Maza Zavala

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NUEVAS ESTRATEGIAS PARA EL DESARROLLO DE AMERICA LATINA(*)

Dr. Domingo Felipe Maza ZavaJa

Atendí esta invitación que de manera tan cordial se me hizo, para participar en este ciclo de
conferencias de este Centro, más con el propósito de cooperación que con el de hacer aportacio­
nes a las investigaciones, análisis y estudios que se están desarrollando de manera importante, .
con gran futuro, en este" Centro; porque ha tenido la fortuna de integrar capacidades, voluntades
y mística al servicio de un programa de investigaciones que hoy más que nunca es indispensable,
tanto para levantar la conciencia académica universitaria -que en estos momentos está sometida a
tantos embates y a tan diversos factores- como para contribuir a que se abran caminos al mejor
análisis de los graves problemas que agobian a nuestros países -y singulannente a nuestro país­
en estos tiempos, hasta el punto que frecuentemente se pierde la perspectiva, se nubla el hori­
zonte y todo se llena de incertidumbre, que hace difícil el pronóstico, y contribuye más a la
confusión reinante, en muchos aspectos, sobre nuestro acontecer y sobre la salida que podamos
buscar para la crisis fundamental que nos agobia.
Debo decirles que para corresponder a esta invitación he debido preparar una exposición
en profundidad, meditada, elaborada, de tal manera que pudiera servir en realidad de papel de
trablÚo' para sus análisis; pero en los avatares de la vida en que me encuentro situado -particu­
lannente en 10Si últimos tiempos-, práéticamente no he tenido oportunidad de preparar un papel
de trabajo. Por esta razón comienzo por pedirles excusas a ustedes, y a las autoridades del Centro,
por esta omisión de mi parte, que en el futuro me prometo corregir, cuando tenga la oportunidad
(-) Conferencia dictada el 13-11-85 en el Centro Experimental de Estudios Latinoamericanos, durante
el seminario América Latina hacia el siglo XXI.
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de un momento de meditación y de reposo, para preparar ese documento. Esto es también un
signo de crisis, en el sentido de que cuando hay tales momentos, y uno representa de alguna ma­
nera un elemento de confianza en la opinión pública -para bien o para mal, justa o injustamen­
te-, la modesta opinión que uno pueda aportar contribuye a aclarar algunos problemas de emer­
gencia, y en consecuencia, cuando se acentúan las dificultades, recurren a uno para ver si uno
les da una luz sobre esas situaciones problemáticas en que frecuentemente está sumergido el país.
Yeso resta no sólo tiempo físico, sino la debida actitud mental para poderse dedicar en profun­
didad a estudiar los fenómenos y a producir un documento que en verdad tenga alguna aporta­
ción.
En consecuencia, lo que voy a decir tiene la única cualidad de presentar motivos para la
discusión. No trato de sentar cátedra en ningún sentido; ni de llegar a conclusiones tenninantes,
defmitivas, sobre ninguno de los aspectos que me propongo plantear, sino, sencillamente, pre­
sentar motivos para la discusión y para la reflexión. Este es el sentido de mi intervención de hoy.

MODELOS DE DESARROLLO Y DE PENSAMIENTO ECONOMICO

En primer lugar debo declarar que, aunque no me gusta usar la expresión modelos de desa­
rrollo, no encuentro otra que sea del lenguaje conocido que pudiera sustituirla. Por consiguiente,
de una u otra manera seguiremos utilizando la palabra modelos, en nuestra exposición.
En Am~rica Latina, la historia económica nos muestra ciclos, no solamente del pensamiento
económico, sino también de la realidad económica. No me refiero a los ciclos coyunturales, a las
fluctuaciones periódicas de la actividad económica; me refiero a otra clase de ciclos, más propia­
mente etapas en el desenvolvimiento de la economía latinoamericana, que marcan hitos en la
historia regional, y que, con algunas características, nos penniten detenninar secuencias históricas
que podríamos asimilar a modelos de desarrollo, cada uno de los cuales ha tenido una gestación,
un auge y una decadencia, hasta que es sustituido por otro modelo o etapa de desenvolvimiento.
Tal ha sido la historia de nuestra región.
No voy a decir que estos modelos han surgido de propósitos deliberados, o de estructuras
de pensamiento, o de políticas que han perseguido esos objetivos, sino que, en gran parte, tales
modelos se han confonnado en el curso de la propia realidad, en el acontecer económico, social
y político; y que sólo el investigador o analista de este desenvolvimiento histórico puede observar
o extraer ciertas características, que penniten identificarlo como un modelo o una etapa en ese

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desenvolvimiento. Vale decir, pues, que la historia' no se fOJ:ja por virtud de la planificación de los
modelos que hemos tenido, sino que factores internos y externos han ido determinando, de una
u otra manera, esta secuencia histórica.
Otra cuestión que también conviene tener en cuenta, que quizás sea motivo de controversia
-porque lo más interesante es la controversia, y ~ veces yo hago de "abogado del diablo" para
suscitar la controversia, es decir, pongo sobre la mesa una proposición que puede concitar inme­
diatamente una reacción yeso es la motivación de la controversia-, que me propongo plantear
como hipótesis, es que el crecimiento económico latinoamericano, casi siempre, ha estado histó­
ricamente desfasado; quiere decir que cuando América Latina cumple una etapa, está en desfase
con respecto al crecimiento económico mundial, está un poco como rezagada con respecto a ese
crecimiento económico mundial. Eso es lo que yo llamo desfases históricos en el crecimiento eco­
nómico latinoamericano.
Hemos tenido paradigmas teóricos e históricos a los cuales, de cierta manera, se ha tratado
de ajustar las políticas, las conductas, los patrones de comportamiento, y me resisto a utilizar la
palabra estrategia, sobre todo en'lo que se refiere al lejano pasado, precisamente para ser conse­
cuente con mi posición inicial, de que no hubo el propósito deliberado de establecer un modo,
un modelo, una estructura para ajustar a ella la organización, el funcionamiento y el crecimiento
de nuestras economías y nuestras sociedades.
De esos paradigmas teóricos, el primero que tuvimos, apenas nacidos a la vida independiente,
en el siglo XIX, fue el capitalismo liberal de ese siglo. Salimos a la historia como estados indepen­
dientes, no solamente vinculados al sistema económico entonces en ascenso, el capitalismo liberal,
sino teniendo a ese sistema como digno de ser seguido, realizado, practicado, es decir, como un
paradigma. En consecuencia, la acción política, la acción económica y el modo de pensar, y los
instrumentos que se manejaron para alcanzar ciertas metas y objetivos de la acción política, eco­
nómica y social, estaban encuadrados en el paradigma entonces prevaleciente del capitalismo
liberal decimonónico. Este paradigma, dicho sea de paso, persistió más allá de su propia vigencia
histórica; es decir, cuando surgió el capitalismo monopolista, en las últimas décadas del siglo XIX,
cuando el capitalismo sufre su primera gran transformación y se convierte en buena medida en ca­
pitalismo monopolista, e inicia así un segundo ciclo de sus transformaciones fundamentales, Améri­
ca Latina siguió siendo inducida, obsesionada por el paradigma del capitalismo liberal decimonó­
nico, no obstante -y he aquí una aclaratoria que conviene tener en cuenta-, que comienza a
sentir los efectos, las consecuencias de esa transformación capitalista, de liberal en monopolista.
Pero el paradigma siguió siendo el capitalismo liberal; cuando en realidad el capitalismo, dialécti­

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camente, avanza, en el sentido del monopolio, nuestras sociedades y economías siguieron con­
formándose paradigmáticamente en el modelo del capitalismo liberal, seguimos practicándo­
lo, y nuestros gobiernos lo hicieron o pretendieron hacerlo, y nuestros pensadores -con homosas
excepciones, por supuesto- continuaron, encuadrados en la prevalencia de las ideas liberales,
en economía, más que en política. Y las sociedades pretendieron conformarse de acuerdo con
este modelo liberal.
Pero también debemos decir -con respecto al siglo XIX- que América Latina comienza
a tomar cuenta del surgimiento de otra experiencia que va a dar lugar a la emergencia de otro
paradigma, como es el ascenso de los Estados Unidos, la época del ascenso de los Estados Unidos,
de su tr~sformación de una economía de base agrícola a una economía de base industrial, de su
crecimiento capitalista acelerado, después de la Guerra de Secesión, y -lo que es digno de llamar
la atención-la aceleración_de ese capitalismo en bueria parte bajo el signo del monopolio.
Entonces comienza a presentarse a América Latina como otro paradigma el modo de orga­
nización, el modo de crecimiento de los Estados Unidos. Desde luego, el paradigma se presenta
también como contradicción. Un paradigma, también es una manera de contrastar la propia
realidad, el propio suceso y el propio comportamiento de nuestros pa!$es. Si Estados Unidos
alcanzó metas y objetivos, y tuvo éxito en su proceso de crecimiento, ello se nos presenta como
contradicción: ¿por qué Estados Unidos, que es posterior en su colonización, en su desarrollo
cultural, a nuestros países, aunque anterior en su proceso de emancipación política a los nuestros,
logra -desde el punto de vista de su organización y su operación- éxito frente a nosotros; y el
éxito norteamericano se nos presenta como paradigma, contradictorio para nosotros, que con
raras excepciones permanecemos en un rezago económico? Insuficientes, subordinados, girando
siempre en la órbita de la exportación primaria, de la importación de manufacturas, del financia­
miento del capital extranjero para el comercio exterior y para los déficits de los gobiernos; servi­
cios, infraestructura sometidos a las necesidades de ese comercio exterior, regimentado por el
capitalismo de los centros y principalmente por el capitalismo inglés.
Frente a nosotros se levanta el ejemplo de los Estados Unidos como contradicción. Podría­
mos decir -para hablar también de actitudes ideológicas- que Latinoamérica parece sentirse re­
presentada, a principios del siglo actual, en el arielismo, la doctrina de José Enrique Rodó; es
decir, América Latina es la tierra de los artistas, de los filósofos, de los intelectuales,la tierra de la
cultura humanística, la tierra de los herederos de la cultura grecorromana; la herencia latina fren­
te a la herencia sajona, que es la del horno [aber, la del horno tecnicus, la de la sociedad de las
máquinas, la de la sociedad afanada en la generación de capital, la sociedad del lucro, la sociedad
expansiva en sus fuerzas económicas, pero no empeñada en un proceso cultural. El arielismo pu­

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diera ser tomado, entonces, como esa contradicción paradigmática que América Latina genera
frente al ascenso de los Estados Unidos.
Quizás ese complejo histórico del éxito logrado por América del Norte frente a la continua­
ción histórica, en otros planos y en otras formas, de la misma situación de dependencia, de atraso,
de subdesarrollo, de pobreza, de insuficiencia, y hasta de incapacidad, en América Latina, en el
siglo XX no ha hecho más que confirmarse como contradicción paradigmática.
Las explicaciones, no sólo para América Latina, sino para todo lo que se llama el Tercer
Mundo, es decir, eso que llamamos tercermundismo es un pretexto nuestro, es una invención
nuestra, es una excusa nuestra para justificar nuestro "fracaso". No existe, en verdad, eso que es
el Tercer Mundo, sino simplemente el complejo, la frustración, el no querer hacer el esfuerzo; em­
peñar las voluntades y organizar las fuerzas y los factores necesarios para el ascenso hacia la
cumbre. Y refugiamos en la explicación supuestamente facilista de que el éxito de los grandes, de
los prósperos, de los desarrollados -los Estados Unidos a la cabeza- es el causante de nuestra
frustración; que el reverso del éxito de aquellos es nuestra propia situación de subdesarrollo, de
insuficiencia, de dependencia, de desequilibrio, de acumulación crónica de problemas, de frustra­
ciones, de privaciones.
Entonces, si en la mayor parte del siglo XIX tuvimos como paradigma al capitalismo inglés
b¡ijo el signo del liberalismo, en este siglo tenemos como paradigma al capitalismo norteamerica­
no, bajo el signo pragmático de su éxito. Y no podemos decir (he aquí otro elemento de la con­
troversia) que es una expresión clásica o pura del liberalismo, porque, aunque Estados Unidos ha
pregonado siempre que el liberalismo ha sido y es el factor y el norte de su acción, que en los
hechos históricos se ha demostrado que ha sido pragmática la realización de sus actuaciones; que
ha sido proteccionista; que ha sido monopolista; que ha sido intervencionista, y ha preten­
dido que el resto del mundo sea liberal.
Después surgió para nosotros otro paradigma: el establecimiento del socialismo marxista en
Rusia. En 1917, con la Revolución de Octubre, se nos presenta a los latinoamericanos un nuevo
señuelo para ¡ijustar nuestro pensamiento y nuestras actuaciones: el socialismo soviético. Enton­
ces se plantea como vertientes alternativas para encauzar el desarrollo de nuestros países, por una
parte, el capitalismo de los Estados Unidos, por la otra, el socialismo soviético:
El pensamiento económico, social y político, y las políticas y los comportamientos, tratan
de orientarse en uno u otro sentido, o tomar elementos de una u otra alternativa para conformar
un híbrido histórico.
Pero se nos presenta un gran fracaso de uno de esos paradigmas en la década de los treinta de
este siglo; fracaso desde un punto de vista muy relativo, porque lo que significa fracaso, dialécti­

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camente ·pudiera interpretarse como necesidad histórica para la reafirmación y el avance del capi­
talismo. Me refiero a la gran crisis de 1929 y la depresión profunda que la siguió en los años 30,
y que hundió el capitalismo liberal teórica y políticamente, como d.octrina del pensamiento y
como praxis histórica. El capitalismo se encontró de repente desasistido, y surgió un nuevo para­
digma de esa crisis: paradigma político en la estrategia que adoptó el gobierno de los Estados
Unidos, presidido por Franklin Delano Roosevelt, de salvar el capitalismo levantando la función
del Estado como corrector, como compensador, como garante de la continuidad del sistema, co­
mo factor complementario de la economía privada. Y, al parecer, logra éxito en esta estrategia,
puesto que el capitalismo norteamericano, y por inducción el europeo, se levanta de su postración
crítica y se preselVa como sistema cuando estaba amenazado de hundimiento.
Ese paradigma tiene su contrapartida teórica en el pensamiento de Lord Keynes, economista
inglés; entonces se trata de corregir el capitalismo, se trata de rectificarlo, de enmendarlo para su su­
pervivencia, y de prepararlo para una nueva etapa de su desarrollo. Podríamos llamarlo, el paradigma
del capitalismo corregido. Este fue, precisamente, el acicate para América Latina, otro modelo
para armar en América Latina; porque nosotros, como dije en la introducción, estamos siempre
armando y desarmando modelos; haciendo y deshaciendo maquetas; tomando elementos para­
digmáticos o pragmáticos de otras realidades, de otras instancias teóricas y políticas para armar
nuestros modelos. Entonces, se nos suministró otro material para armar: el modelo del capitalis­
mo corregido, de Keynes y Roosevelt.
No voy a profundizar en ninguno de estos aspectos, porque quiero ser muy esquemático pa­
ra poder cubrir toda la exposición, y ustedes en sus estudios y en sus análisis podrán profundizar,
controvertir, cada uno de estos aspectos. Me limito simplemente a exponerlos en sus términos
más generales.
Tomamos, por último, otro modelo, que fue, el de la integración económica europea. En
Europa de posguerra el camino, para ellos, de la recuperación y de la afirmación de su existencia,
el camino para apartar los escombros del conflicto y reestructurar la potencialidad económica
fue la creación de la Comunidad Económica Europea. Otro modelo para armar. Otro paradigma
para nosotros, porque la idea de la integración latinoamericana no surgió en América Latina. La
idea de la integración latinoamericana tiene como paradigma la Comunidad Económica Europea.
No me refiero a la unidad latinoamericana, que es cosa distinta; no me refiero a la ideología de
que nuestros países forman un todo, de que tienen unidad, de que tienen características comunes
que constituyen una identidad regional, una sociedad de naciones vinculadas entre sí con determi­
nados elementos significativos, que es lo que conforma la idea de la existencia de América Latina.

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Pero el plasmar eso en una realidad económica, viable, operativa, con proyección política y
social de transformación, lo que es un proceso de integración, no fue un modelo latinoamericano,
no fue gestado en nuestra región, sino fue, una· vez más, un paradigma para nosotros la integra­
ción europea; y quisimos adaptar, sin adaptarla en verdad, la idea de la integración.

DESFASES HISTORICAS DEL CRECIMIENTO LATINOAMERICANO

Puntualizado ahora 10 que mencioné al principio. Los desfases históricos del crecimiento
económico latinoamericano. Lo cual quiere decir que siempre hemos tenido una función, o se nos
ha impuesto una función, o hemos desempeñado un papel rezagado con respecto a aquel que han
desempeñado y desempeñan los países que llamamos desarrollados. Es decir, ¿puede interpretarse
este desfase histórico, este rezago, como necesidad de los que se desarrollan o como realidad de
los que permanecen retrasados con respecto a los que se desarrollan? .
Así, tuvimos la etapa de exportación primaria, como eje, como razón de ser de nuestra vida
política, económica y social en un mundo que se industrializaba rápidamente, como era el mundo
del siglo XIX. Es decir, mientras Europa Occidental, con Inglaterra a la cabeza, Estados Unidos en
América y Japón, se industrializaba en un proceso acelerado, nosotros centrábamos, o nos hacían
centrar, nuestra economía, nuestro desarrollo político y social en torno a la exportación primaria;
etapa que ya habían cumplido otros, que no por cierto era privativa nuestra: Estados Unidos fue
un exportador primario hasta bien entrado el siglo XIX, y en gran medida continúa siéndolo aun­
que en distintos planos; pero la base fundamental de su crecimiento, en aquella época previa a su
acelerada industrialización, fue la exportación primaria, y lo fue también para Alemania, para
Italia, para Francia, antes de su proceso de industrialización.
Pero nosotros seguíamos girando en esta órbita, en un mundo que se industrializaba. Está­
bamos, pues, como metidos en el pasado y desfasados con .especto al elemento dinámico del sis­
tema. Y luego, cuando la industrialización estaba madura en esas regiones del mundo que llama­
mos desarrollados o industrializadas, cuando ya todas las fases del proceso básico de industrializa­
ción estaban cumplidos en ellos, nosotros iniciamos un proceso de industrialización. Lo iniciamos
en el nivel y por el camino en el que probablemente otros terminaron; porque aquellos países in­
dustrializados, desarrollados, crearon sus propios bienes de capital, sus propias tecnologías, sus
propios procedimientos de producción antes del florecimiento de la manufactura; y nosotros
comenzamos por el florecimiento de la manufactura, sin dispqner de los medios de capital, de la
estructura del proceso de producción, de la tecnología adecuada al proceso de industrialización.
¿Ventaja o desventaja? Una cuestión también digna de estudio.

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Es decir, ¿es una ventaja industrializarse en un mundo donde hay una acervo tecnológico,
donde hay una experiencia industrial, donde hay una acumulación de capital, donde los caminos
ya han sido recorridos y existe una experiencia: es eso una ventaja. ¿O ese mismo hecho, tal cir­
cunstancia constituye para nosotros una desventaja, y por eso no hemos podido avanzar y profun­
dizar en el proceso de industrialización, porque eso que aparentemente constituye el privilegio de
quien llega de último es la muralla que le impide avanzar? Cuestión digna de dilucidar en un análi­
sis de nuestros procesos de crecimiento económico históricamente rezagados.
Así iniciamos, y todavía estamos en ella, la etapa de sustitución horizontal de importaciones,
pero con el agravante, en 10 que se refiere al mundo de la segunda posguerra, de que iniciamos esa
etapa de sustitución horizontal de importaciones en una economía internacional expansiva, en
una economía de creciente productividad, de creciente acumulación, de dinámica tecnológica
acelerada, de crecimiento y diversificación de las corrientes de comercio, una economía en expan­
sión, casi sin precedentes, como fue la economía de la posguerra hasta 1970. Esa fue precisamen­
te la etapa escogida por América Latina para afianzar su proceso de sustitución de importaciones.
Otro rezago histórico. Y para complementar esta observación, en la etapa en que la economía
internacional -me refiero, por supuesto a la economía internacional capitalista- entra en crisis,
en que las fuerzas del crecimiento se deterioran, en que los factores que propiciaron la gran ex­
pansión de posguerra se debilitan y entran en contradicción -que es lo que llamamos la cri.:
sis-, nosotros iniciamos y pretendemos seguir, de manera acelerada, la etapa de las exporta­
ciones no tradicionales.
Es decir, en un mundo en crisis, en un mundo en que los mercados parecen reconcentrarse
en sí mismos, en que los artificios del monopolio, de la competencia imperfecta, expresada en la
gigantesca operación de las transnacionales, toman posesión, nosotros vamos a afincar nuestro
crecimiento, nuestra reactivación, nuestro futuro, en las exportaciones llamadas no tradicionales.
Una vez más, llegamos tarde, rezagados históricamente.
¿Quién nos impone el rezago y por qué? ¿Nosotros mismos, trasnochados, aletargados, in­
capaces de interpretar la dinámica de los procesos económico-sociales? ¿O sometidos, subordina­
dos, limitados, restringidos por factores que escapan a nuestro control y alcance? Cosa digna de
reflexionar, de investigar, de estudiar y de discutir, ¿verdad?

LA EXTROVERSION DE LA ECONOMIA LATINOAMERICANA

Planteo otra cuestión. Ya que hemos tomado el paradigma de la integración latinoamericana,


como una vía pira superar nuestros problemas,yo quiero plantear a la discusión que la extro­

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versión de nuestras economías y el subdesarrollo desigual de nuestra región constituyen obs­
táculos a esa integración. Extroversión en el sentido ya conocido. Nuestras economías son extro­
vertidas. Siempre hacia afuera, nunca hacia sí mismas, no obstante la interpretación de la Cepal
y de todo el pensamiento que ha girado en torno a ella, de que la industrialización sustitutiva de
importaciones fue .un modo de crecer hacia adentro. Yo he pensado siempre -y lo he manteni­
do- que no era sino una modalidad de seguir creciendo hacia afuera, que nunca hemos dejado
de crecer hacia afuera, de ser economlas extrovertidas. y que, en consecuencia, la extroversión
constituye un obstáculo para nuestro crecimiento orgánico, y que ese 0bstáculo, a su vez, se cons­
tituye en un freno para la integración económica regional: ¿Extroversión hacia dónde? Hacia las
economías desarrolladas, vinculadas a ellas en un solo sentido, pero desviadas
, de nosotros mis­
mos. No tenernos caminos de cruces entre nosotros, sino, sencillamente, vías unilaterales, hacia
las econom fas desarrolladas.
En consecuencia, todos los factores del crecimiento que hemos tenido, han sido ordenados,
sostenidos y modificados en una sola dirección: la ex troversión.
No estoy propugnando, por cierto, que nos convirtamos en economías introvertidas. Es decir,
que nos reconcentremos en nosotros mismos y levantemos murallas en torno a nuestras fronteras
económicas para crecer con independencia del resto del mundo. No, no estoy propugnando la
autarquía. Estoy propugnando un tipo de crecimiento vinculado con nosotros mismos, en primer
lugar; orgánicaIlJente en nuestro interior; armar nuestros propios elementos, y luego, en la escala
regional, ampliar e~a estructura.
Motivo de controversia, por supuesto; siempre ha habido dos vertientes en este sentido: la
que representa la Cepal, que la manera de integrarse nuestras economías en sí mismas es a
través de la integración multinacional, que no debernos ni podernos esperar integramos e~ noso­
tros mismos, en cada uno de nosotros para luego integramos multinacionalmente, sino que la in­
tegración multinacional regional nos dará la condición, el estímulo y la oportunidad de la inte­
gración nacional. Yo pienso que deben ser procesos simultáneos, si acaso con prelación de la inte­
gración interna.
El otro obstáculo para la integración es el subdesarrollo desigual. Los fenómenos económi­
cos en general muestran la desigualdad. Los procesos son desiguales. La desigualdad parece una
constante de la dinámica histórica: es desigual el desarrollo del capitalismo, es desigual el desa­
rrollo del socialismo. Y también es desigual el subdesarrollo. No hay un sólo plano para el subde­
sarrollo, hay una superposición de planos de subdesarrollo. Y esto es un obstáculo para la inte­
gración, porque la desigualdad del subdesarrollo se reproduce ampliada en la desigualdad de la

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integración. Las economías de la concentración, en los polos regionales de desarrollo, constitu­
yen la expresión de esta realidad; otro elemento también para el análisis y la discusión.

LAS VENTAJAS COMPARATIVAS TRANSNACIONALES

Se ha dicho, y es la base de la teoría, que tenemos que escoger nuestras vías de crecimiento
de acuerdo con las aptitudes o ventajas comparativas que podamos tener. Es decir, que un error
ha sido siempre, y es evidente si así 10 interpretamos, el querer extender el abanico de las oportu­
nidades, tanto en el proceso de sustitución de importaciones, como ahora, en el llamado proceso
de diversificación no tradicional de las exportaciones. Antes quisimos sustituir todo, sin estable­
cer orden de prioridad o línea de selección; sin asignar recursos a aquellas actividades, ramas o
campos en los cuales de una u otra manera podamos tener un indicio de ventaja. Sustituir todo;
y ahora también pretendemos exportar todo. Entonces se reivindica, por lo menos desde el punto
de vista teórico y político, el principio de las ventajas comparativas. Aparentemente pudiera
existir autonomía o soberanía para la aplicación del principio. Es decir, cada economía, cada
unidad nacional escoge sus oportunidades, desarrolla sus aptitudes, afinca sus ventajas. Y, en con­
secuencia, logra metas de productividad, de especialización y de crecimiento orgánicas, con un
rendimiento óptimo posible.
Pero en un mundo donde la transnacionalización es el factor dominante, las ventajas compa­
rativas ya no tienen una autonomía nacional, sino que se convierten en elementos de la antiestra­
tegia de dominación de las transnacionales. Las ventajas comparativas entran a ser ventajas
comparativas transnacionales. Son ellas, las que en su estrategia escogen las líneas, los campos, las
oportunidades en que deben especializarse y desarrollar sus aptitudes determinados países selec­
cionados de acuerdo con sus estrategia. En consecuencia, se localiza o se relocaliza la producción,
se reorientan las corrientes de inversión y de comercio, se difunde la tecnología, no en concor­
dancia con la autonomía nacional de las ventajas comparativas, sino en concordancia con el
dominio transnacional de esas ventajas comparativas. Las ventajas comparativas radican allí donde
el costo de la fuerza de trabajo, en términos reales, es el más bajo; allí donde son más fáciles las
posibilidades de capturar el mercado; allí donde existen las posibilidades de proyectarse hacia
otros mercados de posible captura; allí donde existen los paraísos fiscales y monetarios, y los
refugios de capital, allí están las ventajas comparativas transnacionales, trátese de Hong Kong, de
Singapur, de Corea, de México, de Brasil o de Venezuela.

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Entonces ¿cómo sobreponer a esta antiestrategia nuestra propia estrategia, la del desarrollo
de nuestras ventajas comparativas? He aquÍ, pues, también una visión crítica de nuestra disyunti­
va.

LA CRISIS SINGULAR DE AMERICA LATINA

El primer tema, porque lo que les dije fue la introducción, lo que quiero plantear a la discu­
si?n, es la crisis regional latinoamericana como Singularización de la crisis global del capitalis­
mo. Es decir, nosotros estamos sumergidos en una crisis global; pero en esa inserción, en esa
sumersión nosotros tenemos nuestra propia crisis; por consiguiente no podemos, lo asomo como
una observación importante, pretender que la solución, cualquiera que sea, de la crisis global del
capitalismo va a aliviar nuestra propia crisis, o va a convertirse en un factor muy favorable de la
solución de nuestra crisis, no obstante el hecho de que la crisis global del capitalismo nos afecta,
evidentemente, en múltiples fonnas. Sin embargo, nuestra crisis latinoamericana tiene relieves
característicos y singulares que la hacen identificar como un fenómeno que tiene sus propias
circunstancias, su propia proyección; y que tiene, por tanto, su propia posibilidad de superación y
no podemos establecer simplemente una relación de causa-afecto: la crisis global del capitalismo,
la crisis particular de América Latina. Esa es una tesis que presento a la discusión: ¿qué es 10
singular de la crisis latinoamericana, por qué es un fenómeno en sí" mismo, que requiere una
propia investigación y, por tanto, una propia estrategia para su superación?

LA CRISIS GLOBAL DEL CAPITALISMO

Pero, para poder entenderla, hay que dar unas pinceladas que nos penniten encuadrar este
fenómeno crítico de nuestra región en la coyuntura general del capitalismo. lIemos hablado de
que el gran proceso de expansión de posguerra en la economía internacional concluyó aproxi­
madamente hacia fines de la década de los sesenta. Así que desde entonces hacia acá, aunque
haya habido recuperaciones transitorias, parciales, más o menos acentuadas, en los últimos 15
años, de esas economías industrializadas o desarrolladas, los factores fundamentales de crisis
continúan operando. En· consecuencia, no se puede asegurar -y los pronósticos han fallado una
y otra vez, como sabemos- que la economía internacional capitalista está en proceso franco y
definitivo de recuperación. No. Sigue en crisis; hay factores de fondo, más allá de 10 simplemente
coyuntural, que están operando, que siguen actuando en el fondo de ese proceso. La mejor

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prueba de eso es el irreductible desempleo de todas esas economías, sin excepción, aunque la tasa
varíe. .
Nunca antes el fenómeno del desempleo se ha convertido en una característica estructural
de la situación del capitalismo, como en estos tiempos. En consecuencia, el desempleo se consti­
tuye en un elemento estructural de crisis. "
El hecho de que no se haya podido reconstituir un orden del poder en el sistema occidental,
es otro signo de crisis. Estados Unidos hace intentos, ¡cómo no!, lo podemos observar. por recap­
turar la hegemonía del sistema occidental. Todo lo que hace Reagan, los tremendismos, la agre­
sividad, la audacia aparente de la política de Reagan, es precisamente el intento de restable­
cer la hegemonía de los Estados Unidos en el sistema occidental, y las contradicciones son
evidentes entre los elementos del poder occidental. La Comunidad Económica Europea trata de
desarrollar su propia estrategia. El Japón trata de desarrollar su propia estrategia, en lo comer­
cial, en lo tecnológico. Lo más reciente que ustedes habrán leído es que se reúnen recursos
tecnológicos, científicos, fmancieros y hasta políticos para emular la conquista del espacio
por los Estados Unidos y la Unión Soviética, en la Comunidad Económica Europea. Es decir,
la vanguardia tecnológica, 10 que pudiera dar la clave del poder, esa tecnología que permite,
por una parte, construir y enclavar misiles, y, por la otra, llevar al espacio artefactos cada vez
más sofisticados, es ahora motivo de contradicción y de emulación entre los elementos del po­
der, 10 cual quiere decir que la hegemonía se fractura. Yeso es un signo de crisis.
Otro elemento, también evidente, es la crisis monetaria. No se ha podido reconstituir un
sistema monetario propiamente tal en el mundo occidental después de 1970. Los esfuerzos que
se hacen, y el más reciente es la reunión que tuvo lugar en Nueva York del Grupo de los Cinco
-ahora son cinco, el poder se concentra más que antes, antes eran 10, después serán tres-, son
para tratar de recomponer el "orden monetario que les permita a todos alcanzar sus objetivos,
si acaso no fueren insuperablemente contradictorios; pues se trata de eso, un modus vivendi
entre los grandes países, los elementos del poder que le permitan al sistema seguir operando de
forma eficiente y asegurar, por consiguiente, la continuidad histórica de esa dominación. El cen­
tro detonante es, precisamente, el valor del dólar.
Pero más allá del valor del dólar está la intención de sustituir al dólar como moneda clave del
sistema, porque el dólar se convierte en un instrumento de poder, y 10 ·ha sido siempre después
de la posguerra, no obstante la crisis del dólar. En consecuencia, la lucha es por reducir el ámbi­
to de acción de ese instrumento de poder o reemplazarlo. Y de eso se trata. Es paradójico que el
valor del dólar se sostenga en base de la confluencia de corrientes de capital de los otros países

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industrializados y también de nuestros propios países. Es paradójico que Estados Unidos se haya
convertido en la gran esponja absorbente de los otros capitales del mundo. Esto sostiene el valor
del dólar, cuando el dólar ha debido caer por gravedad económica natural, dado el déficit co­
mercial, voluminoso y persistente de la economía norteamericana, y dado el déficit fiscal, irre­
ductible, de acuerdo con cualquier criterio que se aplique, del gobierno norteamericano.
De modo que la gravedad económica natural debería determinar la caída del dólar, sin nece­
sidad de intervención de las autoridades monetarias, como lo ha ordenado el Grupo de los Cinco:
hay que reducir el valor del dólar, pero por intervención monetaria, interviniendo en los merca­
dos. Intervención que, como toda intervención, da sus resultados mientras ella exista; pero si los
factores que determinan la sobrevaluación del dólar continúan operando, esa intervención tendrá
que hacerse crónica o más profunda para alcanzar su meta. Apenas se retiren las autoridades mo­
netarias o disminuya la actividad de la intervención, el valor del dólar repunta. Ustedes deben
observar las coyunturas monetarias internacionales.
Otro signo de crisis, por lo que a nosotros nos atañe, es la crisis energética, llamada así a falta
de otro calificativo. ¿Qué significa la crisis energética desde el punto de vista que nos interesa?
Que la base energética del modelo de crecimiento de las fuerzas productivas del mundo occidental
se ha modificado y todavía está en proceso de modificación. Que ese modelo de crecimiento de
las fuerzas productivas, que emergió, se mantuvo y se expandió en el mundo de la posguerra, en
base de petróleo, de petróleo barato, se ha modificado y se sigue modificando, yeso detennina
un reacomodo de las fuerzas productivas, del proceso de crecimiento, de la tecnología, de la
acumulación, de la organización de la producción, de las corrientes de inversión. Ese es también
un signo de crisis, porque la crisis hay que interpretarla, no como catástrofe, sino como un pro­
ceso de reacomodo de una situaéión a otra, de unas condiciones a otras. La crisis es también
transformación; por eso hablo de la crisis global del capitalismo, porque no se trata del hundi­
miento catastrófico del capitalismo, sino de un proceso de reacomodo, de reajuste, de transfor­
mación del capitalismo para sobrevivir.
Porque si algún sistema histórico -dejo aparte en toda esta discusión el socialismo- ha mos­
trado capacidad de supervivencia a base de transformaciones, ha sido el capitalismo. Ha hecho
crisis el sistema de Bretton-Woods, hace tiempo que este sistema hizo crisis. El sistema de
Bretton-Woods era una trilogía operativa institucional o funcional, como quiera llamársele:
Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Acuerdo General de Aranceles y Comercio
(GA TT), en donde se coordinan los instrumentos, las políticas y los recursos monetarios, fi­
nancieros y comerciales. Una trípode que permitió, estimulÓ y auspició el crecimiento del
sistema durante 25 años. Como todo modelo tiene su propia limitación, su propia restricción

13
y su caída. Es una característica de los modelos que crean o generan su propia caída. Y este
modelo de Bretton-Woods, valga la expresión, generó su propia decadencia.
El presidente del Pero, en su discurso en la Asamblea de Seúl, este mismo año -1985- en
que se reunieron el Fondo Monetario y el Banco Mundial, le dio el responso al Fondo Monetario
y al Banco Mundial. Cadáver insepulto. Pero, paradójicamente, revelan vitalidad o tratan de resu­
citar con respecto a nosotros. Es decir, tratan de convertirse, si ello fuese posible, en instrumentos
para lograr de esta parte del mundo una nueva subordinación. De eso hablaremos, si existiera la
oportunidad.

CENTRO-PERIFERIA O ZONAS DE RESERVA DEL CAPITALISMO

Por supuesto, también podríamos sefialar, simplemente sefialar, el crecimiento desigual del
sistema que se ha dado en llamar -yo creo que nadie está satisfecho de esta denominación, y yo
entre ellos no lo estoy- el modelo centro-periferill. Nunca he estado de acuerdo con esta manera
de entender la integración -o la desintegración, si se quiere- del sistema capitalista, como la exis­
tencia de un centro y una periferia. Aún en ese sentido podemos decir que no existe una sola pe­
riferia, que hay un crecimiento desigual de la periferia, que existen periferias, que yo prefiero
llamar zonas de reserva para la expansión del capitalismo. Y el capitalismo las desarrolla. Ya he
sefialado algunas, podrían surgir otras. Es decir, hay una selección de periferias, y entonces el
. centro opera en base de esa nueva organización de sus zonas de reserva. Hasta se ha llegado a de­
cir, como modelo, como paradigma, por qué no seguir el ejemplo de los países del Sudeste asiá­
tico, que han logrado una rápida industrialización, que se han convertido en competidores en los
grandes mercados, que tienen una elevada productividad; y en consecuencia, aplicando los crite­
rios normativos convencionales, son países que están ya próximos a ser calificados como desa­
rrollados. Una selección de la periferia. Y este es también, desde el punto de vista que trato de
mantener, un signo de crisis.
Por supuesto, existe la dicotomía estructural de la economía mundilll Nadie puede dejar de
incorporar a su análisis esta dicotomía. ¿Cuánto de 10 que acontece en la economía mundial se
debe atribuir a la dicotomía estructural, a eso que se ha dado en llamar, o la coexistencia pacífica
o la guerra fría o la emulación de sistemas? Eso tiene una impronta muy profunda en todo lo que
acontece en una y otra parte del mundo, en el Este y en el Oeste, en el Norte y en el Sur, de lo
cual huelga hablar.
Quisiera ahora, sefialar lo que significa para América Latina el proceso de crisis, los límites
del crecimiento latinoamericano de posguerra, porque también crecimos; incluso, aunque parezca

14
paradójico, es también otro rezago histórico, pero en sentido supuestamente positivo. Cuando los
paises industrializados occidentales estaban en recesión, nosotros seguimos creciendo. Los afios
1973, 74, 75, fueron años de expansión para nosotros, fueron afios de recesión para el mundo
industrializado. Cuando el mundo industrializado resurge, con todas las limitaciones y condicio­
namientos. que he señalado para este resurgimiento, América Latina cae. Esto podría abonar la
tesis -yo creo que muy superficial- de que tenemos una dinámica que ya se ha independizado de
la dinámica de los centros, pero no es cierto. Solamente es cierto que las secuelas de la crisis de
los países industrializados se prolongan o proyectan en nuestro propio desarrollo y alcanzan más
allá de su propia operación.

LA DECADENCIA DEL CRECIMIENTO LATINOAMERICANO

Entre los elementos que considero más importantes de esta decadencia del crecimiento la­
tinoamericano, están los siguientes:
1) La crisis de la base primario-exportadora de estas economías. Es decir, no creo que haya
una recuperación, en el sentido sustancial consistente de esta expresión, de las economías prima­
rias latinoamericanas, e incluyo al petróleo; es decir, dicho sea de paso, alentamos teóricamente
también pragmáticamente, la esperanza de separar al petróleo del acervo común de las exporta­
ciones primarias. Decíamos: el petróleo es una mercancía especial; el petróleo tiene una elastici­
dad al ingreso de' la demanda positiva; el petróleo tiene elasticidad-precio, baja; el petróleo no
puede ser sustituido y por eso tiene una proyección creciente; los países petroleros, por consi­
guiente, tienen un comportamiento distinto del resto de los países "de exportación primaria. Ya
sabemos que esas ilusorias observaciones o apreciaciones cayeron, porque el petróleo ha regresado
a ese rasero común de las mercancías deprimidas, de las mercancías manipuladas por la estrategia
de los centros. Huelga mencionar los elementos, los factores, los medios de esta estrategia, para
deprimir y doblegar a los paises petroleros; someterlos al rasero común. ¿Dónde están el estafio
y el cobre, el café y el cacao y el azúcar?
2) También hay que mencionar el agotamiento del potencial de sustitución horizontal de
importaciones. Crecimos eufóricamente sustituyendo importaciones de las manufacturas de que
hablamos, yeso se ha agotado, prácticamente. Claro, se ha agotado ese modelo de sustitución de
importaciones; no se ha agotado la potencialidad de la sustitución de importaciones, pero sujeta
a un nuevo patrón. Ello debe formar parte de una nueva estrategia, de una alternativa de desa­
rrollo. Lo que se ha agotado es el patrón histórico de sustitución de importaciones, que no
sustituye realmente importaciones, sino que nos vincula más a la existencia de capacidad para

15
importar, como condición básica para que este modelo industrialista pueda funcionar. Y como
ese patrón, esa fuente de sostenimiento del modelo está en vías de agotamiento, irreparable,
también el propio modelo está condenado a su agotamiento.
3) Ya hemos señalado, en otro sitio, las modificaciones del modelo transnacional de acumu­
lación: tecnología, financiamiento, comercio, inversiones, en tanto y en cuanto nos afectan.
4) Señalaré ahora, entre los lfmites del crecimiento latinoamericano de posguerra, los dese­
quilibrios acumulativos de los patrones de crecimiento. Este patrón de crecimiento que hemos lla­
mado consumista, o de estilo consumista, es en realidad un patrón de crecimiento subconsumista,
es decir, de creciente subconsumo. En consencuencia, hay un divorcio creciente entre el potencial
de producción y el potencial de absorción. Hay una fractura. El consumismo es la reclusión de la
capacidad de demanda en una minoría cada vez más restringida. Y la exclusión, por consiguiente,
de una mayoría cada vez más amplia. Este desequilibrio va acumulándose; aquí en este país 10
estamos sintiendo en profundidad. Ya el subconsumo no es solamente de bienes manufacturados,
o de bienes no esenciales en general; el sub consumo es, cada vez más, de bienes de subsistencia.
De manera que huelga hablar de este fenómeno de desequilibrio acumulativo como un signo
de la crisis de crecimiento.
5) La creciente concentración monopolítica de la inversión, de la producción, del mercado;
huelga hablar de ~lla.
6) El desempleo estructural, es decir, para nosotros siempre existió el desempleo estructural.
El fenómeno es nuevo, quizás, para los países industrializados; pero para nosotros es ya un fenó­
meno conocido. Hemos venido acumulando desempleo estructural.
El desempleo estructural tiene como característica que se convierte en un desempleo cróni- '
co, irreductible, reacio a las medidas de alivio de carácter coyuntural, o accidental o esporádico,
que se toman para combatir el desempleo. Hemos visto que 'en dos años de nuevo gobierno, según
el propio reconocimiento oficial, en el mejor de los casos, si le damos fe a ese reconocimiento, el
mercado de trabajo apenas ha absorbido el incremento de la oferta de fuerza de trabajo en virtud
del crecimiento de la población.
Pero 10 que existía antes, sigue existiendo. Si no hay reactivación, como se dice, si no es po­
sible en el corto plazo un verdadero proceso de reactivación, los efectos depresivos tendrán que
reflejarse en un aumento del desempleo estructural. Por supuesto, tendríamos que incorporar el
subempleo, que es otro fenómeno estructural, del cual la hipertrofia del personal superfluo o
innecesario de la administración pública es una demostración evidente, lo mismo que la ampliación
y la extensión del sector llamado por los sociólogos -yen el lenguaje convencional- informal, el
crecimiento de ese sector, y más aún, la institucionalización de ese sector, no sólo en Venezuela,

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sino en toda América Latina, porque se trata de institucionalizarlo, de darle carta de incorpora­
ción económica, social y política, y hay planes, programas, para incorporar al sector informal, co­
mo una pieza importante para la reactivación y el crecimiento de la economía.
7) La marginalidad socioeconómica creciente en el campo y la ciudad. Según todas las pro­
yecciones serias, y no es /Ciencia-ficción. ni profecía de catástrofe, la tendencia de la marginalidad
hacia fines de siglo es que el 80 por ciento de la población venezolana será marginal.
8) Lo que pudiéramos llamar la extroversión-monetario financiera de la eco nom l'a. Ahora
somos más extrovertidos que antes desde el punto de vista monetario y financiero. No sólo por
la deuda que nos ata y nos vincula y nos vulnera y noS crea una nueva dependencia, una nueva
subordinación, sino por todos los elementos que conducen a la creciente integración, que nos
conducen a los mercados monetarios y financieros de occidente, del sistema de la economía
internacional. Ya no se puede aislar la dinámica monetaria de cada país nuestro de la dinámica
monetaria del sistema, y la reflejamos con alta sensibilidad. No podemos manejar nuestras tasas
de interés; no podemos manejar nuestros sistemas de cambio; los instrumentos de la política mo­
netaria, que institucionalmente constituyen elementos de controlo de regulación o de estabiliza­
ción, aunque formalmente los tenemos en las manos, su manejo operativo se nos escapa. Esta es la
extroversión monetario-fmanciera. Si deprimimos la tasa de interés se nos escapan nuevos aho­
rros, nuevos capitales se van; de una u otra forma se van. Si manejamos el sistema de cambio, con
supuesta autonomía, se acentúan los efectos desequilibradores, tanto en la economía exterior
como en la economía interior del país. En consecuencia, esta extroversión significa una creciente
pérdida de autonomía o soberanía en este campo.
9) ¿Para qué hablar de eso que podemos denominar las crecientes fracturas en la estructura de
los ingresos? Esas soluciones de continuidad en la distribución del ingreso; no digamos que es
regresiva o progresiva, sino que es discontinua o fracturada; hay vacíos en los estratos; y se han
ensanchado esos vacíos.
10) Huelga hablar de la deuda externa. Tanto se ha dicho sobre ella, constituye una obsesión
de gobiernos, y pueblos, por supuesto. Se cree que la deuda es el principal factor de crisis y que el
pago de la deuda es el principal obstáculo a la reactivación, al crecimiento. Que 10 que hagamos o
dejemos de hacer con respecto al pago de la deuda marcará nuestro destino en los próximos 10
ó 15 años. En consencuencia, una alternativa o una estrategia para el crecimiento, debe pasar por
dentro o por fuera de las horcas caudinas de la deuda.
Se quiere emancipar Alan García, en el Perno Y se quiere emancipar, Brasil. Y otros querrán
también hacerlo; es decir; tenemos que elegir entre crecer o pagar la deuda. Y pagar la deuda pue­
de significar morir, o sea, anular cualquier posibilidad de resurgimiento de las fuerzas productivas.

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Entonces, huelga hablar de que la deuda, cualquiera que sea la versión que tengamos, es un
factor que pesa inmensamente en la escogencia de una alternativa.
Pero, ¿qué es lo viejo y qué es lo nuevo en la deuda? También 10 sabemos. No es que ahora
somos países deudores y antes no 10 fuimos. No hablo sólo de América Latina, no hablo de Vene­
zuela, particularmente. Siempre fuimos deudores. El mundo se divide entre acreedores y deudo­
res; siempre se ha dividido así en los últimos 200 años. Los deudores nunca han dejado de serlo.
Los acreedores nunca han dejado de serlo. La rueda es esa. La deuda genera deuda. Quien cae en
el 'remolino de la deuda es prácticamente imposible que sea rescatado. Es un círculo vicioso. Lo
nuevo es la magnitud del endeudamiento. Lo nuevo es la perentoriedad de los lapsos de venci­
miento. Lo nuevo es el financiamiento de esa deuda a través de petrodólares y eurod6lares. Lo
nuevo es que se ha convertido en un problema mundial; que ha adquirido relieve dentro de la
~strategia internacional. Lo nuevo es que ha dejado de ser un problema de desequilibrio comercial
o financiero para convertirse en un problema de alta política internacional, y la única posi­
qilidad de solución o de tratamiento de la deuda tiene que ser política.

ESTRATEGIAS CONVENCIONALES EN LA REGION

El segundo tema, más rápidamente que el primero porque el tiempo actúa como una res­
tricción insuperable, es que las estrategias convencionales que se han aplicado, o tratado de
aplicar, tiIl América Latina han tenido, como dije al comienzo, su período o etapa de auge y
su período o etapa de decadencia o fracaso. Estamos siempre en búsqueda de caminos; siempre,
diseñando estrategias, siempre buscando la clave para nuestro crecimiento en las mejores con­
diciones. A veces equivocando el camino; a veces factores que hacen que estemos equivocando
el camino. Es más frecuente lo último que lo primero. Hemos ensayado, y ha fracasado, el mo­
delo reformista-desarrollista de la Cepal; la propia Cepal, valga el testimonio de su líder, Raúl
Prebisch, reconoce el fracaso de su modelo reformista desarrollista. El llamado modelo nacional­
revolucionario, que hace más de 30 años se ensayó, por cierto que bajo la conducción del movi­
miento de Paz Estenssoro, en Bolivia, la Revolución Boliviana de principios de los cincuenta,
nacionalrevolucionaria, y el que trató de implantar una vanguardia militar progresista en el Perú;
y el que, en su etapa de renovación, trató de implantar el movimiento llamado de la Revolución
Mexicana. Transformaciones o renovaciones profundas que se propusieron: reforma agraria, re­
forma industrial, reforma financiera, reforma en la distribución de los ingresos, reforma en las
relaciones sociales, incluso, reforma de la propiedad, reforma del papel del Estado, nuevas rela­
ciones de la sociedad con el Estado; todo eso que puede conformar lo que hemos dado en llamar
18
el modelo nacionalrevolucionario, haciendo énfasis en la potencialidad nacional para el desarrollo,
y tratando de ir por un camino relativamente independiente en relación con los factores interna­
cionales de poder.
Sabemos que ahora, el mismo paz Estenssoro trata de aplicar el reverso del modelo, el neoli­
beralismo a ultranza, la seviCia, la tortura, el sadismo que se expresan en eso que se llama la estra­
tegia neoliberal, en Bolivia como paradigma del regreso a viejas formas.
El Estado militarizado. Otro modelo. Desarrollismo seudonacionalista, podríamos identifi­
carlo. Brasil. Sustituido ahora por un nuevo experimento democrático-pragmático cuyo modelo
económico no está bien definido. Fascismo no expansionista, que llamo, para decir que es fascis­
mo recluido en sus fronteras, porque el fascismo de Hitler y Mussolini era expansivo, geopolítico,
proyectado hacia la denominación e incorporación de otros países u otros territorios. Este
fascismo de que hablo, para Chile, Uruguay, Paraguay, es un fascismo no expansionista, del cual
ya Uruguay, se ha emancipado para entrar en un ensayo democrático. Pero Paraguay y Chile
siguen b¡ijo el Estado militarizado fascista no expansionista.
Hemos hablado del neoliberalismo-fondorrwnetarista. Es una contradicción, porque para
que el neoliberalismo-fondomonetarista pueda funcionar conforme al modelo, en su pleni­
tud, tiene que haber un marco de fuena, un marco dictatorial, un marco represivo que reprima
las manifestaciones, explosiones, descontentos, protestas de la desesperación. Pero en un marco
democrático es inconcebible para el funcionamiento del modelo porque esas explosiones y mani­
festaciones afloran y causan consecu,encias, ponen en movimiento fuerzas sociales que obligan a
la reforma del modelo o a su fracaso. Incluso, en el marco dictatorial, el modelo fracasó, como es
el caso de Chile. Entonces ¡.cómo se pretende que en el caso de Bolivia, supuestamente en el mar­
co de un régimen democrático-representativo vaya a funcionar el rrwdelo? O Paz Estenssoro se
convierte en un dictador institucional cautivo del poder económico y militar, o tiene que aban­
donar el programa de neoliberalización que se ha propuesto, con gran júbilo y jolgorio del Fondo
Monetario, de los bancos internacionales y del gobierno de los Estados Unidos.

NUEVAS ESTRATEGIAS EN AcaON

Ya que hablamos de estrategias convencionales, vamos a hablar ahora de estrategias que nos
aproximan al tema de la alternativa. 1) Lo que yo llamo, a falta de cualquier otra denominación
más útil, el socialismo insular, en Cuba. Es insular, no porque sea una isla, Cuba, en donde se ha
establecido el socialismo; sino porque se ha establecido en América y ha quedado allí recluido. Y

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se ha establecido precisamente frente al mayor poder capitalista del sistema, y ha procesado su
propia experiencia. El socialismo insular, ha tenido éxito en gran medida; sí, depende de los
criterios que apliquemos a ese diagnóstico: ha tenido tremendos resultados que nadie desconoce,
ni adversarios ni amigos, en el campo de lo social; es el campo cualitativo más eminente que se
pueda mostrar: el campo de la educación, de la salud, el campo de la conciencia social, el campo
cultural, el campo de las relaciones humanas: el desarrollo social. Quizás podría sefialarse que
aún no ha logrado una transformación real de su base económica, que aún sigue dependiendo de
la exportación primaria; que no ha logrado una verdadera organización de las fuerzas productivas
para un equilibrio económico significativo y permanente. Pero es un proceso en marcha. Y es un
. proceso estabilizado, es decir, no es reversible según todas las indicaciones que podemos tener.
Otro ensayo que sí está en riesgo, que no se ha sedimentado ni consolidado, que está someti­
do a tremendas presiones internas y externas, es el sandinismo, en Nicaragua.
En el caso de Cuba, por decirlo así, la base del poder fue destruida; he aquí lo significativo
de la Revolución Cubana. Para que un proceso de verdadera transformación tenga lugar, la base
del poder tradicional tiene que ser destruida. De allí, el derrocamiento de Allende, en Chile. El
socialismo como una superestructura, pero sin cambio en la base del poder. Y la base del poder
determinó la liquidación de la superestructura. Pero en Cuba sí se destruyó la base ·del poder y
se construyó un nuevo poder. En Nicaragua, parte de la base del poder fue destruida, pero toda­
vía la otra base del poder está allí. Me refiero a que la base militar del poder fue destruida y reem­
plazada por un nuevo poder, pero la base económica del poder que no ha sido destruida y que
está allí, puede ser la contrapartida, la contra-acción verdadera para que este proceso no pueda
tener éxito.
Por eso llamo a ese ensayo la economía mixta en su verdadero sentido. ¿Es posible la coexis­
tencia entre un proceso de cambio profundo y un poder económico tradicional? No creo yo en
esta viabilidad. O se destruye esa base económica tradicional, o la base económica tradicional
termina por destruir el proyecto revolucionario.
Por último -y todo esto es manera provisional de calificar las cosas-, en estas nuevas estra­
tegias en acción, cabe citar lo que denomino la rebelión ante el fondomonetarismo, el Perú. Es
decir, un gobierno supuestamente surgido de un movimiento ya tradicional, convencional como
es el aprismo, pero que se rebela -hasta ahora se ha manifestado así-contra lo que pudiera ser
consistente con lo que el aprismo representa y preconiza; si el aprismo lo identificamos como
una vertiente de la socialdemocracia. La socialdemocracia en el Perú, en su versión aprista, se re­
bela contra el fondomonetarismo; pero la socialdemocracia en Venezuela, no es que no se rebele
en contra del fondomonetarismo sino que practica en gran medida el programa fondomonetarista

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bajo el amparo de una formalidad de que no hemos celebrado convenios ni adquirido compromi­
sos que requieran la intervención del Fondo Monetario Internacional. Pero practicamos una
política, llevamos a cabo una acción, que en esencia es fondomonetarista.
En el Pero, por lo menos, hay el intento de una rebelión. Que tenga éxito, que tenga posi­
bilidades, está por verse; dudo mucho, pero queda como gesto, y muy elocuente, para una Amé­
rica en gran parte postrada, como un acicate para encontrar un camino, aunque sea ese, de la
rebelión ante las imposiciones convencionales del poder.

HACIA UNA NUEVA ECONOMIA SOCIAL

Orientaciones para una nueva economla social, que es lo que nos congrega. Podría sentar al­
gunas bases. Primera. Se habla de reactivación de la economía; y afirmo -porque lo he sostenido
muchas veces- que si se trata de reactivar, es decir, de poner en movimiento lo que ya existe,
como existe y como ha venido funcionando hasta ahora, si de eso se trata, la reactivación no
podrá ser una salida a la crisis. Fatalmente, necesariamente, una tal reactivación conducirá a una
más profunda crisis, a la profundización de la crisis. Nos ilusionamos con que algunas medidas coyun­
turales o parciales o casuísticas puedan reactivar la econom ía. Sí, puede ponerse en marcha la
construcción o repuntar ciertas ramas industriales o programas de aumento del empleo en obras
de infraestructura, de remodelación, conservación, etc. Pero el problema de fondo, que es una
nueva economía social, una nueva situación, un nuevo modo de funcionar y de crecer la econo­
mía y la sociedad venezolana, no se resuelve de esta manera.
Por eso es que sin desconocer o subestimar la necesidad de poner en marcha fuerzas produc­
tivas que están temporalmente detenidas o estancadas, reactivando en sentido dinámico, pero
transformando la aplicación, la ordenación, el encauzamiento de esas fuerzas productivas, es co­
m~ podemos aproximarnos a una salida a la crisis.
Reactivación y tran,sformación en el mismo proceso.
Desde luego esto descansa en una agricultura con una reforma agraria profunda y no simple­
mente una agricultura a la manera empresarial. Una agricultura para la seguridad alimentaria, que
es un problema fundamental de la estrategia. Mientras no podamos lograr seguridad alimentaria
no podemos hablar de una transformación a fondo de nuestra economía. Una industrialización
básica, de desarrollo de nuestros recursos naturales; y aquí hablo también de las ingentes posibili­
dades de industrialización de los hidrocarburos. Soy un convencido, y siempre lo he sido, de que
.una nueva etapa en el desarrollo petrolero, que reemplaze progresivamente a la etapa primario

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exportadora que está en vías de agotamiento, es la integración de una economlá de transform.a~
ció>n, que utilice como materia prima los hidrocarburos y como materia financiera en gran parte
los ingresos que derivamos de esta actividad.
Una industrialización vinculada tanto a la agricultura como a nuestros recursos naturales.
Una industrialización integrada internamente en función de las fuentes de las cuales nos p~
damos abastecer. Pero también, una industrialización concentrada en la producción para la
satisfacción de las necesidades esenciales o básicas de la población: la alimentación, la vivienda,
el vestido, la educación, la salud, la seguridad social. Concentrar las fuerzas productivas y orde­
narlas en esa dirección, lo cual supone romper con los patrones de producción, de tecnología
de inversión, de consumo, de administración y las relaciones sociales que se han venido aplican­
do.
Una nueva concepción del desarrollo que descanse en dos criterios fundamentales: la seguri­
dad y el bienestar. La calidad de la vida como paradigma, no la cantidad del consumo. No simple­
mente el volumen de lo que consumimos, sino la calidad de la vida. La elevación continua de la
satisfacción real de nuestras necesidades y el equilibrio entre necesidad y posibilidad. Ese equi­
librio supone que todos tengamos acceso a las fuentes del bienestar, pero que también todos
podamos contribuir y aportar al sostenimiento y crecimiento de ese bienestar. La autodependen­
cia, que es como se denomina en ese sentido, depender de nosotros mismos, porque mientras no
modifiquemos los patrones de comportamiento y elevemos nuestros propios patrones de compor­
tamiento, como orientaciones de esta estrategia, estaremos siendo dependientes de la peor forma.
La autodependencia y la equidad del desarrollo; es de~r, no se aspira a la igualdad absoluta de
oportunidades, de ingresos, de bienestar, sino la igualdad condicionada, la igualdad relativa, la
igualdad posible, pero que todos podamos participar del bienestar y de la seguridad.
Esto reclama un nuevo patrón de relaciones sociales. No preconizo el estatismo, no quiero
significar con ésto que la solución estriba en ampliar el ámbito de acción y el poder del Estado;
por el contrario, fundamento esto en el desarrollo de la potencialidad social, en el hecho de que
hay fuerzas sociales inéditas que están reclamando un cauce. Hablo de la autogestión y de la
cooperación en todas las instancias, en todas las actividades, no sólo en el campo económico, sino
también en el campo cultural, en el campo institucional, en el campo administrativo. Lá autoges­
tión de todo en lo cual nuestra vida, nuestra actividad y nuestro futuro estén comprometidos.
El Estado, naturalmente, debe ser planificador, el administrador del patrimonio pú blico, el
empresario de las industrias básicas}! de los servicios públicos o sociales. La sociedad, a la que yo
aspiro, por lo menos, es una sociedad plenamente democrática, de trabajadores. En que el dere­
cho al trabajo sea la condición fundamental del equilibrio social. Y que por la misma razón sea

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una sociedad plena de consumidores, también, porque se identifica la condición básica del traba­
jador o productor, con la condición del consumidor. Una sociedad dirigida al consumo, no al
lucro; no una sociedad que tenga como objetivo el excedente no social, sino una sociedad en la
cual el objetivo sea la maximización del bienestar y de la seguridad.
Para que ello sea posible, ¿qué necesitamos hacer? Yo digo: el desarrollo de la conciencia
social; yo digo: la profundización de la necesidad. Para mí, el gran factor es la transfonnación de
la necesidad. Por ello, la gran oportunidad que tenemos de elevar la necesidad a la función de
factor de transfonnación. La necesidad significa toma de conciencia de nuestras posibilidades;
significa toma de conciencia de lo que podamos hacer; significa organización, significa moviliza­
ción; significa, por tanto, en síntesis: lucha. Y para la lucha se requiere: organización, conciencia,
necesidad.
Me dirán ustedes, ¿simplemente movilizando las fuerzas sociales, desarrollando su concien­
cia, vamos a lograr la transfonnación? ¿Y el poder, la realidad del poder, cómo vencer la realidad
del poder? Yo digo, que la movilización de esas fuerzas, y la toma de conciencia de ellas con res­
pecto a la posibilidad de lograr la transfonnación, podrá crear las vías y los medios necesarios
para alcanzar ese objetivo. Y, por estar orientado en esa actitud. Ojalá -es 10 más deseable- que
esa transfonnación sea por la vía de la lucha social padfica, aunque desde luego, hay muchas for­
mas de violencia que no son armadas. La violencia armada es una de las fonnas de violencia; pero
también, una huelga, una manifestación pública, una manifestación pasiva, una resistencia pasiva,
gandhiana -que es una fonna de violencia, acaso la más terrible fonna de violencia-, nos indican
que son inéditas las vías hacia la transfonnación.
Pero, lo único que podemos asegurar, en todo caso es que esa transfonnación es necesaria y
posible. Que sin ella, esta crisis que estamos sufriendo no podrá ser superada. Podremos tener,
¿por qué no? reactivación. El PTB podrá adquirir cifras positivas; podrán notarse ciertos elemen­
tos de actividad económica mayor. Podrá esgrimirse en las cifras estadísticas, éxitos en ese proce­
so. Pero, la crisis de que hablamos, la verdadera crisis no podrá ser solucionada por las vías. que
señala la estrategia convencional.
Tenemos que desarmar los modelos. Yo les presento a ustedes esa alternativa. No les presen­
to una alternativa de un modelo para armar. Ese modelo que se va a armar será la razón de la his­
toria. Será, precisamente, el resultado de la lucha social que estoy seftalando, como necesidad y
como posibilidad.

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