El Ultimo Frente - AA. VV

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La resistencia armada al franquismo —conocida con frecuencia en el
imaginario popular como guerrilla, maquis o rojos— fue un fenómeno
histórico que representó durante la década de 1940 el último frente de una
guerra dada formalmente por concluida el 1 de abril de 1939. En él
convergen tradiciones y conflictos sociales antiguos con coyunturas de
oportunidad política; se caracteriza por surgir en la clandestinidad, su
trayectoria es discontinua, su liderazgo a veces opaco y su cohesión difícil.
Por eso no siempre ha estado libre de dudas y de interpretaciones sesgadas
y a menudo se le ha excluido de la épica de la guerra civil, e incluso
denostado. No es menos cierto que su estudio ha adolecido con frecuencia
de voluntarismos reivindicativos y de panegíricos ideológicos. Este libro
desgrana el complejo fenómeno del movimiento guerrillero. Los textos se
articulan en torno a los orígenes ideológicos y sociales y al contexto
histórico en el que se produce; en torno a sus protagonistas y a los
territorios en los que surge y se desenvuelve y en torno a las fuentes
documentales, base de toda labor historiográfica, para desvelarnos sus
claves.
Julio Aróstegui es Catedrático de Historia Contemporánea en la UCM y
director de la Cátedra Extraordinaria «Memoria Histórica del siglo XX». Sus
libros más recientes son Por qué el 18 de julio y después, La República de
los trabajadores y España en la memoria de tres generaciones. Jorge Marco
es investigador de la UCM y ha publicado varios artículos sobre la
resistencia armada y la violencia política en la posguerra española.
En este libro participan los siguientes autores: José María Azuaga, Julián
Chaves Palacios, Benito Díaz Díaz, Ramón García Piñeiro, Hartmut Heine,
Odette Martínez, Francisco Moreno, Josep Sánchez Cervelló, Ferrán Sánchez
Agustí, Secundino Serrano, José Antonio Vidal, Mercedes Yusta.
AA. VV.
El último frente
La resistencia armada antifranquista en España, 1939-1952
INTRODUCCIÓN

La resistencia armada que se alzó contra el régimen de Franco en los primeros


años de su existencia, conocida con frecuencia en el imaginario popular como
guerrilla, maquis, o rojos, fue un fenómeno histórico estrechamente ligado en sus
orígenes a la guerra civil de 1936-1939. Concluida aquella guerra, con el
conocido resultado de la derrota y eliminación de la Segunda República a manos
de los sublevados, y establecido el régimen del general Franco, la guerrilla o
resistencia armada fue, en cierta manera, su continuación. El despliegue
represivo de la dictadura —generando los primeros huidos en la sierra—, la
voluntad de los vencidos por continuar su lucha contra el franquismo y el
contexto internacional —con el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial— nos
permiten sostener que la resistencia armada en los años cuarenta representó el
último frente de una guerra dada formalmente por concluida el 1 de abril de
1939.
Sin embargo, desde el punto de vista de la historia de esa lucha, de la
interpretación de su sentido, tanto en el campo de la escritura historiográfica
como en el de su recreación memorial y cultural, incluy endo las incursiones
llevadas a cabo por la literatura y el cine, la guerrilla antifranquista y la guerra
civil suelen aparecer como dos universos históricos disociados. La historia de la
guerra civil ha sido una y la de la guerrilla otra. Generalmente, no suele
repararse, y en muchos casos tampoco admitirse, que aquel fenómeno de
levantamiento guerrillero constituy ó el último episodio de un proceso histórico
único que era anterior. E, incluso, como defiende algún autor, un último episodio
de un proceso que era anterior a la guerra civil misma. La guerra civil y la
guerrilla antifranquista son dos hechos, en todo caso, tan estrechamente ligados
que el segundo no se entiende sin el primero. Lo ocurrido es que sus destinos
sociales y culturales posteriores, no sin cierta paradoja, han seguido caminos
diversos.
Lo cierto es que la resistencia guerrillera antifranquista es algo que no puede
disociarse del gran conflicto histórico-social que recorre la España de los años
treinta del siglo XX y que, de alguna manera, lo prolonga hasta prácticamente
mediados de siglo. Y muchas de las dimensiones del fenómeno, desde luego,
están enraizadas en una historia más vieja aún. Así ocurre con la misma palabra
guerrilla, que nace casi siglo y medio antes con la resistencia popular y que,
como en el caso que nos ocupa, observó una lucha desigual entre las partidas
guerrilleras y los ejércitos napoleónicos. La guerrilla, como una forma de
resistencia armada frente al poder establecido, recorre la historia de los
conflictos políticos y sociales violentos de nuestra edad contemporánea,
poniéndose de manifiesto en las revueltas liberales, en las republicanas y también
en las carlistas, en el momento de la gran transformación liberal en el siglo XIX.
Su relación en todos estos casos con guerras civiles es del mismo modo evidente.
La resistencia armada, de matriz popular por lo común, es, pues, una tipología
bien definible de los conflictos sociales y políticos que tienen carácter
« vertical» , es decir, que enfrentan a gobernantes y gobernados, a los de arriba y
los de abajo. Y nacen de la resistencia de los sometidos. La guerrilla es una
forma de violencia política que linda con la guerra misma y que no llega a ser
una guerra formalizada aunque puede propiciarla o continuarla. En la guerrilla se
amalgama la voluntad civil con el instrumento militar, pero cualquier sublevación
guerrillera sabe que no puede mantener una guerra formal. Ésta es su fuerza y su
debilidad al mismo tiempo.
Más allá de estas similitudes formales que permiten ver las analogías
históricas de todos los movimientos de lucha guerrillera, es incuestionable
también que las coy unturas históricas no se repiten nunca y que, en
consecuencia, los movimientos guerrilleros en la edad contemporánea son
perfectamente distinguibles entre sí por obedecer a rasgos históricos propios de su
época, por las estructuras políticas y sociales que los engendran, por sus
posibilidades de expansión, por sus más profundas raíces antropológicas y por su
misma naturaleza geopolítica. De ahí que, desde los estudios precursores y
prometeicos que hiciese Eric Hobsbawm en el siglo pasado sobre lo que él
entendía como « revueltas primitivas» , el estudio histórico de los movimientos
insurreccionales en forma de guerrilla han visto ampliadas las perspectivas de su
análisis y las dimensiones a considerar como explicación de su realidad. Y esta
enorme apertura del campo ha servido para mejorar, profundizar y, también,
discutir, las propias propuestas fecundas que Hobsbawm pusiese en primer plano.
El enorme volumen de literatura histórica sobre la guerrilla, la ampliación del
campo de estudio sobre los fenómenos guerrilleros a lo largo de todo el mundo, el
mejor conocimiento de su desarrollo interno o de las fuentes de nuestros
conocimientos, son hechos que en el día de hoy debemos poner de relieve. La
colaboración de otras disciplinas dentro de las ciencias sociales, desde la
historiografía convencional a la antropología, la politología, la sociología o la
geografía política, han hecho entender que los movimientos guerrilleros son
bastante más que movimientos políticos, para llegar al convencimiento de que no
es posible analizarlos en profundidad si no se contemplan sus raíces
antropológicas, su estrecha fijación en determinados modelos de sociedad, su
génesis como producto de estructuras inestables y conflictivas, generalmente,
pero no sólo, en el mundo campesino, en las que los objetivos políticos no viene a
ser, muchas veces, sino consecuencias esperables del género de protesta que las
origina. En definitiva, los movimientos guerrilleros contemporáneos son vistos
hoy como fenómenos complejos en los que convergen, y de ahí su complejidad,
tradiciones y conflictos sociales antiguos con coy unturas de oportunidad política
—la violencia siempre requiere un « estudio de costes» — que pueden ser mucho
más recientes y, seguramente, más volátiles.
De esta complejidad, naturalmente, participan los movimientos guerrilleros
antifranquistas españoles que en su ciclo completo, recorren los años que van de
1936 a los primeros cincuenta. Durante un decenio, la historia de la resistencia
armada al franquismo, nacida en el seno de los grupos derrotados en la guerra
civil, atravesó fases bien distintas. Los movimientos más precoces tienen un
contenido histórico preciso y los que se desarrollan en su segunda época, desde
1944, aproximadamente, introducen rasgos nuevos. La moderna historiografía
sobre el fenómeno, sin haber abandonado en muchos casos su devoción por las
explicaciones fundamentalmente políticas, es decir, como producto de la
resistencia del mundo obrero derrotado ante lo que se entiende como la
instauración de un régimen fascista, han entrado cada vez más en el análisis de
las dimensiones sociales, en el largo plazo, incluso, de las vertientes
antropológicas de la protesta, en detrimento del análisis exclusivamente
ideológico.
Y es justamente, esta compleja raíz social lo que distingue al fenómeno
guerrillero de, pongamos por caso, el miliciano, tan característico de la guerra
civil española. Las milicias políticas fueron un amplio movimiento de gran
visibilidad, una explosión multitudinaria y pública, de transparencia ideológica
incuestionable, cuy a movilización tuvo vertientes y cauces perfectamente
señalizados. La guerrilla fue un movimiento distinto aunque sus raíces más
profundas fuesen en todos los casos idénticas. Surgía en la clandestinidad, no
siempre políticamente bien definida, de forma que la diferenciación entre la
protesta social y el horizonte político no siempre estaba nítidamente presente para
la población en la que surgía. La guerrilla fue discontinua, de liderazgo a veces
opaco, de cohesión difícil salvo cuando una organización política potente como el
Partido Comunista adoptó tácticamente con todas su consecuencias esta forma de
lucha, hasta el momento en que decidió clausurarla.
Por este tipo de razones, muy someramente expuestas aquí, creemos que el
fenómeno guerrillero ha sido siempre visto de forma bastante distinta del
miliciano. Por ello no siempre ha estado libre de dudas, de interpretaciones
sesgadas y, por ello también, normalmente se le ha tenido al margen de la épica
de la guerra civil, mientras que su estudio ha adolecido muchas veces de
voluntarismos reivindicativos y panegíricos ideológicos, cuando no de
denostaciones absolutas —como las producidas en la literatura del régimen de
Franco— que en nada han contribuido a su mejor conocimiento, sino todo lo
contrario. Ha llegado el momento de que estos equívocos sean definitivamente
abandonados.
El presente libro es el resultado de un propósito inicial al que guiaron las
consideraciones que se han expuesto. La lucha guerrillera contra Franco, sobre la
que existe una producción bibliográfica bastante notable, tenía, no obstante, que
adquirir en su estudio un nivel que no tiene por qué desmerecer en nada de lo
mucho que en ese sentido podría decirse sobre la guerra civil y el progreso
innegable de su estudio. Con sus propias peculiaridades, sin duda, el movimiento
guerrillero antifranquista debe alcanzar y a el nivel de un estudio profesionalizado,
con las mejores técnicas documentales a nuestro alcance, inserto de lleno en las
maneras de hacer que distinguen al estudio universitario.
El Congreso Internacional « La resistencia armada antifranquista (1939-1952
)» surgió como una iniciativa de la Cátedra Extraordinaria « Memoria Histórica
del siglo XX» de la Universidad Complutense y se llevó a cabo a fines de 2006.
La convocatoria a los especialistas se propuso recorrer el espectro de todos los
estudiosos del fenómeno español de dentro o de fuera del país. La propia
estructura de aquella reunión pretendía enfocar temas, debates y perspectivas lo
más amplias posibles y, en algún caso, las menos transitadas. Los más conocidos
y prolíficos tratadistas de la historia guerrillera, fuese cual fuese su estilo y sus
planteamientos básicos, fueron convocados y nos hicieron el honor de concurrir.
Sus contribuciones generosas han permitido articular un texto colectivo como éste
en el que las naturales orientaciones particulares, en temas y en estilos, de cada
autor, se han encajado en su correcta ubicación científica en torno a tres grandes
grupos de asuntos. Primero, los referentes a sus orígenes ideológicos y sociales y
al contexto histórico en el que se produjeron. Segundo, seguramente más
novedoso, los que versan sobre los territorios y los protagonistas. Tercero, el
aspecto más instrumental en la pretensión de hacer historiografía seria, y que,
por lo tanto, ésta no puede desatender: los condicionantes documentales que todo
estudio tiene como base.
Como y a hemos señalado. El último frente no es un título retórico y falto
contenido; la guerrilla antifranquista en España sólo se puede entender en el
contexto de la guerra civil y de su inmediata respuesta por parte de la dictadura
con un intenso despliegue represivo tanto desde el punto de vista teórico como
práctico. En este sentido, Josep Sánchez Cervelló (autor de Maquis: el puño que
golpeó al franquismo) nos presenta en su trabajo el amplio marco legislativo
represivo desarrollado por la dictadura en los primeros años de la posguerra, que
incidió de forma directa en la creación y en la génesis de la resistencia armada
antifranquista. Pero, del mismo modo, es necesario conocer el marco
internacional y su evolución, con cada una de sus coy unturas, primero, entre
1939 y 1945 y, más adelante, entre 1945 y 1952. Los vaivenes de la Segunda
Guerra Mundial, el triunfo de los aliados, la constitución de dos bloques
antagónicos, las guerras civiles en Grecia y Yugoslavia, por poner algunos
ejemplos, afectaron de manera capital a la acción guerrillera y a los proy ectos
de resistencia diseñados tanto en el interior como en el exterior.
Pero si a un partido político marcó particularmente este contexto fue
precisamente al Partido Comunista de España, sometido a constante cambios
tácticos y estratégicos durante la década de los cuarenta. Su importancia, dado el
protagonismo que adquiere en la organización de las agrupaciones guerrilleras a
partir de 1944, es destacada por el hispanista alemán Hartmut Heine (La
oposición política al franquismo. La oposición al franquismo en Andalucía
Oriental), cuy o estudio analiza desde los conflictos internos gracias al pacto
germano-soviético hasta el denominado Cambio de Táctica, firmado en 1948,
cuando el PCE promueve —al menos de forma teórica— la infiltración en las
instituciones verticales de la dictadura.
Del mismo modo, en el ámbito de la historiografía en los últimos años se ha
abierto un intenso debate en torno a la comprensión y a la naturaleza del
fenómeno guerrillero en España, destacando dos autores por sus posiciones
radicalmente opuestas, y que en el presente libro exponen sus argumentos. El
primero de ellos. Francisco Moreno Gómez (Córdoba en la posguerra, La
resistencia armada contra Franco), defiende el carácter eminentemente obrero y
republicano de la resistencia, con destacados militantes entre sus filas, en
contraste con la propuesta de Mercedes Yusta (La guerra de los vencidos,
Guerrilla y resistencia campesina), más proclive a destacar la importancia del
campesinado y la vinculación del fenómeno a la conflictividad rural desde una
perspectiva de largo recorrido. Ambas perspectivas coinciden en diversos
elementos, pero discuten puntos sustanciales del contrario que todavía persisten
en el debate social y académico.
Como hemos mencionado, la resistencia armada en la posguerra es un
fenómeno estrechamente relacionado con la guerra civil y con las intensas cotas
de represión alcanzadas en los primeros años de la dictadura franquista, de ahí la
radical diferencia del fenómeno en la geografía española y, por lo tanto, los
estudios particulares presentados en la segunda parte de nuestro libro, Territorios
guerrilleros. Algunas zonas como León y las provincias gallegas —a la que luego
se sumaría Asturias— quedaron controlados desde el golpe militar del 18 de julio
por el bando de los sublevados, aplicándose de inmediato el código de justicia
militar y la detención masiva de políticos y representantes sindicales de la
izquierda. En este sentido, Secundino Serrano, historiador y autor de varios libros
de éxito (La guerrilla antifranquista en León, Maquis, La última gesta), muestra en
su trabajo cómo el clima y el contexto de persecución provocó la primera oleada
de fugados, fuxidos, emboscados, escapados o los del monte, con el único objeto
de pasar a la zona republicana o escapar de las garras de la primera oleada de
represión. Así muchos de ellos se integraron en el XIV Cuerpo del Ejército
Guerrillero o actuaron de forma independiente hasta la conclusión de la guerra
cuando, ante el nuevo envite de los consejos de guerra, se produce una nueva
huida de hombres a la sierra.
La zona centro de la península, comprendiendo las actuales comunidades de
Castilla La Mancha y Extremadura, resulta —como señala el profesor Benito
Díaz (La guerrilla antifranquista en Toledo, La guerrilla en Castilla La Mancha)—
más compleja en su formación y desarrollo. Así, mientras en Extremadura
encontramos acciones guerrilleras durante la guerra civil, en el resto de territorio
—bajo control rebelde—, los primeros huidos no aparecen hasta la conclusión de
la guerra o, como ocurre en algunas provincias, la resistencia armada se
implanta desde el exterior con las invasiones pirenaicas de 1944. Pero de nuevo
se subray a la importancia de la represión en la génesis del fenómeno, ligada
indiscutiblemente a la guerra.
El caso de Andalucía oriental, aún si cabe, parece más complejo, atendiendo
a la disparidad de situaciones entre 1936 y 1939. Dos provincias, Jaén y Almería,
permanecieron los tres años en el campo republicano; Málaga consiguió detener
la sublevación en 1936 pero las tropas franquistas la conquistaron en febrero de
1937; Granada, por su parte, quedó dividida durante todo el conflicto, después del
éxito del golpe en la capital. Esta diversidad de situaciones condicionó la
intensidad y evolución de la represión en cada uno de los territorios, y por lo
tanto, el surgimiento de una resistencia armada.
Pero si bien en las cuatro provincias la guerrilla desarrolló sus actividades, fue
en Granada y en Málaga donde may or auge e importancia consiguieron,
formando el may or grupo guerrillero de la península junto a la Agrupación
Guerrillera de Levante-Aragón. Para su estudio contamos con dos autores cuy os
trabajos se concentran en dos periodos diferentes. En el primer caso, Jorge
Marco (Hermanos Quero. La resistencia a ras de suelo), expone —a partir de un
caso particular de guerrilla urbana en Granada— su propuesta sobre los modelos
de resistencia armada antifranquista: la guerrilla y el bandolerismo social,
desvelando cada una de sus particularidades, y señalando los instrumentos
históricos, sociológicos y antropológicos para su estudio. A continuación. José
María Azuaga (La guerrilla antifranquista en Nerja. La oposición al franquismo en
Andalucía oriental) analiza los orígenes y el desarrollo de la Agrupación Roberto,
cuy a acción se desarrolló en las provincias de Granada y Málaga entre 1946 y
1952.
La resistencia en Cataluña tuvo rasgos muy particulares en todos los sentidos,
como señala Ferrán Sánchez Agustí (Maquis y Pirineos, El Maquis anarquista) en
su trabajo. En primer lugar, por la hegemonía anarquista, encabezada por
guerrilleros tan conocidos como Sabaté, Facerías, Caraquemada o Massana, pero
también por su carácter predominantemente urbano —salvo en el caso de
Massana—, su longevidad en el tiempo —Caraquemada murió en 1963—, y por
la cercanía de la frontera francesa, que les permitía introducirse en España,
realizar acciones, y regresar a un lugar seguro.
Muy distinto es el caso asturiano, estudiado con may or profundidad por
Ramón García Piñeiro (Los mineros asturianos bajo el franquismo), donde desvela
los conflictos internos dentro de la guerrilla y los distintos proy ectos de resistencia
planteados por socialistas y comunistas. Purgas, insultos, asesinatos; la
competencia ideológica y la lucha por la hegemonía en la sierra también
tuvieron sus lados oscuros.
El estudio de la guerrilla antifranquista realizado en los últimos treinta años ha
contado con no pocas dificultades, y una de ellas, quizás la más relevante, es el
acceso a los archivos controlados por ciertas instancias militares. Con el objeto de
clarificar y poner orden en las fuentes documentales, sus problemas y sus retos,
tres autores han conformado el tercer y último capítulo. En primer lugar, el
profesor Julián Chaves Palacios (Huidos y Maquis, Guerrilla y franquismo) ha
practicado una importante disección de los archivos habituales en el estudio de la
guerrilla: nacionales, regionales, provinciales, locales, de instituciones, partidos
políticos, etc., señalando no sólo su valor e interés, sino también las trabas que
encuentran los historiadores para conocer quizás la fuente más rica de todas, los
Consejos de Guerra depositados en los Tribunales Militares Territoriales.
Pero si en un aspecto ha sido pionera la historia de la resistencia armada
desde sus comienzos ha sido en el uso (e incluso el abuso) de las fuentes orales.
De enorme relevancia, su utilización no sólo requiere de una metodología
específica y refinada, sino que también nos permite conocer los senderos de la
memoria, tal y como pone en evidencia José Antonio Vidal Castaño (La memoria
reprimida). Durante muchos años las voces guerrilleras han transcurrido por
caminos poco frecuentados, pero al mismo tiempo, el relato ha evolucionado y
ha reconstruido la realidad. Los historiadores, por lo tanto, requerimos de
instrumentos adecuados para afrontar las múltiples capas de la memoria.
Y entre la memoria y el testimonio oral hay uno que particularmente ha
quedado marginado: el de las mujeres. Odette Martínez, miembro del equipo de
investigación de la Bibliothèque de Documentation Internationale Contemporaine
(BDIC), destaca el valor de ésta fuente oral que nos proporciona una nueva
dimensión del universo de la resistencia, y de unas figuras hasta el momento
desfiguradas: la madre, la hermana, la mujer, el enlace, es decir, las redes
sociales que sustentan y protegen a los hombres de la sierra, sin cuy a labor la
supervivencia hubiera sido imposible.
Este libro, pues, dados los temas que aborda, la competencia de los autores
que en él intervienen, los nuevos conocimientos que hoy se tienen sobre ese
pasaje de la historia española que fue la oposición al régimen de Franco,
creemos que aporta nuevos materiales a un tema en el que queda mucho por
aportar. Por supuesto, no pretendemos haber agotado el asunto, ni mucho menos,
pero sí haber prestado un gran servicio a esta historia con el esfuerzo de un grupo
de estudiosos y con la ay uda y el remate de la satisfacción por su publicación en
una casa editorial con el compromiso, la iniciativa y la comprensión de Los
Libros de la Catarata. Vay a para todos ellos nuestro agradecimiento y el deseo de
que no sea la última empresa en la que estemos juntos.
JULIO ARÓSTEGUI.
JORGE MARCO.

Madrid, abril de 2008


PRIMERA PARTE

LA ÚLTIMA GUERRA
CAPÍTULO 1

EL CONTEXTO NACIONAL E INTERNACIONAL


DE LA RESISTENCIA ( 1939-1952).

JOSEP SÁNCHEZ CERVELLÓ[0] .

La dictadura franquista fue hasta la desaparición del maquis, a principios de


los años cincuenta, especialmente violenta. Su dureza tenía su origen en la
tipología de la guerra colonial a la que estaba vinculado el núcleo del Ejército
nacional y que tuvo su perfil más cruento entre 1921 y 1927 cuando se
emplearon gases asfixiantes, sobre todo y perita, en la lucha contra las fuerzas
rifeñas de Aldelkrim [1] .
Esa brutalidad quedó también evidenciada desde los inicios de la conspiración
antirrepublicana, cuando sus integrantes previeron desde el principio un nivel de
represión desmesurada para aplastar cualquier atisbo de resistencia. Así, Emilio
Mola, firmando como el Director, emitió en abril de 1936 la Instrucción
Reservada n.º 1 en la que señalaba: « la acción ha de ser en extremo violenta,
para reducir lo antes posible al enemigo» . Para ello se establecía que individuos
y « partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento» tendrían
su merecido: la cárcel o los pelotones de ejecución[2] .
Las medidas que los rebeldes tomaron contra sus enemigos quedaron
codificadas a lo largo de los primeros años del régimen y son una fuente de
primera mano para evaluar el enraizamiento de sus propósitos exterminadores de
lo que Franco y sus subordinados denominaron la « anti-España» .

1. LEYES REPRESIVAS DE LA DICTADURA


1. El Estado de guerra en toda la zona sublevada se proclamó pocos días
después el golpe militar (28-8-1936) con lo cual los delitos y los
inculpados debían ser juzgados por tribunales militares. Claro que eso
no fue óbice para que durante toda la guerra, e incluso después,
muchos ejecutados, desterrados o expoliados no hubiesen sido
inculpados ni procesados nunca. Con todo, esos tribunales militares se
caracterizaron porque se juzgaban, normalmente, muchas causas a
la vez sin que tuviesen relación entre ellas. Así, los hechos atribuidos
por la fiscalía se declaraban probados, sin que se hubiese practicado
ninguna prueba. De cómo funcionaban esos tribunales sumarísimos
nos ha dejado un testimonio demoledor uno de sus encausados:
« partían de una incongruencia […]. Era cuanto menos chocante que
unos individuos rebeldes contra la República y la Constitución, a las
cuales habían jurado absoluta fidelidad, se constituy esen en un
tribunal permanente para juzgar a importantes núcleos de población,
acusándolos, sorprendentemente, de “rebelión militar” […].
Entramos en la sala donde y a se había constituido el tribunal que nos
tenía que juzgar. En el sector del público había algunos familiares,
curiosos e, incluso, alguno de los denunciantes […]. Era un juego
morboso de ver sufrir a unos adversarios políticos o simplemente
unas enemistades del propio pueblo […]. Nuestra causa se analizó
por el procedimiento sumarísimo de urgencia y, efectivamente, en
un periodo de tiempo que no llegó a media hora, 15 personas
escuchamos, como si fuese un serial radiofónico, todos incluidos en
el mismo informe, como el relator exponía los “hechos probados”
para cada caso. Por el mismo procedimiento, el que actuaba de
defensor hizo su obligado papel pidiendo atenuantes. Rápidamente,
después de mencionar 2 o 3 artículos del Código de Justicia Militar,
ordenaron que nos pusiéramos de pie para oír el “Fallamos que
debemos condenar y condenamos…”, seguido de las respectivas
penas para cada nombre, igual como si se pasara lista. Repartieron
entre los presentes dos penas de muerte, once condenas a 30 años y
dos a 12 años[3] » .
La vida en las prisiones y los campos de detención era durísima. El
tortosino Subirats Piñana, que llegaría a ser presidente del Tribunal de
Cuentas europeo y senador, detenido en Santa María de Oy a, señala:
« las condiciones de hacinamiento eran tales que padecimos ataques
de toda clase de parásitos (piojos, pulgas, sarna, ladillas) y una
epidemia, de la que sólo sabíamos que afectaba el aparato digestivo,
hizo estragos entre los prisioneros, en particular entre los más
jóvenes[4] » . Tampoco eran mejores las condiciones de los
batallones de trabajadores, como lo señaló Francisco García, que allí
fue enviado en may o de 1940: « Estábamos a las órdenes de oficiales
que llevaban una cruz negra fuera de la guerrera o dentro. Era la
señal de que habían matado a algún soldado o algún interno. Era una
cruz parecida a la T, negra, muy aparatosa, la llevaban a la altura del
corazón. Dormíamos en el corral de las masías, como si fuéramos
ganado […]. Como exponente del 12 Batallón de Trabajadores tengo
que mencionar el saco de arena, sujeto a la espalda con dos
alambres atados en los hombros. Además, tenías que trabajar a pico
y pala […]. Los castigos y los malos tratos eran continuos: los
insultos, puntapiés en los testículos, estar en posición de firmes en
medio de una carretera por la noche, raparte al cero, trabajar rápido,
vigilados por soldados armados con fusil y bala en la recámara,
grandes palizas para dejarte insensible y con heridas: trabajos de
castigo a altas horas de la noche: no avisar de las explosiones […]
que causaban heridos, no respetar los enfermos y obligarlos a
trabajar; estar hambrientos e ir mal vestidos; el trato a golpe de
látigo: las palizas al oír hablar catalán; los trabajos insalubres y
peligrosos, como trabajar dentro de un lago tanto tiempo que los pies
se tornaban blancos e incluso se infectaban: formar la compañía para
oír insultarnos al jefe que acababa con un “hijo de puta”: dormir en
tiendas de campaña para cuatro cerca de la frontera con Francia con
la amenaza de que si alguno se escapaba, sus compañeros serían
fusilados; la correspondencia censurada, etc» [5] .
Ramón Videllet señaló, de los batallones de trabajadores en los cuales
estuvo un año y medio, que « padecíamos tanta hambre que un cabo
y un soldado en Punta Tarifa (Cádiz) cogieron dos kilos de harina de
una casa en el campo. Eran buena gente, pero por esta miseria los
fusilaron[6] » .
2. Decretos de ilegalización de las fuerzas sociopolíticas apoyantes del
Frente Popular y opuestas al Movimiento Nacional, con incautación
de sus propiedades y depuración de funcionarios y empleados de
empresas que trabajaban para el Estado (Decreto 108, 13-9-1936).
El día anterior Franco había sido nombrado Generalísimo y jefe
supremo e incontestable de la España insurgente y, a partir de
entonces, la escalada normativa represora se reforzó.
3. Decreto contra la Masonería (15-9-1936). En el primer artículo se
señalaba: « la francmasonería y otras asociaciones clandestinas son
declaradas contrarias al derecho. Todo activista que permanezca en
ellas tras la publicación del presente edicto será considerado como
reo del crimen de rebelión» . Muchos y a habían sido ejecutados
cuando salió la ley.
4. Orden de depuración de funcionarios y obligatoriedad de ser
revisados por una comisión depuradora (30-10-1936). Un ejemplo de
esa limpieza la ofrece la destitución de los 15 860 funcionarios de la
Generalidad, de los cuales sólo permanecieron 753, que procedían de
la antigua Diputación Provincial de Barcelona que, a su vez, tuvieron
que pasar por el tamiz de la Comisión Depuradora respectiva. Esta
caza de brujas, sin que hubiese ninguna ley que la estableciese, se
alargó al ámbito de la empresa privada, donde se expurgaron las
plantillas del personal poco adicto al GMN o a los propietarios.
Bastaba con que aquéllos les señalasen como « rojos» , para
quedarse sin empleo.
5. Prohibición de la difusión de material pornográfico (16-9-1937).
Medida que sobrepasaba el ámbito sexual, pues el preámbulo
declaraba que era peligroso para la Patria « la difusión de literatura
pornográfica y disolvente» , a la que acusaban de ser la causa del
fermento revolucionario. Medida que fue seguida por una Orden que
establecía la depuración de las bibliotecas de ese material sensible y
peligroso.
6. La Ley de Prensa (22-4-1938) dotaba « al ministro encargado del
Servicio Nacional de Prensa la facultad ordenadora de la misma»
(art. 1.º). Es decir, le autorizaba para censurar a los medios que se
descarrilasen de los propósitos del régimen con diversas multas o
sanciones que podían, incluso, acarrear la clausura temporal o
definitiva de las publicaciones cuy o umbral de libertad dejaba de
existir al otorgarles, exclusivamente, una función al servicio de la
nación, eufemismo que quería encubrir la sumisión a la dictadura.
Ley que se mantuvo vigente hasta la Ley Fraga de 1966.
7. Ley de Responsabilidades Políticas (9-2-1939). Ilegalizaba las
formaciones del Frente Popular, las « separatistas» y las que se
hubiese opuesto al « Glorioso Movimiento Nacional» , declarando en
su artículo 1.º: « la responsabilidad política de las personas tanto
jurídicas como físicas, que desde el 1.º de octubre de 1934 y antes
del 19 de julio de 1936, contribuy eron a crear o a agravar la
subversión de todo orden de que se hizo víctima a España y de
aquellas otras que a partir de la segunda de dichas fechas, se hay an
opuesto o se opongan al Movimiento Nacional con actos concretos o
con pasividad grave» .
Lo de la retroactividad jurídica de la ley es una evidencia de la
bellaquería política de la dictadura, al condenar por unos hechos que
no eran ilegales cuando se produjeron y cuy a interpretación no se
ajustaba estrictamente al marco jurídico establecido. Así, por
ejemplo, en Flix, en donde se produjo una huelga de varios meses sin
producirse ninguna alteración del orden público, los dirigentes
obreros fueron juzgados por los tribunales de posguerra inculpándoles
de desafectos por estos hechos.
8. Ley contra la masonería y el comunismo (1-3-1939). Reprimía delitos
« contra la desarmonía social» , « disgregación de la patria» , y los
intentos de organizar partidos, grupos políticos y enumeraba las
personas punibles: socialistas, comunistas, anarquistas, trotskistas,
masones y análogos. A los masones, aparte de estar incriminados por
la Ley de Responsabilidades Políticas, les estaba prohibido ejercer
cualquier cargo en el sector público y se les impedía formar parte de
un Tribunal de Honor, a ellos y a sus familiares hasta el segundo
grado de consanguinidad. El Tribunal Especial para Represión de la
Masonería y el Comunismo estuvo en vigor hasta 1963 cuando se
creó el TOP.
9. Ley de Seguridad del Estado (29-3-1941). Los infractores de delitos
de traición, de sabotaje, de asociación y propaganda ilegal, de
infundir rumores, etc., tanto dentro como fuera de España, pagaron
con penas de cárcel muy largas e incluso de muerte. Al amparo de
esa ley fueron juzgados en Almería, el 28 de abril de 1941, 100
personas acusadas de formar parte de una organización clandestina y
cuy o delito fue repartir el « parte inglés» que « se copia a máquina y
se distribuy e con precauciones. Este parte de guerra se introduce
además a la cárcel del Ingenio […]. Se extiende su circulación y, lo
de siempre, se denuncia por alguno el hecho» . A parte de las penas
de cárcel, por ese « delito» fueron ejecutados 8 acusados, entre ellos
una mujer de 20 años[7] . En 1947 sería substituida por la Ley de
bandidaje y terrorismo.
10. La Ley de bandidaje y terrorismo (18-4-1947) equiparaba los « delitos
políticos» con el delito de « rebelión militar» , lo que significaba la
posibilidad de condena a muerte al ser juzgado, casi siempre, por un
Consejo de guerra, sumarísimo la may oría de las veces. Juan
Busquets, integrante del grupo confederal de Marcelino Massana, fue
detenido en octubre de 1949 en Barcelona y condenado a la pena
capital por esa Ley, pasando 20 años en la cárcel[8] .
Los delitos resultantes de la guerra civil o, en otras palabras, los
resultantes de la defensa de la legalidad, no prescribieron hasta 1969.
2. LA DUREZA DE LA GUERRA Y DE LA POSGUERRA

Donde más pronto conocieron la « España Imperial» o la « Nueva España» ,


dos nombres para definir la venganza y el atropello, fue en las zonas donde
triunfo el golpe de Estado. Señalaba un sevillano, de buena familia y posición,
que huy ó de su ciudad en 1937, que la represión había tenido tres fases:
« Primera. Fusilamiento en las calles, a las salidas de las carreteras y en las
tapias de los cementerios, sin expediente, ni trámite de ninguna clase, para
dominar por el terror, que ha de ser en lo sucesivo su principal arma. Esta época
duró hasta primeros de octubre de 1936. La segunda en la que se instruía
expediente a los detenidos, sin oírlos la may oría de las veces. Las sentencias de
muerte las firmaban las diversas autoridades encargadas de la represión […].
Esta época duró hasta febrero de 1937. Y la tercera que rige en la actualidad
(1938) en que la parodia de unos Consejos de guerra, y a prejuzgados de
antemano, quieren dar la sensación de justicia para acallar el rumor, cada vez
más denso, que en torno a tantas vidas segadas se está levantando. Todos los días
sentencias a muerte a gran número de personas; la may oría son acusadas de
hechos que no sabían que existiesen hasta oír al fiscal relatarlos. Las sentencias
no se cumplen inmediatamente. Los condenados padecen el suplicio constante de
no saber los días o las horas que les quedan de vida [9] » .
De la magnitud de la represión escribiría, una vez acabada la guerra civil, un
personaje poco favorable a la causa republicana: « Sería inútil negar que sobre
España pesa todavía un sombrío aire de tragedia. Las ejecuciones son aún muy
numerosas, sólo en Madrid de 200 a 250 diarias. En Barcelona 150 y en Sevilla,
que en ningún momento estuvo en manos de los rojos, 80» [10] . Quien escribió
esto fue el y erno de Mussolini.
Lo que diferenció a la represión franquista de la anterior dictadura de Primo
de Rivera o la de Salazar que duró, con su continuador Caetano, 48 años, fue la
brutalidad. En Portugal, durante toda la dictadura se produjeron menos de 500
muertes de víctimas políticas en el territorio europeo[11] , muchas de ellas por las
difíciles condiciones de vida en los centros de detención, especialmente en el de
Tarrafal y, concretamente, durante el periodo 1936-1940. En España esa cifra se
alcanzó sólo en la provincia de Tarragona, con 717 fusilados contabilizados entre
1938 y 1944[12] . Pero el número de víctimas fue may or del registrado pues sólo
en la ciudad de Reus existieron dos centros de detención donde hubo ejecuciones
que no están registradas: la fábrica Pich i Aguilera, y el Centro Psiquiátrico Pere
Mata [13] .
Hubo, además, otras muertes que tampoco fueron contabilizadas al ocurrir en
ejecuciones en el momento de entrada de las tropas nacionales en las
poblaciones: o bien, durante el periodo del maquis; en batallones de trabajadores:
y en las cárceles. Por tanto la cifra total de la provincia de Tarragona podría
doblar a la de Portugal, la diferencia es que Portugal tenía 9 millones de
habitantes y la provincia de Tarragona 148 931 en 1936. Si bien, en 1939, por las
pérdidas en la guerra y por el exilio aún tenía menos habitantes.
Asimismo, cuando las tropas franquistas « liberaban» una población, iban
acompañadas de batallones de Orden y Policía, encargados de controlar a los
civiles que fuesen notoriamente desafectos a los sublevados para asegurarse el
orden público. Además, nombraban a las autoridades afectas al Glorioso
Movimiento Nacional y se encargaban de mantener el estado de guerra hasta
que no estuviese la situación controlada. Estas columnas, formadas por soldados
destinados a esas funciones específicas, eran también las responsables de ordenar
las primeras ejecuciones sumarias. Así, por ejemplo, después de la caída del
frente de Aragón y de las poblaciones de la derecha del Ebro, entre may o y abril
de 1938, propiciaron numerosos fusilamientos de gente de izquierdas poco
significada, pues los responsables políticos huían metamorfoseados con el
Ejército Popular de la República [14] . El objetivo de esa práctica era imponerse
por el terror. En las plazas conquistadas incentivaron la delación, señalando que
« todos los vecinos están obligados, sin que previamente se les cite, a denunciar
cuantos hechos conozcan de carácter delictivo o político, aunque éstos recaigan
en personas que se supongan en zona roja [15] » .
A partir de las denuncias se ponía en marcha el esquema represivo. Los
denunciados que se podían cazar iban a la cárcel. También podían ser detenidas o
humilladas las mujeres, las novias o los familiares directos de los dirigentes
republicanos. Igualmente, era frecuente el empleo de aceite de ricino, que
hacían beber sobre todo a las mujeres de los « rojos» , causándoles fuertes
descomposiciones, por lo que no podían salir de casa durante unos días, lo que en
época de mala alimentación era terrible. Además, a muchas desafectas les
cortaban el pelo al cero. También los connotados como rojos tenían que ir a
trabajar en la limpieza, acarreo de materiales de construcción para obras
públicas, y, en algunos casos los caciques les obligaron a hacer faenas
particulares, sin cobrar, aunque tuviesen familiares detenidos, exiliados o
desaparecidos, por lo que esos jornales, en una economía de subsistencia, les
eran vitales. Además si los gerifaltes del nuevo régimen tenían las casas
destruidas podían incautarse, sin ningún problema, de las de los izquierdistas[16] .
A partir de julio de 1938, cuando los nacionales previeron la caída de
Valencia y con ella el hundimiento de la República, se dieron instrucciones de
cómo se debía verificar la ocupación de las ciudades leales « durante los
primeros quince días de ser ocupada una ciudad se había de detener al máximo
número de personas contrarias que habían de ser encerradas en prisiones y
campos de concentración. Para evitar que pudiesen huir […] se había de
establecer un control estricto de la circulación y de salida de vehículos» .
Además, en cada sector en que los conquistadores habían dividido la ciudad,
debían disponer de un local para los detenidos y apoderarse de toda la
documentación « rojo-separatista» que pudiese dar pistas de nombres y
actividades de los disidentes[17] . Siendo éste el origen de la may or parte del
Archivo de Salamanca que, a pesar de la politización del caso, sirvió para
recoger toda la documentación: prensa, libros, circulares, cartas, boletines
oficiales, fotografías, etc., de la zona leal para incriminar a sus defensores. Así
me lo señaló un comisario de batallón: « fui detenido y conducido a varios
centros de detención donde pase un calvario, y todo porque mi nombramiento
vino en el órgano del Ejército, y desde Salamanca informaron a mi localidad de
mi graduación en el Ejército Popular [18] » .
La política de venganza y arbitrariedad que convirtió España en una inmensa
cárcel fue especialmente dura en los pueblos, donde el anonimato no era posible,
y donde las humillaciones eran de por vida. En Villalba dels Arcs (Tarragona), un
pueblo de poco más de 1000 habitantes, después de la guerra, cuando aún había
decenas de vecinos prisioneros y exiliados y cuando los militares rebeldes y a
habían ejecutado a 13 personas, el alcalde y miembros de FET y de las JONS
asesinaron de forma sádica a otros 14 vecinos, a algunos de los cuales les sacaron
los ojos con agujas de coser sacos y a otros les amputaron los genitales. Algunas
de estas ejecuciones salvajes se hicieron en plena luz del día, después de
movilizar al pueblo, como en Fuenteovejuna, y delante de su familia. Hasta tal
punto enloquecieron los derechistas de Villalba dels Arcs que fue uno de los pocos
lugares de España que, sin ser sede judicial, funcionó un Tribunal Militar Especial
para juzgar los desmanes de la gente adicta al GMN[19] . Hay que señalar que la
may or parte de los ejecutados no habían sido procesados por los franquistas, lo
que significaba que su adscripción ideológica y su participación en la guerra
había sido poco significativa. Otro caso de represión desmedida sucedió en
Calaceite (Teruel), en donde los vencedores practicaron torturas tan salvajes que
« algún preso se suicidó en la celda para huir del tomento —como Ramón
Petxina—, y a otro, José Serrano Sancho, le castraron[20] » . También en Calanda
« a principios de 1940 se practicaban en el ay untamiento violaciones y
“bacanales” como parte de una gran violencia sobre mujeres izquierdistas y
también desde la alcaldía se planificaban una serie de asesinatos a manos de
falangistas locales, al margen de la autoridad militar [21] , lo que obligó a
intervenir a ésta en algunos casos» .
El control de la población, los avales y la inseguridad provocada por las
arbitrariedades de las nuevas autoridades hicieron de aquel periodo un infierno, al
que también contribuy ó de forma decidida la Iglesia, tan poco acostumbrada, en
nuestro país, al perdón. Un ejemplo lo tenemos en la actitud del sacerdote Antoni
Mascaró de Batea que desde abril de 1938 a octubre de 1939, intervino
directamente en la deportación de numerosos vecinos a los que consideraba rojos
y consiguió, también, que se impusiesen multas a los enemigos ideológicos que
no habían sido deportados, para así financiar a FET y a las JONS, sin importarle
que los derrotados y a estuviesen comprendidos en la Ley de Responsabilidades
Políticas y sus propiedades, intervenidas[22] .
El clima de terror y los abusos judiciales estuvieron detrás del fenómeno de
los huidos, gente que se tiró al monte para no caer en manos de los franquistas.
Un ejemplo de eso se evidencia en el caso de la familia Bolós Silvestre de
Valbona (Teruel), en donde Daniel regentaba un bar en el que, al anochecer, se
escuchaba Radio España Independiente-Estación Pirenaica. Al ser denunciados,
y por miedo a caer en manos de la Guardia Civil, que en las zonas donde actuaba
el maquis, como lo era aquélla, aplicaba torturas y ejecuciones sumarias, Daniel
y dos hermanos más huy eron al monte incorporándose a la guerrilla en marzo de
1947.
Fue en ese clima de oprobio que emergió la guerrilla y se hicieron posibles
las condiciones para su consolidación.

3. LA SITUACIÓN INTERNACIONAL

Justo iniciada la posguerra española se firmó el Pacto germano-soviético


entre Molotov y Ribbentrop (agosto 1939), sin que ningún partido comunista lo
denunciase, lo que causó entre su militancia bastantes deserciones.
Por ello el PCF y el PCE fueron declarados ilegales en Francia en
septiembre, acusándolos de actitud derrotista y antifrancesa. Los principales
dirigentes del PCE/PSUC emigraron a la URSS y a Latinoamérica y dejaron al
partido desballestado, siendo reconstituido por Jesús Monzón. Por otro lado, tras la
muerte del antiguo secretario general del PCE, José Díaz, se produjo una sórdida
lucha por el poder en el seno de la dirección en la URSS, al dividirse entre los
partidarios de Jesús Hernández y los de la Pasionaria. En esa lucha, la Pasionaria
y Santiago Carrillo —que acabó siendo el responsable del partido en Francia y en
España— estaban en el mismo barco e hicieron la vida imposible a Hernández,
que hubo de dejar Moscú, mientras que Monzón, que se había hecho con la
dirección sin contar con los soviéticos ni con sus superiores orgánicos, fue
degradado y enviado al interior, siendo detenido en Tarragona en el verano de
1945.
El pecado capital de Monzón, según Carrillo, era que de forma aventurera
había impulsado la operación del Valle de Arán y la lucha armada en el interior.
Pero no sólo no era cierto sino que la URSS no era ajena al deseo de que se
incrementasen en España las acciones armadas. Así lo refirió Líster al señalar
que, en octubre de 1944, estando al mando de una División en el frente
ucraniano, fue llamado a Moscú por Dimitrov, máximo responsable de la IC, que
le explicó los proy ectos de Stalin en relación a España y que pasaban por
potenciar el movimiento guerrillero[23] . Por tanto, la actuación del Valle de Arán
iba en la línea de lo que el PCF hacía en Francia, el PCG en Grecia, el PCI en
Italia y el PC en Yugoslavia. Es decir, reforzar militarmente a los partidos
comunistas para que en el nuevo orden de posguerra fuesen lo suficientemente
fuertes para que pudiesen impedir el aislamiento de la URSS, tal y como había
sucedido de 1917 a 1939. El problema de Monzón era que en Francia había
mantenido contactos orgánicos con los aliados y escapado del pertinente control
superior.
Por otro lado, desde 1939, los países democráticos —Gran Bretaña, Francia y
los EE. UU.— se aproximaron a la oposición antifranquista por si fuese necesario
sacar por la fuerza a Franco del poder en caso de que consumase un may or
acercamiento al Eje, e incluso apoy aron al movimiento guerrillero[24] . Además,
tanto Francia como Gran Bretaña y EE. UU., reclutaron a antiguos militares
republicanos para sus servicios de inteligencia. Así, el comandante Gustavo
Durán trabajó para los americanos[25] , el coronel Segismundo Casado para los
británicos[26] muchos de los descodificadores de las comunicaciones
republicanas fueron contratados por Francia para trabajar en la zona no
ocupada [27] .
También la oposición catalanista y vasca, como el resto de la oposición
española, fue rehén durante los años de la confrontación mundial de la dialéctica
de los aliados que les garantizaba un futuro democrático tras el triunfo de la
Segunda Guerra Mundial a cambio de su colaboración en la guerra [28] . Jesús
Abenza, sargento jefe de la 9.ª Compañía, que bajo el mando del general Leclerc
liberó París, señaló « llevábamos en cabeza las banderas republicanas,
autorizadas por los mandos. Entramos en París el 24 de agosto de 1944 […] la
gente gritaba: ¡Vive la France! Nosotros decíamos: No somos franceses, somos
españoles. Entonces nos decían: ¡Vivent les espagnols! […]. Y proseguimos
adelante. Por todos los pueblos donde pasamos, desde Normandía hasta las
fronteras de Austria, dejamos compañeros enterrados, con letreros que el mando
hacía poner: “Mort pour la France”. Los jefes nos decían: Vuestro sacrificio y
vuestro esfuerzo serán recompensados. Cuando Francia esté liberada,
liberaremos España de la tiranía de Franco. Todos nos engañaron» [29] .
Acabada la Segunda Guerra Mundial se crearon Gobiernos de Unión
Nacional en los países occidentales en los que los comunistas habían dado un
contributo de sangre a la liberación, caso de Italia, Francia y Bélgica.
Especialmente significativo fue el caso de Grecia, en donde los comunistas eran
muy poderosos. El Partido Comunista Griego (KKE) dirigía el Frente Nacional
de Liberación (EAM) que había capitalizado la resistencia contra los alemanes a
través del Ejército Nacional de Liberación Popular (ELAS). Para contrariar el
establecimiento de un Gobierno procomunista, los británicos se apoy aron en el
rey Georgios II y en El Cairo crearon, a finales de 1944, un Gobierno derechista
encabezado por Georgios Papandreu que llegó a Atenas acompañado por el
Ejército británico. A finales de 1944, los enfrentamientos armados se sucedieron
con gran violencia entre los monárquicos y los comunistas. La importancia de
ese ensay o de guerra civil, con la intervención masiva y decisiva de los
británicos, fue la clave para que en Francia e Italia, en donde los partidos
comunistas eran, asimismo, muy fuertes y disponían de poderosas guerrillas, no
se sublevasen pues « la brutalidad de la intervención británica en Grecia pesó de
forma decisiva en las directrices y en la táctica de Thorez. Togliatti y otros
líderes comunistas de la Resistencia obligándolos a maniobrar con redoblada
prudencia, sacrificando las aspiraciones de numerosos resistentes a una política
realista de compromiso que permitió, después de la liberación, a los medios
liberales y conservadores, retomar el control de los países anteriormente
ocupados [por los nazis], evitando por lo menos a sus respectivos pueblos los
males de una guerra civil sin salida [30] » .
Esa primera experiencia cruenta se cerró con un acuerdo de paz al que
contribuy ó decisivamente Stalin, que estaba más interesado en consolidar la
presencia soviética en los países del Este, tal y como se plasmaría en los
Acuerdos de Yalta que se estaban negociando en aquellos momentos. Stalin
prefería llegar a acuerdos con los aliados que le garantizasen el control de los
países satélites, aunque tuviese que sacrificar a los comunistas helenos; igual que
antes había preferido la alianza con Hitler que ay udar decisivamente a la
República española. Por eso, la cúpula soviética presionó al KKE para que
aceptase el Acuerdo de Varkiza (febrero 1945) que establecía el desarme del
ELAS y la realización de elecciones libres con fiscalización occidental. Las
elecciones se celebraron en marzo de 1946. En ellas, los comunistas se
abstuvieron y permitieron el establecimiento de un Gobierno derechista. Más
tarde, con el plebiscito celebrado en septiembre de ese año, se produjo el
restablecimiento de la monarquía. Entonces el KKE, en octubre, inició la
sublevación y, a lo largo de 1947, la guerra se extendió por todo el país. Los
guerrilleros helenos tuvieron el apoy o de Yugoslavia y de la URSS. ¿Qué había
cambiado desde el acuerdo de Varkeriza de febrero de 1945 hasta octubre de
1946? ¿Cuáles eran las razones del cambio de 180° experimentado por Stalin? En
primer lugar que el reparto de las zonas de influencia europeas y a se había
realizado en Yalta (febrero) y en Potsdam (julio-agosto de 1945); y, en segundo
lugar, Churchill, en marzo de 1946 había hecho un discurso en Fulton que
anunciaba con toda crudeza el inicio de la guerra fría, al señalar: « un telón de
acero separa Europa» . Por tanto, ante la guerra fría declarada Stalin, decidió que
si, hipotéticamente, la aventura griega le salía bien, mejoraría su influencia en la
zona de los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos.
En febrero de 1947, el Gobierno británico informó a Washington de que no
era posible continuar ay udando a Grecia y a Turquía. El 12 de marzo, el
presidente Truman, en el Congreso, pidió ay uda para esos países, dando lugar a
la Doctrina Truman de « containment» del comunismo, por la que los EE UU
afirmaron su disposición de ay udar a todos los países que luchasen contra la
URSS y sus agentes.
Las repercusiones de esa política se extendieron por toda Europa occidental.
De marzo a may o de 1947 se produjo la expulsión de los partidos comunistas de
los Gobiernos de Unidad Nacional en París, Roma y Bruselas. El 5 de junio, el
secretario de Estado americano, Georges Marshall, anunció el Programa de
Ay uda para la Reconstrucción de Europa (Plan Marshall). La URSS obligó a
Checoslovaquia a abandonarlo. En septiembre de 1947 se creó la Kominform
(Oficina de Información de los Partidos Comunistas y Obreros). En su
constitución Jdanov, el representante soviético, señaló la división del mundo en
dos bloques y la necesidad de que los países satelizados por la URSS siguiesen su
liderazgo. En febrero de 1948 se produjo el golpe de Praga, estableciéndose una
« democracia popular» , lo que tuvo una tremenda repercusión en toda Europa.
La Kominform en junio de 1948 denunció el « titismo» , seguido de la ruptura
diplomática entre Belgrado y Moscú. Y, a partir del verano de 1948, se
produjeron « purgas» en las democracias populares para asegurarse la
obediencia a Stalin, y a que el origen del desentendimiento soviético-y ugoslavo se
había originado porque Tito pretendía hacer una política independiente del
Kremlin.
La guerra civil griega concluiría en agosto de 1949, tras el cierre de la
frontera de Yugoslavia con Grecia, por donde los comunistas griegos recibían la
ay uda soviética [31] .

4. LA POLÍTICA DE BLOQUES CONTRA LA DEMOCRACIA EN ESPAÑA

Concluida la Segunda Guerra Mundial, en el documento aprobado en Yalta


(febrero 1945), Churchill, Stalin y Roosevelt afirmaron que « los países liberados
y los que estaban bajo la órbita nazi, tendrán elecciones libres» , lo que animó
decididamente a los expatriados españoles, que tuvieron la convicción de que
pronto volverían a casa. Este sentimiento se vio favorecido en abril de 1945, en la
Conferencia de San Francisco, embrión de las futuras Naciones Unidas, cuando
se produjo una condena formal del Régimen franquista.
En Potsdam, entre julio y agosto, tuvo lugar una nueva cumbre tripartita entre
Churchill-Attlee, Truman y Stalin, aprobándose una resolución que indicaba que
« España, por su origen, por naturaleza e historia, está íntimamente asociada a los
estados agresores» , por lo cual se la excluía de la comunidad internacional,
imposibilitándola de pertenecer a la ONU.
La dictadura se sintió tan seriamente amenazada que introdujo reformas
cosméticas para aproximarse a los aliados: así, en julio de aquel mismo año,
suprimió el Ministerio del Movimiento, y dos meses más tarde eliminó la
obligatoriedad del saludo a la romana en las ceremonias oficiales. Las
concesiones del franquismo revelaban que la dictadura acompañaba
inteligentemente la situación internacional y por eso Franco creía que podría
capear el temporal con concesiones de forma pero sin cambiar el fondo.
En febrero de 1946, en una reunión de la ONU celebrada en Londres, se
condenó de nuevo a la dictadura franquista. También en marzo, el Gobierno
francés cerraba su frontera con España como consecuencia de la ejecución de
Cristino García [32] . Pero ni Francia quería ir más lejos, ni los EE UU y Gran
Bretaña tampoco. Por ello, estos tres países, a finales de aquel mes, publicaron la
Nota Tripartita, en la que indicaban: 1.º Que la solución al problema de España
tenía que resolverse por métodos pacíficos, lo que era una clara desautorización a
la táctica guerrillera. 2.º Se apostaba por una solución política entre republicanos,
monárquicos y liberales, que tenían que crear un Gobierno provisional que
convocase elecciones. 3.º Se pedía la destitución de Franco, la disolución de la
Falange y el aislamiento diplomático del Régimen. 4.º La solución al problema
español era un asunto interno, en el que las tres potencias no intervendrían.
Gran Bretaña se encargó de trabajar en pro del acercamiento entre Gil
Robles e Indalecio Prieto, máximos representantes de las tendencias liberales
entre las dos Españas enfrentadas en 1936. Por otro lado, Washington, París y
Londres trabajaron para que el Régimen español fuese aislado por la comunidad
internacional. En ese sentido, el 15 de diciembre de 1946, una nueva resolución
de la ONU homologaba al Régimen franquista con los de Hitler y Mussolini y
solicitaba la retirada de embajadores[33] .
Pero, tras el golpe de Praga, se verificó un recrudecimiento de la guerra fría,
pues los aliados se reunieron en Londres (abril-junio 1948) para constitucionalizar
sus zonas de ocupación en Alemania. En junio, para evitarlo, al menos en la zona
occidental de Berlín, la URSS la bloqueó hasta may o de 1949, días antes, en abril
nacía la OTAN, en junio de 1950 se iniciaba la guerra de Corea, que iba a durar
tres años, y que tuvo gran trascendencia pues fue el conflicto que durante esa
década agudizó más la tensión bipolar. Por eso no fue extraño que, finalmente, el
4 de diciembre de 1950, la Asamblea General de la ONU anulase la Resolución
de 1946 que condenaba a Franco y recomendaba la vuelta de embajadores.
Rápidamente se hicieron sentir sus efectos. El 2 de marzo de 1951 presentaban
sus cartas credenciales el embajador norteamericano Stanton Griffith, dos
semanas más tarde lo hizo el representante británico Jhon Balfour y, el 17, el
francés Bernard Hardion. Era el paso imprescindible para ligar el Régimen de
Franco a Occidente. En los años posteriores la alianza de la dictadura franquista y
Occidente se iría consolidando con la entrada de España en la UNESCO (1952),
la firma del Concordato con el Vaticano (agosto de 1952) el Acuerdo bilateral
con los EE. UU. (septiembre 1953) y, finalmente, en diciembre de 1955 accedía
a la ONU.

5. LA OPOSICIÓN DEMOCRÁTICA: DE LA DERROTA MILITAR A LA


POLÍTICA.

La derrota republicana estuvo precedida de fuertes divergencias internas en


el seno de las fuerzas que apoy aban el Régimen: PSOE, UGT, CNT e IR. Las
querellas en los partidos y sindicatos se acentuaron tras el golpe de Casado
(marzo 1939), que constató el aislamiento del PCE, del que tuvo mucha culpa su
total dependencia de las directivas de la Komintern y a verificadas durante la
guerra [34] . Estas divisiones se alargaron hasta la muerte de Franco e incluso
después, pues los dos organismos estatales de oposición, la JDE impulsada por el
PCE y la Plataforma Democrática, por el PSOE, no se entendían en 1975 por
diferendos derivados de la guerra.
A pesar de estas diferencias, en julio de 1941, cuando aún no había
transcurrido ni un mes de la agresión germana a la « patria del proletariado» , el
PCE lanzó su primer llamamiento en nombre de la Unión Nacional Española
(UNE) con el objetivo de unir a todos los patriotas, fuesen de derecha o de
izquierda, en contra de Franco. Pero, el objetivo último era impedir que España
entrase en guerra al lado del Eje. El sectarismo del PCE, en esas fechas, era tan
grande que hacia un llamamiento para aglutinar a todos los sectores disidentes del
franquismo pero dejaba fuera del acuerdo a « los casadistas, los espías nazi-
trotskistas, Prieto, Araquistaín y Abad de Santillán[35] » . En otras palabras, a
todos los sectores del PSOE, pues Prieto representaba el sector may oritario,
Araquistaín era « caballeristas» y Besteiro había formado parte de la Junta de
Casado, del POUM, y de la CNT-FAI. Por tanto, al PCE como « compagnon de
route» solo le quedaban los partidos republicanos moderados que eran muy
anticomunistas y los que habían apoy ado a Franco.
El estalinismo del PCE y su aislamiento del resto de la oposición, mientras
duró la ocupación nazi de Francia, a finales de 1944, quedó enmascarada por la
lucha contra el invasor, que ocupó la may or parte de las energías de los
republicanos exiliados. En ese combate, justo es señalarlo, el PCE dio la principal
contribución de sangre. Por eso, acabada la Segunda Guerra Mundial, controlaba
grandes extensiones de la frontera francesa y las principales rutas que enlazaban
con España. Además, se había hecho con el dominio de regiones boscosas, desde
las que estableció infraestructuras para desencadenar las acciones de resistencia
contra la dictadura y especialmente la actividad guerrillera. El proy ecto político
militar del PCE precisaba, para triunfar, aglutinar al resto de la oposición
republicana e incluso a los monárquicos, por eso el PCE se arropó con disidentes
del PSOE-CNT ligados a Negrín y de otras fuerzas políticas, como IR, que habían
colaborado en el último Ejecutivo republicano. Estos militantes de organizaciones
no comunistas rápidamente fueron desautorizados por sus formaciones. El pacto
con los monárquicos trataron de llevarlo a cabo a través de Sixto Agudo, Blanco,
que, a finales de 1943, fue enviado desde Francia a Sevilla para entrevistarse con
el catedrático de aquella universidad Manuel Giménez Fernández, exministro de
Agricultura de la CEDA (1934-1935). Pero Blanco fue detenido antes de lograr su
objetivo[36] . En paralelo con el PCE su hermano catalán, el PSUC, trató de
realizar la misma operación con la oposición catalana creando la Alianza
Catalana en 1942, también con disidentes de ERC, ACR, PSUC, CNT, UGT, PRE
y Unió de Babassaires[37] , si bien con los mismos resultados que el PCE. Por eso
los comunistas, para que las restantes fuerzas exiliadas no pudiesen crear una
plataforma alternativa, llegaron incluso a usar la violencia tratando de impedir
que sus rivales se organizasen[38] . A pesar de ello, en octubre de 1944, surgió la
Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas (ANFD), impulsada por el sector más
influy ente de la CNT, IR y los socialistas[39] que propugnaba también un
acuerdo con los monárquicos para expulsar a Franco del poder.
Desde luego, la ANFD estaba más cerca que el PCE de llegar a acuerdos con
la Confederación de Fuerzas Monárquicas por sus postulados más moderados. De
hecho. D. Juan, ante el nuevo dilema que se vivía en Europa, abandonando la
anterior exaltación franquista que le había conducido a presentarse voluntario a
las filas rebeldes[40] , crey ó también que podía dar una contribución a la
transición política y, el 19 de marzo de 1945, hizo público un Manifiesto al Pueblo
Español desde Lausana, señalando: « hoy, pasados seis años desde que finalizó la
guerra civil, el régimen implantado por el general Franco, inspirado desde el
principio en los sistemas totalitarios de las potencias del Eje, tan contrario al
carácter y a la tradición de nuestro pueblo, es fundamentalmente incompatible
con las circunstancias que la guerra presente está creando en el mundo» . Y
reclamaba que Franco abandonase el poder [41] . El más decidido partidario del
acercamiento de la ANFD a los monárquicos fue Indalecio Prieto al procurar
que su partido abandonase las instituciones republicanas. De hecho, había sido
secretario de la Junta Española de Liberación (JEL), creada en México en
noviembre de 1943, y creía que esa plataforma era más neutra, en cuestión de
régimen, que la restauración de las instituciones republicanas y que sin éstas sería
posible conseguir la convocatoria de un referéndum, pactado con los
monárquicos, que abonase la transición en España. Su actitud provocó la caída
del Gobierno republicano presidido por José Giral en enero de 1947 (se había
constituido en noviembre de 1945) y, en febrero, le sucedió al frente del mismo
el secretario general del PSOE, Rodolfo Llopis. Con todo, Prieto consiguió
imponer el pacto con los monárquicos en la Asamblea de Delegados que el
PSOE celebró en Toulouse, en julio de 1947, mediante una resolución que,
además, condenaba al Gobierno en el exilio por estar en él el PCE y señalaba
que las instituciones republicanas eran simbólicas. Su objetivo era ir al encuentro
del Manifiesto de Lausana y de la Nota Tripartita (marzo 1946).
Esta redefinición de la política del PSOE venía auspiciada por el Partido
Laborista británico que estaba en el poder desde julio de 1945. Pero para que la
operación tuviese éxito, era preciso desmontar las instituciones republicanas de
las que el PCE fue obligado a salir en verano de 1947, en consonancia con lo que
sucedía en toda la Europa occidental. Pero el Gobierno LLopis no tenía ninguna
capacidad política y, por eso, en el interior de España la ANFD actuaba al
margen del ejecutivo y procuraba pactar directamente con los representantes de
D. Juan, haciendo un esfuerzo de moderación y de realismo político[42] .
Establecida la conveniencia del pacto entre la corona y el exilio, y con el
concurso de Ernest Bevin, ministro de Exteriores británico, en octubre de 1947 se
entrevistaron en Londres Prieto y Gil Robles, cuando el Gobierno de Llopis había
caído (28 de agosto). La voluntad conciliadora de los socialistas fue reforzada en
febrero de 1948 cuando el III Congreso del PSOE, celebrado en Toulouse,
bendijo la operación.
Franco neutralizó el proy ecto de conjunción republicano dinástica, en marzo
de 1947, con la aprobación del proy ecto de Ley de Sucesión, que se cargaba los
principios tradicionales de la monarquía: legitimidad y continuidad hereditaria,
marginando a la rama oficial y dejando abierta la puerta a otra entronización; lo
que debilitó sensiblemente la postura liberalizante de D. Juan, que estaba más
preocupado por tender puentes con Franco que entenderse con la oposición. Con
todo, el 28 de may o de 1948 Gil Robles y Prieto firmaron el Pacto de San Juan
de Luz que establecía un horizonte democratizador a través de: 1) Amnistía; 2)
Garantía de libertades públicas; 3) Mantenimiento del Orden Público; 4) Mejorar
la economía y la renta (aceptación del Plan Marshall); 5) Eliminar a los
autoritarios de la vida política; 6) Incorporación de España a Occidente; 7)
Libertad de culto, con preeminencia de la Iglesia católica; 8) Consulta popular
sobre la futura forma de gobierno. Pero el acuerdo nació muerto pues, tres días
antes, Franco y D. Juan se habían entrevistado a bordo del Azor y pactaron que la
rama oficial de los borbones seria entronizada algún día, lo que permitió que D.
Juan Carlos fuese a estudiar a España el 8 de noviembre de 1948. El camino de
San Juan de Luz no pasó de un proy ecto y a que no se concretaría por el
radicalismo de la guerra fría. Franco, sintiéndose seguro, acorraló a los
signatarios de aquel acuerdo, impuso multas y deportaciones a los dirigentes
monárquicos y persiguió implacablemente a los miembros de la ANFD y a los
del Comité Pous i Pagés que funcionaba clandestinamente en Cataluña
agrupando a la oposición no comunista y que estaba identificado con la
ANFD[43] .
La CNT, ante el fracaso de la transición se planteó relanzar la lucha
guerrillera en las zonas rurales, si bien antes en Cataluña y a había operado
mediante militantes que actuaron al margen del aparato confederal realizando,
sobre todo, actos de sabotaje y guerrilla urbana, especialmente: Massana, Quico
Sabater, Facerias, Caracremada lo que, obviamente, no significaba que por todas
las agrupaciones guerrilleras que se fueron constituy endo en España, a partir de
finales de 1944, no hubiese confederales, pero éstos actuaron con poca
coordinación con sus organizaciones del interior y de Francia.
En Toulouse, en febrero de 1949, el Movimiento Libertario Español, en un
pleno de las agrupaciones locales se planteó la unidad de los dos sectores « el
puro» y « el político» y decidieron relanzar la actividad guerrillera. Con ese
objetivo, en marzo de 1949 pasaron al interior, por Benasque, diez militantes y un
guía, pero fueron fácilmente neutralizados por la Guardia Civil. En julio de ese
año, once más entraron por Urdiceto (Huesca), pero nuevamente fueron
diezmados por la Benemérita, según parece el mismo fotógrafo que les
proporcionaba la documentación falsa trabajaba también para la Guardia
Civil[44] .
También los socialistas, aislados y pillados lejos de la frontera, se enfrentaron
a las FOP, entrando en las guerrillas a nivel individual, pero el PSOE y la UGT,
como los anarquistas, no trataron de enfrentarse al franquismo militarmente,
aunque ambos sectores políticos no rehuy eron el combate cuando no tuvieron
más remedio. El caso más significativo fue el del socialista asturiano José Mata
Castro, que organizó una importante partida en Sama de Langreo y que fue
evacuada en octubre de 1948 por el puerto de Luanco, en un barco fletado por
Prieto[45] .
El PCE, desde la invasión del valle de Arán, fue el que capitalizó la acción
guerrillera, tratando de someter a su disciplina y encuadramiento a los distintos
grupos de huidos que había por toda España y, a partir de 1945, envió cuadros y
enlaces para que realizasen esta labor. Así, en 1946 y en la primera mitad de
1947, el PCE recogió sus frutos al conseguir un importante auge de su política
militar [46] . Pero tras la elaboración de la doctrina Truman, que consagraba la
contención del comunismo a cualquier precio, el Régimen, con el beneplácito
que daba la nueva situación geoestratégica internacional, implantó, en abril de
ese año, la Ley de Bandidaje y Terrorismo, y, abiertamente, empleó el Ejército
contra la insurgencia sin los escrúpulos anteriores que pretendían ocultar esa
colaboración hasta entonces esporádica. Por eso, durante la segunda mitad de
1947, la nueva táctica de tierra quemada impuesta por la Guardia Civil daría
innegables éxitos. La nueva ley fomentaba la delación y concedía beneficios a
los desertores. Su aplicación, junto con el endurecimiento de las ley es de la
guerra con la aplicación de la llamada « Ley de fugas» , el fomento de las
contrapartidas, la detención de masoveros, la despoblación de casas de campo y
el uso generalizado de la tortura hicieron que cundiese el pánico y las
divergencias entre la propia guerrilla, circulando en cada caída la sospecha de la
traición, lo que fomentó el ajuste de cuentas entre los propios guerrilleros y el
aumento de los conflictos entre los de la CNT y los del PCE.
A partir del verano de 1947, después de ser expulsado del Gobierno de Llopis,
el PCE, haciendo una lectura equivocada de la realidad y aplicando
mimèticamente la estrategia de la ELAS en Grecia, que acababa de pasar de la
guerra irregular a la convencional, elaboró un documento en el que señalaba que
la lucha guerrillera, hasta entonces despreciada por las otras organizaciones
antifranquistas, era la alternativa. Además, pretendía convertir la zona de
Levante en el epicentro de la guerra de guerrillas en España, porque tenía
comunicaciones terrestres con Francia, garantizadas a través de enlaces que
conseguían llegar a la zona del AGLA tras 12 días de marcha. Además, el PCE se
planteaba utilizar medios navales en la costa mediterránea, desde el delta del
Ebro hasta la provincia de Valencia, para asegurarse el avituallamiento y la
posibilidad de mantener una relación rápida con la retaguardia francesa.
Creían que era posible aumentar la superficie insurgente en el territorio del
AGLA hasta abarcar la toda la provincia de Tarragona, toda la de Cuenca y
alargarla hasta la de Guadalajara y Albacete, para permitir que los
campamentos establecidos en las sierras de Jaralambre y Gúdar estuviesen más
alejados de la zona de operaciones. También estudiaron aumentar la propaganda
de las actuaciones de la guerrilla a través de las emisoras « Radio España
Independiente, París, Praga, etc., dando cada 8 o 10 días un parte de operaciones
como alto mando guerrillero» y publicar de nuevo en Francia el boletín Ataque,
como órgano del alto mando insurgente para « popularizar y comentar todo el
movimiento guerrillero[47] » .
Con ese objetivo de aumentar cuantitativa y cualitativamente la actividad
guerrillera, el 11 de febrero de 1948, Lister y Carrillo se entrevistaron en
Belgrado con Tito y otros miembros de la dirección y ugoeslava, planteándoles la
posibilidad de que aviones de ese país lanzasen material con paracaídas en la
zona del AGLA. Tito preguntó a sus interlocutores si habían puesto en
conocimiento de Stalin esa operación. Al responderle que no, les insistió en que
era preciso obtener su aquiescencia [48] . Era evidente que en medio del conflicto
soviético-y ugoslavo que entonces y a había estallado, aunque no era público, Tito,
que acabó cerrando su frontera para la guerrilla comunista griega, no tenía
intención de ay udar a la española. Con todo, la dirección soviética no hizo
ninguna indicación que supusiese una inflexión en la línea de apoy o a la lucha
armada en España, como mínimo hasta septiembre de ese año, pues en las
publicaciones oficiales del partido y en la documentación interna cogida por la
Guardia Civil no hay ninguna referencia en ese sentido. En septiembre de ese
año hubo una reunión en el Kremlin entre Stalin, Molotov, Suslov y Vorochilov
con Carrillo, Pasionaria y Francisco Antón. Entonces, según parece, Stalin les
habría señalado que debían abandonar la lucha armada y pasar a la infiltración
en los sindicatos y otras organizaciones de masas franquistas[49] .
Esa orientación estratégica no podía tomarse con prontitud puesto que el PCE
había hecho de la resistencia armada su prioridad. Con todo, Carrillo, en la revista
teórica del partido que salió después de que se hubiesen entrevistado con Stalin,
señalaría que para el partido se debía priorizar la lucha política a través de los
Consejos de Resistencia [50] . Y, a partir de entonces, se intentó infructuosamente
que los guerrilleros fuesen los « instructores y organizadores de los
campesinos[51] » . Las resistencias de una parte de las guerrillas a disolverse
provocaron diversos ajustes de cuentas.
Con todo, la debilidad del PCE y las disputas internas, desde el fracaso
guerrillero en Grecia (agosto 1949), eran muy grandes y tuvieron su culminación
el 7 de septiembre de 1950, cuando el PCE y el PSUC fueron declarados ilegales
en Francia. Era la consecuencia de lo ocurrido el 17 de febrero en Barbazan
(Haute Garona), en donde la policía descubrió un depósito de armas, no solo de la
guerrilla española, sino también del PCF que los guardaba ante la eventualidad de
que se produjera una guerra entre Francia y la URSS. Al ser descubierto el alijo,
el inspector Rooma que llevaba la investigación fue secuestrado el 5 de abril y
diez días después su cuerpo fue hallado en una fosa. El día 18, Díaz del Valle (un
histórico militantes del PCE), apareció en el Sena, y el 21, el cadáver de
Redención Querol, flotando en un lago. Días antes su compañero, Miquel
Muntaner, fue herido en Barcelona por pistoleros del PCE y en su lecho de
muerte confesó todo a la policía franquista. La detención de su asesino, Ramón
Boldán, acabó de desvelar todo el entramado. Más de 200 comunistas (160 de los
cuales españoles) fueron deportados de Francia [52] . La dirección comunista
pasaba por sus horas más bajas y es que las purgas y las disidencias estaban en el
orden del día. El ejemplo más evidente fue la expulsión del secretario general del
PSUC, Joan Comorera, en septiembre de 1949, por « titista» . Fue entonces
cuando, en may o de 1952, el PCE dio la orden de evacuación al AGLA.
Entonces, los 27 hombres que quisieron partir llegaron a Francia después de
andar 35 noches. Era el final formal de la guerrilla [53] . Aun en la zona del
AGLA y en otras zonas de España quedaron algunos irreductibles que se habían
negado a dejar el monte, pero con la evacuación del AGLA, el PCE inició el
viraje que le condujo en 1956 a postular la política de « Reconciliación
Nacional» y a minimizar su papel en la lucha guerrillera [54] , postura que
mantuvo hasta los años noventa [55] .
CAPITULO 2

EL CAMPESINADO Y LA VERTIENTE
SOCIAL DE LA GUERRILLA.

MERCEDES YUSTA[0]

1. LA NECESARIA RENOVACIÓN DE LA HISTORIOGRAFÍA DE LA


GUERRILLA ANTIFRANQUISTA.

La guerrilla antifranquista ha sido objeto, durante años, de un tipo de


historiografía que podríamos calificar de « tradicional» . Ante el desconocimiento
generalizado con respecto a su objeto y las dificultades de acceso a las fuentes
(y, todo hay que decirlo, el relativo desinterés de las instituciones académicas), la
historiografía de la guerrilla española de posguerra ha tenido como objetivo
principal el esclarecimiento y reconstrucción de los hechos. Se trata pues de una
historiografía política y densamente descriptiva, en general, en la que el relato de
los acontecimientos ocupa un lugar primordial primando sobre el análisis teórico,
casi inexistente. Explica también este hecho su cercano parentesco con la
historiografía de la represión franquista, tema estrechamente unido al de la
guerrilla y en el que durante años también ha primado un enfoque cuantitativo y
descriptivo, siendo prioritario el establecimiento de listas de desaparecidos y la
cuantificación de la represión. En ambos casos, el establecimiento minucioso de
la verdad histórica frente a la « verdad oficial» propalada por la dictadura se
convierte en una prioridad tanto historiográfica como política.
Sin embargo, treinta años después de la muerte del dictador, y a pesar de que
algunas de las fuentes más importantes para el estudio de este fenómeno siguen
vedadas a los investigadores, deberíamos estar en condiciones de realizar un salto
epistemológico y proporcionar modelos teóricos sólidos para el estudio de esta
guerrilla. Y, a riesgo de parecer excesivamente pesimista, creo que, salvo
excepciones, este salto no se ha producido, a pesar de que contamos con muchos
de los elementos necesarios para ello. En particular, con numerosas monografías
locales y regionales que proporcionan un conocimiento detallado de los
individuos y grupos sociales en conflicto, así como de un estudio a escala
nacional, el de Secundino Serrano, que constituy e una excelente síntesis de
nuestros conocimientos en la materia [1] . Y sin embargo el modelo descriptivo
sigue vigente, un modelo que se puede calificar de événementiel, excesivamente
centrado en el dato, lo cual no nos ay uda a avanzar en nuestra comprensión y a
no cuantitativa, sino cualitativa de este conflicto. Un conflicto complejo, que no
se puede reducir a un enfrentamiento entre guerrilleros republicanos,
principalmente comunistas, y fuerzas represivas franquistas, sino que se introdujo
en el seno de las comunidades rurales reabriendo de nuevo las líneas de fractura
creadas por la guerra y trazando otras nuevas. Una historia « épica» de la
guerrilla basada en criterios político-militares, como la que se viene escribiendo,
deja fuera del campo de visión estos conflictos y, al margen de la resistencia
antifranquista, a amplios grupos sociales que participaron en ella bajo otros
parámetros, en particular los campesinos y las mujeres[2] . Por tanto, además de
analizar el discurso de los guerrilleros más politizados y de los mandos de la
guerrilla comunista, además de relatar los diversos enfrentamientos y la
brutalidad de la represión franquista contra la guerrilla, deberíamos intentar
también saber en qué medida esta guerrilla de posguerra es expresión de una
conflictividad profundamente enraizada en el campo español, que ante la
imposibilidad de expresarse de otro modo reemerge en el momento de la
aparición de grupos guerrilleros y se alía con éstos, uniendo sus tradicionales
formas de acción colectiva a la lucha armada de la guerrilla. En suma, no se
trata de minimizar el componente político de la guerrilla sino al contrario: de
dotar de significación política a acciones menospreciadas por una historiografía
más « tradicional[3] » .
Por supuesto, la guerrilla antifranquista es, en primera instancia, un fenómeno
de naturaleza política, la respuesta en forma de lucha armada de un sector de los
vencidos en la guerra civil ante la victoria y la brutalidad de la represión
franquista. Pero, fenómeno rural en un país eminentemente rural, también forma
parte de un conflicto de larga duración, en el cual están presentes elementos
estructurales ligados a un estrato campesino que adhiere a la guerrilla, a menudo,
por razones más relacionadas con la conflictividad local, y con las formas
concretas que la guerra civil y la represión habían adoptado en su comunidad,
que con ideas más o menos abstractas de liberación nacional. Por tanto, para una
global comprensión del fenómeno guerrillero debemos tener en cuenta, al lado
del carácter político stricto sensu de la guerrilla antifranquista, representado por
la estructura comunista (la más presente a nivel organizativo) y los hombres que
forman parte de ella, su carácter de movimiento social y su componente de
protesta campesina, representado por los campesinos que se unen a la guerrilla
en el monte pero también, y sobre todo, por los que colaboran con ella en el
llano, entre ellos numerosas mujeres. Obviar este elemento, como por desgracia
se hace a menudo en los relatos épicos de la guerrilla al uso, significa dar de ésta
una imagen incompleta e insatisfactoria; la preponderancia de este tipo de relato
en la historiografía de la guerrilla antifranquista podría explicar, a estas alturas, su
falta de peso específico en la historiografía científica que se viene ocupando
desde hace años de la guerra civil, la represión de posguerra o la resistencia a la
dictadura desde los presupuestos de la historia social.

2. MOVIMIENTOS GUERRILLEROS Y RESISTENCIA CAMPESINA:


ALGUNAS CONSIDERACIONES TEÓRICAS.

Se trataría, pues, de reintroducir un acercamiento científico a la guerrilla


antifranquista, utilizando las herramientas conceptuales de la historia social o
incluso de la antropología cultural para comprender, además de su carácter de
movimiento político organizado, su componente popular y campesino. Y esto no
significa que él (la) historiador(a) tenga por ello que « perder su alma» o negar
el carácter político de esta guerrilla, que por supuesto lo tiene [4] . De hecho, no
hay que olvidar que todos los movimientos guerrilleros son, por definición,
movimientos populares y necesitan una base popular para subsistir: desde las
partidas que hostigaban a los ejércitos napoleónicos hasta las guerrillas
latinoamericanas o los movimientos guerrilleros en el Sudeste asiático, pasando
por los partisanos de la Segunda Guerra Mundial. Esta base popular no sólo es
necesaria para el éxito de la lucha guerrillera, sino que garantiza su mera
supervivencia. Y dado que este tipo de movimientos armados se desarrollan
preferentemente en el medio rural, la base popular de apoy o será
consecuentemente una base campesina. En esto como en otras cosas, la guerrilla
española sigue un modelo general. Por otro lado, desde un punto de vista
sociológico, la propia composición de los grupos guerrilleros se nutre a menudo
de forma importante del campesinado, aunque en su origen el movimiento de
lucha armada no sea la expresión de un movimiento genuinamente campesino
(caso, por ejemplo, de las guerrillas antifascistas de la Segunda Guerra Mundial,
cuy o objetivo principal era luchar contra el ocupante y no modificar las
relaciones de poder en el medio rural). Sin embargo, es frecuente que a las
reivindicaciones del movimiento guerrillero, opuesto a un Estado opresor o a un
ejército de ocupación, se mezclen las tradicionales demandas del campesinado
de autogestión (principalmente económica) y reparto equitativo de tierras y
recursos.
La principal dificultad para evaluar la importancia que reviste el elemento
campesino en la comprensión del fenómeno de la guerrilla es la tradicional
invisibilidad del campesinado como sujeto político. Sin embargo, desde los
trabajos y a clásicos de Theodor Shanin, contamos con diferentes estudios que
muestran que la acción política del campesinado reviste formas específicas[5] .
James S. Scott hace alusión a lo que llama « the hidden realm of political
conflict[6] » para describir todo un repertorio de acción colectiva propio de los
grupos sin poder político: el disimulo, la obediencia fingida, el sabotaje, la
deserción… Acciones que también son tipificadas en los análisis del campesinado
llevados a cabo por los estudios poscoloniales, que las engloban bajo la etiqueta
de « resistencia pasiva» o de « resistencia cotidiana» : un rechazo sordo al orden
establecido que va poco a poco minando la autoridad de los que detentan el
poder [7] . Lo que es importante, como señala E. P. Thompson, es que esas formas
de resistencia « pasiva» y aparentemente carentes de significación política son
en ocasiones, las únicas formas de resistencia permitidas por un poder opresivo.
En este contexto de fuerte represión es donde estas acciones alcanzan
plenamente su significado político: en palabras de Thompson, « justamente en
una sociedad en que cualquier resistencia abierta, identificada, ante el poder
gobernante puede provocar una represalia inmediata, la pérdida del hogar, el
empleo, el arriendo, o una aplicación exagerada de la ley, es donde tiende a
haber actos oscuros: la carta anónima, la quema del almacén, la mutilación del
ganado, el tiro o el ladrillo por la ventana, la puerta sin bisagras, el huerto talado,
la abertura clandestina y nocturna del vivero de peces[8] » . Por otro lado. Roger
Dupuy ha estudiado las implicaciones, en el caso francés y sobre todo en el
periodo del Antiguo Régimen, de lo que se ha denominado « la politique du
peuple» , así como su supervivencia hasta el siglo XX y su influencia en
movimientos tanto revolucionarios como contrarrevolucionarios. En efecto, las
capas populares, tanto las urbanas como las rurales, que son las que nos interesan,
tienen su propia forma de entender la política como defensa de los intereses
amenazados de la colectividad y su propio repertorio de acción colectiva, que
puede ir desde estos « actos oscuros» a acciones más organizadas en las que la
violencia tiene un papel central, y que generalmente han sido interpretadas como
explosiones de ira de una masa irracional[9] .
El interés de este tipo de acciones, y me refiero ahora a los « actos oscuros»
y la resistencia pasiva, en el caso de los movimientos guerrilleros y en el caso
concreto español, es su posibilidad de combinarse con la lucha armada y facilitar
la acción más « visible» y revolucionaria de la guerrilla. Son estas estrategias
campesinas las que permiten la ocultación de una parte de la producción agraria
para sustraerla al control estatal y alimentar no sólo el mercado negro, sino
también a la guerrilla; las que permiten también tejer redes de solidaridad para
ocultar a los guerrilleros, para recabar información, para ocultar documentación
comprometida, etc. Por otro lado, consideramos la posibilidad de que la creación
de grupos de guerrilleros antifranquistas, respondiendo a una estrategia política
conducida por las organizaciones, entronque con un sustrato más antiguo, un
sustrato cultural constituido por esa « política del pueblo» que va a ver en la
guerrilla antifranquista una forma de defender ciertos valores colectivos
amenazados.
El recurso a la historia comparada (que dicho sea de paso, ha sido muy poco
aplicado a la guerrilla antifranquista, a pesar de su utilidad) confirma este
carácter mixto de la may oría de los movimientos guerrilleros, en los cuales la
organización de carácter político entronca con una movilización popular más
amplia e inorgánica. Nos centraremos en dos casos cuy a comparación con el
caso español es especialmente pertinente, por su contemporaneidad y sus
similitudes ideológicas: se trata de las resistencias francesa y griega contra el
ocupante alemán durante la Segunda Guerra Mundial. En el caso francés, el
inicial rechazo a una resistencia de origen urbano y cuy as acciones eran
percibidas como « actos terroristas» por una población campesina adepta a la
propaganda de Vichy se convierte en adhesión y apoy o cuando los propios
campesinos comienzan a ser objeto no sólo de las exacciones alemanas, sino
también de las acciones de su propio gobierno. La puesta en pie del STO, el
servicio de trabajo obligatorio que ponía a los hombres en edad laboral al servicio
de los ocupantes alemanes, despierta la indignación y el rechazo de las
comunidades rurales, y provoca la huida al monte (lo que en Francia se conoce
como « prendre le maquis» ) de numerosos jóvenes. Como sucederá en España
con los huidos de la represión, estos « refractaires au STO» formarán el núcleo
inicial de los grupos guerrilleros, que tomarán consistencia al añadírseles
militantes procedentes de la resistencia urbana organizada [10] . Por otro lado, la
organización de milicias petainistas que podemos comparar a la de los somatenes
españoles de la posguerra, fractura las comunidades rurales francesas de la
misma forma que sucederá con las españolas. La delación entre vecinos, las
venganzas y los ajustes de cuentas estarán a la orden del día, e invertirán su signo
cuando llegue la hora de la Liberación, dando lugar a lo que ha sido calificado de
« guerra civil encubierta» o de « guerre franco-francaise» . Del mismo modo
que sucederá en España, la conflictividad vivida a nivel local condiciona y
orienta la expresión concreta del conflicto político[11] .
La comparación con el caso griego es todavía más pertinente con respecto al
peso del elemento campesino en la configuración y las acciones del movimiento
guerrillero. Como en España, la guerrilla griega presenta un carácter
eminentemente rural y la población campesina estará fuertemente implicada en
la resistencia controlada por el partido comunista griego, el KKE. Y una de las
funciones más importantes de esta resistencia comunista, además de la lucha
contra el ocupante, será la lucha por el control y la distribución de la producción
agraria. Durante la Guerra Mundial, el problema del abastecimiento de la
población pasó a ocupar un lugar central, sobre todo durante las grandes
hambrunas de 1942 y 1943. El Estado, controlado por las fuerzas ocupantes, puso
en marcha un sistema de apropiación de la producción agrícola semejante al que
aparecerá también en la España franquista; y como en nuestro país, en Grecia
este sistema también dio lugar a la aparición de un amplio mercado negro y de
redes clandestinas de abastecimiento. La resistencia griega se marcará como uno
de sus objetivos prioritarios la protección de estas redes clandestinas de
distribución de la producción campesina, y así, a la vez que protegían los
intereses económicos del campesinado, luchaban contra el control económico del
ocupante, como sucederá en España, donde los guerrilleros incitarán al
campesinado a burlar el control de los inspectores de Abastos y a ocultarles su
producción[12] .
En el caso español, considerando que la guerrilla es una prolongación de la
guerra civil, es evidente que, como en ésta, el conflicto ligado al mundo agrario
tendrá una importancia crucial. Sabemos y a desde el pionero trabajo de Gerald
Brenan que los conflictos ligados a la propiedad de la tierra ocupan un lugar
fundamental en el estallido de la guerra civil, y varios autores, como por ejemplo
Francisco Cobo, han insistido recientemente en estos « orígenes agrarios de la
guerra civil» . Este autor describe cómo la oligarquía agraria pretendió aumentar
la presión sobre el trabajo campesino y destruir las prácticas que sustentaban un
específico « orden moral campesino» , pretensión que chocó con la fortaleza de
los instrumentos de resistencia política y sindical de los que el campesinado se
había dotado[13] . La guerra civil destruy ó esos instrumentos de resistencia del
campesinado, pero no su específico « orden moral» , que con la aparición de la
guerrilla va a encontrar una nueva forma de expresarse y defenderse. El apoy o
a la guerrilla se convertirá por lo tanto, para amplios sectores del campesinado,
en una forma de defender un modo de vida amenazado por el « nuevo orden»
franquista.
Sin embargo, tampoco podemos dejar de lado el rechazo de numerosos
« propietarios muy pobres» a la reforma agraria propuesta por la Segunda
República, su fidelidad a los sindicados amarillos ligados a la Acción Católica y
su adhesión al « Glorioso Movimiento Nacional» . En zonas como Aragón, en la
que me voy a centrar para dar elementos concretos en los que apoy ar mi
reflexión, esta doble adscripción del campesinado complica notablemente el
análisis del conflicto guerrillero. En efecto, las comunidades rurales se habían
visto fracturadas por la guerra, y esta fractura se reproduce durante la posguerra
frente a la aparición del fenómeno guerrillero. Pero estas fracturas no son
únicamente explicables por factores políticos o de clase. En la constitución de los
bandos en conflicto entran en consideración lo que los antropólogos sociales
denominan « lealtades primordiales» : relaciones personales multilineales de
parentesco, de vecindad, de patronazgo… Ello explica la existencia de redes de
solidaridad vertical que no siguen los tradicionales alineamientos de clase, y que
incluso predominan sobre éstos[14] . Javier Ugarte, en su estudio sobre el
comienzo de la guerra civil en la localidad navarra de Salinillas, muestra muy
bien, recurriendo al análisis minucioso de la « descripción densa» , cómo para
explicar la constitución de los dos bandos en conflicto entran en consideración
otros factores que los ligados a la clase social. Según este autor, la socialización
política en dos bloques enfrentados, las « derechas» y las « izquierdas» , se
explica por esos vínculos y lealtades personales, más que por ideologías o
programas políticos concretos[15] . Y lo mismo puede decirse de la forma en que
las comunidades rurales se fracturan durante la posguerra frente al fenómeno del
« maquis» , pues estas fracturas no hacen sino retomar las instaladas durante la
guerra civil, agravadas por los acontecimientos producidos durante ésta y por la
represión. Estas lealtades verticales explican que un pastor paupérrimo o un
masovero puedan en un momento dado tomar partido en contra de la guerrilla,
formando parte del somatén por ejemplo, además del peso que puede tener en
este tipo de decisiones el miedo o la coacción.
Por otro lado, y a pesar de estas divisiones internas del campesinado, la
respuesta represiva adoptada por la dictadura frente a la guerrilla tiende a
criminalizar a toda la sociedad campesina en su conjunto y a penalizar
indiscriminadamente a los habitantes de las comunidades rurales, tomando
medidas como el toque de queda, la reagrupación de la población en los núcleos
urbanos abandonando los caseríos aislados, la prohibición de realizar fiestas o
bailes, etc., y ello sin contar con otras medidas más directamente ligadas a la
represión de la guerrilla, como las detenciones masivas de campesinos o las
ejecuciones sumarias disfrazadas de « ley de fugas» . A lo cual se añade la
propia política económica franquista, el régimen de autarquía y de expropiación
de la producción, que lanzó a innumerables campesinos a la ilegalidad, aún sin
quererlo, pues la supervivencia en unas condiciones aceptables requería la
participación en el mercado negro. Por todo ello, durante los años cuarenta, la
época de la guerrilla, en el campo va a crecer un malestar cada vez may or
frente a las condiciones de vida impuestas por la dictadura. El éxodo masivo
vivido en el campo durante los años cincuenta y sesenta no es sin duda
completamente ajeno a este endurecimiento de la vida en el medio rural,
impuesto por la represión hacia la guerrilla y la criminalización del
campesinado[16] .
Con todo esto, lo que queremos mostrar es que una lectura en clave
únicamente política de la guerrilla deja en la sombra muchos aspectos
importantes del propio funcionamiento de esta guerrilla y de la participación en
ella de muchos campesinos. En la adhesión de numerosos campesinos al
movimiento guerrillero entran en consideración elementos ligados a la historia
personal, al desarrollo de la guerra a nivel local, a la represión franquista, pero
también a determinadas tradiciones de resistencia del mundo rural. Y lo mismo
sucede con la forma que tomó en el seno de las comunidades rurales el conflicto
abierto por la guerra civil y profundizado por la represión de posguerra y la
guerrilla. Por tanto, esta resistencia puede ser considerada un producto tanto
cultural como político que hay que relacionar tanto con una ideología política
definida como con la defensa de un modo de vida amenazado.

3. LA GUERRILLA ANTIFRANQUISTA EN UNA SOCIEDAD CAMPESINA:


EL CASO DEL MAESTRAZGO TUROLENSE.

Tras estas consideraciones de tipo general sobre la relación entre el


movimiento guerrillero y el campesinado, quisiera mostrar su funcionamiento
concreto basándome en el estudio llevado a cabo acerca de la guerrilla
aragonesa, en particular en la zona del Maestrazgo de Teruel, que por las
características de su poblamiento y la importancia que alcanzó allí el fenómeno
guerrillero es particularmente interesante para nuestro propósito. En efecto, para
una global comprensión del fenómeno de la guerrilla es necesario estudiar ésta
en estrecha relación con la sociedad en la cual se implanta, y para ello los
estudios locales y el enfoque « micro» son especialmente útiles. El problema, en
este tipo de estudios, es trascender el nivel anecdótico y de « relación de
sucesos» para intentar extraer consecuencias generales acerca del
funcionamiento de los grupos de guerrilleros y su imbricación con los núcleos de
población. En todo caso, muchas de las particularidades de los diferentes grupos
guerrilleros españoles (pues una de las características de este fenómeno es su
heterogeneidad) se explican por las diferentes características sociológicas de las
zonas en las que se implantan.
En el caso del Maestrazgo turolense, su característica más acusada en la
primera mitad del siglo XX es la existencia de un tipo de poblamiento disperso
que vivía en casas aisladas de los núcleos de población, denominadas « masías»
o « masadas» , situadas cerca de las tierras de labor. Estos campesinos,
denominados « masoveros» , no solían ser propietarios de las tierras que
cultivaban, sino que las tenían en régimen de arrendamiento y, sobre todo, de
aparcería: de hecho, en la provincia de Teruel las tierras en régimen de aparcería
alcanzan el 15 por ciento del total de tierras cultivadas en el censo agrario de
1962. Los masoveros configuraban un grupo con identidad propia, lo que les
diferenciaba de los habitantes de las poblaciones y les hacía sospechosos ante las
autoridades, por ser un colectivo que por el aislamiento en el que vivía, escapaba
a su control. Y este colectivo va a tener una importancia crucial cuando la
guerrilla se instale en las tierras del Maestrazgo, pues muchas masías se van a
convertir en puntos de apoy o y abastecimiento de la guerrilla, a pesar de que
todo parece indicar que los masoveros no constituían un grupo altamente
politizado, precisamente por las condiciones de aislamiento en las que vivían[17] .
Por otro lado, la zona del Maestrazgo está marcada por una tradición
insurreccional que remonta, al menos, a las guerras carlistas del siglo XIX, que
han dejado una profunda huella en esta zona. No es éste el momento de
extendernos en el carácter popular, insurreccional y campesino del movimiento
carlista en esta zona, frente a la imposición externa de una transformación de la
sociedad como la que impulsaba el Estado liberal, que suponía destruir algunos de
los pilares sobre los que reposaba la sociedad tradicional campesina. Pero lo que
nos parece importante es la huella de esta tradición insurreccional campesina en
las tierras del Maestrazgo, y sería interesante profundizar hasta qué punto esta
tradición pudo influir en el arraigo de otro movimiento armado insurreccional
como es la guerrilla antifranquista. En todo caso, la diferencia sustancial entre los
dos movimientos es que uno de ellos lucha contra las tradicionales formas de
dominación social, mientras que el carlismo era un movimiento de carácter
contrarrevolucionario que defendía esas mismas formas tradicionales de
dominación. Pero en ambos casos, una parte de la sociedad campesina se rebela
contra la imposición externa de un nuevo orden[18] .
Pero, por supuesto, lo que sobre todo condiciona el arraigo de un movimiento
guerrillero en esta zona es la evolución de la guerra civil y la represión de la
inmediata posguerra. Durante una gran parte de la guerra, la zona del Maestrazgo
queda en zona republicana y en ella se lleva a cabo la experiencia revolucionaria
de las colectivizaciones, en su may oría impulsadas por las columnas anarquistas
procedentes de Cataluña y por los militantes locales de la CNT. Es evidente que
esta experiencia llevó consigo un alto grado de conflictividad, sobre todo en las
zonas en las que predominaban los pequeños propietarios, que se resistían a la
puesta en común de sus tierras. También es significativo que este conflicto esté
ligado a la propiedad y distribución de la tierra, en sintonía con el repertorio de
temas que orientan la conflictividad en esta zona en el largo plazo. Por otro lado,
la persecución de los simpatizantes del golpe militar y del clero en la zona
republicana va a generar una serie de cuentas pendientes y de rencillas que van
determinar la violencia de la represión que se desata a partir de 1938, cuando el
ejército franquista avanza ocupando los pueblos del Maestrazgo. Esta
circunstancia diferencia esta zona de otras en las que desde el principio triunfó el
golpe militar y donde sólo existió una represión, la llevada a cabo por el bando
franquista. La existencia de una previa represión republicana orientó la represión
franquista y sobre todo dio protagonismo a aquéllos que habían sido previamente
víctimas y que se convirtieron en verdugos, desplegando una violencia inaudita
contra sus vecinos. La fractura en estas comunidades, por lo tanto, será
particularmente profunda, lo que explica también la violencia que se desató a
partir de la aparición de la guerrilla. Y, de forma significativa, hemos constatado
que las zonas en las que la actividad guerrillera fue más intensa en la segunda
mitad de la década de los cuarenta coinciden geográficamente con las zonas del
Este de la región aragonesa, en donde se llevó a cabo el proceso de las
colectivizaciones. En nuestra opinión, ello significa que en estas zonas el conflicto
era más profundo y estaba más arraigado, y que la represión llevada a cabo
contra quienes participaron en estas colectivizaciones generó un sustrato de
campesinos represaliados susceptibles de colaborar con la guerrilla o de unirse a
ella como escapatoria a esta represión[19] .
Durante los primeros cuarenta, la brutalidad de la represión y la puesta en pie
de las estructuras del Estado franquista marcan el territorio turolense, y cualquier
resistencia efectiva se revela imposible. A diferencia de otras zonas, en Aragón
no se produce apenas el fenómeno de los « huidos» (excepto un par de
excepciones documentadas, de las que hablaremos más adelante), y la guerrilla
aparece, en cierto modo, como un fenómeno exógeno e importado. La
« invasión» , en octubre de 1944, de guerrilleros procedentes de Francia y que
habían participado en la liberación de este país de la ocupación nazi marca el
verdadero comienzo de un movimiento guerrillero antifranquista en esta zona. La
creación de núcleos guerrilleros se organiza en torno a los grupos procedentes de
Francia que consiguen penetrar en el interior e instalarse en las zonas montañosas
del Maestrazgo y las sierras de Teruel y Cuenca (y también de Huesca en un
segundo momento), y responde a un plan preestablecido y coordinado por la
dirección del PCE en el exilio. Los hombres que forman inicialmente estos
núcleos guerrilleros, y que serán sus mandos, tienen una larga historia tras ellos,
una historia que remonta en muchos casos a la guerra civil y que posteriormente
pasa por el exilio, los campos de concentración franceses y la incorporación a los
grupos de guerrilleros españoles de la Resistencia francesa. Son hombres, por
tanto, dotados de una formación militar y también política y con una amplia
experiencia a sus espaldas. Están, sobre todo, muy marcados por la experiencia
vivida en el seno de la Resistencia francesa, es decir, la experiencia de una lucha
guerrillera coronada por el éxito, además frente a uno de los Ejércitos más
poderosos de Europa, y contando con el apoy o y el reconocimiento de una parte
sustancial de la población. Sin embargo, esta experiencia les aleja de la realidad
vivida en el interior de España y del universo en el que se mueven los
campesinos que van a ser sus puntos de apoy o y a engrosar sus filas, unos
campesinos que llevaban cinco años viviendo como vencidos y marcados por la
represión y el miedo[20] . Pero, por otro lado, esa misma brutalidad y
omnipresencia de la represión franquista, favorecida por la falta de anonimato de
los lugares pequeños, va a hacer que cuando el PCE decida organizar la guerrilla
en la zona entre 1945 y 1946, los guerrilleros puedan contar con un sector del
campesinado que verá en la guerrilla una escapatoria a esta situación de
represaliados. Cuando aparezca la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón,
en 1946, estos campesinos constituirán una red esencial de suministros y de
apoy o para la guerrilla.
Pero la existencia de un sustrato de campesinado represaliado no explica por
sí solo la imbricación entre la guerrilla y la sociedad rural en la que se implanta.
No sabemos mucho acerca de los primeros contactos entre los guerrilleros
procedentes de Francia y la población local, pero sabemos que los primeros
contactos se realizaron sobre todo en base a relaciones de vecindad y parentesco,
es decir, de las « lealtades primordiales» que estructuran la sociedad campesina,
sin dejar de lado, por supuesto, la afinidad ideológica. En otros casos, la ay uda a
los guerrilleros responde a la escala de valores predominante en el mundo
campesino, en el que la hospitalidad y la asistencia a la persona necesitada son
fundamentales. Así, por ejemplo, unos campesinos detenidos por haber facilitado
comida a un grupo de guerrilleros (lo cual era en la época un delito duramente
castigado) se justificarán con la may or naturalidad del mundo diciendo que les
habían pedido ay uda y ellos se la habían dado, y que no dieron parte a la guardia
civil « por no poder facilitar más datos y creer no les hicieron ningún mal[21] » .
Para la comunidad campesina, pedir o dar hospitalidad no es un delito: hay una
oposición entre el « orden moral campesino» y las normas impuestas por el
Régimen franquista. Se trata de la misma lógica que llevará a muchas mujeres,
emparentadas con guerrilleros, a colaborar con la guerrilla, una colaboración que
para ellas era la prolongación natural de sus obligaciones como esposas o
madres, pero que para la dictadura era un delito y hará de estas mujeres
objetivos de la represión antiguerrillera.
Los testimonios abundan acerca de estas obligaciones no escritas que regulan
el funcionamiento de las sociedades campesinas y que llevaron a muchos
campesinos y masoveros, sin necesidad de que mediara una fuerte politización, a
colaborar con la guerrilla. Así, un hombre de la localidad turolense de Aguaviva
nos dice, hablando de un paisano suy o guerrillero: « Si me hubiese salido me
hubiese puesto en un compromiso muy grande, que mi padre era muy amigo de
él» . Otro nos cuenta el caso de un hombre que « era de derechas y fue bastante
perseguido durante la guerra […]. Y ese hombre dice: Si va Fulano con los
maquis, vendrá a mi casa. Y le tendré que abrir la puerta. Y si necesita algo se lo
tendré que facilitar…» . Estas lealtades podían, pues, atravesar las divisiones
ideológicas, si bien no hay que sacar la conclusión de que éstas no existían: en
realidad, lo que ocurre es que, a menudo, en este nivel local, las divisiones
ideológicas acaban calcándose sobre los vínculos personales y los conflictos
concretos de la población[22] .
Por tanto, las relaciones personales, por un lado, y las consecuencias de la
guerra y la represión, por otro, acaban configurando los bandos en conflicto
durante la posguerra y empujando a un sector del campesinado del Maestrazgo a
la colaboración con la guerrilla, o incluso a formar parte de ésta. En palabras del
guerrillero de la AGLA. Adelino Pérez, Teo: « Que la guerrilla no tenía una base
política muy fuerte es verdad. Lo que el Partido Comunista hizo fue conectar con
esos hombres que por una ley natural, por la represión del franquismo, no podían
vivir en sus pueblos. Unos se escondían, otros se iban a la emigración y otros se
echaban al monte [23] » . Para caracterizar a estos guerrilleros que se incorporan
a la guerrilla desde sus lugares de origen, y diferenciarlos del núcleo inicial de
guerrilleros procedentes de la resistencia francesa y enviados por el PCE, hemos
empleado el término de « guerrilleros autóctonos[24] » . Esta diferenciación, que
puede ser menos pertinente en otras regiones en las que los núcleos iníciales de
guerrilleros estaban formados por « huidos» y cuy o origen está directamente
ligado a la evolución de la guerra civil, nos parece fundamental en el caso de la
guerrilla aragonesa. En efecto, los guerrilleros comunistas procedentes de
Francia y los « guerrilleros autóctonos» constituy en dos colectivos diferenciados
dentro de la guerrilla, con modos de funcionamiento diferentes y procedentes de
culturas políticas también diferentes. En Aragón, el peso del sindicalismo
anarquista y la importancia del fenómeno de las colectivizaciones hacen que
muchos de estos guerrilleros incorporados al monte desde sus lugares de origen
sean anarquistas, lo que no dejará de provocar problemas en el seno del
movimiento. Y, sobre todo, estos guerrilleros están profundamente ligados a la
conflictividad local e introducen este factor en el seno del movimiento
guerrillero. Desde ese mismo momento, los objetivos de la guerrilla dejan de ser
anónimos o de limitarse a las fuerzas represivas y los representantes del Régimen
para incluir a los protagonistas de esta conflictividad local, previamente
identificados por guerrilleros y puntos de apoy o del terreno.
Las acciones concretas de la guerrilla se explican, por lo tanto, por una
multiplicidad de motivos: una voluntad de responder a la represión franquista
atacando a sus protagonistas más visibles, el deseo de desestabilizar las
estructuras del régimen, pero también, y no es lo menos importante, su utilización
como una vía de resolución de conflictos a nivel local. En realidad, las tres
motivaciones se imbrican: en la forma en que se lleva a cabo la represión
franquista y se estructuran las nuevas elites locales también hay una influencia
innegable de la conflictividad local, de las venganzas y de los intereses y rencillas
personales. En varias acciones de la guerrilla confluy en, pues, los motivos
políticos y los ligados a conflictos locales, como en el asesinato de una mujer en
agosto de 1945 que, además de ser la mujer del alcalde falangista de Cañada de
Benatanduz, robaba a sus vecinos el agua de riego, o el de otra en agosto de 1947,
en Mosqueruela, enemistada con uno de los vecinos del pueblo que había huido
con la guerrilla por un asunto de lindes y acusada por los guerrilleros de
« delatora, espía y agente de información del enemigo[25] » .
En realidad, en lo que más se diferencia la actuación de los guerrilleros
enviados desde Francia de éstos que hemos denominado « guerrilleros
autóctonos» es en la voluntad de los primeros de explicitar políticamente sus
acciones y de no ser en ningún caso confundidos con vulgares delincuentes y
bandoleros, como pretendía la propaganda del Régimen. Frente a la voluntad del
franquismo de despolitizar la lucha guerrillera y convertir a los guerrilleros en
delincuentes comunes, éstos refuerzan sus instrumentos de lucha propiamente
políticos, como la propaganda, la publicación de periódicos, la difusión de
consignas o incluso la ocupación relámpago de algunas localidades para dar
mítines políticos. Conscientes de la importancia del elemento campesino, los
mandos de la AGLA se proponen organizar políticamente al campesinado de las
montañas del Maestrazgo, cosa que no se conseguirá al margen de organizar las
redes de suministro a la guerrilla: en 1947, el guerrillero de la AGLA Francisco
Bas Aguado, Pedro, se desolaba de la « falta de papel de organizador de las
masas campesinas» de la organización guerrillera, añadiendo que ésa debía ser
la principal función de la guerrilla y deplorando que no se hubiese organizado
todavía ninguna organización antifranquista ni se plantease reconstruir la
FETT[26] . A falta de esta organización, los guerrilleros tratan de fomentar y
apoy ar la lucha de los campesinos contra la política económica de la dictadura,
incitándoles a la desobediencia fiscal, a eludir a los inspectores de Abastos y a
ocultar las cosechas para evitar su expropiación por la Fiscalía de Tasas. Las
consignas contra « los fiscaleros» o contra el « robo» de las cosechas serán una
constante en las publicaciones de la AGLA, en un intento de reflejar los
problemas que más inmediatamente preocupaban a la masa campesina, que por
su lado ejercía may oritariamente una sorda resistencia a estas imposiciones.
Estas consignas aparecen repetidas veces haciendo de la lucha de los campesinos
por el control de la producción agraria un medio de resistencia contra la
dictadura: « ¡Luchad por ser dueños de vuestras cosechas! ¡Contra el cupo
forzoso, por el mercado libre y por una vida más digna y humana! Tenéis a
vuestro lado a los guerrilleros de Levante que en todo momento arma en brazo,
os defenderán contra los ladrones falangistas y fiscalías de tasas. ¡Campesinos,
unidos y adelante! ¡Viva el Gobierno del Dr. Giral! ¡Viva la República!» [27] .
Por lo tanto, los guerrilleros conectan su propia lucha con la resistencia
espontánea de los campesinos contra un sistema expropiador y totalitario. Y esta
conexión se produce, en la práctica, mediante la protección proporcionada por
los guerrilleros al contrabando y al mercado negro y, a la inversa, mediante la
utilización de los productos adquiridos por los campesinos en el mercado negro
para abastecer a la guerrilla.
Sin embargo, ocurre que esta voluntad de dotar a sus acciones de un
contenido político choca en ocasiones con la incomprensión de un sector del
campesinado. En efecto, existe un cierto « choque cultural» entre el lenguaje y
las prácticas de los guerrilleros comunistas, que pertenecen a un discurso y un
repertorio fuertemente codificados, y la realidad cultural del campesinado.
Varios testimonios dan cuenta de una cierta incomprensión mutua y en los
informes enviados por los guerrilleros a Francia quedan huellas de este problema,
por ejemplo cuando un guerrillero escribe a la dirección del partido que « la
gente atrasada […] cuando les hablan de comunismo se forman una terrible
confusión. Estas gentes creen que el comunismo es el comunismo libertario que
se extendió por allí cuando nuestra guerra. Un ejemplo: hay gente que dicen que
son amigos de Líster y de Galán, por su conducta en la guerra, pero sobre el
comunismo tienen recelos. Es un problema de confusión más que de otra cosa y,
sobre todo, de falta de esclarecimiento mediante un buen trabajo político» . La
utilidad de la distribución de propaganda se pone en cuestión señalando que « Las
hojas o periódicos del partido eran más bien para entregárselas a los camaradas
de los pueblos que a toda la gente» . Fernanda Romeu cita, incluso, el caso de un
guerrillero que se liaba cigarros con el papel biblia de las hojas de las
publicaciones del partido, lo que es expresivo de la utilidad que les encontraba…
En otro testimonio escrito a la dirección, los guerrilleros acusan a un recién
incorporado a la guerrilla de « provocador» por negarse a trabajar y discutir los
« materiales» del partido afirmando que « zoquetes somos y zoquetes
moriremos[28] » .
Estas anécdotas son sintomáticas del desfase entre la organización soñada por
los guerrilleros comunistas y las posibilidades reales de una población en la que,
pese a la existencia de individuos de ideas antifranquistas, pesaba más el miedo a
contraer un compromiso con la guerrilla y las consecuencias que ello pudiese
acarrear, el deseo de recuperar la normalidad cotidiana y el extrañamiento ante
una tradición política que les era ajena. A pesar de lo cual hay que insistir en que
la ay uda y la colaboración con la guerrilla alcanzaron un grado muy alto, sobre
todo en algunas localidades turolenses como Mosqueruela, la Ginebrosa o
Aguaviva; pero era una colaboración que sobre todo se concretaba en la ay uda
material a la guerrilla, más que en la organización de una verdadera estructura
política.
Esta incomprensión mutua que a veces se produce entre los guerrilleros más
politizados y el campesinado llegó a alcanzar tintes dramáticos en el interior de la
guerrilla entre los guerrilleros llegados de Francia y los « guerrilleros
autóctonos» . Frente a la preocupación de los primeros de dotar a sus acciones de
un explícito contenido político, en el caso de los segundos esta preocupación está
mucho menos presente; son estos guerrilleros, principalmente, los que orientan la
acción de la guerrilla hacia la resolución de conflictos locales (conflictos que, por
supuesto, también tienen una lectura política, como y a hemos dicho). Pero sobre
todo, y éste es el motivo del enfrentamiento, las acciones de algunos de estos
guerrilleros autóctonos basculaban entre la acción política y lo que podríamos
denominar « bandolerismo social» . Cuando los guerrilleros encuadrados en la
guerrilla daban un « golpe económico» , salpicaban el escenario de octavillas y
proclamaban el carácter político de su acción, mientras que la actuación de un
guerrillero « del terreno» , que no se preocupaba tanto de las formas, revestía el
aspecto de un robo a mano armada, aunque el objetivo final fuese el mismo. Esta
diferencia en el modo de actuación era muy mal percibida por los mandos
comunistas, para los cuales la imagen proy ectada por la guerrilla hacia el
campesinado era sumamente importante y que insistían, por ejemplo, en la
necesidad de pagar sus productos a los campesinos que suministraban a la
guerrilla, para no equipararse con las prácticas expropiatorias de la dictadura.
En el caso del Maestrazgo este conflicto se concretó en la persona de un
guerrillero, José Ramiá, Petrol, de ideología anarquista, que había participado en
la colectividad de Aguaviva y es uno de los escasísimos « huidos» documentados
antes de la implantación de la guerrilla en esta zona. En efecto, la partida del
Petrol llevaba desde 1940 actuando en las tierras del Maestrazgo y contaba con
un apoy o importante de varios masoveros de la zona. Pero sus actuaciones
carecían del contenido político imprescindible para los mandos comunistas, y su
insistencia en seguir actuando por libre acabó costándole la vida en 1946, pues
fue ajusticiado por un guerrillero comunista por orden de los mandos. En el
Guerrillero, el periódico de la AGLA, se publicó la noticia del ajusticiamiento del
« bandolero Petrol, por tener al pueblo atemorizado con sus fechorías[29] » . Sin
embargo, el Petrol es un puro producto de la conflictividad ligada a la guerra civil
y a la represión franquista, y en su tray ectoria se entremezclan los motivos
políticos y los ligados a la conflictividad local con métodos de actuación que no
son los codificados por la guerrilla comunista. Es, por tanto, sintomático del
enfrentamiento entre dos culturas políticas diferentes, una más ligada al terreno y
a la sociedad campesina y la otra importada, ajena a las tradicionales formas de
acción colectiva de un campesinado muy marcado, en el caso de Aragón, por la
tradición anarquista [30] .
Analizar esta heterogeneidad de la guerrilla, ligada al componente
campesino, y los conflictos que se dieron en su seno nos parece fundamental
para comprender mejor el fenómeno guerrillero en toda su complejidad. Pero
por supuesto, ello no debe hacer olvidar que el conflicto fundamental es el que se
da entre esta guerrilla y el sector campesino que la apoy a (bastante importante
por cierto), por un lado, y los representantes y apoy os sociales de la dictadura
por otro. De hecho, como decía anteriormente, los representantes del Régimen
tendieron, en su respuesta represiva a la guerrilla, a criminalizar a la sociedad
campesina en su conjunto, tomando medidas que iban en contra de su
organización tradicional del trabajo o del ocio y que dificultaban enormemente
su vida cotidiana. Entre estas medidas se cuenta, por ejemplo, la instauración de
un toque de queda con la consiguiente prohibición de desplazarse después de la
puesta de sol, la prohibición de llevar al campo más comida que la necesaria
para la jornada (en la suposición de que la comida de más era para entregársela
a la guerrilla), la obligación de alojar y dar comida a los grupos de guardias
civiles o somatenistas que patrullaban a la caza de guerrilleros, la necesidad de un
salvoconducto para desplazarse de un término municipal a otro, etc. Medidas que
afectaban a toda la población y que se complementaban con otras, dirigidas
particularmente contra el sector del campesinado calificado de « izquierdista» y
que implicaban un estrecho control de esta franja de población, como la
obligación de presentarse en el cuartelillo de la Guardia Civil periódicamente (en
muchos casos, para recibir la cotidiana paliza) o de realizar gratuitamente
trabajos para la colectividad, castigo éste reservado sobre todo a las mujeres y
que solía consistir en la obligación de barrer la plaza del pueblo o la iglesia.
En el caso del Maestrazgo, la población masovera fue especialmente
penalizada, pues las autoridades sospechaban, no sin razón, que constituía el
principal apoy o de los guerrilleros[31] . Hubo un incremento del control y la
presión ejercida sobre este colectivo por parte de la Guardia Civil o grupos de
somatenistas, sobre todo a partir de 1947, año en el que ocupa el Gobierno Civil
de Teruel el general Pizarro, cuy o objetivo principal fue acabar con el foco de la
insurrección guerrillera. Pizarro comprendió muy bien que para ganar la guerra
contra la guerrilla era necesario enajenarle sus apoy os entre la población y, por
tanto, puso en marcha una verdadera campaña contra la población masovera,
con métodos de « guerra sucia» y de guerra colonial que y a habían probado su
eficacia en otros conflictos, algunos muy lejanos en el tiempo y el espacio, como
la guerra de Cuba o las propias guerras carlistas, pero similares en cuando a la
importancia del elemento campesino como sustento del movimiento
insurreccional. La estrategia de Pizarro se apoy aba sobre todo en dos elementos:
por un lado, la utilización de una « contraguerrilla» , grupos de guardias civiles
disfrazados de guerrilleros conocidos como « contrapartida» y que también
fueron utilizados en otros puntos de España, como León o Andalucía; y por otro
lado, el desalojo de las masías aisladas con la obligación para sus habitantes de
pasar la noche en los núcleos de población. Ambas medidas, en realidad,
penalizaban indirectamente a la guerrilla, al privarla de sus puntos de apoy o y
suministro, pero directamente a los masoveros: aquéllos que caían en la trampa
de la contrapartida pensando que se trataba de verdaderos guerrilleros eran
inmediatamente detenidos y acusados de colaboración con la guerrilla; en cuanto
al desalojo de las masías, hacía muy difícil, por no decir imposible, continuar con
las tareas agrícolas de forma normal. La razón de la existencia de estas masías
era la lejanía de las tierras de labor de los núcleos de población; la obligación de
pernoctar en éstos hacía que los masoveros tuvieran que hacer tray ectos de
varias horas para llegar a los campos. Por otro lado, algunas tareas
fundamentales como la elaboración del pan, que se realiza de madrugada, se
convertían en imposibles; los testimonios cuentan cómo algunas mujeres se
quedaban escondidas en las masías para hacer el pan, con el terror de ser
descubiertas por la Guardia Civil y acusadas de colaboración con la guerrilla, o
cómo grupos de vecinos se ponían de acuerdo para subir a escondidas a las
masías a ocuparse de los animales[32] . Con esta medida, por tanto, la dictadura
estaba criminalizando a un sector del campesinado simplemente por tratar de
continuar con su modo de vida tradicional, al igual que las medidas de control de
la producción agraria y la política autárquica empujaron a miles de campesinos
al mercado negro.
Pero, por supuesto, eso no es todo. En esta lógica de desarticulación de las
redes de apoy o y suministro de la guerrilla, las autoridades franquistas van a
continuar, aunque a menor escala, la lógica de exterminación que y a habían
puesto en marcha durante la guerra y la inmediata posguerra. Las detenciones
masivas de campesinos se generalizan a partir de 1947, así como la ley de fugas,
y existen testimonios que dan cuenta de ejecuciones masivas de campesinos,
como la llevada a cabo el 5 de octubre de 1947 en los Altos de San Rafael, cerca
del pueblo de Montoro, en Teruel[33] . Las represalias de las fuerzas represivas
respondían a las acciones llevadas a cabo por la guerrilla, que a su vez respondía
con otras represalias, en una verdadera dinámica de guerra civil encubierta. El
resultado fue una población atrapada entre dos fuegos, paralizada por el terror y
desmovilizada; finalmente, a fuerza de represión, Pizarro alcanzó el objetivo de
enajenar a la guerrilla la may or parte de sus apoy os. En 1952, el PCE evacuó a
Francia a los últimos guerrilleros de la AGLA. A partir de entonces la presión
sobre el campesinado se relajó, pero el Maestrazgo nunca se recuperó de los
años de la guerrilla, ni económica, ni socialmente. Muchos masoveros
abandonaron las masías para irse a vivir a los pueblos o abandonaron la zona para
vivir en las capitales de provincia, incluso hubo quienes abandonaron la región
para ir a vivir a Barcelona. El impacto de la represión franquista, con el pretexto
de la lucha antiguerrillera, sobre esta sociedad campesina todavía está por
establecer y mesurar en profundidad, y creo que su estudio también debería
formar parte del análisis de la resistencia contra el franquismo.

4. CONCLUSIÓN
La guerra civil y sus consecuencias produjeron una polarización de los
diversos conflictos existentes en el ámbito rural y una división de cada
comunidad en dos grandes bloques, « las derechas» y « las izquierdas» . Esta
misma polarización es la que preside el ambiente durante la época de la guerrilla,
y hace sumamente difícil para los habitantes de las zonas afectadas permanecer
al margen del conflicto. De este modo, los conflictos suby acentes que
desgarraban las comunidades a nivel local tomaron un tinte ideológico al
amoldarse a esta radical fractura, y los dos bloques quedaron configurados como
enemigos irreconciliables. La brutalidad de la represión franquista y su absoluta
falta de voluntad de reconstruir la convivencia social, al contrario, su voluntad de
excluir de la sociedad al bando de los vencidos, llevada en algunos casos con
verdadera lógica de exterminación, hicieron imposible reanudar esta
convivencia. La aparición de la guerrilla se enmarca pues en este escenario, y
para muchos campesinos representa la respuesta desesperada a una situación
insostenible. Lo que hemos tratado de mostrar es cómo el movimiento
organizado, jerarquizado y politizado de la guerrilla, en nuestro caso la guerrilla
comunista de la AGLA enlaza con un malestar social campesino, provocado por
la represión franquista y por las condiciones de vida impuestas por la dictadura.
Cómo el conflicto abierto por la guerra civil continua durante los años de la
guerrilla, y en este conflicto general se insertan los conflictos particulares que se
producen a nivel local, que toman de esta manera un cariz político. Y finalmente
cómo, en su lucha contra la guerrilla, la dictadura aprovechó para desmovilizar y
paralizar por el terror a los sectores potencialmente hostiles de la sociedad
campesina, hasta ser responsable, en gran medida, de la desarticulación de esta
sociedad y el ocaso de su modo de vida tradicional.
CAPITULO 3

EL MAQUIS: OBRERISMO,
REPUBLICANISMO Y RESISTENCIA.

FRANCISCO MORENO GÓMEZ[0]

1. LOS MAQUIS: BASE SOCIAL DE LA REPÚBLICA

Todavía hoy se siguen escuchando interpretaciones peregrinas sobre el


fenómeno de los maquis, huidos o guerrilla, como las supuestas derivaciones
hacia la violencia, delincuencia, bandolerismo y otros tópicos. Incluso se les
niega el contenido ideológico y se llega a afirmar que « carecían de
convicciones» , como ha dicho en este mismo foro Benito Díaz, añadiendo que en
la sierra « sólo buscaban desaparecer» , no resistir. Estas afirmaciones no son ni
más ni menos otra cosa que la negación del contenido político a los oponentes a la
dictadura. Todas las dictaduras han negado siempre la dimensión política de sus
opositores y han pretendido siempre reducirlos a la simple categoría de
delincuentes comunes. Es lo que hizo el franquismo y lo que sostienen hoy
todavía —y por mucho tiempo— los portavoces del conservadurismo o los
intérpretes del neofranquismo. Incluso asistimos a la situación onírica de los que
no se escandalizan por los centenares de miles de crímenes cometidos por la
dictadura militar (torturas, paseos, ley de fugas, expolio, deportaciones, exilio y
exterminio) y en cambio sí se escandalizan por varias decenas de crímenes
cometidos por los maquis en pleno fragor de la resistencia [1] .
Los huidos de posguerra (también los que se dieron desde 1936) tenían un
denominador común: su condición de « desafectos» a la dictadura, su condición
de antifranquistas y su pertenencia a la base social de la República. Se podrá
discutir su nivel de preparación política, su cultura, su cualificación teórica o
intelectual, pero tan antifranquista podía ser un peón caminero como un profesor
o un cuadro directivo del partido comunista. En los montes de España se daban
las mismas diferencias intelectuales que se dan en la sociedad y, sin embargo,
todos los ciudadanos podían tener los mismos compromisos y las mismas
convicciones, y de hecho así ocurría. En los montes, no sólo se daban las mismas
diferencias culturales que se dan en la sociedad, sino también la misma
composición heterogénea que se daba en el seno del Frente Popular, ganador de
las últimas elecciones democráticas. A pesar de tales diferencias, no parece
lícito, y además no es posible, especular sobre las convicciones internas de las
personas.
Lo que está fuera de duda es que la masa heterogénea de huidos y maquis
pertenecía a la base social de la República, aquella base que había alentado
esperanzas de reforma agraria; aquella base que había soñado con la libertad, el
laicismo, el librepensamiento; aquella base que tenía puesta su fe en la
modernidad de España, en la emancipación del proletariado y en toda la gama
de reformas que había puesto en marcha la República. Ésta era la gente que, con
may or o menor formulación teórica, se definía como « desafecta» a la
dictadura y que por diversos motivos se negó a resignarse y a morir como
corderos y prefirieron morir como los lobos en el monte.
La guerrilla fue la pervivencia, no sólo del republicanismo democrático sino,
sobre todo, del movimiento obrero español de los años treinta, de la conciencia
obrerista y de clase, más allá de la derrota de 1939. La masa obrera y sindical,
incluso pequeñoburguesa o republicana, había vivido en España, desde la huelga
de 1917 y las agitaciones del « trienio bolchevique» (1918-1920) una pedagogía
emancipadora, de autoestima, y una conciencia de su protagonismo en la
historia. Se sintieron sujetos de derechos y aprendieron a luchar y a negociar con
la clase dominante. Se instruy eron con las doctrinas obreristas, aprendieron a leer
con fruición y se cultivaron en la prensa obrera o liberal, en los años veinte y,
sobre todo, en los años treinta, a raíz de las libertades democráticas de 1931. En
una palabra, habían dejado de ser masa y reclamaban su cuota de protagonismo
social y político. Muchos líderes surgidos del tajo y de la fábrica fueron alcaldes,
concejales o diputados provinciales durante la República. Su liberación personal
había crecido aún más durante el desarrollo de la guerra, donde muchos
obtuvieron graduaciones militares, de jefes y oficiales, mandaron unidades y
batallones, aprendieron a dar órdenes o a instruir a los demás como comisarios.
Dirigieron organizaciones, a veces multitudinarias, tanto hombres como mujeres.
El jornalero, tras la pedagogía obrerista, había dejado de ser un don nadie y, por
primera vez, se sintió persona. Lógicamente, este cambio de « roles» no fue
aceptado por el dominador tradicional, que alimentó la revancha y afiló sus
armas, a la espera de la ocasión propicia, que no fue otra que el 18 de julio de
1936.
En esta pedagogía emancipadora habían influido mucho los célebres
maestros racionalistas de comienzos y primer tercio del siglo XX, como
Francisco Ferrer Guardia en Cataluña, José Sánchez Rosa en Andalucía, Esteban
Beltrán, Montoso, Clodoaldo Gracia, Espejo, y otros, en Córdoba. Los jornaleros
llevaban siempre, en la mochila o zurrón, El abogado del obrero, La gramática
del obrero, etc., de Sánchez Rosa. Qué trágica estampa la del y a anciano Sánchez
Rosa en Sevilla, conducido al fusilamiento por orden de Queipo de Llano en 1936,
después de requisar y quemar sus libros, sin más « crimen» que haber instruido a
los humildes del agro andaluz. Porque no se olvide este dato importante: el golpe
de Estado, y la guerra subsiguiente, se hicieron para esto, para truncar aquella
pedagogía emancipadora, para aniquilar aquel protagonismo de la masa, y para
reprimir la conciencia ciudadana y el espíritu democrático. Por ello se persiguió
con saña y se mató a los maestros, laicos, racionalistas o progresistas. Reprimir,
someter y reprimir: para ello, y no para otra cosa, se llevó a cabo la guerra por
parte del cuartel, el casino y la sacristía [2] .
Célebres guerrilleros como Quincoces (Toledo) o Julián Caballero (Villanueva
de Córdoba) habían sido alcaldes durante la República, habían participado en
huelgas y habían dirigido organizaciones locales. Ramón Guerreiro, Julio (Ciudad
Real), había liderado las JSU en Córdoba en 1936, y fue comisario en la guerra.
Excomisarios, en la guerrilla, los hallamos por decenas. El célebre Francisco
Expósito, Torrente, o Gafas (Andujar), con sólo 13 años y a militaba en la
Juventud Comunista de su pueblo, en 1933. En julio de 1934, y a fue detenido por
repartir propaganda en la huelga de campesinos. No había cumplido los 16 y y a
se codeaba con líderes y oradores de renombre, en los mítines y en las cárceles.
En la guerra participó en el asedio del santuario de La Cabeza, fue comisario de
la 89 Brigada, y luego combatiente en los célebres « Niños de la Noche» . A
muchos de estos « Niños» los veremos en el maquis, como el Serranillo
(Córdoba) o el Chato de la Puebla (Toledo). En Jaén, Tomás, el Cencerro, al que
algunos imperitos habrían calificado de poco político o de « bandolero» , era un
comunista de antiguo en su pueblo Castillo de Locubín, partícipe en huelgas,
dirigente de la FNTT en su pueblo y luchador luego como voluntario en las
milicias republicanas. Otros habían pertenecido a los comités revolucionarios de
sus pueblos en los días del golpe militar, o habían defendido en los jurados mixtos
las bases de trabajo. Eran hombres y mujeres educados en la UGT, en la CNT o
en las JSU[3] .
Ante este panorama, la conclusión es clara: miles de personas con esta
tray ectoria de lucha no podían doblar la rodilla, sin más, ante la arrogancia
despótica de los vencedores. Ni podían aceptar la derrota ni sufrir impasibles una
represión descomunal ni volver a la humillación tradicional del viejo orden, por
cuy a desaparición tantos esfuerzos se habían derrochado. Ni la tray ectoria
obrerista ni aquella amplia base social con que contó la República democrática se
podían borrar de un plumazo de la noche a la mañana. Es cierto que gran parte
de España se arrodilló y bajó la cerviz ante los vergajos de los militares y de la
Falange, pero era imposible la unanimidad. Una minoría, al menos, se echó al
monte, por diferentes motivos, y trató de resistir, de diferentes formas. Sea como
fuere, lo que nunca se puede afirmar es que carecieran de convicciones, que no
es cierto ni puede serlo. Eran los « desafectos» , los rebeldes autóctonos y los
restos de la amplia base social de la República democrática [4] .

2. LA HUIDA DE LA REPRESIÓN

Decir a estas alturas que los maquis se echaron al monte por miedo y no por
ideales políticos es una impertinencia o una estulticia. En realidad, ambos
conceptos, miedo e ideales políticos, no se repelen, sino que pueden coexistir
perfectamente, y de hecho así ocurre en los regímenes de represión. Es lógico,
incluso deseable, que los perseguidos por sus ideales políticos busquen la
salvación en la huida. La mentalidad conservadora, franquista o neofranquista ha
recurrido a menudo a este ardid de supuesto desprestigio: que el luchador
demócrata no se fue al monte por ideales, sino por miedo. Una carta que he
recibido de un informante de mentalidad conservadora muestra este especial
empeño en desposeer de contenido político a los maquis. Se refiere a varias
incorporaciones del Sur de Ciudad Real, y afirma: « Todos los de El Hoy o se
fueron a la sierra engañados y por miedo (ninguno por motivos o ideología
política) [5] » . Es lógico que se echaran al monte porque no eran franquistas, sino
desafectos, o por haber socorrido a los maquis. Después añade, con la misma
obsesión por la despolitización: « Pegaron palizas por chulería o machadas que
nada tenían que ver con la política o con las delaciones. En mi tierra nunca
hablaron de política» . Ésta es la posición, no sólo de los vencedores españoles,
sino de todos los regímenes autoritarios: el opositor carece de definición política y
sólo se equipara al delincuente común. Por todo ello conviene tener mucha
precaución cuando se habla hoy día de la carencia de convicciones políticas por
parte de los maquis, si no se quiere caer en el discurso sectario y manipulador —
falso, por tanto— de las dictaduras.
La huida al campo se ha dado en otras fechas de la historia de España, en
momentos de especial acoso represivo. En esas situaciones difíciles, militantes
destacados del obrerismo optaron por quitarse de en medio, abandonar sus
pueblos y refugiarse en el campo, hasta que pasase la escabechina. Así lo hemos
observado, por ejemplo, en 1919, cuando el general La Barrera llegó a
Andalucía a reprimir a sangre y fuego el « trienio bolchevique» . En Villanueva
de Córdoba, donde el teniente apodado el de las Gafas empezó a rapar las
cabezas de los jóvenes socialistas y a molerlos a palos, un nutrido grupo huy ó al
campo y anduvieron vagando una semana, hasta que la furia amainó[6] . Y en el
mismo pueblo, en octubre de 1931, con motivo de una huelga, cuando el
gobernador Valera Valverde (implicado luego en la sanjurjada golpista de 1932),
mandó una tropa desmedida para reprimir a los huelguistas, éstos abandonaron el
pueblo y pasaron bastantes días huidos en la sierra. En Bujalance, con motivo de
la algarada anarquista de diciembre de 1933, hubo sindicalistas huidos en el
campo y se produjeron aplicaciones de la ley de fugas. Siempre la ley de fugas
como crimen de Estado a manos de la España reaccionaría. Todos estos métodos
de « guerra sucia» serían elevados a la enésima potencia en la dictadura
franquista. En Villaviciosa (Córdoba), con motivo del terror que la represión
desencadenó en el pueblo a raíz de la huelga de octubre de 1934, gran parte de la
clase obrera huy ó al monte, lo mismo que en Almodóvar, Bujalance y algún otro
pueblo andaluz. Más tarde, cuando estalló el golpe militar de 1936, se volvió a
repetir el fenómeno de la huida al campo, ahora de forma muy numerosa, en
todos aquellos pueblos en los que triunfó el golpe, por medio del cuartel de la
Guardia Civil y la gente de derechas. Temiendo detenciones y represalias, la
gente huy ó a los alrededores del pueblo. Esto ocurrió en miles de pueblos de
España entera. En muchos de ellos, la gente de extramuros logró imponerse a los
golpistas y recuperar el pueblo para la República democrática. En otros lugares
la gente huida quedó copada y masacrada tras breve deambular por los montes,
como les ocurrió a los pobres fugitivos por la sierra de Huelva, en número
superior a 500, liquidados en 1937 por orden de Queipo de Llano, incluso después
de entregarse confiados. También quedaron copados los 8000 fugitivos del Sur de
Badajoz, masacrados igualmente por las columnas africanistas, cuando en 1936
pretendían pasar por Llerena hacia la zona republicana. Crímenes de « lesa
humanidad» tan poco conocidos como impunes (la Iglesia católica guarda los
restos del genocida en la basílica de la Macarena, de Sevilla).
Todos los precedentes fugitivos son pálido reflejo de lo ocurrido tras la
victoria franquista de 1939. La historia se desbordó entonces como nunca, las
cifras eran insólitas, insospechadas: las cifras de campos de concentración, las
cifras de encarcelados, las cifras de procesados, las cifras de ejecutados, las
cifras de torturados, las cifras de exiliados, las cifras de reprimidos, las cifras de
hambrientos, las cifras de suicidios, las cifras de expoliados… y las cifras de
huidos al monte. Todo era hiperbólico con la instauración de la dictadura militar y
la destrucción de la democracia republicana. No ha existido jamás tal cúmulo de
desgracias en la historia de España.
Al principio de la victoria, los huidos fueron poco numerosos. Los que no se
entregaron suponen un número moderado. La may or parte de los vencidos,
aunque temían represalias, nunca sospecharon que se llegaría a tales excesos.
Pensaron en procesamientos por algunos delitos de sangre, pero nada más. Se
equivocaron de cabo a rabo. Los encarcelamientos masivos, las palizas, las
torturas generalizadas, la lluvia de penas de muerte, los fusilamientos « legales»
e « ilegales» , y una represión indiscriminada (para ello hicieron la guerra los
sublevados), motivaron la gran oleada de huidos al monte, a partir de las
evasiones de cárceles, de campos de trabajo, de batallones disciplinarios y de
campos de concentración. Hubo evasiones por toda España, y empezaron a
poblarse los montes. En general, eran excombatientes republicanos. Luego,
huy eron también algunos de los que se negaban a realizar el servicio militar
franquista y, sobre todo, los enlaces que se veían descubiertos, que fueron otra de
las grandes oleadas hacia el monte. Por último, hay que contar los 200 o 300
cuadros directivos que el PCE envió desde Francia en la encrucijada de
1945-1946, lo más cualificado de la resistencia en todo el fenómeno.
Este universo represivo hizo imposible cualquier forma de adaptación al
nuevo orden fascista español. El nuevo orden impuso una espantosa exclusión de
los vencidos a todos los niveles, sobre todo en el laboral. Los « desafectos» no
tuvieron derecho al trabajo ni a la contratación, al menos en sus pueblos de
origen. Pasaron a engrosar unas tácitas o expresas « listas negras» , por las que
los contrarios a la dictadura quedaban privados de las posibilidades
convencionales de subsistencia. Hubieron de pasar a la economía sumergida o a
las artimañas del estraperlo a pequeña escala o emigraron a otros pueblos para
pasar desapercibidos. Matías Romero Badía era un « desafecto» y un excluido
en Villanueva de Córdoba. Para conseguir trabajo hubo de desplazarse al vecino
pueblo de Conquista. Mientras, los falangistas expoliaron su casa de Villanueva y
le quitaron la bicicleta, su medio de vida. Acabó obligado a pequeños hurtos de
alimentos en el campo por la noche y de ahí tuvo que echarse al monte
definitivamente. Cualquier opinión precipitada lo hubiera tildado de
« bandolero» , cuando había sido directivo de la JSU provincial en 1938.
Simplemente fue empujado a la subsistencia marginal por la política de exclusión
de los vencedores respecto a los vencidos[7] . Tampoco se puede hablar ni mucho
menos de una « derivación a la delincuencia común» , como ha sostenido
Secundino Serrano en el texto enviado a este Congreso. Si se dejan aparte casos
muy especiales y pintorescos, en modo alguno significativos, no es riguroso ni
exacto formular alusiones a la tópica « delincuencia común» .
Otros huy eron al monte, no sólo por la exclusión laboral, sino por todo un
cúmulo de factores hostiles: lo que se llama « hacer la vida imposible» a las
personas que formaron aquella amplia base social de la República. Estaban mal
mirados, maltratados de palabra y de obra, excluidos no sólo laboral, sino
también socialmente, privados de la estima personal, contemplando cada día a
los vencedores paseando su soberbia por las calles, humillados y ofendidos,
recibiendo las mujeres vergajazos de los guardias municipales en las colas del
racionamiento o en el abastecimiento de agua. Y lo que era peor aún: tener que
ver a diario a los asesinos de sus padres, hermanos o familiares. Los que no
conocen la vida de los pueblos, de ésa inmensa España profunda, apenas
captarán el panorama hostil que describimos, porque en la gran ciudad todo es
diferente, y el mal mirado se puede diluir fácilmente, pero no en los pueblos,
donde todos conocen las ideas y el pasado de cada uno. En los pueblos se puede
hacer a las personas un vacío insoportable, y así ocurrió. Por éstos y otros
motivos no pocos decidieron sumarse a la resistencia antifranquista y hacerse
respetar con un arma en la mano. Los que se sometieron al nuevo orden de los
vencedores tuvieron que aceptar salarios de hambre, volviendo a las viejas
formas de relaciones laborales, de sumisión, destajo y jornadas de sol a sol. El
poder adquisitivo retrocedió a niveles anteriores a la República. En 1940, « la
renta por habitante descendió a cifras del siglo XIX[8] » , y la renta per cápita no
igualó, hasta 1954, los niveles de 1935.
Ante tanta desgracia y tanta hostilidad, se incrementó el índice de suicidios, y
hubo gente que perdió sus principios y su dignidad moral. A los mozos en edad
militar los clasificaban como « desafectos» y los enviaban a los peores destinos,
a batallones disciplinarios y a campos de trabajo (eufemismo de trabajos
forzados), con el trato más inhumano imaginable. El célebre Chichango, de
Albacete, huy ó a la sierra desde uno de estos campos, lo mismo que el Castaño,
de Pozoblanco, o el Gafas, de Andujar. En El Viso (Córdoba), cuando el pequeño
ganadero José Murillo Alegre consideró que no podía soportar más tiempo el
abuso y la impunidad de los vencedores, decidió echarse al monte con su hijo de
15 años: « Mi padre me dijo que antes de morir con las manos amarradas,
moriríamos defendiéndonos. Éstas fueron las palabras de un pastor, y reconozco
que acertó, a pesar de todo lo que ha pasado[9] » . En consecuencia, una serie de
factores como la exclusión laboral, social, la humillación y el hambre, como
formas de acorralar los vencedores a la España vencida, incrementaron la
rebeldía y no pocas incorporaciones a la sierra.

3. MUCHOS EX COMBATIENTES DEL EJÉRCITO REPUBLICANO

Otro de los tópicos que sobrevuelan sobre el tema del maquis es la supuesta
poca cualificación de sus militantes, que no es cierta. En el monte existió la
misma heterogeneidad y el mismo tipo de composición que se da en la sociedad:
trabajadores manuales, jornaleros o asalariados son siempre may oría con
relación a personas de cultura. En cualquier grupo político, los militantes de base
son siempre may oría respecto a los cuadros políticos directivos. Y en todo grupo
armado o ejército, la may oría son reclutas o soldados respecto a los mandos,
jefes y oficiales. Si a todo ello se añade que el nivel de analfabetismo era todavía
importante en la España de 1940, en modo alguno puede sorprender que los
hombres de cultura fueran minoría, tanto en el monte como en el llano. Lo cual
no quiere decir jamás que las convicciones antifranquistas dependan de la
supuesta cualificación. Hubo miles y miles de analfabetos que, con plena
conciencia y convicción, se alistaron voluntarios para la defensa de la República,
hicieron alardes de generosidad extrema y dieron su vida por la causa
democrática que amaban.
De todas formas, tampoco es cierta la supuesta falta de cualificación personal
o política en el monte. El núcleo de la guerrilla —hay que tenerlo siempre
presente— fue un contingente considerable de excombatientes del Ejército
republicano. Combatientes eran los que en 1939 no se entregaron; combatientes
eran los que huy eron de los campos de concentración, de las cárceles, de los
batallones disciplinarios, de las colonias penitenciarias o de los campos de
trabajo. Y excombatientes eran también todos los cuadros directivos que el PCE
envió desde el extranjero entre 1944-1946. Y excombatientes españoles eran
también todos los que protagonizaron las luchas de la resistencia en Francia. Y
excombatientes de la guerra de España eran los que penetraron por los Pirineos y
por el valle de Arán en el otoño de 1944, de los cuales unos 200 no se replegaron,
sino que se infiltraron en el interior de España, para reforzar la guerrilla. Sólo
había un grupo en la guerrilla, amplio ciertamente, que no procedía de las
brigadas republicanas, y eran aquéllos que, siendo enlaces y viéndose
descubiertos, se vieron forzados a huir al monte y a unirse a las guerrillas. Sólo
esta parte eran bisoños y reclutas. El resto de los hombres de la sierra tenían
suficiente cualificación militar y combativa, que era lo que se requería para el
caso. Otra cuestión muy diferente era la precariedad de armamento, la falta de
ay uda internacional y la gran superioridad de las fuerzas represoras franquistas,
lo cual originaba, lógicamente, que la lucha fuera espantosamente desigual.
Para visualizar someramente cuanto venimos afirmando, basta pasar revista
a los guerrilleros de algunas agrupaciones: el Francés (cordobés, cabeza de la
guerrilla en Cáceres) había sido teniente en la guerra; Chavito (Badajoz) había
sido teniente; los Jubiles (Córdoba) habían mandado la 88 Brigada; José Zarco
(Jaén) había sido comandante; Francisco el Yatero (Granada) había sido capitán;
José Mata (Asturias), comandante; Arístides Llaneza (Asturias), comandante;
Manolo Caxigal (Asturias), sargento; Lisardo García (Asturias), teniente;
Baldomero Fernández, Ferla (Asturias), may or de milicias; Mauro Roiz
(Santander), comandante; teniente Freijo (La Coruña), teniente; Manuel Castro
(Galicia), teniente coronel de la resistencia francesa; Constantino Zapico, Bóger
(Asturias), teniente; Paco el Catalán (Madrid), comandante de milicias; Bernabé
López Calle (Málaga), exguardia civil y comandante de milicias.
Hasta aquí, se trata sólo de un apunte. Un estudio exhaustivo sobre este tema
arrojaría resultados sorprendentes para los sempiternos abonados al tópico, para
los detractores sin fundamento, y para los banalizadores del tema (entre ellos, los
periodistas), siempre a la caza de personajes pintorescos —que los hubo, como
en todas partes—, pero nunca fueron elemento nuclear de la guerrilla, sino
marginal. Y estas observaciones valen también para los propagandistas de la
dictadura franquista, neofranquistas y nostálgicos actuales, que siempre hicieron
hincapié en los elementos pintorescos y « bandoleriles» de la guerrilla,
reduciendo su presentación a partidas de malhechores y maleantes. El
franquismo sólo resaltaba, por ejemplo, las andanzas incontroladas de Manco de
Agudo (Ciudad Real) y nunca mencionaba a Ramón Guerreiro, Julio,
excomisario de la guerra, dirigente de las JSU, gran cerebro de la guerrilla en
Ciudad Real, así como Luis Ortiz de la Torre, condecorado en la batalla del Ebro
y en la resistencia francesa, que tenía su puesto de mando en Puertollano: o bien
el gran político Francisco Expósito, Torrente, o Gafas, que actuó entre Andujar y
el sureste de Ciudad Real. Igualmente, los partes de la Guardia Civil sólo
ponderaban en Galicia las andanzas de Foucellas y no los grandes políticos y
cuadros de alta cualificación que lucharon en las provincias gallegas. Y esa visión
tendenciosa de los represores franquistas es la que todavía pervive, incluso en
mentalidades « progresistas» , y es la que sigue deformando la realidad histórica
del maquis, y es la que sigue resaltando personajes pintorescos y sigue
soslay ando la realidad de los grandes dirigentes, los destacados políticos y los
grandes luchadores que hubo en el monte. No se puede perder nunca de vista que
lo que resistía en los montes de España eran los restos de la República
democrática, con las limitaciones que se quieran, pero los restos al fin y al cabo.
Otras veces se resaltan personajes atípicos de la guerrilla, en modo alguno
definitorios o sustanciales, bajo un similar espejismo de lo pintoresco. En este
congreso se ha ponderado la figura de Adolfo Lucas Reguilón, Severo Eubel de la
Paz, un maestro de escuela de Villa del Prado (Madrid), comunista, bien
intencionado, pero de mente bullente y fantasiosa, que al verse en peligro en
Madrid en 1944, se fue con su esposa a la sierra de Gredos, después de pasar una
tarde en la iglesia de San Francisco el Grande, para serenar su espíritu. Allí, en el
monte Mirlo, hizo enlaces, alguno de los cuales se le sumaron y formó una
reducida guerrilla, muy peculiar, llamada « Zona M de Unión Nacional» . Era
pacífico, escribía cartas de concordia a la Guardia Civil, y no se sometía a la
disciplina del Ejército Guerrillero del Centro. Así las cosas, con su estandarte
pacifista, no se comprende bien qué hacía este hombre en la guerrilla, con un
fusil en la mano. Parecía haberse equivocado de lugar, de tiempo y de causa.
Y si lo que hay que resaltar es que era hombre contrario a la pólvora, habría
que convenir en tratarlo en otro tema, y no en la guerrilla ni en la resistencia
armada. En cualquier caso no era, ni mucho menos, un maquis arquetípico de la
guerrilla que nos ocupa [10] .

4. EL ESCÁNDALO DE LA VIOLENCIA

En el tratamiento del tema del maquis se observa a menudo un pudoroso


sentimiento de « escándalo» , por el hecho de que los del monte aplicaron
venganzas, represalias sangrientas y cometieron crímenes contra supuestos
delatores o confidentes de la dictadura, en número de varias decenas por
provincia, en las zonas guerrilleras. En Galicia, además, castigaron a varios curas
que habían espoleado la represión en 1936, y a bastantes falangistas por la misma
causa. En Córdoba, el célebre Perica mató en 1940 al guarda Fructuoso, que lo
había torturado bárbaramente antes de escaparse de la cárcel. En Orense, Mario
Rodríguez Losada, Pinche, o Langullo, mató en 1941 al cura de Cesures, porque
fue el causante del fusilamiento de su padre en 1937[11] . Otros casos de
represalias por los del monte son bastante conocidos por los interesados en el
tema y, sobre todo, por la mitología popular. Pero, sin ánimo de justificar nada, lo
que no se puede perder de vista es que la dictadura franquista golpeaba a la
guerrilla de una manera brutal y terrible, sin miramientos de ningún tipo, y la
guerrilla no tenía más remedio que defenderse, al menos de los delatores y
confidentes, si quería sobrevivir mínimamente. Lo cierto fue que la violencia no
la trajeron los maquis. La desató el golpe militar de 1936, la desató la agresión a
la democracia establecida, la desató la oleada de matanzas que los sublevados
perpetraron por todas partes, sin excepción. La dictadura franquista era violencia
stricto sensu, en sus orígenes, en su desarrollo bélico, en su victoria y en su
establecimiento, y fue violenta como forma de supervivencia. Todo lo demás fue
respuesta a esa violencia estructural y, en otros casos, simple mecanismo de
defensa. La resistencia a las dictaduras y a los regímenes de fuerza es siempre
actuación de legítima defensa.
El verdadero escándalo de violencia fue la represión salvaje que el
franquismo puso en práctica con motivo y pretexto de la persecución de la
guerrilla. Se recurrió a las palizas, las torturas, las amenazas, los sobornos, la
contrapartida, los engaños, los « paseos» , los crímenes por « ley de fugas» , el
fusilamiento de familiares, por el único « delito» de serlo. Es decir, los más
terribles métodos de la « guerra sucia» y terrorismo de Estado. Éste es el
auténtico escándalo de violencia en aquellos años de dictadura militar. Violencia
fue lo que hizo un grupo de militares en una aldea de Galicia contra la familia
Rodríguez Montes, porque sus hijos se habían ido a la guerrilla. Se presentaron en
la casa de campo, hicieron bajar al matrimonio, y a la niña Consuelo la
mandaron cerrar en el corral de las ovejas. Con el matrimonio y a en la puerta,
hicieron venir a la niña, « para que se despidiera de sus padres» . La madre
agarraba con fuerza la mano de la niña, suplicándole que no los dejara solos. Se
llevaron otra vez a la niña con las ovejas y ordenaron a sus padres caminar por el
sendero. A pocos pasos los derribaron con una descarga cerrada, que oy ó la
propia hija. Cuando pudo salir, los vecinos le confirmaron ante una tierra
removida: « Aquí están tus padres» . Tiempo después, los hermanos bajaron del
monte y se llevaron a su hermana Consuelo, que estuvo en la sierra con el apodo
de « Chelo[12] » .
Escándalo de violencia fueron las matanzas de familiares de guerrilleros que
perpetró el franquismo por toda España. En Pozoblanco (Córdoba), en el
descampado Mina de la Romana, el 10 septiembre 1948, de madrugada, el
capitán Aznar Iriarte y el teniente Giménez Rey na hicieron fusilar a la madre y
a la hermana de Caraquemá (Amelia Rodríguez, 49 años, y Amelia García, 18
años), junto con la madre de Castaño (Isabel Tejada, 60 años). En Villanueva de
Córdoba, mataron a Catalina Coleto, 52 años, esposa del guerrillero Ratón, otra
madrugada del 8 junio 1948. Otros muchos familiares de guerrilleros cay eron en
Córdoba. Entre éstos y otras personas del medio rural, 160 víctimas de personal
civil cay eron por la « ley de fugas» sólo en Córdoba. Los « paseos» y la « ley
de fugas» llevaron la muerte a miles de personas en España. El medio comunista
Mundo Obrero intentó en 1947 y 1948 una llamada de atención internacional
sobre los crímenes de la dictadura, sin conseguir ninguna solidaridad de las
democracias. El sindicato SOMA (Asturias) sólo logró colocar en los pasillos de la
ONU la lista de los 20 fusilados en el Pozo Funeres, en abril de 1948. Granada,
Málaga, Jaén, Sevilla, Cáceres, Madrid, Teruel, Santander, Asturias, León,
Galicia, etc., sufrían un baño de sangre espantoso, no sólo en el monte, sino sobre
todo entre el personal civil del llano. Ésta fue la realidad trágica y la violencia
significativa digna de mención, a la hora de entrar de lleno en la cuestión de la
resistencia armada de los años cuarenta.
Este trágico aspecto propio del funcionamiento de los fascismos europeos de
aquellos años, en cuanto a la represión de las resistencias, conviene verlo también
en una perspectiva europea, internacional. Un documental de Laurence Rees,
sobre « La invasión de Rusia por Hitler» , dedica su tercer capítulo a « La guerra
de los partisanos[13] » . La ocupación de Ucrania provocó el surgimiento de un
poderoso movimiento de resistencia a cargo de los partisanos soviéticos (La
expansión nazi-fascista hizo surgir maquis y partisanos en todos los países
afectados). Todos los resistentes utilizaron emboscadas contra el enemigo y
represalias contra compatriotas que colaboraban con el enemigo, además de
requisa de armas y de alimentos. Y al mismo tiempo, las fuerzas invasoras
practicaron la política de tierra quemada, las deportaciones, las matanzas de
escarmiento y las eliminaciones sumarias, no sólo de partisanos, sino también de
personal civil colaborador o sospechoso de serlo. En Ucrania, en la ciudad de
Kharkov, los alemanes practicaron en un solo día una redada de 1900 personas,
con objeto de capturar partisanos y colaboradores. Sólo 30 de ellos tenían armas.
Sin embargo, todos fueron asesinados. Y era una sola operación de un solo día.
Queda evidente que la violencia no era la de los partisanos, sino la del régimen de
fuerza invasor; violento no sólo desde el punto de vista de ilegitimidad jurídica,
sino también desde el punto de vista cuantitativo, con unas cifras de crímenes que
no resisten ninguna comparación con ningún otro aspecto.

5. ¿UNA LUCHA ARMADA SIN APOYO NI PROYECTO?

Muchísimos cabos sueltos quedan en cuanto a la recuperación del pluriforrne


fenómeno histórico de la guerrilla antifranquista. Por ejemplo, la cuestión del
apoy o político a la lucha armada. Muchas interpretaciones se ofrecen al
respecto, cuando la realidad es simple: en la guerrilla se continuó, sin más, la
posición final de los republicanos en marzo de 1939 respecto a la cuestión de la
resistencia. La República, desde 1938, se había dividido en dos sectores: el sector
de la resistencia a ultranza (socialistas negrinistas, comunistas y algunos
republicanos) y el sector del armisticio o del final pactado (socialistas,
anarquistas, nacionalistas vascos y catalanes, el propio presidente Azaña,
diplomáticos ingleses y agentes de « la quinta columna» [14] ). Ésa defensa o
renuncia a la resistencia armada del final de la guerra fue y a una posición
inalterada en los años venideros. La posición oficial final de los diferentes
partidos o sindicatos fue la que continuó después durante los años cuarenta. Ello
explica que, oficialmente, sólo el PCE defendió y apoy ó la resistencia armada
contra Franco y el fenómeno guerrillero. Aunque la guerrilla fue plural en la
base, y en los montes había bastantes socialistas y anarquistas, sin embargo ni el
PSOE ni la CNT apoy aron oficialmente la resistencia armada. Ya habían
renunciado a ella en marzo de 1939, y después las posiciones, lógicamente, no se
cambiaron.
No es acertado sostener hoy día que el PCE no tuvo un plan definido de lucha
guerrillera, por el hecho de que no poseemos organigramas ni estrategias
expresas de aquella empresa armada. Se olvida un aspecto crucial: fue una lucha
armada, sí, pero una lucha clandestina. La clandestinidad implicaba y a de por sí
toda una labor de camuflaje, en planes, en personajes con nombre supuesto, en
órdenes en clave, en topónimos, en documentos, etc. Y, a pesar de todo ello, sí
que poseemos organigramas de muchas agrupaciones guerrilleras, su estructura
en « divisiones» (o « sectores» ) y en guerrillas, sus órdenes internas (basta una
breve consulta al archivo del PCE, para hacerse con nutrida información de todo
ello[15] ). En la estructura de la guerrilla el PCE copió muchos esquemas del
Ejército republicano. Desde 1944 (incluso desde 1943), se difundieron en el
interior de España directrices para crear los diferentes « Ejércitos Guerrilleros» ,
como el del Centro, el de Galicia, luego el de Levante, etc., que se dividían en
Agrupaciones (cuatro Agrupaciones en Galicia, cinco en el Centro, tres en
Granada-Málaga, etc.), de estructura y evolución muy cambiante, dependiendo
siempre de la represión. Se sabe de la orden de operaciones de la invasión del
valle de Arán (« operación reconquista de España» ), sus mandos, sus divisiones
y brigadas. Se conocen los diferentes medios de propaganda de las
Agrupaciones, la cabecera de sus periódicos (Combate, Lucha, El Guerrillero,
etc.). Se conoce la estructura de los equipos de pasos en la frontera pirenaica
(también los hubo en el Sur, con el norte de África), para relacionar los cuadros
directivos entre las Agrupaciones y la dirección del PCE en Francia, y para
facilitar las infiltraciones constantes de hombres que pasaron de Francia a
España, para fortalecer la lucha. Se sabe que el partido comunista creó en 1942,
en Francia, un organismo político unitario, plural y frentista, la célebre Unión
Nacional, de la que se multiplicaron comités locales y provinciales en Francia y
en España (aquí, clandestinos, lógicamente), y que se concretó el « brazo
armado» de Unión Nacional en la restauración del XIV Cuerpo de Guerrilleros,
también en 1942, que dos años más tarde pasó a llamarse Agrupación de
Guerrilleros Españoles (AGE), y como transposición de la estructura guerrillera
española en Francia (la célebre resistencia o maquis, más española que francesa)
se llevó a cabo la organización guerrillera en España, principalmente en 1944.
Después de la toma de París, « ¡Ahora, España!» , se gritaba por todas
partes[16] .
¿Ha preguntado alguien por el plan de lucha de los maquis en Francia? ¿Se
puede afirmar que la resistencia francesa carecía de plan? Pues bien, si estas
preguntas no se plantean con relación al país vecino, ¿por qué se plantean en
España? No parece sino que existe un morbo o una « pose» que se deleita en
arrojar piedras y descalificaciones gratuitas en la actuación de la lucha
guerrillera antifranquista, cuy a única descalificación fue que fracasó, pero no
por su culpa ni por la supuesta falta de plan, sino por la desigualdad en la lucha,
ante un enemigo hiperbólicamente superior, y por la inhibición y abandono de las
democracias. La guerrilla española fracasó por los designios de las cancillerías.
La guerrilla europea, los maquis o partisanos, triunfaron. Pero los planes
antifascistas fueron los mismos. En consecuencia, no parece acertado ni riguroso
atribuir al PCE una falta de plan guerrillero, haciendo caso omiso de las penurias,
dificultades y carencias de la clandestinidad. Y más aún, cuando y a sabe que sí
hubo planes, organigramas, estructuras, estrategias, órdenes y directrices, que la
represión destrozaba, interfería y dificultaba al máximo en su camino desde los
puestos de mando hasta los montes y las sierras de España. No se tenían los
planes que se querían, sino los que se podían.

6. LA HISTORIA Y LOS TÓPICOS

Pasar revista al alud de tópicos que se ciernen sobre la marginal historia de la


guerrilla antifranquista, así como a los tópicos sobre la guerra civil en general, es
tarea más que imposible. Pero al menos señalemos algunos de esos tópicos, para
remedio y compostura de la verdad histórica. Para empezar, no es cierto que la
guerrilla española supusiera un incoherente error táctico ni una mala percepción
de la realidad ni un aberrante análisis político. Fue, simplemente, una iniciativa
coherente con el momento histórico, en la misma corriente antifascista de la
resistencia europea. El proy ecto guerrillero español se llevó a cabo con una
lógica aplastante: si los nazis se batían en retirada por el sur de Francia, ante el
empuje de los maquis, y se estaban derrumbando los poderosísimos fascismos
europeos, eran lógicas las esperanzas en una inminente caída de Franco. Que la
dictadura militar española era inamovible —y ello, por voluntad de los aliados—,
eso lo sabemos hoy, a toro pasado, pero nadie lo podía sospechar entonces, ni
siquiera los propios franquistas.
El estudio de la guerrilla antifranquista debe llevarse a cabo y a en una
perspectiva europea, en el contexto de los movimientos partisanos antifascistas,
desde Francia a Ucrania, pasando por Italia, los Balcanes y otros lugares de la
opresión fascista. Nuestros estudios deben superar definitivamente los excesivos
localismos en que se sitúan hasta ahora. Y peor que los localismos son los
anecdotarios, tan del gusto periodístico. Hay que hacer historia, y no
anecdotarios. Y para hacer historia —historia europea—, es imprescindible la
liberación democrática de los archivos de la represión española, todavía en
manos de los herederos de los represores: el Ejército y la Guardia Civil. Aunque
parezca increíble y patético, la realidad es ésta: los archivos de la represión de la
dictadura todavía no han sido democratizados, sino que siguen, si no del todo
bloqueados, sí entorpecidos, y su consulta sometida a múltiples trabas y
reticencias, lo cual entorpece o imposibilita una investigación clara y abierta. Lo
afirma este autor, no de oídas, sino por sufrimiento propio[17] .
La guerrilla antifranquista fue consecuencia directa, no tanto de un conflicto
social, sino de un acontecimiento político: la instauración de una dictadura militar
filofascista en España, con un programa terrible de persecución y de exterminio
de los demócratas vencidos, empujados a huir a los montes, y después
organizados en guerrillas, a imitación de los maquis franceses, bajo directrices
del PCE. La guerrilla, aunque siempre pudo tener algún fondo de rebeldías
campesinas y de otra índole, fue mucho más que campesina: fue republicana,
progresista, democrática, antifascista, antimilitarista, anticlerical, antifranquista.
Fue minera, sobre todo en el Norte; fue marinera en La Coruña; y por todas
partes fue de artesanos, albañiles, campesinos, jornaleros, carboneros,
taberneros, maestros de escuela, etc.; es decir, la típica composición heterogénea
del gran abanico republicano, demócrata y frentepopulista que había sido
vencido y aplastado por la victoria de Franco.
No es cierto ni responde a la verdad histórica que la guerrilla fuera un
proy ecto estalinista. Este sonsonete ha salido de cierta capillita o cenáculo que
deambula y hace secta por la capital de España. No es un aserto científico.
Pecados estalinistas hubo por muchos sitios; pero la guerrilla se constituy ó y tuvo
como horizonte la restauración de la República democrática, y además lo intentó
con una estrategia pluralista, con aquella especie de reedición del Frente Popular,
llamada Unión Nacional, « mutatis mutandis» . No se olvide que la guerrilla la
puso en marcha Jesús Monzón, entre 1943-1944, y de Monzón se podrá decir
cualquier cosa, pero nunca que fuera un personaje estalinista, que no lo fue, y a
que fue el diseñador de la primera muestra de frentepopulismo democrático en
la posguerra. Su órgano de prensa era Reconquista de España. Y esta Unión
Nacional distaba mucho de ser la fantasmada que algunos eruditos a la violeta
han dicho. Ya se ha señalado que en 1942 contaba con 108 comités locales en
Francia, y a comienzos de 1945 tenía 300 comités clandestinos en España.
Cuando Carrillo entró en escena, en la segunda mitad de 1945, fue dejando de
lado el andamiaje de Unión Nacional, y en 1946 logró que el PCE ingresara en la
Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas (ANFD), creada por los socialistas.
Cuando ésta se derrumbó en 1947, el PCE dio forma en 1948 a otro organismo
frentista, el Consejo Nacional de Resistencia, con buen número de consejos
locales en la zona de Levante. Siempre se procuró que la guerrilla tuviera como
referente político un organismo plural y democrático, con las lógicas penurias de
la actividad clandestina. En cualquier caso, es erróneo e inexacto hablar de
proy ecto estalinista en la guerrilla, que no lo fue. Basta, además, repasar los
panfletos y escritos que la guerrilla difundía en los montes, caseríos y aldeas.
Cualquiera que hay a realizado trabajo de campo entre esta documentación y
literatura puede comprobar que todos los panfletos del monte, sin excepción,
terminaban con vivas a la República, a Unión Nacional, a la Constitución…, y
clamaban por la convocatoria de elecciones libres[18] .
Recientemente hemos leído un gran error de Santos Juliá en este tema. Se
centra en el « encuentro de Munich o en las “mesas democráticas”, en las que
comunistas y católicos se hicieron demócratas antes de la democracia [19] » .
Esto es una « boutade» , y carece de rigor histórico para cualquier estudioso que
hay a seguido de manera imparcial la tray ectoria del PCE, desde su gran
compromiso por la República democrática desde el comienzo y desarrollo de la
guerra civil, la continuación de ese compromiso en la guerrilla y en el exilio, su
apoy o incondicional al Gobierno Giral, su política de « reconciliación nacional»
desde 1956, su estrategia de eurocomunismo, y una larga muestra de
compromisos democráticos, de puro rigor histórico. Que lea Santos Juliá la
defensa del Gobierno democrático que hizo José Díaz en la sesión del 15 de julio
de 1936 en la Diputación Permanente de las Cortes, o bien pondere estas palabras
de un alto cuadro comunista, Agustín Zoroa, poco antes de ser fusilado en Ocaña
en 1947, según consta en su Consejo de guerra que no cree hay a cometido delito
de rebelión… « que vino de Francia a España a liberar a las masas del terror y de
la miseria y a luchar por la democracia [20] » .

7. LA GUERRILLA Y LA MEMORIA HISTÓRICA

La memoria es una materia prima para la historia. No son dos conceptos


homogéneos, pero sí complementarios. La recuperación de la memoria es
directamente proporcional al progreso de la historia, sobre todo cuando se
produce una penuria y carencia de fuentes en un tema como éste, que es historia
de vencidos, y sobre los vencidos se cierne siempre —ley universal—, la
desaparición: desaparición de nombres, de vidas, de fosas, de documentos, de
mención, de homenajes, de reconocimientos y del derecho a la propia historia.
El recurso a la memoria y al ejercicio del recuerdo, del testimonio y de la
vivencia, puede ser una tabla de salvación para la historia. La suplencia o
subsidiariedad de fuentes: he aquí el gran servicio de la memoria a la ciencia
histórica. Creo que es éste el sentido principal de la importante corriente que se
ha extendido en España en los últimos años en pro de la recuperación de la
memoria histórica. No sólo todo lo relativo al desarrollo de la guerra civil (con su
cuestión crucial: la represión y las pérdidas humanas), sino especialmente lo
relativo a la guerrilla adolecen de una precariedad de fuentes clamorosa. Esto lo
comprendemos bien todos los que nos hemos esforzado en estudios monográficos
con amplios trabajos de campo. La may oría de los sucesos guerrilleros de la
sierra y del llano los hemos desentrañado gracias a los ejercicios de
recuperación de memoria, de expresión de testimonios, vivencias y recuerdos.
Mientras hubo testigos y supervivientes, escribir sobre la guerrilla fue
relativamente fácil. Hoy, tras la muerte biológica de la memoria, el problema se
convierte en gravísimo[21] . Por todo ello, el verdadero historiador no puede
hacer otra cosa que saludar positivamente la actual corriente, aunque tardía, en
pro de la recuperación de la memoria histórica. En pura lógica, la Ley de
Memoria Histórica que actualmente tramita el Gobierno de Rodríguez Zapatero
está totalmente justificada. No tiene más defectos que ser tardía, primero, y ser
titubeante y ambigua, en segundo término.
Nuevamente hay que aludir a las incoherencias que de un tiempo a esta parte
nos viene obsequiando Santos Juliá sobre la cuestión de la memoria histórica. Este
autor se ha convertido en un analista de tesis. Todos sus trabajos los viene
forzando, no en el estricto conocimiento histórico imparcial, sino en la defensa de
su tesis. Y no existe nada tan anticientífico como el condicionante de las
posiciones previas y los prejuicios. La obsesión de Juliá se resume en que
estamos « saturados de memoria» , que y a está escrito todo lo que había que
escribir sobre la guerra civil (se colige, pues, la jubilación anticipada de todos los
historiadores), que y a « sabemos muy bien lo que pasó[22] » (sobran, pues, y a
investigaciones y tesis doctorales. Los doctorandos, pues, también a la
jubilación). Es decir, la ciencia histórica sobre la guerra y a está cerrada,
completa, según Juliá. Olvida algo sustancial: que la ciencia nunca se completa, y
siempre está abierta. Su obsesión vuelve a insistir: que en la transición « no es
verdad, por mucho que se repita, que aquéllos fueron años de amnesia y de
silencio, sobre el pasado[23] » , que fue cuando más se escribió y se debatió sobre
la guerra. Que « fue cuando más» no es cierto. Siempre se ha escrito y se ha
debatido, pero eso no es lo que importa, sino esto otro: sobre qué tema se escribió
(apenas sobre lo más importante: la represión), con qué apoy o oficial (con casi
ninguno), ante qué aforo (absolutamente minoritario), con qué repercusión
mediática (casi nula), con qué iniciativas documentalistas (apenas se hicieron
documentales televisivos, al contrario de lo que hoy está ocurriendo), con qué
rehabilitaciones en callejeros o monumentos (casi nada o puramente
testimonial), con qué accesibilidad a archivos militares (a los archivos de
prisiones, casi nada; de la Guardia Civil, casi nada; sumarios de la represión
militar, en aquellos años, absolutamente nada. Como es lógico, esto lo tenemos
claro quienes hemos sufrido las miserias y penurias de la investigación histórica
y los trabajos de campo. Mientras los analistas pecan de autosuficiencia,
engreimiento y petulancia, los investigadores se desesperan ante las dificultades
de la investigación).
En un artículo reciente, Santos Juliá desvaría y a de manera grave, al afirmar,
por ejemplo: « Cuando un país se escinde, la memoria compartida sólo puede
construirse sobre la decisión de echar al olvido el pasado[24] » . ¿Cómo es posible
que un historiador, es decir, un científico, pretenda echar la llave al pasado, que
es la materia directa de la historia? Con este programa no parece posible que se
cree una escuela de jóvenes investigadores en torno a este autor, al contrario, por
ejemplo, de lo que ocurrió con Tuñón de Lara (por cierto, de cuy a mano empezó
a caminar el señor Juliá), que con la humildad de todo sabio supo despertar la
vocación investigadora en muchos estudiosos.
Es curioso este nuevo concepto de la « memoria compartida» . Es un
concepto sencillamente aberrante. En modo alguno parece coherente que a estas
alturas la memoria de los demócratas tenga que compartirse con la memoria de
los golpistas. La memoria democrática es incompatible con la memoria
antidemocrática. Más aún cuando los vencedores jamás compartieron su
memoria con los vencidos. Se olvida que la memoria de los vencedores —
antidemócratas— y a se recuperó suficientemente, incluso excesivamente,
durante décadas. Sus víctimas fueron honradas, exhumadas, veneradas,
recordadas —incluso canonizadas—, esculpidas en callejeros y lápidas (todavía
hoy se exhiben), indemnizadas, historiadas y recopiladas, etc. ¿Qué más queda
por hacer en pro de la memoria de los vencedores franquistas? La única
memoria que faltaba por recuperar era la de los vencidos, es decir, los
demócratas. Y la poca memoria que se puede recuperar y a… ¿bajo qué
concepto hay que compartirla con los vencedores? Una cosa es la reconciliación
y otra muy distinta la claudicación de las propias raíces y los propios referentes
democráticos más elementales. Es incomprensible qué puede pretender Santos
Juliá con estas aseveraciones, a no ser recordarnos las posiciones y el discurso de
los arúspices del conservadurismo español, todos ellos contrarios a la
recuperación de la memoria histórica de los demócratas, por una razón obvia: no
quieren que se reescriba la historia que el franquismo dejó « atada y bien
atada» .
Cuando Santos Juliá sostiene que « El año de la memoria se cierra con todas
las memorias enfrentadas[25] » , primeramente, eso no es cierto. Segundo, si se
ha tratado de recuperar la memoria de los demócratas y sus avatares en la
consecución de derechos y libertades desde 1981 (esas libertades que hoy se
disfrutan), no tiene ningún sentido sospechar desaires, malentendidos ni
suspicacias ante la supuesta memoria de los herederos de los golpistas,
neofranquistas o simpatizantes, que tampoco es el caso. ¿O hay que pedir
permiso a los herederos del franquismo para que los demócratas puedan
acometer la recuperación de su propia memoria histórica? Como si en la
recuperación de la memoria de los demócratas alemanes hubiera ahora que
coartarse o inhibirse, temerosos de no despertar suspicacias en la memoria de los
nazis. Tanta comprensión con los totalitarios hasta podría estimular los deseos de
nuevos golpes y nuevas militaradas, con la certeza de que luego recibirán el
abrazo de los demócratas, su perdón y su fraternidad, e incluso la justificación, la
bendición y el homenaje de la historia. Y esta finísima delicadeza y fraternidad
con la supuesta memoria de los vencedores de la dictadura militar llega y a a la
exquisitez más entrañable, cuando Santos concluy e: « es legítimo que el gobierno
se esfuerce en rehabilitar a las víctimas del franquismo. A condición de no hacer
invisibles a los que fueron asesinados en los territorios leales a la República [26] » .
Este derroche de equidistancia y neutralidad es otro contrasentido. Ni las víctimas
de los vencedores han sido nunca invisibles, sino todo lo contrario, ni además es
éticamente aceptable la supuesta neutralidad entre esquemas de valores
contrapuestos. No se atormente el señor Juliá. Prueba de que los « caídos por
Dios y por España» no son invisibles es que ahí sigue el Arco de la Moncloa,
homenaje a la victoria, el mausoleo del Valle de los Caídos, pirámide faraónica
del dictador, estatuas, callejeros y lápidas por doquier (la calle principal de Santa
Cruz de Tenerife se llama Rambla del General Franco), y todo ello cuando, en
contraste, los vencidos, es decir, los demócratas, carecen del más miserable
monumento reconocedor de sus sacrificios por las libertades, apenas constan en
ningún callejero (se pueden contar con los dedos de una mano), y cuando algún
lugar se podría haber reservado como testimonio del martirio por la libertad,
como la plaza de toros de Badajoz, va el Gobierno regional socialista y la borra
del mapa. Igualmente, ningún luchador de la guerrilla antifranquista goza de la
más mínima mención en ningún sitio. Y todavía Santos Juliá se siente apenado,
porque no se deje suficiente luz a las víctimas de la sublevación franquista,
cuando las víctimas de la democracia se hallan totalmente a oscuras, sin
nombres, sin memoria, sin lápidas, sin rehabilitación y, lo que es peor, sin historia.
« Al demócrata desconocido» tendrá que ser el texto de los futuros monumentos,
si es que se hace alguno, que lo dudo. Desde luego, no será por el empeño del
señor Juliá.
El problema de la historia y de la memoria de los guerrilleros antifranquistas
no es sino un capítulo más de la desidia y de las incoherencias de los propios
demócratas a la hora de encarar su propia historia, sus propios referentes, sus
propias raíces y su propia memoria respecto al tema capital de la historia del
siglo XX español: la guerra civil, sus antecedentes y sus consecuencias. En
realidad, a la historia silenciada de los demócratas están causando más perjuicios
los propios demócratas desorientados que los atávicos enemigos de la
democracia y de las libertades. A estas alturas de comienzos del siglo XXI,
estamos ahogados bajo montañas de tópicos, inexactitudes y fabulaciones sobre
estos temas que nos ocupan. Tanto, que deberíamos reescribir todo de nuevo, tal
como se quedó en 1980. La historia de la guerrilla debe ser replanteada, sobre
todo para sacarla de los anecdotarios y de las banalizaciones, y de los localismos.
La guerrilla española se inscribe en el puzzle general de los movimientos de
maquis y partisanos antifascistas que se dieron en la Europa de 1940, y así debe
estudiarse. Y los estudiosos europeos no deben olvidar, ni mucho menos, el caso
español. Finalmente, la Universidad española debe entonar su acto de contrición
por sus desidias y desdenes (salvo excepciones, minoritarias) y asumir de lleno el
estudio de los temas « poco científicos» de la guerra civil, como éste de la
resistencia armada contra la dictadura militar.
CAPÍTULO 4

EL PARTIDO COMUNISTA ESPAÑOL


Y LA ORGANIZACIÓN DEL FENÓMENO GUERRILLERO.

HARTMUT HEINE[0]

1. EL SURGIMIENTO DE LA GUERRILLA
Y SUS FUNDAMENTOS TEÓRICOS.

Desde la revolución bolchevique de octubre de 1917, teniendo como


fundamento teórico las enseñanzas de Lenin, la lucha armada y la insurrección
popular constituy en en el ideario del movimiento comunista internacional los
principales instrumentos en el camino hacia el establecimiento de un régimen
socialista, aunque este planteamiento en la teoría siempre vay a acompañado por
la llamada « lucha de masas» , cuy os instrumentos incluían los mecanismos
parlamentarios, la lucha sindical y las movilizaciones de las masas. En la
práctica, sin embargo, hubo antes y después de la Segunda Guerra Mundial una
fuerte priorización de la vía armada siempre que las condiciones no la hicieran
inviable —por ejemplo, por ocupar el Partido Comunista un sitio marginal en el
panorama nacional, lo que fue el caso en la inmensa may oría de los países donde
existía— o que la fuerte presencia política y parlamentaria de los comunistas
parecía favorecer la vía marxista —y no la leninista— hacia la creación de un
régimen socialista. Los ejemplos más destacados de esta situación los
encontramos en Francia antes y después de la guerra y en Chile bajo los
presidentes Aguirre Cerda y, más de treinta años más tarde, Allende. Por otra
parte, incluso en aquellos países y etapas, donde el Partido Comunista podía
desarrollarse en un marco de plena legalidad —ejemplo de la Segunda República
— o donde, además, disponía de una apreciable presencia electoral, como en la
Alemania de los años veinte, el Partido creó una serie de mecanismos para la
lucha armada —los responsables y comisiones político-militares a los diferentes
niveles de la organización o las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas
(MAOC)— o, en el caso de Alemania, practicó ésta en varias ocasiones.
En vista de esta tradición revolucionaria y combativa no puede causar
asombro a nadie que desde el mismo final de la guerra civil los comunistas
españoles en el interior —sin que hiciera falta una consigna central— entendían
la lucha armada, que en las condiciones del franquismo sólo podría articularse
como una lucha de guerrillas, como el instrumento principal para el
derrocamiento del Régimen. Sería más acertado decir « único» , sino fuese por
las consignas procedentes del exilio —destacamos, sobre todo, los dos informes
del secretario de organización del partido, Pedro F. Checa— que propagaban al
lado de la lucha armada la utilización de diversas formas de lucha de masas, que
a los militantes del interior en el contexto de aquellos tiempos debían parecer
escasamente realistas[1] . De hecho, de haberse realizado este proy ecto en
may or profundidad y a una escala mucho más amplia, los esbozos emprendidos
por componentes del XIV Cuerpo Guerrillero de establecer en febrero de 1939,
siguiendo órdenes de la dirección del partido, depósitos de armas, víveres y
material médico en tierras catalanas para así facilitar la continuación de la
resistencia tras la caída de la República, la lucha guerrillera de la posguerra no
hubiera significado otra cosa que la continuación de la guerra por otros
medios[2] .
No hubo tal continuidad, debido, al menos en parte, a que las citadas
actividades de los guerrilleros fueron suspendidas a muy poco tiempo. Con todo,
la creación de mecanismos para la reanudación de la lucha armada y el
encuadramiento de las actividades de los llamados « huidos» , o « escapados» ,
las cuales tenían un carácter casi exclusivamente autodefensivo, en un marco
controlado por el partido, constituy e desde los primeros momentos de la
reorganización del PC una de las prioridades de los nuevos responsables.
Así que, y a bajo la primera dirección nominalmente « nacional» ,
encabezada por Enrique Sánchez García y, si bien de forma tangencial, por José
Cazorla Maure y Ramón Torrecilla Guijarro, existe en las filas de la organización
de las JSU de Madrid un grupo armado. Su acción principal, el atentado contra el
comandante del Servicio de Investigación de la Policía Militar (SIPM), Isaac
Gabaldón Irurzún, a finales de julio de 1939 en las cercanías de Talavera de la
Reina, constituy e, por su carácter agresivo, en cierto modo el comienzo de una
guerrilla que ha dejado de ser meramente autodefensivo[3] .
Aunque fuese precisamente esta acción la que provocó la detención de sus
autores y de los responsables políticos, propulsar la lucha armada sigue siendo,
junto con la reconstrucción del partido, el principal objetivo de todos los equipos
de dirección que se suceden después de la caída de Enrique Sánchez y sus
compañeros. Bajo la dirección encabezada por Heriberto Quiñones, cuy a
actuación cubre casi todo el año 1941, estos esfuerzos se concentran en la
secretaría político-militar —era la denominación tradicional para el organismo
encargado de esta misión—, cuy o responsable, Jesús Bay ón, viaja en el citado
año a Asturias, su patria chica, para investigar la situación de los rudimentarios
núcleos del partido en el Principado y, de paso, tomar contacto con los grupos de
huidos en aquella región. Ello supone que se está descubriendo la importancia
potencial, que los grupos de huidos —de cuy o número se tiene, sobre todo
respecto a Asturias, una idea muy exagerada— puedan poseer para la lucha
contra el Régimen.
Un año después de Bay ón, en junio de 1942, llega a Asturias otro emisario de
la dirección del partido, José María Urquiola Iglesias, Chema, y celebra sendas
entrevistas en el monte con Arístides Llaneza y Baldomero Ladreda, dos antiguos
cuadros militares del frente del Norte, uno socialista, comunista el otro. Aunque
no consigue convencerles de iniciar una conducta más agresiva —los dos
supuestamente afirman, que ellos y sus partidarios sólo actuarán de una forma
ofensiva si se tratara de apoy ar una invasión de la Península por los Aliados— no
sería éste el último contacto de Chema con los grupos armados en el norte del
país[4] . En junio de 1943 asiste en el Bierzo a una reunión —posiblemente con
carácter de asamblea— que las llamadas Milicias Populares, luego Federación
de Guerrillas de Galicia-León, celebran en un paraje de La Cabrera. De esta
forma llega a enterarse de que a espaldas de las fuerzas antifranquistas del
interior y del exilio había venido surgiendo desde finales de 1941 en el Bierzo y
las comarcas limítrofes de Asturias, Lugo, Ourense y Zamora una organización
guerrillera, que, estructurada de forma militar, había conseguido transformar a
una parte de las docenas de huidos, que desde el final de la guerra se movían por
aquellas zonas montañosas, en auténticos guerrilleros. Urquiola, que va a renovar
varias veces el contacto con esta organización, regresa a Madrid para informar a
la dirección del partido, a la que entrega también copias del reglamento y del
organigrama de la unidad armada. Éstos habían de servir más tarde como
modelo para la redacción de los correspondientes documentos de las
agrupaciones guerrilleras cuando éstas surgen por toda la geografía del país. La
más tarde Federación de Guerrillas de Galicia-León correspondía también
respecto a su carácter multipartidista a la idea que los responsables del PC tenían
del futuro Ejército de Liberación, aunque no necesariamente en cuanto al escaso
papel de los comunistas en su organismo de dirección. Más, pese a la presencia
dominante que socialistas y cenetistas ocupan en el seno del mismo, la
Federación había declarado su adhesión a la Unión Nacional Española (UNE) y
su Junta Suprema (JS) y constituía, por tanto, la primera fuerza armada de este
organismo en suelo español[5] .
En el mismo año de 1943 llegó a Madrid, procedente de Argentina, José Isasa
Olaizola, antiguo mando de una brigada en el frente del Norte, y se hace cargo
de la Comisión Político-Militar, un organismo que luego cambiaría su nombre por
él de Comisión de Trabajo Guerrillero. Sigue en este cargo hasta otoño de 1944,
cuando le sustituy ó Agustín Zoroa, que a principios del año había venido de
Francia. Más, dado que Zoroa poco después de su nombramiento regresó al país
vecino para actuar allí cerca de Santiago Carrillo en la dirección del partido, le
sustituy ó durante cierto tiempo otro cuadro venido no mucho antes de Argentina,
a saber, Celestino Uriarte Bedia, antiguo comandante jefe de Brigada en el frente
del Norte. A raíz de la eliminación de dos falangistas en Cuatro Caminos y las
repercusiones que esta acción provocó, huy ó a principios de marzo de 1945 a
Valencia, en donde pasó a ocupar el mismo cargo dentro de las estructuras del
Comité Regional de Valencia [6] .
También a los niveles inferiores se sigue enviando de vez en cuando cuadros a
determinadas regiones para comprobar la presencia de grupos de huidos y las
posibilidades que hubiera para transformarlos en núcleos del Ejército de
Liberación Nacional a construir. Así que, en febrero de 1944, uno de ellos, José
Cerbero Ruiz, antiguo mando de la 200.ª División del XIV Cuerpo Guerrillero del
Ejército de la República, llega a Asturias, donde debía colaborar con el Comité
Regional de Asturias-León-Santander, liderado entonces por Antonio García
Buendía, Madriles, y, a la vez, actuar ante los grupos de huidos en torno a
Ladreda y Llaneza. Dado que las posibilidades de construir un potente
movimiento guerrillero en el Principado resultan ser bastante más modestas de lo
que se había imaginado la dirección del partido, Cerbero recibió
aproximadamente en septiembre la orden de trasladarse a Galicia para entablar
contacto con los diversos grupos de huidos y para asistir al Comité Regional en su
labor [7] .
Mas todos estos esfuerzos de construir sobre la base de los huidos un ejército
guerrillero avanzaban a un ritmo muy lento y no recibían por parte del partido en
el interior ni por el exilio la ay uda necesaria. Los cuadros que llegaban desde el
exilio, incluso aquéllos que venían destinados para el trabajo en la guerrilla, en su
may oría ingresarían en el aparato burocrático, es decir, integraban la comisión
político-militar central y sus homólogos regionales. Durante la etapa anterior a
las llamadas « invasiones del Pirineo» , los escasos cuadros de calidad que llegan
a la guerrilla, son hombres que debido a su trabajo en las filas del partido
clandestino han tenido que huir al monte. Un buen ejemplo de esta categoría lo
constituy en Jesús Bay ón y Ramón Guerreiro, que se escaparon juntos de la
cárcel en marzo de 1944, unos meses antes de que se fuera a juzgarles por su
actuación en el seno del equipo rector del partido. Guerreiro en la guerra había
llegado a ser comandante del SIEP, aunque parece, que también actuó en las filas
del XIV Cuerpo Guerrillero, lo que en vista de la estrecha simbiosis entre las dos
organizaciones no deja de ser muy probable. A continuación, los dos
desempeñarían un importante papel en la estructuración de agrupaciones
guerrilleras en el centro del país[8] .
Lo que hubiera hecho falta en aquellos meses antes del final de la Segunda
Guerra Mundial era contactar a todos los oficiales y suboficiales del citado
XIV Cuerpo Guerrillero que en el pasado habían constituido una elite del partido
dentro de las filas del Ejército Popular, para comprobar quién estaba dispuesto a
« ir al monte» para transmitir sus conocimientos militares, sobre todo respecto al
manejo de explosivos, a los huidos y a los nuevos ingresos. Otro tanto podía
esperarse de la militancia en el exilio francés y americano. Respecto a Francia,
había existido en todo momento las posibilidades de efectuar un traspaso —si no
masivo, al menos numeroso— de cuadros a la Península. En cuanto al continente
americano, existía la vía de entrada a través de Portugal, que fue utilizado muy
parcamente, y la otra que se ofrecía a partir de noviembre de 1942, fecha de la
ocupación por los Aliados del Norte de África, que, sepamos no se empezó a
utilizar hasta el otoño de 1944.
La responsabilidad de que estas oportunidades no fuesen aprovechadas —o,
cuando menos, de forma inadecuada— incumbe en el exilio americano
exclusivamente a los máximos responsables del partido residentes en México,
Argentina y Cuba. Respecto a los errores cometidos en el partido en éste y otros
aspectos en Francia y el interior, es indudablemente Jesús Monzón, que desde
aproximadamente agosto de 1943 dirigía la Delegación del Comité Central desde
el interior, el que debe cargar con la máxima responsabilidad.
Sospechamos que el motivo principal de que el dirigente navarro no hay a
empujado con más vigor la estructuración de la guerrilla era que en realidad
dentro de su estrategia insurreccional los guerrilleros del interior iban a ocupar un
lugar más bien marginal. Al menos nominalmente, esta estrategia estaba
fundamentalmente basada en la acción de desencadenante de los guerrilleros
españoles en Francia. Estos últimos debían « abrir una cabeza de puente en la
vertiente española de la may or amplitud, haciéndose fuerte en ella. […] Esta
cabeza de puente, que debe ampliarse cuanto se pueda y mantenerse siempre en
espíritu de ofensiva en la medida en que su propia potencia militar se
desarrolla» . Parecía estar convencido de que « estamos iniciando el desarrollo
creciente de la insurrección nacional[9] » . Es de destacar que en su mensaje
Monzón no hablara ni una vez de la futura acción conjunta de las fuerzas venidas
de Francia con los guerrilleros del interior.
Ahora bien, dudamos de que Monzón, que, al fin y al cabo, predicaba esta
táctica desde Madrid, es decir, de un excelente mirador para tener una visión
bastante realista de la situación en el país, realmente hubiera estado convencido
de que se estaba al borde de la insurrección nacional. Creemos, más bien, que
perseguía un objetivo más modesto y, a la vez, más realizable, a saber, estar
presente y preparado para cuando los Aliados cruzaran los Pirineos y provocaran
el derrumbe del Régimen franquista. En tal contingencia, que muchos
antifranquistas, probablemente la may oría, consideraban en aquel momento un
hecho inminente, los guerrilleros del interior y del exilio estarían en condiciones
de llenar el consiguiente vacío de poder y crear en el país hechos consumados.
Como modelo para semejante táctica se ofrecía la situación, que precisamente
en aquellos momentos, es decir, en otoño de 1944, estaba forjándose en el
« midi» francés. El desembarque de los Aliados en Normandía y, luego, en la
costa mediterránea había provocado la retirada del ocupante alemán hacia el
nordeste del país, lo que dejó un vacío de poder, que durante mes y medio fue
llenado por el maquis francés, may ormente de tendencia comunista, y sus
aliados españoles. Los nuevos dueños políticos aprovecharon esta situación no
sólo para liquidar a varias decenas de miles de colaboradores franceses, en su
inmensa may oría procedentes de la pequeña y mediana burguesía, es decir,
aquellas capas sociales que en las regiones del país no controladas por los
comunistas no dudaron en afluir rápidamente al campo golista, sino también se
saldaron no pocas cuentas con militantes de la izquierda española, principalmente
del POUM y de la CNT[10] .
Tampoco es de excluir del todo que Monzón especulaba que, provocando
mediante las llamadas « invasiones» y algunos disturbios locales un cierto estado
de inseguridad en el país, se facilitaría a los Aliados la justificación para entrar en
España.
Todos estos proy ectos y escenarios estaban basados en un análisis
excesivamente optimista de la situación en el país, pero no fueron sólo Monzón y
sus colaboradores más estrechos los que padecían esta ilusión, sino también la
dirección aceptaba de forma acrítica los informes, que les estaban llegando
desde el interior, y redactaba sobre esta base unas instrucciones no menos
eufóricas. Así que, en junio de 1944, Agustín Zoroa llegó a Madrid como enviado
especial de Santiago Carrillo, que en aquel momento se hallaba en Lisboa, para
entregar un informe de la dirección en el exilio. En él, ésta última « valora como
justa la línea política de la Delegación» y da una serie de instrucciones, entre las
que destacaríamos por su trascendencia las siguientes: a) impulsar las acciones
de lucha de masas, y b) crear tres grandes zonas guerrilleras en el Norte,
Andalucía y Extremadura, respectivamente, y lanzar rápidamente acciones
masivas de los guerrilleros.
Estas palabras invitan a la interrogante de: ¿cómo se imaginaba la dirección
que se iba a efectuar tan ingente tarea en las condiciones de una dictadura brutal
y lleno de vigor, si no se había conseguido —o no se había pretendido— crear
algo parecido en la guerra, cuando tenían los recursos de todo un ejército a su
disposición? Monzón, a su vez, fingía compartir plenamente este optimismo y
declaró en julio de aquel año ante Casto G. Roza, el hombre que había llegado del
exilio para sustituirle en la dirección de la Delegación, que se podría estructurar
estas zonas guerrilleras dentro de un mes.

2. LA AMPLIACIÓN DEL MOVIMIENTO GUERRILLERO

El fracaso de las llamadas « invasiones» supone la caída de Monzón y de sus


colaboradores más estrechos, aunque no la desaparición, al menos en su aspecto
propagandístico, de la estrategia insurreccional y del análisis optimista, que
constituía su fundamento[11] . En la práctica, sin embargo, es sólo ahora, es decir,
a lo largo de 1945 y parte de 1946, cuando se emprende en serio el amplio
proceso de construir agrupaciones en la may oría de las regiones del país. En el
caso del País Valenciano y de algunas de las provincias vecinas son precisamente
las consecuencias del fracaso de las « invasiones» , es decir, los pequeños grupos
de « maquisards» españoles que, a diferencia de la may oría de los « invasores» ,
no han podido, o no han querido, retirarse al interior de Francia, los que
constituy e el fundamento de toda una agrupación, la Agrupación Guerrillera de
Levante-Aragón (AGLA, luego AGL). Ésta, que a lo largo de su existencia, hasta
su extinción en 1952, va a constituir una especie de « agrupación modelo» del
PC, surge ex nihilo, porque el fenómeno de los huidos prácticamente había
dejado de existir en estas provincias no mucho después del final de la guerra [12] .
También en otras regiones, que ofrecen las mismas características o donde los
núcleos de huidos presentes no tenían ninguna importancia numérica, como
Castilla la Nueva, las provincias occidentales de Galicia, la may or parte de
Andalucía y Cataluña, se crean nuevas agrupaciones principalmente sobre la
base de guerrilleros, que han venido de fuera, y de nuevos ingresos, procedentes
del interior.
Respecto a éstos últimos, se trata de antifranquistas —muchos de ellos,
probablemente la may oría, no militantes del PC, sino hombres, que durante la
República habían tenido el carné de la CNT, de la UGT o del Partido Socialista, o
que no habían militado en ninguna organización política y sindical— al que el
partido anima a unirse a la guerrilla, otros, que, habiendo sido descubiertas sus
actividades clandestinas, escogen la guerrilla como una especie de refugio,
además de presos políticos, que por su propia voluntad o a propuesta del partido,
huy en de la cárcel o del campo de concentración, donde están redimiendo la
pena por el trabajo. Dado el papel casi exclusivo del PC en el lanzamiento de las
unidades guerrilleras, incluso en muchas provincias, donde desde hacía años
habían dejado de existir núcleos de huidos, y en la creación de una corriente
constante de nuevos ingresos para la guerrilla, no deja de causar asombro la
siguiente afirmación de Santiago Carrillo:

La lucha guerrillera no la ha inventado el partido, ha surgido de las


condiciones en que se desenvuelve en España la lucha entre las masas
populares y el poder franquista de los grandes financieros y terratenientes.
Las guerrillas nacen en primer término porque algunos restos del
Ejército popular y los antifranquistas perseguidos por el terror y
amenazados de muerte se echan al monte para defenderse. Cuando se está
produciendo la derrota del hitlerismo se suman a los del monte, gentes
perseguidas también, que ven la perspectiva de un cambio. Lo que hace el
partido es esforzarse por dirigir esa forma de lucha; por darle un contenido
político. Por eso envían sus hombres y su ayuda de todo orden a las
guerrillas.

Para comprender por qué el dirigente comunista le negaba al PC un mérito,


que sus militantes se habían ganado con abnegación y muchas veces al precio de
su vida o de su libertad, hay que tener en cuenta que hace estas observaciones en
el momento, en que la dirección del partido ésta abandonando la lucha
armada [13] .
Aproximadamente a mediados de 1946 el proceso de la ampliación del
movimiento guerrillero ha llegado a su punto culminante. Nominalmente existen
agrupaciones guerrilleras en casi todas las regiones y provincias, aunque un
examen algo más pormenorizado de las mismas revela una situación bastante
distinta. En Euskadi hubo solamente durante unos meses un núcleo armado
organizado que, constituy endo un apéndice de la organización de Santander, en
todo caso nunca tuvo una presencia más allá de algunas comarcas vizcaínas. Otro
tanto se puede decir de Cataluña, en donde, salvo una guerrilla urbana en
Barcelona, de fugaz existencia, unos núcleos en el sur de Tarragona y otros en el
norte de la región, de adscripción cenetista, no hubo un movimiento armado
estable. La organización guerrillera de Santander, aunque de profunda
raigambre, porque estaba basada en un pequeño núcleo de huidos, nunca llegó a
adquirir una fuerte presencia cuantitativa, mientras que las actividades
guerrilleras en Asturias se limitaron grosso modo a la cuenca minera. Sólo en el
extremo oeste del Principado se registraban las actividades esporádicas de la
Federación de Guerrillas Galicia-León y de un par de grupos autónomos. En
cuanto a la citada Federación, ésta se descompone a lo largo de 1946 y los meses
posteriores, y su anterior presencia en el Bierzo y las comarcas orientales de
Lugo y Orense sería sólo parcialmente suplida por el llamado Ejército
Guerrillero de Galicia. Éste último, que indudablemente constituy e la
organización guerrillera más pujante en el norte de la Península, centra sus
actividades principalmente en la provincia de A Coruña, con la particularidad, de
que, a diferencia de casi todas las agrupaciones, éstas no se limitan a las zonas
montañosas, sino que se desarrollan en gran parte en torno a los centros
económicos de El Ferrol, A Coruña y Viveiro. Sus actividades y su presencia en
las provincias de Pontevedra, Orense, Lugo y León, por el contrario, son muchos
menos importantes y en algunos casos más bien fugaces. Salvo unos pequeños
núcleos armados en el este de León, que sepamos no estuvieron orgánicamente
encuadrados, y un frustrado intento de montar una organización guerrillera en
torno a la capital de la provincia, no hay guerrilla organizada en la mitad norte
del país.
Más al sur existe la y a citada Agrupación Guerrillera de Levante, cuy a
efectividad, pese a su férrea organización y su fuerte presencia en las provincias
de Valencia, Castellón, Teruel y Cuenca, en cierto modo quedó mermada por el
hecho, de que sus actividades se desarrollaran casi exclusivamente en las zonas
montañosas y lejos de los grandes centros de población. Otro tanto cabe decir de
las diversas agrupaciones, que habían surgido en el centro-sur del país —sobre
todo en las provincias de Toledo, Ciudad Real y Badajoz— las comarcas
limítrofes de Córdoba, Sevilla y Jaén y en Andalucía oriental.
Allí, específicamente en las provincias de Granada y Málaga, el movimiento
guerrillero, además de algunos elementos huidos, se basaba en una interesante
experiencia, distinta a la de las agrupaciones del Norte, a saber, en grupos de
armados, que, procedentes del Magreb francés, desembarcaron en la costa de
estas dos provincias. Después de y a haber llegado en diversas ocasiones
pequeños grupos o individuos aislados, desembarcó en noviembre de 1944 una
expedición de guerrilleros, encabezada por Ramón Vía, en la costa malagueña.
Sus componentes constituirían el fundamento del llamado 6.º Batallón, la primera
organización guerrillera en la provincia de Málaga. Después de la llegada de otra
expedición, se discontinuó estos envíos por motivos que ignoramos[14] .
Con la llegada de José Muñoz Lozano, Roberto, a finales de 1946, el
movimiento guerrillero en las dos provincias experimentó un considerable auge,
siendo ampliados sus efectivos con la creación del 7.º Batallón y luego, en 1948,
del 8.º Batallón. El conjunto de estos batallones, que a veces también recibieron la
denominación colectiva de Agrupación Guerrillera Granada-Málaga, o la
« Agrupación de Roberto» , contó en el momento de su may or desarrollo con
entre cien y ciento veinte guerrilleros y constituy ó, junto con la AGL, la
agrupación guerrillera cuantitativamente más importante [15] .
Con todo, en vista de la presencia de todas estas agrupaciones guerrilleras,
cuy o impacto en la sociedad, la vida diaria de la población rural de las zonas
afectadas y en la economía del país fue mucho may or que indicara su escaso
peso cuantitativo, cabe preguntarse, ¿cuál era la estrategia que el PC perseguía a
través de la lucha guerrillera? El proy ecto de la insurrección popular,
desencadenada desde fuera y /o dentro por la acción guerrillera, después del final
de la Segunda Guerra Mundial y a no tenía ninguna razón de ser. La posibilidad de
que una parte considerable del pueblo hubiera estado dispuesta a apoy ar el
derrocamiento del Régimen mediante manifestaciones, huelgas masivas y cierto
respaldo a los guerrilleros, empezó a desaparecer en aquel momento, cuando las
tropas estadounidenses pararon su avance por las tierras galas en el Pirineo,
disminuy ó aún más después del 8 de may o 1945, cuando la guerra terminó, sin
que el Régimen se tambaleara, y no dejó ni huella a raíz de la declaración
tripartita del 4 de abril 1946, donde los tres Aliados occidentales dejaron
constancia, de que no iban a intervenir activamente en los asuntos internos de
España, dejando toda posible alternativa en manos de las fuerzas monárquicas.
Si en diciembre de 1945 Dolores Ibárruri aún podía declarar: « El Partido
Comunista se ha esforzado por organizar la lucha armada y el levantamiento
nacional contra Franco y la Falange, considerando era éste el mejor
procedimiento para acabar con él y destruir sus raíces, pero nunca hemos
renunciado a otros medios de acción y lucha contra el franquismo si la unidad de
fuerzas antifranquistas lo hace posible y eficaz» , el hecho de que las otras
fuerzas antifranquistas se inclinaran —faute de mieux, como dirían los franceses
— a lo largo de 1946 cada vez más hacia la opción monárquica, puso a los
comunistas ante la disy untiva de o unirse a esta política y, al mismo tiempo,
abandonar la guerrilla, o perseguir un rumbo político autónomo, manteniendo su
apoy o a la lucha armada, o no[16] .
El partido se decidió por mantener el apoy o a la opción republicana, lo que —
aun descontando el creciente impacto de la « guerra fría» — forzosamente había
de conducirle a un nuevo aislamiento dentro del panorama antifranquista. Y,
aunque la citada elección política no lo hiciera inevitable, también siguió —sin
que constara que hubiera habido ningún debate al respecto— manteniendo la
lucha armada, aunque la posibilidad de que ésta pudiera desempeñar un papel
decisivo en el derrocamiento del Régimen había desaparecido definitivamente.

3. FACTORES QUE A PARTIR DE 1945 INFLUYERON NEGATIVAMENTE


EN EL DESARROLLO DE LA GUERRILLA

1. La normalización de la situación política en Francia, sobre todo en el


« Midi» , y el Magreb francés, después de que el Gobierno de Gaulle
hubiera consolidado su control sobre el país gracias a la ay uda de los
Aliados. Este proceso queda reflejado en el desarme del maquis
franco-español y una creciente limitación del poder de los resistentes
comunistas[17] . Ello obliga a partir de entonces a una actuación más
discreta de los resortes creados para el desarrollo de la guerrilla en
España. Al mismo tiempo contribuy e a una reciente merma de los
medios, tanto económicos como políticos, destinados a prestar un
apoy o eficaz y continuo al movimiento guerrillero en España. Una
de las consecuencias más destacadas de esta evolución es la
incapacidad de proveer a los guerrilleros en el interior, salvo en casos
muy excepcionales, con armas, munición, medios de comunicación
y dinero
2. El fracaso, a partir de verano de 1945, de los esfuerzos de la
dirección del PC residente en el exilio de mantener un enlace estable
con la dirección del interior del partido. Dado que ésta y la dirección
del movimiento guerrillero se hallaban en manos del mismo núcleo,
este hecho tiene también un impacto negativo, paralizador, en la
lucha guerrillera.
Esta incapacidad tiene sus causas principalmente en la inestabilidad
de la misma dirección central del partido en el interior. Ésta, a su vez,
se debía en primer lugar a los efectos cada vez may ores de la
represión ejercida por los correspondientes órganos del Régimen. La
inestabilidad del núcleo rector en el interior finalmente había de
desembocar en otoño de 1946, tras la caída de la dirección
Zoroa/Nuño Bao, en el abandono de todo intento de mantener tal
centro. A partir de aquella fecha el enlace entre la dirección en el
exilio y las direcciones regionales del partido y del movimiento
guerrillero en el interior será mantenido a través de emisarios que,
enviados desde Francia, pasan en el interior periodos de varios
meses, para luego regresar nuevamente al país vecino. Durante su
estancia en España los cuadros a veces se integran con carácter
provisional en los citados organismos de dirección.
3. Otro factor, que indudablemente ay udó a debilitar el partido y, por
tanto, también a los órganos de dirección de la guerrilla así como la
comunicación entre los dos, fue la redistribución del poder en el seno
del equipo rector del partido —la sustitución de Monzón y de algunos
de sus colaboradores por cuadros escogidos por Carrillo— y sus
repercusiones a los niveles inferiores. Aunque sus casos no forman,
estrictamente, parte de esta breve lucha por el poder entre Carillo y
Monzón, también es obligado mencionar en este contexto los
enormes esfuerzos que se malgastaron en castigar la supuesta
desobediencia de determinados dirigentes guerrilleros y del partido.
Constituy en los tres ejemplos más destacados de tal despilfarro de
tiempo y material los de Víctor García, Baldomero Ladreda y
Manuel Fernández Soto. García, que a principios de 1946 había sido
cesado como responsables del comité regional de Galicia y máximo
responsable de la guerrilla en las cuatro provincias gallegas, sirviendo
como justificación de esta medida la masiva caída que en la fecha
indicada se había producido en la organización gallega,
posteriormente siguió ejerciendo su cargo, lo que provocó que los
responsables en Francia le expulsaran del partido y le condenaran a
muerte. Para cumplir con esta orden, el nuevo responsable del
partido en la región, José Gómez Gay oso, tuvo que hacer enormes
esfuerzos primero para minar la fuerte influencia, que García a
pesar de todo seguía ejerciendo entre los militantes, sobre todo en las
provincias de Pontevedra y Orense, y luego para arrinconarle de tal
forma que, finalmente, en la primavera de 1948 se pudo efectuar su
liquidación. En el caso de Ladreda, el desencadenante del cisma es la
llegada de un nuevo equipo de cuadros, encabezado por Casto G.
Roza en marzo 1946 para liquidar la influencia de Ladreda. En lo
siguiente se gastan muchos esfuerzos en aislar los organismos de
dirección y a establecidos a los distintos niveles de la organización y
estos altercados políticos no dejan de minar también al rudimentario
movimiento guerrillero en la región. El problema fue saldado a los
pocos meses por la intervención de las fuerzas represivas, que
capturaron a todos los cuadros recién llegados —Roza murió a las
pocas horas en los interrogatorios de la Policía— además de muchos
de sus colaboradores del interior. Ladreda sufriría la misma suerte un
año más tarde, en septiembre de 1947, siendo posteriormente
condenado a muerte y ejecutado. En Galicia los errores cometidos
con Víctor García se repitieron unos años más tarde en la persona de
Manuel Fernández Soto, secretario general del comité regional y
máximo responsable del Ejército Guerrillero de Galicia, que, debido
a las intrigas de algunos de sus colaboradores más estrechos, también
tuvo que sufrir el anatema de la dirección del partido en el exilio; su
proy ectada liquidación a manos de sus compañeros fue anticipada
por la actuación de la Guardia Civil, que le mató en un encuentro en
junio de 1949.
4. Tanto durante el periodo de la actuación de un centro rector en el
interior como a lo largo de la fase posterior, cuando las instrucciones
de la dirección del partido llegan sin intermedios directamente al
interior, se registran fuertes variaciones en el tipo de relaciones que
la dirección mantiene con las diferentes organizaciones regionales
del PC y del movimiento guerrillero. Con las organizaciones del
partido y del movimiento guerrillero en las provincias valencianas
(« Levante» ) y en Asturias, por ejemplo, los dirigentes residentes en
Madrid y /o Francia (Toulouse-París) consiguen mantener un contacto
más o menos constante y procuran ay udarles de diferentes formas,
incluido el envío de refuerzos.
El ejemplo más destacado de este tipo de ay uda fue el envío desde
Francia de una partida de guerrilleros que, bajo la denominación de
Brigada Pasionaria, debía reforzar el movimiento armado en
Asturias. De los 40 a 42 hombres que en la noche del 25 de febrero
de 1946 cruzaron la frontera con Francia, sólo 7 llegaron
aproximadamente un mes más tarde a Asturias y Santander,
respectivamente, para reforzar el movimiento guerrillero; unos ocho
habían muerto, mientras que otros veintisiete cay eron
prisioneros[18] .
Sus homólogos en Galicia, por el contrario, subsisten durante largos
periodos en un aislamiento casi completo respecto a las instancias
superiores. Para ser concreto, desde que a principios de 1946 había
llegado a Galicia el nuevo equipo de dirección encabezado por
Gay oso, habían de pasar más de dos años, durante los cuales los
responsables regionales no tuvieron noticias ni de Madrid, ni de
Francia. Esta situación no cambiaría hasta mediados de 1948, cuando
algunos cuadros, procedentes de Francia, llegan al noroeste de la
Península y, al mismo tiempo, se produce un intento de mandar vía
Navarra armas y una emisora a Galicia. Fracasa porque coincide
con la caída de los máximos responsables del partido y del
movimiento guerrillero en la región. Un nuevo intento de mandar
armas no se produce hasta 1949. Por otra parte, las cantidades de
dinero que llegan en aquel año procedente del exilio son insuficientes,
de modo que los guerrilleros se ven obligados a reanudar los
llamados « golpes económicos» , que no dejan de desprestigiar a la
guerrilla y que son una constante causa de caídas de guerrilleros y
enlaces.
5. La falta de una perspectiva a nivel internacional y nacional provoca
tanto entre las personas que prestan su apoy o activo a los guerrilleros,
como entre éstos últimos, una creciente desmoralización. Dado que
los guerrilleros en general no permiten que, cediendo al cansancio
físico y psíquico, un enlace simplemente deje de colaborar con ellos,
porque temen que tal camino desemboque, sea por voluntad propia o
por la labor de las fuerzas represivas, en la colaboración con éstas
últimas no existe una vía fácil para terminar el compromiso con la
guerrilla. A veces un enlace puede escaparse del dilema,
abandonando el campo para una de las grandes urbes, pero este
camino se le ofrece sólo a una minoría. Para los otros sólo existe la
disy untiva de seguir en la lucha o ponerse bajo la protección de las
fuerzas represivas y colaborar con ellas. Para los guerrilleros, por
otra parte, ni siquiera existe la posibilidad de salir a la ciudad o al
extranjero, puesto que sus jefes consideran tal opción no menos una
deserción que la colaboración con la Guardia Civil.
Un medio para contrarrestar esta evolución es liquidar a los enlaces
y, sobre todo, a los guerrilleros sospechosos. Mas las liquidaciones de
los guerrilleros por sus propios compañeros también fueron un
instrumento para cohesionar políticamente a las agrupaciones
guerrilleras, es decir, para eliminar a los que, tildados de
« trotsquistas» o « prietistas» , se definía como enemigos ideológicos.
Ello, de paso, también demuestra que el pluripartidismo en la
guerrilla fue un mito: no se permitió, posiblemente salvo una
excepción entre los guerrilleros de Ciudad Real, al lado del PC las
actividades de otros partidos políticos u organizaciones sindicales en
el seno de las agrupaciones guerrilleras.
En la may oría de los casos de liquidaciones de guerrilleros que
conocemos estas medidas adolecían de una gran arbitrariedad a la
vez que daban a los responsables locales o regionales de la guerrilla
un poder ilimitado sobre la vida de los hombres a su mando. Además
tuvieron muchas veces el efecto contraproducente de impulsar a los
guerrilleros, ante el temor de que los comentarios críticos de sus
mandos sobre la conducta que hubieran observado en determinada
situación presagiaran el siniestro « tirito en la nuca» , de buscar su
salvación de tal hipotética suerte en la deserción. De ello existen
varios ejemplos en las agrupaciones guerrilleras de Galicia,
Andalucía oriental y la AGL. Más no todas las agrupaciones
aplicaban estas medidas con la misma intensidad. Mientras que en la
IV Agrupación (A Coruña) del Ejército Guerrillero de Galicia
contabilizamos sobre un total de aproximadamente 45 guerrilleros
unas 14 liquidaciones con las citadas características, no conocemos ni
un solo caso entre los guerrilleros de Asturias.
6. La falta de una clara estrategia para el movimiento armado
contribuía también a que no existieran ni siquiera objetivos tácticos
unificados, es decir, entre las distintas agrupaciones, al parecer, no
había ningún acuerdo común en cuanto a cuáles debían ser los
principales objetivos de sus acciones.
En Galicia, por ejemplo, saldar las cuentas pendientes del pasado, es
decir, castigar a los que hubieran participado en la represión
franquista de los años de la guerra y la posguerra inmediata o que la
hubieran apoy ado desde una posición influy ente, fue,
indudablemente, una prioridad a la hora de decidir una acción
guerrillera. Especial mención dentro de este capítulo merecen los
relativamente frecuentes asesinatos de sacerdotes acaecidos en
Galicia y el Bierzo entre el final de la guerra y 1950, que alcanzan, al
menos, el número de 28. En su inmensa may oría fueron perpetrados
por guerrilleros organizados en el marco de una de las dos
organizaciones existentes en la zona (Federación de Guerrillas de
Galicia-León, Ejército Guerrillero de Galicia). En Asturias, por el
contrario, no conocemos ningún caso de un sacerdote que hay a sido
asesinado por los guerrilleros asturianos entre la ocupación del
Principado en octubre de 1937 y el año 1950.
En cuanto al sabotaje económico, salvo algunos intentos de
descarrilamiento de trenes y algún que otro corte de cables
eléctricos, hemos encontrado sólo pocos ejemplos de este tipo de
acción en Galicia, mientras que en Santander y Asturias se han
registrado numerosos casos de actos de sabotaje en las líneas
telefónicas y de conducción eléctrica.
Los llamados « golpes económicos» , los secuestros de personas
adineradas y los llamados « controles» en las carreteras, por el
contrario, que eran comunes a todas las agrupaciones guerrilleras, no
constituían, a nuestra manera de ver, muestras de una táctica
unificada, y a que estas acciones habían sido impuestas por la
necesidad de hacerse con los medios necesarios para el sustento del
movimiento guerrillero y de sus componentes

4. LA LLAMADA «NUEVA ESTRATEGIA» DE OCTUBRE DE 1948

De acuerdo con diferentes fuentes procedentes del PC, en el transcurso de


una conversación sostenida en octubre de 1948 entre Stalin y varios dirigentes del
partido, el dirigente soviético aconsejó a sus camaradas españoles que
abandonaran la lucha armada para, en cambio, verter toda la fuerza del partido
en el trabajo en el seno de la organizaciones de masas del Régimen. Según estas
fuentes, el partido aceptó este consejo y en lo siguiente empezó a reducir el
número de los guerrilleros mediante medidas encaminadas a su evacuación a
Francia.
A pesar de que esta versión de los hechos hay a recibido el apoy o de no pocos
historiadores, consideramos que tal cambio de estrategia nunca llegó a cobrar
vigencia. La evacuación por orden del partido de 26 guerrilleros de la AGL en
abril de 1952, es decir, tres años y medio después de la citada conversación,
cuando no quedaban más que restos de la citada agrupación, o la evacuación en
1950 de un total de dos dirigentes guerrilleros, los únicos componentes del
Ejército Guerrillero de Galicia que con permiso del partido huy eron a Francia, a
nuestro modo de ver no constituy en muestras de una disolución organizada de la
guerrilla, sino no hacen más que expresar el grado de desgaste que ésta había
sufrido. Igualmente, el establecimiento de diversos comités regionales en el
monte —por ejemplo, los de Levante y de Galicia— que y a se efectuó
anteriormente a la citada conversación, no era el resultado de un cambio táctico
libremente decidido, sino que reflejaba la destrucción de las estructuras del PC
en los centros de población. Ya hemos enumerado en otra ocasión diversos
factores que, opinamos, demuestran que entre 1948 y 1951 el partido no se
movió activamente en favor de una fuerte reducción de las fuerzas guerrilleras,
sino, por el contrario, trató por diversos medios reforzarlas (envío de armas, de
dinero y de cuadros, propaganda en favor del encuadramiento en la guerrilla,
etc.), de modo que no vamos a repetirlos aquí[19] . Nos limitamos a añadir
solamente el dato, que a aquellos guerrilleros, que después de octubre de 1948,
envista del estado cada vez más lamentable de las agrupaciones guerrilleras,
decidieron por su propia cuenta abandonar la lucha y huir a Francia, los
responsables y la organización del PCE en aquel país dispensaron el trato de
desertores y, por tanto, no se preocuparon en lo más mínimo de su suerte [20] .
SEGUNDA PARTE

TERRITORIOS GUERRILLEROS
CAPÍTULO 5

GÉNESIS DEL CONFLICTO: LA REPRESIÓN DE LOS HUIDOS.


LA FEDERACIÓN GUERRILLERA DE LEÓN-GALICIA.

SECUNDINO SERRANO[0]

La genealogía de la resistencia armada en sus primeras fases está ligada a la


lucha por la vida, aunque posteriormente entrarían en escena factores
estrictamente políticos y también estrategias de partido. Los vencedores de la
guerra civil no solamente eliminaron de las expectativas personales de los
vencidos el modelo que representaba la República de abril, sino que además los
criminalizaron, incluso retroactivamente, por su vinculación a ese paradigma
político. La guerrilla antifranquista hunde, pues, sus raíces en la guerra civil y,
más concretamente, en la represión que efectuaron las fuerzas levantadas en
armas contra la legalidad republicana. Resulta imposible entender la resistencia
contra el franquismo sin evaluar la represión que impusieron los sublevados[1] .
En su conquista del país, los rebeldes se vieron obligados a pacificar la
retaguardia y, como no disponían las fuerzas necesarias para ello, utilizaron la
violencia como parte de la estrategia militar. La oleada de terror, que sacudió a
las provincias conforme triunfaba la sublevación, seguía esas pautas: impedir la
reacción de los vencidos, invitarlos a una rendición sin condiciones. En la
mentalidad de los jefes sublevados no cabía negociación alguna. Franco y a había
dejado claro su pensamiento a un periodista americano: « Nosotros luchamos por
España. Ellos luchan contra España. Estamos resueltos a seguir adelante a
cualquier precio[2] » . El corolario parecía evidente: no sólo era una guerra civil,
sino también un programa de exterminio. A los vencidos más destacados se les
negó la posibilidad de incorporarse al nuevo Estado y sus horizontes se reducían a
la muerte, el exilio o la cárcel. A los republicanos anónimos les esperaban, en el
mejor de los casos, la claudicación y el silencio. Millones de españoles
comenzaron a ser invisibles y de esa invisibilidad dependían en muchos casos sus
vidas.
La radiografía de la represión dibujaba pues un panorama desolador. Por todo
el país surgían victimarios dispuestos para liquidar impunemente a todo enemigo
ideológico, aunque de paso también se podían arreglar cuestiones domésticas,
cuentas pendientes con los vecinos o asuntos afectivos. Los consejos de guerra
sumarísimos adelgazaban sistemáticamente la nómina de la elite republicana, y
los paseos multiplicaban los cadáveres anónimos por caminos, descampados y en
las afueras de las poblaciones; unos 90 000 republicanos fueron ejecutados.
Prisiones, batallones disciplinarios y campos de concentración —en 1939 la
población carcelaria se aproximaba al medio millón de republicanos—
proliferaban por todo el país. Los centros penitenciarios participaban con dos
medios de liquidación adicionales: hacinamiento y hambre. Los suicidios se
incrementaron en un 30 por ciento. Laboralmente, a los considerados desafectos
les esperaba un futuro atravesado de dificultades. La miseria y el miedo
formaban parte del paisaje cotidiano de quienes no eran adictos al nuevo
régimen o tenían el pecado original de haber sido demócratas o de izquierdas[3] .

1. LOS HUIDOS DURANTE LA GUERRA CIVIL (1936-1939).

La atmósfera de inseguridad y temor producida por la represión de los


sublevados favoreció que, a partir del verano de 1936, numerosos republicanos
de los territorios ocupados por los rebeldes decidieran no entregarse e iniciaran
de manera espontánea un fenómeno típico de la guerra y primera posguerra: el
de los huidos, conocidos también como fugados, fuxidos, emboscados, escapados
o los del monte [4] . Entre quienes se ocultaron predominaban los republicanos
vinculados a organizaciones políticas y sindicales de izquierdas, pero también
había hombres y mujeres escasamente comprometidos aunque eran señalados
por sus convecinos porque habían votado al Frente Popular o simpatizado con su
programa. Aguardaban en montes y sierras el desenlace del conflicto: les
parecía apresurado y peligroso entregarse mientras la República todavía libraba
una guerra contra los sublevados.
Una parte de los huidos, ante el acoso sistemático de las fuerzas de orden o las
promesas de perdón, terminó entregándose. Un segundo grupo decidió
« enterrarse en vida» , en sus propias casas o cerca de pueblos de los que eran
naturales, iniciando la tipología de los llamados topos. El tercer núcleo consolidó
su posición en montes y sierras como la mejor forma para salvar la vida. A estos
primeros huidos —usaremos este término para designar a los grupos que se
localizaban en las montañas y que no consiguieron organizarse política y
militarmente durante la guerra y la primera posguerra— se fueron agregando
paisanos que ignoraban el reclutamiento franquista o que, una vez encuadrados
en las diferentes unidades, aprovechaban los permisos para desertar. Las
reiteradas y amplias listas de soldados no presentados a filas que publicaban los
boletines provinciales en esos tiempos confirman el creciente número de
prófugos. También alcanzaron el monte los evadidos de cárceles habilitadas en
todas las localidades de cierta importancia —de las que era fácil escapar hasta
los primeros años de posguerra— y los campos de concentración y batallones de
trabajadores. En algunas zonas, estos perseguidos políticos estaban acompañados
por marginados sociales e incluso por elementos cercanos a la delincuencia.
Meses después de producirse el golpe de Estado de julio y el inicio de la guerra,
se tuvieron noticias de los primeros grupos huidos en regiones como Galicia,
Extremadura y Andalucía, y en las provincias de Ciudad Real, Toledo, León,
Zamora, Asturias o Santander. Apoy ados por familiares, amigos, pastores o
carboneros, solamente se consolidaron en aquellos lugares donde convergían un
importante número de emboscados y una orografía adecuada para protegerse de
las fuerzas de represión[5] .
El Gobierno republicano no quiso o no pudo agrupar a toda esa fuerza de
reserva formidable en la retaguardia de los sublevados. No obstante, Juan Negrín
alumbró en septiembre de 1937 el XIV Cuerpo de Ejército Guerrillero. Después
de una campaña de reclutamiento, se impartió a los alistados un curso de
instrucción guerrillera de ocho semanas en las escuelas de Benimamet
(Valencia), Pin de Vallès (Barcelona) y Villanueva de Córdoba. Acorto plazo, los
objetivos del XIV Cuerpo de Ejército consistían en atacar las comunicaciones de
los rebeldes, dificultar su avituallamiento o realizar acciones especiales. A largo
plazo, se pensó para esta unidad guerrillera la posibilidad de organizar una guerra
de guerrillas contra los llamados « nacionales» en caso de derrota
Republicana [6] .
Aunque el XIV Cuerpo de Ejército Guerrillero efectuó misiones destacadas
—sobre todo en Andalucía, Extremadura, Aragón y la provincia de Toledo—, la
de may or repercusión se concretó en el batallón disciplinario de Fuerte Carchuna
(Granada), donde se concentraba un número importante de penados políticos
asturianos llegados en marzo de 1938. En la mañana del 23 de may o de ese año,
los guerrilleros atacaron la posición por mar y liberaron a 300 prisioneros,
conducidos posteriormente a la zona republicana. Pero el may or triunfo de esa
agrupación guerrillera, al margen de acciones puntuales, consistió en el control
de los huidos de Extremadura y Andalucía, quienes se mantuvieron vinculados al
Ejército de la República. El may or fracaso, que no conectó con los territorios en
donde el número de huidos era más importante: Galicia, Asturias, León y
Santander. La escasa visión política del poder republicano dejó sin objetivos a
esos hombres, curtidos en las luchas sindicales particularmente, y abocados a
actividades próximas al bandolerismo o a una resistencia sin objetivos políticos.
El apoy o más significativo para los huidos les vino dado, como vimos, por
parte de las familias y amigos, que nutrieron redes de solidaridad imprescindibles
para sobrevivir. Pero los escapados y sus familiares terminaron convirtiéndose en
el eslabón débil de la cadena represiva. Representantes del falangismo más tosco
y violento recorrían los pueblos y ciudades a la captura de republicanos que se
habían echado al monte, a los que se eliminaba al margen de toda legalidad,
incluida la franquista. Lo mismo ocurría con sus familias, acosadas mediante
malos tratos, visitas periódicas a los cuarteles de la Guardia Civil y multas
reiteradas y onerosas en un tiempo de miseria. Posteriormente, se desterró a los
familiares a otras provincias, con las secuelas materiales y afectivas
correspondientes.
En una coy untura especialmente represiva, los huidos respondieron con la
violencia, produciéndose una dialéctica de represión-contrarrepresión que
continuará hasta que surjan las primeras organizaciones armadas. Acosados por
espontáneos y la fuerza pública; abandonados por los partidos y el Gobierno
republicanos, esos hombres, más partidarios de la acción que teóricos,
combatieron sin objetivos políticos concretos, basando su lucha por la vida en
responder a la violencia con la violencia, en algunos casos indiscriminada. Una
especie de « ética del monte» diseñada a partir de un proceso puramente
darwinista. Las acciones de penalización y autodefensa se centrarán en las
cabezas visibles del nuevo poder: autoridades, falangistas, confidentes, curas.
« Realizan un trabajo de liquidación de los elementos más destacados del
fascismo por todas las comarcas de Galicia y León» , escribió en su Informe
Ramiro Losada, exmiliciano y huido en las montañas gallegas. La violencia y el
escarmiento como medios de supervivencia [7] .
Al margen de los huidos, destacó especialmente el comportamiento de los
topos, unos hombres que eligieron la invisibilidad, en el sentido duro del término,
como método para eludir la cacería de los sublevados. Llamamos topos a los
hombres ocultos, enterrados en vida, durante varios años después de concluida la
contienda. Resulta comprometido exponer las características de los topos,
difíciles de uniformar, y el último de los cuales se entregó en 1976, muerto y a el
dictador. Se impone prescindir de esquemas convencionales —incluso de
consideraciones políticas en algunos casos—, pues conforman relatos
básicamente individuales. Exhibían, no obstante, algunas notas comunes: no
estaban acusados por las autoridades de los llamados « delitos de sangre» ; no
ejercieron puestos de responsabilidad durante la República, aunque entre los
topos se encontraban algunos alcaldes; su militancia —en el supuesto de tenerla:
no era lo habitual— se produjo en partidos republicanos moderados y, además,
solían pertenecer al medio rural, al campesinado, y no eran proclives a asumir
posiciones radicales, de enfrentamiento. Despreciados por huidos y guerrilleros
por su actitud pasiva frente al régimen, intentaron desmarcarse de los resistentes,
que los comprometían por su confrontación directa con el régimen[8] .

2. LOS HUIDOS EN LA POSGUERRA (1939-1944).

El final de la guerra no significó el comienzo de la paz para todos los


españoles y restañar las heridas no formaba parte del programa de los
vencedores. Franco y a había descartado cualquier tipo de amnistía. El 13 de
febrero de 1939 se promulgó la Ley de Responsabilidades Políticas, un texto
cuy os efectos retroactivos alcanzaban hasta el año de 1934. Para todos aquéllos
que fueran acusados de haberse opuesto al Movimiento o intervenido en acciones
subversivas desde la revolución en Asturias —también fueron represaliados los
militares que apoy aron en 1930 la sublevación de Jaca—, la nueva legislación
resultaba implacable. Pero solamente era el comienzo de un aluvión normativo
que afectó a todos los sectores profesionales. Una ley de 15 de febrero de 1939
promovió la depuración de los funcionarios públicos. El 1 de may o de 1940 se
hizo pública la Ley para la Represión de la Masonería y el Comunismo, que tenía
por objetivo combatir dos de las obsesiones particulares de Franco y a las que
responsabilizaba de los males de España.
La Ley de Seguridad del Estado del 29 de marzo de 1941 compilaba las ley es
represivas anteriores y completaba el círculo de penalizaciones. La tarea
legislativo-represiva se alimentó todavía con la Ley del 2 de marzo de 1943 de
Jefatura del Estado sobre Rebelión Militar. El 8 de marzo de 1941 se había creado
la Policía Armada para sustituir al republicano cuerpo de Guardias de Asalto y,
después de algunas dudas iníciales, Franco mantuvo la Guardia Civil. Las ley es
represivas y los cuerpos encargados de ejecutarlas estaban pues en situación
óptima para completar la eliminación de los restos del republicanismo. A partir
de 1939, la palabra maldita que se extendió por la España de los vencidos era
depuración. Todos los españoles estaban obligados a acreditar, conforme a los
códigos de los vencedores, que su pasado no les impedía vivir en la nueva
España. Escribe Sabín: « Con este bagaje de despropósitos jurídicos va a
comenzar la tarea depuradora en la cual medio país se va a dedicar a juzgar al
otro medio. Como se trata de depurar, y no de juzgar, los requisitos legales de
idoneidad de juzgadores van a ser nulos y primará, como es habitual en el
“nuevo orden”, la pertenencia al ámbito militar y al partido único sobre los
conocimientos jurídicos» . En definitiva, es la aplicación de la justicia de los
vencedores a los vencidos[9] . Y aunque fueron muchos los colectivos que
padecieron esa legislación de la venganza, tal vez las mujeres, los maestros y las
clases trabajadoras puedan servir de paradigma de la represión durante la
posguerra.
Como resultado de una victoria sin reconciliación, los huidos continuaron
después de la guerra refugiados en las sierras y montes de Extremadura,
Andalucía, Galicia, Toledo, Ávila, Ciudad Real, León, Asturias, Santander y
Zamora. Pero existía un matiz esencial con respecto a los huidos del periodo
bélico: y a no podían contar con el apoy o del Gobierno y Ejército republicanos.
Los del monte se encontraron entonces en el peor escenario posible: aislados y a
merced de las fuerzas represivas. En el mejor de los casos, en una situación
propicia para que un grupo de proscritos políticos derivara hacia la delincuencia
de origen social; al bandolerismo de origen social, analizado por el eminente
historiador británico Eric Hobsbawm [10] . Pero quienes se echaron al monte a
partir de 1939 poseían, por lo general, un may or grado de politización. Eran
militantes izquierdistas que huían de los campos de concentración, de cárceles
habilitadas en cabeceras de comarca, de batallones disciplinarios, así como de las
brigadas de trabajo. Al igual que enlaces o expresos políticos sometidos al acoso
de los guardias civiles y falangistas.
La Segunda Guerra Mundial también incidió en el devenir de los hombres del
monte. El conflicto armado favoreció la supervivencia de los huidos, sobre todo
cuando las victorias soviéticas invirtieron el signo de la contienda. Los efectos en
la España de los primeros resistentes pueden juzgarse de notables. La guerra hizo
renacer las esperanzas de los emboscados, y un ejemplo lo constituy ó, como
veremos más tarde, la creación de la Federación de Guerrillas de León-Galicia,
el primer organismo estrictamente guerrillero de la posguerra. A partir de 1942
se produjo un repunte en el número de huidos en sintonía con lo que pasaba en los
campos de batalla europeos, especialmente en la URSS. No conviene olvidar que,
pese a que el llamado goteo de guerrilleros se produjo a partir del fracaso de las
invasiones de Arán en octubre de 1944, pequeños grupos de resistentes habían
penetrado desde 1942 en España; en algunos casos de manera espontánea.
Pero estos grupos de huidos, con may or o menor grado de preparación, no
vertebraron organizaciones que pudieran catalogarse de políticas o militares.
Tampoco fueron capaces de puntualizar sus objetivos. La única estrategia
reconocible pasaba por la autodefensa mientras aguardaban el resultado del
conflicto europeo. Una actitud que resulta comprensible si evaluamos los
recursos. No contaban con auxilios exteriores y en el interior disponían solamente
del auxilio de familiares, amigos y un menguado número de personas vinculadas
a ideologías de izquierda. Viudas, huérfanos y ancianos cuy os maridos, padres o
hijos habían sido víctimas del franquismo, también manifestaron su apoy o a los
del monte. Las redes de solidaridad, basadas en lazos familiares, ideológicos y de
vecindad, se instituy eron como factor medular para la supervivencia de los
huidos que merodeaban por comarcas y pueblos de los que eran nativos. A esas
redes, que con el tiempo abastecieron un importante entramado de apoy o, el
Régimen franquista las trataba aún con una cierta templanza: la ominosa « ley de
fugas» se aplicará de manera sistemática a partir de 1947.
Desvinculados de los partidos, los guerrilleros vivían de lo que les
proporcionaban sus enlaces y, sobre todo, de los golpes económicos y secuestros
efectuados contra personas afines a la dictadura. Actividades que buscaban un
doble objetivo: procurarse los recursos necesarios para sobrevivir y represaliar
de paso a los franquistas. Generalmente, sólo recurrían a estos métodos en caso
de necesidad, y a que entrañaban riesgos personales y políticos. En primer lugar,
porque ponían en peligro la vida de los hombres y, en segundo término, porque
esas acciones, si no eran seleccionadas cuidadosamente, enajenaban el apoy o de
la población. Conforme a la geografía, idiosincrasia y la situación económica y
social de las diferentes zonas de huidos, se privilegiaba uno u otro sistema de
recaudación. En La Mancha, Andalucía y Extremadura se practicó con cierta
asiduidad el secuestro de personas vinculadas a la dictadura y que disponían de
medios económicos. Los asaltos resultaban más sencillos en las provincias
extremeñas y andaluzas, por cuanto dehesas y cortijos participaban de un
poblamiento disperso, mientras que en las provincias del norte las aldeas, aunque
remotas en ocasiones, contaban con may or vigilancia. A los huidos de Galicia,
León, Asturias y Santander, territorios con una densa red de pueblos y aldeas, les
resultaba más fácil apoy arse en familiares, amigos y simpatizantes. Aunque
tampoco renunciaron a secuestros y golpes económicos[11] .
A pesar de encontrarnos todavía en un fase de huidos, también llevaron a
cabo acciones de tipo insurgente, como sabotajes y la detención y asalto a
vehículos de línea, operaciones que irritaban especialmente a las autoridades por
sus efectos entre la población. Los episodios más próximos a la actividad
propiamente guerrillera consistieron en la ocupación de pueblos: además de
explicar a sus habitantes por qué estaban en el monte y la naturaleza de la lucha,
requisaban alimentos, dinero y armas, amén de castigar a las fuerzas vivas. Pero
el problema logístico de may or relevancia para los emboscados más politizados
radicaba en el hecho de que se había interrumpido la comunicación con las
formaciones políticas y sindicales del exilio, ajenas a lo que ocurría en los
montes de España. Únicamente el PCE trató de contactar con los resistentes de
Galicia y León, en fase de constituir una organización guerrillera, y con otros
grupos del resto de España. En Andalucía, los servicios de inteligencia
americanos entraron en contacto con grupos de exiliados españoles en el norte de
África y a cambio de información sobre lo que sucedía en el interior de España,
les suministraban armas y embarcaciones para alcanzar las costas españolas.
Algunos de estos informantes enlazaron con los emboscados de las sierras
malagueñas[12] .
La persecución de los huidos, como durante la contienda, se encomendó
durante la primera posguerra a fuerzas mixtas integradas por soldados, guardias
civiles y falangistas. La actitud de estos destacamentos se inscribió en la línea de
un comportamiento propio de un Ejército de ocupación. Pero, a partir de 1941,
estas fuerzas mixtas empezaron a ser reemplazadas por unidades especiales de la
Guardia Civil, las llamadas Compañías Móviles, acantonadas en las poblaciones
importantes por donde actuaban los huidos, que se convirtieron después en
Sectores Móviles y que dependían de los Juzgados Militares Especiales para la
Persecución de Huidos. Una orden de 26 de agosto de 1941, firmada por el
general Emilio Álvarez-Arenas, director de la Guardia Civil, y relativa a la
persecución de huidos, revela la importancia que para el Régimen tenían los
resistentes: « El actual estado de cosas ha de desaparecer en un corto plazo, por lo
que no hemos de reparar en los medios para conseguirlo por enérgicos y duros
que ellos sean. A los enemigos en el campo hay que hacerles la guerra sin cuartel
hasta lograr su exterminio y, como la actuación de ellos es facilitada por sus
cómplices, encubridores y confidentes, con ellos hay que seguir idéntico sistema
con las modificaciones que las circunstancias impongan[13] » . Los guardias
civiles de estas unidades especiales tenían el aliciente añadido de que había
recompensas para quienes causaran bajas entre los emboscados.
La actitud de los aparatos coactivos del Estado se adaptaba al contexto en el
que se movían. Los miembros de las fuerzas de orden desperdigados por
destacamentos y cuarteles estaban sometidos a vigilancia y amenazados
directamente por los huidos, con los que tenían que convivir, y en esos casos la
acometividad se reducía al mínimo, y a que también para ellos era una cuestión
de supervivencia. Pero los cuerpos especiales no tenían esos problemas.
Instalados en núcleos de población importantes, realizaban operaciones de
descubierto en las zonas de huidos durante varios días, viviendo sobre el terreno y
en algunos casos haciendo una vida semejante a la guerrilla. En 1942 apareció en
la provincia de León, y en el resto del país, una modalidad contrainsurgente, las
contrapartidas, cuy a denominación oficial era el de Grupo de Fuerzas del
Servicio Especial de la Guardia Civil (GFSEGC). Sobre las contrapartidas existe
una literatura doble e irreconciliable, pero incluso el Régimen franquista se vio en
ocasiones obligado a detener, e incluso a ejecutar, a algunos miembros de estos
grupos « por exceso de celo» . En realidad, el modus operandi de las
contrapartidas siempre fue idéntico y lo que cambiaba era la naturaleza de sus
integrantes. En un principio, las componían guardias civiles y falangistas, con
predominio de elementos civiles, vestían al modo guerrillero y llevaban una vida
parecida a los hombres del monte, presentándose en los pueblos en los que sabían
del apoy o a los guerrilleros con el fin de desarticular las redes de enlaces y
liquidar a los propios guerrilleros, que los confundían con compañeros suy os. A
partir de 1945, cuando se generalizaron, las contrapartidas estaban formadas por
civiles —de hecho, eran conocidas también como Unidades Civiles—, sobre todo
falangistas y somatenistas pero también exguerrilleros e incluso delincuentes
comunes. Un miembro de la Benemérita, que dirigía el grupo, era el único
acompañante oficial. En algunas provincias, las contrapartidas no tuvieron éxito
porque la may or parte de los huidos se conocían y eran conocidos por los
enlaces. No sucedió lo mismo en otras zonas del país, en las que llegaron a ser
mortíferas para la resistencia armada, sobre todo aquéllas que recibieron el
refuerzo de los maquis procedentes de Francia [14] .
A finales de este periodo inicial o de los huidos se produjo un punto de
inflexión que estaba relacionado con lo que sucedía en los campos de batalla: la
derrota nazi era un hecho en 1944 y todo el mundo pensaba que influiría en
España. Incluso algunos de los más significados represores de primera hora
empezaban a enviar mensajes de tregua al monte. La redefinición afectó
asimismo a las fuerzas de represión y, a partir de entonces, funcionó en la
práctica un pacto de no agresión en algunas zonas de huidos que, aunque no
escrito, se respetaba cuando se podía. Durante 1944 todo el mundo era consciente
de estar viviendo una especie de paréntesis, más allá del cual se desconocía el
rumbo que podían tomar los acontecimientos con respecto a España.
Aprovechando ese contexto favorable —derrota nazi, diez mil republicanos
en armas al otro lado de la frontera, animadversión de los vencedores hacia los
aliados de Hitler…—, el Partido Comunista planificó las llamadas invasiones
pirenaicas, cuy as operaciones centrales se desarrollaron entre el 19 y el 28 de
octubre, y en las que participaron entre 3000 y 4000 hombres. El fracaso coronó
una expedición que, aunque entonces podía tener sentido, retrospectivamente
parece un desatino tutelado por gerifaltes ajenos a la realidad española. Aunque
el grueso de los republicanos pudo repasar la frontera francesa de manera
ordenada, la operación dejó 129 muertos, 241 heridos y 218 prisioneros;
doscientos muertos y ochocientos detenidos contabilizando las operaciones en los
diferentes pasos pirenaicos. Apenas dos centenares de guerrilleros no regresaron
a Francia, eludieron las persecuciones de las fuerzas franquistas y se reunieron
con los grupos de huidos desperdigados por los montes de España. Un formidable
apoy o para los núcleos de resistentes y también para activar las guerrillas en
regiones hasta entonces al margen.

3. EL PARTIDO COMUNISTA ESPAÑOL Y LA VÍA ARMADA


El grueso de los huidos se transformó en guerrilleros —con todas las cautelas
semánticas que queramos— gracias a la decisión comunista de implicarse en la
vía armada.
Mientras partidos y sindicatos del exilio se habían abonado a la esperanza de
que las potencias vencedoras de Hitler acabaran con el Régimen franquista, los
comunistas manejaron desde el principio varias alternativas pero quizás la línea
más coherente durante esos años se concretó en la lucha armada. Primero con
las invasiones pirenaicas y luego con la táctica del goteo —llamada también
política de pasos—, la opción armada estuvo presente en las diferentes estrategias
del PCE desde 1944 hasta finales de la década. Pese al fracaso de Arán, existía el
convencimiento de que el final de Franco se acercaba y la resistencia armada
podía ser un factor decisivo para coady uvar al rápido desmantelamiento de la
dictadura o para tener presencia en un reparto de poder después de la esperada
intervención extranjera.
El objetivo de los teóricos comunistas pasaba por combinar la resistencia
armada y los movimientos de masas, con la pretensión de que el movimiento
guerrillero se convirtiera en la mecha de la insurrección popular. Aprovechando
que en varias regiones y a existían grupos de huidos, partidas de maquisards —que
habían combatido en Francia contra los nazis— se infiltraron desde el verano de
1944 en territorio español a través de Francia. También se produjeron
desembarcos en las costas andaluzas con el mismo objetivo. Los chantiers de
José Antonio Valledor, en el Midi francés, nutrían el grueso de los grupos de
maquis, integrados por comisarios políticos y expertos en la guerra de guerrillas,
capacitados en la Escuela Guerrillera de Toulouse. Además de organizar los
territorios de huidos, también se crearon agrupaciones guerrilleras en áreas sin
apenas emboscados, y el ejemplo más relevante se manifestó en el maquis
levantino[15] .
El Pleno del CC del PCE de 1945 ratificó la vía armada. « Una ola de huelgas,
manifestaciones y acciones guerrilleras, combinadas con sublevaciones
militares, debe inundar todo el país de punta a cabo» , proclamó Pasionaria.
Víctimas de una información sesgada y de un voluntarismo impropio de teóricos
que se reclamaban marxistas, los dirigentes del partido comunista no repararon
que en el interior del país no existían organizaciones políticas o civiles capaces de
conciliar los hombres de armas y el pueblo. También parecían desconocer que la
brutal represión había provocado la interiorización del miedo por parte de los
republicanos. Incluso ignoraban en sus análisis que la dictadura estaba ampliando
su base social. O se dieron cuenta y continuaron porque, pese a los costes
humanos, la guerrilla era el único instrumento capaz de quebrar la pasividad y de
acceder a una cuota de poder en un hipotético cambio de régimen. Pero en el
haber del partido comunista está el hecho indudable de que permitió a los huidos
convertirse en guerrilleros. Arropados por un partido, con objetivos políticos,
devolvió la dignidad a unos hombres acosados y al borde del bandolerismo. Y lo
hizo organizando a republicanos de todas las ideologías, uno de los pocos
ejemplos de unidad en la oposición antifranquista.
Las organizaciones más representativas del exilio —socialistas, anarquistas y
republicanos— no secundaron la vía armada. Además de estar en desacuerdo
con la táctica insurreccional, libertarios y socialistas sospechaban de las
tentaciones hegemónicas del PCE. Algo que resultaba evidente. Para los
dirigentes republicanos, la guerrilla superaba su capacidad de comprensión.
Incluso remitieron una carta a la embajada americana para dejar claro que no
compartían los métodos del PCE. Lo mismo ocurría con los socialistas de
Indalecio Prieto, convertido al parlamentarismo a ultranza después de la
experiencia revolucionaria de octubre de 1934. El Pleno socialista de septiembre
de 1945 « desautorizó la organización de “revueltas e incidentes” que pudieran
legitimar en el plano internacional la existencia de un gobierno de facto en
España» . Los anarquistas también estaban en contra la resistencia armada, y los
guerrilleros libertarios que operaron en Cataluña desde los cuarenta a los sesenta
lo hicieron con el recelo o contra la organización confederal. Lo mismo puede
decirse de los numerosos libertarios que combatieron en las guerrillas
hegemonizadas por el PCE[16] .
Pese a todo, el PCE siguió adelante con su proy ecto, que permitió un salto
cualitativo; es decir, que los huidos se transformaran en guerrilleros. La
resistencia armada comunista tenía como base organizativa las llamadas
agrupaciones guerrilleras, nueve según el teniente coronel Limia, estudioso que
también combatió la insurgencia; una tesis que continuaron otros autores. Pero
esa división resulta puramente descriptiva e incluso retórica, y deviene habitual
que en el tema de la guerrilla se recurra a nombres rimbombantes, vacíos de
contenido. La realidad era más prosaica, y el propio partido comunista, que
patrocinaba la resistencia, limitaba a seis las agrupaciones guerrilleras: Galicia-
León, Asturias-Santander, Zona Centro, Extremadura, Andalucía y Levante-
Aragón. Tampoco esa división entrañaba may or objetividad, y era más fruto de
una expresión geográfica que de la realidad organizativa. No parece muy
riguroso hablar de Agrupación de Asturias-Santander cuando nunca existió una
organización guerrillera que coordinara la resistencia entre esas provincias. La
Agrupación Guerrillera de Levante (AGL) se extendió por la región aragonesa y
empezó a ser conocida en algunos documentos como Agrupación Guerrillera de
Levante y Aragón (AGLA), pero simultáneamente funcionó una Agrupación
Guerrillera del Alto Aragón (AGAA) que no citan ni los « historiadores»
policiales ni los vinculados al PCE.
Más allá de los papeles no existió un mando guerrillero operativo y único para
todo el territorio nacional, y cada agrupación, incluso cada partida, hizo lo que
pudo y cómo pudo. Los organigramas que recogen los documentos eran fuegos
de artificio. El 15 de noviembre de 1944 Jesús Bay ón, encargado de organizar las
guerrillas en Extremadura, escribía a José Isasa, responsable del Ejército
Guerrillero de la Zona Centro: « Hemos organizado la Agrupación, pero esto sólo
desde un punto de vista formal; prácticamente costará mucho ponerla en marcha
y, sobre todo, pensar en acciones ofensivas […]. Son escépticos, creen que no se
puede hacer mucho más de lo que y a han hecho, no tienen confianza en la
eficacia de la organización y militarización, consecuencia de su bajo nivel
político, puesto que son hombres de los pueblos limítrofes, muchos no pertenecen
a ningún partido político y los demás ingresaron durante la guerra… Nuestra
primera tarea estriba en ganarnos la confianza, tarea muy difícil dado su estado
de desconfianza frente a todo[17] » . Todo ello producía una imagen cercana al
« feudalismo armado» . Pero las dificultades no arredraron a los guerrilleros que
empezaban su periplo contra el franquismo ni, sobre todo, al partido comunista.

4. LA FEDERACIÓN DE GUERRILLAS DE LEÓN-GALICIA

Los primeros grupos de huidos leoneses estaban formados por simpatizantes


republicanos que no consiguieron enlazar con el Ejército Popular del Norte.
Amenazadas sus vidas por tray ectorias políticas de izquierdas —o simplemente
democráticas—, decidieron esconderse en sus casas o en los montes próximos. A
esos primeros grupos pronto se les unieron desertores del Ejército rebelde e
incluso marginados sociales. En León no tuvo incidencia el intento del Gobierno
republicano de organizar unidades guerrilleras en las zonas dominadas por los
sublevados durante el conflicto, como fueron el Servicio de Información Especial
Periférico y, posteriormente, el citado XIV Cuerpo de Ejército Guerrillero. Pero
a partir de octubre de 1937, cuando cay ó el frente Norte, los grupos de huidos
incrementaron su número de manera exponencial. Numerosos milicianos
leoneses, al no poder huir al extranjero o incorporarse a los frentes republicanos,
decidieron regresar a sus lugares de origen, acosados por las Columnas de
Operaciones —patrullas mixtas de guardias civiles, soldados y falangistas—, que
los sublevados situaron en los pasos obligados. Los que pese a todo lograron
alcanzar sus aldeas se encontraron con la trágica evidencia de una durísima
represión. Ante el panorama existente, una serie de excombatientes republicanos,
convencidos de que les esperaba la muerte, optaron por no entregarse y se
refugiaron también en los montes. Se unían a los emboscados del verano de
1936[18] .

4.1. FASES DE LA GUERRILLA LEONESA.


En el devenir del maquis leonés se perfilan tres fases, cuy as peculiaridades
vamos a exponer a continuación:

4.1.1. PRIMERA FASE (1936-1941).

Está caracterizada por diversos grupos de huidos, sin apenas conexión entre
ellos, que por lo general operaban en las zonas de las que eran naturales.
Ideológicamente, representaban a todo el arco político del periodo
republicano, pero predominábanlos hombres sin militancia específica e incluso
algunos podían considerarse delincuentes sociales que se aprovechaban de una
coy untura propicia para lograr sus metas particulares. En el occidente leonés, los
colectivos de huidos empezaron a concentrarse en los límites provinciales de
León y Orense.
Esta primera fase iba a estar dominada por la violencia y los constantes
reagrupamientos. A la represión indiscriminada de la fuerza pública o grupos
parapoliciales respondieron los huidos con el mismo método, generándose una
situación de violencia. Un contexto dominado por el terror cotidiano favorecía y
activaba las reacciones extremas por parte de los emboscados, acosados sin
descanso en una atmósfera de delación y muerte. Familias enteras —incluy endo
lógicamente a las mujeres— tuvieron que echarse al monte. Los familiares,
enlaces a la fuerza en los primeros tiempos, representan un factor fundamental
en el entorno guerrillero: fueron acosados, torturados, desterrados, asesinados en
algunos casos; y siempre utilizados como rehenes contra sus hijos o padres que se
mantenían emboscados.
Las caídas de los hombres del monte eran continuas, pero llevaban a cabo
represalias de notable envergadura, como la matanza de ocho vecinos en Lago
de Carucedo y tres pedáneos y un familiar en el Ay untamiento de Balboa.
También sobresalió en esta fase de violencia la eliminación de varios curas de la
diócesis de Astorga. La jerarquía eclesiástica se significó, desde el principio de la
contienda, como uno de los apoy os más sólidos de los rebeldes. Como cabezas
visibles del nuevo poder —junto con alcaldes y falangistas—, los sacerdotes
fueron objetivo prioritario de los huidos, pero esa tendencia no fue homogénea y
una parte del clero pactó con los hombres del monte. Aunque defensiva o incluso
en algunos casos desencadenada por cuestiones personales, sin apenas contenido
político, lo cierto es que esta violencia tuvo una consecuencia inmediata:
disminuy eron los abusos contra los vencidos o familiares de los hombres del
monte.
A partir de 1940, la may oría de los huidos del oeste leonés se refugió en los
montes de Casay o, en la sierra del Eje, en los límites entre Galicia y León, por lo
que la zona se convirtió en el epicentro de una resistencia embrionaria. Aunque
Casay o adquiría importancia por momentos desde el punto de vista cuantitativo,
no se tradujo en un salto cualitativo, y a que la sierra del Eje y montes
circundantes sólo eran un refugio más o menos seguro. Pese a la militancia
política de la may or parte de los integrantes de los diferentes grupos, no
consiguieron vertebrar una mínima estructura política o militar. El espontaneísmo
era la nota dominante, y la acción sustituía cualquier intento teórico, así como
toda estrategia frente al Régimen franquista.
La noticia más importante para la futura resistencia leonesa se produjo entre
el verano y la primavera de 1940, cuando un grupo de asturianos pasaron por la
zona camino de Portugal. Fracasado su intento de escapar a América por el país
vecino, decidieron establecerse en León, donde la represión, pese a todo, no era
tan sistemática y devastadora como en las comarcas mineras asturianas. Los
recién llegados atesoraban unas biografías combativas, eran militantes
concienciados y en algunos casos exhibían una alta preparación política. Entre
ellos destacaba Marcelino Fernández Villanueva, Gafas, socialista, el hombre
fuerte de la resistencia en la provincia de León hasta que en 1948 consiguió salir
al extranjero.
En 1941, final de este periodo, morían los dos huidos más representativos de
esa primera época, César Terrón y David Fuentes, Velasco, jefes de las dos
partidas más numerosas[19] .

4.1.2. SEGUNDA FASE (1942-1946).

Significó el apogeo de la resistencia armada en la provincia de León, que


cronológicamente no se ajustaba con lo que sucedía en el resto del país. Las
conversaciones para organizarse se iniciaron en 1941 y, pese a la heterogeneidad
personal y política de los concentrados, se lograron los primeros avances. La
mejor preparación de los asturianos inclinó la balanza a favor de sus tesis y
provocó una serie de redefiniciones que culminarían con la creación de una
organización armada. La primera medida consistió en la elección de una
Dirección Ambulante, que tenía como objetivo coordinar la incipiente guerrilla y
establecer contacto con todos los huidos de las comarcas limítrofes. Conocedores
de los rudimentos guerrilleros, iniciaron los contactos para alimentar una red de
enlaces, integrada por aldeanos de confianza y que al mismo tiempo no
resultaran sospechosos a las autoridades franquistas.
El 24 de abril de 1942 se reunieron en los montes de Ferradillo, próximos a
Ponferrada, 24 resistentes que respaldaron la fundación de la primera
organización armada en la España de la posguerra, la Federación de Guerrillas
de León-Galicia, años antes de que el PCE pusiera en marcha las Agrupaciones.
La dirección se la repartían socialistas y cenetistas, con may or presencia de los
primeros. No obstante, los apartidarios eran el elemento dominante, y una de las
primeras medidas consistió en prohibir el proselitismo político en la guerrilla. De
todos modos, es preciso remarcar que en esta época la Federación estaba
orgánicamente al margen de los partidos y que además conseguiría reunir a la
may or parte de los huidos del poniente leonés. Por el contrario, en el nordeste
provincial los grupos de huidos —may oritariamente cenetistas— no lograron
vertebrar una organización armada, ni tampoco se integraron en la Federación.
La Federación impuso una estructura paramilitar y la correspondiente
jerarquización para hacer operativa la lucha armada —o, al menos, la
supervivencia con dignidad—, y por vez primera los objetivos eran nítidamente
políticos. Golpes económicos contra partidarios del Régimen, eliminación de
notorios represores, edición de El Guerrillero —el primer periódico de la
resistencia armada en España—, charlas políticas en las aldeas… Además, la
creación del Servicio de Información Republicano (SIR), conocido asimismo
como Milicias Pasivas o de Llano, representó otro salto cualitativo importante. En
primer lugar, porque liberaba a los familiares —enlaces habituales de la primera
fase— de la presión de la fuerza pública y, en segundo lugar, porque la red de
enlaces llegó a tener un funcionamiento ejemplar, lo que se tradujo en un
incremento exponencial de la seguridad de los resistentes. Pero el punto central
de la guerrilla, el objetivo de la misma se solventó de forma ambigua. Pese a esa
ambigüedad calculada se puede colegir que la Federación nunca tuvo como
objetivo teórico derrotar por sí misma al Régimen franquista. La estrategia
federacionista pasaba por una intervención aliada en España; hipótesis razonable
en aquellos momentos conforme se desarrollaban los acontecimientos en el
campo de batalla europeo. En 1942, el contexto exterior también comenzó a
influir sobre la marcha de la guerrilla leonesa, pues ante la hipótesis de una
derrota alemana y la subsiguiente intervención aliada en España, algunos
elementos franquistas de los primeros tiempos iniciaron una colaboración —
interesada, por supuesto— con los guerrilleros, que ampliaron también su apoy o
a segmentos sociales ajenos al medio republicano. Incluso maquis y guardias
civiles parecían evitar los enfrentamientos.
Todos los factores anteriores cristalizaron en la reorganización de la
Federación, que se estructuró a partir de 1944 en Agrupaciones provinciales. Ese
mismo año se creó la I.ª Agrupación —que englobaba el oeste leonés— y al año
siguiente, la Segunda y la Tercera, que correspondían a las zonas orientales de
Orense y Lugo. Las Agrupaciones dependían de un Estado May or, que tenía su
base en un pueblo cercano a Ponferrada. Pero también existían elementos de
perturbación: en 1943 había llegado a los montes galaico-leoneses José María
Urquiola, enviado por el PCE para organizar a los grupos de huidos del noroeste
de España. Urquiola anunció a los resistentes reunidos en Ferradillo que desde
1942 existía la Unión Nacional Española (UNE), que agrupaba a todas las
formaciones políticas y sindicales, en el exilio desde su creación en Montauban y
que operaba en el interior de España como la Junta Suprema de Unión Nacional
(JSUN). La información de Urquiola era una verdad a medias, pues en la UNE
solamente participaban tendencias minoritarias de socialistas, ugetistas y
cenetistas.
Con la Federación se produjo un cambio radical en las acciones armadas.
Aumentaron de forma exponencial los golpes económicos contra los adictos al
Régimen franquista, así como los sabotajes, conferencias políticas y asaltos a
vehículos públicos. La metodología había sufrido una inversión radical y las
directrices políticas de esas acciones eran evidentes. Las autoridades estaban
especialmente preocupadas por las nuevas formas: « Los atracos a vehículos
públicos son menos frecuentes, pero revisten may or gravedad por el efecto que
producen, alarmando e intranquilizando» , se puede leer en una circular interna
de la Comandancia de la Guardia Civil de León[20] .

4.1.3. TERCERA FASE (1947-1951).

A partir de la llegada de Urquiola a la zona, los problemas con los comunistas


se convirtieron en algo endémico. Las tensiones entre el PCE y la Federación
terminaron ocasionando la quiebra definitiva entre comunistas y no comunistas
de la propia Federación. Estos últimos habían comprendido que el PCE estaba
practicando a partir de 1945 un doble juego: por una parte, tenía afiliados en la
Federación y, por la otra, gestaba una nueva organización, el Ejército Guerrillero
de Galicia. Otra vez el entrismo como táctica de expansión organizativa. Cuando
conocieron que en Lugo había surgido una III Agrupación, dependiente del
Ejército, existiendo y a otra III Agrupación de la Federación, decidieron
escindirse de la UNE y organizarse en torno a la Alianza Nacional de las Fuerzas
Democráticas (ANFD), marcadamente anticomunista. No obstante, había en la
Federación guerrilleros comunistas partidarios de que ésta siguiera activa, y
promovieron para julio de 1946 un llamado Congreso de Reunificación en los
montes de Casay o. Descubiertos por las brigadillas especiales, en el tiroteo
posterior cay eron dos de los más destacados comunistas partidarios de la
Federación. Esas bajas provocaron que, pese a los contactos, el 18 de julio de
1946 los comunistas rompieran definitivamente con la Federación. La primera
consecuencia fue la desarticulación de la red de enlaces; las bajas se
multiplicaron, y también las delaciones.
La confirmación de que la intervención de las democracias occidentales en
España no tendría lugar aceleró el desmoronamiento de la Federación de
Guerrillas de León-Galicia y, a partir de esa constatación, entre el grueso de
guerrilleros federacionistas sólo hubo una consigna: escapar al extranjero. En
1947 comenzaron las huidas, en pequeños grupos o individualmente. En 1948 la
Federación y a era historia. El Gafas logró contactar con los dirigentes socialistas
del exilio francés, encabezados por Indalecio Prieto, quien preparó la salida por
el puerto de Luanco de una treintena guerrilleros. Las últimas investigaciones
confirman que lo hicieron con el visto bueno del Régimen franquista: les
respetaba la vida a cambio de pacificar una zona conflictiva como era Asturias.
Aunque la may or parte de los guerrilleros lograron su objetivo de huir al
extranjero, permanecieron en León pequeños grupos autónomos, que practicaban
una lucha por la supervivencia sin may ores objetivos, y también otros mínimos
grupos de resistentes que obedecían las consignas del PCE. Los comunistas que
prosiguieron la lucha armada se desplazaron del Bierzo a la Cabrera, donde
consiguieron un apoy o significativo de la población. Pero estamos hablando de
mera supervivencia, pues era una comarca aislada, sometida a una pobreza
extrema. Protegidos por los habitantes de los pueblos, bien por simpatía, bien por
miedo, lograron sobrevivir durante más de dos años. Pero en esa guerra cada vez
más desigual la eliminación de los últimos restos de la Federación y de los
grupúsculos comunistas y a sólo era una cuestión de tiempo.
El ciclo de la guerrilla leonesa se clausuró con la muerte del más conocido
resistente berciano, Manuel Girón Bazán, asesinado por un infiltrado en may o de
1951[21] .

5. EPÍLOGO

La resistencia leonesa tuvo unas características propias que implican una


ruptura con respecto a los tópicos más al uso en la historiografía sobre la
resistencia armada. Uno de esos tópicos se refiere a la hegemonía exclusiva de
los comunistas sobre todas las organizaciones armadas de posguerra, excepción
hecha de Cataluña, situación que no se reprodujo en el oeste leonés y el oriente
gallego.
Efectivamente, el partido comunista consiguió aglutinar y dirigir desde finales
de 1944 a la may or parte de los combatientes armados contra el franquismo pese
a la variada procedencia ideológica de los guerrilleros. Sin embargo, la
Federación de Guerrillas de León-Galicia, la primera organización guerrillera de
posguerra, como y a señalamos, no estuvo bajo control comunista, pues estaba
vertebrada como una organización plural y tampoco dependía de las directrices
de partido u organización alguna. Por lo general, el control de la misma estuvo en
manos de algunos militantes socialistas, que se apoy aron para su gobierno en
anarcosindicalistas y apartidarios, sobre todo cuando los comunistas surgieron en
Galicia como fuerza organizada e intentaron establecer un dominio sobre la
resistencia armada de la zona.
Pese a que en un principio —finales de 1943— los enviados comunistas
proy ectaron que la Federación sirviera como modelo a una organización
guerrillera a escala nacional, la creación desde finales de 1945 de organismos
guerrilleros exclusivamente comunistas por la misma zona ocasionó constantes
fricciones entre federacionistas y comunistas. Los desencuentros estratégicos
tenían causas profundas que impedían la unidad de acción. Los federacionistas
nunca pensaron que la guerrilla fuera capaz de derribar el Régimen franquista y
basaban sus esperanzas de cambio en la intervención aliada en España.
Consideraban que la guerrilla era la demostración del problema español y sus
actos tenían como objetivo distraer fuerzas represivas y llamar la atención sobre
la dictadura. Además de aumentar sus esperanzas de sobrevivir en un entorno tan
hostil como eran los años cuarenta en la resistencia armada. Por el contrario, los
comunistas eran partidarios de la extensión de la resistencia armada a todo el
Estado e intentaban la caída del franquismo con la combinación de acciones
guerrilleras y movimientos de masas. Pero ni el país estaba en una situación
prerrevolucionaria, ni el Régimen franquista se sustentaba exclusivamente en
terratenientes y oligarcas como sostenían los análisis de los ideólogos que vivían
en Francia o la URSS, y que desconocían la realidad del interior del país.
La guerra fría canceló los proy ectos de unos y otros. Laminó de paso los
sueños de libertad y democracia. Pero la Federación de Guerrillas de León-
Galicia merece un lugar destacado en la historia de la resistencia contra Franco.
CAPÍTULO 6

EL PERIODO DE LOS HUIDOS EN EL CENTRO DE ESPAÑA


( 1939-1944).

BENITO DÍAZ DÍAZ[0]

1. GÉNESIS DEL CONFLICTO: LA REPRESIÓN


FRANQUISTA CONTRA LOS VENCIDOS.

La victoria del general golpista Francisco Franco sobre el Ejército


republicano, depositario de la legalidad democrática ganada en las elecciones
libres del 16 de febrero de 1936, provocó desde finales de marzo de 1939 la
desmovilización de decenas de miles de soldados republicanos que, en su gran
may oría, regresaron a sus casas, en la ingenua creencia de que no habría
represalias contra ellos, como machaconamente se había repetido desde el bando
franquista, y que sólo serían juzgados aquéllos que estuviesen implicados en
delitos de sangre. Sin embargo, las autoridades del nuevo Régimen no estaban
dispuestas a favorecer la reconciliación nacional ni a permitir la más mínima
inserción de los vencidos en la sociedad. En realidad, esta situación no debería
haber representado ninguna sorpresa para nadie, pues en la génesis del
levantamiento armado contra la República estuvo la sistemática utilización de la
violencia. Prueba de ello es que el general Emilio Mola, auténtico cerebro del
golpe de Estado, en sus Instrucciones Reservadas número 1, enviadas el 25 de
may o de 1936 a los militares conspiradores, pedía que la represión fuese en
extremo violenta, para acabar con rapidez con los adversarios políticos,
eliminando a todos aquéllos que fuesen abierta o secretamente defensores del
Frente Popular. Siguiendo estas instrucciones, el 17 de julio, cuando todavía en la
Península la sublevación militar no pasaba de ser un lejano rumor, fueron
asesinadas en localidades del norte de África un total de 189 personas, por
mantenerse fieles al Gobierno de España.
Al poco tiempo de iniciado el conflicto bélico, el 28 de julio, el general
Francisco Franco le manifestó en Tánger al periodista norteamericano Jay Allen
que estaba dispuesto a acabar con la mitad de los españoles si ello era necesario
para pacificar el país[1] . Más adelante volvió a afirmar de manera rotunda que
el adversario político era el enemigo a aniquilar: « Con los enemigos de la verdad
no se trafica, se les destruy e [2] » . Y por si había dudas sobre lo que pensaba
hacer cuando derrotase a los defensores de la República, a finales de 1938 le
declaró a James Miller, vicepresidente de la agencia de prensa internacional
United Press, que una paz negociada era pura ilusión, porque « los delincuentes y
sus víctimas no pueden vivir juntos[3] » .
Declaraciones como éstas, en las que no se disimulaba nada el espíritu de
exterminio, fueron efectuadas con mucha frecuencia por la may oría de los
mandos militares franquistas a lo largo de la contienda civil. Así, el capitán
Gonzalo de Aguilera, conde de Alva de Yeltes, le dijo al periodista
norteamericano John T. Whitaker que había que « matar, matar y matar» a todos
los rojos, para extirpar el virus bolchevique y librar a España de « ratas y
piojos[4] » . Para este noble terrateniente había que eliminar a un tercio de la
población masculina, de esa forma se acabaría con el problema del paro obrero
y con el peligro que para las clases dominantes representaba el proletariado[5] .
Esta violencia puesta en marcha por los militares alzados en armas estuvo en
todo momento bien planificada y no fue la respuesta a una represión republicana
previa, pues también se dio con fuerza en aquellas provincias que desde el
principio quedaron en poder de los rebeldes, como fue el caso de Canarias,
Salamanca, Segovia o Zamora.
Para el historiador Paul Preston, la finalidad superior del Régimen franquista
era « la aniquilación de la izquierda para siempre» , por ello emprendió una
guerra de terror « en la que no solamente morirían numerosos soldados de las
tropas republicanas, sino que, además, a los civiles que no matara les dejaría
aterrorizados, de forma que no levantasen cabeza durante los treinta años
siguientes[6] » .
Cuando los derrotados soldados republicanos regresaban a sus casas, por regla
general, eran detenidos y recluidos en cárceles, la may oría de ellas instaladas en
locales improvisados: escuelas, antiguos conventos, dependencias municipales o
viejos almacenes. A muchos de los detenidos se les dispensaba un trato
humillante, con palizas periódicas a cargo de grupos de falangistas. A mediados
de 1939 eran cerca de 300 000 los reclusos políticos que se hacinaban en las
cárceles franquistas, de los que más de 40 000 serían fusilados. Era la aplicación
en toda su intensidad de la política del revanchismo, sustentada legalmente en la
Ley de Responsabilidades Políticas de 9 de febrero de 1939, aprobada antes
incluso de haber conseguido la victoria definitiva, y en la Ley de Represión de la
Masonería y el Comunismo de 1 de marzo de 1940, dándose la enorme paradoja
de que fueron juzgados los soldados republicanos por auxilio y apoy o a la
rebelión militar, cuando eran precisamente los integrantes del bando vencedor en
la guerra civil los que habían protagonizado un golpe de Estado contra el
Gobierno republicano. El propio Ramón Serrano Suñer, cuñado de Franco y uno
de los hombres más duros del nuevo Régimen, llamó a esta profunda distorsión
semántica « la justicia al revés[7] » . El Ejército sometió a su jurisdicción todo lo
concerniente al mundo civil, construy endo todo un complejo ordenamiento
jurídico con el que reprimir a los vencidos[8] .
No existió ni el perdón ni la reconciliación nacional que muchos republicanos
esperaban. Muy al contrario, como una manera más de control social, Franco
aludió continuamente a los horribles recuerdos de la guerra civil, alentando el
odio y la división entre las dos Españas.

2. LA FORMACIÓN DE LAS PRIMERAS PARTIDAS


DE HUIDOS EN TOLEDO.

El miedo a sufrir los efectos de la fuerte represión puesta en marcha por las
autoridades franquistas, así como a las represalias de los falangistas, llevó a
algunos militares republicanos a ocultarse en las sierras y zonas boscosas de las
comarcas toledanas de Los Montes de Toledo y de La Jara, que les sirvieron de
refugio, a la espera de que llegasen mejores tiempos y disminuy ese la represión,
para entonces entregarse.
Para detener a estos soldados republicanos, que las autoridades calificaron
desde el principio como « marxistas huidos[9] » , se distribuy eron varios
batallones militares por las sierras toledanas. Los soldados daban continuas
batidas y efectuaban descubiertas y emboscadas por las zonas montañosas, con
bastante éxito en los primeros meses de posguerra [10] .
A finales de marzo de 1939 se internó en los montes jareños Telesforo
Aguado Ronco, que mandaba la 47.ª Brigada Mixta republicana, con sede en San
Martín de Pusa, localidad en la que residía junto a su esposa y a su hija. Durante
meses, Telesforo Aguado estuvo bajando con frecuencia a este pueblo para ver a
su familia, hasta que un hermano de su mujer, de ideología falangista, le
sorprendió una noche y le asesinó[11] .
Otro ejemplo de estos primeros huidos fue el caso de Valeriano Gálvez Arce,
alcalde republicano de Marjaliza, que en lugar de entregarse decidió permanecer
escondido en la sierra de Medina, próxima a su pueblo, donde consiguió
sobrevivir hasta el mes de marzo de 1940[12] , cuando uno de sus más íntimos
colaboradores le mató para cobrar la recompensa ofrecida por las autoridades
franquistas de Los Yébenes, que le dieron un puesto de empleado municipal[13] .
Jesús Serrano Gómez, Guardita, un jornalero que estaba oculto en la finca El
Montecillo, en el término municipal de Orgaz, fue detenido en octubre de
1940[14] tras ser denunciado a la Guardia Civil por un confidente, y fusilado en
la cárcel de Ocaña varios años después[15] . También Ángel Nevado Príncipe
decidió permanecer oculto en los montes cercanos a Los Alares, pues estaba
acusado de haber colaborado en la muerte de 29 de vecinos de Alia (Cáceres),
asesinados en Puerto de San Vicente (Toledo) por la Columna Uribarri o
Fantasma, de la que había formado parte. Por la misma zona que Ángel Nevado
anduvo huido, Claudio Molina Sánchez[16] , de Anchuras de los Montes,
sobrevivía gracias a la ay uda que le prestaban algunos enlaces y a los hurtos que
realizaba en labranzas.
Por los pueblos jareños de Sevilleja, Gargantilla y Navalmoralejo se hizo
célebre un huido solitario, Julián Díaz Palomo, Malamuerte, natural de Campillo
de la Jara, que había logrado fugarse de la cárcel de Toledo[17] .
En los montes cercanos a Los Yébenes y a Navahermosa estuvo oculto el
Arricusqui, un vecino de Los Cortijos (Ciudad Real). Por esta misma zona
estuvieron escondidos cuatro hombres de Menasalbas: Domingo Mariblanca
García-Díaz, Mariblanca, Benigno Escobar Gutiérrez, Trascanta, Modesto
Sánchez Benítez, el Sargento, o el Aceitero, y Saturnino Gómez Muñoz,
Margallo[18] .
También estuvo escondido en la sierra Silvestre Gómez Sánchez, que había
sido elegido alcalde de Menasalbas en marzo de 1936. Al iniciarse la contienda
colaboró activamente en el reclutamiento de milicianos y en la organización del
Batallón Dimitrof, encuadrado en la 48.ª Brigada de la 12.ª División, de la que
llegó a ser comandante [19] . La intención de Silvestre Gómez no era continuar la
lucha en la sierra, sino huir a Francia, cosa que consiguió varios meses después,
siendo elegido en 1943 Jefe del XIV Cuerpo de Ejército de Guerrilleros
Españoles.
Tampoco se entregaron Francisco Parrillas Medina, el Ocha, un carbonero
natural de Las Ventas con Peña Aguilera, ni Martín Galán de la Cruz, que
estuvieron juntos en la sierra, a los que se unió luego Felipe López García,
Feotón, de Ajofrín, que se había escapado de la cárcel de Orgaz en enero de
1940. Éste se dedicaba a dar pequeños atracos, poniendo en peligro los deseos de
los otros dos huidos de pasar desapercibidos para las fuerzas represivas, por lo
que le dieron muerte en las sierras de Retuerta en noviembre de 1940[20] .
Tras intentar infructuosamente huir de España por el puerto de Alicante,
también se refugió en las sierras del centro de la península Eugenio Collado
Rodríguez, Corruco, natural de Santa Olalla (Toledo). Estaba acusado de dar
muerte a su vecino Juan Sánchez, por una disputa que mantuvo con un hijo de
éste en un baile de carnaval[21] .
De los primeros huidos que hubo por las sierras toledanas, el que más fama
alcanzó fue Eugenio Sánchez Esteban, el Rubio de Navahermosa, que había sido
un destacado dirigente republicano en su pueblo, donde llegó a ser presidente del
Comité Revolucionario durante la guerra civil[22] . Al no poder exiliarse por el
puerto de Cartagena, pues el final de la contienda le sorprendió en tierras
murcianas[23] , regresó a su pueblo con la idea de entregarse a las autoridades,
pero se encontró con que su padre, militante de Izquierda Republicana, estaba
encarcelado condenado a muerte, pena que finalmente se le aplicó el 13 de
octubre de 1939[24] . Con este grave antecedente familiar, el Rubio de
Navahermosa cambió de planes y decidió ocultarse en el monte, pues sabía que
en el supuesto caso de entregarse sería fusilado. Además, se le vinculaba con la
muerte de varias personas de ideología derechista [25] , entre los que se
encontraba el veterinario Antonio Soto Ardura, uno de los más destacados
caciques de su pueblo, que fue casa por casa coaccionando a las personas
conocidas por sus ideas izquierdistas para que no votasen al Frente Popular en las
elecciones generales de febrero de 1936[26] .
El 24 de septiembre de 1939, Valentín Gil Valiente, el Chato de la Puebla, se
fugó de la cárcel de Navahermosa. Había sido condenado a muerte por un
consejo de guerra celebrado el 27 de junio de 1939, y de no haberse escapado
habría sido fusilado el 11 de noviembre de 1939 junto a sus nueve compañeros de
condena.
Otro de los huidos que se ocultó en Los Montes de Toledo fue el militante
comunista José Manzanero Marín, el Manzanero, o Luis, nacido en 1911 en La
Villa de Don Fadrique. Durante la guerra civil fue secretario general del Comité
Regional del PCE en Extremadura [27] . Una vez finalizada la contienda civil,
intentó salir de España por el puerto de Alicante, pero fue detenido y encarcelado
en Quintanar de la Orden (Toledo). Sin embargo, el 10 de noviembre de 1939, un
día antes de la fecha señalada para su fusilamiento logró escaparse de la cárcel,
en compañía de Julián Muñoz, que era del pueblo toledano de Quero, y alcanzar
las sierras de Urda.
En una finca del término municipal de Boca de la Torré, José Manzanero y
Julián Muñoz se encontraron con el Arricusqui, y días más tarde, gracias a un
hilillo de humo, localizaron el campamento en el que estaban refugiados los
cuatros huidos de Menasalbas, formando la primera partida estable que actuó por
los montes de Toledo.
Paralelamente a la formación de este grupo de huidos se fueron
constituy endo otras partidas, pues seguía llegando a la sierra gente que se evadía
de las numerosas cárceles abiertas por el Régimen, así como de las tres colonias
penitenciarias militarizadas creadas en la provincia de Toledo[28] . El 30 de junio
se fugaron de la escuela que hacía las veces de improvisada cárcel en
Aldeanueva de San Bartolomé (Toledo), Jesús Gómez Recio, Quincoces[29] , su
hermano Saturio Quijote, Quintín García Fernández, Cachucha, y Diego
Montealegre Paredes, Desorejado, o Soli[30] .
Desde marzo de 1940 también actuaron a veces por tierras toledanas Joaquín
Ventas Cita, Chaquetalarga, natural de Fuenlabrada de los Montes, y Honorio
Molina Merino, el comandante Honorio, de Villarta de los Montes, localidades
pacenses.
En el otoño de ese año quedaron articulados los tres principales grupos de
huidos que actuaban en la provincia: el Oeste era para la partida de Jesús Gómez
Recio, Quincoces, con frecuentes incursiones también en las provincias limítrofes
de Cáceres, Badajoz y Ciudad Real; el centro de la provincia quedó para las
partidas lideradas por el Rubio de Navahermosa y el Chato de la Puebla, que
eran de la zona, y el este para la partida de Honorio Molina Merino, comandante
Honorio, cuy o radio de acción se extendió por los términos municipales de Los
Yébenes, San Pablo de los Montes y Las Ventas con Peña Aguilera.
Todas las partidas tenían como denominador común el que sus componentes
habían huido de la fuerte represión puesta en marcha por el Régimen franquista,
represión sin la cual, ni el fenómeno de los huidos primero ni la guerrilla
organizada después, habrían alcanzado relevancia alguna. Fueron muy pocos los
que se incorporaron a la sierra con un espíritu auténticamente guerrillero y de
oposición armada al franquismo. Su principal objetivo era salvar la vida y
esperar a que la situación política se normalizase pronto, para poder regresar a
sus casas, una vez pasado el peligro. Los grupos de huidos, a pesar de que eran
cada vez más numerosos, carecían de organización y disciplina militar.
Su inexperiencia y el escaso armamento del que disponían, por lo general,
pistolas, viejos fusiles, escopetas y carabinas, con muy poca munición, lo
pagaron muy caro en los enfrentamientos que tuvieron con las fuerzas
represivas.
Las necesidades alimenticias llevaron a estos grupos de huidos a dar golpes
económicos en labranzas y fincas cuy os propietarios debían reunir, por lo menos
en teoría, el requisito de ser terratenientes o significados partidarios del Régimen
franquista, pero esto no siempre estuvieron en disposición de llevarlo a cabo, pues
cuando el hambre apremiaba, lo que ocurría con frecuencia, también robaron en
majadas y en pequeños chozos, así como a cabreros que nada tenían que ver con
los postulados franquistas. En ocasiones, los huidos también realizaron algunos
secuestros[31] , aunque no todos estuvieron de acuerdo con este proceder, por
considerar que carecían de contenido político y que eran impopulares[32] .
La presencia de huidos en los Montes de Toledo no cogió por sorpresa a las
autoridades del nuevo Régimen, que para reprimirlos incrementaron de manera
notable los efectivos de la Guardia Civil en las zonas más conflictivas. Su
persecución fue en principio mixta, pues hasta primeros de 1942 también
colaboró en ella una División de Caballería, con sede en Aranjuez (Madrid). A
partir de ese año el Ejército quedó como fuerza auxiliar y, desde entonces, la
Guardia Civil cargó con todo el peso en la lucha contra los huidos, a los que se
creía y a completamente controlados.
Para combatir a los huidos se establecieron numerosos destacamentos por la
serranía dependiente de las demarcaciones de Navahermosa y Los Yébenes. El
destacamento consistía en un grupo de guardias civiles, por lo general cinco o
seis, que se acuartelaban en una labranza en la que permanecían concentrados
bastante tiempo. Por el día descansaban y por la noche salían a realizar labores
de vigilancia por el monte, pues era entonces cuando actuaban los huidos. Los
guardias civiles concentrados en esos destacamentos eran relevados cada tres o
cuatro meses[33] . Cada cierto tiempo la Comandancia de Toledo les enviaba
provisiones, debiéndose hacer ellos mismos la comida, aunque a veces esto era
cometido de las mujeres que vivían en la labranza, que también se encargaban
del lavado de la ropa sucia.
La vida en el medio rural, y más en concreto en las zonas montañosas en las
que operaban los huidos, que era y a de por si tremendamente difícil en unos años
de gran escasez de productos de primera necesidad, se vio todavía más
perjudicada por la regulación y control de la actividad económica por parte de
las autoridades militares. Prueba de este control fue el bando que para luchar
contra los huidos publicó el 26 de diciembre de 1940 el general Gustavo Urrutia
González, en el que se prohibía salir a la calle entre las 21 y las 6 horas, siendo
necesario dotarse de salvoconductos para vivir en edificios alejados del casco
urbano[34] .
La aplicación de éste bando supuso la ruina de muchos campesinos y
ganaderos, especialmente de aquéllos que no eran afectos al Régimen franquista,
siendo numerosas las personas que se vieron obligadas a abandonar su actividad
económica cuando ésta se desarrollaba en aquellas comarcas montañosas en las
que la presencia de huidos era frecuente.
El notorio incremento de los efectivos de la Guardia Civil, complementado
con las fuerzas del Ejército acuarteladas en Navahermosa, permitió a las
autoridades prestar may or atención a las zonas en las que se movían y actuaban
los huidos. Se reforzaron los controles en los lugares de paso, especialmente en
los puentes y en los vados de los ríos y los arroy os, así como en las fuentes y
lugares donde solían ir a abastecerse de agua. Gracias a este may or control, sólo
en las proximidades de Los Yébenes, fueron abatidos diez huidos en el mes de
marzo de 1940.
Las numerosas muertes que se registraron en este mes ponían de manifiesto
la extrema dificultad que presentaba la vida en la sierra. Ante esta falta de
perspectivas favorables, el 25 de marzo de 1940, el Arricusqui, Julián Muñoz,
José Manzanero, Francisco Rebollo, Benigno Escobar y Modesto Sánchez,
abandonaron los Montes de Toledo y trataron de alcanzar la frontera francesa,
pero la persecución constante a la que fueron sometidos por las fuerzas policiales
les hizo desistir de su empeño de abandonar el país y debieron regresar a su
antiguo campamento en las sierras de Los Yébenes, donde llegaron el 20 de
junio, tras haber perdido a Julián Muñoz y a Francisco Rebollo en un tiroteo que
tuvieron cerca del pueblo soriano de Santa María de la Huerta.
En abril de 1941 caían el Rubio y el Chato, cuy os cadáveres, colgados de un
árbol, fueron expuestos durante varios días en la plaza pública de
Navahermosa [35] , con la pretensión de que todo el mundo supiese el final que les
esperaba a los que osaban oponerse al nuevo Régimen.
Las fuertes presiones a las que los sometían las fuerzas represivas llevaron a
la may oría de los huidos que estaban escondidos en los Montes de Toledo a
intentar salir del país, pero esta vez a través de Portugal, para desde aquí viajar a
Hispanoamérica. Algunos consiguieron entrar en país vecino, pero sólo el
Porrones, después de estar escondido un tiempo en la casa de un portugués
antifascista, consiguió gracias al Comité Intergubernamental para los Refugiados
(CIR), con sede en Lisboa, viajar hasta Venezuela. También consiguió salvarse
Julián Díaz, Malamuerte, que durante años estuvo trabajando en Setúbal[36] . De
los que no pudieron llegar hasta la capital lisboeta, algunos regresaron otra vez a
los Montes de Toledo, pero otros murieron en el empeño.
A partir de 1942, tras varios años de existencia, las partidas de huidos estaban
y a más consolidadas y algo mejor organizadas. Las muchas bajas que la
Guardia Civil y el Ejército les habían ocasionado en los años anteriores no habían
conseguido acabar con este fenómeno que, lejos de ser definitivamente
controlado por las fuerzas de seguridad, cobraba una may or magnitud, en
paralelo y en clara sintonía con el desenlace de la Segunda Guerra Mundial y
con el mantenimiento por parte del Régimen franquista de una fuerte política
represiva, que imposibilitaba la más mínima inserción de los vencidos en la
sociedad.
Las acciones más comunes de los huidos seguían siendo las requisas en las
casas de campos, aunque no faltaron tampoco en esos años los secuestros, que les
proporcionaban unos ingresos importantes con los que luego compraban
alimentos y otros artículos que complementaban a los conseguidos en los asaltos.
Los enfrentamientos con las fuerzas de orden público permanecieron
estables, pero disminuy ó de manera notoria el número de huidos muertos a causa
de la represión policial, a lo que contribuy ó en parte la may or experiencia y el
conocimiento que tenían y a de las prácticas guerrilleras, y también a los
acontecimientos políticos internacionales.
Al margen de estos atracos y asaltos, realizados cuando las necesidades
alimenticias eran más perentorias, Quincoces apenas sí realizó otras actividades
encaminadas a acabar con el nuevo orden político. Básicamente su objetivo
consistía en subsistir y esperar a un desenlace victorioso de los aliados en la
Segunda Guerra Mundial, que a primeros de 1943 había empezado a cambiar de
rumbo, y lo que inicialmente habían: sido victorias de las potencias del Eje, con
las que estaba completamente identificado el Régimen franquista, se tornaban y a
en derrotas. Para los huidos, los buenos momentos estaban por llegar, por lo que
evitaban los enfrentamientos.

3. EL FENÓMENO DE LOS HUIDOS EN CIUDAD REAL:


«EL MANCO DE AGUDO».

Igual que en los montes toledanos, también en los de Ciudad Real se quedaron
escondidos soldados pertenecientes a las Agrupaciones militares mandadas por
Nilamón Toral Azcona y Pedro Martínez Cartón, dirigentes del Ejército de
Extremadura, que tenía su sede en Almadén y Piedrabuena. Luego se fueron
incorporando a la sierra los que se escapaban de las numerosas cárceles
establecidas en la provincia, lo que hizo que con el paso de los años el número de
huidos fuese en aumento. Según la Guardia Civil en 1939 había dos partidas, con
un total de 9 componentes, que se convirtieron en 8 Partidas en 1940, con 40
integrantes, y en 12, en 1944, con 88 huidos[37] .
Estos huidos consiguieron poco a poco ir tejiendo una amplia red de enlaces
por los pueblos enclavados en las zonas montañosas. En uno de estos pueblos,
Navas de Estena, la casi totalidad de los vecinos que trabajaban en el campo se
encontraban, más tarde o más temprano, con los huidos, con los que estaban,
quisieran o no, obligados a convivir. Nadie estaba seguro de no ser denunciado
por colaborar con ellos por algún vecino que, tras ser detenido por las fuerzas de
orden público y sufrir un duro interrogatorio, acabase confesando « lo que sabía
y lo que no[38] » .
A finales de 1940, la Guardia Civil detuvo en una redada a seis vecinos de
Navas de Estena, entre los que se encontraba Isidro García Lancha, que había
luchado a favor de la República y recorrido varias cárceles franquistas, hasta que
fue puesto en libertad en may o de 1940. Además de estos seis enlaces detenidos
hubo dos más, Eusebio García Delgado, Porrones, y Fermín Rodríguez Delgado,
Calato, que antes de ser apresados, ante el temor a ser torturados, huy eron a la
sierra, en la que y a estaba refugiado su paisano Braulio García Fernández, el
Comisario. Una vez más, el miedo actuó como detonante para hacer que
personas sin fuertes convicciones políticas, pues simplemente eran de izquierdas,
huy esen a la sierra, iniciando una nueva vida plagada de enormes penurias y
dificultades, y que para poder soportarla se necesitaban fuertes motivaciones
ideológicas o estar condenadas a muerte por las autoridades franquistas, y en este
caso tenían poco que perder. En esta última situación se encontraba Braulio
García Fernández, el Comisario, que se refugió en las sierras próximas a Navas
de Estena al poco tiempo de finalizar la guerra civil, por temor a ser fusilado por
los falangistas locales, que trataban de apresarle. Braulio García había nacido en
Navas de Estena, en 1904, y era militar profesional. Durante la contienda civil
estuvo destinado en un pueblo de Valencia. Al terminar ésta, se vino a su pueblo,
donde no había participado en ninguno de los crímenes cometidos por grupos de
milicianos republicanos incontrolados[39] . Estaba casado y tenía cinco hijas, una
de ellas nacida mientras él estaba en la sierra escondido. Su esposa, Sofía López,
fue encarcelada y su cuñado, Arturo López, fusilado frente a los muros del
camposanto de su pueblo.
Cuando Sofía López salió de la cárcel y se encontró con su hermano fusilado,
sus bienes malvendidos y unas hijas a las que se les negaba la posibilidad de
trabajar, sufrió una fuerte depresión y se quitó la vida tirándose a un pozo.
Igual de trágica fue la vida de la familia Méndez Jaramago, natural de
Higuera de Vargas (Badajoz[40] ), que se había desplazado a Agudo en 1932 para
trabajar en la construcción de la carretera que iba desde esta localidad a Siruela
(Badajoz), de ahí el nombre de los Almendrilleros con el que era conocida.
José Méndez, el Manco de Agudo, su padre —su madre había muerto hacía
años— y sus hermanos Asunción, Antonio y Manuel, se fueron a la sierra a
primeros de noviembre de 1940, ante el temor a ser detenidos bajo la acusación
de colaborar con los huidos, que en el mes de octubre habían ocupado el pueblo
de Valdemanco de Esteras[41] , próximo a Agudo. Anteriormente, José Méndez y
sus hermanos habían sido maltratados en dos ocasiones por la Guardia Civil, que
los acusaba de robar patatas, por lo que fueron colgados de un árbol en el cuartel.
La vida en la sierra de Antonio Méndez fue muy breve, pues al poco tiempo
fue abatido por militares cuando pretendía robar una cabra en la finca El Quejigo
de Valdemanco de Esteras. Meses después, la Guardia Civil mataba a su padre y
a su hermana Asunción. En febrero de 1947 moría Manuel Méndez,
Almendrillero, y el Manco de Agudo caería en marzo de 1949. Su vida y las
propias circunstancias de su muerte están envueltas en la ley enda, pues no han
quedado familiares directos que puedan aportar datos para contraponerlos a las
versiones suministradas por las fuerzas represivas, que lo han presentado siempre
como uno de los más sanguinarios bandoleros, algo que no todos los testimonios
corroboran. Una de las personas que podía haber proporcionado datos concretos
sobre el Manco de Agudo era Petra Montes, su novia, que fue detenida y después
de pasarse ocho años en la cárcel, terminó sus días recluida en un convento en
Guadalajara.
De Agudo también se fue a la sierra Vicente Rubio Babiano, Pedro el Cruel,
que estaba acusado por las autoridades franquistas de participar, el 28 de
septiembre de 1936, en la muerte de Juan Blázquez Guzmán, de 65 años,
secretario municipal de Guadalmez[42] . Al terminar la guerra, Pedro el Cruel
estuvo un tiempo recluido en el campo de concentración de Castuera. Al ser
puesto en libertad, cuando regresaba a su pueblo, fue informado de que los
falangistas de Agudo le estaban esperando para matarle, por lo que no tuvo más
remedio que echarse al monte.
De ese pueblo se fueron, asimismo, Víctor Roque, Ratón, o Miguelete,
Manuel Camacho, Recoba, Rey es Saucedo, Parrala, y Anicio Castillo, el Pintao.
Este último tuvo un grave percance tras realizar un asalto a una labranza, pues se
le cay ó una mula encima y le rompió las piernas, por lo que ante la imposibilidad
de seguir en el monte le llevaron al cementerio de Agudo, donde se quitó la vida
de un disparo de escopeta, el 18 de marzo de 1942[43] .
Estos huidos estuvieron inicialmente en la partida del Manco de Agudo, cuy o
radio de acción se centró en los términos municipales de Navas de Estena,
Horcajo de los Montes, Navalpino, Retuerta del Bullaque, Agudo, Puebla de Don
Rodrigo y Saceruela, aunque también actuó por las provincias de Toledo, Cáceres
y Badajoz[44] . En 1944 se les unieron Pedro Alcocer Nieto, Mañas, Honorio
Molina, comandante Honorio, Gabino González Castillo, Gabino, Fernando Molina
Sánchez, Borrato, Francisco Lagares González y Paula Rodríguez Juárez,
Migueleta.

4. «SEVERO EUBEL DE LA PAZ» Y LA RESISTENCIA


ARMADA EN ÁVILA.
En la montañosa provincia de Ávila también hubo soldados republicanos que
por temor a las represalias permanecieron escondidos, a la espera de que
disminuy ese la represión[45] . Este fenómeno, al contrario de lo que ocurrió en
otras zonas de España, desapareció pronto, tras ir entregándose o ser capturados
estos soldados, de tal forma que en los inicios de los años cuarenta había
desaparecido por completo.
La apuesta por la lucha armada contra el Régimen franquista, en la provincia
de Ávila, fue una decisión personal de Adolfo Lucas Reguilón García, que el 18
de julio de 1943, tras ver cómo era detenido en Madrid su cuñado Teodoro
Villalba, acusado de pertenecer al Partido Comunista de España, se refugió en
Piedralaves (Ávila), en la casa de Mariano Gómez Sánchez, Tabanques, zapatero
de profesión y miembro de la perseguida Iglesia evangélica, iniciando una nueva
etapa política en su vida. Mariano Gómez, uno de cuy os hermanos había muerto
en la guerra civil y varias sobrinas suy as habían sido violadas por moros al
servicio del Ejército franquista, le fue recomendado a Adolfo Reguilón por un
antiguo capitán del Ejército republicano, Manuel Rodríguez Uría, que estaba
escondido en un piso en Madrid desde la finalización de la contienda.
Adolfo Reguilón se presentó en Piedralaves con el nombre falso de Cándido
González Neira, que había fallecido hacía poco en Madrid en un accidente de
tranvía. Más adelante adoptará el nombre de Severo Eubel de la Paz, que según
él etimológicamente significaba « serio e incorruptible luchador en la buena
guerra por la paz» . Había nacido en 1911 en el pueblo madrileño de Villa del
Prado, en el seno de una familia de campesinos. Su inquietud intelectual le llevó a
estudiar magisterio, carrera que terminó en 1934, siendo su primer y único
destino como maestro Navamorcuende (Toledo), pueblo perteneciente a la
comarca de la Sierra de San Vicente, próxima a Gredos. Ingresó en el PCE en
may o de 1936, partido con el que simpatizaba desde que « tenía uso de razón
política [46] » .
A través de unos folletos políticos que le proporcionaron unos enlaces que
tenía en Madrid, supo de la existencia de la Junta Suprema de Unión Nacional, en
la que podían entrar todos los españoles, desde los monárquicos y católicos hasta
los comunistas y anarquistas, pues no se buscaba establecer un determinado
régimen político, sino acabar con el franquismo y con Falange, y restablecer las
libertades y la democracia en España. La JSUN se había constituido en Madrid,
siendo elegido presidente de la misma Jesús Monzón, máximo dirigente de la
Delegación Nacional del PCE[47] .
Severo Eubel de la Paz se tomó muy en serio la JSUN y empezó a organizar
juntas locales de Unión Nacional por los pueblos ubicados en los valles del
Alberche y del Tiétar. Estas Juntas estaban formadas por un máximo de siete
miembros, que debían tener un gran prestigio en la localidad, no debiéndose
discriminar a nadie por su ideología, con tal de que estuviese de acuerdo con la
línea de apertura política y democrática que defendía la Unión Nacional[48] .
Luego, dependientes de estas Juntas locales se crearon las llamadas « guerrillas
del llano» , formadas por unos seis miembros, a cuy o frente estaba un capitán.
Con los más jóvenes y audaces se formaban las « guerrillas de asalto» , cuy o
objetivo principal era apoderarse de los edificios oficiales y de los lugares
estratégicos cuando llegase la hora del asalto final al franquismo. Sin embargo,
Severo, a pesar de sentirse un guerrillero, no hizo ningún canto a la violencia y se
dedicó básicamente a desarrollar una intensa labor propagandística, escribiendo
multitud de folletos políticos y los periódicos Unios y El Guerrillero Carpetano,
que elaboraba con una pequeña imprenta portátil que siempre llevaba encima.
Su manera de analizar la realidad española de aquellos años le llevó a creer
que era posible un cambio pacífico de la situación política y social, y que las
condiciones propicias para llevar a cabo este cambio y a estaban dadas. Según él,
no había que atacar ni a los soldados ni a los guardias civiles, con los que
pretendió establecer un pacto de no agresión, pues no quería que la denominada
Zona M o Zona Mirlo de Unión Nacional, que era como denominaba al territorio
en el que actuaba y en el que tenía establecidas sus bases, se « manchara de
sangre» . Para este singular guerrillero, los verdaderos enemigos se reducían a
Franco y a « los cabecillas de Falange que hubieran cometido crímenes[49] » .
Consignas como éstas, así como el contenido tan bravucón y fantástico que
Severo le daba a su propaganda política, despistó bastante a las fuerzas
represivas, que le encasillaron al margen del resto de los guerrilleros. También
los dirigentes comunistas le consideraron un visionario, incapaz de analizar
adecuadamente la realidad española, y le acusaron de tener demasiados deseos
de protagonismo y apetencias de mando, por lo que en varias ocasiones le
llamaron al « orden» , cosa que no le importó mucho a Severo, que tenía muy
clara la táctica que la guerrilla debía poner en vigor para derrocar al Régimen
franquista.
La primera acción guerrillera que tuvo lugar en la Zona M coincidió con la
invasión del valle de Arán, que el 19 de octubre de 1944 inició la Agrupación de
Guerrilleros Españoles, en un momento en el que la Segunda Guerra Mundial
estaba claramente decantada a favor de los ejércitos aliados. La llamada
Operación Reconquista de España sorprendió a Severo, pues no hubo ninguna
orden previa dada desde la dirección del PCE para hacer coincidir esa operación
con pequeñas acciones de distracción y de propaganda, llevadas a cabo por los
grupos guerrilleros que se estaban constituy endo en diferentes puntos de la
geografía española. No obstante, para sembrar la confusión en los pueblos de las
sierras de San Vicente y de Gredos, y para intentar « absorber el may or número
posible de fuerzas adversarias, quitándolas de ser llevadas al valle de Arán» ,
Severo puso en práctica la Operación Ventosa, que consistió en derribar varios
postes de la empresa de conducción eléctrica Saltos del Alberche, en el término
municipal de La Iglesuela (Toledo). Al mismo tiempo, los componentes de esta
partida distribuy eron propaganda por los pueblos de la zona, en la que desafiaban
a las fuerzas franquistas para que fuesen a combatirlos al Cerro del Piélago, en
las proximidades de Navamorcuende, punto alejado del lugar en el que
realmente se encontraban.

5. EL PERIODO DE HUIDOS EN EXTREMADURA

Tras la derrota republicana, Honorio Molina Merino regresó a su pueblo,


Villarta de los Montes (Badajoz), del que su padre, Julián Molina Acedo, militante
socialista, había sido alcalde desde finales de febrero de 1936. Nada más llegar a
su pueblo fue internado en el Batallón de Trabajo de Cíjara (Badajoz), pasando
luego a la cárcel de Castuera y más tarde a la cárcel-convento de Herrera del
Duque, en la que se hacinaban, en los primeros meses de 1940, más de 2000
presos políticos[50] . En esta cárcel le llegó la información de que iba a ser
fusilado[51] , por lo que el 12 de marzo de 1940, en compañía de los también
condenados a muerte Joaquín Ventas Cita, Chaquetalarga, y Juan Aldana Estruen,
Patato, se fugó por las cloacas.
La madre de el Comandante, Marciana Merino Gómez, fue detenida y
encarcelada en Mérida, donde falleció a consecuencia de la infección que le
produjo la extracción de una muela. En el momento de su muerte se encontraba
encerrada en el pabellón de las condenadas a la última pena. También fueron
detenidos varios familiares más por el mero hecho de serlo y sometidos a fuertes
palizas y vejaciones[52] .
De Villarta de los Montes también se fue a la sierra Gabino González
Castillo[53] , que militó en el PSOE antes de la guerra, por lo que al finalizar ésta
fue encarcelado en Mérida, pero pronto fue puesto en libertad por la Junta
Clasificatoria franquista. Sin embargo, al regresar a su casa se encontró con un
control que los falangistas habían puesto en la entrada del pueblo y, temiendo ser
fusilado, se marchó a la sierra, donde llevó una vida plagada de penurias. Su
familia, igual que ocurrió con la del el Comandante, fue bastante perseguida,
pues su padre, Benito González, permaneció 7 años y 9 meses en la cárcel. Su
madre, María Castillo, estuvo 8 meses presa en Mérida, y sus dos hermanas,
Blasa y Porfidia fueron encarceladas[54] .
Otro huido de Villarta de los Montes fue Casimiro Chaves, nacido el 3 de
marzo de 1908. Por estar él huido en la sierra, a su hermano Manuel Chaves le
detuvieron en Alcoba de los Montes, donde trabajaba de porquero, y le llevaron a
su pueblo. Con las manos atadas a la espalda le condujeron al lugar conocido
como El Chorro, donde le dijeron que echase a andar, que se iba a Rusia,
acribillándole a tiros delante del vecindario, que fue obligado a presenciar esa
muerte. La operación fue dirigida por dos de los may ores sanguinarios de
Extremadura: el teniente coronel Gómez Cantos y el capitán Chacón.
Pero el huido pacense que más renombre alcanzó fue Joaquín Ventas Cita
Chaquetalarga, natural de Fuenlabrada de los Montes. Al finalizar la guerra civil
se escondió en una casilla que su familia tenía en Los Morros y luego en su casa,
en un doble fondo cuy a entrada estaba oculta por una cántara. En su pueblo
estaba acusado de haber participado junto a otras dos personas en la muerte del
falangista Justino Álvarez Yegros, de 35 años, labrador y juez municipal
suplente [55] .
La partida liderada por Chaquetalarga se exponía muy poco, pues conseguía
los alimentos gracias a su red de colaboradores y a pequeños robos que muchas
veces las víctimas no denunciaban por temor a posibles represalias. A primeros
de 1943 se incorporó a su partida María Rodríguez Juárez, la Goyería, de 24 años,
que sería su compañera sentimental. La Goy ería, natural del pueblo cacereño de
Alia, se fue a la sierra junto a su hermana Paula, la Migueleta[56] , al ser
denunciadas a las autoridades por una tía suy a, que las acusó de ser enlaces de
los huidos[57] . Su hermano Aurelio Rodríguez Juárez, Viriato, también formaba
parte de la partida de Chaquetalarga desde el 24 de enero de 1943[58] .
El fenómeno de los huidos de posguerra en la provincia de Cáceres no se dio
hasta bien avanzado el año 1940. Anteriormente, durante la contienda civil, sí
hubo huidos, pues fueron muchos los republicanos que ante el avance de las
tropas rebeldes por Extremadura, se escondieron en las sierras cacereñas, pero
luego fueron paulatinamente desapareciendo.
Una de las primeras partidas que actuó por el sureste de Cáceres fue la
liderada por Juan Cerro Ruiz[59] . Esta partida tenía su principal campo de
actuación en las sierras del este de Badajoz y penetraba en la provincia de
Cáceres a través de Los Guadarranques[60] . Otro grupo de huidos, que fue el
primero y el más importante de cuantos actuaron por las sierras comprendidas
entre las provincias de Toledo y Cáceres, fue el dirigido por Jesús Gómez Recio,
Quincoces[61] . También intervino pronto en tierras cacereñas la partida liderada
por Pedro José Marquino Monje, el Francés, o Reprecioso[62] , que se había
escapado en septiembre de 1940 de la cárcel de su pueblo, Hinojosa del Duque
(Córdoba). Huy endo de la fuerte represión desatada en el norte de la provincia
de Córdoba llegó a finales de 1940, junto a un numeroso grupo de huidos, a las
sierras de Las Villuercas y Los Ibores.
Los primeros huidos originarios de pueblos de estas comarcas cacereñas
fueron Timoteo Rodríguez Moreno, Jabato, natural de Carrascalejo, que se fugó
el 20 de junio de 1940 del depósito municipal de su pueblo, y Pedro Sebastián
Jiménez, Madroño, vecino también de ese pueblo, que huy ó a la sierra ante el
temor a ser detenido.
En un primer momento, la Guardia Civil reconocía que era incapaz de
controlar a las partidas que actuaban en las sierras cacereñas. Incluso desconocía
el número aproximado de huidos que las componían « y a que en numerosas
ocasiones les acompañaban elementos simpatizantes de los pueblos y del campo,
con lo que daban lugar a que aparecieran partidas en número may or de
componentes del que realmente tenían[63] » . A esto había que añadir luego la
gran movilidad de los huidos, que cambiaban con frecuencia de zona de
actuación, pasando con rapidez de una provincia a otra, lo que dificultaba su
control y persecución.
Con el transcurso del tiempo estos huidos, como se recoge en fuentes
policiales, « fueron captándose las simpatías de gran cantidad de habitantes del
campó» que les facilitaban ropas y alimentos, les suministraban también noticias
y les « daban cobijo en sus moradas en múltiples ocasiones y, finalmente,
llegaron a tomar parte directa juntamente con ellos en la comisión de hechos
delictivos» . Cuatro de estos enlaces fueron detenidos, el 23 de may o de 1941, en
el poblado de Cíjara, zona en la que confluy en cuatro provincias: Toledo, Ciudad
Real, Badajoz y Cáceres. Entre los detenidos se encontraba Abdón Muros Blanco,
cuy a familia fue la primera que socorrió a Quincoces cuando éste se escapó de
la cárcel[64] .
La acción represiva más importante contra los huidos tuvo lugar a finales de
1940. En la madrugada del 6 de diciembre, las fuerzas de orden público tuvieron
conocimiento de que un numeroso grupo de huidos, procedente de las sierras de
Casas de don Pedro (Badajoz), había entrado en la provincia de Cáceres.
Montada la correspondiente emboscada, consiguieron detener a cuatro de esos
huidos, entre los que se encontraba uno de sus cabecillas, conocido como el Papa.
Posteriormente se realizó una amplia redada contra supuestos enlaces en la
comarca de Las Villuercas, deteniéndose, un tanto al azar, a 26 personas entre las
localidades de Logrosán, Zorita y Cañamero, cuy o principal delito era el haber
sido partidarios de la legalidad republicana. Luego, según fuentes de la
Benemérita, cuando los cuatro huidos y los 26 enlaces apresados eran conducidos
a Logrosán para su reconocimiento « se sublevaron abalanzándose sobre la
fuerza de la que resultó herido un guardia. Al repeler la agresión resultaron
muertos los 30 detenidos[65] » . Pero este informe, ingenua y burdamente
falsificado, está muy lejos de recoger lo que en realidad ocurrió, que no fue otra
cosa que el fusilamiento con premeditación y alevosía de estas 30 personas, en la
finca Dehesilla Mira el Río, por orden del teniente coronel Manuel Gómez
Cantos, jefe de la Comandancia cacereña. Gómez Cantos era uno de esos
hombres curtidos en la guerra civil a los que en la posguerra se les confió el
mando de la Guardia Civil. Contaba con una amplia hoja de servicios en la que se
ponía de manifiesto su incondicional lealtad al Régimen. Como tantos otros
oficiales, abrigaba bastantes esperanzas de que si obtenía un resultado eficaz en la
lucha contra los bandoleros, así llamados por las autoridades franquistas, podría
catapultarse hasta lo más alto del escalafón. Para conseguir sus propósitos no
dudó en ningún momento en utilizar los métodos más heterodoxos y violentos. La
Dirección General de la Guardia Civil le había concedido plenos poderes en la
lucha contra los huidos y no dudó en abusar de su autoridad, no faltando en su
amplio currículum los asesinatos en masa.
Poco después, los huidos protagonizaron una acción muy espectacular y que
tendrá unas consecuencias bastantes dramáticas: el 26 de agosto de 1942 una
veintena de hombres ocupó el pequeño pueblo de La Calera, anejo de Alia. En el
asalto al pueblo, además de llevarse víveres y dinero, maltrataron al alcalde
pedáneo. Este golpe de efecto y de fuerza fue un tremendo varapalo para la
moral de la Guardia Civil, y más en concreto para su máximo dirigente en
Cáceres, el teniente coronel Gómez Cantos, que en su línea represiva, previsible
por otro lado, mandó detener a 10 personas en Alia y a 14 en La Calera, que
fueron fusiladas frente a las tapias del cementerio de Alia [66] . Otras fuentes
elevan a 30 las personas ejecutadas[67] .
Pero en febrero de 1943 la situación empezaba a ser diferente,
vislumbrándose cambios importantes en el horizonte de los huidos, pues los hasta
entonces invencibles ejércitos alemanes eran derrotados de manera contundente
por los soviéticos en Stalingrado. Esta noticia era la que estaban esperando los de
la sierra, que hasta entonces habían tenido pocos argumentos para la esperanza.
Los huidos estaban ávidos de noticias sobre política internacional, pues no en vano
vinculaban el destino del Régimen franquista con el de las potencias del Eje. La
prensa ahora era más demandada que nunca a los enlaces, así como las noticias
que suministraba la radio[68] .
El rumbo favorable de la Segunda Guerra Mundial para los ejércitos aliados
hizo que los huidos ganasen de manera rápida buenas dosis de moral. Los
enlaces, a veces familias enteras, se multiplicaban; unos por convicciones
políticas, pero no todos, pues no faltaron los oportunistas de turno que se
arrimaron al poder que en esos momentos representaban los huidos. Además,
muchos campesinos estaban forzados a vivir y a trabajar en lugares donde la
Guardia Civil no contaba con los medios suficientes para garantizar por completo
la seguridad, especialmente durante la noche, en la que los huidos eran casi los
dueños absolutos.
A veces, para conseguir la colaboración de los campesinos de la comarca, los
huidos no dudaron en hacer uso de una persuasión no exenta de ciertas dosis de
violencia. Este sistema lo utilizaron con los hermanos María, Paula y Aurelio
Rodríguez Juárez, de Alia [69] , y con la familia Barroso Escudero, de Bohonal de
Ibor [70] . Se dio luego la enorme paradoja de que algunos de estos enlaces
forzados se convirtieron en activos y sobresalientes guerrilleros, como fue el caso
de Avelino Barroso Escudero, Recaredo, mientras que otros, que se fueron al
monte movidos por sus ideales políticos, acabaron desertando y denunciando a
sus antiguos compañeros de lucha antifranquista, caso de Vicente Díaz Laguna,
Colón. Una vez conseguida la colaboración, aunque fuese obligada por las
amenazas, el enorme riesgo que contraían los enlaces era y a irreversible, sin
posibilidades de dar marcha atrás.

6. TIEMPOS PARA LA ESPERANZA: DE HUIDOS A GUERRILLEROS

Las sucesivas victorias de los Ejércitos aliados sobre los alemanes, a partir de
1943, dieron una enorme moral a aquellos antifranquistas que habían buscado
refugio en los montes españoles. El PCE se aprovechó de estas victorias para
extender su influencia sobre los huidos, que hasta entonces habían sido una masa
ideológica heterogénea. El papel hegemónico que tuvo esta formación política se
vio favorecido, además, por la inhibición del resto de los partidos y de las
organizaciones de izquierdas a la hora de apoy ar el movimiento guerrillero.
Para organizar la guerrilla en la zona centro de la Península, la dirección del
PCE envió a España a José Isasa Olaizola, Fermín, que procedente de Argentina
desembarcó en Lisboa el 14 de noviembre de 1943, y el día 20 de ese mes y a
estaba en Madrid[71] , donde se hizo cargo de la JSUN y del aparato guerrillero.
La idea de Fermín, y de la dirección del PCE, consistía básicamente en
enlazar con las partidas que actuaban en las sierras extremeñas y en el oeste de
la provincia de Toledo y dotarlas de una estructura militar. Para esta misión contó
con la esencial colaboración de dos comunistas: Jesús Bay ón González, Carlos, y
Dionisio Tellado Vázquez, Mario de Rosa. Estos dos militantes consiguieron a
mediados de may o de 1944 conectar con Quincoces, Chaquetalarga y el
Francés. Desde primeros de ese año, algunos grupos de huidos mantenían
contactos con la dirección del PCE, oculta en Madrid, de donde recibían
instrucciones y propaganda. Tras las correspondientes gestiones, el 5 de
noviembre de 1944 conseguían dar forma definitiva a la Agrupación Guerrillera
de Extremadura [72] .
Una vez puesta en marcha la Agrupación Guerrillera de Extremadura, se
formó la de Toledo. La reunión constituy ente de esta Agrupación tuvo lugar el 14
de noviembre de 1944, en la sierra del Puerto de San Vicente, entre las provincias
de Toledo y Cáceres. Inicialmente estuvo compuesta por unos 70 guerrilleros,
cuy o principal radio de acción estuvo situado en las sierras próximas a Los
Yébenes (Toledo) [73] .
Pero esta nueva estrategia guerrillera que, lógicamente, significaba un salto
cualitativo en la hasta entonces muy incipiente estructura organizativa de las
partidas de huidos, no resultaba nada fácil de introducir debido al escepticismo y
a la indisciplina de los de la sierra. De ahí que Carlos enviase una carta a Fermín,
en noviembre de 1944, en la que le exponía estos contratiempos y le decía que
los huidos no creían mucho en la disciplina militar, ni en la organización de la que
se pretendía dotarlos. Según Carlos, éstos tenían « bajo nivel político, puesto que
son hombres de los pueblos limítrofes, muchos no pertenecen a ningún partido
político y los demás ingresaron durante la guerra… Nuestra primera tarea estriba
en ganarnos la confianza, tarea muy difícil dado su estado de desconfianza frente
a todo[74] » . Las duras condiciones de vida que padecían los huidos hacían que
en esos momentos las cuestiones diarias tuviesen una clara supremacía sobre los
elementos políticos o sobre las ideologías partidistas.
Como método para contrarrestar la formación de esta Agrupación, el teniente
coronel Manuel Gómez Cantos concedió un plazo de 20 días para que aquellos
huidos que quisiesen abandonasen la sierra y se presentasen a las autoridades,
garantizándoles el perdón para que pudiesen rehacer sus vidas en compañía de
sus familias. Para darle verosimilitud a esta propuesta, Gómez Cantos liberó a
varios huidos que habían sido apresados y les permitió vivir en sus pueblos, sin ser
molestados por las fuerzas de orden público, ante la enorme sorpresa de sus
vecinos. La propuesta tuvo bastante éxito en la zona de Navalvillar de Pela
(Badajoz), pero menos en la provincia de Cáceres, donde y a se había avanzado
en la estructura organizativa de la guerrilla. De hecho, Gómez Cantos, tras
distribuir por estas comarcas multitud de folletos en los que pedía a los refugiados
en la sierra que se entregasen, mantuvo una entrevista con Quincoces en las
proximidades de Carrascalejo, pero éste no se fió de sus promesas y decidió
permanecer en el monte, en unos momentos en los que parecía que el Régimen
franquista tenía los días contados. Gómez Cantos también se entrevistó con
familiares de otros significativos huidos, para decirles que les hiciesen llegar la
propuesta de que si se entregaban y no estaban relacionados con delitos de
sangre, no les pasaría nada.
En paralelo a estas entrevistas, Carlos, en su calidad de jefe de la Agrupación
Guerrillera de Extremadura, mandó una carta a este oficial de la Guardia Civil,
en noviembre de 1944, en la que le decía que había decidido contestarle « porque
la formal corrección de su mensaje lo merece y, en segundo término, porque es
nuestro deber de patriotas aclarar ante todos los ciudadanos de España cual es el
carácter de nuestra lucha. Todavía pueden ustedes reconquistar un puesto de
honor en la vanguardia de las apretadas filas de la Unión Nacional[75] » . Carlos,
en su escrito, parece ignorar el terrible pasado de este oficial, con tantas muertes
a sus espaldas, y que más adelante volverá a dar muestras de su carácter
sanguinario mandando fusilar a tres guardias civiles en la plaza de Mesas de Ibor,
acusados de cobardía ante el enemigo.
Según Carlos, la puesta en marcha de la Agrupación Guerrillera de
Extremadura supuso un claro salto cualitativo entre el proceder de los huidos y el
de los guerrilleros, que estaban y a dotados de unos objetivos políticos que antes se
encontraban muy difuminados ante la dura lucha cotidiana por la supervivencia.
Ahora proliferan los asaltos a los pequeños pueblos, los robos en labranzas y los
secuestros. Sin embargo, para la Guardia Civil no hubo ninguna diferencia entre
la manera de proceder de los huidos y de los guerrilleros, afirmando que se
enteró de la existencia de la Agrupación cuando llevaba medio año constituida.
CAPÍTULO 7

REBELDES JUSTICIEROS. LOS HERMANOS QUERO


Y LA RESISTENCIA ARMADA ANTIFRANQUISTA.

JORGE MARCO[0]

LA REBELIÓN NACE DEL ESPECTÁCULO DE LA SIN RAZÓN,


ANTE UNA CONDICIÓN INJUSTA E INCOMPRENSIBLE.

Albert Camus, El hombre rebelde

A mediados de los años cuarenta, cuando el mundo estaba atento a los últimos
acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, en una pequeña provincia al sur
de España, Granada, un minúsculo grupo de desafiadores, conocido como los
hermanos Quero, forjaba su ley enda a golpe de atracos y secuestros, irritando a
unas autoridades que eran incapaces de frenar su mito entre la población. En
aquel momento, el grupo de los hermanos Quero no era el único que actuaba en
la provincia de Granada, ni siquiera —en cuanto a su número— el más
importante, pero el efecto de sus acciones alcanzó el may or impacto social,
trascendiendo incluso los límites regionales. Quiénes eran los hermanos Quero,
por qué alcanzaron tal popularidad y si el grupo responde a los parámetros de la
guerrilla antifranquista son algunas de las preguntas que a lo largo de este texto
vamos a tratar de dar respuesta.
El estudio de un grupo como el de los hermanos Quero nos permite desvelar
uno de los aspectos menos estudiados en la historiografía española; la amplia
heterogeneidad de la resistencia armada antifranquista. Francisco Moreno, en
uno de sus libros más destacados, acertaba cuando decía que no existe una
guerrilla homogénea a nivel nacional sino muchos tipos de guerrilla[1] pero en
nuestra opinión esa base argumental se debería ampliar reconociendo que no
existió una forma homogénea de resistencia, es decir, ampliando a la propia
heterogeneidad de las guerrillas otras formas diferentes de resistencia: los huidos,
en su primer periodo —reconocido por todos los autores—, y, en particular, un
fenómeno como el del bandolerismo social. Los enfoques clásicos sobre la
resistencia armada antifranquista han manejado en exceso la perspectiva
política, olvidando otros aspectos fundamentales como la experiencia o los
repertorios de acción colectiva[2] .
La de los hermanos Quero, uno de los casos excepcionales de resistencia
urbana a nivel nacional, fue una partida que contó con un importante apoy o y
simpatía en la ciudad de Granada, cuy o mito se fraguó en los años cuarenta y su
ley enda se ha ido difundiendo mediante la tradición oral. Sesenta años después,
sobre los hermanos Quero se han publicado algunos trabajos que resultan
insuficientes[3] , y a sea por la acumulación de errores o por la falta de rigor
historiográfico. Desde nuestra perspectiva, el grupo de los hermanos Quero
puede ser considerado como una ejemplo arquetípico de bandolerismo social en
la resistencia armada desarrollada en la posguerra española y, para demostrarlo,
trataremos de combinar el relato y la reconstrucción de los hechos con
cuestiones de may or envergadura desde una perspectiva teórica y metodológica.
Podríamos expresarlo de una manera más gráfica; nuestra estrategia en el
discurso busca los vasos comunicantes entre los hombres y la ciudad o, lo que es
lo mismo, bajar hasta los subsuelos del relato —donde podamos escuchar la
respiración de nuestros personajes—, al mismo tiempo que iniciamos un viaje en
globo que nos permite observar el plano o la imagen de la urbe, es decir, el
espacio y sus contextos donde los agentes interactúan. El desafío parece
importante.
Una aclaración previa con el propósito de no crear confusiones,
malentendidos o errores de interpretación. Nuestra propuesta en torno al
bandolerismo social está estrictamente ligada a los marcos teóricos que venimos
explicitando y, por lo tanto, es del todo ajena a los intentos de criminalización,
condena moral y despolitización de los que hizo uso la dictadura franquista. Como
un recurso más de combate, utilizó apelativos tales como el bandolerismo, la
delincuencia o el terrorismo para referirse al fenómeno guerrillero. Éste, quede
claro, no es nuestro objeto. La guerrilla y grupos como el de los hermanos Quero
tuvieron un marcado sustrato político, y así lo ha puesto de manifiesto la
historiografía en las dos últimas décadas de investigación.

1. 1936-1939: GUERRA CIVIL Y REPRESIÓN. ORÍGENES Y


MOTIVACIONES EN EL GRUPO DE LOS HERMANOS QUERO.

Los hermanos Quero (Pedro, Antonio, José y Francisco) pertenecían a una


familia de catorce hermanos residentes en la plaza de las Castillas, ubicada en el
popular barrio del Albaicín. Debido a su profesión; compra, venta —en forma de
estraperlo— y matanza clandestina de reses, los Quero eran muy conocidos
antes de la guerra en el barrio del Albaicín, Sacromonte y los pueblos cercanos a
Granada (El Fargue, Huetor Santillán, Diezma, Monachil, etc.). Toda la familia se
dedicaba a esas labores salvo en el caso de Antonio, de 26 años, que era guardia
jurado en la Compañía General de Electricidad y vivía en la Venta de la Lata,
una finca de su padre en el Camino Nuevo del Cementerio. Pedro, de 31 años,
ejercía de matarife mientras su hermano Pepe, de 20, tenía varias tablas de
venta de carne y recorría los pueblos como marchante en la compra de ganado.
Francisco, todavía muy pequeño —tan sólo contaba con 13 años en 1936—,
echaba una mano en la casa como el resto de los hermanos. Una vida cotidiana
concentrada en el esfuerzo y la mera supervivencia. Pero la normalidad
concluy ó abruptamente, como para millones de españoles, un 18 de julio de
1936. Ahora bien, para los Quero el 18 de julio significó algo más que una
guerra. Era el principio de una historia que nunca hubieran podido imaginar.
El golpe militar en Granada triunfó el día 24 de julio, siete días después de la
sublevación en Marruecos, tras la derrota de la resistencia organizada en el barrio
del Albaicín, de signo may oritariamente anarcosindicalista [4] . Ninguno de los
hermanos Quero, aun viviendo en el mismo foco de la resistencia, participó en
los acontecimientos, tal y como demuestra que permanecieran hasta diciembre
en la capital sin ser detenidos. La represión desatada durante los meses
posteriores, agudizada por la primera resistencia, la división militar de la
provincia y los fracasos del Ejército Rebelde en las provincias vecinas de Jaén,
Málaga y Almería, alcanzó unas cotas de enormes dimensiones[5] .
La familia Quero se vio afectada el 20 de julio de 1936 por el fusilamiento
del marido de una de las hermanas, Rosario Quero, maestro soldador en la
fábrica de explosivos de El Fargue. El propio Antonio, que vivía en la Venta de la
Lata, durante los primeros días se vio obligado a prestar servicio a la Guardia
Civil en el cementerio[6] , incluy endo la petición de sus servicios en los
fusilamientos —dado que por su condición de guardia jurado contaba con una
escopeta—, propuesta que desestimó con la may or prudencia [7] . Esta situación
le dio la oportunidad de buscar el cuerpo de su cuñado, al que nunca encontró
entre los cadáveres apilados en los muros del cementerio.
Ante las constantes escenas de fusilamientos, y cierto miedo a que los
detuvieran por la muerte de su cuñado, tres de los hermanos (Pedro, Antonio y
José), junto a sus mujeres, decidieron pasar a la zona republicana en el mes de
diciembre de 1936. Las motivaciones para su huida no se pueden considerar en
términos estrictamente ideológicos y están más vinculados a la extensión y el
horror de la represión. Antonio Quero le confesó a un compañero de cárcel « que
su mujer estaba y a mala y no comía de ver tantos fusilamientos[8] » . En
realidad, el único testimonio directo que tenemos sobre su huida de Granada y el
periplo durante la guerra civil es el de Pepe Quero, el menor de los tres
hermanos y, más adelante, líder del grupo de los Quero:

Se marchó a zona roja el 16 de diciembre de 1936 en unión de su


esposa, madre política y cinco hermanos políticos, tres de ellos menores,
por la parte del río Darro hasta llegar a Tocón de Quentar, siendo el motivo
de fugarse el unirse a su padre político que se encontraba en Jaén, ya que
nunca perteneció a ningún partido político, que se trasladaron a Almería y
después a Murcia, donde al hacer su presentación se afilió al Partido
Sindicalista, que en posteridad movilizaron su quinta, destinándole al
309.º Batallón de la 78.ª Brigada que se encontraba de posición en la
ermita de don Felipe Alba, en Huetor Santillán, que a estos frentes de
Granada se presentó voluntario pues se encontraba en (ilegible) de
Madrid, que no es cierto perteneciera a los Niños de la Noche, que no fue
ni espía ni enlace rojo, que solamente estuvo en Diezma y que le
destinaron a una Compañía de Depósito, que se dedicaba solamente en
hacer servicio de Guardia en el Estado Mayor, Comandancia, Oficinas de
información, etc [9] .

Como podemos comprobar, Pepe Quero niega su pertenencia al grupo


guerrillero de los Niños de la Noche [10] , aunque su declaración podría responder
a una lógica estrategia de defensa frente a las autoridades militares. La ley enda
popular y varios autores han especulado, sin ningún tipo de soporte documental,
sobre la pertenencia de los tres hermanos al referido grupo, pero a la vista de los
documentos consultados hasta el momento dicha afirmación no tiene ningún tipo
de fundamento.
En el Consejo de Guerra existen cuatro acusaciones particulares en esa
dirección —tres de supuestos excompañeros y otra del denunciante original—,
dos de los cuales más adelante lo niegan (por haber firmado un documento en
blanco) o modifican su declaración (comentando que en realidad pertenecían al
Servicio de Información de Enlaces). Lo único claro hasta el momento es que los
tres hermanos pertenecieron al 309.º Batallón de la 78.ª Brigada Mixta, y que sus
destinos fueron fundamentalmente los pueblos de Diezma, Huetor Santillán y
Guadix[11] .
La guerra civil concluy e con la entrada de las tropas del general Franco en
las calles de la capital madrileña a finales de marzo de 1939. El frente de
Andalucía oriental, donde los hermanos Quero había pasado la guerra, quedó
desmovilizado en los primeros días del mismo mes de marzo, ante la inminente
derrota de la República y el golpe interno del coronel Segismundo Casado. Una
vez desmovilizados, los hermanos Quero regresaron a sus casas después de dos
años y tres meses en el frente, aunque la información sobre su llegada y
detenciones cuenta con algunos problemas, en particular el caso del hermano
may or, Pedro Quero. Algunas versiones sostienen que permaneció algún tiempo
en el campo de concentración de Guadix hasta que fue liberado gracias a la
mediación de un amigo falangista de su padre [12] , y otras versiones señalan que
se presentó a las autoridades, las cuales le ordenaron que se presentara en el
Puesto de la Comandancia de la Alquería de El Fargue, lugar al que nunca
acudió, por lo que quedó en paradero desconocido desde el 10 de abril de
1939[13] . Otras versiones más estrafalarias le situaban en el campo de
concentración de Punta Umbría (Huelva), en Francia o en los primeros grupos de
huidos en la sierra de Córdoba [14] . Lo que sí está absolutamente despejado es
que una vez fuera del campo de concentración o presentado ante las autoridades,
Pedro Quero permaneció oculto en la casa familiar de la Plaza de Castillas
durante más de cinco años, cuando cansado de las visitas de los confidentes y las
autoridades, decidió incorporarse a principios de 1945 al grupo de sus
hermanos[15] . Pero no adelantemos acontecimientos. Sobre Antonio
desconocemos la fecha de detención, aunque debió ser a la altura de la de su
hermano Pepe. Después de regresar a su casa, el 24 de abril de 1939, un vecino
de Diezma le vio por casualidad y le denunció a la policía por haberle detenido
durante el periodo de la guerra. De hecho, la acusación en el Consejo de Guerra
contra Pepe Quero Robles consta de dos puntos principales: la detención de dicho
ciudadano y su participación en el corte de teléfono de las fuerzas rebeldes en la
conocida operación del Peñón de la Mata, efectuada entre el 4 y 7 de febrero de
1938. Pepe Quero reconoce la detención pero actuando bajo las órdenes de su
teniente, negando de nuevo su pertenencia a los Niños de la Noche. Lo más
probable es que Pepe Quero no mintiera; el 309.º Batallón de la 78.ª Brigada
Mixta participó activamente en el asalto al Peñón de la Mata [16] pero no
formando parte del XIV Cuerpo del Ejército Popular (Guerrilleros), sino
integrado en la 22.ª División del IX Cuerpo del Ejército[17] .
En su defensa, y para demostrar su buena conducta tanto antes como durante
el transcurso de la guerra, presentó un aval firmado por cinco labradores, el
párroco, el alcalde, el jefe de la Falange (y otra autoridad ilegible,
previsiblemente la Guardia Civil) del pueblo de Huetor Santillán[18] .
Antonio y Pepe permanecieron en la cárcel de La Campana —un edificio
habilitado junto a la Prisión Provincial— unos quince meses antes de su fuga el
17 de junio de 1940. El fiscal, cinco meses antes, había pedido 30 años de prisión
para Pepe Quero. La descripción que realiza su compañero de cárcel sobre las
sacas nocturnas en La Campana y sus conversaciones con los Quero nos pueden
dar una idea clara de las motivaciones de Pepe y Antonio para huir de la cárcel,
pero el propio Pepe, unos días después de su fuga, lo expresó con sus propias
palabras a un viejo amigo que visitó en un cortijo de Huetor Santillán. El hombre,
al verle entrar en su casa, le preguntó sorprendido: « Pero chiquillo, ¿tú no estabas
en la cárcel?» , a lo que él contestó: « sí, pero es que me fugado porque me iban a
fusilar y me he echado a esta vida del campo[19] » .
Antonio y Pepe, junto a otros dos presos, José Guerrero y el Tito, y el
centinela de la cárcel —familiar de los Quero—, aprovecharon una de sus salidas
que solían realizar al serle asignado la función de albañiles en la prisión. Lo
primero que hicieron fue ir a buscar un depósito de armas de la Columna Maroto
escondido en las proximidades de Tocón de Quentar del que le había informado
Vicente Castillo, anarquista detenido durante esos días en La Campana [20] .
Tanto los documentos de la Guardia Civil como algunos historiadores inician
la historia de los hermanos Quero con su efímera incorporación —durante cinco
meses— a la partida del Yatero, para luego considerar que a partir de 1941
forman su propio grupo cuy a existencia se extiende entre 1941 y 1947. A nuestro
entender, los hermanos Quero desde su huida de la cárcel actuaron de forma
independiente, lo cual no quiere decir que no mantuvieran contactos y
cometieran atracos con otros huidos como el Yatero, el Sevilla o los hermanos
Clares. Los grupos de huidos que se van configurando durante los primeros años
de la posguerra no tienen las restricciones disciplinarias y la exigencia de las
posteriores agrupaciones guerrilleras, por lo que el movimiento de personas de un
grupo a otro o las colaboraciones no resulta tan extrañas en la dinámica de estos
primeros tiempos. Hasta tal punto es así, que en fechas tan tardías como el 1 de
diciembre de 1941 —recordamos que todos los autores declaran enero de 1941
como punto de inflexión en la independencia del grupo de los Quero— podemos
observar a Antonio y Pepe Quero participando en un atraco a una panadería en
Cenes de la Vega, junto a Francisco Rodríguez Sevilla (a) Sevilla, huido desde
marzo de 1941, y que con posterioridad, en 1946, desempeñará el cargo
provisional de jefe de la Agrupación Guerrillera de Granada [21] .

2. IDEOLOGÍA «VERSUS». EXPERIENCIA COLECTIVA


La existencia de grupos con un perfil marcadamente diferente a los modelos
guerrilleros ha sido resuelto por la historiografía con la designación de dichas
partidas como grupos minoritarios anarquistas —siguiendo la información de la
Guardia Civil, que asignaba la ideología anarquista a cualquier grupo
independiente—, como si ésta fuera una categoría científica y pudiera dar
respuesta a sus diferencias. Eric Hobsbawn, en sus trabajos sobre los rebeldes
primitivos, a pesar de reforzar su análisis con otros elementos, también dota a la
cuestión ideológica de un marco interpretativo[22] . En nuestra propuesta sobre la
aplicación de la categoría del bandolerismo social consideramos independiente la
existencia o no de una adscripción política, dado que como herramienta de
análisis nos sirve para interpretar no elecciones ideológicas, sino perfiles
definidos por la acción (estrategia, táctica, códigos culturales, repertorios de
acción colectiva, etc.) y su naturaleza [23] .
Aun así, quisiéramos aclarar algunos aspectos sobre las bases ideológicas de
los hermanos Quero, puesto que todos los autores han recurrido a su supuesto
anarquismo como medio de interpretación de sus particularidades. En la
resistencia armada de la posguerra existieron importantes grupos anarquistas sin
ningún género de dudas, pero el caso de los hermanos Quero parece más
complejo. Una de las argumentaciones más recurrentes para definir el grupo de
los hermanos Quero como anarquista es la participación de José Quero en tres
reuniones con Gregorio Gallego, vicesecretario nacional de la CNT, en 1944[24] .
Por otro lado, es conocido que recibieron ay uda y mantuvieron contactos con el
reducido grupo anarquista que se reorganizaba en Granada y que constituía la
única red de evacuación que existió en la provincia [25] . Tenemos otro
documento donde se hace referencia a los diversos viajes de los hermanos Quero
a Madrid. Federico Fernández López, miembro de la Comisión Gestora Nacional
del PSOE durante los primeros años de la posguerra, hace referencia a los
contactos de su organización con el grupo de los Quero. Dos de los encargados de
reorganizar el PSOE en España eran Julio Méndez López y Mariano Redondo, el
segundo de los cuales, en 1943, se desplazó a Granada y entró en contacto con los
hermanos Quero:

Fruto también del viaje de Mariano Redondo a Andalucía, en Granada,


logra entrevistarse con los hermanos Quero, guerrilleros de aquella sierra
y que aunque de la CNT, se sienten vinculados a nosotros. Los hermanos
Quero, realizan varios viajes a Madrid y al regreso de uno de ellos el
cuarto hermano que cae, en una calle de Granada, muere abatido por las
balas de la Guardia Civil[26] .
Como podemos comprobar, el testimonio del dirigente socialista también
menciona la militancia de los hermanos Quero en la CNT. Eulogio Limia Pérez,
en su Informe General, vincula estrechamente al grupo entre 1941 y 1942 al
socialista Francisco Rodríguez Sevilla, del cual y a comentamos con anterioridad
su participación en un atraco con los Quero, y entre 1943 y 1944 al
autodenominado como Comandante Villa, de corte anarcosindicalista [27] . José
Bueno Liñan (a) comandante Villa, debió coincidir con los hermanos Quero en la
cárcel de la Campana en el año 1939, pero no fue puesto en libertad hasta el 24
de marzo de 1943. A su salida, intentó reorganizar la CNT en los pueblos de la
zona y tenemos constancia de su puesta en contacto con el grupo de los hermanos
Quero[28] . Previsiblemente, su intención sería dotar al grupo de una may or
dimensión política, pero las acciones de los Quero —en lo que se refiere a
repertorios, estrategia, etc.— continuaron en la misma línea que en los cuatro
años anteriores.
Hasta aquí hemos recogido una serie de testimonios y documentos que
señalan el previsible anarquismo de los hermanos Quero, pero que no resuelven
ni dan respuesta, en modo alguno, a las particularidades del grupo. Si centramos
nuestra atención en la cuestión de los repertorios —aunque más adelante nos
extenderemos en este punto—, nos daremos cuenta de la vital importancia de la
experiencia colectiva en la interpretación de los diferenciales de resistencia.

La palabra repertorio identifica un conjunto limitado de rutinas


aprendidas, compartidas y actuadas a través de un proceso de elección
relativamente deliberado. Los repertorios son creaciones culturales
aprendidas, pero no descienden de una filosofía abstracta ni toman forma
como resultado de la propaganda política, sino que surgen de la lucha. Es
en la protesta donde la gente aprende a romper ventanas, atacar presos
sujetos al cepo, derribar casas deshonradas, escenificar marchas públicas,
hacer peticiones, mantener reuniones formales u organizar asociaciones de
intereses especiales. Sin embargo, en un momento particular de la historia
la gente aprende una cantidad bastante limitada de modos alternativos de
acción colectiva[29] .

Dos ideas clave se derivan de este fragmento: los repertorios se aprenden, es


decir, se adquieren a través de la experiencia y, al mismo tiempo, no abarcan
todas las posibilidades sino que están limitados en cada contexto. Observemos, en
la medida en que la documentación pueda alumbrarnos, el recorrido de los
hermanos Quero y, por lo tanto, su espacio de aprendizaje en las formas de
protesta.
De los cuatro hermanos Quero, tan sólo existe constancia de militancia
anterior a la guerra por parte de Antonio Quero, afiliado a la UGT y al
PSOE[30] . El resto de los hermanos, dedicados a su propio negocio de compra de
ganado y venta de carne, no estuvieron vinculados a ninguna organización
política ni sindical. Ya comentamos de igual modo con anterioridad como
ninguno de los hermanos Quero, viviendo en el mismo barrio del Albaicín,
participó en la resistencia durante los primeros días del golpe militar, ni fueron
detenidos en los meses posteriores hasta que en el mes de diciembre decidieron
pasar a la zona republicana. Todo esto en un contexto de represión desaforada.
Ninguno tenía antecedentes políticos ni vestigios de haber participado en protestas
durante las décadas anteriores[31] , y el propio Pepe reconoce, como vimos unas
líneas más arriba, no haber formado parte de ninguna organización política,
afiliándose en el año 1937 al Partido Sindicalista de Ángel Pestaña [32] .
El hecho de que la militancia del líder del grupo de los hermanos Quero se
produzca en el contexto de la guerra civil es significativo, no y a por la
identificación ideológica que tanto le gusta a ciertos historiadores, sino porque nos
alerta sobre un aspecto fundamental, la nula experiencia colectiva de los
hermanos Quero antes de la guerra, lo que nos ay uda a comprender las
posteriores opciones y tipología de su resistencia, a la vez que nos permite
analizar con may or claridad la vertiente tradicional de sus repertorios. Sin restar
importancia al hecho de su filiación, debemos considerar que durante el primer
bienio republicano, el triunfo del Frente Popular y más intensamente en el
transcurso de la guerra civil, se produjo una avalancha de afiliaciones políticas
que nos pueden dar muchas claves sobre la acción colectiva tanto durante la
guerra como en el posterior desarrollo de la resistencia armada, y que no han
sido exploradas hasta el momento con la intensidad que se merecen[33] .
Su experiencia, por lo tanto, se encuentra restringida a los dos años y tres
meses que estuvieron encuadrados en el Ejército regular. Ya hemos comentado
el escaso fundamento de las afirmaciones sobre su pertenencia al grupo
guerrillero de los Niños de la Noche. Pero este hecho —aún si hubiera sido cierto
— no nos podría servir como argumento mecánico para dotar al grupo de los
hermanos Quero de unas herramientas que en realidad nunca emplearon. Los
cambios en los repertorios colectivos se generan en amplios intervalos de tiempo
y, en este caso, se pone en evidencia. Ninguno de sus miembros participó
activamente, durante las décadas o años anteriores, en los ejercicios de protestas,
por lo que es comprensible que a la hora de desarrollar sus propias actividades de
resistencia emplearan unas formas de acción de tipo más convencional.
A partir de estos presupuestos planteamos la hipótesis de que el grupo de los
hermanos Quero puede ser considerado como un arquetipo de bandolerismo
social en la posguerra, tal y como lo hemos formulado después de una intensa
revisión de la categoría [34] . Pero que nadie confunda la adopción de este modelo
teórico con un intento de despolitizar la acción de los grupos que hemos
enmarcado dentro del bandolerismo social. Eric Hobsbawm no lo hizo y tampoco
es nuestro propósito. Aun así, debemos aclarar que no compartimos la
perspectiva del historiador británico cuando define como « prepolíticas» a las
formas y a las personas que protagonizan este tipo de violencia colectiva. Su
visión viene restringida por la estrecha definición de lo « político» , limitado « a la
persecución de programas explícitos y de gran alcance que se refieran a la
distribución y el ejercicio a nivel nacional o internacional[35] » . Como bien
apuntan los hermanos Till y, si ajustáramos las protestas y los conflictos sociales
a estos requisitos, la may oría de las mismas, incluidas las más recientes,
resultarían de carácter « prepolítico» , lo cual entraría en contradicción con el
progresivo aumento de la población politizada desde comienzos del siglo XIX.
Nuestra perspectiva de lo que debemos considerar como « político» resulta
mucho más amplia, sin que por esto renunciemos a la necesidad de señalar los
diferenciales entre unas formas y otras de conflictividad social y colectiva. Sin ir
más lejos, en el único documento que se conserva directamente de los hermanos
Quero —una carta de amenazas que entregaron a un juez militar el 4 de agosto
de 1944— se hace referencia a « lo poquito que falta para que el monstruo
alemán desaparezca de la faz de la tierra [36] » , en una clara alusión a la
previsible derrota de la Alemania nazi frente a los aliados, lo que pone en
evidencia el contenido político del grupo. Pero también debemos señalar las
claras diferenciaciones que existen respecto a los modelos guerrilleros y, para
ello, podemos recurrir al mismo documento mencionado. Frente al tipo de textos,
propaganda y discursos guerrilleros —con una gramática supralocal y articulada
—, la carta de los hermanos Quero podría adecuarse en may or medida a un
lenguaje local y difuso[37] . A pesar de la apostilla que hemos comentado, se
centra en un objetivo único, concreto y personal: la puesta en libertad de dos
amigos que han sido detenidos por esconder dos escopetas que les habían
entregado. La argumentación es sencilla: « solamente Miguel tubo que aceptar lo
que le dijimos, que nos esconidera el fucil, y no nos ha buerto aber más; le
desimos esto para que se sepa que son inocentes» . Siendo un tanto exagerados,
pero sin forzar el texto, los hermanos Quero reclaman justicia más que atacar a
las propias estructuras franquistas, muy al contrario de lo que se encuentra en la
literatura guerrillera. De igual modo, podemos observar esa relación casi vecinal
que se establece en el diálogo: « entre Vd. y nosotros quedará el secreto» . Las
amenazas y las referencias se centran en un espacio local, a un caso concreto. El
enemigo, por lo tanto, tiene un rostro conocido. El mismo hecho de presentarse
en la casa del juez militar para entregarle personalmente la carta nos da una idea
sobre su propia percepción « vecinal» de la resistencia. Pero, además, al final de
la carta, encontramos un detalle que no nos debe pasar desapercibido. La rúbrica
bajo la que firman los hermanos Quero es la siguiente: El Capitán Justiciero de la
Sierra, de ahí el título de nuestro trabajo. En principio, podía parecer un elemento
de análisis casi exótico, pero en realidad tiene un carácter simbólico que nos
permite acercarnos a una cosmovisión alejada de los presupuestos clásicos del
movimiento obrero organizado y, por lo tanto, de las formas de conflictividad
industrial y más vinculado a otras modos de protesta de signo más tradicional.
Para concluir este apartado, recogemos unos fragmentos de las memorias
inéditas del anarquista granadino Vicente Castillo (secretario de Organización y
Defensa de la CNT de Granada), amigo y en algún momento colaborador de los
Quero, que pueden resultar más que clarificadoras:

Los Quero fueron cuatro hermanos que con otros traían de cabeza a
todo quisque, sus actuaciones casi siempre eran en Granada, fueron muy
audaces, decididos, valientes, inteligentes e independientes e
incontrolados. Sus actuaciones estaban siempre al margen de toda
organización, […] No actuaban, en mi concepto, como verdaderos
guerrilleros, derrochaban un valor (esto es innegable) reconocido por toda
Granada, pero no se ceñía a la moral revolucionaria e ideológica […] casi
nunca actuaban en un plan de efectividad para hacer daño en algún punto
vital en un plan combinado, sierra, llano. Ellos hacían las cosas a su modo
y de acuerdo a sus instintos o intereses, esto fue una lástima porque valían
ellos cuatro por cien y, si su actuación hubiera sido más en consonancia
con el momento, creo que desde Granada sale un foco hacia toda
España[38] .

Independientes, incontrolados, al margen de toda organización, actuando de


acuerdo a sus instintos… En unos breves párrafos, y de forma intuitiva, Vicente
Castillo captó la naturaleza de un grupo como el de los hermanos Quero.
Es el momento oportuno para tomar un nuevo impulso en nuestra
argumentación.

3.LOS QUERO EN EL CONTEXTO DE LA RESISTENCIA ARMADA EN


GRANADA.

En realidad, la partida de los hermanos Quero forma parte de un conjunto de


635 personas que conforman, en la actualidad, el censo de miembros que
estamos elaborando de la resistencia armada en las provincias de Granada y
Málaga oriental, entre 1939 y 1952.
FUENTES: CONSEJOS DE GUERRA (ATTMA Y ACGG).
EXPEDIENTES GUARDIA CIVIL (AGA). EXPEDIENTES
POLICÍA (AHN). MEMORIA HISTÓRICA COMANDANCIA
DE GRANADA Y NOTAS INFORMATIVAS (CEHGC).
DOCUMENTACIÓN EULOGIO LIMIA PÉREZ Y PCE
(ACCPCE) Y JOSÉ AURELIO ROMERO NAVAS: CENSO DE
GUERRILLEROS Y COLABORADORES DE LA
AGRUPACIÓN GUERRILLERA DE MÁLAGA-GRANADA.
MÁLAGA. CEDMA. 2004.ELABORACIÓN PROPIA

La suma total de las personas según las categorías no es igual al censo con el
que trabajamos por la doble e incluso triple integración de algunos individuos en
distintas formas de resistencia. Por poner algún ejemplo: (16) personas
participaron tanto en agrupaciones guerrilleras como en grupos de bandolerismo
social. También sería necesario señalar que (14) personas mantuvieron una
actividad de resistencia de forma individual (10) de ellos a lo largo de toda su
tray ectoria. Por último, nos encontramos con un número de (181) personas que
formaron parte de diferentes grupos de cuy a naturaleza no tenemos
conocimiento o simplemente no contamos con los datos suficientes para ubicarlos
en los grupos que actuaron en la zona. Es posible que parte de ellos en realidad
fueran miembros de alguna agrupación guerrillera, en especial la AGG, pero
también un número de ellos debieron pertenecer a grupos delictivos que actuaron
en paralelo. El problema de la delincuencia necesitaría de un nuevo artículo por
lo que tan sólo señalaremos la necesidad de tener en cuenta este fenómeno a la
hora de analizar la resistencia armada en la posguerra.
En cuanto al número de grupos, hemos delimitado la cifra a nueve (aunque
ésta va a sufrir variaciones al alza, particularmente durante el primer periodo en
la zona de Málaga oriental). Cuatro son conocidos popularmente como la partida
de los hermanos (Quero, Galindo, Matías y Clares), y el resto se completa con
los siguientes grupos: Yatero, Rabaneo, Ollafría, Agrupación Guerrillera de
Málaga y Agrupación Guerrillera de Granada. De los nueve grupos presentados,
cinco se ajustan al modelo de bandolerismo social según nuestras primeras
investigaciones: los cuatro definidos por el parentesco y la partida de Ollafría.
La historiografía ha destacado al menos dos fases en la resistencia armada
antifranquista: una primera, denominada de huidos, caracterizada por la
formación de pequeñas partidas desorganizadas, y cuy as motivaciones estaban
más vinculadas a la represión y la mera supervivencia que a los planteamientos
políticos; y una segunda fase, guerrillera, a partir de 1944-45, donde —
principalmente— el PCE intenta organizar a los pequeños grupos dispersos para
conferirles unas referencias políticas y unas estructuras de carácter militar. Aun
así, no podemos olvidar excepciones como la formación de la Federación de
Guerrillas de León-Galicia a la altura de 1942 o la creación de guerrillas sin la
existencia previa de grupos de huidos como en el caso de la Agrupación
Guerrillera de Levante-Aragón (AGLA).
Si bien compartimos este esquema general, consideramos que los
historiadores hasta el momento han prestado escaso interés a lo que nosotros
denomínanos como procesos unificadores, es decir, los intentos de unión —y a
sean a través de la coordinación o la integración— de las diferentes partidas
disgregadas en el territorio. Entre 1944 y 1946 —recordemos que la cronología
puede sufrir variaciones según las zonas— estos procesos se iniciaron dirigidos,
en su may oría, por miembros del PCE llegados del exilio. Las partidas que hasta
el momento habían estado disgregadas se enfrentaron ante un interrogante;
integrarse en la guerrilla o mantener su independencia. Los grupos que hemos
definido dentro del marco del bandolerismo social mantuvieron una clara
vocación independiente, es decir, rechazaron integrarse dentro de las estructuras
guerrilleras, y no nos referimos, como es evidente, a los casos donde el rechazo
se sustenta en desavenencias ideológicas.
Ante esta situación, cabría preguntarse: ¿qué postura adoptó la partida de los
Quero frente a los procesos unificadores dirigidos por el PCE que tuvieron lugar
en la provincia de Granada? En la provincia de Granada existieron dos procesos
unificadores, ambos dirigidos por el PCE, pero con importantes diferencias. El
primero se inició a comienzos de 1946 con la llegada de José Merédiz Víctores
(a) Tarbes, y poco después de Ramiro Fuentes Ochoa. Las dificultades de ambos
dirigentes, con la imprescindible ay uda de Francisco Rodríguez Sevilla, para
reunir en una organización guerrillera a las partidas independientes de la zona
fueron grandes, consiguiendo al final articular una Agrupación con un carácter
más federativo que integrador —y ficticio que real— formado por los grupos de
Rafael Clares y Rabaneo. Una vez consumado el fracaso de este primer intento,
el segundo proceso unificador —iniciado a principios de 1947— y dirigido con
mano firme por José Muñoz Lozano (a) Roberto, en cambio, tuvo una vocación
estrictamente integradora y unificadora sin dejar espacio a ningún tipo de
independencia ni autonomía dentro de la Agrupación[39] .
La partida de los hermanos Quero rechazó cualquier tipo de integración o
coordinación con las agrupaciones guerrilleras. Los contactos por parte de la
guerrilla para su incorporación existieron y tenemos constancia de ello: Ramiro
Fuentes Ochoa, comisario político de la incipiente AGG, lo relata del siguiente
modo: « Los Quero no manifestaron interés por mantener relación orgánica con la
Agrupación Guerrillera. Éste fue un gran error suyo, que les costó la vida a todos
ellos, a pesar de su heroísmo[40] » . Más adelante, Roberto también intentó
integrarlos dentro de la guerrilla pero de nuevo se encontró con su resistencia.
Miguel S. C., miembro de la AGG, cuenta cómo en una ocasión algunos
compañeros fueron a recoger a dos de los hermanos Quero a la estación del
tranvía de Dúrcal para conducirles a una reunión con Roberto. Su presencia
causó impacto entre los guerrilleros al encontrarse a dos hombres ataviados con
gabardinas largas, un vestuario extravagante para unos guerrilleros de la sierra.
Los Quero rechazaron la propuesta, se defendieron de las acusaciones por su
falta de organización militar y contestaron que lo único que se podía hacer era
vengarse hasta que los mataran a todos[41] . Atención, de nuevo, a los elementos
que se sustraen de su discurso.

4. MODELOS DE ORGANIZACIÓN, REPERTORIOS DE ACCIÓN


COLECTIVA Y EJES VERTEBRADORES.

Cuando uno analiza a las agrupaciones guerrilleras, como es el caso de la


Agrupación Guerrillera de Granada, lo primero que salta a la vista es su
estructura militar: Estado May or, 6.º., 7.º, y 8.º Batallón con su Plana May or,
distintas Compañías divididas a su vez en Grupos, etc.; una definida jerarquía de
mando (comandante, teniente, sargento, etc.) y un estricto régimen de disciplina
marcado por Códigos como el Manual de orientación política-militar[42] . Bajo la
dirección última de un mando político, y con el apoy o logístico —aunque en la
may oría de los casos mermado— del PCE, la Agrupación Guerrillera de
Granada pudo asumir al menos 250 miembros a lo largo de toda su tray ectoria y
unos 120 simultáneamente, lo cual le permitió cubrir amplios espacios de
territorio a lo largo de las provincias de Granada y Málaga oriental, e incluso,
provincias limítrofes como Almería, Jaén o Córdoba. Además, si bien la may oría
de los guerrilleros eran autónomos, pertenecían al campesinado y en no pocas
ocasiones contaban con una escasa experiencia colectiva; la dirección de la
misma se reservaba a guerrilleros foráneos (Ramón Vías, Alfredo Cabello
Gómez-Acebo, Tarbes, Ramiro Fuentes Ochoa y Roberto), de extracción no
campesina y con una amplia experiencia colectiva. Las dos únicas excepciones
fueron las jefaturas provisionales de Francisco Rodríguez Sevilla (a) Sevilla, en la
AGG, y Joaquín Centurión Centurión, de la AGM. El primero, alcalde socialista
de Cenés de la Vega durante la República y tranviario de profesión, tuvo que
dejar su jefatura nueve meses después de asumirla con la llegada de Roberto. El
segundo, miembro del PCE, aunque natural de Río de la Miel (Nerja), llegó a la
resistencia en un desembarco apoy ado por los norteamericanos desde Orán a
finales de 1944, junto al jefe de la AGM, Ramón Vía. Tras la muerte de este
último se hizo cargo de la Agrupación bajo la dirección política de Cabello
Gómez-Acebo, pero permaneció en su puesto tan sólo unos meses. Roberto, en el
mes de septiembre u octubre, asumió la jefatura de la AGM[43] .
Frente a este modelo de organización, los grupos de bandolerismo social
como el de los hermanos Quero tienen un menor número de miembros —todos
ellos autónomos— y carecen de cualquier estructura y jerarquía militar. De
carácter más democrático, el liderazgo se ejerce por motivos de prestigio y ante
la detención o muerte del líder, o es reemplazado inmediatamente por un nuevo
líder —generalmente del mismo parentesco— o la partida se desintegra,
desaparece o se entrega. El área de acción de los grupos es más reducida y está
vinculado a espacios concretos adscritos al término de sus vínculos personales. En
este sentido parece que las agrupaciones guerrilleras utilizaban la misma
estrategia, es decir, los Grupos que enviaban a cada territorio solían tener
vínculos estrechos en la zona, de tal forma que la infraestructura, los medios de
subsistencia y los enlaces estuvieran garantizados. La infraestructura de los
grupos de bandolerismo social, de igual modo, es a pequeña escala, contando con
los apoy os de redes familiares o de amigos.
Estas diferencias, junto con la brecha abierta en torno a la cuestión de la
experiencia colectiva de sus miembros, van a influir en los instrumentos de
acción colectiva que llevarán a cabo cada tipología de los grupos, aunque este
asunto estará supeditado a dos aspectos fundamentales: la propia diferencia en la
experiencia colectiva dentro de las agrupaciones guerrilleras (de may or a
menor: jerarquías de mando, jerarquías medias y grueso de guerrilleros) y la
precariedad en que se desarrolla la resistencia armada antifranquista. En este
sentido, los repertorios de las agrupaciones guerrilleras no se diferenciaba en
absoluto de la de los grupos de bandolerismo social: nos referimos a los robos, los
anónimos, secuestros, etc., y que entrarían en la lógica de los repertorios de
carácter tradicional. La diferencia entre las dos tipologías se puede establecer en
que los grupos de bandolerismo social reducían su repertorio a este tipo de
acciones, en cambio, las agrupaciones guerrilleras, en la medida de sus
posibilidades, desarrollaron acciones de may or envergadura y de distinta
naturaleza: ocupación de pueblos, asaltos a los cuarteles, lanzamientos de
panfletos, invasión de banderas republicanas, sabotajes avías de comunicación o
infraestructuras, mítines express entre los vecinos, etc. Lo limitado, en cambio,
del repertorio en los grupos de bandolerismo social, atiende, por lo tanto, a la
propia experiencia de sus miembros (y a hemos comentado el caso de los
hermanos Quero), escasa o nula en algunas ocasiones, o más vinculada a los
repertorios convencionales.
Todos estos aspectos nos conducen a una cuestión de no menor interés y que
hemos denominado como los aglutinadores, es decir, tipos de vínculos o lazos
sobre los que se articulan y vertebran los grupos de resistencia, y que y a
expusimos en el artículo anteriormente mencionado. A modo de síntesis,
podríamos decir que hemos definido dos modelos; los lazos de parentesco, que
propician un vínculo entre sus miembros mucho más fuerte que la que ofrece
una partida aglutinada en torno a los lazos sociales, es decir, a través del acuerdo,
por cuestiones de afinidad. El análisis de grupos armados nos lleva a sostener que
la guerrilla cuenta con los dos tipos de aglutinadores; los lazos sociales y los lazos
de parentesco, pero el primero aparece con una función vertebradora, y el
segundo, con un carácter más marginal, representa pequeñas redes de
solidaridad interna. Por el contrario, en los grupos de bandolerismo social el
aglutinador que vertebra la partida son los lazos de parentesco (simbólicos o
reales), establecido en sus orígenes a partir de un núcleo familiar. Estos lazos de
parentesco les dotaron de una fuerte cohesión interna que entre otros asuntos, se
pone de manifiesto en las enormes diferencias en los tipos de bajas entre un
modelo u otro, teniendo la guerrilla un alto índice de desertores (104 computados
hasta el momento), caso contrario de los grupos de bandolerismo social donde la
deserción no existió o tuvo un carácter marginal.
La partida de los hermanos Quero contó con un número aproximado de
dieciséis miembros a lo largo de toda su tray ectoria, por lo que podemos
observar su marginalidad —en términos cuantitativos—, respecto a la AGG. De
las dieciséis personas que formaron parte de la partida (el número puede sufrir
alteraciones al alza), ocho tenían algún tipo de parentesco: cuatro hermanos
Quero (Antonio, José, Francisco y Pedro), un sobrino (Manuel Murillo Osorio) y
un primo (Juan Mérida Robles), además de los dos hermanos Chavico de Güejar
Sierra, siendo los hermanos Quero el eje vertebrador de la partida.
El grupo se origina, como y a dijimos, en el mes de julio de 1939 después de
su evasión de la cárcel, formado por tres individuos: los hermanos Quero, Pepe y
Antonio, y el sobrino del segundo, Manuel Murillo Osorio, siendo el liderazgo de
Pepe Quero hasta el día de su muerte, 6 de noviembre de 1944, cuando intentaba
dar un atraco al industrial granadino José Contreras Palma [44] . Su sucesor fue su
hermano Antonio, el último miembro del grupo muerto el 22 de may o de 1947.
La incorporación del resto de familiares fue paulatina. En el mes de agosto de
1943, Francisco, que había pasado la guerra en Granada haciéndose cargo del
negocio familiar, harto de las palizas y reclusiones en comisaría, con un Consejo
de Guerra abierto por ay udar a sus dos hermanos huidos, decide ingresar en el
grupo[45] . Su hermano Pedro, el may or de todos, recluido en su casa durante
cinco años, bajo el bulo extendido por su familia de que había huido a Francia,
cansado de su encierro y de las constantes visitas de los confidentes, se incorpora
a principios de 1945. El resto de los integrantes hasta el momento constatables
fueron: Serafín López Molina (a) Polinario, Modesto Delgado Hidalgo (a)
Modestico, Joaquín Peregrina Márquez, Antonio Velázquez Murillo (a) el de
Güejar, Baldomero de la Torre Torres (a), el Mecánico, Antonio Morales
Rodríguez (a), el Palomica, Antonio Ibáñez Huete (a), Chato Borrego del Dólar, y
Matías García Fernández (a) Matías, pastor y amigo de la infancia. El grupo no
sufrió ninguna deserción ni presentación ante las autoridades, en contraste con lo
ocurrido en la Agrupación Guerrillera de Granada, cuy os miembros, en un
porcentaje muy alto, no superaban los tres meses en la sierra.
La zona de actuación se concentró en la ciudad de Granada, especialmente
en el Albaicín, el Sacromonte y la parte menos urbanizada, es decir, la zona de
cuevas y barrancos, donde contaban con may or apoy o popular y una red de
amigos y familiares que les permitían moverse con solvencia, dejando acciones
puntuales en los pueblos más cercanos: La Zubia, Albuñuelas, Los Ogijares,
Huetor Santillán, La Fargue, Lancha de Cenes, Monachil, Purullena, etc. La
AGG, por el contrario, no realizó actuaciones en la capital y desplegó sus
batallones por toda la provincia de Granada y Málaga oriental.

5. HERMANOS QUERO: LA FUERZA DEL MITO

La labor historiográfica a la hora de enfrentarse al análisis de un mito no sólo


consiste en desvelar la parte real o ficticia de la ley enda. También debe analizar
el proceso de construcción del mito, la fuerza simbólica del mismo y su
significado social. En este sentido, en primer lugar, nos deberíamos preguntar si
el mito de los Quero fue una construcción contemporánea a sus actividades o una
construcción posterior forjada por elementos externos —fuentes literarias, etc.—
una de las críticas más repetidas al modelo de Hobsbawm.
Los hermanos Quero no cuentan con fuentes literarias que pudieran construir
una ley enda ficticia sobre sus actividades. Tan sólo un antiguo compañero de
cárcel realizó una investigación a finales de los años setenta que publicó con
reducidos medios y peor distribución[46] , y las escasas referencias en la prensa
oficial (los periódicos Patria e Ideal) subray aron la versión criminal que
interesaba a la dictadura. Tampoco estamos ante un caso excepcional como el de
Jesse James que consolida su ley enda a través de sus propios escritos[47] . La
ley enda de los hermanos Quero, con fragmentos basados en la realidad y otros
de carácter imaginario o atribuido, se construy ó a través del boca a boca y ha
sido transmitida durante décadas y generaciones por medios exclusivamente
orales. Como muestra de la existencia del mito de los hermanos Quero en el
periodo mismo en que se desarrollaron sus actividades basta recoger el Informe
General —documento de curso interno— del Teniente Coronel de la Guardia
Civil Eulogio Limia Pérez, máximo encargado de la represión de la resistencia en
Granada [48] . Al hablar de los hermanos Quero resalta « que la partida adquiere
gran prestigio y en la capital y sus alrededores se vive cierta época de
intranquilidad, aureolando la imaginación popular los actos audaces de estos
malhechores, que indudablemente sirven a los propósitos de los agitadores
políticos[49] o en referencia al año 1944 que “este año ha marcado el cénit del
prestigio de esta partida” [50] » . Tales comentarios, viniendo del encargado de la
represión del fenómeno de la resistencia, resultan significativos. Un informe de la
Dirección General de Seguridad fechado en Madrid a 28 de noviembre de 1944
también se expresa en los mismos términos: « Se reputa en Granada que los
elementos más peligrosos y de may or actividad son los hermanos Quero,
alrededor de los cuales va forjándose una ley enda, trágica por la calidad de sus
acciones[51] » .
Las ley endas parten de un principio de realidad, y en el caso de los hermanos
Quero sus acciones estaban tan plagadas de ingenio, atrevimiento y osadía que no
necesitaron demasiado tiempo para transformarse en un mito. A partir de ese
momento, una parte de la sociedad, sedienta de héroes, justicieros y vengadores,
atribuy eron a los hermanos Quero actos que nunca habían llevado a cabo pero
que aumentaban su prestigio y alimentaban la imaginación popular. Aun así, estos
elementos no son pasivos y muy probablemente interactuaron en una doble
dirección, lo cual implica que las acciones de los hermanos Quero estuvieran
cada vez más condicionadas por el propio peso de su ley enda: « estos hermanos
fueron célebres por su valentía y audacia indiscutible y que este arrojo
despreciativo a la prudencia fue las causas de sus muertes[52] » .
Poco a poco se fueron extendiendo sus hazañas por toda la ciudad: la evasión
de la cárcel de La Campana, la capacidad de evadir los cercos policiales (a
través de las estrechas calles, los tejados, cuevas o casas) en los barrios de
Sacromonte o el Albaicín, la entrega de dinero a amigos y familiares, los robos y
secuestros a banqueros y personas principales (coronel de Intendencia retirado
Eduardo Estrada y Ríos, Indalecio Romero de la Cruz, etc.), su presentación en la
casa de un teniente coronel para entregarle una carta de amenazas[53] , etc. A
estos hechos se fueron agregando otros atribuidos por el imaginario colectivo
como el secuestro del coronel Milans del Bosh, en realidad efectuado por la
partida de los Clares u otros de más difícil comprobación como el asesinato del
inspector de policía Julio Romero Funes, conocido por su crueldad —cuy a autoría
todavía es una incógnita—, los pasos (disfrazados de curas o de gitanos) a la zona
republicana durante la guerra o sus célebres comidas en los restaurantes más
céntricos de la ciudad, dejando una propina generosa —de hasta 500 pts— y una
nota donde decían: « Aquí han estado comiendo los hermanos Quero[54] » .
Hasta el momento, todos los datos recogidos en torno a las acciones de los
hermanos Quero se ajustan al modelo planteado por Hobsbawm, salvo en el
asesinato del industrial Indalecio Romero de la Cruz, un hombre de prestigio en
Granada, acaecido tres meses antes de la desaparición de la partida, cuando los
dos últimos miembros se sentían acorralados. Uno de los rasgos del bandolerismo
social es el uso moderado y no indiscriminado de la violencia. En el caso de los
hermanos Quero esta muerte es la única vulneración de este principio. De hecho,
son conocidos diversos casos donde se pone de manifiesto lo contrario. Es
recordado el día en que un miembro de la partida se enteró que el hombre que
había denunciado a Pepe estaba en un cortijo, y fue con la intención de matarle,
pero José Quero se lo impidió. « Te merecerías la muerte. Tú fuiste quién me
encarceló, y por tu culpa me veo ahora en la sierra perseguido hasta que un día
me maten, pero nosotros no somos criminales. Márchate [55] » .
Este uso moderado de la violencia, por supuesto, no incluy e a los traidores y
los confidentes, y si hay algo que define la tray ectoria de los hermanos Quero, es
su obsesión por eliminar a sus enemigos más cercanos. Un rasgo más del
carácter « localista» , vecinal, de sus acciones.
Tiene especial relevancia la familia apodada Guinea, cuy os tres de sus
miembros —padre y dos hijos— se convirtieron en un quebradero de cabeza
para el grupo de los Quero. Amigos de la infancia y vecinos en el barrio de
Sacromonte, los Guinea, jornaleros de escasos recursos, dieron varios soplos a la
Guardia Civil que provocaron la muerte de alguno de sus miembros (éste es el
caso del conocido por Matías). La respuesta de los Quero no se hizo esperar. El 31
de marzo de 1944 Modestico alojó dos balas en el tórax y la cabeza a José
Rodríguez González (a) Guinea, mientras recogía leña y lo lanzó a un pozo[56] .
El 16 de septiembre de 1944, su hermano Luis, también confidente, es engañado
por miembros del grupo con la idea de ir a cometer un atraco. Muere acribillado
por cinco miembros de la partida junto a la iglesia de San Miguel Bajo[57] . En
principio, el único que sobrevive al grupo de los hermanos Quero es su padre,
Luis Rodríguez Fernández (a) Guinea, que salió a celebrar por las calles del
Albaicín, con una botella de vino, la muerte de Antonio (22 de may o de 1947) y
el final de la partida. Tres hombres armados con pistolas le dieron muerte el 15
de junio de 1947, 23 días después de la muerte del último de los Quero[58] .
Aunque no tenemos espacio para desarrollar este punto, el problema
del «localismo» a la hora de establecer objetivos también se dio en las
agrupaciones guerrilleras tal y como se puede comprobar en diversa
documentación interna[59] . Esto se debe, según consideramos, a la doble
vertiente social y política de la guerrilla, sustentada en los diferenciales de
experiencia que ya hemos señalado con anterioridad.

Si tuviéramos que medir el impacto social y mediático, si se nos permite la


expresión, de la partida de los hermanos Quero, existen tres hechos que por su
relevancia destacan por encima de los demás: el secuestro del Coronel de
Intendencia retirado Eduardo Estrada y Ríos el 20 de abril de 1943 « efectuado
en auto en calle Alcantarilla y encerrado en una cueva de Lancha de Cenes,
mientras exigían a su hijo, Coronel de Intendencia, medio millón de pesetas por
el rescate [60] » , la muerte del destacado inspector de la Policía de Granada Julio
Romero Funes el 26 de marzo de 1944 (aunque cabe la posibilidad de que el
asesinato no fuera cometido por el grupo de los hermanos Quero sino por algunos
miembros de la misma pero antes de su incorporación[61] ), y el atraco y muerte
del industrial Indalecio Romero de la Cruz el 21 de febrero de 1947. En los dos
últimos casos, como más adelante ocurrirá con la muerte —realizada por parte
de los Clares[62] pero atribuida también a los Quero— del coronel de Ingenieros
Milans del Bosh, se producen las may ores movilizaciones sociales del franquismo
en Granada como se puede comprobar en la prensa de la época [63] . De hecho,
las dos primeras acciones provocaron la inmediata llegada desde Madrid de un
grupo especializado de la Brigada Político-Social de la Dirección General de
Seguridad:

La reiterada actuación en Granada de grupos de atracadores que


refugiados en la sierra bajan a la capital y pueblos cercanos para cometer
sus fechorías dio lugar a que funcionarios de la Brigada Político-Social de
esta Dirección General se desplazaran a aquella provincia, practicando
averiguaciones diversas al objeto de reducir, en lo posible, tal género de
actividades que habían llegado a preocupar seriamente al vecindario,
siempre inseguro, en su labor cotidiana, ante la comisión de algunos
secuestros, caracterizados por la extraordinaria audacia desplegada. No ha
de ocultarse que este problema es mucho más profundo y que no puede
conjurarse por una actuación simple, única, de la Policía; es preciso
considerar, para mejor comprender su envergadura, que los malhechores
—a punto de resucitar la leyenda negra del bandolerismo andaluz no
solamente cuentan para su ocultación con las naturales fragosidades de la
montaña— convertida de hecho en cuartel general del bandidaje —sino
que también mantienen contactos con gentes de los pueblos y aún de la
ciudad, propicias a su protección y a facilitarles medios y puntos de
reunión en los que se planean los secuestros y atracos, con los
asesoramientos de los encubridores, que tipifican como antaño esta nueva
etapa de los extremistas granadinos[64] .

El peso de la Agrupación Guerrillera de Granada se basaba, como y a hemos


apuntado, en su extraordinaria organización militar —dirigida con enorme
eficacia por Roberto—, por su presencia en un amplio territorio (Granada y
Málaga oriental) y la importancia del número de sus integrantes (al menos 250 a
lo largo de su tray ectoria y más de 130, simultáneamente, en 1948). Es evidente
que la relevancia de la partida de los Quero no se sustenta en ninguna de estas
cuestiones. El peligro que representaban los hermanos Quero nunca fue su fuerza
real sino una especie de fuerza simbólica a la que temían las autoridades por su
posible capacidad catalizadora.
A pesar de lo que se ha venido sosteniendo en los últimos años, la guerrilla
tuvo dificultades para aunar el apoy o de un amplio sector de la sociedad. Los
dirigentes de la guerrilla consideraron que la mejor forma de estrechar una
alianza con el campesinado era:

Organizando mítines y asambleas en cortijos, fábricas, talleres y


pueblos donde se explique, sencillamente, los objetos de nuestra lucha […]
tomando pueblos aunque solo sea por unas horas y hacer ondear la
bandera republicana por todas partes. Tarea principalísima en este orden
es, la que ni una sola operación realizada, por pequeña que esta sea, quede
sin explicar políticamente […] esto reforzará enormemente las simpatías de
los antifranquistas hacia nosotros y aumentará considerablemente su
moral[65] .

A las altas cotas de represión desatada contra el campesinado después de la


guerra civil y el desconocimiento de los procesos internos de segmentación del
campesinado por parte de los cuadros dirigentes de la guerrilla [66] , debemos
añadir el error estratégico en el uso de herramientas, códigos y discursos que
podían atraer a un sector de la población conocedor de ese lenguaje, pero que
sólo producía recelos en el resto de la población. « Desde luego muchos de los
campesinos no tenían cultura para saber explicar muy bien, y explicárnoslo
incluso a nosotros, cuales eras las reivindicaciones que ellos mantenían[67] » . El
autor de la frase, miembro del AGLA, pone en evidencia las dificultades en el
intercambio de ideas, que él atribuy e a la falta de cultura, pero que está
relacionado con el uso de distintos lenguajes codificados y universos simbólicos.
Cualquier tipo de comunicación requiere del conocimiento de un código común y
la elección del canal más apropiado.
La clave, por lo tanto, en el proceso de legitimación social son los
instrumentos de comunicación que permitan una viable identificación entre la
comunidad y los grupos armados. En este sentido, los hermanos Quero tuvieron
menos problemas dado que formaron un grupo separado de la comunidad pero al
mismo tiempo nunca dejaron de pertenecer a la misma. Explicaremos este punto
de forma más precisa. Los hermanos Quero eran unos vecinos en el barrio del
Albaicín que debido a la represión desatada después de la guerra se habían visto
obligados a defenderse. Los hermanos Quero no manejaban la retórica política,
no se presentaban con un discurso elitista y de vanguardia, hablaban la misma
jerga que sus vecinos y tenían las mismas aspiraciones, es decir, compartían los
mismos símbolos, códigos culturales y lenguaje que su propia comunidad. Ahí
radica la fuerza de los hermanos Quero que nunca tuvieron necesidad de
emplear los métodos de propaganda que requería una guerrilla dirigida en mucho
casos por miembros extraños a la comunidad. Por lo tanto, los hermanos Quero
no fueron tan sólo un pequeño grupo de resistencia sino que se convirtieron en un
símbolo de resistencia que consiguió ridiculizar al Régimen franquista, y por lo
tanto, encarnó la esperanza, el ansia de justicia y de venganza de un amplio
sector de la sociedad. Este fenómeno adquirió tales dimensiones que en ocasiones
la palabra quero en Granada se ha utilizado como sinónimo del vocablo
« guerrillero» : « para mí la expresión “quero” es sinónimo de “guerrillero”,
sustantivando el apellido de los hermanos Quero, de los que tuve conocimiento
desde mis primeros contactos con los socialistas de Granada en los años 60» [68] .

6. EL FINAL DE LOS QUERO: LAS INCÓGNITAS DEL SUICIDIO

Este hecho dotó a la partida de los Quero de una importante carga de


peligrosidad —más ficticia que real— que llevó a las autoridades a emplear una
política, que casi se podría definir como de exterminio, no sólo contra el grupo,
sino también contra su red de amistades y el entorno familiar. Victoriano Quero
Robles, que en 1939 tenía trece años, fue detenido constantemente por la Guardia
Civil hasta que en 1941 su detención fue definitiva. Entro en la cárcel con quince
años y no salió hasta cumplir los veintiuno (1948), no sin antes sufrir un amago de
fusilamiento, después de la muerte de su hermano Antonio, el último
superviviente de la partida [69] . Matilde, Rosario Quero y sus respectivos
novios[70] también fueron detenidos y maltratados en sucesivas ocasiones. Pero
más allá de las detenciones y permanencias en la cárcel, la represión contra la
familia de los Quero adquirió cotas extremas, como el robo de sus hijos o el
asesinato. Bernardo Quero, menor que Victoriano, es llevado después de la
muerte de su hermano Pedro (1945) al conocido Cuartel de las Palmas. Ante su
negativa a declarar, después de recibir varias palizas, es ingresado en el orfanato
de San Rafael bajo el falso nombre de Antonio Quitantes Méndez. Más tarde le
dieron traslado a otro orfanato en Armilla. Rafael Quero, menor aún que
Bernardo, a la muerte de su hermano Antonio fue paseado desnudo por el barrio
del Albaicín con un cartel que decía: ¡Éste es el último Quero[71] ! El caso de
Encarnación Quero Robles es todavía más dramático. Con tan sólo nueve años es
envenenada con la intención de capturar a sus hermanos el día del entierro. Los
hermanos Quero no acudieron por recomendación de sus familiares y
amigos[72] . Sus respectivas mujeres, después de ser detenidas y torturadas,
tuvieron que emigrar de Granada.
En un artículo de estas dimensiones no tenemos espacio para realizar un
análisis comparativo del tipo de bajas entre la guerrilla y los grupos de
bandolerismo social y su significado, pero con la exposición de las cifras de bajas
del grupo de los hermanos Quero, por sus dimensiones, quizás resulte más que
suficiente: 6 suicidios, 7 muertos en enfrentamientos y 1 muerte dentro del grupo,
sin contar los suicidios que se dieron entre los amigos que les daban refugio.
Dejando al margen el análisis sobre los índices de bajas en la guerrilla —que
requeriría más espacio—, el suicidio en el caso de los hermanos Quero
representa una particularidad de que no encuentra comparación con el resto de
los grupos. La ley enda dice que los Quero habían jurado suicidarse antes de
entregarse vivos o ser capturados, pero los hechos van más allá de la ley enda.
Casi de la mitad de sus integrantes se suicidaron al estar acorralados.
Joaquín Peregrina Márquez fue detenido el 17 de octubre de 1944 tras la
muerte del segundo de los hijos del Guinea. Jornalero, vecino de una de las
cuevas en el barrio del Sacromonte, había participado con los Quero en varios
atracos y en la muerte del confidente. El 5 de noviembre de 1944 apareció
estrangulado en el interior de su celda [73] .
Antonio Velázquez Murillo (a) el de Güejar, y Baldomero de la Torre Torres
(a) Mecánico, ambos miembros de la partida, estuvieron sitiados entre el 15 y el
16 de enero de 1945 junto a dos hombres y dos mujeres que le habían dado
refugio en una casa de la Cuesta de San Antonio. Después de resistir un día y
medio las fuerzas represivas dinamitaron la casa. Los seis se habían suicidado en
el patio trasero poco antes de la explosión[74] .
Un caso similar ocurrió el 23 de febrero de 1942 en la cueva n.º 12 de Monte
Cedeño. La Guardia Civil, gracias a un soplo, organizó una redada en la cueva
junto a otra en el cercano pueblo de la Zubia donde los Quero iban a cometer un
atraco. La Guardia Civil consiguió abortar el golpe pero sin ningún detenido. En la
cueva, en cambio, dio muerte a José Expósito González (a) Chavico,
consiguiendo darse a la fuga su hermano Antonio y otros miembros del grupo. La
Guardia Civil encontró el cadáver de su dueña, Martirio Martín Alonso,
suspendido del techo de la cueva [75] .
Pedro Quero fue localizado el 12 de julio de 1945 —dos días antes de la
muerte en un tiroteo de su compañero Modesto[76] — en una cueva de Fuente
Cutí, cerca de Sacromonte, donde se había refugiado al estar herido de bala en
una pierna. Las fuerzas represivas, ante su negativa a entregarse después de la
explosión de ocho kilos de dinamita, mandaron llamar a la mujer de Paco Quero,
Teresa, para que convenciera a su cuñado de que debía entregarse. Pedro le
prometió que así lo haría después de fumarse un cigarrillo. La Guardia Civil
accedió a la petición y Teresa le entregó el cigarrillo. Una vez terminado gritó
desde la cueva que le era imposible moverse a causa de la herida de su pierna y
que necesitaba ay uda. Un policía armada y un guardia civil entraron en la cueva,
resultando muerto el primero y herido el segundo. Pedro Quero a continuación se
pegó un tiro[77] .
El 30 de marzo de 1946 fueron sorprendidos Francisco Quero y Antonio
Morales Rodríguez (a) Palomica, por la policía. Después de una persecución el
primero resultó muerto y el segundo fue herido en el cuello. Ingresado en el
Hospital San Juan de Dios, el 8 de abril se suicidó rasgándose el cuello con sus
propias manos[78] .
El 22 de may o de 1947 tan sólo quedaban vivos tres miembros de la partida
de los hermanos Quero[79] : Antonio Quero, José Mérida Robles (a) Catalán, y
Antonio Ibáñez Huete (a) Chato Borrego de Dólar. Los tres fueron descubiertos
en una casa del Camino de Ronda n.º 73 debido a la delación de Fermín Castillo y
Miguel Contreras, excenetistas expulsados de la organización, a cambio de
2 500 000 pts[80] . La resistencia duró tres largos días. El primero en morir fue
Antonio Ibáñez Huete al intentar escapar lanzándose envuelto en un colchón
contra el patio el día 22. Al día siguiente Pepe, el Catalán, decidió entregarse.
« Su primo Antonio no quería que se entregase, pues sabía que no sólo lo
matarían, sino que le torturarían también. El Catalán no obstante salía para
entregarse y Antonio Quero le gritó: “¡No te entregues, mátate!”. Pero viendo
que su primo seguía saliendo para entregarse, Antonio mismo le disparó y lo
mató» [81] .
Antonio continuó resistiendo y las fuerzas represivas hicieron venir a su
padre, Francisco, y a su hermana Matilde, embarazada, para convencerle de que
desistiera. Los dos entraron en la casa pero Antonio les obligó a salir por miedo a
que también les mataran prometiéndoles que de inmediato se iba a entregar. En
cuanto salieron por la puerta se escuchó un disparo. El último de los hermanos
Quero, Antonio, se había suicidado. En cuanto se extendió la noticia, Fermín
Castillo fue secuestrado por el grupo de los Clares, que le dieron muerte unos días
después. Miguel Contreras logró huir al extranjero perseguido por sus antiguos
compañeros[82] .
Reconocemos que la interpretación del suicidio, en este contexto, resulta
compleja, pues no sirven los argumentos relativos a la desesperación por estar
acorralados. Los guerrilleros se encontraron en situaciones similares pero tan sólo
tenemos constancia de 8 suicidios sobre un total de al menos 350 miembros.
Aunque parezca arriesgado formular algún tipo de hipótesis, nos atrevemos a
plantear el origen de esos suicidios como una estrategia de resistencia individual
que se produce en perfiles particulares. De hecho, la experiencia en la cárcel de
La Campana, como reproduce su compañero de presidio, pudo ser significativa
en su determinación. Pepe Quero hablaba en los siguientes términos: « ¡Y que
nos hay amos entregado pa esto, pa que nos asesinen de esta manera! Valía más
que hubiéramos resistido hasta la muerte y no morir como cucarachas[83] » .
Recordamos que en este mismo sentido se expresaron ante el jefe de la
Agrupación Guerrillera de Granada.
Quizás Kirilov, un personaje central de la magnífica novela Los demonios de
Dostoy evski, podría resumir el significado de su suicidio: « Me mato para probar
mi insumisión y mi nueva y terrible libertad[84] » .
Cuando observamos a los hermanos Quero no podemos dejar de recordar las
palabras de Hobsbawm acerca de lo que denominaba como los insubordinados,
es decir, personas con una naturaleza especial que no soportan cualquier tipo de
injusticia, y que en un contexto muy particular, podían llegar a formar partidas
de resistencia. La posguerra española fue el contexto de los Quero. La represión
primero les lanzó a la clandestinidad y luego les golpeó con todas sus fuerzas. Con
la dignidad y el ansia de justicia y venganza propia de los insubordinados, los
hermanos Quero demostraron que estaban dispuestos a cualquier cosa salvo a
rendirse o a negociar. Sus motivaciones, objetivos y repertorios, por lo tanto, no
se adecúan al modelo general de la guerrilla tal y como se ha venido sosteniendo
hasta el momento, lo cual no resta importancia a la primera línea que ocuparon
en la lucha antifranquista.
Los hermanos Quero son producto de la absurda y brutal violencia desatada
por la dictadura. Manuel Murillo Osorio, sobrino de Antonio Quero, con una bala
alojada en el estómago después de un atraco en la carretera de Sierra Nevada en
torno al mes de agosto de 1941, le hizo jurar a su tío que debía vengar su muerte:
« le dio poco antes de morir un vaso de leche a petición de aquél y un cigarrillo
que le dio su tío Antonio, al que le dijo y viendo que se moría, que sólo le pedía se
vengara de su muerte [85] » . Pero como sostiene Albert Gamus sobre el mismo
personaje de Kirilov que antes hemos mencionado: « Ya no se trata de venganza,
sino de rebelión» .

7. CONCLUSIONES

Al término de este texto esperamos, al menos, haber mostrado la


insuficiencia del modelo guerrillero para interpretar el fenómeno de la resistencia
armada en la posguerra en su conjunto, y la utilidad, en los términos que hemos
establecido, del modelo del bandolerismo social. Pero como se ha podido
comprobar, la propuesta de dos estrategias de resistencia no se sustenta
exclusivamente en la observación de sus diferencias (naturaleza, estructura,
estrategia, legitimidad, etc.) sino que está vinculada al análisis de los repertorios
de acción colectiva e individual desarrollados durante las cuatro décadas
anteriores a la guerra. La revisión del modelo clásico de movilización y conflicto
han permitido constatar la existencia, durante las cuatro primeras décadas del
siglo XX, de una conflictividad cuy os repertorios de acción colectiva tenían un
carácter polimórfico e intercambiable que nos sirven como hilo conductor de las
dos estrategias diferenciadas de resistencia desarrolladas en la posguerra. Estos
resultados, aplicados a nivel nacional, nos permiten desarrollar un nuevo enfoque
que amplía la interpretación de la resistencia armada cómo un fenómeno
guerrillero con sólidas bases ideológicas. A este modelo, que en sí mismo necesita
ser revisado ampliando en su dimensión social, debemos agregar otro nuevo, el
del bandolerismo social, para completar el marco de resistencias que se
desarrollaron en la posguerra.
La estrategia de análisis elegida tiene importantes objeciones; soy consciente
de ello. A mi persona corresponde exclusivamente la elección de presentar dos
modelos marcadamente diferenciados que actúan como una foto fija, poco
flexible, y por lo tanto, muestran una escena en exceso estática. De este modo,
perdemos aspectos relevantes en torno a la interacción de los grupos; su
evolución, cambios y transformaciones en el tiempo; matices y claroscuros en
los márgenes de sus acciones y estructuras… Antes de iniciar este viaje conocía
estos peligros y decidí asumirlos. A cambio, creo que se asientan nuevas bases a
partir de las cuales se puede dar un salto hacia delante en el estudio de la
resistencia armada.
Nuestra labor, en cierto modo, consiste en traer al centro de la investigación
las periferias de la historia, es decir, las formas de resistencia periféricas,
mostrando la heterogeneidad de un fenómeno que contiene todavía importantes
retos para el historiador. Está en nuestras manos.
CAPÍTULO 8

LA TRAYECTORIA DE LA AGRUPACIÓN
GUERRILLERA DE GRANADA.

JOSÉ MARÍA AZUAGA RICO[0]

En este trabajo procuraremos realizar algunas aportaciones nuevas a lo que


y a se ha publicado sobre la Agrupación Guerrillera de Granada (AGG).
Asimismo, las investigaciones que hemos realizado en estudios anteriores
intentaremos no repetirlas aquí, salvo algunos casos que nos han parecido de
may or relevancia en el desarrollo de nuestra explicación, y siempre de forma
resumida.
Relacionaremos la tray ectoria de la AGG con el contexto socioeconómico y
con el político, atendiendo en este último caso a los cambios que se producen en
España tras el nuevo Gobierno del verano de 1945, que dio paso a un gabinete
cuy a ejecutoria coincidirá en buena medida con el tiempo de actuación de la
AGG. Nos centraremos en el nacimiento y el desarrollo cronológico de ésta,
abordando la problemática de tipo organizativo que presenta su historia y que nos
parece que no ha sido suficientemente esclarecida hasta ahora. Para ello,
haremos especial referencia a lo ocurrido con sus máximos dirigentes cuy a
tray ectoria servirá de hilo conductor de esta exposición. Otros aspectos, como
algunas reflexiones sobre la violencia, el perfil del guerrillero y el papel de la
mujer serán también abordados en este trabajo. Ni que decir tiene que en modo
alguno hemos pretendido agotar el tema.

1. EL MARCO SOCIOECONÓMICO EN QUE SE DESENVUELVE LA


AGRUPACIÓN GUERRILLERA DE GRANADA.
El espacio de la AGG fue, básicamente, la zona oriental de Málaga, es decir,
la comarca de la Axarquía, aunque también su actuación afectó a otros puntos de
esta provincia, así como a la de Granada. En esta última actuaron en la zona de la
Vega, la Costa, la Tierra de Alhama, el Temple, Sierra Nevada y Las Alpujarras;
en menor medida, lo hicieron en otras comarcas. Su fuerte movilidad les condujo
también, aunque de forma esporádica, a determinados lugares de las provincias
de Jaén, Almería y Córdoba.
Una de las características más importantes de la zona en que se desenvuelve
la AGG es la existencia de una estructura agraria en la que coexisten las zonas
latifundistas y las de minifundio[1] . Tanto unas como otras presentaban grandes
inconvenientes para los campesinos pobres, clase social de la que procederán la
may or parte de los guerrilleros y sus enlaces.
Ese campesinado, al menos en algunos casos, había conocido los intentos de
Reforma Agraria y las colectivizaciones durante la guerra civil[2] . Es decir,
sabía, por experiencia, que frente al statu quo se podían dar alternativas
posiblemente más favorables para sus intereses.
Los textos que se conservan de la guerrilla muestran su rechazo a la situación
social del nuevo Estado, surgido de la victoria franquista: se denunciaban los
problemas del campo y se reclamaba una reforma agraria que, entre otros
aspectos, se pretendía que invirtiese el proceso de reprivatización del campo,
entregando los latifundios a los campesinos y protegiendo al pequeño
agricultor [3] .
Entre los grandes terratenientes se encontraba la casa Larios, poseedora de
extensas propiedades en el litoral mediterráneo de Málaga y Granada. Durante
estos años tuvo problemas con las personas que trabajaban para ella, como
ocurrió en 1945, en que presentó demandas de desahucio contra varios de sus
colonos en las fincas de la Axarquía [4] . La guerrilla denunciaría sus actividades:

[Existen] campesinos que se ven obligados a sembrar sus parcelas de


caña de azúcar y llevarlas a las fábricas que se les designan, como los
renteros de Larios en Málaga, y que además de pagársela a como el
fabricante quiere, los roban a sabiendas y hasta en sus nances hasta en el
mismo peso[5] .

Otras importantes carencias socioeconómicas quedaban de manifiesto con las


promesas que realizaba el Régimen de Franco durante la posguerra, promesas
que al cabo de los años también evidenciaban su incapacidad, pues cuando se
inició la década de los cincuenta, época en que desaparece la Agrupación
Guerrillera, los mismos problemas van a seguir en pie.
Uno de ellos, especialmente doloroso para los sectores sociales más débiles,
era el de la carestía, enormemente agravada por el estraperlo. En junio de 1939,
Franco hablaba de « ganar la batalla de los precios» . Pasados los años, en el
periódico Ideal se reconocía lo siguiente, al despedir 1948: « Un año más que se
iba. Sin pena ni gloria. Más bien con pena por haber defraudado muchas de las
esperanzas con que le entrenamos. Cautelosamente, raptando (sic) al través de
sus días con astucia de ofidio, el estraperlo siguió engordando[6] » .
Recurrían al mercado negro todos los sectores de la sociedad, pero quienes
más se beneficiaban eran los grandes propietarios y, además, se permitió que
apareciera una clase de « nuevos ricos» , estrechamente vinculados al Régimen.
Era frecuente que las mismas autoridades estuvieran implicadas, como señalaba
un informe secreto de la policía refiriéndose al alcalde de Antequera [7] . En
cambio, con el pretexto de su carácter delictivo, los disidentes del Régimen
sufrirían la represión si recurrían al mismo[8] .
En 1939 se anunció la implantación de medidas para resolver otros de los
problemas más acuciantes y se aseguró, además, que « en breve habrá
abundancia de todo y no hay razón para precipitarse en las colas[9] » .
Pero el hambre se dejó sentir durante toda la posguerra. Sufrido también por
los sectores más humildes, ponía de manifiesto de la forma más cruda que la
victoria en la guerra civil había sido de las clases dominantes, que no padecerían
esta lacra.
Las enormes desigualdades acabaron siendo reconocidas por la misma
Iglesia, pese a su estrecho compromiso con el franquismo. El texto que sigue es
el testimonio de un viraje hacia la denuncia de ciertos problemas sociales desde
que finalizó la Segunda Guerra Mundial y de los que hablaremos más adelante:

Hay dos Málagas que se llaman católicas. Una Málaga austera,


sacrificada, caritativa, que secunda toda iniciativa del prelado […] pero
hay otra Málaga frívola, ligera, insustancial, mundana. La Málaga de las
fiestas continuas y ostentosas, que son una ofensa a tantos hermanos suyos
que, este año más que nunca, llevan una vida de miseria y de hambre.
Málaga que no está a la altura de las circunstancias históricas, que no
siente la abrumadora gravedad de la hora presente, de la que ha hablado
el Papa. Málaga que no se da cuenta que la vida de ostentación y de lujo
tiene que terminar[10] .

Otro importante problema social fue el del desempleo, que agravaba la


situación de pobreza y miseria de amplios sectores de la población. Con el
mismo, los representantes del Régimen también solían hacer promesas
grandilocuentes que, con el paso de los años, tampoco se cumplían. José María
Fontana Tarrats, gobernador civil de Granada, visitó la comarca de Alhama de
Granada en may o de 1945, y aseguró que el Régimen lo iba a resolver [11] . Seis
años más tarde seguían en pie las carencias de los sectores populares de Alhama
de Granada, como podía verse en la información sobre la campaña de invierno
de 1950-51: en la localidad había casi tres mil pobres, de una población de 10 564
habitantes. Pero esa miseria servía para que los representantes del Régimen, con
sus obras de caridad, se hicieran propaganda [12] .
Esta situación constituy ó uno de los motivos por el que algunas personas
pasaron a convertirse en miembros del maquis o a colaborar con él. Procedentes
en su may oría del campesinado pobre, como veremos, en algún caso el hambre
los empujó a la lucha guerrillera, como nos manifestaba Francisco Rodríguez
Sevilla, uno de los jefes de la Agrupación. También ha quedado de otros el
testimonio de que deseaban un mundo mejor para sus hijos. Encarnación Martín
Cervera nos decía lo siguiente de algún contacto con su esposo, el guerrillero de
Salar, Francisco Lara Cerrillo:

Decían que algún día seríamos libres y que nuestros hijos verían la
libertad… Le voy hablar claro, cuando yo salía a llevar comida, le decía:
«¡Ay!, ¡qué desgraciadita me vas a hacer!, ¡ay!, ¡qué ruina me vas a
traer!». Eso decía yo, porque lo veía venir. Y él me decía: «No. Si yo
muero, mi hijo algún día será libre, y ya verás cómo tendrá colegio y de
todo, que aquí no tienen de nada[13] ».

Pero la de la lucha era una de las opciones posibles. Una situación como la
descrita podía estar entre las causas de otras reacciones. Como la de considerar
que ése era el orden natural del mundo. Y también podía originar el
amilanamiento de las clases desfavorecidas. Un enlace de la Agrupación y
militante comunista de Huétor-Tájar había observado esto último, y cuando le
preguntábamos si el contexto socioeconómico fomentó la militancia
antifranquista en la posguerra nos decía que « el hambre y la miseria entiendo
que acobardan mucho. Donde hay hambre y miseria hay mucha cobardía y no
hay espíritu revolucionario[14] » .
Es decir, de una misma situación socioeconómica se derivaban posiciones
muy diversas. De la represión, que influy ó todavía más en la incorporación al
maquis, se desprendieron igualmente esos efectos paradójicos: a muchos los
empujó al monte, pero también paralizó a otros.

2. EL CONTEXTO POLÍTICO EN QUE ACTUÓ LA AGRUPACIÓN


La AGG surge en 1946, en unos momentos críticos para el franquismo. Se
desarrollará hasta 1952, lo que significa que actúa en los primeros años de la
guerra fría, es decir, cuando el Régimen ha superado aquellas dificultades y ha
conseguido consolidarse.
Un año antes de su creación concluía la Segunda Guerra Mundial con la
derrota del Eje y la consiguiente preocupación entre los franquistas. Franco había
ido tomando una serie de medidas, desde antes de que concluy era la guerra, a la
vista del apogeo aliado. Trató de disimular sus perfiles más parecidos al fascismo
y al nazismo, lo que se ha denominado el « cambio cosmético» o, en palabras de
Arrese (que negaba que llegara a darse), la « operación camuflaje [15] » , que
culminó con el nuevo Gobierno del verano de 1945, la promulgación del Fuero de
los Españoles, el protagonismo del catolicismo político colaboracionista y el
relativo apartamiento de la Falange. Pero el franquismo sufrió alguna presión
exterior a la que respondió de forma numantina, movilizando a sus partidarios.
En Granada y Málaga el cambio de fachada se manifestó sobre todo por la
actuación del obispo Ángel Herrera Oria, considerado mentor del ministro de
Asuntos Exteriores, Alberto Martín Artajo, personaje principal en esta operación.
Fue el fallecimiento del arzobispo granadino, cardenal Agustín Parrado, el 8
de octubre de 1946, lo que desembocó en el traslado a Granada del obispo de
Málaga Balbino Santos Olivera, que pasó a ser arzobispo, y el nombramiento
para la diócesis malagueña de Ángel Herrera Oria. Su actuación se dejará ver
desde el púlpito de la catedral, donde denunciará el despilfarro de las clases altas;
chocará con el gobernador civil, el falangista Manuel García del Olmo, e
intentará poner en marcha una reforma agraria en la comarca latifundista de
Antequera. Su discurso, como en general el del catolicismo político, tuvo su
correlato en la vecina diócesis de Granada con denuncias de la situación social,
por parte de la Iglesia, y que tuvieron en el poderoso diario Ideal su cauce de
expresión, polemizando con los falangistas, aunque casi siempre de forma
soterrada [16] .
Además, sin pretenderlo, ese discurso alentó a algunos curas que se habían
distanciado del Régimen y que mantenían una relación amistosa con el entorno
de la guerrilla.
Pero se trataba de un discurso limitado por la defensa del Caudillo, como
dejaron claro en varias ocasiones. Herrera Oria, al referirse a sus iniciativas
reformistas, declaró lo siguiente:

La justicia obliga a decir que este impulso procede de arriba, donde, en


la misma cumbre del Estado —yo soy testigo fehaciente de ello—, hay un
positivo amor al pueblo, animado de un espíritu profundamente cristiano, y
un deseo ardiente y sincero de que en España se realice plenamente el
pensamiento pontificio[17] .

¿Qué ocurrió con los monárquicos, otra de las familias del franquismo?
Durante estos años el conde de Barcelona había expresado su deseo de
convertirse en rey para todos los españoles y de poner en marcha ciertas
medidas de liberalización política, entablando su entorno negociaciones con la
Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas. Algunos de sus partidarios en España
llevaron a cabo actividades opositoras al Régimen, como la firma de una carta de
adhesión a su persona en febrero de 1946[18] , pero el Ejército, donde algunos
altos mandos estaban dispuestos a intervenir en su favor, permanecía en manos
de Franco, que controlaba la may oría de sus resortes y los más importantes.
No deben olvidarse las ventajas que el franquismo proporcionaba a la elite
monárquica, lo que ocasionaba que buena parte de ella prefiriera ese régimen
político. También influía la proximidad de la Guerra del 36-39 y el
derramamiento de sangre que trajo consigo. Esa violencia fue sufrida por ellos
en algunas ocasiones, como ocurrió con el juez malagueño Enrique Crooke
Campos, miembro de algunos tribunales militares en la posguerra, y a quien
mataron a dos de sus hermanos en la guerra civil[19] . Otras veces eran ellos los
que habían participado en esa violencia, como pasó con Ramón Ruiz Alonso,
quien en agosto de 1936 detuvo a Federico García Lorca. Ruiz Alonso aparecía,
sorprendentemente, entre los firmantes del antes aludido manifiesto de apoy o al
conde de Barcelona. Es posible que para casos como éste sea aplicable la
interpretación de Tuñón de Lara que encontraba oportunismo en el
distanciamiento temporal del Régimen que estos sectores llevaron a cabo (1981:
200-201[20] ).
El derramamiento de sangre era frecuentemente recordado por la
propaganda del franquismo, dirigiéndose abiertamente en ocasiones a los
partidarios de don Juan, como ocurrió tras la publicación por éste del Manifiesto
de Estoril, en abril de 1947:

Creemos soñar leyendo que don Juan de Borbón está dispuesto a


perdonar a quienes formaron en las filas de los que asesinaron a
centenares de miles de españoles, entre los que figuraron 20 grandes de
España, y alguno con 16 años como el duque Abrantes… Y no sólo
perdonar —que al fin y al cabo es virtud cristiana— sino olvidar —que es
gran peligro— y ponerlos en condiciones de convivir —hasta que
encuentren la ocasión de hacemos desaparecer definitivamente— con
quienes desde la hora primera nos pusimos al servicio de Franco para
recuperar la España que ya tenían vendida a Moscú los traidores a los que
ahora se intenta atraer —nuevo brindis al sol— en manifiestos y
declaraciones[21] .

Salvando las distancias, un momento en que se planteó un pacto entre


absolutistas moderados y liberales que posibilitara una transición desde el
absolutismo fue tras la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis, en 1823. Pero
como ha señalado Irene Castells (1989: 12-13), el terror desencadenado
imposibilitó el acuerdo.
El empresariado mantuvo también su apuesta por Franco. Con una clase
trabajadora dominada, y con unas altas tasas de beneficio, cualquier cambio
democratizador suponía poner en peligro sus privilegios, aunque sólo fueran
algunos de ellos[22] . En Italia, cuando triunfaba la intervención aliada, se produjo
el « desenganche» del fascismo de las clases dominantes, y apoy aron al
Gobierno de Badoglio[23] . Pero en la España de Franco se estuvo muy lejos de
una situación tan crítica como la que atravesó Mussolini entre 1943 y 1945. Algo
parecido se puede decir del empresariado de la Francia ocupada por los nazis:
colaboracionista, muchas veces, « no se opone abiertamente al ocupante hasta el
final[24] » .
Todo lo anterior explica que no se alcanzara la colaboración de una parte
sustancial de los apoy os de Franco con la izquierda. La situación internacional
también acabó siéndole favorable. Como observara Saúl Bellow, que por aquellas
fechas visitó España, los franquistas argumentaban que « ningún otro país del
continente ofrece una base tan segura y conveniente para la próxima guerra con
Rusia. Francia e Italia son, o pronto lo serán, países comunistas. España
constituy e un centro estratégico gracias a Gibraltar, y Norteamérica aprecia la
fiabilidad de Franco como combatiente del comunismo[25] » . Esa misma
conclusión, la de que el Régimen se estaba ofreciendo a los aliados occidentales,
es la que se extrae de numerosos pronunciamientos públicos del franquismo
durante este tiempo: acabará vinculándose a ellos[26] .

3. LA CREACIÓN DE LA AGRUPACIÓN GUERRILLERA DE GRANADA

La zona de actuación de la AGG venía conociendo la actividad guerrillera


antifranquista desde nueve años antes. En ese territorio operaron la guerrilla
republicana y los huidos tanto en la guerra como durante la primera posguerra.
Era una zona, por tanto, con una amplia tray ectoria de lucha armada
antifranquista, así como una de las que más había sufrido la represión desde el
inicio de la guerra civil.
El PCE granadino había sufrido la caída de 1944, que afectó también a otros
lugares, especialmente a la provincia de Málaga [27] , y su existencia había sido
lánguida, al menos a los ojos de algunos cualificados militantes, como Adriano
Romero Cachinero, que los pudo conocer gracias a sus contactos en la prisión
provincial, donde estaba encarcelado desde julio de 1942[28] . La debilidad de los
comunistas granadinos antes de que concluy era la Guerra Mundial contribuy e
también a explicar el hecho de que no se llegara a constituir todavía la
Agrupación Guerrillera. Tras la llegada a España de Ramón Vía, en octubre de
1944, se fundó la de Málaga, y este dirigente habría logrado enlazar con maquis
de Granada y de Jaén, intentando crear una federación con ellos, pero lo impidió
su captura por la policía en noviembre de 1945[29] .
En cambio, con la derrota nazi, muchos comunistas granadinos se habían
animado a incrementar su vida militante: resulta significativo que los de Motril
reconstruy eran el partido en 1945, como manifestarían más tarde [30] . Durante
el año 1946, el PCE de esta provincia promovía también la creación de la AFARE
(Agrupación de Fuerzas Armadas de la República Española), consiguiendo
formar grupos en la misma capital, y también en Atarfe y Albolote [31] .
En 1946, año de la creación de la AGG, el PCE atraviesa por sus mejores
momentos en esta provincia desde que terminó la guerra [32] . Su Comité
Provincial estaba dirigido por Francisco López Caparros, y los datos que
poseemos indican que se estaban esforzando por cumplir con el activismo que se
reclamaba desde la dirección exiliada, y que tuvo en la « Carta abierta» de
enero de 1945 su expresión más vibrante [33] .
En febrero de 1946 tomaba contacto con Granada el militante comunista José
Merediz Víctores, Tarbes, y Felipe el Asturiano. Era natural de Oviedo, y, pese a
contar con 27 años, tenía una amplia experiencia combatiente: había luchado en
las filas republicanas durante la guerra, siendo herido y hospitalizado en Gijón.
Pasó a Francia, intervino en el maquis contra los nazis, y permaneció luego
durante siete u ocho meses en la « Base de Instrucción de Pau» , desde donde lo
enviaron como guerrillero al País Vasco; allí coincidió con José Muñoz Lozano,
Roberto, que también procedía de Francia. El regreso a España se produjo a
mediados de abril de 1945[34] . Tras actuar en Euskadi y en Santander, pasó a
Madrid y, luego, a Málaga [35] .
Merediz se trasladó a continuación a Granada, él decía que por orden de
Roberto, que también se había desplazado al Sur. Tenía que esperarle alguien en
la estación de autobuses para recogerlo y darle instrucciones, pero no apareció
esa persona, por lo que volvió a Málaga, desde donde Roberto le envió de nuevo a
la « ciudad de los cármenes» .
El objetivo a corto plazo de Merediz era unificar las distintas partidas
guerrilleras de la provincia de Granada bajo su jefatura. El local donde se reunía
con otros comunistas se encontraba en el número 13 de la calle Solares. Se
trataba del domicilio de un matrimonio, con dos niñas pequeñas, en el que
utilizaban una habitación. En la misma contaban con una máquina de escribir y
una multicopista para editar distintos documentos, entre otros el boletín Por la
República; distintos enlaces se encargaban de repartir luego la propaganda. A ese
lugar lo denominaban « Centro de trabajo» .
Allí tomó contacto con algunos dirigentes, como Ricardo Beney to Sapena,
Ramiro, en una posición jerárquica superior, y con otro dirigente que empleaba
los seudónimos de Mariano y de José, y que se trataba de Ramiro Fuente Ochoa.
Desde el mes de marzo de 1946, Merediz estuvo algunas temporadas en la
sierra y se entrevistó en los alrededores de la capital con los grupos de Juan
Francisco Medina, Yatero, Francisco Rodríguez Sevilla y Rafael Castillo Clares.
Actuaba con el cargo de jefe de la AGG y no alcanzó su deseo de aglutinar bajo
su dirección a todos los guerrilleros granadinos « por las diferentes apreciaciones
y diferencia política de los componentes de las partidas[36] » .
No hemos encontrado la fecha exacta de la creación de la AGG, aunque en
unas declaraciones de Merediz se menciona el mes de marzo inmediatamente
después de que hable de sus primeras gestiones; en febrero había estado en
Málaga. Pensamos, por tanto, que sería por esas fechas, es decir, febrero-marzo
de 1946[37] .
El escrito autobiográfico que nos proporcionó el también guerrillero Francisco
Rodríguez Sevilla recoge la llegada de Merediz a la montaña granadina. También
lo hemos entrevistado, y de él poseemos igualmente la reproducción del proceso
judicial que se le siguió. Antes de la guerra fue alcalde de Cenes de la Vega, y
era socialista.
Contaba Rodríguez Sevilla que en 1946, cerca de Monachil, le presentaron a
su grupo a un joven maquis enviado desde la capital de Andalucía para organizar
la guerrilla en Granada y su provincia. Merediz les manifestó que lo habían
enviado desde Francia para crear la « Unión Guerrillera (sic), cuy o objeto era en
principio formar pequeños grupos de dos o tres, y después irlos incrementando
con la propaganda» .
Empezaron a trabajar con él dos guerrilleros, Francisco Montes Andrés y
Juan Nievas, pero acabaron por manifestar que no aceptaban estar mandados por
comunistas: se marcharon a la zona de Tocón de Quéntar y se unieron al grupo
de Medina, que era de la misma opinión.
La excepción a esas reticencias estuvo representada, entonces, por Jesús
Salcedo y por Antonio Castillo, guerrillero de Cogollos-Vega, por lo que el trabajo
de organización en la sierra lo van a realizar con Merediz, Rodríguez Sevilla,
Salcedo y Castillo, junto con Gabriel Martín Montero, que también se les va a
unir. Además, Merediz constituy ó un Estado May or, para el que nombró a
Rodríguez Sevilla y a uno de los hermanos Castillo[38] .
Durante esta primera etapa, la AGG se extenderá por Sierra Nevada y la
zona occidental de Las Alpujarras. Es posible que también lo hiciera por la Vega
de Granada y por Sierra Arana [39] . A lo largo de 1946 consiguió extenderse
también, a partir de esas comarcas, a las de la Costa Granadina, la zona oriental
de Las Alpujarras y parte del Valle de Lecrín.
En este tiempo la Agrupación quedará estructurada en dos compañías, al
frente de las cuales se encontraban Rafael Castillo Clares y Ramón Rodríguez
López, Rabaneo, luego sustituido por Francisco López Pérez, Polopero. Buena
parte de sus componentes eran antiguos huidos[40] , y fue la convergencia entre
ellos y el PCE lo que posibilitó la creación de la AGG.
A mediados de 1946, llegaba a Granada Ramiro Fuente Ochoa quien, según
escribía Francisco Rodríguez Sevilla, « era, en verdad, el que empezó a controlar
la organización[41] » .

4. MEREDIZ, CUESTIONADO POR SUS COMPAÑEROS. EL PAPEL DE


RAMIRO FUENTE OCHOA.

Según Ramiro Fuente Ochoa, a Merediz no se le había conferido la misión de


ser el jefe de la AGG. También señalaba que en el País Vasco no actuó bien, y
que le mandaron como castigo disciplinario a las guerrillas andaluzas, a trabajar
en la base. Su envío a Granada no era para que dirigiese el maquis, sino, « para
una misión concreta» y luego volver a Málaga. Pero acabó apoderándose, « con
gran habilidad y cinismo» , tanto de la organización del PCE como de las
guerrillas y puntos de apoy o. Desobedeció la orden de su partido de que acudiera
a Málaga y, además, « se percibía en él un gran interés por consolidarse como
jefe en aquella comarca guerrillera» . Asimismo, tenía excesivos gastos, y no
dirigía adecuadamente a la Agrupación desde el punto de vista político, por lo que
ésta no se desarrollaba de acuerdo con sus posibilidades. El mismo secretario
general del PCE de Granada criticaba su conducta. Ramiro Fuente añade que fue
a él a quien se le encomendó la responsabilidad política de la AGG y que, pese a
la tenaz resistencia de Merediz, éste fue cediendo terreno y le fue presentando los
grupos de guerrillas y sus puntos de apoy o.
El guardia civil Manuel Prieto López nos ha confirmado lo que se refiere a los
gastos indebidos y coincide al calificarlo de vividor [42] .
Llama la atención que un militante pretenda detentar a toda costa un cargo de
tanto riesgo como el de jefe de una agrupación guerrillera en la España de la
posguerra. En este caso, como veremos, pretendía cubrirse bien las espaldas, es
decir, minimizar los riesgos, pero era una actuación peligrosísima, que sólo podía
ser afrontada por un carácter exageradamente aventurero y trepador.
Ramiro Fuente Ochoa nos dijo de sí mismo que era comisario político de la
guerrilla, lo que viene a coincidir con lo que señalaba en el escrito que se
encuentra en el archivo del PCE[43] .

5. LA CAÍDA DEL PARTIDO COMUNISTA ESPAÑOL GRANADINO EN


JUNIO-JULIO DE 1946

En junio y julio de 1946 se producirán detenciones de comunistas en la


provincia de Granada. Habían aparecido banderas republicanas y octavillas en
diversos lugares. La investigación de la Guardia Civil se dirigió a comprobar la
letra de las máquinas de escribir. Para ello, se hicieron con los apuntes de varios
alumnos de la universidad y los cotejaron con los textos de las octavillas, según
nos manifestaba Manuel Prieto López, entonces teniente de la Guardia Civil:

Por la letra de la máquina, empezamos a hacer gestiones y localizamos


a Ana Mingorance Pérez, una muchacha que hacía apuntes para los
estudiantes. Nos fue, por tanto, facilísimo localizarla, ya que la letra era la
misma. Fuimos a su casa, la interrogamos y descubrimos que era la autora
de la propaganda, que era comunista, y que ella cosió las banderas. Como
consecuencia de esto se hicieron bastantes detenciones, al extremo de que
tengo una felicitación.

Diana (que ése era su nombre, y no Ana) Mingorance nos confirmó la


historia de la máquina de escribir y nos aseguró que, como otros detenidos, fue
apaleada en el cuartel de la Guardia Civil. Fueron apresadas 60 personas en
Granada, Santafé, Loja, Gobernador, Iznalloz, Montefrío, Pedro Martínez y
Riofrío. Según Manuel Prieto López, durante los días en que se llevaba a cabo la
redada, fue recibiendo escritos que le indicaban cómo localizar a más miembros
del PCE:

Yo empecé a recibir unos anónimos firmados por un tal «Carlos», que


me decía: «Ha detenido usted a fulano y a fulano; ahí se ha equivocado,
porque no era éste, era el hermano… En tal parte hay tal cosa, en tal parte
hay tal otra… Si mis informaciones le interesan, ponga un anuncio en Ideal
con una contraseña No recuerdo cuál era: o “se vende casa” o “se
compra perro”… no recuerdo. Yo puse eso y me siguió escribiendo. Recibí
una serie de cartas más que no sé dónde estarán, pero sé que las guardo,
firmadas todas por “Carlos”, y me dio una información impresionante [44] ».

6. LA LLEGADA DE ROBERTO AL MAQUIS. LOS COMIENZOS DE SU


ACTUACIÓN COMO JEFE DE LA AGRUPACIÓN GUERRILLERA DE
MÁLAGA.

Pero tenemos que trasladarnos a la vecina provincia de Málaga porque en


ella se van a producir unos acontecimientos que van a tener una relación muy
estrecha con la AGG. Allí funcionaba la Agrupación Guerrillera de Málaga, que
había sido dirigida por Ramón Vía, entre octubre de 1944 y noviembre de 1945,
y por Joaquín Centurión Centurión, con Alfredo Cabello Gómez-Acebo como
jefe de Estado May or. Ahora, a fines de 1946, José Muñoz Lozano, Roberto, se
incorpora al maquis y pasa a dirigir la Agrupación Guerrillera de Málaga. Según
un escrito de Limia, ocurrió en septiembre; en cambio, unas declaraciones de
Roberto señalan que fue « sobre el mes de octubre» de ese año[45] .
La Agrupación actuaba sobre todo en la Axarquía malagueña y también en la
zona limítrofe de Granada, recibiendo incorporaciones de guerrilleros de esta
provincia. Desde octubre, la organización pasará a llamarse 9.ª Brigada [46] .
Cuando Roberto sustituy e a Joaquín Centurión, tendría 16 hombres a sus órdenes.
En cuanto a su nombramiento, él dijo que fue obra de Ricardo Beney to Sapena,
y en esa declaración no aparece mencionada la base guerrillera en momento
alguno. En octubre de 1946 se le sumaría el grupo de José Fernández Villoslada,
el Nene, de Lentegí[47] .
En este tiempo, la Agrupación Guerrillera de Málaga había protagonizado un
acontecimiento de importancia en Frigiliana, sobre todo por la personalidad de
una de sus víctimas. Nos referimos a la intervención que hubo el 22 de
septiembre de 1946 en el cortijo Los Almendros. Allí se encontraba su dueño,
Ángel Herrero Herrero, y se presentaron tres maquis, exigiéndole la entrega de
250 000 pesetas. Afirmó que no tenía allí esa cantidad, por lo que le obligaron que
enviase a recogerlas a Málaga a Francisco Moy ano López, obrero de la finca;
Herrero le dio una carta que habría de entregar a su esposa el día siguiente a las
ocho de la mañana; en la misma, le indicaba que acudiera de inmediato a un
banco a sacar el dinero. Mientras tanto, Ángel Herrero, aprovechando un
descuido de los maquis, ordenó a otro de los trabajadores, Antonio Lomas
Orihuela, que atacase al que estaba de vigilancia en la puerta. Él cogió un
martillo, golpeó a otro en la cabeza y salió corriendo de la vivienda, pero a unos
300 metros fue alcanzado y muerto a tiros de pistola; también dieron muerte a
Antonio Lomas Orihuela. Ángel Herrero poseía numerosos cargos en la
provincia de Málaga: vicepresidente del Tribunal Tutelar de Menores, tesorero de
la Junta de Protección de la Infancia, vocal de la Junta Diocesana de Acción
Católica, del Patronato de las Escuelas del Ave María, Caballero del Pilar,
etc [48] . Es decir, una vinculación con el mundo católico que no favorecerá el
entendimiento de éste con la guerrilla.

7. LOS INICIOS DE 1947: LA MUERTE DE MILANS DEL BOSCH Y LA


CAÍDA DE MEREDIZ.

Algunos de los grupos que practican la lucha armada van a desaparecer en el


curso de este año; es lo que ocurrió, entre otros, con el de los hermanos Quero, el
de Juan Francisco Medina, Yatero, o el de los hermanos Galindo.
El cambio de táctica operado en la CNT del interior, que seguía una línea
posibilista, tuvo mucho que ver con los momentos finales del grupo de los Quero
y del de Juan Francisco Medina, Yatero. Esta organización era may oritaria en el
interior de España, pero no en el exilio, donde dominaban los ortodoxos,
partidarios de forma más decidida de mantener la lucha armada; se habían
separado a fines de 1945. La CNT posibilista era reacia a la actividad guerrillera,
sobre todo desde comienzos de 1947, aunque preparó un atentado contra Franco,
y se esforzó, a través de la ANFD, por lograr un pacto con los seguidores de Don
Juan de Borbón para derrocar al Régimen. La búsqueda de un compromiso con
estos sectores fue una de las causas por la que dejaron a un lado la lucha armada.
A este sector pertenecían los libertarios granadinos que, tras la muerte del último
de los hermanos Quero en una espectacular actuación que conmocionó a la
ciudad de Granada en abril de 1947, promovieron la ejecución de Fermín
Castillo, uno de los hombres que los vendió. Esa eliminación la llevó a cabo
Medina quien, a continuación, abandonó la lucha guerrillera y, apoy ado por la
organización granadina del Movimiento Libertario, consiguió escapar a Francia.
A partir de entonces, en Granada se va a aplicar el cambio de táctica, procurando
ay udar a los guerrilleros, incluidos los de extracción comunista, que desean
abandonar la lucha en el monte, y se va a crear una red de evasión que logrará
sacar a algunos de España. Los militantes granadinos esperaban que la
desaparición de la guerrilla contribuy era al descenso de la militarización que
sufría la provincia, y que esto facilitase la reconstrucción de los sindicatos
clandestinos de la CNT[49] .
A lo largo de 1947, la AGG será alcanzada por la traición y el embate
represivo, provocando, entre otros efectos, que desaparezcan sus máximos
dirigentes, y que pase a ocupar la jefatura José Muñoz Lozano, Roberto, en
noviembre de 1947.
Además, Roberto dirigía la 9.ª Brigada (antigua Agrupación Guerrillera de
Málaga), y pasará a hacerlo también con la AGG. En 1948 unificará a las dos
con el nombre de AGG.
Veamos a continuación los pasos que se dieron en lo relativo a la crisis en la
dirección de la AGG, antes de que Roberto se hiciera cargo de ella. El 8 de enero
de 1947 habían dado el fuerte golpe de acabar con la vida de coronel Joaquín
Milans del Bosch y del Pino, jefe de la Comandancia de Obras y Fortificaciones
de la 9.ª Región Militar. Lo llevó a cabo el grupo de Clares, que formaba la
1.ª Compañía de la AGG. Tenían noticias de que, con frecuencia, el militar se
trasladaba desde Granada hasta Güéjar-Sierra, y pudieron conocer el itinerario
que seguía, por lo que le salieron al encuentro y lo secuestraron. Pidieron 150 000
pesetas por el rescate, y el capitán general permitió que las entregaran pese a la
prohibición que había de pagar por un secuestro. Los testimonios coinciden en
que los guerrilleros vieron a una pareja de la Guardia Civil, quizás realizando un
control rutinario y sin relación con el caso, crey eron que iban en busca de ellos,
y mataron al coronel. El conductor del automóvil del oficial no pudo entregar el
dinero del rescate, pese a que llegó a la sierra. La trascendencia del acto fue
enorme, pues la prensa local habló de lo ocurrido durante algunos días. Pese a su
parcialidad, ponía a la gente al tanto de la existencia de grupos armados en la
provincia, capaces de eliminar a un alto militar [50] .
Algunos documentos indican que a comienzos de 1947 la AGG se encontraba
en una fase de expansión. Su red de apoy o en las comarcas de Órgiva, Motril y
Albuñol estaría formada por unas 500 personas, organizadas en grupos de cinco;
residían en sus respectivos pueblos y estaban en contacto con los guerrilleros.
Otros 200 hombres estaban organizados en la zona de Íllora y Montefrío; en las
comarcas de Loja y de Guadix también se daba esta estructura. En total serían
entre 800 y 1000 los que formaban esta organización de « guerrilleros del llano» .
Además, habían conseguido que colaborara con ellos un soldado del Gobierno
Militar de Granada, proporcionándoles información. Su ámbito de actuación se
había extendido desde el espacio originario hacia otras comarcas situadas en los
confines de la provincia, a la que abarcaban en su may or parte. Mantenían su
« Centro de trabajo» en el número 13 de la calle Solares, en Granada [51] .
El PCE de Granada también se mostraba activo en esos momentos, a pesar
de la caída del año anterior, y su Comité Provincial emitía sendos comunicados,
en diciembre de 1946 y enero de 1947. En el primero hacía un llamamiento a la
lucha campesina. El segundo era una copia del editorial de Mundo Obrero del día
15 del mes anterior. Denunciaba diversos aspectos del franquismo, especialmente
las movilizaciones que organizó los días 9 y 10 de diciembre de 1946, con las que
quiso responder al bloqueo exterior [52] . Por esas fechas fue destituido Merediz y
nombrado jefe Francisco Rodríguez Sevilla. Fue el Estado May or del Ejército
Guerrillero de Andalucía el que lo dispuso, en una muestra más del carácter
jerarquizado de la toma de decisiones[53] . Pero este auge de la AGG fue
detenido cinco días después de la eliminación de Milans del Bosch[54] .
La dirección había enviado a Merediz a la provincia de Almería para que
entablara contacto con Juan Nieto Martínez, Gregorio, jefe de la Agrupación
Guerrillera que allí operaba. El objetivo del viaje era agrupar a los colectivos
guerrilleros que comenzaban a actuar por esa zona, pero fue apresado en la
estación de Fiñana. Era el 13 de enero de 1947. En los hechos que van a ir
vinculados a esa detención intervendrá de nuevo, en un primer plano, el teniente
de la Guardia Civil granadina Manuel Prieto López:

La Guardia Civil había detenido allí a un individuo que se había bajado


del tren y que iba andando hacia el pueblo (ya que la estación está retirada
del pueblo) y le habían sorprendido. Le dieron el alto, echó a correr, y le
detuvieron. Le cogieron una pistola y un manual técnico del guerrillero a
medio escribir, donde se explicaba cómo volar puentes, cómo hacer
explosivos con cosas fáciles de adquirir en las droguerías.

Tras reconocer su verdadera identidad, que no era la expresada en la


documentación que llevaba, a nombre de José Luis Ibáñez de Sotomay or, quien
aparecía como agente de la compañía de seguros « Minerva» , Merediz hará
unas amplias declaraciones.
De las gestiones siguientes se va a encargar el teniente Manuel Prieto López.
Según el mismo, en esos momentos había llegado al pueblo, de revista, el coronel
Manuel Melchor Irure. Era el jefe del 36.º Tercio de la Guardia Civil, con sede en
Granada. Pensaron, por el manual que llevaba el detenido, que era alguien de
cierta categoría. Merediz temió ser maltratado e incluso que le fuesen a matar, y
dijo que antes de hacerle nada llamasen al teniente del Albaicín, Manuel Prieto,
para hablar con él, « y verán cómo cuando él sepa quién soy y o, variará lo que
me quieren hacer» . No quería ser interrogado por Melchor Irure. Prieto siguió
manifestándonos lo siguiente:

Me llamaron por teléfono y yo le dije al coronel que no le hicieran


nada, que el detenido me había dado unos servicios fenomenales. El
coronel se cabreó porque el detenido quería hablar conmigo, que era
teniente, pero con él no. De las primeras cosas que yo le pregunté al
detenido fue: «¿Usted, por qué se habla conmigo y con el coronel no?»
[…] «Pues muy sencillo. Usted ha desorganizado la estructura del PCE
aquí, así que usted no es comunista, sin embargo, yo sé que tenemos
infiltrados en la Policía y en la Guardia Civil. Si yo llego a dar con un
infiltrado y resulte que el coronel lo sea, a mí, automáticamente me fusilan,
por eso a él no le dije nada».

Se identificó como el Carlos que le había mandado los anónimos para


desarticular al PCE de Granada en el verano del 46. Manuel Prieto cuenta que,
ante el temor de ser eliminado por el PCE, Merediz decidió anteriormente
ganarse a la Guardia Civil y a las fuerzas del Régimen para que lo protegieran.
Le manifestó al oficial que y a había chocado antes con sus compañeros: tras
llegar a España dio un atraco y se quedó con dinero del partido, se puso unos
dientes de oro, vivía muy bien y realizaba muchos gastos; más o menos lo que
nos decía Ramiro Fuente Ochoa. En Sevilla, el PCE lo captura y decide matarlo:
le atan una cuerda y lo arrojan al río por el puente de Triana, pero logra salvar la
vida y se vuelve a presentar a la organización; dijo que estaba arrepentido y pidió
perdón. Fue entonces cuando lo enviaron a Granada.
Los datos que dio Merediz eran de considerable amplitud. Manifestó cómo se
podía localizar a Ramiro Fuente Ochoa en el « Centro de trabajo» de la calle
Solares, y también señaló a un tal Ramiro como su superior jerárquico; se trataba
de Ricardo Beney to Sapena. Asimismo, informó sobre la guerrilla granadina y
sus apoy os políticos, dio el nombre de personas que ocupaban puestos dirigentes
en la organización, así como la forma de localizar a algunos de ellos, y explicó
las misiones que él traía en su visita a la provincia almeriense. También aportó
datos para localizar al soldado que colaboraba con ellos desde el Gobierno
Militar [55] .

8. DETENCIONES PRODUCIDAS TRAS LA CAÍDA DE MEREDIZ

El diecisiete de enero de 1947, un grupo de guardias, al mando de Manuel


Prieto, se dirigió al local de la calle Solares. En una pieza se encontraba Ramiro
Fuente Ochoa, que se lanzó por un balcón cuando vio aparecer al teniente;
cuando cay ó al suelo, le disparó e hirió, y pudieron capturarle. Ramiro Fuente y
Manuel Prieto mantienen versiones distintas sobre lo ocurrido: para el primero
quisieron aplicarle la « ley de fugas» , lo que pudo evitar porque gritó para que el
público acudiera y presenciara lo que estaba pasando, mientras que el guardia lo
niega y alega que era opuesto a ese método.
Las detenciones continuaron el nueve de febrero. El domicilio de Merediz, en
el número siete de la calle Darrillo de la Magdalena, era vigilado por los
guardias. Una persona se presentó en el mismo y preguntó por él; se trataba de
Nicolás García Béjar. Los guardias lo siguieron hasta que observaron que se
reunía con otro hombre, Rafael Armada Ruz; fue entonces cuando apresaron a
ambos. En ese momento Armada intentó tragarse un papel. Era un talón para
retirar de la estación de ferrocarriles un paquete con seis tubos de tinta de
multicopista, que fueron recogidos por los guardias.
La caída se había iniciado con la captura de Merediz y su colaboración, pero
Prieto pretendía ir aún más lejos. Conocedor de las características de Ricardo
Beney to Sapena, Ramiro, convencido de su papel dirigente en la guerrilla
andaluza y de su residencia habitual en Sevilla, quiso utilizar a Merediz para
detenerlo y para capturar a Roberto.
El oficial solicitó al respecto una serie de garantías del capitán general de
Granada, sin obtenerlas; Prieto considera que no tenía la mentalidad apropiada
para el caso. El paso siguiente fue dirigirse a Camilo Alonso Vega, director
general de la Guardia Civil quien, a juicio de Prieto, tenía una gran capacidad
para afrontar el problema de la guerrilla:

Él me dijo: «Tú lo que quieres es la garantía de que si vas a viajar con


este tío por España y se te escapa, no te pasará nada». Don Camilo, con
una gran visión, no me dejó terminar y se dio cuenta de momento: «Tienes
autorización mía, que te den el dinero que precises y haces los gastos que
sea». Y es que yo tenía que ir con Merediz no llevándolo esposado, lo que
sería imbécil, sino con toda libertad, vestido como él, frecuentar los sitios
que él y dejarlo en libertad si tenía que ver a alguien.

Aunque hicieron algunos servicios, no lograron capturar ni a Ramiro ni a


Roberto; esto último lo atribuy e Prieto a los obstáculos que a veces ponían los
guardias de una Comandancia cuando llegaba alguien de fuera. Uno de los pasos
que dieron fue aparentar que Merediz había podido escapar para volver a la
sierra. Fue una idea de éste que Prieto vio positiva y que serviría para que
volviese a contactar con la guerrilla; desde la sierra iría entregando a los maquis:

Simulé que, al bajar del Albaicín detenido, en una moto con sidecar, se
tiró por unos terraplenes que había y aún siguen. Lo hicimos muy bien.
Para que no le pasara nada, la moto iba despacio; disparamos, pero al
aire. Él se perdió, yo arresté a los guardias. Se enteró todo el mundo y
algunos me pusieron de tonto porque se me había escapado un preso,
especialmente los que me tenían envidia.
Desde la sierra le dio al oficial dos servicios y éste llegó a subir con otros dos
guardias haciéndose pasar por guerrilleros procedentes de Madrid:
Hicimos vida con los bandoleros dos noches, y fue curioso, porque pensaban
que teníamos miedo. « ¡Qué cobardes sois!» , decían, y a que teníamos nuestras
armas permanentemente preparadas. Les decíamos que había que estar
prevenidos siempre y es que en realidad podía llegar alguien que me identificara
como el teniente del Albaicín, o al cabo o al guardia que venían conmigo[56] .

9. PRIMAVERA DEL 47: MEREDIZ ES DESENMASCARADO POR SUS


COMPAÑEROS.

Los maquis acabaron por descubrir la actuación de Merediz. Sobre sus


momentos finales poseemos dos versiones: la de Manuel Prieto y la del
guerrillero Francisco Rodríguez Sevilla. Aunque difieren en algunos detalles,
coinciden en que una de las causas fundamentales de su desenmascaramiento
fue que lo interrogaron sobre los detalles de la supuesta fuga y que en sus
respuestas no resultó convincente.
Rodríguez Sevilla recordaba que les dijeron que « en la estación de Fiñana
habían cogido a un comandante rojo» . Pocos días después observaría que se
estaban produciendo una serie de detenciones y de ejecuciones extrajudiciales
de colaboradores de la guerrilla. Así, dieron muerte, sin juicio previo, a los
siguientes hombres: Ramón el Porras, enlace de Merediz, José María el Pardo, y
Antonio Montilla, todos ellos cortijeros de Monachil. Tras tenerlos varios días en
el cuartel de Las Palmas, los trasladaron a El Purche y los llevaron a sus casas,
que fueron registradas. Posteriormente, volvieron a subirlos a El Purche, donde
los fusilaron delante de Fermín Padial, vecino de ellos, que también estaba
detenido. En el periódico Ideal, continuaba Rodríguez Sevilla, apareció el hecho
de forma tergiversada. El efecto fue que cundió el pánico, especialmente en el
entorno de Monachil[57] .
Rodríguez Sevilla escribiría que se dirigió hacia los alrededores de Órgiva con
otros guerrilleros. Debido a que la nieve llegaba a cotas muy bajas, tuvieron que
rodear la sierra por Dílar, Dúrcal, Nigüelas, Lanjarón y Cáñar, para salir a la
ermita del Padre Eterno, sobre Carataunas. Allí cruzaron la carretera y
alcanzaron Las Cañadillas, donde tenían su primer punto de apoy o en un cortijo.
En éste les dijeron que Merediz se encontraba por esa zona, con el grupo que
operaba en esos contornos. Rodríguez Sevilla y los suy os descansaron y siguieron
en dirección al cortijo de Los Estébanes, en el que les proporcionaron más
información: Merediz llevaba algún tiempo con el grupo, habían dado dos o tres
golpes económicos en la zona y, además, realizaba algunos viajes a Órgiva [58] .
Rodríguez Sevilla dice en su escrito que, tras conocer esas actividades de
Merediz, y a no les cabía ninguna duda de que el « comandante rojo» detenido en
el pueblo de Almería era él, y que había pasado a colaborar con la Guardia Civil,
que delataba los movimientos de los guerrilleros y que entregaba a sus enlaces.
Considera que, debido a que por esas fechas la nieve cubría todos los pueblos de
Sierra Nevada, la Guardia Civil crey ó que los guerrilleros no llegarían a Órgiva,
por lo que enviaron allí a Merediz, para que hiciera el mismo trabajo que llevó a
cabo en Monachil.
Esa noche los maquis decidieron preparar un enlace que saliera al amanecer
en busca de un grupo para contarles lo que ocurría, detener a Merediz y llevarlo
al cortijo de Los Estébanes, que era donde se encontraba Rodríguez Sevilla. Se
retiraron a descansar los guerrilleros y, y a de madrugada, llamaron al cortijo,
dieron la contraseña y abrieron la puerta: « Y allí teníamos a nuestro Chico con lo
que él nunca podía esperar» .
Francisco Rodríguez Sevilla, en el proceso judicial al que fue sometido
posteriormente afirma que, como no encontraban clara la conducta de Merediz,
le pidieron explicaciones, y que éstas convencieron al grupo que allí había. Pero
no fue así: Rodríguez Sevilla se expresaría de esa manera porque declarar que no
crey ó las palabras de Merediz suponía despertar sospechas de haber intervenido
en su posterior muerte. En su escrito y en la entrevista que le hicimos, sus
declaraciones son distintas a las que aparecen en el proceso.
Rodríguez Sevilla cuenta en Así me metieron en política que comenzó
preguntándole por qué se encontraba allí, si lo habían enviado a Almería. Merediz
respondió que era porque lo detuvieron en Fiñana y lo condujeron, en primer
lugar, al cuartel granadino de Las Palmas, y luego al Albaicín, esposado y en un
camión. Al pasar por un olivar se tiró y pudo escapar. Rodríguez Sevilla le
preguntó cómo pudo hacerlo, si iba esposado, a lo que Merediz manifestó que
pudo apoy arse en el tablero y saltar fuera. Le interrogó, seguidamente, por la
forma en que se quitó las esposas; la respuesta fue que con una cuchilla de afeitar
que llevaba en la solapa de la chaqueta. Rodríguez Sevilla unió sus manos y
repitió la operación: según escribe, era imposible realizar lo que decía Merediz.
Éste le dijo que era muy suspicaz.
Se retiraron a descansar, para lo que se distribuy eron en varias viviendas. Al
día siguiente, por la tarde, quien estaba con Merediz en una de ellas, el cortijo del
« Tío Lagarto» , salió para visitar a unos familiares, ocasión que aprovechó aquél
para escapar. Se cruzó con otro enlace, llamado el Maestrillo porque daba clases
a los niños de todos los vecinos. Charlaron un poco y como el Maestrillo ignoraba
lo que ocurría y sabía que Merediz viajaba, no le extrañó nada.
Cuando llegó a una de las casas y dijo que se había cruzado con Merediz, que
se dirigía a Órgiva, cundió la alarma: « Se formó el duelo, las mujeres y los niños
llorando» . Un hombre salió corriendo en busca de Rodríguez Sevilla y los demás
guerrilleros, que estaban cenando. Del cortijo partieron dos hombres, con hoces,
y en dirección a Órgiva, para tratar de alcanzarlo antes de que entrara en el
pueblo. También salió otra persona: se trataba del enlace de Merediz, que
siempre iba con él cuando marchaba a Órgiva, y que aseguró saber por dónde
iría. Antes de que llegara a la localidad, pudo darle alcance: al ver el bulto, lo
alumbró con su linterna para estar seguro de que era él, y le disparó a bocajarro;
Merediz quedó muerto en el acto. Rodríguez Sevilla escribía que, en caso de que
no hubiera sido alcanzado, tenían previsto huir de allí, para evitar que los
rodeasen. Finalmente, bajaron a donde estaba y lo enterraron. Era el mes de
may o de 1947, y el cadáver fue arrojado al interior de una calera en el lugar
conocido por « Cerro Negro» , en el término de Órgiva. La Guardia Civil lo
exhumó el diecinueve de octubre de ese mismo año.
Para Rodríguez Sevilla, pese a que cay ó Merediz, el daño y a lo había hecho:
en sus viajes al pueblo había informado a la Guardia Civil de los pasos del grupo
guerrillero. Al no aparecer por ningún sitio, los guardias hicieron lo mismo que en
Monachil: « Se llevaron a José, su cuñado, el Tío Lagarto, con 84 años, al
Maestrillo, Antonio, el de las Lomillas, Benito y su cuñado de los Estébanes,
Osorio de Capileira y Nieto, también de las Cañaíllas» . Sus familiares
desconocían dónde estaban sus cuerpos, según Rodríguez Sevilla. Además, toda la
zona quedó completamente quemada.

10. OTRAS ACTUACIONES RELACIONADAS CON LA AGRUPACIÓN DE


GRANADA Y CON LA 9.ª BRIGADA A LO LARGO DE 1947

Los otros grupos que formaban parte de la AGG aumentaron sus integrantes
durante los primeros meses de 1947 y llevaron a cabo también algunos « golpes
económicos» . La 1.ª Compañía, vinculada a Clares, actuaba sobre todo por
Sierra Nevada, y la 2.ª, que lo estaba a Polopero, por la zona occidental de Las
Alpujarras. Ese crecimiento contrastaba con lo que hemos visto que estaba
ocurriendo con los órganos dirigentes de la Agrupación y con quienes se
relacionaban directamente con los mismos[59] .
Pero el panorama cambiará para ambos grupos durante la segunda mitad del
año. El de Clares sufrirá algunas bajas, especialmente el día 23 de noviembre, en
que fueron sorprendidos por fuerzas policiales en una casa del Cerrillo de Cenes,
cerca de Granada. Murieron dos guerrilleros, entre ellos Rafael Castillo Clares, y
cuatro paisanos que les darían cobijo. Por parte de la fuerza atacante, murió un
teniente y hubo ocho heridos.
A Rafael Castillo Clares le sustituy ó en la jefatura su hermano Félix, que se
había incorporado en agosto. Pero el grupo, a fines de 1947, se desligó de todo
compromiso con la Agrupación Guerrillera, y pasó a actuar Polopero, que el 3
de julio de 1947 perdía a siete guerrilleros a manos de la Guardia Civil en
Cástaras[60] .
Como en otros lugares de España, el fuerte aumento de la represión será la
principal característica de este año y ocasionará, para evitarla, el incremento
numérico de la guerrilla. Como escribió posteriormente Santiago Carrillo, este
crecimiento de las agrupaciones guerrilleras suponía también la pérdida de
hombres que habían actuado como enlaces, y que presentarán luego muchas
debilidades como guerrilleros[61] . Entre otras, añadimos nosotros, el pronto
deseo de muchos de ellos de abandonar la guerrilla cuando comprobaban la
dureza de este tipo de vida.
Un informe de la Guardia Civil indicaba que a las 7 horas del 13 de julio
fueron agredidos unos guardias del puesto de Trevélez que prestaban el servicio
de acompañamiento y protección a una visita de la sanidad veterinaria a pueblos
del distrito y a cortijos de la sierra. El ataque se produjo cuando se acercaban a
la Loma Culo Perro, y eran unos 14 los guerrilleros que se encontraban
parapetados allí. Murió un guardia apellidado Luque, mientras que otros dos
resultaron heridos, pero uno de ellos falleció más tarde. El informe continuaba
diciendo que pese a estar heridos, los guardias repelieron la agresión, liberaron a
tres paisanos que tenían secuestrados los maquis e hicieron huir a éstos[62] . Tanto
el guardia Eulogio Limia como el guerrillero Fermín González coincidían en que
fue el grupo de Polopero el que protagonizó este enfrentamiento. No nos
extrañaría que, en una espiral de acción-represión, hubiese sido una respuesta a
las muertes de Cástaras[63] .
La réplica de la Guardia Civil fue dar muerte sin juicio previo a cuatro
personas de Trevélez y a una de Pórtugos. Existe un informe que indica que,
como consecuencia de la agresión sufrida, unos guardias estuvieron apostados en
la Hoy a del Carpintero (Pórtugos) y pudieron dar muerte a un guerrillero que
pasaba y que iba armado con un fusil ruso. Fue durante la madrugada del 15 de
julio[64] . En cambio, la información que nos transmitió Fermín González
indicaba algo bien distinto. Tanto el vecino de Pórtugos como los otros cuatro de
Trevélez fueron fusilados por la Guardia Civil sin formación de causa: « Aquí, en
Trevélez, cuando se mataron a unos guardias civiles, fusilaron a cinco personas y
ninguna tenía nada que ver. Querían meter el terror [65] » .
Este dato nos lo han confirmado Juan Gallego González, también vecino de
Trevélez, y Fernando Peinado Peinado, que entonces era párroco del pueblo[66] .
Como consecuencia de lo ocurrido, inmediatamente después de los
acontecimientos se unieron a la guerrilla cinco vecinos de este pueblo[67] .
Ese mismo mes de julio de 1947 eran eliminadas sin juicio previo seis
personas de Lentegí. Algunas lo fueron en las proximidades de Jay ena y, otras,
en el lugar conocido como El Sotillo, junto a Castell de Ferro. También habrían
matado a un niño de Otívar [68] .
El día 3i moría en un encuentro en Los Tablones (Motril) un teniente de la
Guardia Civil. Se había presentado con sus hombres en un cortijo donde se
encontraban unos guerrilleros y cay ó en el tiroteo que hubo, junto con dos de los
maquis y el dueño de la vivienda. La respuesta del Instituto Armado fue detener
a un grupo de personas del término de Motril y fusilarlas durante el día siguiente
en la carretera que conducía a Gualchos. Entre ellas iban dos mujeres, una de
ellas embarazada. A continuación, tres motrileños se unieron a la guerrilla [69] .
En octubre, siete hombres de Almuñécar corrían la misma suerte en Pinos
del Valle, y, en noviembre, otros cinco —entre los que posiblemente habría
hombres de Almuñécar y de Motril— eran también víctimas de un fusilamiento
extrajudicial. Ocurrió en la Cuesta del Marchante, cercana a La Herradura. Fue
uno de los motivos por el que numerosos almuñequeros (alrededor de 20) se
fueron a la guerrilla por esas fechas. En la Axarquía malagueña pasaba lo
mismo, con víctimas, a lo largo de 1947, en Torrox y Nerja [70] .
Sabemos que en dos de estos casos, al menos, el de Motril y el de Pinos del
Valle, había dado la orden de realizar las ejecuciones el general Julián Lasierra
Luis, jefe de Zona de la Guardia Civil. Y teniendo en cuenta que en otras
regiones de España se estaba dando la misma situación, pensamos que no estaban
descaminadas las declaraciones de Rodolfo Llopis, en esos momentos presidente
del Gobierno republicano en el exilio, denunciando la orden que habría cursado la
Dirección General de Seguridad de eliminación de detenidos, para evitar
campañas en el extranjero en su favor. El guardia Manuel Prieto nos dijo que
suponía que esta última era una de las causas de esas actuaciones[71] .
Por otro lado, los informes judiciales del Régimen que hemos encontrado
referidos a estas ejecuciones disfrazan lo ocurrido, y presentan a las víctimas
como muertos en apostadero o porque intentaban escapar. Se trataba de ocultar la
realidad más represiva del franquismo, incluso en la documentación interna, lo
que estaba en consonancia con la política de enmascaramiento que muchas
veces se había seguido en España por parte del poder cuando se recurría a estos
procedimientos y que se había visto incrementada desde que finalizó la guerra
mundial[72] .
A lo largo de 1947 aumentó sus efectivos la 9.ª Brigada que dirigía Roberto.
Hasta enero de ese año, su campo de acción se circunscribía más a la provincia
de Málaga, pero ahora se le iban a incorporar algunos granadinos, como ocurrió
con un grupo de catorce vecinos de Agrón[73] . Asimismo, a lo largo del año,
recibió incorporaciones de Almuñécar, Guájar Alto, Albuñuelas y Vélez de
Benaudalla, mientras que de la Axarquía malagueña las tuvo de Frigiliana, que
será el municipio de esta comarca que más personas aporte a esta guerrilla, y de
Nerja (sobre todo del anejo conocido como Río de la Miel), especialmente [74] .
Como hemos visto, existe una diversidad de causas en estas adhesiones al
maquis. Por un lado, se encuentra el factor ideológico, el deseo de encauzar la
lucha por medio de las armas. A veces, la huida de la represión tiene un papel de
detonante de una decisión que y a había sido madurada, de impulso final para
lanzarse a la sierra. Pero en algún caso hemos encontrado que la guerrilla obligó
a algún hombre a que se le uniera. Con esa actuación compulsiva corría el riesgo
de incorporar a gente que no estaba de acuerdo con ella y que, en cuanto
pudiera, se iba a marchar del maquis y a informar a sus perseguidores[75] . En
otras ocasiones, el móvil de la adhesión era sólo el deseo de eludir la violencia del
régimen.
En lo que se refiere a la Agrupación de Granada, y como y a hemos
señalado, después de Merediz, Rodríguez Sevilla pasaría a ser el jefe de la
misma. Pero lo fue durante poco tiempo, desde enero de 1947 hasta septiembre
de ese año. En su proceso, manifestaría lo que sigue:

A la muerte del TARBE (sic) o FELIPE EL ASTURIANO [es decir,


Merediz], se hizo cargo de la AGG; pero entrevistado varias veces con el
citado ROBERTO, que quería imponer el terrorismo, rompió con la
Organización ajínales de septiembre del citado año mil novecientos
cuarenta y siete, la dio por disuelta, y ausentándose de la misma, se refugió
en la Sierra de Monachil, en donde fue descubierto por el citado
ROBERTO al poco tiempo[76] .

Se habían reunido en una vivienda cercana al pueblo y Roberto le habría


conminado a seguir en el maquis, pero Rodríguez Sevilla alegó que no podía
soportar la vida en la sierra porque estaba enfermo del hígado. Sin embargo, tuvo
que prometer ay uda, pues de lo contrario, seguía en su declaración, lo habrían
eliminado. Por su parte, Limia indica que Rodríguez Sevilla dejó la lucha en
octubre y que su entrevista con Roberto fue poco después, en la Casilla Gálvez
(Monachil).
De la Agrupación de Granada continuaba activo a fines de 1947, aunque
después de sufrir varias bajas, el grupo de Francisco López Pérez, Polopero, en la
sierra de Lújar. Tras el abandono de Rodríguez Sevilla, Roberto pasará a
encargarse de la jefatura de la Agrupación en noviembre de 1947. Este jefe
estaba también al frente de la 9.ª Brigada, antigua Agrupación Guerrillera de
Málaga. Limia constataba que, bajo la nueva jefatura de Roberto, el maquis
comenzó una línea ascendente: en 1946 tenía 30 guerrilleros, pero al finalizar
1947 eran 115[77] .

11. 1948-1949. LA REFUNDACIÓN DE LA AGRUPACIÓN GUERRILLERA


DE GRANADA Y EL AUGE DE LA MISMA.

La táctica de llevar a cabo una violencia mucho may or que la que ejercía la
guerrilla, con la práctica de la tortura y de la ejecución extrajudicial, se mantuvo
durante toda la época del maquis. Nada más iniciarse el año 1948, en febrero,
pudo verse en Ventas de Huelma. A la muerte de un cabo en un encuentro, se
respondió con cuarenta apresados, seis de los cuales fueron ejecutados sin juicio
previo el día catorce de ese mismo mes en el barranco de Juan Navarro, que se
encuentra en el término de Agrón. Todos eran vecinos de Ventas de Huelma,
salvo uno, que lo era de Escúzar [78] .
Pocos días después, el 28 de febrero, la guerrilla daba muerte a dos personas
del cortijo Pera, en Escúzar (Granada). La respuesta de la Guardia Civil fue
matar a Antonio Romero Calvo, Machero, Miguel Romero Vaca, Bigotillo, ambos
de Agrón, Francisco González Trescastro, Paco Jata (de Ventas de Huelma), y a
un desconocido. Ocurrió en el barranco de Escoza (Escúzar), el día 2 de
marzo[79] .
Por este tiempo es cuando se produce la refundación de la AGG.
Recordemos que Roberto estaba también al frente de la 9.ª Brigada, surgida de la
Agrupación Guerrillera de Málaga, y que su campo de acción, como jefe
guerrillero, abarcaba asimismo parte de la provincia de Granada. Estaba
compuesta por los batallones sexto y séptimo.
La denominación de 9.ª Brigada la hemos encontrado en los documentos
desde octubre de 1947 hasta enero de 1948: el número de Por la República de
este último mes se subtitulaba « Órgano del Ejército Guerrillero de Andalucía
(Suplemento de la 9.ª Brigada)» , mientras que el número 27, que es la siguiente
publicación que hemos localizado del mismo boletín, se subtitula solamente
« Órgano del Ejército Guerrillero de Andalucía» , pero en su interior hay una
página con el encabezamiento de « Parte de operaciones de la AGG» , y
comienza con la que llevaron a cabo el 28 de febrero de 1948 en el cortijo Pera.
La AGG adoptará de la 9.ª Brigada la estructuración en dos batallones, el sexto y
el séptimo, y más tarde se creará el octavo. Limia escribirá a este respecto:

Se estructuró la Agrupación, como ya se dice, con un sentido militar. La


unidad base fue la Novena Brigada de Málaga. Al absolver (sic) el
bandolerismo de Granada, en los comienzos del año presente, el Roberto
creó dos Batallones, un Grupo de Enlace y un titulado Estado Mayor de la
Agrupación[80] .

Aunque resulte paradójico, en la AGG participaron malagueños y su espacio


de actuación era, junto con gran parte de la provincia de Granada, la zona
oriental de la de Málaga, con algunas incursiones en otros puntos de esta
provincia. Y, en la misma, empleaban el apelativo de Agrupación de
Granada [81] .
En algunos libros que abordan el tema del maquis puede verse citado el
término Agrupación Guerrillera Granada-Málaga. Nosotros mismos lo hemos
empleado en algún trabajo. Pero se trata de un error, y a que nunca aparece esa
denominación en los textos de la guerrilla, ni tampoco en los testimonios orales de
esta última. Consideramos que la equivocación parte de Eulogio Limia, oficial de
la Guardia Civil, que llegó a dirigir la Comandancia de Granada, y que es a quien
en primer lugar vemos emplearla. Es posible que se deba a la evidencia de que la
Agrupación actuaba en las dos provincias, con vecinos de ambas, a que uno de
los procedimientos empleados por la Guardia Civil para combatirla fue la
creación del Sector Interprovincial Granada-Málaga y a que otras organizaciones
utilizaban en su designación formas parecidas, como la Agrupación Guerrillera
de Levante-Aragón[82] .
Tenemos, por tanto, que en febrero de 1948 se refunda la AGG, que formaba
parte del Ejército Guerrillero de Andalucía, el cual estaba integrado en el
Ejército Nacional Guerrillero. Todo ello, en un momento de auge de la actividad
del maquis dirigido por Roberto.
Existe un documento que da cuenta de la reestructuración llevada a cabo.
Está fechado en el día 1 de marzo de 1948, « en la montaña» , lo firma
« Roberto» y se dirige a todos los miembros de esta guerrilla en forma de
circular [83] . Del conjunto de las disposiciones que aparecen en ese texto, se
desprende que, en aras de la eficacia, la guerrilla quiso dotarse de una estructura
profundamente jerarquizada y centralizada. Al no mencionarse, en momento
alguno, a una asamblea de guerrilleros que hubiese decidido estas medidas, se
deduce que fueron obra de un grupo pequeño que, a su vez, las imponía a todas
las guerrillas de la zona. El margen que se daba a la participación de las bases en
el nombramiento de los cargos era muy reducido: aquí sólo encontramos el
cargo de fiscalizador y la may or parte de las decisiones, y las de más
importancia, estaban reservadas a los órganos directivos. El deseo de control por
parte de los jefes afectaba, especialmente, a los aspectos económicos, en lo que
interpretamos como un deseo de evitar cualquier tentación de bandolerismo, de
actuar de forma independiente olvidando el carácter político de la lucha y de
pretender el exclusivo beneficio personal. Estaba en consonancia con el
funcionamiento del PCE.
Por otro lado, esas normas de control, en la medida en que dejaban en manos
de la dirección de la guerrilla la toma de las decisiones más importantes, y en esa
dirección eran may oría los militantes del PCE, suponía trasladar a éste el control
de toda la guerrilla. Se corría, así, el riesgo de crear una estructura que resultara
inaceptable a los sectores que desconfiaban de este partido y que podrían haber
apoy ado la lucha guerrillera [84] . Y así fue, pues desde el ámbito libertario, que
podría haber tenido una actitud de colaboración, se rechazaba ésta hegemonía
comunista [85] .
En lo que se refiere a los resultados de la política de unificar la guerrilla,
perseguida por Roberto, un informe del Estado May or de la Capitanía General de
la 9.ª Región Militar indica que hubo grupos que se integraron en su organización,
otros que fueron anulados por él y hubo también guerrilleros que, « ante su
peligrosa actuación» , huy eron al extranjero o se presentaron a la Guardia Civil.
El contacto que estableció con el grupo de Félix Castillo Clares no supuso, en
modo alguno, la adhesión de todo el mismo a su guerrilla. Sólo se fue con él
Francisco Sánchez Girón, Paquillo. Tampoco se le unió el grupo de Juan Garrido
Donaire « Ollafría [86] » .
Tanto el año 1948 como el siguiente fueron de auge de la AGG. Pero éste se
produjo en medio de enormes dificultades. Parte de ellas la hemos conocido
gracias a los informes que daban algunos hombres que abandonaban la sierra y
se entregaban a la Guardia Civil. Cotejados con la información oral que nos han
transmitido ciertos supervivientes, hemos comprobado que sus palabras no se
alejaban mucho de la realidad.
Según esas declaraciones, existía una insatisfacción debida a que muchos se
sentían defraudados por la vida que llevaban, que consideraban muy dura, con
falta de alimentos. Asimismo, estaban molestos por el trato recibían. En
consecuencia, se encontraban hastiados de permanecer en la sierra y deseosos
de integrarse a sus domicilios, anhelando el momento de reunirse con sus
familiares.
Estos sentimientos afectaban, si seguimos con estas declaraciones, a más de
la mitad de la organización, pero no los exteriorizaban porque entre ellos había
falta de confianza y temor a ser delatados « con todas sus funestas
consecuencias» . Por otro lado, uno de esos guerrilleros, Francisco Centurión
González, aludía a la propaganda que estaba realizando la Guardia Civil, con la
que invitaba a que se presentaran a los que no estuviesen implicados en delitos de
sangre. Esa propaganda había llegado a manos de los maquis y contribuía de
forma eficaz a la presentación de los mismos, generaba todavía más
desconfianza y estaba en el origen del constante cambio de mandos y de
subordinados de unas fracciones a otras[87] .
Efectivamente, la Guardia Civil había prometido benevolencia con los que se
entregaran, y la Agrupación había respondido dando muerte a algunos que
intentaron hacerlo. Ésta fue a causa principal de las muertes de hombres de la
Agrupación a manos de sus compañeros. En total, hemos contabilizado 22 casos.
Pero, pese a las dificultades, el auge se mantuvo, y encuentros como el de la
Sierra de Cázulas, donde dieron muerte a seis o siete soldados de un batallón de
Infantería, el 28 de marzo de 1948, y el de Cerro Lucero, en que la Agrupación
logró salir del cerco que sufría, sin bajas y causando una a sus perseguidores, son
testimonio de la capacidad guerrillera por esas fechas. El caso de Cázulas
provocó malestar tanto dentro de la Agrupación como entre algunos vecinos de la
comarca, pues los soldados daban sólo escolta a unos obreros que trabajaban en
una fábrica situada en la sierra, y murieron en una emboscada [88] .
1948 finalizaría sin que la Agrupación hubiese sido destruida. Las bajas que
tuvo eran compensadas con nuevas incorporaciones, y algún guerrillero, como
Enrique Urbano, estimaba que fue el año en que se sintieron más fuertes. La
Guardia Civil calculaba que la Agrupación tuvo 41 altas en 1948, lo que elevaba
el número de sus integrantes a 167 hombres, de los que deducidas las 40 bajas
que hubo entre muertos y desertados, significaba que a fines de 1948 había 127
guerrilleros[89] .
Ese auge se mantuvo a lo largo de 1949, hasta el punto de que fue
reestructurada la Guardia Civil en ambas provincias, ante su incapacidad para
acabar con el maquis. Durante este año fue descubierta la red de fuga de los
libertarios granadinos, con el consiguiente desmantelamiento tanto de ella como
del Movimiento Libertario en Granada, con detenciones y muertes que afectaron
a otras provincias andaluzas.
Uno de los delatores fue Francisco Rodríguez Sevilla. Tras separarse de la
Agrupación, que él mismo había dirigido durante unos meses de 1947, vivió
escondido, como topo, pero tenía noticias de algunas actividades guerrilleras, y
desde su escondite aportaba esos datos a la Guardia Civil, que dio muerte a varias
personas. Cuando se entregó, Rodríguez Sevilla presentó como aval la relación de
servicios que había prestado. Le fueron reconocidos y sufrió una pequeña pena
de prisión, cuando, según el Decreto-Ley de 1947 de persecución de la guerrilla,
a los jefes les estaba reservada la última pena [90] .

12. LA DECADENCIA DE LA AGRUPACIÓN DE GRANADA

Un encuentro, en diciembre de 1949, marca el cambio de signo con relación


a la guerrilla. En el mismo, el número dos de la AGG, Manuel Lozano Laguna,
muy querido por sus compañeros, perdía la vida, lo que originó el consiguiente
impacto. También, en el desorden provocado durante el encuentro, se entregaba
Manuel Martín Vargas, Felinillo, que sería uno de los más eficaces colaboradores
de la Guardia Civil a la hora de perseguir a sus compañeros y de denunciar la red
de enlaces.
Los meses siguientes serán de un duro forcejeo, con encuentros casi siempre
desfavorables al maquis: 6 guerrilleros muertos en la Cañada del Hornillo
(Escúzar, 14 de enero de 1950); un muerto por cada bando en el Cerro de las
Víboras (sierra de Lo ja, 19 de enero); un guerrillero y 3 guardias en Cerro
Martos (Otívar, 18 de marzo); 8 guerrilleros en el Barranco del Aceral (Güéjar-
Sierra, 18 de abril); 6 maquis y 3 guardias en el Paso del Lobo (Loja, 18 de
may o); 5 maquis en Pozo Júrtiga (Alhama de Granada, 17 de julio, que más
encuentro fue una encerrona); 2 en Cuevas del río Cebollón (Jay ena, 22 de
octubre); 2 guardias en la Loma del Cuerno (sierra de Lo ja, 22 de octubre); 2
guerrilleros en Cueva Ahumada (Moraleda de Zafay ona, 27 de octubre), y 3
guerrilleros en el término de Riogordo (28 de diciembre [91] ). Así, se llegará a la
situación de que, cuando finalice 1950, la AGG se encontrará por vez primera
por debajo de la cifra de los 100-110 hombres que Roberto procuraba mantener.
La represión en las localidades donde actuaba guerrilla siguió siendo
durísima. En la Axarquía malagueña los guardias ahorcaron a un colaborador del
maquis en el cuartel de Torrox el 14 de enero de 1950; el día siguiente fusilaban,
sin formación de causa, a cuatro vecinos de Güi, anejo del mismo término[92] . A
la muerte de dos delatores en Nerja, por parte de la guerrilla, en marzo del
mismo año, respondieron con otros 4 fusilamientos sin juicio previo; y al ataque,
el mes siguiente, a un soldado de regulares en Frigiliana, que fue herido, con la
ejecución extrajudicial de tres hombres[93] . En el Barranco de la Culebra dieron
muerte de la misma forma a siete personas de Salar y Loja el 4 de octubre de
1950[94] . Además, fue cay endo la red de enlaces en numerosas localidades:
Loja, Salar, Huétor-Tájar, Alhama de Granada…
Durante este año de 1950 será cuando llegue a su culminación la labor de
algunos curas. En el caso de Torrox, Bartolomé Pay eras Llinás había tenido algún
contacto con el maquis, al que probablemente prestó ay uda económica. Pero,
sobre todo, se destacó por oponerse a la represión y amparar a las familias
perseguidas. Sus cartas a los obispos Balbino Santos Olivera y Angel Herrera
Oria dan testimonio de esa lucha. Esperanzado, quizás, en el viraje hacia la
denuncia de la problemática social por parte de la Iglesia, y en la labor de este
último prelado, le hará partícipe de sus inquietudes. Pero la Guardia Civil acabará
por dirigirse también al obispo con la amenaza de matar al cura y disfrazar su
asesinato con un encuentro con la guerrilla, con la que él se habría encontrado.
Herrera Oria le salvó la vida, llevándoselo a Málaga casi a la fuerza y teniéndolo
allí hasta que la situación se aplacó[95] . Una situación parecida se dio con el cura
de Frigiliana, Domingo Campillo Gascón, que también denunció los atropellos y
fue amenazado por las autoridades del Régimen[96] .
Los reveses continuaron para la guerrilla. A comienzos de 1951, el 7.º Batallón
perdía el contacto con sus demás compañeros, y se entregaba Vicente Martín
Vozmediano, otro eficaz colaborador de la Guardia Civil desde entonces. En el
Barranco Cordero, cercano a Frigiliana, perdieron el 17 de enero de este año a 4
guerrilleros (2, muertos y 2, entregados); en el Pago del Zorro (Agrón, 28 de
enero), perdieron la vida 8 guerrilleros; tuvieron otros 2, muertos y 3 entregados
en el Barranco del Conejo (Salar, 17 de marzo), y 4 muertos en el Cerro del
Cisne (Frigiliana, 13 de abril).
Finalmente, en may o de 1951, la dirección guerrillera decidió abandonar esta
lucha, y comisionó a su máximo dirigente para que se trasladase a Madrid con el
objeto de gestionar la huida de España. Durante este tiempo, el grupo que
permanecía en la Axarquía mantuvo su perfil político[97] . En septiembre de
1951 Roberto fue detenido en la capital de España y pasó a colaborar con los
guardias, entregando a los compañeros que aguardaban escondidos en la
Axarquía, con el resultado de cinco fusilamientos y largas penas de cárcel para
los que eludieron el piquete de ejecución. Pese a ello, fue condenado a muerte y
ejecutado.
Además de los elementos del contexto nacional que le eran desfavorables y a
los que nos hemos referido cuando hablábamos de los apoy os a Franco, se
encontraba la actitud del pueblo. Una amplia red de enlaces había sustentado a la
guerrilla, pero la represión la había dañado fuertemente. El resto del pueblo no se
decidió por apoy ar su lucha: el guardia Prieto nos señalaba que no deseaban el
retorno de la guerra [98] , y no se puede olvidar que, entre las clases trabajadoras,
también había partidarios del franquismo.
La decisión de abandonar la lucha guerrillera había sido tardía. Por esas
fechas, la dirección del PCE disponía lo mismo. Esa tardanza constituy ó un
importante error, pues mantenerla tanto tiempo supuso una sangría continua.
Pero no podemos afirmar que hubiera abandonado a su suerte a los guerrilleros
de Granada y Málaga: los datos que hemos encontrado en nuestra investigación
indican que el PCE andaluz y la dirección del exilio tenían perdido el contacto
desde noviembre de 1948, y que no lo pudieron restablecer hasta después de
1952. Asimismo, las noticias que tenemos muestran que hubo varios intentos de
reanudar la relación; no hemos hallado, en cambio, datos fehacientes de que
hubiera abandono. Además, dos de nuestros informantes nos aseguraban que
hubo un intento frustrado de evacuación preparado por Santiago Carrillo desde el
exilio[99] .
En cambio, lo que quedaba del 7.º Batallón, sin contacto con el resto de la
Agrupación desde comienzos de 1951, logró escapar a Francia, tras atravesar a
pie toda la Península. Fue entre junio y octubre de 1952.También mantuvieron su
carácter político, como muestra el hecho de que realizasen propaganda de este
tipo en alguno de los lugares donde se refugiaron[100] . Habían desarrollado una
fuerte combatividad y fueron generosos en su entrega. Pero, junto a éstas, la
guerrilla tuvo otras características cuy o conocimiento contribuy e a que sea más
completa la imagen que tenemos de ella.

13. LA VIOLENCIA GUERRILLERA. EL ESTALINISMO

A lo largo de este trabajo hemos señalado algunos caracteres de la violencia


guerrillera. En un análisis de sus documentos, y sobre todo de Por la República,
donde se explica a quiénes han matado y por qué, hemos podido observar que
era a los delatores a quienes más se perseguía: alrededor del 70 por ciento de los
eliminados. Hay también, en menor medida, represores del tiempo de la guerra,
como ocurre con algunos miembros de la Banda Negra de Granada, o con el
caso del magistrado Francisco García Guerrero.
Aunque son varias las causas de esta violencia, y en alguna ocasión hemos
analizado cómo la utilizaban para evitar las deserciones y la colaboración con el
enemigo, algunos aspectos de la misma tienen sus raíces en el estalinismo, como
el frecuente uso que se hizo de ella o la persecución a la disidencia interna con los
métodos más expeditivos. Asimismo, el ambiente enrarecido que se creó, en el
que se encontraban enemigos por todas partes, en una suerte de paranoia
colectiva, como la que en algunos momentos surgió en la URSS de Stalin, en las
democracias populares y en el movimiento comunista internacional de la época,
incluy endo al PCE, y que originó también casos de violencia interna.
Gracias a las investigaciones de Hartmut Heine, conocemos algunas de las
críticas que el Movimiento Libertario hacía a la guerrilla comunista, como puede
verse en el Pleno Nacional de Regionales de julio de 1945, celebrado en la
localidad madrileña de Carabaña, y que recogió este historiador (2005: 32).
Un colaborador del maquis, Francisco Nieto Romero, de Loja, se habría
opuesto a algunas de esas prácticas. El enlace Rafael Castilla Sánchez nos
contaba que le dijo lo siguiente: « No me gusta cómo actúan, pues me parece que
no admiten más ideología que la de los comunistas, y los demás no contamos
para nada» . Castilla añadía: « Yo también veía que, siendo y o socialista, tenía
que dar mi brazo a torcer, porque allí eran comunistas todos» . Es difícil precisar
las causas por las que la guerrilla eliminó a Nieto, pero no nos extrañaría que
hubieran influido las diferencias que expresó al maquis. A Castilla le habrían
dicho que Nieto era colaborador de la Guardia Civil, lo que él negaba
tajantemente [101] .
Análisis parecidos hemos encontrado en Ricardo Vizcaíno Alarcón, dirigente
anarquista clandestino en Granada:

Hubo una Agrupación, en efecto, dirigida por comunistas, que dejó


mucho que desear, porque cuando había alguno que simplemente
discrepaba de algunas cosas con toda razón, lo asesinaban por la espalda,
y asunto terminado. Ése era el resultado[102] .

Su correligionario Vicente Castillo Muñoz opinaba de forma parecida, como


puede verse en sus memorias[103] . Y un guerrillero, Enrique Urbano, nos
expresó las dificultades que tenían para expresar críticas en el interior o para
oponerse a la ejecución de un compañero en la Agrupación Guerrillera:

Son consejos de guerra donde no son ni consejos de guerra, no hay ni


abogado defensor ni nada, que es lo que yo encuentro en algunos casos
muy mal, porque cualquiera tiene derecho a la defensa: «¿Qué pruebas
tenéis?»[…] la mayoría, aunque pensaras que no era muy justo, no te
quedaba más remedio que seguir la corriente, porque, si no, decían: «Tú
eres como él».

Esta misma persona asintió cuando le preguntamos si tenían un cierto clima


de miedo, y añadió que se dio en los últimos tiempos: « Decías: nuestro ejército
es democrático, pero si expresabas bien tu opinión y estabas en contradicción con
un superior a ti, pues a lo mejor decía: Tú eres como él» . Su compañero Miguel
Salado Cecilia coincide en la falta de defensa de alguno de los compañeros que
fue condenado a muerte [104] .

14. CONCLUSIONES

Una serie de elementos favorecían el desarrollo de una organización


guerrillera en las provincias de Granada y Málaga: la estructura socioeconómica
tremendamente desigual, el deseo de acabar con la represión —que había dado
origen al fenómeno de los huidos, quienes se encontraban en el inicio del
movimiento guerrillero—, la derrota de los regímenes similares al de Franco
durante la Segunda Guerra Mundial, la posibilidad de que una parte del bloque
vencedor en la guerra civil se desgajara del franquismo. Contaban también a su
favor con el conocimiento del terreno por parte de los guerrilleros y de sus
enlaces, generalmente may or que el que poseía la Guardia Civil, y con unas
tácticas que muchas veces fueron eficaces.
Surgida en 1946, durante ese año creció poco numéricamente la Agrupación
de Granada, mientras que 1947 resultó paradójico, pues fue de crisis en la
dirección, de durísimos golpes represivos, pero también de expansión. Conoció
una etapa de auge tardío, en comparación con otras regiones españolas, a lo largo
de 1948 y 1949, y una fase de decadencia desde fines de 1949 hasta su
desaparición en 1951-1952.
Pese a sus pretensiones de colaborar para la instauración de una República
democrática, la Agrupación poseía ciertos caracteres estalinistas, como la fuerte
jerarquización y algunos elementos de la violencia que llevó a cabo.
La traducción malagueño-granadina del cambio cosmético que se operó en el
franquismo, y de la may or presencia del catolicismo político, no aportó
elementos de democratización. Quienes esperaban encontrar en Herrera Oria al
abanderado de una oposición democristiana se encontraron con un hombre que
no se recataba a la hora de legitimar al franquismo, como venía haciendo la
Iglesia desde el comienzo de la guerra civil. Tanto él como la may or parte de la
Iglesia de Málaga y Granada cumplieron esa misión, aunque el poder que poseía
le permitió amortiguar algunos golpes del Régimen, como ocurrió en el caso del
párroco de Torrox, Bartolomé Pay eras Llinás.
En la tray ectoria de la Agrupación acabaron por imponerse los elementos
desfavorables al movimiento guerrillero: muchas veces, la misma estructura
socioeconómica contribuy ó a paralizar las posibilidades de lucha; el contexto
nacional era globalmente desfavorable, pues las disensiones internas fueron
absorbidas por el franquismo, y el contexto internacional, tras el fin de la Guerra
Mundial, también acabó siendo claramente propicio para Franco con el comienzo
de la guerra fría. Asimismo, la represión fue decisiva en la derrota del maquis.
Para un movimiento de resistencia, como es el guerrillero, que pretende ser
catalizador de la insurrección popular, constituy e una dificultad enorme derrotar
a un enemigo en el que apenas hay fisuras y en el que buena parte de sus apoy os
no ha cambiado de bando. Con frecuencia, los movimientos revolucionarios
triunfantes en la Edad Contemporánea se beneficiaron de esto último. No
conseguir esos apoy os y encontrarse en un contexto internacional también
desfavorable lleva a la guerrilla a una muy probable derrota. El otro gran recurso
de los maquis era la participación de las clases trabajadoras o de los sectores
populares en general: nos parece dudoso que sólo con ellos, y en el contexto
mencionado, pudiera conseguir sus objetivos, pero tampoco lograron que tal
colaboración se produjese de forma significativa.
Sus caracteres políticos, mantenidos también al final de su tray ectoria,
desmienten el tópico de que la guerrilla degeneró en bandolerismo: afirmar esto
constituy e, cuando menos, una generalización excesiva [105] .
CAPÍTULO 9

EL MAQUIS ANARQUISTA EN CATALUÑA

FERRÁN SÁNCHEZ AGUSTÍ [0]

CREÍAMOS QUE CON NUESTRA CRUZADA CONQUISTÁBAMOS


LA PAZ
Y, SIN EMBARGO, VOSOTROS LO SABÉIS, QUE LLEVAMOS
DIEZ
AÑOS DE GUERRA

Francisco Franco, en el décimo aniversario


de su exaltación el 1.º de octubre de 1936

Salvo algunas excepciones como el efímero grupo Los Diez Hombres, que operó
durante un mes de 1949 por Aragón, la geografía de actuación del maquis
anarquista en España prácticamente se circunscribió a Cataluña, especialmente
la ciudad de Barcelona y las comarcas del Alto Llobregat. Pero, para sintetizar
una aproximación a la génesis de la guerrilla anarquista, es necesario realizar un
viaje telegráfico por la vertiente francesa de los Pirineos a partir de la
finalización de la guerra civil española.

1. EN LA RESISTENCIA FRANCESA
Liberado el Midi e impuestas las tesis ortodoxas del MLE-CNT, algunos
anarquistas que habían combatido en las FFI al lado de FTPF, la MOI o en el seno
de alguna brigada del XIV Cuerpo de Guerrilleros Españoles el fascismo en
Francia pero con la mirada puesta en España, no estuvieron bien vistos por haber
colaborado con UNE-ANC, la plataforma impulsada por las bases del
PCE-PSUC, aglutinadora de amplios sectores del exilio republicano puesto que,
además de anarquistas, contó con la adhesión de socialistas negrinistas y
sencillamente republicanos independientes de izquierdas.
En el n.º 15, agosto 1944, de Solidaridad Obrera (Órgano de los Confederales
y Libertarios de la Unión Nacional y sus Brigadas de Guerrilleros) se puede leer:
« Nuestra colaboración en UN no es reciente, data de cuatro años […] un solo e
inmediato objeto: derribar a Franco y Falange y una vez convocadas elecciones
por un Gobierno de todos los sectores como integra UN en las que España
marcaría su nuevo destino, cadauno de los diferentes partidos y organizaciones
recobraría su nueva libertad de acción y movimientos. ¿Cuándo nuestra
Organización negó su puño para tan noble fin?» .
Anarquistas en comités y juntas de UNE: Joan Arnau, Antonio Amilla en el
Avey ron, Joan Arrufat, de Amposta (Taragona), Serafín Aliaga, de Alacant
(Valencia), Antonio Artigas, Mario Gallud, Diego Martínez en el Indre, Enrique
Montejano, Diego Ruiz, Víctor Sanz, Pedro Soto en Tarascón-sur-Ariège y José
Torres.
En Zaragoza, Miguel Peña fue tesorero de la Junta de UNE y Severiano
Arbués Labarta (Agüero, Huesca, 1913), un dirigente principal. El tesorero de
UNE en Jaca fue el confederai Eugenio Otal. Y también colaboró con dicha
Junta en el interior el prolifico escritor Abraham Guillén, futuro profesor de
Economía en la Facultad de Derecho de Buenos Aires, autor en su exilio peruano
de Filosofía de la guerrilla urbana, traducido a varias lenguas.
En el secretariado de la Junta Suprema de UNE en Francia figuraron Miguel
Pascual Tomás delegado de Artes de Gráficas en el CN de la CNT de Barcelona
y Manuel Cubel (Daroca, Zaragoza, 1911), vecino de Lavelanet en el Ariège y
del Pas de la Casa en Andorra, excomisario de brigada, en nombre del Sindicato
de Alimentación.
El maquis de José Germán González, capitán FFI, resistió con Domingo
Barboa en Pie Violent, al sur de los montes de Auvergne, cerca de Mauriac
(Cantal). En este departamento, José Hernández Pérez y Manuel Barbosa
combatieron en el Bataillon Didier y falleció en junio de 1944 combatiendo a los
alemanes Ermengol Casafont Badia, de Berga (Barcelona). Joaquín Cabello
murió en combate con el maquis del Lot. Josep Serres, de Pinell de Brai
(Tarragona) en Sant Lloreng de la Salanca (PO) y Juan Escoriza (Olula de
Castro, Almería, 1918; Aix-en-Provence, Bouches-du-Rhône, 1980).
El grupo Chocolate capitaneado por Quiquet luchó en Col de Neronne y la
Vallèe de Loiran. El maquis del minero Casto Ballesta (Mazarrón, Murcia, 1912-
Limoges, Limousin, 1979) dirigía dos grupos. Uno en el triángulo Limoges-Saint
Junien-Ambazac y otro en el campo de concentración de Sereilhac, con su
esposa actuó a las órdenes de Yves Tavet de la AS de las FFI, fallecido en la
deportación, con un médico alemán antinazi, José Vargas, Emilio González y
Gonzalo Rodríguez, albañil de Málaga, fallecido en 1989 en Ly on.
El capitán Alier Ventura perteneció a la 3.ª Brigada (Ariège). Fernando Rey
combatió en el Albi con el maquis del Gran Vitini, fusilado en Madrid. El aviador
Luis de Azil fue el cocinero del Maquis de Pédéhourat (Louvie-Juzon) Luciano
Allende, de Santander, combatió con el Bataillon de la Mort en Savoie. Justo
Arribas, de Zuera (Zaragoza) y Martín Belbel lucharon en el maquis de Savoie.
Félix Ramos en Bagnéres de Bigorre (Hautes Py rénées). Pedro Alba, de Castro
del Río (Córdoba) en la Dordogne. Eulogio Añora, en el Quérigut (Ariège). Angel
Arán Sáez, de Sestao (Vizcay a), en el Avey ron. Joaquim Casas, de Bany oles
(Girona), en Loches (Indre-et-Loire). Antonio García, de Pruna (Sevilla) en el
maquis de la Crouzette (Ariège). Antonio Sanz en el Vercors y Francisco
Minguillón en Maleterre (Lot). Julián Guijarro y José Hernández Pérez, de Lorca
(Murcia), en Privas (Ardéche). Joaquim Rebull en las Landes y Guillermo
Nicolás Moles, de Castel de Cabra (Teruel) en el Aigoual.
El barbero Martín Andújar López (Murcia, 1906-Ribesaltes, PO, 1986) actuó
en el maquis de la Montaigne Noire (Aude), se significó mucho durante la guerra
en Sallent (Barcelona) y cuando entraron los nacionales en enero de 1939, al no
encontrarle, se despacharon pasando por las armas a su padre.
En el maquis del Aigle, Joan Montoliu del Campo (Vila-real, 1911, Castello-
Perpiny à, PO, 1975), en la guerra responsable de la colectividad de limpieza
pública de L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona), comandante republicano, fue
teniente FFI, Vicente Balaguer Alfaro, sargento y Ricardo Pascual Gimeno, de
Palafrugell (Girona), después fue secretario de la Association d’Anciens
combattants de la République espagnole.
Joan Pujadas Carolà, de Blanes (Girona), Pedro Abellán, de Cuevas del
Almanzora (Almería), Miguel Arcas Moreda y Andrés Arroy o capitanearon el
maquis de Cévennes (Ardéche). Miguel Muñoz Carrasco, de Cala Blanca
(Murcia), luchó en el maquis del Canigó, en cuy o seno existió también un grupo
de quince anarquistas a las órdenes de Jovino González, Cuvino, y el maestro
catalán de Vallmany a (PO) René Horta.
Joaquín Ramos, comandante en jefe de la 2.ª Brigada de la 2.ª División, y al
mismo tiempo de la 35.ª Brigada Marcel Langer FTP-MOI de Toulouse, fue el
comandante en jefe de la 410.ª Brigada de la 204.ª División que conquistó
Bôssost, Lès y Es Bordes en la operación central del valle de Arán.
Los primeros resistentes en el Béarn (Pirineos Atlánticos) fueron españoles y
murieron 15 de los 200 que lucharon por su liberación. El 14 de abril de 1944,
decimotercer aniversario de la proclamación de la República, se creó el Maquis
Bager d’Arudy . Uno de sus guerrilleros, la may oría aragoneses, era el anarquista
Jesús Aragüés. Alfonso Mateo, de Albox (Almería), Andreu Gilabert, de
Barcelona, y Antonio Gallego, de Murcia, muerto liberando Ly on, en el maquis
del Isère.
José Heredia Lermo, de Ronda (Málaga), perteneció a la Agrupación
Genetista de UNE en Montluçon (Allier). Jaime Barba, Galo Utrilla, Miguel
Esteve, Miquelet, de Barcelona, y Manuel Joy a Martínez, de Alcolea (Almería),
combatieron en la Sección Ebro de la AS en el seno del maquis des Gliéres
(Haute Savoie).
José Cervera, combatió en el maquis de Belves y después en el Batallón
Libertad de las FFL con Fraile, Gargora, José A. Llerda, Higinio Fernández,
Pedro Paniagua Crespo, Emilio Travé, Demetrio Sánchez, de Dieste (Albacete)
y Francisco Martínez Márquez, de Barcelona, muerto en combate por las calles
de Barcelona en 1949.
De los 30 maquisards del maquis Cofra del Lot, 16 eran de CNT, Serafín
Querol, uno de ellos. El extremeño Juan Ric del Rio era el responsable del
Batallón del Río en el maquis de Rouerge (Aude).
Daniel Sánchez Ballesteros, perteneció a la Juventud Combatiente de
Toulouse. Ángel Tomás, de Xest (Valéncia), colaboró con el maquis de Sorbo
(Córcega). Félix: Alvarez Ferreras combatió en el maquis de Cluny y participó
en la liberación de Mácon (Saone-et-Loire [1] ).

2. ANARQUISTAS EN LA INVASIÓN DE 1944

La Operación RdE, materializada entre el verano de 1944 y la primavera


1945 con más de treinta infiltraciones por los Pirineos, concebida e impulsada por
UNE bajo las directrices de Jesús Monzón Reparaz, se saldó con unos 700
guerrilleros presos, 332 de muertos, 24 muertes entre la ciudadanía y 94 muertos
de las fuerzas gubernamentales: militares de reemplazo la may oría (68), Guardia
Civil (16), Policía Armada (9) y un secreta.
En ningún caso debe interpretarse dicha operación como un fracaso. Alguien
de entonces, e incluso con la perspectiva actual se puede creer que aquellos
guerrilleros, veteranos de la guerra civil y del maquis francés, no sabían que
podían encontrar en el intento la muerte o la prisión. Inquietaron a Franco de tal
manera aquellos movimientos en la frontera que en una semana mandó más de
100 000 efectivos militares a protegerla e intensificó hasta 1950 la construcción
de la estúpida e inútil Línea Gutiérrez de defensa de los Pirineos, entre Portbou y
Fuenterrabía, con 169 centros de resistencia y 7000 casamatas, búnkers, nidos de
ametralladoras, que costó más que diez Valles de los Caídos juntos. Debía servir
para afrontar la invasión aliada con los guerrilleros rojos en vanguardia, invasión
que nunca se llegó a consumar pero mucho menos vendría por las montañas con
unas play as tan fantásticas como las catalanas para desembarcar.
¿Y existió alguna otra acción de resistencia en la interminable noche de
piedra de may or desafío, tanta envergadura y similar espectacularidad?
Sencillamente, ¡no! Y, ¿qué pasó pues? Los Aliados reeditaron la desdichada e
idéntica política de No intervención de la guerra civil. Franco era el mal menor.
Después de su destronización, operación nada fácil sin otro gran baño de sangre.
¿Qué vendría? ¿La tercera República? Imposible, había demasiados comunistas y
anarquistas. ¿Y el hijo de Alfonso XIII? Un perfecto desconocido. ¿Y qué militar
llevaría la voz cantante? ¿Un militar…? Franco era el mejor, autoerigido como el
Centinela de Occidente mucho antes de sonar el disparo de salida de la guerra
fría.
El empecinado anticomunismo del Mediero del Pardo exculpó el palmario
fascismo del Generalísimo. Y consiguió el Caudillo su última victoria expirando
en la cama, aunque martirizado por los suy os bajo los auspicios del brazo
incorrupto de Santa Teresa tras recibirlos santos óleos: « Todas las criaturas son
obra de Dios» , afirmó una vez Franco en una filípica [2] .
Con la Operación RdE entraron intelectuales ácratas como Enric Melich
Gutiérrez, de Esplugues de Llobregat (Barcelona), por Girona. Pedro Flores
Martínez, de Manresa (Barcelona) y Pau Nuet Fábregas (alcalde socialista de
Valls 1979-1991) se infiltraron por el Valle del Roncal con la 35.ª Brigada.
El publicista Antonio Téllez Solá, de Tarragona, teniente de la 9.ª Brigada,
combatió en Salardú (Valle de Arán), al lado de los quince anarquistas siguientes:
Antoni Cardona Viña, de Prat de Comte (Tarragona), Ramón Peiró, Jesús Pérez
Llamas, José Sáez Giménez, Joaquín Sánchez González, Fernando Falcón, Eulalio
Esteban, Mariano Avellana y los aragoneses Orencio Bailarín Cantón, de Huesca,
Antonio Gay arre Ciprés, de Angüés, Mariano Serrano Nuez, de Bliza, José
Soriano Marteles, de Herrera, Esteban Valero Terrat, de Tormón, José Cabarrús
Calvo, de Ossó de Cincay Antonio Gil Barri, de Huesca, estos dos últimos
muertos en el combate.
Por el Alto Aragón entraron los anarquistas Leonardo Brusat Sanz, de Angüés
(Huesca), Diego Giménez Casado, de Fernán Nuñez (Córdoba) con la
21.ª Brigada y Emilio Bueno Giménez, de Málaga, con la X Brigada.
Antonio Ruiz fue capitán de Estado May or de la 35.ª Brigada de las FFI y
Aquilino Baselga, su intendente, concluy ó como jefe de Estado May or la
campaña de la 468 Brigada por tierras de Aragón y Cataluña, desarrollada desde
el 14 de octubre al 12 de diciembre de 1944.
El teniente FFI Crescencio Muñoz Hernández, de Tortajada (Toledo), Croix de
Guerre, falleció de accidente laboral en 1967, estaba casado con la joven agent
de liaison de la 3.ª Brigada Herminia Puigsech Puig (Mataró, 1926), hija del
alcalde de Tordera en 1936 por Unió de Rabassaires, establecido en una ferme de
Dalou (Ariège), base guerrillera de las FFI. Había participado en los victoriosos
combates de Pray ols, Foix y Castelnau-Durban (Ariège). Entró desde Auzat por
el Valle de Vicdessos, en Andorra resultó herido por un alud de piedras y fue
evacuado. Sus hijos portan nombre de clara inspiración anarquista: Luzbel y
Numen. Hermenegildo Yepes Alonso, exguardia de Asalto, cuñado de
Crescencio, estuvo en el valle de Arán, falleció de accidente de carretera en
1956.
Los capitanes Lacueva, García y Quino entraron con la 471 Brigada por el
Valle de Campirme, se situaron a las puertas del castillo de Valencia d’Aneu y se
retiraron con 32 bajas hasta el balneario de Aulus-les-Bains (Ariège).
El confederal Hilario Borau, de Canfranc (Huesca), agente de aduanas y
capitán de la 43.ª División « La Gloriosa» , muerto en la Operación RdE, fundó el
Maquis del Col de Marie Blanque (Pirineos Atlánticos) liberador de la Vallée
d’Aspe. Afecto a la 10.ª Brigada, su intendente era el anarquista Joan Ventura,
impresor y excapitán de la 26 División « la Durruti» , entró desde Sare a Vera de
Bidasoa en Iparralde.
El madrileño Miguel Sanz Clemente, Chispita, en julio de 1944, en el puente
de la Verge, entre Tech y Serrallonga (PO), cay ó preso al acabar la munición
cubriendo la retirada de su maquis transportando armas y municiones de Sant
Lloreng de Cerdans al maquis del Canigó. Después de ser torturado por la
Gestapo de Prats de Molió, cuando se disponían a ejecutarlo en la carretera, se
detuvo el autobús que venía de Perpiny á. Dos campesinos que bajaban
distrajeron sin querer a los alemanes a punto de apretar el gatillo, indecisión
aprovechada por Chispita para coger la pistola al teniente nazi, disparar contra el
piquete y emboscarse como un relámpago ante los perplejos testimonios.
Liberado el Midi, penetró por el Valle del Roncal, mantuvo diversas
escaramuzas con la Guardia Civil pero el centenar de hombres que mandaba,
casi todos veteranos del maquis francés, se dispersaron en tres grupos tras un
enfrentamiento en la Sierra de Uztárroz. Bajó con 30 guerrilleros hasta la sierra
de Santo Domingo pasando por Navascués y Urriés. En sierra Carbonera
contactó con Ángel Fuertes Vidosa, el Maestro de Agüero, y juntos llegaron al
Maestrazgo a finales de 1944. Desde aquí merodeó por la serranía de Cuenca y
la sierra de Javalambre. Fue herido cerca de Morella e intervenido en Barcelona
por el Dr. Joaquina Trias Pujol. En la Operación Boléro-Paprika (orden de
detención de 404 extranjeros potenciales quintacolumnistas en la guerra fría) fue
uno de los 177 indésirables españoles deportados a Argelia y Córcega en
septiembre de 1950, por la DST del Gobierno socialista de René Pleven y Jules
Moch, el mismo que fundó las CRS aprovechando la denostada GMR para
reprimir las huelgas de 1947 convocadas por la CGT[3] .
3. EN EL MAQUIS ESPAÑOL

Encontrar anarquistas, socialistas y comunistas unidos bajo un mismo dicterio


militar como en el maquis francés, aparcando ideologías y reproches de la
guerra civil se dio también entre los denominados a partir de 1936 « huidos» ,
« los del monte» u « hombres de la sierra» conocidos después de 1944 con el
genérico vocablo de « maquis» .
De la irreductible AGLA formaron parte los confederales Ramón Abad
González, de Montalbán (Teruel), José M.ª Alarcón Flores, de Barajas de Meló
(Cuenca), Josep M. y Joan A. Andreu Serrano, de Cañada de Verich (Teruel),
Manuel Aznar, Manolo, de Utrillas (Teruel), Federico Bada Beltrán (+1947), de
Alar del Rey (Valencia), Manuel Bay od Vives, Manolet, de Belmont (Cuenca),
Pere Bernat Bernat, de Allepuz (Teruel), Francisco Campos Cano (+1947), de
Aguaviva (Teruel), Ramón Contreras Cabezas, de Bodar (Almería), Rafael
Galindo Roy o, Mauro (+1951), de Pitarque (Teruel), Damián Gálvez Gonzalvo,
de Armillas (Teruel), Isaías Jiménez Utrillas, Maquinista (+1952), de Castralvo
(Teruel), Joaquín Jimeno Morata (+1947), de Azuara (Zaragoza), Julio Martín
Buj (+1950), de Valdelinares (Teruel), Eusebio Martín Marcos, de Montalbán
(Teruel), Salvador Mir Grau, Felipe Moreno Tarrerán, Gallo, Joaquín Antonio
Moreno López, Pedro Navarro, Aviador (+1948), Pedro Navarro Navarro,
Poyales, de Teruel, Juan Manuel Pérez, Manuel Piñana Clemente, Cuñado, de
Aguaviva (Teruel), Modesto Plou Vera, de Armillas (Teruel), José M.ª Sangüesa
Aznar, de Palomar de Arroy o (Teruel), Juan Sangüesa Aznar, de Campdevánol
(Girona), Angel Sastre Ortigosa (+1947), de Arboleda (Vizcay a), José Serrano
Fontoba, de Villamay or (Palencia), Basiliso Serrano Valero, Manco de la
Pesquera (+1955), José Serrano Fontoba, de Castelseras (Teruel), Césareo
Vicente Josa, Guerrero (+1949), de Mosqueruela (Teruel), Alberto Vicente
Zafón, de Mosqueruela (Teruel), Domingo Vilches Quesada (+1949), de Jaén,
Félix Villa Gómez, de Calles (Valéncia), y el hijo del practicante de cirugía
menor, D. Francisco Martínez Alegre Héctor Martínez Sáez, Barbero (1921),
vecino del Paseo del Túria de Libros (Teruel), exiliado en Estrasburgo (Francia),
recuperó la nacionalidad española en 2004.
Pertenecieron a la AGAA el confederal Mariano Navarro Acín, el Tuerto de
Fuencalderas, comandante en jefe de la base de sierra de Santo Domingo, y
Pedro Acosta Cánovas, de Utrillas, que capitaneó un subgrupo de la AGAA
operativo entre 1946 y 1949 por la cuenca de la Noguera Ribagorgana, desde La
Ribagorga a La Llitera y la Sierra del Montsec en Lleida. Detenido el 18 de
may o de 1948 en Sallent de Gállego (Huesca) con los también confederales
Jenaro Díaz Robla, Ranchero, procedente de la Comarcal Cenetista Espartaco
formada en la cuenca minera de Utrillas (Teruel) y Justiniano García, Macho, de
Cedrillas, fueron ejecutados el 22 de marzo de 1949.
Los hermanos Antonio, Rubio, Maximiliano, Maxi, y Gaspar López Jiménez,
más un desconocido formaron el grupo afín a UNE llamado Los Feos. Venían del
maquis del Cher. Entraron en agosto de 1945, dirección Andalucía. En encuentro
con la Guardia Civil en Fonollosa (Barcelona), el primero resultó herido, el
segundo cay ó prisionero, pasó largos años en la cárcel, falleció en 1993 a los 74
años en Atarfe (Granada), y el tercero murió en dicha escaramuza con el cuarto
guerrillero de nombre ignorado el 5 de septiembre de 1945.
El exsargento de la Benemérita Bernabé López Calle, comandante Abril,
(Montejaque, Málaga, 1899-Medina Sidonia, Cádiz, 1949), preso de 1939 a 1944,
muerto por delación, fue jefe de la Agrupación Guerrillera Fermín Galán. Actuó
en la Serranía de Ronda con su hijo Miguel López García, Darío, asesinado por
un traidor en 1950 en Zahara de la Sierra (Cádiz).
En el Ejército Guerrillero de Galicia bajo las siglas de UNE lucharon Xesús
Lavandeira, Ladrillo, secretario de la CNT de Betanzos, y el legendario Benigno
Andrade García, Foucellas, huido desde julio de 1936, comunista, ajusticiado en
1952, agarrote vil.
En la Federación de Guerrillas Galicia-León, combatieron unidos bajo las
postulados de UNE, socialistas como César Ríos Rodríguez y Marcelino
Fernández Villanueva, comunistas como Francisco Martínez López y Manuel
Girón Bazán (asesinado en 1951), y confederales como Baldomero Gutiérrez
Alba, Marcelino de la Parra y Abelardo Macías Fernández, muertos estos dos
últimos en 1949. En el seno de dicha federación capitaneó una partida el
anarquista Mario Rodríguez Losada, Pinche, el matusalén del maquis español,
huido desde julio de 1936, crey eron que había pasado a Francia en 1950 cuando
en realidad cruzó la frontera en 1968[4] .

4. EL MOVIMIENTO LIBERTARIO ESPAÑOL

El Movimiento Libertario Español nació en febrero de 1939. Aglutinó a la


CNT, la FAI y la FIJL. En el Congreso de Muret (Alto Garona) se constató la
existencia de dos tendencias sumamente encontradas que no se reconciliarían
hasta 1961. La postura maximalista y ortodoxa de los anticolaboracionistas
llamados en términos coloquiales « pieles rojas» insistió en la preparación de la
Insurrección Popular en España pero a la vez se opuso a cualquier tipo de
participación de anarquistas en la Résistance, dolidos por el recibimiento a la
Retirada. Asimismo ay udar a una República burguesa como la francesa no
entraba en los postulados anarquistas.
Un posibilista o reformista, para los puros y ortodoxos era un « pájaro
carpintero» o « colaboracionista» , aunque también se entendiera en Francia por
colaboracionista o colabo todo aquél que colaboró con Vichy y el invasor
alemán. El posibilista o reformista insistió en la necesidad de combatir en la
Résistance, vio con buenos ojos la unidad de las fuerzas políticas antifranquistas
como la integración en UNE y el sometimiento a los dictados de la GNT
clandestina del interior de España, dispuesta a formar parte de un Gobierno de
unidad republicana como fue por ejemplo el caso del ferroviario Luis Montoliu
Salado, consejero de Transportes en el Consejo de Aragón en 1937, condenado a
muerte en 1939, excarcelado en 1946 que marchó a Francia en 1947 para ocupar
en nombre de la CNT la Cartera de Información del Gobierno, presidida por el
socialista Rodolfo Llopis.

1943, junio, 6: se celebró en Tourniac una reunión bajo la dirección


de José Germán González, responsable de la Zona Libre y José
Berruezo Silvestre, de la Zona Ocupada.
1944, marzo, 12: por la No intervención en la Resistencia francesa,
en el pantano del Aigle, situado en los límites de los Departamentos
de la Corréze y el Cantal, en cuy a construcción trabajaban
centenares de anarquistas, se adoptaron las siguientes consignas ante
la marcha de la guerra: No intervenir en atentados, sólo en sabotajes.
No pertenecer a los ejércitos. En caso de desembarco aliado no
intervenir hasta que no se consolidase. Conservar la idiosincrasia
propia de forma colectiva cuando la lucha adquiriese cuerpo y
empezase a participar de forma general el pueblo francés.
1944, octubre, 8-13, Toulouse: en un ambiente de euforia, contando
con la pronta y consiguiente caída de Franco, se organizó el primer
pleno de regionales en libertad con la participación de 20 000
confederales exiliados.
1945, may o, 1-2, París: nuevo congreso de 442 federaciones locales
en el Palace de la Quimique. Reunió a 23 353 militantes y nombró a
Germinal Esgleas, secretario general. Pero la situación internacional
había empezado a cambiar.
1945, octubre, 1, Toulouse: en el pleno del MLE y de la CNT se
consumó la escisión del movimiento libertario entre « políticos» y
« apolíticos» , motivada por la participación anarquista en el
Gobierno Giral.
1946, agosto, Toulouse: Pleno de 730 regionales, 23 500 afiliados.
Ensombrecidas perspectivas para un cambio en España. En el
transcurso de estos congresos el MLE fue definiendo un programa de
resoluciones, siempre condicionadas a la caída de Franco, en materia
de socializaciones, colectivizaciones industriales y agropecuarias,
municipalizaciones, inspecciones de trabajo, consejos de economía,
bancos de crédito industrial y agrícola, enseñanza estatal, exigencia
de responsabilidades a todos aquéllos que dieron apoy o directo o
indirecto a Franco, indemnización a las víctimas del fascismo y
orientación de las autonomías regionales.
1946, septiembre, 9: se acordó divulgar la ponencia de Juan Manuel
Molina, Juanel, y Felipe Alaiz de Pablo, abogando por unas Cortes
constituy entes, su participación en las mismas como si se tratara de
un plebiscito llamando a intervenir directamente en cuantos
organismos fuera posible, influy endo y aportando soluciones. Para
combatir esta postura se había fundado en Beziers (Hérault) a finales
de 1943 otro comité que se denominó « único representante del
Movimiento Libertario» , encabezado por Juan Bautista Albesa y
Fermín Tejedor.
1947, octubre: ante la actitud aliada de No intervención en España el
MLE apeló a la conciencia obrerista de los años treinta, alentó la
rebeldía e impulsó decididamente la resistencia armada de acuerdo
con la organización armada del interior denominada Movimiento
Libertario de Resistencia (MLR) o Movimiento Libertario
Revolucionario (MLR) que empezó llamándose Movimiento Ibérico
de Resistencia (MIR). Una de las resoluciones del 2.º Congreso era
explícita. Se debía « impulsar la resistencia y la acción directa, el
sabotaje, perfeccionar la organización de lucha, descargar golpes
eficaces contra el enemigo en todos los frentes[5] » .

5. DIRIGENTES DEL MOVIMIENTO LIBERTARIO ESPAÑOL

Sus dos máximos responsables fueron el escritor Josep Esgleas Jaime,


Germinal, (Malgrat, 1903-Toulouse, 1981), y su compañera, hija del maestro
racionalista y fecundo literato de Reus (Tarragona), Joan Montseny, Federico
Urales, escritora Federica Montseny Mañé, Leona (Madrid, 1905-Toulouse,
1994), exministra de Sanidad y Asuntos Sociales.
El secretario político del MLE en la Francia ocupada, Paulino Malsand Blanco
(¿?, 1911-París, 1980), hijo de un facultativo de las Minas de Súria (Barcelona),
cofundador de Juventudes Libertarias en Manresa, estuvo preso seis meses por
implicación en el levantamiento anarquista del 8 de enero de 1933 y otros seis en
octubre de 1934 por ocupar el cargo de presidente del Sindicato Minero de
Potasas en Sallent (Barcelona), cuando se perpetró un robo de dinamita en el
polvorín y lanzaron un petardo contra unos mineros gallegos contratados para
reventar una huelga. A pesar de su miopía, combatió voluntario un tiempo en el
Frente de Aragón con la Columna Paso a la Idea.
También figuraron en diversos órganos y distintas épocas del MLE-CNT Joan
García Oliver (Reus, Tarragona, 1893-Guadalajara, México, 1980), camarero,
comandante en jefe de la Columna Los Aguiluchos de la FAI y exministro de
Justicia; Francesc Isgleas Piernau (Sant Feliu de Guíxols, Girona, 1882-
Barcelona, 1977), exconseller de Defensa de la Generalitat; Germinal de Sousa
(Porto, 1908-Lisboa, 1968), secretario general del Comité Peninsular de la FAI; el
maestro racionalista y exalcalde de L’Hospitalet de Llobregat Josep Xena Torrent
(Cassá de la Selva, Girona, 1908-Caracas, 1988); Valeri Mas Casas (Sant Martí de
Provengáis, Barcelona, 1894-Lussac, Vienne, 1973), fundador del Ateneo
Libertario de Granollers, exconseller d’Economia, Serveis Públics, Sanitat i
Assisténcia Social, secretario de Organización en 1954; Roque Santamaría
Cortiguera (Quintana, Burgos, 1918-Toulouse, 1980), de la FAI, novillero,
excarcelado de Ocaña al llegar el Frente Popular al poder, secretario del
Sindicato de Barberos de la CNT de Valencia, delegado de Abastos en la
Columna de Hierro y en la 83.ª Brigada Mixta, responsable del Secretariado
Intercontinental de la CNT entre 1945 y 1965[6] .
Y, finalmente, el que fuera presidente del Sindicato del Vidrio de Barcelona y
conseller de Abastos de septiembre a noviembre de 1936 y de Servicios Públicos
de diciembre 1936 a may o 1937, de la Generalitat de Cataluny a, Josep Juan
Doménech (Barcelona, 1900-1979). En 1942 salió del campo de concentración
de Djelfa para combatir con el ejército británico hasta el final de la Segunda
Guerra Mundial.
Fue presidente de la Federación Española de Deportados e Internados
Políticos[7] . Presentándose como secretario general de la CNT en Francia, se
entrevistó en secreto con un diplomático franquista en Bruselas. La Oficina de
Información del Ministerio de Asuntos Exteriores hizo llegar al Caudillo el
siguiente informe reservado.

La CNT [empezó diciendo el Sr. Doménech] cuenta en la actualidad en


Francia con varios miles de asociados, que entre «simpatizantes»,
«afiliados» y «militantes» pueden calcularse de 40 000 a 50 000. Los
«militantes, en número de unos 2000,son el nervio de la organización».
Como secretario general de la CNT expresó su convicción de que era
llegado el momento [y éste era el objeto de su entrevista] de dar a este
primer paso de acercamiento al régimen actual de España, con el fin de
tratar de lograr la reincorporación de las fuerzas obreras sindicalistas que
hoy se encuentran alejadas de España a la vida nacional «sin violencias ni
humillaciones».
Las disposiciones actuales de la CNT, tal como las ha expuesto el
Sr. Doménech, son las siguientes:
Incompatibilidad absoluta con el comunismo y toda otra forma de
totalitarismo, por considerarlo contrario a la libertad individual, que [dijo]
es la mística que inspira toda la ideología.
Agregó que la CNT rechazaba de la manera más categórica todo
procedimiento de violencia en las luchas sociales y que expresaba su
disconformidad con otras organizaciones más o menos afines, como la FAI,
que a veces han pretendido justificar o encubrir actos terroristas o
simplemente delictivos con un pretexto social.
Proclamó la desconexión y disconformidad de su organización con las
maniobras de las organizaciones políticas republicanas en el extranjero,
por considerar que no representan nada, y censuró la corrupción de
muchos de sus dirigentes a los que calificó de explotadores de las masas
españolas exiladas y espoliadores del Tesoro nacional [el Sr. Domenech
señaló concretamente a Negrín].
La CNT [dijo] se interesa primordialmente en el problema social
español, al que reconoce que el vigente Régimen ha aportado soluciones
dignas de la mayor estima, y por eso estaría dispuesta [si se produjera un
cambio de estructura política en España dentro de la situación actual, que
hiciera posible la actuación de la CNT, no prejuzgando cuál habría de ser
aquél] a acatar incluso la personal del actual Jefe del Estado.
La CNT [manifestó] propugna una evolución de la actual organización
sindical española disolviendo la única organización sindical actual, es decir
la Falange, sin que esto apareciese como una exigencia de la CNT, que no
quiere responsabilidades políticas, antes reservando —como espectadora—
al Gobierno actual la responsabilidad de este cambio, para que sea él
quien pudiera captarse las simpatías de la masa obrera nacional o
internacional, que la CNT estima se ganaría con esta medida.
Propone el reconocimiento legal de una nueva federación sindical al
margen de la política, formada por los Sindicatos de la CNT y la UGT por
estimarlos los de más tradición histórica, y otros sindicatos que pudieran
crearse, principalmente los católicos, a los cuales pudieran incorporarse
libremente los productores españoles, y de los que podrían formar parte,
por propia determinación, los actuales miembros de los sindicatos
verticales de la Falange.
Abogó por una amnistía general por delitos políticos, cuya aplicación,
por acuerdo mutuo y confidencial entre las autoridades gubernativas y los
mandatarios de las organizaciones obreras, podría llevarse a cabo de una
manera progresiva y escalonada.
La CNT [dijo] procedería, a partir de este acuerdo, a la reintegración a
España de sus «militantes», por etapas, en colaboración con las
autoridades españolas, y por regiones, es decir allí donde fuera más
aconsejable su readaptación.
En caso de que el Gobierno español estime dignas de atención estas sus
anteriores consideraciones, el Sr. Domenech cree que las primeras
conversaciones habrían de versar sobre la forma de organizar en
inteligencia secreta, una propaganda previa de uno y otro lado, con el fin
de que las decisiones adoptadas fueran siendo aceptadas por las opuestas
masas de opinión.
Estima oportuno el Sr Domenech que las consecuencias que se
derivarían de la aceptación de estas sugestiones, que él expone, serían a su
juicio: «la pacificación definitiva del pueblo español hecha entre
españoles, sin injerencias extrañas, y la consolidación del actual régimen
en el plano internacional, por desaparecer de esta manera los obstáculos
que se oponen a la admisión de España en el llamado bloque de las
naciones occidentales».
Finalmente [manifestó el Sr. Doménech], que si el Gobierno español
decidiese escucharle «olvidando todo lo pasado y mirando sólo al porvenir
de España», estaría dispuesto [actuando él con plena representación de su
organización] a entrevistarse con la persona o personas que se designasen,
fuera de Francia, dentro o fuera de España, sugiriendo el Sr. Domenech su
preferencia por Bruselas, por hallarse esta ciudad apartada de la zona de
observación de la masa de sus correligionarios.
Dada la responsabilidad que por razón de su cargo manifestó tener el
Sr. Domenech, hizo un último ruego a las autoridades españolas de que se
observase el más estricto secreto y se mantuvieses la más absoluta reserva
sobre sus declaraciones, sea cual fuere el resultado de las mismas.

Bruselas, 4 de junio de 1948[8] .

6. HITOS DE LA RESISTENCIA ARMADA ANARQUISTA

1941, noviembre, 29: Fruto de la delación del anarquista Emiliano


Calvo, pasaron por las armas en Paterna (Valencia) a Enric Goig,
jornalero, 43 años, Enric Escobedo, mecánico, 26 años, y a Angel
Tarín Haro, Xiquet, camarero de Xeste, 20 años, organizador de una
red de evasión de personas, contrabando y correos orgánicos desde
Tarascón en Francia a Valencia por Zaragoza, Huesca, Andorra e
Irún. Isidro Guardia Abella dedicó a este último el libro Otoño de
1947, Madrid, del Toro, 1976. José Solís Ruiz, capitán jurídico,
gobernador civil de Pontevedra y San Sebastián, ministro secretario
general del Movimiento y la sonrisa del régimen a partir de 1951, fue
el fiscal que los acusó de ser culpables de querer restaurar la
República y de actos de espionaje y alta traición[9] .
1947, abril, 21: detenidos en Irún en septiembre de 1946, fusilaron en
la cárcel de Ondarreta (San Sebastián) a los miembros de la FIJL
Antonio López, altoaragonés, y Diego Franco Cazorla, Amador
Franco (Barcelona, 1920), carpintero, voluntario en la Columna Roja
y Negra, columnista en Acracia de Lleida y Frente y Retaguardia de
Barbastro[10] .
1950, julio, Alto Llobregat (Barcelona): última incursión del célebre
guerrillero Marcelino Massana Vancell (Berga, Barcelona, 1918 -
Bordes-sur-Lez, Ariège, 1981), después de seis años de golpes y
requisas por las montañas de las comarcas altobarcelonesas del
Bages y el Berguedá [11] .
1957, agosto, 30, Barcelona: una emboscada puso fin a la azarosa
vida de Josep Lluís Facerías (Barcelona, 1920), prototipo de la
audacia personificada, pesadilla de bancos, garajes, mueblés y
taxistas. Especialmente de 1947 a 1951 convirtió Barcelona en su
maquis e intentó transformarla en la antaño rosa de fuego de la
insurrección libertaria [12] .
1960, enero, 5, Sant Celoni (Barcelona): en enfrentamiento contra el
sometenista Abel Rocha después de haber matado a un teniente de la
Guardia Civil en « La masía Clara de Palol de Revardit (Girona),
donde cay eron sus cuatro acompañantes, murió el penúltimo
guerrillero Francisco Sabaté Llopart (L’Hospitalet de Llobregat,
Barcelona, 1915), levantado en armas desde 1945 y considerado el
enemigo público número 1 de España [13] » .
1963, agosto: el epílogo de la resistencia anarquista se escenificó en
dos frentes. En la masía La Creu del Perelló (Castellnou de Bages,
Barcelona), tres guardias civiles mataron el 7 al último maqui
español levantado en armas Ramón Vila Capdevila, Caracremada
(Peguera, Barcelona, 1906). Y en Madrid ejecutaron el i3 a los
activistas anarquistas Francisco Granado Gata, de Valencia de
Ventoso (Badajoz), y Joaquín Delgado Martínez, de Cardona
(Barcelona), acusados injustamente de la explosión de un artefacto
en la CNS y otro en la Oficina del DNI en la Puerta del Sol sin
víctimas mortales, acciones que no cometieron[14] .

7. CUARENTA GOLPES, DOS MILLONES DE PESETAS, CIEN MUERTES

A pesar del oscurantismo oficial y la manipulación informativa, la guerrilla


anarquista disfrutó de un mediático eco boca-oreja que ha llegado hasta nuestros
días por la espectacularidad de los golpes perpetrados y la singularidad de
algunas acciones. En 1956, transcurrido un lustro desde que el Régimen
considerase prácticamente extinguida dicha resistencia, sus guerrilleros
recibieron la consideración siguiente de la pluma del comisario Tomás Gil
Llamas: « Todos estos indeseables buscaron refugio tras la frontera al finalizar la
guerra con el triunfo de los nacionales, y en Francia les sorprendió el estallido de
la contienda mundial, en la que participó la may or parte de ellos, enrolados en el
movimiento de resistencia francés contra los alemanes» .
Errónea y premeditada afirmación esta última para magnificar por un lado la
actuación policial y por el otro alabar la calidad del adversario, unos enemigos
que al principio eran para el Régimen cuatro gatos, unos pocos elementos
incontrolados y al final, una vez derrotado, era toda una legión procedente de la
denostada Resistencia francesa.
No sería exagerado estimar que medio millar de los 11 000 guerrilleros
españoles que lucharon en las FFI eran de abstracción confederal. No obstante,
en las FFL la concurrencia anarquista, especialmente en la División Leclerc, la
primera unidad de las FFL que entró en París y por descontado el Batallón
Libertad que combatió en la Bolsa del Atlántico, los cenetistas tuvieron una
notoria presencia así como en diversas redes de evasión de las FFG jugaron un
destacado rol.
El trienio 1947-1948-1949 resultó apoteósico. La multiplicación de golpes, en
un extraordinario despliegue de culto a la acción directa, debe entenderse dentro
del contexto favorecido por el aislamiento internacional del Régimen, en especial
a partir del cierre de fronteras entre marzo de 1946 y febrero de 1948. Pero la
may oría de partidas libertarias que vinieron de Francia a promover la revolución
no regresó.
Se inutilizaron esporádicamente tramos de vía férrea, sabotearon Carburos
Metálicos de Berga, provocaron un apagón general en Terrassa y derribaron
numerosas torres del tendido eléctrico para poner en conocimiento de la
ciudadanía oprimida que actuaba la resistencia aunque en muchas ocasiones no
se sabía si aquellos apagones eran obra del sabotaje guerrillero o consecuencia
de las habituales restricciones fruto de « la pertinaz sequía» , o bien obedecían al
intervenido bajo precio del kilovatio que no podía responder a la demanda e
impedía la inversión para fabricar más energía.
La represión sufrida desde 1939, el temor y la pesadilla de una nueva guerra
atemorizaban al más valiente y osado en aquella época « de zozobra y miedo en
que los años de 1947 y siguientes el tristemente célebre Marcelino Massana tuvo
sumida a la comarca de Berga» , utilizando palabras del abogado defensor de
anarquistas Caballero Mutilado Permanente, Martí Fusté Salvatella.
Barcelona asistió impávida a una vertiginosa oleada de golpes económicos y
expropiaciones forzosas como se denominaba en el argot guerrillero o
terminología revolucionaria a secuestros y atracos. La Policía calculó que la
guerrilla libertaria había conseguido hacia finales de 1949 unos dos millones de
pesetas, al cambio actual 120 000 euros[15] .
8. EPÍLOGO

El periodo más álgido de la lucha antifranquista armada se registró de 1944 a


1949, el lustro de más intranquilidad política sufrida por el Régimen franco-
falangista en sus treinta y seis años de existencia, teniendo en cuenta la coy untura
internacional desfavorable por una parte, las esperanzas y la intensa actividad
guerrillera por la otra.
Por todo ello, no se puede negar que aquellos maquis eran gente áspera y
valiente, como los collados en cuy a loma nuestros antepasados erigieron
masadas. Forjados en guerras anteriores, jóvenes soldados pero veteranos
luchadores creados para el combate, su razón suprema de ser, convencidos que
la victoria solamente podía llegar con las armas en las manos.
Además de la guerra contra la Guardia Civil en las montañas y la Policía en
la ciudad, existía la lucha contra los elementos: sobrevivir entre cerros venciendo
a la climatología, buscar comida pagando o exigiendo, la limitación higiénica, la
abstinencia sexual prolongada, en definitiva vida de alimaña.
El espíritu belicoso del catalán, español por añadidura, de naturaleza
antimilitarista y por tradición pacifista es ejemplificante cuando se libra aúna
guerra idealista: combatir con tantos obstáculos y tan poco apoy o popular
únicamente podía ser obra de unos hombres y mujeres que tenían el
convencimiento de pertenecer a una organización con dogmas y ejército,
actuando en terreno amigo contra el ocupante, con miserias y grandezas como
todo partido político o como cualquier comunidad religiosa, con expulsiones,
excomulgaciones y eliminaciones.
CAPÍTULO 10

¿RESISTENCIA ARMADA, REBELDÍA SOCIAL O DELINCUENCIA?


HUIDOS EN ASTURIAS (1937-1952).

RAMÓN GARCÍA PIÑEIRO[0]

Durante más de una década, cerca de diez mil republicanos mantuvieron vivo
el conflicto armado oficialmente concluido en marzo de 1939. El desigual pulso
que sostuvieron, la violencia de los actos que perpetraron y las extremas
condiciones en las que fueron forzados a sobrevivir propiciaron que no se
elaborara un discurso sincero en torno a ellos. Desde la óptica del represor,
Eduardo Munilla sostuvo que « robaban para enriquecerse, mataban por
venganzas personales, violaban para satisfacer sus instintos y secuestraban con un
exclusivo afán de lucro[1] » . Sin embargo, Francisco Aguado publicó una
recopilación de un centenar y medio de documentos con la que desautorizaba a
su colega, y a sí mismo, y a que demostraban que los supuestos facinerosos
definidos como « manadas de lobos» habían optado por un encuadramiento
paramilitar para alcanzar objetivos políticos[2] . Este proceso fue catalizado por el
PCE, que se postuló como la única organización que conservaba cabezas de
puente en el interior de España, mientras las demás conspiraban en despachos y
cancillerías. Por eso fueron encumbrados como modelo patriótico en emisiones
radiofónicas y publicaciones de la órbita comunista. Ahora bien, mientras en el
discurso oficial fueron caracterizados como la vanguardia de un pueblo que
nunca se doblegaba, la relación establecida entre la organización política exiliada
y su brazo armado del interior estuvo salpicada de desencuentros e
incomprensiones. La dirección del PCE estableció los patrones de conducta a los
que se debían ajustar los huidos y marcó las líneas divisorias entre la ortodoxia y
la heterodoxia. Los proscritos de los proscritos constituy en el eje central de los
siguientes comentarios.
1. CONTEXTOS ASTURIANOS DE LA RESISTENCIA ARMADA

1. Fugaos (1937-1943). Asturias fue uno de los focos más activos de


resistencia armada durante la década de los cuarenta. Entre 1937 y
1939 la cifra de huidos frisó los dos millares, repartidos por casi toda
la región, pero con may or presencia en el área delimitada por las
sierras del Aramo y Peñamay or [3] . Fue tan elevada la
concentración de personas que militares franquistas como Eduardo
Munilla reconocieron que sólo en Asturias « constituy eron un
verdadero problema [4] » . En cuatro años las fuerzas franquistas
redujeron el colectivo a medio centenar de individuos, que solían
actuar en solitario u organizados en pequeñas partidas inconexas[5] .
La elaboración de planes de evasión y la lucha por la supervivencia
marcaron una etapa caracterizada por la escasa actividad
organizativa y política.
2. Fase de Unión Nacional (1943-1944). Hasta que no empezó a remitir
el empuje de la maquinaria militar alemana, no se reparó en que
habían quedado agazapados por los bosques y sierras asturianas
algunos centenares de republicanos. Éstos comenzaron a relacionarse
entre sí a partir de 1943, fructificando los contactos con la
constitución, entre el 15 y el 16 de agosto de 1943, del Comité de
Milicias Antifascistas (CMA). Lo formaron los socialistas Aristides
Llaneza (a), Zola, y Manuel Fernández Peón (a) comandante Flórez,
así como, en calidad de primer responsable, el comunista Baldomero
Fernández Ladreda (a) Feria, quien durante la guerra civil había
alcanzado el rango de May or de Brigada [6] . Acordaron « visitar los
concejos donde se suponía residían fugitivos» y « enlazar con todos
los compañeros de la provincia que estuvieran en nuestra situación»
para crear las Milicias Antifascistas de Asturias, cuy as bases
organizativas fueron redactadas el 10 de octubre de 1943. Previo
recuento de todos « los compañeros que hubieran observado su fe a
nuestra causa en estos años de dominación fascista» , éstas
ordenaban que se encuadraran militarmente como « nuestras
milicias» durante la guerra civil para que actuaran coordinadamente
tras la previsible invasión de España por los aliados, que debía ser
respaldada [7] .
Simultáneamente, fueron requeridos por el delegado de la Junta
Suprema de Unión Nacional, el murciano Antonio García Buendía
(a), Carlos, y Madriles, para que se constituy eran en el brazo armado
de UNE en Asturias, secundando así a los guerrilleros leoneses y
gallegos, que y a se habían adherido. Éstos les proporcionaron su
propio reglamento y dos cartas firmadas por el asturiano Marcelino
Fernández Villanueva (a) Gafas, en las que se les instaba a compartir
la tarea « de reagrupar los soldados dispersos bajo la orgullosa
bandera de la Federación de Guerrillas Populares[8] » . Ante el doble
requerimiento, el CMA de Asturias coincidió en el análisis con todos,
pero fue incapaz de ponerse de acuerdo con nadie a la hora de
concretar métodos y acciones pertinentes. A los guerrilleros
« galaico-leoneses» les sugirieron que adoptaran con may or
fidelidad pautas de encuadramiento típicamente castrenses, y a que
« la magnífica organización que tenéis» la consideraban apta
únicamente « para los que ahí vivís (sic)» . Al objeto de evitar
« pasiones regionalistas» , propusieron la configuración de
« federaciones de milicias antifascistas» que, al modo de las
regiones militares, abarcaran todo el país[9] . Esta sugerencia pareció
a los destinatarios « teóricamente laudable» , pero en la práctica
impracticable, y a que, al menos en su área de operaciones, se
requería may or « elasticidad y autonomía» en el ámbito
organizativo. Al tiempo que recomendaron al CMA de Asturias la
organización de sus redes de apoy o de forma análoga al Servicio de
Información Republicano del que se habían dotado, anticiparon que
el Estado May or radicaría en Galicia y León, « por ser donde ha
tenido origen y desarrollo el movimiento nacional de guerrillas y
más arraigado está el espíritu guerrillero[10] » . Soslay ando la
controversia sobre el emplazamiento de la dirección, desde el CMA
se replicó que no admitirían « más emplantillamiento» que el militar,
y a que procedían como « fragmentos del Ejército Popular de la
República [11] » . En may o de 1945, el ahora denominado Estado
May or de la Federación Nacional de Guerrilleros, renovó la petición
de adhesión al CMA, una vez que, « tras superar dificultades
morales» , desde septiembre de 1944 habían optado por una
organización militar, constituy éndose en « cuerpo de León y Galicia
como ejército irregular [12] » .
De otra lay a fueron los motivos de desavenencia con UNE,
básicamente suscitados por la presencia de dos socialistas, Zola y el
comandante Flórez, en el CMA. Los iníciales recelos de estos hacia
una plataforma política tras la que no intuían más respaldo que el
proporcionado por el PCE, fueron derivando hacia actitudes de
abierta hostilidad. Primero se sintieron desairados por no recibir
cumplida contestación a sus comunicados, como los remitidos el 6 de
diciembre de 1943 y el 2 de enero de 1944[13] ; después exigieron
que fuera desvelada la identidad de los componentes de la Junta
Suprema de UNE, en reciprocidad a que ésta conocía la personalidad
de los integrantes del CMA y, finalmente, terminaron impugnando su
línea de actuación[14] . La ruptura, acentuada con la formación de la
ANFD, paralizó al CMA e incluso afectó a la relación de amistad que
mantenían sus integrantes, cuy o creciente deterioro fue jalonando la
correspondencia que sostuvieron Zola y Feria durante el verano de
1945. En la carta remitida el 19 de julio, aquél realizó un inventario
de las argucias utilizadas por los delegados de UNE, que habían
comenzado en 1942 cuando José María Urquiola (a) Chema o Pepe,
le aseguró que sólo estaba al margen de UNE « la facción de Prieto
del PSOE» ; continuaron con la Coto (Mercedes Coto), autora de un
« manifiesto de UNE provincial dando apariencia de que firmaban
todos los partidos antifascistas cuando sólo lo hacia el PCE» ; y
concluy eron con el simpático Buendía, que presentó « al valenciano
(José Cerbero) como representante del PSOE en UNE cuando tú
sabes muy bien que es comunista» . Por todo ello, calificó su
propaganda de « asquerosa y contraproducente» , expresó su repudió
hacia una plataforma que pretendía integrar « a la escoria del
falangismo y a los asesinos de nuestro pueblo» , en referencia « al
clero, requetés, gilroblistas y el generalato» y calificó de « absurda»
la propuesta de promover una unión nacional tras una guerra cruenta
rematada con una no menos sangrienta represión[15] .
La falta de acuerdo no fue menos palpable en la relación de UNE en
Asturias con Ladreda, único representante comunista del CMA. Éste,
aleccionado por la sucesión de derrotas encadenadas desde 1934, así
como por la brutalidad represiva, sostenía como prioridad el
encuadramiento de la juventud en las Milicias Antifascistas, con el
propósito de vertebrar una fuerza jerarquizada, compacta y
coordinada que oponer al Ejército franquista. En tanto no se
alcanzara este objetivo, tildaba de contraproducente que se
efectuaran llamamientos a la movilización general, y a fuera
mediante plantes, huelgas, sabotajes u otras acciones, como los
difundidos desde la propaganda de UNE, y a que con tamaña
precipitación « se descuartiza toda organización» y, peor aún, se
« juega con la vida de hombres que han puesto todo lo que valían
sobre la ruleta en diferentes ocasiones y han marchado de fracaso en
fracaso[16] » . Semejantes cautelas no fueron compatibles con las
urgencias de los dirigentes de UNE que, persuadidos de la existencia
en Asturias de un ambiente propicio a las movilizaciones de masas, le
reprocharon su « pasividad» . Para la Junta Provincial de Asturias,
tras defender « la justeza de las tareas que señalan nuestros
materiales» y su buena acogida entre la población, no cabía otra
actitud que « la lucha» sin cuartel, con todos los procedimientos,
aunque la consigna « hiciera replegarse a algunas gentes timoratas»
y, como consecuencia « lógica» , acarreara bajas por
« encarcelamientos, palizas y muertes» . Ocultar « que las batallas
serán duras» y que « tendrá que derramarse sangre generosa» sería
« engañar a nuestro pueblo» , con cuy a « vida no estaban dispuestos a
jugar» dirigentes injustamente tildados de « cabezas ligeras» , como
los había calificado Ladreda [17] . No omitió la plataforma
antifranquista un severo reproche al GMA por haber difundido un
manifiesto aconsejando que se hiciera caso omiso de toda indicación
que no fuera rubricada por sus siglas, apostillando que por ese
camino serían « desautorizados» , toda vez que « la orientación
política corresponde únicamente a este organismo —UNE— y
vuestro movimiento —CMA— debe ser de carácter auxiliar por
vuestra condición de fugitivos[18] » .
La polémica no restó protagonismo a Feria en la gestación y
dirección del embrionario movimiento guerrillero asturiano, y a que
era el huido que había adquirido may or rango militar durante la
guerra. En abril de 1944 difundió unas bases de encuadramiento que,
desde la fracción menor, la escuadra compuesta de seis
combatientes, debía llegar hasta el « Cuerpo de Milicias» pasando,
en orden ascendente, por el pelotón —tres escuadras—, la sección —
tres pelotones—, la compañía —tres secciones—, el batallón —tres
compañías—, la brigada —tres batallones— y la división —tres
brigadas—. En ellas, « tanto en la paz como en la guerra» , el orden y
la disciplina « imperante será totalmente castrense [19] » . La
estructuración de guerrillas con este carácter en la zona de Langreo
la encomendó a Constantino Zapico (a), Bóger, y Sabino Canga (a),
Rendueles, los cuales debían contactar con los huidos de « Sotrondio,
Villaviciosa y Mieres» para que todas las zonas « obedecieran a un
plan general» . Como prioridad les instaba a la formación de una
compacta red de enlaces para pasar a la ofensiva con « la
eliminación de los fascistas que estén más manchados de sangre y
los que más estragos han hecho entre nosotros» , respetando a los
cuerpos armados excepto para repeler una agresión, dado que
pretendían acreditar su anhelo de justicia « castigando como se
merece a los criminales que han convertido a Asturias en un
cementerio[20] » . Motu proprio, otras partidas fueron adoptando
pautas castrenses con evocadoras referencias a la pasada guerra. En
respuesta a un bando emitido por la Alcaldía de Laviana el 26 de
octubre de 1944 restringiendo las prácticas cinegéticas por donde
merodeaban « los huidos» , la partida de los Caxigales difundió un
comunicado, firmado en Peña May or el 7 de noviembre de 1944,
autocalificándose de « Comité Directivo del Ejército Republicano
Español[21] » .
3. De Antonio García Buendía a Gasto García Roza (1944-1946). Este
proceso se vio truncado por la redada policial que, en el segundo
semestre de 1944, desmanteló las estructuras de Unión Nacional en
Asturias. Tras el batacazo se reconstruy ó, a fines de 1945, un nuevo
Comité Provincial de Asturias del PCE, en el que Feria asumió la
función de ideólogo, estratega y asesor [22] . Encabezó, además, la
denominada Comisión Político Militar, secundado en este cometido
por guerrilleros como Constantino Zapico (a), Bóger, y Manuel Díaz
González (a), Caxigal, siendo cooptado más tarde para este órgano de
dirección Agustín del Campo. Bajo su directo control se designó en
cada comarcal y radio un responsable « político-militar» , cargo que
podía recaer en militantes « del llano» en aquellas localidades
« donde no hay a camaradas guerrilleros[23] » . Así aconteció, por
ejemplo, en Mieres e Infiesto, donde fueron nombrados
responsables, respectivamente, Antonio Rodríguez Zapico, con el
auxilio de Che de Figaredo, y Abelardo, pero no en la zona oriental,
dirigida por Avelino Sirgo (a), el Matemático[24] . En la comarca del
Nalón desempeñaron este cometido Eugenio Sierra (a), Cantinflas, en
Sama, Sabino Ganga (a), Rendueles, en Santa Ana, Onofre García
Uribelarrea en Sotrondio, J. Antuña en Laviana y Aurelio Díaz (a),
Raspín, en Caso[25] .
El liderazgo del que fuera may or del Ejército Republicano quedó de
manifiesto en la Circular n.º 1 de la Comisión Político Militar,
mediante la que dispuso « el encuadramiento militar de todos los
militantes» , los cuales pasarían a ser considerados « soldados del
Ejército del Partido» . A tal efecto los dividió en « tres plantillas» , a
tenor de la edad y las circunstancias personales, internamente
estructuradas de acuerdo al « cuadro del reglamento táctico
castrense» . Tras evocar que las derrotas de 1934 y 1936 se debieron
« a no estar las juventudes y los partidos encuadrados militarmente
en los primeros momentos» , justificó su determinación en que para
combatir al enemigo debían adoptar un « encuadramiento análogo» ,
habida cuenta que « diez hombres organizados y disciplinados valen
por cien agrupados de tumulto y a granel[26] » . A pesar de las
similitudes, la militarización de los comunistas asturianos dispuesta en
esta Circular del 10 de febrero de 1946 debía compatibilizarse con el
encuadramiento promovido por el CMA, pero de esta dualidad
fueron exonerados los militantes mediante la Circular n.º 2, emitida
sólo un mes más tarde, en la que se certificó la defunción de esta
plataforma. En ella también se anunció que, « mientras no se
disponga otra cosa» , el « cómputo de los grupos y fracciones del
Ejército guerrillero se titulará Agrupación Guerrillera
Asturiana [27] » .
Desde estas estructuras castrenses se acometió, durante la jornada
del 14 de abril de 1946, una campaña de difusión de pasquines y
colocación de banderas republicanas en emplazamientos
relevantes[28] , así como una movilización general coincidiendo con
el décimo aniversario de la sublevación militar del 36. Ésta consistió
en la realización de sabotajes contra instalaciones hulleras, vías de
comunicación y tendidos eléctricos, lo que forzó la inmediata
incorporación al monte de media docena de activistas. La ofensiva
incluía, asimismo, la comisión de una cadena de atentados personales
dirigidos contra « los falangistas número uno; es decir, todos aquéllos
que están manchados de sangre y pertenecen a la checa
falangista [29] » . También se aceleró, a la par, la integración en la
ANFD, formalizada en el mes de abril. Este proceso coincidió con la
reapertura de contactos entre socialistas y comunistas para
recomponer un órgano de dirección que aglutinara a todos los
huidos[30] . Semejante activismo gozaba del beneplácito de la
dirección exiliada, que lo exhibía en sus publicaciones para alardear
de capacidad de maniobra, pero siempre que no fuera alentado por
epígonos del « monzonismo» que osaran cuestionar su autoridad.
Para reforzar su control de la actividad clandestina, formó un Comité
Regional de Asturias, León y Santander encabezado por Casto García
Roza y Celestino Uriarte Bedia (a), Marcos, el cual fue introducido
en el interior para dirigir a la organización en el territorio delimitado.
En previsión de resistencias arribó en Asturias en el último trimestre
de 1945, con jurisdicción plena en la parcela militar, Agustín del
Campo, apuntalado con la denominada « Brigada Asturias» . Éste
comando guerrillero, integrado por Apolinar Anibarro (a), Naranjo,
José Terrón, Vicente Gómez (a), el maquis, y Macario Ortega [31] , se
quiso reforzar en el primer semestre de 1946 con los componentes de
la « Brigada Pasionaria» , formada por cuarenta guerrilleros, pero,
tras un penosísimo periplo, fueron muy pocos los que alcanzaron el
objetivo[32] .
Dada la personalidad de Ladreda, el choque entre el Comité
Provincial de Asturias y su brazo armado, la Comisión Político
Militar, con el Comité Regional procedente del exilio, secundado por
las citadas brigadas, fue frontal. Un testigo del enfrentamiento con
Agustín del Campo reconoció que, tras una desabrida discusión sobre
quién ostentaba la legitimidad, ambos blandieron la pistola como
argumento de autoridad[33] . El propio Ladreda no ocultó que lo
sometieron a un duro interrogatorio en el que « le contestamos
radicalmente e incluso en términos violentos para hacerle ver con
qué ligereza enfocó los problemas que el Comité Provincial tiene
planteados ante sí, y se le reprochó como político y como
guerrillero» . Antes de relegarlo al sector de Carbay ín « para que allí
demostrara el valor con hechos y no con palabras» , fue calificado
de « neurasténico» , « ambicioso» , « apático, imperativo y, lo que es
peor, repulsivo» . Enjuiciamientos que se justificaron en su
irresponsabilidad al disolver el grupo de « maquis» que dirigía por
« la imposibilidad de desenvolverse material y económicamente» ;
en su obstinado rechazo a reconocer « el trabajo realizado por el
Comité Provincial» , y, finalmente, en su pretensión de « imponer
normas» « sin tener en cuenta los medios que hay que emplear en
una dictadura como la que tiene establecido Franco y la Falange,
donde el aparato policiaco y represivo no tiene límites[34] » . En
carta dirigida a « los camaradas de Sama» , Feria apostilló que no
estaba « dispuesto a aguantar a ningún pedante que no hay a vivido la
realidad del terror franquista, porque son ellos los que nos tienen que
escuchar a nosotros y no nosotros a ellos, que han estado a muchos
kilómetros de la realidad del abandono en que nos dejaron propios y
extraños[35] » .
No menos virulenta fue la pugna sostenida en el orden político por el
control de la organización en el llano. Horacio Fernández Inguanzo
reconoció que Celestino Uriarte Bedia, secretario de Organización en
el Comité Regional presidido por Casto García Roza, fue humillado y
cacheado por Ladreda [36] . En un aviso inequívoco dirigido « a los
que huy eron de la quema» , éste proclamó que « el Partido quedó en
España dentro de las cárceles y las montañas, que no fue él el que
emigró, sino los hombres que estaban dentro de su seno[37] » . Por
ello, no se recató en calificar de « provocación y sabotaje al trabajo
del Partido» que se secundara la « labor de zapa» emprendida por
un grupo de « arribistas y aventureros» procedentes de Francia que,
sin autoridad para ello, trataban de minar la unidad y la disciplina del
Partido en Asturias[38] . Al objeto de que la dirección del PCE « no
se deslizara por resbaladizas pendientes envueltos en el falso hábito
del Mesías» , se dirigió al Buró reprochándole que hubiera mandado
a un comando para « minar la base del Partido» , el cual « por
espacio de cinco meses buscó la desintegración del mismo con
rastreras y caciquiles maniobras, en vez de dirigirse a quienes les
podían informar con todo detalle de todo lo que había, bueno o malo,
como fuese, que ése era el deber de ellos y no el de no querer
reconocer el Comité Provincial y su trabajo realizado» . Dos
apreciaciones fueron esgrimidas críticamente en su dura
recriminación: que se les enviara « maquis» que, por proceder de
otras provincias, desconocían el terreno, y que se pretendiera
extrapolar a España los métodos utilizados en Francia y Yugoslavia,
errores que consideró fruto de « la alucinación fantasmagórica
guerrera de nuevos empecinados faltos a todas luces del tacto
castrense que la batalla exige en España» . Tras esta andanada
concluy ó afirmando que « los caciques y los aventureros son el
veneno de las entidades colectivas y políticas, por lo que esta
Comisión las combatirá sin piedad como al fascismo[39] » . Aunque
los comunistas asturianos inicialmente cerraron filas en torno a
Ladreda y Bóger, en nombre de la militancia armada, comunicó al
Comité Regional que « los guerrilleros asturianos no reconoceremos
como jefe de la Agrupación Guerrillera Asturiana a otro que no sea
el camarada Feria» , no dejaron de abrirse fisuras en la organización
del interior [40] . El propio Bóger primero se desmarcó de los
reproches de Ladreda a los exiliados, despectivamente motejados en
su réplica al Buró como los que « huy eron de la quema [41] .
Finalmente le requirió con insistencia que se reuniera con el Comité
Regional para “discutir las diferencias” y llegar a un acuerdo “para
que por todas partes aparezcan hechos y no discrepancias” [42] » .
Más crítico se mostró el Matemático, quien equiparó el cisma que se
estaba viviendo « al que trajo como consecuencia la separación de
Bullejos, Adame, Trilla y Vega» . Tras matizar que « había un trecho
entre opinar sobre los inconvenientes o posibilidades de trabajo» y
« que los mandemos a la picota» , formuló un interrogante que
fragmentó la coriácea resistencia de los « autóctonos» : ¿qué
consideración nos han de merecer los que estando en un país
democrático vienen aquí a compartir con nosotros la misma suerte
que será, con toda probabilidad, dejar aquí la vida [43] ? La recepción
de un contundente comunicado del Comité Central, remitido el 17 de
marzo de 1946, en el que se amenazaba con la fulminante expulsión
a quienes se opusieran a sus designios, hizo mella en una militancia
acostumbrada a acatar las directrices emanadas de los órganos
centrales de dirección. Consciente de su efecto, fue en vano que
Ladreda exigiera su retirada inmediata, en el plazo de diez días,
« para evitar un choque violento con esta Comisión (Político-Militar)
de graves consecuencias entre los que vivieron noche y día la etapa
terrorista del fascismo en España [44] » .
Así pues, los partidarios del Comité Provincial autóctono fueron
plegando velas de forma paulatina, pero irreversible. En julio de
1946 se vieron forzados a disolver sus órganos de dirección para
dejar el terreno expedito al Comité Regional llegado de Francia, el
cual, no bien asumió la dirección del PCE en Asturias, pasó a
engrosar las filas de la población reclusa. La masiva redada
perpetrada en el segundo semestre del 46, saldada con decenas de
detenciones y la muerte por torturas de Casto García Roza, la
expulsión de Ladreda y la subsiguiente eliminación a manos de la
Guardia Civil de Agustín del Campo el 17 de noviembre, cerraron la
refriega, entre reproches mutuos por la responsabilidad de la
debacle. Las puy as de Ladreda fueron desgranadas en una carta
abierta dirigida a los responsables político-militares de comarcales y
radios. En ella arremetió con dureza contra el Buró, « que arrastra al
Partido a una sangría continua sin ningún resultado práctico» y
« explota a la militancia sin preocuparle un comino la conservación
del factor hombre, que es el que lo hace todo cuando es bien
dirigido» . Desacreditó a los llegados de Francia por aferrarse a « los
mismos procedimientos que fueron la causa de perder la República»
y « desconocer el fascismo porque no vivieron con él en su
formación real» . Y, finalmente, no omitió los vituperios hacia
algunos de sus colaboradores, como los responsables militares de
Llanes y Mieres, por haberse « dejado sobornar [45] » . En aclaración
posterior se mostró partidario de « escupirles en la cara a ésos que no
quisieron escuchar los consejos que uno les daba para evitar lo que
desgraciadamente sucedió, que por adelantado lo veíamos venir,
dada la ligereza con que trataban el desarrollo del Partido dentro de
un Régimen fascista [46] » . Inguanzo y la dirección exiliada, por el
contrario, inculparon del desmantelamiento a Ladreda y el Comité
Provincial por el aislamiento al que sometieron a los
« franceses[47] » .
4. La etapa de la Agrupación Guerrillera (1946-1950). Este periodo se
caracterizó por la ausencia de organización política, al menos en su
formato tradicional. La mencionada aportación de huidos curtidos en
las experiencias del maquis francés quedó diluida entre la dominante
presencia de combatientes procedentes de la guerra civil y las
sucesivas incorporaciones de los enlaces y activistas del interior, que
optaban por escapar al monte para evitar el zarpazo represivo.
Sabemos, por ejemplo, que sólo en el agitado verano de 1946
procedieron de este modo, al menos, una docena de militantes
comunistas[48] . También los « fugaos» asturianos se constituy eron
en Agrupación guerrillera, pero subordinaron todas las energías a la
prioridad de sostener la resistencia armada, tarea a la que se entregó
en exclusiva la militancia más combatiente, la cual se mantuvo
« políticamente» aislada para obstaculizar las redadas policiales[49] .
Detenidos los principales dirigentes, sin « cuadros» avalados por la
dirección para marcar la pauta, a pesar de que eran insistentemente
reclamados, y con la abierta oposición de los guerrilleros, se
abandonó el objetivo de recomponer y coordinar organizaciones « en
el llano[50] » . En un informe remitido desde el interior se reconocía
que, desde la fecha señalada, cada cual actuaba subordinado a los
guerrilleros, de quienes recibían material de propaganda o
publicaciones como Mundo Obrero, Ataque o La Voz del
Combatiente [51] . En enero de 1948 se puso el énfasis, una vez más,
en la falta de contacto con el exterior y se reclamó con avidez que
« se enviaran cuadros capaces de saber dirigir y trabajar según las
circunstancias lo pidan y requieran con cautela y previsión[52] » .
Este aislamiento y la ausencia de control político favoreció la
infiltración policial que, poco después, segó la vida de 16 « fugaos»
y, además, desbarató las principales bases de apoy o de la
Agrupación. Uno de los pocos supervivientes de esta sarracina —sólo
quedaron 21 según Bardial—, se volvió a dirigir en febrero y en
noviembre de 1948 a la dirección exiliada para reclamar que les
proporcionaran propaganda y, sobre todo, « cuadros[53] » . Ante estas
demandas y para reconducir la situación fue enviado a Asturias Luis
Montero Álvarez (a) Sabugo, un aguerrido militante forjado en la
Guerra civil y templado en la resistencia al nazismo. Entre 1948 y
1950, con apoy os recibidos del exterior como Antonio, el Maño, a los
que se sumaron Jacinto Suárez Alonso (a) Quirós, el Churri, Víctor y
Antonio (a) el Andaluz, y con la colaboración estrecha de Manolo (a)
Caxigal, se le encomendó la tarea de desplazar el eje de la actividad
insurreccional del monte a los centros de población[54] .
5. El epílogo violento (1950-1952). Los pilares de la Agrupación se
derrumbaron en febrero de 1950, tal como previeron enlaces y
guerrilleros, con la detención de Sabugo y la subsiguiente eliminación
de Caxigal y su grupo[55] . Ya antes de su ausencia, en expresión de
los emisarios del PCE, la may oría de los huidos « habían sido
ganados por las corrientes de liquidación» , y a que eran conscientes
de que carecían de encaje en la nueva táctica política [56] . Antes de
que finalizara 1949 se separaron de la Agrupación Guerrillera Adolfo
Quintana Castañón, Ignacio Alonso Fernández (a) Raxau, Manuel
Fernández (a) Peque, Tranquilo, Lisardo García, Luis González (a)
Barranca, y Andrés Llaneza (a) el Gitano, el cual advirtió a los leales
que « si se cruzaban en su camino no tendría en cuenta quienes
eran» . Del mismo parecer eran Marcelino Fernández (a) Maricu, y
Paulino Alonso (a) Pachón, pero fueron sitiados y acribillados por
estas fechas en Tejedal. Tal era el clima de desconfianza mutua,
agravada por la misteriosa desaparición de Sabugo, que a los
disidentes se les privó de las armas que habían recibido de la
Agrupación. En compensación se ofreció a los « menos
corrompidos» , Peque y Adolfo Quintana Castañón, la posibilidad de
ser evacuados, pero rechazaron la propuesta « por temor a que se les
liquidase [57] » .
El paréntesis abierto con la desaparición de Sabugo y la muerte de
Caxigal, criticado por haberse mantenido fiel al Partido « a sabiendas
de que eso representaba la liquidación de los fugaos» , se cerró
abruptamente en el mes de agosto de 1951. En una cabaña de La
Cerezal, los últimos emisarios del PCE que contactaron con los
huidos, junto con guerrilleros leales como Jacinto (a) Quirós, y
Ramón González, fueron desarmados y cacheados, todo ello « con
marcada mala intención y no menos indudable entusiasmo» . Al
promotor de esta iniciativa, Andrés Llaneza (a) Gitano, que estaba
secundado por Peque, Rubio y Tranquilo, se le atribuy eron
« intenciones criminales» y que « buscaba una justificación para
eliminarnos» . Por última vez, se suscitó la y a manida discusión sobre
la legitimidad política. Cuando los recién llegados se presentaron
como integrantes de la dirección provincial, avalada por los órganos
del exilio, se les replicó que no había más Comité Provincial que el
del monte, « reconocido y respaldado por los camaradas» . Desde la
citada fecha, unos y otros siguieron caminos divergentes, no exentos
aún, hasta la desaparición de los últimos huidos, de recelos,
suspicacias y altercados[58] . Sin apoy o político y social, los últimos
rescoldos de la resistencia armada en Asturias fueron extinguidos en
1952. Tras más de una década de actividad, según el recuento
efectuado por el coronel Eulogio Limia, fallecieron en combate 152
guerrilleros, 145 fueron apresados y i3 se entregaron, mientras que
715 enlaces pagaron un alto precio por su colaboración. Además, en
su « Reseña del bandolerismo» atribuy ó a los fugaos la comisión de
305 golpes económicos, 45 sabotajes, 21 secuestros y 148
ejecuciones.

2. LA RELACIÓN CON EL PARTIDO

Frente a la aparente compenetración y sintonía exhibida por el PCE en


publicaciones oficiales, la documentación interna deja entrever el conflictivo
vínculo que, durante años, ligó la organización política con los huidos. Al principio
éstos actuaban a su libre albedrío[59] . Los recelos surgieron en 1942 cuando se
establecieron los primeros contactos y hubo que determinar quién marcaba la
pauta, fijaba objetivos y establecía las prioridades. Al evocar sus primeros
contactos con los hermanos Castiello Carriles, Eduardo y Corsino, un militante de
Infiesto reconoció que a éstos les irritaba que proliferara el Partido y que sólo se
avenían a colaborar si la organización política se supeditaba a ellos[60] . La
desconfianza mutua se acentuó en 1946, año en el que las facciones en pugna
dentro del Partido midieron sus fuerzas a través de los huidos que controlaban.
Para descalificar al adversario, el Comité Regional presidido por Casto precisó
que se encontraron en Asturias a « partidas de aventureros» que carecían de
« contacto regular con los escalones del Partido[61] » .
Entre 1946 y 1950, como hemos visto, la organización política quedó
subsumida bajo los engranajes de la actividad guerrillera. En un informe se
sostiene que la tarea de enlazar con el Partido en la ciudad recaía en los Castiello
y Bóger, pero, al margen del entorno guerrillero, sólo nos consta actividad
política en la cárcel[62] . Adquirida la primacía, en esta etapa los « fugaos»
actuaron con tal grado de autonomía que, en « su ceguera» , hicieron caso omiso
cuando el PCE les previno sobre la infiltración de la Policía en sus filas[63] . A
propósito de la luctuosa jornada del 27 al 28 de enero de 1948, desde la
formación política se sostuvo que pagaron un alto precio por su « endiosamiento,
su autosuficiencia y su subestimación de las capacidades del Partido» . También
se comentó con irritación que algunos supervivientes señalaran que el muñidor de
la operación había estado en Francia y que había engañado al Buró Político
« para sembrar la desconfianza hacia todo enviado del Comité Central[64] » .
Pero ésta estaba tan a flor de piel que rallaba en la histeria. Cuando salió a
Francia Ceferino Díaz Torres, sin motivo aparente, fue saludado por el experto de
turno en la detección de « aventureros» como el promotor « de un intento de
provocación muy burdo y de muy poca monta, y a que para una provocación
seria contra el Partido emplearían sin más otros medios que Ceferino, que da la
impresión de haber estado en el monte aunque más bien con un grupo de
fugitivos que de guerrilleros[65] » .
A partir de 1950, como hemos visto, la desconfianza dejó paso a la
descalificación y el enfrentamiento, sosteniendo cada parte una cerrada pugna
por granjearse el apoy o de las bases. Tras consumarse el divorcio en agosto de
1951, el nuevo Comité Provincial afín a la dirección exiliada puso en circulación
un boletín que contenía un alegato demoledor contra la actividad guerrillera,
« actividad desordenada y desorientada» « que no había jugado el papel que le
correspondía en la lucha» . Se la acusaba de haber fagocitado al Partido,
convertido en « apéndice auxiliar de segundo orden» , y de haberlo cuarteado en
cotos aislados. Quebrados sus engranajes y actuando como « una corriente
oportunista» , « había levantado la bandera de la discusión de las decisiones de la
dirección del Partido» , la cual sólo servía para enviar « traidores como Sabugo» .
Con su proceder asumieron las tácticas propias « del aventurerismo anarquista» ,
basadas en « la acción directa y en el terror individual» , tras las que no quedaba
más corolario que la represión, el miedo y, subsiguientemente, el aislamiento de
la población. La crítica se hizo extensiva a aquellos camaradas que, « crey endo
que hacían algo importante, no realizaban más tarea que la de mirar a cuatro
descarriados que andaban por el monte [66] » . Ellos también coady uvaron a
convertir al partido en « una secta pasiva de admiradores de una vanguardia sin
principios revolucionarios» . La alternativa que se ofrecía a « estas desviaciones»
era « la lucha organizada, consciente y disciplinada» cerca del pueblo, y a que la
« lucha de guerrillas no sólo no resuelve la situación, sino que en casos, y un
ejemplo concreto es Asturias, dificulta la lucha de masas contra el franquismo
creando el confusionismo y realizando una labor de provocación policiaca,
aunque directamente quizá algunos no estén a su servicio[67] » .
A pesar de esta contundente impugnación de la táctica guerrillera,
oficialmente preconizada hasta entonces, y de los insidiosos comentarios
dedicados a los activistas armados del interior, el PCE siempre estigmatizó a los
combatientes que, motu proprio, traspusieron clandestinamente las fronteras
españolas. La organización despojaba de capacidad de decisión propia a la
militancia del interior, la cual, en el acierto pero especialmente en el error,
denominado « desviación» , debía atenerse siempre al dictado de la dirección
exiliada. Gomo gráficamente evoca Manzanero Marín, mientras cumplieron el
cometido de respaldar con sus arriesgadas acciones los contenidos del discurso
elaborado por el « intelectual orgánico» , fueron « estrujados como limones» ,
pero si unilateralmente renunciaban a desenvolverse en el único escenario que el
PCE reconocía como operativo, el interior de España, se les tildaba de cobardes,
desertores, traidores e, incluso, espías[68] . Ante la inexistencia de un dispositivo
de recepción y apoy o, algunos evadidos fueron apresados y a en territorio
francés y devueltos a las autoridades franquistas, las cuales desencadenaron con
sus testimonios amplias redadas. Así ocurrió, al menos en Asturias, con la
captura, no bien traspusieron la frontera en 1950, de Luis González Melendi,
Barranca, y Nicanor Fernández Alvarez (a), Chato y Canor, quien, tras acariciar
la libertad, dejó constancia de su derrumbe moral poniéndose a disposición de la
Guardia Civil al ser devuelto a España, hecho inusual entre los guerrilleros
asturianos[69] . Frente a la contundencia exhibida por el PCE a la hora de depurar
responsabilidades en otras « caídas» análogas, casos como éste fueron
silenciados.

3. DOS APORTACIONES ASTURIANAS A LOS «ISMOS»: EL


LADREDISMO Y EL SABUGUISMO.

Los « ismos» en los cuarenta se alimentaron de las objeciones que algunos


militantes interpusieron a los designios de la dirección exiliada. Los renuentes se
amparaban en el aura que les confería el hecho de permanecer en el interior y
alegaban que la autoridad política dimanaba de quienes se enfrentaban cara a
cara con el enemigo[70] . Desde el exterior se apelaba al « centralismo
democrático» y se calificaban estas veleidades de « caudillismo» , en el mejor
de los casos, cuando no de abierta « provocación» . Como se aplicaba a pies
juntillas el principio de que el partido se fortalecía depurando la disidencia, estos
comportamientos fueron fulminantemente anatematizados.

1. El ladredismo. El origen de la animosidad mutua que sostuvieron


Ladreda y la dirección del Partido procede de la caótica evacuación
de Asturias, una vez ocupada por los sublevados, en octubre de 1937.
En diversas ocasiones contrapuso el huido la gallardía de los que
permanecieron en el monte « sin deponer las armas» con la
cobardía de los que « huy eron de la quema» , los cuales dejaron
« abandonada la enseña de la hoz y el martillo[71] » . Tras la
reanudación del contacto en 1942, una discrepancia táctica sembró
de sal la herida abierta: mientras Ladreda pretendía que se volcaran
las energías en el encuadramiento militar de los antifranquistas para
que respondieran disciplinadamente cuando fueran requeridos « por
los que no hemos depuesto las armas» , los delegados de UNE
alentaron pautas organizativas y formas de resistencia tradicionales
en el movimiento obrero, incluy endo manifestaciones, huelgas y
sabotajes[72] . Contra ello reaccionó Ladreda reprochándoles que
siguieran anclados en tácticas del pasado —« la misma cantinela del
31 y el 32» , afirmó—, que minusvaloraran el demoledor efecto
inhibitorio de la represión y que difundieran consignas entre la
ciudadanía que espantaban en vez de atraer [73] . Como las críticas
vinieron aderezas con hirientes comentarios sobre los dirigentes,
calificados de « cabezas ligeras» , se le exigió inmediata rectificación
en una réplica exenta de cortesías. Tras las valoraciones destinadas a
dilucidar si debía primar lo militar o lo político, la organización o el
movimiento, la huelga o el sabotaje o si había o no había condiciones
para la lucha, el Comité Regional de UNE le precisó sin ambages que
sus opiniones « decían muy poco en su favor como militante» , lo
« alejaban del Partido» y, de perseverar en ellas, « variarían el
concepto que de ti tiene formado[74] » . No se arredró Ladreda en su
respuesta, y a que, tras advertir que « siempre declaré la guerra a los
que me amenazaron y si vais por ese camino vais mal» , descartó
que fuera « ningún vasallo para postrarse ante el exigente e
incomprensivo amo y decir sí señor humilde y cabizbajo[75] » . No
es casual, por tanto, que se le acusara de adolecer de preparación
política, de no comprender la estrategia de Unión Nacional, de
pasividad y, lo que era aún peor, de dejarse influir por los dirigentes
socialistas[76] .
Dada la virulencia del cruce de acusaciones no parecía previsible
que fuera precisamente Ladreda quien levantara la bandera de UNE
cuando ésta fue arriada por el propio PCE, pero así acaeció. En su
emotiva apología mostró su « sonrojo e indignación» por obligarles a
« bajar la cabeza» y capitular « ante la sexta columna tras cuatro
años de lucha» . Después de preguntarse qué dirán « los que
perdieron la vida» y los que « están entre rejas» por defender « lo
que ahora sirve de burla y mofa» , expresó su « voto en contra del
Comité Central» , cuy os componentes « tienen el corazón de
cañavera» por adoptar una decisión que calificó de « baldón para el
partido» . « O ellos o un servidor» , apostilló, « no valemos para
comunistas[77] » . Como hemos visto, esta incompatibilidad se puso
de manifiesto nítidamente con la introducción desde el exilio de una
nueva dirección para Asturias, León y Santander, la cual recibió
respaldo armado. Esta cuestionada decisión fue esgrimida por
Ladreda para impugnar en toda regla como dirigentes « a quienes no
estén con el pueblo, viviendo con el pueblo y para el pueblo, y
pulsando al pueblo» . Acreditado en su opinión que el Partido
permanecía en España, se atrevió a dirigir un doble e insidioso
interrogante a la dirección exiliada: « ¿quién tiene que ponerse al
servicio de quién?, ¿el partido al servicio de los de Francia o los de
Francia al servicio del partido?» . Su diatriba contra aquéllos que por
estar alejados « presumen de saberlo todo pero ignoran lo esencial» ,
incluy ó la exigencia de que Radio Pirenaica « cerrara el pico» ,
porque « previene al enemigo» y hace « una propaganda de
gallinero[78] » . Cuando fue amenazado con la expulsión por estas
críticas instó al Buró a que rectificase « para evitar un choque
violento» , equiparó su proceder con el que observaban « los
dictadores imperialistas hacia sus vasallos» y afirmó desafiante que
« ni aunque vengáis aquí enviados por el mismo dios […] nos haréis
desistir de lo que queda expuesto, porque dejáis entrever la oscuridad
de vuestra mente […] a pesar de la autoridad con que os
revestís[79] » .
Aunque se le recriminó « que estaba endiosado» , que « quería
campar por sus respetos» , « que se creía el más capaz» , « que sólo
aspiraba a dirigir al futuro ejército de liberación» y « que pretendía
erigirse en el amo de la organización[80] » , Feria concluy ó su intenso
ciclo clandestino con una diatriba contra el « caudillismo» en los
partidos políticos. En su testamento político previno contra « el
infantilismo y la imaginación calenturienta de quienes pretenden
vencer al Ejército de un régimen totalitario con tumultos callejeros y
gritos histéricos desde un puesto burocrático a través de un simple
periódico» ; acusó al Buró de « caer en el error de querer que todo
gire alrededor de ellos» , y, finalmente, definió al PCE como
« magnífico cuerpo sin cabeza mutilado en esfuerzos estériles por los
que quieren ser la cabeza y piensan con los pies[81] » . Bajo el epíteto
de « monzonista» , se acumularon contra él cargos abrumadores. En
las citadas experiencias reunidas por los comunistas encerrados en la
cárcel de Burgos, los participantes calificaron su actitud como
« criminal provocación» , la cual había requerido « graves y
sangrientos tributos» para ser desenmascarada [82] . También se le
atribuy ó la autoría de unas circulares en las que se « difamaba» al
Comité Central y a Dolores Ibarruri, rebatidas en Mundo Obrero[83] .
En un informe de 1951 se le hacía responsable nada menos que de
« la muerte de Casto García Roza y de tantos camaradas fusilados o
detenidos por la policía franquista [84] » .
En efecto, la patología política caracterizada con el sufijo del
« ismo» , cuy o brote inicial adoptaba el síntoma de insolencia hacia
el partido, siempre derivaba en delito de lesa camaradería: la
traición, denominada « provocación» en la jerga de la época. En un
documento remitido al exterior en 1949, se le acusó de haber
entregado la organización a la Policía en 1946, « una vez que se
decidió su expulsión y se iba a adoptar medidas más radicales contra
él» , las cuales no fueron especificadas[85] . Los denuestos se
prolongaron en la cárcel a partir de su detención, efectuada el 25 de
septiembre de 1947. En prisión se le hizo el vacío, se subray ó que
« había arrastrado en su caída a muchos de sus colaboradores» y
que tanto la Policía como el juez destacaban su irreprochable
comportamiento. Tras trece años de combate con las armas en la
mano, siempre de derrota en derrota, y anatematizado por su propio
partido, realizó una declaración prolija y exhaustiva, recibiendo
« buen trato de las Autoridades y Fuerzas Armadas» , lo que hizo
constar « en descargo de la propaganda que el declarante había
recibido y la creencia que tenía, debido a esto, en sentido muy
contrario[86] » . El trato versallesco y la cortés colaboración, con
todo, no le libraron de la pena capital, formalizada mediante garrote
vil el 15 de noviembre de 1947, toda vez que « pasada la traición no
interesaba el traidor [87] » . La estigmatización de su figura, no
obstante, dejó secuelas en la militancia, dividida ante un personaje
que había adquirido notoriedad durante la guerra y que, hasta su
derribo, fue elevado al Olimpo de los héroes de la resistencia
antifranquista. Un responsable de Ciaño Santa Ana reconoció que su
expulsión suscitó resquemores, entre otros motivos porque la
explicación de la medida en un comunicado distó de ser
convincente [88] .
2. El sabuguismo. Distinta es la idiosincrasia de esta disidencia, no
exenta de concomitancias con otros casos descritos por la
investigación especializada. El protagonista, Luis Montero Álvarez
(a), Sabugo, brilló en la resistencia francesa y ostentó la máxima
representación del Partido Comunista en Asturias entre marzo o abril
de 1948 y enero de 1950. En vísperas de su detención, nos consta que
estaba « quemado» , se sentía enfermo y presentía que « iba a morir
en el monte como un perro» , profecía que hizo saber tanto a los
emisarios del PCE como a sus propios familiares, con los que entró
en contacto[89] . Tan acuciante fue su demanda de ser relevado que
el enlace de la dirección le amenazó con destituirle, reconociendo
después que había sido un error mantener en su responsabilidad a un
« cuadro de dirección» en semejante estado de desmoralización[90] .
Una certeza y un enigma componen el último acto de este trágico
episodio. La detención de Montero, Sabugo, el 2 de febrero de 1950
precipitó la celada en la que resultó acribillada la partida de Caxigal
y desencadenó la caída de los principales enlaces. Dado su
abatimiento y las irregularidades del procedimiento sumarial abierto
a posteriori deducimos que pactó las condiciones de su colaboración,
quizás previa mediación de familiares bien relacionados con
autoridades del Régimen. La sombra del arreglo extrasumarial
planea y a en las primeras diligencias, en las que sorprende que no
sea mencionado por ningún detenido. Éstos sólo citan como dirigente
a un tal Luis (a), el Llargo, cuy a identidad desconocemos. Un mes
después, sin embargo, en la ronda de ratificación de las
declaraciones ante el propio juez instructor, todos admiten que la
máxima responsabilidad directiva era compartida por el Llargo y,
ahora sí, por Sabugo. Ante ambos, manifestaron, fueron obligados a
comparecer en el cuartel de la Guardia Civil en los Campos de
Gijón, donde estaban detenidos, pero las diligencias del
reconocimiento realizado nunca se incorporaron al
procedimiento[91] . A pesar de la claridad de estos testimonios, la
añagaza, que quizá incluy a la invención de el Llargo, adquiere un
giro tragicómico cuando el juez instructor se dirige, no a los mandos
de la Benemérita, sino al director de la prisión central de Gijón, para
que éste le indique si se hallan allí detenidos Luis el Llargo y Sabugo,
recibiendo por respuesta que « no hay constancia de que estén o
hay an estado los citados individuos en este establecimiento» .
Tamaño dislate confirma la complicidad de Sabugo y el burdo
manejo pergeñado para no identificarlo en el sumario. Ahora bien,
dados sus antecedentes, sostener la hipótesis de que sólo se avino a
una confesión parcial, que incluía desvelar una pequeña parte de la
red de apoy os y la identificación del refugio de Caxigal, el cual
supondría abandonado tras difundirse la noticia de su detención,
parece plausible. Con ella concuerda la lenidad de las penas
impuestas a los cuatro detenidos, que oscilaron entre uno y seis años
de prisión menor [92] . Lo que no se puede soslay ar es que
desapareció para siempre un dirigente comunista considerado un
héroe entre los recluidos en Matthausen. Líster sostiene que la
dirección del partido lo mandó buscar y le propinó un tiro en la nuca
« unos kilómetros antes de la frontera [93] » . Esta imputación
concuerda con la referencia incluida en un boletín editado por el CP
de Asturias en 1951, donde se asevera que « este traidor ha pagado
ante el partido con la moneda que pagan todos los de su calaña [94] » .
No obstante, en un documento posterior se asegura que él y a tildado
de « agente provocador monzonista» seguía interfiriendo en el
proceso de reconstrucción del partido, toda vez que algunos
simpatizantes presentaban como excusa para reincorporarse que
Sabugo estaba vivo y residía en Gijón[95] . Más confusión, en fin,
para enturbiar uno de los episodios más sórdidos de la resistencia
armada en Asturias.

4. GUERRILLEROS O BANDOLEROS

No siempre las prioridades de los huidos se ajustaron a los rígidos patrones de


conducta establecidos por el Partido Comunista. La organización política
esperaba que sus guerrilleros, además de disciplinados, valientes y justos, fueran
abnegados, austeros y frugales, hasta el punto que les fue exigida, por razones de
seguridad, la ruptura tajante de relaciones con familiares y vecinos no
comprometidos en la resistencia [96] . Como no se ejercía sobre ellos un control
directo y, además, disponían de capacidad intimidatoria para imponer su
albedrío, se les requirió reiteradamente que no cometieran atropellos ni
inmoralidades. La exigencia de comedimiento y disciplina fue recogida en los
reglamentos elaborados por las agrupaciones mejor estructuradas, y a que de ello
dependía que fueran identificados « como auténticos antifascistas y guerrilleros
de la República» . La batalla semántica que se dirimió por establecer la
denominación correcta de los actos que se perpetraban fue no menos intensa que
la que se libró por garantizar su honorabilidad dentro de la ética guerrillera. En
una reconvención dirigida « a los queridos compañeros de Peña May or» ,
Ladreda les aconsejó que en sus informes dijeran « cogemos lo que nos hace
falta» en vez de « salimos a robar para cubrir nuestras necesidades» , o « salimos
al paso de un coche» en lugar de decir « dimos un atraco a un coche» . Aunque
parecieran eufemismos pueriles, el dirigente asturiano les recordó que « el
sobrenombre de ladrones, asaltadores y forajidos» y a se lo había puesto el
enemigo, por lo que consideraba « una falta de visión que nosotros corroboremos
lo que ellos mismos nos obligan a hacer» . Con perspicacia les hizo ver que si su
nota fuera interceptada, « les faltará tiempo para darla a conocer al mundo
entero a través de su propaganda para demostrar que lo que hay en España no
son guerrilleros, sino vulgares salteadores de caminos[97] » . Esta orientación fue
ratificada, un año después, por el Comité Regional, autor de una circular en la
que se recomendaba el desenmascaramiento « de las cínicas calificaciones con
que las autoridades falangistas pretenden presentamos como bandoleros» ,
demostrando con sus actos que eran « luchadores intrépidos, los mejores hijos del
pueblo que mantienen en alto las banderas de la República y de la Libertad[98] » .
De ahí que, como hemos subray ado, se castigaran con contundencia las
prácticas bandoleriles, incluso con más ahínco que el demostrado por el propio
35.º Régimen, el cual utilizaba indiscriminadamente las tropelías perpetradas, con
independencia del autor, para desacreditar a los guerrilleros. Como pretendía
« empujar a los huidos al robo, al crimen y a la violencia para indisponemos con
el pueblo amigo y generoso» , dirigentes conscientes como el asturiano
Marcelino Fernández execraron la conducta de « los degenerados, los asesinos y
los bandoleros […], los cuales serán llamados a responder por sus fechorías» y,
además, emplazaron a los guerrilleros para que no consintieran « actos
vandálicos» . En Asturias no se realizaron « ajusticiamientos» para erradicar
actitudes de este tipo, pero constan inequívocas amenazas contra sus autores.
Manolo (a) Caxigal, por ejemplo, se ofreció personalmente para desembarazarse
de Lisardo García, calificado de « auténtico bandolero» , sin que se « crearan
problemas[99] » .
No obstante, en el monte terminó imponiéndose el pragmático principio
brechtiano del « primero la comida, luego la moral» y, como sus días estaban
contados, tendían a practicar el carpe diem. Cuando el asturiano Ceferino Díaz
Torres tuvo que dar cuenta de sus vivencias cotidianas reconoció que vivían bien,
subray ando « que y a sería el colmo si además de estar en el monte no podían por
lo menos comer y beber a placer [100] » . Durante años canalizaron una parte de
sus ingresos hacia la actividad política, pero, al deteriorarse las relaciones, se
mostraron más renuentes a alimentar las arcas del partido. Tras obtener un
rescate por un « americano» , por ejemplo, algunos guerrilleros asturianos se
resistieron a reservar la cuota alegando que « cualquier día iban a morir y que
querían disfrutarlo[101] » . Precisamente por discrepancias en la distribución de
los recursos obtenidos tras un golpe económico a mediados de los cuarenta, se
iniciaron las desavenencias entre los guerrilleros leales al PCE y Lisardo
García [102] . Otros, aunque fuera en origen político el motivo de su proscripción,
se quedaron desde un principio con todo el botín, y a que transformaron su
rebeldía ideológica en un modus vivendi. Una vez exiliado en Francia, por
ejemplo, se dijo de José González (a), Pastrana, que había tomado la guerrilla
como « una profesión en la que ganarse la vida [103] » .
Con adusta severidad se les reprochó en todo momento « que vivieran en el
libertinaje» , « que fueran aventureros» y que no persiguieran más objetivo
« que conservar la vida en las más gratas condiciones posibles[104] » . Más que
« la independencia o la pasividad» , dos reproches comunes, escocía que hicieran
gala de opulencia y que se mostraran prepotentes. La organización política
criticaba el desaliño indumentario y que no fueran aseados, al objeto de que no
se les asociara con « asaltacaminos» o trasmitieran la sensación de
« derrotismo» , pero tampoco admitía que se acicalaran con coqueta afectación,
y a que la ostentación y el dandismo irritaban especialmente en un contexto de
miseria y privación general. Fueron frecuentes los comentarios poco favorables
que se vertieron sobre los hermanos Castiello, a los que se criticó « por vivir
espléndidamente» , « vestir camisas de seda» y « tener una idea novelesca del
trabajo clandestino» , pero las suspicacias en este sentido no se detuvieron ante
huidos de prestigio como Constantino Bóger, máximo dirigente de la Agrupación.
Cuando fue acribillado no gustó que fuera vestido con medida elegancia y que
portara 17 000 pesetas[105] . Como se puso de manifiesto tras la muerte del
asturiano Guillermo Morán, los propagandistas del Régimen difundían la
existencia de estos « capitalillos» para sostener que los huidos, especialmente los
jefes de partida, estaban en el monte « para forrarse [106] » .
En algunos casos concretos, se extremaba la acritud en el enjuiciamiento de
las conductas. Cada vez que discutían violentamente, se excedían con el alcohol o
se propasaban con un enlace, se incrementaba su descrédito y, en opinión del
PCE, fomentaban « la desmoralización» . El consumo inmoderado de vino estaba
específicamente castigado y fue objeto de desabridos denuestos, y a que bajo los
efectos de las emanaciones etílicas se cometían deslices de funestas
consecuencias. El artículo 21 de los estatutos de la Federación de Guerrillas
Populares, utilizados en Asturias como modelo, prohibía la embriaguez « por
entrañar graves males y graves consecuencias para los compañeros, además de
ser un baldón para hombres que tienen por lema la salud y la cultura [107] » . Por
ello, el proceder de los citados Castiello o de Lisardo García mereció severos
reproches, puntualizándose que este último estaba conceptuado como « un
atracador de la peor especie [108] » . La afición a la bebida fue execrada incluso
en guerrilleros procedentes de Francia, como Antonio el Andaluz, hacia los que se
solía tener may or consideración[109] . De otro guerrillero asturiano, Aladino
Suárez, se dijo que había sacrificado inútilmente la vida de dos camaradas, que
era muy alocado y que carecía de la sensatez que debía tener un comunista. A
Víctor, en fin, se le reprochó que hubiera abofeteado a un enlace por golpear a su
hermana, la cual prefería « jugar con los guerrilleros antes que irse a la
cama [110] » .

5. EL IMPOSIBLE «DESIDERÁTUM» DE LA CASTIDAD

Inútil, aunque prudente, fue la exigencia de abstinencia sexual formulada por


el PCE en estatutos, ordenanzas e instrucciones, toda vez que se trataba de una
renuncia inaceptable para una militancia joven cuy os días estaban contados.
Desde la dirección exiliada se encarecía que no cohabitaran con mujeres en la
sierra, dado que ello podría suscitar envidias y recelos entre los componentes de
las partidas. Caracterizadas en todo caso como concubinas, barraganas,
mancebas y putas, esta presencia femenina fue, además, impúdicamente
utilizada por el Régimen para desacreditar al movimiento guerrillero. En un
informe redactado por miembros del Comité Regional detenido en 1946, los
guerrilleros asturianos fueron calificados de « aventureros sin preparación que
habían caído en la vida fácil de las mujeres, la ociosidad y la pasividad» . Sin
embargo, sólo nos consta la permanencia esporádica en el monte de Clementina
Llaneza Rozada, una hermana de los Gitanos, a la cual no le quedó otra opción
que la huida del domicilio paterno ante el obstinado acoso policial al que fue
sometida [111] . Se proscribió también vanamente la visita de prostíbulos o
frecuentar de forma regular a mujeres que despertaran el apetito sexual, incluso
aunque fuera la propia esposa, toda vez que la inevitable repetición de este tipo de
conductas, además de foco de enfermedades comprometedoras, ofrecía un
blanco fácil al enemigo. Los encuentros de Aladino Suárez con su compañera,
fruto de los cuales tuvo descendencia, eran conocidos. Tras una visita fugaz a la
suy a para celebrar la Nochevieja de 1950, fue acribillado Ignacio Alonso
Fernández (a) Raxau, cuy o cadáver se exhibió como un trofeo de caza [112] .
A pesar de la juventud y las privaciones, las colaboradoras de la guerrilla no
fueron objeto de abusos sexuales. Un enlace de Asturias destacó « el respeto
imponente» con el que fueron tratadas durante una celebración clandestina del
1.º de may o en Peña May or [113] . Esta actitud, con todo, no estuvo exenta de
excepciones. Un colaborador en Asturias, Amador Fresno, tuvo que encararse
con Bernabé por haber intentado abusar de su hija cuando le subió la comida. De
los Castiello, también de la zona de Villaviciosa, se comentó con desagrado que
habían desnudado a unas chicas. En tono muy despectivo y de forma genérica,
un enlace de Mieres comentó « que se mataban entre ellos por líos de faldas» .
Como ofrecían un rastro inequívoco al aparato policial, merecían la reprobación
del PCE, causaban desazón entre los enlaces y suscitaban enfrentamientos
internos, de los desahogos sexuales nunca se hacían comentarios[114] . En
Asturias solo ha trascendido la relación sentimental de Manuel Fernández
Fernández (a), el Peque, con una enlace de Mazas de Cuerres.

6. CONCLUSIÓN

Durante el franquismo, la principal baza política esgrimida por el PCE fue su


capacidad de movilización. En la primera década, ésta se basó en la actividad
guerrillera, percibida por el Régimen como el principal escollo interno para su
consolidación. Por eso, en emisiones radiofónicas, comunicados y publicaciones
fueron ensalzadas sus acciones, atribuidas a la indómita vanguardia de un pueblo
heroico que no se doblegaba. Sin embargo, y no sólo en la fase de desbandada,
nunca gozaron del reconocimiento de la organización política. Aunque se
incluy era en el patrimonio del Partido Comunista su capacidad de intimidación,
habían asumido tan débilmente la disciplina orgánica, se desenvolvían en
espacios tan inhóspitos y estaban tan aislados que no se podía ejercer sobre ellos
un control eficaz. Los vínculos siempre fueron precarios e inseguros, hasta el
punto que algunos enlaces confesaron que les imponía contactar con ellos[115] .
En el monte, además, cuajaron códigos y valores propios de resistencia, no
siempre concordantes con los del partido. Para los huidos, como es lógico, la
prioridad era la supervivencia y, como esta dependía del gatillo de una pistola,
sólo se plegaban a las directrices del PCE cuando garantizaban su integridad.
TERCERA PARTE

FUENTES DOCUMENTALES Y TESTIMONIALES


CAPÍTULO 11

FUENTES DOCUMENTALES Y ORALES EN EL ESTUDIO


DE LA GUERRILLA.

JULIÁN CHAVES PALACIOS[0]

1. INTRODUCCIÓN

Sin ánimo de adentrarme en definiciones sesudas sobre el concepto de


memoria, o del mismo olvido, sobre los que han reflexionado reputados
ensay istas e investigadores[1] , y a buen seguro que mi modesta aportación
distorsionaría sus elaborados conceptos y definiciones, sí desearía incidir en lo
recurrente que resulta el empleo de ambos términos en cuanto al análisis y
comprensión de los procesos históricos contemporáneos, especialmente en los
referidos a la España del siglo pasado. Y es que la vida de una sociedad depende
muchos de esas dos dimensiones, aparentemente contrapuestas, pero en realidad
complementarias. Unidas van acumulando un conjunto de conocimientos
fundamentales para edificar la historia de los pueblos, y ambas se construy en
socialmente y, además, suelen ser objeto de deseo político, pues como es sabido
al poder siempre le ha interesado controlar, gestionar y administrar los recuerdos
de las gentes. Como indica C. Forcadell:

El poder político siempre ha practicado una compleja política de la


memoria que combina contradictoriamente invención y olvido del pasado,
en diversas dosis y de diferentes maneras, según las cambiantes
necesidades de cada momento y situación[2] .
Esa utilización deliberada de ambos conceptos, por situarlo en un contexto
español, se aprecia con claridad en la instrumentalización de la historia y la
memoria que el franquismo realizó del movimiento de oposición armada de los
años cuarenta protagonizado por el maquis. Un proceso histórico de indudable
interés para el conocimiento de las primeras acciones de respuesta a la dictadura,
que sin embargo ha estado acompañado hasta inicios de la democracia por el
más secular olvido, fundamentalmente por el deseo expreso de las autoridades de
restar importancia a la guerrilla en los cuarenta, con argumentos tan poco
convincentes como: « España quedó pacificada tras la guerra civil, no
registrándose resistencia armada posteriormente» .
Y en los casos en que se daba cuenta de su presencia en las estribaciones
montañosas peninsulares, casi siempre se relacionaba convivencias ligadas al
mundo del bandolerismo y la aventura, que daban lugar a obras más
relacionadas con el género literario que con la historia. Ejemplo bastante
ilustrativo sobre este tipo de literatura es el conocido libro de Ruiz Ay úcar: La
sierra en llamas (Barcelona, 1953), que en su contracubierta acompaña un texto a
modo de presentación que creemos define adecuadamente su contenido:

Libro impresionante que aborda un tema originalísimo y hasta ahora


inédito en nuestra literatura. Transcurridos varios años desde el victorioso
final de nuestra Guerra de Liberación, determinados parajes de nuestras
abruptas sierras sirvieron de escenario a las actividades de unos hombres a
quienes cierta prensa internacional denominaba guerrilleros de la
República, pero que en realidad merecían otro calificativo […].

Interpretaciones, como puede apreciarse, deliberadamente sesgadas, en las


que primaba el silencio y el olvido antes que cualquier otra consideración
historiográfica. El paso del tiempo, sin embargo, fue introduciendo alteraciones.
Primero con la aparición de estudios realizados por autores vinculados al
Régimen, que pese a ofrecer en sus trabajos una visión de los hechos favorable a
lo « vencedores[3] » , reconocían de forma implícita la existencia de actividad
guerrillera durante la posguerra. Sin embargo, hubo que esperar a los últimos
años de la dictadura e inicios de la Transición para que comenzaran a fluir
trabajos que ofrecían nuevas interpretaciones sobre este proceso, más ajustadas
a lo que fue el movimiento maquis y sus repercusiones políticas[4] .
Con la consolidación democrática en España, los estudios sobre la guerrilla de
los años cuarenta han registrado, especialmente en los primeros años del siglo
actual, una auténtica eclosión tanto en análisis globales[5] , regionales[6] ,
memorias[7] y biografías[8] . Publicaciones que confirman la importancia de
ensamblar adecuadamente recuerdos e historia, memoria y verdad, siendo el
marco adecuado para su desarrollo la existencia de un poder democráticamente
legitimado, con una historia democratizada en la que tengan cabida todas las
memorias, entre éstas las que fueron silenciadas al olvido por los vencedores de
la guerra civil. Y en ese sentido es preciso aseverar la necesidad de recuperar la
memoria histórica pues estamos convencidos que gracias a su ejercicio se
fortalece la democracia y se evitan silencios deliberados y excluy entes[9] .

2. INVESTIGACIÓN: FUENTES PARA EL ESTUDIO DE LA GUERRILLA

Tras la muerte de Franco y la paulatina consolidación de un régimen


democrático se ha podido investigar de forma más precisa tanto la guerra civil de
1936-1939 como el franquismo[10] . Resultó determinante en ese importante
avance el acceso por parte de los historiadores a archivos que durante la
dictadura habían tenido cerrada sus puertas a la investigación. Y pese a que ese
proceso necesitó tiempo y la necesaria adaptación a la normativa legal en
materia de archivos, lo cierto es que se permitió acceder a fondos documentales
hasta entonces vedados como los procedentes de los Ministerios de Justicia y del
Ejército, Gobiernos Civiles y Militares, Centros Penitenciarios, entre otros.
Ese acceso, no obstante, se ha efectuado tras contingencias tan serias como el
expolio que deliberadamente ha sufrido parte de la documentación más
comprometida de ese periodo. Sobre esto último cabe reseñar cómo en el año
1976, por instrucciones expresas del entonces Ministerio de Gobernación, cuy o
titular era Rodolfo Martín Villa, se ordenó centralizar en la capital de España la
documentación existente en los cuarteles de la Guardia Civil sobre el conflicto
armado de 1936-1939 y el franquismo.

Miles de documentos llegaron a las manos de una [comisión histórica]


que como principal objetivo debía construir la versión de la Guardia Civil
que podría soportar la democracia. Montañas de documentos fueron
destruidos entre los años 1976-1978 entre los que se encontraban
numerosas informaciones acerca de personas desaparecidas durante la
guerra y posguerra[11] .

Pero independientemente de esos despropósitos, que tan nefastas


repercusiones tuvieron en la investigación, lo cierto es que los archivos se fueron
abriendo a los historiadores y en ellos se podía trabajar una información
novedosa, variada y de distinta procedencia. Y aunque no todos los archivos
abrieron sus puertas, al menos durante un tiempo[12] , lo cierto es que a medida
que avanzaba el proceso democrático en nuestro país, el acceso a los mismos por
los historiadores se fue generalizando y fruto de ello han sido los avances
bibliográficos a que hacíamos alusión con anterioridad.
A continuación, de acuerdo con la procedencia de la documentación en ellos
depositada, haremos referencia a esos archivos, partiendo en este sentido de
aquéllos cuy o contenido obedece a una información de tipo local y regional, para
después pasar a las de marcado carácter nacional.

3. ARCHIVOS PROVINCIALES Y REGIONALES

En los archivos municipales y los históricos provinciales y regionales se


encuentra depositada una información prolija y diversa, que en su referencia al
primer franquismo podemos sintetizar en los siguientes repertorios:

3.1. ARCHIVOS LOCALES.

LIBROS DE SESIONES DE LAS CORPORACIONES MUNICIPALES

Contienen una información variada, y a que se recogían en ella los distintos


acuerdos que adoptaba el equipo municipal, que en poblaciones próximas a
sierras con presencia de maquis, se hace referencias al problema existente con
éstos y su influencia sobre la población. También se deben utilizar para conocer
la vida cotidiana de esos municipios, con el tratamiento de temas tan
significativos como las dificultades de abastecimiento en las poblaciones, la
precariedad de la vida rural en los cuarenta, el estraperlo, las labores
asistenciales y de beneficencia, entre otros contenidos.

CORRESPONDENCIA MUNICIPAL Y LIBROS DE ENTRADA Y SALIDA

En la may oría de los archivos municipales la correspondencia se encuentra


archivada por años, y, dentro de éstos, mes a mes. La información que recogen
resulta interesante para conocer aspectos como informes facilitados por las
autoridades municipales sobre represaliados del franquismo; información a los
gobernadores civiles sobre el estado del orden público en el pueblo, etc. Esos
oficios eran registrados en los libros de entrada y salida de correspondencia en
los que se hacía constar, junto a los datos inherentes comunes a cualquier oficio
—fecha, persona u organismo de quien se recibe o dirige, etc.— un apartado en
donde se anotaba, de forma sucinta, su contenido.

LIBROS DE DEFUNCIONES DE LOS REGISTROS CIVILES

Estos repertorios documentales se relacionan directamente con el análisis de


las muertes relacionadas con la guerrilla. Unos se encuentran ubicados en los
Juzgados de Paz de cada municipio, y otros, los de las poblaciones cabeceras de
comarca, en los Juzgados de Instrucción correspondientes. En los Libros de
Defunciones se recogen diversos datos sobre el óbito, entre los que cabe destacar
los siguientes: nombre y apellidos, edad, estado, profesión, lugar de defunción y
causa. Una información, pues, completa y de indudable utilidad, que si bien en lo
concerniente a los muertos en la guerra civil presenta importantes deficiencias
« y no se pueden convertir en materia de fe [13] » , en lo concerniente al
movimiento de oposición armada al franquismo del decenio de los cuarenta, se
inscribieron la may oría de los guerrilleros que fallecieron a causa de las
actuaciones de la guardia civil.
Cuestión diferente es su identificación, pues la causa de muerte que figura en
la correspondiente Acta no siempre refleja las verdaderas razones de esa
muerte. En determinados registros se anotaba la causa inmediata de muerte:
hemorragia, asfixia, traumatismo; en lugar de las mediatas: disparo arma de
fuego. En esos casos, si el motivo de muerte se toma de forma literal y no se
completa con otros datos que aparecen en el Acta, como el lugar de
fallecimiento, inscripción efectuada por orden judicial u otros aspectos
complementarios, especialmente la ay uda de los testimonios orales, difícilmente
se puede aclarar la verdadera causa de muerte.

3.2. ARCHIVOS PROVINCIALES.

EXPEDIENTES PROCESALES: PRISIONES

Cada expediente procesal corresponde a uno de los reclusos encarcelados en


un centro penitenciario. Los datos que se recogen en estos expedientes se dividen
en dos contenidos: carcelarios, donde se informaba sobre la estancia del recluso
en la cárcel, y judiciales, en caso de que al recluso se le siguiese algún proceso.
En los referentes a guerrilleros y colaboradores que resultaron detenidos, la
may oría ingresó, en un primer momento, en la prisión provincial y, poco
después, eran trasladados a un centro de reclusión de ámbito nacional,
generalmente ubicados en la cabecera de cada Región Militar, para ser juzgados
en consejos de guerra y cumplir la sentencia correspondiente.
Sin embargo, si ése era el proceso general con la may oría de los detenidos en
provincias afectadas por la guerrilla, también hubo sus excepciones, es decir, que
los maquis y colaboradores fueron juzgados y sentenciados, previa celebración
del correspondiente consejo de guerra, en el territorio en que fueron detenidos.
Citamos como ejemplo de ello la operación que la Guardia Civil llevó a cabo en
la primavera de 1944, tras sostener un enfrentamiento armado con una partida en
las proximidades del municipio de Peraleda de San Román (Cáceres), y
entregarse voluntariamente uno de los miembros de ésta a la Benemérita. Éste
delató a varios colaboradores y además facilitó información sobre el lugar donde
podían encontrarse sus excompañeros.
Puesto en marcha el dispositivo de búsqueda fueron detenidos el 10 de abril,
en el término de Talavera la Vieja (Cáceres), el cabecilla de la partida, Gregorio
Álvarez Felipe, Stalin, y miembros que le acompañaban en ese momento. Con
posterioridad tanto los guerrilleros como los colaboradores que resultaron
detenidos fueron procesados bajo la acusación de haber cometido un delito de
« rebelión militar» .
Dos consejos de guerra se celebraron en la capital cacereña para juzgar estos
hechos, en los que se condenó a distintas penas de reclusión a todos los afectados.
A continuación exponemos la relación de personas que fueron juzgadas, así como
las penas impuestas a cada una de ellas[14] :
Sentencia del Consejo de Guerra celebrado en Cáceres el 1 de febrero de
1946, causa 125124/44, contra los guerrilleros:

Gregorio Álvarez Felipe, de Navatrasierra, condena de 30 años.


Teodoro Muñoz Ventura, de Valdelacasa de Tajo, condena de 30
años.
Mariano Fernández Aceituno, de Bohonal de Ibor, condena de 12
años.
Saturnina Serrano González, de Bohonal de Ibor, condena de 20 años.
Concepción Pinel Redondo, de Bohonal de Ibor, condena de 20 años.
Lorenzo López Diez, de Castañar de Ibor, condena de 2 años.

Sentencia del Consejo de Guerra celebrado en Cáceres el 26 de enero de


1945, causa 126317/43, contra los enlaces:
Concepción Pérez Soriano, de Bohonal de Ibor, condena de 18 años.
Felipe Álvarez Sánchez, de Navatrasierra, condena de 18 años.
Máximo Chico Álvarez, de Valdelacasa de Tajo, condena de 3 años.
Librado Álvarez Fernández, de Carrascalejo, condena de 13 años.
Orencio Cid Gómez, de Carrascalejo, condena de 13 años.
Magdalena Gómez Cerrato, de Carrascalejo, condena de 13 años.
Eustaquio Álvarez Barbado, de Navatrasierra, condena de 13 años.
María Sebastián Jiménez, de Villar del Pedroso, condena de 13 años.
Isaac Díaz Gómez, de Navatrasierra, condena de 13 años.
Lino Dávila Álvarez, de Carrascalejo, condena de 6 años.

Como puede apreciarse, en los expedientes procesales encontramos una


información precisa sobre la peripecia vital de los detenidos, que en el caso que
nos ocupa, tras ser sentenciados, fueron enviados a cumplir la condena a
prisiones tan diversas como las ubicadas en Madrid (sin especificar cuál de ellas),
Ventas (cárcel de mujeres en la capital de España), Ocaña (Toledo), Segovia,
entre otras.

ARCHIVO DEL GOBIERNO CIVIL

Al depender de esta institución todo lo relacionado con el orden público


provincial, en sus archivos se encuentran depositados buena parte de los acervos
documentales relacionados con la guerrilla. Tanto la Policía como la Guardia
Civil remitían al Gobernador Civil las incidencias que se iban registrando en su
lucha contra el maquis, los ay untamientos también remitían sus problemas con
este asunto, en definitiva, los acervos gubernamentales que contienen son
indispensables para conocer el alcance de la información « oficial» en esta
materia. Información que cabe seccionar en varios segmentos.
Uno de ellos guarda relación con las operaciones desplegadas por la guardia
civil, su actitud ante la guerrilla y las detenciones de enlaces y guerrilleros. En
este apartado se recogen con extensión detalles tan significativos como el
desarrollo de las operaciones, lugar, campamentos o habitáculos encontrados, así
como enfrentamientos y muertes registradas. En otro se recogen los sucesos
ocurridos a consecuencia de las acciones guerrilleras como secuestros, robos,
acciones en los cortijos y pueblos. También existe información sobre las
incautaciones de propaganda efectuadas, instrucciones que recibían los
guerrilleros de sus órganos superiores y las hojas clandestinas incautadas en las
distintas operaciones desplegadas por la fuerza pública. En suma, datos de primer
orden sobre las acciones de las fuerzas del orden contra el maquis, aunque
insistimos: impregnada de una fuerte carga de parcialidad que se debe depurar
adecuadamente con otras fuentes auxiliares como la historia oral.
Seguidamente exponemos dos ejemplos que ilustran debidamente el interés
de esta fuente documental.

INQUIETUD OFICIAL POR LAS ACTUACIONES GUERRILLERAS

A continuación exponemos algunos de los fragmentos más significativos de


uno de los documentos relacionados con el orden público que generaron los
Gobiernos civiles durante la década de los cuarenta. El texto tiene fecha de 3 de
agosto de 1943 y forma parte de un informe remitido desde el Gobierno Civil de
Cáceres al capitán general de la Primera Región Militar sobre la actividad de los
huidos en Cáceres durante el mes julio de ese mismo año.

El problema de los huidos reviste una importancia digna de gran


atención, habiendo aumentado extraordinariamente su gravedad como lo
prueban los atracos y asesinatos cometidos en el pasado mes de julio. Todos
estos hechos quedan siempre en la mayor impunidad y las partidas rojas de
huidos tienen contactos con marxistas de aldeas y caseríos que los
protegen, todo lo cual siembra la inquietud entre el personal adicto al
Régimen y alienta la rebeldía de los enemigos de él […].
Las fuerzas de la Guardia Civil, aún desplegando todo celo y actividad,
no son suficientes para terminar con este problema por la gran extensión
territorial de esta provincia y limítrofes. La retaguardia está desguarnecida
por haber sido destacadas las fuerzas a sierras de las provincias limítrofes,
siendo necesario un aumento de estas fuerzas o su incremento con las del
Ejército para poder garantizar el orden y hacer renacer la tranquilidad en
el campo, que los obreros se disponen a abandonar dejando sin recoger las
cosechas ante el temor de las incursiones de los huidos. Todo esto refleja el
estado de opinión y la gravedad del problema que es digno de prestarle la
mayor atención y máxima rapidez en su resolución[…][15]

Como puede apreciarse nos encontramos ante un informe en que se alerta del
efecto que la actividad de los huidos estaba teniendo sobre el campo extremeño y
la necesidad de combatirlo con un número de efectivos superior al que hasta
entonces tenían disponible, siendo para ello necesario el concurso del ejército,
como así sucedió. Un documento, pues, de indudable interés, uno más entre los
muchos de este tipo depositados en los Gobiernos civiles.
En otros casos esa información guarda relación con las circulares y oficios
que se recibían del Ministerio de Gobernación. A continuación exponemos uno de
esos textos, en este caso un escrito fechado el primer día de junio de 1945 y
remitido por el titular de ese ministerio, Blas Pérez, al gobernador civil de
Cáceres, expresándole su preocupación por las operaciones desplegadas por los
guerrilleros:

Me permito significarle que ante la reiteración de hechos perpetrados


por los rojos huidos en esa provincia de Cáceres excite el reconocido celo
de las fuerzas encargadas de su persecución para lograr por todos los
medios la captura de los autores de estos hechos, que llevan la
intranquilidad a las zonas afectadas de la provincia y determinan también
una propaganda perniciosa en el extranjero[16] .

Se muestra a través de textos como el anterior, que el alcance de la guerrilla


de los cuarenta preocupaba a las autoridades franquistas. No se trataba, pues, de
un problema aislado e inconexo, producto de la labor de bandoleros, como la
propaganda adicta al Régimen trataba de proy ectar ante la opinión pública, sino
que se enfrentaban a un movimiento opositor que les preocupaba y al que
trataban de hacer frente con todos los medios disponibles.

DESENCUENTROS ENTRE LA POLICÍA ARMADA Y LA GUARDIA CIVIL

Del mismo modo los Gobiernos Civiles depositaban en sus archivos informes
relacionados con las fuerzas del orden encargadas de combatir la guerrilla nada
desdeñables. Por su interés e infrecuente uso, a continuación pasamos a analizar
uno de ellos, del que se deduce que los dos cuerpos armados encargados de velar
por el orden público durante la etapa franquista: la Policía y Guardia Civil,
mantuvieron unas relaciones tensas al menos en la lucha contra el maquis. El
primero de ellos desarrolló su trabajo en los núcleos de población urbanos,
principalmente en las capitales de provincia. La Benemérita, en cambio, tuvo
como marco geográfico de actuación las zonas rurales.
Para combatir el movimiento guerrillero, los responsables de las fuerzas de
seguridad se vieron obligados a llevar a cabo un importante despliegue de sus
componentes por todo el país con el fin de atender las múltiples necesidades que
se iban presentando a medida que avanzaba 1945. Entre esas fuerzas tuvo
especial protagonismo la Guardia Civil. Así, aunque también intervinieron
unidades del Ejército y la Falange, fue sobre todo ese cuerpo armado el
encargado de hacer frente a la actividad guerrillera de los años cuarenta [17] .
Actividad que llevaron a cabo, aunque no siempre con todos los medios deseados,
especialmente en número de efectivos, siempre escasos para desarrollar su
labor, teniendo que recurrir a personal civil de « orden» para completar esas
funciones[18] .
En ese contexto debe encuadrarse el informe que analizaremos a
continuación, que muestra cómo la labor de la Guardia Civil en su lucha con los
« hombres de la sierra» se ponía en entredicho. El documento, de contenido
secreto y confeccionado en la primavera de 1945, hacía mención a las
actuaciones de la Benemérita en una provincia extremeña, Cáceres, y fue
realizado, de ahí su importancia, por miembros del Cuerpo General de
Policía [19] , por encargo expreso del gobernador civil de la provincia cacereña,
en calidad de máximo responsable del orden público provincial.
Este tipo de documentos, según se desprende de los fondos consultados, han
sido poco habituales entre la información generada por estos organismos.
Y cuando se confeccionaron, como en este caso, solían tener un carácter
extraordinario, no sólo por sus autores —policías—, sino también por la urgencia
de conocer el estado de la cuestión de un asunto de orden público que inquietaba
a las autoridades. Se justifican, por tanto, por la necesidad de obtener
información precisa sobre asuntos fundamentales para mantener el orden
público.
En sus antecedentes, dicho informe partía del final de la guerra civil, con una
sucinta introducción sobre los orígenes de los « huidos» , su posterior organización
y « hechos delictivos cometidos» . Pero lo más relevante, sin duda, guardaba
relación con las fuerzas encargadas de combatirlos, con un apartado bastante
explícito: « actuación de la Guardia Civil encargada de su persecución» . En él,
los autores del informe vierten informaciones sobre este cuerpo armado de
indudable interés.
Así, tras exponer que la existencia de los huidos se remontaba a la
terminación de la contienda y llevaban cinco años de « fechorías» por la sierra,
« este problema se ha acentuado grave y alarmantemente en la provincia de
Cáceres durante los años 1944 y 1945» . Y como causa de ese incremento de sus
acciones se apuntaba directamente a la Guardia Civil « encargada de la
persecución de estos malhechores» , y que el número de éstos aumentó, como
también el número de delitos « pese a la enorme cantidad de fuerzas destinadas a
combatirlos, los abundantes medios que han contado y las amplias atribuciones
concedidas» .
La Benemérita, por tanto, pese a los medios humanos y materiales
disponibles para combatirlo, no había sido capaz de atajar este movimiento
guerrillero, que lejos de ser reducido había aumentado significativamente en esta
provincia extremeña. Los policías autores del documento eran directos al
reconocer esa incompetencia de los guardias civiles, ante una cuestión que se
había convertido en un « problema de tipo permanente y complejo que
fácilmente debió resolverse a poco de iniciado» .
Evidentemente, de acuerdo con sus argumentaciones, parece aclaratorio que
siendo la Guardia Civil la competente en ese cometido, tan consustancial a sus
propias características como cuerpo armado de marcado ámbito rural, en
absoluto cabe admitir que tuvieron eficacia en su función, no sólo por la ausencia
de una táctica adecuada, sino también por otro tipo de razones que ponían,
incluso, en cuestión su misma profesionalidad.
Así, ajuicio de los autores del documento, se había prescindido de la
colaboración ciudadana « preciosa y decisiva» , señalando más adelante que no
había sido por no ofrecer su generosa colaboración los vecinos afectados « pero
la desconfianza en unas ocasiones y el mal trato recibido en otras, hicieron que
temieran tanto a la Guardia Civil como a los propios huidos, según frase
vulgarizada de tan extendida» . Incluso su prolongada presencia en pueblos y
caseríos ocasionaba alteraciones, al tener que facilitarles « medios para vivir» ,
una obligación que alteraba a propietarios y personas con solvencia para ello,
máxime ante la deliberada irresponsabilidad en que al parecer incurrían
determinados guardias.

Algunos miembros poco aprensivos adquirían artículos no sólo para


ellos sino también para familiares aprecios de tasa, cuando no requisados,
distinguiéndose en esas costumbres los grupos móviles, a los que se
conocía por la «Harca», que cuando el servicio se lo permitía se
entregaban a excesos en beber, comer y divertirse, llegando no pocas
veces al abuso.

Ese comportamiento era comparable al de los guerrilleros en sus actividades


contra cortijos y caseríos extremeños, extendiéndose entre la población frases
como « los tememos tanto a los unos como a los otros» . Expresiones que por sí
mismas muestran la dureza del informe contra los componentes de este cuerpo
armado, garante del centralismo y el orden público en la España
contemporánea [20] , cuy a censurable labor en su lucha contra los línea cabe
situar su y a citado rechazo a la colaboración de la población, con carencias
tácticas tan llamativas como no mezclarse con grupos de trabajadores, vestidos
de paisanos y convenientemente armados, en los lugares donde los huidos podían
hacer acto de presencia, con el argumento de que « les está prohibido actuar sin
uniforme» . Esa actitud no concordaba con las prácticas utilizadas en otras partes
del país, donde la Guardia Civil y a las empleaba y resultaban bastante eficaces,
siendo conocidas por las contrapartidas. Meses después, tal vez como
consecuencia de este informe o por cambios introducidos en los mandos
provinciales que hasta entonces dirigían este cuerpo, lo cierto es que los guardias
civiles comenzaron a emplearlas en la provincia de Cáceres y con bastante
éxito[21] .
Otro de los asuntos objeto de crítica guardaba relación con la « pasividad en
las actuaciones de las fuerzas encargadas de la persecución» . Se basaban para
ello en argumentos como la « falta de noticias sobre encuentros entre perseguidos
y perseguidores, de bajas por una u otra parte dignas de consideración» . De esa
situación deducían que entre unos y otros se dispensaban una especie de mutua
protección que se traducía en advertencias de los huidos a la Guardia Civil como
las siguientes: « si pasó usted a mi lado y pude matarle, sin hacerlo» , o « si le
faltaba a usted el botón del bolsillo derecho…» .
Acusaciones directas y contundentes, pues se admitía implícitamente que
existía connivencia entre guardias civiles y maquis, con toda la gravedad
inherente a una declaración de esas características. Y, evidentemente, algo debía
haber en ese sentido, al menos si nos atenemos a la y a aludida ineficacia de estas
fuerzas del orden en la lucha armada contra el maquis y, en cambio, el
protagonismo que los guerrilleros habían adquirido en las sierras extremeñas.
Una evolución desigual, al menos hasta la primavera de 1945, que refrendaba
ese tipo de argumentos tan perjudiciales para la Benemérita.
En cuanto a por qué se había llegado a esa situación, el informe se apoy aba
en la población de la zona afectada por la guerrilla, que justificaba esa pasividad
y fracaso en sus operaciones por parte de la Benemérita, en razones de índole
económico « no les interesa a las fuerzas operantes dejar de percibir dietas y
emolumentos extraordinarios» . Otra argumentación hacía hincapié en la falta de
mandos que vigilasen la disciplina y espíritu de los destacamentos: « pues los
existentes se limitan a aparecer en el lugar del suceso mucho después de lo
ocurrido, levantan atestado y practican unas breves pesquisas sin resultado
apreciable ni práctico la may or parte de las veces» .
En ese mismo sentido se censuraba que los guardias llevasen en los pueblos
una vida de guarnición, frecuentando cafés, tabernas, bailes y paseos « como si
nada más importante tuvieran que hacer» . Explicaciones que redundaban en la
falta de profesionalidad de este cuerpo armado en la provincia cacereña, que
lejos de ofrecer la confianza que necesitaba la sociedad afectada por la lucha
armada, con su negligente comportamiento acentuaba aún más el precario
estado de ésta.
Incluso, a la hora de explicar su deliberada apatía, los autores del documento
hacían referencia al contexto internacional, con la terminación de la Segunda
Guerra Mundial y « el morbo político ante la posibilidad de que ello influy a en
nuestra Patria, y el temor a sufrir represalias, lo que engendra muchas tibiezas y
no pocos incumplimientos» . Argumento que si y a apuntábamos con anterioridad
sirvió de estímulo a los guerrilleros en sus actividades contra el Régimen, del
mismo modo repercutía en los guardias civiles, que se mostraban pusilánimes en
sus acciones ante la incertidumbre sobre el futuro del país tras la derrota de las
tropas del Eje.
Sin embargo, ese razonamiento no cabe generalizarlo pues en otras zonas de
España ese comportamiento de los guardias no era igual. El mismo texto de la
Policía Armada así lo reconocía cuando hacía referencia a vecinos de pueblos
cacereños limítrofes a la provincia de Toledo, que conocían la forma de actuar
de los números destinados en la Comandancia de esa provincia « y comparando
la actividad, sacrificio y entusiasmo de aquéllas con la manera que lo hacen los
de Cáceres. Sacan consecuencias lastimosas» . Por tanto, las vicisitudes existentes
en las fuerzas de esta provincia extremeña no tenían por qué coincidir con otras,
tratándose, o al menos eso se desprende de este documento, de un problema que
se circunscribía específicamente al ámbito geográfico analizado. Cuestión
distinta, y por ello objeto de otro tipo de investigaciones, sería conocer si esos
estereotipos en la conducta de la Benemérita se reproducen, en parte o en su
totalidad, en otras partes de España que conocieron la lucha armada de los años
cuarenta.
En este caso, como fuente de esos problemas los autores del documento
culpabilizaban a las autoridades de la Guardia Civil en Cáceres[22] , cuy os planes
y procedimientos no gozaban ni tan siquiera de la conformidad de un buen
número de oficiales, clases y tropas de la Comandancia « aunque éstos se libran
muy mucho de manifestarlo por temor a caer en desgracia con el Mando» .
No deseaban, por tanto, caer en insubordinación, aunque no estaban
conformes con los métodos empleados por sus superiores que, a tenor de sus
resultados; eran marcadamente ineficaces. Métodos que la misma población
entendía que no debían limitarse sólo al mando provincial, sino que las decisiones
tenían como procedencia « las altas jerarquías del Estado español y del
Gobierno, lo que constituía un motivo de desprestigio para la política y régimen
actual» . En ello hacían verdadero énfasis los autores del documento, por las
repercusiones que la conducta del « Mando en el Sector de Huidos» en Cáceres
pudiese tener en un ámbito nacional.
Nos encontramos, pues, con un informe crítico contra la política llevada hasta
entonces por la Comandancia de la Guardia Civil de la provincia cacereña para
combatir la guerrilla [23] , en el que cabe destacar el cuerpo encargado de su
elaboración, Policía Armada, y la contundencia empleada en sus argumentos
sobre el comportamiento de la Benemérita en esa lucha armada. Doble vertiente
del documento, procedencia y protagonistas, que tiene un indudable interés
histórico, no sólo por lo que supone contar con un informe poco común entre los
acervos documentales del franquismo, sino también por el significado de los
juicios de valor vertidos en el mismo.
Su contenido, al menos en el apartado analizado, muestra que la relación
entre estas dos fuerzas del orden publico —una con función urbana y la otra rural
— no se caracterizaba, precisamente, por su fluidez y entendimiento. La
desconfianza debía ser la norma, una desconfianza a la que no eran ajenos los
máximos responsables del Ministerio de Gobernación, desde el gobernador civil
de Cáceres al titular entonces de esa cartera —Blas Pérez—, al encargar a la
policía este tipo de trabajo sobre la labor de la Benemérita en una provincia
determinada del país.
No tenemos constancia, al menos eso se desprende de la bibliografía y
documentación consultada para la realización de este trabajo, de que se
elaboraran informes similares en otras zonas del país, lo que nos impide discernir
si ese problema era exclusivo de esta provincia extremeña o también afectaba a
otras de España. Por ello, no se puede aplicar su contenido al resto del Estado,
aunque creemos que, si no en su totalidad, en algunos de sus aspectos esos
problemas también se daban durante esos años en otras regiones españolas
afectadas por la guerrilla.
Estamos, pues, ante un informe de significativa importancia, en el que puede
apreciarse la negativa opinión que la Policía Armada tenía sobre el
comportamiento de la Guardia Civil en tierras extremeñas, contra la que se
vierten acusaciones muy graves que en nuestra opinión cuestionaban seriamente
su profesionalidad. Un texto, por tanto, controvertido y singular, que pone en
evidencia las discrepancias existentes en plena etapa autárquica entre dos
cuerpos armados fundamentales para el mantenimiento del orden público
durante la dictadura franquista. En suma, documentos de estas características
permiten ofrecer nuevos y novedosos enfoques sobre unas fuerzas del orden
cuy o comportamiento, al menos en la década de los cuarenta, distaba bastante de
la imagen de cohesión y ausencia de conflictos internos que el régimen trataba
de proy ectar ante la opinión pública.

3.3. ARCHIVOS DE ÁMBITO NACIONAL.

Entre el abanico de centros archivísticos nacionales que conservan depósitos


documentales sobre el movimiento de oposición armada de los cuarenta cabe
destacar los siguientes:

SERVICIO HISTÓRICO DE LA DIRECCIÓN GENERAL DE LA GUARDIA


CIVIL (MADRID).

Se encuentran recogidas en este depósito documental las memorias relativas


a las Comandancias de la Guardia Civil. Es indispensable su consulta para
cualquier investigador que pretenda estudiar el alcance del movimiento
guerrillero de los cuarenta en España, pues en él están depositados los acervos
documentales generados por el cuerpo armado que luchó desde un principio
contra el maquis: la Benemérita.
Detalles de operaciones, ficheros de partidas, correspondencia, partes
mensuales de actividades, entre otros importantes documentos, permanecen
archivados en este Servicio Histórico, que si bien tiene una acceso regulado para
los investigadores, presenta como problema capital la información que te
facilitan sus responsables, que por lo general es bastante precaria y no se
corresponde con las peticiones efectuadas, salvo en aquellos casos en que te
facilitan lo solicitado gracias a la intermediación a favor del investigador de algún
oficial de la Benemérita. Confiemos en que esta servidumbre se resuelva pronto
y pueda consultarse adecuadamente este centro documental tan significativo.

ARCHIVO GENERAL DE LA ADMINISTRACIÓN (ALCALÁ DE


HENARES).

Es un archivo que constituy e un verdadero cajón de sastre de la


documentación generada por los distintos ministerios de la Administración
Pública. En secciones como Gobernación y Justicia se encuentran archivados
informes de la Guardia Civil sobre guerrilleros y republicanos. Del mismo modo
destacamos que, en plena posguerra, Falange elaboró informes mensuales
relativos a cada una de las provincias españolas, en el que sus respectivas
Delegaciones vertían datos referidos no sólo al funcionamiento de su
organización, sino también a otros aspectos económicos y sociales de interés.
Destacamos entre éstos los que hacen mención a la situación de la enseñanza, de
la sanidad, la beneficencia, el paro obrero y, especialmente, al orden público y
« ambiente político en general» .
Sobre este último contenido, a continuación exponemos un informe elaborado
por la Jefatura Provincial de Falange en Badajoz, correspondiente al mes de
enero de 1944, en el que entre otras cuestiones se dice lo siguiente:

«Ambiente en el partido y general político»: El ambiente en el partido


es francamente bueno, pues hoy se empiezan a recoger los frutos de
nuestra consigna y normas sobre la unión en nuestra organización […]. En
el terreno general político el ambiente que se respira viene marcado por la
guerra actual, a nuestro partido se han acogido los que sufrieron más las
vicisitudes del régimen anterior, los que desengañados por haber vivido
aquel período de falsedades vuelven a los cauces de la realidad, los que
desde el primer momento se dieron cuenta del peligro que para nuestra
Patria representaban las ideas disolventes de nuestro enemigos seculares
para debilitar y destrozar nuestra España a favor del internacionalismo.
Todos los que se han unido a esta organización forman un bloc que en todo
momento está llamado a responder como supo hacerlo ante el llamamiento
de nuestra cruzada de la División Azul. Pero enfrente aún quedan
resentidos que, unidos a los restos de la masonería, internacionalismo, etc.,
actúan solapadamente, pero en todo momento se lleva el control de ellos,
siendo necesario dedicar un poco más de atención a la propaganda que
hoy en día es muy grande en todos los órganos, notándose mucho el paso
de ésta por la frontera de muy distinta forma.
El orden público en la provincia es bueno, pero queda una pequeña
zona de montes abruptos en los límites con Cáceres, Toledo, Ciudad Real y
Córdoba donde se han refugiado núcleos de huidos que si pequeños en
número son los suficientes para llevar la intranquilidad a la zona. Por otro
lado, y dado que esa zona está castigada por la propaganda roja, hoy de
nuevo activa por el internacionalismo que reina en el mundo, que actúa
con facilidad desde la próxima frontera, y hace que las familias de los
condenados en prisión o campos de concentración, o simplemente de los
huidos que actúan en la sierra, las cuales no han sido desterradas a otras
regiones y siguen conviviendo con facilidad extrema dándoles informes y
amparándolos en todo momento, lo que hace difícil su localización ya de
por sí difícil por las condiciones del terreno.
Es del parecer que se adelantaría más por el procedimiento policial o
gubernativo de contrapartidas bien dotadas y contando con los elementos
indeseables que cooperan con los huidos, que por los procedimientos
actuales[24] .

Como puede apreciarse, se trata de una información interesante, que nos


pone al día de los entresijos del falangismo en la posguerra, de los « enemigos»
del Régimen y, sobre todo, de la inquietud que originaban las actividades de los
guerrilleros de la sierra, para los que se proponía combatirlos con métodos como
las contrapartidas que, como es sabido, dieron una may or efectividad a las
acciones de las fuerzas del orden público. Informes, pues, de interés que se deben
tener en cuenta dentro del abanico de fuentes utilizadas por el investigador en el
análisis de la guerrilla de los años cuarenta.

ARCHIVO DEL PARTIDO COMUNISTA DE ESPAÑA (MADRID).

En este archivo perteneciente al PCE, sin duda las organización que may or
apoy o prestó al movimiento maquis, en su sección dedicada al Movimiento
Guerrillero nos encontramos informes de obligada consulta para conocer la
situación de las partidas y agrupaciones guerrilleras, sus conexiones, propaganda
y operaciones. Datos de indudable interés, que pese a las lagunas que presentan
en su contenido, en no pocos casos cifrado, permiten contrastar sus datos con los
procedentes de las fuerzas de seguridad franquistas. Consideramos que esa labor
de verificación de las fuentes « oficiales» con otros acervos documentales de
distinta procedencia es absolutamente pertinente antes de llegar a conclusiones
que puede estar alejadas de la realidad. Por otro lado, junto a ese fondo, resulta
pertinente consultar la colección de prensa, especialmente Mundo Obrero, y los
partes de la Benemérita, dentro de la sección de microfilms.
Por detenernos en alguno de los contenidos de este interesante archivo,
haremos referencia a la labor propagandística desarrollada por el maquis contra
la dictadura, que es una de sus actividades más desconocidas. Una difícil y
complicada labor que sus protagonistas, tras superar los elementos adversos a su
vida en la sierra, supieron desarrollar con cierta eficacia, tanto en lo concerniente
a la confección en los campamentos, como en su distribución por vías de
comunicación y poblaciones. El contenido de esos textos propagandísticos
guardaba relación con la defensa de la República, la democracia y la libertad. A
continuación se expone uno de ellos, en el que se puede apreciar con claridad a
quién se dirigía este tipo de propaganda y qué defendía:

ALIANZA NACIONAL DE FUERZAS DEMOCRÁTICAS. COMITÉ


NACIONAL. A LA OPINIÓN PÚBLICA: En medio de la desolación, apenas
sin esperanza, de la vida española bajo el clima de terrorismo fraguado
durante 10 años por Franco y Falange, la Alianza Nacional de Fuerzas
Democráticas (ANFD) levanta su voz serena y viril para airear una vez
más la tragedia del noble pueblo español […]. La ANFD declara solamente
su adhesión a la institución republicana y sus organismos constitutivos,
luchando incansablemente por verla instaurada en España para alegría y
bienestar de su pueblo. Denuncia ante los españoles y el mundo entero la
maniobra que Franco y sus colaboradores están urdiendo para salvarse del
naufragio que les amenaza. Se incita a las demás fuerzas antifranquistas a
que cooperen con la ANFD al derrocamiento de Franco […]. ¡Españoles,
ciudadanos del mundo, conductores de pueblos que os han confiado, no
regateéis vuestra aportación para asegurar el triunfo de esta causa que la
ANFD representa y mantiene con energía indomable, y la esperanza que
genera saber que se ha acertado con el verdadero camino de la Libertad y
la Justicia! ¡VIVA LA REPÚBLICA! Ciudadano: propaga este manifiesto.

España, julio de 1946[25] .


La confección de este texto, que probablemente se elaboró en Madrid durante el
verano de 1946, tenía un origen ajeno a la órbita de las agrupaciones guerrilleras,
al proceder del Mando Guerrillero Central, en este caso representado por la
denominada Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas, siendo distribuido por
todas las zonas en las que actuaba la guerrilla. El documento presenta un
marcado cariz político, como lo demuestran sus alusiones a la instauración de la
República y defensa de una organización política: Alianza Nacional. Del mismo
modo se tiene presente un tema que constituy e una constante en la propaganda
guerrillera: los ataques a Franco y Falange, a quienes se acusa de la represión y
de los problemas que sufría el país.

ARCHIVOS DE TRIBUNALES MILITARES TERRITORIALES

En estos centros archivísticos militares se encuentran depositadas las causas


sumariales que se siguieron a los guerrilleros. Ubicados en la cabecera de cada
Región Militar, en sus dependencias se fueron depositando estos fondos que_
constituy en una pieza de sumo interés para conocer la guerrilla, sus protagonistas
y actividades. En nuestra experiencia hemos tenido oportunidad de consultar los
fondos de los Archivos de los Tribunales Militares Primero y Segundo, es decir,
de Madrid y Sevilla. En el primero de ellos destaca por la lentitud en dar la
información requerida que, tras solicitarla por escrito, puede tardar meses en ser
facilitada al investigador. Y en el de Sevilla, el inventario existente es precario y,
pese a la buena disposición a colaborar del director y funcionarios del archivo, el
problema es localizar a los guerrilleros objeto de consulta debido a su deficiente
catalogación. Confiamos que los problemas que aquejan a estos dos centros sean
resueltos en un futuro, pues consideramos que la información en ellos depositada
es indispensable para el estudio de la guerrilla.

3.4. ARCHIVOS PRIVADOS.

Aunque lamentablemente su entidad es más bien reducida con respecto a


otras fuentes, la aportación de los archivos privados siempre resulta de interés
para completar la información sustraída por otros canales. No existe mucha
sensibilidad por parte de los afectados y sus familias a facilitar este tipo de
documentos, entre otras razones porque ni ellos mismos saben valorar su interés
para la investigación. Pero en los casos en que se ha tenido acceso y se ha podido
utilizar [26] , generalmente son repertorios importantes en cuanto a conocer
facetas de la guerrilla como la situación de las partidas, sus inquietudes y
preocupaciones, colaboraciones y esperanza en la lucha contra la dictadura. Del
mismo modo, la correspondencia que de forma clandestina mantuvieron con sus
familiares y las memorias que algunos dejaron escrita sobre su peripecia vital en
la sierra constituy en elementos informativos de indudable valor, que muestran lo
pertinente que resulta abundar en este tipo de información[27] .
Y no necesariamente la procedencia de esa documentación tiene que ser del
ámbito de la guerrilla, también puede guardar relación con la parte opuesta: la
Benemérita y su entorno familiar. En ese sentido, transcribimos a continuación la
carta que remitió a su mujer el guardia civil Sostenes Romero, horas antes de ser
fusilado en el pueblo cacereño de Mesas de Ibor, por orden de su superior, el
teniente coronel y máximo responsable de la Comandancia de Cáceres: Gómez
Cantos, en la primavera de 1945.

Mesas de Ibor, 17 de abril de 1945. Querida esposa me alegraré que al


ser ésta en vuestro poder os encontréis todos bien. Yo quedo bien gracias a
Dios. Amelia, la presente es para decirte que esta noche pasada han estado
los rojos en Mesas pero afortunadamente no ha pasado nada. Únicamente
a Juan le han herido pero no es cosa de importancia. Así es que ya sabes,
te lo digo yo antes que nadie para que no te asustes pues luego las cosas
cada uno las cuenta a su manera y podrían aumentarlas más de lo que han
sido. Muchos besos para nuestras queridas hijas […].[28]

Estamos ante una misiva que por sí misma nos ofrece una información
escueta y un tanto imprecisa, como corresponde a la actitud de un agente del
orden que trata de tranquilizar a su familia antes de que conocieran la noticia de
que el pueblo había sido tomado por los maquis. Pero la noticia quedaría ahí si no
fuera por lo sucedido: a resultas de estos sucesos tres números fueron pasados por
las armas siguiendo instrucciones de mencionado Gómez Cantos al apreciar en
ellos « una actitud cobarde» ; y el otro guardia que se cita en la misiva, Juan,
falleció a causa de las heridas sufridas en el enfrentamiento que sostuvo con la
guerrilla. Una carta, por tanto, que analizada en su contexto adquiere una may or
relevancia, pues lo sucedido fue muy grave y el desenlace insólito, siendo uno de
los afectados su autor, que posiblemente se temía lo peor cuando escribió estas
letras pero prefirió no expresarlo a su mujer y evitar así un sufrimiento
anticipado. Se muestra de esa forma el interés que encierra la correspondencia
privada, pero también la necesidad de contrastar su contenido con otras fuentes.

4. MEDIOS DE COMUNICACIÓN: LA PRENSA.


En cuanto a la prensa, ante el férreo control de la censura [29] , poco aporta
sobre el movimiento guerrillero, y cuando diarios como ABC vierten algún tipo
de información, ésta es escueta y, por lo general, los datos que ofrecen generan
confusión y desconcierto al estar tergiversados y no atenerse a la verdad. En los
Boletines Oficiales Provinciales se recogen requisitorias sobre huidos e
informaciones sobre búsqueda de autores de robos en dehesas de la sierra, como
la que se expone a continuación, referida a un atraco perpetrado en la noche del
2 de julio de 1942 en el caserío de « Santo Tomé» , término de Villar del Pedroso
(Cáceres), por tres desconocidos:

Portaban fusil y escopeta, amenazaron a quienes lo habitaban,


cometiendo robo a mano armada sobre los vecinos del mismo: Salustiano
Garvín Cid, Eugenio Perello Gil y Ascensión Soriano Álvarez, llevándose
ropas y comestibles. Los tres sujetos son jóvenes (25 a 30 años), boina
bilbaína, dos de ellos con camisa azul y caqui, desapareciendo una vez
saqueadas las casas e ignorándose donde fueron. Se les instruye
procedimiento sumarísimo ordinario 7590/42[30] .

En el otro extremo se encuentra la prensa afín a la guerrilla como el y a


referido Mundo Obrero, que se repartía entre los de la sierra, con noticias sobre
la lucha contra el régimen de marcado cariz comunista y un mensaje
esperanzador sobre la pronta caída de la dictadura. Las fuentes hemerográficas,
al igual que sucede con las archivísticas, se deben consultar con las debidas
precauciones, siendo indispensable contrastar sus datos con otras fuentes.
Independientemente de esas características generales, lo cierto es que la
prensa escrita, como medio de comunicación de masas, también fue objeto de
otros usos. Nos estamos refiriendo, por ejemplo, a su utilización como vehículo
de contacto entre evadidos de la guerrilla y la Benemérita. El texto que
exponemos a continuación, emitido por la Guardia Civil, es bastante ilustrativo en
ese sentido, guardando relación con la deserción de uno de los maquis de más
ingrato recuerdo en Extremadura: Enrique Álvarez Castro, Lobo, que formaba
parte de la División de Francés:

El 17 de junio recibí una carta del bandolero apodado Lobo, en la que


se me ofrecía para entrega incondicional, con el exclusivo fin del
exterminio de las partidas por ser conocedor perfecto de sus
emplazamientos, actividades y enlaces. Éste, por imprudencia, al penetrar
en la capital cacereña antes de recibir mi contestación, con dirección
convenida y publicada en un periódico regional, fue detenido por la policía
en una casa de prostitución. Al obrar en mi poder su carta que revelaba los
deseos de descubrir (afrontando todo el riesgo), los manejos de los
bandoleros y atracadores, le trasladé a esta residencia (Navalmoral). Una
vez comprobada la inteligencia y sagacidad de este joven, y por datos que
de antemano obraban en mi poder, saqué la consecuencia de que eran
ciertas sus noticias al coincidir con mi servicio de información de partidas
y aportar mayor número de datos que posteriormente han respondido a
realidad[31] .

Como puede apreciarse, junto a la carta de contacto inicial, la clave para


concertar la entrevista iba publicada en la prensa regional. Ésa debía ser la forma
de comunicarse, aunque por las razones que se exponen en el informe no
discurrió de la forma convenida, pero sí sus delaciones que tuvieron funestas
repercusiones para sus compañeros del monte. Confidentes y cuerpos de
seguridad estableciendo contacto a través de la prensa escrita, hecho que exige
leer entre líneas unos medios de comunicación objeto de una estricta censura,
que entre sus noticias desgranaban claves fundamentales para conocer este tipo
de actuaciones.

5. HISTORIA ORAL.

Durante el siglo XX, el desarrollo de la historia de la cultura popular ha sido


propiciado, en una parte importante, por la expansión de la historiografía en las
nuevas naciones del Tercer Mundo, surgidas tras el proceso descolonizador
iniciado en 1945. Para los nuevos estados, ante la ausencia de archivos, la
tradición oral constituy ó, junto a la arqueología, el único depósito disponible para
reactualizar su historia colonial[32] . Se recogieron testimonios de ancianos, de
cuentos, de ley endas y genealogías conservadas por tradición oral dentro de las
tribus, lo que dio lugar, por su propia naturaleza, a una historia de la cultura
popular, cuy os métodos, basados en la utilización de fuentes orales, fueron
asimilados por la historiografía occidental[33] .
Las pruebas orales han sido objeto de gran atención como historia desde
abajo[34] , al considerar que permiten restablecer las contradicciones y
ambigüedades de situaciones históricas, y en particular los deseos —para no
decir el deseo— de los que participaron en los acontecimientos que nos relatan.
Del mismo modo se ha debatido el problema de la influencia del historiador-
entrevistador y de la situación de la entrevista en las declaraciones de testigo.
Aunque, y ello es necesario señalarlo, la crítica de los testimonios orales no
ha alcanzado la complejidad de la crítica documental, que se viene ejerciendo
desde hace siglos.
No existe coincidencia entre los historiadores a la hora de referirse al
testimonio oral. Algunos prefieren hablar de fuentes orales mientras que otros de
historia oral. De cualquier forma, dos aspectos se critican en el mismo: el grado
de subjetividad del testimoniante y la fragilidad de la memoria. Los estudios
clínicos muestran, sin embargo, la vigencia de los primeros recuerdos. De
cualquier forma, una cuestión es evidente en la utilización de la historia oral: su
capacidad de reconstruir ambientes, siendo el miedo a la represión un claro
ejemplo.
En lo referente a España, en la década de los setenta del pasado siglo se
realizaron algunas investigaciones con fuentes orales, aunque no ha sido hasta la
consolidación democrática a partir de los ochenta cuando se ha incrementado su
utilización, que se ha orientado hacia el estudio de la guerra civil[35] , mundo
obrero, represión franquista, entre otros temas[36] . También se ha utilizado en los
estudios sobre la guerrilla de los años cuarenta, especialmente en los trabajos de
los últimos años, en los que se ha demostrado, con may or o menor fortuna, la
validez del testimonio oral, siempre y cuando ha sido debidamente contrastado
con otras fuentes. Ese filtro resulta indispensable para determinar el grado de
veracidad y eliminar en lo posible la subjetividad inherente a toda entrevista.
En nuestro caso hemos tratado de desarrollar esa labor con el análisis de
actividades guerrilleras en la que intervino el maquis Gerardo Antón, Pinto, que
nos ha ofrecido su testimonio, y la versión facilitada por la guardia civil sobre
esas acciones[37] , metodología de trabajo que consideramos adecuada cuando
se cuenta, como en este caso, con fuentes de información procedentes de ambas
partes en conflicto, de la que se obtiene unos resultados útiles y provechosos para
profundizar en el conocimiento del mundo guerrillero y las contrariedades del
régimen para combatirlo.
Así, en una de las operaciones en que participó Pinto junto a sus compañeros
Periñan, Boni, Chaval, Sobrino y Durruti, concretamente en el pueblo de
Caminomorisco ubicado en la comarca de las Hurdes (Cáceres), su testimonio es
el siguiente:

Llegamos al pueblo de noche y nos presentamos en casa de Francisco


Javier Martín Martín, viudo y secretario del ayuntamiento de
Caminomorisco. Íbamos en su búsqueda por su comportamiento represor
durante la guerra civil. Lo detuvimos y nos lo llevamos. A los hijos los
citamos en un punto cerca del municipio en dirección a Vegas de Coria.
Les pedimos 50 000 pesetas de rescate. Al alarmarse el vecindario y
enterarse la Guardia Civil (en el pueblo había un puesto de la Benemérita),
ésta indicó a los hijos que nos llevaran el dinero que ellos les seguirían. Por
nuestra parte, ante los gritos y voces que escuchábamos, viendo el alboroto
que existía en la localidad y que el tiempo dado para el pago del rescate
superaba el plazo permitido, matamos al rehén: Chaval le pegó dos tiros.
Recuerdo que el secretario estaba tiritando y tenía puesta la camisa azul
con el escudo de Falange. Chaval le preguntó cómo tenía tanto frío si debía
estar cantando el Cara al Sol.

Un desenlace, por tanto, cargado de tragedia, que causó gran conmoción en


este pequeño pueblo hurdano, sobre el que la Benemérita ofreció la siguiente
versión:

Sobre las 19,30 horas del 12 de noviembre, cinco hombres armados


con escopetas, pistolas y un máuser se presentaron en Caminomorisco,
preguntando por el domicilio del secretario del ayuntamiento: Francisco
Javier Martín Martín, de 62 años. Al no estar en su casa se llevaron en
calidad de rehenes a las afueras del pueblo a una hija y un sobrino, y
pidieron 50 000 pesetas de rescate. El secretario, tras conocerlo sucedido,
fue a entrevistarse con los autores para que los liberaran, y les hizo ver la
imposibilidad de recaudar la cantidad exigida, tras lo cual le retuvieron a
él y pusieron en libertad a los otros dos, quedando a la espera de recibirla
cantidad solicitada. Los familiares reunieron 7000 pesetas que trataron de
hacer llegar a los secuestradores en el sitio convenido, pero tuvieron que
regresar al pueblo por no encontrarlos, siendo entonces sorprendidos por
la Guardia Civil. La partida debió divisar un camión que procedente de
Casar de Palomero venía a Caminomorisco y suponiendo traería a la
Guardia Civil dieron muerte al rehén y emprendieron la huida[38] .

Como podemos apreciar esta versión no coincide con la ofrecida por


Gerardo. Posiblemente la Benemérita supo lo ocurrido pero al comprobar que se
había frustrado la operación al acabar los maquis con la vida del secuestrado,
decidió darse por no enterada y así eximir responsabilidades. Y es que en su
informe no se indica para nada que hubiera sido informada de lo sucedido, siendo
al parecer casual su encuentro con los familiares cuando éstos regresaban a la
localidad sin haber encontrado a los secuestradores. Resulta extraño que ello
fuera así, en un pueblo pequeño y de poca población como Caminomorisco,
donde cualquier agitación o movimiento de su vecindario difícilmente podía
pasar desapercibido para el resto.
Consideramos que esa información no se ajusta a la realidad, y que ante el
fatal desenlace de la operación, la Guardia Civil decidió no darse por enterada y,
así, evitar explicaciones que podían ir contra ellos. Entendemos, aunque no
compartimos, su actitud, en unos tiempos difíciles y complicados tanto para los
perseguidos como para sus perseguidores, especialmente tras acciones de este
tipo, en la que resulta poco creíble que los miembros del puesto no conocieran lo
que estaba sucediendo en la localidad, y para ocultar su inoperancia se veían
forzados a emplear argumentaciones tan poco consistentes como la presencia del
camión y la posible interpretación por parte de los autores de que en él iban las
fuerzas del orden. Contradicciones, pues, entre las informaciones de uno y otro
lado de las partes en conflicto, que muestra la necesidad de verificar su mensaje
para no incurrir en interpretaciones sesgadas y alejadas de la realidad.
Pero siguiendo con esas contradicciones entre unas informaciones y otras,
unas memorias de estas características son provechosas para conocer aspectos
como las recompensas económicas y profesionales que recaían en los miembros
de la Benemérita en función de la efectividad de sus actuaciones contra el
maquis. Sobre una de ellas perpetrada a finales de 1946, el jefe de la
Comandancia de la Guardia de la provincia de Cáceres, teniente coronel Puga
Noguerol, informó lo siguiente:

Tras ser localizada una partida se avisó inmediatamente a la pareja


destacada en el cortijo de la dehesa «Casar de Elvira», compuesta por los
guardias civiles: José María Bonacilla Sánchez y Alfonso Redondo Pulido,
que partieron con toda decisión y sin tener en cuenta el número de
miembros de la partida hasta el lugar donde se encontraba ésta. A la vez
dieron instrucciones al confidente que pasó la información para que
avisara a otra pareja destacada en «Venta Quemada». Al divisarlos, los dos
guardias hicieron sobre ellos una descarga, mientras los rebeldes tomaban
posiciones dentro de un espeso jara l, tratando de envolverlos sin cesar el
fuego de fusilería y otras armas automáticas a la vez que insultaban a la
pareja. Pero en ningún momento decayó la moral combativa de la pareja,
que mantuvo el fuego por espacio de media hora, hasta que obligaron a la
partida a desplegarse y abandonar sus posiciones, consiguiendo dar muerte
al jefe de ella. Ese desenlace, unido a que los guardias de «Venta
Quemada» avanzaban por la parte oeste, determinó la huida de los
rebeldes, que abandonaron el cadáver de su jefe, y pese a que fueron
perseguidos, la oscuridad de la noche dificultó su captura.

El jefe al que se hace referencia es el guerrillero Benito Pérez García


(Periñán), que perdió la vida en este desgraciado lance. Lance en el que estuvo
presente Pinto que sufrió directamente el ataque de los guardias y pasó
momentos verdaderamente difíciles.
Tras el aviso de Periñán sobre la presencia de los móviles, me dirigí
hacia el sitio donde se encontraba y en el trayecto me localizaron y
dispararon. Me atrincheré tras una encina, Periñán se encontraba detrás
de mí. Nos rodearon y al vernos así me indicó que saliéramos de allí. Di
tres o cuatro saltos y abandoné el sitio donde estaba parapetado. Él se
marchó y yo me quedé esperando en un matorral. Estaba solo, con el
agravante de que a pocos metros del lugar donde me encontraba oculto, el
descampado era casi completo. No me gustaba para nada mi situación, de
forma que pese al riesgo de ser visto decidí salir corriendo en zigzag, y
aunque me dispararon e hirieron en un dedo, y las balas agujerearon mi
gorra, lo cierto es que logré salir ileso. ¡Qué suerte! Poco después alcancé
un alto donde decidí quedarme agazapado al lado de una madroña. Estaba
solo. Periñán había conseguido huir y los otros, pese a que iban a ser
rodeados cuando yo tuve el primer enfrentamiento, consiguieron escapar.
Los móviles se acercaron al lugar donde estaba refugiado. Vieron la sangre
que emanaba de mi dedo y dijeron, según pude escucha: «alguno va
herido». Uno dijo que había que entraren el bosque y el otro contestó que
tenía el traje nuevo y no lo quería manchar. Estaban muy cerca de mí (a
unos 30 metros aproximadamente). Allí no tenía escapatoria si seguían
adelante. Unos minutos después, por encima de mí escuché voces de
Periñán que decían: «¡Pinto!, ¡Pinto! No me abandonéis». Y tras esas
palabras escuché un disparo de pistola en la misma dirección de donde
venía su voz. Deduje que Periñán se había suicidado. Decidí seguir
agazapado. Al poco tiempo dejé de escuchar a los móviles. Me quedé
quieto (era avanzada la tarde). Vuelvo a oírlos, seguramente debido a que
tras escuchar a Periñán decidieron ir en su búsqueda: lo encontraron
muerto. Poco apoco fue anocheciendo, yo seguí en el mismo sitio
escondido. Escuché pasos por debajo de mí, procedentes de la zona donde
me habían herido. Eran dos móviles que han pasado muy cerca de donde
me encontraba y se llevaban mi macuto y el de Periñán. No me han visto
(era prácticamente de noche). Si hubiera tenido una metralleta en lugar de
un fusil les hubiera disparado.

Tremenda peripecia la vivida por Gerardo en este suceso que costó la vida a
su compañero, sobre el que debemos subray ar, en primer lugar, la disparidad
existente entre la versión ofrecida por un testigo directo como Pinto y la
facilitada por Puga Noguerol a sus mandos. Este último, como no podía ser
menos en una operación de estas características, expresa su satisfacción y
ensalza a los guardias que participaron en el enfrentamiento armado con los
guerrilleros. Resalta su heroicidad y eficiencia por encima de cualquier otro
pormenor, y vimos que era comprensible esa actitud por un doble motivo: la
concesión de una recompensa para los números que intervinieron en este hecho
y, en lo concerniente a su promoción personal, procurar mejorar su imagen ante
la superioridad con vistas a posibles ascensos. Un doble juego que se debe tener
en cuenta cuando se analizan los partes de la guardia civil sobre sus actividades
contra la guerrilla.
Pinto, como puede apreciarse, facilita otra interpretación de los hechos
distinta, bastante alejada de la moral combativa que el oficial de la Benemérita
parece ver en el comportamiento de sus hombres. Se deduce de su vivencia que
los guardias, si bien se dirigieron con decisión al lugar donde estaban ubicados, sin
embargo su actuación no fue tan eficaz y sus disparos no alcanzaron a ningún
maquis, salvo la herida en el dedo de Gerardo. Periñán decidió suicidarse al
sentirse cercado y no resistir la presión de poder ser detenido o alcanzado por los
disparos de las fuerzas del orden. Sencillamente cumplió con el código de valores
guerrilleros, que sugería quitarse la vida antes de caer detenidos. Por tanto según
esta versión los supuestos certeros disparos de los guardias no acabaron con la
vida de este guerrillero, que decidió, tras sentirse acorralado (su llamamiento:
« ¡Pinto!, ¡Pinto!, no me abandonéis» creemos que es suficientemente ilustrativo
sobre su situación), poner fin a su vida.
De acuerdo con esa interpretación, los guardias ignoraban si sus disparos
habían alcanzado algún objetivo, y sólo tras ver los restos de sangre procedentes
de la herida de Pinto en el dedo supieron que alguno iba herido, pero no que
hubiera algún cadáver. Eso lo descubrieron cuando se desplazaron hasta el lugar
donde se escuchó el disparo letal que se dio Periñan. De hecho, si nos atenemos
al testimonio de Gerardo, había disparidad de criterio en los guardias sobre la
entrada al matorral en que se encontraban refugiados, por temor a estropear su
indumentaria, aunque mucho nos tememos que al no tenerlas todas consigo, su
preocupación era la posibilidad de ser alcanzados por algunos de los disparos del
adversario.
Aunque podíamos continuar con la exposición de otros ejemplos,
consideramos que los expuestos inciden en la apreciación y a señalada de la
necesidad de contrastar las fuentes, de no efectuar interpretaciones de los hechos
sin haber cruzado los datos con otro tipo de información. Consideramos que esta
premisa constituy e una exigencia ineludible para un mejor conocimiento del
movimiento guerrillero de los cuarenta, máxime cuando aún contamos con
algunos supervivientes que, pese a su avanzada edad, nos pueden dar luz sobre
contenidos de difícil aclaración por otros medios.
CAPÍTULO 12

FUENTES ORALES EN LA ELABORACIÓN DEL DISCURSO


DE LA MEMORIA Y LA HISTORIA DE LA RESISTENCIA:
USOS Y PERSPECTIVAS.

JOSÉ ANTONIO VIDAL CASTAÑO[0]

UNA COSA ME HUMILLA: LA MEMORIA ES, MUCHAS VECES, LA


CUALIDAD DE LA ESTUPIDEZ Y PERTENECE GENERALMENTE
A LAS
INTELIGENCIAS TORPES, A LAS QUE VUELVE MÁS PESADAS
CON
EL BAGAJE CON QUE LAS SOBRECARGA. NO OBSTANTE,
¿QUÉ HARÍAMOS SIN MEMORIA? […] NUESTRA EXISTENCIA SE
REDUCIRÍA
A LOS MOMENTOS SUCESIVOS DE UN PRESENTE QUE SE
DESVANECE
SIN CESAR Y EL PASADO NO EXISTIRÍA…

Chateaubriand, Memorias de ultratumba (sobre 1848).

CALLAR, CALLAR, ES LA GRAN ASPIRACIÓN QUE NADIE


CUMPLE NI
AÚN DESPUÉS DE MUERTO.

Javier Marías, Tu rostro mañana (2004).


1. INTRODUCCIÓN. FUENTES ORALES Y NUEVAS TECNOLOGÍAS DE
LO ORAL.

Una de las más potentes manifestaciones de la comunicación oral en las


sociedades contemporáneas viene dada por el uso masivo de la telefonía móvil.
El móvil se ha convertido en el omnipresente vehículo de intercomunicación
personal para las generaciones más jóvenes; es su forma habitual de conversar y
de entrevistarse, de entreverse; de decirse lo que piensan; y quieren comunicarse
con urgencia; urgencia que aumenta ante situaciones dramáticas o comunicación
de afectos vehementes difíciles de reprimir.
Una oralidad que se nutre de banalidad y complejidad al tiempo; capaz de
adaptar, casi simultáneamente, lo que se piensa a lo que se dice sin adornos;
capaz de pasar del pensamiento a la palabra oral sin may or elaboración
aparente; oralidad capaz de traducir la complejidad de la escritura a lenguajes
cada vez más minimalistas.
Estas nuevas formas y usos de la oralidad deben ser tomadas en cuenta. Su
presencia en el campo de la cultura de masas es y a moneda corriente e incluso
se puede detectar su presencia puntual en la cultura novelística actual como es el
caso de Perro callejero de Martin Amis[1] . Formas y usos que parecen dibujar
un escenario novedoso que alimenta la posibilidad de ser utilizado para la
reconstrucción de situaciones históricas más complejas. Un ejemplo concreto de
la utilización de estas peculiares fuentes orales es el filme United 93 de Paul
Gringrass.
Han circulado diversas teorías y rumores acerca de lo que pudo acontecer en
el vuelo 93 de la United Airlines (el cuarto vuelo secuestrado) el 11 de
septiembre de 2001. El avión despegó con más de media hora de retraso;
imprevisible circunstancia que hizo inviable el objetivo terrorista. El filme ofrece
una interpretación de lo ocurrido que resulta verosímil. La impresión de
verosimilitud queda muy reforzada por la minuciosa reconstrucción de las
conversaciones (fuentes orales) entre víctimas y familiares y las tomas
realizadas con cámaras manuales que resaltan el punto de vista subjetivo, tan
importante en la praxis de las fuentes orales. Las conversaciones telefónicas de
las que emergerá un discurso de resistencia, se reconstruy en en medio del caos
mediático de las torres de control y los ruidos de la tragedia que sirven de hilo
conductor de la narración.
El docucine resultante es un ejemplo de cómo las innovaciones tecnológicas
pueden revitalizar las fuentes no documentales y ay udar en la reconstrucción de
fragmentos del pasado integrando esta nueva oralidad. Sin duda, la introducción
de las tecnologías informáticas supone una revolución en las comunicaciones
globales, nacionales, regionales, locales… e intersubjetivas. Pero ¿servirán para
interrogar las voces del pasado esas viejas oralidades que evocamos para la
recuperación de la memoria? La memoria viva tiene, desgraciadamente, fecha
de caducidad y está muy próxima, como es el caso de víctimas y resistentes de
la guerra y el franquismo. Estamos hablando de memorias con cargas y
connotaciones temporales, es decir generacionales. Y aquí cabe considerar tanto
las actitudes como los tonos de expresión; los tics que configuran la faz o el mapa
histórico de una generación.
La memoria muestra límites que en ningún caso son barreras sino referencias
necesarias. Julio Aróstegui hace hincapié en la distinción generacional. Habla de
« generaciones vivas al comenzar el nuevo siglo» en su relación con la memoria
histórica « que nos parece ligada […] al hecho que cierra, según parece, un ciclo
histórico, es decir el proceso de la transición a la democracia» . Sea como fuere
no se puede elaborar una interpretación sobre esas memorias sin contar con los
aspectos generacionales, presentes « desde sus orígenes» en esos procesos[2] . Es
decir, un asunto difícil y complejo con o sin herramientas tecnológicamente
avanzadas.
En cuanto al uso y la utilidad del archivo oral, la base del trabajo de
recuperación no siempre provendrá del mismo. Parece obvio que se puede y se
podrá trabajar con las memorias recogidas y cotejar diversas entrevistas a
determinadas personas, confrontar versiones históricas establecidas y publicadas
sobre los mismos o parecidos testimonios, y viceversa. Todo esto lo pensamos y
lo escribimos pasando a ser —y a lo es— historia, aunque le sigamos llamando
memoria. Vemos algunos matices y detalles.
Pese a que existen ciertas tendencias que tratan de enfrentarlas, la historia y
las memorias mantienen desde tiempos remotos relaciones íntimas, dialécticas:
« La memoria —dice Le Goff— a la que se atiene la historia que a su vez la
alimenta…» [3] . Relaciones que son a veces difíciles, incluso tempestuosas, pero
inevitables. Luego volveremos sobre el tema [4] . Lo cierto es que memoria e
historia no son lo mismo: lo que llamamos memoria histórica es un concepto
mucho más complejo que un cuño o una consigna. Casi parece innecesario
puntualizar que, tras la muerte del sujeto que contó sus recuerdos, el conjunto del
relato de sus vivencias se convierte en documento. Mientras el sujeto permanece
vivo y es capaz de evocarlas —aunque cada vez ofrezca una versión distinta— es
memoria, una fuente necesariamente subjetiva. Es decir: lo que cuenta
Chateaubriand es y a un documento de primer orden para la historia cultural
europea; lo que cuenta Santiago Carrillo sobre su experiencia política es memoria
y, por lo tanto, susceptible de retoque mientras viva. El caso Gunther Grass
demuestra que su relato no estaba aún cerrado.
Esta distinción confiere al término « memoria histórica» una cierta
prepotencia innecesaria, pese a sus buenas intenciones. Tratar sobre ello, pues,
requiere distanciamiento, prudencia y reflexión, también sentido de la diversidad
y de la complejidad.
Existe, no obstante, una tendencia social que produce la necesidad de rellenar
la memoria histórica, a falta memoria viva, con memorias asimiladas, con voces
de generaciones cercanas que, no sin incentivos o estímulos, trasmiten « otras
vidas» (hijos, amigos y familiares…). Así funcionan ciertas conmemoraciones
y aniversarios… Cuando se crea una marca y la necesidad de venderla, están
dadas las condiciones para estimular la producción de novedades. Muchos libros,
discos, películas y objetos de la memoria, de dudosa utilidad para enfoques
históricos (gadgets, en el sentido que les adjudicara Baudrillard) inundan el
posmoderno bazar cultural.
La utilización de las memorias de otras generaciones para justificar enfoques
actuales y cubrir cuota de memoria recuperada, banaliza y adultera las
relaciones entre la historia y las memorias al generar una sobreabundancia de
recuerdos, carentes de la apoy atura de la experiencia. No se toman en serio los
olvidos, no son analizados y otro tanto puede decirse de los silencios, sobre los que
cabría interrogarse. La moderna ciencia, sin embargo, nos está diciendo que el
sujeto humano se encuentra más cercano al olvido que al recuerdo, y que un
simple medicamento podría, en un futuro no muy lejano, « aumentar la potencia
cognitiva, la capacidad de aprender o incluso la de olvidar [5] » . El sujeto
humano, según estas referencias, parece más cercano al olvido que al recuerdo
y ello debería tomarse como advertencia.
De hecho, el uso de las fuentes orales, bien sea a través de las nuevas
tecnologías de la comunicación o de las más convencionales, ora en forma de
narraciones de vida (más o menos acotados en el tiempo), ora en forma de
testimonios puntuales, impregna hoy cualquier intento de documentar la
narración históricamente tratada, sea a través de la literatura ensay ística, la
biográfica e incluso formas mixtas como el reportaje novelizado o la novela
testimonial, etcétera.
En estos tiempos, a la perplejidad cultural propia de la sociedad posmoderna
con sus arriesgadas apuestas lingüísticas, consumistas y monetaristas, hay que
sumarle las nuevas perplejidades de la era poscomunista aún no abordadas
satisfactoriamente; las producidas por la lenta agonía del continente africano —
producto en gran medida de un forzado proceso de descolonización— o, la
emergencia de nuevas formas de tiranía y esclavitud —incluidos los flujos
migratorios— a nivel planetario. No pretendo con estas alusiones sino llamar la
atención sobre la facilidad existente para mezclar conceptos y culturas, para
penetrarse unos y unas entre sí. La película que hemos analizado como ejemplo
ofrece una mixtura interesante, como casi todo lo que se pretende « actual» .
Utiliza claves de la narrativa de ficción y técnicas del documental más avanzado.
Tal vez, la mejor manera para recrear o intentar reconstruir el pasado a
través de imágenes es la que combinaría la metodología tecnológicamente
avanzada con la intencionalidad propia de quien pretende historiar. Esta
intencionalidad, y no el uso indiscriminado de la tecnología, se revela como la
clave de este proceso y viene representada, verbigracia en el cinema clásico, por
varias connotaciones: desde la estructura de los guiones, a la versatilidad de las
entrevistas grabadas y a la utilización de la voz en off. Y, en este sentido, el valor
histórico e incluso pedagógico emerge del montaje final (la narración, el análisis
y la síntesis histórica en nuestro caso) y eso sigue tan vigente como en los
tiempos de Einsesteisn, Vertov o Griffith. Una simple sucesión de vistas, con o sin
música; una serie de entrevistas orales más o menos interesantes, aunque estén
filmadas sin la rigidez habitual, dicen poco por sí mismas, a no ser que el montaje
—valga como metáfora— sea lo suficientemente explícito para cargar de
intencionalidad la disposición de imágenes y sonidos o la ausencia de ellos. No es
cierto que una imagen lo explique todo. Y sigue siendo obligación del usuario de
productos audiovisuales el realizar lecturas críticas para detectar las dosis de
propaganda. El envase no debe impedir el acceso al contenido, aunque
normalmente sí lo hace a través de las intermediaciones.

2. LA FE EN LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS

Michael Frisch es uno de los may ores especialistas en el campo del uso y la
introducción de la tecnología informática, y en general de las nuevas tecnologías
en la historia oral, en un reciente artículo publicado en la revista Historia,
Antropología y Fuentes Orales, plantea a modo de « reflexión teórica» las
ventajas y nuevos enfoques, por la vía de las « herramientas digitales» , de la
entrevista oral, muy dependiente todavía hoy, de las transcripciones. El audio y el
vídeo permiten acabar con ésta tiranía y hacerla más manejable. Señala tres
dimensiones para las fuentes orales a través del módem, que permiten un
alejamiento del texto. Dimensiones orales propiamente dichas; presenciales, es
decir, materiales, corporales y performativas (más penetrantes y
representativas).
Frisch enfatiza la notable infrautilización de los archivos orales, no y a de las
transcripciones sino de las grabaciones originales. Estos archivos son raramente
consultados, aunque estén bien clasificados, lo que es excepcional. Aduce la
presunción may oritaria de los investigadores de que « sólo en el texto puede
encontrarse el material con eficacia y eficiencia» , y que éste es más fácil de
leer, reproducir, etcétera, mientras que el audio es necesario escucharlo en
tiempo real. Así, pues, propone « trabajar directamente con la voz y el vídeo, con
cuerpos, gestos y contextos no verbales» . Métodos que nos devuelven a una de
las promesas originales de la historia oral; vuelven a poner lo oral en la « historia
oral» desde « la entrevista a la edición…» , buscando una may or riqueza en el
uso de la voz a través de la presencia física. Lo que se trata es de hacer más
visible, corporeizar la entrevista e integrar la nueva oralidad resultante en un
producto con fines comunicativos, históricos y políticos. La gama es variada: el
documental, el vídeo, la exposición, el libro, la radio o el CD… Una oralidad
liberada y visual es la que otorga nueva calidad a la representación. Su
« novedosa» apuesta lo es por « la mediación de la historia oral en general a
través de una inteligencia crítica: la del editor, el artista, el director, el
conservador, el productor [6] » .
Apuesta valerosa por una inteligencia crítica para organizar la información
suministrada por las fuentes orales, que parece coherente con la necesidad
histórica de rigor, de análisis intencional. « … La historia oral en esta modalidad
cobra sentido, es utilizable y puede compartirse sólo cuando se ha “cocinado” en
forma de selección documental y luego es ofrecida a los clientes» . Esta última
frase introduce un matiz comercial y culinario —reconocido por el autor— que
aleja las fuentes orales así manipuladas de la metodología y usos propiamente
históricos adecuados para la investigación y, en particular, de los movimientos de
resistencia, acercándolos más bien al espectro sociológico de una neosociedad de
consumo, y a no masiva, sino de supermercado. ¿Con qué criterios se elabora o
debe y puede elaborarse la selección documental? ¿Quiénes y con qué fines lo
hacen? ¿Clientes? ¿Quiénes son o pueden ser? Las memorias y los testimonios, ¿se
refieren a sujetos históricos e individuales o a entidades sociales y políticas
interesadas en una evaluación con fines propios?
Frisch observa y realiza fáciles predicciones: el tirón del ordenador personal
que ha sacado « las películas de la sala oscura del cine» , dice, convertirá en
obsoletas las cintas y el CD-ROM; las grabadoras serán —lo son y a— pequeños
ordenadores con cada vez may or capacidad de audio y vídeo. El documental
final tras la pertinente selección de las fuentes, en esta caso orales, se podrá
recomponer en varios sentidos (transversales, paralelos e incluso contradictorios)
y podrán elaborarse desde un potente cuerpo documental « ordenado» (base de
datos) con diversas versiones. Pone ejemplos sobre los archivos familiares de
fotos o imágenes de vídeo que podrán, desde reducidos equipos domésticos,
transformarse en minidocumentales que substituy an al obsoleto álbum de fotos o
a la vieja película. No se trata en absoluto de una nueva idea, insiste; lo mismo
que los libros superaron a los pergaminos, las nuevas herramientas…, el audio y
el vídeo « pueden convertirse en un recurso igualmente liberador y flexible […]
para cualquier pregunta y uso» y para la may or « diversidad de usuarios» .
« Más allá —y esto es, sin duda, lo más enigmático de su aportación— de
devolver el poder a “la voz” (indexación) se refiere a cuestiones políticas básicas
en el discurso de la historia oral» . La « promesa democrática de la historia
oral» , sostiene, ha estado sometida a una restricción bipolar entre el input y el
output que necesita romperse, y eso lo están haciendo las nuevas tecnologías
controladas por sus mediadores: el director del documental, el productor de
televisión o radio… Ellos son « los que dan forma a lo que se selecciona para
representación en formas públicas y a sea a través de documentales, de películas,
exposiciones, libros…» [7] .
Los modernos mediadores: comerciales, publicistas y gestores, son los nuevos
dirigentes con tendencia a sustituir a los políticos, cuando no a ejercer
directamente como tales. Son los nuevos dioses, dominadores de las relaciones
sociales y de los pasillos de acceso a los poderes. ¿Dónde queda el pasado? ¿Qué
memorias proponen tales patronazgos? ¿Dónde queda la Historia? Parece
evidente que la memoria histórica será colectiva o no será. Queda, además, por
aclarar la relación que parece existir entre su arrolladora emergencia y la
« moderna» globalización. Una relación que no es difícil suponer. Y no lo es, en
la medida que el proceso de reordenación del mercado de consumo de masas se
presenta como un fenómeno muy moderno, un movimiento neoilustrado,
racionalmente organizado desde la modernidad e inevitable, frente a la
diversidad étnica y cultural, motejadas de caótica esencia de la posmodernidad.
Pero sabemos que la dialéctica de la Ilustración, como pusieran de manifiesto
Adorno y Horkeimer, permite leer los últimos capítulos de la historia humana en
clave de dialéctica negativa, hija no deseada, pero legítima, del mismo
pensamiento ilustrado[8] .

3. METODOLOGÍA Y/O NUEVO CAMPO HISTORIOGRÁFICO

El interés de lo planteado acerca de las tendencias actuales sobre el uso y


perspectivas de las fuentes orales no resuelve, no obstante, el tema de la
centralidad o no de la historia oral como recurso « total» , capaz por sí mismo de
generar esa otra historia « desde abajo» , la Grass Roots History, en sus diversas
formas, de la que tanto y tan bien se ha escrito. Una historia oral, que se pretende
independiente y alternativa o se presenta como tal, como el más seguro vehículo
para viajar hacía una « nueva» manera de leer, hacer y explicar la Historia, de
analizar el desarrollo de procesos complejos que en su esencia fueron y siguen
siendo económicos, políticos y sociales. Sin embargo, ni la sofisticada tecnología
de las telecomunicaciones, los ordenadores personales, las bases de datos,
etcétera, con sus nuevos usos y brillantes aplicaciones tampoco disponen —pese
a su inmediatez, potencia y manejabilidad— de la suficiente autoridad para
elevar el estatus de la historia oral más allá de la metodología. Pero esto no debe
verse como agravio histórico o insuficiencia sino muy al contrario como el
definitivo reconocimiento de su poderío, como herramienta al servicio de la
construcción de la Historia; una procedimiento que abre y amplia el campo
historiográfico por su base, contribuy endo no poco a la democratización de los
contenidos históricos sin rebajar sus presupuestos científicos. No voy a entrar en
disquisiciones sobre la historia oral con may úscula o minúscula; sobre
denominarla así o llamarla fuentes orales, pues entiendo que una u otra
denominación se explican por sí mismas en cada contexto y dependiendo de
quién o quiénes las empleen. En cualquier caso, tanto sobre la definición como
sobre su identidad metodológica, estoy de acuerdo con las apuntadas por Ronald
Fraser en su clarificador trabajo sobre la historia oral[9] .
En relación con el uso de las fuentes orales en la Historia, parece necesario
establecer algunas consideraciones en torno a su contenido y aplicaciones, a las
características que le son propias y a las que, erróneamente, se le atribuy en o
niegan; aspectos que pueden resultar útiles a la hora de relacionar algunos de sus
postulados con el discurso de la memoria en general, y a su vez la relación de
éstos con la resistencia antifranquista, temas directamente relacionados con la
guerra civil, la dictadura y las víctimas de la represión franquista e
indirectamente con la Transición.
La introducción y uso de las fuentes orales en la Historia es tan viejo como la
historia misma y cabe recordar que la transmisión del conocimiento, de la
cultura y las tradiciones, etcétera, de cualquier grupo humano, arranca de los
relatos orales y se basa en ellos. Relatos que al ser anotados se convertirán en
historia escrita. Es decir, que las fuentes orales (tradiciones orales para anteriores
generaciones) y la comunicación boca a boca alimentaron siempre a la Historia
y los historiadores, desde La Biblia al Corán o la Torá, pasando por Heródoto,
Tucídides o Plutarco y hasta los E. P. Thompson, Bloch, Hobsbwam, Tuñón,
Braudel, Nolte, Carr, Vidal-Naquet o Reglá, por citar nombres significativos, y no
demasiado cercanos, como ejemplos. Los historiadores que las utilizan
pertenecen a campos historiográficos distintos, sustentan concepciones diversas e
incluso enfrentadas, pero, en algún momento de su trabajo bebieron de estas
fuentes, las adoptaron y las incorporaron a su metodología particular o se
acercaron a sus pautas metodológicas para obtener su síntesis narrativa. Lo
mismo puede decirse de los estudiosos y de los aficionados a la práctica de la
reconstrucción histórica; amén de aquellos cultivadores de lo que se ha dado en
llamar la literatura de la memoria, tan dispares entre sí como complementarios a
la hora de construir el discurso, como Proust, Nabokov, Primo Levi, Semprún o
W. G. Sebald.
No será hasta la segunda mitad del siglo XIX, con el desarrollo del
periodismo como una particular historia de lo cotidiano, concebida para el
consumo de masas, cuando las tecnologías de lo oral se afirmen de manera
sustancial. Los periodistas erigidos en cronistas del día a día ofrendarán un
tremendo impulso a las fuentes orales a través de una particular metodología, la
entrevista (interviú), que permitía y permite obtener las noticias de primera
mano y de manera caliente, interrogando a los protagonistas de las mismas,
agentes, cuando no gestores o promotores de los acontecimientos.
La entrevista se convirtió, con el tiempo, en un artefacto metodológico de
primer orden, pero sólo permitía un acercamiento a la historia desde arriba,
desde la perspectiva de los poderes, de los sujetos no sujetados (M. Foucault),
alejando sus presupuestos, por ejemplo, de la historia social, que se desarrolló
como una respuesta de la historia tradicional concebida como una serie de
macroacontecimientos encarnados por seres o entidades superiores: dioses,
héroes, santos, dinastías, imperios, Estados modernos, naciones oprimidas… La
microhistoria de las capas sociales inferiores, de los de abajo, de los sujetos sin
nombre, del ciudadano de a pie, del campesino o del obrero corriente, quedaban
al margen de estos planteamientos.
Ha tenido que pasar mucho tiempo para que la entrevista se democratizara.
Ha sido la historia oral, no siempre con acierto, la disciplina que le dado carta de
naturaleza en la construcción de esta historia desde la base, es decir, desde la
calle y el sujeto corriente. Las fuentes orales le han prestado sus testimonios que
contribuy en a dotarla de un cierto rigor formal del que carecía. Uno de los más
eficaces ejemplos de esta democratización del testimonio, de las fuentes orales,
es el trabajo de Ronald Fraser sobre la guerra civil española a través de sus libros:
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros, y Escondido. El calvario de Manuel Cortés.
También el de Luisa Passerini con su Torino Operaría e Fascismo, una storia
orale [10] .
Comentaré brevemente algunos aspectos de la obra de Ronald Fraser. Las
más de 300 entrevistas que componen el coro de su Recuérdalo tú y recuérdalo a
otros son buena muestra de esa democratización, y no tanto por la cantidad sino
por la « calidad» de las mismas, es decir, por la variopinta composición de las
profesiones, militancias políticas y sindicales, orígenes de clase y procedencia
geográfica. Esa variedad no parece casual. No hay entrevistas con personajes de
« primera fila» de la política, la cultura o la vida social[11] que seguramente
hubieran predispuesto a una lectura más sesgada de la guerra civil; unas
versiones desde arriba y de acuerdo con la corrección política de sus respectivas
formaciones.
En Escondido, prescinde del coro para contar la historia de un solo hombre, el
exalcalde socialista de Mijas, que vivió 30 años oculto como un topo en su propia
casa para evitar ser fusilado. Aquí Fraser recurre a las « historias de vida» como
herramienta metodológica, demostrando que no es indispensable para dar cuenta
del clima subjetivo de una (uno de los may ores objetivos de la historia oral),
« meter» entrevistas forzadas para dar la impresión de verdad en base a reunir
muchas voces. La aparente oposición entre el modelo coral o social y el modelo
individual —como metodología de la entrevista— no es tal oposición sino una
necesidad del guión. En ambos casos ha habido una selección condicionada por
los objetivos del autor que conducen a uno u otro camino.
Pese al desarrollo espectacular de la historia oral como una metodología
propia de las ciencias sociales y en particular por sus intercambios con la
sociología y la antropología, incluso con la psicología, no debe desdeñarse la
aportación de los historiadores y multitud de autores que no lo son, que se han
servido de sus métodos tratando de construir esa historia social desde abajo para
acercarse a los aspectos de la vida cotidiana, a los ciudadanos y a los
trabajadores corrientes. ¿Es en esta última categorización en la que cabe incluir a
los vencidos de las guerras, a las víctimas de la represión o del desastre
(destrucción) de su nicho material y sus valores morales; a los resistentes y
luchadores clandestinos? ¿Incluiremos en esa categoría con acento particular a
las víctimas de las guerras civiles y de sus inevitables consecuencias? ¿Con qué
particularidades? ¿Con qué excepciones, si las hubiere?
Estas voces humildes no han sido tenidas en cuenta por los grandes relatos ni
por concepciones de la historia que se proy ectaban, con cierta exclusividad, en
las macroestrategias políticas o bélicas, en los tratados y las estructuras sociales
olvidadizas con los trabajadores, vagabundos, desempleados, emigrantes… Pero,
por fortuna, ciertos historiadores y otro estudiosos han aquilatado, analizado y
comparado esas voces, han sacado conclusiones integrando las fuentes orales, la
categoría de « lo oral» como un documento con la misma relevancia que los
documentos escritos, que las fuentes primarias. Hoy, esta forma de entender la
Historia en relación con las fuentes orales dispone de un buen número de
cultivadores pero también de detractores, que siguen opinando que basta con la
interviú de actualidad, con el testimonio por el testimonio o, que lo fían todo a la
memoria colectiva, reconstruida a base de sumar y hallar la media de las
memorias individuales, en base a testimonios orales, en ocasiones parciales o
fragmentarios. Unas memorias, pues, dispares, fragmentarias y, necesariamente
históricas…
Creo que no hace falta insistir en el carácter positivo de la plena
incorporación de las fuentes orales al quehacer histórico, siempre y cuando se
haga sobre la base de un tratamiento correcto de los testimonios, evitando su
sobrevaloración y la tendencia a jugar con criterios exclusivamente cuantitativos
o medias estadísticas para reducir la complejidad. En todo caso me atengo a los
criterios que expuse en mi libro, La memoria reprimida. Historias orales del
maquis, y que resumen bien, D. Schwartztein, cuando dice: « La historia oral es
una necesidad en cualquier programa que intente documentar el siglo XX. Es un
imperativo» o, R. Samuel al afirmar que, « el foco de interés pasó de las elites a
los actores anónimos […] subalternos, los que no han tenido voz ni voto en la
cultura hegemónica [12] » .
Sería conveniente repasar la reciente evolución de ciertas concepciones de la
historia oral en la toma y utilización de testimonios, de las entrevistas-reportaje,
de actualidad… y otras formas híbridas adoptadas, para reconocer que las
nuevas aportaciones han actuado como reforzadores de la memoria colectiva, en
detrimento de la individual. Una memoria colectiva que dispone de un nuevo
campo historiográfico desde el Congreso Internacional de Ciencias Históricas de
Estocolmo en 1960, cuando A. Dupront anunció: « la memoria colectiva es la
materia misma de la historia [13] » . Pero, repasemos aspectos poco conocidos de
esa pequeña y a veces tortuosa historia.
Fue en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial y su posguerra cuando se
popularizó el uso restringido de la historia oral, basada en entrevistas o
testimonios, llamemos recortados, que ha tenido cierta influencia posterior. Se
trata de una metodología adecuada a las « hazañas bélicas» que no tuvo tan sólo
a la historia oral por destinataria. El importante desarrollo de las actividades
desplegadas por el Ejército y la Armada estadounidenses, a partir de 1945,
grabando entrevistas con sus excombatientes, generó un material que fue
utilizado públicamente para estudios sociológicos y empresariales de ámbito
privado; también como argumento de novelas y guiones de cine « basados en
hechos reales» , es decir, de carácter patriótico. Con todo ello las muy
particulares « life stories» se popularizaron como si de una moda se tratase. El
método se aplicó también a soldados canadienses, australianos y neozelandeses.
Se trataba de proy ectos que poco tenían que ver con el desarrollo de la historia
oral, como componente de un campo historiográfico al uso.
En esta otra Oral History, las entrevistas, realizadas por « expertos militares»
que en ocasiones eran sociólogos o médicos psiquiatras, apenas rozaban en sus
objetivos la historia al uso, pero sí pretendían crear o reforzar esa memoria
colectiva deseada. Esto diferencia el desarrollo de estos proy ectos de historia oral
de los de países europeos e incluso latinoamericanos. Las entrevistas en el mundo
posbélico anglosajón estaban centradas en experiencias traumáticas ocurridas en
combate y en las secuelas personales y familiares que de cada una de estas
tragedias se derivaron. Cada soldado contaba su batalla y rememoraba su guerra
ante la grabadora y a veces la cámara. Se trataba de indagar acerca de los
impactos de ésta, evaluando las consecuencias y el alcance del malestar en cada
sujeto[14] . Estudios empíricamente correctos que no se interrogaban acerca de
su utilidad para la ciencia histórica, pero sí para la construcción de una memoria
colectiva en la que han intervenido historiadores oficiales, periodistas y
escritores. Podemos detectar el lanzamiento de una literatura histórica de
exaltación del heroísmo military del cumplimiento del deber de los soldados,
jefes y oficiales durante la Segunda Guerra Mundial que en forma de novela o
de libro de entrevistas llegan con frecuencia a nuestras librerías[15] .
Existe coincidencia en reconocer el carácter pionero de estas experiencias y
de sus posibilidades metodológicas, pero también se hace necesaria una mirada
crítica, ante su simpleza descriptiva. En las encuestas se omitía, por ejemplo,
preguntar por aspectos directamente políticos. Para Dale Trevelen[16] , buen
conocedor del sistema y que lo define como: « el proceso de obtener y preservar
los recuerdos…» , el método no pasaría de ser una técnica audiovisual para
aportar datos y obtener información primaria, más o menos significativa, a
través de las entrevistas. Trevelen considera las entrevistas como una
herramienta importante, pero no la trataba como un documento con sustantividad
propia. Describe la técnica de la entrevista sin establecer diferencia alguna entre
la interviú de actualidad, propia del periodismo, o la entrevista aportada desde las
fuentes orales como instrumento de lo histórico.
Es ineludible, pues, establecer una reflexión sobre esta metodología. Es cierto
que el formato ligero de este tipo de entrevistas, del libro-testimonio o del
producto audiovisual resultante de su tratamiento, puesto en el mercado, resulta
atractivo por su fácil lectura, por la ausencia de conflicto y contradicciones; por
su discurso lineal, apto « para todos los públicos» , por lo « positivo» de los
códigos de conducta y la facilidad de las relaciones humanas que exhiben. Tal
vez ahí radique su éxito, aunque, también, en la concisión y capacidad de síntesis
que muestran sus autores. Es fácil dejarse embaucar por el formato y la
pretensión publicitaria de narrar historias aparentemente inocentes.
Ha requerido su tiempo para que aparezcan con fuerza todas las posibilidades
de la que hemos llamado nueva oralidad o, si lo prefieren, fuentes orales
emergentes. Todo ello está generando una ingente y en buena medida
inclasificable literatura que llena las páginas de Internet y de las revistas y foros
que se desenvuelven en estos ámbitos. Puede corroborarse efectuando un rastreo
por esas páginas y sus múltiples enlaces. De entre ellas, pueden destacarse
algunas opiniones de interés que plantean « avances» , pero, también, nuevas
limitaciones.
Kathiy n Walbert, por ejemplo, afirma: « la historia oral posee ventajas únicas
que ninguna otra fuente histórica proporciona […] permite descubrir los puntos
de vista de aquellos individuos que de otra forma podrían quedar fuera de los
registros históricos […] las personas ordinarias (corrientes) se escapan entre las
grietas del relato histórico […] si alguien tuviese que reconstruir la historia de su
vida a partir tan sólo de los registros escritos, lo más probable es que no
encontrara nada en que basarse, y la información que pudiese recoger revelaría
más bien poco acerca de las vicisitudes de su vida diaria o sobre las cosas que a
usted más le importaban» .
Walbert no plantea abiertamente la superioridad del teléfono y la
comunicación electrónica sobre los medios de los que disponían los historiadores
de siglos anteriores al XX, pero destaca, no obstante, el valor de la
correspondencia, de las cartas, como la fuente más sugerente. Lo hace como una
compensación de las metodologías utilizadas a nivel doméstico para recabar y
almacenar información. No sugiere el radicalismo de Frisch. « La historia oral
permite realizar las preguntas —afirma— que le interesan» . Los documentos
escritos presentan un déficit, unas carencias provocadas, a veces, por destrucción
o sustracción de documentos, que sólo ciertas preguntas pueden ay udar a
esclarecer. Y esto es de aplicación en el caso de la reconstrucción biográfica, y
en el estudio de la memoria histórica, tanto si se trata de memorias individuales
como de memorias colectivas… Sigue, sin embargo, brillando por su ausencia,
tanto la reflexión historiográfica como la reflexión sobre el discurso de las
memorias que generan.
La historia oral: « ofrece —continúa la autora— a los actores históricos la
oportunidad de contar sus propias historias con sus propias palabras […] la
ocasión de participar en el recuento histórico de sus vidas» . Ello sin duda permite
convertir al sujeto en protagonista [17] .
Hay páginas y artículos similares. La tentación de presentar las historias
orales despobladas de análisis e interpretación histórica, como si de historia total
se tratase, reduce sensiblemente el campo de la historia y las memorias sin
aportar innovaciones de contenido, en los « programas» más allá de las
novedades tecnológicas cuy os artefactos, a veces cargados de banalidad, nos
invaden.

4. DISCURSO DE LA MEMORIA, FUENTES ORALES Y RESISTENCIA

Cabe preguntarse si la aplicación de estos modelos de historia oral al caso


español, reducirían el tratamiento y usos de la memoria histórica de la resistencia
a un debate particular; si relegarían el papel de la memoria reivindicada,
naturalmente colectiva, a ser un apéndice del debate sociopolítico general. Esta
condición se proy ectaría —como lo está haciendo— de forma bastante exclusiva
en el periodo de la guerra civil y el franquismo, aunque no queda libre de
sombras la transición democrática que, en opinión de buen número de tratadistas
de la memoria histórica, no saldó bien sus cuentas con el pasado franquista [18] .
Así, han quedado desdibujadas, como instantáneas parciales o borrosas,
algunas memorias mientras que otras permanecen olvidadas. Y me refiero sólo a
memorias (individuales y /o colectivas) de lo que puede considerarse resistencia
armada: contra Franco, contra el Estado o contra el orden establecido,
independientemente del signo ideológico que guíe sus acciones o de los métodos
de lucha empleados. Me refiero, en el primero de los supuestos, a memorias de
resistencias antiguas, tales como las de resistencia en la retaguardia de la España
« nacional» durante la propia guerra civil e incluso de las actuaciones
revolucionarias que impregnaron determinadas etapas de la contienda y que
generaron resistencias antisistema en la España republicana. En algunos casos,
como las luchas del verano de 1937 en Barcelona —que supusieron la
desaparición del POUM y el asesinato de Andreu Nin— y las que tuvieron lugar
en tierras aragonesas y localidades del País Valenciano por implantar
colectivizaciones agrarias o para erradicarlas que, sin embargo, han tenido
tratamientos interesantes por cauces de la historia o la literatura, al margen de las
corrientes asociativas. En muchas de estas situaciones las memorias individuales
de testigos y supervivientes son poco favorables a supuestos reivindicativos y
menos a la recreación de una memoria colectiva. En estos casos, en los que la
guerra civil dentro de la guerra civil se manifestó en toda su crudeza, la memoria
resultante de las víctimas de los acontecimientos traumáticos, agravada por el
trauma moral del falso culpable, inhibe la facultad de recordar para entregarla al
olvido, imponiendo el silencio. Silencio y olvido que podríamos calificar de
significativos. Tampoco la memoria de los refugiados que volvieron del exilio en
Francia ha sido mejor tratada, siendo excluida de los planteamientos generales o
pasto de los tópicos más frecuentes.
También quedó parcialmente olvidada o marginada la memoria de la
resistencia armada contra Franco, y a se trate del movimiento guerrillero de los
maquis (1944-1952) o de la guerrilla urbana que se prolongó hasta los años
sesenta. Esta situación se ha visto en buena parte corregida en los últimos años
gracias al reconocimiento por parte de investigadores, escritores y estudiosos que
han situado el punto de mira de su trabajo en el maquis y su mundo, y sobre todo
al esfuerzo individual y colectivo de los propios guerrilleros asociados por y para
testimoniar su presencia, para contarnos su historia.
Por último, quedarían más allá o en los márgenes de la memoria reivindicada
y del esfuerzo recuperador (salvo excepciones y olvidos propios) en los últimos
años: 1. La lucha armada procedente de grupos de confusa ideología que tienen
en común el uso de la violencia terrorista, valgan como ejemplos: ETA —en su
etapa antifranquista— y GRAPO, y 2. Los grupos llamados de « extrema
izquierda» comunistas o libertarios en origen como el FRAP o los MIL
respectivamente (siguen siendo ejemplos y no una relación exhaustiva) que se
reclamaron de la lucha armada contra la dictadura en el ecuador de la década de
los setenta, mientras Franco agonizaba y los franquistas negociaban la transición
con otras fuerzas políticas. Se trata, en el caso de los últimos, de objetos y sujetos
históricos escasamente estudiados, cuy a memoria sigue semioculta en la
trastienda de la Transición.
5. ¿UNA GENEALOGÍA DE LA MEMORIA HISTÓRICA?

Es hoy moneda corriente hablar y escribir de y sobre la memoria histórica;


de la necesidad de « recuperarla» . Esta demanda social que hace suy a la
expresión recuperación de la memoria histórica como reclamo y pancarta que
convoca a la acción, no ha parado de crecer en los últimos años. Pero ¿de qué
memoria histórica se habla?, ¿quiénes la demandan? ¿Cómo y cuándo surge?
¿Por qué el carácter de urgencia que parece imprimir a sus peticiones? El asunto
es, cabe adelantar, muy complejo. Su análisis presenta dimensiones políticas,
culturales y conceptuales que exceden el marco de esta ponencia.
Se hace, no obstante, necesaria, además de una reflexión conceptual, un
acercamiento crítico a los significados, usos y contenidos de este debate y de esta
polémica sobre la memoria histórica y la « recuperación de la memoria
histórica» ; sobre las expresiones que lo acuñan, representan y traducen, por lo
que afecta a las propias fuentes históricas de cualquier tipo, sobre su espacio real
y el lugar que ocupan; sobre las metodologías utilizadas para el estudio del pasado
reciente. Sólo así será posible la visibilidad del discurso de esa memoria histórica
referido al concepto de resistencia.
La memoria histórica reclamada, la que se reivindica, es la que afecta a los
vencidos de la guerra civil y a las víctimas de la represión franquista. La
traducción práctica, a efectos de recuperar estas memorias, se adentra, por una
parte, en la recogida de testimonios orales de sobrevivientes (memoria viva) y en
la recuperación de los restos de los cuerpos de los familiares, asesinados al borde
de carreteras, junto a tapias de cementerios, que y acen en fosas comunes sin
identificación alguna.
Los trabajos realizados desde esta óptica se centran prioritariamente en la
memoria colectiva (silenciada, olvidada o reprimida) que afecta a los
« colectivos no hegemónicos» a los que y a me he referido más arriba, que
fueron privados de la posibilidad de construir sus propias fuentes (memorias). Son
conocidas, por ejemplo, las dificultades de los supervivientes del movimiento
guerrillero para conseguir ser reconocidos como luchadores antifranquistas,
debatiéndose entre una historia oficial que les ignoraba o consideraba
delincuentes, y el olvido partidario sufrido desde el « cambio de táctica»
adoptado por la dirección del PCE —caso de la guerrilla levantina— que
marcaba lo políticamente correcto para progresar hacía nuevas metas.
Más denso ha sido el silencio mantenido y sufrido por y en torno a los
excombatientes republicanos que tras penar en los campos franceses de
« internamiento» , optaron por de enfermedad derrotismo moral por su vuelta a
la España de Franco. Algunos murieron al poco tiempo; otros han arrastrado
durante años, amén de las humillaciones propias, el infamante papel de víctima
« culpable» , de antihéroe que le adjudicaban, tanto el imaginario de la represión
como el de la memoria colectiva de su grupo. Un ejemplo puede ser el que hace
visible la película sobre Salvador Puig Antich a través del personaje que encarna
al padre del anarquista catalán. Un campo, el del « silencio culpable» , todavía
por investigar.
El de la memoria histórica, pues, trata de un debate que quedó, en opinión de
ciertos actores sociales implicados, pospuesto desde la Transición. Cabe
preguntarse si esta opinión habrá tenido en cuenta que los contextos históricos,
políticos y sociales han ido variando y lo que hoy parece un proceder viable,
aunque tardío y no exento de controversias, hace 25 o 30 años pudo parecer lo
contrario, y no tan sólo a las elites políticas. Lo cierto es que fechas o
conmemoraciones republicanas apropiadas no fueron aprovechadas en este
sentido. Ello no significa, en modo alguno, que, durante los años ochenta y buena
parte de los noventa, se halla detenido la investigación ni el trabajo de
historiadores y estudiosos. Éste ha seguido su ritmo de producción de manera
intermitente. Una simple consulta de la bibliografía pertinente nos puede aclarar
cualquier duda al respecto; pero lo que parece evidente es que la memoria
histórica no era objeto de debate social, incluso político, como lo es hoy día.
Lo que ha cambiado de manos es la iniciativa y el control de este debate.
También su contenido. No se habla de una memoria adjetivada y concreta,
menos de la facultad humana compuesta por recuerdos, olvidos y silencios. Se ha
generado una fórmula, un cuño, una marca: recuperación de la memoria
histórica que en pocos años ha cobrado presencia real y asociativa, también
intencionalidad política, generando pautas distintas de actuación. Las iniciativas
emanan ahora de colectivos sociales y políticos, de asociaciones específicas,
foros virtuales, partidos y sindicatos; instancias culturales e incluso
gubernamentales. La declaración del 2006 como « Año de la memoria
histórica» o la intención de legislar (« Ley de la memoria [19] » ) sobre esta
materia, confirman la politización de esta frágil e intangible materia que es la
memoria histórica.
Curiosamente, fue a finales de los años noventa, coincidiendo con el triunfo
electoral (1996) del Partido Popular, cuando se inició esta polémica social,
soterrada entonces, y que hoy parece encontrarse en su apogeo. La intervención
directa, solapando a veces la polémica que se pudiera suscitar, se ha extendido
incluso a profesionales de la antropología y de la arqueología forense, más y
mejor capacitados para la apertura de fosas comunes y el estudio, clasificación
y establecimiento de conclusiones acerca de los restos encontrados[20] . La
recuperación de la memoria histórica así entendida dejó de ser una entelequia
para convertirse en un campo de estudio objeto de controversia.
Pero la democratización de este debate y sus controversias incluy e
dimensiones competitivas y de mercado donde las entidades asociativas
compiten por decir la suy a y que ésta sea la última y la más… reclamando para
sí toda la atención, y el uso de la verdad (su verdad) y la dignidad (su dignidad)
históricas. Un debate éste que empieza a tomar tintes de cierta irracionalidad y
desasosiego y que, hoy por hoy, parecen arbitrar televisiones y medios
informativos, siempre atentos al suculento filón emocional —elevador de las
audiencias— que de ello se deriva.
El reflejo de esta controversia en la prensa viene de lejos y actualmente se
instala en la desmesura. El Mundo, importante valedor de la opción políticamente
conservadora exhibe la tray ectoria más sinuosa y alambicada. Lleva tiempo
difundiendo materiales (libros, videos, artículos…) que prestan claro soporte a la
versión revisionista de la guerra civil, lo que trata de compensar, para paliar sus
despropósitos informativos de actualidad, dando noticia puntual de eventos o
personas relacionados con la historia inmediata. El País, por su parte,
comprometido con las conmemoraciones republicanas, está tan atento a las
iniciativas gubernamentales que, en ocasiones se pasa de rosca y suscita
controversias, digamos, por exceso. Puede valer como ejemplo la composición
de la primera plana del viernes seis de octubre de 2006 que presenta, acaparando
la portada, la imagen de un superviviente del campo de concentración nazi,
situado en Mauthausen. Una portada sobre la recuperación de la memoria;
interesante, justa, pero inusual y un tanto fuera del contexto[21] .
Los redactores « especializados» aplican a los temas de memoria histórica,
un tratamiento similar a la crónica de sucesos o del magazine ilustrado. Titulares
y fotos impactantes, frases hechas, cifras sin confirmar, tópicos… que, en
ocasiones, las más, crean confusión o perplejidad. Volviendo al ejemplo anterior,
no es la noticia (libro sobre Mauhtausen) la que produce desazón, sino la forma y
la oportunidad de suministrarla. Veamos el titular de nuestra noticia: « Luz sobre
la última sombra de la historia» (la cursiva es mía), dice [22] , dando por supuesto
que tras el genocidio nazi se han acabado en la historia (¿qué historia?), los
horrores, las guerras, los genocidios… y que hemos accedido a algo similar a « la
paz perpetua» que propusiera Kant. ¿No hubiera sido más ajustado titular?: « Más
luz sobre la sombra del genocidio nazi» , con el mismo número de palabras
(ocho), o « Nueva luz sobre la tinieblas de Mauthausen» , con siete. ¿Todo eso
tiene que ser lo último, lo primero o, lo más grande? El ideario Guiness está
cambiando también los lenguajes. Algunos políticos neoconservadores actuales
no tienen rebozo en reconocer, incluso en público, su ignorancia total sobre el
franquismo y la memoria histórica [23] . Tiene una cierta coherencia con su
profesión, que acostumbra a formular promesas desajustadas con la realidad;
pero, ni la ignorancia ni el amarillismo, como rutinas en el ejercicio del
periodismo, son de recibo en una profesión que reclama para sí el estatuto de
« empresa de ideas» .
Uno de los efectos indeseados de este desasosiego es la inundación de su
propio mercado con una avalancha de productos —algunos de dudosa o baja
calidad—, que nos devuelven casi al principio de esta ponencia, y es cuando la
acumulación, el exceso de información se trueca en desinformación. El abuso de
la memoria se impone al uso, siguiendo pautas obsesivas propias de una cierta
ofuscación. Conceptos y significados empiezan a desdibujarse. ¿Podrá
recuperarse, sin perder por ello el pulso social, el debate sosegado sobre la
necesidad de recuperar la(s) memoria(s) huy endo de visiones parciales o
políticamente correctas? ¿Ay udaría la práctica de la, en mi opinión, cada vez más
necesaria historia comparada, analizada desde la perspectiva europea?
Fernández Buey escribió a propósito de la relación entre democracia y
memoria: « La ofuscación de la memoria de los más facilita el revisionismo
historiográfico de las minorías nostálgicas cuando este coincide con el interés de
los que mandan en el presente. Y de este modo parece como si la barbarie
recobrara el rostro humano.» [24] La cita no es baladí puesto el texto está escrito
en 1998, dos años después de la llegada, con may oría simple, de los populares al
poder. Hoy, nos encontramos con los frutos de la revisión historiográfica
anunciada en los mejores y más concurridos escaparates del la condición
posmoderna. ¡Toma memoria!, parecen gritar los títulos y las cabezas visibles de
esa « revisión historiográfica» que, con tintes ultraderechistas, nos inunda. Y lo
hace sin los apoy os aparentes de un movimiento social favorable, ni llamadas a
compartir compromisos militantes. Una pura y simple cuestión de dinero, al
servicio de un nutrido aparato de agitación y propaganda, respaldado por
fundaciones bien provistas de fondos con los que captar voluntades. Jóvenes y
may ores pueden leer, sin que nadie les incite a comparar estos textos con los de
Enrique Moradiellos, Paul Preston o, Josep Fontana, cómo la Segunda República
fue un régimen desastroso, antirreligioso y antinacional, lo más parecido a una
colonia soviética; cómo la comuna asturiana fue el verdadero motivo, tras su
criminal revuelta, de la guerra civil; cómo ésta, fue necesaria y era inevitable;
cómo el franquismo se sacudió a la Falange y colaboró con la democracia hasta
asumirla… cómo Franco industrializó España y la convirtió en una nación rica,
próspera y feliz; cómo el régimen era piadoso y la nación una…
La que algunos han llamado « guerra de las esquelas» ilustra sobre esta
disputa que alcanza a espacios sentimentales de la memoria. El Roto con su
desgarrado humor, incide, desde una de sus viñetas, en esta polémica. La viñeta
representa en una lápida dos floreros con una cruz de por medio: don Francisco
Vencedor García y Don Paco Vencido Gómez que y acen de manera silenciosa
en el olvido. Ambos parecen iguales. Los dos exenemigos cometieron
atrocidades o fueron unos santos; todo al 50 por ciento. Un empate, un resultado
de competición deportiva. Sobre la banalidad cotidiana, el humorista nos pide el
esfuerzo de pensar. La memoria no es fruto de una competición deportiva. Es una
facultad humana cuy o proceso de reconstrucción o si se prefiere de
recuperación, insistiré una vez más, es algo complejo. Lo mejor sería explicar
ambas historias y memorias, y a que su representación paritaria no aporta nada
nuevo. Con el relato de las « vidas paralelas» (Plutarco), pronto surgirán
diferencias, caminos que se bifurcan, « verdades» o razones, conductas… Tal
vez así, entendamos mejor quiénes y por qué fueron víctimas o verdugos y, « por
quién doblan las campanas» .
Santos Juliá, sostiene que: « hay memorias en lugar de memoria» . Esta
afirmación está cargada de verdad y responde a las fuentes orales
individualmente requeridas, tan diversas como las personas que las producen. Sin
embargo, es necesario considerar una dimensión distinta si pensamos que, en
cada una de estas memorias, existe un proceso de reconstrucción que se actualiza
cada vez que el sujeto narra su experiencia, y que, a su vez, el esfuerzo para
hacer memoria está y a penetrado por otros relatos individuales, incluso por
versiones oficiosas (la conexión colectiva) sobre determinados tabúes, mitos
existentes o en proceso de formación[25] . En las memorias individuales de los
resistentes (conozco bien el caso de algunos maquis y exiliados) conviven,
además de los propios silencios y olvidos, todo un abanico de pulsiones motivadas
por la influencia de los mitos, las prohibiciones o tabúes partidarios; por la
empatía suscitada por líderes e ideas, por la autocensura… Ingredientes que
conforman espacios de lo simbólico, que construy en y de construy en el relato,
como si de la mortaja de Laertes, tejida y destejida por Penèlope cada noche, se
tratase. Pero, lo que para la esposa de Odiseo no es más que una estrategia
dilatoria, para quién testimonia un pasado traumático lo manifestado, como ha
demostrado Paul Thompson, es subjetivamente cierto; una afirmación de su
identidad como persona y como sujeto histórico.
Habíamos dicho que volveríamos a los silencios y a los olvidos, y es el
momento porque están en la esencia de las memorias personales tratadas desde
fuentes orales. Josefina Cuesta afirma que son « difícilmente detectables» y que
« no hay que confundirlos» , aunque, es difícil trazar la ray a divisoria, y a que « el
silencio puede oscilar entre la barrera de la ocultación la de lo indecible» , y todo
ello, sin tener en cuéntala incapacidad de comunicar que, en algunas personas se
manifiesta como un mecanismo de autodefensa que reprime los recuerdos
traumáticos. Este mecanismo suele activarse en el caso de personas que han
sufrido situaciones tales como torturas, violaciones y confinamiento en grado
extremo; también en aquéllas que han convivido con situaciones de peligro
inminente, con una realidad cotidiana dura y violenta.
Entre diciembre de 1949 y junio de 1951 cuatro jóvenes mujeres, enlaces de
la Agrupación Guerrillera de Levante, para evitar caer en manos de la Guardia
Civil y siguiendo a sus padres, « permanecieron en diversos campamentos […]
hasta su traslado, primero a la base del Comité regional de su partido […] y
finalmente a nuevos destinos» . ¿Cómo explican la experiencia vivida en este
mundo de hombres? « ¿Puede hablarse de la existencia de un tabú sexual?» . En
cualquier caso los testimonios están llenos de cautela, de temor a una
interpretación torcida; desean no apartarse de la ortodoxia partidaria —una
memoria colectiva— que prohibía las relaciones sexuales en los campamentos y
niegan las versiones de relatos policiales. Pero hay informes partidarios que
permiten deducir la existencia de un clima de violencia que presidió,
efectivamente, los últimos días de la guerrilla levantina [26] .
Memorias e historia son difíciles de conciliar, pero la una no puede vivir sin la
otra, pese a las dificultades señaladas. En esta consideración no debemos obviar
la valiosa aportación de Maurice Halbwachs, cuy a obra, La memoria colectiva,
editada póstumamente, puede ay udarnos en éste laberíntico tránsito.
Sus afirmaciones, son las de un eminente sociólogo que maneja con soltura el
conocimiento de la memoria histórica, de autobiográficos relatos de ciertos
grupos humanos… Algunos de sus puntos de vista pueden parecer atrevidos: « La
memoria colectiva no se confunde con la historia» , dice. La expresión memoria
histórica no le parecía muy afortunada « por asociar dos términos que se oponen
en más de un aspecto» . Sostiene, que la historia comienza donde terminan las
tradiciones (las memorias), que « la palabra muere, lo escrito permanece…» . Su
tesis se apoy a en que la memoria colectiva tiende a hacernos pensar que tiene
« un desarrollo continuo» y que « el presente no se opone al pasado» , pues,
« ambos periodos tienen la misma realidad» . Para Halbwachs, por el contrario,
la realidad es que la memoria de una sociedad se extiende, « hasta donde alcanza
la memoria de los grupos que la componen» . « El motivo por el que se olvida
gran cantidad de hechos y figuras antiguas no es por mala voluntad, antipatía,
repulsa o indiferencia. Es porque los grupos que conservan su recuerdo han
desaparecido[27] » .

6. PARA IR RESUMIENDO

Los nuevos usos y tendencias de las fuentes orales penetradas por las
tecnologías punta usadas en y por los medios de comunicación de masas
(teléfono móvil, DVD, módem, docucine) están incidiendo de manera decisiva
en el campo historiográfico y particularmente en la « reconstrucciones
históricas» sin que se asiente una crítica sistemática de sus objetivos explícitos u
ocultos. Los sistemas de adaptación al mercado globalizado son cada vez más
agresivos. Devoran a los consumidores. El mundo al revés. En el tratamiento de
una nueva oralidad, los testimonios deberán superar los marcos predeterminados
de la entrevista y la historia oral para construir una memoria colectiva
conveniente. La memoria, primero individual y cíclicamente colectiva (cúmulo
de tradiciones) da cuenta del pasado mediante huellas que aparecen como una
lucha contra el olvido y el silencio. Actualmente esta cuestión, en el estado
español, asume el aspecto de una polémica que en ocasiones parece asemejarse
a un diálogo de sordos… La persistencia del fantasma de la guerra civil, oscurece
en parte el debate sobre el propio franquismo, sus crímenes y criminales; y la
reparación moral y material para las víctimas en diversas etapas de su sombría
historia.
Santos Juliá afirma, un tanto exageradamente, que « vivimos […], no sólo en
España, bajo el signo de la memoria» y que « y a no nos interesa tanto lo que ha
pasado, sino su memoria; no los hechos, sino sus representaciones[28] » . Enzo
Traverso, se sirve de Annette Wieviorka para afirmar que hemos entrado en la
« era del testimonio» . Testimonio situado, dice, « en un pedestal que encarna el
pasado, cuy o recuerdo es prescrito como un deber cívico, y más en esta época,
en la que hemos identificado el testimonio con la víctima [29] » .
Es curioso comprobar la evolución de algunos de los autores citados. Luisa
Passerini se adentra en los insólitos caminos que comunican memoria y utopía
como vertiente de futuro, sobre la identidad europea. Razona sobre la violencia,
los excesos del colonialismo y el silencio forzado de las minorías que lo han
sufrido o lo sufren. África y Asia penetran en el escenario. Habla de la « historia
de la memoria» , del silencio, como refugio de trabajadores emigrantes: « No
quiero recordar» , dicen.
Reconoce, basándose en los ejemplos de Argelia y la guerra de Corea —
cuy a primera historia oral no aparecerá hasta 1988, es decir, 35 años después de
finalizado el conflicto—, que: « Si una tal “amnesia” pública que se extiende
también a lo privado, es impuesta por las autoridades, muy a menudo no puede
darse sino una especie de complicidad por parte de aquéllos que, no estando en
una posición de poder, aceptan y prolongan el silencio impuesto[30] » .
La melodía admite variaciones, pero la letra parece que nos concierne.
CAPÍTULO 13

LOS TESTIMONIOS DE LAS MUJERES DE LA GUERRILLA


ANTIFRANQUISTA DE LEÓN-GALICIA (1939-1951[0] ).

ODETTE MARTÍNEZ MALEFT[00]

Convencida de que los testimonios de los actores del tiempo presente son
materiales indispensables para comprender la historia reciente, para poder
construir una historia de las representaciones y de la memoria, la Biblioteca de
Documentación Internacional Contemporánea (BDIC) desarrolla una política de
creación de archivos orales[1] . Los archivos que voy a presentar ahora se
refieren principalmente a testimonios de mujeres que participaron en las
guerrillas antifranquistas del oeste de España, entre los años 1939 y 1951, en el
seno de la Federación de Guerrillas de León Galicia o del Ejército Guerrillero de
esa región. Esta muestra fragmentaria puede, a pesar de sus límites, ay udarnos a
comprender la experiencia y la memoria femenina de la guerrilla.
Estos testimonios han sido recogidos entre 1998 y 2005, en un momento muy
significativo, caracterizado por la emergencia en el ámbito público de las
memorias de los vencidos y el cuestionamiento del « pacto de olvido» de la
transición.
Dos observaciones son imprescindibles para poder comprender su sentido.
Primero, entre esas dos fechas (1998 y 2005), las mujeres que dan aquí su
testimonio pasan de una situación donde no se reconoce su pasado —incluso se
« criminaliza» — a una forma de rehabilitación aunque sea parcial con el texto
del proy ecto no de ley votado en el Congreso de los Diputados en may o del
2001[2] . Son conocidas de sobra las influencias, sobre el testimonio, de los
diferentes tiempos de la memoria: tiempos biográficos, sociales, políticos que
algunas veces no coinciden; también está bien estudiado cómo se construy e el
recuerdo personal en relación con los marcos sociales de la memoria a su vez
determinada por las políticas institucionales o los movimientos sociales que se
entrecruzan en el espacio público. Uno de los aspectos interesantes de estos
fondos de archivos orales es que están repartidos en el tiempo (entre 1998 y
2005), lo cual nos permite apreciar una evolución de las formas del testimonio
con respecto a todos esos parámetros.
Segundo: las huellas audiovisuales recogidas en este corpus no tienen todas el
mismo estatuto; la fuente oral, como el archivo clásico, informa más sobre el
presente de la memoria y sobre la instancia que la produce que sobre el objeto
designado y, además, es una fuente provocada, producto de una interacción: de
esta forma, lleva consigo las huellas de sus condiciones de producción. Las
situaciones en las que se hicieron estas entrevistas son muy diversas: espacio
íntimo, espacio público al margen de acciones de memoria o de realización de
documentales o espacio más académico dedicado a la conservación de un
archivo oral.
Las cuestiones previas son múltiples: primera serie de preguntas sobre el
objeto de estudio. ¿Tiene algún valor el concepto de « mujeres resistentes» ?
¿Existe un sujeto colectivo de este tipo o es una construcción? ¿Es pertinente el
corpus provisional del cual propongo sacar ahora algunas hipótesis? ¿Es legítimo
constituir un corpus a partir de testimonios que se refieren a una diversidad de
tray ectorias personales tan grande, de épocas y de regiones, de sensibilidad
política, y que por tanto suponen una variedad de construcciones de memoria?
Segunda pregunta sobre la fuente oral: ¿cuál es el interés de esta fuente para
el estudio de las mujeres resistentes? Pregunta a la cual se puede responder con
otra: ¿de qué fuentes podemos disponer para comprender la experiencia histórica
de actores cuy a acción, más que ninguna otra, ha sido borrada por la represión
que sufrieron esas mujeres y por la naturaleza de su acción a la vez clandestina y
relegada a la esfera privada [3] ?
Por último: ¿cómo tener en cuenta la historia y los objetivos de la
composición de estos fondos de archivos?
No quiero eludir estas cuestiones pero, más que plantear aquí consideraciones
de método independientes de su objeto, quisiera sacar a la luz el contenido de
estos archivos y poner de relieve los problemas que nos plantea su estudio.
Estos archivos son a la vez rastros de un pasado, delineados por una voluntad
de testimonio, y actos en el presente, afirmados por una voluntad de transmisión.
Estas dos vertientes no se pueden disociar. Me parece que no podemos limitarnos
a someter estos testimonios a la prueba de la crítica histórica sin preguntarnos qué
tipo de comprensión requieren tales « actos de tomar la palabra» , considerados
como fragmentos de historia. Estas dos vertientes indisociables propongo
considerarlas separadamente y, para no alargar demasiado la presentación, me
detendré sobre todo en la segunda y me referiré poco a la primera. Así, intentaré
poner de relieve la parte femenina, social e históricamente situada de la
experiencia resistente y de su narración. Y, de paso, evocaré algunos de estos
archivos.

1. LAS HUELLAS COMO TESTIMONIO DEL PASADO

Los testimonios de estas mujeres de la guerrilla son los de víctimas de la


represión pero también los de actrices de la resistencia.

1. Víctimas de la represión: dicen por qué y cómo la represión se


ensañó con ellas por ser mujeres. Nos cuentan cómo se las señalaba
como « rojas» , doblemente culpables desde el punto de vista
franquista: no sólo por oponerse a la dictadura sino también por
traicionar la misión reservada a las mujeres en la concepción
franquista. Cuentan cómo se las perseguía no tanto como resistentes
sino como instrumento de chantaje para alcanzar a los combatientes,
con motivo de sus lazos familiares o sentimentales con ellos;
describen cómo en la estrategia policíaca de erradicación de los
focos de guerrilla hacía los cuerpos de las mujeres se convertían en
campos de batalla. Subray an que eran un blanco particular de esa
política de terror hasta en las formas sexuadas[4] y sexuales que
tomaba una represión que « reutilizaba el repertorio de sanciones
destinadas a las mujeres republicanas durante la guerra civil[5] » .
Dicen que cuando la represión no las apuntaba a ellas directamente,
ellas la sufrían indirectamente por ser mujer. Explican que su
experiencia de represión no se puede disociar de una estigmatización
que les negó, por ser mujeres, su dignidad de resistente. Las voces
singulares que hacen oír estos testimonios orales lo muestran: la
represión de las mujeres está basada en una opresión particular —
una asignación social específica— e intensifica sus efectos. Pero
dicen que esa opresión se manifiesta también, con formas muy
distintas, en la guerrilla.
2. Actrices de la resistencia. Su experiencia como actrices de la
resistencia es específica. Cuentan cómo se produjo, para ellas, el
paso de « resistencia humanitaria» a « resistencia política» y a
« resistencia armada [6] » . Subray an la importancia de las redes
familiares y, por eso mismo, permiten comprender lo que fue el
anclaje social de la guerrilla. Pero esa dimensión íntima de su
compromiso es difícil percibirla en las fuentes archivísticas clásicas:
de ahí que la fuente oral sea quizá la única fuente para aproximarse a
ella. Por eso es importante recoger estos testimonios.
El espacio de la resistencia femenina, según dicen nuestras testigos,
está estrechamente vinculado con su intimidad, es decir: la huerta, la
casa; un espacio cotidiano, donde lo personal viene a ser político; un
espacio de soledad que la clandestinidad primero y su negación,
después, hacen invisible. Pero el espacio de resistencia que describen
estas mujeres no es solamente geográfico sino cultural, marcado por
una concepción patriarcal tradicional que ciertos guerrilleros podían
tener del papel de las mujeres.
Y esa «cultura» tanto como los factores objetivos parece orientar el
contenido de las acciones realizadas. Estos testimonios muestran
cómo las acciones de las guerrilleras se presentan a menudo como
una prolongación de las tareas domésticas (transporte de mensajes,
abastecimiento) incluso en el monte. Nos cuentan cómo la
participación de las mujeres en la lucha verdaderamente armada
también tenía sus formas específicas. Las mujeres transportaban las
armas[7] pero muy pocas participaban directamente en los
combates, por lo que no se puede reducir el compromiso guerrillero
a su aspecto militar, so pena de excluir a las mujeres de la memoria
resistente. Por otra parte, estos testimonios permiten desmitificar las
representaciones de amazonas rebeldes que alimentan el imaginario
masculino de ciertos testigos.
Podríamos continuar este inventario de huellas del pasado
reactivadas por los testimonios. Pero eso, ¿permitiría esclarecer su
sentido? Pienso que no, porque los testimonios son actos que deben
ser considerados como momentos de Historia.
Ahora bien, más allá de diferencias individuales de experiencia o de
estilo, ¿se puede decir que hay una manera femenina de relatar la
guerrilla? ¿Qué nos enseñan estos testimonios, no sobre el pasado
mismo, sino sobre su transmisión, sobre la transmisión femenina de
la guerrilla?

2. ACTOS: TRANSMISIONES PRESENTES

Los archivos orales de los que tratamos son indicios de un pasado que ha sido
activamente rechazado. Son expresiones de una voluntad de testimoniar cuy a
implicación ética y política tiene que ser valorada situándola en una historia de la
memoria española, marcada primero por la ocultación de la violencia franquista,
después por los silencios impuestos durante la transición y caracterizada,
últimamente, por una cierta « escenografía» pública de las huellas del pasado[8] .
Esta voluntad de testimoniar resulta aún más actual, puesto que la cuestión de la
impunidad de los crímenes franquistas queda aún pendiente y que las
asociaciones de víctimas de lo que podemos llamar « un terrorismo de Estado»
aún están a la espera de « las comisiones de verdad y justicia» y de la anulación
de las sentencias de los tribunales militares franquistas que permitirían impulsar
nuevas políticas de reparaciones.
Por lo tanto estos testimonios no son simplemente meros signos; son actos de
resistencia contra todos los intentos, pasados o presentes, de borrar el pasado.
Comprenderlos no es solamente comprobar su exactitud oponiendo lo que está en
juego a nivel científico a lo que está en juego a nivel ético y político. Es intentar
resituarlos más allá de su valor documental como actos de transmisión que, como
tal, merecen ser recibidos, no sólo porque forman parte de la historia sino porque
también la transforman.
Dichos archivos confirman la especificidad del testimonio de las mujeres,
relacionada con la particularidad de su papel en la historia: es el punto de
convergencia que va más allá de la pluralidad de la que y a hemos hablado. Para
todos los actores de la guerrilla, transmitir su experiencia de la lucha armada es
intentar defender una dignidad política que se les negó « criminalizando» su
combate (por parte de los franquistas) pero también olvidándolo (por parte de los
vencidos). Pero, entre todos estos olvidados de la historia, las mujeres forman
una categoría doblemente amenazada de invisibilidad. Para ellas, la implicación
moral y política del reconocimiento es may or porque pesan sobre sus palabras
no sólo el peso de la represión franquista sino también el peso de la dominación
masculina que las ha marginado (antes), lo cual amenaza con excluirlas del
relato resistente y, por consiguiente, de un reconocimiento que, de por sí y a es
muy frágil. Por tanto comprender estos relatos femeninos es tomar la medida de
esa desigualdad frente al olvido y observar cómo estos testimonios se enfrentan a
dos tipos de obstáculos: por una parte, los que están relacionados con la
transmisión de un combate violento en un ejército irregular y clandestino; por
otra parte, los que —en el pasado o en el presente— están relacionados con el
sexo femenino.
Vamos a examinar ahora cuáles son los obstáculos particulares, que tienen
que superar estos testimonios de mujeres pero también cómo esas palabras de
mujeres consiguen transgredir lo que la memoria les prohíbe por ser mujeres.

2.1. DISCURSOS BAJO CONDICIONES.

Estos actos de tomar la palabra llevan la huella de los efectos de la censura


producidos por las condiciones de memorización del pasado y las obligaciones
impuestas por los marcos de enunciación del presente.
El peso del pasado: como y a hemos subray ado, si la violencia sufrida y la
resistencia asumida son tan difíciles de transmitir, hoy en día, es en parte por
culpa de esa estigmatización que sufrieron las mujeres antes. Es difícil, para
ellas, hablar de un compromiso político desfigurado por esa reprobación moral.
Chelo cuenta cómo a estas mujeres (« esposas» de o « amantes de»
guerrilleros) las perseguían llamándolas « las putas de los rojos» . Y si algunas
mujeres se niegan a hablar de su pasado, también es a consecuencia de esta
violencia sicológica y no sólo porque su evolución personal o el contexto social de
comunicación se lo ha impedido.
Les cuesta reivindicar, como resistentes, una experiencia indirecta de la lucha
armada: ellas actuaban casi siempre como « hermana de» , « mujer de» , etc.; su
identidad siempre venía construida o destruida con respecto a lo masculino: hasta
el punto de enmascarar el sentido de su compromiso personal. Esa negación de
su identidad política tiene muchas consecuencias sobre la construcción de su
memoria sobre todo cuando la transmiten algunos guerrilleros que comparten los
valores patriarcales de sus adversarios. Además, tampoco disponían en ese
momento de un marco de relato militante que pudiera ay udarlas a expresar esa
resistencia humanitaria que protagonizaban ellas solas en sus casas. A Ángela [9] ,
por ejemplo, le cuesta valorar como acciones resistentes sus gestos de apoy o:
« No, y o no tenía acciones resistentes» dice ella; pero a continuación nos cuenta
como cumplía tareas muy peligrosas de abastecimiento para la guerrilla. Ángela,
cuy o padre fue ejecutado el 18 de julio de 1936 y cuy a madre, la guerrillera
Alpidia Moral, no tuvo más remedio que echarse al monte y murió en un
combate, cuenta también cómo se convirtió muy joven en « cabeza de familia» ;
describe el peso de la soledad y de la responsabilidad día a día, una
« contraepopey a» doméstica, cotidiana, silenciosa, que también fue un efecto de
la represión[10] de la guerrilla; sin embargo, esta experiencia indirecta de la
represión no la presenta espontáneamente como de carácter político.
Sara [11] cuenta como actos normales de mujer cristiana el hecho de coser
falsos trajes de guardia civil u otros gestos de solidaridad, actos que eran, no
obstante, verdaderas acciones resistentes y que suponían riesgos enormes.
A la hora de dar su testimonio he podido observar cuánto pesaba la confusión
pasada entre compromiso afectivo y compromiso político. Si tomamos el
ejemplo de Chelo[12] : su relato muestra cómo la mezcla de los lazos afectivos y
de los lazos de solidaridad entre guerrilleros y guerrilleras sirvió entonces para
presionar a éstas ocultando e incluso negando el sentido de su compromiso.
Así, el pasado resistente que intentan transmitir estas mujeres es un pasado
que se quiso borrar desde el principio: la censura contemporánea de los hechos
fue reforzada por una prohibición de memoria que, en el presente, encierra sus
recuerdos en la esfera privada, reduciéndolas al silencio. Evidentemente, esa
invisibilidad presente de la resistencia femenina es una construcción, producto de
una mirada de antaño pero también un efecto de miradas retrospectivas que son
incapaces de concebir esos espacios intermediarios donde se desarrolla la
resistencia femenina como lo subray a Mercedes Yusta [13] . Por lo tanto,
debemos escuchar lo que estos testimonios dicen por ellos mismos sobre este
aislamiento y este silencio.
El peso del presente: deslices de palabras. Los testimonios son actos
presentes. Para comprender cómo éstos están « fabricados[14] » y cómo surge
una palabra singular en la frontera de la memoria individual, afectiva, íntima y
de los marcos sociales colectivos, habría que restituir, en cada caso, el contexto
de enunciación y de recepción[15] .
Hay que considerar el impacto, en ellos, de la interacción entre testigo y
quien hace la entrevista, el impacto de las tray ectorias vividas por las mujeres
entrevistadas.
Estas palabras nacen en situaciones que son a la vez circunstanciales y
determinadas por rasgos permanentes. No es de extrañar que estén marcadas por
relaciones sociales de género. En ese sentido, las resistentes que hablan aquí
tienen que confrontarse con el lugar simbólico que hoy ocupan y con los modelos
culturales a los que las destina el discurso social porque son mujeres. En estas
palabras femeninas sobre la guerrilla lo que está en juego, como en todas las
palabras, es el saber y el poder. Por tanto, las « categorizaciones» , los conflictos
o los deslices en el momento de nombrar las cosas corresponden a las tensiones
afectivas o políticas que atraviesan el espacio de su enunciación. Por lo tanto,
escuchar estos testimonios supone una particular atención a las palabras que
enseñan, a las palabras que esconden, a las palabras que faltan…
Tenemos que observar cómo se confrontan estas mujeres con una
dominación simbólica de género todavía vigente que delimita el espacio legítimo
del testimonio e impone sus categorías semánticas. Ahora bien, la experiencia
que ellas evocan muchas veces no coincide con los clásicos marcos del relato
militante y puede uno pensar que este marco les impone un « orden del
discurso[16] » que sostiene su relato particular y a la vez lo amordaza. Por otra
parte, la narración de los gestos femeninos minúsculos que permitieron la « gesta
heroica» tampoco responde a las solicitaciones de escenografía épica y
espectacular que cultivan, por lo visto, las editoriales y los medios de
comunicación[17] .
¿Cuáles son las palabras que enseñan? Al contrario de los marcos discursivos
autorizados que también pueden ocultar conceptos como los de « resistencia
humanitaria» o « resistencia civil[18] » permiten dar una significación política a
actos que parecían no pertenecer más que a la esfera privada y, por lo tanto,
ofrecer un marco conceptual a la transmisión de unas vivencias hasta ahora
privadas de representación. En esta óptica, habría que averiguar si el concepto de
« mujer del preso» es aquí pertinente para dar un estatuto a la experiencia de
muchas mujeres de la guerrilla cuy os compañeros fueron encarcelados y
ejecutados a garrote vil. Y preguntarse, además, si es posible extender esa
categoría presentando la clandestinidad del guerrillero como una condición
análoga a la del encarcelamiento. Entonces la posición de « mujer de» o « hija
de» , « sobrina de» vendría a ser dotada de una función política. Por ejemplo,
cuando Delia cura a su tío Silverio Yebra, herido y escondido en su viña, ¿dónde
termina el apoy o afectuoso de una sobrina y dónde empieza la acción
resistente [19] ? Esas formas de acción quedan en la oscuridad cuando no quedan
en el silencio. Para medir lo frágil que es esa memoria, es interesante escuchar
cómo las palabras de la lengua política posterior vienen a encubrir los motivos del
antiguo compromiso, quizá para buscar formas de legitimación a este pasado sin
nombre. Tomemos el ejemplo del testimonio de Pilar [20] . Ella habla de un
compromiso comunista sin que sepamos lo que esa identidad significaba para
ella. Posiblemente esas palabras sean aquí como una máscara retrospectiva con
efectos ambivalentes: ocultan y producen silencio pero, a la vez, afirman una
fidelidad real a sus compañeros comunistas y le dan a ella un espacio hoy día, en
el « gran relato resistente» . Por el contrario, la evolución afectiva o política de
algunas mujeres hace que, hoy, no les queda ninguna palabra para nombrar un
compromiso que obedecía a un movimiento de rebeldía o de apoy o pero que y a
no lo pueden narrar con unas palabras que han venido a ser, para ellas,
impronunciables.
Este olvido de la mujer está reforzado cuando ella es enlace. El testimonio de
Chelo, porque conoció las dos posiciones —enlace primero y clandestina después
— permite comprender, a partir una misma mirada de mujer, lo que es la
desigualdad en el espacio de la memoria. Por cierto, el espacio de
reconocimiento, aunque limitado y ambivalente, del cual hoy dispone ella debido
a que fue una guerrillera en el monte, es muy diferente del que se atribuy e a las
otras mujeres encerradas en el espacio habitual de su aldea.
¿Cuáles son las palabras que ocultan? Las palabras de estas mujeres surgen en
un espacio de representaciones públicas que puede ocultar su expresión personal;
así, esas mujeres de la guerrilla tienen que negociar con las imágenes de
víctimas con las que se suele asociarlas y porque son mujeres. Esa asignación
como víctima es más evidente cuando el discurso sobre el pasado lo gestionan
públicamente las instituciones o las asociaciones humanitarias con un estilo
compasivo. Esa retórica « victimaría» , que se viene imponiendo en España y en
otras partes del mundo, moldeando las imágenes y los discursos de los testigos, la
tendríamos que analizar en sí misma poniéndola en relación con la pérdida de los
referentes, de los relatos políticos clásicos y la pérdida de la perspectiva histórica
que permite valorar la dimensión social de esta resistencia. No es lo que nos
proponemos de analizar aquí. Pero hay que subray ar que esta retórica se impone
con más facilidad en nuestro caso, y a que la amenaza de invisibilidad es may or;
por ello la tentación de insistir en la representación del sufrimiento aumenta; y se
impone más cuando el sentido político de aquel pasado es frágil o cuando han
sufrido esas mujeres perjuicios extremos que ninguna instancia política o jurídica
ha reconocido incluso desde la vuelta a la democracia.
Tomemos el ejemplo del testimonio de Sara sobre la tortura. Enlace en la
guerrilla de León Galicia en los años 1947-1951, Sara se quedó durante años
escondida en el silencio como si el tiempo se hubiera parado por esa
imposibilidad de compartir una experiencia extrema que casi le cuesta la vida.
¿Cómo podría ella salir de esa posición de víctima, elaborar otro relato si no
existe el reconocimiento de lo que sufrió[21] ? Y como Sara no reivindica ninguna
identidad política, quizá sea propensa a adoptar ese relato « victimario» más que
otras mujeres que construy eron un relato de combatientes o que benefician de
otros espacios de reconocimiento siendo militantes políticas. Sería interesante
compararlo con el testimonio de Esperanza Martínez, militante del PCE y de
AGE; en ese testimonio filmado justamente cuando ella participaba en la
« Caravana de la memoria» en el 2002 en la serranía de Ronda, se puede
comprobar cómo su memoria política sostiene su memoria íntima y le ay uda a
oponer otras figuras al icono de la víctima [22] .
El peso de las escenografías de memoria aún se nota más cuando los
testimonios las apartan y transgreden claramente las obligaciones de género
transmitidas por el discurso social dominante. Tomemos el ejemplo del
testimonio de Chelo: aquí podemos oír a una mujer que se salvó de la más radical
de las tragedias y que expresa la violencia sufrida. Pero su testimonio no
corresponde a las solicitudes que invitan hoy a los actores antifascistas a
presentarse sobre el escenario público sólo como victimas de un pasado doloroso:
esperas que algunas asociaciones inducen cuando en nombre de la igualdad de
dignidad de los sufrimientos imponen una aproximación exclusivamente
humanitaria de ese pasado dejando al margen las implicaciones políticas del
« trabajo de memoria» . Al contrario, el relato de Chelo quiere superar esta
postura de afligida y esa superación la tenemos que relacionar con la lectura que
hace ella de su pasado, con una concepción que asume la necesidad del conflicto
de valores.

2.2. PALABRAS QUE APENAS SE PUEDEN OÍR.


Bajo estas condiciones, la parte femenina de estos testimonios queda en
segundo plano acallada. Así lo muestran los archivos orales que hemos
constituido y los archivos que la BDIC tiene el proy ecto de crear también tendrán
que tener en cuenta sobre todo las transgresiones necesarias para que puedan ser
dichas y oídas las dimensiones más vulnerables de la experiencia femenina de la
resistencia como las relaciones de género, la violencia sufrida e infligida, la vida
afectiva y personal.
Contar la desigualdad entre hombres y mujeres en la guerrilla. Estos archivos
confirman, lo hemos visto, la hipótesis que una diferencia sexuada determinaba
las formas de la experiencia resistente. No sorprende nada el hecho de que la
guerrilla reproduzca en su seno las relaciones sociales que caracterizan el entorno
en el cual se inscribe. Pero hay que subray ar que el relato retrospectivo que
hacen estas mujeres, como el testimonio de Chelo, deja adivinar unas relaciones
de poder que eran sexuadas. Cuenta cómo en la vida cotidiana de la guerrilla (en
el monte) las mujeres se ocupaban más del abastecimiento o de las cosas
logísticas que de las armas o de la representación política del movimiento, pero
dice cómo ese papel discreto era necesario para la lucha armada. Este testimonio
revela la trasgresión de un poder que borra el papel de las mujeres pero lo que da
a conocer todavía lleva el cuño de ese mismo poder. Por ejemplo a través de la
denegación. Así, en las contradicciones del relato, se percibe en filigrana los
efectos de un conflicto probable entre memoria femenina y fidelidad al grupo
resistente. Lo cual también se puede observar en otros testimonios de mujeres;
cuando interiorizan las representaciones masculinas, que reproducen una
memoria que no es la suy a y que encubre sus propias voces: ¿cómo lo debemos
interpretar? ¿Esas « palabras prestadas» serán el eco de una imposición que las
condena a ellas al olvido? ¿O revelan los vínculos de amor y de amistad? Así, por
ejemplo, cuando Chelo se hace la mensajera de Manuel Zapico, su camarada de
guerrilla: como si la palabra, en ese caso, fuese literalmente el testimonio de la
presencia desaparecida [23] . Esa misma fidelidad a sus compañeros de guerrilla
explica quizá que Chelo relativice tanto una diferencia de estatuto entre hombres
y mujeres que ella indica por otra parte.
Relatar la violencia: la violencia sufrida y la violencia infligida. Estos
testimonios confirman la intensidad de la violencia de la represión y sus formas
sexuadas y sexuales. Pero también la dificultad de hablar de esa misma
violencia, justamente porque era sexuada: ¿cómo hablar del pelo rapado, de la
violación, de la violencia que se refiere a la intimidad del cuerpo?
Para estas mujeres, testimoniar sobre las torturas que sufrieron responde a
una necesidad ética esencial. Es un acto que permite, como en todos los casos de
experiencias extremas en los que se violan los derechos de la persona humana,
una reparación psíquica. Por cierto, la elaboración de un relato dedicado a un
destinatario, la presencia de una persona ajena que escucha y mira, permiten
restablecer un lazo social, simbolizar la tragedia vivida para restaurar en sí
mismo lo que fue destrozado y poder reintegrar la comunidad humana [24] .
Aunque esa reparación sea difícil en un marco político que no cuestiona la
impunidad de los crímenes franquistas contra la humanidad y que no legitima
verdaderamente la acción resistente de estas mujeres.
Estos archivos orales dejan percibir una memoria femenina del miedo, no
porque las mujeres fueran menos valientes sino por la posición que ocupaban;
memoria minusvalorada y silenciosa porque la expresión de tales sentimientos
les parecería aposteriori indecente comparada a la muerte de sus compañeros.
Pilar y Ángela cuentan cómo se escondían hasta más de diez hombres en su
casa, el conflicto entre el deber y un miedo imposible de confesar.
Pero la violencia infligida no es menos difícil de transmitir que la violencia
sufrida, y a que su ejercicio parece contradictorio con los modelos interiorizados
de la identidad femenina. En este caso los silencios son huellas de una prohibición
que concierne a la relación de las mujeres con las armas. Por cierto no hay que
exagerar esta obligación de género pero el tabú de la violencia toma un relieve
más fuerte para las mujeres: lucha armada y sexo femenino parecen
irreconciliables. Y en el espacio mental en el que hablan estas mujeres, las
imágenes de combatientes femeninas parecen monstruosas: hermafroditas
sanguinarias, andróginas, amazonas desexualizadas[25] …
Miremos por ejemplo cómo el testimonio de Chelo salva estos obstáculos: en
el mismo no hay ninguna presentación épica de la acción armada (no se trata de
confundir acción armada y heroísmo). Al contrario, es un dilema entre callar o
hablar que sin duda, se refiere a recuerdos dolorosos. Ella habla de 6 o 7
combates pero no da más precisiones y su descripción queda muy vaga. ¿Es
efecto de la posición que ocupaba al margen del campo de acción? ¿Son indicios
de un conflicto interior? Cuando Chelo acepta por fin evocar la parte militar de su
guerrilla dice cuánto le cuesta rememorar esa parte maldita de su pasado. Y su
relato oscila entre una retórica defensiva (« y o no fui la que quise eso» o « tuve
que defenderme» o « y o no quería que me mataran como mataron a mis padres
como corderos» ) y una justificación de su violencia.
Los silencios del relato tienen que leerse como signos. Lo que impide aquí la
palabra es difícil de identificar sobre todo porque la lucha armada no es una
abstracción. Huellas de las prescripciones pasadas y presentes que colocan las
mujeres en lugares muy distintos: del lado de la ternura y que hacen
inconfesable su violencia aunque fuese resistente. ¿Cuño de la lengua franquista
escondido dentro de la lengua resistente? ¿Huellas antiguas, pero siempre vivas y
que influy en en la narración presente?
Y también huellas de un presente: y a que, en parte, el trabajo historiógrafo o
político hecho estos últimos años sobre la represión franquista facilitó la
transmisión de los recuerdos. Pero estos archivos nos enseñan también cómo
pesa aún sobre el testimonio de la resistencia armada al franquismo el hecho de
que esta lucha nunca hay a sido realmente rehabilitada en el momento de la
transición, sino solamente amnistiada (y luego olvidada).
Esa contradicción lógica, sin duda, es el indicio de la contradicción trágica de
toda lucha armada: entre la necesidad de la acción y la dimensión humana. Pero
lo cierto es que esa contradicción es aún más desgarradora para las mujeres.
Contar lo íntimo: el sentimiento y la sexualidad. Una de las características de
los relatos femeninos (aquí como en otros contextos históricos) es la parte
concedida a la memoria íntima y la voluntad de tener en cuenta la articulación
entre lo afectivo y lo político, entre lo individual y lo colectivo al contrario de lo
que pasa con muchos relatos de guerrilleros que sacrifican esa dimensión
sentimental, personal, en nombre del respeto a la ortodoxia o en virtud del deseo
de generalizar.
Cuando Chelo en el 2005 reivindica la parte amorosa de su compromiso, se
arriesga personalmente. Si ella presenta su entrada en la guerrilla como una
elección, es porque su elección es la de seguir al hombre que ama en la
clandestinidad, Arcadio Ríos. Una apuesta de libertad que cumple una doble
ruptura y a que es indisolublemente un acto de amor y un acto de resistencia. En
este testimonio, todo el relato de resistencia se organiza a partir de ese recuerdo
de amor. El anclaje temporal no se disocia del calendario personal; el
acontecimiento objetivo queda evocado a través del prisma afectivo. Así, Chelo
se enfrenta con un tabú. Su reivindicación de la dimensión afectiva tiene un
sentido concreto: desplaza la oposición de lo íntimo y de lo político que servía
para negar, en la lengua del poder, la identidad resistente de las mujeres. Su
testimonio no sólo rinde un homenaje sino que transforma las representaciones y
tiene un sentido histórico preciso; Chelo nos recuerda que el hecho de seguir a su
amante en la guerrilla era un acto de insumisión, castigado como acto político por
las fuerzas de represión. Y que, en el discurso de la época, las mujeres que
ay udaban a los guerrilleros o que se echaban al monte no eran designadas como
resistentes sino como « putas» . Su delito era entonces sexuado y doblemente
político frente a una sociedad que hizo de la Iglesia católica un pilar de retorno al
orden, asignando a las mujeres su papel tradicional. « Bandidas y putas» , las
mujeres de la guerrilla eran dos veces culpables: culpables de bandolerismo y
culpables de tener « amores bandidos» .
Por consiguiente, contar, como lo hace Chelo, el amor en la guerrilla, y sobre
todo contarlo como un canto lírico, es desafiar la negación fascista de la
resistencia femenina. Chelo da testimonio de lo más íntimo y para todas las que
y a no pueden hablar de su compromiso guerrillero mezclado a la entrega
amorosa. Su relato muestra magistralmente lo que es la responsabilidad del
testigo, su misión de dar vida a las compañeras que fueron víctimas de la
represión sin jamás ser reconocidas como combatientes: como ejemplo, una
amiga de Chelo, Carmen de Fervenza, violada por la Brigadilla y asesinada.

3. CONCLUSIONES

La mezcla de los actos resistentes y de los actos cotidianos, el carácter


estructurante de los lazos familiares han sido analizados como rasgos específicos
de la resistencia femenina. De ahí la necesidad de estudiar las acciones casi
invisibles que se desarrollan en ese espacio intermediario donde lo político es
íntimo y de cuestionar esa frontera entre compromiso público y ética privada. Y
de valorar esa « resistencia civil» que queda invisible en las versiones ideológicas
o militares que uniformizan los relatos en los informes oficiales. Esta
repolitización retrospectiva de lo privado y de lo íntimo conlleva muchas
preguntas: ¿hasta qué punto es legítimo categorizar como actos políticos a
aquéllos que eran vividos subjetivamente como actos de amor? ¿Se puede
identificar lo que es compromiso resistente voluntario y la participación sin
conciencia política?
Los archivos orales que hemos constituido son documentos para los
historiadores. Para los que quieren construir un relato que sea lo más fiel posible
al pasado, tienen que ser objeto de una crítica interna, atenta a las condiciones en
las cuales se recogieron los testimonios y a lo que la oralidad libera u oculta.
Tienen que cruzarse con otros archivos. Pero estos testimonios orales no son
solamente documentos. Por todas las razones que hemos evocado, abren espacios
de transmisión por parte de los testigos pero también por parte de los que recogen
sus relatos. Permiten que unas palabras prohibidas hagan acto de presencia y que
la parte femenina de la resistencia se exprese. Son actos de transmisión de la
memoria de los vencidos. De mujeres que fueron vencidas y que al relatar sus
combates y sus derrotas desafían la historia escrita desde el punto de vista de los
vencedores de ay er y de hoy.
Autores

JULIO ARÓSTEGUI SÁNCHEZ

Tristemente fallecido a punto de ver la luz este libro, ha sido catedrático de


Historia contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid hasta 2009 y
Catedrático Emérito hasta 2012. También ejerció su magisterio a lo largo de su
periplo vital en la Universidad Carlos III de Madrid, Salamanca y Vitoria. Ha
trabajado en temas como el carlismo, el movimiento obrero, la República, la
guerra civil española, la época de Franco, la teoría y metodología historiográficas
y la Historia del presente y la memoria histórica. Fue Premio Nacional de
Historia en 1981 por una obra colectiva y dirigió hasta su muerte la Cátedra
Complutense Memoria Histórica del Siglo XX y la revista electrónica Hispania
Nova. Entre sus publicaciones más recientes como autor o coordinador se
encuentran: Largo Caballero. El tesón y la quimera (2013), Franco: la represión
como sistema (2012), El último frente. La resistencia armada antifranquista en
España, 1939-1952 (2008), España en la memoria de tres generaciones: de la
esperanza a la reparación (2007), Por qué el 18 de julio… y después (2006),
Guerra Civil. Mito y memoria (2006), La república de los trabajadores: la
Segunda República y el mundo del trabajo (2006) o La Historia vivida. Sobre la
Historia del presente (2004).

JOSÉ MARÍA AZUAGA

Ha publicado artículos e impartido conferencias sobre el maquis en los


últimos veinte años. Cuenta en su haber con títulos tan destacados como La
guerrilla antifranquista en Nerja o La oposición al franquismo en Andalucía
oriental, en coautoría con Hartmut Heine.
JULIÁN CHAVES PALACIOS

Es autor de varios libros sobre la guerra civil, la guerrilla y la posguerra, entre


los que destacan: Huidos y maquis. La actividad guerrillera en la provincia de
Cáceres, 1936-1950; Violencia política y conflictividad social en Extremadura, o
La represión en la provincia de Cáceres en la guerra civil. Recientemente ha
publicado: Guerrilla y franquismo: memoria viva del maquis Gerardo Antón
(Pinto).

BENITO DÍAZ DÍAZ

En los últimos años se ha especializado en la investigación de la guerra civil y


la guerrilla antifranquista. Entre sus obras destacan: La guerrilla antifranquista en
Toledo: la primera agrupación guerrillera del ejército de Extremadura-Centro, o
el libro realizado bajo su coordinación: La guerrilla en Castilla-La Mancha

RAMÓN GARCÍA PIÑEIRO

Autor de trabajos sobre el movimiento obrero durante el franquismo en


Asturias: Los mineros asturianos bajo el franquismo (1937-1962), en los últimos
años ha ido ampliando sus estudios a las formas de represión y resistencia
guerrillera diseminados en diversas obras colectivas.

HARTMUT HEINE

Sus trabajos sobre la guerrilla antifranquista fueron pioneros en España. Es


autor de A guerrilla antifranquista en Galicia, hasta el clásico, La oposición
política al franquismo de 1936 a 1952. Recientemente ha publicado, junto a José
María Azuaga, La oposición al franquismo en Andalucía oriental, y prepara un
nuevo trabajo sobre las Brigadas Internacionales.

JORGE MARCO

Ha publicado varios artículos sobre la resistencia armada y la violencia


política en la posguerra española. Es miembro de la Cátedra Extraordinaria
« Memoria Histórica del siglo XX» , e investigador del proy ecto « El Régimen de
Franco como sistema represivo (1936-1948)» . En la actualidad está preparando
una monografía sobre los hermanos Quero y un amplio estudio sobre las formas
resistencia y de represión en Andalucía oriental.

ODETTE MARTÍNEZ

Es miembro del equipo de investigación de la Bibliothèque de Documentation


Internationale Contemporaine (BDIC). En los últimos años se ha especializado en
el estudio de los enlaces guerrilleros y en el papel de las mujeres en el universo
de la resistencia. Es coordinadora, junto a Marie-Claire Chaput y Fabiola
Rodríguez López, del monográfico publicado en Francia: Maquis y guerrillas
antifranquistas

FRANCISCO MORENO GÓMEZ

Sus libros han alcanzado una gran difusión entre el público y los especialistas.
Destacamos: Córdoba en la posguerra (la represión y la guerrilla, 1939-1950), o
el voluminoso La resistencia armada contra Franco: Tragedia del maquis y la
guerrilla: el centro-sur de España, de Madrid al Guadalquivir. En el último año ha
publicado unas memorias sobre el conocido guerrillero cordobés Veneno, bajo el
título: Historia y memoria del Maquis

FERRÁN SÁNCHEZ AGUSTÍ

En los últimos años ha presentado: Maquis y Pirineos: la gran invasión (


1944-1945 );Maquis a Catalunya; de la invasió de la Vall d’Aran a la mort del
Caracremada o Espías, contrabando, maquis y evasión. La II Guerra Mundial en
los Pirineos. Recientemente ha publicado una monografía bajo el título: El maquis
anarquista. De Toulouse a Barcelona por los Pirineos

JOSEP SÁNCHEZ CERVELLÓ

Ha publicado numerosos trabajos sobre aspectos relacionados con la historia


de Portugal y los procesos de descolonización: La descolonización y el
surgimiento del Tercer Mundo; El último imperio occidental: la descolonización
portuguesa, o La revolución de los claveles en Portugal. También ha dedicado su
interés al estudio de la resistencia antifranquista con la coordinación del trabajo :
Maquis: el puño que golpeó el franquismo. La Agrupación Guerrillera de Levante
y Aragón

SECUNDINO SERRANO

Ha publicado multitud de trabajos, entre otros: La guerrilla antifranquista en


León (1936-1951); Crónica de los últimos guerrilleros leoneses(1947-1951), o
Maquis, historia de la guerrilla antifranquista .Su último trabajo sobre los
españoles integrados en la resistencia francesa se ha presentado bajo el título :La
última gesta. Los republicanos que vencieron a Hitler(1939-1945)

JOSÉ ANTONIO VIDAL CASTAÑO

Ha destacado por su trabajo sobre la historia oral en la guerrilla antifranquista


con su libro: La memoria reprimida; historias orales del maquis, o su estudio sobre
el exilio y los campos de internamiento en Francia: Campo de Septfonds.
Republicanos españoles en Judes (1939-1941), de reciente publicación.

MERCEDES YUSTA

Desde finales de los años noventa ha renovado los estudios sobre la guerrilla
antifranquista en España con libros como: La guerra de los vencidos: el Maquis
en el Maestrazgo turolense, 1940-1950 o Guerrilla y resistencia campesina: la
resistencia armada contra el franquismo en Aragón (1939-1952). En la actualidad
realiza diversas investigaciones en torno al papel de las mujeres y de las redes
familiares dentro de la resistencia.
Notas
[1] S. Balfour: Abrazo mortal. De la guerra colonial a la guerra civil en España y
Marruecos. Barcelona. Península, 2002. <<
[2] J. Jauregui: Porque el 18 de julio… Y después, Barcelona. Flor del Viento,
2006, pp. 144-145. <<
[3] J. Ventura Solé: Presó de Pilots. Tarragona. Diputació de Tarragona, 1993,
pp. 9, 22-23. <<
[4] J. Subirata Piñana: Pilotos 1939-41. Prisión de Tarragona. Madrid. Pablo
Iglesias. 1993. p. 3. <<
[5] F. García Crau: « Batallons de la postguerra» . La Riuada. 4. (1995), pp. 27-28.
<<
[6] Entrevista con Ramon Videllet Andreu, Benifallet, 3-4-1996. <<
[7] J. M. Naveros: « Los muertos del “Parte Inglés” en Almería» . Tiempo de
Historia. 46 (1978). Véase: www.shac.net/República/TextosIM/Elparteingles. <<
[8] J. Busquets: Veinte años de prisión. Los anarquistas en las cárceles de Franco.
Madrid. F. Anselmo Lorenzo. 1998. <<
[9] A. Bahamonde. Un año con Queipo. Barcelona. Ed. Española, 1938, pp. 92-93
. <<
[10] G. Ciano: Diarios 1937-1943. Barcelona. Critica, 2004. <<
[11] No tenemos en consideración la represión sobre el nacionalismo de las
colonias portuguesas. Véase sobre esta cuestión: Torre. H de la y Sánchez
Cervelló, J: Portugal en el siglo XX. Madrid, Istmo, 1993, pp. 279 y ss. <<
[12] J. M. Solé Sabaté: La represión franquista a Catalunya. Barcelona. Ed. 62.
1985, pp 134 y ss. <<
[13] J. Sánchez Cervelló: « Próleg» en: J. Recasens LLort: La repressió franquista
a la Ribera d’Ebre. Valls, Cossetania, 2003, pp. 5-9. <<
[14] Entrevista a Juan Antonio Roig « Janet» . Calaceite. 28-8-2006, y Pepeta
Cervelló Rius. Tarragona. 11-3-1996. <<
[15] « Libro de Actas de Sesiones Municipales» , 1-6-1936. Texto manuscrito.
Archivo Histórico Municipal de Flix, p. 67. <<
[16] J. Sánchez Cervelló: « Metodología de la represión franquista 1938-1947» ,
en: J. Sánchez Cervelló (coord.): La provincia de Tarragona durant el franquisme (
1938-1976). Politica, societat I cultura, Tarragona. CEHSGO, 1996, pp. 11-40. <<
[17] J. Cruany es: Els papers de Salamanca. Barcelona. Ed. 62, 2003, pp. 62. <<
[18] Entrevista con Juan Corbella Ventura. Flix. 16-1-1996. <<
[19] J. Sánchez Cervelló: « Próleg» en: J Recasens Llort: La repressió franquista a
la Terra Alta, Horta de Sant Joan. Ecomuseu dels Ports. 2005, pp. 59 <<
[20] Entrevista con Juan Antonio Roig Serrano. Calaceite. 19-8, 2006. <<
[21] M. A. Ruiz Carnicer: « Poder político y respuesta social en el Bajo Aragón
turolense en el primer franquismo» en: P. Rújula (coord.): Entre el orden de los
propietarios y los sueños de rebeldía, s. l. (Zaragoza). Grupo de Estudios Masinos.
1997, pp. 89-108. <<
[22] « Excmo. Sr. Pedro Gomero» . Batea. 17-10-1939, p. 7. Caja 11. SGM-AGA
. Alcalá de Henares. <<
[23] E. Líster: Asi destruyó Carrillo el PCE, Barcelona. 1983. p. 28. <<
[24] S. Vilar: Historia del antifranquismo 1939-1975. Espulgues de LLobregat.
Plaza & Janes. 1984. p. 56: H. Heine: La oposición al franquismo. Barcelona.
Crítica, 1983, pp. 131-132. <<
[25] G. Durán : Una enseñanza de la guerra de España. Madrid, Júcar, 1980. <<
[26] J. Sánchez Cervelló: ¿Porqué hemos sido derrotados? Las divergencias
republicanas. Barcelona. Flor del Viento, 2006, pp. 526 y ss. <<
[27] M. Heiberg y M. Ros: La trama oculta de la guerra civil. Los servicios
secretos de Franco 1936-1945, Barcelona. Crítica, 2006, pp. 168. <<
[28] M. Irujo: Inglaterra y los vascos. Buenos Aires. Ekin. 1945: C. Pi i Suny er:
Memóries de l’exili. El Consell Nacional de Catalunya. Barcelona. Curial. 1978.
p. 176, vol. 1. <<
[29] F. Montseny : Pasión y muerte de los españoles en Francia, Toulouse. Ed.
Universo, 1950, pp. 37-38. <<
[30] A. Kedros: A Resisténcia grega 1940-1944. Porto, Inova. s. d. [1975]. p. 745.
<<
[31] D. H. Close: The Greek Civil War 1943-1950: Studies of Polarization,
London-New York, Routledge. 1993. <<
[32] Crístino García era héroe nacional de Francia por su contribución a la lucha
contra los nazis. <<
[33] Sobre las resoluciones de la ONU condenando al franquismo, véase A. J.
Lleonart Anselm: España y la ONU (1945-46). Documentación básica sintetizada
y anotada. Madrid. CSIC, 1978. <<
[34] Véase: S. Minev: Las causas de la derrota de la República española,
A. Encinas (ed.). Madrid. Miraguano, 2003, p. 287: A. Elorza y M. Bizcarrondo:
Queridos camaradas. La internacional comunista y España 1919-1939, Barcelona.
Planeta, 1999. <<
[35] J. Estruch: El PCE en la clandestinidad 1939-1956, Madrid. Siglo XXI, 1982,
p. 71. <<
[36] S. Agudo: Memorias. La tenaz y doloroso lucha por la libertad 1939-1962.
Huesca. IEA-Diputación, 1991, pp. 234 y ss. <<
[37] D. Diaz Esculies: El catalanisme polític a l’exili (1939-1959). Barcelona. La
Magrana. 1991, p. 108. <<
[38] J. Borrás: Políticas de los exiliados españoles 1944-1950, París. Ruedo
Ibérico, 1976, pp. 21-26. <<
[39] A. Paz: CNT 1939-1945. Barcelona, Hacer, 1980, pp. 139-146. <<
[40] R. Borrás Bertriu: Los últimos borbones. De Alfonso XIII al Príncipe Felipe.
Barcelona. Flor del Viento. 1999, pp. 127 y ss. <<
[41] ID.: El rey de los rojos. Don Juan de Bortón, una figura tergiversada.
Barcelona. Vergara, 2005, pp. 221-223. <<
[42] B. Vargas: Rodolfo Llopis 1895-1983. Una biografía política. Barcelona,
Planeta, 1999, pp. 195-200. <<
[43] Véase: M. A. Bosch: Pous i Pagés. Vida i obra. Figueres. IEE, 1997. <<
[44] A. Fernández: Rebel. Barcelona. Mediterránia. 2002, p. 346. <<
[45] E. Pons Prades: Guerrillas españolas 1936-1960, Barcelona. Planeta, 1977,
pp. 180-191. <<
[46] Las obras de conjunto más importantes son: S. Serrano: Maquis. Historia de
la guerrilla antifranquista. Barcelona. Booket, 2002; F. Moreno: La resistencia
armada contra Franco. Barcelona. Crítica, 2001. <<
[47] « Sobre la AGL» . s. l., s. f. [agosto-septiembre 1947], 8 págs.
mecanografiadas. APCE. Madrid. <<
[48] F. Claudin , Santiago Carrillo. Crónica de un secretario general. Barcelona.
Planeta, 1983, pp. 95. <<
[49] E. Lister: op. cit., pp. 54. <<
[50] S. Carrillo: « Sobre la experiencia de dos años de lucha» , Nuestra Bandera.
31, noviembre-diciembre de 1948, pp. 834-839. <<
[51] Mundo Obrero. 55, 3 de febrero de 1949, p. 1. <<
[52] J. Estruch: Historia oculta del PCE. Madrid, Temas de Hoy. 2000. p. 174. <<
[53] J. Sánchez Cervelló (ed.) et al.: Maquis, el puño que golpeó el franquismo, la
Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón. 4 ed., Barcelona. Flor del Viento.
2006, pp. 382-385. <<
[54] S. Carrillo: Memorias. Barcelona, Planeta. 1993. <<
[55] S. Álvarez. J. Hinojosa y J. Sandoval (coord.): El movimiento guerrillero en
los años cuarenta. Madrid. Fund. de Investigaciones Marxistas. 1990: J. M.
Aztiaga: La guerrilla antifranquista en Nerja. 2.ª ed., Nerja. IU-Los Verdes-
Convocatoria por Andalucía. 1996. <<
[0] Josep Sánchez Cervelló: ha publicado numerosos trabajos sobre aspectos
relacionados con la historia de Portugal y los procesos de descolonización: La
descolonización y el surgimiento del Tercer Mundo; El último imperio occidental:
la descolonización portuguesa, o La revolución de los claveles en Portugal.
También ha dedicado su interés al estudio de la resistencia antifranquista con la
coordinación del trabajo: Maquis: el puño que golpeó el franquismo. La
Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón. <<
[1] Secundino Serrano: Maquis. Historia de la guerrilla antifranquista. Madrid,
Temas de Hoy, 2001. <<
[2] Esta crítica ha sido también expresada en el caso de otras historiografías, por
ejemplo la de la Resistencia francesa: asi, Pierre Laborie critica « l’erreur de
méthode qui consiste à juger exclusivement de sa dimension [de la Résistance] à
partir de critères d’efficacité militaire ou d’évaluations quantitatives des effectifs.
Ces interprétations réductrices, en suggérant la marginalité de la Résistance ou
son isolement dans la nation, négligent la dialectique des rapports de force et la
multitude des gestes obscurs qui conditionnent la survie et le développement de la
Résistance» . En Pierre Laborie: L’opinion française sous Vichy. Paris. Éditions du
Seuil. 1990, pp. 310. <<
[3] En otros países, esta revisión historiográfica de la historia de la Resistencia
contra el fascismo incluy endo a grupos sociales mis amplios que los militantes de
las organizaciones está muy avanzada. Véase por ejemplo, en el caso de la
resistencia francesa, Jacques Semelin: Sans armes face ó Hitler: La resistance
civile en Europe, 1939-1943. Paris. Pay ot. 1989; Marcot François: « Pour une
sociologie de la Résistance: intentionnalité et fonctionnalité» , en: Antoine Prost
(dir.): La Résistance, une histoire sociale. Paris. Les Editions de látélier/Éditions
Ouvrières, 1997, pp. 21-41: Laurent Douzou: « La Résistance et le monde rural:
entre histoire et mémoire» . Ruralia [en ligne], 1999-04-Varia,
http://ruralia.revues.org/document88.html, en el que realiza un análisis de la
resistencia en el mundo rural francés que nos interesa particularmente por las
analogías que pueden establecerse con el caso español. La resistencia de las
mujeres durante la segunda guerra mundial es analizada por Anna Bravo y Anna
Marta Bruzzone, In guerra senza armi. Storie di donne. 1940-1945, Roma.
Laterza, 1995: Anna Bravo: « Résistance civile, résistance des femmes en Italie
1943-1945» , en: Jean-Marie Guillon y Robert Mencherini: La Résistance et les
europeens du Sud. Paris, L’Harmattan. 1999, pp. 37-47; Paula Schwartz:
« Redefining Resistance: Women’s Activism in Wartime France» , en: Margaret
Higonnet et al. (Coord.): Behind the lines. Gender and the Two World Wars, Yale
University Press, 1987, pp. 141-153: o el dossier de la revista Clio coordinado por
Françoise Thébaud. « Résistances et libérations en France. 1940-1945» : Clio.
Histoire, Femmes et Sociétés. 1 (1995). Para la resistencia alemana ver Der
Widerstand gegen Nanonalsonalismus (32.º Congreso de Historiadores Alemanes
en Hamburgo). Stuttgart. 1979; Alf Lüdtke: « De los héroes de la Resistencia a los
coautores. “Alltagsgeschichte” en Alemania» . Ayer, 19 (1995), pp. 49-69. <<
[4] Me parece necesario introducir esta puntualización, por obvia que pueda
parecer, ante determinadas afirmaciones y reproches que pretenden que el
estudio de la guerrilla desde la óptica de la historia social llevaría a negarle su
carácter político. No sólo se trata de un argumento absurdo e infundado, que
revela un perfecto desconocimiento del origen, la metodología y los objetivos de
la historia social, sino que escribir una historia pretendidamente « militante» no
siempre sirve a la causa que se pretende defender (a menudo suele suceder lo
contrario). <<
[5] Véase en particular Theodor Shanin: La clase incomoda. Sociología política
del campesinado en una sociedad en desarrollo (Rusia 1910-1925). Madrid.
Alianza Editorial, 1983, y T. Shanin (ed.): Peasants and peasant society: selected
readings. Oxford. Blackwell, 1987 (2.ª). <<
[6] James S. Scott: « Every day forms of Résistance» en: Forrest Colburn (ed.):
Everyday forms of Peasant Resistance. New York. M. E. Sharpe. 1989, pp. 3-33,
cita en p. 3. <<
[7] Véase, entre otros, R. Guha: Subaltem Studies: Writings of South Asían History
and Society. Oxford. Oxford University Press. 1983: D. Chakrabarty : Habitations
of modernity: Essays in the wake of subaltem studies. Chicago. University of
Chicago Press. 2002. <<
[8] Edward P. Thompson: « Patrician Society. Plebeian Culture» . Journal of
Social History. 7-4 (1974), pp. 399, citado por James C. Scott: « Ever y…» op. cit.,
p. 213. <<
[9] Roger Dupuy : La politique du peuple. Racines, permanences et ambiguités du
populisme. Paris. Albin Michel, 2002. <<
[10] Se equivoca, pues. Francisco Moreno cuando afirma que el fenómeno de los
« huidos» como origen de los grupos guerrilleros es una especificidad de la
guerrilla española, que la diferenciaría de otras guerrillas europeas. F. Moreno:
« Lagunas en la memoria y en la historia del maquis» ; Hispania Nova, revista
electrónica, 6 (2006) (www.hispanianova.rediris.es), p. 15. <<
[11] Véase, entre otros. Laurent Douzou: « La Résistance et le monde rurale…» ,
op. cit., Jean-Marie Guillon: « La Résistance au village» , dans Jacqueline
Sainclivier et Christian Bougeard [dire.]: La Résistance et les Français. Enjeux
stratégiques et environnement social. Rennes, Presses Universitaires de Rennes.
1995, pp. 233; Hélène Dumora-Ratier: « Pay sans et Résistance: étude d’un milieu
et d’un processus d’entrée en résistance» in Jean-Marie Guillon et Pierre Laborie
[dirs. ]: Mémoire et Histoire la Résistance. Toulouse. Privat, 1995, pp. 281-288:
H. R. Kedward: In search of the maquis. Oxford, Clarendon Press, 1993. <<
[12] Para la resistencia griega, véase André Kédros: La Résistance grecque (
1940-1944). Paris, Robert Laffont, 1966: David H. Close (ed.): The greek civil
war. Stufies of polanzation, London; New York. Routledge, 1993; o John O. Iatrides
y Linda Wrigley (eds): Greece at the crossroads. The civil war and its legacy.
The Pensy lvannia State University Press. 1995. <<
[13] Francisco Cobo Romero: Conflicto rural y violencia política. El largo camino
hacia la dictadura. Jaén.1917-1950, Jaén. Universidad de Jaén. 1998, p. 52. <<
[14] Hamza Alavi: Las clases campesinas y las lealtades primordiales. Anagrama,
Barcelona. 1976. <<
[15] Javier Ugarte: La nueva Covadonga insurgente. Orígenes sociales y
culturales de la sublevación de 1936 en Navarra y el Pais Vasco. Biblioteca
Nueva, Madrid. 1998. <<
[16] Sobre la política represiva adoptada por la dictadura en el medio rural, véase
las consideraciones de Michael Richards: Un tiempo de silencio. La guerra civil y
la cultura de la represión en la España de Franco, 1936-1945, Barcelona. Crítica.
1999, en particular el capitulo « El precio de la autarquía (II). El medio rural» ,
pp. 141-190. <<
[17] Véase un análisis de este tipo de hábitat disperso turolense en Enrique Ruiz
Pudría: El Mas turolense: pervivencia y viabilidad de una explotación agraria
tradicional. Zaragoza, Institución Fernando el Católico. 1998. <<
[18] La misma reflexión hace el historiador Josep Sánchez Cervelló para toda la
zona de la ribera del Ebro, señalando la resistencia al liberalismo como
explicación de « la gran influencia en la zona de fuerzas políticas de tradición
antiestatalista: el carlismo, el republicanismo federal y el anarquismo» .
J. Sánchez Cervelló (ed.): Maquis: el puño que golpeó al franquismo. La
agrupación guerrillera de Levante y Aragón (AGLA). Barcelona. Flor del Viento.
2003. p. 36. En la misma obra encontramos un análisis de las continuidades y
pervivencias entre las partidas de la guerra de la Independencia, las guerras
carlistas y el movimiento guerrillero antifranquista, en particular en lo que se
refiere a las tácticas represivas empleadas por el Estado durante « 150 años de
lucha antisubversiva» (pp, 35-49, cita en p. 49). Un estudio del carlismo como
movimiento popular en Pedro Rújula: « Elites y base social: el apoy o popular en
la Primera Guerra Carlista» , Vasconia, 26 (1998), pp. 125-138. Véase también,
del mismo autor. Contrarrevolución. Realismo y carlismo en Aragón y el
Maestrazgo. Zaragoza. Prensas Universitarias de Zaragoza. 1998. <<
[19] Mercedes Yusta: Guerrilla y resistencia campesina. La resistencia armada
contra el franquismo en Aragón. Zaragoza. Prensas Universitarias de Zaragoza.
2003, pp. 45-62. <<
[20] A este respecto resultan muy interesantes e iluminadoras las autobiografías
que los guerrilleros debían elaborar a instancias de la dirección del Partido, a
menudo después del abandono de la lucha armada, y que testimonian de sus
diferentes tray ectorias vitales. Este tipo de documentos pueden encontrarse en el
Archivo Histórico del PCE, Sección Movimiento Guerrillero. Sobre esta práctica
de la autobiografía, muy extendida en el mundo comunista, véase Claude,
Bernard Pudal Pennetier (dir.): Autobiographies, autocritiques, aveux dans le
monde communiste, París, Belin. 2002. <<
[21] Informe de la Guardia Civil de Cantavieja, 28 de marzo de 1945. Archivo
Histórico Provincial de Teruel. Sección Gobierno Civil, caja 1, 130, legajo 78. <<
[22] La primera cita en entrevista. A. B., Aguaviva, 6 de agosto de 1996: la
segunda en entrevista. J. B., Cañada de Benatanduz, 26 de julio de 1997. <<
[23] VV. AA: El movimiento guerrillero en los años cuarenta. Madrid. Fundación
de Investigaciones Marxistas, 1990, pp. 37. <<
[24] Véase Mercedes Yusta: La guerra de los vencidos. El maquis en el
Maestrazgo turolense, 1940-1950. Zaragoza. Institución Fernando el Católico.
1999, pp. 95-110. <<
[25] Mercedes Yusta: La guerra de los vencidos… op. cit., p. 132. <<
[26] Ibídem, p, 121. <<
[27] Mercedes Yusta: Guerrilla y resistencia campesina…, op. cit., p. 226. <<
[28] Lo de Lister y Galán, en « Informe del camarada Ibáñez» . Archivo del
Comité Central del PCE. sección Movimiento Guerrillero, jacquet 3-9. Cit. en
M. Yusta: Guerrilla y resistencia campesina… op. cit., p. 126. Lo de los
« zoquetes» en ibídem. pp, 160. Lo de los cigarrillos en « Informe del guerrillero
Teo» , citado por Fernanda Romeu; Más allá de la utopía. La Agrupación
Guerrillera de Levante. Valencia. Alfons el Magnánim. 1986. p. 112. Tanto el
campesino que decía la frase « zoquetes somos…» como el guerrillero que se
hacía cigarrillos con el papel de los libritos acabaron siendo ajusticiados por los
propios guerrilleros como « provocadores» . <<
[29] El Guerrillero (periódico de la AGLA), n.º 3, extraordinario, diciembre de
1946. <<
[30] El caso del guerrillero Petrol es analizado con detalle en M. Yusta: La guerra
de los vencidos… op. cit., pp. 104-110. <<
[31] Así se desprende, por ejemplo, del informe enviado por el alcalde de
Alcañiz al gobernador civil de Teruel el 10 de enero de 1945, en el que avisaba
del peligro de que los guerrilleros se aprovisionaran en casa de los masoveros,
muchos de ellos « significados como izquierdistas» . Cit. en M. Yusta: La guerra
de los vencidos… op. cit., pp. 73-74. <<
[32] M. Yusta: Guerrilla y resistencia campesina… op. cit., pp. 203-204. <<
[33] Mientras terminan de redactarse estas líneas se ha descubierto en la
localidad de Alcalá de la Selva (Teruel) una fosa común que contiene los restos
de 11 personas que corresponden probablemente a los campesinos ejecutados
por la brigadilla de la Guardia, Heraldo de Aragón. 25 de noviembre de 2006. <<
[0] Mercedes Yusta: desde finales de los años noventa ha renovado los estudios
sobre la guerrilla antifranquista en España con libros como: La guerra de los
vencidos: el Maquis en el Maestrazgo turolense, 1940-1950 o Guerrilla y
resistencia campesina: la resistencia armada contra el franquismo en Aragón (
1939-1952). En la actualidad realiza diversas investigaciones en torno al papel de
las mujeres y de las redes familiares dentro de la resistencia. <<
[1] Esta ponencia, en sus líneas básicas, fue pronunciada el 27 de octubre de 2006
en la Universidad Complutense de Madrid, ante más de 350 alumnos
matriculados en el curso « Resistencia armada en la posguerra» . Pero su
redacción definitiva posterior con destino a su publicación ha permitido incluir
algunos aspectos que surgieron en los debates de las ponencias y hacerse eco
también de ciertas polémicas planteadas en la prensa. <<
[2] Sobre este análisis preobrerista y prerrepublicano de la guerrilla y a he
anticipado algunas consideraciones en mi La resistencia armada contra Franco,
Barcelona, Crítica, 2001, pp. 4 y ss. <<
[3] Muchos de los maquis presentados a menudo como « bandoleros» por el
franquismo tenían una amplia tray ectoria política o sindical en los años de la
República o de la guerra. Por ello, la historia del maquis conviene retrotraerla
casi siempre a estas etapas previas. <<
[4] Incluso hombres aparentemente apolíticos, como los hermanos Quero, de
Granada, eran indudables « desafectos» de la dictadura. Uno de ellos era
evadido de un campo de concentración en Córdoba. La may oría eran
excombatientes del Ejército republicano, y alguno había militado en los célebres
« Niños de la Noche» . Así que la aparente independencia o supuesto apoliticismo
de algunos maquis nos demuestra bien poca cosa. <<
[5] Carta de Alonso Sánchez Gascón, remitida a este autor, desde Madrid, año
2001. <<
[6] F. Moreno Gómez: « Movimiento obrero, caciquismo y represión en Córdoba
durante 1919» , Axerquía, 12 (1984). <<
[7] Matías Romero Badía: Memorias, Madrid, A-Z Ediciones, 1996. <<
[8] J. A. Biescas y M. Tuñón de Lara: España bajo la dictadura franquista (
1939-1975), Tomo X, Barcelona, Labor, 1981, p. 21. <<
[9] VV. AA.: El movimiento guerrillero de los años cuarenta, Madrid, F. I. M.,
1990, 172, testimonio de José Murillo. <<
[10] Sobre este peculiar guerrillero he escrito en mi libro La resistencia armada
contra Franco, op. cit. Y existe un libro de memorias: Adolfo Lucas Reguilón
García: El último guerrillero de España, Madrid, ADLAG, 1975. <<
[11] Antonio Tellez: A guerrilla antifranquista de Mario de Langullo, O pinche,
Vigo, A Nosa Terra, 2000. <<
[12] El caso de Chelo, la joven guerrillera gallega, a cuy os padres los eliminó la
Guardia Civil en presencia de esta niña, está expuesto en un DVD de testimonios
orales, que dirige Odette Martínez, visualizado en este mismo Congreso y que
está depositado en la Biblioteca de Documentación Internacional
Contemporánea, París. <<
[13] REES, Laurence: « A partisan war» , cap. 3, del documental titulado « Hitlers
Invasión of Russia in World War Two» , BBC 2, Londres, 5 octubre 1999
(búsqueda de cita en la que me ay udó Mirta Núñez). <<
[14] A. Bahamonde Magro y J. Cervera Gil: Así terminó la guerra de España,
Madrid, Marcial Pons, 1999. <<
[15] En el archivo del PCE se halla respuesta a muchas de estas cuestiones.
Esquema de la estructura general guerrillera puede verse en Santiago Álvarez y
otros: El movimiento guerrillero de los años cuarenta (2.ª edic.), Madrid, FIM,
2003, pp. 23-28. Y en el Catálogo de los fondos del Archivo Histórico del Partido
Comunista de España, 2 vols., Madrid, FIM, 2000. <<
[16] M. Martorell: Jesús Monzón, el líder comunista olvidado por la historia,
Navarra, Pamiela, 2000, p. 101. Y en Joan Estruch: Historia oculta del PCE,
Madrid, Temas de Hoy, 2000, p. 165. <<
[17] Con motivo de la tramitación actual de la Ley de Memoria Histórica, que
plantea la tímida apertura de los archivos militares, se está produciendo una de
esas atávicas corrientes de « malestar» en sectores del Ejército, como medida
de presión en contra, según han denunciado diversas asociaciones de la Memoria,
como AGE. El problema de estos archivos no democratizados todavía, y a lo
expuso Amnistía Internacional en un informe de marzo de 2006. <<
[18] F. Moreno Gómez: Historia y memoria del maquis. El cordobés Veneno,
último guerrillero de La Mancha, Madrid, Alpuerto, 2006. <<
[19] Desafortunado artículo de Santos Juliá en El País, 31-12-2006, titulado « Año
de memoria» . <<
[20] Causa núm. 188610/46, contra Agustín Zoroa y otros, archivo del Tribunal
Militar Territorial 1.º, Madrid. Sobre la tray ectoria del PCE en pro de la
democracia española, véase también Jesús Sánchez Rodríguez: Teoría y práctica
democrática en el PCE (1956-1982), Madrid, FIM, 2004. <<
[21] Es injusto el olvido que ha relegado valiosas obras de recuperación de
memoria como el pionero Ronald Fraser: Recuérdalo tú y recuérdalo a otros,
Barcelona, Crítica, 1979. <<
[22] « Año de memoria» , El País, art. cit. <<
[23] Ibidem. <<
[24] Ibidem. <<
[25] Ibidem. <<
[26] Entrevista a Santos Juliá, por José Andrés Rojo, bajo el título « No hubo
olvido ni silencio» , en El País, 2-1-2007. <<
[0] Francisco Moreno: sus libros han alcanzado una gran difusión entre el público
y los especialistas. Destacamos: Córdoba en la posguerra (la represión y la
guerrilla, 1939-1950), o el voluminoso La resistencia armada contra Franco:
Tragedia del maquis y la guerrilla: el centro-sur de España, de Madrid al
Guadalquivir. En el último año ha publicado unas memorias sobre el conocido
guerrillero cordobés Veneno, bajo el título: Historia y memoria del Maquis. <<
[1] « Informe de Pedro Checa» , Archivo Histórico del Comité Central del PC de
España (AHCCPCE), Activistas 93/49/0; « Informe de Pedro Checa sobre la
situación del país del Partido, Noviembre 1940» , AHCCPCE, Activistas 93/49/0,
citados por Víctor Manuel Santidrían Arias: Historia do PCE en Galicia (
1930-1968), A Coruña, O Castro, 2002, pp. 254 y ss. <<
[2] José Gros: Abriendo camino, París, Librerie du globe, 1971, p. 13. <<
[3] Hartmut Heine: La oposición política al franquismo, Barcelona, Crítica, 1983,
p. 67; Carlos Fernández Rodríguez: Madrid clandestino. La reestructuración del
PCE, 1939-1945. Madrid, Fundación Domingo Malagón, 2002, p. 82. <<
[4] Al parecer, seguían aún a mediados de 1944 en esta postura. « Informe de
Casto García Roza, Alfredo, de 25 de noviembre de 1945» , Documentos PCE-
Anexo, AHCCPCE. <<
[5] Hartmut Heine: A guerrilla antifranquista en Galicia, Vigo, Xerais, 1980,
pp. 53 y ss. <<
[6] « Informes sobre camaradas: Celestino Uñarte» , Sig. 10022, AHCCPCE. <<
[7] Causa 75/46, A Coruña, AIRMN. <<
[8] Una buena muestra de esta escasez de cuadros en el interior constituy e el
caso del y a citado José Isasa, que aún después de su cese siguió trabajando en la
Comisión de Trabajo Guerrillero. Más, a raíz del susodicho incidente en Cuatro
Caminos, fue mandado como responsable a la Agrupación del Centro, que pronto
quedó transformada en el Ejército Guerrillero de Extremadura y Centro. De allí
se le mandó a principios de enero del año siguiente a Galicia, para montar el
nuevo Ejército Guerrillero de Galicia. Regresó aproximadamente a mediados de
1946 a Madrid, donde volvió a ingresar en el Ejército Guerrillero de
Extremadura y Centro como jefe militar. Desempeñando este cargo sería
capturado en septiembre de 1946 en Madrid, juzgado, condenado a muerte y
ejecutado el 14 de enero de 1947. <<
[9] Orden de Monzón, mandada desde el interior a los guerrilleros de la Unión
Nacional Española en Francia, citada por Santiago Carrillo en el Informe del 6 de
febrero 1945, en Fernanda Romeu Alfaro: Más allá de la utopía: Agrupación
Guerrillera de Levante, Cuenca, Universidad de Castilla La Mancha, 2002,
pp. 40-41. <<
[10] De este aspecto tratan brevemente Geneviève Drey fus-Armand:
« Españoles en la resistencia» , en: Josefina Cuesta y Benito Bermejo (coords.):
Emigración y exilio, Salamanca, 1996, pp. 248-277. <<
[11] Una muestra de la pervivencia constituy e la « Carta abierta de la
Delegación del CC del interior» de enero de 1945, que, al parecer, fue redactada
en febrero de aquel año por Santiago Carrillo. <<
[12] Véase Fernanda Romeu Alfaro: La Agrupación Guerrillera de Levante,
Valencia, Alfons el Magnanic, 1987; Fernanda Romeu Alfaro: Más allá de la
utopía: Agrupación Guerrillera de Levante, Cuenca, Universidad de Castilla La
Mancha, 2002. <<
[13] « Resumen de la discusión de la Carta del CC con los camaradas de
Levante» , s. 1/1951, en Fernanda Romeu Alfaro: Más allá…, op. cit., pp. 544-45.
<<
[14] El tercer desembarco de un nutrido grupo de guerrilleros, esta vez en la
costa almeriense, no se produjo hasta principios de octubre de 1945. No fue
coronado por el éxito, y a que sus 11 componentes fueron capturados o murieron
en diversos encuentros con fuerzas de la Benemérita. Hartmut Heine y José
María Azuaga: La oposición al franquismo en Andalucía oriental, Madrid,
Fundación Salvador Seguí, 2005, pp. 18 y ss., y pp. 127 y ss. <<
[15] José María Azuaga: « Guerrilleros contra Franco en Andalucía Oriental» ,
en: Hartmut Heine y José María Azuaga: La oposición al franquismo en Andalucía
oriental, Madrid, Fundación Salvador Seguí, 2005, pp. 135-138. <<
[16] Carta de D. Ibárruri, la Pasionaria, Toulouse, 8 de diciembre 1945, a Alfonso
Rodríguez Castelao. <<
[17] En diciembre de 1944 el general Caille, jefe militar de la frontera con
España, informa que desde el 1 de enero 1945 quedarán disueltos todos los grupos
guerrilleros, tanto franceses como extranjeros, que pasarán a ser desmovilizados
o tendrán que incorporarse al Ejército francés. Juan Carlos Jiménez de
Aberasturi, « La participación vasca en los combates del Médoc: el Batallón
“Gernika” (1945)» , en: Españoles en Francia 1936-1946, Coloquio Internacional,
Salamanca 1991, pp. 487-497. Entre las diversas facilidades a disposición de los
guerrilleros españoles en Francia, que pronto desaparecieron a raíz de la citada
« normalización» , hay que mencionar también la emisora Radio Toulouse, que
existió durante varios meses en la ciudad occitana. <<
[18] Guardia Civil, Madrid marzo 1946; Francisco Aguado Sánchez: El Maquis en
España, Madrid, Editorial San Martín, 1975, pp. 648 y ss; Valentín Andrés Gómez:
« Los que vinieron de Francia y la resistencia armada: caída de la Brigada
Pasionaria (1946)» , en: Jesús de Cos Borbolla y Felipe Matarranz González:
Recopilación de testimonios directos y textos sobre la guerra civil española, las
guerrillas y la represión fascista, Santander, may o de 1997, mecanografiado y
fotocopiado. <<
[19] Harmut Heine: La oposición política…, op. cit. pp. 466 y ss. <<
[20] Véase Francisco, « el Quico» , Martínez-López: Guerrillero contra Franco.
La guerrilla antifranquista de León (1936-1951), León, Instituto Leones de Cultura,
2002, pp. 155 y ss. El autor describe cómo, tras la huida de él, en unión con otros
tres compañeros, a Francia, militantes de la CNT y representantes de diversas
asociaciones humanitarias les salvaron de tener que enrolarse en la Legión
Extranjera para evitar que fuesen devueltos a España. No menciona ningún acto
de solidaridad por parte de la organización del PCE, en la que, de una forma u
otra, militaban los cuatro guerrilleros. (« Ningún partido español en el exilio
intercedió en nuestro favor, ni el PCE, que estaba entonces fuera de la ley, ni el
PSOE, que existía en completa legalidad» . Cita de la p. 174). <<
[0] Hartmut Heine: sus trabajos sobre la guerrilla antifranquista fueron pioneros
en España. Es autor de A guerrilla antifranquista en Galicia, hasta el clásico, La
oposición política al franquismo de 1936 a 1952. Recientemente ha publicado,
junto a José María Azuaga, La oposición al franquismo en Andalucía oriental, y
prepara un nuevo trabajo sobre las Brigadas Internacionales. <<
[1] Secundino Serrano: La guerrilla antifranquista en León (1936-1947), Madrid,
Siglo XXI, 1988, pp. 88-115. <<
[2] Franco, al corresponsal americano Jay Alen, Chicago Daily Tribune,
28-7-1936. <<
[3] Para la represión antifranquista: Santos Juliá (coord.): Víctimas de la guerra
civil, Madrid, Temas de Hoy, 1999; G. Molinero, M. Sala y J. Sobrequés (eds.):
Una inmensa prisión. Los campos de concentración y las prisiones durante la
guerra civil y el franquismo, Barcelona, Crítica, 2003; Julián Casanova (coord.):
Morir, matar, sobrevivir. La violencia en la dictadura de Franco, Barcelona,
Crítica, 2002. <<
[4] S. Serrano: La guerrilla…, op. cit., pp. 24-27. <<
[5] Para los diferentes territorios del antifranquismo armado: S. Serrano: La
guerrilla…, op. cit, y Crónica de los últimos guerrilleros leoneses, Valladolid,
Ambito, 1989; Harmut Heine : A guerrilla antifranquista en Galicia, Vigo, Xerais,
1980; Bernardo Maíz: Galicia na IIª República e baixo o franquismo, Vigo, Xerais,
1988; Fernanda Romeu Alfaro: Más allá de la utopía: perfil histórico de la
Agrupación Guerrillera de Levante, Valencia, Alfons El Magnánim, 1987;
Mercedes Yusta Rodrigo: Guerrilla y resistencia campesina. La resistencia
armada contra el franquismo en Aragón (1939-1952), Zaragoza, Prensas
Universitarias de Zaragoza, 2003; Joseph Sánchez Cervelló: Maquis: el puño que
golpeó al franquismo. La Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón, Barcelona,
Flor del Viento, 2003; Benito Díaz Díaz: La guerrilla antifranquista en Toledo,
Talavera de la Reina, Colectivo de Investigación Histórica Arrabal, 2001;
Francisco Moreno Gómez: La resistencia armada contra Franco. Tragedia del
maquis y la guerrilla, Barcelona, Crítica, 2001; Julián Chaves Palacios; Huidos y
maquis. La actividad guerrillera en la provincia de Cáceres, Cáceres, Diputación
Provincial Cáceres, 1994; Justo Vila Izquierdo: La guerrilla antifranquista en
Extremadura, Badajoz, Universitas, 1986; José Aurelio Romero Navas:
Recuperando la memoria, Málaga, Centro de Ediciones de la Diputación, 1997;
Ramón García Piñeiro: Los mineros bajo el franquismo (1937-1962), Madrid,
Fundación 1.º de May o, 1990. <<
[6] Secundino Serrano: Maquis. Historia de la guerrilla antifranquista, Madrid,
Temas de Hoy, 2001, pp. 41-45. <<
[7] Secundino Serrano: Maquis…, op. cit., pp. 37 y 41. <<
[8] Ibidem, pp. 38-41. <<
[9] José Manuel Sabín, Prisión y muerte en España de postguerra, Madrid,
Muchnik, 1996, p. 287. <<
[10] Eric Hobsbawm: Bandidos, Barcelona, Ariel, 1976. <<
[11] S. Serrano: Maquis…, op. cit., pp. 69-113. <<
[12] José María Azuaga Rico: La guerrilla antifranquista en Nerja, Nerja,
Izquierda Unida, 1996, pp. 53-58. <<
[13] Boletín Oficial de la Guardia Civil, septiembre de 1941. <<
[14] S. Serrano: Maquis…, op. cit., pp. 231-238. <<
[15] Secundino Serrano: La última gesta. Los republicanos que vencieron a Hitler
(1939-1945), Madrid, Aguilar, 2005, pp. 502-538. <<
[16] S. Serrano: Maquis…, op. cit., pp. 143-148. <<
[17] S. Serrano: Maquis…, op. cit., pp. 148. <<
[18] S. Serrano: La guerrilla…, op. cit., pp. 128-134. <<
[19] Secundino Serrano: « Notas acerca de la guerrilla antifranquista en la
provincia de León» , en: W. AA.: El movimiento guerrillero de los años cuarenta,
Madrid, FIM, 1990, p. 67. <<
[20] S. Serrano: La guerrilla…, op. cit., pp. 128-134; S. Serrano: « Notas…» , op.
cit., pp. 66-67. <<
[21] S. Serrano: La guerrilla…, op. cit., pp. 183-244; S. Serrano: « Notas…» , op.
cit., pp. 68-69; Secundino Serrano: Crónicas de los últimos guerrilleros leoneses,
Valladolid, Editorial Ambito, 1947-1951, 1989, pp. 113-124. <<
[0] Secundino Serrano: ha publicado multitud de trabajos, entre otros: La guerrilla
antifranquista en León (1936-1951); Crónica de los últimos guerrilleros leoneses (
1947-1951), o Maquis, historia de la guerrilla antifranquista. Su último trabajo
sobre los españoles integrados en la resistencia francesa se ha presentado bajo el
título: La última gesta. Los republicanos que vencieron a Hitler (1939-1945). <<
[1] Santos Juliá: Víctimas de la Guerra Civil, Madrid, Temas de Hoy, 1999, p. 25.
<<
[2] R. Abella: La vida cotidiana en España bajo el Régimen de Franco, 3.ª ed.,
Barcelona, Argos Vergara, 1985, p, 206. <<
[3] R. Miralles: « Juan Negrín: resistir, ¿para qué?» , Historia 16, 253 (1997),
p. 23. <<
[4] J. Casanova: « Una dictadura de cuarenta años» , en: J. Casanova (coord.):
Morir, matar, sobrevivir. La violencia en la dictadura de Franco, Barcelona,
Crítica, 2002, p. 11. <<
[5] J. T. Whitaker: We cannot escape history, New York, The Macmillan
Company, 1943, pp. 108-110. <<
[6] P. Preston: « Franco y la guerra civil española» , en: El País, 14 de julio de
1996. <<
[7] J. M. Sabín: Prisión y muerte en la España de postguerra, Barcelona,
Anay a & Muchnik, 1996, p. 27. <<
[8] M. Ortiz Heras: Violencia y política en la Segunda República y el primer
franquismo. Albacete, 1936-1956, Madrid, Siglo XXI, 1996, p. 379. <<
[9] Capitanía General de la 1.ª Región Militar. Causa E-20068 contra Jesús López
Sánchez y varios más. <<
[10] Archivo General Militar de Ávila. Documentación Nacional. A. 10. L452.
C20. El 17 de abril de 1939, en las cercanías de Manzaneque fueron detenidos un
teniente y cuatro soldados republicanos. Días más tarde era capturado el
comisario político de la 47.ª Brigada Mixta. <<
[11] J. Guerra Vázquez: La biografía de un desconocido. (Texto mecanografiado),
p. 130. Telesforo Aguado vivía de lo que le proporcionaba su familia y de
pequeños robos que efectuaba en labranzas de la zona. <<
[12] Archivo Histórico de Izquierda Republicana, « Expediente de
Responsabilidades Políticas que se siguen contra Valeriano Gálvez Arce» . <<
[13] Testimonios de Sofía M. F., Navas de Estena (Ciudad Real), 24 de agosto de
1999; y José Manzanero Marín, carta particular al autor, Bennecourt (Francia),
21 de julio de 1997. <<
[14] Archivo Histórico Provincial de Toledo, AC. 11144. <<
[15] J. M. Sabín Rodríguez: La represión en Toledo: 1936-1950. Tesis doctoral,
Facultad de Geografía e Historia, Madrid, 1992, p. 931. Guardita fue fusilado el
13 de noviembre de 1943. <<
[16] Capitanía General de la 1.ª Región Militar. Causa E-20068 contra Jesús López
Sánchez y varios más. <<
[17] Testimonio de Felipe Díaz Palomo, Campillo de la Jara, 10 de enero de 2004.
<<
[18] Archivo Histórico Provincial de Toledo, AC. 11154. Telegrama del
comisario jefe del Cuerpo General de Policía al jefe policial de Piedras Albas,
Toledo, 22 de septiembre de 1942. <<
[19] J. M. García Crespo: « Menasalbas durante los años de la Segunda
República» (trabajo inédito), 2003. <<
[20] F. Moreno Gómez: La resistencia armada contra Franco, Barcelona, Crítica,
2001, p. 198. <<
[21] V. González Gómez: Memorias de un cabo 1.º (Texto mecanografiado),
Santa Olalla, 1994, p. 7. <<
[22] « Procedimiento sumarísimo ordinario n.º 19546, seguido contra Paula
Sánchez Miguel» (propiedad de Juan Sánchez Sánchez). <<
[23] Testimonio de María Sánchez-Gabriel Esteban-Manzanares, Navahermosa,
11 de may o de 1999. <<
[24] Registro Civil de Navahermosa. El fallecimiento de Florentino Sánchez-
Gabriel Gutiérrez se debió a « lesiones producidas por armas de fuego» . <<
[25] Archivo Histórico Nacional. Causa General, Navahermosa, caja 1045. <<
[26] Archivo de la Diputación Provincial de Toledo, Elecciones. Actas de la Junta
Provincial del Censo Electoral, año 1936. El veterinario amenazaba a las
personas de condición humilde con « quemarles el cochino» en la época de las
matanzas. <<
[27] « Extremadura Roja, Órgano del Comité Regional del PCE (1933-1938)» ,
edición facsímil, Mérida, 1994. <<
[28] J. M. Sabín: Prisión y muerte…, op. cit. pp. 201-204. <<
[29] Jesús Gómez Recio había sido elegido concejal por el PSOE en las
elecciones municipales de abril de 1931. Un año después, el 9 de abril, fue
designado alcalde, cargo que desempeñó poco tiempo, pues se marchó a trabajar
al Poblado de Cíjara. <<
[30] Capitanía General de la 1.ª Región Militar. Causa n.º 37873. Procedimiento
sumarísimo de urgencia n.º U-771, contra Saturio Gómez Recio. <<
[31] Testimonio de María Sánchez-Gabriel Esteban-Manzanares, Navahermosa,
20 de agosto de 1999. El Rubio secuestró a un médico de origen salmantino en la
finca Las Cañadas y luego le dejó en libertad, tras recibir 2000 pesetas como
rescate. <<
[32] J. Manzanero Marín, carta particular al autor, Bennecourt, Francia, 21 de
julio de 1999. <<
[33] Testimonios de Manuel Ariza, Talavera de la Reina, 6 de febrero de 1997, y
de Jesús Moro, Talavera de la Reina, 10 de octubre de 2000. Estos dos guardias
civiles estuvieron destinados en destacamentos establecidos por los montes de
Toledo. <<
[34] B. Díaz Díaz (coord.): La guerrilla en Castilla-La Mancha, Ciudad Real,
Almud Ediciones, 2004, p. 64. <<
[35] Testimonio de Soledad de la Rocha Olmedo, Talavera de la Reina, 30 de
junio de 1998. Son muchas las personas que recuerdan en Navahermosa haber
visto en la plaza el cuerpo sin vida de los huidos abatidos por las fuerzas de orden
público. <<
[36] Testimonio de Felipe Díaz Palomo, Campillo de la Jara, 10 de enero de 2004.
A Julián Díaz estuvieron a punto de apresarle debido a que la policía española
interceptó una carta que envió a su familia. <<
[37] Servicios Históricos de la Guardia Civil, « Historia de la 204 Comandancia» ,
Ciudad Real, 1966. <<
[38] Testimonio de Isidro García Lancha, Navas de Estena, 12 de agosto de 1999.
<<
[39] AHN. Causa General, Navas de Estena, caja 1030. <<
[40] Registro Civil de Retuerta del Bullaque. El Manco de Agudo tenía 34 años en
el momento de su muerte. <<
[41] AHN. Causa General, Valdemanco de Esteras, caja 1027-2. <<
[42] AHN. Causa General, Agudo, caja 1028-1. <<
[43] Testimonio de Pablo Vera, Santa Cruz de Moy a, 30 de septiembre de 2006.
Según este informante, que durante unos años fue alcalde de Agudo, Anicio
Castillo dejó una nota pidiendo a la Guardia Civil que no persiguiese a su familia,
que había sido obligada a residir en Herencia. <<
[44] F. Alia Miranda: « La guerrilla antifranquista en la provincia de Ciudad
Real» , Cuadernos de Estudios Manchegos, 19 (1990), p. 61. <<
[45] J. M. González Muñoz: « Aproximación y aportación documental para el
estudio de los años cuarenta en el Valle del Tiétar: Ávila. La guerrilla
antifranquista-maquis-1944-1947» , Trasierra. Boletín de la sociedad de estudios
del Valle del Tiétar, 5 (2002), p. 194. En Casavieja hubo varios casos de huidos.
<<
[46] A. I. Reguilón García: El último guerrillero de España, Madrid, Editorial
AGLAG, 1975, p. 192. <<
[47] B. Díaz Díaz: La guerrilla antifranquista en Toledo. La primera Agrupación
Guerrillera del Ejército de Extremadura-Centro, Talavera de la Reina, Colectivo
de Investigación Histórica Arrabal, 2001, p. 127. <<
[48] Testimonio de Cándido Cuns Carrasco, Piedralaves, 20 de junio de 2002.
Este informante estuvo presente, a mediados de 1944, en una reunión de la Junta
local de Unión Nacional de Piedralaves, que se celebró por la noche en un monte
cercano al pueblo. Además de Severo, estuvieron presentes en esa reunión cerca
de una veintena de personas. <<
[49] F. Aguado Sánchez: El maquis en sus documentos, Madrid, Editorial San
Martín, 1976, p. 284. <<
[50] Testimonio de Nicolás Herrador, Castilblanco, 2 de diciembre de 2001. Este
informante estuvo preso en la cárcel de Herrera del Duque, en la que coincidió
con Honorio Molina Merino y con Joaquín Ventas Cita. <<
[51] Miguel Cabeza, un preso republicano que trabajaba en las oficinas de la
cárcel, le dijo que había visto su nombre en una lista con los condenados a
muerte (testimonio de Miguel San Andrés, Fuenlabrada de los Montes, 13 de
agosto de 2001). <<
[52] R. Ay uso Fernández y B. Díaz Díaz: « El comandante Honorio, un guerrillero
antifranquista en los montes de Toledo» , Alcalibe, Revista Centro Asociado a la
UNED « Ciudad de la cerámica» , 1 (2001), p. 135. <<
[53] El nombre con el que está inscrito en el Registro Civil de Villarta de los
Montes no es Gabino, sino Juan Ramón. <<
[54] Testimonios de Blasa y Porfiria González Castillo, Fuenlabrada de los
Montes, 13 de agosto de 2001. <<
[55] AHN. Causa General, Fuenlabrada de los Montes, caja 1053-1. Justino
Álvarez fue asesinado el 12 de septiembre de 1939. <<
[56] Este alias le fue dado por ser la novia de Víctor Roque Sánchez, Miguelete.
<<
[57] Testimonio de María Rodríguez Juárez, la Goyería, Alia, 17 de agosto de
2002 (entrevista realizada conjuntamente con José Pérez Conde). María afirma
haber sido muy feliz en la sierra, pues allí tuvo la suerte de conocer al « jefe de
la partida de maquis más grande de España» . <<
[58] AHPCE, Movimiento Guerrillero, « Relación general de bandoleros» . <<
[59] Capitanía General de la 1.ª Región Militar. Causa 187308 contra Justo
Aquilino Calvo Sánchez. <<
[60] Servicios Históricos de la Guardia Civil, « Bandolerismo de posguerra en
Cáceres» , p. 2. <<
[61] Capitanía General de la 1.ª Región Militar. Causa n.º 20045 contra Quintín
García Fernández. <<
[62] Capitanía General de la 1.ª Región Militar. Causa n.º 3429/48 contra Juan
Estrella Barroso. <<
[63] SHGC, « Bandolerismo…» , p. 2. <<
[64] Testimonio de Abdón Muros Blanco, Minas de Santa Quiteña, 27 de febrero
de 2002. <<
[65] SHGC, « Bandolerismo…» , p. 4. <<
[66] J. Chaves Palacios: Huidos y maquis. La actividad guerrillera en la provincia
de Cáceres, 1936-1950. 3.ª ed., Salamanca, 1996, p. 89. <<
[67] J. Mendoza: « Gómez Cantos, el exterminador» , La Aventura de la Historia,
11 (1999), p. 24. <<
[68] Testimonio de Teodoro Muñoz Ventura, Valdelacasa de Tajo, 10 de julio de
2002.Según este informante, que estuvo integrado en la partida liderada por
Gregorio Álvarez Felipe, Stalin, Emilio Fernández Nieto, Nebro, o Ruso, de
Calzada de Oropesa, era el enlace encargado de suministrar prensa a los huidos.
<<
[69] Capitanía General de la 1.ª Región Militar. Causa n.º 2493/48 contra Paula y
María Rodríguez Juárez. <<
[70] Testimonio de Eulalio Barroso Escudero, Santa Cruz de Moy a, 6 de octubre
de 2001. <<
[71] Capitanía General de la 1.ª Región Militar. Causa n.º 138157 contra José Isasa
Olaizola y varios más. <<
[72] AHPCE, Movimiento Guerrillero. <<
[73] B. Díaz Díaz: La guerrilla antifranquista en Toledo…, op. cit. p. 131. <<
[74] A. Ruiz Ay úcar: El Partido Comunista. Treinta y siete años de clandestinidad,
Madrid, Editorial San Martín, 1976, p. 160. <<
[75] AHPCE, Movimiento Guerrillero, caja 106, carpeta 5/1. <<
[0] Benito Díaz Díaz: en los últimos años se ha especializado en la investigación
de la guerra civil y la guerrilla antifranquista. Entre sus obras destacan: La
guerrilla antifranquista en Toledo: la primera agrupación guerrillera del ejército
de Extremadura-Centro, o el libro realizado bajo su coordinación: La guerrilla en
Castilla-La Mancha. <<
[1] Francisco Moreno Gómez: La resistencia armada contra Franco: El centro-
sur de España, de Madrid al Guadalquivir, Barcelona, Crítica, 2001, pp. 7-9. <<
[2] Para conocer, desde una perspectiva metodológica, nuestra modelo teórico
en torno al bandolerismo social y la resistencia armada antifranquista, véase:
Jorge Marco: « Guerrilla, bandolerismo social, acción colectiva. Algunas
reflexiones metodológicas sobre la resistencia armada antifranquista» ,
Cuadernos de Historia Contemporánea, 28 (2006). <<
[3] La única monografía que existe fue la realizada por un antiguo compañero de
la cárcel, cuy as fuentes fundamentales fueron la prensa de Granada y las
entrevistas orales, especialmente uno de los hermanos Quero que no formó parte
del grupo, Victoriano: Nicolás Manzanares: Consecuencias de la tragedia
española 1936-1939 y los hermanos Quero, Murcia, Edición el autor, 1978. Otras
obras donde también se menciona al grupo de los Quero: Francisco Aguado: El
maquis en España, su historia, Madrid, San Martín, 1975; Eduardo Pons Prades:
Guerrillas españolas (1936-1960), Barcelona, Planeta, 1977; Francisco Moreno
Gómez: « Huidos, guerrilleros, resistentes. La oposición armada a la dictadura»
en: Julián Casanova (coord.): Morir, Matar, Sobrevivir. La violencia en la
dictadura de Franco, Barcelona, Crítica, 2002; Harmut Heine: La oposición
política al franquismo de 1939 a 1951, Barcelona, Crítica, 1983; Harmut Heine y
José María Azuaga Rico: La oposición al franquismo en Andalucía oriental,
Madrid, Fundación Salvador Seguí, 2005; Antonio Tellez Solá: « Los hermanos
Quero: guerrilleros granadinos» , Polémica, 80 (Diciembre 2003), etc. <<
[4] VV. AA: La guerra civil en Andalucía Oriental (1936-1939), Granada, Ideal
Diario Regional de Andalucía, 1986; Ian Gibson: El asesinato de García Lorca,
Barcelona, Plaza y Janés, 1996. <<
[5] Sobre los datos documentales de 5048 muertes, se estima, mediante fuentes
orales, que la cifra global podría superar las 13 000, en: Rafael Gil Bracero:
Granada: jaque a la República, Caja General de Ahorros de Granada, Granada,
1998. <<
[6] Legajo 674, Causa 1412. Archivo del Tribunal Togado Militar de Almería
(desde ahora: ATTMA). <<
[7] Nicolás Manzanares: Consecuencias…, op. cit., pp. 40-41. <<
[8] Nicolás Manzanares: Consecuencias…, op. cit., p. 47. <<
[9] Legajo 340, Causa 19459. Archivo de la Capitanía General de Granada (desde
ahora: ACGG). <<
[10] Los Niños de la Noche es el nombre popular con el que se conocía a las
brigadas del XIV Cuerpo del Ejército Popular (guerrilleros) que actuaron en
distintos territorios desde may o de 1937. Sus acciones cotidianas eran el sabotaje,
espionaje en campo enemigo, etc., siendo la más conocida el asalto al Fuerte de
Carchuna en el mes de may o de 1938. Véase: Domingo Pastor Petit: Los dossier
secretos de la guerra civil, Barcelona, Argos-Vergara, 1978; Ramón Salas
Larrazabal: Historia del Ejército Popular de la República, Madrid, Editora
Nacional, 1973,4 vol. (Reedición: Madrid, La Esfera de los Libros, 2006), etc. <<
[11] Legajo 340, Causa 19459.ACGG. <<
[12] Nicolás Manzanares: Consecuencias…, op. cit. <<
[13] Legajo 340, Causa 19459. ACGG. <<
[14] Expediente de la Guardia Civil 42920 sobre Pedro Quero. Archivo General
de la Administración (desde ahora: AGA) y Informe General del proceso seguido
por el problema del bandolerismo en la provincia de Granada, Eulogio Limia
Pérez. Granada, agosto de 1953. Archivo del Comité Central del Partido
Comunista de España (desde ahora: ACCPCE). <<
[15] Nicolás Manzanares: Consecuencias…, op. cit; entrevista telefónica con
Encarnación Quero, hija de Bernardo Quero (may o 2004). <<
[16] Así lo confirma Rafael Gil Bracero, en: VV. AA.: La guerra civil en
Andalucía…, op. cit. 187. <<
[17] Varios documentos sobre la 78 Brigada Mixta, en: Rollo 205, Legajo 1222,
(Instituto de Historia y Cultura Militar). <<
[18] Legajo 340, Causa 79459. ACGG. <<
[19] Legajo 340, Causa 19459. ACGG. <<
[20] Vicente Castillo: Recuerdos y vivencias —documento mecanografiado—,
(Biblioteca CNT de Granada), pp. 339. A Álvaro García le agradezco, no y a el
haberme facilitado estas memorias, sino su interés durante todos estos años por la
investigación de los hermanos Quero. A él se debe, en parte, que este trabajo
salga a la luz. <<
[21] Legajo 6, Causa3077 (ACGG), Legajo 654, Causa 24 (ACGG), Expediente
de la Policía sobre Francisco Rodríguez Sevilla n.º 54847 (AHN). Agradezco al
investigador José María Azuaga su generosidad al facilitarme una copia del
segundo consejo de guerra citado, junto a otros tres que citaremos más adelante
(Legajo 1070, Causa 44; Legajo 657, Causa 34, y Legajo 395, Causa 13), los
cuales, dadas las precarias condiciones del archivo, en la actualidad, resulta
imposible de localizar. De igual modo le damos las gracias por entregarnos unas
fotocopias de las memorias del guerrillero Francisco Rodríguez Sevilla. <<
[22] Eric Hobsbawm: Rebeldes primitivos, Barcelona, Crítica, 2001, y Bandidos,
Barcelona, Crítica, 2001. <<
[23] De nuevo, recordamos véase: Jorge Marco: « Guerrilla, bandolerismo
social…» , op. cit. <<
[24] H. Heine: La oposición… op. cit. p. 425, y entrevista telefónica con Gregorio
Gallego (8-5-2006). <<
[25] Vicente, Castillo: Recuerdos y vivencia…, op. cit. <<
[26] Encuesta sobre la historia del PSOE solicitada por la Comisión Ejecutiva
Federal para su archivo histórico, respondida por Federico Fernández López.
AAVVI-CVI 1. Fundación Pablo Iglesias (a partir de ahora: FPI). En realidad,
José Quero no murió en estas circunstancias, sino a manos del hijo del
empresario Francisco Contreras Palma al cual intentaba secuestrar. <<
[27] Informe General del proceso seguido por el problema del bandolerismo en
la provincia de Granada, Eulogio Limia Pérez. Granada, agosto de 1952
(ACCPCE). <<
[28] Legajo 415, Causa 20927 y Legajo 39, Causa 79 (ATTMA), Informe General
del proceso seguido por el problema del bandolerismo en la provincia de
Granada, Eulogio Limia Pérez. Granada, Agosto de 1952. (ACCPCE); Vicente
Castillo: Recuerdos y vivencias…, op. cit., p. 230, etc. <<
[29] Charles Tilly : « Repertorios de acción contestataria en Gran Bretaña:
1758-1834» , en: Mark Traugott (comp.): Protesta social, Barcelona, Hacer, 2002,
pp. 31-32. <<
[30] Expediente de la G. C. 81855 sobre Antonio Quero (AGA) y Legajo 674,
Causa 1422. ATTMA. <<
[31] Legajo 340, Causa 19459. ACGG. <<
[32] El Partido Sindicalista surge en los primeros meses de 1934 a consecuencia
de las importantes divergencias en el seno de la CNT; liderado, entre otros, por la
relevante figura de Ángel Pestaña. Existe una variada bibliografía sobre el tema
pero para un primer acercamiento a sus propuestas, véase: Ángel Pestaña:
Trayectoria Sindicalista, Madrid, Tebas, 1974. <<
[33] A modo de ejemplo, sobre la provincia de Granada se pueden consultar
algunos documentos en torno a las avalanchas de afiliación durante el periodo de
la guerra y los problemas que plantea a las propias organizaciones obreras:
Legajo 51, Carpeta 35; Legajo 44, Carpeta 53 (FPI). Sobre la cuestión de la
experiencia colectiva, y en particular, la evolución de los repertorios de acción
colectiva en la España del siglo XX: CRUZ, Rafael: « El mitin y el Motín. La
acción colectiva y los movimientos sociales en la España del siglo XX» , Historia
Social, 31(1998). <<
[34] Este asunto se trata ampliamente en: Marco, Jorge: « Guerrilla,
bandolerismo social,…» op. cit. <<
[35] Charkes Tilly, Louise Tilly y Richard Tilly : El siglo rebelde, 1830-1930,
Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 1997, pp. 334. <<
[36] Legajo 1070, Causa 44 (ACGG). Dicha carta está publicada a texto
completo, en: Hartmut Heine y José María Azuaga Rico: La oposición al
franquismo en Andalucía oriental, Madrid, Fundación Salvador Seguí, 2005. <<
[37] Sin poder profundizar en exceso en este asunto por cuestiones de espacio,
debemos comentar que existe una línea de investigación que atiende a los
repertorios del discurso, los cuales proporcionan a los desafiadores un
vocabulario y unos marcos culturales a través de los cuales articulan sus
reivindicaciones. Algunos ejemplos: Rafael Cruz y Manuel Pérez Ledesma
(eds.): Cultura y movilización en la España Contemporánea, Madrid, Alianza
Universidad, 1997; Marc W. Steinberg: « El clamor de la multitud: repertorios de
discurso y acción colectiva entre los tejedores de seda de Spitalfields en el
Londres del siglo XIX» , en: Mark Traugott (comp.): Protesta social…, pp. 67-98;
Enrique Laraña y Joseph Gusfield (eds.): Los nuevos movimientos sociales. De la
ideología a la identidad, Madrid, CIS, 2001, etc. <<
[38] Vicente Castillo: Recuerdos y vivencias…, op. cit., pp. 255 y 230. <<
[39] Una may or información sobre ambos procesos se puede encontrar en los
capítulos escritos por José María Azuaga: Hartmut Heine y José María Azuaga
Rico: La oposición al franquismo en Andalucía oriental, Madrid, Fundación
Salvador Seguí, 2005, y Legajo 657,Causa 24 (ACGG) o Francisco Rodríguez
Sevilla, Así me metieron en la política (manuscrito). <<
[40] José Aurelio Romero Navas: Recuperando… op. cit., pp. 351. <<
[41] Agradecemos la información a José María Peña. Entrevista a Miguel S. C,
Granada, febrero de 2005, realizada por José María Peña (documental Maletas
de madera). <<
[42] Causa 443/48. ACGG. José María Azuaga maneja una copia similar, las
diferencias son irrelevantes, obtenida de otro Consejo de Guerra. Una breve
síntesis y copia parcial del mismo, en: José María Azuaga: La guerrilla
antifranquista en Nerja, Nerja, Izquierda Unida, 1996. En este caso debemos
agradecer a Eusebio Rodríguez Padilla que nos facilitara el ejemplar que
citamos. <<
[43] Un relato más pormenorizado sobre los sucesivos cambios en las jefaturas
de la AGM y AGG, en: H. Heine y J. M. Azuaga: La oposición…, op. cit.,
131-146. <<
[44] Su hijo, al pie de la escalera, le pegó un tiro quedando muerto en la casa
mientras sus dos compañeros conseguían darse a la fuga. Legajo 939, Causa 19.
ATTMA, Ideal (7 de noviembre de 1944) y Nicolás Manzanares:
Consecuencias…, op. cit., pp. 137-138. <<
[45] Expediente de la G. C. 46312 sobre Francisco Quero (AGA) y Legajo 820,
Causa 595. ATTMA. <<
[46] Nicolás Manzanares: Consecuencias de la tragedia española 1936-1939 y los
hermanos Quero, Murcia, Edición el autor, 1978. <<
[47] Francis Langlois: « Banditisme social, mémoire collective et histoire: le role
de Jesse James dans la création de sa prope légende» , Canadian Review of
American Studies, 34-1 (2004). <<
[48] Informe General del proceso seguido por el problema del bandolerismo en la
provincia de Granada, Eulogio Limia Pérez. Granada, agosto de 1953
(ACCPCE). <<
[49] Ibidem. <<
[50] Ibidem. <<
[51] Caja 868, Documento 15. Fundación Francisco Franco (a partir de ahora:
FFF). <<
[52] Vicente Castillo: Recuerdos…, op. cit., p. 150. <<
[53] Legajo 1079, Causa 44. ACGG. <<
[54] Nicolás Manzanares: Consecuencia…, op, cit., p. 75. <<
[55] Nicolás Manzanares: Consecuencia…, op, cit., p. 64. <<
[56] Legajo 906, Causa 423. ATTMA y Legajo 395, Causa 12. ACGG. <<
[57] Legajo 406, Causa 1401. ATTMA. <<
[58] Legajo 528, Causa 524. ACGG y José Aurelio Romero Navas; Censo…, op.
cit., 69, 365 y 338. <<
[59] Manual de orientación político-militar. Causa 443/48. ACGG. <<
[60] Caja 868, Documento 15. FFF. <<
[61] Un autor granadino niega la posibilidad de que lo cometieran los hermanos
Quero: C. L. Girón: Crónica negra de Granada, 1880-1990, Granada, Editorial
Comares, 1991. Aun manteniendo nuestras dudas, a los efectos de impacto social,
nos sirve tal argumentación, dado que en el acervo popular la acción pasó a ser
cometida por los Quero. <<
[62] Legajo 288, Causa 37. ATTMA. <<
[63] Ideal (28, 29 y 31 de marzo de 1944; 9 y 10 de enero de 1947; 22, 23, 25 y
26 de febrero de 1947), Patria (28 y 30 de marzo de 1944; 10 de enero de 1947;
22, 23, 25 y 26 de febrero de 1947). <<
[64] Caja 867, Documento 14. FFF. <<
[65] Manual de orientación político-militar, Causa 443/48. ACGG. <<
[66] Sobre la segmentación del campesinado y la conflictividad en el ámbito
rural de la provincia de Granada, véase: Salvador Cruz Artacho, Caciques y
campesinos. Poder político, modernización agraria y conflictividad rural en
Granada, 1890-1923, Madrid, Libertarias, 1994 y Mario López Martínez, Orden
público y luchas agrarias en Andalucía. Granada, 1931-1936, Madrid, Libertarias,
1995. <<
[67] Entrevista a Pepito, en: Fernanda Romeu Alfaro: Más allá de la utopía.
Agrupación Guerrillera de Levante, Cuenca, Universidad de Castilla La Mancha,
2002, p. 141. <<
[68] Alfonso Guerra, correo electrónico del 14 de diciembre de 2005. <<
[69] Legajo 820, Causa 595. ATTMA. <<
[70] Expediente de la Guardia Civil: 46089 Rosario Quero y 43566 Matilde Quero
(AGA). <<
[71] Entrevista telefónica con Dolores Resina Quero, nieta de Antonio Quero (
15-8-06). <<
[72] Entrevista telefónica con Encarna Quero, hija de Bernardo Quero Robles (
9-4-05). <<
[73] Legajo 406, Causa 1401. ATTMA. <<
[74] « Fuerzas de la 136 Comandancia eliminan a un grupo de atracadores
después de violenta lucha, 1945» . Centro de Estudios Históricos de la Guardia
Civil (desde ahora: CEHGC). Ideal (16 y 17 de enero de 1945) y Patria (16 de
enero de 1945). <<
[75] Legajo 830, Causa 595. ATTMA. <<
[76] Ideal (11 de julio de 1945) y Patria (11 de julio de 1945). <<
[77] « Muerte del jefe de una partida causante de numerosos delitos en la sierra
de Córdoba y Granada 1945» . CEHGC. Ideal (13 y 14 de julio de 1945). <<
[78] 1.ª Memoria Histórica de la Comandancia de Granada. CEHGC. Ideal (31 de
marzo y 2 de abril de 1946) y Patria (31 de marzo de 1946). N. Manzanares:
Consecuencias…, op. cit., pp. 161-164. <<
[79] Expediente 81855 Antonio Quero (AGA). <<
[80] Vicente Castillo: Vivencias…, op. cit., p. 261. <<
[81] Nicolás Manzanares: Consecuencias…, op. cit., p. 171. <<
[82] Vicente Castillo: Vivencias…, op. cit., pp. 261-267. José María Azuaga, en
cambio, afirma que el asesinato de Contreras fue efectuado por el Yatero,
aunque desconocemos sus fuentes, en: La trayectoria de la Agrupación
Guerrillera de Granada (publicado en este mismo volumen). <<
[83] Nicolás Manzanares: Consecuencias…, op. cit., p. 35. <<
[84] F. M. Dostoy evski: Los demonios, Madrid, Alianza, 2003, p. 763. <<
[85] Legajo 820, Causa 595. <<
[0] Jorge Marco: Ha publicado varios artículos sobre la resistencia armada y la
violencia política en la posguerra española. Es miembro de la Cátedra
Extraordinaria « Memoria Histórica del siglo XX» , e investigador del proy ecto
« El Régimen de Franco como sistema represivo (1936-1948)» . En la actualidad
está preparando una monografía sobre los hermanos Quero y un amplio estudio
sobre las formas resistencia y de represión en Andalucía oriental. <<
[1] Joaquín Bosque Maurel: Andalucía. Estudios de Geografía Agraria, Granada,
Aljibe, Bosque Maurel, 1979, p. 47. <<
[2] Rafael Gil Bracero: Revolucionarios sin revolución. Marxistas y
anarcosindicalistas en guerra: Granada-Baza, 1936-1939, Granada, Universidad
de Granada, 1998, pp. 65-71 y 263-306. <<
[3] Archivo de la Capitanía General de Granada (desde ahora, ACGG), Causa
101/50, Legajo 643/13, Por la República, n.º 33. Archivo Histórico del PCE
(AHPCE), sección Prensa Guerrillera, Por la República, n.º 30. ACGG, Causa
101/50, Legajo 643/13, Por la República, n.º 34, pp. 7-8. <<
[4] Archivo del Gobierno Civil de Málaga (AGCM), Boletín Decenal, días 11 a 20
de noviembre de 1945, p. 5. <<
[5] ACGG, Causa 101/50, Legajo 643/13 , Por la República, n.º 34, p. 7-8. <<
[6] Archivo Histórico Municipal de Málaga (AHMM), Ideal, 1-1-49, p. 1. <<
[7] AGCM, caja « Gobernadores Civiles. Manuel García del Olmo. Informes de
la Comisaría de Policía, índice de firma, 1945-54» . <<
[8] Lo ha señalado Ricardo Ruiz Pérez en: Lumbres de invierno, Granada, Junta
de Andalucía y Diputación Provincial, 1999, p. 180, refiriéndose a su propia
familia, de Dólar: registraban la casa para buscar la cosecha no declarada y,
aprovechando la impunidad, les robaban los jamones de la matanza casera. <<
[9] Hemeroteca de la Casa de los Tiros, Granada (HCT), Ideal, 6-6-1939, p. 1, y
2-6-1939, p. 3. <<
[10] AHMM, Sur, 22-2-1949, p. 1. Las palabras corresponden a Ángel Herrera
Oria, obispo de Málaga. <<
[11] AHMM, Ideal, 22-5-1945, p. 8. <<
[12] HCT, Ideal, 5-1-1951, p. 6. La población de Alhama, en Bosque Maurel
(1971: 298). <<
[13] Entrevista con Francisco Rodríguez Sevilla (Granada, 17-4-1987), y con
Encarnación Martín Cervera (Salar, 13-8-1987). <<
[14] Entrevista con Pedro Rueda Jiménez, Huétor-Tájar, 14-1-1989. <<
[15] José Luis de Arrese y Magra: Una etapa constituyente. Barcelona, Planeta,
1982, p. 194; Antonio Marquina Barrio: La diplomacia vaticana y la España de
Franco (1936-1945), Madrid, CSIC, 1983, p. 330, Javier Tusell: La España de
Franco, Madrid, Historia 16,1989, p. 89. <<
[16] Un ejemplo de esto lo podemos ver en la dura crítica que se hizo desde las
páginas de Ideal a la situación que estaban viviendo los trabajadores, en
comparación con las clases altas, y la amarga respuesta que tuvo por parte del
vespertino falangista Patria: AHMM, Ideal, 8-1-1949, pp. 6 y 5; 9-1-1949, p. 3, y
11-1-1949, p. 3. <<
[17] AHMM, Sur, 14-10-1947, p. 3. Gomo señalaba Javier Tusell en: Dictadura
franquista y democracia, 1939-2004, Barcelona, Crítica, 2005, p. 68, el recuerdo
de la sangre derramada en la guerra contribuía a aglutinar al mundo católico
oficial en torno a Franco. Con los monárquicos ocurría lo mismo, como veremos.
<<
[18] Pedro Sáinz Rodríguez: Un reinado en la sombra, Barcelona, Planeta. 1983,
pp. 417-421. <<
[19] Entrevista con Elvira Crooke Caffarena, Motril, 20-11-2002. Archivo
Histórico Nacional, Madrid (AHN), Causa General, Caja 1057 (1), f. 78 y 78 V.
<<
[20] Manuel Tuñón de Lara hacía estas reflexiones al referirse a la carta de 27
procuradores en Cortes solicitándole a Franco la restauración monárquica, en
junio de 1943. <<
[21] AHMM, Sur, 17-4-1947, p. 1. <<
[22] A este respecto, Glicerio Sánchez Recio ha hablado en: Los empresarios de
Franco. Política y economía en España, 1936-1957. Barcelona, Crítica. 2003,
p. 21, de la imbricación entre los políticos franquistas y los empresarios. <<
[23] Roberto Battaglia: Storia della Resistenza italiana. Turín, Einaudi, 1964,
pp. 22-23. <<
[24] Philippe Burrin: Francia bajo la ocupación nazi 1940-1944, Barcelona,
Paidós, 2004, pp. 243-244. <<
[25] Saúl Bellow: Todo cuenta. Del pasado remoto al futuro incierto. Barcelona,
Círculo de Lectores, 2005, pp. 240-241. <<
[26] Declaraciones de Franco al Evening Star, recogidas por Sur, 16-2-1947,
pp. 1 y 3 (AHMM). <<
[27] ACGG, Causa 416/44, Legajo 464/29, f. 9-10 v. <<
[28] Adriano Romero Cachinero: Eurocomunismo y carrillismo. Bilbao, Edición
del autor, 1984, pp. 102-104. <<
[29] AHPCE, jacket 55. Sobre Vía escribió J. A. Romero Navas: La guerrilla en
1945 (Proceso a dos jefes guerrilleros: Ramón Vías y Alfredo Cabello Gómez-
Acebo), Málaga, Diputación Provincial de Málaga, 1999. Por nuestra parte,
abordamos su actuación en La guerrilla antifranquista en Nerja, Nerja, Izquierda
Unida, 1996. <<
[30] Entrevista con José Paqué Gracia, Motril, 26-2-91. ACGG, Causa 536/52,
Legajo 676/26, f. 3. <<
[31] ACGG, Causa 87/47, Legajo 559/38. <<
[32] Nos referimos lógicamente, a su entusiasmo militante, pues no dejaban de
estar expuestos a las amenazas represivas. <<
[33] AHPCE, Nuestra Bandera, n.º 1, Toulouse, enero de 1945, « Carta abierta de
la Delegación del Comité Central a los miembros del Partido, simpatizantes y a
todos los antifranquistas en general» , pp. 1-33. <<
[34] Declaraciones efectuadas a la Guardia Civil después de ser detenido, Causa
75/47, Legajo 601/41, f. 231-232 V., ACGG. <<
[35] Centro de Estudios Históricos de la Guardia Civil, Madrid (CEHGC),
expediente de José Merediz Víctores, Tarbes y Felipe el Asturiano. Las
declaraciones suy as que aparecen en este expediente son las mismas que hay
recogidas en la Causa 75/47 y que están fechadas en Gérgal, el 13-1-1947,
después de que lo detuvieran (ACGG, Causa 75/47, Legajo 601/21, f. 231-232 V
.). AHPCE, jackets 46-53. En estos documentos aparece siempre con el nombre
de Tarbes. <<
[36] CEHGC, expediente de José Merediz Víctores, Tarbes y Felipe el Asturiano.
<<
[37] ACGG, Causa 75/47, Legajo 601/21, f. 232 V. y 232. Limia escribe que
Merediz era jefe de Estado May or, en lugar de jefe de la Agrupación (Informe
general sobre el proceso seguido por el problema del bandolerismo en la
provincia de Granada, desde su aparición en el año 1939, hasta el 31 de Julio de
1952, inclusive, f. 33), pero hay que tener en cuenta que el oficial no llegó a
Granada hasta 1949, por lo que podía fallarle la información. Además, los
documentos internos del maquis mencionan a Merediz con el cargo de jefe de la
Agrupación (por ejemplo: ACGG, Causa 87/47, Legajo 559/38, f. 20). <<
[38] ACGG, Causa 384/51, Legajo 657/24, f. 2 V. Manuscrito de Francisco
Rodríguez Sevilla (Así me metieron en política), pp. 22-23. Entrevista con
Francisco Rodríguez Sevilla, Granada, 17-4-1987. <<
[39] Esto último se desprendería de las declaraciones de Rodríguez Sevilla tras
ser detenido; es la zona de donde procedía Antonio Castillo (ACGG, Causa
384/51, Legajo 657/24, f. 2 V.). <<
[40] Informe general…, f. 26-30. <<
[41] Así me metieron en política, pp. 22-23. Informe general…, f. 28-29. <<
[42] AHPCE, 18/7, testimonio de Ramiro Fuente Ochoa. Archivo Histórico
Provincial de Albacete, testimonio de Ramiro Fuente Ochoa (nos lo proporcionó
Sixto Agudo). Entrevista con Manuel Prieto López, Rincón de la Victoria,
9-8-1984. <<
[43] Entrevista con Ramiro Fuente Ochoa, San Sebastián de los Rey es (Madrid),
9-7-1986. <<
[44] Entrevista con Manuel Prieto López, Rincón de la Victoria, 9-8-1984. ACGG,
Causa 582/46, Legajo 593 bis/40. Entrevista con Diana Mingorance Pérez,
Granada, 11-10-1986. <<
[45] Informe general…, f. 43. ACGG, Causa 939/51, Legajo 682/28, f. 16 V. <<
[46] Informe general…, f. 33, 43 y 32. Según Enrique Urbano, la denominación
de 9.ª Brigada se debía a la unidad francesa donde actuó Roberto contra los nazis
(entrevista en Río de la Miel Bajo, 8-1-1984). <<
[47] Informe general…, f. 32. <<
[48] Expedientes de Manuel Jurado Martín y Antonio Ruiz Cerezo,
CEHGCAUSA, entrevista con Francisco Moy ano López, Frigiliana, 20-10-1985.
ACGG, Causa 863/46, Legajo 524/24, f. 1 y 26 V. José Luis Estrada Segalerva:
Efemérides malagueñas, Málaga, Edición del autor, 1970, p. 372. <<
[49] Enrique Marco Nadal: Todos contra Franco. La Alianza Nacional de Fuerzas
Democráticas. 1944/1947, Madrid, Queimada, 1982, pp. 185-187, 309 y 317-318.
Entrevista con Ricardo Vizcaíno Alarcón, Granada, 15-7-1993. Vicente Castillo:
Recuerdos y vivencias, Tomo 2.º, pp. 117, 145, 259-263. Expediente de Juan
Francisco Medina García, Yatero, CEHGCAUSA. <<
[50] En la « Nota Informativa» n.º 3 de 9 de enero de 1947, del Servicio de
Información de la Comandancia granadina, se señala que se pidieron 250000
pesetas por el rescate, que la muerte fue el mismo día del secuestro y que el
cadáver lo encontraron en « Cañada del Cuco» , del término de Güéjar-Sierra
(CEHGC). Ideal, 9-1-1947. Entrevista con Manuel Prieto López, Rincón de la
Victoria, 1-8-1985. Otro guardia de aquella época, Rafael Girón Lozano
(entrevista en Granada, 4-10-1987), coincide en gran medida con el testimonio
de Prieto. Rodríguez Sevilla, en ACGG, Causa 384/51, Legajo 657/24, f. 10 V.
También Limia atribuy ó este hecho a los Clares (Informe general…, f. 36). <<
[51] CEHGC, expediente de José Merediz Víctores. Esta información la
proporcionó Merediz a los guardias tras ser detenido. <<
[52] ACGG, Causa 87/47, Legajo 559/38, f. 15-25. <<
[53] Existe constancia escrita de esa decisión, como puede verse en un
documento que, pese a su deterioro, resulta legible. Se encuentra en ACGG,
Causa 87/47, Legajo 559/38, f. 20. <<
[54] Documento dando cuenta de la destitución, en ACGG, Causa 87/47, Legajo
559/38, f. 20. Declaraciones de Rodríguez Sevilla refiriéndose a la destitución, en
ACGG, Causa 384/51, Legajo 657/24, f. 3. Otras, de Merediz, en ACGG, Causa
75/47, Legajo 601/41, f. 232 V. <<
[55] ACGG, Causa 75/47, Legajo 601/21, f. 231-232 V. Expediente de José
Merediz Víctores, CEHGCAUSA. Entrevista con Manuel Prieto López, Rincón de
la Victoria, 9-8-1984. En otro momento (Domingo, 2002: 234-235), Manuel
Prieto ha afirmado que el jefe de la Guardia Civil que le comunicó que habían
detenido a Merediz era el teniente coronel Limia, lo que constituy e un error, y a
que éste mando no llegará a Andalucía hasta 1949. <<
[56] Entrevista con Ramiro Fuente Ochoa, Madrid, 29-4-1986. Entrevista con
Manuel Prieto López, Rincón de la Victoria, 9-8-1984. <<
[57] Es cierto que la prensa recogió la noticia tal como señalaba Rodríguez
Sevilla: Ideal (AHMM, 11-3-1947, p. 1,) dio sus nombres completos: Ramón
Carrasco Gómez, Porras, José María Pardo Barrios, Pardo, y Antonio Montilla
Gallego, Montilla. El diario Sur, de Málaga, también se refirió a este hecho en
similares términos; lo titulaba « Tres bandidos muertos a tiros por la Guardia
Civil, en Granada. Tomaron parte en el asesinato del Sr. Milans del Bosch»
(AHMM, 11-3-47, p. 47). Debido a su estatura, Rodríguez Sevilla suele llamar el
Chico a Merediz. <<
[58] Así me metieron en política, pp. 23-24; CEHGC, expediente de José Merediz
Víctores. <<
[59] Informe general…, f. 33-40. <<
[60] Informe general… f. 37. Relación de los hechos…, f. 38. Expediente de José
Sáez Carmona, CEHGCAUSA. Entrevista con Agustín Góngora Montero,
Torvizcón, 15-5-2003 (vio enterrar a las víctimas de Cástaras en el cementerio de
Torvizcón). <<
[61] AHPCE, Caja 30/1, Informe de Santiago Carrillo sobre situación y actividad
del Partido en el interior, 7952, f. 19. <<
[62] CEHGC, « Nota Informativa» n.º 210 del SIGC de la 136 Comandancia de
la Guardia Civil, 17-7-1947. <<
[63] Informe general…, f. 39. Entrevista con Fermín González Rodríguez,
Trevélez, julio de 1987. <<
[64] « Nota Informativa» n.º 215 del SIGC de la 136 Comandancia de la Guardia
Civil, 19-7-1947, CEHGCAUSA. <<
[65] Entrevista con Fermín González Rodríguez, Trevélez, julio de 1987. <<
[66] Entrevistas en Trevélez (21-5-2002) y Granada (27-8-1988). <<
[67] CEHGC, expedientes de José Fernández Gallego « Mediavida» , Antonio
Díaz Fernández, Zorrero, Eloy López Álvarez, Sargenta, Eloy Expósito Ortiz, y
Luis Ortiz Sánchez, Candelas. <<
[68] AGGG, Causa 281/54, Legajo 696/27, f. 50-50 V. <<
[69] Entrevista con Fermín González Rodríguez, Trevélez, julio y septiembre de
1987. Entrevistas con Encamación García Moreno (Motril, 11-4-1988, 27-7-1988
y 19-8-1988) y con Marcela Rubiño (Motril, 22-10-1987, 2-12-1987 y 27-7-1988
). Los acontecimientos de Los Tablones los hemos abordado más a fondo en
« Motril en la posguerra: Resistencia y guerrilla contra el franquismo» , Qalat, 2
(2001), pp. 39-62. <<
[70] Ejemplar de Por la República incluido en Causa 443/48, Legajo 578/41
(ACGG). Todos estos datos los hemos cotejado entrevistando a numerosos
vecinos de estas localidades y, especialmente, a familiares de estas víctimas. <<
[71] Entrevistas con los guardias Manuel Prieto López (Rincón de la Victoria,
27-8-1984 y 16-8-1987) y Francisco Córdoba Garrido* (julio de 1988. Utilizamos
el asterisco por tratarse de una persona que desea que no se dé su nombre). En
vísperas del « referéndum» , La Dirección General de Seguridad franquista cursa
una circular ultra secreta ordenando la aplicación de la ley de fugas. Que no se
hagan prisioneros a menos que hay a testigos sospechosos: El Socialista,
20-6-1947, p. 1, Archivo de la Fundación Pablo Iglesias, Madrid (AFPI). <<
[72] Recordamos a este respecto que y a hubo acusaciones contra las autoridades
cuando recurrían a la ejecución extrajudicial, como ocurrió con Julián Zugasti,
gobernador civil de Córdoba en 1870. Por no hablar de lo ocurrido durante los
años veinte del siglo pasado, de algunos acontecimientos de la Segunda República
y de la Guerra Civil. <<
[73] Información elaborada a partir de los expedientes de estos guerrilleros en el
CEHGGAUSA. <<
[74] ACGG, Causa 126/50, Legajo 634/35, f. 3. ACGG, Causa 939/51, Legajo
682/28, f. 18 V. <<
[75] En algún caso habrían incitado a ciertos jóvenes a unirse a la Agrupación
mostrándoles dinero, como habría ocurrido con Francisco Ray a Ortiz y con José
García, ambos de Frigiliana (información proporcionada por Francisco Ray a
Castillo, en carta escrita el 4-12-1997). En el caso de Antonio Corpas Molina,
Caserío, y Braulio, al que acabaron matando sus compañeros, su esposa, María
Pinilla Castilla, declaró que se marchó a la sierra obligado por ellos (ACGG,
diligencias previas 829/51, Legajo 633/35). Pero este método no debió de
proliferar, pues el guerrillero Enrique Urbano, muy sincero en sus
informaciones, nos aseguró que él no lo recordaba. <<
[76] ACGG, Causa 384/51, Legajo 657/24, f. 3. <<
[77] Informe general…, f. 34, 40 y 43. <<
[78] ACGG, Causa 99/48, Legajo 617/46, f. 43. Expediente de los guerrilleros
aquí mencionados, en el CEHGGAUSA. Conversación telefónica con Antonio
Rodríguez Puertas, Ventas de Huelma, 28-7-1996. AGGG, Causa 358/50, Legajo
6oo/33, f. 2 y 2 V. <<
[79] ACGG, Causa 31/50, Legajo 560/41, informe de la Guardia Civil en f. 21;
del juez instructor en el 66 y 66 V. Un guerrillero interrogado por los sucesos del
cortijo Pera afirmó que las muertes se debieron a que sus compañeros de Agrón
los acusaban de ser delatores de la Guardia Civil, (ACGG, Causa 807/51, Legajo
743/44, f. 8 V.). Entrevista con Fernando Romero Calvo, Agrón, 9-8-1988. <<
[80] ACGG, Causa 384/51, Legajo 657/24, f. 3. AHPCE, sección prensa
guerrillera, 15/6 .Informe general…, f. 50-51. <<
[81] ACGG, Causa 102/53, Legajo 705/3, f. 74 V. <<
[82] El referido trabajo de Limia lleva por título Resumen del problema del
bandolerismo en la provincia de Granada y es del 4 de septiembre de 1951
(CEHGG). <<
[83] CEHGC, Ejército Guerrillero de Andalucía. Agrupación Guerrillera de
Granada. Estado May or. Orden circular núm. 25. <<
[84] Los fundamentos de esta estructura, que relegaba la participación interna en
favor del control jerárquico, eran los propios del PCE en esa etapa: se
argumentaba que, al encontrarse bajo una dictadura, los mecanismos de
funcionamiento democrático quedaban fuertemente restringidos. El que fuera
responsable de la organización de este partido, Pedro Checa, escribía en
momentos anteriores que la democracia interna estaba ligada a la situación
general de España: en la etapa republicana debía ampliarse, pero « puede
cambiar la situación política del país y la democracia para nuestro P. no puede
considerarse como una cosa absoluta» y citaba unas palabras de Stalin: « La
democracia no es una cosa dada para todos los tiempos, para todas las
circunstancias, pues hay momentos en que no hay posibilidad ni necesidad de
realizarla» (Pedro Checa: Qué es y cómo funciona el Partido Comunista. ACGG,
Causa 496/49, Legajo 579/25). En la guerrilla, este planteamiento era todavía
más jerarquizado, al estar concebida como una estructura militar. <<
[85] El anarquista Vicente Castillo escribía lo siguiente: « Si ellos pretendían
escapar a una dictadura de ordeno y mando, o te fusilo, como era la de Franco,
¿cómo es posible que se sometieran a otra y a sea verde, roja o del color que se
vista? Éste fue el error de Roberto» (Recuerdos y vivencias, Tomo I, p. 240). <<
[86] CEHGC, Informe sobre el bandolerismo en esta región, Capitanía General de
la 9.ª Región Militar, Estado May or, octubre de 1949. <<
[87] GEHGC, expedientes de Francisco Centurión González, Antonio y Francisco
García Sáez, Justo Rodríguez Rodríguez y Juan Martín Alonso. <<
[88] Según los datos del expediente de Antonio Gutiérrez Sáez, Cristino (CEHGC),
murieron un cabo 1.º y cinco soldados, y otros cinco resultaron heridos. Pero en
otras fuentes se expresa que fueron siete los soldados muertos (ACGG, Causa
637/52, Legajo 682/28, f. 22). Fue una actuación que no debió resultar muy bien
vista; según un informante nuestro, que en algún momento lamentaba la muerte
de los soldados, el mismo Roberto llegó a comentar refiriéndose a Cristino:
« Desgraciadamente, murió. Si no hubiera muerto habría tenido un “lavado de
cabeza” que se habría acordado toda su vida» . La información oral sobre los
hechos de Cázulas y sobre Cristino procede de Luis Álvarez Molina*. El dato de
que fue Cristino quien decidió atacar a los soldados lo corroboran las
declaraciones que hicieron los hermanos García Sáez después de presentarse a la
Guardia Civil, así como Francisco Centurión González, quien añadió que habían
intervenido 46 guerrilleros; los demás aspectos aquí mencionados se encuentran
en el expediente de Antonio Gutiérrez Sáez en el CEHG-CAUSA. <<
[89] Informe general…, f. 25-52. <<
[90] ACGG, Causa 384/51, Legajo 657/24, f. 4, 12, 12 V., 72, 76, 76 V. <<
[91] Información elaborada a partir de los expedientes de los guerrilleros que
participaron en estos encuentros (CEHGC). <<
[92] ACGG, Causa 124/50, Legajo 606/12, f. 5, 5 V. Entrevistas con Estrella
Martín (Lagos, 5-9-1988) y con Francisco Leiro Vila, (Málaga, 29-12-1989; se
trata de un antiguo guardia civil que nos manifestó que sus compañeros llevaron a
cabo el ahorcamiento), y con María Melgares Camacho (Güi, 5-9-1988). <<
[93] Entrevistas con Ricardo López Centurión (Nerja, 11-4-2001) y con José
García Rey es, (Nerja, 11-7-1996). ACGG, Causa 180/50, Legajo 603/38,
f. 2-8 V., 23, 27, 27. ACGG, Causa 354/50, Legajo 623/31. f. 15 y 10. Entrevistas
con Rosario Triviño González. (Frigiliana, 13-12-1991) y con Eduardo Triviño
Martín (Frigiliana, 20-12-1991). <<
[94] Entrevistas con José Gutiérrez Olay a (Salar, 30-7-1990), Francisco Miranda
Rivas (Granada, 2-1-1988) y Antonio Ray a Arcas (Loja, 27-3-1988). ACGG,
Causa 708/50, Legajo 644/6, f. 343, 344 y 345. <<
[95] José María Azuaga Rico: « Bartomeu Pay eras i el maquis: l’actuació d’un
capellà de Buny ola a la provincia de Màlaga» , Es Castellet, 13 (2004), pp. 8-11.
<<
[96] ACGG, diligencias previas 989/50, Legajo 651/1. <<
[97] Los escritos de este tiempo están encabezados por las palabras « Ejército
Guerrillero de Andalucía, 2.ª Agrupación, 4.ª Compañía, Plana May or» .
Corresponden a los últimos meses de 1951 y recogen, dentro de una
detalladísima relación de ingresos y gastos, el dinero que se destinaría a cada
grupo, a « la organización» y los débitos que había al « P» , refiriéndose
probablemente al PCE: ACGG, Causa 1134/51, Legajo 712/60, f. 61-99. <<
[98] Entrevista con Manuel Prieto López, Rincón de la Victoria, 9-8-1984. <<
[99] Todo ello lo hemos abordado en nuestro « El cambio de táctica del PCE con
relación a la lucha guerrillera: el caso de Granada y Málaga» , en: I Congreso
sobre la Historia del PCE (1920-1977) [CD-ROM], Oviedo, Fundación de
Investigaciones Marxistas, 2004. <<
[100] En J. M. Azuaga Rico: La guerrilla antifranquista…, op. cit., hemos narrado
la actuación final de Roberto y la huida a Francia. La actividad política del
7.º Batallón durante los momentos finales, en ACGG, Causa 477/52, Legajo
677/36, f. 4-4 V. <<
[101] Entrevista con Rafael Castilla Sánchez, Granada, 2-1-1988. Expediente de
Francisco Nieto Romero, CEHGCAUSA. <<
[102] Información telefónica de Ricardo Vizcaíno Alarcón, 1-7-1993. <<
[103] Vicente Castillo: Recuerdos y vivencias, Tomo 1, pp. 240-243. <<
[104] Entrevistas con Enrique Urbano Sánchez (Río de la Miel, 28-2-1992) y con
Miguel Salado Cecilia (Motril, 20-8-1992). <<
[105] Francisco Moreno Gómez lo ha constatado también en sus estudios sobre la
guerrilla: « Huidos, maquis y guerrilla: una década de rebelión contra la
dictadura» , Ayer, 43 (2001), pp. 136-137. <<
[0] José María Azuaga: ha publicado artículos e impartido conferencias sobre el
maquis en los últimos veinte años. Cuenta en su haber con títulos tan destacados
como La guerrilla antifranquista en Nerja o La oposición al franquismo en
Andalucía oriental, en coautoría con Hartmut Heine. <<
[1] Ferrán Sánchez Agustín. El maquis anarquista. De Toulouse a Barcelona por
los Pirineos, Lleida, Milenio, 3006, pp. 15-17. <<
[2] Ferrán Sánchez Agustí: Maquis a Catalunya. De la invasió de la Vall d’Aran a
la mort del Caracremada, Lleida, Pagés editors, 3005 (Anexo a la 5.ª edición,
revisada y ampliada), pp. 393 y 394. Y del mismo autor « Bilan humain et
politiques de l’opération Reconquista de España dans les Py rénées» , en: Jean
Ortiz (dir.): Rouges. Maquis de France et d’Espagne. Les guérilleros, Biarritz,
Atlantica, pp. 217-227. <<
[3] Ferran Sánchez Agustí: El maquis anarquista. De Toulouse a Barcelona por los
Pirineos, Lleida, Milenio, 2006, pp. 20-21. <<
[4] Joseph Sánchez Cervelló (ed.): Maquis, el puño que golpeó al franquismo,
Barcelona, Flor del Viento, 2003, pp. 432-489. <<
[5] Ferran Sánchez Agustí: El Maquis anarquista…, op. cit., pp. 25-27. <<
[6] Ibidem, pp. 27-28. <<
[7] Pelai Pagés Blanch: Diccionari biografié del Moviment Obrer als Paisos
Catalans, Montserrat, Universitat de Barcelona, p. 468. Manual Iñíguez; Esbozo de
una Enciclopedia histórica del Anarquismo español, Madrid, Fundación de
Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, 2001, p. 188. <<
[8] Documento 14229, Archivo Fundación Nacional Francisco Franco, Madrid.
<<
[9] Ferran Sánchez Agustí: El maquis anarquista…, op. cit., p. 30. <<
[10] Ibidem. <<
[11] Ibidem, pp. 103-137. <<
[12] Ibidem, pp. 141-166. <<
[13] Ibidem, pp. 169-196. <<
[14] Ibidem, pp. 199-219 y pp. 247-248. <<
[15] Ibidem, pp. 31-35. <<
[0] Ferrán Sánchez Agustí: en los últimos años ha presentado: Maquis y Pirineos:
la gran invasión (1944-1945); Maquis a Catalunya; de la invasió de la Vall d’Aran
a la mort del Caracremada o Espías, contrabando, maquis y evasión. La II Guerra
Mundial en los Pirineos. Recientemente ha publicado una monografía bajo el
título: El maquis anarquista. De Toulouse a Barcelona por los Pirineos. <<
[1] Eduardo Munilla Gómez: « Consecuencias de la lucha de la Guardia Civil
contra el bandolerismo en el periodo 1943-1952» , Revista de Estudios Históricos
de la Guardia Civil, 1 (1968), p. 56. <<
[2] Francisco Aguado Sánchez: El maquis en España, Madrid, Editorial San
Martín, 1975, p. 198, y El maquis en sus documentos, Madrid, Editorial San
Martín, 1976. <<
[3] Un informe de la Guardia Civil de Sama cifraba en 200 el número de huidos
en la zona. « Comandancia de Oviedo, 18 de diciembre de 1939» . En 1948, el
guerrillero José González Fernández (a) Pastrana, aseguró que era más de un
millar. « Informe de José González Fernández, 28 de abril de 1948» . Archivo del
CC del PCE. <<
[4] Eduardo Munilla Gómez: « Consecuencias…» , op. cit p. 57. <<
[5] En un informe de 1944 se sostenía que por los montes asturianos pululaban
unos 60. « Guerrilleros, 19 de octubre de 1944» . Archivo del CC del PCE. <<
[6] Éste se constituy ó, según Aguado, en 1942. El maquis… op. cit., p. 697. <<
[7] « Bases para la creación de las Milicias Antifascistas de Asturias, en la
montaña, 10 de octubre de 1948» . <<
[8] « Federación de Guerrillas Populares, Ciudad de la Selva, 1 de junio de
1943» . « M. Fernández, Gafas, en la Ciudad de la Selva, octubre de 1943» . <<
[9] « A la Federación de Guerrilleros Populares de Galicia, Asturias y León del
CMA de Asturias, 2 de enero de 1944» . <<
[10] « Federación Nacional de Guerrilleros de Unión Nacional al Comité de
Milicias Antifascistas de Asturias de (UN) Ciudad de la Selva, 4 de febrero de
1944, por la Comisión, C. Ríos y M. Fernández» . <<
[11] « El CMA a la Federación de Guerrillas de León y Galicia, 2, de abril de
1944» . <<
[12] « A los camaradas Zola, Feria y Elefantito (comandante Flórez), el jefe del
Estado May or, M. F. (a) Gafas, 8 de may o de 1945» . <<
[13] En la reunión del 31 de diciembre de 1943, los integrantes del CMA se
avinieron a colaborar con UNE pero sin compromiso de acatar sus consignas ni
de adscripción orgánica. <<
[14] « El CMA a la Junta Suprema de Unión Nacional» . En su respuesta, Antonio
García Buendía, tras reprocharles su desconfianza, les precisa que la utilización
de « nombres de guerra» es un método insoslay able dada su situación. « El
delegado de UN al CMA de Asturias (s. f.)» . <<
[15] « Compañero Feria, 19 de julio de 1945» . <<
[16] « Carta de Feria (a Mercedes Coto), 27 de may o de 1944» . « Carta de Feria
al Comité Regional de UNE, 11 de junio de 1944» . « Carta de Feria a la Junta
Suprema de Unión Nacional, 18 de junio de 1944» . <<
[17] « Junta Provincial de Asturias de UNE» (s. f. pero hacia may o o junio de
1944). « Carta de Comité Regional del PCE, 12, de julio de 1944» . <<
[18] « El CR del PCE, 12 de junio de 1944» . <<
[19] « Formación y encuadramiento de las Milicias Antifascistas de Asturias. El
Comité de Milicias, Asturias, abril de 1944» . <<
[20] « Feria a Bóger y los demás camaradas, 2 de febrero de 1945» . <<
[21] Causa 390-44, Caja 2770, Carpeta 554-555, Archivo 9452, AIRMN. <<
[22] Lo componían Augusto Fernández (a), Garlopas, Venancio González del
Valle (a), Federico, Manuel Losa Prieto (a), Pinín, Teodomiro Martín, Francisco
Muñiz (a), Pacho, y José Ordiales Alonso (a), Peque. « Estimado camarada
L(adreda). El secretario general (s. f.)» . <<
[23] « Comisión Político Militar Provincial. Asturias, 17 de marzo de 1946» . <<
[24] « Comisión Político Militar Provincial. Asturias, 27 de marzo de 1946» . <<
[25] « De C. Zapico, Bóger, al camarada Feria, 15 de abril de 1946» . <<
[26] « Comisión Político Militar de Asturias, Circular n.º 1. Asturias, 10 de febrero
de 1946» . Entrevista a Higinio Canga (a) Saborit, 9 y 12 de noviembre de 1987.
La perplejidad de un militante por esta medida, erróneamente atribuida a la
Circular n.º 6, se expresa en el siguiente testimonio: « Un día fuimos convocados
a una reunión los responsables del grupo y del radio de La Nueva. Allí estaban
algunos guerrilleros. Nos comunicaban que el partido se ha constituido en ejército
para luchar contra Franco y la Falange. Llegarán armas que se repartirán; se
operará según la orden del Alto Mando. Actuará una escuadra, sección o
compañía, según la importancia de la acción. Se nombraron los mandos en la
reunión y el Partido quedó transformado en una institución militar» .
« Experiencias sobre el trabajo de masas en Asturias, León y Santander» , cárcel
de Burgos, enero de 1955. Archivo del CC del PCE. <<
[27] « Comisión Político Militar de Asturias, Circular n.º 2. Asturias, 27 de marzo
de 1946» . <<
[28] « Comisión Político Militar de Asturias, Circular n.º 4. Asturias, 6 de abril de
1946» . <<
[29] « Comisión Político Militar, Circular n.º 5. Asturias, 5 de junio de 1946» . En
un inusual tono triunfalista, impropio de la militancia del interior, se añadió que
« si la represión es dura con los del llano, entonces redoblaremos la ofensiva y les
impondremos el terror, atacándoles sin tregua en guerra abierta sin trinchera ni
campo de batalla, en la que ellos llevan las de perder al ser atacados por sorpresa
sin saber por quién ni de dónde salen los que atacan» . <<
[30] « A los camaradas del monte. El Comité socialista del monte, 16 de abril de
1946» . « Carta de Zola a Feria del 29 de abril de 1944» . La valoración
comunista en « Carta de Bóger a Feria del 5 de may o de 1946» y de la
« Comisión Político Militar de O(riente) A(sturias) a Bóger, 23 de may o de
1946» . <<
[31] « Características de los grupos enviados a España en el último trimestre de
1945» . Archivo del CC del PCE. <<
[32] Un relato de la tragedia en « Informe de Celestino Uriarte» (sin fecha,
aunque datable en 1948 o 1949). Archivo del CC del PCE. Valentín Andrés
Gómez: « Los que vinieron de Francia y la resistencia armada: caída de la
Brigada Pasionaria (1946)» , en: Eloísa Blanco Luque y Francisco Javier
Fernández Roca (coords.), Tercer encuentro de investigadores sobre el franquismo
y la transición, Sevilla, Muñoz Moy a editor, 1998, pp. 458-467. De los cuatro
supervivientes, Felipe Matarranz (a) Lobo, identificó a Madriles, Quintiliano
Guerrero, Joaquín Caballero (a) El Andaluz, y José García Fernández (a) Pin el
Asturiano. ¡Camaradas, viva la República! Asamblea 1023, Carracedelo, 2005,
p. 326. <<
[33] Entrevista con Higinio Canga, 9 y 12 de noviembre de 1987. José Ordiales
también confirma que Ladreda encañonó a un miembro del Comité Regional
dirigido por Casto García Roza. Entrevistas del 23, 28 y 30 de diciembre de 1987.
<<
[34] « Comisión Político Militar Provincial. Asturias, 22 de marzo de 1946» . El
informe concluía señalando que fueron entrevistados dos « maquis» por
separado, los cuales, tras negarse a « regresar con el jefe que habían traído de
Francia» , expusieron « cosas que por ser de índole privada nos vemos obligados
a omitir para no lesionar la conducta y la buena marcha del partido» . <<
[35] « A los camaradas de S(ama). Asturias, 31 de marzo de 1946» . <<
[36] Entrevista con Horacio Fernández Inguanzo, 16 de diciembre de 1987. Otra
versión del enfrentamiento en Francisco Aguado Sánchez: El maquis… op. cit.,
p. 698. <<
[37] « A los camaradas de S(ama). Asturias, 31 de marzo de 1946» . <<
[38] « A los comarcales y radios. El CP de Asturias, 3 de abril de 1946» . En
referencia a los recién llegados, en un comunicado anterior, manifestó que « no
queremos aventureros ni quijotes ni ambiciosos, sino que precisamos hombres
comprensivos y libres de toda clase de prejuicios» . « A los camaradas de
S(ama). Asturias, 31 de marzo de 1946» . <<
[39] « Comisión Político Militar Provincial al Buró del PCE. Asturias, 17 de abril
de 1946» . En carta dirigida a Bóger y en tono desafiante, Ladreda manifestó que
« estoy dispuesto a hundir, a que me hundan» . « Camarada Bóger. Asturias, 30
de abril de 1946» . <<
[40] « Al camarada Feria, 23 de may o de 1946» . <<
[41] « Al camarada Feria de C. Bóger, 5 de may o de 1946» . <<
[42] « Camarada Feria de C. Bóger, 14 de junio de 1946» . En un tono más
conciliador este veterano guerrillero insistía en el contacto « para hacerles
comprender que no nos interesa figurar ni tenemos ambiciones personales, sino
que lo que nos interesa es el partido, su buena marcha y crecimiento del
mismo» . <<
[43] « Camarada Bóger. La Comisión Político Militar de O(riente) de A(sturias),
22 de may o de 1946» . Sin variar su línea argumental, este guerrillero planteó
otra cuestión no menos lesiva para los autóctonos: « Nos parece que nadamos en
un mar de confusionismo. Ponemos grandes reparos en que nos manden maquis
de otras provincias por no conocer el terreno y no vacilamos en amenazar a la
Delegación Central y quedarnos solos con nuestro comunismo porque nos parece
la tesis más acertada, pero ¿podemos nosotros hacer algo práctico al margen de
una Dirección Central?» . <<
[44] « Comisión Político Militar Provincial. Asturias, 12 de may o de 1946» . <<
[45] « Carta abierta a los responsables político-militares del comarcales y radios.
Asturias, 22 de octubre de 1946» . <<
[46] « Carta a Ju(lio) y Pa(co) de Feria, 3 de noviembre de 1946» . <<
[47] En la cárcel de Oviedo, según Celestino Uriarte, Manuel Losa y la
« camarilla de Ladreda» alardeaban de haber previsto el batacazo, el cual sólo
se podía imputar al desconocimiento de los « franceses» de los riesgos del
trabajo clandestino en el interior. « Informe de Celestino Uriarte (sin fecha)» .
Archivo del CC del PCE. <<
[48] « Experiencias sobre el trabajo de masas en Asturias, León y Santander» ,
cárcel de Burgos, enero de 1955. Archivo del PCE. <<
[49] Entrevista con Manuel García González (a), Otones, 14 de noviembre de
1987. <<
[50] Entrevista con José Ordiales, 23, 28 y 30 de diciembre de 1987. « Informe
de Celestino Uriarte» . Archivo del CC del PCE. <<
[51] « Informe de Manuel Beltrán Jove» , 15 de may o de 1948. Archivo del CC
del PCE. <<
[52] « Sobre lo que el partido me pidió con interés» , 7 de enero de 1948. Archivo
del CC del PCE. <<
[53] « A la dirección de nuestro Partido Comunista de España en el exilio» ,
Apolinar Anibarro, 18 de noviembre de 1948. La estimación de supervivientes de
Bardial parece más verosímil que la de Manuel Beltrán Jove, que la eleva a 100
guerrilleros. « Informe de Cándido Fernández Camblor» (sin fecha). « Informe
de Manuel Beltrán Jove» . Archivo del CC del PCE. <<
[54] Entrevista con Julio Gallardo, 10 de octubre de 1988. « Informe Félix del
viaje a Asturias» , 15 de may o de 1948. « Informe de Julio sobre Asturias» , 3 de
enero de 1950. Archivo del CC del PCE. <<
[55] Con Manuel Díaz González (a), Caxigal, el 7 de febrero de 1950 fueron
acribillados Eloy Alvarez Alonso (a), el Ruso, Angel Martínez Rodríguez, Manuel
Castaño, Negrete, y Ovidio González Morán. Según Avelino Suárez, Onofre solía
manifestar que la Agrupación se desmoronaría en cuanto faltara Caxigal.
Entrevista del 18 de diciembre de 1987. <<
[56] « Informe de Julio sobre Asturias» , 3 de enero de 1950. Archivo del CC del
PCE. <<
[57] « Informe de Julio sobre Asturias» , 3 de enero de 1950, Archivo del CC del
PCE. <<
[58] « Informe de Rubén y Pascual, 11 de septiembre de 1951» . « Informe dado
por Rubén y Fernando» , 30 de octubre de 1951. Archivo del CC del PCE. <<
[59] « Informe del guerrillero José González Fernández» , 8 de abril de 1948.
Archivo del CC del PCE. <<
[60] « Experiencias sobre el trabajo de masas en Asturias, León y Santander» ,
cárcel de Burgos, enero de 1955. Archivo del PCE. <<
[61] « Informe recibido a primeros de diciembre de 1949» . Archivo del CC del
PCE. <<
[62] « Informe de Ceferino Díaz Torres» , 2 de enero de 1948. Archivo del CC
del PCE. <<
[63] « Informe de Celestino Uriarte (sin fecha)» . Archivo del CC del PCE. En el
« Informe Félix del viaje a Asturias» , de 15 de may o de 1948, se precisa que la
redada de enero no afectó a la organización del partido « porque estos individuos
no la conocían» . Archivo del CC del PCE. <<
[64] « Experiencias sobre el trabajo de masas en Asturias, León y Santander» ,
cárcel de Burgos, enero de 1955. « Informe recibido a primeros de diciembre de
1949» . Archivo del CC del PCE. <<
[65] Apostilla al « Informe de Ceferino Díaz Torres» , 2 de enero de 1948.
Archivo del CC del PCE. <<
[66] « Boletín Interior del Partido Comunista de España» , agosto de 1951.
« Informe dado por Rubén y Fernando» , 30 de octubre de 1951. Archivo del CC
del PCE. <<
[67] « Boletín Interior del Partido Comunista de España» , agosto de 1951.
« Informe sobre el viaje a Asturias» . En otro documento se remachaba:
« nuestra política se centra en la educación, organización y movilización de las
masas bajo la dirección del Partido, y no en la acción directa de los anarquistas
que lleva la guerrilla» . « Informe de situación política» . Rubén y Femando,
1951. Archivo del CC del PCE. <<
[68] José Manzanero Marín: Páginas para la historia. Sobre la paz y el socialismo,
Valencia, Fernando Torres editor, 1983, p. 205. <<
[69] Causa 204-50. Fernanda Romeu Alfaro: Más allá de la utopía. Perfil histórico
de la Agrupación Guerrillera de Levante, Valencia, Edicions Alfons el Magnánim,
1987, p. 77. Manuel García Otones: Lucha y libertad, Oviedo, KRK, 2002, pp. 37
y ss. <<
[70] En una nota sobre Manuel Losa Prieto, remitida por Eloy Álvarez Alonso
(a), el Ruso, le atribuy ó el siguiente reproche al « ladredista» : « mientras que el
Buró Político y los demás que están en el extranjero se dan la buena vida, los de
dentro tienen que sacrificar su vida» . « Losa, septiembre de 1948. Dado por
Eloy » , Archivo del CC del PCE. <<
[71] « Comisión Político Militar Provincial. Asturias, 12 de may o de 1946» . « A
la JSUN. Asturias, 19 de junio de 1944» . « A los camaradas de S(ama). Asturias,
31 de marzo de 1946» . « Comisión Político Militar al Buró. Asturias, 17 de abril
de 1946» . <<
[72] Uno de sus apoy os, Losa Prieto, convenía con él en que no se daban las
condiciones « para andar tirando bombas y soltando petardos» . Entrevista
personal, 24 de diciembre de 1987. <<
[73] « Respetable señora (Mercedes Coto). Feria, 27 de may o de 1944» .
Además de inoportunos llamamientos a la huelga, parece ser que Ladreda
consideraba descabellados otros objetivos que le marcaban como la voladura del
tren correo de Madrid. « Experiencias sobre el trabajo de masas…» , enero de
1955. Archivo del CC del PCE. <<
[74] « El Comité Regional, 12 de junio de 1944» . <<
[75] « Al Comité Regional, 11 de junio de 1944» . « A la Junta Suprema de Unión
Nacional, 19 de junio de 1944» . <<
[76] « Situación del trabajo guerrillero en el norte» , 1944. « Guerrilleros» , 19 de
octubre de 1944. Archivo del CC del PCE. <<
[77] « Al CP del PCE. Asturias, i3 de febrero de 1946» . De forma premonitoria
anticipó: « Por lo que repito, no puedo seguir a los que nos conducen por
atolladeros y ponen al partido en entredicho. Es preferible sublevarse, aunque
expulsen a uno, que no verse manoseados por los que creen ser el brazo derecho
de un partido que defendemos con orgullo y fe contra viento y marea. El que no
sirva para ir de pie sobre los estribos, que se retire» . <<
[78] « Al Buró del PC de la Comisión Político Militar Provincial. Asturias, 17 de
abril de 1946» . <<
[79] « Comisión Político Militar Provincial. Asturias, 12 de may o de 1946» . <<
[80] « Experiencias sobre el trabajo de masas en Asturias, León y Santander» ,
cárcel de Burgos, enero de 1955. Archivo del CC del PCE. <<
[81] « Carta abierta a los responsables político-militares de comarcales y radios.
Asturias, 22 de octubre de 1946» . Al respecto, manifestó: « El Partido Comunista
no es una mercancía para ponerle la etiqueta de nadie. Sépanlo, así, los que
componen el Buró y todos aquellos militantes que se deslizan por el camino tan
contrapuesto a los postulados del partido. Los partidos acaudillados por un hombre
o un grupo de amigos, están condenados a desaparecer» . <<
[82] « Experiencias sobre el trabajo de masas en Asturias, León y Santander» ,
cárcel de Burgos, enero de 1955. Archivo del CC del PCE. <<
[83] « Informe recibido a primeros de diciembre de 1949» . Archivo del CC del
PCE. <<
[84] « Boletín Interior del PCE. Comité Provincial de Asturias, agosto de 1951» .
Archivo del CC del PCE. <<
[85] « Informe de Burgos, recibido la primera quincena de 1949» . Archivo del
CC del PCE. <<
[86] « Declaración indagatoria del procesado. En Oviedo, 15 de octubre de
1947» . Causa 569-47. <<
[87] « Informe de Celestino Uriarte (sin fecha)» . Archivo del CC del PCE. <<
[88] « Experiencias de organización de Asturias, León y Santander» , cárcel de
Burgos, enero de 1955. Archivo del CC del PCE. <<
[89] Entrevista con Mariano Montero Álvarez, 29 de febrero de 1990. Juan
Ambou, tras confirmar que estaba muy enfermo, y a que « un camarada tenía
que iny ectarlo antes de partir (hacia Asturias)» , aconseja que « a los cuadros del
partido, a los grandes combatientes como Montero, es justa la política de
cuidarlos, de procurar su recuperación, su salud» . Como corolario se pregunta:
« por qué no se hizo» . Los comunistas en la resistencia nacional republicana. La
guerra en Asturias, el País Vasco y Santander, Madrid, Hispamerca, 1978, p. 294.
<<
[90] « Informe de Julio sobre Asturias, 3 de enero de 1950» . « Carta de Julio» ,
1950. Archivo del CC del PCE. <<
[91] Cuando Sabugo quiso atribuir al cura que apoy aba a la guerrilla, Félix Pastor
Muro, la delación, un detenido le reprochó que había sido él y, en entrevista
posterior, añadió que sobre la mesa estaba su declaración, con más de 40 folios.
Testimonio de Ceferino Rodríguez Vallina, 21 de diciembre de 1987. <<
[92] Sumarísimo ordinario 63-50, caja 586, orden 9857, AIRMN. <<
[93] Lister, Enrique: ¡Basta! Una aportación a la lucha por la recuperación del
partido, Madrid, G. Del Toro Editor, 1978, p. 242. <<
[94] « Boletín Interior del Partido Comunista» , agosto de 1951. Archivo del CC
del PCE. <<
[95] « Informe dado por Rubén y Fernando» , 30 de octubre de 1951. Archivo del
CC del PCE. <<
[96] Artículo 41 de los Estatutos de la AGLA, 15 de septiembre de 1947.
Francisco Aguado Sánchez: El maquis en sus documentos…, op. cit., p. 170. <<
[97] « A los queridos compañeros de Peña May or. Asturias, 25 de julio de 1945» .
<<
[98] « Circular n.º 3, Normas para el trabajo militar y guerrillero. El CR de
Asturias, León y Santander. Comisión Político-Militar, 18 de may o de 1946» .
Archivo del CC del PCE. <<
[99] « Informe de Julio, 3 de enero de 1950» , Archivo del CC de PCE. <<
[100] « Informe de Ceferino Díaz Torres» , 2 de enero de 1948. Archivo del CC
del PCE. <<
[101] « Informe de Julio sobre Asturias» , 3 de enero de 1950. Archivo del CC del
PCE. <<
[102] Entrevistas con Nicolás Antuña, 27 de may o de 1987, y Manuel Alonso, 31
de may o de 1987. <<
[103] « Informe de José González Fernández» , 28 de abril de 1948. Archivo del
CC del PCE. <<
[104] « Experiencias de propaganda» , cárcel de Burgos, enero de 1955.
« Informe sobre el viaje a Asturias» . Archivo del CC del PCE. <<
[105] « Experiencias de propaganda» , cárcel de Burgos, enero de 1955.
« Informe de Manuel Beltrán Jove» , 15 de may o de 1948. « Informe de
Celestino Uriarte» . Archivo del CC del PCE. En opinión de Uñarte, los Castiello
fueron presa fácil de la infiltración « porque se dejaban pasear tranquilamente en
un magnífico coche» . <<
[106] Gabriel Ferreras Estrada: Memorias del sargento Ferreras, León,
Diputación provincial de León, 2002. p. 129. <<
[107] « Estatutos de la Federación de Guerrillas Populares» . <<
[108] « Experiencias sobre el trabajo de masas en Asturias, León y Santander» ,
cárcel de Burgos, enero de 1955. « Informe de Julio sobre Asturias» , 3 de enero
de 1950. Archivo del CC del PCE. Aguado caracteriza la partida de Lisardo por
« su may or inclinación al crimen» . El maquis…, p. 635. Otros lo equiparan a los
también asturianos Pin de Dimas o Florencio Pico y lo clasifican como
« expropiador social» . Secundino Serrano: El maquis…, op. cit., pp. 40, 255 y
257. <<
[109] « Informe de Julio sobre Asturias» , 1950. Archivo del CC del PCE. <<
[110] « Dado por Eloy, septiembre de 1948» . « Informe de Julio sobre
Asturias…» . Archivo del CC del PCE. <<
[111] « Informe recibido de Aquilino Gómez. Informes de Burgos, 1948» ,
archivo del CC del PCE. Entrevista con Samuel Fernández Fernández (a), el
Cabritu, 23 y 24 de noviembre y 15 de diciembre de 1987. <<
[112] Causa 5-51. F. Aguado Sánchez : El maquis…, op. cit., p. 702. <<
[113] Nicanor Rozada: Relatos de una lucha. La guerrilla y la represión en
Asturias. Oviedo, Edición del autor, 1993, p. 176. <<
[114] « Informe sobre el viaje a Asturias» , Archivo del CC del PCE. <<
[115] « Carta de Julio de 1950» . Archivo del CC de PCE. <<
[0] Ramón García Piñeiro: autor de trabajos sobre el movimiento obrero durante
el franquismo en Asturias: Los mineros asturianos bajo el franquismo (1937-1962),
en los últimos años ha ido ampliando sus estudios a las formas de represión y
resistencia guerrillera diseminados en diversas obras colectivas. <<
[1] Véase: P. Nora: Les lieux de memoire, París, PUF, 1985; P. Ricoeur: La
Mémoire, L’Histoire, L’Oubli, París, Seuil, 3000. <<
[2] G. Forcarell: « Prólogo» , en: M. Yusta Rodrigo: Guerrilla y resistencia
campesina, Zaragoza, Prensas Universitarias, 2003, p. 7. <<
[3] Es el caso del trabajo: T. Cossias: La lucha contra el maquis en España,
Madrid, Editora Nacional, 1956. <<
[4] Sobre lo publicado durante ese periodo, véase: A. Sorel: Búsqueda,
reconstrucción e historia de la guerrilla española del siglo XX a través de sus
documentos, relatos y protagonistas, París, Libraire du Globe, 1970; A. Fernández:
La España de los maquis, México, Era, 1971; C. Kaiser: La guerrilla antifranquista,
Madrid, Ediciones 99,1976; J. M.ª Molina: El movimiento clandestino en España (
1939-1949), México, Editores Mexicanos Unidos, 1976; J. A. Vidal Sales: Después
del 39: la guerrilla antifranquista, Barcelona, Ate, 1976; E. Pons Prades:
Guerrillas Españolas (1936-1960), Barcelona, Planeta, 1977. <<
[5] S. Serrano: Maquis. Historia de la guerrilla antifranquista, Madrid, Temas de
Hoy, 2001. <<
[6] J. Sánchez Cervelló (ed.): Maquis: el puño que golpeó al franquismo. La
Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA), Barcelona, Flor de Viento,
2003; F. Moreno Gómez: La resistencia armada contra Franco. Tragedia del
maquis y la guerrilla (El Centro-Sur de España: de Madrid al Guadalquivir),
Barcelona, Crítica, 3001. <<
[7] M. Núñez: La revolución y el deseo. Memorias, Barcelona, Península/Atalay a,
3002; R. Montero Martínez: Historia de Celia. Recuerdos de una guerrillera
antifascista, Valencia, Rialla-Octaedro, 2004. <<
[8] J. Chaves: Guerrilla y franquismo. Memoria viva del maquis Gerardo Antón
(Pinto), Mérida, Editora Regional de Extremadura, 3005; F. Moreno Gómez:
Historia y memoria del maquis. El cordobés, Veneno, último guerrillero de La
Mancha (Extremeños, andaluces y manchegos en la resistencia), Madrid,
Editorial Alpuerto, 2006. <<
[9] F. Fernández Buey : « Democracia y memoria histórica» , en: J. Cuesta (ed.):
Memoria e Historia, Ay er, 32(1998), pp. 195-301 (p. 198 para esta cita). <<
[10] Véase J. García: La Guerra Civil española: fuentes, archivos, bibliografía y
filmografía, Barcelona, Crítica, 1985; J. Chaves: « La historiografía reciente sobre
la Guerra Civil de 1936-1939 en los umbrales del nuevo milenio» , Anales de
Historia Contemporánea, 16 (2000), pp. 409-430. <<
[11] E. Silva y S. Macías: Las fosas de Franco. Los republicanos que el dictador
dejó en las cunetas, Madrid, Temas de Hoy, 2003, p. 120. <<
[12] Citamos como ejemplo la biblioteca del antiguo Ministerio de Información y
Turismo, posteriormente Ministerio de Cultura, trasladada al Palacio de
Congresos y Exposiciones durante cierto tiempo, que permaneció cerrada varios
meses. También se puede hacer referencia en ese mismo sentido, en la etapa de
la Transición, a los archivos de los Ministerios del Interior (antes Gobernación) y
de Justicia. Los Gobiernos Militares Provinciales también han presentado serias
dificultades en el transcurso de la democracia, incluso en algunos ha
desaparecido la información sobre la contienda y franquismo, en unos casos sus
responsables « ignoran su paradero» y en otros no andan con ambages y dicen
directamente que « se eliminó buena parte de esa documentación por no
considerarla necesaria» . Es el caso, por citar un ejemplo, de los Gobiernos
Militares de Cáceres y Badajoz. <<
[13] S. Serrano: La guerrilla antifranquista en León (1936-1951), Madrid,
Siglo XXI, 1986, p. 10. <<
[14] Archivo Prisión Provincial de Cáceres, Expediente 12,1-V, a nombre de
Gregorio Álvarez Felipe; y Expediente 3363/1937, a nombre de Concepción
Pérez Soriano. <<
[15] Archivo Histórico Provincial de Cáceres, Gobierno Civil de Cáceres, sección
Orden Público, agosto de 1943. <<
[16] Archivo Histórico Provincial de Cáceres, Gobierno Civil de Cáceres, sección
Orden Público, junio 1945. <<
[17] Como indica F. Aguado, con la subjetividad propia de un miembro
perteneciente a cuerpo armado: « Aunque no estuvo sola, la Benemérita soportó
el peso principal y casi exclusivo de la represión, en un periodo que se puede
conocer como la “época gloriosa de la Guardia Civil”, con la supresión de más
de 5000 bandoleros, tras unas 3000 refriegas, muchas de ellas, verdaderos
combates encarnizados, que durante una docena de años asolaron los pueblos y
paisajes de España» . F. Aguado, p. 19. <<
[18] En ese sentido cabe destacar la creación de la denominada: Guardia de
Franco, integrada, sobre todo, por falangistas y excombatientes, a los que se les
dotaba de determinado armamento, gozando de retribución por parte de los
ay untamientos. Su función se centraba en desarrollar labores de vigilancia en el
interior de los municipios y puntos estratégicos de su término, acompañando con
frecuencia a la Guardia Civil en sus batidas por la sierra. <<
[19] Fechado en abril de 1945 con el encabezado « Informe sobre Huidos» , fue
elaborado por el inspector del Cuerpo General de Policía: Joaquín Cabrera
Alfonso, y los agentes: Teodoro Galeano Bernardo, Severiano Berzas Loro y Julio
Rosa Roque. Archivo Histórico de Cáceres, Gobierno Civil, Orden Público, abril
1945. <<
[20] D. López Garrido: La Guardia Civil y los orígenes del Estado centralista,
Barcelona, Crítica, 1983, pp. 114 y ss. <<
[21] Véase J. Chaves Palacios: Huidos y maquis. La actividad guerrillera en la
provincia de Cáceres 1936-1950, Cáceres, Institución Cultural « El Brócense» ,
1996. <<
[22] El máximo responsable hasta entonces de la Benemérita en Cáceres era el
teniente coronel Manuel Gómez Cantos, personaje contradictorio y violento, que
fue cesado en su cargo tras ordenar el fusilamiento, en abril de 1945, de tres
guardias civiles en el municipio cacereño de Mesas de Ibor. J. Chaves Palacios:
Huidos…, op. cit., pp. 106 y ss. <<
[23] Es importante situar este informe en la fecha en que se concluy ó, 21 de
abril, cuando aún se encontraba al frente de la Benemérita en Cáceres el y a
mencionado Gómez Cantos. Su sustituto, teniente coronel Puga Noguerol, impuso
otras formas de actuación que sin duda significaron un importante revulsivo en la
lucha contra la guerrilla en esta provincia, aunque no por ello se erradicaron de
ésta algunos de los vicios expresados en el informe, que suponían un pesado
lastre. <<
[24] Archivo General de la Administración, Sección Presidencia, Legajo 20636.
<<
[25] Archivo del Partido Comunista de España. Sección Movimiento Guerrillero,
Caja 105. <<
[26] Véase F. Moreno Gómez: La resistencia…, op. cit., p. 740. <<
[27] Véase; A. Sorel: Búsqueda, reconstrucción e historia de la guerrilla española
del siglo XX a través de sus documentos, relatos y protagonistas, París, Libraire du
Globe, 1970. <<
[28] J. Chaves: Guerrilla y franquismo. Memoria viva del maquis Gerardo Antón
(Pinto), Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2005, p. 77. <<
[29] R. Gubern: La censura. Función política y ordenamiento jurídico bajo el
franquismo (1936-1915), Barcelona, Península, 1981. <<
[30] Boletín Oficial de la Provincia de Cáceres, 15-3-1943. <<
[31] Archivo Histórico Provincial de Cáceres, Sección Gobierno Civil, Orden
Público, junio 1945. <<
[32] A. Allted Vigil: « El testimonio oral como fuente histórica» , Perspectiva
Contemporánea, 1 (1988), pp. 155-162. <<
[33] J. Ki-Zerbo: « La tradición oral como fuente historiográfica» , El Correo de
la Unesco, abril, 1990, pp. 43-46. <<
[34] R. Fraser: « La historia oral como historia desde abajo» , Ayer, 12, (1993),
pp. 80-92. <<
[35] R. Fraser: Recuérdalo tú y recuérdalo a otros, Barcelona, Crítica, 1979. <<
[36] M. G. Núñez: « La historia, las fuentes orales y la enseñanza: teoría y
práctica» , Revista Espacio, Tiempo y Forma, 3 (1990), p. 47. Forma parte este
trabajo de un dossier titulado « La utilización del testimonio oral para el estudio de
la historia contemporánea» , que consta de cinco artículos que abordan el tema
desde diferentes perspectivas. <<
[37] Véase J. Chaves: op. cit. <<
[38] AHPCGC, OP, noviembre de 1946. <<
[0] Julián Chaves Palacios: es autor de varios libros sobre la guerra civil, la
guerrilla y la posguerra, entre los que destacan: Huidos y maquis. La actividad
guerrillera en la provincia de Cáceres, 1936-1950; Violencia política y
conflictividad social en Extremadura, o La represión en la provincia de Cáceres
en la guerra civil. Recientemente ha publicado: Guerrilla y franquismo: memoria
viva del maquis Gerardo Antón (Pinto). <<
[1] M. Amis: Perro callejero, Barcelona, Anagrama, 2006. Esta novela refleja la
utilización como un recurso más en el discurso narrativo, y de manera puntual,
de una escritura que se adapta a usos orales tales como una conversación « de
móvil a móvil» . <<
[2] J. Aróstegui: « Traumas colectivos y memorias generacionales: el caso de la
guerra civil» , en: J. Aróstegui y F. Godicheau (eds.): Guerra Civil. Mito y
memoria, Madrid, Marcial Pons, 2006, p. 57. <<
[3] J. Le Goff: Memoria, tratto de Storia e memoria, Torino, Einaudi, 1982,
www.einaudi.it p. 62. <<
[4] Véase al respecto, J. Borja: « Memoria histórica y progreso democrático» ,
Mientras tanto, 97 (2005), pp. 53-62, donde el autor señala ambos extremos de la
relación historia-memoria, planteando opiniones al respecto con las que no
coincido en algunas afirmaciones. <<
[5] El País, 6-9-2006. <<
[6] Véase, M. Frisch: « Nuevas tecnologías de la información en la historia oral» ,
Historia, Antropología y Fuentes Orales, 34 (2005), pp. 149-154. <<
[7] Véase Ibidem, p. 153-154. <<
[8] Véase, M. Horkheimer y T. W. Adorno: Dialéctica de la Ilustración, Madrid,
Trotta, 1994. Es interesante detenerse, entre otros, en los epígrafes: « La industria
cultural. Ilustración como engaño de masas» , « Aislamiento por comunicación»
y « Para una crítica de la filosofía de la historia» . <<
[9] Véase R. Fraser: « La Historia Oral como historia desde abajo» , Ayer, 12
(1993), p. 80. <<
[10] La primera edición de Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Historia oral…,
data de 1979 (Crítica) y curiosamente, la versión original, escrita en inglés,
llevaba por título: The Experience of Civil War, 1936-1939. Los testimonios orales,
al menos en esta circunstancia, representan para el autor las voces de la
experiencia. Escondido, reeditada por Crítica recientemente, fue publicada en
1986 por el Institut Valencia de d’Estudis i Investigació, Alfons el Magnánim de
Valencia. La obra de Luisa Passerini, Torino operaría e fascismo, data de 1984 y
fue publicada en Roma por Laterza. <<
[11] En todo caso, el escritor falangista Dionisio Ridruejo, disidente del
franquismo, los anarcosindicalistas Eduardo de Guzmán y Pons Prades, ambos
escritores, el político socialista Ramón Rubial, o el médico psiquiatra Carlos
Castilla del Pino (entonces estudiante) son o han sido personas bien apreciadas
por su actividad política e intelectual, pero que en 1979 eran apenas conocidos
más allá del ámbito profesional de cada cual. Destaca la ausencia de líderes y
famosos en el sentido mediático de esta horrible palabra. <<
[12] J. A. Vidal Castaño: La memoria reprimida. Historias orales del maquis (
1939-1952), Valencia, Universitat de Valencia, 2004, pp. 49. <<
[13] J. Cuesta: « Memoria e historia. Un estado de la cuestión» , Ayer, 32 (1998),
pp. 203. <<
[14] La obsesión del mando militar estadounidense por presentar la vida en los
cuarteles como algo amable y atractivo para jóvenes desempleados o con
desarraigo familiar, e iny ectarles confianza patriótica, les llevó a contratar a
William Saroy an (1908-1981), premio Pulitzer en 1940, para encargarle una
novela ad hoc. El resultado fue, Las aventuras de Wesley Jackson cuy a edición
fue rechazada por el Ejército, por considerarla contraria a sus intereses. El libro
cargado de ironía, es de gran valor para la comprensión de la disciplina y la
burocracia cuarteleras. Fue editado por una universidad en 1946 con notable
éxito. Acantilado, acaba de publicarlo en España. <<
[15] Véanse, H. Sides: Soldados del olvido. Los últimos supervivientes de Bataan,
Barcelona, Salvat, 2003, una novela que relata el « notable heroísmo de los
Rangers norteamericanos y los guerrilleros filipinos» en 1942 en lucha contra
fieros y crueles japoneses; y Heroísmo en el Pacífico. Testimonios de guerra, « la
guerra contada por los que combatieron en ella» (frase publicitaria), Madrid,
Ciudadela, 2006. En este libro no aparecen experiencias negativas ni fracasos,
que no sean superados con heroísmo. Hay unas breves introducciones biográficas
sobre los militares entrevistados, como pórtico a la cascada épica de sus
testimonios. Una cronología cierra el libro. <<
[16] Society of California Archivist, Inc. http://www.calarchivists.org. <<
[17] K. Walbert: « The valué of oral histoiy » , en:
http://www.learnne.org/articles/0h-value0406. <<
[18] Veánse: P. Aguilar: Memoria y olvido de la guerra civil española, Madrid,
Alianza, 1996; Id., « Presencia y ausencia de la guerra civil y del franquismo en
la democracia española. Reflexiones en torno a la articulación y ruptura del
“pacto de silencio”» , en: J. Aróstegui y F. Godicheau: Guerra Civil. Mito y
memoria, Madrid, Marcial Pons, 2006, pp. 246-292; S. Juliá: « El Franquismo:
Historia y Memoria» , Claves de la razón práctica, 159 (2006); J. A. Vidal
Castaño: « Memoria, historia y represión franquista» , en: VI Jornadas El Maquis
en Santa Cruz de Moya, Cuenca, 29-30 septiembre 1-2 octubre 2005, pp. 19-24.
Hay una versión posterior que modifica ligeramente algunos aspectos. <<
[19] La intención legislativa del actual gobierno socialista se concreta en el
« Anteproy ecto de Ley por el que se reconocen y amplían medidas a favor de
quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la
dictadura» . Un texto confuso, profuso y difuso que no aborda cuestiones de
fondo (anulación de Consejos de Guerra; criminalización y condena del
franquismo…) y que no parece satisfacer a nadie. ¿Consecuencia de una presión
social mal digerida? ¿Es legislable una materia tan frágil como mudable e
intangible? <<
[20] Las organizaciones no gubernamentales piden la institucionalización de estas
prácticas. Es decir, que sea el Estado quién financie totalmente las exhumaciones
de los desaparecidos, contratando equipos profesionales y agilizando trámites.
Existen, no obstante, demandas para apertura de fosas que obedecen a razones
estrictamente familiares o, que se muestran reticentes ante homenajes públicos.
Éste es el caso de los familiares de García Lorca que han manifestado
públicamente estar en contra de la exhumación por razones similares. <<
[21] La página interior que corresponde a la portada de referencia es un
reportaje intemporal, en torno a la publicación de un nuevo libro, editado por el
Ministerio de Cultura, sobre Mauthausen. <<
[22] El País (6-10-06), edición Comunidad Valenciana, p. 52. <<
[23] Levante/EMV, (6-10-06), p. 7. ¿Había leído y visto el presidente valenciano
Camps, los titulares y fotos del reportaje sobre Mauthausen? El caso es que, sin
razón aparente, terminó su respuesta a la moción de censura contra su gobierno,
planteada por la oposición, reconociendo que: « … se pasan el día hablando de la
memoria histórica y del franquismo. Los jóvenes que estudian en la Comunidad
no tienen ni idea de lo que es el franquismo y y o tampoco, tampoco» . <<
[24] F. Fernández: « Democracia y memoria histórica» , Ayer, 32 (1998), p. 196.
<<
[25] Sobre los mitos en la guerra civil puede consultarse los textos de A. Reig
Tapia: Memoria de la Guerra Civil. Los mitos de la tribu, Madrid, Alianza
Editorial, 1999, en particular el capítulo 4, « Los mitos del teatro» , pp. 149-187;
« Los mitos políticos franquistas de la guerra civil y su función: el “espíritu” del
18 de julio de 1936» , en: J. Aróstegui y F. Godicheau: Guerra Civil…, op. cit.,
pp. 201-244. <<
[26] Este caso concreto se encuentra desarrollado en mi trabajo: « Mujeres en un
mundo de hombres. La presencia femenina en la agrupación guerrillera de
Levante y Aragón (AGLA)» en: M. Ortiz (coord.): Memoria e historia del
franquismo. V Encuentro de Investigadores del Franquismo, Cuenca,
Publicaciones UCM, 2005; y en J. A. Vidal Castaño: La memoria…, op. cit.,
pp. 51-64. <<
[27] M. Halbwachs: La mémoire collective, Press Universitaires de France,
1968/Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2004. El capítulo « Oposición
final entre la memoria colectiva y la historia» , pp. 80-84, es de donde están
tomadas las citas. Halbwachs, profesor del College de France, fue detenido por la
Gestapo y deportado a Buchenwald, donde falleció. Jorge Semprún, que le asistió
en su agonía, nos lo cuenta en La escritura o la vida. <<
[28] S. Juliá: « Bajo el imperio de la memoria» , Revista de Occidente, 302-303
(2006), p. 7. <<
[29] E. Traverso: Els usos del passat. Historia, memoria, política, Valencia,
Universitat de València, 2006, p. 18. <<
[30] L. Passerini: Memoria y Utopía. La primacía de la intersubjetividad,
Valencia, Universitat de València, 2006, pp. 30-35. <<
[0] José Antonio Vidal: ha destacado por su trabajo sobre la historia oral en la
guerrilla antifranquista con su libro: La memoria reprimida; historias orales del
maquis, o su estudio sobre el exilio y los campos de internamiento en Francia:
Campo de Septfonds. Republicanos españoles en Judes (1939-1941), de reciente
publicación. <<
[1] Es difícil hablar de archivos orales sin mostrar imágenes, y como no tendré
tiempo de citar parte de los testimonios filmados para dar a oír estas voces, os
propongo ver algunos extractos del testimonio de Consuelo Rodríguez, Chelo,
guerrillera entre 1939 y 1948 por León y Galicia. <<
[2] Dicho texto votado reconoce a las actoras de las guerrillas como
combatientes por la libertad y la democracia. <<
[3] Véase para una presentación de los problemas que plantea la fuente oral para
los historiadores del tiempo presente: Florence Descamps: L’historien, l’archiviste
et le magnétophone. De la constitution de la source orale à son exploitation, Paris,
Comité pour l’histoire économique et financière de la France, 2001. <<
[4] Véase el testimonio de Paquiña Nieto, enlace de la Federación de Guerrillas
de León Galicia, filmado en julio de 1998. « Fond guérilla antifranquiste» ,
archivos orales BDIC. <<
[5] Mercedes Yusta: « Las mujeres en la resistencia antifranquista un estado de la
cuestión» , Arenal. Revista de Historia de las Mujeres, Universidad de Granada,
2006. Este artículo, que forma parte del proy ecto de investigación « Identidades
de género en las culturas políticas de izquierda en el siglo XX en España» ,
proporciona una bibliografía muy completa sobre este tema. <<
[6] Sobre esa aproximación social de los movimientos de resistencia, véase Jean-
Marie Guillone y Pierre Laborie (coord.): Histoire et mémoire: la Résistance,
Toulouse, Privât, 1995. <<
[7] Véase el testimonio de Délia filmado en julio 1998. « Fonds guérilla
antifranquiste» , archivos orales BDIC. <<
[8] Esta puesta en escena pública, que sea producto de las asociaciones o de las
instituciones amenaza, algunas veces, de confiscar la palabra a los actores no
para beneficiar el conocimiento histórico sino para servir de intento de
legitimación política. <<
[9] Véase el testimonio de Ángela Losada, filmado en julio de 1999. « Fonds
guérilla antifranquiste» , archivos orales BDIC. <<
[10] Véase Fernanda Romeu: Silencio Roto. Mujeres contra el franquismo.
Madrid, edición de la autora, 1994. <<
[11] Véase el testimonio de Sara Alvarez filmado en julio de 1998. « Fonds
guérilla antifranquiste» , archivos orales BDIC. <<
[12] Véase el testimonio de Consuelo Rodríguez, Chelo, filmado en 2004-2005.
« Fonds guérilla antifranquiste» , archivos orales BDIC. <<
[13] Mercedes Yusta: « Las mujeres en la resistencia…» , op. cit. <<
[14] Habría que analizar más detenidamente cómo los testimonios adoptan
léxicos y gramáticas del dolor y de la reparación que remite a los relatos de los
supervivientes de la Shoah o a los de las víctimas de las dictaduras de América
Latina. Trazas de una intertextualidad facilitada por las asociaciones de
recuperación de memoria histórica. <<
[15] Hay que considerar, en cada caso, la influencia en la elaboración del relato
del pasado del exilio. <<
[16] Michel Foucault: L’ordre du discours, Paris, Gallimard, 1971. <<
[17] Sería interesante interrogarse sobre la fabricación del testimonio en la
pantalla siguiendo objetivos que no tienen nada que ver con la responsabilidad
ética o científica o política; incluso con el riesgo de caer en la puesta en escena
del testigo. <<
[18] Véanse los estudios de Jacques Semelin; Sans armes contre Hitler: la
résistance civile en Europe, 7939-7943, Paris, Pay ot, 1989. <<
[19] Ejemplo interesante porque Délia no elabora ningún discurso político o
ideológico de izquierdas (más bien lo contrario) que pudiera integrar ese acto en
el conjunto de un movimiento colectivo o relacionarlo con una ética resistente.
<<
[20] Véase el testimonio de Pilar Bardón, filmado en julio 1998. « Fonds guérilla
antifranquiste» , archivos orales BDIC. <<
[21] Véase el testimonio de Sara filmado en julio de 1998. « Fonds guérilla
antifranquiste» , archivos orales BDIC. <<
[22] Véase el testimonio de Esperanza Martínez filmado en de 2002. « Fonds
guérilla antifranquiste» , archivos orales BDIC. <<
[23] Chelo en su testimonio cuenta como Manuel la ay udaba a llevar su macuto
en las largas noches de marcha. Manuel Zapico muerto en agosto de 2004 era
para Chelo un hermano. « Fonds guérrille antifranquiste» , Archivos orales,
BDIC. <<
[24] Véase Ghy slain Levy : « Decir lo ínfimo o la lengua del testigo» , en: Régine
Robin y Jean-François Chiantaretto (dir.): Témoignage et écriture de l’histoire,
Paris, L’Harmattan, 2003. <<
[25] Sería interesante analizar cómo influy en, en los relatos de los actores y de
las actrices resistentes, los mitos y las imágenes de guerrilleras fantásticas: Véase
el testimonio de Alfredo sobre Adoración la de Cañedo « Cuantas veces le oí al
guardia decir hablando de Adoración: Bien quisiera yo echarle el guante para
saber si es macho o hembra» la misma frase la pronuncia Benjamín Rubio
hablando de la Rubia de la Sierra. « Fonds guérilla antifranquiste» , archivos
orales BDIC. Véase también los « rusches» de la película de Ismael Cobo
Siempre será la Pastora 2004, sobre la figura de la Pastora, archivos
audiovisuales, BDIC. <<
[0] Presentación y análisis de los fondos de archivos audiovisuales de la
Biblioteca de Documentación Internacional Contemporánea (BDCI). <<
[00] Odette Martínez: es miembro del equipo de investigación de la Bibliothèque
de Documentation Internationale Contemporaine (BDIC). En los últimos años se
ha especializado en el estudio de los enlaces guerrilleros y en el papel de las
mujeres en el universo de la resistencia. Es coordinadora, junto a Marie-Claire
Chaput y Fabiola Rodríguez López, del monográfico publicado en Francia:
Maquis y guerrillas antifranquistas. <<

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