El Entrenamiento de La Fuerza en La ID
El Entrenamiento de La Fuerza en La ID
El Entrenamiento de La Fuerza en La ID
Publicado en Arufe, V., Varela, L y Fraguela, R (2010). Manual Básico del Técnico
Deportivo de un Club. Ed. Sportis. Sevilla., pp. 363-408
1. Introducción.
2. La Iniciación Deportiva.
3. Modelos dominantes de Iniciación Deportiva.
4. Importancia y subetapas de la Iniciación Deportiva.
5. Independencia de las manifestaciones de la fuerza muscular.
6. El desarrollo natural de la fuerza en las edades de la ID.
7. Relación entre el desarrollo de la fuerza y el crecimiento.
8. Estabilidad natural de la fuerza en las edades de la ID.
9. Entrenabilidad de la fuerza y variables que modulan las ganancias de fuerza con el
entrenamiento.
10. Adaptaciones y efectos del entrenamiento contra-resistencias en los niños.
11. La sensibilidad de los niños a la lesión y el entrenamiento contra-resistencias.
12. El diseño de la intervención para el desarrollo de la fuerza en la ID.
12.1. Objetivos relevantes en el entrenamiento de la fuerza en la ID.
12.2. Medios para el incremento de la fuerza en la ID.
12.3. Procedimientos para el incremento de la fuerza en la ID.
12.3.1. Principios metodológicos.
12.3.2. Principios didácticos.
13. Directrices generales para el entrenamiento de la fuerza por grupos de edad.
14. Referencias.
1. Introducción
La fuerza muscular, en sus diversas manifestaciones, es una de las capacidades
físicas más determinantes en el rendimiento y eficacia de las respuestas motoras (Ball y
col., 1992; Katic, 1995, Payne y col., 1997; Hetzler y col. 1997; Falk y Mor, 1996;
Faigenbaum, 2000; Fleck, 1998; Suei y col., 1998). Pero la eficacia y el rendimiento son
aspectos parciales en el contexto de la iniciación deportiva (ID). La fuerza muscular, por si
sola, no garantiza otra propiedad esencial del comportamiento motor en el deporte: su
eficiencia. La eficiencia depende del grado de desarrollo de las capacidades coordinativas
2
2. La Iniciación Deportiva.
Iniciación Deportiva (ID) es un término ibero-americano de amplio arraigo, pero
con ciertas imperfecciones, debidas, básicamente, a una complicada conceptualización. ID
puede ser muchas cosas a la vez, desde la actividad de enseñanza que se desarrolla, p.e., en
torno a cursillos para aprender simplemente a nadar, como a la actividad deportiva
extraescolar en el contexto de escuelas deportivas, como también en centros de
“tecnificación deportiva” e incluso la iniciación por vez primera a un deporte en la edad
adulta o en la vejez. Otra de las imperfecciones reside en su inducción a la generalización
insustancial. Esto es debido a la existencia de requerimientos genéricos que pueden ser
comunes a todas las modalidades deportivas y requerimientos específicos que son
particulares a una modalidad deportiva. Lo que se diga para la iniciación al baloncesto no
necesariamente es válido para la gimnasia deportiva, el judo o el voleibol. Tampoco
algunas generalidades que se dan por válidas se pueden salvar de la crítica. La atención a
tres grandes etapas en la ID como la familiarización, desarrollo y perfeccionamiento
depende de los fines que se establezcan (instrumentales, deportivos o pedagógicos). Una
tercera imperfección reside en el hecho de no saber con certeza su duración, esto es, cuando
empieza y cuando acaba. Si la ID solamente fuera un problema de aprendizaje de las
acciones motoras específicas de una modalidad deportiva, en algunos deportes podría durar
unos meses (p.e., natación, patinaje) y en otros algunos años (p.e., deportes de equipo). En
este trabajo la ID se entiende como la formación previa que precede a la participación en la
alta competición.
Con todo, la mayor imperfección conceptual que estimamos más importante en la
idea de una Iniciación Deportiva es que tal concepto es nominalista, esto es, que requiere
un acto de convención previa. Si fuéramos a definir la ID tal cual la observamos en la
realidad encontraríamos muchos problemas para enumerar sus propiedades. Una silla, p.e.,
podemos definirla como un plano horizontal elevado sobre el nivel del suelo, sustentado
sobre tres o más apoyos, elaborado con materiales rígidos y que se utiliza para sentarse. Sin
embargo, para definir la ID nos resultaría muy difícil eludir lo que la ID debería ser,
cuando se trata de definir lo que realmente es. Como la realidad no nos satisface a todos,
cada uno la define de acuerdo a concepciones apriorísticas (o nominalistas), introduciendo
orientaciones de valor en el concepto y ello complica el panorama conceptual. El gran
problema se centra en los fines de la ID que da lugar a tres modelos o enfoques prácticos.
1º. Pedagógico. Lo que se hace está orientado esencialmente a la educación del niño o
joven. Si tenemos en cuenta que las grandes constantes históricas de la educación son
la enculturación, la socialización y la personalización (Weber, 1976), una ID de
carácter pedagógico persigue fundamentalmente estos fines. Los fines deportivos
(marcas, títulos, etc.) quedan relegados a un segundo plano. Es una manera de
entender la Iniciación Deportiva como Educación Física a través del deporte,
buscando la mejora de las conductas motrices y el desarrollo personal. Este es el
modelo que más se preconiza, pero no está nada claro que sea el que más se practica.
También hay que decir que es el modelo más difícil de llevar a la práctica, ya que
requiere una formación de los entrenadores más exhaustiva y exigente.
2º. Instrumental. Lo que se hace está orientado simplemente al aprendizaje. P.e., a saber
nadar, patinar, esquiar, etc. Los elementos pedagógicos no cuentan mucho en este
modelo, son secundarios, debido a que se plantean objetivos utilitarios a corto plazo.
Si se aprende a nadar en 30 días, esto es mejor que en 40 días.
3º. Deportivo. Lo que se hace está orientado al logro de fines deportivos (marcas, títulos,
ascenso de categoría, etc.). Se entrena para la competición y a ésta se subordinan
todos los elementos del diseño e intervención en la práctica.
En la realidad los tres modelos indicados no existen en un sentido puro. Más bien
coexisten, combinándose entre ellos en función de las teorías implícitas del entrenador. El
problema que puede surgir, normalmente de tipo pedagógico, ocurre cuando alguno de los
modelos, particularmente el deportivo, adquiere un excesivo protagonismo “comiendo
terreno” a los demás. El gran problema práctico para los entrenadores que trabajan la ID
reside a nuestro juicio en saber combinar de una manera dinámica estas tres grandes
orientaciones de la ID, porque dichas orientaciones no deben ser estáticas, su “peso” o
ponderación debe ir cambiando con el avance del tiempo y el desarrollo de los niños y
jóvenes.
objetivos de competición importantes a corto plazo. Esta edad podría variar en más menos
un año (15-17 años) dependiendo de la modalidad deportiva que se trate.
En este rango de edad 8-16/17 años acontece un desarrollo acelerado de los niños y
niñas en términos cuantitativos (crecimiento) y cualitativos (maduración). Podemos hablar
de un desarrollo biológico, como también de un desarrollo cognitivo y otro social. Los tres
tipos de desarrollo tienden a solaparse en el tiempo y exige observar y valorar a los niños
desde un enfoque integral. En el rango de edad típico de la ID (8-16 años) acontecen tres
subetapas biológicas importantes en el desarrollo humano identificadas como prepubertad,
pubertad y postpubertad. Estas tres divisiones son de carácter biológico y se estructuran en
torno a la curva de velocidad del crecimiento y a la maduración de la función reproductora.
Paralelamente, la ID puede también dividirse según etapas del desarrollo cognitivo y social,
en este caso tenemos dos subetapas: niñez avanzada y adolescencia (tabla 1).
Uno de los grandes problemas de la ID reside en el desajuste existente entre el tempo
real (edad) y el tempo psico-biológico (ritmo de crecimiento y maduración). Es normal que
los niños presenten diferencias interindividuales de dos años en la edad en que se alcanza el
pico de crecimiento y en ocasiones de hasta 5 años y medio (Astrand, 1996), de tal modo
que las divisiones antes indicadas han de observarse con cautela, porque a una misma edad,
p.e., 14 años, dos niños pueden estar situados en etapas psico-biológicas distintas: uno en
la prepubertad y niñez y el otro en plena pubertad y adolescencia. Las diferencias en el
tempo de crecimiento producen diferencias de resultado. La capacidad biológica de
tolerancia al trabajo físico y la capacidad cognitiva de obtener representaciones reales y
objetivas de su entorno, así como de valorar el esfuerzo y la habilidad que requieren las
cosas pueden ser distintas en niños de una misma edad, particularmente cuando se llega a la
frontera de los 12 años (Nicholls & Miller, 1984; Nicholls, 1978; Nicholls, 1984). Con esta
advertencia en mente, hay que reconocer no obstante la necesidad de unos patrones
normativos para describir la relación existente entre el desarrollo psico-biológico y la edad.
Las diferencias entre chicos y chicas, en términos absolutos de fuerza, son del orden del 8%
al 10% menor en las mujeres, muy similares a las de fuerza funcional de tipo reactivo
(saltos), pero menores a la fuerza funcional de tipo balístico (lanzamientos).
La segunda etapa abarca de los 12 a los 16 años. Chicos y chicas presentan una
evolución muy distinta. Los chicos experimentan una evolución más acentuada respecto de
la etapa anterior (graf. 3), alcanzando al finalizar el periodo ganancias del 175% de
promedio respecto a los 8 años. Las chicas, sin embargo, experimentan primero un
descenso acusado de las ganancias y una estabilización después, hasta terminar con un
promedio de ganancias del orden del 100% respecto de los 8 años.
Otro estudio realizado por Loko y col. (1996) con datos anuales de fuerza
isométrica máxima desde los 10 a los 18 años nos permite complementar los datos
anteriores, estimando mejor las ganancias de fuerza anual (graf. 4). Este análisis permite
complementar y matizar los datos anteriormente expuestos. Puede apreciarse que aunque
chicos y chicas experimentan ganancias porcentuales positivas de fuerza, dichas ganancias
sufren diversas fluctuaciones.
La edad de 13 años nos muestra un patrón clave en las inflexiones de las curvas de
evolución de la fuerza (graf. 4). A partir de los 13 años las chicas sufren un descenso
acusado en las ganancias anuales de fuerza, atribuibles a los cambios biológicos que
acontecen con la finalización de su pubertad y comienzo del periodo postpubertario. Los
chicos, al contrario, experimentan ganancias de fuerza más acusadas que la etapa anterior,
12
atribuibles a los cambios biológicos que acontecen con el comienzo de su pubertad. Dichas
ganancias se mantienen cercanas al 20% anual hasta la edad de 16 años.
con el desarrollo y la maduración que contribuyen a mejorar la fuerza. Entre estos factores
se barajan la mejora de los mecanismos neuronales de la contracción muscular, la mejora de
la función muscular intrínseca o intramuscular (ciclo excitación-relajación) y la mejora de
la coordinación intermuscular (sinergias musculares).
En la Niñez En la adolescencia
11-12 10-12 9-12 8-12 7-12 12-17 11-17 10-17 9-17 8-17 7-17
Chicos 0,72 0,66 0,52 0,50 0,35 0,59 0,51 0,52 0,45 0,35 0,33
Chicas 0,75 0,73 0,60 0,49 0,37 0,41 0,46 0,49 0,51 0,26 0,39
En la Niñez En la adolescencia
Chicos 11-12 10-12 9-12 8-12 7-12 12-17 11-17 10-17 9-17 8-17 7-17
Salto horizontal 0,78 0,85 0,66 0,53 0,48 0,73 0,67 0,78 0,69 0,56 0,60
Velocidad
0,58 0,58 0,48 0,31 0,50 0,52 0,35 0,38 -0,08 0,13 0,18
Lanzamiento
Chicas
Salto horizontal 0,90 0,81 0,75 0,70 0,71 0,66 0,71 0,74 0,70 0,80 0,50
Velocidad
0,55 0,36 0,46 0,53 0,12 0,30 0,29 0,22 0,20 0,25 0,13
Lanzamiento
experimentales más amplios, de 20 semanas, con niños de 9-11 años (n=13) a razón de tres
sesiones/semanas e intensidad progresiva, se alcanzaron mejoras del 21% al 35% en el
postest de 1 MR, así como en la fuerza isométrica e isocinética de varios grupos musculares
(Ramsay y col, 1990).
Gracias a estudios meta-analíticos se ha podido acotar las ganancias
experimentales de fuerza en un rango que oscila entre el 13% y 30% (Falk y Tenebaum,
1996). Se admite que el rango de efectividad puede ser mucho mayor superando incluso el
100% (Wilmore y Costill, 1999) y dicho rango está influenciado por variables tales como la
frecuencia semanal, la duración del programa y fundamentalmente por la intensidad de la
resistencia a vencer. En casi todos los estudios analizados se utilizaron intensidades
experimentales comprendidas entre los 6 y los 11 MR. En otro orden de cosas, no está
claras las variaciones que puedan introducir otras variables relevantes, tales como la edad,
el género o el nivel inicial en las ganancias de fuerza debidas al entrenamiento. No
obstante, el avance de resultados parece indicar que no existen diferencias significativas en
las ganancias de fuerza debidas al género (Ibid). Otro tanto ocurre con la edad, incluso
cuando los niños se clasificaron por edad biológica (estadios de Tanner). Las ganancias de
fuerza, en términos relativos (o de porcentaje) son similares en niños pre, peri y
postpuberales, e incluso superiores para los niños prepuberales (Malina & Bouchard, 1991).
No obstante, se sabe que los mecanismos y adaptaciones al entrenamiento contra-
resistencia (véase apartado 10) son distintos en las diferentes edades (Beunen, 2000;
Kanehisa y col., 1995; Ramsay y col., 1990; Ozmun y col., 1994; Payne y col., 1997;
Blimkie, 1992).
En relación al nivel inicial, un estudio con grupo control exploró el efecto del
entrenamiento de fuerza en dos grupos de niños peripuberales (n=10x2), clasificados según
nivel de experiencia (experimentados e iniciados). Los niños realizaron un programa de
entrenamiento progresivo con pesos libres a razón de tres sesiones/semana durante 12
semanas. Se encontró que las mejoras netas de fuerza de los grupos experimentados
respecto de los iniciados eran similares (Hetzler y col, 1997). Los resultados mostraron que
las ganancias netas de fuerza fueron del 41% vs. 40% en prensa de piernas y 23% vs. 18%
en prensa de banca. No obstante esta similitud, se admite que el nivel inicial influye en las
ganancias de fuerza, de tal modo que cabe esperar que las ganancias de fuerza disminuyan
cuando el niño se habitúa al entrenamiento contra-resistencias. El umbral de estimulación
para mantener el margen de ganancias de fuerza se eleva en las personas habituadas al
entrenamiento de fuerza, exigiendo un aumento del volumen (nº series y nº
entrenamientos/semana) y fundamentalmente un aumento de la intensidad (incremento de
peso). Se ha observado que los niños normales que se inician en un programa con pesos,
realizando una sola serie por ejercicio, pueden alcanzar similares mejoras de la fuerza que
los niños habituados. El margen de ganancias que se puede mantener con niños normales y
una sola serie por ejercicio alcanzan los tres o cuatro primeros meses desde el inicio de
programa (Feigenbaum & Pollock, 1999; Izquierdo & Ibañez, 2000).
18
Tabla 4. Condiciones mínimas para alcanzar ganancias de fuerza superiores a un 10% en niños y
jóvenes no entrenados
Duración mínima: 3-8 semanas
Frecuencia semanal mínima: 2 sesiones/semana.
Intensidad mínima: 10-12 MR
Series mínimas: 1-2 series.
intrínsecos (Fleck, S.J., 1998, Faigenbaum, 2000, Malina 2006, Myer y col. 2009). No
obstante y como ya se ha indicado, el entrenamiento con pesos libres o máquinas tiene sus
riesgos y los beneficios que conllevan solo cabe ser entendidos cuando la ejercitación se
realiza correctamente. Algunos autores alertan contra el riesgo de diversas lesiones
musculo-esqueléticas (fracturas, dislocaciones, espondilolisis, espondilolistesis, hernias
intervertebrales, y lesiones de menisco) debidas a un mal uso o sobreabuso del
entrenamiento con pesos libres y máquinas (Mazur y col., 1993). Sin embargo, hay que
resaltar que la mayor parte de las lesiones tienden a ocurrir en programas de entrenamiento
mal supervisados o donde se hace un uso agresivo de pesos libres. Por el contrario, en
aquellos entornos donde se hacía una prescripción adecuada de los entrenamientos y se
supervisaba la actividad, la incidencia de lesión era muy baja (ibid), incluso utilizando
ejercicios con altas resistencias como 1 MR. (Baker 2002, Benson y col. 2007).
Podemos recomendar seguir este decálogo de consejos que proponen algunos de los
mejores investigadores sobre el entrenamiento de fuerza en jóvenes y que nos ayudará a
conseguir programas de entrenamiento más seguros (Faigenbaum y Myer 2010):
a. Los jóvenes deben tener el suficiente grado de desarrollo y maduración para aceptar y
seguir libremente las instrucciones del entrenador.
b. La vestimenta no debe limitar el movimiento y el calzado deportivo debe tener buena
tracción y amortiguación.
c. La sesión debe comenzar con un calentamiento que incluya actividades dinámicas.
d. El programa de ejercicios debe incluir a todos los grandes grupos musculares,
incluyendo, caderas, abdomen y columna lumbar.
e. El principal objetivo del entrenamiento en jóvenes debe ser al aprendizaje de la
técnica correcta y no el peso utilizado.
f. El entrenador, que debe estar formado específicamente para el entrenamiento de
fuerza en jóvenes, debe supervisar y dirigir la sesión de entrenamiento.
g. El lugar de entrenamiento debe reunir la condiciones de seguridad e higiénicas
necesarias.
h. El entrenador debe supervisar individualmente a cada deportista, conocer su
capacidades y modificar el plan de entrenamiento cuando sea necesario
i. El entrenador debe planificar y programar el entrenamiento adecuadamente para evitar
lesiones por sobrecarga y sobreentrenamiento.
j. Lo jóvenes deben se aconsejados sobre los hábitos de vida saludables: nutrición,
hidratación, descanso.
23
2. Isotónicos. Son acciones dinámicas que guardan una mayor semejanza con las
acciones musculares del movimiento natural. Bajo el género de medios isotónicos se
incluyen diferentes familias de ejercicios.
a) Ejercicios de autocarga. La resistencia a vencer es el propio peso del cuerpo,
generalmente de un modo parcial. Las posibilidades de realización alcanza
prácticamente a todos los grupos musculares. En los ejercicios de autocarga el control
de la intensidad es más complicada y exige adecuaciones posturales precisas con el
fin de controlar mejor el número máximo de repeticiones, que es el estímulo esencial
en las ganancias de fuerza. Tienen como ventaja una mayor similitud con las acciones
musculares reales, permitiendo la activación de los grupos musculares agonistas,
antagonistas, sinergistas y fijadores, por lo que contribuyen mejor a las necesidades de
desarrollo general de los niños y de mejorar la coordinación intermuscular,
componente importante del control motor. Cuando el objetivo es incrementar la fuerza
con estos medios los procedimientos son similares a cuando se trabaja con pesos
(véase apartado 12.3). Cuando el objetivo es preventivo, de reforzamiento de la
27
Tabla 5.
Comparación de una periodización semanal para niños prepuberales y otra para adultos
32
Tabla 6.
Comparación de una periodización de ciclo largo para niños prepuberales y otra para adultos
Se recomienda empezar calentando 6 repeticiones con una estimación del 50% del
MR, recuperando uno o dos minutos con algo de flexibilidad. Después se ensaya otra
serie de 6 repeticiones con una estimación del 70% de 6 MR, con igual recuperación.
Posteriormente se realiza otra serie de 6 repeticiones con una estimación del 90% de 6
MR, e igual recuperación o superior dependiendo del grado esfuerzo del niño. A
continuación, se vuelve ensayar 6 repeticiones, pero esta vez con una estimación del
100% o 105% de 6 MR. Si ocurre que el niño lo consigue, habrá que volver a
ensayar otra serie de 6 repeticiones incrementando un 5% aproximadamente. En caso
de que el niño lo vuelva a conseguir, se recomienda realizar un postest pasados al
menos 24 horas, empezando con pesos ligeros. En caso de que el niño no lo consiga,
nos quedamos con el último peso ensayado como medida de 6 MR. Volvemos a
realizar la prueba al menos con 24 horas de recuperación, para confirmar la medida de
6 MR (Kraemer & Fleck, 1993:24).
El otro ámbito de aplicación del principio que encabeza este subapartado reside
en el establecimiento de garantías para que los niños utilicen la prescripción precisa de
intensidad que cada día corresponde (p.e., 80%, 90%, etc. de 6 RM). Para este
menester es aconsejable utilizar póster donde se haga indicación precisa de los pesos
que corresponden a cada porcentaje de un determinado MR (tabla 8). Si un joven ha
obtenido como resultado de la evaluación de 6 MR de la prensa de banco 40 Kg., esta
tabla le ayudará a la hora calcular el porcentaje. Por ejemplo, si tocara entrenar con un
porcentaje del 70% de 6 MR, cruzamos la línea que pone 40 Kg con la columna que
pone 70%. El resultado es 28 Kg, que es el peso que habría que movilizar ese día.
20 kg 10 12 14 16 18 20
Test de máximo de repeticiones (Kg)
22 kg 11 13 15 18 20 22
24 kg 12 14 17 19 22 24
26 kg 13 16 18 21 23 26
28 kg 14 17 20 22 25 28
30 kg 15 18 21 24 27 30
32 kg 16 19 22 26 29 32
34 kg 17 20 24 27 31 34
36 kg 18 22 25 29 32 36
38 kg 19 23 27 30 34 38
40 kg 20 24 28 32 36 40
7 años Introducir a los niños en los ejercicios básicos con poco o ningún peso.
Desarrollar y aprender el concepto de sesión de entrenamiento.
Enseñar la técnica de los ejercicios.
Progresar en fuerza con ejercicios calisténicos de autocarga, peso del
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14. Referencias
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