LECCIÓN 8. Terminación Anormal Del Proceso 3

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LECCIÓN 8

TERMINACIÓN ANORMAL DEL PROCESO


Generalidades.— Renuncia del actor.— Allanamiento del demandado.—
Desistimiento: A) El desistimiento en general; B) El desistimiento por sumisión a
mediación o a arbitraje o por transacción extrajudicial; C) El desistimiento de los
recursos.— Transacción.— Caducidad de la instancia.— Sobreseimiento del proceso
por causas distintas del desistimiento y la caducidad de la instancia.— Terminación del
proceso en caso de desaparición del interés legítimo por satisfacción extraprocesal de
las pretensiones o por otras causas.

1. GENERALIDADES
La Ley de Enjuiciamiento Civil considera que, como regla, la primera instancia
del proceso civil de declaración debe concluir por medio de una sentencia en la
que el tribunal, tras un debate contradictorio entre las partes, se pronuncie sobre
el fondo de la controversia, tras formular los oportunos juicios de hecho y de
derecho. Esta regla, sin embargo, presenta una serie de excepciones, que nos
colocan ante supuestos de terminación «anormal» del proceso; y esta «anomalía»
puede derivar de dos elementos diversos: de un lado, puede suceder que el
proceso termine sin sentencia, esto es, sin solución para la controversia; de otro,
es también posible que el proceso concluya por sentencia, pero sin que la
formación de la misma haya ido precedida de un debate contradictorio de las
partes y de un auténtico juicio del tribunal. Como veremos seguidamente, buena
parte de estos modos anormales de terminación del proceso son manifestación
del poder de disposición de las partes sobre el objeto del proceso.
2. LA RENUNCIA
La renuncia (arts. 19.1 y 20.1 LEC) es un acto del demandante por el que
manifiesta su voluntad de no obtener la tutela solicitada. Como consecuencia de
la renuncia, el tribunal debe dictar una sentencia absolutoria sobre el fondo, que
tendrá fuerza de cosa juzgada material.
La renuncia es un acto de disposición, por lo que, para ser válida, debe recaer
sobre materia disponible y no ser contraria al interés general o al orden público y
no hacerse en perjuicio de tercero (si la renuncia es legalmente inadmisible, se
dictará auto mandando seguir el proceso adelante).
La renuncia puede producirse en cualquier momento del proceso, ha de ser
expresa y, si la formula el procurador, ha de tener poder especial para ello (art.
25.2 LEC).
La renuncia puede ser total o parcial. Sólo cuando la renuncia es total procede la
terminación anticipada del proceso. La renuncia parcial es posible cuando el
proceso presenta una pluralidad de objetos, o bien cuando la única pretensión
ejercitada tiene una dimensión cuantitativa que le hace divisible.

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Ejemplo 1. El actor dirigió demanda frente a A y frente a B solicitando que fueran
condenados al pago de una deuda que habían contraído de forma mancomunada: el
actor puede renunciar a su acción frente a A, pero mantener su acción frente a B.
Ejemplo 2. El actor dirigió demanda frente a su deudor solicitando que fuera
condenado al pago de 100.000: el actor, en este caso, puede renunciar a reclamar el
pago de 30.000, manteniendo su acción por los 70.000 restantes.
En los casos de acumulación de acciones, la renuncia parcial (a una o a varias,
pero no a todas) está sujeta a un límite: la renuncia no puede limitarse a una
acción, si ésta es prejudicial de la otra (así, no cabe renuncia a la acción de
declarativa de parentesco, manteniendo la acción de condena a pagar alimentos
con base en ese parentesco).
La renuncia, cuando es parcial, no provoca la terminación del proceso; pero sí
que debe ser tenida en cuenta por el tribunal al dictar la sentencia, pues le vincula
a la hora de fijar el contenido de la sentencia en los puntos objeto de renuncia.
El objeto de la renuncia (aquello a lo que renuncia el actor) puede ser doble: cabe
renunciar a la acción ejercitada, o cabe renunciar al derecho subjetivo privado
cuya supuesta infracción ha motivado la incoación del proceso.
Si el actor renuncia al derecho subjetivo privado que afirma tener frente al
demandado, dicho derecho se extingue como consecuencia de esa renuncia, lo
que arrastra consigo a la acción ejercitada (derecho subjetivo público).
Ahora bien, también es posible que el actor sólo renuncie a su acción, esto es, al
derecho subjetivo público ejercitado: en estos casos, es aún posible que subsista
todavía el derecho subjetivo privado en que se funda la acción, aunque
desprovisto ya de toda posible protección jurisdiccional.
Las consecuencias de esta renuncia a la acción son diversas en función de
los tipos de derechos que fundamentan las acciones:
― Acciones basadas en derechos reales: los derechos reales pueden servir
de fundamento a múltiples acciones –así, con base en el derecho de propiedad puede
ejercitarse una acción reivindicatoria o una acción declarativa del dominio–. No
puede dudarse de que la renuncia a la acción meramente declarativa del dominio no
implica renuncia al derecho de propiedad en que se basa, pues el contenido de éste
es más amplio que el de aquélla.
― Acciones basadas en derechos de crédito: en principio, cada crédito
puede servir de fundamento sólo a una acción. De ahí que la renuncia a la acción
tenga como consecuencia que el derecho de crédito carece del respaldo de una
acción, es decir, no habrá mecanismos jurisdiccionales para lograr su cumplimiento.
Si se renuncia a obtener una tutela jurisdiccional consistente en que se condene a
pagar una cantidad en concepto de capital e intereses en virtud de un contrato de
préstamo, no se renuncia necesariamente al derecho subjetivo de crédito. Se sigue
teniendo el derecho a que se devuelva el capital y los intereses, pero se carece de
acción. Y si el deudor paga, no podrá luego reclamar por pago de lo indebido. Estas
son las que se denominan obligaciones naturales.

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En aquellos casos en que, en abstracto, es posible tanto la renuncia a la acción
como la renuncia al derecho subjetivo privado, el demandante que renuncie
tendrá la carga de precisar cuál es el objeto de su renuncia: de no hacerlo, ha de
presumirse que renuncia al derecho subjetivo privado.
Con carácter general, la renuncia conduce a la imposición de las costas al actor
(art. 395 LEC).
3. EL ALLANAMIENTO
El allanamiento (art. 21 LEC) es el acto del demandado por el que manifiesta su
conformidad con la pretensión del actor y declara su voluntad de que se conceda
al actor la tutela solicitada.
Como acto de disposición que es, el allanamiento precisa poder especial (si lo
efectúa el procurador) y, para ser válido, debe recaer sobre materia disponible y
no ser contrario al interés general o al orden público y no hacerse en perjuicio de
tercero (si el allanamiento se hiciera en fraude de ley o supusiera renuncia contra
el interés general o perjuicio de tercero, se dictará auto rechazándolo y seguirá el
proceso adelante).
La consecuencia del allanamiento válido será que el tribunal deberá dictar
sentencia condenatoria del demandado allanado, con fuerza de cosa juzgada.
El allanamiento puede ser total o parcial, en términos equivalentes a los
expuestos en relación con la renuncia:
― Si se ha ejercitado una acción, cabe el allanamiento parcial en caso de que tenga
contenido cuantitativo.
― Si hay varias acciones, cabe el allanamiento parcial siempre que el allanamiento
de una de las pretensiones no prejuzgue a las demás.
― En el caso de litisconsorcio necesario, el allanamiento sólo será eficaz si lo
manifiestan todos los litisconsortes.
Si se ha producido un allanamiento parcial, el proceso no terminará de forma
anticipada, sino que seguirá adelante respecto de las pretensiones no afectadas
por el allanamiento. No obstante, si lo pide el demandante, el tribunal habrá de
dictar un auto acogiendo las pretensiones objeto de allanamiento, siempre que
sean susceptibles de pronunciamiento separado: y este auto podrá ser objeto de
ejecución forzosa, mientras continúa el proceso declarativo respecto de lo demás.
En caso de allanamiento, las costas se impondrán al demandado que se allana. No
obstante, si el demandado se allana antes de contestar a la demanda, no se le
impondrán las costas, salvo que el tribunal aprecie mala fe en el demandado y se
entenderá que existe, en todo caso, mala fe si, antes de presentar la demanda, se
hubiera formulado al demandado requerimiento fehaciente y justificado de pago
o se hubiera iniciado procedimiento de mediación o dirigido contra él demanda
de conciliación. Este precepto pretende evitar la automática condena en costas de
quienes encuentran en la demanda la primera reclamación formal del demandante
respecto de ellos. El aptdo. 2 del art. 395 dispone que si el allanamiento se
produce después de contestada la demanda, se aplicará la regla general de la

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condena en costas (art. 394.1 LEC): éstas se impondrán al allanado, salvo que el
tribunal aprecie y razone que el caso presentaba “serias dudas de hecho o de
derecho”, para lo que ha de tenerse en cuenta la doctrina jurisprudencial sobre
casos similares.

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4. EL DESISTIMIENTO
El desistimiento (art. 20.2 y 3 LEC) es la declaración del actor de su voluntad de
que no prosiga el proceso iniciado por él y de que no se dicte resolución que se
pronuncie sobre el objeto del proceso. La consecuencia de esta declaración de
voluntad es el sobreseimiento, esto es, que se dicte resolución final sin
pronunciamiento sobre el objeto del proceso y, por tanto, sin fuerza de cosa
juzgada material (se trata de un decreto dictado por el Letrado de la
Administración de Justicia (LAJ) acordando el sobreseimiento –art. 20.3 LEC-):
por ello, el demandante podrá en un momento posterior reiterar su demanda
frente al mismo demandado.
El desistimiento no siempre es eficaz por la simple decisión unilateral del actor:
el demandado, a partir de un determinado momento, puede tener interés en que se
dicte sentencia sobre el fondo cuando ya ha hecho una serie de esfuerzos y gastos
tendentes a su definitiva absolución con fuerza de cosa juzgada material. A partir
de un determinado momento, es preciso tener en cuenta la voluntad del
demandado, lo que permite hablar en estos casos de «bilateralidad» del
desistimiento.
Será directamente eficaz el desistimiento unilateral del actor hasta que el
demandado sea emplazado para contestar a la demanda tanto en el juicio
ordinario como en el juicio verbal (y ello es así aunque la LEC sigue diciendo
que en el caso de juicios verbales, hasta que se le cite para juicio). También cabe
el desistimiento unilateral si el demandado se encuentra en rebeldía. En todos
estos casos, la simple manifestación de su desistimiento por el actor determina el
deber del tribunal de sobreseer el proceso, sin dar audiencia al demandado.
Tras el emplazamiento del demandado para contestar a la demanda, la dinámica
del desistimiento es distinta, pues del escrito de desistimiento del actor se dará
traslado al demandado por un plazo de 10 días:
Si el demandado presta su conformidad o no se opone, el Letrado de la
Administración de Justicia (LAJ) dictará decreto acordando el sobreseimiento y
el actor podrá promover nuevo juicio sobre el mismo objeto.
El demandado, no obstante, puede también oponerse al desistimiento,
acreditando que posee un interés legítimo en que el proceso continúe y concluya
con sentencia: en este caso, el juez resolverá lo que estime oportuno (puede, en
consecuencia, acceder a la petición de desistimiento, aunque se haya opuesto el
demandado; pero también puede rechazarla). El desistimiento de uno solo de los
varios demandantes o la conformidad de un solo litisconsorte pasivo no surten
ningún efecto. Es preciso que todos los demandantes estén conformes en desistir
y, de ser varios los demandados, todos ellos, en su caso, habrán de mostrarse
conformes.
El desistimiento requiere, según el art. 25.2 LEC, poder especial. Aunque no lo
especifica la LEC, entendemos que el poder especial es necesario tanto para
desistir como para aceptar el desistimiento.

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En materia de costas, el art. 396 LEC dice que si el desistimiento es unilateral se
imponen las costas al actor y si se produce con consentimiento del demandado no
se imponen las costas a ninguno.

B) El desistimiento por sumisión a mediación o a arbitraje o por


transacción extrajudicial

Entre las manifestaciones del poder de disposición de los litigantes,


mencionadas expresamente en el art. 19.1 LEC, figura la de “someterse a
mediación o a arbitraje”. Quiérese decir que, pendiente un proceso (si no, no
hay “litigantes”), éste puede terminar porque las partes —todas ellas—
decidan someter el litigio a la decisión de un árbitro o colegio arbitral e
incluso pretendan ponerle fin a través de un posible acuerdo entre ellas
alcanzado gracias a la intervención de un mediador. Estamos ante casos
especiales de desistimiento bilateral, cualquiera que sea la situación del
proceso jurisdiccional.
Cabe también, desde luego, que el demandante desista porque pretende que el
asunto sea resuelto a través de mediación o arbitraje. Pero, ante este
desistimiento, habrá que proceder de modo idéntico al expuesto en el
subepígrafe anterior, puesto que si el desistimiento puede ser unilateral, es
efectivo cualquiera que sea la causa o motivo de la decisión del demandante.
Y si ha de contarse con el demandado, eso depende de que se haya llegado al
momento en que legalmente procede la bilateralidad del desistimiento.
Cuando del desistimiento haya de darse traslado al demandado, tanto da que
el demandante aduzca su propósito de acudir a mediación o arbitraje o
cualquier otro motivo o razón.

El desistimiento de los recursos

El (así llamado) desistimiento en la segunda instancia o en recursos


ulteriores, que puede formular, según se dice, el recurrente (tal vez, por tanto,
no el primitivo actor), es cosa bien distinta del sobreseimiento hasta ahora
analizado. Quien "desiste" en la segunda instancia no expresa una voluntad
de que el proceso termine sin sentencia sobre el fondo (que, de ordinario, ya
existe), carente de cosa juzgada material y reservándose, por tanto, la
posibilidad de reiterar eficazmente una pretensión. El que desiste en la
segunda instancia o en un recurso expresa algo distinto, a saber: su voluntad
de no impugnar la resolución recurrida, que, en consecuencia, deviene firme
y, eventualmente, adquiere también fuerza de cosa juzgada material (cfr. art.
450 LEC). Como para recurrir ha de padecerse algún gravamen por la
resolución recurrida y, además, querer verla sustituida por otra, el

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desistimiento en los recursos no puede perjudicar injustamente a los
recurridos y no requiere su conformidad. Es justa la condena en costas, en
tales casos, al recurrente que ha desistido: se encuentra en situación de
vencimiento y ha sido él quien ha provocado los actos procesales propios de
la segunda instancia o del recurso de que se trate.

5. LA TRANSACCIÓN
El art. 1809 CC define la transacción como el contrato por el cual las partes,
dando, prometiendo reteniendo cada una alguna cosa, evitan la provocación del
pleito o ponen término al pleito ya comenzado. De acuerdo con esta norma se
distinguen dos tipos de transacción:
― Una transacción previa al proceso y que tiende a evitarlo.

― Una transacción realizada pendiente el proceso y que sirve para ponerle fin:
ésta es la que nos interesa ahora, en la medida en que provoca una terminación
anormal del proceso civil pendiente. Si las partes llegan a un acuerdo sobre lo
que es objeto de la controversia, será ese acuerdo el que determine la solución del
conflicto, lo que hará innecesaria la continuación del proceso y, sobre todo, que
el tribunal dicte sentencia.

En el ámbito del proceso civil, hay que atender a lo dispuesto en el art. 19 LEC.
a) Es extrajudicial la transacción que se negocia al margen del proceso, y cuyo
contenido ni se pone en conocimiento del tribunal, ni se somete a su
homologación: en estos casos, las partes se limitarán a comunicar al tribunal que
han llegado a una transacción, lo que determinará la conclusión inmediata del
proceso, sin mayores especialidades.
b) La transacción es judicial cuando su contenido se pone en conocimiento del
tribunal que conoce del proceso y se somete a su homologación: en este caso, el
tribunal, si la considera admisible (por no vulnerar el orden público ni los
derechos de terceros), dictará un auto homologándola y decretará igualmente la
terminación inmediata del proceso. Ahora bien, la homologación del tribunal
otorga al acuerdo transaccional una eficacia especial: la transacción tendrá fuerza
ejecutiva, de modo que, en caso de que una de las partes incumpla aquello a lo
que se obligó, la contraria podrá acudir directamente al proceso de ejecución
forzosa, sin tener que pasar por un previo proceso de declaración.
La LEC admite la transacción (judicial) en cualquier momento del proceso; es
más, en el marco del juicio ordinario se promoverá por el tribunal la transacción
de las partes tanto al comienzo como al final de la audiencia previa al juicio.

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6. LA CADUCIDAD DE LA INSTANCIA
La caducidad de la instancia (arts. 237 a 240 LEC) supone la terminación del
proceso en caso de que transcurran ciertos períodos de tiempo sin que se registre
ninguna actuación procesal. Se parte de la idea de que la pendencia de un
proceso civil no puede prolongarse indefinidamente, porque ello produciría
graves trastornos para la Administración de Justicia.
De acuerdo con el art. 237, se producirá la caducidad de la instancia si no se
registra actividad procesal alguna en el plazo de 2 años, cuando el proceso se
hallare en primera instancia, o de 1 año, cuando se halle en segunda instancia o
en vía de recurso extraordinario y siempre que la paralización no se deba a fuerza
mayor o a cualquier causa que no sea imputable a las partes.
En el proceso civil rige el impulso procesal de oficio, por lo que parece que la
caducidad nunca se producirá, pues el impulso de oficio impide la paralización.
Sin embargo, lo anterior no es del todo cierto. Según los arts. 19.4 y 179 LEC, las
partes pueden solicitar la suspensión del proceso, que será acordada por el
Letrado de la Administración de Justicia (LAJ) mediante decreto siempre que no
perjudique al interés general o a tercero y que el plazo de la suspensión no supere
los sesenta días: agotado el

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periodo de suspensión acordada, sin embargo, la reanudación del proceso no es
automática, sino que sólo se producirá si alguna de las partes lo solicita. Por ello,
si ninguna de las partes solicita la reanudación del proceso paralizado, en los
cinco días siguientes a aquél en que finaliza el periodo de suspensión concedida,
el Letrado de la Administración de Justicia (LAJ) acordará archivar
provisionalmente los autos. En tales casos, cabe que se produzca la caducidad. La
caducidad de la instancia se declara mediante decreto contra el que sólo cabe
recurso de revisión (art. 237.2 LEC).
El efecto de la caducidad de la instancia es la terminación del proceso, pero sus
consecuencias son distintas según en qué fase se encuentre ese proceso:
― Si el proceso se encuentra en primera instancia, tiene el mismo efecto que un
desistimiento y deja abierta la posibilidad de interponer nueva demanda sobre el
mismo objeto.
― Si se produce en segunda instancia o pendiente un recurso extraordinario, se
tiene por firme la resolución recurrida.
En caso de terminación del proceso por caducidad de la instancia no se
impondrán las costas a ningún litigante.
7. Terminación del proceso en caso de desaparición del interés legítimo por
satisfacción extraprocesal de las pretensiones o por otras causas
El art. 22 LEC se ocupa de la eficacia que, sobre el proceso, pueden tener ciertos
acontecimientos sobrevenidos con posterioridad a su incoación. Es posible, en
efecto, que una vez interpuesta la demanda se produzcan ciertos hechos que
priven al demandante del interés legítimo en obtener la tutela que ha solicitado
del tribunal. Si se recuerda, el interés legítimo es una de las condiciones de la
acción, y se identifica con la necesidad de acudir al proceso para solucionar la
controversia jurídica. Si desaparece el interés, el proceso ya no es necesario, y
debe ponérsele fin de manera inmediata.
La Ley distingue dos grandes bloques de supuestos en que se puede entender
producida esta desaparición sobrevenida del interés legítimo:
― De un lado, cuando se produce la llamada «satisfacción extraprocesal de la
pretensión», esto es, cuando el actor obtiene, al margen del proceso y de las
decisiones del tribunal, aquello a lo que aspiraba a través de su demanda: v.g., el
demandado paga al demandante la cantidad reclamada en la demanda, o pone en
su posesión la cosa objeto de la acción reivindicatoria.
― De otro, también es posible que desaparezca el interés y que el proceso deje
de ser necesario sin que el demandante haya visto satisfechas sus pretensiones.
Los supuestos pueden ser muy variados: v.g., cuando desaparece la cosa objeto
de la acción reivindicatoria, si de esa desaparición no es responsable el
demandado; o cuando fallece uno de los cónyuges, en caso de que se esté
ejercitando una acción de divorcio.

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En cuanto se constate la existencia de un acontecimiento que haya provocado la
desaparición del interés legítimo del demandante, se pondrá de manifiesto esta
circunstancia ante el tribunal. Si las dos partes están de acuerdo, se decretará por
el Letrado de la Administración de Justicia (LAJ) la terminación del proceso,
pero sin que proceda la condena en costas. Si alguna de las partes mantiene la
subsistencia del interés legítimo en obtener la tutela pretendida, el Letrado de la
Administración de Justicia (LAJ) convocará a las partes a una comparecencia
ante el tribunal para debatir sobre esta cuestión. Terminada la comparecencia, el
tribunal decidirá mediante auto si debe o no continuar el juicio: si el auto ordena
la continuación, será irrecurrible; si acuerda la terminación, será recurrible en
apelación (art. 22.2 y 22.3 LEC).
8. OTROS CASOS DE TERMINACIÓN ANORMAL DEL PROCESO
Al margen de los casos anteriores, hay que tener en cuenta que la LEC también
contempla otros supuestos en los que el proceso termina de forma anormal, esto
es, sin sentencia y produciéndose el sobreseimiento del proceso. Esto sucede, al
menos, en los supuestos siguientes:
― Cuando el tribunal estima la declinatoria (Art. 65 LEC: cuando el tribunal
entiende que carece de competencia internacional para conocer del asunto o que
el asunto ha sido sometido a arbitraje o a mediación: dictará auto sobreseyendo el
proceso).

― Cuando el tribunal estima alguna excepción procesal, en el marco de la


audiencia previa al juicio (juicio ordinario) o en la vista (juicio verbal). (Art. 421
LEC: si se estima en la audiencia previa la cosa juzgada o la litispendencia (auto
de sobreseimiento del proceso).

― Cuando las partes, durante la pendencia del proceso, someten la controversia a


mediación o a arbitraje y le solicitan al tribunal que decrete en consecuencia el
sobreseimiento del proceso (se trata, en el fondo, de un supuesto especial de
desistimiento pactado).
―Art. 414 LEC: si las partes no comparecen a la audiencia previa o sólo lo hace
el demandado o si el demandante acude sin abogado (auto de sobreseimiento del
proceso).

―Art. 418 LEC: si se aprecia la concurrencia de defectos procesales


insubsanables o no subsanados (auto poniendo fin al proceso).

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