros, para otras industrias. Estas
observaciones demuestran que la cuestión es compleja: no pretenden tener otro alcance”45.
(Marshall, 1963, p. 383)46
43 Véase Loasby (1978, p. 7); Newman (1960, pp. 588-589); Schumpeter (1996, pp. 142-144, 146-149).
44 List (1944, pp. 63, 229); Shove (1942, p. 312); Véase Levine (1980).
45 El énfasis en el reconocimiento de la racionalidad de las primas a la producción y las exportaciones de bienes con RCE —e
incluso de los aranceles a la importación de bienes con RCE— no implica desconocer los recaudos de Marshall frente a los
problemas de implementación de tales instrumentos, las posibilidades de corrupción e ineficacia estatal, así como en los
problemas de retorsión que pueden generar por parte de otros países (Marshall, 1963, pp. 383, 390).
46 Véase Marshall (1963, pp. 187-189, 328-329, 400); List (1944, pp. 129-130).
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Alfred Marshall, autor del siglo XX
A diferencia de Schumpeter, para quien los RCE podrían ser motorizados con especial impulso
en una economía socialista o centralizada, Marshall se manifiesta en contra de la economía
socialista por las virtudes en el largo plazo de la producción privada descentralizada en materia
de innovación tecnológica:
“Partiendo del hecho de que el crecimiento del dividendo nacional depende del progreso
continuo de las invenciones y de la acumulación de costosos elementos de producción, nos
vemos obligados a reflexionar que hasta ahora casi todas las innumerables invenciones que
nos han dado algún dominio sobre la Naturaleza han sido debidas a trabajadores indepen-
dientes, y que la participación que han tenido en ella los funcionarios gubernamentales de
todo el mundo ha sido relativamente pequeña. Además, casi todos los elementos costosos
de producción que son propiedad colectiva de gobiernos nacionales o locales han sido ad-
quiridos con recursos tomados a préstamo, principalmente de los ahorros de los hombres
de negocios particulares”. (Marshall, 1963, pp. 584-585)47
Marshall reconoce que los efectos de RCE se observan mejor en el caso de empresas con gran capital
anclado y costos iniciales importantes (Marshall, 1963, p. 400). Por ello, a pesar de rechazar la econo-
mía centralizada in toto, advierte la conveniencia de que determinados servicios se hallen dirigidos por
el interés público, a fin de facilitar RCE, y garantizar grandes inversiones de capital anclado: “la conve-
niencia de que el Estado se haga cargo de ciertas ramas de la industria del transporte, como lo hace con
la [recolección] de basuras, el suministro del agua, del gas, etcétera” (Marshall, 1963, p. 242)48.
Por otro lado, Marshall elogia los efectos agregados de la innovación tecnológica, incluso para
los trabajadores. El crecimiento se sustenta en la demanda ampliada de empleo tanto en nue-
vas actividades como en la fabricación de medios de producción.
“Una nueva demanda procederá de los constructores de nuevas y más costosa maquinaria.
[…] a no ser localmente por medio de la importación de capital de otros lugares. […] Así, un
aumento de capital material origina que este se abra camino para nuevos usos, y si bien al
hacerlo puede a veces disminuir el campo de empleo de la mano de obra en algunas indus-
trias en conjunto; no obstante, aumentará mucho la demanda de trabajo manual y de todos
los demás agentes de producción”. (Marshall, 1963, p. 546)
Especialmente relevante para la cuestión del producto máximo resulta, a su vez, el argumento según
el cual un aumento del salario real estimula la inversión sustitutiva por maquinaria (Marshall, 1963,
47 Véase Marshall (1963, p. 481); Schumpeter (1996, pp. 125, 128; 148); Shove (1942, pp. 316-318).
48 Véase Marshall (1963, p. 402).
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p. 54349; Ricardo, 1973, p. 3150). La distribución progresiva de la riqueza no solo conlleva efectos de
crecimiento en el corto plazo en virtud de un estímulo al pleno empleo y la demanda de bienes de
consumo, sino también un efecto de largo plazo, en cuanto fomenta el sector de producción de bienes
de capital y el incremento de la productividad del trabajo. Ello se vincula con la previamente referida
baja en la tasa de interés. Sus efectos se retroalimentan para estimular una sustitución de trabajo vivo
por maquinaria, lo que, como se ha visto, no es considerada perjudicial para los trabajadores (Loasby,
1978, pp. 8-9; Marshall, 1925b, pp. 216-218; Marshall, 1963, pp. 197-198, 428, 481, 574)51.
Sobre las premisas, por un lado, de las virtudes del capitalismo para fomentar la innovación y, por
el otro, de la necesidad de una intervención estatal destinada a alcanzar el producto máximo que no
se obtiene espontáneamente, Marshall propone una cooperación entre capital y trabajo basada en
la distribución progresiva a partir de los aumentos en la productividad del trabajo (Marshall, 1963,
pp. 194, 569-572, 586-587, 590-592)52. Por ello, presenta una serie de medidas orientadas a distri-
buir el excedente ante incrementos de productividad del trabajo que eviten déficits en la demanda
agregada o la creación de capacidad ociosa: 1) un sistema tributario progresivo; 2) reducción de la
jornada laboral, 3) salario mínimo; 4) mesas de negociación colectivas de capital y trabajo53.
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Alfred Marshall, autor del siglo XX
Los recursos fiscales han de obtenerse, como se ha anticipado, de la producción con rendimien-
tos decrecientes y deben orientarse a sustentar políticas de promoción de los RCE, en la medida
en que permiten generar mayor producción y satisfacción colectiva.
“Un impuesto sobre los gastos origina, generalmente, una destrucción mayor del excedente
de los consumidores que un impuesto que se aplique exclusivamente a las mercancías con
respecto a las cuales existía escaso lugar para efectuar economías de producción en gran
escala y que obedezca a la ley del rendimiento decreciente; y segundo, que hasta podría
ser ventajoso para la comunidad que el gobierno estableciese impuestos sobre los artículos
que obedecen a la ley del rendimiento decrecientes y destinara una parte de su producto
a la concesión de primas a la producción de aquellos artículos que obedecen a la ley del
rendimiento creciente”. (Marshall, 1963, p. 391).
“La satisfacción total, lejos de haber alcanzado todavía un máximo, podría ser aumenta-
da por medio de la acción colectiva al fomentar la producción y el consumo de cosas con
respecto a las cuales la ley del rendimiento creciente actúa con especial fuerza […] existen
fuertes motivos para creer, prima facie, que podría ser conveniente a menudo a los intereses
de la comunidad intervenir directa o indirectamente, porque un gran aumento de produc-
ción haría aumentar mucho más el excedente de los consumidores que los gastos totales de
la producción de bienes”. (Marshall, 1963, p. 413)55
55 Véase Marshall (1963, p. 588); Keynes (1924, p. 353); Shove (1942, p. 327): Bowman (2006, pp. 211-215).
56 Véase Marshall (1963, p. 592).
57 Véase Marshall (1963, p. 591).
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Joan-Severo Chumbita
En tercer lugar, Marshall presenta una intervención estatal destinada a aumentar el salario míni-
mo. De este modo, se pretende contribuir a alcanzar la producción en el margen, con plena ocu-
pación, dando lugar a la reducción de ganancias extraordinarias por la existencia de desocupados:
“El mal de que se trata es tan urgente que es preciso adoptar rápidas medidas contra el
mismo. Y la que se ha propuesto de que el gobierno fije autoritariamente un salario mínimo
para los hombres y otro para las mujeres […] sus beneficios serían tan grandes que podría
aceptarse gustosamente, a pesar del temor que existe de que se prestara a abusos”. (Mars-
hall, 1963, pp. 586-587)58
Lo que tienen en común todas estas medidas distributivas son que deben ir acompañadas de
aumentos en la productividad del trabajo. De aquí el rechazo de la Ley de pobres y de una re-
ducción de la jornada que suponga menor producto total (Marshall, 1892, pp. 377-378; Mars-
hall, 1963, pp. 158, 161-163, 169, 570, 587; Bowman, 2006, pp. 201, 207-209). Por la misma
razón se debe promover la formación, la especialización, la educación pública en general, junto
con cuidados de salud y transporte de la población obrera (Marshall, 1963, p. 194)59. Sobre
esta base Marshall rechaza las medidas gremiales que vuelven artificialmente escasa la mano de
obra para aumentar la participación del salario en el producto sin un incremento correlativo de
la productividad del trabajo.
“Pero los métodos que tienden a elevar los salarios por medios que disminuyen en lugar de
elevar la eficiencia son tan antisociales y faltos de perspicacia, que merecerían castigarse,
y existen pocas probabilidades de que sean adoptados en parte alguna. Si varios países
adoptaran tales métodos, y los demás que se preocuparan en hacer subir el nivel de vida y
de eficiencia atraerían rápidamente hacia ellos gran parte del capital y de la fuerza vital más
eficiente de los que continuaran en su innoble política restrictiva”. (Marshall, 1963, p. 575)
58 Véase Marshall (1963, p. 417); Keynes (1924, p. 345); Shove (1942, p. 317); Whitaker (1977); Whitaker (1990, pp. 217-
218); Bowman (2006, p. 205); Dzionek-Kozlowska (2015, pp. 5-7).
59 Véase Marshall (1963, pp. 542-543, 587-589); Coase (1960); Stigler (1969, p. 182); Coase (1970); Raffaelli (2001, p.
219); Bowman (2006, pp. 204, 211-217); Caldari (2004, pp. 523-526, 529-532).
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Alfred Marshall, autor del siglo XX
En cuarto lugar, Marshall reivindica los mecanismos de mesas de negociación colectivas, recono-
ciendo su efecto distributivo gradual, el cual no debe desdeñarse imaginando escenarios utópicos60.
“Hablando en términos generales, puede decirse que las asociaciones obreras o Trade Unions
han beneficiado a la nación a la par que a sí mismas por medio de aquellos usos de la regla
común, que constituyen una verdadera normalización del trabajo y de los salarios […]. Todo
aumento de salarios o mejora en las condiciones de vida y de ocupación, que ellos puedan
obtener por estos métodos razonables, es probable que contribuyan al bienestar social. No
es posible que moleste o desaliente al espíritu de empresa comercial ni haga perder el paso
de aquellos que se esfuerzan por colocarse a la cabeza de la nación, y tampoco que haga
emigrar los capitales de un modo claramente apreciable”. (Marshall, 1963, pp. 579-580)61
Para concluir este apartado, cabe referir a la concepción de Marshall sobre el progreso económico.
A diferencia de Schumpeter, este no considera que el progreso surja de la creación de segundas
necesidades, y su correlato en el upgrading de la calidad del consumo, sino en una ampliación de la ri-
queza horizontalmente: “el verdadero principio fundamental del progreso económico es el desarrollo
de nuevas actividades más bien que el de nuevas necesidades” (Marshall, 1963, p. 566). Marshall
busca una sociedad mejor integrada, con una distribución más justa, que aproveche las ventajas de
la enorme riqueza generada bajo la producción capitalista (Marshall, 1963, p. 566). Por lo tanto, no
se considera el progreso económico exclusivamente en términos de mayor consumo material, sino
en términos de integración social y desarrollo de capacidades a nivel colectivo. Por ello advierte que:
“el único efecto directo de un aumento en las necesidades es hacer al pueblo más desgraciado que
antes” (Bowman, 2006, p. 206-215; Caldari, 2004, p. 521; Marshall, 1963, p. 566).
Conclusiones
Como se ha podido ver, la obra de Marshall anticipa desarrollos que comúnmente se atribuyen
a Keynes sobre el desempleo involuntario y la crítica al equilibrio clásico por no contemplar la
posibilidad de déficit de la demanda agregada, y los que se le atribuyen a Schumpeter acerca
de la amortización acelerada en combinación con la competencia por nuevos productos y el
crecimiento bajo condiciones monopólicas, que da sustento a la noción de destrucción creativa.
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Joan-Severo Chumbita
producción en el margen a los costes de producción, dado que el mercado no la genera espontá-
neamente. También, anticipa la crítica keynesiana a la ley de Say, en cuanto reconoce, como lo
hacía Marx, la posibilidad de una crisis generalizada de sobreproducción por déficit de demanda
agregada: las ventas de los capitalistas no necesariamente se traducen en nuevas inversiones.
Las regulaciones que garantizan el pleno empleo y la máxima satisfacción requieren de un siste-
ma tributario progresivo, el establecimiento de estímulos a las actividades con RCE financiados
con impuestos a las actividades con RDE, la reducción de la jornada laboral donde sea posible,
el incremento del salario mínimo y la implementación de mesas de negociación colectiva entre
sindicatos y empresarios para promover la participación de los trabajadores en el producto
añadido por el desarrollo tecnológico.
Cabe destacar, que el presente trabajo no se expide sobre la coherencia interna de su obra,
especialmente sobre la articulación entre estos desarrollos y el marco analítico general de sus
Principios de economía. Amerita un desarrollo diferenciado la cuestión de por qué, como bien
destaca Schumpeter, las categorías de análisis de Marshall conservan una estructura estática,
sostienen el principio de rendimientos constantes a escala y un precio de oferta en el margen en
el largo plazo para condiciones competitivas62. Lo que interesa enfatizar aquí es que tal trabajo
no puede realizarse sino sobre la base de asumir que los desarrollos aquí expuestos se encuen-
tran en la obra de Marshall y que constituyen un aporte sumamente significativo para la historia
del pensamiento económico del siglo XX.
Por último, cabe destacar que una recuperación de la concepción de Marshall sobre el producto
máximo, esto es, al interior de un estudio integrado del déficit de demanda efectiva agregada,
las virtudes de las economías de escala y la importancia de la innovación tecnológica, permi-
tiría formular intervenciones comprensivas en los debates sobre la cuestión, que han tendido
a desarrollarse en forma disociada precisamente por la división entre escuelas keynesianas —
neokeynesianas, postkeynesianas— y schumpeterianas —o neoschumpeterianas—.
62 Sobre esta cuestión, véase el reconocimiento del propio Marshall, en el Apéndice H titulado Limitaciones del uso de los
supuestos estáticos en relación con el rendimiento creciente, de “las imperfecciones de nuestros métodos analíticos”.
“Habríamos logrado un gran adelanto si pudiésemos representar los precios de demanda y oferta normal como funciones,
tanto de la cantidad normalmente producida como de la época en que dicha cantidad se hizo normal” (Marshall, 1963,
p. 667; véase Hague, 1958, p. 678; Levine, 1980; Loasby, 1978, pp. 6-7; Newman, 1960, p. 593; Prendergast, 1992, pp.
557-558; Shove, 1942, pp. 324-325; Sraffa, 1926, pp. 540-541).
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Anexo
Relación entre el producto y 1) los precios, 2) el salario real y 3) las primas a la producción y la
exportación bajo condiciones de RCE63
Gráfico 1. Relación positiva entre la intervención estatal bajo la forma de primas y el producto
8
7
exportación de bienes con RCE
Primas a la producción y la
6
5
4
3
2
1
0
Producto
Producto
Nota: obsérvese que las primas a la producción y la exportación, a diferencia de los impuestos a las importaciones, no
tiene efecto inflacionario —no se contemplan aquí los efectos de los impuestos a los bienes con rendimientos decre-
cientes que financian dichas políticas—.
Fuente: elaboración propia con base en la figura 32 de los Principios de Marshall (Marshall, 1963, p. 387), que representa la
misma idea —a la inversa: el efecto negativo sobre el producto de un impuesto a una actividad con rendimientos crecientes—.
63 Se debe recordar que los RCE pueden ser —pero no necesariamente son— mayores en condiciones de monopolio que en
condiciones competitivas.
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Alfred Marshall, autor del siglo XX
8
7
6
5
Precios
4
3
2
1
0
Equilibrio
Producto
Demanda Oferta
Fuente: elaboración propia con base en la figura 34, 36 37 de los Principios de Marshall en lo que respecta al punto cero
de la curva de demanda inferior en relación con la curva de oferta (Marshall, 1963, pp. 395, 401, 403).
8
7
6
Salario/precios
5
4
3
2
1
0
Producto
Salario real
Nota: se consideran salarios nominales constantes y la baja en los precios relativa al cuadro previo —sobre la relación de
equilibrio con curva de oferta con pendiente negativa—; es decir, de los precios de los bienes con rendimientos crecientes.
Fuente: elaboración propia, corolario de las gráficas previas.
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38-57
Resumen
Este artículo pretende aportar a la conversación sobre los encuadramientos mentales y al debate reciente en
epistemología de la economía. A diferencia de propuestas como la de Tony Lawson, quien pretende mostrar
que el punto central de las divergencias entre el análisis ortodoxo y heterodoxo en economía se debe al tipo de
ontología que se asume, intentamos mostrar que un elemento central de esta divergencia se encuentra en los
encuadramientos cognitivos con los que se piensa y discute. Se han escogido algunos casos teóricos y de aná-
lisis en los que se muestran cómo los “hechos” son descritos con relación a un marco cognitivo, lo que señala
las diferencias en los puntos de partida al analizar la realidad. El objetivo del artículo está en comprender que
hablamos dentro de marcos cognitivos que nos condicionan y las discusiones que damos, y que generalmente
terminan invisibilizando otras maneras de mirar, de plantear preguntas e iniciar conversaciones.
Palabras clave: marcos cognitivos; epistemología de la economía; heterodoxia; ortodoxia; ontología.
JEL: B41; B49; B50; B59; Z13
Abstract
This article aims to contribute to the conversation about frameworks and the epistemology of economics.
Unlike proposals such as Tony Lawson’s, which aims to show that the central point of the differences between
orthodox and heterodox economics is due to the type of ontology that is assumed, we try to show that a cen-
* Artículo recibido: 01 de junio de 2020 / Aceptado: 01 de octubre de 2020 / Modificado: 4 de octubre de 2020. El artículo
es el resultado del proceso investigativo y reflexivo del autor. Sin financiación. Agradezco a Carlos Suescún y a los jurados
anónimos por los comentarios y correcciones.
** Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá, Colombia). Profesor de catedra de
la Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Económicas. Correo electrónico: [email protected]
https://orcid.org/0000-0002-8204-2719
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¿Cómo narrar la realidad económica
tral element of this divergence is found in the frameworks used to think and discuss. Some theoretical cases
have been chosen in which we show how the “facts” are described in relation to a cognitive framework, which
indicates the differences in the starting points when analyzing reality. The objective of this paper is to unders-
tand that we speak within frameworks that condition us and the discussions we have and that, in general, end
up making invisible other ways of looking at things, pose questions and start conversations.
Keywords: cognitive frameworks; epistemology of economics; heterodoxy; orthodoxy; ontology.
JEL: B41; B49; B50; B59; Z13
Introducción
En nuestra vida cotidiana, cuando nombramos y describimos algún fenómeno o estado de cosas,
tenemos la convicción de estar dando cuenta de su significado intrínseco. En otras palabras, de
la manera de ser que el fenómeno tendría en sí mismo, incluso si nadie lo observara. Esta visión
ha sido desafiada de múltiples formas, sin embargo, una de las versiones más interesantes de
este desafío ha sido la desarrollada por el lingüista cognitivo George Lakoff1, quien nos muestra
cómo la manera en que entendemos los fenómenos está guiada por campos metafóricos y en-
cuadramientos cognitivos (Lakoff, 2009). En ese sentido, lo que decimos, pensamos y hacemos
está impregnado por marcos que trazan un horizonte de sentido. Allí radica su pertenencia,
en la trama de significado que crean y las consecuencias que se derivan de los diferentes hori-
zontes creados. Por supuesto, esto no quiere decir que los marcos no se vean alterados por la
experiencia o que haya solo un vínculo unidireccional entre nuestra experiencia y los marcos
cognitivos. Más bien, la experiencia y los campos se influencian conjuntamente.
Lakoff nos ha mostrado el impacto que tienen los encuadramientos y los marcos cognitivos,
desde un caso corriente como la forma en la que abordamos una discusión (Lakoff, 2009),
hasta las campañas políticas (Lakoff, 2008). En el primer caso, generalmente se vive una dis-
cusión como un escenario de guerra en el que se trata de ganarle al adversario. No obstante,
según Lakoff, este marco no es intrínseco a la discusión. Podríamos también discutir como si
estuviéramos danzando y tratando de bailar con los argumentos del adversario. Si el marco de
discusión fuera una danza, no se adornaría solamente un “hecho” (el discutir) con pinceladas de
amabilidad. No solo cambiaría el tono emotivo de la conversación, sino que cambiaría la raison
d’être de una discusión. Estamos en presencia de otro acontecimiento. Entre otras cosas, una
danza no posibilita la violencia física, no está en su horizonte de sentido, como sí sucede con
algunas discusiones cotidianas, que terminan en ella.
1 El lingüista cognitivo George Lakoff nació en 1941 en Bayonne, Nueva Jersey, Estados Unidos. Actualmente es profesor
de la Universidad de California en Berkeley desde los años setenta. Sus trabajos pretenden tomar en serio el papel de las
metáforas cognitivas en la forma en que pensamos y actuamos en la vida cotidiana. Dentro de sus libros más importantes
encontramos: Metáforas de la vida cotidiana (2001); No pienses en un elefante (2006) y Puntos de reflexión. Manual del progresista
(2008). En ciencias económicas sus trabajos han sido retomados recientemente por Kate Raworth, economista que se ha
vuelta famosa por repensar la economía en forma de Donut (Raworth, 2017).
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En el segundo caso, Lakoff también ha usado su teoría para mostrarnos como los encuadra-
mientos que utilizan las campañas políticas son esenciales para lograr llegar a los electores.
Por ejemplo, los conservadores en Estados Unidos, ligados al partido republicano, recurren a
la concepción del padre estricto en lugar del padre protector. Esto tiene consecuencias porque
el encuadramiento del padre estricto guía todo a los actos individuales. Si el individuo es pobre
es porque no ha sido suficientemente disciplinado. Se moldean entonces los problemas bajo el
esquema de un padre con autoridad que sanciona a sus hijos cuando no son responsables. El
éxito y el fracaso son así problemas morales. Los problemas se resuelven individualmente. Es el
ejemplo de “los conservadores que creen que los desempleados han optado por no trabajar, así
el misterio profundo de la infelicidad de los desempleados es más un problema de los psicólogos
más que de los economistas” (Stiglitz, Ocampo, Pfrench-Davis, Spiegel, & Nayyar, 2006, p. 90).
Se trata de encontrar, según la celebre expresión del sociólogo aleman Ulrich Beck (1944-2015),
las “soluciones biográficas a contradicciones sistemicas” (Beck & Beck-Gernsheim, 2003, p. 31).
En economía, poco solemos prestar atención al problema de los encuadres cognitivos. Se pien-
sa que esto no hace parte del núcleo de la disciplina y por lo tanto que son otras disciplinas las
que deben reflexionar sobre estos temas. En el fondo, esta actitud refleja una falla fundamental
en la formación de los economistas quienes terminan creyendo después de su formación que la
reflexión filosófica, los cursos sobre filosofía de la ciencia y la epistemología son una pérdida de
tiempo. No obstante, estas reflexiones son fundamentales, pues apuntan sobre todo a mostrar
que nuestros criterios de valoración podrían ser otros.
Una de las pocas reflexiones en economía, que recoge la perspectiva de los encuadramientos men-
tales, ha sido la de la profesora Kate Raworth (1970-) de la Universidad de Oxford, quien en su
libro Doughnut Economics (2017) señala la importancia de “redibujar” la economía para tratar de
incrustarla en sus raíces medioambientales y sociales. De esta incrustación —embedded—, surge un
gráfico de una rosquilla o dona, que señala el espacio de posibilidad para poder “satisfacer los dere-
chos humanos de cada persona y dentro de los medios de nuestro planeta dador de vida” (Raworth,
2017, p. 136). Este gráfico pretende desafiar la representación del diagrama de flujo circular que
se enseña en las primeras clases de introducción a la economía y que fue diseñado originalmente
por Paul Samuelson (1915-2009) en su manual de 1948 (Samuelson, 1957). Este gráfico continúa
ejerciendo influencia de lo que es relevante en el proceso económico. El diagrama de flujo circular
muestra que lo más importante es el flujo de las mercancías y de dinero entre familias y empresas,
como si de un trueque se tratara. El esfuerzo de Raworth va dirigido a cambiar el marco o referente
que tenemos para pensar la economía. Así, pretende cambiar la manera en que conversamos.
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Se han escogido algunos casos que muestran cómo los “hechos” son descritos con relación a un
encuadramiento mental, lo que muestra también las diferencias en los puntos de partida al analizar
la realidad. Seguimos entonces la estrategia de oponer a la lectura habitual y dominante de los he-
chos otro encuadre, sin dejar de lado que podrían existir otras posibilidades de encuadramiento. Por
supuesto, al querer mostrar la pertinencia de los encuadramientos cognitivos en diferentes tópicos
económicos, no se pretende abordar exhaustivamente los mismos. De esta forma, el artículo no va a
profundizar en las temáticas elegidas, sino que intenta mostrar la pertinencia de los encuadramien-
tos cognitivos en el debate epistemológico en ciencias económicas, y que puede verse ejemplificado
en varios dominios. El objetivo está en entender que pensamos dentro de marcos cognitivos que nos
condicionan, y condicionan las discusiones que damos, y que generalmente terminan invisibilizando
otras maneras de mirar, de plantear preguntas o de iniciar conversaciones.
Como se sabe, en los años cincuenta del siglo pasado, Kenneth Arrow (1921-2017) y Gérard De-
breu (1921-2004) ofrecieron una prueba matemática a la inquietud de Adam Smith sobre si una
economía con agentes descentralizados, que siguen sus propios intereses, tiene algún mecanis-
mo de coordinación, de modo que los intereses y las acciones de estos no genere un caos. Ellos
demostraron que, bajo ciertos supuestos —modelo A-D—, existe al menos un vector de precios
de equilibrio que vacía los mercados (Arrow & Debreu, 1954). Aunque demostraron la existencia
del equilibrio, posteriormente vinieron las dificultades para mostrar la unicidad y estabilidad del
mismo. La prueba de la existencia del equilibrio tuvo una mayor trascendencia, que los teoremas
que mostraban las condiciones extremas bajo las cuales la unicidad y estabilidad del equilibrio se
conseguían —teoremas de Sonnenschein, Mantel y Debreu (SMD)— (Mantel, 1974; Sonnenschein,
1972). Sin duda, la prueba de la existencia del equilibrio ha ayudado a confirmar la confianza de la
mayor parte de economistas en la justificación del mercado como óptimo asignador de recursos, y
en la que subyace una representación de una economía de mercado como una economía de trueque.
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Aunque el modelo A-D tenía que asumir supuestos irreales —no hay externalidades, hay compe-
tencia perfecta, existen mercados para todo, no hay bienes públicos, etcétera—, se justificó en un
primer momento bajo el paraguas del instrumentalismo neoclásico, al que Milton Friedman dio su
mayor justificación al comparar la física con la economía y sugerir que la metodología de la econo-
mía positiva estaba orientada a la predicción, y el comportamiento como-si (As-If)2, y no a la des-
cripción de los hechos reales (Friedman, 1966). Así, desde esta interpretación instrumentalista, el
modelo Arrow-Debreu no era una representación de una economía capitalista sino una economía
imaginaria cuya utilidad era generar predicciones. Sin embargo, esta justificación de la teoría no
ha dejado de generar problemas, pues al cambiar un supuesto se puede llegar a una conclusión
diferente y justificar ciertas políticas. En resumen, el modelo es sensible a los supuestos que pue-
den ser utilizados para justificar agendas políticas. En nuestros días, algunos como Rodrick (2016)
sostienen un instrumentalismo perfeccionado que trata de responder a esta crítica. Se argumenta
que se pueden sostener supuestos irreales desde que no afecten las conclusiones del modelo. En
otros términos, los supuestos críticos, aquellos que son claves para el modelo y que al alterarlos
también cambian los resultados del modelo, no pueden ser irreales.
Sin embargo, algunos neoclásicos no estuvieron de acuerdo con la justificación de Friedman, entre
ellos Samuelson y Arrow. Este último ha argumentado a favor de juzgar la pertinencia del modelo
por su distancia a la realidad. Si la realidad no se comporta como el modelo hay entonces una
brecha entre las dos; una falla de la realidad y no de la norma que se juzga. De esta forma, hoy se
da mayor preponderancia a las externalidades, la asimetría de información, la existencia de bienes
públicos, la no existencia de mercados completos y los monopolios, los cuales permiten juzgar la
realidad desde una norma. El vocablo de las fallas de mercado está hoy enraizado en el sentido
común de economistas y políticos, y ha abierto una caja de herramientas que guía el quehacer de
los economistas, en la que estos como ingenieros deben diagnosticar una falla y corregirla.
Sin embargo, es necesario hacer una operación de desnaturalización. Cuando hoy hablamos de
fallos de mercado, lejos de interpretarse como una descripción que es posible por un marco cog-
nitivo; es decir, que el fallo refiere a un orden, en este caso el mercado perfecto, se ve como una
descripción del modo de ser intrínseco de la realidad. Esto ha llevado al punto en que algunos
economistas que incluso eran críticos con la aproximación instrumental neoclásica hoy utilicen
conceptos como el de fallos de mercado. Así, bajo estas coordenadas la idea de equilibrio sigue
permeando nuestra manera de conocer en economía, y como dice Lakoff, si sigues discutiendo en
el marco del contradictor pronto vas a perder el control de la discusión (Lakoff, 2009).
Aunque alguien podría reclamar que las investigaciones sobre el modelo A-D han declinado y
que la economía ahora tiene otras agendas y técnicas de investigación, puede verse que la idea
de equilibrio sigue permeando aspectos fundamentales del pensamiento macroeconómico y
2 Friedman ofrece el ejemplo de los jugadores de billar que logran hacer una jugada a tres bandas sin conocer las ecuaciones
matemáticas que permiten hacer la juagada. De esta forma, Friedman señala que los jugadores de billar actúan como si
(As-If) supieran las fórmulas matemáticas que permiten el movimiento, pero sin saberlo.
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Desequilibrio
En su obra titulada John Maynard Keynes (1975), el economista norteamericano Hyman Minsky
(1919-1996) observó que uno de los elementos centrales de la teoría de Keynes, y olvidada por
las reconstrucciones neoclásicas, es que nuestra vida no se lleva a cabo en situaciones de equili-
brio, sino en las transiciones hacia estas, sin alcanzar jamás estos puntos de equilibrio (Minsky,
1990). Por ejemplo, cuando entramos a una tienda de ropa que está en rebajas —sales— y pregun-
tamos el costo de una prenda que nos gusta, pero nos dicen que el producto no tiene descuento
pues es de una nueva colección, lo que ha sucedido es que antes de haber vendido toda la colec-
ción anterior, haber vaciado el mercado (equilibrio), ya hay un nuevo periodo de producción.
Según esta interpretación, el núcleo central de la obra de Keynes no es que el problema sean
los fallos de mercado, como cierta interpretación New Keynesian trata de posicionar, por medio
de recursos teóricos que dan cuenta de las rigideces reales o nominales en los mercados de
trabajo, bienes o crédito como los costos de ajuste de los precios —costos de menú—, la compe-
tencia imperfecta, los salarios pegajosos o las fallas de coordinación (Mankiw & Romer, 1991).
El problema desde este marco cognitivo es el mismo punto de partida, es decir el libre mercado,
que en sí mismo no puede llevar a una economía al empleo de todos sus recursos.
Sobre este camino, Minsky realizó sus propias investigaciones sobre la dinámica financiera de
las economías capitalistas, que en la perspectiva tradicional se entiende como un carburador,
aquel que organiza la mezcla de aire y combustible —ahorro e inversión— y permite liberar
“energía” para lograr el crecimiento económico, lo que lo supone neutral al proceso de merca-
do. Minsky, bajo la tutela de su maestro Joseph Schumpeter (1883-1950), entendió temprana-
mente que el proceso de otorgar créditos no es principalmente un proceso de transferencia del
poder de compra de alguien que tiene excedentes a otro que no tiene3, sino que es fundamen-
talmente un proceso de creación de un poder de compra adicional, que puede distorsionar la
economía, y aún más, cuando se pasa de un esquema en el que las utilidades alcanzan para pa-
gar el valor principal de la deuda y sus intereses a un esquema Ponzi en el que se piden nuevos
3 Si una persona consigna en su banco un monto de dinero y el banco presta ese dinero a otra persona, solo existiría
una transferencia de un poder de compra ya existente en la economía de una persona a otra, con lo cual no existirán
distorsiones en el mercado.
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créditos para pagar los intereses de la deuda (Minsky, 1990). No solo entonces los diferentes
comportamientos y preferencias hacen que el mercado sea inestable —vía la dificultad de lograr
una curva de demanda del mercado con pendiente negativa y por lo tanto obteniendo múltiples
equilibrios— sino que la existencia del dinero, entendido como deuda, también distorsiona el
mercado. De esta forma, el mercado que es eficiente de Pareto, como muestran los teoremas
del bienestar de los manuales de texto de introducción a la economía, es el de una economía de
trueque y simplificada, pero no el de una economía monetaria de producción. Las crisis finan-
cieras recurrentes son solo una muestra de su inestabilidad.
Tenemos entonces otro marco cognitivo que relaciona lo real respecto a una norma de desequi-
librio. Este marco posibilita otros modos de ser y otras formas de conversar. Un ejemplo es la
respuesta a la pregunta, ¿para qué sirve el Estado en una economía capitalista?, mientras en
el marco cognitivo de equilibrio, la versión extrema —New Classical— sostiene que el mercado
es esencialmente estable, que solo puede ser perturbado por fuerzas externas —choques de
productividad, cambio tecnológico, sindicatos, etcétera— y en la que los individuos con sus
capacidades responden óptimamente para volver a una senda de equilibrio, la versión “menos
radical” —New Keynesians—, sostiene también que el mercado es esencialmente estable, pero
que debido a ciertas rigideces los mercados no pueden vaciarse en el corto plazo. Esto abre
entonces la puerta a que el Estado pueda corregir ciertas fallas de mercado, aunque —desde que
se pueda— se prefiere que puedan ser corregidas vía solución de mercado.
En resumen, el Estado, o ve anulada su capacidad de acción por fuerzas superiores a él, o solo
debe corregir las fallas de mercado, limitándose a aceptar la asignación de recursos realizada
por este y en la que su acción debe no distorsionar su asignación primaria. En otras palabras,
el Estado en lugar de establecer las reglas de juego y dirigir el mercado, debe supeditarse a él.
No obstante, como anota la economista italiana Mariana Mazzucato (1968-), la creación de Internet, el
GPS, las pantallas de cristal líquido (LCD), entre otros, no hubieran sido creados si el Estado solo se hu-
biera dedicado a respetar las asignaciones de mercado. No se hubiera enviado un ser humano a la luna
si se hubiera pensado que el rol del Estado era solo corregir las fallas de mercado (Mazzucato, 2018).
Se tuvo ante todo un propósito, una intencionalidad. Esto por supuesto abre otro entendimiento del
para qué del Estado. Hoy, por ejemplo, ante grandes desafíos como el cambio estructural a energías
limpias, el Estado podría ir más allá de solo cobrar impuestos sobre el carbono, y ejercer más acti-
vamente un rol en esta transformación, teniendo o comprando activos estratégicos que potencien la
generación de energías limpias e incentivando o configurando los mercados para su transición.
En síntesis, bajo el marco cognitivo del desequilibrio, tenemos que al Estado se le abren otros
mundos de lo posible, de lo que se puede y debe hacer. En primer lugar, un gobierno grande
estabiliza una economía que es de por sí inestable (Minsky, 1982). No solo se trata de los lla-
mados estabilizadores automáticos, lo cual supone una visión defensiva del Estado, sino que se
justifica que el Estado pueda intervenir reasignando la asignación de los mercados, pues estos
no suelen ser eficientes. Los equilibrios de una economía monetaria, a diferencia de una de
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trueque, no son óptimos de Pareto (Starr, 2013). Así, desde esta otra perspectiva, se justifica
plenamente los subsidios a la oferta y, en general, las intervenciones que tienden a des-mercan-
tilizar y establecer otros horizontes más allá de la competencia, pues el mercado en sí mismo es
inestable y distorsionado, así como las grandes intervenciones lo estabilizan, entre otras cosas
al aumentar el ingreso disponible de las personas. Por último, se justifican las intervenciones
de gran envergadura, en las que hay grandes propósitos y en las que el sector privado solo suele
ver costos (Mazzucato, 2014).
Esta teoría fue un paso más allá cuando dio cuenta de la toma de decisiones cuando no se
conocen a priori los resultados. Este es el caso, por ejemplo, de las loterías. Se construyó así
lo que se conoce como la teoría de la utilidad esperada, cuya axiomatización fue realizada por
Von Neuman y Morgenstern. Esta teoría es una construcción “en torno a un conjunto específico
de preceptos lógicos (integridad, transitividad, independencia y continuidad) formulados para
producir ordenamientos de preferencias bien definidas” (Davis, 2011, p. 12). Así, la hiper-racio-
nalidad necesita primero que las preferencias sean coherentes, consistentes y bien definidas y
que, dado un conjunto de opciones de elección, el individuo maximice su función de utilidad. De
esta forma, los individuos están bien capacitados para obtener los mejores resultados posibles,
al guiarse por sus propios intereses. A su vez, dado que el mercado proporciona la información y
los incentivos pertinentes, al maximizar la utilidad individual también se maximiza el bienestar
social, entendido como la suma de las utilidades individuales (Sen, 1977).
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Esta forma de plantear el problema de la racionalidad rechaza cualquier relacionamiento con la psico-
logía y la filosofía, disciplinas que se ven con desconfianza. Se trata así de explicitar los procesos que
subyacen a los fenómenos mentales por medio de la lógica y los formalismos matemáticos. Se sostiene
así que “la lógica es la disciplina adecuada para comprender el cerebro y la actividad mental y que el cere-
bro es un dispositivo que encarna principios lógicos en sus elementos o neuronas” (Varela, 2005, p. 63).
Partiendo de este impulso, se terminó por entender la cognición como computación, como pro-
cesamiento de información y símbolos que representan algo del mundo. A esta comprensión se
le ha llamado cognitivismo. A diferencia de esta visión, la llamada economía comportamental
ha introducido entonces herramientas de las ciencias cognitivas, como la psicología cognitiva
y la neurociencia, para tratar de construir modelos empíricos del comportamiento. Esto en cla-
ro rechazo a una visión lógica del comportamiento. Sin embargo, pretende dar cuenta de las
realidades observables de los procesos de toma de decisión como divergiendo de la norma de
hiper-racionalidad, a la vez que sostiene que el proceso cognitivo es el de procesamiento de in-
formación. Esta racionalidad actúa como marco cognitivo para formular los sesgos, de la misma
manera que la idea de equilibrio actúa respecto a las fallas de mercado.
Respecto a la justificación de los sesgos, el psicólogo Daniel Kahneman (1934-) distingue dos
tipos de procesos en la acción: el automático y el reflexivo. Relaciona el primero con la rapidez, la
emocionalidad, la asociatividad, el procesamiento paralelo y el aprendizaje lento en la toma de las
decisiones (Kahneman, 2003). Según Kahneman, este tipo de pensamiento nos lleva generalmen-
te a tomar malas decisiones. Para tomar buenas decisiones, deberíamos acercarnos al pensamien-
to reflexivo, lento, serial, neutral y que requiere esfuerzo. Se trata del tipo de proceso de acción y
pensamiento que se cultiva en las universidades. Los sesgos se producen entonces porque actua-
mos más con el primer procesamiento que con el segundo. Los sesgos tienen así su origen en la
intuición, los instintos, las emociones, la moral, las normas sociales y la cultura (Kahneman, Slovic
& Tversky, 1982; Pfister & Böhm, 2008; Wang, Simons & Brédart, 2001).
Entre los sesgos más famosos y utilizados en varios subcampos, como las finanzas, están los
sesgos de correspondencia —infravalorar los roles, situaciones y circunstancias en la explicación
de comportamientos—, de confirmación —tendencia a creer aquella información que confirma
las propias creencias— y retrospectivo —tendencia a creer, una vez conocemos los resultados de
un proceso, que sabíamos desde antes—. Esto ha abierto un amplio campo de investigación en el
que se siguen añadiendo sesgos y herramientas para corregirlos. Como dice David Primrose: “al
articular la racionalidad limitada como una ‘desviación’ irracional del Homo Economicus, la eco-
nomía comportamental posiciona al Homo Economicus como el sujeto ideal para los mercados en
funcionamiento y potencialmente realizable a través de medidas correctivas” (Primrose, 2017,
p. 2). Así, cobran importancia los denominados Nudges (Thaler & Sunstein, 2008), que por medio
de formas “no coercitivas” tratan de moldear comportamientos de la gente de acuerdo con la
norma de racionalidad estándar. En otras palabras, se trata de moldear comportamientos para
que la gente se comporte de manera neoclásica, lo que revela ante todo el carácter constructivis-
ta de esta visión; es decir, querer que la realidad se comporte de determinada manera.
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A diferencia del punto de partida que entiende los fenómenos mentales como procesos lógicos
formales o procesamiento de información, se tienen por lo menos otros dos puntos de partida
diferentes. El primero es el conexionismo, que no ve en el cerebro físico ningún procesador
de información ni algo constituido por reglas lógicas, sino “interconexiones masivas de forma
distribuida que cambian como resultado de la experiencia” (Varela, 2005, p. 95). Esto lleva al
estudio de las propiedades emergentes y el estudio de los procesos autoorganizativos como
elementos clave del cerebro que no remite principalmente a la lógica. Aquí resaltan filósofos de
la mente como Daniel Dennett y Douglas Hofstadter.
El segundo paradigma alternativo es el enactivo, que como punto de partida constituye una críti-
ca a un supuesto clave de los anteriores paradigmas —cognitivismo y conexionismo—. Esto es la
idea de que el conocimiento es representación de un mundo que existe independientemente del
sujeto. Desde la perspectiva enactiva, “las aptitudes cognitivas están inextricablemente ligadas a
una historia vivida. Tal como una senda que no existe, pero hace camino al andar” (Varela, 2005,
p. 97). Hay una clara circularidad entre actuar e interpretar, entre hechos e interpretaciones.
Dados estos diferentes puntos de partida, podemos plantear que hay otras normas diferen-
tes desde las cuales se pueden conceptualizar los fenómenos mentales. Sin embargo, más que
ahondar en las diferencias entre estos dos paradigmas —enactivismo y conexionismo—, adopta-
remos una perspectiva holística de elementos que podrían compartirse en contravía del para-
digma de los sesgos cognitivos y su noción de racionalidad4.
El punto central que sirve de puente a estas visiones sobre el proceso cognitivo, es que aquello
que se ve como sesgo, como una desviación o algo negativo, no tiene que serlo. Como argu-
menta (Gigerenzer, 2008), los procesos intuitivos e instintivos nos ayudan a tomar decisiones
inteligentes. Dicho de otra manera, no es cierto que solo el análisis pausado y reflexivo nos lle-
ve a tomar buenas decisiones. Las emociones, las razones del corazón, la cultura, los entornos,
etcétera, no son perturbadores de la racionalidad, sino que hacen parte fundamental de la vida
humana y son necesarios para elegir y lo pueden hacer muy bien. A su vez, también acordarían
en sostener que algunas veces menos, es más. Esto frente al ideal de racionalidad de que siem-
pre es preferible más a menos. Es claro que la simplicidad ayuda a tomar buenas decisiones. En
resumen, es posible dirigir las realidades observables a otro marco cognitivo, a otra norma y por
consiguiente a otra forma de narrar la toma de decisiones en la vida económica.
4 Incluso desde el mismo cognitivismo se podría argumentar en contra de la racionalidad neoclásica, como lo hizo el economista
Herbert Simon (1916-2001) y actualmente el psicólogo alemán Gerd Gigerenzer (1947-). Aunque estos autores estarían de
acuerdo en afirmar que las actividades mentales son fundamentalmente procesamiento de información, critican la forma en
la que opera la mente para tomar buenas decisiones, pues para ellos no se trata de analizar una gran cantidad de información
sino en desechar la que no se necesita (Gigerenzer, 2008). Ver, Simon (2016).
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Información vs conocimiento
En el apartado anterior se señaló que la cognición se consolidó, desde las conferencias Macy y
el surgimiento de la cibernética, como un fenómeno de procesamiento de información (Varela,
2005)5. La noción de información, cuya raíz latina remite al verbo informare, sugiere la expre-
sión de dar forma a algo, de moldear; el significado con el que nació la palabra información
remite “al acto de infusión con forma” (Mirowski & Nik-Khah, 2017, p. 15). Esta noción toma
relevancia en el contexto de las ciencias de la comunicación, al tratar de entender como los
canales pueden transmitir un mensaje entre un punto emisor y un punto receptor. Sin embargo,
lograría tener una resonancia cultural inimaginable. Como dice Mirowski y Nik-Khah, con la
noción actual de información “un verbo se reificó como un sustantivo, primero como un núme-
ro y después como una cosa, y finalmente en un principio cósmico de organización alrededor
del cual nuestra época gira supuestamente” (Mirowski & Nik-Khah, 2017, p. 45). La noción
de información pasó entonces de tener lugar al explicar la mente, a brindarnos una manera de
entender el mercado y el rol de la sociedad y las personas.
5 Por supuesto también había algunas voces disidentes como Gregory Bateson (Varela, 2005). Ver, Bateson (2001).
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El punto clave es que el paradigma informacional ha redefinido los mercados, su razón de ser y lo
que hacen, y con esto desplazan el lugar que el mismo ser humano ocupa en la sociedad. Si antes
se discutía sobre si los mercados eran el mecanismo que nos llevaba de manera más eficiente a
las asignaciones deseadas, era claro que se discutía sobre la base de que los individuos decidían
6 Por ejemplo, en el caso del capital humano —información como mercancía—, el aprendizaje tiene que ver con comprar una
mercancía —educación y salud—. Como el sujeto compra la información, esta tuvo que ser generada en el pasado. Esta etapa de la
información como mercancía, puede verse en el famoso artículo Hayek (1945). La comprensión de la educación y la salud como
capacidades que mejoran la productividad (capital humano) fue realizada por el premio nobel Gary Becker. Ver Becker (1987).
7 En esta etapa del paradigma informacional, se empiezan a expandir los juegos bayesianos, la importancia del “conocimiento
común” y su importancia para los equilibrios de Bayes-Nash. Ver Mirowski y Nik-Khah (2017).
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lo que querían. El marco cognitivo informacional desplaza esta cuestión, pues representa la vida
social mostrando que los individuos no saben lo que quieren, pero eso no importa, porque los
mercados sí lo saben. Es la típica pesadilla de un monstruo creado que adquiere vida por sí mismo,
y que se sale de control al tomar vida por sí mismo8. El problema es que se terminan por socavar
otras formas de ser, de darse gobierno así mismo, a otros modos de actuar y de ser humano que
quedan marginalizados por la “verdad” que produce el mercado. Incluso se mina la democracia
liberal y la autonomía kantiana del individuo, como ha señalado recientemente Brown (2016).
Rob Horning (2012), al notar el impacto de esta revolución informacional en la literatura de espías
y detectives, observa que se deja de retratar a estos como superhéroes con capacidades histriónicas
à la Sherlock Holmes, para pasar a ser retratados como agentes “inteligentes contra su voluntad”.
Agentes en los que circula información, pero no son capaces de comprender la totalidad del misterio.
Horning (2012) termina haciendo una reflexión sobre lo que se juega en este marco informacional:
La búsqueda de información en lugar de conocimiento hace que funcionemos menos como
pensadores que como procesadores, computadoras personales —ineficientes y de baja po-
tencia. No somos los sujetos que saben cosas o que producen conocimiento intencional-
mente; En cambio, somos medios de circulación: objetos a través de los cuales la informa-
ción pasa con más o menos ruido en la señal. No solo nos convertimos en parte de una red,
sino también de un circuito. Somos peones en un juego más grande, “una mosca atrapada
en las ruedas dentadas”, como lo expresa Vandassy, el narrador de Epitaph for a Spy. (p. 1)
Neoliberalismo y lo común
En nuestros días, pocos académicos gustan de utilizar la palabra neoliberalismo y pocas personas
se definen como neoliberales. Parece que es un vocablo desgastado y que no es muy preciso. Sin
embargo, las discusiones contemporáneas sobre el neoliberalismo son bastante pertinentes9. En
el curso El nacimiento de la biopolítica, que el filósofo francés Michel Foucault (1926-1984) dictó
en el College de France, observó diferencias fundamentales entre la argumentación de los autores
liberales clásicos por un lado y el ordo-liberalismo alemán y la escuela de Chicago por el otro.
Leyendo a Becker y a Hayek, Foucault nota que en estos autores hay un arte de gobernar; una re-
programación del gobierno liberal (Foucault, 2004) que tiende a la necesidad de resolver los con-
flictos que se presentan en la sociedad. Desde esta perspectiva, Foucault ve que el neoliberalismo
es una racionalidad que tiende a estructurar y organizar las formas de vida a partir de la norma
de competencia (Laval & Dardot, 2013). Se trata de toda una reconstrucción del alma (Foucault,
8 Películas como Her de Spike Jonze o 2001: Odisea en el espacio de Stanley Kubrick están relacionadas con este problema
de máquinas que se salen del control humano y adquieren autonomía. De esta forma, algo que fue creado por los seres
humanos, se convierte en una amenaza, pues la máquina creada ahora se vuelve contra los humanos. Es interesante notar
cómo los artistas han notado este problema antes que los mismos científicos.
9 Se puede citar por ejemplo el fructífero debate que ocurrió hace unos pocos años en INET con autores como Philip
Mirowski, Kari Polanyi Levitt, Matías Vernengo etcétera.
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2004). Por consiguiente, el neoliberalismo es más que una ideología, o unas políticas económicas,
pues está presente sin que medien relaciones monetarias. Así, el neoliberalismo es productor de
relaciones sociales y de subjetividades. Foucault mostró cómo la teoría se filtra para moldear la
razón y la práctica política. No se trata solo de laissez faire, laissez passe. La discusión de las políticas
neoliberales no es la del Estado versus el mercado, sino la de qué tipo de intervención realiza el
Estado y para qué. Este marco cognitivo para entender el neoliberalismo es bastante pertinente10
porque puede entender la diversidad de las dimensiones y prácticas neoliberales que no son ho-
mogéneas ni en espacio ni en tiempo. Es claro, por ejemplo, que las políticas que propician mayor
competencia en los mercados se instauraron en algunos países latinoamericanos de la mano de
dictaduras, pero en otros países de forma suave, de la mano de gobernantes elegidos por el pue-
blo. El neoliberalismo ha utilizado la dictadura, la democracia o el endeudamiento para gobernar.
Desde este marco cognitivo, el neoliberalismo en Foucault tiene varios elementos importantes
(Brown, 2016). En primer lugar, la competencia no es algo natural, sino que hay que producirla
desde afuera y el Estado tiene gran responsabilidad en producirla. En segundo lugar, se pretende la
economización del Estado y las políticas sociales. Así, el Estado y la política social no deben desmer-
cantilizar, ni reasignar la asignación del Estado (ver la primera sección), sino que deben promover la
competencia. En tercer lugar, como eje articulador la competencia reemplaza al intercambio y con
esto, la desigualdad reemplaza a la igualdad, el capital humano a la mano de obra y el emprendi-
miento a la producción. En cuarto lugar, ya no es el individuo el eje de la verdad. El mercado produce
verdad pues sabe lo que los individuos deben hacer. Como vimos, este es uno de los ejes fundamen-
tales de la economía informacional. En quinto lugar, se responsabiliza al Estado. El Estado debe
apoyar la economía, pero no debe intervenir ni en el nivel de intercambio, de la distribución, ni en los
daños colaterales. Por último, el consenso político reemplaza la individuación y los conflictos políti-
cos. “Todos esos socios de la economía, en la medida misma en que aceptan el juego económico de
la libertad, producen un consenso que es de carácter político” (Foucault, 2004, p. 106).
10 Por supuesto, como señala Wendy Brown (2016), el planteamiento Foucaltiano también es problemático, por ejemplo,
por su concepción de lo político, su análisis del origen del homo economicus, en no ver el capital como una relación de
domino y en invisibilizar los efectos del neoliberalismo sobre la democracia y su imaginario (Brown, 2016).
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Frente a esta racionalidad neoliberal, se trata de articular una racionalidad que pueda producir otras
relaciones sociales, otras subjetividades; otro “gobierno de sí y de los otros”. El principio de lo co-
mún es un “principio de co-obligación (participación e implicación) para todos aquellos que están
comprometidos en una actividad” (Laval & Dardot, 2015). Lo común es una alternativa política y
una racionalidad que pretende articular las contra conductas hacia la racionalidad neoliberal, en una
nueva forma de racionalidad. Es decir, forjar y darle espacio a otro “arte de gobernar”. Este principio
ha nacido de las reivindicaciones de los movimientos sociales (por la democracia real, los movimien-
tos en las plazas, por la educación, por el agua) que han visto recientemente una oleada de privatiza-
ciones y “cerramientos” de bienes que son vitales para vivir una vida vivible. Es así una forma política
de resistencia que han encarnado estos movimientos, pero también algo que busca la superación
del capitalismo. Lo común es entonces un principio que articula la participación y la implicación en
una actividad. Involucra sujetos activos en el establecimiento de las reglas que van a determinar una
actividad como en su puesta en marcha; co-participación y co-implicación (Laval & Dardot, 2015).
Esta conceptualización diferencia entre el principio político de lo común, que se aplica, y los
comunes, que se instituyen (Laval & Dardot, 2015). Este es un marco cognitivo mucho más
interesante para pensar los bienes comunes, pues en el marco neoclásico, estos bienes son
definidos con referencia a unas propiedades que intrínsecamente tienen los objetos, esto es,
que los bienes sean no excluyentes pero rivales (Stiglitz, 2016). Desde el marco cognitivo neo-
clásico es limitado el alcance de lo común, pues limita los comunes a un principio exterior y no
como resultado de un proceso instituyente. Desde esta perspectiva, las empresas pueden ser
comunes, como de hecho sucedió en las fábricas recuperadas en argentina desde 2001, en la
que los trabajadores estaban participando e implicándose en la gestión y producción de la em-
presa (Laval & Dardot, 2015). Todos los trabajadores participan en las decisiones sobre lo que
hay que hacer y se implican en la puesta en obra. Esto por supuesto no podría suceder bajo el
marco neoclásico, en la que las empresas se diferencian del mercado porque tienen una lógica
jerárquica (Coase, 1988). Por contraste, desde el marco cognitivo de lo común, el mercado apa-
rece como jerárquico, mientras que los comunes es el espacio de la democracia participativa.
El marco cognitivo entonces es esencial hoy para pensar nuestra vida social e individual. Allí
donde el neoliberalismo ve la competencia como lazo social fundamental, lo común, produce
otra relacionalidad con las cosas y con los seres vivos.
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¿Cómo narrar la realidad económica
análisis corresponde a la inteligibilidad misma del mundo social. Sin embargo, a esta forma de
pensar le subyace una interpretación de que el mundo social está regido por un horizonte de
individuos solitarios que actúan racionalmente11. Algunos análisis heterodoxos desafían este
marco conceptual del individualismo metodológico para mostrar que la informalidad tiene sus
causas en la estructura productiva de un país, sus patrones de especialización, su inserción en
la economía internacional, los cambios en el mundo del trabajo y la empresa, y la financiari-
zación de la economía entre otros. Estos análisis son muy pertinentes para desafiar la versión
convencional del análisis dual del mercado laboral, desde la que se recomiendan políticas como
la flexibilización del salario mínimo y la reducción de los costos laborales no salariales (CLNS)
que desde su perspectiva tienden a expulsar a las personas al mercado informal.
Sin embargo, podría ser pertinente, también, cuestionar el mismo marco cognitivo de la duali-
dad12. Como argumenta el economista César Giraldo:
El concepto de la informalidad induce a la connotación de que se trata de una realidad infor-
me, sin estructura. De hecho, la literatura sobre la materia habla de “sector no estructurado”.
Sin embargo, es todo lo contrario: Al interior de la economía popular existen estructuras y
normas propias que la regulan, tales como reparto del territorio, mecanismos de financiación
(por ejemplo, el gota a gota en Colombia), división del trabajo, horarios, sistemas de protec-
ción social, liderazgos. De manera que el llamado sector informal no es un sector informe, sino
un sector estructurado en sus dimensiones económicas, sociales y políticas. (p. 14)
Para mostrar una realidad más amplia, ha emergido la categoría de economía de los sectores popu-
lares pretendiendo dar cuenta de las dimensiones micro que se quedan por fuera cuando se analiza
bajo el binomio formal-informal. Este marco entonces disocia a priori las relaciones entre economía
popular y pobreza, entre economía popular y desorden, y entre economía popular y solidaridad.
Así, son tres los marcos que se suspenden a priori para dar mayor riqueza a los trabajos de cam-
po y visualizar otra realidad. No se trata de negar la existencia de la pobreza o la solidaridad en
estas economías, sino que estas no deben suponerse a priori como regla o como marco.
11 No obstante, es claro que el mundo también puede leerse desde macro grupos sociales o clases sociales que conllevan
otra lectura del mundo. Las escuelas heterodoxas en economía suelen caracterizarse por el holismo metodológico. Las
escuelas marxistas, poskeynesianas, regulacionistas, feministas, etc. tienden a hacer hincapié en las dinámicas de macro
grupos sociales que estructuran los comportamientos y producen los fenómenos. Para una excelente introducción a la
heterodoxia económica Ver Lavoie (2014).
12 Hay varias versiones de la economía dual. “Economía pre capitalista versus capitalista, tradicional versus la moderna,
marginal versus economía central, ejército de reserva versus asalariados, excluidos versus incluidos, y por supuesto,
economía informal versus la formal” (Giraldo, 2017). Ver también, De Soto (1987).
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Se trata entonces, en primer lugar, de reconocer13 estas economías como un sector productivo
que debe ser consultado y participe de la política, como se hace con otros gremios14. Segundo,
visualizar que “son ciudadanos a los que la sociedad no le retorna la compensación debida en
cuanto a la valoración de su trabajo” (Giraldo, 2017, p. 15). El problema del valor del trabajo
cobra entonces toda su relevancia, pues se cuestiona el mismo criterio de valoración ya sea ba-
sado en la productividad, la tecnología o el valor agregado de la economía formal, para incluir
otros como el trabajo social o los problemas y riesgos a los que está expuesto el trabajador
popular. Parece difícil pensar así, pero es necesario efectuar la desnaturalización de los marcos
cognitivos que damos por garantizados pues son invisibles cuando pensamos y actuamos.
Desde este encuadramiento el desafío es encontrar otros marcos de protección social distintos
al del salariado y encontrar otras formas de valorizar el trabajo. La política pública en lugar de
dirigirse a criminalizar a los vendedores en el espacio público, debe brindar los mecanismos
para un mayor empoderamiento de estos sectores, como los créditos con bajas tasas de interés,
en contravía de la solución de mercado de las microfinanzas.
Los debates en economía suelen dar por garantizado el horizonte significativo de los hechos. Se
suele reclamar constantemente que una cosa son los hechos y otra los valores, o que los hechos
son tozudos y hablan por sí mismos. Sin embargo, no debemos olvidar que los hechos no ha-
blan por sí solos, siempre tiene que haber un observador que les de voz y esto se realiza dentro
de un horizonte de significado. Este fue uno de los grandes descubrimientos, siglos atrás, de
las tradiciones orientales contemplativas y también de la fenomenología en el siglo XX. De esta
forma, la mente nunca puede quedar en blanco15 pues siempre se encuentra orientada, en una
13 Esto es fundamental para la discusión de quiénes tienen derecho a aparecer en el espacio público. Estas suelen no tener en
cuenta a quienes trabajan en él y suelen tomarse directrices desde escritorio, partiendo de una visión que argumenta que
los trabajos populares en las calles son facilitadores de crímenes y que generan desorden y suciedad.
14 En Colombia existen agrupaciones como el Sindicato de Trabajadores Ambulantes y la Unión general de trabajadores
informales (UGTI).
15 En las últimas décadas hay un crecimiento de la industria de la autoayuda, que instrumentaliza y también tergiversa los fines,
conocimientos y prácticas de las tradiciones orientales antiguas. En este caso concreto, la idea de que la mente puede ponerse
en blanco es una idea falsa, que no se encuentra en las grandes tradiciones de la contemplación y que suele aparecer en cursos
de meditación de mercaderes de las tradiciones antiguas. Para una crítica de estos usos. Ver Iglesias (2015).
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¿Cómo narrar la realidad económica
relación estructurada con los objetos. Por consiguiente, la descripción de los objetos no se da
sobre un plano neutro u objetivo. Siempre se narra o se cuenta una historia y toda descripción
presupone al menos un relacionamiento con el mundo y con los objetos.
En este artículo hemos visto cómo se cree estar debatiendo sobre lo que las cosas son en sí
mismas. Sin embargo, el horizonte significativo de los hechos no es intrínseco a los hechos
mismos, sino que es posible por la estructuración inseparable que hay entre mente y mundo,
y que es lo que permite diferentes encuadramientos mentales. El significado intrínseco de
la materialidad pasa por una membrana humana que no es pasiva, sino que la configura, de
modo que suele ser difícil señalar que viene intrínsecamente de afuera. Esto nos lleva al pro-
blema, profundamente político, de las consecuencias que pueden derivarse de los diferentes
encuadramientos. Hoy, por ejemplo, una gran cantidad de discursos, entre los que se en-
cuentra el coaching, la programación neurolingüística (PNL) y la psicología positiva, utilizan
los marcos cognitivos para sustraer las reivindicaciones materiales, al encuadrar y enfatizar
que los problemas son de actitud, o de vencer al enemigo interior, con lo cual se formulan
soluciones individuales. Así, estos discursos psicológicos actúan como dispositivos de la ra-
cionalidad neoliberal, al promover soluciones basadas en la competencia y la individualidad.
No obstante, criticar este uso, no nos debe llevar a afirmar una imagen reduccionista del ser
humano en la que se niegue la potencia de los marcos cognitivos. La mente no es solo un es-
pejo o reflejo de la naturaleza y aunque aparenta comportarse de esta forma, no es su forma
más propia u original. El uso y significado de los encuadramientos mentales es entonces un
problema profundamente político, y es posible mantener una posición crítica a partir del uso
que le damos a los marcos. Como lo hemos mostrado, no todos los marcos tienen los mismos
alcances, ni posibilitan las mismas cosas, sino que permiten ver, pensar y crear diferentes rea-
lidades, con consecuencias profundamente divergentes para la sociedad y los seres humanos.
Sin embargo, es importante para quienes tienen posiciones críticas, notar si están siendo
“críticos” por qué toman distancia dentro de un marco cognitivo o porque critican el mismo
punto de partida del marco. Hoy son varias las personas que, teniendo posturas “críticas”,
han sido “capturados” por los giros o desviaciones dentro del paradigma tradicional. Como
se mostró, es lo que pasa cuando se piensa y se discute en términos de fallos de mercado, de
irracionalidad, de sesgos cognitivos, del mercado como procesador de información, de bienes
no excluyentes pero rivales o de informalidad.
Por supuesto, no es la intención del articulo profundizar en las discusiones aquí ofrecidas, sino
mostrar la importancia de los encuadramientos cognitivos por las consecuencias que surgen,
y que es importante no debatir con las reglas del marco cognitivo del oponente. En otros tér-
minos, siempre debemos estar atentos, para no pensar y narrar la realidad económica desde el
mismo punto que se quiere combatir.
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58-74
Resumen
La integración del dinero a las teorías del valor es uno de los aspectos que recientemente han tomado mayor rele-
vancia teórica, aunque no existen modelos que hayan dado con una solución —si existe— generalmente aceptada
que modele agentes privados en un sistema competitivo y descentralizado. Para el caso de la crítica de la economía
política es un tema que fue planteado por Marx, con aciertos y errores. Esta investigación sugiere retomar la teoría
monetaria de Marx, pero por un camino heterodoxo o más bien crítico; a saber, los movimientos de mercancías se
desprenden del dinero, este no como mercancía, el cual viene a señalar que el dinero antecede lógicamente al valor,
cuyo aspecto el marxismo más insistente no estaría dispuesto a aceptar. Con ello la esterilidad teórica sepulta uno
de los aspectos más importantes del análisis de Marx: la socialización de agentes privados en un mercado descentra-
lizado con la posibilidad de “un salto mortal” de la mercancía, dicha idea es lo que se rescata en esta investigación.
Palabras clave: dinero; trabajo concreto; trabajo abstracto; mercado.
JEL: B51; P16; P22; P44.
* Artículo recibido: 01 de mayo de 2020/ Aceptado: 04 de julio de 2020/ Modificado: 06 de julio de 2020. El trabajo de
investigación es fruto de un esfuerzo personal e independiente por parte del autor, producto de una reflexión de años
tratando el tema como profesor. Sin financiación. El autor agradece a los revisores, así como sus señalamientos
** Maestro en Ciencias en Desarrollo Local por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (Morelia, México). Profesor del
Instituto San Lucas (Tarimbaro, México). Correo eletrónico: [email protected] https://orcid.org/0000-0002-9257-7311
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Realización monetaria, trabajo privado y forma del valor
Introducción
La teoría del valor trabajo tal como la desarrolló Marx ha sido fuente de inagotables debates1.
Este artículo se propone exponer dos problemas o situaciones de la controversia en la actuali-
dad dentro de la teoría del valor: primero, cómo los trabajos concretos se vuelven trabajo social
—abstracto—2; esto es, cómo los trabajos privados se socializan en un mercado descentralizado,
lo que Marx denomina esquema mercantil simple. El segundo aspecto tiene que ver con el esta-
tus del valor con respecto al dinero; o sea, el valor mismo con la forma del valor.
Se plantea que uno de los problemas de fondo de las teorías del valor es la hipótesis de nomen-
clatura, la cual supone que la economía parte de un sistema de bienes físicos, donde el dinero
solo se introduce una vez hechas las transacciones o realizada la actividad económica para formar
los precios, esto sin importar que el dinero se considere neutral o no. Se puede reconocer a Marx
como uno de los pioneros3 en intentar romper con dicha perspectiva, ya que concibe al dinero
como primer objeto social, o por lo menos intenta introducirlo en relación directa con la mercan-
cía —por ende, con el valor—. Sin embargo, su postura necesita aclaraciones de fondo (Benetti &
Cartelier, 1980; Castaingst, 1984).
La cuestión que se encuentra actualmente es saber si se puede formular un sistema teórico que
haga compatible la introducción del dinero con las teorías del valor. Como es sabido, Benetti (1990)
demostró que, tanto en la teoría neoclásica como en la neoricardiana —en su estado actual—, era in-
superable dicho planteamiento, que ha sido corroborado para la teoría marginalista, recientemente
por Nadal (2019). Para el caso de la teoría del valor-trabajo en Marx o teoría marxista del valor, el
debate se vierte entre quienes consideran que se ha logrado dar con la manera de integrar valor y
la forma del valor; o sea, entre la introducción del dinero en la teoría del valor trabajo4. No se hace
referencia a la célebre transformación de valores a precios, sino al aspecto más puro de la teoría
del dinero; en otros términos, en cómo surge de un sistema de mercado el estatus del dinero como
relación social y por consiguiente como formadora de precios. Otros autores piensan que el dinero
antecede lógicamente al valor, por lo que es innecesario hablar de la integración5 de dinero y valor.
1 Sobre el debate de la teoría del valor trabajo —que es casi inabarcable—, sin duda la obra de referencia sigue siendo la de
Castaingst (1984), y más reciente el trabajo de Moseley (2016), la cual es una lectura obligada que recoge un gran número
de autores, sobre todo anglosajones. Cabe mencionar que dicho trabajo no debate las perspectivas de la teoría actual
monetaria heterodoxa con los de Benetti, Cartelier y Cataño.
2 En la literatura marxista convencional no hay consenso sobre si el trabajo concreto se refiere como trabajo privado y
heterogéneo, en tanto que, si el trabajo abstracto refiere al trabajo social u homogéneo, aquí se usará de forma indistinta.
Aclarando que es una simplificación por fines expositivos y aclarando que este debate es en todo caso más filosófico que
analítico o matemático tal como lo refiere Cataño (1999).
3 A la par, se puede tomar en consideración la obra de Jhon Stuart Mill, entre otros.
4 Para quien conciba al dinero como integrado al valor y por ende a un sistema de ecuaciones como numerario, véase a
Moseley (2005), la obra reciente de Escorcia & Robles (2016), que incluye algunos estudios realizados en Latinoamérica y
que también recogen otros que Moseley ya había publicado de EE.UU. y Europa en 2005.
5 Dicha perspectiva ha sido aceptada como teoría monetaria marxista heterodoxa. Véase Benetti & Cartelier (1998); Cataño
(2009); Guzmán (2018).
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Antonio Lebeo Guzmán Raya
El desafío teórico ha sido afrontado dentro de la tradición marxista como un problema resuelto
al considerar que los precios P se justifican tomando un numerario donde el dinero connotado
como $ estaría representado de la siguiente forma:
Los precios, P*= ($/horas Trabajo) (horas trabajo / producto realizado); por tanto,
P*= $/producto realizado
Como se observa, los que mantienen esta postura sostienen que se “resuelve” tanto la homo-
genización de distintos trabajos concretos y la integración del dinero al circuito de mercancías.
Aunque metodológicamente es correcta la valoración de que el dinero $, ya sea fiduciario o
dinero mercancía queda sin ser resuelto, porque el valor no tiene una proporcionalidad con el
dinero, por ejemplo 1$= 1 hora de trabajo, lo cual arroja el análisis al campo de las probabilida-
des y aproximaciones; no obstante, nunca se acerca a una contabilidad segura y cerrada.
En cambio, una de las características metodológicas de este artículo es que la resolución que se
propone parte de una visión en conjunto de los dos problemas; es decir, se pugna por una uni-
dad de cuenta al dinero, debido a que este remedia las principales dificultades por la forma de
homogeneizar los trabajos privados a trabajo social, y la necesidad de que el dinero sea lógica-
mente anterior al valor. Todo parece señalar que el problema de la socialización de los trabajos
concretos es muy difícil de resolver sino se pone al dinero como unidad de cuenta y magnitud
social. En ese sentido, se puede decir que la perspectiva es una solución monetaria que parte de
Marx en lo que respecta a su metodología integral entre bienes y dinero.
Las ideas aquí desarrolladas son en gran medida tomadas por autores pioneros en la idea del
dinero ex ante al valor, sin tener que considerar un sistema subjetivo de precios-valor (Benet-
ti, 1990; Benetti & Cartelier, 1998; Cataño, 1992; Guzmán, 2018; Castaingts, 1984). Hoy en
día, se tienen distintos matices para aceptar o no la discusión de la integración del dinero al
valor-trabajo o de cómo surge en un sistema descentralizado de mercado el dinero, pero aquí
se entiende que el núcleo del análisis se encuentra en la metamorfosis de la mercancía y en la
forma mercantil simple, este último incluye el equivalente general, la forma relativa y la crista-
lización fija del valor. Los autores detractores como críticos no han señalado lo suficiente, cuan-
do lo han considerado, las implicaciones de desviaciones entre valor y precio desde el tomo I
de El capital. En su mayoría, lo han tomado como un problema de la transformación de valores
a precios del tomo III, de modo que este escrito propone contribuir en dicha cuestión. Si es
correcto este análisis, se ahondaría en la imposibilidad de la integración valor-forma del valor.
El artículo presenta una crítica general a la teoría del valor trabajo en dos tópicos: la imposibilidad
actual de integrar la heterogeneidad de trabajos con el dinero y su relación con el trabajo concreto y
abstracto. Se presenta una perspectiva monetaria que antecede lógica y teóricamente al valor, para con
ello resolver el problema de la integración y señalar algunas implicaciones. La pregunta que a la que se
intenta dar respuesta e ilustrar este trabajo es la siguiente, ¿cómo la moneda puede validar los trabajos
concretos y volverlos sociales? La respuesta que se desarrolla aquí es analítica más que matemática.
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Realización monetaria, trabajo privado y forma del valor
El trabajo presenta dos apartados, el primero expone claramente el problema y sus implicacio-
nes, así como algunas posibles soluciones. El segundo ahonda en una solución monetaria, se
termina con la conclusión y sus respectivas referencias bibliográficas.
Lo anterior, en una síntesis apretada, refiere a las características del valor trabajo concebido por
Marx en El capital. Al respecto sobre el trabajo privado y social, o concreto y abstracto, hay que
señalar que los conceptos pueden tomar distintos matices, pero la idea central es que el mercado
socializa los trabajos individuales catalizándolos en una misma sustancia, el trabajo homogéneo,
el trabajo abstracto pero que aparecen como distintas mercancías. Aquí se podría señalar cierta
crítica a la presentación social del mercado que es el fetichismo, por cosificador, pero hay que
entender que el mercado subsiste gracias a la relación social de intercambio y más aún, no existe
la dualidad producción intercambio, sino una unidad social, entre creación y magnitud social. Pero
el problema, que nos parece central, al cual Marx intenta resolver, es que los intercambios en un
mercado descentralizado se realizan a través de un objeto físico y social —el dinero— en la génesis
del desarrollo de las categorías magnitud y sustancia del valor. De hecho, no podría ser de otra
manera, aquí empieza la cuestión de cómo se va desarrollar la teoría entre valor y forma del valor.
¿A qué tipo de relación se hace referencia?, ¿es una relación directa?, Marx señala que es una
relación de equivalentes, como no podría ser de otra forma, se entrega una unidad y se recibe
la misma en proporción y equivalencia. Sin embargo, todo parece indicar que, Marx es claro
en sus enunciados, pero no aclara de fondo la problemática en lo que respecta a la relación
6 La categoría del valor tiene una evolución a lo largo de la obra de Marx, sobre todo en sus representaciones o relaciones
con la teoría de la forma valor —dinero— y el plusvalor y el capital. En Marx (2007 [1857/1858]) se presenta de una forma
distinta complementaria/contrapuesta a El capital, la forma del valor con el valor.
7 Asunto debatido desde los orígenes de la economía como ciencia, la relación riqueza-valor. Polanyi (2012) ha sido, parece
ser, el autor que mejor ha criticado dicho binomio.
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Antonio Lebeo Guzmán Raya
entre valor y forma del valor. Dicha discrepancia es evidente en el tomo I de El capital, ante
esta ambigüedad se ha tomado, generalmente, una conceptualización dialéctica8 y no optar por
una clarificación numérica, sí es que la hay, por sencilla que fuese9. Para ilustrar lo señalado se
recurre a la fuente:
Ahora bien, el que el precio, en cuanto exponente de la magnitud de valor de la mercancía
sea el exponente de la relación de cambio entre ella y el dinero, no significa, por el contrario,
que el exponente de esta relación de cambio por el dinero sea necesariamente su magnitud
de valor. Supongamos, por ejemplo, 1 quarter de trigo y 2 libras —equivalentes sobre poco
más o menos de 1/2 onza de oro— contengan la misma cantidad de trabajo socialmente
necesario. Las 2 libras serán en este caso la expresión en dinero de la magnitud de valor
de 1 quarter; es decir, su precio. Pues bien, si las circunstancias permiten cotizar el trigo a
razón de 3 libras u obligan a venderlo a 1 libra, tendremos que estos precios de 1 y 3 libras,
aun siendo excesivamente reducido el primero y demasiado alto el segundo para expresar
la magnitud de valor trigo, son, a pesar de ello, los precios de dicho cereal, por dos razones:
porque son la forma de su valor en dinero y porque sirven, además, de exponentes de la
relación en que se cambia por este. Siempre y cuando no se alteren las condiciones de pro-
ducción ni la fuerza productiva del trabajo, la reproducción de un quarter de trigo seguirá
costando el mismo tiempo de trabajo social que antes. [...] Es decir, que la forma precio en-
traña ya de por sí la posibilidad de que medie una incongruencia cuantitativa entre el precio
y la magnitud de valor. (Marx, 2014 [1867], p. 97)
La última parte del parrado citado: “es decir, que la forma precio entraña ya de por sí la posibili-
dad de que medie una incongruencia cuantitativa entre el precio y la magnitud de valor”, Marx
lo justifica en el análisis de la metamorfosis de la mercancía; no obstante, señala un problema
fundamental para el estudio del dinero y el valor. Las divergencias entre valores y precios, auna-
do de la transformación de trabajos privados a sociales, hacen el problema de una complejidad
que ha durado más de un siglo. Generalmente las soluciones han venido en la célebre trans-
formación de valores a precios en el tomo III, pero como se ha señalado con la cita anterior, el
problema se presenta desde el tomo I y persiste en el III. Si se es consecuente, el problema de
las divergencias entre valor y precio no pueden ser medibles, sino solo como probabilidades de
divergencia o convergencia. Esto se evidencia cuando Marx señala el problema de las divergen-
cias —incongruencias— numéricamente, a pesar de que curiosamente no da un ejemplo de cómo
resolverlo numéricamente.
8 Que, dicho sea de paso, el método dialéctico o materialismo dialéctico, es un mito posterior a Marx, creado por sus
seguidores más acérrimos, en donde la dialéctica se volvió el cofre donde ocultar todos los fallos o preguntas incomodas
para el marxismo; al grado de considerar que, para leer y entender a Marx, se tenía una especie de iniciación en el método
dialéctico en el que solo por ese camino se podía descifrar El capital. Para reafirmar esta perspectiva véase la obra reciente
del filósofo marxista Fernández (2019), donde demuele la pretensión de un método dialéctico en Marx.
9 En este punto no se favorece la perspectiva comúnmente arraigada en los neoclásicos, de que entre más matematización,
que tiende muchas veces en lo absurdo, se logre más claridad y rigor, pero si admitir que un sencillo ejemplo aritmético
puede ayudar a comprender la idea y concretizar el ejemplo.
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Realización monetaria, trabajo privado y forma del valor
Si Marx es consciente de la incongruencia cuantitativa entre valor y precio, aspecto que él considera
menor o propio del método científico debido a la metodología de abstracción que emplea, propia de
la metodología cartesiana o galileana (Fernández, 2019), se presenta otro asunto intrínsecamente
relacionado a ello, la existencia de heterogeneidad de trabajos. Al respecto, como casi todo de lo que
escribió Marx, ha sido fuente de inagotables debates, es pertinente plantear de forma clara a qué se
hace referencia. La división social del trabajo y los distintos trabajos específicos, del panadero, car-
pintero, campesino, etcétera, hacen un abanico de trabajos concretos o privados que se socializan en
el mercado, sus trabajos en sí son parte de la matriz de trabajos sociales o del trabajo abstracto, que
potencialmente se realizará en la socialización del mercado. Por tal razón, si no se realizan o venden
sus productos —salto mortal de la mercancía— su trabajo no es validado socialmente.
Más aún, dicha heterogeneidad de trabajos concretos necesita una homogenización, incluso
cuando todos son trabajos abstractos —porque son sustancia de valor, aunque no realizada o
validada—, pero que en realidad se presentan como concretos y necesitan regresar a la matriz
de validación social, al catalizador, el mercado, porque no son iguales hablando en términos de
magnitud y mucho menos de valores de uso. Es necesario que de dicho caos surja una medida
de conmensurabilidad, el problema es cómo se resuelve. Marx señala un camino con dos ma-
tices distintos, uno en la dirección correcta y el otro demasiado simplificado, se da cuenta del
problema al cual no tiene la certeza de cómo resolverlo. La primera pista correcta es:
Se [suele] pasa[r] por alto que las magnitudes de cosas diferentes solo pueden compararse cuan-
titativamente reduciéndolas a la misma unidad. Solo en cuanto expresiones de la misma unidad
tienen un denominador común y son, por tanto, conmensurables. (Marx, 2014 [1867], p. 53)
El problema surge cuando Marx reduce no solo los distintos trabajos concretos a trabajo sim-
ple, sino también los trabajos complejos:
[E]n todo proceso de formación de valor siempre es necesario reducir el trabajo calificado a trabajo
social medio, por ejemplo, un día de trabajo calificado a x día de trabajo simple. Si suponemos,
por consiguiente, que el obrero empleado por el capital ejecuta un trabajo social medio simple,
nos ahorramos una operación superflua y simplificamos el análisis. (Marx, 1985 [1867a], p. 240)
Es relevante que Marx lo conciba como un problema de contabilidad y aritmética, al señalarlo como
“operación superflua”, y no un problema teórico. Si bien, en un párrafo antes, Marx parece contradecirse:
El trabajo que se considera calificado, más complejo con respecto al trabajo social medio,
es la exteriorización de una fuerza de trabajo en la que entran costos de formación más altos,
cuya producción insume más tiempo de trabajo y que tiene por tanto un valor más elevado
que el de la fuerza de trabajo simple. Siendo mayor el valor de esta fuerza, la misma habrá
de manifestarse en un trabajo también superior y objetivarse, durante los mismos lapsos,
en valores proporcionalmente mayores. Sea cual fuere, empero, la diferencia de grado que
exista entre el trabajo de hilar y el de orfebrería. (Marx, 1985 [1867], p. 239).
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Dicha cita es sumamente problemática para la teoría estándar del valor trabajo, Marx se percata y
“corrige” reduciéndola a que todo trabajo se entienda como un promedio de trabajo simple, ¿qué tan
válido es dicha forma de proceder? Metodológicamente es aceptable, pero dentro del marco teórico
que propone Marx es inadmisible —véase lo que está en juego—. Como ha señalado Nadal (1984), la
homogeneidad dentro de un modelo de equivalentes es posible en un sistema social de intercambio.
El problema surge en cómo se forma ese sistema o qué se emplea como medida de homogeneidad.
En Marx no hay nada que reprochar sobre cómo intenta construir el sistema, el problema es la me-
dida de homogeneidad que construye, porque al adoptar el valor trabajo como engrane del sistema
significa en considerar que todos los trabajos son homogéneos, no en su expresión monetaria que es
ya mucho decir, sino en su magnitud de tiempo de trabajo —supuesto de equivalencia—. Y lo mismo
se pude decir para el dinero mercancía. Pero, eso es problemático por la razón de que los productos
de trabajo en cantidad y calidad no responden a las magnitudes iguales de trabajo, como Marx reco-
noce —y de ahí su simplificación de un promedio de trabajo simple—.
Hay que preguntarse cómo pasar del caos, de trabajos heterogéneos, al orden del mercado de
trabajo homogéneo, no en términos físicos sino de abstracción —si se quiere matemáticamen-
te—, ahí es donde entra la idea de sustancia y magnitud de trabajo social; sin embargo, el pro-
blema no recae principalmente en la reconstrucción de las relaciones sociales de intercambio
en un sistema homogéneo como equivalentes, que es ya un enorme avance, se comprende que
el fallo radical de la teoría de Marx como crítica a la economía política, y con ello a la economía
en conjunto, es desarrollar una base de homogeneidad bajo el principio de equivalentes, con
la idea que la igualdad del intercambio es condición del mismo intercambio basado en mismos
tiempos de trabajo. Como idea ética o jurídica no suena mal, pero como idea de mecanismos
de precios es una simplificación excesiva, pues la naturaleza de la división social del trabajo es
complejísima, de ahí que el dinero tenga que interponerse lógicamente como anterior, indepen-
dientemente de lo que se pueda postular sobre el valor.
Parece ser que las asimetrías en el intercambio, por mínimas que puedan ser, han sido una idea
mal aceptada por estar en el centro de la misma idea, una especie de injusticia, de hurto o engaño.
Por ello, el dinero como medida del valor y no como expresión del valor parece ser un análisis más
correcto, esto dentro del campo de los sistemas homogéneos de intercambio. El acceso de un
productor al sistema con una cantidad dada de dinero puede ser igualmente objetiva al evaluar su
salida, si esta fue mayor o menor antes o durante su acceso al sistema de intercambios. En lo que
respecta a los problemas con el dinero mercancía, que se verá más abajo con mayor profundidad,
es lo mismo que con reducir los distintos trabajos a un promedio, dado que el sistema se presen-
taría inestable al aceptar variaciones propias de los distintos trabajos relacionados.
Como ya se ha señalado, la relación forma del valor y el valor conlleva directamente a la proble-
mática de reducción del trabajo simple y complejo. No habría dificultad en aceptar un promedio
de trabajo o una reducción a todo trabajo como trabajo simple, si lo anterior pudiese ser ex-
plicado en un sistema monetario donde se den a conocer o explicasen las incongruencias entre
valor y precio en su aspecto de intercambio mercantil simple.
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Realización monetaria, trabajo privado y forma del valor
Aunque la dificultad no es solo matemática, sino teórica, es necesario ver algunas implicaciones de
las respuestas matemáticas10. La mayoría de autores han optado por el camino de elegir una A matriz
de coeficientes técnicos y N matriz de trabajos concretos, del cual se emplean para obtener los valo-
res trabajos. En este caso se toma el ejemplo de Guerrero (2000) que para el caso cambia N por a011.
[1]
Donde:
Este aspecto puede tomar distintas soluciones, donde la condición de salarios positivos para
las distintas ramas técnicas de la producción cumpla el desarrollo de una estructura salarial.
Donde además se puede obtener una matriz del siguiente tipo cambiando A por B.
[2]
10 Para un análisis de las ecuaciones matemáticas en sus distintas interpretaciones, la obra de referencia sigue siendo
Castaingts (1984). Recientemente ha salido una obra de Mosley (2016) donde hace un recuento de las perspectivas más
actuales. Dicha obra se considera ser la última palabra sobre el tema, pero su perspectiva sigue sin integrar el valor y
el dinero de una forma adecuada. Véase Guzmán (2018) sobre la crítica a la integración del valor y el dinero como si
fueran una relación equivalente de numerarios. Si bien en Guzmán (2018) el ejemplo numérico es bastante deficiente y
rudimentario, el análisis teórico es lo bastante claro para corregir el ejemplo con una formalidad más precisa y clara.
11 La obra de Benetti & Cartelier (1998) ha señalado los principales problemas de los mencionados modelos algebraicos, por lo que
hay que tener en cuenta las observaciones de Klimovsky en dicho sentido: “si todas las filas de la matriz de trabajos concretos
son proporcionales, el vector de trabajo homogéneo es entonces independiente de la estructura de los salarios. En este caso,
si el vector de trabajo homogéneo obtenido difiere del vector propio de Perron-Frobenius de la matriz de coeficientes técnicos,
la teoría del valor-trabajo es incompatible con la técnica dada, cualquiera que sea la estructura de los salarios. En cambio, si la
composición técnica del capital es idéntica en todas las ramas —las matrices A y N tienen la misma dependencia lineal—, la teoría
del valor-trabajo se verifica indefectiblemente, cualquiera que sea la estructura de los salarios” (Klimovsky, 2014, p. 15).
12 El modelo estándar se encuentra, entre otros, en Guerrero, del cual se basa el análisis. Véase, también, Benetti & Cartelier
(1998) y Castaingts (1984).
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Según Guerrero, el valor trabajo directo es homogéneo al convertirlo en masa salarial de acuerdo
a los distintos sectores de producción, pero hay que tener en cuenta que dicha explicación es
incoherente con la misma que da del trabajo homogéneo, puesto que este vendría a ser la suma
de los trabajos directos, y si se esquematiza, lo que vendría a explicar es que el trabajo directo o
privado es presupuesto, pero a la vez resultado para encontrar el trabajo homogéneo. Suponiendo
que es correcta la homogeneización de trabajos concretos o directos13, las limitaciones que pre-
senta es que, la heterogeneidad de trabajos directos se anula, con ello se reduce también la hete-
rogeneidad de bienes, debido a que no se distinguen los distintos métodos de producción, pues
solo recogen el consumo improductivo. La solución para integrar diversidad de bienes y trabajos
concretos conlleva a tener una estructura de salarios positiva. Esta nueva condición, la aceptación
de distintos bienes y trabajos heterogéneos, llevan una interdependencia donde depende de un
vector de salarios positivo. Lo anterior no tiene ninguna novedad, solo que:
Es este tipo de interdependencia entre los datos de una economía que, en el marco clásico,
sirve de base para la determinación de las relaciones de cambio entre las mercancías por
los valores-trabajo, la cual no tiene un alcance general, como es sabido desde Ricardo
(Klimovsky, 2014, p. 18).
En síntesis, los modelos de algebra matricial tiene dos opciones, reducir los trabajos heterogéneos
a costa de reducir conjuntamente los bienes o modos de producción, y reducir los trabajos hete-
rogéneos, incluso manteniendo la heterogeneidad de bienes, a pesar de que cualquiera de las dos
soluciones implica suponer lo que se quiere demostrar. Es decir, la reducción de trabajos concretos
a trabajo abstracto es a la vez supuesto y resultado14. Pero, peor aún, no aclaran qué relación existe
entre la masa salarial con respecto al valor de la mercancía, suponiendo dos cosas, la primera, que
13 Aspecto dudoso y que no se acepta por lo que está por señalarse. Benetti & Cartelier (1998) y Cataño (1992) también
señalan el fallo lógico y teórico.
14 El desarrollo de este tema se encuentra en Castaingts (1984) y Cataño (1992).
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Realización monetaria, trabajo privado y forma del valor
el producto es numerario del valor de la masa salarial y el excedente y segunda que la relación entre
valor y salario es proporcional. Tiempo, dinero y valor se vuelven solo salario, una simplificación in-
admisible desde el punto de vista contable y analítico, ya que se supone en estos análisis de algebra
matricial que los precios P*= ($/horas trabajo) (horas trabajo / producto realizado); por ende, P*= $/
producto realizado. Se observa la primera expresión ($/horas trabajo), para poder aceptar dicha ex-
presión, aunque después las horas de trabajo se vuelven 1 —coloquialmente se eliminan—, hay que
poner atención a $ que es el valor del producto y del salario, dicho dinero lo consideran proporcional
al trabajo vivo o abstracto en los trabajos más recientes de Moseley (s.f.) dice:
[E]l supuesto clave de la teoría del valor trabajo de Marx: [es] que el valor monetario recién pro-
ducido en el periodo actual en la economía como un todo es proporcional a la cantidad de
trabajo socialmente necesario utilizado durante ese periodo, con el valor monetario producido
por hora (m) como factor de proporcionalidad (Moseley, s.f., p. 4).
Los que han pensado haber dado con la solución matemática —¡por lo tanto, también teórica! —
señalan, incluso, la evidencia empírica basada en modelos econométricos. De hecho, la tradición
marxista ha insistido en que la teoría se ve confirmada por la observación empírica estadística y
acuden a Ricardo para su confirmación, como es sabido Ricardo se percató de las deviaciones de los
valores —precios relativos— con las distintas composiciones de capital, y predecía una probabilidad
de desviación. Por consiguiente, según esta perspectiva, que las observaciones entre valores y pre-
cios son las que econométricamente mejor se correlacionan en comparación con otros bienes físicos.
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cuantitativa entre precio y magnitud del valor en el tomo I, que fue el único que publicó. Y si se
considera que el trabajo concreto o los diversos trabajos concretos están ya contabilizados en tér-
minos dinerarios, entonces, ¿dónde queda la contabilidad en términos de magnitud de valor —en
tiempo—? Al tener presente precisamente que la teoría marxista ortodoxa no ha podido resolver
de forma satisfactoria el problema de la integración del valor a la moneda (Benetti & Cartelier,
1980; 1998). Los autores que siguen la teoría del valor de forma convencional o más sofisticada,
se conforman con enunciar que Marx trabaja en el supuesto de igualdad de valores y precios.
Cuando estudiamos el dinero dábamos por supuesto que no existe absolutamente ningu-
na razón para considerar los precios divergentes del valor, ya que solo se trataba de las
variaciones de forma por las que pasa la mercancía al convertirse en dinero y al volver a
convertirse del dinero en mercancía. Tan pronto como la mercancía se vende y con el im-
porte de la venta se compra una nueva mercancía, tenemos ante nosotros la metamorfosis
completa, siendo indiferente en cuanto a ella, considerada como tal metamorfosis, el que el
precio de la mercancía sea superior o inferior a su valor. El valor de la mercancía como base
conserva su importancia, puesto que el dinero solo puede desarrollarse comprensiblemente
partiendo de este fundamento y el precio solo es primordialmente, en cuanto a su concepto
general, el valor en forma de dinero (Marx, 2012 [1894], p. 196).
En este sentido, hay que justificar este supuesto. Las variaciones que son accidentales entre
precios y valores son referidas a causa de la metamorfosis de la mercancía, que es de los temas
menos desarrollados de la teoría marxista15, el ciclo M-D-M, y en el capital como D-M-D’. Pare-
ce que dicha perspectiva justificaría las desviaciones, pero no hay razón suficiente para aceptar
divergencias en un sistema de precios de equilibrio. En consecuencia, si se resuelven las diver-
gencias en la metamorfosis de la mercancía se puede justificar lo que Marx señala sabiendo que
estas desviaciones se estudian desde el tomo I de El capital y no solo desde el tomo III. La po-
sición de Marx en este punto es de lo más difícil, porque si se plantea que las desviaciones hay
que remitirlas a la metamorfosis de la mercancía, parte sumamente abstracta —definitivamente
usa sus dotes de filósofo alemán—, habría que estudiar este aspecto solo por espacio y remitirse
a los que son centrales del debate, pero teniendo en mira que lo que resulte debe ser tomado
como parte de la solución de la socialización de los trabajos privados.
15 Véase los artículos de Guzmán (2016; 2018) para un análisis al respecto, que es extremadamente abstracto y difícil, como
toda la sección primera de El capital.
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Realización monetaria, trabajo privado y forma del valor
Lo anterior, se ha planteado en torno a las formas del valor —I, II, III y IV— y el equivalente general.
El valor relativo de una mercancía solo tiene una expresión en un equivalente como mercancía x,
y, z, etcétera. De ahí se avanza para encontrar una forma desplegada del valor, de la forma II a la III
donde se encuentra el problema, dado que si no se puede pasar de una a otra —de la II a la III—, no se
puede aceptar que una sola mercancía juegue el papel de equivalente general y por ende se rechaza
la posibilidad de considerar al dinero como mercancía y a la vez como equivalente general. El pro-
blema, que es complejo, ha tenido dos respuestas de quienes piensan en su imposibilidad (Benetti,
1990; Benetti & Cartelier, 1980) y de quienes creen haber solucionado el problema (Robles, 2005).
Pero como ha mostrado Guzmán (2018), el problema principal no se encuentra en las formas del va-
lor, sino en la metamorfosis de la mercancía, puesto que si se puede pasar de la forma II a la III es irre-
levante para el problema de las variaciones entre valor y dinero mercancía. Entonces si es correcta la
apreciación, el problema que presenta la metamorfosis de la mercancía en su relación M-D-M, ya que
el esquema mencionado presenta un supuesto bastante restrictivo si se asume que las n mercancías
(M) tienen valores equivalentes y relativos; es decir, en dicho esquema todas las n mercancías con-
notadas con M y el mismo dinero D que es una mercancía tienen que tener los mismos valores para
que se pueda respetar el principio de equivalencia, a lo cual, pone en duda el sistema como economía
mercantil distinta al trueque. Por consiguiente, daría lo mismo cambiar directamente M por otra M
sin pasar por D, solo D se justificaría por ser reconocido socialmente o ser socialmente aceptado.
El dinero no podría ser comprendido como mercancía no por su imposibilidad categórica, sino
por su irrelevancia analítica, porque de acuerdo a Marx, las discrepancias de valor no son justi-
ficadas fuera del análisis de atracción repulsión entre el valor relativo de M y el equivalente D
que generan al momento de M-D la cristalización fija del valor, pero el problema es mantener
una postura que permita las discrepancias con un supuesto de equivalencia. El valor no permite
trabajar en ese esquema por lo que se puede sostener lo que se ha mencionado, el dinero está
indeterminado o es superfluo.
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Antonio Lebeo Guzmán Raya
Si hasta lo ahora lo tratado es correcto, el dinero tendría que ser replanteado. Marx da una pista al
señalar que la mercancía va de la mano con los movimientos del dinero, tomando al dinero como
ex ante al valor16. El considerar una economía monetaria conlleva algunas ventajas; en primer lugar,
regresa a su lugar el proyecto de la economía en sus orígenes, el dinero como un asunto institu-
cional. Polanyi (2012 [1944]) en su magna obra fue uno de los primeros críticos que señaló la se-
mejanza que guardaban en común los economistas liberales y socialistas, al interpretar al dinero
como mercancía y al patrón oro como estatus de convergencia monetaria universal.
Concebir al dinero dentro del sistema como principio permite introducir la idea de “salto mor-
tal” de la mercancía —posibilidad de crisis— además de la sociabilización de los trabajos con-
cretos en trabajo abstracto, porque es por medio del dinero17 que se socializan las relaciones
mercantiles. En otros términos, de pasar en su forma mercantil simple M-D-M se opta por
D-M-D. Este aspecto parece trivial, y parece sugerir a la parte anterior donde Marx propone su
análisis de la transformación del dinero en capital, pero no lo es. La implicación conlleva a que
el dinero se presenta como la única fuente de validación social.
Esta teoría de la “circulación mercantil simple” permite ver que es el dinero lo que consti-
tuye la verdadera y única unidad o magnitud económica del sistema mercantil. Los trabajos
privados permiten plantear los avances monetarios iniciales —y de esta manera la produc-
ción tiene un papel en la creación del valor— y así el trabajo general resulta ser una realidad
imposible de pensar por fuera del dinero pues son los saldos monetarios finales las que
socializan o niegan las actividades privadas (Cataño, 1999, p. 117).
Es a través del intercambio donde se realiza la forma social de la mercancía, y a su vez se respeta el
“salto mortal” de la mercancía, puesto que no hay forma de saber si las transacciones se han realiza-
do, a menos que sea mediante el movimiento monetario. La idea del “salto mortal” de la mercancía
consiste en que la realización del trabajo concreto se expresa a través de la compra-venta realizada,
si esta no se realiza, el valor no es validado, por tal razón es que la forma monetaria sea la única ex-
presión de la relación social contable de forma integral. Marx supone dicho esquema al mencionar:
[E]l dinero solo asume la función de medio de circulación porque es el valor sustantivo de
las mercancías. Su movimiento como medio de circulación no es, por tanto, en realidad, más
que el movimiento de forma de las propias mercancías. Por eso este tiene que reflejarse,
incluso de un modo tangible, en el curso del dinero (Marx, 2014 [1867], p. 109).
16 Para un estudio amplio sobre las implicaciones de considerar al dinero anterior al valor, véase Benetti & Cartelier (1980) y
Cataño (2009).
17 En este sentido, se puede mencionar que los precios son de una naturaleza monetaria, o sea que la moneda es unidad de
cuenta y medio de cambio.
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Realización monetaria, trabajo privado y forma del valor
legitimado. Al tomar la moneda como fiduciaria permite a D-M-D replantear la emisión monetaria
emitida de forma institucional, ya sea centralizada o descentralizada. Los productores necesitan
iniciar el proceso con dinero, de acuerdo a sus expectativas de producción, en este sentido se pue-
de generar una matriz de pagos18, donde los saldos pueden corresponder al equilibrio o no, ya que
lo que unos venden otros lo pagan de tal manera que no todos compran y venden en igual medida
(Benetti & Cartelier, 1998; Cataño, 2009). Con ello se pone énfasis en que la estructura monetaria
no es neutral, donde se pueda considerar la asimetría de una economía capitalista, la ganancia y
el salario. No se desarrollará aquí la idea de plusvalía e interés, pero si es de señalar que no son
incompatibles con la perspectiva monetaria (Cataño, 2009). Dicho asunto es un avance notable
para desarrollar la teoría económica retomar las intuiciones de Marx.
Si los productores entran con dinero para adquirir mercancías, el saldo final tiene en cuenta las
transacciones donde el equivalente puede realizarse con un sistema de precios establecido de
acuerdo al número de productores y transacciones realizadas, y la expectativa de cambio puede
determinar el volumen de masa monetaria. Si algún productor sale con mayor saldo o con un sal-
do menor no es señal de un desajuste de equivalentes, sino que puede ser señal de vender menos
sobre sus compras o comprar más sobre su presupuesto inicial. Dando la posibilidad del crédito.
El problema de explicar los precios ya sea a través de la teoría objetiva o subjetiva del valor, se
remonta a que la riqueza tiene un valor y de ahí se desprende un precio, aunque la valoración no
se traduce inmediatamente a un precio, como Marx lo señaló. La preocupación de que el meta-
bolismo del mercado cosifica todo lo que entra a su catalizador es algo evidente ante la destruc-
ción social y ecológica. No obstante, un sistema de precios institucional en donde se genera una
masa monetaria de acuerdo a las expectativas de producción o a las posibilidades históricas de
las fuerzas productivas permite poner un freno tanto a la visión mítica del progreso que tanto los
economistas liberales como muchos marxistas comparten. El dinero generado institucionalmente
rompe de lleno la idea marginalista de un dinero neutral, o como simple unidad de cuenta que
responde a las expectativas racionales sobre la inversión. La forma de acceder al dinero determina
la posición en las transacciones de mercado, tanto en la producción como el consumo.
La objeción principal a la idea de un dinero endógeno e institucional es que se cuestiona cómo en-
tender la determinación y variación de precios, y cómo explicar el valor con los arreglos institucio-
nales. Al primer cuestionamiento se ha de decir que los precios son determinados, en un sistema
mercantil simple, por la producción y el número de productores en donde los precios son ideales;
es decir, sobre expectativas libres entre lo que se ofrece y se está dispuesto a comprar, para así
concretar el precio de mercado, y su resultado es el cociente entre masa monetaria y bienes pro-
ducidos, lo cual es un precio ajeno a la voluntad de los individuos. Al segundo cuestionamiento,
los valores institucionales con respecto a los productores son directos con el agente que emite la
moneda, ya que sin dinero no hay precios. Las reglas dependen entonces con la emisión y el pago.
18 Un desarrollo de este tema se encuentra matematizado en Benetti & Cartelier (1998) y Cataño (2009).
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Antonio Lebeo Guzmán Raya
Hay que aclarar que, el optar por una forma de contabilidad monetaria sobre otras, no signi-
fica extrapolar o borrar una estructura social y económica, la forma estructural cuantitativa o
cualitativa debe ser descrita a detalle de la forma más precisa posible, si una forma monetaria
permite explicar el porqué de la producción circulación en forma conjunta, mejor que otras
formas, ese “mejor” necesariamente será relativo y muy limitado, porque la cuantificación por
su método tiende a simplificar el fenómeno, como también se simplifica a través de una teoría
del valor. El problema dual de valor-precio ha enseñado que muy probablemente dicho enfoque
sea incorrecto, el valor sin duda es intrínseco a la dignidad de la persona, y no a una cualifica-
ción de un objeto como si se tratase de un concurso de cualidades. Sin embargo, hoy en día, no
hay una teoría económica que haya podido integrar esta transformación, hasta donde se tiene
conocimiento en esta investigación, el único economista que ha señalado de forma clara sobre
la relación valor-riqueza —mercancía— fue Karl Polanyi, teniendo en cuenta que lo que diferen-
ciaba al mercado del capitalismo era que este último transformaba elementos que eran falsas
mercancías —la tierra—, al trabajador y al dinero.
Conclusiones
El olvido de temas relevantes dentro de la teoría económica es asunto que debe de evitarse.
Aspectos tan cruciales como el del dinero, mercado, explotación —por mencionar solo algu-
nos—, son fundamentales en las sociedades actuales. La teoría marxista convencional ha sido
relegada por su falta de apertura a plantear soluciones frente a problemas que Marx abordó
de una forma que da las pautas necesarias para reconstruir la ciencia económica alejada de
buena parte de la esterilidad de la teoría neoclásica. Se cree que uno de los aspectos menos
desarrollados y más importantes de la crítica de la economía política es con respecto al dine-
ro y su relación con la mercancía. No se puede continuar soslayando la crítica frente a estos
temas. Quienes han hecho frente a este problema desde una postura del valor trabajo, parten
con la premisa de lo mismo que quieren encontrar como resultado, siendo lo anterior uno de
sus principales fallos frente al problema. Mientras no se reconstruya teóricamente esa pre-
misa, no será fácil salir de ese callejón sin salida, al menos de dar como acabado un sistema
teórico como totalidad, en el cual los problemas que se presentan son fisuras menores, pero
como se ha estudiado, no es el caso.
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Realización monetaria, trabajo privado y forma del valor
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75-97
El excedente económico
en economías periféricas:
una perspectiva teórica
desde los aportes de Baran,
Prebisch y Furtado*1
Manuel Rubio-García**2
Universidad Nacional de Colombia – Sede Bogotá
Santiago Castaño-Salas***3
Universidad Nacional de Colombia – Sede Bogotá
https://doi.org/10.15446/ede.v30n57.86865
Manuel Rubio-García - Santiago Castaño-Salas
Resumen
En la teórica económica, la perspectiva del excedente económico —EE— tiene una doble importancia en las
economías periféricas. En primer lugar, su esquema teórico incorpora la cuestión del patrón de desarrollo,
esto es, el análisis del grado de cambio en las estructuras productivas y ocupacionales, y en correspondencia,
de las transformaciones tanto en la distribución del ingreso como en el perfil de la inserción externa de una
formación social dada (Vera, 2013). En segundo lugar, esta perspectiva teórica permite el análisis histórico de
diferentes patrones de desarrollo, cuya explicación está centrada en el perfil del conflicto distributivo. En el
* Artículo recibido: 30 de abril de 2020/ Aceptado: 22 de julio de 2020/ Modificado: 18 de agosto de 2020. El artículo es
parte del trabajo del semillero de Economía Heterodoxa del Grupo de Socioeconomía, Instituciones y Desarrollo (GSEID)
de la Universidad Nacional de Colombia - Sede Bogotá. Así mismo, hace parte del documento de tesis de la maestría en
Desarrollo Económico del Instituto de Altos Estudios Sociales-IDAES de uno de los autores en la Universidad Nacional de
San Martín (San Martín, Argentina). Sin financiación. En especial, agradecer los elementos de discusión y de corrección
aportados por los/las evaluadores/as anónimos/as, los cuales fueron muy valiosos. La responsabilidad por los errores o
por las omisiones es exclusiva de los autores.
** Magister en Desarrollo Económico por la Universidad Nacional de San Martin (San Martin, Argentina) y estudiante de
Doctorado en Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia - Sede Bogotá. Integrante del Grupo de
Socioeconomía, Instituciones y Desarrollo (GSEID) del Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID) de la Universidad
Nacional de Colombia. Correo electrónico: [email protected] https://orcid.org/0000-0001-7758-7936.
*** Candidato a Magister en Desarrollo Económico de la Universidad Nacional de San Martin (San Martin, Argentina) y estudiante
de Doctorado en Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia - Sede Bogotá. Integrante del Grupo de
Socioeconomía, Instituciones y Desarrollo (GSEID) del Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID) de la Universidad
Nacional de Colombia. Correo electrónico: [email protected] https://orcid.org/0000-0002-4980-1111
Ens. Econ. 30(57) * julio - diciembre 2020 * e-ISSN 2619-6573 * pp. 75-97 75
El excedente económico en economías periféricas
presente artículo se realiza una exposición de la perspectiva del excedente económico desde las perspectivas
de Baran, Prebisch y Furtado para las economías periféricas, así como también, una aproximación al análisis
del grado de desarrollo a partir de la noción de fases de transformación productiva. Se concluye que la pers-
pectiva del EE es útil para comprender el grado de diversificación productiva a partir de la interacción entre
puja distributiva —apropiación y uso del EE— y las formas de acumulación de capital.
Palabras clave: estructuralismo latinoamericano; excedente económico; capital monopolista; desarrollo eco-
nómico; diversificación productiva; economías périfericas.
JEL: B15; B52; B51; E11; E24; F43; O11; O14.
Abstract
In economic theory, the perspective of the economic surplus has a double importance in peripheral econo-
mies. First, its theoretical scheme incorporate the question of the development pattern, that is, the analysis of
the degree of change in the productive and occupational structures, and in correspondence, of the transforma-
tions both in the distribution of income and in the profile of the external insertion of a given social formation
(Vera, 2013). Secondly, this theoretical perspective allows the historical analysis of different development
patterns, whose explanation is centered on the profile of the distributive conflict. This article presents an
exposition of the perspective of the economic surplus from the perspectives of Baran, Prebisch and Furtado
for the peripheral economies, as well as an approach to the analysis of the degree of development from the
notion of phases of productive transformation. It is concluded that the economic surplus perspective is useful
to understand the degree of productive diversification based on the interaction between the distributional
equitable —appropriation and use of economic surplus— and the forms of capital accumulation.
Keywords: Latin American structuralism; economic surplus; monopoly capital; economic development; pro-
ductive diversification; peripheral economies.
JEL: B15; B52; B51; E11; E24; F43; O11; O14.
Introducción
El objetivo del presente artículo es presentar algunas versiones teóricas del excedente econó-
mico —en adelante, EE— bajo una delimitación analítica que permita caracterizar el patrón de
desarrollo de una economía del capitalismo dependiente o periférico1.
1 La noción “Centro-Periferia” tiene orígenes en los estudios que desarrollaban simultáneamente a mediados del siglo XX Raúl
Prebisch desde Chile en la Comisión Económica para América Latina - CEPAL y Hans Singer desde Reino Unido. En estos se
mostraba como los termino de intercambio de los países exportadores de materias primas se venían deteriorando hace más de
un siglo, por lo que, en el comercio internacional, sólo se estaban beneficiando los países exportadores de bienes terminados
o industriales (Alberti, O’Connell & Paradiso, 2008; Rodriguez, 1980). En este trabajo se entenderá por países centrales y
países periféricos las definiciones dadas en los trabajados de la CEPAL desde su creación —1948— y que se sintetizan en la
definición dada por Rodríguez (1979) acerca de que los países periféricos tiene estructuras económicas con productividades
“heterogéneas” y “especializadas” mientras que los países centrales tienen estructuras “homogéneas” y “diversificadas” ,
llevando así a que en los países periféricos las exportaciones se concentren en pocos bienes primarios, y la diversificación
horizontal, la complementariedad intersectorial y la integración vertical de la producción posean escaso desarrollo, de tal
modo que una gama muy amplia de bienes, sobre todo de manufacturas, debe obtenerse mediante la importación.
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Manuel Rubio-García - Santiago Castaño-Salas
Se trata de sistematizar una tradición teórica que aborda la particularidad de los problemas de
las estructuras económicas subdesarrolladas o dependientes en el marco de la perspectiva del
EE. Sin embargo, ¿cuáles son los lineamientos generales que guían una visión del desarrollo
bajo una perspectiva del EE?
Una perspectiva integral del proceso de desarrollo enfatiza el análisis de las dinámicas de la estruc-
tura productiva; específica a cada formación socio-económica, con sus tensiones entre clases
sociales —diversos estratos de capitalistas, trabajadores y rentistas—, con su configuración del
poder político- social al interior del Estado y del mercado y, con esto, con las restricciones
internas y externas al proceso de desarrollo nacional (Baghirathan, Rada & Taylor, 2004; Da
Conceiçâo-Tavares, 1980; Prebisch, 1981).
Así mismo, basada en la perspectiva del EE, la visión del desarrollo intenta superar la comprensión
del proceso productivo como una caja negra2 de entrada de factores productivos y una salida de un
nivel de producto dado, bajo supuestos adecuados3. Lo cual supone una desconexión entre la distri-
bución del ingreso y la dinámica de acumulación de capital (Furtado, 1969), en donde los patrones
de distribución del ingreso son resultados pasivos de una tecnología de producción dada (Yeldan,
1995). Se trata entonces de plantear una alternativa a una concepción mecánica de la distribución
del ingreso determinada por condiciones técnicas, naturales o accidentales (Bhaduri, 2007).
En este sentido, se trata de una representación que pone el énfasis el problema de la distri-
bución del ingreso entre grupos sociales y sus efectos sobre la inversión productiva (Bhaduri,
2007; Bhaduri & Marglin, 1990), más que en el desarrollo entendido como un proceso de cre-
cimiento del producto social como jalonado principalmente por el cambio técnico en el marco
del libre funcionamiento de las fuerzas del mercado (Bhaduri, 2007), en donde los resultados
esperados —neutrales— se juzgan respecto del libre funcionamiento de las fuerzas de mercado,
o por negación respecto a “rigideces” o “fallas” impuestas políticamente al funcionamiento de
un mecanismo natural (Shaikh, 2016).
2 Para Luigi Pasinetti, la escuela marginalista ha sido preponderante en la “escena del pensamiento económico oficial desde
1870”, apareciendo como su preocupación teórica principal el comportamiento racional del consumidor. Esto supone
una mirada desde el comportamiento atomístico, maximizador y competitivo. Así, “este esquema no tiene ninguna
conexión con el fenómeno de la producción. El problema que viene afrontando es el de la óptima asignación, mediante el
intercambio, de una cierta dotación y distribución inicial de recursos” (Pasinetti, 1983 p. p. 38-39). En particular, la teoría
de la producción marginalista es una adaptación de la teoría del consumidor racional; esto es, el intento por “modelar una
teoría de la producción de forma que se ajustará a los requerimientos de una teoría reconstituida sobre la ‘asignación’
óptima de un cierto fondo de recursos” (Pasinetti, 1983 p. 40). Para Pasinetti, son Wicksell y Böhm-Bawerk quienes
intentan desarrollar la teoría margnalista de la producción y la distribución dados los problemas de agregación, definición
de capital en valor y el problema de concebir a la riqueza como un fondo; es decir, los autores que buscan la forma de
superar los problemas propios de una concepción pre clásica de la teoría económica (Pasinetti, 1983).
3 En particular, se trata de la representación de la producción mediante la Función de Producción Agregada —FPA—, la
cual implica una explicación de la distribución basada en la productividad marginal de los factores. Sin embargo, es
precisamente esta representación técnica de la producción y la distribución la que es independiente de alguna teoría de la
distribución y la producción (Shaikh, 1974).Para una consideración metodológica de la visión estándar en general en los
problemas de agregación y del supuesto de racionalidad de la FPA en particular, ver Shaikh (2016).
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El excedente económico en economías periféricas
Sin embargo, ¿qué significa analizar de manera integrada la distribución del ingreso, el proceso de
acumulación de capital y la tasa-patrón de crecimiento del producto social? En primer lugar, dis-
tanciarse de una versión separada entre producción y distribución con soluciones técnicas dadas,
asumiendo que relaciones sociales antagónicas vinculan la distribución del ingreso con la dinámica
de acumulación de capital y; con ello, el perfil de crecimiento de una economía (Danielson, 1990).
En segundo lugar, si se asume que el proceso de acumulación de capital presupone un modo de re-
solución del conflicto distributivo (Yeldan, 1995), se hace necesario incorporar dimensiones del con-
flicto social relevantes para la comprensión de formaciones sociales concretas (Danielson, 1994).
En tercer lugar, desde un punto de vista del análisis histórico4, esta alternativa teórica tiene
especial importancia respecto a predicciones basadas en visiones lineales del desarrollo eco-
nómico. Así, se ha prescripto como regularidad de largo plazo del proceso de desarrollo que,
tomando como punto de partida una economía agraria, en donde la desigualdad en la distribu-
ción del ingreso es baja con aumentos en la formación de capital fijo —proceso de industriali-
zación—, se experimenta una profundización de la desigual distribución del ingreso (Bernard et
al., 2013). De ahí que, el proceso de crecimiento del producto social y la transformación de la
estructura social implican una ampliación en la desigual distribución del ingreso. Sin embargo,
esta relación tendrá un punto culminante, en cual se puede hacer compatibles disminuciones
en el grado de desigualdad en la distribución del ingreso con un continuo crecimiento de las
tasas de crecimiento económico (Bernard et al., 2013). En general, la conexión establecida im-
plica la necesidad de profundizar la desigualdad en la distribución del ingreso para lograr altas
tasas de crecimiento en el largo plazo.
4 Entendido como tiempo histórico, en contraposición al tiempo lógico, en el marco de un análisis de la tensión entre
regularidades y transformaciones en el largo plazo (Aglietta, 1979).
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Manuel Rubio-García - Santiago Castaño-Salas
Estas visiones adolecen de una falta de perspectiva relacional que vincule la generación, apro-
piación y uso del EE para explicar el proceso de desarrollo de unas áreas geográficas con el sub-
desarrollo de otras que vincule los factores institucionales y políticos en el marco de relaciones
antagónicas entre grupos sociales, en el Estado y en el mercado5. Perspectivas lineales que
conllevan prescripciones o recetas universales para lograr el desarrollo como un estado, hacien-
do abstracción del proceso histórico político y económico en una estructura social específica
(Furtado, 1969; Prebisch, 1981).
Sin embargo, ni desde una perspectiva analítica ni desde una empírica se puede concluir que
sea necesario reducir la participación —directa vía relación salarial, o indirecta vía transferencias
estatales— de los trabajadores en el ingreso nacional para lograr dinamizar el ritmo de creci-
miento económico de una economía (Garegnani & Palumbo, 1997).
Más bien, para el análisis de las diversas formas en que se configura en una formación social,
la estructura productiva, las normas de apropiación del EE y el perfil de inserción al sistema
mundo capitalista, se hace necesario tener en cuenta el impacto que la demanda por exporta-
ciones, el desarrollo del mercado interno —normas de producción y normas de distribución— y
la inversión pública pueden tener sobre la tasa de crecimiento económico de largo plazo de un
país(Sbattella, Chena, Palmieri, & Bona, 2012).
De modo que, en un primer momento, se realiza una exposición analítica de la propuesta teóri-
co conceptual del EE de Baran, Prebisch y Furtado.
En particular, Baran busca desarrollar la perspectiva marxista del EE en el marco del capitalismo
monopólico, explicando tanto el surgimiento de la gran empresa como el rol del Estado en una
economía capitalista desarrollada —EE. UU.— (Baran & Sweezy, 1976). Sin embargo, también
5 En la perspectiva de la teoría de la elección racional, aun cuando se incluyen el proceso político o la interacción entre grupos
sociales, mantienen los supuestos de híper-racionalidad, la maximización de la utilidad, la perspectiva atomística, como
supuestos guía de su constructo teórico. Realizando una reducción de la acción social en el mercado, en el Estado y de los grupos
sociales a normas preconcebidas y a reglas de comportamiento reduccionistas (Hodgson, 2012; Shaikh, 2016; Zafirovski, 2003).
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El excedente económico en economías periféricas
propone un abordaje histórico de las formaciones sociales a partir de la relación entre usos del
EE, desarrollo de fuerzas productivas y grado de desarrollo socio económico (Baran, 1958), lo
cual está en línea con la propuesta analítica planteada en la presente investigación.
Por otra parte, los trabajos teóricos y empíricos basados en la perspectiva del EE en los últimos
20 años tienen en cuenta las discusiones teóricas y empíricas derivadas de los planeamientos
de Baran6. Por tanto, resulta relevante para analizar la relación entre una desigual distribución
del ingreso y la dinámica de acumulación de capital en una economía dependiente.
Marco analítico
La perspectiva del EE puede ser útil para la comprensión del proceso de desarrollo en diferentes for-
maciones sociales, a partir del siguiente vínculo analítico: el patrón y la tasa de crecimiento econó-
mico están determinados tanto por la magnitud como por el uso del excedente, que a su vez están
explicados por los resultados del conflicto distributivo (Danielson, 1994; Serrano & Medeiros, 2001).
En este sentido, no se trata solamente de la tasa de crecimiento observada del producto so-
cial sino también del análisis de los cambios socioeconómicos que implica y que pueden ser
caracterizados a partir de cambios en la estructura productiva, en el perfil de la demanda y
de la ocupación, en el nivel y composición del excedente en forma de ingresos, en la fuente
sectorial de los aumentos de productividad y en la composición del sector externo, entre otros
(Vera, 2013). Estos procesos, a su vez, interactúan con un conjunto de políticas deliberadas,
regímenes políticos y otras instituciones sociales, que en general puede servir de insumo para
el análisis histórico-estructural (Prebisch, 1981; Serrano & Medeiros, 2001).
6 En especial, ver: Barclay & Stengel, 1975; Childs & Kidron, 1975; Danielson, 1990; Danielson, 1994; Lippit, 1985; Riskin,
1975; Sbattella, 2001; Sbattela et al., 2012; Shaikh & Tonak, 1994 Somel, 2003; Yeldan, 1995.
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Manuel Rubio-García - Santiago Castaño-Salas
interna bajo la forma de relación salarial7. Esto conlleva a un proceso de cambio estructural que
se expresa en un aumento de la productividad del sector manufacturero e industrial, cambios
en la composición del producto social —estructura productiva— y; por ende, en la composición
del sector externo —exportaciones-importaciones—. Es de resaltar que, al incorporar dimen-
siones asociados al patrón del desarrollo, se plantea el rol de impulso y de restricción a la
diversificación productiva del modo de inserción a la economía mundial de las economías del
capitalismo subdesarrollado.
Bajo esta mirada general, en lo que sigue se realiza la presentación teórica de la perspectiva
del EE en Baran, Prebisch y Furtado. Asimismo, se utiliza la noción de fases de transformación
productiva como una aproximación para evaluar el grado de diversificación productiva en una
formación socioeconómica.
7 La relación salarial implica al menos tres aspectos. Por una parte, la generalización de la organización capitalista
del proceso productivo y, en correspondencia la generalización del principio de ingreso o pago monetario. En
segundo lugar, la idea de un modo capitalista de existencia y reproducción de la fuerza de trabajo. Por último, un
conjunto de condiciones legales y de normas sociales que implican un modo de regulación dado de los conflictos
sociales derivados de la relación capital-trabajo (Boyer, 2002).
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El excedente económico en economías periféricas
Para la presentación de la perspectiva de Baran, Prebisch y Furtado, se asumen como dadas las
técnicas productivas8. Si bien, se asume que existen interacciones entre la estructura de mercado,
el cambio tecnológico y la estructura social configurando el patrón de desarrollo, aquí se delimita
el análisis a la interacción entre conflicto distributivo, proceso de acumulación de capital, incorpo-
rando la idea de la tasa- patrón9 de desarrollo económico o crecimiento del producto social.
Baran y Sweezy utilizan una definición general del excedente como “la diferencia entre lo que
una sociedad produce y los costos —asociados— de esta producción” (Baran & Sweezy, 1976).
Por otra parte, desde una perspectiva histórica, Baran define el excedente económico como “la
porción del producto agregado no absorbida por el consumo de los productores directos de la
sociedad y por la reposición ordinaria de sus medios de producción” (Baran P. A., 1958). Los
costos de reposición de la producción de una sociedad, en la primera definición, se hacen explí-
citos en la segunda definición como consumo directo de los productores y costos de reposición
de los medios de producción.
Por otra parte, Baran realiza su análisis en el marco del capitalismo monopólico, donde tiene un
rol central la distinción entre EE real —o efectivo— y EE potencial, dado que en la magnitud del
excedente puede distinguirse aquella parte que se ha convertido en real o efectivo, de la parte
considerada como potencial, distinguiendo “los usos específicos a que ambas porciones se di-
rigen [que] están determinados y a su vez determinan el grado de desarrollo económico de las
fuerza productivas, la correspondiente estructura de relaciones socio-económicas, y el sistema
de apropiación del excedente económico que esas relaciones implican” (Baran P. A., 1958).
8 En el caso de los salarios, se presenta una variación del tratamiento en la economía política clásica. Si bien se trata
de una determinación exógena de los salarios, en presencia de heterogeneidad estructural, debe incorporarse la
noción de modo de reproducción social de la fuerza de trabajo.
9 Como en la economía política clásica, en la versión moderna del excedente, el punto de partida es que existen
clases sociales que apropian el excedente económico, asignándole usos que pueden implicar o no el impulso al
proceso de acumulación de capital, lo cual tiene efectos en el crecimiento y composición del producto social de
largo plazo y, a su vez, en la composición del sector externo y la estructura ocupacional.
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Manuel Rubio-García - Santiago Castaño-Salas
Sin embargo, ¿en qué consiste tal relación entre excedente económico real y excedente poten-
cial? En primer lugar, el EE real —o efectivo— se define como la diferencia entre la producción
social y el consumo efectivo corriente. Así, se identifica con la parte efectivamente acumulada,
dado que no incluye ni el consumo capitalista, ni los gastos gubernamentales en administración
pública, etcétera (Baran P. A., 1958). Este excedente económico real se asume como existente
para toda época y en toda formación socioeconómica. En la discusión teórica, esta noción de EE
ha sido identificada con la tradicional noción de ahorro y; en consecuencia, puesta en duda su
utilidad específica para en análisis del proceso de desarrollo (Lippit, 1985).
Por otra parte, el EE potencial se define como “la diferencia entre la producción que podría
obtenerse en un ambiente técnico y natural dado con la ayuda de los recursos productivos uti-
lizables, y lo que pudiera considerarse como consumo esencial” (Baran P. , 1968).
Por último, la definición de excedente potencial es la más discutida por los trabajos teóricos y em-
píricos realizados bajo este enfoque (Santarcángelo & Borroni, 2012). Dado que su definición
supone una lógica metodológica en el planteamiento del excedente económico que compara
la sociedad existente con una “sociedad ordenada en forma más racional” (Baran, 1968). Así,
en Baran hay una perspectiva normativa en la distinción entre excedente real o efectivo y exce-
dente potencial, visión que es expresada entre lo que la sociedad es y lo que podría llegar a ser
(Barclay & Stengel, 1975; Santarcángelo & Borroni, 2012).
10 En últimas, Baran establece que “la abundancia y baratura de los esclavos embotó cualquier iniciativa encaminada
hacia la innovación técnica y el progreso” (Baran P. A., 1958).
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El excedente económico en economías periféricas
Así, esta lógica analítica es limitada para la comprensión de la relación entre conflicto distributivo
y patrón de desarrollo en economías existentes, dado que implica la comparación de una situación
dada con una situación ideal (Lippit, 1985). Sin perjuicio de ello, la comparación entre la magnitud
del excedente potencial y la magnitud del excedente económico real o efectivo, tiene potencia
analítica si puede evidenciar los virtuales usos productivos y poner de relieve en la utilización del
excedente el sustento de la estructura de poder social (Sbattella et al., 2012).
Por último, Baran plantea el EE planificado, como la diferencia entre el producto considerado
como “óptimo” respecto al volumen “óptimo” de consumo. Tal producto óptimo supone unas
condiciones técnicas y naturales dadas, como también una utilización planeada “óptima” de los
recursos productivos, que están en disposición en un momento dado. Los niveles óptimos de
la producción, consumo, ahorro e inversión estarán dados por un plan racional definido social-
mente (Baran,1968). Sin embargo, su aplicación al análisis del patrón de desarrollo es limitada
dado que supone una economía centralizada, cuyo caso no puede ser tomado como referencia
para realizar generalizaciones teóricas, ni para el análisis del patrón del desarrollo de experien-
cias históricas en formaciones sociales capitalistas concretas (Santarcángelo & Borroni, 2012).
En la perspectiva del EE, se incorpora las nociones de generación y norma de distribución del EE
y reproducción social como elementos centrales para la comprensión de una formación social
(Rubio & Castaño, 2020).
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Manuel Rubio-García - Santiago Castaño-Salas
Así en Prebisch, la conexión comercial de la periferia con los centros capitalistas genera un impulso
dependiente del desarrollo del capitalismo periférico, en cuyo interior se promueve la absorción
de técnicas con aumentos de productividad. Sin embargo, en un contexto de estructura social,
ocupacional y distributiva heterogénea con diferentes estratos sociales, los aumentos de producti-
vidad son apropiados en forma de ingresos por los estratos sociales superiores, así en este marco
el EE se define como “la parte del fruto de la creciente productividad que no se transfiere —a la
fuerza de trabajo con poder social— constituye el excedente (...)” (Prebisch, 1981, pág. 40).
La conexión comercial con los efectos en aumentos de productividad y de ingresos hace posi-
bles mutaciones en la estructura social, reflejándose en una estructura de poder en donde los
estratos superiores apropian y usan el EE perfilando con esto la dinámica de acumulación de
capital y el grado de diversificación productiva (Prebisch, 1981).
Por su parte, para Celso Furtado, desde un punto de vista analítico, la idea de EE tiene un grado
de generalidad que le permite abordar la realidad histórica del proceso de desarrollo latinoa-
mericano. Así la productividad y el perfil de la distribución del ingreso —grado de desigualdad
social— determinan en una formación social dada la magnitud del EE, cuya apropiación y uso
expresan el sistema de poder y de dominación existente.
En el marco analítico propuesto por Furtado para comprender la dinámica de crecimiento del pro-
ducto social se hace necesario caracterizar los diferentes antagonismos entre grupos sociales tanto
por la determinación del nivel de subsistencia de los hogares de los trabajadores manuales no cali-
ficados como por la apropiación y uso del EE (Furtado, 1976). Así el EE se define como la diferencia
entre la producción real11 y el Costo de Reproducción Social —CRS— de la población como un todo.
Por tanto, para analizar el proceso de acumulación de capital en economías del capitalismo
periférico, se hace necesario establecer:
1. La interacción entre los modos de inserción de la periferia capitalista con las formas predo-
minantes en el régimen de acumulación y los patrones de desarrollo.
2. La explicación del conflicto social distributivo; esto es, antagonismos de tipo político in-
ternos y externos a la economía del capitalismo periférico, que conllevan mecanismos de
apropiación-concentración y usos del EE en forma de ingreso.
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El excedente económico en economías periféricas
Las dos últimas relaciones analíticas pueden ser expresadas esquemáticamente a través de fases
de transformación productiva, que hacen referencia al “proceso estructural de transformación de los
países de la periferia a la moderna economía capitalista” (García-Isaza, 2006), las cuales pueden
ser útiles para explicar el grado de diversificación productiva de una formación socioeconómica.
Condiciones Iniciales13
Dado un nivel de productividad bajo, el aumento continuo del EE es limitado y por ende, no se
puede hacer referencia a un proceso de acumulación de capital en strictu sensu. Es el caso de un
sistema social que no puede generar un aumento considerable del EE de manera endógena, una
situación en donde la principal restricción para el aumento de la productividad es el bajo nivel
tecnológico (Riskin, 1975).
Suponemos que el único costo de reposición está asociado a la fuerza de trabajo, lo cual es coherente
con un nivel técnico precario, de modo que, el producto social crece acorde a una capacidad produc-
tiva que se reproduce de manera simple entre periodos, lo cual se explica por un nivel de EE bajo.
Con bajo nivel de productividad, el nivel de excedente entre períodos se asocia con la capacidad de
los grupos sociales dominantes para imponer formas de extracción forzadas de excedentes a los
trabajadores directos (García-Isaza, 2006), en espacios aislados y desarticulados de producción.
Así, para explicar el consumo no esencial acorde con un EE exiguo, se supone una situación de
concentración del ingreso y, por consiguiente, una distribución desigual del mismo. En Furtado,
el bajo nivel del excedente creado se utiliza en la forma de demanda de bienes no agrícolas y de
servicios; es decir, formas de consumo ligados al status social —no esencial— (Furtado, 1968).
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Se caracteriza esta formación social por mercados internos localmente restringidos, donde no
existe un mercado integrado y tampoco un espacio nacional del proceso de acumulación de ca-
pital. Se trata de relaciones mercantiles simples, en donde la producción y el intercambio están
orientados hacia el consumo directo (García-Isaza, 2006). En este sentido, desde la perspectiva
de Smith y de Marx, se trata de una formación social en donde no se ha profundizado la división
social del trabajo (Marx & Engels, 1973).
Por ahora, hasta aquí se ha comenzado señalando las características de un sistema social de
baja productividad en referencia al proceso de acumulación de capital, conflicto social distri-
butivo y formas de reproducción social. Ahora, es necesario establecer el hecho estilizado del
proceso de desarrollo de la economía subdesarrollada: la interacción entre la inserción a la
economía mundial y el proceso de diversificación productiva (Danielson, 1994), para posterior-
mente señalar las condiciones restrictivas para una continua transformación productiva.
La lógica analítica es: dado un aumento de las exportaciones en el sector primario, con la ampliación
de la demanda de los centros capitalistas por bienes básicos, se permite un aumento del eslabona-
miento de la demanda sectorial desde el sector que aumentó su exportación hacia otros sectores de la
economía, implicando aumentos de los ingresos globales. Este encadenamiento del sector exportador
con los circuitos de producción y de circulación domésticos posibilita que la dinámica del mercado
capitalista se transfiera al mercado interno en formación (García-Isaza, 2006). Esto por los efectos que
el aumento interno de ingresos tiene sobre la composición de la demanda global doméstica, dado que
al diversificarse la demanda puede implicar la diversificación de la producción nacional (Furtado, 1968).
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El excedente económico en economías periféricas
Desde el punto de vista de los centros capitalistas, la periferia capitalista se articula a su pro-
ceso de valorización del capital industrial, como fuente de aprovisionamiento de productos
primarios (García-Isaza, 1998; Wallerstein, 1998). Desde el punto de vista de la periferia capi-
talista, la lógica de acumulación doméstica es mercantil-monetaria y su impulso está dado por
en la demanda internacional por productos básicos desde los mercados capitalistas y, así, “la
internacionalización de la producción tradicional es el principal mecanismo —interno a la eco-
nomía periférica— importante de valorización” (García-Isaza, 2006).
Esta forma de inserción comercial al sistema mundo capitalista permite un incipiente proceso de acu-
mulación de capital comercial (Prebisch, 1981). La forma de acumulación mercantil supone una exten-
sión de las relaciones de intercambio al interior de la economía periférica; sin embargo, en esta etapa
no se ha realizado un proceso completo de homogeneización de las relaciones sociales, dado que coe-
xisten diferentes formas de producción y distribución del ingreso (García-Isaza, 1998). La reproducción
social del capital está asociado a mercancías del sector artesanal-domestico (Pinto A. , 1973a).
En esta fase, para Prebisch, el proceso de diversificación productiva se ha activado y; sin embargo,
inicia en dependencia de la conexión comercial con los centros capitalistas del sistema mundo, así el
proceso de acumulación queda supeditado tanto a la demanda internacional como al uso doméstico
del excedente por parte de los sectores que tienen capacidad para apropiarlo (Prebisch, 1981). Se com-
binan restricciones internas y externas al proceso de diversificación productiva (Da Conceiçâo-Tavares,
1980). Por una parte, los impulsos externos condicionan el crecimiento de la economía doméstica,
quedando sujeta a los ciclos de los términos de intercambio. El desarrollo dependiente de la economía
doméstica respecto a los ciclos de acumulación industrial de los centros capitalistas (Furtado, 1976)14.
Por otra parte, el aumento de la productividad queda concentrado en la mano de los propietarios agrí-
colas e intermediarios que definen el uso dado a los excedentes generados (Furtado, 1977).
14 “El hecho de que la difusión del modo capitalista de producción sea resultado de una acción internacional constituye un
dato capital para la explicación de las desigualdades que existen hoy entre formaciones sociales capitalistas. Las nuevas
estructuras de producción que surgieron en el marco de la división internacional del trabajo se subordinan a los mercados
internacionales, cuyos precios relativos definían el monto de los excedentes a nivel de las economías nacionales, como
hemos observado antes. Los mercados internos de esos países pasaban a depender indirectamente de las actividades de
exportación. Esa vinculación particular con el exterior —la demanda externa gobernaba el nivel de ingreso, etcétera—
constituye el punto de partida de lo que posteriormente se llamaría “dependencia externa” (Furtado, 1976, pág. 85).
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En suma, la captación del EE en forma de ingresos por parte de los propietarios que controlan la pro-
ducción agrícola o minera, el comercio o la intermediación y su uso en un patrón de gasto dado afecta
el proceso de acumulación de capital y; por consiguiente, el proceso de trasformación productiva —
composición sectorial del PIB, absorción de la fuerza de trabajo y patrón de inserción internacional—.
Asimismo, connota una dinámica contradictoria entre el modo de inserción a la economía mun-
do capitalista basado en precios de productos básicos —altamente volátiles— y la transforma-
ción de la estructura productiva, lo cual constituye una restricción al crecimiento estable en el
largo plazo (Ocampo & Bértola, 2010).
Sin embargo, en esta fase se experimenta un cambio en las articulaciones económicas que sub-
yacen a la formación social periférica. Con la inserción externa mediante un sector primario
(producción agrícola o minera), este comienza a interactuar15 con el proceso de inversión manu-
facturera y, con eso, el proceso de absorción de fuerza de trabajo del sector industrial (Pinto A,
1973a; Furtado, 1977; Prebisch, 1981; García Isaza, 2006).
15 Se trata de direccionar las divisas recibidas hacia clases sociales empresariales que buscan rentabilidades relativas
superiores en el frente doméstico.
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El excedente económico en economías periféricas
acumulación. Por ejemplo; el sector mercantil; en donde está la agricultura campesina y las acti-
vidades artesanales; pueden reproducirse por fuera de los mecanismos de mercado. Mientras;
el sector industrial y la agricultura liviana pueden generar formas de apropiación y distribución
del excedente más cercano a los mecanismos de mercado (García-Isaza; 2006).
Por otra parte, para Da Conceiçâo-Tavares el proceso de acumulación industrial de capital implica
un continuo crecimiento conflictivo de las escalas de producción, de la oferta de bienes finales
que se puedan corresponder con el proceso de absorción de fuerza de trabajo —demanda interna—
y de la demanda de bienes intermedios —capacidad de importar—17 (Da Conceiçâo-Tavares, 1980).
En esta fase se asume que el modo de distribución del EE ha implicado tanto la formación del
mercado doméstico, es decir, la continua constitución —aunque todavía incipiente— de la rela-
ción salarial y, por otra parte, la tensión —o convergencia de intereses— en la distribución del
EE entre propietarios de la explotación de productos básicos y el capitalista industrial (Furtado,
1977). De modo que, se trata de una combinación de la valorización interna de los procesos de
producción industrial y agrícola.
Es de resaltar en este punto que, en la experiencia de las economías periféricas, dado el impulso
externo a la economía periférica, los efectos en la transformación productiva de la misma depen-
den de la especificidad de las formas de distribución del EE en forma de ingreso del sector exportador
16 En particular, se trata de la capacidad de generar divisas —mediante exportaciones— para financiar la capacidad de
importación del país necesaria para promover el proceso de diversificación.
17 En general, el proceso de diversificación productiva implica la constitución del eje industrial de la acumulación de capital,
que conlleva la continua absorción de fuerza de trabajo, con ello, la constitución de demanda doméstica.
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—minero o agrícola—18. Más que una absorción de progreso técnico, con irradiación de aumentos
de productividad a otros sectores, este aumento del EE puede estar vinculado con una explotación
intensiva de recursos naturales (Pinto A. , 1973a). Por tanto, la forma en que el sector exportador
apropia los aumentos de EE tiene efectos sobre la configuración del perfil distributivo —perfil de
la demanda— y, en consecuencia, el patrón de desarrollo (Furtado, 1968).
En síntesis, la orientación de las inversiones —uso del excedente— pasa a estar condicionada
por el perfil de la demanda interno —perfil distributivo— y conforme a factores institucionales,
como el grado de concentración del EE en forma de ingreso y “el sistema de valores de la colectivi-
dad”19 (Furtado, 1968; Prebisch, 1981).
El esquema de análisis, en esta fase de desarrollo de las economías periféricas, incorpora una
regularidad histórica: ante impulsos externos se experimentó un modelo de crecimiento con
esfuerzos internos, iniciando inversiones en el sector de la industria manufacturera (Da Con-
ceiçâo-Tavares, 1980) que hizo que “el dinamismo de la economía pasa a depender de la incor-
poración de equipos, técnicas, formas de organización y capital básico por parte de los agentes
colectivos y particulares de producción” (Pinto A. , 1973a) y, del comportamiento de la deman-
da por bienes básicos de los centros industriales.
18 Dado que cada uno de estos sectores puede generar eslabonamientos sectoriales diferentes de acuerdo a las características
del sector exportador y, la forma en que la actividad exportadora se articula con las actividades preexistentes (Pinto A. ,
1973c); (Pinto A. , 1973b).
19 En la composición de la demanda de un país se expresan sus orientaciones, valores o normas de consumo. Por ejemplo, en
principio, un país con un fuerte nacionalismo político se orientará por bienes domésticos, por el contrario, un país con una
fuerte influencia por patrones de consumo observados en el extranjero preferirá bienes extranjeros. Furtado, plantea que
la conexión comercial con la metrópoli hace posible como innovación social los cambios en las normas de consumo —por
imitación— (Furtado, 1977).
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dado que son los usos dados al EE en forma de ingresos y que son apropiados por los estratos
superiores, lo que permite un aumento continuo en el tiempo de la productividad y de la ocu-
pación de la fuerza de trabajo (Prebisch, 1981).
Finalmente, el proceso de transformación, tal como está descrito, requiere tener en cuenta las
principales restricciones al proceso de diversificación productiva.
En tercer lugar, restricciones internas en el sentido de que las decisiones clave del sistema,
respecto a los usos del EE, se concentran en un grupo social superior que detenta los medios
productivos y, en definitiva, la capacidad de apropiar EE.
20 También existen otras formas de financiación que son las ayudas internacionales del exterior entre las cuales se encuentra
el repago de créditos en forma de bienes (Kalecki, 1980).
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Di Filippo señala la necesidad de la perspectiva del EE de tener en cuenta los cambios en los
años noventa del siglo XX, asociados a la apertura comercial y financiera de la mayoría de los
países de América Latina, para comprender la interacción entre conflicto distributivo, proceso
de acumulación de capital y proceso de desarrollo (Di Filippo, 1999).
Conclusiones
Para el caso de las economías del capitalismo periférico, se exponen los conflictos distributivos
por la apropiación del EE, que implican la configuración de formas de acumulación de capital y
la configuración de un patrón de desarrollo a través de la idea de fases de transformación produc-
tiva que representa el “proceso estructural de transformación de los países de la periferia a la
moderna economía capitalista” (García-Isaza, 2006).
Así, la perspectiva del EE cobra relevancia para comprender el grado de diversificación produc-
tiva como resultado de la interacción entre puja distributiva —apropiación y uso del EE— y las
formas de acumulación de capital.
En el caso de la perspectiva de Baran, se tiene que hay una tensión entre la generalidad de su
marco analítico y la posibilidad de aplicarlo a un caso concreto. Esto es, dada su extrema gene-
ralidad teórica no permite captar las diferencias o especificidades entre formaciones sociales
(Barclay & Stengel, 1975).
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Sin embargo, la diferencia entre EE potencial y EE real puede ser útil para caracterizar estructu-
ras de poder y dominación al interior de una sociedad dada.
Por otra parte, las definiciones de EE en los trabajos de Baran están basados en la comparación
entre lo que una sociedad es y lo que debería ser, lo cual dificulta la construcción de datos
comparables entre países, continuos en el tiempo y, por tanto, disponibles (Danielson, 1994).
La definición del EE como ingreso disponible diluye el conflicto social distributivo entre clases
sociales respecto a los usos dados al EE (Danielson, 1994), al dejar la impresión de un uso social
acordado de manera armónica o mediante un mecanismo impersonal de coordinación social de
las decisiones de los diferentes grupos, estratos o clases sociales.
Es de resaltar que la perspectiva del EE del estructuralismo Latinoamericano permite captar las
restricciones internas —estructura de poder y dominación— y las restricciones externas —modo
de inserción a los flujos financieros y comerciales internacionales— a la diversificación produc-
tiva, sintetizando su interconexión a través de la idea de usos del EE —como expresión de una
estructura de poder social— y su impacto en el patrón de desarrollo —estructura productiva,
distributiva, ocupacional junto con el modo de inserción externa—.
Así, la relevancia del presente artículo ha sido doble. Estableció, en primer lugar, la continuidad
analítica respecto a la perspectiva clásica del EE y su adaptación al caso latinoamericano. En
segundo lugar, su extensión en la fijación de lineamientos para la caracterización empírica de la
relación entre una desigual distribución del ingreso y la acumulación de capital, con los efectos
sobre el patrón de desarrollo para el caso de una economía del capitalismo periférico.
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El excedente económico en economías periféricas
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Resumen
Desde la década de 1990 se presentó en América Latina, entre académicos y hacedores de políticas, un creciente
interés por estudiar el capital social. Este concepto compuesto, convertido hoy en teoría, defiende la solidaridad,
la confianza y la cooperación, entre otros valores, como determinantes del desarrollo económico y social de las
naciones. El artículo muestra la trayectoria que ha tenido esta teoría en Latinoamérica, tanto en la investigación
académica como en la política pública. Describe el contexto en que surgió el interés por el capital social en Améri-
ca Latina; presenta las dinámicas de trabajo sobre este capital en la región; e identifica las agendas de trabajo que
se vienen configurando en las últimas décadas en las ciencias sociales sobre este importante activo económico.
Palabras clave: América Latina; capital social; teorías del desarrollo; políticas públicas.
Clasificación JEL: D64; I28; I38; N16; O54.
* Artículo recibido: 27 de septiembre de 2019 / Aceptado: 27 de agosto de 2020 / Modificado: 06 de agosto de 2020.
El artículo es producto del proyecto “Estrategia de sostenibilidad 2018-2019” del grupo de investigación “Hegemonía,
Guerras y Conflictos” de la Universidad de Antioquia – Instituto de Estudios Políticos, que hace parte del apoyo financiero
que brinda al Grupo el Comité para el Desarrollo de Investigaciones (Codi) de la Universidad de Antioquia.
** Doctor en Estudios Políticos por la Universidad Externado de Colombia (Bogotá, Colombia). Docente investigador del
grupo de investigación “Hegemonía, guerras y conflictos”, Universidad de Antioquia – Instituto de Estudios Políticos
(Medellín, Colombia). Correo electrónico: [email protected] http://orcid.org/0000-0002-6412-6986
*** Doctor en Ciencias Sociales con especialización en Estudios Políticos por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
(FLACSO) (Quito, Ecuador). Docente investigador del grupo de investigación “Hegemonía, guerras y conflictos”, Universidad
de Antioquia – Instituto de Estudios Político (Medellín, Colombia). Correo electrónico: [email protected]
https://orcid.org/0000-0002-3644-6501
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Trayectoria de los estudios sobre el capital social en América Latina
article shows the trajectory of this theory in Latin America, both in academic research and in public policy. It
describes the context in which interest in social capital in Latin America arose; presents the dynamics of work
on this capital in the region; and identifies the work agendas that have been configured in recent decades in
the social sciences on this important economic asset.
Keywords: Latin America; social capital; theories of development; public policies.
JEL Classification: D64; I28; I38; N16.
Introducción
El capital social es hoy un concepto posicionado en la agenda de investigación de la academia
latinoamericana. Desde hace casi tres décadas, cuando fue incorporado por James Coleman
(1990) como concepto compuesto, ha logrado configurarse como tema en la agenda de trabajo
en la economía y las ciencias sociales1. A partir de aquel momento viene realizándose centena-
res de trabajos sobre el tema, que le han permitido demostrar su importancia en el desarrollo
económico, político, social y cultural de las naciones (Andriani & Christoforou, 2016; Banco
Mundial, 2001; Bourdieu, 1980; Coleman, 1990; Farr, 2004; Fukuyama, 1995; Kliksberg, 2000;
Solow, 2000). En definitiva, es un concepto que, a pesar de su corta existencia, ha tenido una
vida agitada, e incluso atormentada, que le ha permitido avanzar por el sendero de un nuevo
paradigma tanto para la academia como para los hacedores de políticas públicas.
Sobre el concepto de capital social se puede advertir que no existe consenso en su definición y medi-
ción, así como en la forma de crearlo (Arrow, 2000; Fine, 2001; Solow, 2000; Uphoff, 2000). En pala-
bras de Clemente Forero (2001, p. 13): “el concepto de capital social aún se encuentra en obra negra,
evolucionando tanto en el plano teórico como operacional, con aportes de numerosos investigadores
que lo utilizan en investigaciones empíricas e históricas”. Precisamente, esta condición de concepto
en construcción y en permanente debate ha posibilitado que hoy el capital social se consolide como
un rico campo de indagación y reflexión, con una agenda de trabajo dinámica y en constante cambio.
El presente artículo hace un seguimiento a las dinámicas que este paradigma ha tenido en Amé-
rica Latina entre académicos y hacedores de políticas. Muestra la importancia del capital social
como factor del desarrollo económico y social. La exposición se inicia con un recorrido histórico
sobre la aparición del paradigma del capital social en el mundo y contexto latinoamericano,
destacando los esfuerzos por estudiarlo e incluirlo en sus políticas públicas. Continúa con un
balance sobre el estado reciente del estudio del capital social en la región. Y finaliza con la dis-
cusión sobre la configuración actual de la agenda de investigación que permite identificar los
componentes del capital social y su fomento en nuestra región.
1 Sin embargo, el mismo Coleman reconoce que fue G. Loury (1977) quien hace uso por primera vez del concepto capital social:
el cual tiene, a su vez, su génesis en otras categorías como amistad o simpatía (Robinson, Siles & Schmid, 2003), confianza,
reciprocidad y cooperación (Durston, 2002) y otras categorías (Farr, 2004; Putnam, 2000). Todas estas categorías han sido
temas clásicos de reflexión en las ciencias sociales de allí que, a autores como Smith, Marx, Durkheim, Tönnies o Weber, se les
señale como antecesores del concepto (Durston, 2000; Farr, 2004; Fine, 2010; Portes, 1998; Woolcock, 1998).
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Para la construcción del texto se realiza una revisión de la literatura sobre el tema en el contex-
to mundial y latinoamericano. Se retoman, primero, los trabajos clásicos que hicieron posible la
aparición del capital social como concepto teórico en el contexto mundial y, posteriormente, de
manera puntual, se referencia los libros que aparecieron luego de seminarios, foros y encuentros
sobre el tema en América Latina y que se convirtieron en hitos fundacionales en la región. To-
mando, con especial cuidado, los trabajos que el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la
Comisión Económica de la Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (Cepal) realizan sobre
el tema, pues son los organismos de planeación más importantes de la región y quienes han sido
actores fundamentales para crear la línea de trabajo en torno al desarrollo, y en ella al capital
social como estrategia para la lucha contra la pobreza y desigualdad en América Latina y el Caribe.
Posteriormente se identificaron y agruparon los estudios que han buscado definir, clasificar y rela-
cionar el capital social en la literatura regional. Finalmente, se toma una serie de trabajos que ayu-
daron a configurar la agenda de investigación sobre capital social en el entorno latinoamericano.
El estudio del capital social en América Latina debe inscribirse en el programa de investigación
sobre las teorías del desarrollo y del crecimiento económico. Después de los esfuerzos en las
décadas de 1950 a 1970 por identificar los factores clásicos del desarrollo y el crecimiento,
como el capital humano y físico, se dio un giro en los decenios de 1980 y 1990 por el estudio de
otros factores no convencionales, y por encontrar explicaciones a estos fenómenos; sobre todo,
en aquellos no cuantificables y menos economicistas que determinan el desarrollo, asociados
a variables políticas, sociológicas y antropológicas, entre otras2. Este giro hacia otras variables
dio inicio a la formación del paradigma del capital social.
La invitación que se le hizo a las ciencias sociales fue a pensar a aquellas variables que ayudan
a lograr el desarrollo social, mejorar la equidad, fortalecer la democracia y preservar los equili-
brios medioambientales. Los primeros teóricos, de origen no económico, comenzaron a recon-
ceptualizar el papel que desempeñan los valores y las normas en la vida económica (Fukuyama,
2003); destacando cómo el factor cultural, al igual que el capital productivo o el físico, es un
componente importante para el desarrollo. Camino que llevó a que en la década de 1990 se
identificaran múltiples tipos de capital que conformaban la riqueza social (Tabla 1).
2 Desde la perspectiva marxista, por ejemplo, se considera que la constitución del régimen capitalista como modo de
producción social comporta la destrucción de patrones de comportamiento comunitario y de solidaridad social que son
reemplazados por formas individualistas vinculadas con la competencia y la monetización de las relaciones sociales, con
lo cual se instaura una lógica de organización social de los procesos de trabajo y producción generadores de riqueza, pero
cuya apropiación es privada. En este sentido, el capital es profundamente social, con relaciones definidas, estructuras,
formas, procesos y leyes de desarrollo propias (Fine, 2010; Marx & Engels, 2011a y 2011b).
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Trayectoria de los estudios sobre el capital social en América Latina
Como se enunció, en el campo académico el concepto de capital social hizo su arribo en 1990
con James Coleman en su texto Social Capital, en el que introdujo de nuevo el concepto a las
ciencias sociales (Restrepo, 1998). Este concepto había sido utilizado una década antes por
Pierre Bourdieu (1980), quien se centró en analizar los beneficios que obtienen los individuos
a partir de su participación en determinados grupos y en la construcción de relaciones sociales
con el elemental objetivo de crear este tipo de capital (citado en Portes, 1998).
A este reconocimiento se le sumaron más tarde los trabajos de Coleman (1988 y 2000), Fuku-
yama (1995), Narayan y Pritchett (1997), Portes (1998), Putnam (1995) y Woolcock (1998);
todos ellos reconocen al capital social como un elemento que produce beneficios económicos y
sociales: como “aquel residuo, atribuible a las conexiones personales de un individuo y su per-
manencia a un grupo, que explican su éxito económico y social superior al de personas con com-
parables niveles de capital cultural y físico” (Forero, 2001, p. 12). Coinciden en afirmar que el
capital social “importa e influye fuertemente en los desenvolvimientos económicos” (Iglesias,
2000, p. 8). En definitiva, es un factor que, correctamente administrado, puede servir para me-
jorar sus condiciones de vida y utilizarse para el desarrollo económico y social de las naciones3.
3 Desde una perspectiva crítica, existen teóricos que consideran que la contribución del capital social al desarrollo aún no
está del todo clara. Por ejemplo, Andriani y Christoforou (2016) piensan que el concepto de capital social no puede ser
considerado como otras formas de activos productivos —capital natural, físico, financiero, etcétera—, sobre los cuales hay
unos derechos de propiedad mejor definidos, así como una valoración más específica de sus aportes al desarrollo. Sobre la
relación de algunos componentes del capital social como la confianza y la asociatividad sobre el crecimiento económico,
Dussaillant y Guzmán (2015, p. 2, citando a Westlund & Adam, 2010) concluyen que “de 28 estudios que analizan el impacto
de la confianza sobre el crecimiento económico, 16 tienen efectos positivos, 9 negativo y 3 mixto o ambiguo. Y en el caso de
la asociatividad de 24 estudios 12 exhiben un impacto positivo, 7 negativo y 5 ambiguo sobre el crecimiento económico”.
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En América Latina el interés por el capital social se origina en los organismos de desarrollo. Son
el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Comisión Económica de la Naciones Unidas
para América Latina y el Caribe (Cepal), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(Pnud) y el Banco Mundial los que inician el interés por este tema (Valencia, Aguirre & Flórez,
2008). Consideran a este factor como un recurso clave para su política de reducción de pobreza
y como instrumento para mejorar el desarrollo de los países que tienen a cargo4.
Según el Banco Mundial (2001), el capital social permite a los actores, en su conjunto, movi-
lizar recursos y lograr metas comunes: “sirve de mecanismo de seguro para los pobres que no
tienen acceso a las alternativas de mercado. Por lo tanto, es importante facilitar la formación
de nuevas redes cuando las antiguas se están desintegrando” (p. 19). De allí que este organis-
mo financiero internacional destinara recursos para investigar de manera permanente en este
componente; confiaba que los resultados le ayudarán a luchar contra la pobreza y beneficiará a
los países aumentando su progreso económico.
Precisamente, fue la década de 1990, en el contexto de la implementación de las propuestas del Con-
senso de Washington, que comenzó a identificarse el capital social como un componente del desarrollo
no explorado e incorporado en el modelo neoliberal. Cerca de una década después de puesta en marcha
las reformas neoliberales, los resultados esperados no se dieron, la situación de pobreza y desigualdad
continuó agudizándose; aunque en unos países más que en otros (Stiglitz, 2003). Incluso, los países
que lograron mostrar un buen dinamismo presentaban momentos de caída, no logrando mantener la
dinámica ganada. El resultado, según el BID, fue que “América Latina fuera, lamentablemente, la región
del mundo donde los ingresos y las oportunidades estuvieran peor distribuidos” (Iglesias, 2000, p. 8).
4 Otros, por el contrario, consideran que la inserción del capital social en las agendas de estas instituciones tiene que ver con
el reconocimiento del potencial destructor del lazo social y de los medios de vida de las comunidades, derivados de los
programas de ajuste estructural y de las aperturas económicas de las economías latinoamericanas favorecidos por este tipo
de instituciones y los gobiernos de turno durante las últimas dos décadas del siglo XX y comienzos del siglo XXI, por lo que
era importante tanto económica como políticamente, reconocer “agencia” a los sujetos y a las comunidades en sus lógicas de
asociación, cooperación y movilización como factores fundamentales para el desarrollo y, con ello, reducir los altos niveles
de desigualdad y pobreza presentes en la región (Esparcia, Escribano & Serrano, 2016; Max-Neef & Smith, 2011).
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Trayectoria de los estudios sobre el capital social en América Latina
Ante esta situación, analistas económicos y políticos se preguntaban qué estaba pasando con
el modelo, por qué razones las políticas del Consenso no funcionaron. Por esta razón el debate,
al finalizar el siglo XX, se centró en la pregunta sobre cuál era la decisión más apropiada para
las economías, teniendo como premisa los resultados de la reforma neoliberal. Las respuestas,
que son muchas, fueron desde aquellas que abogaron por una mayor profundización en las
reformas, ya que aluden que los resultados no se dieron porque no se aplicaron todas —ni apro-
piadamente— cada uno de los puntos del Consenso, hasta aquellas que criticaron radicalmente
el modelo (Arriagada, 2006; Atria & Siles, 2003; Banco Mundial, 2001; David & Ortiz, 2003;
Durston, 2003; Estrada, 2004; Flores & Rello, 2003; Fukuyama, 2003; Iglesias, 2000; Kliks-
berg, 2000; Ocampo, 2003; Robinson, Siles & Schmid, 2003; Stiglitz, 2003).
Dos posturas al respecto fueron las de Stiglitz (2003) y la de Fukuyama (2003). Para el pri-
mero el desarrollo no debería verse de manera técnica, pues hacerlo era repetir los fracasos,
señalando que “un evento definidor ha sido que muchos países han seguido los dictados de
liberalización, estabilización y privatización, las premisas centrales del llamado Consenso de
Washington, y, sin embargo, no han crecido. Las soluciones técnicas no son evidentemente
suficientes” (citado en Kliksberg, 2000, p. 22). El segundo —conocido defensor del sistema de
mercado y de la democracia liberal— advertía que el fracaso de las reformas se dio, no por las
políticas en sí, sino por su omisión, ya que las políticas no fueron adoptadas debidamente y se
aplicaron de modo incompleto y “cualquier reformulación del problema del desarrollo no debe
incluir el rechazo de estas políticas como objetivos de largo plazo” (Fukuyama, 2003, p. 35).
Lo interesante de este debate fue el resultado que se dio. No se realizó una defensa del modelo,
sino un giro a la propuesta, en el sentido de que buscaba incorporar el capital social a las refor-
mas. Según Fukuyama (2003), el no haber tenido en cuenta políticas económicas asociadas al
capital social es una de las razones por las cuales el modelo propuesto en el Consenso de Was-
hington no funcionó. Dice, los años transcurridos después de las reformas muestran que “no es
que la liberalización sea inoperante, sino que la política económica per se no es suficiente para
conseguir el desarrollo” (p. 35); de allí que se requiera de una serie de instituciones en cuyo
seno podían ocurrir cambios de política, y las predisposiciones culturales apropiadas de parte
de los actores económicos y políticos.
De esta manera, el debate en América Latina sobre la importancia del capital social en la econo-
mía surgió en el contexto de una crítica que se le hace al modelo aplicado en la década de 1990,
que prevalecía a escala global, junto a una agudización de las tensiones y brechas distributivas
que caracterizan a los países que la conforman y en general al mundo contemporáneo (Ocampo,
2003, p. 26). El capital social brotó como una propuesta que se inscribe en dos ámbitos: por un
lado, en la búsqueda de equilibrio entre mercado e interés colectivo, propia de las tesituras del
modelo de desarrollo que se está aplicando en el mundo; y, por otra, como una forma de acción
del Estado, ante la crisis que presenta y que requiere legitimarse y ayudar al desarrollo; en este
sentido el capital social se percibe como una forma de visualizar al Estado y realizar políticas
públicas más eficientes y eficaces.
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Entre las reacciones a esta crítica al modelo —y además la propuesta de indagar por otros factores
del desarrollo—, en marzo de 1999 el BID realizó en París el Foro sobre Desarrollo y Cultura, dirigido
a explorar las complejas interrelaciones entre el capital social y el desarrollo. El foro se centró en
el análisis de las posibilidades que tiene el capital social y la cultura en aportar al desarrollo eco-
nómico y social de los países latinoamericanos: “una región con graves problemas en los campos
de la pobreza, que afecta a vastos sectores de su población, y de la inequidad” (Kliksberg, 2000, p.
21). Convirtiéndose este evento en “una de las primeras contribuciones, de amplio alcance, desde
América Latina al gran debate internacional sobre estos temas” (Iglesias, 2000, p. 7).
Para el BID, el capital social despeña un importante papel en el proceso de desarrollo económico y
social, pues factores como la confianza social, el asociacionismo, la conciencia cívica y los valores
inciden de muy diversas formas con el desempeño económico y político de los países. Para este
banco, todos estos factores habían sido olvidados en las políticas de desarrollo y era hora de dar-
les relevancia. En palabras de Enrique Iglesias (2000), el presidente del BID en aquel entonces, “la
debida consideración de las potencialidades del capital social como factor del desarrollo pueden
aportarnos mucho en la acción para enfrentar estos problemas fundamentales que señalamos y,
en general, para construir democracias activas y alcanzar un desarrollo sostenible” (p. 7).
Contar con sociedades donde haya confianza, un tejido social abundante y una conciencia cívica
podría mejorar el desempeño económico y estabilizar el sistema democrático.
Por estas razones el BID estableció, para aquel momento, como una de sus prioridades, estudiar
este importante componente e irlo introduciendo en el diseño de políticas públicas.
En este mismo sentido, también lo hizo la Cepal; este organismo, al finalizar la década de 1990,
comenzó a discutir sobre el modelo de desarrollo que se implementaba en la región y mostró en sus
diagnósticos la importancia de incluir el componente social en las nuevas propuestas de desarrollo.
Precisamente, este redimensionamiento de la situación regional la llevó en el año 2000 a presentar
un documento estratégico llamado Equidad, desarrollo y ciudadanía, donde estableció como prioridad
abordar el capital social como enfoque integral de estabilidad macroeconómica, reevaluación de las
estrategias de desarrollo productivo y mejoramiento de los encadenamientos entre desarrollo eco-
nómico y social y el fortalecimiento de la ciudadanía (Valencia, Aguirre & Flórez, 2008).
Para lograr desarrollar esta nueva estrategia, la Cepal la integró a su conocida propuesta educativa
(Ocampo, 2003): aumentar los niveles de educación permite el desarrollo equitativo y demo-
crático, la consolidación de la ciudadanía, el desarrollo personal, la innovación tecnológica y la
adaptación de la mano de obra (Valencia, Aguirre & Flórez, 2008). E invitó a poner en marcha
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Trayectoria de los estudios sobre el capital social en América Latina
un esfuerzo colectivo por fomentar la formación de capital social. La forma de crear este capital
era a través del diseño de instituciones formales de asociación y participación que trabajen en
la generación de confianza, cooperación, liderazgo y prestigio. Todo esto es posible siempre y
cuando se consideraran a estos factores como tema de políticas públicas.
En definitiva, lo que hace la Cepal con el capital social es agregarlo a la propuesta ya trazada
de educación y empleo de la década de 1990 (Cepal y Unesco, 1992). Son conscientes que el
invertir solo en educación y empleo puede no lograr el objetivo de desarrollo económico y so-
cial; pues, “la educación es también un instrumento de segmentación social” (Ocampo, 2003,
p. 27) y lo que se desea es crecimiento equitativo, desarrollo democrático, consolidación de la
ciudadanía y desarrollo personal (Valencia, Aguirre & Flórez, 2008).
De esta forma para la Cepal, el capital social se presenta como una estrategia para el mejoramiento
de los encadenamientos sociales5, que se puede lograr con una política social de largo plazo que
incremente la equidad y garantice la inclusión. La meta del organismo de desarrollo fue unir a la
meta de bienestar material de las sociedades con la meta de objetivos sociales más amplios como el
sentido de pertenencia, identificación de propósitos colectivos y necesidades de crear lazos de soli-
daridad. La unión de estas dos metas producirá según la Cepal el desarrollo económico tan deseado.
La apuesta de la Cepal por el capital social como factor de desarrollo quedó condensada en la Con-
ferencia Anual realizada en 2001, junto a Michigan State University. En esta universidad se dio un
intercambio de ideas y experiencias relacionadas con el capital social y su efecto en la reducción de
la pobreza. En términos de su Secretario General, José Antonio Ocampo, “dialogar con espíritu cons-
tructivo y a la vez crítico acerca de los posibles usos del capital social, como herramienta destinada a
incrementar la eficiencia de las políticas de lucha contra la pobreza” (Ocampo, 2003, p. 25).
Y al desarrollo con un Estado competente, fuerte y efectivo, que crea y administra instituciones
que permiten el cambio de políticas y predispongan a los actores sociales y políticos. Las polí-
ticas públicas deben cambiar su rumbo de ser relaciones tecnocráticas y paternalistas, a ayudar
a generar capital social comunal que complemente los servicios públicos. Este capital social
5 Fukuyama (2003) encontró como en América Latina “el capital social radica sobre todo en redes de parentesco y en muchos
sentidos tales redes constituyen un activo social importante” (p. 38), las empresas tienen confianza en sus familias e invierten
hasta donde pueden administrar, pues desconfían de otras personas no cercanas a su grupo familiar. Situación que se puede
denominar como familismo y que también caracteriza a otras regiones del mundo (Fukuyama, 1995).
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es clave para articular servicios públicos y hogares y contribuye a que sean más eficientes las
acciones del Estado en promover microempresas urbanas y la producción campesina.
En definitiva, la propuesta tanto del BID como la Cepal fue crear programas integrales que
incluyan tanto la política económica como la social. Una propuesta de política pública que
combinara acertadamente lo económico con lo social: renta, riqueza, conocimiento, cultura y
relaciones sociales, entre otros. Que genere un “círculo virtuoso”, el cual “redunda en equili-
brios sociales con elevados niveles de cooperación, confianza, reciprocidad, civismo y bienestar
colectivo” (Putnam, 2000, p. 186) y posibilite generar equilibrio social. Políticas públicas que
tuvieran en cuenta estos aspectos sociales y también otros económicos —como las tradicio-
nales inversiones físicas, financieras y desarrollo del sector productivo privado—. Hacer esta
combinación permitiría un desarrollo económico y social equilibrado en el territorio6.
Un primer grupo de trabajos fueron aquellos que buscaron aclarar la definición del concepto de
capital social y descomponerlo. En este se encuentran Robinson, Siles & Schmid (2003, p. 57)
y Sally (2000, p. 575) que intentaron asociar el capital social con los sentimientos de solidari-
dad, admiración, interés, preocupación o respeto; Siles, Robinson & Whiteford (2003) que lo
definen como simpatía de una persona o grupo hacia otros; Durston (2002, p. 18), que habla de
confianza, reciprocidad y cooperación; y Uphoff (2000), que asocia capital social a la amistad.
Estos trabajos y otros hicieron evidente una realidad: “el concepto de capital social no ha sido
definido de forma rigurosa y aceptada para todos” (Flores & Rello, 2003, p. 204), es un capital
que “no tiene una definición aceptada de manera consensual” (Kliksberg, 2000, p. 28). La tabla
2 resume la definición de este concepto, propuesta por otros autores.
6 En Colombia el debate sobre la importancia del capital social aparece al cierre del siglo XX, con los trabajos de Cuellar (2000) y
John Sudarsky (2001), utilizando, este último, el indicador Barcas para medir el capital social. En años recientes instituciones
como la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP) y el Departamento Nacional de Planeaión (DNP), entre otras,
buscan dar cuenta de los determinantes del capital social y sus niveles de contribución para la construcción de ciudadanía y
paz, así como de reducciones en los niveles de violencia y corrupción, aún persistentes en la sociedad colombiana a comienzos
del siglo XXI (DNP, 2015; González & García, 2006; Hurtado, García & Copete, 2012; Martínez, 2017).
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Fuente: elaboración propia con base en Arriagada (2006); Neira, Lacalle & Portela (2016) y Martínez (2017).
Un segundo grupo de trabajos son aquellos que intentaron desagregar el concepto y clasificarlo
en tipologías que componen a este activo. Entre los trabajos más influyentes está el de Uphoff
(2000), quien clasificó al capital social de variable stock, advirtiendo dos tipos: el estructural y el
cognitivo; el primero proviene de organizaciones sociales que facilita la acción colectiva, y el se-
gundo de estados sicológicos o emocionales que predispone a la gente a dicha acción (Restrepo &
Valencia, 2009). Le siguen a este importante aporte la clasificación de Durston (2003), así como
de Flores y Rello (2003), quienes desagregan aún más el concepto de capital social (tabla 3). Lo
que lleva de nuevo a la conclusión que en este asunto también los autores latinoamericanos no se
ponen de acuerdo en desagregar, identificar y clasificar los componentes del capital social.
Tabla 3. Clasificación del capital social según: Durston (2003) – Flores y Rello (2003)
Fuente: elaboración propia con base en Durston (2003) y Flores y Rello (2003).
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Finalmente, está un tercer grupo de trabajos que se han ocupado de relacionar el capital social con
diversos problemas económicos y sociales. Trabajos que han buscado persuadir a los hacedores
de políticas sobre la necesidad de invertir en programas sociales para construir o mejorar relacio-
nes de confianza (Knack & Keefer, 1997), ampliar redes sociales (Narayan & Pritchett, 1997), au-
mentar la participación comunitaria o crear organizaciones voluntarias cívicas, entre otros. Todos
estos factores, según los estudios realizados, contribuyen con el desarrollo social y económico, y
sirven para aumentar la cohesión social, reducir la pobreza y la desigualdad (Atria & Siles, 2003;
Moser, 1998) y mejorar el desempeño económico de los países (Kliksberg, 2000). Políticas que
bien encaminadas podrían mejorar la salud (Karachi, Kennedy & Lochner 1997), el rendimiento
escolar (Teachman, Paasch & Carver, 1997) o los lazos de apoyo entre migrantes (Sanders & Nee,
1996). Y que, finalmente, se conviertan en referentes para que los gobiernos elaboren políticas
públicas para reducir la violencia, aumentar los logros educativos o en programas de salud (Har-
din, 2001; Putnam, 1993, 2000; Warren, Thompson & Saegert, 2001).
En definitiva, la trayectoria investigativa que siguieron los estudios del capital social en América
Latina, luego de su aparición y afianzamiento como factor de desarrollo, estuvo muy asociado a
la preocupación de diversos actores académicos y organizaciones políticas y sociales, por propo-
ner acciones que atacaran las causas de la desigualdad, la pobreza y las precarias condiciones de
vida en las que se encuentran amplios sectores de la población latinoamericana (Cepal, 2019).
Así, los estudios sobre capital social han buscado avanzar hacia el diseño e implementación de
planes de desarrollo y programas y políticas públicas que tengan en cuenta las potencialidades
del capital social —confianza, asociatividad, cooperación, valores cívicos, etcétera— presente en
las comunidades (Güemes, 2011). Todo esto como un elemento fundamental para la mejora en
las condiciones de vida y, en general, para el desempeño de las instituciones y de la democracia
(Marquina, 2013, p. 111).
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Una segunda tarea la advirtió Francis Fukuyama (2003), por el mismo tiempo del trabajo de
Durston que consiste en avanzar en consensos sobre la definición y clasificación del capital so-
cial. Para esto sugiere que una conceptualización debe incluir normas y valores que promuevan
la cooperación social. Incluso, advierte la posibilidad de mirar la cultura de una forma utilita-
ria: el medio por el cual grupos de individuos se comunican y cooperan en una gran variedad
de actividades. También Fukuyama (2003) extiende su preocupación a una agenda de trabajo
que se ocupe de proponer y desarrollar medidas, así como metodologías de capital social, que
propongan medios para su empleo en el desarrollo, sus conexiones a las externalidades y una
estrategia para su aplicación en políticas. Advirtiendo que lo interesante de esta tarea sería la
configuración de un continuo y rico diálogo que buscaría establecer con precisión el concepto
de capital social, independiente de la sociedad y de su nivel cultural.
Adicional a la anterior labor, Fukuyama (2003) sugiere una agenda de investigaciones más prag-
máticas, que sería la tercera tarea para los investigadores latinoamericanos. Una agenda que
incluya el análisis de ciertos aspectos, tales como determinar dónde se ha logrado crear capital
social, las condiciones jurídicas e institucionales necesarias para su desarrollo, su relación con
la corrupción en el plano político, los cambios culturales que afectan al capital social —por
ejemplo, la conversión a otras religiones— y la forma en que pueden diseñarse las instituciones
democráticas a fin de desarrollar al máximo el capital social en la agenda más amplia del desa-
rrollo (2003, p. 34). Sugiere Fukuyama trabajar de manera concreta en: 1) conseguir más infor-
mación comparativa sobre los casos en que el capital social ha sido creado con éxito y donde
no lo ha sido; 2) conocer mejor las condiciones formales legales-institucionales para promover
el capital social; 3) examinar con mayor detalle las cuestiones del capital social y la corrupción
política; 4) conocer mejor la relación entre capital social y cambio cultural; y 5) mayor claridad
en el futuro en la intercepción entre capital social, democracia y reforma económica.
Por su parte Flores y Rello (2003) establecen, lo que se convierte en la cuarta tarea para los
investigadores regionales, y que complementa la labor de definición del capital social, “estudiar
sus fuentes, sus dimensiones, sus formas, las funciones que cumple, las sinergias que establece
con otros componentes de la sociedad y sus resultados” (p. 206). Como se vio en este trabajo,
los teóricos del capital social enfatizan en uno u otro componente como constituyente de dicho
capital, este fenómeno hace que igualmente sea muy difícil contar con una herramienta meto-
dológica que permita identificar, cuantificar y determinar el capital social (Lechner, 2000). Por
ello, según Flores y Rello (2003) debe realizarse esfuerzos desde distintos centros de estudios
en construir una lista amplia de indicadores que permitan de manera adecuada y operacional
medir el capital social.
Por su parte Robinson, Siles & Schmid (2003) proponen una quinta tarea: fomentar todas aquellas
prácticas y asignaciones de recursos que mejoren el capital social que los pobres reciben unos de
otros en sus redes de unión y vinculación. El reto que plantean estos autores es ayudar al utilizar
y fomentar el capital social como mecanismo de lucha contra la pobreza. Y sugieren, para abor-
dar este asunto, la pregunta: ¿cómo se puede aumentar el capital social de aproximación de los
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pobres? Pues “existen pocas políticas dirigidas a lograr ese objetivo, y son aún menos las experien-
cias exitosas en tal sentido, salvo en el ámbito de las relaciones internacionales” (2003, p. 106).
Esta propuesta de estudio está encaminada a que temas como la confianza, la cooperación, el lide-
razgo, el prestigio y el clientelismo sean también objeto de políticas públicas. El Estado no puede
seguir aplicando los mismos métodos de actuación, pues si lo hace, y a pesar de que se dirijan a
invertir en instituciones que promueven el capital social, no lograrían su desarrollo, pues, “estos
recursos serán capturados y distribuidos a través de las relaciones informales y según las reglas no
escritas del clientelismo pasivo. […] es necesario entonces que el Estado tome un rol más proac-
tivo, incubando a las organizaciones embriónicas en sus primeros años” (Ocampo, 2003, p. 29).
En esta misma lógica de trabajo David y Ortiz (2003) amplían la propuesta: se debe seguir tra-
bajando en construir políticas de promoción de capital social.
Pues, como dice Putnam (2000), la construcción de capital social es una tarea larga, que dura
incluso varias generaciones. Además, no es suficiente con pensar en las variables que impulsan
el crecimiento económico, sino otras que ayudan a lograr el desarrollo social, mejorar la equi-
dad, fortalecer la democracia y preservar los equilibrios medioambientales. La tabla 4 presenta
más detalles sobre las políticas públicas y el capital social.
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Conclusiones
El artículo mostró el conjunto de aproximaciones que se han dado en el mundo y en América
Latina, entre académicos y hacedores de políticas, por definir, medir y relacionar el capital social
con el desarrollo económico y social. Dinámica de trabajo en la que han participado las diversas
ciencias sociales y que ha llevado a que se hable del aparecimiento de un nuevo paradigma en
las teorías del desarrollo. En la región, para el surgimiento y consolidación de este factor del
desarrollo, fueron clave los grandes organismos de financiamiento y planeación como el Banco
Mundial, el BID y la Cepal, quienes se encargaron de presentar el concepto, defender su impor-
tancia y aportar recursos para su fomento. Y que llevó a que se configuraran varias líneas de
trabajo alrededor de este capital. Estos organismos multilaterales incidieron profundamente en
la aparición del capital social en la agenda de trabajo de los gobiernos y de la academia.
Entre las líneas de trabajo, tal vez una de las más importantes, es aquella que dedica sus es-
fuerzos indagativos a relacionar el capital social —relaciones de confianza, las redes sociales
y las organizaciones voluntarias cívicas, entre otros factores— con asuntos como aumentar la
cohesión y cooperación social, reducir la pobreza y la desigualdad, así como mejorar el desem-
peño de los países; al igual, que temas específicos referidos con la lucha contra la violencia,
mejorar los logros educativos o fortalecer los programas de salud. En general, trabajos dirigidos
a proponer a los gobiernos el fortalecimiento del capital social como instrumento básico para el
mejoramiento del desarrollo económico y social.
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En especial, el trabajo logró mostrar como el estudio del capital permitió impulsar y dinamizar
el joven campo de las políticas públicas en América Latina. Al proponerle agendas de investi-
gación más amplias e integrales, que tengan en cuenta tanto los asuntos económicos como la
riqueza, la pobreza, el desarrollo y el crecimiento, como temas sociales y políticos referidos con
la cultura y los valores democráticos, entre otros. Muchos de los trabajos identificados en este
artículo sirvieron para que los hacedores de políticas defendieran ante sus gobiernos la nece-
sidad de fortalecer el capital social como mecanismo para reduccir la violencia, aumentar los
logros educativos o promover la salud; igualmente, como estrategia para proteger y ampliar la
democracia, fortalecer el componente institucional y promover el desarrollo (Hardin, 2001; Ja-
mes, Schultz & Van Olphen, 2001; Putnam, 1993, 2000; Warren, Thompson & Saegert, 2001).
La revisión de la literatura permitió, igualmente, identificar una agenda de trabajo en las co-
munidades científicas de la región. Una agenda de investigación más pragmática, que busca
realizar estudios empíricos y evaluativos sobre el éxito de los programas de formento del capi-
tal social. La idea de los investigadores sociales es dirigir la mirada a temas como la corrupción
política, los cambios culturales y las reformas económicas y su relación con el capital social.
Investigaciones que observen los entornos legales e institucionales, nacionales y locales, y que
permitan realizar comparaciones y sacar conclusiones. Las trayectorias de los estudios del pa-
radigma del capital social lograron impactar también otras agendas de investigación y de acción
del estudio de las políticas públicas y de las diversas ciencias sociales.
Una agenda de investigación comprometida con el desarrollo y las necesidades sociales. Que ayu-
de a generar cambios institucionales que permita atender la vulnerabilidad de grupos sociales,
dotándolos de mecanismos de voz y poder en las comunidades. La promoción de programas que
tengan en cuanta las realidades locales y que bien formulados e implementados fortalezcan su
capacidad de influir en las políticas estatales y nacionales. Trabajos que permitan fomentar todas
aquellas prácticas y asignaciones de recursos que mejoren el capital social que los grupos con
menos activos reciben unos de otros en sus redes de unión y vinculación. Finalmente es necesario
diseñar políticas públicas que fomenten la cooperación, el liderazgo y las organizaciones sociales
y comunitarias. En síntesis, es necesario seguir trabajando en construir políticas de promoción del
capital social, una responsabilidad que involucra un esfuerzo de varias generaciones.
En definitiva, la revisión de la literatura dejó planteada una lista de tareas que es necesario abor-
dar desde la academia y que son urgentes en el momento actual donde se continúa asistiendo a
grandes transformaciones políticas, económicas y sociales, como: las transiciones democráticas
y sus niveles de gestión de conflictos y demandas sociales (Barreda, 2013; Garretón, 1997; O´-
Donnell, 1989; O´Donnell & Schmitter, 1994), los procesos de modernización del Estado y de
sus instituciones en las lógicas de la mundialización del capital y de la globalización (Estrada,
2004; Stiglitz, 2003) y las nuevas relaciones, el lugar de las comunidades y diversos sectores
sociales —campesinos, mujeres, jóvenes, minorías étnicas y religiosas, etcétera— con las insti-
tuciones políticas y económicas (Cantero, 2018; Grynspan & Klisksberg, 2007; Saz & Gómez,
2015), entre otros aspectos demográficos, culturales y urbanos (Cepal, 2008; Mato, 2001).
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119 Ens. Econ. 30(57) * julio - diciembre 2020 * e-ISSN 2619-6573 * pp. 98-119
120-147
* Artículo recibido: 19 de noviembre de 2019/ Aceptado: 14 de abril de 2020/ Modificado: 22 de mayo de 2020. El artículo
es resultado de un proyecto de investigación sobre la IED en México, realizada por estudiantes del programa de posgrado
en Ciencias Económico Administrativas de la Universidad Autónoma de Querétaro. Los autores agradecen el apoyo valioso
de los profesores Dr. Humberto Banda-Ortiz, Dr. Denise Gómez-Hernández y Dr. Enrique Kato-Vidal. Sin financiación.
** Ph. D. c. en Ciencias Económico Administrativas por la Universidad Autónoma de Querétaro (Querétaro, México). Correo
electrónico: [email protected] https://orcid.org/0000-0002-0707-2627
*** Ph. D. c. en Ciencias Económico Administrativas por la Universidad Autónoma de Querétaro (Querétaro, México). Correo
electrónico: [email protected] https://orcid.org/0000-0002-6439-960X
**** Ph. D. c. en Ciencias Económico Administrativas por la Universidad Autónoma de Querétaro (Querétaro, México). Correo
electrónico: [email protected] https://orcid.org/0000-0002-1197-0278
Ens. Econ. 30(57) * julio - diciembre 2020 * e-ISSN 2619-6573 * pp. 120-147 120
Impacto de IED en la productividad y salarios en México
Abstract
This article analyzes the impact of some variables of interest in the FDI in the Mexican manufacturing sector
for the period of 2007-2018. The aim is to show the impact of FDI received in this sector on the productivity
measured as the hours worked in the manufacturing industry and by plant capacity, remunerations paid to the
personnel employed in manufacturing establishments, salaries paid to the workers and technical personnel,
salaries paid to administrative staff and the number of employed personnel. Four models were developed
using the Ordinary Least Square method; the first two considering six variables, one of them using logarithms;
the other two models contemplating only the four significant variables to simplify the model. The initial
model applying logarithms proved to be more robust. The key findings confirm a positive relation of the
productivity of the manufacturing sector, the number of employed personnel and the salaries paid to workers
and technicians on the FDI.
Keywords: Foreign Direct Investment; FDI; wages; manufacturing sector; productivity; OLS multivariable.
JEL: C39; E24; F21; J31.
Introducción
El impacto de la Inversión Extranjera Directa —IED— en un país en desarrollo se espera que sea
en beneficio del país receptor, contribuyendo así al crecimiento económico. Puntualmente, se
espera que en el sector y la localidad donde se realizó la inversión exista un crecimiento del em-
pleo y un impacto positivo en la productividad (Organización para la Cooperación y el Desarro-
llo Económicos [OECD], 2002). Además de la creación de nuevos empleos, otras aportaciones
de la IED pueden incluir un impacto salarial general, derrame tecnológico, formación de nuevas
redes con proveedores locales, impulso en la productividad del sector de inversión, entre otros
efectos económicos, sociales y ambientales.
México es el segundo país receptor de IED en Latinoamérica, después de Brasil según la Co-
misión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, 2019). La importancia de la IED
ha aumentado en la economía: en 2018, 31 604 millones de dólares fueron recibidos, lo que
corresponde aproximadamente al 3% del PIB anual según datos de la Secretaría de Economía
(SE, 2019a). Sin embargo, este monto refleja un estancamiento, porque desde 2013, cuando
México recibió el monto de 48 504 millones de dólares según datos de La Conferencia de las
Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, 2019), el monto anual de la inversión
recibido del extranjero ha sido muy similar año tras año.
El artículo está conformado de la siguiente manera, en la sección dos se presenta el estado del
arte acerca de investigaciones previas sobre el impacto de la IED. En la sección tres se describen
los antecedentes de la IED, su importancia para México, así como para el sector manufacturero.
121 Ens. Econ. 30(57) * julio - diciembre 2020 * e-ISSN 2619-6573 * pp. 120-147
Idalid Alamilla-Gachuz - María del Carmen Cervantes-Siurob - Krisztina E. Lengyel-Almos
Los resultados del artículo indican un impacto de la productividad, personal ocupado y de los
salarios de administrativos y de obreros en la IED en el sector manufacturero. Por lo cual, la IED
no tiene un impacto significativo sobre la capacidad de planta ni en las remuneraciones. Los cua-
tro modelos son consistentes en mostrar un impacto en el personal ocupado y en los salarios de
obreros y técnicos, siendo estas las variables que demuestran una mayor influencia de la IED.
En la literatura académica relevante de los últimos veinte años existen investigaciones sobre
el impacto de la IED sobre salarios en México (Aitken, Harrison & Lipsey, 1996; Cardoso-Var-
gas, 2016; Hanson, 2003; Kato-Vidal, 2013; López-Noria, 2015; Loría-Díaz & Brito-Cruz, 2005;
Sharma & Cardenas, 2018; Vergara-González, Almonte & Carbajal-Suárez, 2015). No obstante,
los resultados no son concluyentes respecto al impacto positivo o negativo de la IED puesto
que depende del sector y de una diversidad de variables consideradas en dichos estudios.
Con la creación de nuevos empleos por consecuencia de la recepción de IED se espera que el número
de los desempleados disminuya; esta relación fue estudiada por varias investigaciones. Uno de los
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Impacto de IED en la productividad y salarios en México
primeros estudios fue publicado por Aitken, Harrison & Lipsey (1996) donde se encontró un impac-
to positivo de la IED sobre los sueldos en México, Estados Unidos y Venezuela: niveles altos de IED
fueron asociados con sueldos más altos; pero, este mismo estudio no encontró evidencia sobre el
derrame de este impacto salarial hacia las empresas locales; además los autores concluyen que las
diferencias salariales entre las empresas extranjeras y nacionales son relevantes y persistentes.
Feenstra & Hanson (1997) observaron que el aumento de IED en la economía contribuyó al
incremento de la demanda por los empleos cualificados y el sueldo recibido de estos empleos
cualificados aumentó en un 50% durante los años ochenta. Si bien, este artículo no estudió las
diferencias sectoriales del impacto de las inversiones extranjeras.
Buscando diferencias entre los diferentes tipos de trabajos, los autores Waldkirch, Nunnenkamp
& Alatorre-Bremont (2009) encontraron un impacto positivo, aunque cuantitativamente mo-
desto de la IED sobre el empleo en el sector manufacturero en México, para ambos tipos de
trabajadores —tanto para trabajadores de cuello azul como de cuello blanco—.
El estudio de Cabral, Mollick & Faria (2010) encontró una relación positiva fuerte de la IED
sobre los salarios reales y la migración; a pesar de ello, hallaron el mismo efecto sobre la migra-
ción doméstica e internacional.
El artículo de López-Noria (2015) analizó el impacto de TLCAN y la IED sobre las diferencias
salariales inter-industriales en México y reportó un efecto positivo significativo no lineal de la
IED sobre las diferencias de salarios inter-industriales; en cambio, del TLCAN no encontró un
impacto semejante.
Recientemente, Sharma & Cardenas (2018) encontraron una relación positiva entre los flujos de IED
hacia México y el incremento del promedio de los salarios por hora, pero no un impacto importante so-
bre otros elementos de empleo —como la duración de desempleo u ocupación en el sector informal—.
Así mismo, Kato-Vidal (2013) estudió el impacto salarial de IED sobre la economía mexicana de
1993 a 2010 con un análisis de data panel dinámico y encontró una relación negativa entre los
flujos de inversión extranjera y los salarios en general.
123 Ens. Econ. 30(57) * julio - diciembre 2020 * e-ISSN 2619-6573 * pp. 120-147
Idalid Alamilla-Gachuz - María del Carmen Cervantes-Siurob - Krisztina E. Lengyel-Almos
Con un enfoque regional, el estudio de Gandolfi, Halliday & Robertson (2017) buscó la existen-
cia de alguna convergencia entre los sueldos de los trabajadores mexicanos y estadounidenses
entre 1988 y 2011, no encontrando evidencia convincente para ello. La poca convergencia en-
contrada se atribuye a otros factores ajenos de la integración entre los países norteamericanos.
Con respecto a la productividad, existen estudios que llegan a conclusiones divergentes. Rome-
ro (2012) analizó la relación entre IED y el crecimiento económico en México entre dos perio-
dos, entre 1940-1979 y 1984-2011 y concluyó que en el segundo periodo se registra un efecto
muy reducido del capital extranjero sobre la productividad.
En cambio, Cabral & Mollick (2011) y Jordaan (2016) analizaron el mismo impacto y hallaron
efectos positivos de la IED sobre la productividad debido a los vínculos entre empresas de la
IED y los proveedores locales mexicanos que surgen a través de las interacciones económicas.
Según las observaciones de Cabral & Mollick (2011) el impacto positivo de las importaciones
intra-industriales en la productividad es sustancialmente mayor después del TLCAN. Asimismo,
las industrias relativamente intensivas en mano de obra se han beneficiado más de estos efec-
tos indirectos. Los autores confirman que estos resultados son muy sólidos para los controles
del ciclo económico y los métodos de estimación.
Según el análisis realizado por De la Madrid-Cordero (2015) de Bancomext, los sectores más pro-
ductivos y que pagan mejores salarios emplean solo 12.6% de la fuerza laboral mexicana. Pese a
este dato, la productividad promedio nacional sí mostró un crecimiento modesto entre 2005 y
2014 con un 0.5% al año. El analista observa que una de las maneras de aumentar la productivi-
dad es aprovechar la presencia de las empresas multinacionales que se encuentran en los sectores
más productivos del país y están conectadas a las cadenas de valor global, por lo que De la Madrid
sugiere que, si las empresas locales logran insertarse en el conjunto de proveedores de estas em-
presas, su productividad podría mejorar y con ello la productividad del país.
Las variables se eligieron por su impacto económico directo en la población como lo son el
salario, la remuneración y el personal ocupado. Por su parte, la productividad y la capacidad
de planta se reflejan en el crecimiento económico nacional; conjuntamente, estos estudios de-
muestran la importancia de analizar si los impactos de la IED en la economía mexicana pueden
contribuir a la mejora de la productividad y el aumento de los salarios en México.
Antecedentes
La perspectiva nacional entre 2007 y 2018
La IED representa una fuente de desarrollo para los países receptores y en el caso de México
no es la excepción. De acuerdo con la SE (2019b), la IED tiene el potencial de generar empleo,
incentivar la transferencia de nuevas tecnologías e impulsar las exportaciones.
Ens. Econ. 30(57) * julio - diciembre 2020 * e-ISSN 2619-6573 * pp. 120-147 124
Impacto de IED en la productividad y salarios en México
Durante los recientes doce años los flujos de IED hacia México muestran una tendencia positi-
va, y también se han visto determinados eventos que marcan picos tanto al alza como a la baja.
Ejemplo de ellos son los procesos electorales, crisis económicas y reformas estructurales. En
el gráfico 1 se exponen dichos eventos, destacando la baja en los flujos de IED que sucedieron
en 2009, donde se refleja el efecto de la crisis de las hipotecas de Estados Unidos y que de
acuerdo con autores como Castañeda & Banda (2015) tuvo un impacto negativo en economías
emergentes tal como sucedió en México.
Respecto a las elecciones federales que tuvieron lugar en 2012 y 2018, también se refleja una
disminución de la IED que se puede traducir como resultado de la incertidumbre propia de es-
tos acontecimientos en vista de que significan un cambio en el gobierno a nivel federal.
Por el contrario, se observa que, en 2013, año de reformas estructurales derivado del Pacto por
México adoptado en 2012, los flujos de IED aumentaron. Entre las reformas se destacan las
laborales, del sector energético, del sector telecomunicaciones, la liberación de los precios de
la gasolina, la reforma de la política tributaria y la liberación del sector financiero, las reformas
dirigidas a atacar la corrupción y la informalidad, así como para reforzar la seguridad y el estado
de derecho y las reformas del proceso judicial. Por ello se tuvo un incremento de los flujos de
IED a causa de la apertura de diversos sectores como lo fue el energético, además de crearse el
Sistema Nacional Anticorrupción que ofrece mayor seguridad al sector privado para aumentar
la inversión. También instituciones financieras como el Fondo Monetario Internacional [FMI]
(2017) han sugerido un crecimiento paulatino derivado de estas reformas.
60.000,0 Reformas
estructurales
50.000,0
40.000,0
30.000,0
Elección federal
20.000,0
Elección federal
10.000,0 Crisis económica
Epidemia H1N1
0,0
2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018
125 Ens. Econ. 30(57) * julio - diciembre 2020 * e-ISSN 2619-6573 * pp. 120-147
Idalid Alamilla-Gachuz - María del Carmen Cervantes-Siurob - Krisztina E. Lengyel-Almos
Estados Unidos de
América
España 26%
Canad á 50%
2%
Alemania 2%
5%
Japón
14%
Estados Unidos de
América
España 24%
Canad á 37%
Alemania 7%
8%
Japón
12%
12%
Ens. Econ. 30(57) * julio - diciembre 2020 * e-ISSN 2619-6573 * pp. 120-147 126
Impacto de IED en la productividad y salarios en México
Así como existen distintos países de origen sobre la IED que se recibe en México, también se
encuentra que esta tiene como destino distintos sectores dentro de la economía nacional. Den-
tro de los sectores hacia los que se han dirigido los flujos de inversión destaca en primer lugar
la industria manufacturera, la cual en los últimos doce años se ha mantenido como el sector
número uno receptor de la IED.
En los gráficos 4 y 5 se muestra la distribución de la IED por sectores para 2007 y 2018. En
2007, los sectores sobresalientes fueron servicios financieros, telecomunicaciones, comercio y
construcción. Para 2018, el sector manufacturero se mantuvo en primer lugar y otros sectores
destacaron como lo es el caso del energético y el minero.
23 Construcción 8%
18%
17%
22 Generación, tr ansmisión y
distr ibución de ener gía eléctr ica
6%
43 y 46 Comercio
6% 48%
52 Ser vicios financieros y de
seguros 8%
21 Minería
15%
Otros sectores
Fuente: elaboración propia con datos de SE (2019c).
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Idalid Alamilla-Gachuz - María del Carmen Cervantes-Siurob - Krisztina E. Lengyel-Almos
Esta industria figura como un sector importante para la economía nacional debido al número
de empleos que genera. De acuerdo con la información de los tres últimos censos económicos
del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) efectuados en 2004, 2009 y 2014 —
ver la tabla 3 en el anexo— la industria manufacturera emplea prácticamente al 25% del total
de personal ocupado a nivel nacional. En lo que respecta al número de unidades económicas,
representa el 12% del total nacional.
60.000,0
50.000,0
40.000,0
30.000,0
20.000,0
10.000,0
0,0
200 7 200 8 200 9 201 0 201 1 201 2 2013 2014 2015 2016 2017 2018
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Impacto de IED en la productividad y salarios en México
Según los datos de la Secretaría de Economía (2019a; 2019c), INEGI (2019) y Banco de México
(2017), el volumen de IED recibido en México entre 2007 y 2018 se ha incrementado de 355
251.7 millones en 2007 a 642 793.1 millones de pesos en 2018. En la tabla 4 del anexo se pre-
sentan los montos durante los recientes 12 años, los cuales fueron en promedio el 2.67% del
PIB anual mexicano —ver gráfico 7—, con un monto más alto en 2013 cuando llegó al 3.9% del
PIB anual, y el monto más bajo en 2012 cuando solo fue del 1.8% del PIB anual.
4,0 3,8
3,5
3,1 3,1
2,9 3,0
3,0 2,7 2,7
2,6
2,5 2,3
2,2
2,0
2,0 1,8
1,5
1,0
0,5
2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018
0,0
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Idalid Alamilla-Gachuz - María del Carmen Cervantes-Siurob - Krisztina E. Lengyel-Almos
35 32,5
29,6
30
25,3
25
20
15
10
5
0
2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018
Fuente: elaboración propia con datos del banco de información estadística de UNCTAD (2019).
Metodología y datos
Considerar un modelo de regresión facilita la respuesta al objetivo planteado, que es analizar
el impacto de la IED en seis variables seleccionadas descritas en la tabla 2. Recordando que un
modelo busca facilitar la interpretación de un fenómeno, además de dar mayor énfasis a las
variables estimadas, se contempla la perturbación a través del componente aleatorio .
Al tener en cuenta los resultados de Hernández-Martínez & Estay-Reyno (2018) en la que se hace
uso de un modelo de mínimos cuadrados para medir el impacto de las variables que determinan
la IED, este artículo busca explicar qué variables afectan significativamente la IED —variable de-
pendiente— mediante el modelo de regresión multivariable. El término —perturbación— reflejará
la aleatoriedad intrínseca; en caso de ser elevado, el modelo escogido no explica y —IED—.
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Impacto de IED en la productividad y salarios en México
[1]
Nombre de
Variable Definición Fuente
Variable
Inversión Extranjera
Corresponde a la IED de las
IED Directa en Secretaría de Economía.
industrias manufactureras
Manufactura
Fuente: INEGI. Índice de Productividad
Índice de volumen físico de la Laboral y Costo Unitario de la Mano de Obra
CP Capacidad de planta
producción 2000-2018. Base 2008.
131 Ens. Econ. 30(57) * julio - diciembre 2020 * e-ISSN 2619-6573 * pp. 120-147
Idalid Alamilla-Gachuz - María del Carmen Cervantes-Siurob - Krisztina E. Lengyel-Almos
[2]
La tabla 3 enseña algunas de las estadísticas descriptivas de las variables, donde el primer dato
corresponde a 2007 y el segundo a 2018.
PO 123 886 171 371 291 795 375 272 16 435 20 060 83 680 112 479
Del 2007 al 2018 se observa un crecimiento en el promedio de las siete variables. A pesar de
ello, se observan algunas diferencias; por ejemplo, en el salario de los empleados obreros y
técnicos con los administrativos, ya que los primeros tuvieron un crecimiento del 77% y los
segundos solamente del 55%. Aunque se podría suponer que se está disminuyendo la brecha de
salarios entre estos dos grupos, la desviación estándar demuestra que está pasando lo contra-
rio, porque se observa una elevación en este estadístico.
Por otro lado, se observa gran disparidad en la variable de productividad, y con los años se
amplió esta diferencia entre los estados. Pasa algo similar con la variable de capacidad de
planta, del 2007 al 2018 se observa un decremento de 24.5 unidades en el valor mínimo, y
crecimiento en el valor máximo de 65.93, derivado de ello se observa la desviación estándar
grande para 2018.
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Impacto de IED en la productividad y salarios en México
Para definir las variables del estudio se tomó como referencia los estados de la república mexicana
que reciben mayores flujos de IED. Al optar por el periodo comprendido entre 1999 y 2018 se gene-
ró un listado con los que más inversión han recibido durante estos 20 años, y en la figura 1 se ilustra su
localización geográfica, destacando la franja fronteriza al norte de México, así como la zona centro.
En la tabla 4 se enlistan los 14 estados y se muestra que el porcentaje que estos representan es del
82% del total de IED recibida en México durante los 20 años mencionados. El resto de ellos repre-
sentan el 18% de los flujos de IED por lo tanto no se tomaron en cuenta dentro de esta investigación.
Debido a que 14 de los 32 estados son los que reciben la mayor parte de las inversiones ex-
tranjeras directas que llegan a México, el estudio se enfoca en analizar el impacto de la IED en
variables económicas para estas 14 entidades federativas.
Población %
Total general IED (mdd dólares) IED % (2018) PIB % (2017)
(2014)
1 Ciudad de México 114 647.4 21.07% 16.50% 7.39%
2 Nuevo León 51 119.7 9.40% 7.50% 4.19%
3 Estado de México 50 764.3 9.33% 9.00% 13.89%
4 Chihuahua 32 888.4 6.05% 3.40% 3.07%
5 Jalisco 29 976.3 5.51% 7.10% 6.55%
6 Baja California 25 651.7 4.72% 3.40% 2.87%
7 Guanajuato 21 691.9 3.99% 4.40% 4.82%
8 Coahuila de Zaragoza 21 367.2 3.93% 3.70% 2.44%
9 Tamaulipas 20 409.2 3.75% 2.90% 2.93%
10 Veracruz de Ignacio de la Llave 16 152.8 2.97% 4.50% 6.67%
11 Querétaro 16 023.9 2.95% 2.30% 1.65%
12 Sonora 15 423.5 2.84% 3.40% 2.42%
13 San Luis Potosí 14 113.9 2.59% 2.20% 2.28%
14 Puebla 13 787.2 2.53% 3.50% 5.12%
Además de la IED recibida al 2018 en millones de dólares y en porcentaje del total nacional, en
la tabla 4 se presentan otros indicadores como la contribución de los 14 estados enlistados al
PIB nacional en 2017 y la contribución a la población total de México según datos de INEGI de
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Idalid Alamilla-Gachuz - María del Carmen Cervantes-Siurob - Krisztina E. Lengyel-Almos
2014. De acuerdo con esta información, la contribución de ellos al PIB nacional es aproxima-
damente 74% y su población es 66% del total de la población mexicana. Los datos indican que
estas 14 entidades federativas son más productivas que el resto del país.
Con base en los datos presentados que indican una concentración en la recepción de IED en 14
estados que contribuyen en mayor proporción a la producción interna bruta, la investigación
supone que la recepción de IED en una entidad federativa puede contribuir a la productividad.
Por esta razón se analiza si estos estados cuentan con un impacto en los indicadores produc-
tivos respecto a la IED recibida. También se busca evaluar si la productividad se traduce a una
mayor remuneración para los empleados contratados. Entre los empleados se distingue los tra-
bajadores administrativos como un grupo; y como un segundo grupo a los técnicos y obreros.
Sin embargo, esta división solo se considera en la variable de salarios en la cual sí se cuenta con
información concreta en series de tiempo para los dos grupos.
A pesar de que los salarios mínimos están regulados a nivel federal en México, diferencias re-
gionales entre los sueldos de los empleados han sido observados en investigaciones previas
(Aitken, Harrison & Lipsey, 1996; Cardoso-Vargas, 2016; Hanson, 2003; López-Noria, 2015).
Debido a la mayor productividad, se esperará mayor ocupación y mejor salario de los trabajado-
res. Por este motivo se analiza si hay correlación entre la IED recibida, la tasa ocupacional y los
salarios de los dos tipos de empleados —administrativo y técnico-obrero—.
Ens. Econ. 30(57) * julio - diciembre 2020 * e-ISSN 2619-6573 * pp. 120-147 134
Impacto de IED en la productividad y salarios en México
Gráfico 9. Los flujos de IED recibido en los 14 estados entre 2007 y 2018 —miles de dólares—
9.000
8.000
Ciudad de Mé xico
Estado de México
5.000 Guanajua to
Ja lisco
Puebla
Quer étar o
3.000
San L uis Potosi
Sonora
2.000
Tamaulipas
Veracr uz
1.000
-
2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018
En 2009 se observa una disminución notable de los flujos de IED en estos estados con mayor
recepción de la inversión; en cambio, en 2013 se observa un crecimiento generalizado en todos
los estados seleccionados y esto resultó en un aumento importante de IED a nivel nacional:
de 21 893.9 millones de dólares en 2012 se aumentó a 48 326.7 millones de dólares en 2013.
Para 2017, también se nota una tendencia al alza, sin llegar al nivel recibido en 2013; pero,
varios estados —como Puebla, Sonora, Veracruz— recibieron menos IED que en años anteriores.
Como se mencionó previamente, para 2018 la tendencia es mixta, algunos estuvieron reci-
biendo más Inversión Extranjera Directa —Nuevo León, Coahuila, Guanajuato—, mientras que
otros fueron menos favorecidos —Estado de México, Veracruz, Puebla, Sonora, entre los más
notables—. Este patrón es muy similar si se tiene en cuenta solo los flujos de IED recibidos en el
sector manufacturero, puesto que casi 50% de la IED está destinada al sector de manufactura.
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Idalid Alamilla-Gachuz - María del Carmen Cervantes-Siurob - Krisztina E. Lengyel-Almos
La productividad
La productividad medida en las horas trabajadas por el personal relativo a la producción evidencia una
situación divergente entre los estados analizados usando el 2008 como año base —ver gráfico 10—.
160
150
Baja Calif ornia
140 Chihuahua
Ciudad de Mé xico
130
Coahuila de Zar agoza
Estado de México
120
Guanajua to
110 Ja lisco
Nuevo L eón
100 Puebla
Quer étar o
90
San L uis Potosi
Sonora
80
Tamaulipas
70 Veracr uz
60
2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018
La tendencia en Jalisco, Puebla y Chihuahua muestra que la productividad ha mejorado año con
año, logrando que sea más alta que en los otros estados —Jalisco obtuvo un índice de 147.8 en
2018, Puebla de 136.25 en el mismo año—; en cambio, Tamaulipas y Veracruz revelan pérdidas
anuales en su productividad desde 2014.
Otra observación a destacar es que Guanajuato mostró una decaída paulatina desde 2016,
cuando tuvo un índice de 122.32 puntos, llegando a 114.95 para 2018. Coahuila, por su parte,
ha mostrado una tendencia negativa y de estancación en su productividad manufacturera com-
parando con el año de referencia 2008.
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Impacto de IED en la productividad y salarios en México
Otro punto que sobresale es que, en el 2009, año de la crisis hipotecaria, 11 estados mantu-
vieron una tendencia positiva entre los que destacan Baja California, Chihuahua, Coahuila, la
Ciudad de México, Estado de México, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí y Tamaulipas. Tres de
los 14 estados sí se vieron afectados por dicha crisis reflejada en los picos a la baja, lo que se
traduce en que, durante este periodo, menores flujos de IED dentro del sector manufacturero
afectaron los salarios del personal administrativo. No obstante, para 2010 los sueldos adminis-
trativos empezaron a subir nuevamente en cada uno de ellos.
Nuevo L eón
25 Puebla
Quer étar o
San L uis Potosi
Sonora
20
Tamaulipas
Veracr uz
15
2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018
Fuente: elaboración propia con datos de INEGI (2018b).
Entre 2013 y 2015 se puede observar un retroceso y estancamiento de los sueldos administra-
tivos, pese a que desde 2015 todos los estados observados mostraron ganancias importantes
—por ejemplo, lo sueldos en Baja California subieron de aproximadamente 29 400 pesos en
2015 a 34 800 pesos en 2018, el cual significó un aumento de 18.3% en tres años—.
Los dos estados con una tendencia negativa en términos de los sueldos administrativos fueron
la Ciudad de México desde 2016 y Veracruz desde 2017. En el caso de Veracruz, los datos
de INEGI señalan que los salarios administrativos en el sector manufacturero estuvieron por
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Idalid Alamilla-Gachuz - María del Carmen Cervantes-Siurob - Krisztina E. Lengyel-Almos
arriba del nivel de los otros estados alcanzando aproximadamente 36 700 pesos mensuales en
2017; sin embargo, para 2018 varios de ellos presentaron niveles similares de los sueldos —en
Baja California los trabajadores administrativos ganaron aproximadamente 34 850 pesos o en
Coahuila 33 200 pesos.
Ciudad de Mé xico
Estado de México
Guanajua to
10 Ja lisco
Nuevo L eón
Puebla
8 Quer étar o
San L uis Potosi
Sonora
6
Tamaulipas
Veracr uz
4
2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018
Las tendencias positivas en estas variables son comprendidas partiendo del hecho de que en
México se establece un salario mínimo, aunque resulta relevante encontrar que la entidad que
recibe el mayor flujo de IED —Ciudad de México— no muestra un impacto altamente notable en
los salarios tanto administrativos como de obreros y técnicos.
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Impacto de IED en la productividad y salarios en México
Según los datos de INEGI, los sueldos obreros y técnicos en Veracruz evidencian una tendencia
por arriba de los otros estados desde 2012. Este hallazgo confirma lo reportado por López &
Mendoza (2017) quienes estudiaron los salarios, desempleo y la productividad en el sector
manufacturero en México entre 2007 y 2015.
Las remuneraciones
En el reporte de datos de remuneraciones del sector manufacturero no se distingue entre re-
muneraciones del personal administrativo y obrero-técnico. Por lo tanto, se permite ver las
tendencias frecuentes de las remuneraciones de este sector.
Gráfico 13. Tendencia de las remuneraciones —en miles de pesos, promedios mensuales—
20
Baja Calif ornia
18 Chihuahua
Ciudad de
México
16 Coahuila de
Zaragoza
Estado de
México
14 Guanajua to
Ja lisco
12
Nuevo L eón
Puebla
10
Quer étar o
6 Tamaulipas
Veracr uz
4
2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018
La diferencia más notable en comparación con los sueldos tanto de administrativos como de
obrero-técnico —en los gráficos 11 y 12 respectivamente— es que las remuneraciones en Vera-
cruz no sobresalen de todos los otros estados desde 2015, a pesar de que siguen siendo altos
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Idalid Alamilla-Gachuz - María del Carmen Cervantes-Siurob - Krisztina E. Lengyel-Almos
en comparación con los demás. Esto indica que las remuneraciones incluyen otros beneficios al
trabajador que pueden compensar los salarios relativamente bajos; por lo menos esto es lo que
se puede observar en los casos de Puebla y de la Ciudad de México.
Resultados
La tabla 6 ilustra la correlación entre las 6 variables independientes a través del estadístico
de Pearson. Los datos seleccionados fueron 168 que corresponden a la información de los 14
estados desde 2007 a 2018.
La variable personal ocupado —PO— no se relaciona con otra variable. Las variables de ca-
pacidad de planta —CP— y productividad —PRO— se relacionan moderadamente —Pearson=
0.616—; además, la variable de salarios de administrativos —SA— y salarios de obreros y técni-
cos —SO— también se relacionan moderadamente —Pearson= 0.647—.
CP PO PRO SA SO REM
Pearson Correlation 1 .279** .616** .294** .083 -.090
CP
Sig. (2-tailed) .000 .000 .000 .288 .246
Pearson Correlation .279** 1 .035 .392** -.190* -.090
PO
Sig. (2-tailed) .000 .649 .000 .014 .245
Pearson Correlation .616** .035 1 -.079 .023 .020
PRO
Sig. (2-tailed) .000 .649 .308 .763 .796
Pearson Correlation .294 **
.392 **
-.079 1 .647 **
.574**
SA
Sig. (2-tailed) .000 .000 .308 .000 .000
Pearson Correlation .083 -.190 *
.023 .647 **
1 .837**
SO
Sig. (2-tailed) .288 .014 .763 .000 .000
Pearson Correlation -.090 -.090 .020 .574 **
.837 **
1
REM
Sig. (2-tailed) .246 .245 .796 .000 .000
** Correlación significativa al nivel de 0.01 (2-colas). * Correlación significativa al nivel de 0.05 (2-colas).
Fuente: elaboración propia con SPSS.
Las variables que se relacionan con mayor fuerza son remuneración —REM— y salarios de obreros
y técnicos —SO— con una correlación Pearson de 0.837, lo cual es comprensible, ya que el valor de
la remuneración va de la mano con el salario. No obstante, lo que se observa es que la remunera-
ción —REM— no se relaciona significativamente con el salario de administrativos —SA—.
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Impacto de IED en la productividad y salarios en México
El modelo [1] arrojó un coeficiente de determinación R de 0.486, el cual es bajo para modelar los
datos. Sin embargo, la regresión salió con un valor p menor de 0.05, por lo que es significativo.
La tabla 7 muestra en resumen los coeficientes y los coeficientes estandarizados de los cuatro
modelos con los datos estadísticos de cada modelo. Respecto a los coeficientes del modelo [1],
se observan cuatro variables estadísticamente significativas a través del valor p. Las variables
de personal ocupado —PO—, productividad —PRO—, salarios administrativos —SA— y salarios
de obreros y técnicos —SO— son estadísticamente significativas.
Por medio de la columna de los coeficientes estandarizados se observa que la variable con ma-
yor peso es la de salarios de empleados obreros y técnicos —SO— dado que cuenta con un peso
estandarizado de 0.772. La siguiente variable con mayor peso es personal ocupado —PO— con
0.529, le sigue la variable de productividad con 0.023 y por último la variable de salarios de
administrativos —SA— se reporta con un coeficiente negativo de -0.393; es decir, si aumenta la
IED disminuye el salario de administrativos.
A través de este modelo se corrobora que los estados que reciben mayores flujos de IED tam-
bién existe una mayor producción, una mayor tasa de personal ocupado y mejores salarios a
nivel obreros y técnicos.
Posteriormente se aplicó el modelo con logaritmos representado por la ecuación [2], el cual
mejoró el valor R con 0.515 y un valor p menor de 0.05. El objetivo de incorporar logaritmos
en la ecuación es aportar estabilidad a las variables independientes y reducir la heterogeneidad
del conjunto de variables.
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Idalid Alamilla-Gachuz - María del Carmen Cervantes-Siurob - Krisztina E. Lengyel-Almos
Los coeficientes del modelo [2] obtenidos a través del programa SPSS son presentados en la
tabla 7. Consecutivamente se optó por el modelo donde solo están las variables significativas
de los modelos [1] y [2]. Esto es, las variables directas y con logaritmo.
Primero, del modelo [1] se tomaron las cuatro variables significativas, el cual está ejemplificado
en la ecuación [3].
[3]
De la ecuación [3] se obtiene un R de 0.473 que denota una diferencia de 0.013 respecto a la
primera ecuación, por lo que un modelo más simple con cuatro variables independientes se
puede considerar moderadamente mejor, ya que es un modelo más simple y no se pierde gran
información. Lo que se observa es que en el segundo modelo se reflejan el 47.3% de los datos,
por lo que el modelo [3] aunque es significativamente aceptable, no representa en gran medida
la variable de IED de manufactura.
Por los coeficientes del modelo [3] expuestos en la tabla 7, se puede observar que la variable de sa-
larios de obreros y técnicos —SO— tiene un mayor peso —coeficiente estandarizado igual a 0.618—.
Luego, se escogió el modelo con las dos variables significativas de la ecuación [2]; es decir, con
logaritmos. Este modelo se muestra en la ecuación [4].
[4]
Donde se obtiene un valor R de 0.480 y una significancia estadística menor de 0.05. Asimismo, en
la tabla 7 están los coeficientes del modelo [4]. Si bien no se tiene un valor R muy alto, se obser-
van que algunas variables afectan más en los niveles de IED en el sector manufacturero que otras.
Conclusiones
Este estudio se enfocó en analizar la incidencia o de la IED en la productividad, capacidad de planta, nú-
mero de personal ocupado, remuneraciones y salarios de personal administrativo y obreros dentro del
sector manufacturero en México, para el periodo comprendido de 2007 a 2018. En concreto, se analizó
el impacto en los 14 estados que han captado el 82% de los flujos de IED en los últimos 20 años, y se
encontró que estos están concentrados en la franja norte y centro del país, como se pudo ver en la
figura 1. Los hallazgos reportados reflejan el efecto de la IED en los estados de la república mexicana
cuyo porcentaje es representativo con relación al total de IED recibida durante el periodo de análisis.
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Impacto de IED en la productividad y salarios en México
todos los modelos. No obstante, no se refleja un impacto sólido. En segundo lugar, también se
manifiestan efectos negativos en las variables de capacidad de planta —CP—, sueldos adminis-
trativos —SA— y remuneraciones —REM—, aunque en ninguno de los modelos la variable de ca-
pacidad de planta —CP— es significativa; así que, no se incluyó en las observaciones adicionales
de las variables objeto de estudio. En tercer lugar, se considera que el modelo sugerido se puede
robustecer tomando otras variables tales como el derrame tecnológico y otros enfoques como
la especialización y diversificación del sector manufacturero.
Por lo tanto, se recomienda aplicar el modelo [2] propuesto en futuras investigaciones, te-
niendo en cuenta subsectores específicos dentro del sector manufacturero, o bien, un sector
diferente, y así confirmar o refutar los datos aquí planteados.
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145 Ens. Econ. 30(57) * julio - diciembre 2020 * e-ISSN 2619-6573 * pp. 120-147
Idalid Alamilla-Gachuz - María del Carmen Cervantes-Siurob - Krisztina E. Lengyel-Almos
Anexo
Tabla 1. IED por país de origen, en millones de dólares
Sector Subsector
311 Industria alimentaria
312 Industria de las bebidas y del tabaco
313 Fabricación de insumos textiles y acabado de textiles
314 Fabricación de productos textiles, excepto prendas de vestir
315 Fabricación de prendas de vestir
316 Curtido y acabado de cuero y piel, y fabricación de productos de cuero, piel y materiales
sucedáneos
321 Industria de la madera
322 Industria del papel
323 Impresión e industrias conexas
31-33 324 Fabricación de productos derivados del petróleo y del carbón
Industrias 325 Industria química
manufactureras
326 Industria del plástico y del hule
327 Fabricación de productos a base de minerales no metálicos
331 Industrias metálicas básicas
332 Fabricación de productos metálicos
333 Fabricación de maquinaria y equipo
334 Fabricación de equipo de computación, comunicación, medición y de otros equipos
componentes y accesorios electrónicos
335 Fabricación de accesorios, aparatos eléctricos y equipo de generación de energía eléctrica
336 Fabricación de equipo de transporte
337 Fabricación de muebles, colchones y persianas
339 Otras industrias manufactureras
Ens. Econ. 30(57) * julio - diciembre 2020 * e-ISSN 2619-6573 * pp. 120-147 146
Impacto de IED en la productividad y salarios en México
Fuente: Elaboración propia con datos de la Banco de México (2017), INEGI (2019) y SE (2019a; 2019c).
50.000,0
Reinve rsión de
40.000,0 utilidades
Nuevas inversiones
30.000,0
0,0
2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018
Fuente: elaboración propia con datos del banco de información estadística de SE (2019a; 2019c).
147 Ens. Econ. 30(57) * julio - diciembre 2020 * e-ISSN 2619-6573 * pp. 120-147
148-174
* Artículo recibido: 31 de julio de 2019/ Aceptado: 04 de marzo de 2020/ Modificado: 24 de abril de 2020. El artículo es el
resultado del proceso investigativo autónomo de los autores y no contó con financiación.
** Doctor en Economía por University of Bradford (Bradford, Inglaterra). Profesor Asociado de la Facultad de Ciencias
Económicas de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá, Colombia). Correo electrónico: [email protected]
https://orcid.org/0000-0001-9160-3664
*** Magíster en Ciencias Económicas por la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá, Colombia). Docente ocasional de
la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá, Colombia). Correo electrónico:
[email protected] https://orcid.org/0000-0002-1593-7723
**** Magíster en Ciencias Económicas por la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá, Colombia). Docente ocasional de
la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia (Bogotá, Colombia). Correo electrónico:
[email protected] https://orcid.org/0000-0001-6525-494X
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Política fiscal subnacional y ciclos económicos regionales
Abstract
This paper estimates the elasticity of some fiscal variables to the regional GDP gap, measured as the difference
between the observed growth and its long-term trend. By using panel data methodology with fixed and tem-
porary effects we found that both total revenues and grants of regional level of government were procyclical
for the period 2000-2016, opposite to what is expected. On the other hand, own-source incomes and total
expenses showed aciclicity. These results suggest the presence of constraints of regional fiscal policy in Co-
lombia in order to mitigate business cycles effects.
Keywords: subnational fiscal policy; business cycles; regional GDP; grants.
JEL: H39; H70; H71; H72.
Introducción
El alcance de la política fiscal ha estado permanentemente acompañado del denominado sesgo
al déficit, originado en la tendencia a incrementar el gasto público para atender las mayores y
cada vez más complejas demandas ciudadanas. Este aspecto es más notorio en el nivel subna-
cional de gobierno, ante la aparición de fallos en la dinámica de los esquemas de descentrali-
zación y, en particular, en los sistemas de transferencias intergubernamentales (Schaechter et
al., 2012). Así las cosas, buena parte de los objetivos de los hacedores de política se enfocan
en la búsqueda del equilibrio entre la satisfacción de las demandas ciudadanas —que tienden a
ser infinitas— en términos de provisión pública de bienes y servicios, y la capacidad del Estado
—que es limitada— para proveerlas, con sus efectos directos e indirectos sobre la estabilidad
macroeconómica y la redistribución del ingreso.
Son variados los instrumentos y los dilemas a los cuales se enfrenta la política fiscal para intentar
contener el sesgo al déficit: el incremento de los ingresos públicos mediante más impuestos, fren-
te a las distorsiones que producen en el mercado; la financiación del déficit con mayor endeuda-
miento y las menores posibilidades de ahorro intergeneracional; la contracción del gasto público
y sus implicaciones en la demanda agregada; la transferencia de recursos y competencias a otros
niveles de gobierno y su efecto en la eficiencia en el gasto público, entre otros (Stiglitz, 2000).
Existen diversas concepciones teóricas que giran en torno a la reacción de la política fiscal en
las distintas fases del ciclo económico. La literatura resalta las bondades derivadas de una po-
lítica fiscal contracíclica de cara a recuperar sendas esperadas de crecimiento económico en
los gobiernos, bien sea por medio de decisiones discrecionales de los hacedores de política,
o sobre la base del funcionamiento de estabilizadores automáticos. En ese marco, políticas
fiscales procíclicas o acíclicas se consideran, en general, no deseables, puesto que incrementan
la volatilidad en términos de la provisión de bienes y servicios públicos (Ardanaz et al., 2015;
Jiménez & Ter-Minassian, 2016). Además de los nefastos resultados a los que puede conducir
una postura gubernamental que refuerce o no tenga la capacidad de reaccionar ante fases ne-
gativas del ciclo económico.
149 Ens. Econ. 30(57) * julio - diciembre 2020 * e-ISSN 2619-6573 * pp. 148-174
Raúl Alberto Chamorro-Narváez - Andrés Camilo Santos-Ospina - Andrés Felipe Urrea-Bermúdez
Asimismo, buena parte de la literatura también se ha ocupado de examinar las principales cau-
sas que llevan a este tipo de comportamientos, destacándose la relevancia de los recursos na-
turales en las estructuras productivas, las especificidades de los sistemas de transferencias
intergubernamentales, las inflexibilidades en los presupuestos de gastos, los sistemas de con-
trol al endeudamiento nacional y subnacional e, incluso, la existencia de debilidades institucio-
nales para dar respuesta en materia de inversión pública en contextos de recesión económica.
Potenciales recomendaciones a dichas circunstancias completan los esfuerzos teóricos encami-
nados a comprender el vínculo entre la política fiscal y la estabilidad macroeconómica (Jiménez
& Ter-Minassian, 2016).
Ahora bien, a nivel empírico, la mayor parte de la literatura se ha ocupado de evaluar la in-
cidencia de la política fiscal como factor de estabilización macroeconómica para el Gobierno
Nacional Central, dejando a un lado el impacto de los ciclos económicos regionales sobre de los
gobiernos subnacionales —GS—. Este aparente vacío puede distorsionar la comprensión integral
del fenómeno porque en la actualidad los GS manejan una proporción importante de los ingre-
sos y gastos gubernamentales en distintas latitudes.
En términos generales, se puede decir que entre mayor sea el grado de descentralización, los GS
manejan porcentajes más altos de ingresos tributarios, ingresos y gastos totales, con respecto
al presupuesto total del sector público, aspecto que se convierte en un pilar fundamental de
cara a profundizar en la reacción de la política fiscal de niveles de gobierno intermedio y local
1 Cifras de los Planes Financieros del Ministerio de Hacienda y Crédito Público. La deuda pública de las administraciones
centrales territoriales pasó de representar el 6% al 3% del total de la deuda pública bruta del SPNF, resultado asociado a
los límites de endeudamiento implementados con la Ley 358 de 1997.
Ens. Econ. 30(57) * julio - diciembre 2020 * e-ISSN 2619-6573 * pp. 148-174 150
Política fiscal subnacional y ciclos económicos regionales
frente a los ciclos económicos. En este contexto, el balance fiscal subnacional debería seguir
la misma dirección de la fase del ciclo en que se encuentre la economía; es decir, aumentar du-
rante periodos de expansión y disminuir durante las recesiones. Un comportamiento procíclico
del resultado fiscal ayuda a estabilizar el ingreso disponible de los consumidores y, por tanto, a
atenuar las fluctuaciones económicas. En otras palabras, cuando el balance fiscal es procíclico,
se dice usualmente que la política fiscal es contracíclica (Sorensen & Yosha, 2001).
El objetivo de este documento es estimar las elasticidades de diferentes ítems fiscales de las
gobernaciones en Colombia2 con respecto a cambios en la brecha del Producto Interno Bruto
departamental empleando para ello modelos de datos panel para el periodo 2000 a 2016. La
principal motivación radica en contar con insumos para caracterizar la política fiscal de este ni-
vel de gobierno frente a los ciclos económicos. El documento está dividido en cuatro secciones,
incluida esta introducción. En la segunda se analiza el estado del arte, haciendo énfasis en la
evidencia encontrada para el caso latinoamericano y especialmente para el colombiano. En la
tercera sección se detallan las orientaciones metodológicas, los modelos empleados, las varia-
bles incluidas, las fuentes de información y el análisis de los resultados. Finalmente, se incluye
una sección con las conclusiones y algunas recomendaciones de política pública.
Para un total de 87 países y datos para el periodo 1960–1990, Alesina & Taballini (2005) eva-
lúan la relación entre la brecha del PIB y el balance presupuestal del Gobierno Nacional Central.
Los autores encuentran un efecto contracíclico para países miembros de la OCDE y procíclico
para América Latina y África subsahariana. Al tener en cuenta los ingresos tributarios y el nivel
de gasto público, evidencian que la contraciclicidad en los países de la OCDE se sustenta en
la esfera del gasto, mientras que, en los otros dos grupos, tanto los gastos como los ingresos
son procíclicos, aunque esto es más evidente en el caso de los gastos. A diferencia de estudios
que sustentan como causa de la prociclicidad las restricciones en la oferta de créditos (Gavin &
Perotti (1997); Catao & Sutton (2001); Kaminski, Reinhart & Vegh (2004), citados por Alesina
& Taballini (2005)), los autores proveen una explicación alternativa basada en un problema de
2 Es decir, para las administraciones centrales departamentales —gobernaciones— sin su sector descentralizado —empresas—.
151 Ens. Econ. 30(57) * julio - diciembre 2020 * e-ISSN 2619-6573 * pp. 148-174
Raúl Alberto Chamorro-Narváez - Andrés Camilo Santos-Ospina - Andrés Felipe Urrea-Bermúdez
agencia política: en buenas condiciones de la economía, los votantes reclaman mayores utilida-
des, bien sea por medio de menores impuestos o mayor provisión de bienes, por lo que encuen-
tran una correlación positiva entre prociclicidad y medidas de corrupción, la cual está presente
principalmente en países democráticos.
Lee & Sung (2007) evidencian por medio de una estimación de variables instrumentales3 para
94 países y el periodo comprendido entre 1972 y 1998, que los gastos corrientes y subsidios
son contracíclicos, en contraste con los impuestos y gastos de capital que tienden a ser pro-
cíclicos. Los países de la OCDE tienden a dar respuestas contracíclicas más marcadas que los
no-OCDE en materia del gasto público total. Los autores también evidencian que los gastos
militares y la producción de petróleo tienen un alto poder de explicación sobre las fluctua-
ciones económicas de los países no-OCDE y que los gastos en seguridad social y corrientes se
encuentran negativamente asociados con las fluctuaciones económicas.
Follette & Lutz (2010) examinan la incidencia del presupuesto gubernamental sobre la econo-
mía para los niveles federal y subnacional —state and local— en Estados Unidos. Encuentran un
efecto contracíclico para los primeros —impuestos y gastos tienen más estímulos después de un
pico económico—, en cambio para los segundos obtienen un efecto procíclico —probablemente
asociado a las restricciones constitucionales en los balances presupuestales—. Ante una desvia-
ción del 1% del PIB respecto a su potencial, el gobierno federal incrementa su déficit en 0.35%
del PIB, mientras que en el nivel local el incremento es de 0.1% del PIB.
Klemm (2015) analiza la postura de la política fiscal para una muestra de economías avanza-
das, emergentes y para América Latina. En una revisión de la literatura especializada, el autor
halla estimaciones que gravitan entre los estudios de los presupuestos basados principalmente
en estabilizadores automáticos o en medidas discrecionales. En ese sentido, se parte de una
definición intermedia en la cual solamente se tienen en cuenta los estabilizadores automáticos
asociados a los impuestos, pero no aquellos que se derivan de gravar el PIB adicional ante pe-
riodos de auge. El autor encuentra, mediante la utilización de modelos de datos panel, variables
instrumentales y método generalizado de momentos, que la política fiscal durante el periodo
1980-2012 en las economías avanzadas presenta una naturaleza contracíclica, de modo que el
balance primario se ajusta en tiempos de fuerte actividad económica. Para los países emergen-
tes los resultados no son concluyentes, y América Latina presenta una postura procíclica, tanto
desde el análisis del balance primario, como del balance primario ajustado cíclicamente. La
prociclicidad es atribuida a una decisión discrecional de los hacedores de política. Con respecto
a los resultados específicos para esta región, el autor observa que, pese a problemas de signi-
ficancia estadística, hay evidencia de un giro reciente hacia políticas contracíclicas en Brasil,
Chile, Colombia, El Salvador y México.
3 Con el objetivo de corregir el sesgo a la baja asociado con el efecto de causalidad inversa de la política fiscal en las
fluctuaciones económicas, en la medición de la efectividad de la política fiscal —por medio del promedio ponderado de las
fluctuaciones económicas de las economías vecinas de cada país—.
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Política fiscal subnacional y ciclos económicos regionales
Por otra parte, Arenas de Mesa (2016) afirma que en los últimos 25 años el crecimiento econó-
mico de América Latina ha sido moderado, pero con importantes indicios de volatilidad, origi-
nada principalmente por las fluctuaciones en el precio de las materias primas y por los choques
de la crisis financiera internacional. Esta situación ha puesto de manifiesto la necesidad de que
los países transiten hacia una senda de sostenibilidad fiscal, concepto que se asocia con la capa-
cidad de los gobiernos para garantizar de manera permanente la ejecución de la política pública
sin afectar su solvencia.
Bajo ese enfoque, como aproximación de un indicador de solvencia, el autor estima el espacio
fiscal de los países latinoamericanos, definiéndolo como la diferencia intertemporal entre el ba-
lance primario efectivo y el requerido, dado un nivel constante de deuda pública. Sus resultados
concluyen que en el periodo 2000-2015 el espacio fiscal ha mostrado una tendencia descen-
dente, caracterizada por un amplio margen en los primeros 5 años, un descenso promovido por
la crisis financiera de 2010 y una marcada reducción desde 2011 que fue explicada por la caída
de los precios de las materias primas. Lo anterior indica que, pese a la tendencia procíclica de la
política fiscal en la mayoría de los países de América Latina, la reducción en su solvencia fiscal
ha conducido a la búsqueda de una orientación contracíclica como objetivo de política.
Ardanaz et al. (2015), por su parte, encuentran un patrón de política fiscal pro-cíclica en veinte
países de América Latina y el Caribe para el periodo 1990-2013. Mediante la utilización de
modelos de efectos fijos, variables instrumentales y del método generalizado de momentos,
los autores obtienen una correlación negativa y estadísticamente significativa entre el balance
primario estructural de los gobiernos centrales y generales y la brecha del producto. Ante in-
crementos del 1% en la brecha del producto, el balance primario estructural disminuye entre
0.13% y 0.63%. Las diferencias en este rango son atribuidas fundamentalmente a la importancia
de los ingresos provenientes de actividades relacionadas con bienes primarios.
Conclusiones similares a las anteriores presentan Alberola et al. (2016), pues afirman que la
política fiscal en Latinoamérica conservado un sesgo procíclico, propiciado por la dependencia
del crédito externo y de los ingresos por materias primas. Para el periodo 1990-2014 estiman
un modelo de datos panel con efectos fijos para el balance primario estructural y la brecha del
producto. Los resultados sugieren que, en la primera década del periodo de análisis, la política
fiscal fue predominantemente procíclica. Solamente en el periodo 2009-2010 se presentaron
respuestas contracíclicas a la crisis financiera internacional. Sin embargo, estas no se han man-
tenido en el tiempo, pues en los últimos cuatro años, la tendencia ha sido procíclica.
Para complementar, Ardanaz et al. (2015) identifican como determinantes de la variación del
balance primario estructural el nivel de deuda pública, el grado de integración financiera, los
choques sobre los términos de intercambio, el grado de corrupción y la calidad de las institu-
ciones. Se destaca un efecto voracidad con los choques sobre los términos de intercambio —se
refuerzan mutuamente— y la presencia de una menor pro-ciclicidad en aquellos países con ma-
yor calidad de sus instituciones.
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Raúl Alberto Chamorro-Narváez - Andrés Camilo Santos-Ospina - Andrés Felipe Urrea-Bermúdez
A partir de datos trimestrales del gobierno central, Bello & Jiménez (2009) caracterizan la ten-
dencia cíclica de la política fiscal en nueve países de América Latina. Los autores estiman la
correlación entre los componentes cíclicos del gasto primario y el PIB —empleando modelos
de primera diferencia y filtros Hodrick-Prescott y BK—. Encuentran una tendencia procíclica en
Argentina, Colombia, México, Perú, Uruguay y Venezuela, dada la existencia de un componente
cíclico positivo del gasto primario en épocas de auge económico y negativo en caso inverso.
Estos resultados son similares a los de trabajos anteriores como los de Gavin & Perotti (1997);
Catao & Sutton (2002); Kaminski, Reinhardt & Vegh (2004); Alessina & Tabelini (2005) y Talvi
& Vech (2005), citados por Bello & Jiménez (2009). No obstante, se debe mencionar que estos
últimos encuentran también evidencia de una política fiscal acíclica para Chile y Brasil.
González, Baquero & Gómez (2009) analizan el margen de maniobra de la política fiscal de los
países latinoamericanos para minimizar los desequilibrios macroeconómicos. Sobre dos fases
del ciclo económico —1998-2002 y 2003-2007— estiman la elasticidad de los ingresos, gastos
y balance presupuestal respecto al crecimiento del producto. Encuentran que los países han
aplicado una política fiscal procíclica en lo referente a los gastos; mientras que en los ingresos
han intentado aplicar políticas contracíclicas, en especial lo que corresponde a los ingresos
tributarios. Concluyen que la expansión del gasto público ha limitado el logro de la estabilidad
macroeconómica y la reducción del endeudamiento. Adicionalmente, los autores afirman que
el ciclo político ha sido determinante, en virtud de que ha presionado el incremento del gasto
en los países latinoamericanos.
Jiménez & Ter-Minassian (2016), por su parte, evalúan la ciclicidad de la política fiscal subnacio-
nal en seis países de Latinoamérica por medio de un análisis del balance fiscal estructural de los
gobiernos subnacionales, que toma en consideración estimaciones de elasticidad con respecto a
ingresos propios, transferencias e ingresos derivados de la explotación de recursos naturales no
renovables —basadas en los trabajos de Ardanaz et al. (2015)—, e información sobre los sistemas
de transferencias intergubernamentales. El estudio concluye que para el periodo comprendido
entre 2003 y 2013, las finanzas subnacionales de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, México y
Perú muestran una tendencia gráfica predominantemente procíclica, con diferencias entre países
relacionadas principalmente con los controles al endeudamiento, la dependencia de ingresos de
regalías y la especificidad de los sistemas de transferencias intergubernamentales.
Adicionalmente, mediante un modelo de datos panel con efectos fijos con la inclusión de algu-
nas variables de control4, los autores encuentran evidencia estadística significativa que corre-
laciona de forma negativa la brecha del producto con la variación tanto del balance primario
estructural como de los gastos primarios subnacionales para los mismos países en el periodo
de 1990 a 2014. Es decir, se ratifica la pro-ciclicidad de la política fiscal.
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Política fiscal subnacional y ciclos económicos regionales
Para el caso específico colombiano, los autores subrayan una marcada pro-ciclicidad de las fi-
nanzas territoriales: entre 2003 y 2005 se incrementa el superávit estructural en un contexto
de brechas del producto negativas y entre 2006 y 2008 se presenta un deterioro del balance
ante la disminución de la brecha del producto que termina siendo positiva. En contraste con lo
anterior, en las vigencias 2010 y 2011 se presenta contra-ciclicidad, puesto que el déficit es-
tructural se mantiene en un contexto de brechas negativas. Los autores resaltan la implementa-
ción de reglas fiscales desde 2003, específicamente las relacionadas con las metas plurianuales
de balance primario y el fortalecimiento de los controles de endeudamiento.
En síntesis, la evidencia empírica para el caso latinoamericano muestra una tendencia marcada-
mente pro-cíclica de la política fiscal tanto para los gobiernos centrales como los subnaciona-
les. En general, es un común denominador en los estudios el enfoque de medición del balance
estructural y la estimación de brechas del producto calculadas a partir de información de PIB
nacional. Los estudios específicos aplicados al caso colombiano no son ajenos a las anteriores
consideraciones. Sin embargo, adquiere gran relevancia ampliar el marco analítico para exami-
nar qué tan sensibles son algunos ítems fiscales de las gobernaciones ante los ciclos económi-
cos en el contexto colombiano, para lo cual se empleará información del PIB departamental y
se aprovechará la heterogeneidad existente en el nivel intermedio de gobierno.
Se consideraron las siguientes variables dependientes en los modelos a estimar: ingresos tota-
les, ingresos de recaudo propio, transferencias recibidas, gastos totales y resultado fiscal.
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Raúl Alberto Chamorro-Narváez - Andrés Camilo Santos-Ospina - Andrés Felipe Urrea-Bermúdez
El cálculo de las fluctuaciones del PIB para cada departamento se realizó mediante la aplicación
de dos metodologías: en primer lugar, las orientaciones propuestas por Sorensen, Wu & Yosha
(2001), citado por Rodden & Wibbels (2010), tal como puede apreciarse en la ecuación 1:
[1]
En segundo lugar, se empleó el filtro Hodrick-Prescott6, de tal manera que para cada departa-
mento se descompuso la serie del PIB per cápita —a precios constantes— en sus componentes
cíclico y tendencial. La brecha del producto se calculó de manera análoga a lo expresado en la
ecuación 1, pero en el término de la derecha se tuvo en cuenta la primera diferencia del logarit-
mo natural del componente tendencial del PIB de cada departamento —ecuación 2—:
[2]
Donde i corresponde a cada departamento, a cada año objeto de análisis y al componente tendencial.
En el gráfico 1 se puede apreciar el número de brechas positivas del PIB de los departamentos
para el periodo comprendido entre 2001 y 2016, bajo las dos metodologías mencionadas. Des-
de 2002, la actividad económica regional ganó dinamismo —mayor número de brechas positi-
vas—, comportamiento que coincide con el periodo de recuperación de la crisis macroeconómica
y fiscal ocurrida a finales de la década de los noventa. Asimismo, se observa una contracción en
2009 por efecto de la crisis financiera internacional y su impacto en la economía colombiana.
Entre 2011 y 2014, se evidencia una reactivación de las economías departamentales que luego
se ve truncada por la caída del precio internacional del petróleo y su efecto de encadenamiento
con otras ramas de la actividad económica.
6 Parámetro de suavización.
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Política fiscal subnacional y ciclos económicos regionales
25
20
15
10
Metodología 1 Metodología 2
Fuente: elaboración propia con información del Departamento Nacional de planeción —DNP—, Formulario Único
Territorial —FUT— y Departamento Administrativo Nacional de Estadística —DANE—.
Ahora bien, sobre las variables dependientes es preciso mencionar que se capturaron en sus
valores per cápita. Las fluctuaciones de los ingresos totales, recaudo propio, transferencias y
gastos totales se calcularon como la primera diferencia del logaritmo natural de los valores
observados7, y el resultado fiscal se capturó en niveles8 —ecuaciones 2.1 a 2.5—.
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Bajo las anteriores consideraciones, se estimaron los modelos de datos panel detallados a con-
tinuación, incluyendo efectos fijos y efectos temporales para el universo de las 32 gobernacio-
nes del país. Es preciso aclarar que el objetivo no es estimar los determinantes de cada uno de
los ítems fiscales mencionados, sino exclusivamente verificar su sensibilidad ante cambios en
el PIB departamental9.
[2.1]
[2.2]
[2.3]
[2.4]
[2.5]
9 Se incluyeron dos variables control en los modelos: logaritmo natural de la población, como proxy de las demandas
ciudadanas por bienes y servicios públicos, y la participación de la población rural con respecto al total, como proxy de
pobreza. Estas variables no resultaron estadísticamente significativas; por lo tanto, no se incluyeron en las ecuaciones. En
todo caso, los resultados econométricos con dichos controles pueden ser solicitados a los autores.
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Política fiscal subnacional y ciclos económicos regionales
Donde β0: constante, IT: Ingresos totales, Rp: Recaudo propio, Transf: Transferencias, GT: Gas-
tos totales, RF: Resultado fiscal, δi: Efectos fijos, δt: Efectos temporales, i: departamento, t:
año, uti: término de error.
Adicionalmente, con el fin de verificar las asimetrías de las elasticidades durante el ciclo eco-
nómico departamental, se reestimó el modelo 1, discriminando entre brechas positivas y ne-
gativas —modelos 2 y 3—. En el anexo 2 se pueden detallar las estimaciones que, en lugar de
discriminar entre brechas positivas y negativas, incluyen un término de interacción entre la
variable de interés y la dummy que representa brechas positivas, dentro de las ecuaciones 2.1 a
2.5 —resultados consistentes con los que se presentan a continuación—.
[3.1]
[3.2]
[3.3]
[3.4]
[3.5]
[4.1]
[4.2]
[4.3]
[4.4]
[4.5]
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Raúl Alberto Chamorro-Narváez - Andrés Camilo Santos-Ospina - Andrés Felipe Urrea-Bermúdez
Expectativa empírica
Para Colombia se esperaría que los cambios en el PIB departamental no originen efectos sig-
nificativos sobre las variaciones de los ingresos de recaudo propio, teniendo en cuenta que, la
estructura impositiva de este nivel de gobierno es poco dinámica, por cuanto está concentrada
en los impuestos al consumo de licores, vinos y aperitivos, cerveza y cigarrillos, los cuales son
muy inelásticos con respecto al ingreso.
Por otra parte, se esperaría que las transferencias tendieran a ser inelásticas, con un efecto que
puede ser contracíclico, dado que la configuración constitucional y legal del Sistema General de
Participaciones —SGP— fijó un crecimiento en términos reales a estos recursos desde 2001 has-
ta 201610, independientemente de los cambios en el PIB, por lo que en épocas de ralentización
de la actividad económica, dichos recursos mantienen un crecimiento real y pueden convertirse,
potencialmente, en instrumentos de recuperación del ciclo económico en las regiones. A partir
de 2017, la fórmula de crecimiento interanual de los recursos del SGP vuelve a estar ligada al
comportamiento de los ingresos corrientes de la Nación.
Por el lado de los gastos, se esperaría cierto grado de inelasticidad con respecto a fluctuaciones
del PIB departamental, esencialmente por dos razones: primero, la inflexibilidad propia de los
gastos de funcionamiento —salarios, honorarios, transferencias de mesadas pensionales y a orga-
nismos de control, entre otros—; y segundo, porque la mayor parte de la inversión ejecutada por
las gobernaciones se financia con recursos del SGP, los cuales tienen destinaciones específicas.
No obstante, tanto desde la perspectiva del ingreso como del gasto, los resultados esperados
por entidad podrían ser heterogéneos, dada la incidencia de los recursos provenientes de rega-
lías, en especial en los departamentos productores, en los cuales sus ingresos son sensibles a
los cambios en los precios internacionales de los productos minero-energéticos.
Resultados obtenidos
En lo corrido del siglo XXI los ingresos públicos departamentales han estado concentrados ma-
yoritariamente en transferencias nacionales que, en promedio, han representado el 47% del to-
tal. El recaudo propio —recaudo tributario e ingresos no tributarios— ha significado una tercera
parte del global de fuentes de financiamiento. En ambos casos, como se puede apreciar en el
gráfico 2, los porcentajes se han mantenido a lo largo del tiempo. La tercera fuente de ingresos
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Política fiscal subnacional y ciclos económicos regionales
más relevante han sido las regalías —en promedio 15% del total—, destacándose un incremento
en su representatividad de 2013 a 2015 y una disminución en 2016, para luego mantener su
nivel histórico. Esta variación se explica por la reforma al esquema de regalías11, y su reemplazo
por el Sistema General de Regalías —SGR—, que coincidió con un incremento sostenido del pre-
cio internacional del petróleo, que se vino a pique para en 2015. Dado lo anterior, la incidencia
de los ingresos de regalías no cayó por debajo de su nivel histórico, gracias a la puesta en mar-
cha de un Fondo de Ahorro y Estabilización en el SGR.
90%
80%
70%
60%
50%
40%
30%
20%
10%
0%
2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016
Mediante la aplicación de los modelos especificados, se encontró que las variaciones de los
ingresos totales de las gobernaciones tienden a ser procíclicas con respecto a las fluctuaciones
del PIB departamental —para ambas metodologías—, resultado que no está en línea con las ex-
pectativas empíricas descritas. Las estimaciones resultaron estadísticamente significativas con
el 99% de confianza —cuadro 2—.
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Los resultados fueron similares al estimar el modelo solo para las brechas positivas del PIB
departamental. En el caso del modelo para las brechas negativas se evidenció que los recaudos
totales de las gobernaciones son elásticos en una mayor proporción. Así, cuando en los depar-
tamentos se presenta un crecimiento económico inferior a su nivel potencial, sus ingresos caen,
en promedio, en una proporción mayor —cuadro 2—.
Por el lado de las variaciones del recaudo propio, las estimaciones para ambas metodologías de
medición de la brecha del producto no resultaron estadísticamente significativas al 5%, de tal
forma que se evidenció aciclicidad del componente mencionado. Esto se debe en gran medida a
que para el periodo comprendido entre 2000 y 2016, alrededor del 68% de los ingresos de re-
caudo propio de las gobernaciones corresponden a impuestos a la cerveza, licores y cigarrillos,
y a ingresos no tributarios —tasas, multas, sanciones y monopolio rentístico—, rubros que no
guardan una relación directa en sus bases gravables con la actividad económica.
En particular, el recaudo obtenido por los impuestos a la cerveza, licores y cigarrillos tiende a
ser estable12, pues su consumo está asociado a factores culturales. Adicionalmente, las políticas
12 El análisis presentado en este documento no captura los cambios normativos recientes en relación con el régimen
impositivo asociado al consumo de licores y cigarrillos, puesto que estas modificaciones surtieron sus trámites en el
Congreso de la República a finales de la vigencia 2016 —Leyes 1816 y 1819— y tendrán efectos a partir de 2017.
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Política fiscal subnacional y ciclos económicos regionales
de gestión tributaria en los departamentos tienden a ser poco efectivas con respecto a dichos
rubros, por fenómenos existentes como el contrabando de licores y cigarrillos, y la adulteración
y falsificación de bebidas alcohólicas (Zapata et al., 2012).
En lo que respecta a los ingresos por transferencias nacionales —principalmente SGP—, los re-
sultados son similares para ambas metodologías de captura del ciclo económico departamen-
tal: se evidencia elasticidad. El efecto es más pronunciado en brechas positivas que en negativas
—cuadro 2—13. Los signos de las estimaciones sugieren que, independientemente del tipo de
choque, las fluctuaciones en los ingresos recibidos por transferencias en las gobernaciones son
procíclicas, en contravía con los resultados esperados. La relación de este tipo de recursos con
el ciclo económico, dada su preponderancia en la estructura de ingresos departamentales, de-
termina en gran parte la relación del total de los ingresos con el ciclo.
30%
25%
20%
15%
10%
5%
0%
Cerveza Licores Cigarrillos Registro Vehículos Sobretada a Otros No
la gasolina impuestos tributarios
Es preciso considerar que los resultados presentados no implican que, ante variaciones negati-
vas del PIB departamental, disminuyan las transferencias recibidas y viceversa, pues en este do-
cumento la fluctuación del PIB en cada departamento no depende meramente de su variación
real, sino de la distancia de la misma frente a un nivel de crecimiento potencial —medido bajo
dos metodologías distintas—. En otras palabras, las estimaciones del modelo econométrico
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Raúl Alberto Chamorro-Narváez - Andrés Camilo Santos-Ospina - Andrés Felipe Urrea-Bermúdez
sugieren que ante una brecha negativa del producto en los departamentos del 1% —crecimiento
del PIB en cada departamento por debajo de su crecimiento potencial—, las transferencias caen
en términos reales en una proporción mayor. Entre tanto, ante una brecha positiva del 1%, las
trasferencias aumentan más que proporcionalmente. Asimismo, la prociclicidad mencionada
está atada a la brecha del producto, y el efecto es mayor ante brechas positivas.
Los criterios de distribución del SGP se encuentran contemplados en las leyes 715 de 2001
y 1176 de 2007. En lo que compete a los sectores de educación, salud y agua potable y sa-
neamiento básico, que representan alrededor del 85% del total de estos recursos, el principal
factor para su asignación es la población, ya que la misma refleja las demandas ciudadanas en
materia de aseguramiento —régimen subsidiado—, prestación de servicios de salud a la pobla-
ción pobre no afiliada, salud pública, educación pre-escolar, básica y secundaria, acueducto y
alcantarillado —ver figuras 1 y 2—.
Educación (58%)
Salud (24.5%)
96%
Agua potable y
saneamiento (5.4%)
Asignaciones
4% especiales
Fuente: elaboración propia con base en las Leyes 715 de 2001 y 1176 de 2007.
14 Dependiendo del crecimiento de la economía colombiana, se asignan puntos adicionales para la atención integral a la
primera infancia.
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Política fiscal subnacional y ciclos económicos regionales
Prestación del
servicio Planta docente,
administrativa
Calidad docente y
Educación matrícula oficial directiva, y
matrícula de
estudiantes
Gratuidad
Demandas Ciudadanas
Población
Prestación del vulnerableno
servicio afiliada
Régimen Aseguramiento
Salud subsidiado (Subsidios)
Prevención y
Salud pública
Promoción
Acueducto
Agua potable y Necesidad de
saneamiento Alcantarillado prestación de
básico losservicios
Aseo
Fuente: elaboración propia con base en las Leyes 715 de 2001 y 1176 de 2007.
Desde esta perspectiva, no es sorprendente que los departamentos que cuentan con estructu-
ras económicas más productivas y diversificadas sean aquellos que muestren incrementos en
los recursos recibidos por transferencias, puesto que concentran buena parte de la población y
son los principales receptores de los movimientos migratorios en Colombia.
En línea con lo anterior, Bonet-Morón & Ayala-García (2016) presentan evidencia estadística
sobre las brechas regionales en Colombia, las cuales se explican por la baja capacidad fiscal de
los territorios, específicamente aquellos con menor desarrollo relativo; así como por un alto
grado de heterogeneidad en las necesidades de gasto. Sus resultados fundamentan el diseño de
un sistema de transferencias de igualación, que permita reducir la disparidad fiscal horizontal y
alinear la distribución de gasto con las necesidades reales de los entes territoriales.
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Raúl Alberto Chamorro-Narváez - Andrés Camilo Santos-Ospina - Andrés Felipe Urrea-Bermúdez
recursos de los territorios (Robinson & Last, 2009). Este aspecto es relevante en el nivel local de
gobierno, caracterizado por un elevado grado de disparidad productiva e institucional15.
Por el lado de los gastos totales, los resultados no fueron estadísticamente significativos, de forma
que se evidenció aciclicidad frente a la brecha del PIB departamental. Esto se debe principalmente a la
inflexibilidad de la estructura de los gastos de las gobernaciones en el país: en promedio, entre 2000
y 2016, el 18% de los gastos totales se destinó a atender gastos de funcionamiento —salarios, hono-
rarios, gastos generales, mesadas pensionales, transferencias a organismos de control, entre otros— y
el 53% a gastos de inversión social —gráfico 4— financiados mayoritariamente con los recursos del
SGP, los cuales cuentan con destinaciones específicas consagradas en la normativa vigente —figura
2—. De esta forma, el grado de discrecionalidad de los demás gastos de las gobernaciones es limitado,
en buena medida porque la formación bruta de capital es un componente que termina atado al com-
portamiento propio del ciclo político electoral —con disminuciones sustanciales en los primeros años
de mandato de los gobernadores, gráfico 5— y no al contexto económico del departamento, y porque
los recursos de crédito susceptibles de financiarla cuentan con límites numéricos contemplados en
la legislación16. En ese sentido, las estimaciones se encuentran en línea con los resultados esperados.
Formación Funcionamiento
Bruta de 18%
Capital
27%
Intereses
2%
Inversión
Social
53%
15 Entre los criterios de distribución de la participación de propósito general del SGP, se encuentra la
eficiencia fiscal y administrativa, entendida como el incentivo para que los municipios incrementen
sus recursos propios y la inversión financiada con ingresos corrientes de libre destinación. Este criterio
no aplica para el caso de los departamentos, que son el objeto de este estudio.
16 Ley 358 de 1997.
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Política fiscal subnacional y ciclos económicos regionales
Gráfico 5. Formación bruta de capital fijo de las gobernaciones —% del PIB departamental—
3,0%
Periodosde gobierno
2,5%
2,0%
1,5%
1,0%
0,5%
0,0%
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
2013
2014
2015
2016
Fuente: elaboración propia con base en información DNP y FUT.
Finalmente, se encontró que el resultado fiscal de las gobernaciones solo es sensible ante
brechas positivas de la producción —aplicando la metodología de Rodden & Wibbels (2010)—
17
. Cuando los departamentos logran tasas de crecimiento económico superiores en 1% a sus
niveles de largo plazo, se genera un superávit fiscal promedio de $451 miles de millones. Este
resultado no es concluyente dado que, bajo la metodología de captura de la brecha con filtro
Hodrick-Prescott, el coeficiente —aunque menor— no resultó estadísticamente significati-
vo. Ante brechas negativas en el producto, la evidencia estadística no sugiere un deterioro
del resultado fiscal18, comportamiento que puede atribuirse a la existencia de un marco de
responsabilidad fiscal aplicable a las entidades territoriales, en particular: 1) la presencia de
límites al nivel de gastos de funcionamiento que dependen de los ingresos corrientes de libre
destinación19; 2) la obligatoriedad de contar con una planeación financiera plurianual20; 3)
las restricciones al endeudamiento público territorial21; y 4) el marco legal de aportes para
cubrir el pasivo pensional22.
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Raúl Alberto Chamorro-Narváez - Andrés Camilo Santos-Ospina - Andrés Felipe Urrea-Bermúdez
Conclusiones
El análisis de la política fiscal y su reacción ante el ciclo económico ha tenido la atención de di-
ferentes autores y ha sido una constante de interés en la literatura económica. Sin embargo, la
mayor parte de la evidencia empírica sobre el tema se ha concentrado en el rol de los gobiernos
centrales y deja de lado los efectos de los gobiernos subnacionales, aun cuando administran
una parte importante del presupuesto del sector público general.
De acuerdo con el marco metodológico propuesto por Rodden & Wibbels (2010) se estimó,
mediante un conjunto de modelos de datos panel, la elasticidad de los ingresos totales, los
recursos de recaudo propio, las transferencias, los gastos totales y el balance fiscal de las go-
bernaciones con respecto a las brechas del PIB departamental —medidas bajo dos metodologías
distintas—, para el periodo comprendido entre 2000 y 2016. Los resultados muestran que el
recaudo propio tiende a ser inelástico frente a las variaciones en el crecimiento económico de
los departamentos. En otros términos, dicho recaudo ha sido acíclico durante el periodo ana-
lizado, situación originada en la existencia de bases gravables poco dinámicas en la estructura
tributaria de este nivel de gobierno.
Las reformas tributarias de los últimos años se han ocupado muy poco por incrementar el po-
tencial tributario de los gobiernos subnacionales en Colombia. La mayoría de iniciativas se han
enfocado en modificar el rango tarifario. Avanzar en una verdadera descentralización tributaria
exige replantear el modelo, especialmente de las gobernaciones, para dotarlo de bases grava-
bles dinámicas. Mantener el statu quo tributario para las gobernaciones podría limitar a este
nivel intermedio de gobierno para desempeñar un rol crucial en un contexto de posconflicto.
Frente a las transferencias, la evidencia obtenida sugiere un efecto procíclico. Lo anterior impli-
ca que el sistema de transferencias intergubernamentales premia a los departamentos aventa-
jados en su crecimiento económico con respecto a su nivel potencial, y castiga a los rezagados
en alcanzar su crecimiento de largo plazo, aspecto que puede contribuir a ampliar las dispari-
dades horizontales. Dados los permanentes reclamos ciudadanos y la culminación del periodo
transitorio establecido en el Acto Legislativo 04 de 2007 en lo que concierne a los incrementos
anuales del Sistema General de Participaciones, Colombia se encuentra en un momento idóneo
para replantear el esquema de transferencias y posibilitarlo como un instrumento eficaz para
el cierre de brechas sociales en los territorios. En el caso específico de las gobernaciones, incor-
porar un criterio de distribución atado a la dinámica del Producto Interno Bruto departamental
podría contribuir para avanzar en la dirección deseada.
Los gastos de las gobernaciones, por su parte, han tenido un comportamiento acíclico, resulta-
do asociado a la alta inflexibilidad derivada de la elevada participación de los salarios, pensio-
nes y gastos sociales financiados con recursos del Sistema General de Participaciones. Sin otras
posibilidades de ingreso y ante el poco margen de maniobra, resulta poco plausible concebir
este nivel de gobierno como un mecanismo de política fiscal contracíclica.
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Política fiscal subnacional y ciclos económicos regionales
En suma, el resultado fiscal de las gobernaciones evidenció sensibilidad para el periodo analizado
únicamente cuando la brecha del producto es positiva y calculada bajo la metodología de Rodden
& Wibbels (2010); no obstante, este resultado no se confirma cuando la brecha se mide em-
pleando el filtro Hodrick-Prescott, pues el coeficiente no resultó estadísticamente significativo.
Para brechas negativas no se encontró un deterioro del resultado fiscal departamental, lo que se
explica por la existencia de un conjunto de normas de responsabilidad y disciplina fiscal aplicable
a los gobiernos subnacionales, que se ha convertido en un valioso activo institucional en el país.
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Anexo
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
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2011
2012
2013
2014
2015
2016
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
2013
2014
2015
2016
6% 40% 5% 50% 40% 400%
4% 40% 30%
4% 30% 300%
BRECHA DEL PRODUDCTO
CRECIMIENTO REAL
CRECIMIENTO REAL
CRECIMIENTO REAL
2%
20% 1% 20% 200%
10%
0% 0% 10%
10% 0% 100%
-2% -1% 0%
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0% -10% 0%
-4% -3% -20%
-20%
-10% -4% -100%
-6% -30% -30%
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-8% -20% -6% -40% -40% -200%
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10% 50% 6% 50% 12% 40%
8% 40% 10%
40% 4% 30%
BRECHA DEL PRODUDCTO
CRECIMIENTO REAL
CRECIMIENTO REAL
4% 30% 6%
2% 20% 20%
2% 20% 4%
10%
0% 0% 2% 10%
10% 0%
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0%
-6% -20% -4%
-10% -4% -10%
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10% 25% 6% 100% 10% 100%
8% 20% 4% 80% 8% 80%
BRECHA DEL PRODUDCTO
15% 6% 60%
6% 2% 60%
CRECIMIENTO REAL
CRECIMIENTO REAL
CRECIMIENTO REAL
10% 4% 40%
4% 0% 40% 20%
5% 2%
2% -2% 20% 0%
0% 0%
0% -4% 0% -20%
-5% -2% -40%
-2% -10% -6% -20% -4% -60%
-4% -15% -8% -40% -6% -80%
-6% -20% -10% -60% -8% -100%
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30%
10% 4% 30% 30%
20%
CRECIMIENTO REAL
CRECIMIENTO REAL
CRECIMIENTO REAL
2%
10% 20%
5% 2% 20%
0% 0% 10%
0% 0% 10%
-10% -2% 0%
-5% -20% -2% 0%
-10%
-10% -30% -4% -10% -4%
-20%
-40%
-15% -6% -20% -6% -30%
-50%
-20% -60% -8% -30% -8% -40%
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250% 4% 3%
20%
CRECIMIENTO REAL
CRECIMIENTO REAL
CRECIMIENTO REAL
10% 2% 10%
200% 2%
10% 1%
5% 150% 0% 0%
0% 0%
0% 100% -2% -10%
-10% -1%
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0% -6% -3%
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-4%
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15% 60% 10% 70% 12% 40%
10% 50% 60% 10%
5% 30%
BRECHA DEL PRODUDCTO
CRECIMIENTO REAL
CRECIMIENTO REAL
CRECIMIENTO REAL
40% 20%
0% 20% 0% 4%
30% 10%
-5% 10% 2%
-5% 20%
-10% 0% 0% 0%
10%
-15% -10% -10% -2%
-20% 0% -4% -10%
-20% -10%
-30% -15% -6%
-25% -20%
-40% -20% -8%
-30% -50% -20% -30% -10% -30%
PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der) PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der) PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der)
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15% 60% 6% 40% 20% 50%
10% 30% 15% 40%
40% 4%
BRECHA DEL PRODUDCTO
CRECIMIENTO REAL
CRECIMIENTO REAL
20% 2%
0% 10% 5% 20%
-5% 0% 0% 0% 0% 10%
-10% -10% -5% 0%
-20% -2%
-15% -20% -10% -10%
-40% -4%
-20% -30% -15% -20%
-25% -60% -6% -40% -20% -30%
PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der) PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der) PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der)
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8% 30% 8% 40% 20% 350%
6% 6% 30% 15% 300%
20%
BRECHA DEL PRODUDCTO
CRECIMIENTO REAL
CRECIMIENTO REAL
4% 4%
10% 10%
5% 200%
2% 2% 0%
0% 0% 150%
0% 0% -10%
-5% 100%
-10% -20%
-2% -2% -10% 50%
-30%
-4% -20% -4% -40% -15% 0%
-6% -30% -6% -50% -20% -50%
PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der) PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der) PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der)
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30% 4%
CRECIMIENTO REAL
CRECIMIENTO REAL
CRECIMIENTO REAL
5% 20% 3% 0% 2% 100%
2%
10%
0% 1% -20% 0% 50%
0%
0%
-5% -10% -1% -40% -2% 0%
-20% -2%
-10% -60% -4% -50%
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-15% -40% -4% -80% -6% -100%
PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der) PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der) PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der)
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4% 4% 30%
20% 40%
3% 20%
CRECIMIENTO REAL
CRECIMIENTO REAL
CRECIMIENTO REAL
4% 3%
2% 15% 30% 10%
2% 2%
1% 10% 20% 0%
1%
0% 5% 0% 10% -10%
0%
-1% 0% 0% -20%
-2% -2% -1% -30%
-5% -10% -2%
-3% -40%
-10% -4% -20%
-4% -3% -50%
-5% -15% -6% -30% -4% -60%
PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der) PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der) PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der)
Nota: transferencias
Nota: transferencias enen valores
valores per cápita.
per cápita.
Fuente: elaboración
Fuente: propia
elaboración propia concon
cifrascifras
DNP y DNP
FUT. y FUT.
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UDCTO
5%
EAL
EAL
5% 40%
PIB-5%
Dept (eje izq) Transferencias (eje der)-15% -6% PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje
-30%der) -4% PIB Dept (eje izq) Transferencias
-60% (eje der)
PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der) PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der) PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der)
Grafico 3. Brecha
Grafico 3. Brecha dedeproducto
producto por departamentoy ycrecimiento
por departamento crecimiento realreal de las
de las
Gráfico 3. Brecha de producto portransferencias
transferencias
departamento y crecimiento real de las transferencias
VAUPÉS VICHADA
VAUPÉS VICHADA
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15% 80% 10% 40%
15% 80% 10% 40%
10% 60% 20%
BRECHA DEL PRODUDCTO
PRODUDCTO
10% 60% 5%
20%
BRECHA DEL PRODUDCTO
PRODUDCTO
5%
REAL
CRECIMIENTO REAL
5% 40%
0%
REAL
CRECIMIENTO REAL
5% 40% 0%
0% 20% 0%
CRECIMIENTO
0% -5% 20% 0% -20%
CRECIMIENTO
0%
DEL DEL
-5% -20%
-5% -10% 0% -40%
BRECHA
-20% -5%
-10% -60% -40%
BRECHA
-10% -15% -20%
-40%
-10%
-15% -20% -60%
-40% -15% -80% -60%
PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der) PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der)
-20% -60% -15% -80%
PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der) PIB Dept (eje izq) Transferencias (eje der)
Nota: transferencias en valores per cápita.
Nota: transferencias en valores per cápita.
Nota: elaboración
Fuente: transferencias propia con
encon
Fuente: elaboración propia
cifras FUT.
valores DNP
cifras DNP yper
y FUT.
cápita.
Fuente: elaboración propia con cifras DNP y FUT.
Estimación de modelos
Estimación de modelos con variable
con variable de interacción
de interacción —brecha positiva—
—brecha positiva—
Estimación de modelos con variable de interacción —brecha positiva—
∆𝐼𝐼𝐼𝐼%& = 𝛽𝛽L + 𝛽𝛽1 ∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃%& + 𝛽𝛽_ ∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃%& ∗ 𝛿𝛿 YZ[ + 𝛿𝛿& + 𝛿𝛿% + 𝑢𝑢%&
& & = 𝛽𝛽 + 𝛽𝛽 ∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃& & + 𝛽𝛽 ∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃 && ∗ 𝛿𝛿 YZ[
YZ[+ 𝛿𝛿 + 𝛿𝛿 + 𝑢𝑢 & &
∆𝐼𝐼𝐼𝐼% =
∆𝑅𝑅𝑅𝑅% 𝛽𝛽L +
L 𝛽𝛽1 ∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃
1 %%+ 𝛽𝛽__∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃%% ∗ 𝛿𝛿 + & 𝛿𝛿& +% 𝛿𝛿% +% 𝑢𝑢%
& & & YZ[ &
∆𝑇𝑇𝑇𝑇𝑇𝑇𝑇𝑇𝑇𝑇𝑇𝑇
∆𝑅𝑅𝑅𝑅 & % L=+𝛽𝛽𝛽𝛽
L 1+ 𝛽𝛽1 ∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃
& + 𝛽𝛽_ ∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃
& % ∗ 𝛿𝛿
𝛿𝛿 YZ[ ++ 𝛿𝛿𝛿𝛿&& +
+ 𝛿𝛿
𝛿𝛿%% ++𝑢𝑢𝑢𝑢% &
% = 𝛽𝛽 ∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃 % +% 𝛽𝛽_ ∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃% ∗ %
& & & YZ[ &
∆𝐺𝐺𝐺𝐺%& =
∆𝑇𝑇𝑇𝑇𝑇𝑇𝑇𝑇𝑇𝑇𝑇𝑇 𝛽𝛽L + 𝛽𝛽1 ∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃% +& 𝛽𝛽_ ∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃% ∗ &𝛿𝛿 YZ[
+ 𝛿𝛿&++ 𝛿𝛿𝛿𝛿% +
+ 𝑢𝑢𝛿𝛿% + 𝑢𝑢&
% = 𝛽𝛽L + 𝛽𝛽1 ∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃% + 𝛽𝛽_ ∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃% ∗ 𝛿𝛿 & % %
𝑅𝑅𝑅𝑅 & = 𝛽𝛽 + 𝛽𝛽 ∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃& + 𝛽𝛽 ∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃& ∗ 𝛿𝛿 YZ[ + 𝛿𝛿 + 𝛿𝛿 + 𝑢𝑢&
∆𝐺𝐺𝐺𝐺%& %= 𝛽𝛽L L+ 𝛽𝛽11∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃%%& + 𝛽𝛽_ _ ∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃
% &
% ∗ 𝛿𝛿
YZ[ &
+ 𝛿𝛿& +% 𝛿𝛿% %+ 𝑢𝑢%&
𝑅𝑅𝑅𝑅%& = 𝛽𝛽L + 𝛽𝛽1 ∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃%& + 𝛽𝛽_ ∆𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃𝑃%& ∗ 𝛿𝛿 YZ[ + 𝛿𝛿& + 𝛿𝛿% + 𝑢𝑢%&
Cuadro 1. Metodología 1 para la brecha del producto —Rodden y Wibbels—
Variables dependientes
Ingresos
Variables Ingresos Gastos Balance
Colombia de recaudo Transferencias
independientes totales totales fiscal
propio
512 observaciones, 1.443*** -0.033 0.986* -0.026 -387 677
32 departamentos,
con efectos Interacción con
-1.132* 0.214 0.465 0.606 1 004 751*
temporales brechas positivas
Fuente: elaboración propia, estimaciones realizadas con STATA 14.
173 Ens. Econ. 30(57) * julio - diciembre 2020 * e-ISSN 2619-6573 * pp. 148-174
Raúl Alberto Chamorro-Narváez - Andrés Camilo Santos-Ospina - Andrés Felipe Urrea-Bermúdez
Variables dependientes
Variables Ingresos Ingresos de Gastos Balance
Colombia Transferencias
independientes Totales recaudo propio totales fiscal
512 observaciones, 1.459*** 0.057 1.023* -0.090 -313 468
32 departamentos,
con efectos Interacción con
-1.050 0.004 0.746 0.776 726 306
temporales brechas positivas
Ens. Econ. 30(57) * julio - diciembre 2020 * e-ISSN 2619-6573 * pp. 148-174 174
175-193
Resumen
Este trabajo tiene por objetivo identificar los principales instrumentos de medición de estados de salud y
las metodologías de valoración de preferencias que se utilizan para calcular los años de vida ajustados por
calidad —AVAC—. A partir de una revisión de literatura con una estrategia de búsqueda equilibrada para la
identificación de referencias bibliográficas relevantes, se presentan las características técnicas de los sistemas
de clasificación en salud, como lo son los conceptos funcionales —sociales, mentales, físicos y sensoriales—,
la combinación de atributos, el número de estados de salud diferentes, la duración de la encuesta y su admi-
nistración. Asimismo, referente a las metodologías de valoración de preferencias, se resumen las particulari-
dades sobre la consistencia con la teoría de los AVAC, la flexibilidad en la descripción de estados de salud, los
estados peores que la muerte, entre otros aspectos. Se concluye que no existe un sistema de clasificación de
estados de salud o método de valoración de preferencias mejor que otro, por lo que el investigador debe elegir
la herramienta que mejor se adapte a la condición bajo análisis y al diseño de estudio en específico.
Palabras clave: años de vida ajustados por calidad; economía de la salud; sistemas de clasificación en salud;
valoración de preferencias.
JEL: I10, B41, D60.
Ens. Econ. 30(57) * julio - diciembre 2020 * e-ISSN 2619-6573 * pp. 175-193 175
Clasificación de estados de salud y metodologías de valoración
Abstract
The purpose of this research is to identify the main instruments for measuring health states and the methodologies for
evaluating preferences, which are used to calculate quality-adjusted life years —QALYs—. From a literature review with
a balanced search strategy to identify relevant bibliographic references, the technical characteristics of health classifi-
cation systems are presented, such as functional concepts —social, mental, physical and sensory—, the combination of
attributes, the number of different health states, the duration of the survey and its administration. Likewise, referring
to the methodologies of valuation of preferences, the particularities on the consistency with the QALY theory, the flexi-
bility in the description of health states, states worse than death, among other aspects, are summarized. It is concluded
that there is no one better health status classification system or preference assessment method than another, so the
researcher must choose the tool that best suits the condition under analysis and the specific study design.
Keywords: quality-adjusted life years; health economics; health classification systems; preference assessment.
JEL: I10, B41, D60.
Introducción
Esta revisión de literatura está enmarcada en el área específica de la economía de la salud,
la cual puede ofrecer dos aportes fundamentales: 1) producir información para establecer
prioridades sanitarias y 2) promover la eficiencia de los recursos utilizados en el área de la
salud (Drummond et al., 2005; Organización Mundial de la Salud [OMS], 2014; San Martín
& Pastor, 1989)1.
Una de las medidas que integra el aspecto biológico como el psico-social son los AVAC —
años de vida ajustados por calidad, QALYs por sus siglas en inglés—2, los cuales sirven para
representar la calidad relacionada con el estado de salud y la esperanza de vida de los pa-
cientes en un solo índice, basándose en la teoría económica que presenta la utilidad como
forma de medir el bienestar de un consumidor (Brouwer et al., 2008; Drummond et al.,
2005; Prieto & Sacristán, 2003).
1 Un documento inicial sobre el que se apoya este artículo se encuentra en Espinosa-Acuña (2012).
2 Concepto desarrollado por Zeckhauser & Shepard (1976) a finales de la década de 1970.
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Clasificación de estados de salud y metodologías de valoración
Métodos
Se utiliza una estrategia de búsqueda equilibrada para la identificación de referencias biblio-
gráficas relevantes, a través de comandos llave: (“QALY” AND (“assessment” OR “preference”)
AND (“scale” OR “classification system”)), en resúmenes, palabras clave y títulos, en los idio-
mas español, inglés, francés y portugués. La búsqueda se llevó a cabo en las bases de datos
Medline, Cochrane, Embase, Lilacs, Jstor, Scopus, Science Direct, Scielo y Econlit; en el inter-
valo temporal de 19604 a 2019.
Como criterio de inclusión, se tuvieron en cuenta estudios o documentos técnicos que evalua-
ron y/o compararon las capacidades psicométricas y el uso de escalas de valoración de calidad
de vida para la estimación de los estados de salud y sus pesos para una población con algún
nivel de representatividad, con el fin de estimar posteriormente los QALYs. Por su parte, se
excluyeron, las revisiones narrativas.
Se realizó una selección y evaluación por título y resumen, asegurándose que cada documen-
to tratará sobre la clasificación de estados de salud y las metodologías de valoración de pre-
ferencias para el cálculo de QALYs. Luego, se obtuvieron estos artículos con texto completo,
y se realizó un examen adicional para decidir si el artículo cumplía con los criterios estable-
cidos en la estrategia de búsqueda y con los criterios de elegibilidad. Finalmente, se realizó
una síntesis narrativa de los datos relevantes de cada estudio incluido en el análisis de esta
revisión crítica de literatura —figura 1—.
3 Dentro de los tópicos trascendentales, donde se hace necesario contar con QALYs, se encuentran el papel de las evaluaciones
económicas en el país en el mecanismo de puerta de entrada de los nuevos medicamentos, por valor terapéutico y precio —
disposición del artículo 72 de la Ley 1753 de 2015, reglamentado parcialmente por el Decreto 433 de 2018), el proceso de
exclusiones de tecnologías en salud del Plan de Beneficios en Salud, la estimación del umbral de costo-efectividad, la definición
de cobertura y el criterio para la definición de las recomendaciones de las Guías de Práctica Clínica, entre otros aspectos.
4 Década en la que se empieza a estudiar la importancia de la creación de índices de duración de la vida ajustada por
funcionalidad (Klarman, Francis & Rosenthal, 1968).
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Resultados
Al realizar la revisión con la estrategia de búsqueda ya anteriormente explicada, se encontró
en la literatura diversos sistemas de clasificación de estados de salud como 12-Item Short Form
Health Survey —SF-12—, 36-Item Short Form Health Survey —SF-36—, European Quality of Life-5
Dimensions —EQ-5D—, Health Utilities Index —HUI—, Health States of Dependency Index —DEP-6D—,
Quality of Well-Being Scale —QWB—, entre otros. Asimismo, se halló que las principales metodo-
logías de valoración de preferencias, resultaron ser apuesta estándar, equivalencia temporal,
equivalencia de sueño, equivalencia de espera y escala analógica visual. La figura 2 muestra
gráficamente los resultados obtenidos por la revisión, y seguido de esta, la explicación por cada
uno de estos tópicos.
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1. Viabilidad y aplicabilidad general: la encuesta debe minimizar la carga de medición para los
encuestados siendo breve y comprensible. De este modo, para los usuarios es ideal que sea
de bajo costo para administrar, y fácil de calcular y analizar.
2. Validez: el grado de representatividad que se tiene en las inferencias extraídas de los pun-
tajes de la medida obtenida.
Uno de los más recientes sistemas de clasificación de estados de salud es el DEP-6D (Rodrí-
guez-Míguez et al., 2016), el cual cuenta con una combinación de 6 atributos: comer —con 3
niveles—, incontinencia —con 3 niveles—, cuidado personal —con 4 niveles—, movilidad —con
4 niveles—, tareas domésticas —con 3 niveles— y problemas mentales/cognitivos —con 4 nive-
les—. Dicho instrumento logra identificar 1728 estados de salud diferentes, y necesita de entre-
vistadores entrenados para el respectivo diligenciamiento, que dura en promedio 20 minutos.
El conjunto de valores DEP-6D se basa en las preferencias de la comunidad, por lo que se sigue
la línea de la llamada “perspectiva social” (Rodríguez-Míguez et al., 2016), según la cual las
evaluaciones económicas deberían incluir todos los efectos y costos potenciales independien-
temente del pagador o beneficiario (Drummond et al., 2005).
Por otra parte, se encuentra la escala Fifteen Dimension —15D—, instrumento auto-administrado
para mayores de 16 años con una duración aproximada entre 5 y 10 minutos. Este, cuenta con
15 dimensiones evaluadas: movilidad, visión, audición, respiración, dormir, comer, habla, excre-
ción, actividades cotidianas, función mental, malestar y síntomas, depresión, angustia, vitali-
dad y actividad sexual (Sintonen, 1994). Cada ítem tiene 5 niveles ordinales de respuesta, por
lo que el instrumento 15D logra identificar 30 517 578 125 estados de salud. Adicionalmente,
las ponderaciones de utilidad van en la escala de 0 a 1. Basado en el cuestionario 15D, se ha
desarrollado una versión para adolescentes de 12 a 15 años —denominado 16D— y para niños
de 8 a 11 años —17D, administrado por los padres— (Hawthorne, Richardson, & Day, 2001).
Uno de los sistemas de clasificación más utilizados en la literatura es el sistema descriptivo EQ-
5D-3L desarrollado por el Grupo EuroQol en 1990, en el cual se puede clasificar a los pacientes
en 243 posibles estados de salud, más los estados de muerte e inconsciencia (Brooks, 1996).
Este sistema de clasificación tuvo sus inicios en 1987, y consta esencialmente de 5 dimensiones:
movilidad, cuidado personal, actividades cotidianas, dolor/malestar y ansiedad/depresión, con
tres niveles de estado para elegir —sin problemas, algunos problemas y problemas extremos—.
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En el 2009, se presentó una nueva versión, denominada EQ-5D-5L, con el fin de mejorar la sen-
sibilidad del instrumento y reducir los efectos de techo (Brooks, 2013). Para este cuestionario
se mantienen las cinco dimensiones, y cada una de ellas contempla 5 estados —sin problemas,
problemas leves, problemas moderados, problemas graves y problemas extremos—, generando
en total 3125 posibles estados de salud —más los estados de muerte e inconsciencia—.
Desde otra perspectiva, la escala Quality of Well-Being —QWB— (Kaplan, Bush & Berry, 1979) se
compone de 4 atributos: movilidad, actividad física, actividad social y complejo síntoma-pro-
blema. La función de puntuación resultante está en la escala de preferencia de 0 —estado de
muerte— a 1 —estado de funcionamiento completo asintomático—. Consta de 71 ítems y toma
aproximadamente 20 minutos su diligenciamiento (Kaplan, Anderson & Ganiats, 1993). Exis-
ten dos versiones diferentes de QWB, uno diseñado para ser administrado por un entrevistador,
y el otro para ser auto-administrado7 (Kaplan, Sieber & Ganiats, 1997; Seiber et al., 2008).
Otro de los métodos más utilizados es la familia de cuestionarios Short-Form —SF—. La primera versión
está compuesta por 36 ítems seleccionados de un total de 245 ítems empleados en el Medical Outcome
Study —de allí que se conozca como SF-368—, donde se miden 8 conceptos de salud: función física —con
5 Estos sistemas de clasificación de salud desarrollados por el Grupo EuroQol no duran más de 8 minutos en su
diligenciamiento.
6 Este cuestionario es auto-administrado y su diligenciamiento toma entre 5 y 10 minutos.
7 Ambos cuestionarios arrojan puntajes equivalentes.
8 Hay dos versiones del SF-36 de acuerdo con el periodo recordatorio del encuestado, la estándar —4 semanas— y la aguda
—1 semana—. Está dirigido a personas mayores de 14 años y por lo general es auto-administrado; no obstante, también se
puede hacer a través de entrevista personal y/o por vía telefónica (Ware et al., 1993).
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10 ítems—, rol físico —con 4 ítems—, dolor corporal —con 2 ítems—, vitalidad —con 4 ítems—, salud
general, autopercepción, —con 5 ítems—, salud mental —con 5 ítems—, función social —con 2 ítems— y
rol emocional —con 3 ítems— (Ware, Kosinski & Keller, 1994; Ware & Sherbourne, 1992)9.
Para cada concepto, los ítems son codificados, agregados y transformados en una escala que va desde
0 —el peor estado de salud para esa dimensión— hasta 100 —el mejor estado de salud posible— (Ware
et al., 1993). Adicionalmente, a partir de la combinación de las puntuaciones de cada componente
pueden ser calculadas dos puntuaciones resumen: la suma del componente físico y la suma del com-
ponente mental. Debido a que el SF-36 resulta extenso dadas las características de los pacientes que
lo diligencian —duración promedio de 10 minutos—, se propuso reducir su tamaño y complejidad,
construyendo un cuestionario de 12 ítems —SF-12— con una duración aproximada de 2 a 3 minutos,
manteniendo aun así, las ocho dimensiones (Brazier & Roberts, 2004; Ware, Kosinski & Keller, 1996).
Con la idea de seguir optimizando el cuestionario, se han creado otros sistemas de clasificación
basados en el SF-36, resaltando entre ellos, el SF-6D, compuesto por 6 dimensiones —función
física, función social, salud mental, vitalidad, dolor corporal y limitaciones de roles—, que en
términos estadísticos ha demostrado representar de manera adecuada los estados de salud de
manera parsimoniosa, distinguiendo entre 18 000 posibles (Brazier, Roberts & Deverill, 2002).
De otra parte, está el instrumento de medición Years of Healthy Life —YHL—, definido como un
medio rápido, económico y sensible para estimar la carga de la enfermedad de las prioridades
de salud regionales (Muennig & Gold, 2001). Los dos componentes del cálculo del YHL son las
tablas de vida y la discapacidad auto-percibida evaluada por las encuestas de salud (Erickson,
Wilson & Shannon, 1995) —por lo que no hay necesidad de diligenciar un cuestionario genérico
en específico—. A la muerte se asigna un valor de 0 y a un estado de salud óptima el valor de
1. En resumen, esta medida combina, a través de funciones multiatributo, datos de mortalidad
y morbilidad para representar la salud general de la población en un solo indicador. Así, YHL
estima el número de años restantes que se espera que una persona de cierta edad viva sin dis-
capacidad (Erickson, Wilson & Shannon, 1995; Muennig & Gold, 2001).
Por último, está el Western Ontario and McMaster Universities Osteoarthritis Index —WOMAC—.
Este sistema contiene 24 ítems relacionados con la cantidad de dolor —5 preguntas—, la rigi-
dez —2 preguntas— y las dificultades en el funcionamiento físico —17 preguntas—, donde las
opciones de respuesta están en escala Likert de 5 puntos —de 0-4—. Por ende, los puntajes
pueden oscilar entre 0 y 20 en la sub-escala de dolor, 0 y 8 en la sub-escala de rigidez, y 0 y 68
en la sub-escala de funcionamiento. De manera que, la suma total WOMAC arroja un resultado
entre 0 y 96, donde puntuaciones más altas indican respuestas a peores estados de salud. Su
administración puede ser virtual o por vía telefónica, con una duración promedio de 12 minutos
(Bellamy, 2002; McConnell, Kolopack & Davis, 2001).
9 El ítem 36 hace referencia a una pregunta sobre el cambio en el estado de salud general respecto al año inmediatamente anterior.
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Clasificación de estados de salud y metodologías de valoración
El cuadro 1 muestra las dimensiones que contienen los principales sistemas de clasificación de
salud, que son utilizados en la estimación de QALYs, donde se observa que los conceptos más
comunes en dichos cuestionarios son la función mental, la función física y la función sensorial;
contrario a lo ocurrido con las percepciones de salud.
DEP-6D
EuroQOL (EQ-D5-
3L, EQ-D5-5L,
EQ-D5-Y)
Fifteen Dimension
Scale
Health Utility Index
Mark I
Health Utility Index
Mark II
Health Utility Index
Mark III
Quality of Well-
Being Scale
Short-Form 36 y 12
Short-Form 6
dimensions
WOMAC
Fuente: elaboración propia con base en Adler (2006) y Neumann et al. (2016).
Cuando se comparan los diferentes cuestionarios, la literatura ha demostrado que: 1) QBW propor-
ciona menos información sobre los perfiles de salud que SF-36 (Kaplan et al, 1998); 2) SF-36 posee
ventajas frente a EQ-5D, referente a su tamaño mucho más grande en el sistema descriptivo, lo cual
conduce a un posible mayor grado de sensibilidad en los análisis de evaluación económica (Brazier,
Roberts & Deverill, 2002); 3) El sistema 15D predice utilidades sistemáticamente más altas que
HUI-3 y EQ-5D (Hawthorne, Richardson & Day, 2001); 4) El instrumento EQ-5D-5L predice valores
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—de los estados de salud— levemente más altos que los calculados desde SF-6D (Craig, 2016); 5) El
valor mínimo predicho por DEP-6D resulta ser menor que el valor mínimo de los algoritmos EQ-5D
y SF-6D (Rodríguez-Míguez et al., 2016); 6) Aunque WOMAC y SF-36 logran captar adecuadamente
los niveles de dolor, el primero detecta con más precisión la mejora funcional (Angst et al., 2001);
7) Se encuentran diferencias importantes en los valores del estado de salud derivados de los instru-
mentos EQ-5D, HUI y SF-36, resaltándose que no hay un instrumento mejor que otro, por lo que el
investigador debe elegir la herramienta de medición que mejor se adapte a la condición bajo análisis
y al diseño de estudio en específico (McDonough et al., 2005).
Este tipo de métodos se pueden dividir en dos grupos, los tradicionales y los que tienen en cuenta la
valoración temporal del estado de salud. En el primer grupo, que consiste en técnicas que asumen que
el valor de la utilidad es independiente de la duración del estado de salud, los métodos más comunes
son los de equivalencia temporal, apuesta estándar, escala analógica visual y escala de posición.
En el juego de apuesta estándar o lotería normalizada —standard gamble—, basado en los axio-
mas de la teoría de la utilidad de von Neumann y Morgenstern (Pliskin, Shepard & Weinstein,
1980), se pide elegir a los encuestados entre permanecer en un estado de mala salud por un
período de tiempo —con probabilidad 1-p—, o la elección de una intervención médica que tiene
la oportunidad de curar su enfermedad obteniendo una salud perfecta o la muerte —con proba-
bilidad p—. La probabilidad (p) de obtener salud completa —o la muerte— se varía hasta que el
encuestado es indiferente entre las dos alternativas. En ese punto de indiferencia el valor de p
indica el peso de utilidad asignada al estado de salud que se estudia (Gafni, 1994).
La escala analógica visual —visual analogue scale—, entendida como la forma más común del método
de escala de posición para la medición de QALYs, hace que el encuestado ponga una marca a lo largo
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Clasificación de estados de salud y metodologías de valoración
de un “termómetro” —con una escala de 0 a 100— para expresar la valoración de un estado de salud
específico. La parte superior de la escala indica la “mejor salud imaginable”, mientras que la parte
inferior de la escala indica la “peor salud imaginable”. Así, se les pide a las personas que indiquen en
qué escala consideran que se encuentran ciertos estados de salud (Shmueli et al., 2008).
La equivalencia de sueño es una variación del método de equivalencia temporal tradicional que
sustituye el sueño no reparador por el estado de muerte (Wright et al., 2009). Se le pide al encues-
tado elegir la cantidad de tiempo que está dispuesto a pasar durmiendo en un estado no reparador
en comparación con el tiempo pasado en un estado de salud temporal (Merlino et al., 2001).
Por otro lado, se tiene la equivalencia temporal con duración específica del estado de salud. En
este método, un estado temporal relativamente corto se puede abordar directamente al limitar
la cantidad máxima de tiempo que se puede intercambiar frente al otro estado de salud con el
que se compara (Lee et al., 2005). Asimismo, se encuentra el método de equivalencia temporal
con modificación de la esperanza de vida. Allí, el horizonte de tiempo es la longitud de la espe-
ranza de vida del encuestado en lugar de la duración del estado de salud (Prosser et al., 2004).
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Oscar Andrés Espinosa Acuña
Conclusiones
Las estimaciones de QALYs que utilizan los sistemas de clasificación y los métodos de valora-
ción antes presentados son muy escasas para la región latinoamericana. En la literatura inter-
nacional, la mayoría de las investigaciones se encuentran concentradas en los países de Estados
Unidos, Inglaterra y España.
Los estudios en Latinoamérica tuvieron sus inicios en el siglo XXI, y entre ellos se destacan el de
Duque-Henao & Vásquez-Velásquez (2010) y el de Galante et al. (2011), quienes usaron el EQ-
5D-3L y la equivalencia temporal para evaluar las enfermedades cardiovasculares en Colombia,
y el neumococo y el virus del papiloma humano en población chilena y argentina, respectiva-
mente. También se resalta el estudio de Cruz et al. (2011) donde se utiliza el sistema SF-36 y la
apuesta estándar para evaluar el estado de salud general de la población brasileña.
Por otra parte, haciendo uso de la escala analógica visual como sistema de clasificación de
los estados de salud en México, Burbano-Levy et al. (2014) estudian a través del WOMAC la
osteartrosis. Y para el caso de Colombia, Calixto et al. (2015) abordan el lupus eritematoso
sistémico con la EQ-5D-3L y Keaei et al. (2016) el VIH/SIDA mediante la EQ-5D-5L, entre otros.
El cuestionario desarrollado por el Grupo EuroQol resulta ser el más aplicado en la estimación de QALYs
en la región, junto a la escala visual analógica. No obstante, en Latinoamérica aún es incipiente la aplica-
ción de métodos de valoración de preferencias que permitan que la duración del estado de salud afecte
la valoración. Adicionalmente, respecto a la medición de valores de preferencias sociales de los estados
de salud por país —representatividad—, a la fecha solo cuatro naciones lo han estimado: Argentina
(Augustovski et. al., 2009; Augustovski, Rey-Ares, & Gibbons, 2013), Chile (Zarate et al., 2011), Brasil
(Santos et al., 2016) y Uruguay (Augustovski et al., 2016), a partir del cuestionario EQ-5D.
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Clasificación de estados de salud y metodologías de valoración
Una de las líneas de investigación futuras más importantes es la relacionada con la mejora en la
construcción teórica de los métodos de valoración que permitan que la duración del estado de sa-
lud genere afectaciones en las preferencias, ya que esto fortalecería el fundamento técnico de las
evaluaciones económicas de costo-utilidad, y contribuiría en gran medida a las decisiones de polí-
tica pública para que reflejen con mayor precisión las preferencias de la sociedad en el agregado.
Por último, se convierte en una necesidad imperativa para la mayoría de las naciones latinoa-
mericanas, el desarrollar mediciones representativas —a nivel país— de los valores sociales de
preferencias de estados en salud, dado que estos estudios además de generar una visión des-
criptiva general de la calidad de vida relacionada a la salud en un país son un pilar primordial
para la formulación de políticas basadas en la evidencia10.
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