Y La Fe Entró Por El Río

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Y LA FE ENTRÓ POR EL RÍO

Por: Yurledinson Hernández Cabarique

Así como el petróleo y el concubinato, la fe de los habitantes del Magdalena


Medio, también entró por el río. Fue a finales de 1884, cuando los padres de
la Compañía de Jesús, con sede en Barranquilla, comenzaron un proceso de
evangelización llamado la Misión del Río Magdalena.
Para esa época el Magdalena Medio era un terreno baldío, lleno de caseríos y
lugares de paso para quienes iban a dirigirse a las capitales de Cartagena,
Santa Marta y Vélez. Los Jesuitas llegaron y encontraron unas tradiciones
culturales arraigadas en las comunidades, y decidieron continuar con esta
tradición.
A su llegada, la primera iglesia que recibieron fue la parroquia de Puerto
Wilches, dedicada a la Virgen del Carmen, y poco después hicieron la
primera parroquia de Barrancabermeja, la de El Centro ECOPETROL, la cual
llamaron de la misma manera que la anterior, porque esa era la devoción
ancestral de sus habitantes.
Con las visitas de los misioneros, las parroquias iban quedando a lo largo y
ancho del río Magdalena, hasta cuando en 1923, el Padre Efraín Fernández
presentó la proposición de la creación de la Prefectura Apostólica del Río
Magdalena, todo con el fin de ir organizando la jurisdicción eclesiástica y
para facilitar el trabajo misionero.
El padre Fernández conocía la región porque había andado por las márgenes
del río Magdalena, en compañía del Padre Daniel Ramos durante cerca de 10
años, desde 1918. Así fue como en 1928, un 2 de abril, el Papa Pío XI, creó
la Prefectura Apostólica del Río Magdalena, y se la confío a la Compañía de
Jesús.
Según datos recogidos por el Padre José Vicente Sánchez, eran cerca de 25
mil habitantes los que habitaban los 80 pueblos y caseríos, de ellos, dos
contaban con cura. La extensión del terreno era de 16 mil Km2 en la margen
derecha del río, desde el frente de Puerto Berrio, hasta los límites de
Venezuela en Norte de Santander.
La fecha escogida para iniciar la Prefectura, fue el nueve de septiembre, día
de San Pedro Claver y su primer Prefecto Apostólico fue el Padre Carlos
Hilario Currea. Con él, llegaron los primeros misioneros a instalarse en
Barrancabermeja, El Centro, Tamalameque, La Gloria, Gamarra y Puerto
Wilches.
El objetivo de su obra misionera, era la promoción de la vida espiritual y
religiosa de estas regiones, la construcción de iglesias y casas curales, y la
construcción de obras de asistencia social. Y si se mira en físico lo
anteriormente expuesto, es evidente que el trabajo de la Compañía de Jesús
fue transecendetal para la Fe Católica de la región (Ver recuadro de Obras
de la Compañía de Jesús).

Un pueblo sin Fe
La misión del Padre Hilario Currea no duró mucho. Una enfermedad lo hizo renunciar a
los cuatro años de ejercer como Prefecto Apostólico, y la Sagrada Congregación nombra
al Padre Rafael Toro como nuevo Prefecto Apostólico.
Con el Padre Toro a la cabeza de la Prefectura, comenzaron a hacerse los trabajos
pastorales de evangelización propuestos por la Compañía de Jesús. La Capilla de San
Luis Beltrán, que había sido construida años antes, fue entregada a los Jesuitas, y fue el
Padre Luis Londoño quien recibió sus llaves.
Sin embargo, el reto evangelizador era bastante difícil. Uno de los problemas que tenía
que afrontar la Compañía era precisamente la lucha contra el concubinato y el
alcoholismo. Cerca ya de la década de los 40, un estudio realizado por los misioneros
demostraba que en la región había graves dificultades con la religión, así lo consignó el
Padre Manuel Briceño en los relatos sobre la Misión, publicados por la Universidad
Javeriana. “Primero la ignorancia religiosa juntamente con la indiferencia o desdén para
todo lo espiritual; las cosas del espíritu sean intelectuales, culturales o espirituales, nada
o casi nada les interesa. Con tal de hacer bautizar y confirmar a sus hijos ya les parece
que son suficientemente cristianos… de la religión únicamente les atrae lo exterior, las
procesiones, las fiestas en que hay música y pólvora. El confesarse y comulgar y oír misa
los domingos, son cosas que no entran generalmente en su ideal religioso”.
Eran comentarios duros sobre la Fe Católica en el Magdalena Medio, pero que fueron
abordados con total seriedad para la continuación del trabajo pastoral. En 1942, los
Jesuitas comenzaron a censurar el exceso de alcohol y la manera de vestir en las misas.
No se daba la comunión a aquellas mujeres que no llevaran puesto el velo, ni a aquellas
que llevaran blusas con escote.
La estrategia era difícil, en esa época Barrancabermeja comenzaba su bonanza petrolera,
y con ello la proliferación de los sitios de lenocinio. Todo el sector de la Avenida y las
zonas de comercio, estaban llenas de bares y tabernas con trabajadores petroleros, que
no invertían su dinero en otras cosas.

La educación evangelizadora
Ya en el año de 1947, Monseñor Rafael Toro renunció a su cargo de Prefecto Apostólico,
debido a problemas de salud, en su reemplazo, llegó el Padre Bernardo Arango, a quien
le fue encomendada la misión y con él una nueva avanzada misionera en la región.
La primera acción del Padre Arango, fue la de pedir más Jesuitas para evangelizar y
poder visitar cada uno de los rincones del Magdalena, muchos estuvieron prestos a la
solicitud, entre ellos el Padre Alfonso Carvajal, quien sería el primer rector del
Seminario Menor San Pedro Claver y el Padre Samuel Vélez quien murió al poco tiempo,
cuando en un bazar convocado para la construcción de la iglesia de Puerto Wilches, dos
soldados borrachos comenzaron a disparar y una de las balas cayó sobre el cuerpo del
Padre Vélez.
Pese a la tragedia, la Misión siguió su curso, era la época más candente para la región y
el país, comenzaban a radicalizarse las posiciones comunistas, hasta que en 1948 muere
Jorge Eliécer Gaitán. De las revueltas en todo el país no escapó la Compañía de Jesús,
cuando en un fallido intento de asesinato, el Padre Bernardo Arango es escondido en
una funeraria mientras se calman nuevamente los ánimos.
Ese mismo año se termina la construcción del templo del Sagrado Corazón de Jesús,
obra que había sido iniciada en 1946 por el Padre español Miguel Montoya. Ya en al año
de 1950, el Padre Arango fue consagrado Obispo titular de Bela Vicario Apostólico del
Río Magdalena, reconocimiento a la labor que venía desarrollando la Compañía, y que
seguiría desarrollando durante muchos años.
Siguiendo con el objetivo trazado por la Compañía, en 1952 el Padre Víctor Manuel
Grillo dirige el Colegio San Luis Beltrán del Parque Bolívar, y allí comenzaron sus
estudios muchos futuros dirigentes de la ciudad, como Mario Evan, quien fue alcalde.
La INTERCOL confío al mismo Padre Grillo, la dirección de las escuelas de la empresa.
Allí las maestras eran las Hermanas Lauras, que habían sido solicitadas por los
misioneros para seguir el proceso evangelizador.
En el Corregimiento El Centro, estuvo el Padre José López, quien evangelizó a través de
los colegios y talleres, y comenzó la lucha en defensa de los colonos para que no fueran
sacados de su territorio.
Al mismo tiempo, Monseñor Bernardo Arango se desplazaba por caños y quebradas
para llegar a cada rincón de la región. Su meta era poder sacar sacerdotes para
conformar la Diócesis, y por eso trabajo en la construcción del Seminario Menor San
Pedro Claver, que promovió los primeros sacerdotes que después conformaron la
Diócesis de Barrancabermeja.

Pueblo de comunistas
Alternado con el trabajo de evangelización a través de la educación, la Compañía de
Jesús buscó la manera de reorganizar la situación sindical de la ciudad. Con el nombre
de Apostolado Social, los Padres Luis Posada, Célico Caicedo y Enrique Vélez, fueron
quienes fundaron los primeros sindicatos afiliados a la UTC, basados en la encíclica de
las relaciones obrero-patronales.
Era el auge de la Revolución Cubana y con ella comenzaban a formarse los grupos
armados comunistas que dieron origen a la guerrilla. El Padre Camilo Torres, que en esa
época se había unido a quienes tenían un ideal de revolución social, murió en un
enfrentamiento con el ejército en los años 60.
Fue en esa época en que se lograron beneficios para el trabajador, así como el
fortalecimiento de la Unión Sindical Obrera. Monseñor Bernardo Arango, fue muy
activo en la lucha social. En una ocasión, el pueblo se lanzó a huelga para protestar por
la falta de agua potable, en un municipio que tenía abundancia en dinero por las regalías
del petróleo y que estaba rodeado por el Río Magdalena. La situación iba agravándose y
el Ministro de Gobierno de la época habló por televisión. Con un tono irónico dijo que el
Obispo de Barrancabermeja quería hacer un cóctel de vodka y agua bendita. La
respuesta del Jerarca no se hizo esperar y respondió con vehemencia: “Lástima que el
señor Ministro no hubiera venido a Baranca como le pedimos. Si lo hubiera hecho se
habría convencido de que en Barranca no hay agua ni para bendecir”.

Aparece la Diócesis
El 28 de octubre de 1962 el Vicariato fue convertido en Diócesis y el Padre Bernardo
consolidado como Obispo de la Diócesis de Barrancabermeja. La situación social se
hacía cada vez más difícil. El hecho de que Barrancabermeja fuera la “capital petrolera”
del país hizo que muchas personas quisieran obtener algún beneficio. El número de
habitantes creció hasta los 215 mil habitantes, los sindicatos convocaban a huelgas
periódicas y el ambiente de inestabilidad era evidente.
Fue por esto que Monseñor Bernardo Arango continúo su misión, en busca de dejar
cimentada y organizada la Diócesis de Barrancabermeja.
El 9 de julio de 1963 terminó la misión Jesuítica del Río Magdalena, cuando el Superior
Provincial, Eduardo Briceño, comunicó la supresión de la misión por determinación del
Superior General. Todas las iglesias y obras que la Compañía había realizado, fueron
entregadas de manera paulatina a la Diócesis que estuvo en manos de los Jesuitas hasta
1983, cuando Arango Henao renunció a su cargo.
Ese año en la Diócesis eran 21 las parroquias con 26 sacerdotes Diocesanos y 16
Religiosos y 104 Seminaristas. Ya para 1987 eran 28 las parroquias, de ellas 11 en la
ciudad de Barrancabermeja, 31 sacerdotes Diocesanos, 11 religiosos y 18 comunidades
religiosas que los Jesuitas fueron vinculando a la región para la catequesis, la educación
y el ejercicio de la caridad, como los Hermanos de las escuelas cristianas para el Colegio
Diego Hernández de Gallegos. Las Hermanas de la Caridad de San Pedro Claver para el
Hogar de la Joven o Asilo Santa Inés.
La labor de los sacerdotes Jesuitas dejó marcado un legado espiritual muy fuerte en
cada uno de los habitantes. La creación de la Catedral de la Inmaculada y el Palacio
Episcopal, lugar en donde habitan los obispos, permitieron expandir la Diócesis y
fortalecerla en el panorama social.

Obras de la Compañía de Jesús


Durante la Misión del Río Magdalena, han trabajado en la región, con nombramiento
estable, 87 Jesuitas, de los cuales aún viven 37. 50 ya murieron, 11 de ellos en su misión
apostólica.
El Seminario Menos San Pedro Claver, promovió sacerdotes para la Diócesis, dos
grandes frutos de este lugar son Monseñor Nel Beltran, Obispo de Sincelejo y Monseñor
José Figueroa, Obispo de Granada.
Una obra de gran importancia fue la creación del barrio La Victoria, con los habitantes
del Caño Cardales.
La Catedral La Inmaculada, el Palacio Episcopal, el Seminario Menor San Pedro Claver
y la Casa de Retiros Genezareth, fueron las obras que permitieron seguir la
evangelización.

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