APUNTE DE CÁTEDRA. Adela Cortina-Etica Mínima
APUNTE DE CÁTEDRA. Adela Cortina-Etica Mínima
APUNTE DE CÁTEDRA. Adela Cortina-Etica Mínima
Ética mínima.
Siempre han surgido confusiones entre la ética y la moral.
Dice Cortina, que en una sociedad democrática y pluralista tiene sentido no
inculcar en los jóvenes la imagen del hombre ideal, imagen solo admitida como tal
por algunos grupos que la componen, pero que tampoco la sociedad debe
renunciar a transmitirle actitudes sin las que es imposible la convivencia
democrática.
De allí la importancia de explicitar los mínimos morales que una sociedad
democrática debe transmitir: que son principios, valores, actitudes y hábitos a los
que no se puede renunciar, pues hacerlo seria renunciar a la vez a la propia
humanidad. Tal vez no responde o no puede responder a todas las aspiraciones
que compondría una moral de máximos, pero es el precio que hay que pagar por
pretender ser transmitida a todos.
La diferencia entre moral y ética seria la de considerar que la moral democrática
es una moral de mínimos y la ética filosófica, moral.
Los docentes de ética suelen ser confundidos con moralistas, pero no es tarea de
la ética indicar a los hombres lo que deben hacer. Tampoco son historiadores
(aunque historicen la ética); aun cuando la ética no pueda en modo alguno
prescindir de la moral, la historia, el análisis lingüístico, la ética tiene su propio
quehacer y solo como filosofía puede llevarlo a cabo: sólo como filosofía moral.
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entre moral y ética; y la diferencia que plantea J. L. Aranguren entre “moral vivida”
y “moral pensada”. A su vez, en la moral vivida habría que distinguir entre una
estructura moral y unos contenidos morales, mientras que la moral pensada
reflexiona acerca de ambos.
Si bien la reflexión filosófica muchas veces escasea, se puede considerar
necesario un cierto distanciamiento con respecto al mundo cotidiano, que
posibilite construir una fundamentación serena y argumentada, y permita a los
hombres a la larga adueñarse de si mismos, superar esa voluntad de esclavo,
como dice Hegel…”No se sabe aún como libre y es por eso una voluntad
desprovista de voluntad”.
El quehacer ético consiste, en tomar el mundo moral en su especificidad y en dar
reflexivamente razón de él, con el objetivo de que los hombres crezcan en saber
acerca de si mismos, y, por tanto en libertad.
Cortina se pregunta ¿Qué rasgos configuran el perfil de hombre que puede tener
vocación ética?
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No solo los primeros y terceros mundos generan necesidades y preferencias
distintas, también los distintos grupos etarios, las agrupaciones profesionales, los
distintos movimientos sociales, bosquejan diferentes ideales de vida.
A pesar de todas las heterogeneidades, a pesar del tan loado derecho a la
diferencia, existe una base moral común, que a su vez, justifica el deber de
respetar las diferencias, es el reconocimiento de la dignidad del hombre y sus
derechos.
Según Cortina “el techo de cualquier argumentación práctica continúa siendo
aquella afirmación kantiana de que:
“El hombre, y en general todo ser racional, existe como fin en sí mismo,
no sólo como medio para usos cualesquiera de esta o aquella voluntad;
debe en todas sus acciones, no sólo las dirigidas a sí mismo, sino las
dirigidas a los demás seres racionales, ser considerado siempre al
mismo tiempo como fin.””
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¿Que se puede hacer para ser felices? Pregunta por el bien positivo.
¿Qué se debe hacer para que cada hombre se encuentre en situación de
lograr su felicidad? Pregunta por el sustento indispensable del bien positivo.
La primera pregunta, surgió en el mundo oriental, recorre la ética griega y sigue
dando sentido a la reflexión medieval y al utilitarismo de todos los tiempos. Lo que
en definitiva, importa a la ética es la vida feliz. Pero la convicción razonada que, la
idea de la vida feliz no es idéntica para todos los hombres, desplaza el centro de
la filosofía moral hacia el ámbito del deber. Si cada hombre posee una constitución
psicológica diferente, también se sentirá “pleno” de una manera
diferente. Por lo tanto, sólo queda, con respecto a la felicidad, aconsejar
determinadas conductas desde la experiencia, perdiendo sentido prescribirlas
universalmente.
Frente al utilitarismo, que aboga por satisfacer las aspiraciones de toda la
creación, cabe recordar que la supervivencia de unos seres vivos exige
irremediablemente el sacrificio de otros, que todas las personas deben poseer
autonomía, esto como deber universalmente exigible, autonomía que tiene que ser
universalmente respetada, como también sus ansias de felicidad.
Sin embargo, hoy en día el eje de la reflexión ética ha sufrido un nuevo
desplazamiento; en cuanto a que no se reduce a la felicidad, o al deber, sino que
intenta conjugar a ambos por medio del diálogo. Aun cuando el elemento vital de
la moralidad sigue siendo la autonomía de las personas, tal autonomía no es
ejercida por individuos aislados, sino realizable a través de diálogos
intersubjetivos, tendientes a dilucidar cuál es el bien, ya que es un error pensar a
los hombres como individuos capaces de acceder en solitario, a la verdad y al
bien.
Para expresar la autonomía humana, el diálogo permite a la ética situarse a medio
camino entre el absolutismo, que defiende unilateralmente un código moral
determinado y el relativismo que disuelve la moralidad; entre el utopismo asegura
la llegada inminente de un mundo perfecto y el pragmatismo, que elimina toda
utopía perdiéndose en la inmoralidad.
Entre absolutismo y el relativismo, entre emotivísimo y el intelectualismo, entre el
utopismo y pragmatismo, el tema ético de este tiempo consiste en conocer si el
hombre es capaz de comunicarse, si es capaz de com−padecer.
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prescribe directamente lo que debe hacerse, lo hace indirectamente. Esta es una
época de éticas normativas frente a la ética descriptiva del momento anterior.
Una mirada a la actual panorámica ética, puede dar la impresión, que estamos en
una época de ética normativa, pero poco normativa. Esta impresión podría darse
por el hecho de que el mapa ético actual coincide con el trazado de los mapas
geográficos socio− políticos.
En los países que hasta hace poco se llamaban del Este la ética
marxista−leninista se ha impuesto; en los anglosajones, el utilitarismo y el
pragmatismo; en América Latina, la ética de la liberación, mientras que en el oeste
del continente europeo continua ocupando los primeros puestos, la ética del
diálogo.
La ética de liberación exige para los países latinoamericanos, un cambio personal
y sociopolítico radical, un cambio en toda situación de opresión.
El utilitarismo perdura en los países de democracia liberal, la ética dialógica en
países tendientes a la social democracia e incluso a la democracia radical, el
marxismo−leninismo como ética en el oriente europeo.
Esta coincidencia ética−geográfica−social−económica y política puede producir la
impresión que la ética, es una ética domesticada. Las éticas de esta época,
poseen como patrimonio común a los factores materiales y a los ideales. Y esta
característica común, es sólo una de otras, puesto que resulta asombroso hasta
que punto las éticas actuales han ido adquiriendo un cierto aire de familiaridad,
una cierta semejanza en la diferencia. Las distintas tendencias han adoptado
actitudes similares en puntos cruciales.
El utilitarismo:
Es la mas antigua de las doctrinas citadas, puesto que tiene su nacimiento en la
Grecia de Epicuro, época de crisis sociopolítica (finales del siglo IV a.C.), en
donde no es extraño que la pregunta moral se identificara con la pregunta por la
felicidad individual: ¿Qué debe hacer un hombre para ser feliz?. La respuesta
indica que, lo que de hecho lo mueve al individuo a actuar es el deseo de placer
y la huida del dolor, la felicidad se identifica con el placer, la bondad de una acción
se mide por la cantidad de placer que puede proporcionar. El utilitarismo,
reelaborado por multitud de autores desde el siglo XVIII, permanece vigente hasta
la actualidad.
El utilitarismo no considera que lo moral este relacionado con poseer cualidades
excelentes, no identifica el ámbito moral con la realización del ideal del hombre y
esta es una característica de las éticas dominantes actuales.
Las éticas de hoy, de igual modo que el utilitarismo de todos los tiempos, se
limitan a constatar un hecho irrefutable en el que fundamentar el mundo moral: el
hecho de que los hombres, e incluso todos los seres vivos, nacen con deseos o
aspiraciones, preferencias e intereses o necesidades.
La tarea moral en estos tiempos no consiste en la tarea del héroe que lleva al
máximo su humanidad, no es ética de perfección sino de la satisfacción, del
máximo de satisfacción, respecto a deseos, necesidades, intereses y preferencias.
Este afán por fundamentar la moral en hechos, huyendo de lo que destaquen las
excelencias humanas surge de diferentes causas, entre las que pueden
destacarse dos por el momento: la conciencia de naturalización y de finitacion y el
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deseo de encontrar para la moral un fundamento objetivo, sobre el que se pueda
argumentar.
La naturalización surge al comprobar que el hombre no es un ser dotado de
características casi sobrenaturales frente al resto de los vivientes, sino que es un
ser natural entre otros, precedente al igual que ellos de un mecanismo de la
evolución. Si en definitiva cada hombre surge por evolución, no posee razones
absolutas para legitimar sus peticiones, por eso maximizar la satisfacción
constituye la tarea moral. La moral se ocupa de maximizar, no la satisfacción
individual, sino la social. El carácter social del bien moral es una de las
características comunes a las éticas actuales.
Para cualquiera de las mencionadas anteriormente resulta inconcebible una meta
moral que no incluya al resto de los hombres, e incluso en algunos casos, de los
seres vivos. Los seres vivientes de acuerdo al utilitarismo desean el placer
(hedonismo) y la constatación de que en los hombres no solo existen sentimientos
egoístas, sino también altruistas, sentimientos sociales y que le muestran que el
fin último no es el placer individual sino social. La satisfacción de los sentimientos
altruistas constituye uno de los mayores placeres para quien los cultiva
debidamente.
El principio de utilidad dice lograr la mayor felicidad del mayor número, a la
pregunta ¿Por qué hay moral?
Un utilitarista respondería: porque los seres vivos nacen con deseos y
aspiraciones, y porque un hombre sano goza de sentimientos altruistas que han
ido reforzándose junto con la actuación social. La aplicación del criterio de utilidad
a la organización sociopolítica da como resultado el estado benefactor de las
democracias liberales.
Intentar organizar los deseos y aspiraciones de todos los hombres, incluso de
todos los seres vivos, buscando el mayor bien posible y teniendo en cuenta que
los deseos de unos y otros están de hecho en conflicto, es uno de los problemas
con los que se encuentra el utilitarismo. El estado benefactor (sus gobernantes),
debería ponerse en el lugar de cualquier hombre, saber lo que le produce placer,
ser imparcial, lo que lo llevaría a ser justo; poseer información para saber lo que
es realmente posible para cada uno, y poseer la libertad de actuar. El estado dista
mucho de poseer estas características, de ahí que el utilitarismo se encuentre en
grandes dificultades con uno de los conceptos que no puede relegarse, el
concepto de justicia.
La aplicación del utilitarismo a la organización sociopolítica supone la ampliación
de la prudencia individual, pero esta virtud produce injusticias. Un individuo puede
utilizar la prudencia para distribuir como desee a lo largo de su vida las
posibilidades de placer y dolor, de modo que resulte una existencia lo más
placentera posible, sin embargo a la hora de aplicar este principio a la sociedad es
importante que el dolor y el placer se repartan entre distintos individuos, no entre
distintos momentos de la vida de un solo individuo.
De ahí que pueda lograrse una distribución óptima, una distribución de utilidades
que proporcione globalmente la mayor felicidad posible, aunque se repartan los
placeres y los dolores de manera desigual. En lo que a este aspecto concierne, las
restantes concepciones éticas parecen situarse en las antípodas del utilitarismo,
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porque consideran a la justicia como uno de los elementos angulares de la
construcción moral.
Corriente marxista−leninista:
Ve la luz en el siglo XIX con la aparición del materialismo histórico y
particularmente, del socialismo científico, recién a mediados del S.XX se configura
como concepción ética.
A pesar de que el marxismo cobra sentido por su referencia a la libertad futura y a
pesar de que, su mejor legado consista precisamente en construir una
provocación moral en pro de la justicia y de la construcción de la utopía, Marx y
Engels no pretendieron elaborar una ética comunista.
Aun cuando no existe acuerdo entre los marxistas−leninistas en relación con el
problema del origen de la moral, la versión mas aceptada es la que se refiere a
que los meros estadios de la sociedad viven en una moral gregaria, en donde la
libertad es ínfima, porque el hombre, obligado a depender casi totalmente de la
naturaleza, se encuentra casi totalmente determinado por ella. El desarrollo de las
fuerzas productivas y el nacimiento de la división de trabajo abren el valor y
significado del hombre como individuo, ya no necesita del grupo para sobrevivir
físicamente. Este cambio produce un cambio en la conciencia del hombre, esta
nueva situación comporta una nueva necesidad social: conciliar la conducta del
individuo con los nuevos intereses del todo social, una respuesta a esta necesidad
social es la moral.
En este contexto surge una moral de las clases dominantes y una moral de los
trabajadores: la moral comunista, dada por aquella clase que lucha por el
socialismo. Ella defiende los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, los
intereses de esta clase coinciden con los de la humanidad.
La ética del marxismo−leninismo coincide, con las restantes éticas dominantes del
momento, en que es normativa; en buscar la satisfacción de los intereses sociales.
Trata de identificar los intereses morales con los intereses objetivos y éstos a su
vez, con los intersubjetivos. Pero también esta concepción ética se encuentra en
dificultades.
De entre los problemas que tiene que enfrentar pueden destacarse dos que han
ocasionado muchas dificultades: el problema de la libertad y el del acceso a la
verdad moral.
Estas dos cuestiones no reciben el mismo tipo de tratamiento por parte de todos
los éticos marxistas−leninistas.
Una primera interpretación de las dificultades plantea que la case trabajadora
decide cuáles son los intereses objetivos, pero queda anulada la libertad como
posibilidad de optar. Otra interpretación plantea que son los expertos quienes
determinan los intereses intersubjetivos. El hecho de que un grupo determine lo
que la especie desea, suele suponer un riesgo de dogmatismo.
Esta es una de las múltiples razones por las que dentro del mismo marxismo
surgieron reacciones diversas frente a la ética marxista−leninista, procedentes del
marxismo humanista, de un buen número de revisionistas y de grupos como la
escuela de Frankfurt.
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La Ética dialógica:
Sus raíces se encuentran en la traducción del diálogo socrático, coincide con las
éticas anteriores, en ser una ética normativa, que posee fundamento para que
haya moral y de que debe haberla.
Desde su perspectiva moral se considera que las necesidades e intereses deben
ser satisfechos, recuperando el valor del sujeto competente en una
argumentación.
Efectivamente, las necesidades o intereses de los hombres constituyen el
contenido de la moral, necesidades e intereses que los distintos grupos humanos
deben decidir, la ética dialógica admite que sobre las cuestiones morales no caben
argumentos, sino que dependen de la arbitraria decisión individual.
La ética dialógica, considera que son los sujetos humanos quienes tienen que
configurar la objetividad moral.
La objetividad de una decisión moral no consiste en la escisión objetivista por
parte de un grupo de expertos, sino en la decisión intersubjetiva de quienes se
encuentran afectados por ella. Por ser sujetos de la decisión puede exigírseles
posteriormente que se responsabilicen de ella. Para conocer que intereses deben
ser primariamente satisfechos, para que sea una decisión racional, argumentable,
no dogmática, el único procedimiento correcto para alcanzarlo es a través del
diálogo, que culmine con un consenso entre los afectados.
Diálogo que debe ser equitativo, en donde se distribuyan simétricamente las
oportunidades de elegir y realizar actos de habla y donde se garanticen que los
roles del diálogo sean intercambiables, esto supone una situación ideal de diálogo.
Que tal meta se alcance o no es incierto.
La Ética de la liberación:
La necesidad de la utopía, de la objetividad, la exigencia de normatividad y
fundamentación son también caracteres de esta época.
No es una ética de la perfección individual ni entrega las decisiones morales en
manos de presuntos expertos, sino que son los mismos sujetos afectados quienes
tienen que asumir la dirección del proyecto moral.
Las anteriores éticas se encuentran muy bien vistas sociopolíticamente en sus
respectivas zonas, mientras que esta ética de la liberación, que justifica y apoya
moralmente a quienes luchan por los oprimidos, es acusada de inmoral por la
moral vigente en los países donde se desarrolla (Latinoamérica). El revolucionario
no es sólo alguien fuera de la ley, sino también alguien fuera de la moral, siendo
que su actitud esta legitimada, no desde el orden presente, sino desde un futuro
utópico que el mismo construye con su revolución.
La ética de la liberación toma los logros de las demás éticas, − el hombre y en
general todo ser racional, existe como fin en si mismo, si el hombre no debe ser un
ser humillado, esclavo, abandonado y despreciado, los hombres que ante una
situación son afectados están legitimados moralmente para decidir.− y los
transfigura en este momento actual con dos elementos claves: la experiencia y la
concreción. Es la experiencia de los oprimidos en la concreta situación de América
Latina la que exige que las virtudes morales se pongan al servicio de los pobres,
es la realidad de la explotación sufrida en carne propia la que ilumina el proyecto
hacia la utopía.
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Cualquier diálogo grupal o nacional que no tenga en cuenta los intereses de los
mundialmente afectados, es inmoral e inhumano por naturaleza.
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Los métodos de la ética
Métodos inadecuados
La ética no puede alcanzar la verdad de la forma moral sino como parte del
sistema filosófico, utilizando métodos filosóficos para lograr su objetivo.
Método descriptivo−explicativo aplicado a la moralidad, propio de las ciencias
sociales, cuyo objeto material pueden ser los contenidos morales, pero carecen de
instrumentos para justificar la forma de la moralidad.
El método utilizado por la historia de la moral, tiene como tarea conocer el
origen histórico de los conceptos morales, para explicar y comprender el
sentido que les corresponde. Pero el origen y el sentido de dichos
conceptos no puede justificar racionalmente su verdad, su coherencia con
el todo.
Tampoco tiene la ética por misión recomendar contenido moral alguno, su
lenguaje no es prescriptivo, sino canónico o normativo.
Otro método es el análisis del lenguaje, que adolece de grandes
insuficiencias, y no ha cumplido con sus objetivos. Los tres métodos de la
filosofía analítica, mantener la neutralidad de la metaética, aplicar
consecuentemente el análisis del lenguaje cotidiano y caracterizar
claramente lo específicamente moral son inseparables pero la mera
descripción de las proposiciones no puede caracterizar lo normativo
satisfactoriamente. El análisis no puede justificar la verdad de los juicios
morales.
Métodos adecuados
Puesto que el objetivo ético es el de ofrecer la razón suficiente de un faktum, el
faktum de la existencia de juicios con forma moral, se consideran como métodos
adecuados los métodos trascendentales. El punto de partida será siempre el
hecho, las condiciones indispensables para prestar al hecho coherencia racional.
El método trascendental, desde su descubrimiento por Kant, ha revestido diversas
formas:
1. La ética dialógica: iniciada por el socialismo lógico de Pierce y continuada por
Habermas, Opel, entre otros. Tiene como punto de partida el faktum rationis de
la argumentación.
Incluye los siguientes supuestos:
Que quienes argumentan hacen una opción por la verdad, lo cual significa
que la argumentación es imposible sin una opción moral.
Que esta opción moral solo resulta coherente si quienes optan por la
verdad postulan la existencia de una comunidad ideal de argumentación, en
lo que la comprensión entre los interlocutores sea total.
Que es importante promocionar la realización de la comunidad ideal de
argumentación en la comunidad real.
De ahí el Principio Moral de la Transubjetividad argumentado por Apel, que
expresa: “Que todos las necesidades de los hombres, como pretensiones
virtuales, han de hacerse peticiones de la comunidad de comunicación, peticiones
que se armonicen con las necesidades de los restantes por medio de la
argumentación.” (Apel, K. 1973).
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2. La lógica trascendental: es, tanto que lógica, el intento de ofrecer los conceptos
básicos, precisos para concebir el único hecho práctico, el faktum de la
libertad, que se expresa de modo inmediato en la forma de los juicios morales.
Siendo el objeto de la ética la forma, la lógica trascendental expresa la
razón suficiente de la forma moral mediante un juicio material: el hombre, y
en general todo ser racional, existe como un fin en sí mismo. Tal fin no es
aquel al que todo tiende naturalmente, un fin al que naturalmente se tiende
no es elegible, por lo tanto no es un fin moral.
3. El hecho de la existencia del discurso moral : Un lenguaje moral recorrerá las
siguientes fases:
Análisis del uso lógico de las expresiones y juicios a los que se denomina
morales
Intento de esclarecer tales características mediante categorías de
disciplinas no éticas
Determinación de categorías propias de la Ética (bien, fin, felicidad, libertad,
deber, persona) necesarias para concebir las características del lenguaje moral.
La fase última es la más delicada, pues trata de establecer el fundamento
de la moralidad; analizando entre las categorías la relación lógica que
justifique racionalmente el punto de partida que haga fidedigna la
moralidad.
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Los peligros de la civilización técnico−científica se localizan en el nivel del macro
ámbito, porque amenazan a toda la humanidad en su existencia. Por eso es
urgente la necesidad de asumir una responsabilidad solidaria, a la que debería
corresponder la validez intersubjetiva de normas, o por lo menos, el principio
básico de una ética de la responsabilidad.
He aquí la paradoja, la difícil la tarea de una fundamentación de la moral a merced
de la ciencia, porque ella eclipsado la característica de la objetividad,
identificándola con la neutralidad o libertad de valores.
Extraído del libro: “Ética Mínima: Introducción a la filosofía práctica.” Adela Cortina.
Editorial Tecnos. 1996.
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