Cristo Es Rey de Las Naciones

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CRISTO ES REY DE LAS NACIONES

Jesucristo rey universal... y, por tanto, rey de los reyes, rey de las naciones,
rey de los pueblos, rey de las instituciones, rey de las sociedades, rey del
orden político como del orden privado.

Después de lo que se acaba de decir, ¿cómo se concibe que pueda ser de


otro modo?

Si Jesucristo es rey universal, ¿cómo podría esa realeza no ser también


realeza sobre las instituciones, sobre el Estado: realeza social? ¿Cómo se la
podrá llamar universal sin ella?

Si las discusiones son tan vivas sobre este punto, es porque tocamos el
terreno de aquel a quien la Escritura llama precisamente “el príncipe de
este mundo”. He aquí que perseguimos al dragón hasta su último reducto,
que lo acosamos donde pretende hacer su guarida... ¿qué hay de extraño
que redoble la violencia escupiendo llamas y humo para intentar cegarnos?

¡Cuántos se dejan engañar!

“Hay hombres en estos tiempos, observaba ya monseñor Pie, que no


aceptan y otros que sólo aceptan a duras penas los juicios y decisiones de la
Iglesia... ¿Cómo dar el valor de dogma (dicen o piensan) a enseñanzas que
datan del << Syllabus >> o de los preámbulos de la primera constitución
del Vaticano?

“Tranquilizaos, responde el obispo de Poitiers, las doctrinas del “Syllabus”


y del Vaticano son tan antiguas como la doctrina de los apóstoles, de las
Escrituras... A quienes se obstinan en negar la autoridad social del
Cristianismo, San Gregario Magno da la respuesta (ll). En el comentario
del Evangelio en que se cuenta la Adoración de los Magos...al explicar el
misterio de los dones ofrecidos a Jesús por estos representantes de la
gentilidad, el santo doctor se expresa en estos términos:

“Los Magos – dice - reconocen en Jesús la triple cualidad de Dios, de


hombre y de rey. Ofrecen al rey oro, al Dios incienso, al hombre mirra.
Ahora bien – prosigue -, hay algunos heréticos: sunt vera non nulli
hoeretici, que creen que Jesús es Dios, que creen igualmente que Jesús es
hombre, pero que se niegan en absoluto a creer que Su reino se extiende
por todas partes: sunt vera nonnulli hoeretici, qui hunc Deum credunt, sed
ubique regnare nequaquam credunt.
“Hermano mío, continúa Monseñor Pie, dices que tienes la con ciencia en
paz, y al aceptar el programa del catolicismo liberal, crees permanecer en la
ortodoxia, ya que crees firmemente en la divinidad y humanidad de
Jesucristo, lo que basta para considerar tu cristianismo inatacable.
Desengañaos. Desde el tiempo de San Gregorio, había “algunos heréticos”
que, como tú, creían en esos dos puntos; pero su herejía consistía en no
querer reconocer en el Dios hecho hombre una realeza que se extiende a
todo... No, no eres irreprochable en tu fe, y el Papa San Gregorio, más
enérgico que el “Syllabus”, te inflige la nota de herejía, si eres de los que
considerando un deber ofrecer a Jesús el incienso, no quieren añadirle el
oro...” (12), es decir, reconocer y proclamar Su realeza social.

Y, en nuestros días, Pío XI, con particular insistencia ha querido recordar al


mundo la misma doctrina en dos encíclicas especialmente escritas sobre
este tema: Ubi Arcano Dei y Quas Primas.

Esta es, pues, la enseñanza eterna de la Iglesia, y no una determinada


prescripción de detalle, limitada a una sola época. En los comienzos de la
Era Cristiana, como más tarde, lo relativo a la conducta ha podido venir a
mezclarse con lo relativo a los principios. “Pero el derecho, señala
Monseñor Pie (13), el principio del estado cristiano, del príncipe cristiano,
de la ley cristiana, que yo sepa jamás han sido discutidos hasta estos
últimos tiempos, ni escuela católica alguna pudo nunca entrever en su
destrucción un progreso y un perfeccionamiento de la sociedad humana…”,
como hoy se oye repetir tantas veces.

(11) Excelente ocasión para destacar cuán perfectamente ilustra este pasaje la doctrina
de Pío XII en Humani Generis. « Ni puede afirmarse que las enseñanzas de las
Encíclicas no exijan, de por sí nuestro asentimiento, pretextando que los Romanos
Pontífices no ejercen en ellas la suprema potestad de su Magisterio. Pues son
enseñanzas del Magisterio ordinario, para las cuales valen también aquellas palabras: El
que a vosotros oye, a Mí me oye, y, la mayor parte de las veces, lo que se propone e
inculca en las Encíclicas pertenece
-por otras razones-al patrimonio de la doctrina católica…”

(12) Op. cit., t. VIII, p. 62 y 63.

(13) Op. cit., t. V, p. 179-180.

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