LA NUEVA GEOMETRÍA DEL PODER - Fundamento Del Derecho. Pablo Romero

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 7

República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Defensa

UNEFA- SAN TOME. Núcleo Anzoátegui.

Carrera: Administración y Gestión Municipal.

Cátedra: Fundamento del Derecho de la Gestión Municipal.

LA NUEVA GEOMETRÍA DEL PODER vs LA COSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA


BOLIVARIANA DE VENEZUELA.

Profesora: Francelys J. Faires M. Alumno: Pablo E. Romero A

CI: 25.015.762/ Sec. 5-D 01

San Tome 17. 12-2020


LA NUEVA GEOMETRÍA DEL PODER vs LA COSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA
BOLIVARIANA DE VENEZUELA.

A partir de 1999, el gobierno presidido por Hugo Chávez fue conquistando progresivamente
múltiples espacios políticos. En las elecciones regionales de 2004, el sector oficialista obtuvo
un resonante triunfo en 20 de las 22 gobernaciones. En el ámbito legislativo, desde que la
oposición se abstuvo de participar en las elecciones de 2005, por alegar falta de garantías de
un proceso electoral transparente, la Asamblea Nacional quedó totalmente controlada por el
chavismo, influjo que se fue extendiendo hacia el Poder Judicial y otros organismos públicos.

Tras las elecciones de diciembre de 2006 y el ascenso nuevamente de Hugo Chávez a la


primera magistratura, el panorama político se tornó aún más conflictivo, al proclamarse la
construcción del “socialismo del siglo xxi” como la tarea prioritaria de esa gestión
presidencial. Con la finalidad de acelerar la marcha hacia el socialismo, Hugo Chávez anunció
la puesta en acción de “cinco motores constituyentes”. El primero estaba relacionado con la
Ley Habilitante, aprobada por la Asamblea Nacional, que permitía al Ejecutivo legislar por su
cuenta en diversidad de materias que hubieran sido de la natural competencia del Poder
Legislativo. El segundo motor estaba dirigido hacia la reforma de la Constitución con miras a
sentar las bases del modelo socialista, proyecto que sería presentado a mediados de 2007. El
tercer motor, denominado Moral y Luces, se refería a la difusión de los valores socialistas a
través de la educación. Modificaciones radicales en la distribución de los poderes públicos en
el espacio nacional conformaron el cuarto motor, también denominado la “nueva geometría
del poder”, que llevaba implícita una revisión del ordenamiento político-territorial del país.
Por último, el quinto motor constituyente estaba representado por los consejos comunales que
eran “instancias de participación, articulación e integración entre las diversas organizaciones
comunitarias, grupos sociales y los ciudadanos y ciudadanas, que permiten al pueblo
organizado ejercer directamente la gestión de las políticas públicas y proyectos orientados a
responder a las necesidades y aspiraciones de las comunidades en la construcción de una
sociedad de equidad y justicia social”. Estos consejos, por su pequeña dimensión, tendrían
mayores posibilidades de “activar los procesos de participación y organización comunitaria”
que, en principio, estarían integrados por un promedio de 200 a 400 familias en las áreas
urbanas (Asamblea Nacional, 2006).

Se introdujo así un elemento que habría de modificar la estructura del sistema político, en la
medida en que la acción de los consejos comunales podría ocasionar ciertas alteraciones en el
funcionamiento de alcaldías y gobernaciones. La orientación, coordinación y evaluación del
desarrollo de dichos consejos quedaba a cargo de la Comisión Nacional Presidencial del
Poder Popular. En otras palabras, los consejos comunales representarían un mecanismo de
relación directa entre el “caudillo” y el pueblo.
La promoción de los consejos comunales podría interpretarse, a partir de una lectura
superficial de la ley, como el intento de profundizar los mecanismos democráticos, en tanto la
población estaría interviniendo activamente en la toma de decisiones. Se trata sin embargo de
una percepción tan sólo aparente ya que la complejidad de nuestras sociedades y las diversas
ocupaciones de sus miembros dificultan la auténtica participación de los mismos en labores
que tradicionalmente han sido asumidas por especialistas en determinadas áreas. Por otra
parte, los consejos comunales no podrían actuar con autonomía en la toma de decisiones por
su dependencia en diversas materias, especialmente la financiera, de la Comisión Presidencial
del Poder Popular.

Mientras se estaba dando impulso a los cinco motores constituyentes, se hicieron algunos
anuncios en cuanto al problema territorial. De acuerdo con lo expresado por Manuel Briceño
Méndez, a cargo de la presidencia de la subcomisión de Ordenamiento Territorial de la
Asamblea Nacional, el modelo socialista exigía la incorporación de profundos cambios con el
propósito de estructurar un “espacio geográfico socialista” basado en una nueva
institucionalidad. Es evidente que el proyecto socialista sólo sería viable en el contexto de un
sistema político altamente centralizado, en el que gobernadores y alcaldes perderían
autonomía en sus acciones, o bien podrían desaparecer en el proceso de construcción de la
“nueva geometría del poder” (Briceño, 2006).

A mediados de 2007 la estrategia gubernamental se definió con mayor precisión con la puesta
en marcha del segundo motor de la revolución dirigido a la reforma de la Constitución. La
propuesta fue formulada por el propio Presidente de la República y aprobada por la Asamblea
Nacional, para luego ser sometida a votación en un referendo popular. Dicho proyecto
comprendía tópicos de diversa índole, referidos especialmente a la ampliación de las
facultades presidenciales y la consiguiente concentración de poder en manos del Ejecutivo
nacional, según podremos apreciar a través del examen de algunos artículos constitucionales
que fueron objeto de consulta popular:

En el artículo 11 se incluyó el concepto de la “nueva geometría del poder” en sustitución de


la noción de “división política” aplicada anteriormente. De esta manera, la distribución del
territorio en estados y municipios pasaría a formar parte de una estructura de tipo piramidal,
con la figura presidencial ubicada en su vértice. Desde este punto estratégico sería posible
crear o eliminar entidades políticas, modificar la delimitación de las jurisdicciones de estados
y municipios y, en fin, controlar el conjunto de relaciones políticas que habrían de
entrelazarse desde la base de la pirámide hacia arriba, dentro de un orden vertical subordinado
al máximo caudillo. En el mismo artículo 11 se otorgó al Presidente la atribución de “decretar
Regiones Estratégicas de Defensa, a fin de garantizar la soberanía, la seguridad y defensa en
cualquier parte del territorio y espacios geográficos de la República”. Igualmente, podía
nombrar autoridades especiales para enfrentar “situaciones de contingencia”, ambigua
calificación que podría dar lugar a arbitrarias interpretaciones.

Los alcances de la “nueva geometría del poder” estaban expuestos de manera más amplia en
el artículo 16 de la reforma, por el cual quedaban prácticamente extinguidos los principios de
la descentralización político-administrativa consagrados en la Constitución de 1999. Dicho
artículo especificaba que las comunas eran las “células sociales del territorio y estarían
conformadas por las comunidades, cada una de las cuales constituirá el núcleo territorial
básico e indivisible del Estado Socialista venezolano”. A partir de la comunidad y la comuna
habría de construirse el Poder Popular como expresión de la “democracia directa”. Cuando en
la totalidad del perímetro de una ciudad, unidad política primaria de la organización territorial
nacional, se hubieran establecido las comunas y el autogobierno comunal, el Presidente de la
República, en Consejo de Ministros, podría conferirle la categoría de “Ciudad Comunal”. En
esta nueva estructura se evidencia que las competencias de los municipios quedarían bastante
restringidas, al tiempo que su jurisdicción adquiría contornos imprecisos.

Según el mismo artículo 16, con previo acuerdo de la mayoría de los integrantes de la
Asamblea Nacional, el primer mandatario podría decretar la creación de regiones marítimas,
territorios federales, municipios federales, distritos insulares, provincias federales, ciudades
federales y distritos funcionales. Las autoridades de estas nuevas entidades políticas serían
nombradas por quien ejerciera la Presidencia de la República. Los distritos funcionales
podrían estar conformados por “uno o más municipios o lotes territoriales de éstos, sin
perjuicio del estado al cual pertenezcan”, cláusula que amenazaba la autonomía e integridad
de los municipios. A su vez, las provincias federales se “constituirán pudiendo agregar
indistintamente estados y municipios”, erigiéndose en una especie de entidad supraestadal
sometida al dictado de la máxima autoridad nacional.

Los cambios antes propuestos, orientados a reforzar de manera extraordinaria el poder central,
se fundamentaban en una reorganización del Poder Público, asentada en el artículo 136, que
abarcaba dos dimensiones: territorial y funcional. En la primera, el Poder Público se distribuía
en la siguiente forma: Poder Popular, Poder Municipal, Poder Estadal y Poder Nacional. Con
relación a sus funciones se estructuraba en Legislativo, Ejecutivo, Judicial, Ciudadano y
Electoral, puntos que no sufrieron modificaciones con relación a lo establecido en el año
1999. Según lo expuesto en dicho artículo, el pueblo es “el depositario de la soberanía y la
ejerce directamente a través del Poder Popular. Éste no nace del sufragio ni de elección
alguna, sino de la condición de los grupos humanos organizados como base de la población”.
El Poder Popular estaba representado por las comunidades, las comunas y el autogobierno de
las ciudades a través de los “consejos comunales”, además de otros consejos que aglutinaban
a la población de acuerdo a su adscripción laboral, condición de género, edad y situación de
discapacidad. Como lo manifestamos previamente, esta aparente democratización se convirtió
en un factor que favorecía la concentración, ya que estas pequeñas agrupaciones estaban
directamente controladas desde el poder central. Según rezaba el artículo 138, esa forma de
participación popular era considerada “protagónica” y conducente a la construcción de la
“democracia socialista”, enunciado que eliminaba toda referencia a la descentralización como
política nacional orientada a profundizar la democracia, tal como se había precisado en el
texto de la Carta Magna vigente.

Aun cuando subsistían los estados y municipios, la creación de otras entidades políticas que
podrían funcionar paralelamente, unas veces, o superpuestas, en otras circunstancias, pero
siempre dirigidas desde la autoridad central, significaba la reestructuración completa del
sistema basado en la elección directa y popular de alcaldes y gobernadores.

Tal como se señaló anteriormente, el Consejo Federal de Gobierno, creado en 1999, estaba
encargado de la planificación y coordinación de políticas para el desarrollo del proceso de
descentralización y transferencia de competencias del Poder Nacional a los estados y
municipios, estando presidido por el Vicepresidente de la República. En la propuesta de
reforma, aquel organismo fue sustituido por el Consejo Nacional de Gobierno, de carácter no
permanente, cuyo objetivo consistía en evaluar los diversos proyectos comunales, locales,
estadales y provinciales para articularlos con el “Plan de Desarrollo Integral de la Nación”. De
tales funciones se desprende claramente el carácter centralista del nuevo organigrama
institucional, a lo que se sumaba que la responsabilidad de convocar y presidir dicho consejo
correspondía al primer magistrado de la República.

El artículo 230 extendía el período presidencial de seis a siete años y admitía la reelección, no
ya por una vez como lo estipulaba el Código de 1999, sino de manera indefinida, quedando
así en entredicho el principio de alternabilidad. A las atribuciones presidenciales se agregaba
ahora la “ordenación y gestión del territorio y régimen territorial del Distrito Federal, los
estados, los municipios, dependencias federales y demás entidades regionales”. Asimismo,
podría crear o suprimir las provincias, territorios y ciudades federales, distritos funcionales,
municipios federales, regiones marítimas, distritos insulares y regiones estratégicas de
defensa. También estaría habilitado para designar y remover las autoridades de las entidades
antes mencionadas. Con relación a la Fuerza Armada, ahora denominada Bolivariana, el
primer mandatario se convertía en la “suprema autoridad jerárquica en todos sus cuerpos,
componentes y unidades”.

En materia económica se incorporó a las ya dilatadas facultades presidenciales la


administración de la Hacienda pública nacional y de las reservas internacionales, además de
intervenir en la política monetaria, en coordinación con el Banco Central de Venezuela, que
anteriormente había disfrutado de un amplio margen de autonomía. En la propuesta de
reformas, el Presidente estaba autorizado para formular y dirigir la ejecución del Plan de
Desarrollo Integral de la Nación, antes denominado Plan Nacional de Desarrollo. Es bueno
destacar que la diferencia en ese aspecto no era tan sólo nominal, ya que según el Código de
1999 se exigía la previa aprobación de la Asamblea Nacional, requisito este último que fue
eliminado en la propuesta de 2007. Otra preocupante atribución residía en el artículo 236, por
el cual se facultaba al Presidente para “ejercer la iniciativa constitucional y constituyente”.

Es importante hacer referencia al artículo 338 en el cual se asignaba al Presidente la


responsabilidad de decretar el “estado de alerta” cuando se presumiera la posibilidad “cierta e
inminente” –calificación que alentaba un alto grado de discrecionalidad– de que podía ocurrir
una situación “capaz de generar catástrofes, calamidades públicas u otros acontecimientos
similares”. No se incorporaron modificaciones en cuanto a las declaraciones del estado de
emergencia, de conmoción interior o exterior y emergencia económica que ya estaban
contempladas en el texto de 1999. Sin embargo, se omitió un aspecto crucial en este tipo de
situaciones excepcionales: el límite de tiempo. Por tanto, tales decretos podrían seguir en
vigencia mientras se mantuvieran en pie “las causas que los motivaron”, hecho que por
supuesto dejaba espacio a la arbitrariedad.

Un marco legal para una nueva geometría del poder

• Consejos Comunales: el marco legal, la experiencia política real, y el debate popular en las

Comunidades.

• Consejo Federal de Gobierno: la implementación del centralismo y una nueva división


territorial.

• Ley Orgánica de Participación Ciudadana y Poder Popular: la otra forma de sujetar la


participación popular

Conclusiones

La descentralización se inició en Venezuela como una respuesta a la pérdida de legitimidad


de las instituciones públicas en el marco de una profunda crisis política, económica y social.
Por tanto, no era tarea sencilla restituir la credibilidad en el sistema político que había
mostrado su ineficacia en la administración de los recursos para lograr el bienestar de la
sociedad. Si bien es cierto que con la elección directa de alcaldes y gobernadores emergieron
nuevos liderazgos regionales, sólo en algunos casos aquéllos representaban agrupaciones
políticas que no habían estado comprometidas anteriormente en el ejercicio del poder.

La descentralización, indudable avance en materia política, partió de una propuesta


construida desde arriba, razón por la cual no llegó a constituirse en un valor fundamental de la
cultura política de la población, y menos aún en medio del descrédito de los partidos que
habían gobernado el país durante varias décadas. De ese escepticismo fue renaciendo el ideal
del “hombre fuerte”, capaz de poner en movimiento el desgastado andamiaje del Estado. En
este marco, la concentración de poder fue visualizada como un elemento necesario para
garantizar la marcha eficiente de las instituciones públicas.

La propia Constitución de 1999 admitió la extensión del período de gobierno y la reelección


inmediata del primer mandatario, lo que permitió asegurar una prolongada permanencia en el
cargo y las consiguientes ventajas para dominar los poderes públicos y las áreas estratégicas
en lo político. Mientras el discurso a favor de una democracia participativa y social, al
principio, y transformaciones revolucionarias, más tarde, conquistaba la adhesión de vastos
sectores de la población, la oposición iba perdiendo con rapidez sus espacios políticos y se
desgastaba en inútiles paros y acciones de calle. Al mismo tiempo, el partido de gobierno,
unificado bajo un solo mando, pasó a controlar la mayoría de las gobernaciones y la
Asamblea Nacional. Junto a todos estos elementos debemos subrayar el importante papel que
jugaron los numerosos programas sociales administrados por el Estado.

- Los Consejos Comunales, no pueden considerarse una modalidad nueva de


descentralización pues dependen del Poder Nacional para su promoción, registro,
organización y financiamiento

También podría gustarte