Procedimientos Administrativos en Venezuela
Procedimientos Administrativos en Venezuela
Procedimientos Administrativos en Venezuela
1. Principio de legalidad
La LOPA es su artículo 1º consagra el principio de legalidad, por el cual toda actuación de los
órganos del Estado debe desarrollarse de conformidad con el derecho, de la siguiente forma:
En tal sentido, cabe destacar que todos los órganos del estado, y en concreto los de la
Administración Pública, están sometidos al ordenamiento jurídico, en cuya cúspide está la
Constitución. Para algunos órganos del estado, sin embargo, por su posición en la jerarquía de
las normas, el derecho al cual deben someter su actuación, solo está consagrado en la
Constitución, por lo que el principio de legalidad sería más propiamente, en esos casos, sólo
“principio de la constitucionalidad”.
De los anteriores conceptos, derivan algunos de los elementos del acto administrativo:
1.1 Legalidad formal: La cual alude a la necesidad de una base legal para el ejercicio del
poder de la autoridad administrativa, agotándose este principio, en la existencia de una norma
atributiva de la facultad de actuar.
1.2 Legalidad sustancial: Está constituida por la necesidad de una ley contentiva de una
disciplina, reguladora en su totalidad, de la materia que ha de ser objeto del poder atribuido.
El acto debe contener una serie de elementos intrínsecos por una parte y que no atente contra
una serie de disposiciones prohibitivas por la otra, estos elementos intrínsecos son:
“Artículo 137: La Constitución y la ley definirán las atribuciones de los órganos que ejercen el
Poder Público, a las cuales deben sujetarse las actividades que realicen.”.
.
b. Contenido: Como lo indica la definición legal, es “una declaración” de voluntad, de juicio
o de conocimiento, esto es un pronunciamiento relativo a un hacer y este “hacer” es el
contenido mismo del acto que puede ser de la más variada naturaleza, por cuanto cubre todo
aquello para lo cual está facultada la Administración: prohibir, sancionar, autorizar, conceder,
restringir, homologar, facultar, limitar.
d. Motivación: Es la indicación de los hechos y de los fundamentos legales del acto. La ley
expresamente exige que los actos administrativos de carácter particular estén dotados de
motivación, exceptuando solamente a los de simple trámite o a aquellos a los cuales una
disposición expresa exonere de ella. En tal sentido, cabe destacar que los actos administrativos
deben atender, adicionalmente, a las prohibiciones de la ley. Muchas de las prohibiciones,
como antes se señaló, aluden a los elementos del acto y recaen específicamente sobre ellos.
Entre tales prohibiciones podemos enunciar: 1) La prohibición antes señalada de crear
contribuciones; o sanciones o de modificar las establecidas en la Ley, salvo que exista un limite
creado por la misma. 2) La prohibición de dar nuevas interpretaciones a situaciones anteriores,
salvo que ésta fuere más favorable para los administrados 3) La prohibición también citada de
derogar el orden jerárquico de la administración establecido en el artículo 13 de la LOPA. 4)
Prohibición de resolver un caso precedentemente decidido con carácter definitivo y que haya
creado derechos particulares.
1.3 Legalidad teleológica: No basta con que el acto tenga todos sus requisitos
sustanciales convalidados; con que llene todas las condiciones de forma y haya seguido el
procedimiento prescrito, además de eso hace falta que se cumpla con los fines de la norma
que acordó la competencia facultativa de la actuación del órgano del cual emana. En tal
sentido la LOPA establece que el acto discrecional debe cumplir con los fines que el legislador
acordó (Art. 12.). Por último, una contradicción a este fin, configura el delito conocido como
desviación de poder previsto en el artículo 139 de la CRBV.
“Artículo 10. Ningún acto administrativo podrá crear sanciones, ni modificar las que hubieran
sido establecidas en las leyes, crear impuestos u otras contribuciones de derecho público,
salvo dentro de los limites determinados por la ley.”.
Esta norma establece que ningún acto administrativo podría crear sanciones, ni modificar
las que hubieran sido establecidas en las Leyes, crear impuestos u otras contribuciones de
derecho público, salvo dentro de los limites determinados por la Ley. Esta norma, por una
parte, corrobora el carácter sublegal de la actividad administrativa, por tanto, reformula el
principio de la reserva legal en estas materias. Sin embargo, la última parte del artículo debe
destacarse cuando señala que la reserva legal existe, pero que la administración podría regular
sobre esas materias “dentro de los limites determinados por Ley”, con lo cual se establece,
expresamente, una práctica legislativa que hasta ahora venía aplicándose, y que deriva de que,
con frecuencia, el Legislador deja en manos del Ejecutivo, el establecimiento por vía
reglamentaria, de algunas sanciones o regulación concreta de algunas contribuciones.
“Artículo 13. Ningún acto administrativo podrá violar lo establecido en otro de superior
jerarquía; ni los de carácter particular vulnerar lo establecido en una disposición administrativa
de carácter general, aun cuando fueren dictados por autoridad igual o superior a la que dicto
la disposición general.”.
“Artículo 14. Los actos administrativos tienen la siguiente jerarquía: decretos, resoluciones,
órdenes, providencias y otras decisiones dictadas por órganos y autoridades administrativas.”.
“Artículo 15. Los decretos son las decisiones de mayor jerarquía dictadas por el Presidente de
la República y, en su caso, serán refrendados por aquel o aquellos Ministros a quienes
corresponda la materia o por todos, cuando la decisión haya sido tomada en Consejo de
Ministros. En el primer caso, el Presidente de la República, cuando a su juicio la importancia
del asunto lo requiera, podrá ordenar que sea refrendado además, por otros ministros.”.
“Artículo 16. Las resoluciones son decisiones de carácter general o particular adoptadas por los
ministros por disposición del Presidente de la República o por disposición específica de la ley.
Cuando la materia de una resolución corresponda a más de un ministro, deberá ser suscrita
por aquellos a quienes concierna el asunto.”..
“Artículo 17. Las decisiones de los órganos de la Administración Pública Nacional, cuando no
les corresponda la forma de decreto o resolución, conforme a los artículos anteriores, tendrán
la denominación de orden o providencia administrativa. También, en su caso, podrán adoptar
las formas de instrucciones o circulares.”.
Con ello queda claro que un Decreto, por ser emanado del Presidente de la República, se aplica
con prioridad frente a Resoluciones Ministeriales y éstas se aplican con prioridad frente a las
otras Órdenes, Providencias y Decisiones, dictadas por órganos inferiores; e en estos, la
jerarquía de los actos se determina por la de los órganos de los cuales emana.
En resumen:
· Los actos administrativos han de atender a la jerarquía establecida en forma tal que los
actos de menor rango no pueden derogar a los de rango superior.
Regla de contenido del acto. De acuerdo con esta regla, un acto administrativo particular
no puede derogar la disposición de carácter general aun cuando la última haya sido dictada
por in órgano de jerarquía inferior.
4. El principio de ejecutividad
Por principio de ejecutividad, la doctrina ha entendido que “Es aquel en virtud del cual los
actos administrativos definitivamente firmes producen los efectos perseguidos con su
emanación, sin necesidad de una homologación por parte de un órgano extraño a la esfera de
la administración, por su parte Luís Humberto Delgadillo Gutiérrez afirma que “La ejecutividad
es la fuerza intrínseca del acto, es un atributo del acto. El acto administrativo es ejecutivo en
razón de que la Ley autoriza a la autoridad administrativa a emitir sus propias resoluciones, sin
necesidad de la participación de otro poder.”.
Este principio implica, como bien lo explica Allan Brewer-Carias, que la Administración no
tiene necesidad de acudir ante un órgano judicial para que su derecho sea formalmente
declarado, pues sus actos tienen carácter de título ejecutivo y de allí su ejecutividad, es decir la
posibilidad de ser ejecutados de inmediato. En Venezuela, el principio de ejecutividad lo
recoge la LOPA en su artículo 8, en tal sentido, expresa la norma:
“Los actos administrativos que requieren ser cumplidos mediante actos de ejecución, deberán
ser ejecutados por la Administración en el término establecido. A falta de este término, se
ejecutarán de inmediato.”.
5. Principio de ejecutoriedad
5.1 Concepto
Conforme a este sistema judicial, solo en casos excepcionales, i.e.: urgencia, salubridad, o
ausencia de sanción expresa, se permite que la Administración ejecute sus actos con sus
propios medios.
La otra forma de lograr la ejecución forzosa de los actos administrativos, reconoce, como regla,
la potestad de autotutela ejecutiva a favor de la Administración. El principio consiste,
entonces, en considerar que la Administración puede hacer cumplir, forzosamente y con sus
propios medios, los actos que dicta, sin necesidad de solicitar la intervención de un Juez. Este
sistema de ejecución administrativa de los actos, rige en la mayoría de los países de régimen
administrativo, con excepción, curiosamente, de Francia, país que sirvió de cuna a ese
régimen.
"La ejecución forzosa de los actos administrativos será realizada de oficio por la propia
administración, salvo que por expresa disposición legal deba ser encomendada a la autoridad
judicial».
En contraste con la categórica y enfática formulación legal, ese principio de ejecución directa
de los actos administrativos encuentra, al menos, tres límites fundamentales, cuyo desarrollo
nos proponemos efectuar en el siguiente orden:
I.- La ejecución forzosa en vía administrativa sólo la puede utilizar la autoridad administrativa
para hacer cumplir los actos desfavorables para el administrado.
II.- La ejecución forzosa administrativa no procede para hacer cumplir actos administrativos de
sustancia jurisdiccional, a través de los cuales la Administración resuelve un conflicto privado
de dos partes.
III.- La ejecución administrativa de los actos debe sujetarse a las exigencias derivadas de los
derechos y garantías fundamentales del ciudadano.
La ejecutoriedad incide sobre el objeto del acto administrativo, en virtud de este principio, la
administración se sobrepone a la voluntad del particular- administrado, ella constituye la
posibilidad de que la Administración ejecute, por sus propios medios, e incluso en forma
forzosa, sus actos administrativos, con facultad, incluso de ser necesario de recurrir a la fuerza
pública.
El primer derecho constitucional que debe ser conciliado con el ejercicio de esa potestad
exorbitante es, sin duda, el de defensa y tutela judicial efectiva consagrado en el artículo 68
del Texto Constitucional.
La debida observancia de este derecho fundamental exige, en primer lugar, que la actividad de
ejecución forzosa esté precedida de un acto administrativo, dictado luego de cumplirse el
correspondiente procedimiento con audiencia del interesado.
Sin embargo, este remedio cautelar no garantiza, en forma plena, el derecho a la tutela judicial
efectiva, pues, por una parte, para que la suspensión de efectos sea acordada en vía
administrativa, es necesario prestar una caución o garantía a favor de la Administración, lo cual
limita en muchos casos la posibilidad de acceder a la medida preventiva.
De otra parte, exigir que se agote la vía administrativa, como requisito de admisibilidad del
juicio contencioso administrativo de anulación, conspira contra la efectividad de la suspensión
de efectos en vía judicial. En efecto, si se cumplen estrictamente los plazos del procedimiento
administrativo, se logrará acceder al juicio contencioso administrativo después de que el acto
original tenga más de ciento veinte (120) días hábiles de haberse dictado, de manera que el
derecho a obtener la suspensión judicial de los efectos del acto, y con ello el derecho a la
tutela judicial efectiva, puede ser frustrado fácilmente por la Administración, si en ese plazo
tan extenso decide llevar a cabo la ejecución forzosa del acto administrativo.
Por último, la suspensión de efectos no es una medida idónea cuando el acto impugnado
contiene una decisión negativa, pues tradicionalmente se ha considerado que la suspensión de
efectos de los actos de esa especie, implicaría dotar de efectos positivos al acto, lo cual no
puede hacerse mediante un pronunciamiento cautelar.
En este sentido, es conocida la tesis del Tribunal Supremo Español , según la cual, los actos
sancionadores en cuanto producen, de suyo, perjuicios de difícil reparación, al menos moral y
personalmente, no pueden ser ejecutados en forma inmediata por la Administración, sino que
su ejecución forzosa se encuentra condicionada a que se agoten todas las instancias dentro de
la propia vía administrativa. Con elemental razón, el profesor PARADA, presente en estas
Jornadas, señala que en los casos de actos sancionadores "la ejecutoriedad puede y debe
quedar remitida todavía a un momento posterior: el del auto judicial en el que se resuelva la
petición de suspensión de efectos de la resolución recurrida en vía contencioso
administrativa".
En tal virtud, debe reconocerse que los actos administrativos sancionatorios, no pueden ser
ejecutados forzosamente por la Administración, sino después de que el Juez Contencioso
Administrativo tenga oportunidad de desestimar la solicitud de suspensión de efectos.
Se han superado también, incluso en nuestro ámbito, las ideas restrictivas que negaban la
suspensión de efectos de los actos de contenido negativo y se admite ahora, que el Juez
Contencioso Administrativo, con el objeto de evitar los daños de difícil o imposible reparación
derivados del acto negativo, dicte medidas de ejecución provisional a favor del recurrente,
anticipando de ese modo, en cierta medida, los efectos de la decisión definitiva .
La ejecución directa de los actos administrativos enfrenta restricciones también, derivadas del
derecho a la presunción de inocencia y de la protección a la honra y reputación de los
ciudadanos.
Ciertamente, las modernas tendencias jurisprudenciales señalan que los actos administrativos
a través de los cuales se imponen sanciones a los ciudadanos, no pueden ser ejecutados de
manera inmediata por la Administración, no sólo porque los perjuicios que ellos provocan son
de difícil reparación por la definitiva, asunto éste que atiende a la salvaguarda del derecho a la
tutela judicial efectiva, sino también, y fundamentalmente, porque "la potestad ejecutoria en
el ámbito sancionador ... tiene su límite más exigente en otra presunción, la presunción de
inocencia, configurada también constitucionalmente, que impide así ... la ejecutividad
inmediata de la sanción impuesta en procedimiento disciplinario por un órgano
administrativo» .
Ninguna justificación y utilidad, que no sea provocar un daño moral irreversible contra el
sancionado, tienen esas disposiciones legales. Su inconstitucionalidad nos parece evidente, no
solo porque atenta, como ya dijimos, contra el derecho a la protección de la honra y
reputación, sino además porque infringen de manera directa el precepto constitucional según
el cual "Nadie podrá ser condenado a penas ...infamantes" (artículo 60, numeral 7 de la
Constitución).
Creemos entonces, que la publicidad de los actos sancionatorios, es una medida infamante
que lesiona gravemente el derecho de protección de la honra y reputación, razón por la cual,
el funcionario afectado puede solicitar con fundamento en el artículo 3 de la Ley Orgánica de
Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales- que se desapliquen, a su caso concreto,
las disposiciones legales que permiten difundir el acto sancionatorio en los medios de
publicación oficial.
Otra garantía constitucional que pocas veces es tenida en cuenta por la Administración, a la
hora de ejecutar forzosamente sus actos, es la relativa a la inviolabilidad del hogar doméstico.
Obsérvese que las únicas decisiones cuya ejecución podría utilizarse como excusa para allanar
el hogar doméstico, son las que "dicten los Tribunales".
Siendo ello así, es evidente que la Administración no puede ejecutar, por sus propios medios y
sin auxilio judicial, los actos administrativos, cuando para la ejecución efectiva del acto sea
necesario entrar en un hogar doméstico en contra de la voluntad de sus ocupantes. La
violación de esa prohibición constitucional, por parte de los funcionarios públicos, se
encuentra sancionada con pena de prisión por el artículo 185 del Código Penal.
Por lo tanto, cuando la Administración pretenda ejecutar un acto administrativo y precise para
ello ingresar al hogar doméstico en contra de la voluntad de sus ocupantes, deberá requerir el
auxilio de la autoridad judicial. En España, el auxilio judicial en estos casos se concreta, de
acuerdo con el artículo 18.2 de la Constitución y 87.2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, en
una autorización de allanamiento que expide el Juez Penal. Este mecanismo no resulta
aplicable en nuestro país, toda vez que la garantía de inviolabilidad del hogar doméstico se
encuentra constitucionalmente garantizada en términos más rígidos y, como ya hemos
señalado, sólo cede para impedir la perpetración de un delito, o para "cumplir, de acuerdo con
la ley, las decisiones que dicten los Tribunales".
Ahora bien, el hecho de que pueda la Administración escoger con mayor libertad los medios
que utilizará para obtener la ejecución forzosa de sus actos, no la autoriza a proceder en forma
arbitraria.
De otra parte, la proporcionalidad y adecuación del supuesto de hecho con el fin de la norma,
obliga a la Administración a emplear los medios materiales estrictamente necesarios para
lograr el cumplimiento del acto administrativo, sin causar daños mayores o perjuicios al
administrado ejecutado. Útil, sin duda, habría resultado explicar esto, a los funcionarios que
en días pasados, con el objeto de remover un vehículo aparcado en un sitio prohibido, lo
dinamitaron en una estruendosa demostración de arbitrariedad.
6. Principio de motivación
la motivación, es la expresión del motivo del acto, entendiéndose por motivo, el fin que se
persigue con su emanación. A falta de norma expresa que establezca otras exigencias, en los
actos vinculados, el motivo está dado por el propio legislador que es el que establece el
objetivo o fin de la decisión y por ello la remisión especificada a la disposición en la cual se
fundamenta el acto, actúa como motivo del mismo. En los actos discrecionales el motivo lo
indica el propio autor del acto, quien señala la razón o fundamento de la decisión. La
importancia de este requisito, ha hecho posible su elevación de principio a una verdadera
disposición legal:
“Artículo 9: Los actos administrativos de carácter particular deberán ser motivados, excepto los
de simple trámite, o salvo disposición expresa de la Ley. A tal efecto deberán hacer referencia
a los hechos y a los fundamentos legales del acto.”.
La motivación consiste entonces, en la referencia a los hechos y a los fundamentos legales del
acto. Se establece así la necesidad tanto de la motivación fáctica como de la motivación
jurídica.
La motivación con los elemento, ya señalados, es exigida sólo a los actos de carácter particular.
No requieren de motivación los actos de simple trámite, al efecto de la Ley, estos actos de
simple trámite son los que se dictan a todo lo largo del procedimiento de formación de un
proveimiento definitivo y que operan como actuaciones instrumentales, por cuanto no tienen
efecto constitutivo alguno, estando destinados principalmente a ordenar la apertura de una
fase; a efectuar notificaciones o citaciones y otras finalidades análogas. Asimismo, dispone la
Ley, casos en los cuales se exceptúa a ciertos actos del requisito de la motivación.
7. Principio de discrecionalidad.
7.1 Conceptos:
“Artículo 12. Aun cuando una disposición legal o reglamentaria deje alguna medida o
providencia a juicio de la autoridad competente, dicha medida o providencia deberá mantener
la debida proporcionalidad y adecuación con el supuesto de hecho y con los fines de la norma,
y cumplir los trámites, requisitos y formalidades necesarios para su validez y eficacia.”
La ley consagra el principio de discrecionalidad al permitir en el artículo 12, que por
“disposición legal o reglamentaria” pueda dejarse alguna “medida o providencia a juicio de la
autoridad competente”. La posibilidad de disponer de un margen libre de apreciación que
permita al órgano administrativo aplicar sus criterios de oportunidad y conveniencia en la
emanación del acto, no emerge sólo del legislador, sino también del uso de la potestad
reglamentaria, o de lo que es lo mismo, por vía reglamentaria puede acordarse la
discrecionalidad. Ahora bien, esta facultad que se otorga se encuentra severamente limitada,
al sancionarse el Principio de racionalidad, el cual puede ser definido como aquél en virtud del
cual el ejercicio de la potestad discrecional debe efectuarse, “manteniendo la debida
proporcionalidad y adecuación a la situación” específica que se haya planteado. Está abierto
así el camino del control jurisdiccional de la potestad discrecional, por cuanto, si la decisión ha
de ser adecuada, esto es, conforme y pertinente en relación a los elementos del acto y es la
situación jurídica sobre lo cual opera, esto significa que el juez puede valorar el mérito de la
misma y puede compararla con los resultados obtenidos.
Por lo que atañe a la “proporcionalidad”, la misma alude a una relación causa- efecto de
naturaleza cuantitativa, por cuanto a través de ella podrá valorarse si la medida adoptada
guardaba relación numérica con la situación planteada. La “adecuación” exigida constituye un
control cualitativo del uso de la discrecionalidad; en cuanto que la proporcionalidad alude al
control cuantitativo sobre la misma.
“Aun cuando una disposición legal o reglamentaria deje alguna medida o providencia deberá
mantener la debida proporcionalidad y adecuación con el supuesto de hecho y con los fines de
la norma, y cumplir los trámites, requisitos y formalidades necesarios para su validez y
eficacia.”.
a. Proporcionalidad:
Configura uno de los límites que la jurisprudencia exigía a la autoridad administrativa frente a
la discrecionalidad. El acto discrecional no puede ser desproporcionado, porque la
desproporción es arbitrariedad. La decisión por tanto debe ser equilibrada al supuesto de
hecho y a la situación fáctica. Por ejemplo, Si por la infracción a una norma se puede aplicar
una sanción entre dos límites, máximo y mínimo, según la gravedad de la falta, ajuicio de la
autoridad administrativa, dentro de su libre apreciación de la situación, la administración no
puede ser arbitraria y aplicar medidas desproporcionadas. La decisión que tome tiene que ser
proporcional al supuesto de hecho.
Por supuesto cabe destacar que la proporcionalidad como límite a la arbitrariedad no solo rige
en materia de sanciones, sino en general, respecto de toda medida discrecional que tome la
administración.
El acto debe tener adecuación con los supuestos de hecho que constituyen su causa. Es decir el
acto debe ser justo, racional y equitativo en relación a los motivos que constituyen su causa. El
alcance de este principio lo constituye, en primer lugar, todo acto debe tener una causa o
motivo, identificado, precisamente en los supuestos de hecho. En segundo lugar, debe haber
adecuación entre lo decidido y el supuesto de hecho, y para que ello pueda ser cierto, es
necesario que ese supuesto de hecho haya sido comprobado, teniendo tal carga, la
administración. El acto no puede estar basado en una simple apreciación arbitraria de la
Administración. Además de la verificación de la causa que motiva la emanación del acto, es
necesario, una adecuada calificación de los supuestos de hechos. Siendo así, el acto no puede
partir de un falso supuesto de hecho, o de una calificación arbitraria, puesto que son estas los
principales vicios del acto administrativo. En conclusión, la administración no puede tragiversar
los hechos, sino que debe dársele un tratamiento racional a los hechos comprobados
técnicamente. Esto abre toda una serie de límites derivados de la racionalidad, de la justicia y
de la equidad en el tratamiento y en los procedimientos.
c. La finalidad
El acto discrecional debe tener adecuación con los fines de la norma que prevé su emisión por
el funcionario. Con esto el artículo 12, consagra legalmente el principio de adecuación a la
finalidad legal de los actos administrativos, de manera que el funcionario al dictarlos, no puede
desviar estos fines, y perseguir fines distintos a los previstos en la norma. La no adecuación a
los fines de la norma, se conoce como el vicio de desviación de poder.
d. La formalidad
Significa que el acto administrativo debe seguir los trámites requisitos y las formalidades
necesarias para su validez y eficacia. Por tanto, el acto discrecional nunca puede ser arbitrario
en sus formalidades.
e. La igualdad
Los interesados podrán reclamar, ante el superior jerárquico inmediato, del retardo, omisión,
distorsión o incumplimiento de cualquier procedimiento, trámite o plazo, en que incurrieren
los funcionarios responsables del asunto.
Este reclamo deberá interponerse en forma escrita y razonada y será resuelto dentro de los
quince (15) días siguientes. La reclamación no acarreará la paralización del procedimiento, ni
obstaculizará la posibilidad de que sean subsanadas las fallas u omisiones. Si el superior
jerárquico encontrare fundado el reclamo, impondrá al infractor o infractores la sanción
prevista en el artículo 100 de la presente Ley sin perjuicio de las demás responsabilidades y
sanciones a que hubiere lugar.¨
Existen varias clasificaciones dependiendo de la estructura interna, de la medida del poder que
ejercen los Tribunales, según el grado de jurisdicción.
Tribunales Colegiados: Son los que están integrados por varios jueces, tales como el Tribunal
Supremo de Justicia, donde las Salas están conformadas por varios Magistrados, la Corte
Marcial, Corte Primera y Segunda de lo Contencioso Administrativo, etc.
Tribunales Unipersonales: Son todos aquellos tribunales del país tales como los Juzgados
Superiores, de Primera Instancia, de Municipio, etc. En la actualidad en Caracas, existen doce
tribunales de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil, de Tránsito y Familia del Área
Metropolitana de Caracas. Existen igualmente veinticinco Tribunales de Municipio y diez
Tribunales Ejecutores en Materia Civil.
Tribunales Ordinarios: Son los que ejercen la jurisdicción en materia civil, mercantil y penal. En
principio deben conocer todas aquellas causas de tipo civil, mercantil y penal.
Tribunales Especiales: Son aquellos cuyos conocimientos de causas están limitadas a cierto
tipo de controversias, tales como asuntos mercantiles, de protección al niño y al adolescente,
laborales, agrarios, entre otros.
En este tipo de clasificación a manera de mejor comprensión (Ver pirámide) podemos decir de
manera descendente como es la jerarquía de los diversos tribunales del país en materia civil,
mercantil y de tránsito.
Juzgados Superiores
Antes de comenzar a desarrollar los principios que rigen la actividad judicial, consideramos
importante definir qué se entiende por organización judicial: Es el conjunto de normas que
establecen los órganos y el sistema para la administración de justicia, señalando la
competencia de los jueces, sus facultades, sus obligaciones, la forma de su designación y de su
sustitución, así como las garantías de su independencia.
La actividad judicial debe regirse por varias normas y principios, con el objeto de darle una
mayor seguridad e imparcialidad a la administración de justicia.
3. Principio de idoneidad: sostiene que el personal que ejerza sus funciones laborales en los
órganos jurisdiccionales, además de poseer conocimientos de la carrera de derecho, deben ser
personas con ética profesional y un alto grado de moral.
4. Principio del territorio: mantiene que para lograr una oportuna y eficaz administración de
justicia, los tribunales han de estar correctamente divididos y en atención a las necesidades
tanto económicas como sociales de la colectividad.
El procesalista alemán Kisch señala como principios rectores del órgano jurisdiccional los
siguientes:
2. - Son independientes;
3. - Son permanentes;
Poder judicial
El conjunto de órganos jurisdiccionales constituye el Poder Judicial, parte del Poder Nacional,
al que le está encomendada la obligación de declarar la voluntad de la ley.
Corresponde a los órganos del Poder Judicial conocer de las causas y asuntos de su
competencia mediante los procedimientos que determinen las leyes, y ejecutar o hacer
ejecutar sus sentencias.
Poder Judicial
Desde el punto de vista institucional, el Poder Judicial cumple la función de controlar a los
restantes poderes públicos; pero también a los particulares, en la medida en que éstos
ejercen, de acuerdo a las leyes, el poder público. Por otra parte, la justicia federal tutela la
supremacía de la Constitución sobre los derechos de las provincias. Jurisdiccionalmente,
asigna normas jurídicas para dirimir conflictos: a tal fin realiza un acto complejo de aplicación-
creación del derecho, definido como "el conocimiento y decisión de todas las causas que
versan sobre puntos regidos por la Constitución, y por las leyes de la Nación" (artículo 116).
Y, si bien el Judicial constituye un poder independiente de los restantes poderes del Estado,
para que se cumplan sus decisiones, el Ejecutivo debe prestarle la fuerza pública, y es el
Congreso el que reglamenta la jurisdicción federal -como lo ha hecho al establecer
apelaciones, para lo cual creó cámaras federales-, el que determina el número de jueces y su
organización y el que participa en la eventual remoción de los mismos.
Como máximo exponente del Poder Judicial, conforme a lo establecido en el artículo 254 de la
Constitución Bolivariana, goza de autonomía funcional, financiera y administrativa. Se
encuentra conformado, tal como lo dispone el artículo 262 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, por las siguientes salas:
Sala Penal.
Sala Constitucional.
Sala Político-administrativa
Sala Electoral
El Tribunal Supremo, en pleno, por aplicación del artículo 31 de la Ley Orgánica de la Corte
Suprema de Justicia, tiene un presidente, un primer y un segundo vicepresidente, quienes
presidirán respectivamente las salas y en ningún caso podrán ser miembros de la misma sala.
Por su parte, cada sala tiene un presidente y un vicepresidente.
Para ser magistrado, tal como lo dispone el artículo 263 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, se requiere cumplir con los siguientes requisitos:
La atribución señalada en el numeral 1 será ejercida por la Sala Constitucional; las señaladas en
los numerales 2 y 3, en Sala Plena; y las contenidas en los numerales 4 y 5 en Sala Político
Administrativa. Las demás atribuciones serán ejercidas por las diversas Salas conforme a lo
previsto en esta Constitución y la ley.
2. Declarar la nulidad total o parcial de las Constituciones y leyes estadales, de las ordenanzas
municipales y demás actos de los cuerpos deliberantes de los Estados y Municipios que sean
dictados en ejecución directa e inmediata de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela y que colidan con ella.
3. Declarar la nulidad total o parcial de los actos con rango de ley que sean dictados por el
Ejecutivo Nacional, que colidan con la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
6. Revisar, en todo caso, aun de oficio, la constitucionalidad de los decretos que declaren
estados de excepción que sean dictados por el Presidente o Presidenta de la República.
9. Dirimir las controversias constitucionales que se susciten entre cuales quiera de los órganos
del Poder Público.
10. Revisar las sentencias definitivamente firmes que sean dictadas por los Tribunales de la
República, cuando hayan desconocido algún precedente dictado por la Sala Constitucional;
efectuado una indebida aplicación de una norma o principio constitucional; o producido un
error grave en su interpretación; o por falta de aplicación de algún principio o normas
constitucionales. 11. Revisar las sentencias dictadas por las otras Salas que se subsuman en los
supuestos que señala el numeral anterior, así como la violación de principios jurídicos
fundamentales que estén contenidos en la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, tratados, pactos o convenios internacionales suscritos y ratificados válidamente
por la República o cuando incurran en violaciones de derechos constitucionales. 12. Revisar las
sentencias definitivamente firmes en las que se haya ejercido el control difuso de la
constitucionalidad de las leyes u otras normas jurídicas, que sean dictadas por las demás Salas
del Tribunal Supremo de Justicia y demás Tribunales de la República. 13. Resolver los
conflictos de cualquier naturaleza que puedan suscitarse entre las Salas que integran el
Tribunal Supremo de Justicia o entre los funcionarios o funcionarias del propio Tribunal, con
motivo de sus funciones. 14. Determinar, antes de su promulgación, la constitucionalidad del
carácter orgánico de las leyes que sean sancionadas por la Asamblea Nacional, o de los
decretos con rango y fuerza de ley que sean dictados por el Presidente o Presidenta de la
República en Consejo de Ministros. 15. Conocer la solicitud que formule el Presidente o
Presidenta de la República, en el lapso de diez días que tiene para promulgar la misma, acerca
de la inconstitucionalidad de una ley que sea sancionada por la Asamblea Nacional o de
algunos de sus artículos, de conformidad con el artículo 214 de la Constitución.
16. Avocar las causas en las que se presuma violación al orden público constitucional, tanto de
las otras Salas como de los demás tribunales de la República, siempre que no haya recaído
sentencia definitivamente firme. 17. Conocer la demanda de interpretación de normas y
principios que integran el sistema constitucional.
18. Conocer en única instancia las demandas de amparo constitucional que sean interpuestas
contra los altos funcionarios o funcionarias públicos nacionales de rango constitucional.
19. Conocer las apelaciones contra las sentencias que recaigan en los procesos de amparo
constitucional autónomo que sean dictadas por los juzgados superiores de la República, salvo
contra las de los Juzgados Superiores en lo Contencioso Administrativo.
20. Conocer las demandas de amparo constitucional autónomo contra las decisiones que
dicten, en última instancia, los juzgados superiores de la República, salvo de las que se incoen
contra las de los Juzgados Superiores en lo Contencioso Administrativo.
21. Conocer las demandas y las pretensiones de amparo para la protección de intereses
difusos o colectivos cuando la controversia tenga trascendencia nacional, salvo lo que
disponen leyes especiales y las pretensiones que, por su naturaleza, correspondan al
contencioso de los servicios públicos o al contencioso electoral.
22. Conocer de las demandas de amparo contra los actos, actuaciones y omisiones del Consejo
Nacional Electoral, de la Junta Electoral Nacional, de la Comisión de Registro Civil y Electoral,
de la Comisión de Participación Política y Financiamiento, así como los demás órganos
subalternos y subordinados del Poder Electoral.