Arguedas, J. M., - La Novela y El Problema de La Expresión Literaria en El Perú

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José María Arguedas

Qrp, Winaq... Siempre


Literatura y antropolo gía
Prólogo de Sybila de Arguedas
Edición crítica de Dora Sales

e ue00 nllevn
José María Arguedas

Qr?o Wiñaq... Siempre


Literatu na y anrropología

Prólogo de Sybila de fuguedas


Edición crítica de Dora Sales

Iberoamericana . Vervuert . 2009


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ISBN 978-3-86527 -490-8 (Vervuerr)

Depósito Legal: M-20708-2009

Diseño de cubierta: W Pérez Cino (a partir de una foto original de Inti Briones; máscara
de un danzante de la chonquinada o Tunantada en Muquiyauyo, d,anzapopular del valle
del Mantaro)

Impreso en España
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Índi..

Trxros RECoBRADos
Frccrór.r

\7arma kuyay (Amor de niáo) (1933) .......... .......................67


Yawar (Fiesta) (1937) .......... ........77
Huayanay (1944).......... ..............97
Yawar huillay (1945) .......... ....... 109
La agonia de Rasu-ñiti (t962) .........................:.... .............115
«Pongoq mosqoynin, (Qatqa runapa willakusqan)
oEl sueño del pongo, (cuento quechua) (1965).......... ........125
ENsevo
Entre el kechwa y el castellano, la angustia del mestizo (1939).......... .... 141
La canción popular mestiza e india en el Perú,
su valor documental y poético (1940) .......... ..................... 147
La novela y el problema de la expresión literaria en el Perú (1950) .........153
La cultura: un patrimonio difícil de colonizar (1966) ...........................163
Algunas observaciones sobre el niño indio actual
y los factores que modelan su conducta (1966) ......... ........ 171
No soy un aculturado... (1968) .................... 181
La novelay el problema
de la expresión literaria en el Perú (1950)'

Los pnnsoNAJES HUMANos EN Los Axors


La diferenciación del campesino en los países descendientes del Imperio
Incaico y de España ha sido determinada principalmenre por causas de índole
cultural; por esa razó¡ el campesino tiene en estos países un nombre propio que
expresa toda esta compleja realidad: indio. De esre nombre se han derivado oros
que han encontrado una difusa aplicación en el arre, en la literatura y la ciencia:
indigenista, indianista, india.
Se habla así de novela indigenista; y se ha dicho de mis novelas Agua y
Yawarfiesta que son indigenistas o indias. Y no es cierro. se trata de novelas en
las cuales el Perú andino aparece con todos sus elementos, en su inquietante y
confusa realidad humana, de la cual el indio es tan sólo uno de los muchos y
distintos personajes.
Yawarfexa es la novela de los llamados npueblos grandeso, capitales de pro-
vincia de la sierra. Agua es la historia de una aldea, de una capital de distrito.
Son cinco los personajes principales de los npueblos grandesr: el indio, el
terrateniente de corazón y mente firmes, heredero de una tradición secular que
inspira sus actos y da cimiento a su doctrina; el terrateniente nuevo, tinterillesco y
politiquero; áulico servil de las autoridades; el mesrizo de pueblo que en la mayo-
ría de los casos no sabe adónde va; sirve a los terratenientes y actúa ferozmente
contra el indio, o se hunde en la multitud, bulle en ella, paraazuzarlay descargar
su agresividad, o se identifica con el indio, lo ama y sacrifica generosamenre su
vida por defenderlo. El quinto personaje es el estudiante provinciano que riene
dos residencias, Lima y osu pueblor; tipo generalmente mesiánico cuya alma arde

I Reproducimos de: Arguedas, José María (1950):


"La novela y el problema de la expresión
literaria en el Perúr, incluido como prólogo en Arguedas, José María (1941): yawarfesta.Lima,
Horizonte, 1980, pp. 7-17. original publicado en: Mar del sar. Revista peruana de cultura. Lima-
Perú, año II, vol III, n". 9, enero-febrero de 1950, pp.66J2.
t54 JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

entre el amor y el odio; este elemento humano tan noble, tan tenaz, tan abnegado,
que luego es engullido por las implacables fuerzas que sostienen el orden social
contra el cual laceró y gastó su aliento. Sobre estos personajes fundamentales
se
flotan las autoridades, cabalgan sobre ellos; y muchas veces, según la maldad, la
indiferencia o rara buena intención de tales elementos, los pueblos se conmueven
y marchan en direcciones diferentes con pasos violentos o rutinarios.
Otro personaje peruano reciente que aparece en Yawarfesta es el provinciano
que migra a la capital. La invasión de Lima por los hombres de provincias se inició
en silencio; cuando se abrieron las carreteras tomó las formas de una invasión
precipitada. Indios, mestizos y terratenientes se trasladaron a Lima y dejaron a
sus pueblos más vacíos e inactivos, desangrándose. En la capital los indios y mes-
tizos vivieron y viven una dolorosa aventura inicial; arrastrándose en la miseria
de los barrios sin luz, sin agua y casi sin techo, para ir oentrando, a la ciudad,
o convirtiendo en ciudad sus amorfos barrios, a medida que se transformaban
en obreros o empleados regulares. ¿Hasta qué punto estos invasores han hecho
cambiar el tradicional espíritu de la capital?

La novela en el Perú ha sido hasta ahora el relato de la aventura de pueblos


y no de individuos. Y ha sido predominantemente andina. En los pueblos serra-
nos, el romance, la novela de los individuos, queda borrada, enterrada, por el
drama de las clases sociales. Las clases sociales tienen también un fundamento
cultural especialmente grave en el Perú andino; cuando ellas luchan. Y lo hacen
bárbaramente, la lucha no es sólo impulsada por el interés económico; otras
fuerzas espiriruales profundas y violentas enardecen a los bandos; los agitan con
impiacable fuerza, con incesante e ineludible exigencia.
Casi no hay nombres de indios en Yawarfesta. Se relaa la historia de varias
hazañas de los cuatro barrios de Puquio; se intenta exhibir el alma de la comuni-
dad, lo lúcido y lo oscuro de su ser; la forma como la marea de su actual destino
los desconcierta incesantemente; cómo tal marea, bajo una aparente definición
de límites, bajo la costra, Ios obliga a un constante esfuerzo de acomodación,
de reajuste, a permanente drama, ¿Hasta cuándo durará la dualidad trágica de
lo indio y lo occidental en estos países descendientes del Tahuantinsuyo2 y de
España? ¿Qué profundidad tiene ahora la corriente que los separa? Una angustia
creciente oprime a quien desde lo interno del drama contempla el porvenir. Este
pueblo empecinado indio- que transforma todo lo ajeno antes de incor-
-el
2 Tahuantinsuyo: Imperio Inca. Literalmente significa nlas cuatro regiones», para aludir al
modo en que el Imperio Inca distribuyó el espacio para su organización.
LA NOVELA Y EL PROBLEMA DE LA EXPRESIóN LITERARIA 155

porarlo a su mundo, que no se deja ni destruir, ha demostrado que no cederá


sino ante una solución total.
¿Y del otro bando, la otra corriente? Esa es aún más compleja, inrrincada,
turbia, cambiante, de varia y contradictoria enrraña, en los upueblos grandesr. Los
antiguos terratenientes, antiguos por el espíritu, están serenos, libres de escrúpu-
los de conciencia; el patrón de su conducta no ha sido perturbado, manejan los
puños, blanden el garrote e hincan las espuelas, duramente; son los dueños. Los
estudiantes y los llamados progresistas los contemplan con odio claro y lúcido;
ellos, los dueños, quizá temen alguna vez este odio, pero ni dudan ni ceden. En
el mismo bando, el mismo en relación con el indio, hay otras clases de gentes
distintas y frecuentemente enemigas entre sí; desde el mestizo inestable, el ape-
nas salido de la masa india, hasta el militante revolucionario. Son muchos esros
personajes y Ia definición de sus distintas almas no puede quizá hacerse sino a
través de la novela. Ya lo hemos citado al comienzo.
¿Es novela india, sólo india o indigenista, la que trata de la aventura de
todos estos personajes? Es probable o más que probable que el indio apafezca
en estas novelas como el héroe fundamental. Una bien amada desventura
hizo que mi niñez y parte de mi adolescencia transcurrieran entre los indios
lucanas; ellos son la gente que más amo y comprendo. Pero quien se tome el
trabajo de leer Yawar festa y conozca a don Julián Arangüena y al Sargento
de la Guardia Civil que aparecen en esra novela, verá que he narrado la vida
de todos los personajes de un opueblo grande, de la sierra peruana con pureza
de conciencia, con el corazón limpio, hasta donde es posible que esté limpio el
corazón humano. Agua sí fue escrito con odio, con el arrebato de un odio puro;
aquel que brota de los amores universales, allí, en las regiones del mundo donde
existen dos bandos enfrentados con implacable crueldad, uno que esquilma y
otro que sangra.
Porque los relatos de Agua contienen la vida de una aldea andina del Perú en
que los personajes de las facciones tradicionales se reducen, muesrran y enfrentan
nitidamente. Allí no viven sino dos clases de genres que represenran dos mundos
irreductibles, implacables y esencialmente distintos: el terrateniente convencido
hasta la médula, por la acción de los siglos, de su superioridad humana sobre
Ios indios; y los indios, que han conservado con más ahínco la unidad de su
cultura por el mismo hecho de esrar someridos y enfrentados a una tan fanática
y bárbara fuerza.
¿Y cuál es el destino de los mestizos en esas aldeas? En estos tiempos prefieren
irse; llegar a Lima, mantenerse en la capital a cosra de los más duros sacrifi-
cios; siempre será mejor que converrirse en caparaz del terrateniente, ¡ bajo el
silencio de los cielos altísimos, sufrir el odio extenso de los indios y el desprecio
r56 JOSE MARIA ARGUEDAS

igualmente mancillante del dueño. Existe otra alternativa que sólo uno de mil
la escoge. La lucha es feroz en esos mundos, más que en otros donde también es
feroz. Erguirse entonces contra indios y terratenientes; meterse como una cuña
entre ellos; engañar al terrateniente, afilando el ingenio hasta lo inverosímil y
sangrar a los indios, con el mismo ingenio, succionarlos más, y a instantes con-
fabularse con ellos, en el secreto más profundo o mostrando tan sólo una punta
de las orejas para que el dueño acierte y se incline a ceder, cuando sea menester.
¿Quién alteraráeste «equilibrio, social que ya lleva siglos de entraña
horrible- y lo desgarrará para que el país pueda rodar-equilibrio
más libremente, hasta
alcanzar a algunos otros que teniendo su misma edad aunque menos virtualidad
humana ya han dejado atrás tan vergonzoso tiempo?
Pero aludía al odio con que escribí los relatos de Agua. Mi niñez transcurrió
en varias de estas aldeas en que hay quinientos indios por cada terrateniente. Yo
comía en la cocina con los olacayos, y nconcertados, indios, y durante varios
meses fui huésped de una comunidad.
¡Describir la vida de aquellas aldeas, describirla de tal modo que su palpitación
no fuera olvidada jamás, que golpeara como un río en la conciencia del lector!
Los rostros de los personajes estaban claramente dibujados en mi memoria, vivían
con exigente realidad, caldeados por el gran sol, como la fachada del templo
de mi aldea en cuyas hornacinas ramos de fores silvestres agonizan. ¿Qué otra
literatura podía hacer entonces, y aún ahora, un hombre nacido y formado en
Ias aldeas del interior? ¿Hablar de las náuseas que padecen los hombres vencidos
por cuanto de monstruoso ha acumulado el hombre en las grandes ciudades, o
tocar adormilantes campanillas ?

Le rucrre poR EL ESTrLo. Lo nBcroNAL y Lo uNIVERSAL

Mas un inconveniente aturdidor existía para realizar el ardiente anhelo.


¿Cómo describir esas aldeas, pueblos y campos; en qué idioma narrar su apaci-
ble y a la vez inquietante vida? ¿En castellano? ¿Después de haberlo aprendido,
amado y vivido a través del dulce y palpitante quechua? Fue aquél un trance al
parecer insoluble.
Escribí el primer relato en el castellano más correcro y nliterario, de que podía
disponer. Leí después el cuento a algunos de mis amigos escrirores de la capital,
y lo elogiaron. Pero yo detestaba cadayez más aquellas páginas. ¡No, no eran así
ni el hombre, ni el pueblo, ni el paisaje que yo quería describir, casi podía decir,
denunciarl Bajo un falso lenguaje se mosrraba un mundo como invenrado, sin
médula y sin sangre; un típico mundo ulirerarior, en que Ia palabra ha consu-
mido a la obra. Mientras en la memoria, en mi interior, el verdadero tema seguía
LA NOVELA Y EL PROBLEMA DE LA EXPRESIÓN LITERARIA r5'l

ardiendo, inrocado. volví a escribir el relato, y comprendí definitivamente que el


castellano que sabía no me serviría si seguía empleándolo en la forma tradicional-
mente literaria. Fue en aquellos días que leí Tungsteno de vallejo y Don Segundo
Sombra de Güiraldes. Ambos libros me alumbraron el camino.
¿Es que soy acaso un partidario de la uindigenización» del castellano? No.
Mas existe un caso, un caso real en que el hombre de estas regiones, sintiéndose
extraño ante el castellano heredado, se ve en Ia necesidad de tomarlo como un
elemento primario al que debe modificar, quitar y poner, hasta converrirlo en
un instrumento propio. Esta posibilidad, ya realizada más de una vez en la
literatura, es una prueba de la limitada virtud del castellano y de las lenguas
altamente evolucionadas.
No nos estamos refiriendo, en este caso, al castellano popular netamente
diferenciado en algunos países como laArgentina, sino al de la expresión literaria
en los países americanos en los que la supervivencia dominante de los idiomas
indígenas ha creado el complejo problema del bilingüismo. La cuestión es dis-
tinta en ambos casos: allá se rrara de un hecho lingüísticamenre consumado,
que el escritor puede o no recoget aprovechar y recrear. Aquí, debe resolver un
problema más grave, pero contando en cambio con una venta.ia especialmente
perseguida por el artista: la posibilidad, Ia necesidad de un acto de creación
más absoluta.
Existía y existe frente a la solución de estos especialísimos trances de la expre-
sión literaria, el problema de la universalidad, el peligro del regionalismo que
contamina la obra y la cerca. ¡El peligro que contiene siempre la inclusión noví-
sima de materias extrañas en un insrrumento ya perfecto y límpido! pero en
tales casos la angustia primaria ya no es por la universalidad sino por la simple
realización. Realizarse, traducirse, converrir en torrente diáfano y legítimo el
idioma que parece ajeno; comunicar ala lengua casi extranjera la materia de
nuestro espíritu. Esa es la dura, la difícil cuestión. La universalidad de esre raro
equilibrio de contenido y forma, equilibrio alcanzado rras inrensas noches de
increíble trabajo, es cosa que vendrá en función de Ia perfección humana lograda
en el transcurso de tan extraño esfuerzo.
¿Existe en el fondo de esa obra el rostro
verdadero del ser humano y de su morada? si está pintado ese rosrro con des-
usados colores no sólo no importa; puede tal suceso concederle mayor interés al
cuadro. Que los colores no sean sólo una maraña, la grotesca huella del agitarse
del ser impotente; eso es lo esencial. Pero si el lenguaje así cargado de extrañas
esencias deja ver el profundo corazón humano, si nos rransmite la historia de
sr¡ paso sobre la tierra, la universalidad podrá tardar quizá mucho; sin embargo
vendrá, pues bien sabemos que el hombre debe su preeminencia y su reinado al
hecho de ser uno y único.
158 JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

En mi experiencia personal Ia búsqueda del estilo fue, como ya diSe, larga y


angustiosa. Y un día de aquellos, empecé a escribir, para mí, fluida y lumino-
samente, como se desliza el agua por los callces milenarios. Concluí el primer
relato en pocos días y lo guardé temerosamente.
Yo había escrito yaWarma kuyay, el último cuento deAgua. EI castellano
era dócil y propio para expresar los íntimos trances, los míos; la historia de
mí mismo, mi romance. He ahí la historia del primer amor de un mestizo
serrano, de un mestizo del tipo culturalmente más avanzado. Amor por una
india, frustrado, imposible, del más triste y aciago final. Ya sé que aun en ese
relato el castellano está embebido en el alma quechua, Pero su sintaxis no ha
sido tocada. Esa misma construcción, el ca§tellano de Warma kuyay, con rcdo
lo que tiene de aclimatación no me servía suficientemente para la interpretación
de las luchas de la comunidad, para el tema épico. En cuanto se confundía mi
espíritu con el del pueblo de habla quechua, empezaba Ia descarriada búsqueda
de un estilo. ¿Se trataba sólo de una elemental deficiencia de conocimiento del
idioma? Sin embargo yo no me quejo del estilo de Warma huyay. Sumereido en
la profunda morada de Ia comunidad no podía emplear con semejante domi-
nio, con natural propiedad el castellano. Muchas esencias, que sentía como
las mejores y legítimas, no se diluían en los términos castellanos construidos
en la forma ya conocida. Era necesario encontrar los sutiles desordenamientos
que harían del castellano el molde justo, el instrumento adecuado. Y como se
trataba de un hallazgo estético, él fue alcanzado como en los sueños, de manera
imprecisa.
Logrado naturalmente para mí, para el buscador. Seis meses después abrí
las páginas del primer relato de Agua.Ya no había queja. ¡Ese era el mundo!
La pequeia aldea ardiendo bajo el fuego del amor y del odio, del gran sol y del
silencio; entre el canto de los zorzales guarecidos en los arbustos; bajo el cielo
altísimo y avaro, hermoso pero cruel.
¿Sería transmitido a los demás ese mundo? ¿Sentirían las extremas pasiones de
los seres humanos que lo habitaban? ¿Su gran llanto y la increíble, la transparente
dicha con que solían cantar a la hora del sosiego? Tal parece que sí.

Yawarfe*a está comprendido aún en el estilo deAgua. Cinco años luché por
desgarrar los quechuismos y convertir al castellano literario en el instrumento
único. Escribí los primeros capítulos de la novela muchas veces y volví siempre
al punto de partida: la solución del bilingüe, trabajosa, cargada de angustia.
LA NOVELA Y EL PROBLEMA DE LA EXPRESIÓN LITERARIA 159

Pero los dos mundos en que están divididos estos países descendientes del
Tahuantinsuyo se fusionarán o separarán definitivamente algún día: el quechuay
el castellano. Entretanto, la vía crucis heroica y bella del artista bilingüe subsistirá.
Con relación a este grave problema de nuestro destino, he fundamentado en un
ensayo mi voto a favor del castellano.
¿En qué idioma se debía hacer hablar a los indios en la literatura? para
el bilingüe, para quien aprendió a hablar en quechua, resurta imposible, de
pronto, hacerlos hablar en castellano; en cambio quien no los conoce a través
de la niáez, de la experiencia profunda, puede quizá concebirlos expresándose
en castellano. Yo resolví el problema creándoles un lenguaje castellano especial,
que después ha sido empleado con horrible exageración en uabajos ajenos.
¡Pero los indios no hablan en ese castellano ni con los de lengua española, ni
mucho menos entre ellos! Es una ficción. Los indios hablan en quechua. Toda
la sierra del sur y del centro, con excepción de algunas ciudades, es de habla
quechua total. Los que van de otras regiones a residir en las aldeas y pueblos
del sur tienen que aprender el quechua; es una necesidad ineludible. Er, pu.r,
falso y horrendo, presenrar a los indios hablando en el castellano d.e los sir-
vientes quechuas aclimatados en la capital. Yo, ahora, tras dieciocho años de
esfuerzos, esroy intentando una traducción castellana de los diálogos de los
indios. La primera solución fue la de crearles un lenguaje sobre el furrd"r.r.rrto
de las palabras castellanas incorporadas al quechua y el elemental castellano
que alcanzan a saber algunos indios en «sus propias aldeasr. La novela realista,
al parecer, no tenía otro camino.
El desgarramiento, más que de los quechuismos, de las palabras quechuas,
esotra hazaialenta y difícil. ¡Se trata de no perder el alma, de no transformarse
por entero en esta larga y lenta empresa! Yo sé que algo se pierde a cambio de
lo que se gana. Pero el cuidado, la vigilia, el trabajo, es por guardar la esencia.
Mientras la fuente de la obra sea el mismo mundo, él debe brillar con aquel fuego
que logramos encender y contagiar a uavés del otro estilo, del cual no esramos
arrepentidos a pesar de sus raros, de sus nativos elementos.
¿Fue y es ésra una búsqueda de la universalidad. a través de la lucha por la
forma, sólo por la forma? Por la forma en cuanro ella significa conclusión, equi-
librio alcanzado por la necesaria mezclade elementos que rratan de constituirse
en una nueva estfuctura.
Yo no dudo que se me perdone la afirmación de este s6¡vs¡6irnrs¡¡q-,
-y
yo no dudo del valor de las novelas que se publican en este libro, de su valor en
relación con el que acrualmente escribo. Haber pretendido expresarse con sen-
tido de universalidad a través de los pasos que nos conducen al dominio de un
idioma. distinto, haberlo pretendido en el transcurso del salto, esa fue la razón de
160 JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

la incesante lucha. La universalidad pretendida y buscada sin la desfiguración, sin


mengua de la naturaleza humana y terrena que se pretendía mostrar; sin ceder
un ápice a la externa y aParente belleza de las palabras.
Creo que en la novela Los ríos profundos este proceso ha concluido. Uno solo
podía ser un fin: el castellano como medio de expresión legítimo del mundo
peruano de los Andes; noble torbellino en que los espíritus diferentes, como
forjados en estrellas antípodas, luchan, se atraen, se rechazan y se mezclan, entre
las más altas montañas, los ríos más hondos, entre nieves y lagos silenciosos, la
helada y el fuego.
No se trata, pues, de una búsqueda de la forma en su acepción superficial y
corrienre, sino como problema del espíritu, de la cultura, en estos países en que
corrientes extrañas se encuentran y durante siglos no concluyen por fusionar
sus direcciones, sino que forman estrechas zonas de confluencia' mientras en lo
hondo y Io extenso las venas principales fluyen sin ceder, increíblemente.

por qué llamar indigenista a la literatura que nos mue§tra el alterado y


¿Y
brumoso ¡ostro de nuestro pueblo y nuestro propio rostro, así atormentado?
Bien se ve que no se trara sólo del indio. Pero los clasificadores de la literatura y
del arte caen frecuentemente en imperfectas y desorientadoras conclusiones. No
obstante les debemos agradecer por habernos obligado a escribir esta especie de
autoanálisis, o confesión, que lo hacemos en nombre de quienes han de padecer
y padecen el mismo drama de la expresión literaria en estas regiones.

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