Edison Macias Historia General Del Ejército Ecuatoriano Tomo 3

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 245

HISTORIA GENERAL

DEL EJÉRCITO ECUATORIANO

"EL EJÉRCITO ECUATORIANO Y SU


PRESENCIA PROTAGÓNICA EN LA VIDA
REPÚBLICANA DEL SIGLO XIX”
TOMO 3

CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DEL EJÉRCITO

Tcrn. (sp) Dr. Édison Macías Núñez


EL EJÉRCITO ECUATORIANO Y SU PRESENCIA PROTAGÓNICA
EN LA VIDA REPÚBLICANA DEL SIGLO XIX

TOMO 3

Tcrn. (sp) Dr. Édison Macías Núñez


COLECCIÓN COMPLETA
Isbn-10: ISBN- 9978-92-422-1

TOMO 3

ISBN- 978-9978-92-527-0

Número de Derecho de autor: 027785


Biblioteca del Ejército Ecuatoriano Vol. Nº 21
Levantamiento de texto: S.P. Rosario Villarruel
Corrección y revisión de pruebas: Dr. Édison Macías Núñez
Diagramación: Subp. José García Pinoargote
Fotografías: Sgop. Washington Herrera M.
Dibujos (croquis): S.P. Fabián Enríquez G.
Impresión: Instituto Geográfico Militar
Telf: 2220-360
Tiraje:1000 ejemplares

Quito- Ecuador 2007


EL MILITARISMO EXTRANJERO EN LOS ALBORES DE LA
REPÚBLICA

Antecedentes

Después de haberse disuelto la Gran Colombia, el general venezolano


Juan José Flores fue designado Presidente del nuevo Estado
Independiente. El 23 de septiembre de 1830 una Asamblea
Constitucional aprobó la Constitución del Estado y designó al general
Flores Presidente Constitucional del Ecuador. Gobernar un país que
recién nace a la vida republicana habría constituido posiblemente una
tarea ardua y difícil. Flores lo comprendió claramente. Su Gobierno
pretende respaldarse en la colaboración de ciudadanos y militares
extranjeros, especialmente de estos últimos a quienes concentra en
puestos importantes del Ejército y los llena de privilegios y prebendas
exagerados.

Las asonadas, rebeliones, conspiraciones, cuartelazos y revoluciones


comenzaron a ser parte constitutiva de nuestra inconsistente vida
republicana.

En noviembre de 1830, el general Luis Urdaneta (protagonista de la


independencia de Guayaquil) encabeza una rebelión que tuvo el respal-
do de los batallones "Cauca" y "Girardot"; el escuadrón "Cedeño" y la
Fuerza Naval, comandada por el capitán Leonardo Stagg y por
unidades de Quito y de oficiales con ascendencia como los generales
José María Sáenz, Isidoro Barriga y Vicente Aguirre. El levantamien-
to, según Urdaneta, lo hacía para respaldar al libertador Simón Bolívar,
en aquel entonces gravemente enfermo, en el ocaso de la gloria y al
"pie del sepulcro".

5
FINAL DEL TEXTO DE LA CONSTITUCIÓN DE RIOBAMBA DE 1830 (HIS-
TORIA DEL ECUADOR, Salvat, No. 6)
6
Cuando se produjo la insurrección de Urdaneta, el general Flores se
encontraba en Pasto. El Dr. Fernández Salvador, encargado de la pre-
sidencia por su condición de Presidente del Congreso, afrontó inicial-
mente el levantamiento armado. Cuando regresó Flores a Quito, con-
siderando que su ejército era inferior al de su ocasional adversario,
logró concertar arreglos pacíficos que impidieron un enfrentamiento
armado. El ambiente de paz se consolida cuando se conoció la muerte
del libertador Simón Bolívar. Urdaneta, entonces, desistió de seguir en
la empresa armada. Pero aquella dicisión extrema lo tomó no solo por
la desaparición de Bolívar sino también por la defección de las mismas
unidades que inicialmente le respaldaron, como los batallones "Cauca"
y "Girardot" y escuadrón "Cedeño". Poco después, conjuntamente con
un grupo de jefes, oficiales y tropa, fue eliminado del escalafón del
Ejército y expulsado del país. Fue finalmente fusilado en Panamá.

REBELIÓN DE LOS BATALLONES "VARGAS" Y "GIRAR-


DOT"

El fracaso del general Urdaneta no restauró la paz interna del país:


pronto se suscitaron otras sublevaciones por motivos nímeos e insubs-
tanciales. El 10 de octubre de 1831 se produjo la rebelión del batallón
"Vargas", que guarnecía en la ciudad de Quito. El movimiento sedicio-
so fue protagonizado y dirigido por los clases de dicha unidad. Se
tomaron por asalto el cuartel de la artillería, capturaron a los oficiales,
incluido el general Diego Whitte, Comandante General del
Departamento. Los caudillos argumentaron que el levantamiento
respondía a la desatención de sus necesidades relacionadas con el ran-
cho, vestuario y sueldos. Cuando se atendieron los requerimientos
exigidos depusieron la actitud beligerante y se dirigieron al norte, con
la intención de regresar a su país de origen. Los revoltosos fueron
perseguidos por el general Whitte, pero en las inmediaciones de
Guayllabamba fue emboscado, hecho prisionero y fusilado.

La represión por aquellos hechos delictivos y sanguinarios no se dejó


7
JUAN JOSÉ FLORES, PRIMER PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DEL
ECUADOR (GALERÍA DE PRESIDENTES, Palacio de Carondelet)
8
esperar: el implacable coronel Juan Ottamendi inició la persecución
tenaz y retaliatoria a los sediciosos extranjeros integrantes del batallón
"Vargas", que trataban desesperadamente de llegar a Barbacoas,
población donde fueron capturados y eliminados.

Aquellos acontecimientos antidemocráticos, engendrados por la vio-


lencia, deterioraban el prestigio del general Flores y sus colaboradores
extranjeros. El presupuesto del Estado era exiguo, pero las canongías
de los privilegiados, extremadamente exageradas: el sueldo del
Presidente representaba mil pesos; el de los ministros, doscientos cin-
cuenta pesos, rubros fabulosos para la época, mientras la población se
alimentaba de miseria. La situación económica y social asfixiante dio
origen al surgimiento de una sociedad política, que aglutinaba a
jóvenes idealistas y decididos a combatir el sistema imperante. El
"Quiteño Libre" -así se denominaba la agrupación- estaba constituido
por los generales José María Sáenz y Manuel Matheu; los coroneles
Francisco Hall y Ricardo Wright; los ciudadanos Pedro Moncayo, José
Manuel Murgueitio, Ignacio Zaldumbide, Roberto y Manuel Ascázubi,
Manuel Ontaneda, Vicente Sans y Pablo Barrera.

El 12 de agosto de 1832 se subleva el batallón "Flores" (denominación


que reemplazaba a la del batallón "Girardot"), que estaba de guarnición
en Latacunga y constituido por veteranos de la independencia. La
sublevación fue encabezada por un sargento de apellido Perales y
secundado por un grupo de clases que llevaron al resto de sus compa-
ñeros a cometer actos vandálicos y tropelías de gran magnitud: fusila-
mientos a jefes y oficiales y saqueos a la indefensa ciudad. Después se
trasladaron a Ambato para continuar con los pillajes y asesinatos. El
levantamiento pretextó ser la respuesta y denuncia al gobierno del
general Flores, aunque se vislumbraba que la verdadera causa era
abandonar tierra extraña y regresar con bonanza económica a la verda-
dera patria. Nuevamente, el sanguinario coronel de color Juan
Ottamendi sería el encargado de someter a los sublevados que se
dirigían a San Miguel de Chimbo, para después encaminarse hacia la
9
Costa. En las inmediaciones de Bahía de Caráquez, los revoltosos
fueron ultimados por el feroz Ottamendi, que no respetó ni la vida de
las mujeres que acompañaban a sus seres queridos, como el mismo jefe
militar narraba en un fragmento de su informe: "fueron batidos por la
columna de mi mando, y acuchillados en el campo de batalla setenta
de ellos y cinco mujeres que perecieron en la carga de caballería por
hallarse uniformadas y entre la tropa".

La obstinada persecución terminaría trágicamente, el 13 de septiem-


bre de 1832; es decir, un mes después de haberse iniciado la malha-
dada rebelión.

PEDRO MONCAYO, UNO DE LOS FUNDADORES DEL “QUITEÑO LIBRE”,


PERIODISTA Y POLÍTICO POLÉMICO Y COMBATIVO (HISTORIA DEL
ECUADOR, Salvat, No. 6)
10
UN ARCHIPIÉLAGO DE IMPORTANCIA GEOESTRATÉGICA
CONTINENTAL, INCORPORADO A LA SOBERANÍA ECUATO-
RIANA

El conjunto de islas que posteriormente se denominó Archipiélago de


Colón o de Galápagos fue tomado en posesión por el Ecuador, justa-
mente en la administración gubernamental del presidente Juan José
Flores.

Como antecedentes históricos, las islas fueron descubiertas el 10 de


mayo de 1535 por el obispo español Tomás de Berlanga, constituyen-
do inicialmente uno de los tantos descubrimientos que se hacía en
aquel entonces. El obispo Berlanga las denominó por la belleza y
variedad de la fauna y la flora, Islas Encantadas.

Con el transcurrir del tiempo, durante los siglos XVI y XVII, época en
que asolaban los piratas a las poblaciones costaneras del Pacífico, las
islas fueron refugio obligado de aquellas vandálicas hordas que opera-
ban en el mar.

Posteriormente, por su riqueza ictiológica, constituyeron un centro de


operación de pescadores norteamericanos que se entretenían atrapando ba-
llenas y gigantescas tortugas llamadas galápagos "Los primeros mapas de
estas tierrra oceánicas, según José María Le Gohuir, son los de Dampier,
Rogers y Courtiney, célebres marinos ingleses que las exploraron, cuando
daban la vuelta al mundo, cargados de despojos españoles, durante las inter-
minables guerras entre Inglaterra y la Península." (1)

La admirable variedad de su naturaleza, motivó para que el naturalista


inglés Charles Darwin realizara en 1835, estudios científicos en las islas,
estudios que le permitieron plantear teorías sobre "la selección de las razas
y la evolución de las especies". Asimismo, otros científicos de la talla del
geólogo Teodoro Wolf, recorrieron el territorio insular con el propósito de
satisfacer sus inquietudes investigativas.
11
Este misterioso archipiélago pasó a ser parte de la soberanía del
Ecuador, gracias a la dinamia e interés del general Villamil que orga-
nizó una expedición para explorar las islas y determinar su importan-
cia. Las expediciones se intensificaron a partir de octubre de 1831,
hasta que finalmente el 12 de febrero de 1832 se concretó la posesión
oficial por parte del Gobierno ecuatoriano, mientras ejercía la admi-
nistración (gobernación) de las islas el mismo general Villamil.

Inicialmente, las islas Charles o Floreana (en honor de Flores) y la San


Cristóbal llegaron a una población de hasta 300 habitantes; no
obstante, el aislamiento, la distancia del continente, la dificultad del
abastecimiento entre otros factores, constituyeron limitantes para su
progreso sostenido y halagador.

Pero al archipiélago ecuatoriano no solo le fue reconocido su


importancia por los estudios científicos que podrían realizarse en su
territorio, sino también por su ubicación estratégica que facilitaría la
defensa continental.

En efecto, el diario El Comercio de fecha 13 de junio de 1940 publicó


que Estados Unidos estudiaba la posibilidad de establecer bases aéreas
y navales en Galápagos para la defensa del continente.

Igualmente, cuando Estados Unidos se involucró en la Segunda Guerra


Mundial, la opinión pública ecuatoriana presionaba a su gobierno para
que autorizara el establecimiento de bases navales y aéreas en el
archipiélago de Galápagos.

La importancia estratégica de nuestras islas quedó ratificada cuando el


semanario "Times" de marzo de 1946, hacía notar que no deberá omi-
tirse en "la lista de bases de la marina en el Pacífico, a las islas
Galápagos que han sido motivo de negociaciones extremadamente
sensibles con el Ecuador".

12
GRAL. JOSÉ VILLAMIL, PROPULSOR DE LA POSESIÓN DEL
ARCHIPIÉLAGO DE GALÁPAGOS (HISTORIA DEL ECUADOR, Salvat, No. 6)
13
Pero al margen de lo expuesto, el archipiélago ecuatoriano constituye
también un centro turístico de atracción mundial, a tal punto de haber-
lo la UNESCO catalogado como patrimonio natural de la humanidad.

A mediados de junio de 1833 la situación política era inaguantable, los


adversarios del general Flores entre ellos la Sociedad "Quiteño Libre",
intensificaban la oposición, que alcanzó niveles alarmantes con la elec-
ción de Vicente Rocafuerte a Diputado del Departamento de Quito,
ciudadano prestante y carismático, convertido en el brazo político y
armado de la lucha contra el régimen del general Flores. Cuando el
Congreso aprobó que el Presidente fuese investido de las facultades
extraordinarias, la efervescencia política se hizo más intensa, con los
consecuentes apresamientos, destierros, atropellos y arbitrariedades de
diferente naturaleza.

LA REVOLUCIÓN DEL CORONEL MENA

El 12 de octubre de 1833 surge en Guayaquil un movimiento armado


cuyo líder, el coronel Pedro Mena, tenía pésimos antecedentes igual
que sus conmilitones que lo respaldaban.

"Mena es un fenómeno de iniquidad y perfidia; es embustero, hipócri-


ta, asesino y ladrón; sus crímenes le condujeron a un presidio, al que
fue condenado por dos tribunales de justicia de Caracas. Alegría que
se ha puesto las insignias de Coronel, es el consejero, secretario y
director de Mena; estuvo algún tiempo en la cárcel pública de Caracas
por haberse robado unos novillos de los potreros del Marqués del Toro.
El coronel Oses es un cíclope, un herrero, sanguinario y asesino de
Londoño. El coronel Sandoval es un jugador tramposo, traidor y entre-
gado a la crápala y la prostitución. El coronel Subero es un fatuo,
ambicioso, terco y pegado de su saber en medio de su ignorancia y de
sus vicios. El Comandante Sánchez es profundamente hipócrita y
perverso. El comandante es un ebrio consuetudinario.

14
En fin, todos ellos forman una raza satánica que pasaría muy alto entre
las notabilidades del infierno; todos están de acuerdo en su odio a
Flores, igualmente están en el proyecto de incendiar la ciudad, de
saquear a favor de las llamas, y después irse a Venezuela con el fruto
de sus rapiñas en la misma fragata "Colombia" que tienen en su poder."
(2)

Cuando Rocafuerte conoció el texto de este documento había manifes-


tado: "Confieso que estas palabras me helaron y me quitaron el sueño
toda la noche".

La rebelión de Mena, espúrea e inmoral como sus mentalizadores y sin


gozar del aval popular, tuvo la virtud de impedir el destierro de conno-
tados ciudadanos (entre ellos, Rocafuerte) que se alineaban en la oposi-
ción. Inclusive, el movimiento propició la designación de Vicente
Rocafuerte para la Jefatura suprema del Departamento.

No obstante, inteligenciado de la paupérrima personalidad del coronel


Pedro Mena, el general Flores mediante una carta amenazadora, de
acuerdo con el historiador Cevallos, trató de atraerlo a su causa: "Si
Ud. (dirigiéndose a Mena) no estuviese en esta intención y por el con-
trario pensase en ser enemigo de legítimo Gobierno del Estado y de la
persona que ha depositado en Ud. una suma inmensa de confianza, no
solo le aborrecería como el hombre más pérfido y como a un monstruo
de iniquidad, sino que también le perseguiré hasta el sepulcro…." (3)

ASESINATO DE LOS INTEGRANTES DEL GRUPO


"QUITEÑO LIBRE"

Aprovechando que Flores salió de Quito rumbo a Guayaquil, los


componentes de la sociedad "Quiteño Libre" planificaron tomarse el
palacio de Gobierno.

Los conspiradores no dedujeron que la salida de Flores de la ciudad era


15
de propósito: constituía parte de la celada que había veladamente pla-
nificado. En efecto, en la noche del 19 de octubre de 1833, cuando los
complotados pretendieron iniciar el asalto cayeron en la trampa, sien-
do luego asesinados el coronel Francisco Hall, Nicolás Albán, Camilo
Echanique, José Conde, entre los principales. Sus cadáveres desnudos
amanecieron colgados de los postes del fluido eléctrico, como señal de
advertencia para quienes pretendieran conspirar contra el régimen que
ya tenía las características de inepto, represivo y tirano.

El historiador Pedro Moncayo en un acápite del parte que presenta el


oficial de guardia hace constar: "Señor Coronel Comandante de
Armas.- Comandancia de la Compañía de Carabineros.- Quito, a 20 de
Octubre de 1833. El día de ayer se me ha presentado el Sargento 1° de
la Compañía de mi mando, Segundo Medina, y puso en mi conoci-
miento que había sido gratificado por unos paisanos con la cantidad de
doscientos setenta pesos para revolucionar la Compañía a favor del
partido que formaba "El Quiteño Libre", la cual cantidad la consigno
en mi poder. Esta circunstancia la puse en conocimiento del Sr. General
Jefe del Estado Mayor, cuando pude hacerlo, y le instruí que el indica-
do Sargento avisaría poco antes de la hora citada a los que le habían
comprometido, que ya estaba realizado el plan de amarrarme a mí y a
los Oficiales y que podían libremente apoderarse del cuartel, porque ya
la tropa estaba de acuerdo. Poco antes de que llegase la hora citada,
que era las doce de la noche, hice salir una partida con los oficiales
Fonseca y Sánchez y ocho soldados, a que por la calle de San Francisco
se pusiesen a retaguardia para tomar a todos los que pudiesen escapar
del cuartel; encontraron en San Francisco un grupo de hombres, que al
acercarse a la partida y luego que la reconocieron ser de los
Carabineros, gritaron viva "El Quiteño Libre" e hicieron algunos tiros;
pero huyeron cuando se vieron mezclados entre los carabineros que,
como solo llevaron orden de aprehenderlos, no hicieron uso de las
carabinas, y solo los oficiales con sus espadas los dispersaron, hirien-
do algunos. Cuando llegó la hora en que debía realizarse el plan, con-
tinúa narrando el oficial de guardia, hice salir al Sargento a que hablase
16
con aquellos y en efecto hallándolos ya reunidos en el pretil de la
Catedral les traía a las puertas del cuartel y cuando creí que el plan que
no me había figurado de dejarlos entrar y agarrar a todos, se verificaría
sin derramamiento de sangre, resultó que cuando me reconocieron y
vieron que no me hallaba amarrado como me creían, huyeron hasta la
esquina de la plaza, desde donde hicieron algunos tiros de fusil. Mandé
salir inmediatamente una partida de ocho hombres para que los
cogieran y ésta se vio obligada a contestarles con tiros de carabina y a
dispersarlos valiéndose de la lanza, en cuyo choque murieron cuatro,
que según quienes los han conocido son los ciudadanos Camilo
Echanique, José Conde, Nicolás Albán, un inglés Hall y un negro que
se creyó muerto resultó vivo".

"Después de esto, hice salir algunas partidas que recorriesen las calles
inmediatas y las salidas de la ciudad y que también cuidasen que no se
perjudicará a nadie, pues que podrían encontrarse gente por las calles
y regresaron cumpliendo con sus comisiones y dejando a la ciudad en
gran tranquilidad". Continúa el oficial de guardia en su informe: "al dar
parte de semejante acontecimiento, he mezclado la gloria de ver bien
puesta la dignidad del gobierno, con un escarmiento tan público, con el
sentimiento de la sangre que se ha derramado y sin haber podido evi-
tarlo, pues en aquel mismo acto mandé reunir la tropa a su cuartel por
evitar mayores males, e inevitablemente sucedieron las muertes que he
indicado.- Todo lo que aviso a U.S. en cumplimiento de mi deber.-
Dios guarde a U.S.- Juan Rodríguez.-" (4)

El parte militar es elocuente. El general Flores y sus subalternos se pro-


pusieron poner en ejecución un plan criminal y traicionero: acallar la
voz de quienes se oponían y desafiaban la autoridad del Gobierno de
turno, sin reconocer que sus víctimas con la valentía y decisión de ver-
daderos mártires, luchaban por sus ideales y la dignidad de la patria.

El general venezolano, para defenderse de las graves acusaciones que


hacía de su gestión administrativa el "Quiteño Libre", mandó impri-
17
mir -sin comprometer el aval del Gobierno- hojas volantes como:
"Gacetas del Ecuador", "El Amigo del Orden", "Armas de la Razón",
"El Nueve de Octubre", "El Trece de Febrero" y "El Investigador", en
las que defendía su administración y atacaba a sus "detractores". Pero
a pesar de todas las refutaciones gobiernistas, el pueblo se convirtió en
el juez supremo y emitió su veredicto: gobierno incapaz, corrupto y
arbitrario.

CRNL. FRANCISCO HALL, DE ORIGEN INGLÉS, UNO DE LOS CABECILLAS


DEL GRUPO “QUITEÑO LIBRE”, ASESINADO POR TROPAS DEL GENERAL
FLORES (DICCIONARIO DEL ECUADOR, Efrén Avilés Pino)
18
REVOLUCIÓN DE LOS CHIHUAHUAS

Para sostener el levantamiento de las unidades de Guayaquil liderado


por el coronel Mena, salió de Quito el general Flores con el propósito
de someter a los seguidores de Rocafuerte; fue entonces cuando el
coronel Pedro Mena y sus "compinches" pretendieron abandonar la
ciudad de Guayaquil en la fragata "Colombia", intenciones que fueron
denunciadas por lo cual, mediante una acta, se exigía del Comandante
en Jefe organice la defensa de la ciudad. Pero las fuerzas que se
opondrían al ejército del general Flores eran neófitas, insuficientes y
dirigidas por oficiales sin ascendencia profesional y faltos de expe-
riencia en el comando de tropas.

El mando del ejército de los "Chihuahuas" estaba constituido por el


coronel Pedro Mena, Comandante en Jefe de la plaza, y los coroneles
Francisco Elizalde, Francisco Lavayen, Tomás Wrigth, Agustín
Alegría, Guillermo Merino, Rafael Merino, Guillermo Franco y
Agustín Franco. El 18 de noviembre de 1833, al ejército del general
Flores se incorporaban los temibles lanceros del coronel Ottamendi
que provenían de Sabaneta. El coronel Mena había destacado en
Babahoyo una unidad de 100 hombres, al mando del coronel Oses, del
comandante Petit y de Roberto Ascázubi. El coronel Ottamendi llegó a
dicha población en la noche del 20 de noviembre, se enfrentó a los re-
volucionarios y luego de breve combate sometió, hizo prisionero y
dispersó al resto de facciosos. Las tropas floreanas concentradas en
SAMBORONDÓN estaban comandadas en la mayoría por oficiales
extranjeros: general Juan José Flores, Comandante en Jefe; general
Antonio Farfán, Jefe del Estado Mayor; coronel Juan Ottamendi,
Comandante de la vanguardia; además de los coroneles José Miguel
González, Miguel Hernández, Manuel Guerrero, Juan Bautista Pereira
y Bernardo Daste; los tenientes coroneles Manuel Tamayo y Venancio
Artajona.

El general Flores inició la marcha hacia Guayaquil partiendo de


19
SAMBORONDÓN, tomó el itinerario BARRANCA-ESTANCIA
VIEJA-RÍO DAULE-MAPASINGUE. A este último punto llegó el 21
de noviembre.

El coronel Galo Chacón, en su estudio de la "Batalla de Miñarica" des-


cribe: "Los "Chihuahuas" organizan la defensa reforzando las ventajas
topográficas de la zona, los cerros que corren de occidente a oriente
ubicados al norte de la ciudad; el río Guayas al oriente y al sur del
Estero Salado, que desde el Morro alcanza las estribaciones de Santa
Ana, constituyen un valioso obstáculo natural en el lado occidental.

La artillería se ubica en Puerto Liza y los Baños; patrullas de seguri-


dad a lo largo del Estero Salado.

El 24 de noviembre se iniciaba la operación contra Guayaquil. El coro-


nel González dirige las acciones iniciales, luego las tropas de Farfán y
Ottamendi flanquean el cerro y atraviesan el Estero Salado para atacar
a la ciudad por el occidente; Flores ataca por el cerro de Santa Ana y
la Atarazana; ambas columnas casi sin combatir, toman la ciudad. El
coronel Mena traiciona la revolución y con su familia y un rico botín,
huye abandonando a sus tropas".

Para evitar la feroz retaliación del general venezolano, Rocafuerte se


refugia en el buque inglés "Fairfield".

Después abordaba la fragata "Colombia" donde se encontró con Mena


y sus oficiales de confianza. Las bajas de los " Chihuahuas ", en la
toma de Guayaquil, se estimaron en 70 muertos y 140 heridos; de las
tropas de Flores, 16 muertos y 30 heridos.

El 2 de diciembre el general Flores por intermedio de su secretario


general, coronel José Miguel González, hacía conocer a los gobiernos
de las naciones del Pacífico que la Fragata "Colombia" había sido
declarada "pirata", y como tal merecía el tratamiento respectivo. Pero
20
la réplica de Rocafuerte fue terminante: el 20 de diciembre hizo cono-
cer a los cónsules de Estados Unidos y de Inglaterra acreditados en
Guayaquil, que el bloqueo del Puerto Principal se había puesto en
ejecución. En ese plano, Rocafuerte estaba en ventaja: la fragata
"Colombia" era de las más poderosas de aquel entonces y se sumaban
a esa unidad naval seis lanchas cañoneras y goletas convenientemente
armadas, capaces de sostener el bloqueo, mientras que Flores disponía
de una débil fuerza naval, que le impedía hacer frente a la flota de los
"chihuahuas".

Asimismo, los elementos que se oponían al poder del general


venezolano, conformando patrullas de guerrillas y desplazados
estratégicamente, complementaban el control de las tropas del general
Flores sitiadas en Guayaquil.

La isla de Puná se convirtió en el cuartel general de los revoluciona-


rios, con las consiguientes molestias que significaba para la isla abaste-
cer, por las buenas o por las malas, al ejército de Rocafuerte.

En la noche del 18 de enero la fragata "Colombia" navegó hacia


Guayaquil, protegiendo a las tropas de desembarco comandadas por el
teniente coronel Agustín Franco. Desembarcaron en el barrio "Las
Peñas" y después de un enfrentamiento de casi una hora de duración,
lograron hacerse de varios prisioneros antes de regresar a su cuartel.
Otros combates sin mayor incidencia en el resultado final de las opera-
ciones, se suscitaron en el río Daule, "Las Cruces" y "Matanzas". Entre
tanto, Rocafuerte había viajado al Perú con la finalidad de solicitar
ayuda, pero como ésta no se concretó tuvo que regresar a Puná con la
decisión de continuar la lucha con los medios disponibles.

EL RETORNO DE LOS EMIGRANTES DESDE NUEVA


GRANADA

El odio a Flores y su camarilla iba peligrosamente generalizándose.


21
"Ecuatorianos que habían emigrado a Nueva Granada luego de la
masacre de la noche del 19 de octubre de 1833, incentivados por los
enfrentamientos suscitados en Guayaquil, organizan un grupo armado
para retornar al país. Entre los principales cabecillas de esta nueva
fracción revolucionaria destacaban: el general José María Sáenz,
Manuel Ascázubi e Ignacio Zaldumbide. (5)

GRAL. ANTONIO MARTÍNEZ PALLARES, MINISTRO DE GUERRA DEL


GENERAL FLORES, COMBATIÓ A LOS EMIGRADOS (LA GENTE DE QUITO
ENTRE 1790 - 1950, Fernando Jurado)
22
De las actividades que realizaban Sáenz y sus partidarios en el norte,
conocía el general Antonio Martínez Pallares, como revela en carta de
fecha 2 de abril de 1834 enviada al presidente Flores: "Tienen reunidos
90 hombres de los desertores y siguen reuniendo hasta completar 500,
con los cuales piensa invadir el Estado. También hay cartas que dicen
sea esta la vanguardia de las tropas que de Popayán debieran salir a las
órdenes de Obando".

Lo expuesto últimamente por Martínez Pallares, se respaldaba quizás


porque el gobierno del general Flores sospechaba una incursión arma-
da granadina encabezada justamente por José María Obando, pues éste
y otros militares norteños como el general Hilario López facilitaban e
inclusive formaban e instruían grupos milicianos de los emigrados del
"Quiteño Libre", que se aprestaban a regresar al Ecuador.

En abril de 1834 ingresaron al país 200 hombres, aproximadamente.


En Quito los esperaban José Félix Valdiviezo, Manuel Gómez de la
Torre y el Dr. Vicente Flor. Para ayudarlos militarmente se organizó, al
mando del coronel Francisco Montúfar, un grupo armado que luego se
dispersó en los alrededores de Tabacundo.

COMBATE DE PESILLO

La columna que venía desde Pasto, comandada por el general José


María Sáenz -hermano de Manuelita Sáenz y destacado oficial de
Bolívar- cuando se encontraba en la jurisdicción de la provincia de
Imbabura fue denunciada por su gobernador. El general Antonio
Martínez Pallares, en aquel entonces Ministro de Guerra del general
Flores, partió comandando una unidad de elementos céleres
(caballería) e infantería con la misión de detener y destruir a la colum-
na "invasora".

El 23 de abril de 1834, en el sector de Pesillo, al sureste de Otavalo, las


tropas profesionales del general Martínez Pallares sometieron a los
23
reclutas del general Sáenz, y sin respetar las legislaciones de la guerra
fueron ultimados, inclusive quienes se habían rendido.

Respecto a esta acción de armas, en el parte elaborado por el general


Martínez Pallares consta: "Fue rodeado (el general Sáenz), aunque
ocupaba una posición donde no podía atacarle la caballería. Sin
embargo, ésta cabalgó a galope. Los revoltosos se replegaron a la
altura de Pesillo, casi inexpugnable; los jinetes de Guerrero (Manuel)
echaron a pie y acometieron con sus lanzas. En aquel momento, como
los enemigos se defendían con el más grande vigor y nuestras tropas
salieron dispersas en esta maniobra, la victoria vaciló por un instante,
hasta que el intrépido coronel Guerrero, con algunos oficiales y solda-
dos los cargaron denodadamente…. obteniendo un triunfo completo,
resultando veinte muertos de los enemigos, contándose entre ellos en
clase de oficiales, José María Sáenz, Ignacio Zaldumbide, Vicente
David y Rafael Arboleda, dos heridos y 16 prisioneros…"

Se conoce que el general Sáenz luego de rendirse y ser tomado pri-


sionero, fue ultimado por un oficial de apellido Cárdenas, quien días
después fue también dado de baja en una emboscada.

El desastre de Pesillo se debió fundamentalmente al conocimiento


detallado que tenía el general Martínez de la composición, el poco
entrenamiento y la aproximación de los emigrados; además, éstos no
fueron reforzados por otro grupo complotado que se dispersó sin asis-
tir a sus compañeros provenientes del Norte. Por lo demás, estaba
seguro el general Martínez que los emigrados tenían conexiones con
militares neogranadinos, como hizo conocer en un fragmento de una
carta enviada al presidente Flores: "Sáenz y Ascázubi, antes de salir de
Pasto han escrito al general Santander anunciándole la venida y dicién-
dole, el primero, que venía a buscar la muerte o a librar su patria de la
facción que le oprimía; y encareciéndole darle un asilo (a Sáenz) en
caso de sufrir algún infortunio". Por esa razón creía el general
Martínez, que con el triunfo en Pesillo desbarató los afanes de grupos
24
adversarios del gobierno floreano, de crear el caos, la incertidumbre y
la sedición en el Ecuador.

GRAL. JOSÉ MARÍA SÁENZ, ULTIMADO EN EL COMBATE DE PESILLO


(DICCIONARIO DEL ECUADOR, Efrén Avilés Pino)

25
El 12 de junio de 1834 se redactó en Ibarra una acta contraria al régi-
men, dos días después le secundó Otavalo con la suscripción de otro
documento que según el historiador Fermín Cevallos, era para "procla-
mar Jefe Supremo a Dn. Vicente Rocafuerte y Jefe Civil y Militar al
Dr. José Félix Valdivieso, oponiéndose a ellos los señores Teodoro
Gómez de la Torre y el señor Vicente Flor". Pero al margen de aquel
supuesto nombramiento se conoció la designación de Jefe Supremo en
la persona del Dr. José Félix Valdivieso, ex Ministro de lo interior del
general Flores. Es decir, el país tenía dos Jefes Supremos: Rocafuerte
y Valdivieso.

La existencia de las dos máximas autoridades en Quito y Guayaquil y


las incongruencias y confrontaciones políticas de estas dos grandes
ciudades, originaron factores de disociación y desunión que, años más
tarde, engendraría en el país el pernicioso fantasma del regionalismo,
que tan negativamente ha incidido en nuestra vida republicana.

LA ALIANZA FLORES - ROCAFUERTE

Ante aquel panorama incierto y sombrío, decidió el general Flores


eliminar a Rocafuerte para orientar su esfuerzo a un solo frente: sofo-
car los movimientos revolucionarios de la sierra.

El comandante Ponte había recibido la orden de capturarlo en el cam-


pamento de la Isla Puná. La noche del 18 de junio e 1834, mediante
audaz golpe de mano, fueron capturados y conducidos a un cuartel de
Guayaquil el caudillo Vicente Rocafuerte y los coroneles Wright y
Lavayen. La primera intención de Flores fue eliminar a su adversario,
pero la reflexión y la astucia lo hicieron desistir del intento: Rocafuerte
tenía gran ascendencia en el Congreso, influencia en familias impor-
tantes de Guayaquil; su muerte le traería solamente más problemas.
Concibió entonces que la solución sería: aliarse a su peligroso adver-
sario.

26
Las conversaciones y tratativas que pretendían concretar la nueva
alianza se desarrollaron en la misma cárcel. Después de entrevistarse
con el ilustre prisionero, el general Flores confió al general Bernardo
Daste, Vicente Ramón Roca y el coronel José Miguel González para
que lo visitasen en su celda y lo convencieran que acepte las propues-
tas planteadas.

Con tantos argumentos, consejos, recomendaciones y ofrecimientos se


encontraba Rocafuerte frente a un gran dilema: aceptar o negar la
proposición del general Flores. Si no lo hacía, la lucha contra el gene-
ral venezolano y el Dr. José Félix Valdivieso, designado Jefe Supremo
de las provincias centrales y del norte, se prolongaría sin ningún éxito.
Pero si aceptaba unirse al general Flores se libraría de las presiones y
deslealtades del ambicioso coronel Mena, anularía la proclamación del
doctor Valdivieso, propiciaría la unidad y la reestructuración política
de la nación y aceleraría el final de la sangrienta guerra civil.

Rocafuerte, como dudaba de la palabra de Flores, previa la aceptación


de sus ofrecimientos exigió la firma de una acta que legalizara el
entendimiento que estaba por concretarse.

El convenio oportunamente legalizado perseguía dos objetivos funda-


mentales: concretar la coalición de dos personajes antagónicos, con el
respaldo de la concesión de amnistías para sus respectivos seguidores;
y presentar un frente común de lucha al Dr. José Félix Valdiviezo, en
el caso de negarse aceptar la invitación de transigir y deponer sus
"ambiciones políticas" en beneficio de la paz del país.

La firma del convenio motivó otras consecuencias complementarias: la


libertad de Vicente Rocafuerte; la destitución del coronel Mena del
mando de la fragata "Colombia" (fue reemplazado por el coronel
Subero); el malestar y la censura de los propios compañeros de lucha
del caudillo guayaquileño, que no creían en la palabra de Flores y
desaprobaban tal alianza. Entonces, para desvanecer las dudas y ase-
27
gurar el cumplimiento del convenio suscrito, se exigió de Flores la
firma de otro documento más explícito y completo que el anterior, en
el que constaba que Rocafuerte sería el Jefe Superior del Departamento
del Guayas; se designaba las unidades que guarnecerían dicha plaza; se
ratificaba el respeto de las funciones y derechos de los oficiales y per-
sonal de tropa y se decretaría la prohibición de ejercer persecuciones o
retaliaciones en contra de los partidarios de quienes suscribieren el
convenio. Este documento fue firmado el 19 de julio de 1834.

ANTAGONISMO AL MÁS ALTO NIVEL

Entre tanto, las tropas que en Imbabura proclamaron Jefe Supremo al


Dr. José Félix Valdiviezo, avanzaban hacia Quito al mando del coronel
José María Guerrero. La ciudad sitiada fue defendida por el general
Antonio Martínez Pallares. Las tropas revolucionarias, convencidas de
tener controlada la situación, se reunieron conjuntamente con ciu-
dadanos prestantes de la ciudad, en el Convento de San Agustín, para
desconocer la autoridad del general Flores. Posteriormente, el pueblo
de Quito confirmó la Jefatura Suprema del Dr. José Félix Valdiviezo,
quien -por enfermedad del coronel Guerrero- confió el mando de sus
tropas al general Isidoro Barriga. El 25 de agosto, el departamento del
Azuay respaldaba, subordinándose, la decisión de Quito a la jefatura
del Dr. José Félix Valdiviezo.

Con la alianza Rocafuerte -Flores, éste como Jefe del Ejército, aquél
como Jefe Supremo y con la proclamación del Dr. José Félix
Valdiviezo en Quito, se establecían dos grupos político-militares
definidos: los llamados "Restauradores" (Valdiviezo) y los
"Convencionales" (Flores).

Los dos caudillos -sin deponer sus intereses- hacían mutuamente lla-
mados a la concordia, pero su actitud irreflexible obstaculizaba
cualquier vía de solución pacífica. Sin embargo, acordaron la cele-
bración de una conferencia en la ciudad de Babahoyo que debía ini-
28
ciarse a partir del 4 de agosto. El general Flores estuvo representado
por José Joaquín Olmedo y Fernando Vivero; el Dr. Valdiviezo, por los
señores Pablo Merino y José Miguel Carrión. Al término de la reunión
las dos delegaciones no llegaron a ningún acuerdo; consecuentemente,
se hacía inevitable la continuación de la guerra civil.

DR. JOSÉ FÉLIX VALDIVIEZO, JEFE SUPREMO DE LAS PROVINCIAS CEN-


TRALES Y DEL NORTE (DICCIONARIO DEL ECUADOR, Efrén Avilés Pino)
29
El 10 de septiembre, una vez concluido el período constitucional del
general Flores, se convocó a una Junta Popular para que se pronuncia-
se por aquel que debía ejercer el Mando Supremo.

Dicha dignidad recayó en la persona del Sr. Vicente Rocafuerte, que de


inmediato se propuso entrar en conversaciones conciliatorias con el
general Isidoro Barriga, que representaba el poder militar del interior
de la República. Para efectivizar el acercamiento propuesto designó su
representación que expuso una lista de argumentos que fue rechazada
por la parte contraria. En efecto, Vicente Rocafuerte proponía el retiro
del ejército del general Barriga del departamento de Guayas, para faci-
litar la elección de diputados a la Convención correspondiente. No
obstante, el Dr. José Félix Valdivieso contrarreplicó manifestando que
el ejército se retiraría siempre que su gobierno fuese reconocido, y
complementó la propuesta sentenciando la salida del general Flores del
Ecuador "hasta cuando se restituyan los pueblos, por ser su permanen-
cia muy peligrosa al país por el influjo que conserva aún sobre las
tropas que sostuvieron su causa." (6)

En definitiva, aunque Rocafuerte ostentaba el Mando Supremo, el ge-


neral Flores - ya concluido su período presidencial- continuaba ejer-
ciendo influencia y era considerado el General en Jefe del Ejército; los
planteamientos presentados por los comisionados de Rocafuerte y del
general Barriga no eran coincidentes, en cambio, representaban los
intereses e imposiciones de las dos partes; por tanto, el entendimiento
civilizado y serio se hacía imposible: la única salida para hacer
prevalecer criterios tan disímiles e incongruentes era el enfrentamien-
to armado.

Vicente Rocafuerte, después de analizar la situación imperante, se


aprovechó de una resolución del vecindario de Guayaquil para poner al
frente del Ejército al general Juan José Flores, de conformidad con un
acuerdo propuesto por ciudadanos prestantes del Puerto Principal. Con
el nombramiento de Flores para el Comando del Ejército del departa-
30
mento del Guayas, Rocafuerte adhería a su causa un jefe de reconoci-
da capacidad militar y en quien recaería la responsabilidad de conducir
la campaña en contra de las tropas del general Isidoro Barriga.

La resolución de los ciudadanos de Guayaquil fue la siguiente:

"1° Que S.E. Jefe Supremo haga uso de la fuerza armada para repeler
la obstinada y escandalosa agresión de Quito;

"2° Que el general Juan José Flores, como más antiguo y de mayor
graduación, se coloque a la cabeza de ella con este mismo fin,
subordinado a la autoridad suprema instituida en el Departamento;
y,

"3° Que para notificar este acuerdo al Sr. General Flores, se le dirija
una comunicación".

LA BATALLA DE MIÑARICA

Acciones preliminares

Después de asumir la Jefatura Suprema de las provincias del litoral y


designado el general Flores Comandante en Jefe del Ejército,
Rocafuerte planifica la campaña que habría de orientar hacia el inte-
rior de la República, para someter a las fuerzas del general Barriga.
Paralelamente expidió leyes y decretos tendientes a moralizar el país;
afianzó su autoridad en todo el Departamento del Guayas, con la paci-
ficación de Daule y de Manabí que respaldaban al gobierno del Dr.
Valdivieso; decretó el servicio de las armas para todos los ciudadanos
cuya edad fluctuare entre los dieciséis y cincuenta años; creó una junta
de sanidad para combatir las pestes y enfermedades tan comunes en
aquel entonces; es decir, con esta manera de tomar decisiones y de
obrar criteriosamente consolida el reconocimiento de su Jefatura.

31
Entre tanto, la gestión administrativa del Dr. Valdivieso a favor de las
masas populares era totalmente nugatoria; inclusive, algunos sectores
ciudadanos se inclinaban por la designación de otros candidatos para
reemplazarlo. ¡Qué decir del Ejército!. Entre sus integrantes cundía la
incertidumbre, desconfianza, indisciplina y deserciones motivadas por
el impago de los haberes, la desatención en el vestuario, alimentación
y otras necesidades propias del soldado. Además, era notoria la inamis-
tad y distanciamiento entre el general Aguirre, Ministro de Guerra, y
el general Barriga, Jefe del Ejército de Quito.

ORGANIZACIÓN DE LOS EJÉRCITOS LITIGANTES

1. Ejército "Convencional"

1.1 Comando

- Mando: Gral. Juan José Flores.


- Ayudante: Crnl. José María Urbina

1.2 Estado Mayor:

- Gral. Antonio Uscátegui;


- Gral. Antonio Morales;
- Gral. Antonio de la Guerra; y,
- Gral. Ricardo Wright (Cdte. de la infantería).

1.3 Unidades de combate

- Batallón "Volteadores" N. 1
- Batallón de caballería (Cdte. Gral. Juan Ottamendi)

32
33
2. Ejército "Restaurador"

2.1 Comando

- Mando: Gral. Isidoro Barriga


- Jefe de E.M.: Gral. Antonio Elizalde

2.2 Miembros del E.M.

- Gral. Vicente Aguirre;


- Gral. Manuel Matheu;
- Gral. Francisco Madrid; y,
- Crnl. N. Oses.

2.3 Unidades de Combate

- Batallón "Restaurador";
- Batallón "Pichincha";
- Batallón "Guayas";
- Batallón "Azuay";
- Brigada de Artillería;
- Unidad de Caballería.

Aparentemente el potencial del ejército del general Barriga (2000


hombres) era superior al de Flores (900 hombres), pero analizando el
cómputo de los potenciales cualitativos se establece que los comba-
tientes del ejército "Restaurador" eran neófitos en el arte de la guerra,
indisciplinados y con un criterio paupérrimo del cumplimiento del
deber, en contraposición de las tropas de Flores que tenían experiencia
de combate, mayor contextura espiritual y un aspecto desequilibrante a
su favor: mejores y experimentados mandos, especialmente en el
general Juan Otamendi, cuya temeridad, crueldad y eficiencia en com-
bates anteriores habría de constituir una acción sicológica en contra de
sus adversarios.
34
35
Todos aquellos inconvenientes presionaron al general Barriga a pre-
sentar la dimisión de la Comandancia en Jefe del Ejército
"Restaurador", solicitud que le fue negada por el Dr. Valdivieso.

El general Flores había ocupado la ciudad de Guaranda, desde donde


ordenó al general Uscátegui que al frente de una columna marche hacia
el departamento del Azuay, ya desguarnecido por la salida del ejército
"Restaurador" y la insurreccione a su favor. La ocupación de Flores
hizo presumir al general Barriga que aquel encontraría la ruta abierta
hacia la capital de la República, por lo que se apresuró a movilizar,
desde Riobamba, sus unidades compuestas de alrededor de dos mil
hombres, reclutas en la mayoría, para ocupar la ciudad de Ambato y
taponar las vías de aproximación que presumiblemente aprovecharía
su adversario. El 6 de enero el general Flores iniciaba la marcha hacia
Ambato. Este movimiento reforzó la idea de maniobra que había con-
cebido el general Barriga de acuerdo con lo expuesto en un fragmento
de su parte de guerra: "En aquel mismo día (9 de enero de 1935)
emprendí la campaña marchando con el Ejército a San Andrés y al
siguiente a Mocha, donde me situé hasta tener noticias ciertas del
movimiento de los enemigos, pues había determinado atacarlos en su
trámite por el páramo del Chimborazo, calculando que tomarían el
camino del Arenal Grande; mas, habiendo salido el siete, aunque de un
modo dudoso por falta de buen espionaje, sabiendo que se dirigirían
por el arenal a Pilahuin para posesionarse de las villas de Ambato o de
Latacunga; por Pucotagua con el objeto seguramente de interponerse
entre el Ejército y la Capital, marché a Huachi habiendo ratificado a las
autoridades de aquellos cantones que mantuviesen continuas comuni-
caciones conmigo y que diesen aviso de los movimientos del enemi-
go." (7)

El general Barriga, por falta de información oportuna, dedujo que las


tropas de Flores avanzarían flanqueando el Chimborazo por los
páramos del este; pero, en realidad, el movimiento de las tropas "con-
vencionales" se realizó por el eje Guaranda - Pilahuin, burlando de esa
36
manera la planificación y el dispositivo de los "restauradores". Es más,
el general Flores concibió la ejecución de una finta para engañar a su
contrincante: hizo pasar la voz que, desde Pilahuin, reiniciaría la mar-
cha hacia Latacunga, pero paralelamente mueve la columna con direc-
ción al norte. Después de algunas horas de marcha regresa por la ruta
de Quisapincha y entra en la semidesguarnecida ciudad de Ambato.

Esta maniobra desconcierta al general Barriga, que reconoce el engaño


del que fue objeto: "Por la imprudencia de mis espías, debido a las
opiniones hostiles de los pocos vecinos de Ambato, marché a
Latacunga y mientras yo practicaba este movimiento, el enemigo
dirigiéndose por Quisapincha tomó posesión de Ambato y nos alista-
mos en la tarde del 16, mediando el río entre ambos".

El 17 de enero los dos ejércitos litigantes concordaron una entrevista para


celebrar un tratado de paz, que incluía que las tropas de Flores debían reti-
rarse a Santa Rosa y las de Barriga, permanecer en Ambato. Sin embar-
go, este convenio de paz duró apenas unas cuantas horas. El general
Barriga, presionado por algunos de sus jefes y oficiales que le exigían
desobedecer la tregua y presentar combate de inmediato, so pena de sufrir
deserciones y actos de indisciplina, tuvo que, muy a pesar suyo, romper
el convenio como él mismo admite: "No obstante de las poderosas
razones en que me apoyaba no pude convencer a hombres que habían
perdido no solo la moral, pero hasta la vergüenza y que acabando de rela-
jar completamente la disciplina militar con tan funesto y escandaloso
ejemplo, no me dejaban otro arbitrio que el de abandonar el mando y mar-
charme a la capital, o librar una batalla con todas las posibilidades de un
revés. Mi situación efectivamente era violenta y comprometida. En tan
azarosas circunstancias en que mi separación habría podido causar la di-
solución del Ejército, ahogando mis sentimientos de honor y de buena fe,
acordé con los señores generales Aguirre y Matheu, dar noticia anticipa-
da al jefe enemigo de haberse roto la tregua y tuve a mi pesar que ceder
al torrente revolucionario y prepararme con semejantes elementos a com-
batir con un enemigo audaz, hábil y emprendedor".
37
GRAL. ANTONIO MORALES, INTEGRANTE DEL ESTADO MAYOR DEL
GENERAL FLORES EN LA BATALLA DE MIÑARICA (DICCIONARIO DEL
ECUADOR, Efrén Avilés Pino)
38
De lo transcrito se puede entrever: el pesimismo del general Barriga
respecto al resultado del combate que estaba próximo a desarrollarse;
la repulsa que siente por algunos de sus oficiales es tan extrema que
hasta pretende separarse del mando del Ejército "Restaurador"; su
honor militar se exterioriza en la negativa infructuosa de romper una
tregua legalmente concertada.

DESARROLLO DE LA BATALLA

Así presentada la situación, los dos ejércitos se aprestaban para la


batalla. El general Flores y los oficiales de su Estado Mayor selec-
cionaron el escenario geográfico en donde les convenía enfrentar al
adversario. La llanura de Miñarica, circundada por la población de
Santa Rosa, el río Ambato, Pilahuin, Yaculoma y Condorloma fue el
sector ideal escogido por Flores, para poner en ejecución el esquema
de la maniobra planificada. Su dispositivo defensivo tenía tal flexibi-
lidad que podía convertirse en ofensivo o irrumpir cualquiera de los
flancos, de acuerdo con las circunstancias y la progresión del combate.
Una fuerza de la magnitud de una Compañía (Volteadores N. 1, luego
reforzada por la Compañía de Volteadores N. 2) fue dislocada en el
frente; en los flancos se organizaron dos columnas de infantería al
mando del general Wright y la caballería que comandaba el intrépido
general Ottamendi.

El dispositivo organizado por el general Barriga era el siguiente: los


batallones "Guayas" y "Pichincha" en el primer escalón; a conti-
nuación la artillería como unidad de apoyo; en el segundo escalón,
exageradamente distanciado del primero, los batallones "Restaurador"
y "Azuay"; la caballería dislocada en profundidad, cubría el flanco
derecho de la infantería, aunque aquella cobertura dejaba prolongados
espacios que lo hacía vulnerable, situación que no pasará inadvertida
para un experimentado combatiente como el general Flores.

39
GRAL. ISIDRO BARRIGA, ESTUVO AL MANDO DEL EJÉRCITO QUE
RESPALDABA LA JEFATURA SUPREMA DEL DR. JOSÉ FÉLIX VALDIVIEZO
(DICCIONARIO DEL ECUADOR, Efrén Avilés Pino)
40
En un fragmento del parte de combate, que con fecha 18 de enero de
1835 envía el general Flores al señor Vicente Rocafuerte, Jefe
Supremo del Guayas, consta textualmente: "su orden de batalla (del
ejército del general Barriga) fue el siguiente; los batallones Guayas y
Pichincha, cerrados en masa, traían la cabeza de la columna; en el cen-
tro de estos dos cuerpos estaba colocada la artillería; Restaurador y
Azuay, componiendo una segunda división marchaban a retaguardia de
aquellos cuerpos… La caballería en una columna profunda, cubría la
derecha de la infantería, pero tan distante de ella, que hacía débil este
flanco…"

Para hacer conocer la disposición del ejército del general Flores, éste
describe en el parte: "Nuestro ejército estaba oculto tras la colina. La
infantería en número de seiscientos hombres estaba organizada en dos
pequeños batallones que formaban en columna cerrada a las órdenes
del general Wright. La caballería mandado por el general Otamendi, se
hallaba en columna. La compañía de Voltadores No. 1, estaba desple-
gada en guerrilla a la vista del enemigo… la compañía de Volteadores
No. 2 fue destinada a acompañar en la carga a nuestra caballería,
según conviniera maniobrar…"

El 18 de enero aproximadamente a las tres de la tarde, se rompían los


fuegos.

Las tropas del general Barriga, precedidas de la caballería, tomaron la


iniciativa lanzándose a un ataque desorganizado. La euforia intrépida
del coronel Segundo Fernández, del ejército "Restaurador", lo llevó a
la muerte; sus subordinados tuvieron que replegarse precipitadamente
hacia la retaguardia. Entre tanto, los combatientes de la primera línea
del ejército de Flores responden al fuego intenso y retroceden orde-
nadamente hacia sus propias posiciones, con la finalidad de conducir
al adversario al sector en donde sus compañeros se mantenían ocultos
y listos para contraatacar. Pero aquella desordenada ofensiva hizo más
vulnerable el flanco derecho de los "restauradores", situación que fue
41
aprovechada por Flores, como él mismo manifiesta en su parte de gue-
rra: "A medida que se iban acercando los ejércitos reconocía más y más
que el flanco derecho del enemigo estaba débil y que por lo mismo nos
ofrecía la victoria".

GRAL. JUAN OTAMENDI, COMBATIÓ LEALMENTE AL SERVICIO DEL


GENERAL FLORES (HISTORIA DEL ECUADOR, Salvat, No. 6)
42
Efectivamente, el general Flores sacó ventaja de este error imperdona-
ble: ordenó al general Otamendi romper con la caballería el flanco
expuesto y al general Wright que ataque con la infantería el frente y el
ala izquierda del dispositivo enemigo. El ataque simultáneo, coordina-
do y violento de la infantería y la caballería infligió grandes estragos
en las tropas "restauradoras", a tal punto de causarles una categórica
derrota y la muerte de 20 jefes, 66 oficiales, 600 del personal de tropa,
centenares de heridos, 300 prisioneros y la captura de 800 fusiles,
piezas de artillería, munición, banderas y otros accesorios bélicos uti-
lizados en la batalla.

La derrota que los mismos jefes "restauradores" presentían se hizo


realidad, y las reflexiones del general Barriga le dieron la razón: "En
los momentos de empeñar el combate convoqué a todos los oficiales
generales y les expuse por última vez las reiteradas órdenes del go-
bierno para no comprometer la batalla sin las probabilidades de un
triunfo seguro, el cual podría obtenerse más fácilmente aguardando el
ataque del enemigo, que corriendo el riesgo de tomar la iniciativa...
Desgraciadamente mis opiniones no fueron admitidas... Así se com-
prometió, como a las tres de la tarde, sin plan ni concierto, la batalla y
el resultado fue una derrota en lugar de una victoria."

El general Flores admitía la muerte de 1 oficial y 48 de tropa, además


de 3 oficiales y 27 de tropa heridos en combate; y recomienda el desta-
cado comportamiento de los generales Wright, Otamendi, Morales,
Guerra y de los coroneles Rodríguez, Martínez, Ponte, Urbina, entre
otros.

A pesar de que la batalla ya estaba decidida a favor de Flores, éste


ordenó la persecución de aquellos que lograron huir, especialmente de
la caballería adversaria que solo actuó inicialmente, al mando del coro-
nel Fernández, pero cuando éste fue ultimado desapareció del esce-
nario de combate.

43
CONCLUSIONES

Del análisis de las acciones preliminares y del desarrollo de la batalla


se puede establecer las siguientes conclusiones:

- En lo referente al ejército "Convencional" la capacidad de mando


de las tropas floreanas fue decisiva en la victoria final;

- Flores disponía, a diferencia de su adversario, de un ejército reduci-


do pero disciplinado, profesional y experimentado;

- El comandante y los miembros del Estado Mayor aplicaron conve-


nientemente los principios de la guerra;

- La selección que hizo el ejército "Convencional" del terreno en el


cual se desarrollaría el combate fue justa y correcta;

- Las tropas de Flores mantuvieron la iniciativa en todo momento;


planificaron movimientos de engaño (fintas), acciones sicológicas
y rumores falsos; organizaron un correcto dispositivo defensivo,
encauzando a las unidades que atacaban a los lugares donde serían
exterminadas;

- Aprovechó las ventajas que le ofrecía el adversario para atacar con


la caballería el flanco descubierto;

- La acción coordinada de la infantería y caballería del ejército flo-


reano, permitió la irrupción del dispositivo enemigo;

- La persecución inmediata impidió el reagrupamiento y reorgani-


zación de las fuerzas en desbandada;

- En lo referente al ejército del general Barriga, a pesar de la superio-


ridad numérica de sus fuerzas, desconfió de sus reales posibilidades;
44
- La falta de información o el mantenimiento de informantes desca-
lificados, motivaron movimientos infructuosos que desgastaron físi-
ca, moral y sicológicamente a los combatientes "restauradores";

- La falta de unidad de criterio del Comando y el Estado Mayor


impidió una planificación adecuada y coherente;

- La errónea apreciación de la situación y la precipitada toma de deci-


siones permitieron que, sin reunir las condiciones favorables para
lanzarse al ataque, las tropas "restauradoras" sufran una sangrienta
derrota;

- Se hace notoria la falta de decisión de mando: el general Barriga


permitió la imposición del criterio errado de sus oficiales, en detri-
mento de su apreciación;

- La adopción errónea del dispositivo permitió el rompimiento de su


estructura y la consiguiente derrota;

- El desarrollo desorganizado del ataque fue el resultado de la falta de


planes de operaciones y de mandos capaces y responsables en la
conducción de las tropas;

- El exitoso resultado a favor del ejército de Flores hizo posible que


el señor Vicente Rocafuerte consolidase el poder: ejerció la Jefatura
Suprema del país, hasta ser oficialmente designado Presidente de la
República en la Convención reunida en la ciudad de Ambato, el 22
de junio de 1835;

- El triunfo de Miñarica obtenido por el ejército "Convencional" aseguró la


integración y la vida republicana del Ecuador. La Jefatura Suprema en poder
de grupos antagónicos debilitaba al país, ahon-daba las divergencias, pro-
longaba la vigencia de una guerra civil y lo más grave, hacía peligrar que el
país fuese absorbido y repartido por sus dos vecinos: Colombia y Perú.
45
EL GOBIERNO PROGRESISTA DE ROCAFUERTE Y LA
SITUACIÓN MILITAR

Después del sangriento episodio de Miñarica, el general Flores entra-


ba en la ciudad de Quito el 23 de enero de 1835, presionando de
inmediato la proclamación de Vicente Rocafuerte como Jefe Supremo
del país, a despecho del Dr. Valdivieso y sus partidarios.

Allanado el camino llegó Rocafuerte a la capital de la República el 20


de abril del mismo año. En la primera proclama exteriorizaba su ánimo
conciliador y el deseo de pacificar y de unir a la familia ecuatoriana.

El 22 de junio se instaló la Convención de Ambato, cuyos miembros -


por mayoría- el 20 de julio, lo eligieron Presidente del Ecuador y de
paso dictaron la Constitución que regirá los destinos del país.

En agosto de 1835 la Convención de Ambato, que estuvo presidida por


el poeta guayaquileño José Joaquín Olmedo, quien ensalzó en un
poema al vencedor de Miñarica, expidió el siguiente Decreto firmado
el 19 del mismo mes:

D E C R E T A:

“Se autoriza al Poder Ejecutivo para que tan luego como considere ase-
gurados el orden y tranquilidad pública, pueda expedir salvoconducto
para los ecuatorianos que han emigrado o han sido confinados fuera del
territorio de la República, regresen a sus casas, y gocen en ellas de las
garantías sancionadas en la Constitución, previo el juramento de ella y
obediencia al Gobierno...”

"Art. 2° Los ecuatorianos que después del restablecimiento del orden


han permanecido manifiestamente tranquilos en sus casas,
siempre que presten el juramento debido a la Constitución,
46
no serán molestados por ninguna autoridad ni persona, en
razón de sus opiniones políticas y compromisos anteriores a
este Decreto, sobre lo cual se establece un absoluto y eterno
olvido, quedando a salvo los derechos particulares para
reclamar de ellos el resarcimiento de los daños y perjuicios
que hayan sufrido, con arreglo a las leyes.

"Art. 3° Todos los militares que han servido en la revolución y que


después del advenimiento del Gobierno en el mes de julio de
1834, han permanecido fieles a sus compromisos y pres-
tando servicios positivos a la República, serán reconocidos
en los grados que actualmente tienen y excluidos del benefi-
cio de este decreto y borrados de la lista militar a todos los
que antes y después de aquella época han tomado las armas
para perpetuar la insurrección…" (8)

En conclusión, la Convención de Ambato legitimaba la designación de


Rocafuerte como único Jefe Supremo del país y dictaba la nueva
Constitución de la República.

La Constitución dictada en su parte medular establecía: "La división de


la República en provincias; la extensión del derecho de ciudadanía;
división del Poder Legislativo en dos Cámaras, una de Senadores y
otra de Representantes; facultar a los Concejos Municipales de presen-
tar una terna al Ejecutivo para el nombramiento de los Gobernadores
de las provincias".

Respaldado Rocafuerte en la oficialización del nombramiento, orga-


nizó su equipo de trabajo con el coronel José Miguel González,
Ministro del Interior y de Relaciones Exteriores; coronel Francisco
Tamariz, Ministro de Hacienda; general Bernardo Daste, Ministro de
Guerra y Marina. El Vicepresidente de la República había sido elegido
el señor Juan Bernardo León.

47
VICENTE ROCAFUERTE SUCESOR DEL GENERAL FLORES EN LA PRESI-
DENCIA DE LA REPÚBLICA, FUNDADOR DEL COLEGIO MILITAR (LA
GENTE DE QUITO ENTRE 1790 - 1950, Fernando Jurado)
48
LA INVASIÓN DE LOS EMIGRADOS

Las heridas abiertas en Miñarica permanecían sin restañarse; la


masacre y barbarie que produjo la batalla era difícil de olvidar; los
resentimientos y rencores exigían la venganza y eran, justamente,
quienes lograron huir de los arenales de Miñarica y emigrar hacia
Nueva Granada y el Perú los que pretendían reivindicar su honor.

Desde el puerto de Paita, en el Perú, entre agosto y los primeros días


de septiembre, se preparaba una expedición a nuestro país, conforma-
da mayoritariamente con emigrantes que lograron escapar de las reta-
liaciones del ejército de Flores.

Los coroneles Oses y Bravo encabezaban la expedición constituida por


alrededor de cuarenta hombres.

De Paita ingresaron a Túmbez, dirigiéndose de allí a la provincia de


El Oro, con la finalidad de insubordinar en contra del Gobierno a los
pobladores de aquella zona.

Paralelamente, el coronel Agustín Franco partía de Tumaco, al mando


de otra fracción de tropa, con destino a la provincia de Esmeraldas.

Entre tanto, el general Tomás Carlos Wright, Comandante General del


Distrito del Sur (Guayas y demás provincias del Litoral), conocedor de
estos movimientos clandestinos y de naturaleza sediciosa, dispone que
los coroneles Mendoza y Tamayo -con 100 hombres, aproximada-
mente- marchen a Machala y esperen a los expedicionarios. Sin embar-
go, la tropa de los coroneles Oses y Bravo eludieron la presencia de
las fuerzas gobiernistas cambiando de itinerario de marcha: TÚMBEZ-
SANTA ROSA- BALAO-TAURA. Cuando el general Wright se supo
burlado ordenó que los coroneles Tamayo y Garaicoa se dirigiesen a
Taura, para evitar la evasión de los sediciosos.

49
El 3 de octubre de 1835 se produce el primer combate de encuentro
entre las tropas gobiernistas, al mando del capitán Terán, y las de los
expedicionarios, con saldo negativo para estos últimos que tuvieron
que dispersarse y huir en desbandada. Pero la persecución por ser opor-
tuna y tenaz hizo posible la captura de los sediciosos. Éstos fueron
fusilados sin otro trámite que el que justifica el instinto arbitrario y
criminal. Entre los muertos figuraban el coronel Oses y el comandante
Brito.

Mientras esto ocurría con quienes ingresaron desde el Perú, el coronel


Agustín Franco que había llegado desde Tumaco, pretendía hacer pro-
selitismo a favor de sus intereses en Esmeraldas, previa la organización
de un grupo armado que debía operar en la provincia de Manabí.

OPERACIONES MILITARES EN LAS PROVINCIAS DE


ESMERALDAS Y LOS RÍOS

Ante esta situación, interviene nuevamente el general Wright, orde-


nando la marcha del coronel Tamayo con una columna de 200 hombres
hacia Portoviejo; al coronel Vincendón le imparte la misión de
trasladarse con tres compañías al norte de Esmeraldas, para cerrar el
acceso de los insurgentes hacia Nueva Granada. Además, para asegu-
rar el cerco dispuso que dos goletas de guerra bloqueen los puertos y
realicen actividades de control en la costa esmeraldeña. Así organiza-
do el dispositivo, se preveía la inminente derrota de los expediciona-
rios. En efecto, en Muisne fueron aprehendidos 18 de ellos, quienes
lograron escapar fueron después capturados y luego fusilados.

El coronel Vincendón, después de explorar extensas zonas de la


provincia de Esmeraldas, el 30 de octubre se empeñaba en combate
con el grupo armado del coronel Franco. Éste fue derrotado sufriendo
la baja de seis heridos y tres prisioneros lo que motivaría que se reple-
gase en franca retirada. Ventajosamente para Franco, que había
empleado como vía de escape el río Esmeraldas aguas arriba, la perse-
50
cución no fue inmediata: el coronel Vincendón carecía de medios ade-
cuados (canoas) que le permitieran aprovechar el medio fluvial.
Aquella circunstancia favorable hizo que Franco eludiese la persecu-
ción adentrándose en la selva, pero el desconocimiento del medio, el
desabastecimiento, el temor de encontrarse en cualquier momento con
el adversario incidió negativamente en la moral de sus soldados y
algunos de éstos, convencidos de que eliminado el jefe podrían tener
libertad de acción para salvarse, lo asesinaron cobardemente. Otro
grupo de rebeldes, que no participó en el asesinato del coronel Franco,
decidió continuar en la lucha armada, a pesar de las condiciones adver-
sas y de escasas posibilidades de éxito.

Los sobrevivientes del extinto coronel Franco, para alejarse de las


tropas del coronel Vincendón, decidieron adentrarse en la Provincia de
los Ríos. Llegaron luego a Palenque, sitio que presumían garantizaría
su seguridad. Desgraciadamente, desconocían que en los alrededores
de Balzar tropas adversarias operaban en misiones de control,
reconocimiento y exploración. En Palenque fueron capturados y
después fusilados, según se comentaba, por presión ejercida desde las
altas esferas gubernamentales.

El general Tomás Carlos Wright, en un fragmento del informe hace


constar: "República del Ecuador.- Comandancia General del Distrito
del Sur.- Guayaquil, noviembre 25 de 1835.- Al señor Ministro
Secretario de Estado en el Despacho de Guerra y Marina.- el 18 del
presente por la mañana llegué a esta ciudad después de haber conclui-
do la campaña de la costa, dejando en el Balzar al señor Coronel Pío
Díaz con 50 infantes y 30 soldados de Caballería hasta nueva orden. La
tarde del mismo día (18) llegó también la goleta de guerra "Diligencia"
procedente de Esmeraldas, trayendo a bordo 19 de los bandidos que
rindieron las armas al señor Coronel Vincendón, y cuatro prisioneros
que fueron tomados de antemano; dos de los últimos: Isidro Molina y
Serapio Viñasco, han sido pasados por las armas por orden de S.E. el
General en Jefe, por ser criminales del peor carácter, destinando a los
51
otros dos a las obras públicas. Con respecto a los que depusieron las
armas de conformidad con su solicitud de ser juzgados he mandado
seguirles el competente sumario, sirviendo por cabeza de proceso mi
nota al Sr. Coronel Comandante Militar accidental de esta plaza, que
bajo el N. 1° remitió a U.S.- Dios guarde a U.S.- Tomás Carlos
Wright".

Respecto a la suerte que corrieron los rebeldes del coronel Agustín


Franco, que llegaron a Palenque para eludir la acción del coronel
Vincendón que operaba en Esmeraldas, el general Daste, Ministro de
Guerra, en comunicación oficial esclarece el panorama: "República del
Ecuador.- Ministerio de Estado en el Despacho de Guerra y Marina.-
Quito, diciembre 5 de 1835.- Al señor General del Distrito Sur.- He
dado cuenta a S.E. el Presidente de la República del oficio de V.S. de
fecha 26 del próximo pasado, en que participa la aprehensión que el
coronel Pío Díaz con las partidas de su mando había hecho de 10 de los
bandidos escapados desde Esmeraldas, entre los cuales se hallaban los
comandantes Jesús Valverde y José María Lallana, los capitanes
Francisco Alvarado y Manuel Flores, cuatro subalternos y dos sargen-
tos, y la orden que dicho coronel Díaz dio en consecuencia para que los
expresados individuos fueran arcabuceados conforme a las órdenes del
Gobierno. Esperaba pues S.E. que ejecutados estos hombres, los cuales
lejos de rendirse al coronel Vincendón quisieron más bien seguir la
carrera de sus crímenes que tanto tiempo habían llevado con grave per-
juicio de la sociedad y de la humanidad en general, podrían en adelante
los pueblos del Ecuador contar con una positiva tranquilidad que nada
turbaría en lo sucesivo...Dios guarde a V.S.- Bernardo Daste".

CONCLUSIONES

- La mayoría de los combatientes que huyó de Miñarica hacia Nueva


Granada y el Perú organizó dos expediciones simultáneas;

- El ingreso de los emigrantes por El Oro y Esmeraldas pretendía


52
abrir dos frentes simultáneos de combate, para que las tropas de
Rocafuerte no orientasen su atención a un solo Teatro de
Operaciones;

- La acción inicial de los insurgentes procuró instigar a las pobla-


ciones del Litoral (Esmeraldas, Manabí, El Oro), en contra de las
autoridades gubernamentales;

- El general Wright comandó las operaciones del ejército de


Rocafuerte, maniobró con una acción envolvente para cercar a los
rebeldes, taponó las posibles vías de escape (terrestres, fluviales y
marítimas) por donde podrían eludir la presión de sus tropas;

- Los expedicionarios que ingresaron del Perú, luego de ser captura-


dos, fueron fusilados por orden del general Flores, que continuaba
ejerciendo gran influencia en el Gobierno;

- El coronel Agustín Franco, después de enfrentarse con las tropas del


coronel Vincendón, fue victimado en la región montañosa de
Esmeraldas por sus propios soldados;

- El resto del grupo trató de refugiarse en Palenque, pero allí fue


capturado y fusilado;

- El éxito de las tropas gobiernistas se debió en gran medida a la


información oportuna que les hacía conocer los movimientos de sus
adversarios; la correcta planificación y ejecución de las opera-
ciones, sin considerar la superioridad numérica y mejor preparación
técnica y profesional de los combatientes; y,

- La derrota y desaparición de los emigrados desvaneció, por el


momento, la presunción de que el Gobierno habría de enfrentar una
nueva lucha armada.

53
NUEVAS EXPEDICIONES MILITARES

Después de haber neutralizado exitosamente la invasión de los


emigrados, Rocafuerte hacía esfuerzos por consolidar su Gobierno
mediante la ejecución de obras de interés social y de incidencia en el
desarrollo del país.

Sin embargo, parecería que el fantasma de Miñarica habría de


permanecer vigente en aquel período de nuestra vida republicana. El
coronel Bravo, uno de los líderes de los emigrados que ingresó al país
desde Paita, y que logró eludir la acción del ejército gobiernista en la
región de Taura, preparaba en Nueva Granada una expedición que
planeaba ingresar por la provincia de Carchi.

El 3 de abril de 1836, el coronel Bravo al mando de una columna de 80


hombres, la mayoría residente en Pasto, sometía y se apoderaba de
Tulcán continuando después su marcha hacia el sur (provincia de
Imbabura), con la intención de extender las operaciones, hasta ese
entonces, exitosamente ejecutadas.

El coronel Manuel Guerrero, Jefe militar de Imbabura, recibe la orden


del general Bernardo Daste (Director de las operaciones de guerra en
el norte) de rechazar y destruir a las tropas invasoras.

El coronel Guerrero, con un regimiento de caballería se empeñó en


combate, derrotando y haciendo huir a los seguidores del coronel
Bravo, quienes no encontraron otro recurso que refugiarse en territorio
colombiano.

La aventura expedicionaria del reincidente coronel Bravo, desde el


punto de vista militar, no tenía la menor posibilidad de éxito; la colum-
na que comandaba acogía elementos resentidos, mal armados y ape-
nas tenía el apoyo moral del Gobierno de Pasto, que permitió que en su
jurisdicción se organizara la mencionada expedición, en flagrante
54
menoscabo del respeto a la soberanía de un país vecino. Así lo entendió
el Gobierno ecuatoriano:

"Era natural que el Gobernador de Pasto hubiera castigado a estos


infractores de la hostilidad que violaba tan descaradamente las leyes
del país en que residían y que lo exponían a una justa agresión de nues-
tra parte; mas, lejos de cumplir con esta obligación que le imponía su
destino y el mismo honor de su Gobierno, se desentendió de todo, y
parece que secretamente animó a los mismos facciosos que habían sido
derrotados, a que volviesen a formar una tercera expedición".

EXPEDICIÓN Y EJECUCIÓN DEL CORONEL FACUNDO


MALDONADO

En los primeros días de junio del mismo año (1836) otra incursión
proveniente de Nueva Granada se efectiviza: el comandante Facundo
Maldonado -otro hijo y protegido de Colombia- con una tropa de
aproximadamente cien hombres se aventuraba a enfrentar el poderío de
las fuerzas del coronel Guerrero. Éste tenía instrucciones precisas del
Gobierno: detectar, neutralizar y destruir cualquier incursión desde
Colombia y de eventuales rebeliones armadas que se produjeren en su
jurisdicción. El comandante Facundo Maldonado había sido protago-
nista de la batalla de Miñarica. Combatió en las filas del ejército del
general Barriga; logró salvarse de la persecución de las tropas victo-
riosas y abandonar territorio ecuatoriano, hasta decidirse a regresar
comandando una nueva expedición armada.

El coronel Guerrero no subestimó la presencia combativa del coman-


dante Maldonado; por el contrario, reforzó su contingente con todas las
alícuotas de las unidades que guarnecían en Tulcán, Ibarra y Otavalo,
inclusive con la caballería disponible, y se aprestó a repelar la invasión.
Conocedor del escenario geográfico en el cual se desarrollarían las
operaciones, dispuso a sus unidades de tal forma que mantuviesen la
iniciativa, la ventaja táctica y la libertad de acción. Así esbozado el
55
plan, el comandante Maldonado fue obligado a comprometerse en
combate en condiciones desfavorables, y después a refugiarse en un
área correspondiente a Pasto, convencido de que sus perseguidores
respetarían el territorio extranjero. No fue así: el coronel Guerrero, en
una reprochable actitud que pudo haber alterado la paz de estas dos
naciones, (Ecuador y Nueva Granada) sobrepasó la línea fronteriza,
dio alcance a los refugiados, los sitió y capturó a la mayoría de ellos,
especialmente a los considerados cabecillas.

Quizás la acción imprudente del coronel Guerrero fue producto de la


experiencia que tuvo con la evasión del coronel Bravo, cuando se
refugió en Colombia poniéndose a buen recaudo en territorio extran-
jero. Además, sabido era que las mismas autoridades granadinas
respaldaban a cualquier expedición armada que planificaba operar en
territorio ecuatoriano.

El comandante Maldonado constaba entre los prisioneros de Guerrero;


sin embargo, tuvo el "privilegio" de no ser fusilado, como el resto de
sus compañeros en el instante mismo de ser capturado, porque el
Gobierno había impartido instrucciones precisas con respecto al
cabecilla: conducirlo preso a Quito en donde sería ultimado sin juicio
alguno, para escarmiento de quienes pretendieran levantarse en armas
contra el Presidente. Autoridades civiles y religiosas abogaron por el
perdón del joven comandante, pero Rocafuerte, ajeno a su naturaleza
reflexiva, ponderada y cauta, por preservar la seguridad interna del
país, tuvo que autorizar tal ejecución. Referente a esta desagradable
decisión el Presidente argumenta: "ahogado, en fin, en mi pecho mis
sentimientos de humanidad, desentendiéndose de mi opinión particular
conocida y públicamente pronunciada contra la pena de muerte, pasé
por el agudo dolor de hacer ejecutar las órdenes del Consejo de
Gobierno. Ese día fue para mí de luto y de profunda tristeza; sacrifiqué
a mi deber, a la justicia, a la tranquilidad pública, mis sentimientos, mis
opiniones particulares, mis amistades, mis afectos, mis esperanzas de
una inmediata popularidad, y gustoso hubiera hecho el sacrificio de mi
56
vida por la consolidación de la paz interior y exterior, como en efecto
se logró durante ocho años en consecuencia de este acto de firmeza
exigido por la política, pedido por la patria y confirmado por la
justicia".

Posiblemente, "el acto de firmeza exigido por la política, pedido por


la patria y confirmado por la justicia", de que habla Rocafuerte, fue
otra de las caprichosas exigencias de Flores porque éste, desde la
función de Comandante en Jefe del Ejército, pretendió que la vigencia
de su autoridad fuese parte consubstancial de la política del país.

CREACIÓN DE LA CONSCRIPCIÓN EN EL EJÉRCITO


ECUATORIANO

Nunca tuvo Rocafuerte el convencimiento pleno de haberse consolida-


do en el poder; la sombra del general Flores entrañaba un peligro
realmente significativo. Las Leyes y Decretos que había dictado a
favor del pueblo le hicieron ganar cierto reconocimiento y popularidad.
El problema radical que afrontaba era la influencia que ejercía el
general Flores y el Ejército, mayoritariamente constituido de oficiales
extranjeros, que exigían poder y prebendas por los éxitos alcanzados
en los diferentes enfrentamientos armados.

Rocafuerte, con la perspicacia e inteligencia tan peculiares en él, para


restringir la influencia de un ejército "extranjerizado" en la incipiente
vida republicana, y con la intención de defender la soberanía patria con
ciudadanos nacidos en el país, concibió la creación de la "Guardia
Nacional" o "Milicia de los Pueblos"; pretendió paralelamente la colo-
nización de nuestro Oriente con unidades militares, pero este ambicio-
so proyecto encontró resistencia en el general Flores y sus seguidores.
La idea de Rocafuerte era organizar un Ejército con elementos nacio-
nales, para liberarlo del pernicioso aporte de aventureros extranjeros
que tanto mal causaban al país. Es decir, propugnó la existencia de un
Ejército libre de toda injerencia extranjera y fue, prácticamente, quien
57
fortificó las bases y estructuras del Ejército ecuatoriano. Para afianzar
su decisión dictaría la ley de fecha siete de abril de 1837, con la cual
creaba la Conscripción en el Ejército ecuatoriano: "El Senado y
Cámara de representantes de la República del Ecuador, reunidos en
congreso.

D E C R E T A:

Art. 1° Todo Ecuatoriano, desde la edad de 20 a 25 años cumplidos,


será alistado para el servicio de las armas.

Art. 2° Las Municipalidades del Ecuador, todos los años en los pri-
meros días del mes de agosto, harán efectivos los alistamien-
tos de sus cantones, de modo que el último día de dicho mes,
se remitan a las gobernaciones de la respectiva Provincia.

Art. 3° En las cabeceras de cantón, los Alcaldes Municipales serán


encargados de la operación y en las parroquias los tenientes
pedáneos.

Art. 4° Pertenecen a las Municipalidades el examen riguroso, con-


firmación de los alistamientos del año corriente con las del
anterior y dictar cuantas providencias sean necesarias, para
evitar fraudes y ocultamiento.

Art. 5° El día 1 de agosto del presente año se fijarán para los


primeros alistamientos.

Art. 6° Ningún conscripto podrá mudar de domicilio, sin previo


conocimiento y licencia de los puestos que hayan inter-
venido en su conscripción.

Art. 7° Los mencionados jueces llevarán precisamente un registro


exacto de los ausentes y muertos, en el cual constará el lugar
58
donde reside el ausente y donde haya fallecido, siendo los
mismos jueces responsables de los fraudes, que por su cul-
pable omisión o tolerancia, cometan aquellos individuos que
tratan de eximirse del servicio, se oculten a tiempo del sor-
teo por medio de la fuga o de cualquier otro modo.

Art. 8° Están exentos del sorteo los alumnos de las Escuelas


Militares, los esclavos y los indígenas sujetos a la contribu-
ción de su clase.

Art. 9° Los Gobernadores de las provincias, luego que reciban los


alistamientos de los cantones dejando copia autorizada, los
dirigirán al Poder Ejecutivo por conducto del ministro de lo
Interior.

DEL REEMPLAZO DEL EJÉRCITO

Art. 10° El reemplazo del ejército, será anual.

Art. 11° Los distritos militares reemplazarán las bajas del número de
individuos, que se hayan asignado a cada uno, para la for-
mación del ejército permanente.

Art. 12° Se exceptúan los casos de epidemia o de una campaña desas-


trosa, en que los cuerpos de algún distrito militar sufran una
baja extraordinaria, cuyo reemplazo debe hacerse entre todos
los cantones de la república, con proporción a su población.

Art. 13° En los casos de urgencia, en que sin peligro de las armas de
la República, no puede verificarse el reemplazo en el distri-
to militar correspondiente, el Poder Ejecutivo podrá hacerlo
en otro y otros, como lo juzgue conveniente, teniendo en
consideración este servicio, para eximir al distrito que lo
hizo, en el próximo reemplazo.
59
Art. 14° El actual Ejército de la República será reemplazado por cuar-
tas partes en los 4 años siguientes al del primer reemplazo, y
para verificarlo el Poder Ejecutivo, en vista de los estados de
la fuerza existente, decretará en cada año la parte que deba
reemplazarse, repartiendo este número entre las diferentes
provincias de la República, con prevención de que para dar
cada una el cupo que le corresponde, se procederá al sorteo,
de que habla el capítulo siguiente.

DEL SORTEO

Art. 15 ° El primer día del mes de julio de 1837 se hará el sorteo, bajo
un método uniforme en todos sus cantones, según el
reglamento que para el efecto dará el Poder Ejecutivo.

Art. 16° El sorteo se verificará por el orden siguiente:

a) Entre los solteros, que no sean hijos únicos de viuda, ni de


padres ancianos, ni estén cursando estudios, ni emplea-
dos en las oficinas públicas y resguardados, ni en los que
estén dedicados a la agricultura y haciendas ganaderas, ni
en los aprendices de algún arte u oficio útil.

b) Entre los casados sin hijos.

c) Entre los mayores de 25 años.

d) Entre los casados con hijos de viuda o de padres ancianos


y jóvenes que se hallen en la carrera de las letras y los
demás aceptados en el primer caso de este artículo, que
entrarán en el sorteo si los primeros no fuesen suficientes
para llenar el cupo del reemplazo que corresponde a cada
cantón.

60
Art. 17° Si verificado el sorteo se hallare ausente alguno o algunos a
quienes haya tocado la suerte, se sortearán otros que suplan
aquella falta, pero los primeros sorteados tendrán que hacer
el servicio por el tiempo que señala esta Ley, luego que cese
su ausencia, aún cuando haya pasado de los 30 años de edad
en los demás ecuatorianos que están exentos del sorteo.

Art. 18 ° Se admiten en el Ejército todos los que quieren servir volun-


tariamente, con tal que no hayan sido procesados criminal-
mente.

Art. 19° Los que estuviesen cursando estudios, necesitan licencia de


sus padres, para ser admitidos al servicio voluntario.

Art. 20° Podrán ser igualmente admitidos a estos servicio los extran-
jeros, con tal que su número no pase de la cuarta parte del
Ejército.

Art. 21° Los voluntarios tendrán derecho a elegir el arma a que quie-
ran ser destinados siempre que tengan las cualidades nece-
sarias.

Art. 22° Los voluntarios servirán para cubrir el cupo, en el lugar de


los que debían sufrir el sorteo.

Art. 23° Dentro del preciso término de 8 días, contados desde que
cada cuerpo reciba el reemplazo de un año, serán licenciados
todos los individuos que hayan cumplido su tiempo en el
anterior.

Art. 24° El tiempo de hacer el reemplazo, serán licenciados los indi-


viduos de infantería del Ejército por el orden siguiente:

61
- Los casados con hijos
- Los casados sin hijos
- Los hijos únicos de viuda o de padres ancianos
- Los demás por el orden de antigüedad en el servicio.

Art. 25° Los que por medio de la fuga o de cualquier otro modo se
substraigan del servicio del Ejército, serán castigados con
tres años más del tiempo que según esta Ley deben cumplir.

Art. 26° Los sorteados que antes de haberse formado se ocultaren, por
no incorporarse en el Ejército, serán castigados con 2 años
del tiempo que deben servir, según esta Ley:

A) Aquellos individuos a quienes hubiese tocado la suerte,


podrán eximirse del servicio militar en el Ejército
Permanente, presentando su reemplazo o en su defecto,
dando 20 pesos para el enganche de otro.

B) El Poder Ejecutivo podrá enganchar igual número de indi-


viduos, de aquel que hubiese rescatado con la cantidad asig-
nada en el párrafo anterior.

Art. 27° Nadie será obligado a continuar en el servicio sin su volun-


tad por más tiempo del que prefija la Ley Orgánica Militar.

Art. 28° En tiempo de guerra o circunstancias de que sea necesario


aumentar la Fuerza Armada, el Poder Ejecutivo podrá sus-
pender por algún tiempo más el cumplimiento del artículo
anterior, en los lugares que sea indispensable y necesario,
previo acuerdo del Consejo de Gobierno.

Dado en Quito, a tres de abril de mil ochocientos treinta y


siete.- f) el Presidente del Senado Juan José Flores.- f) el
Presidente de la Cámara de Representantes, Manuel Ignacio
62
Pareja.- Palacio de Gobierno en Quito a siete de abril de mil
ochocientos treinta y siete, vigésimo séptimo.- ejecútese.-
Vicente Rocafuerte.- Por orden de S.E. el ministro de Guerra
y Marina, Bernardo Daste.-"

AMAGO DE INSURRECCIÓN DEL GENERAL JUAN OTA-


MENDI Y EL CORONEL JOSÉ MARÍA URBINA.

En octubre de 1837, el gobierno de Rocafuerte conoció que se planifi-


caba una rebelión en su contra encabezada por el general Juan
Otamendi y el coronel José María Urbina.

Estos dos oficiales que guardaban resentimientos personales en contra


del Presidente, pretendieron insurreccionar a un regimiento de lanceros
y a ciudadanos desafectos al Gobierno. Pero los conspiradores no
esgrimían argumentos substanciales capaces de arrastrar a la conjura a
influyentes jefes, oficiales y las unidades militares de la plaza; por
tanto, el "movimiento rebelde" constituyó un rotundo fracaso. "El
motivo del resentimiento del general Otamendi fue porque Rocafuerte
ordenó el apresamiento del jefe militar, por los desafueros y tropelías
cometidos en la ciudad de Riobamba.

En el coronel Urbina, en cambio, la desafección y enojo fueron moti-


vadas por el intempestivo relevo del que fue objeto mientras cumplía
las funciones de Agente Confidencial en el Gobierno de Nueva
Granada." (9)

Cuando supo de la destitución del cargo, Urbina regresó a Quito, pero


no se presentó a Rocafuerte en una actitud desafiante y descortés que
fue considerada un acto de manifiesta rebeldía, y que motivó el con-
siguiente juicio que lo atestigua el documento: "Quito, a 23 de sep-
tiembre de 1837.- Al señor Presidente de la Suprema Corte de Justicia.-
Según el dictamen de los letrados que han asesorado en la causa que de
orden del Supremo Gobierno se ha seguido al Coronel José María
63
Urbina, pues conforme al parecer de éstos, compete su conocimiento a
ese Supremo Tribunal, en esta virtud tengo la honra de dirigir a vues-
tra Señoría el proceso de la materia.- Dios guarde a Vuestra señoría.-
A. (auditor) de la Guerra".-

En otro fragmento del proceso consta: "De orden de Su Excelencia el


Presidente de la República se ha formado militarmente esta causa con-
tra el señor Coronel José María Urbina, por desobedecimiento y ultra-
je al Gobierno Supremo en una contestación oficial, como esto sucedió
en ocasión de haber tenido el expresado la investidura de Agente
Confidencial ante el Gobierno de la Nueva Granada y de habérsele
ordenado a su regreso, representarse personalmente a dar cuenta de su
comisión, se acogió a lo mismo para proponer la declinatoria, con el
objeto de eludir el juicio militar." (10)

Finalmente, el juicio contra el coronel Urbina no prosperó porque de


acuerdo con rumores, la influencia del general Flores se impuso
nuevamente a favor de uno de sus antiguos protegidos.

INSURRECCIÓN DEL BATALLÓN No. 2 Y EL COMBATE DE


HUALILAHUA

En marzo de 1838, la ciudad de Riobamba fue testigo de otra rebelión mi-


litar. Con la finalidad de desestabilizar al Gobierno de Rocafuerte, los com-
plotados acaudillados por el Dr. Félix Valdivieso, decidieron insurreccionar
al Batallón N. 2 que guarnecía en la ciudad de Riobamba y a un regimien-
to de lanceros con sede en Ibarra. Los comandantes José Martínez Aparicio
y Gualberto Pérez fueron los designados para comprometer a la Unidad de
Riobamba. Sin embargo, parecería que la parsimoniosa actitud e indecisión
de estos dos jefes, complementada con la falta de coordinación de las activi-
dades de los cabecillas complotados, hizo precipitar los acontecimientos.
En efecto, el coronel Alejandro Machuca, al mando del Batallón N. 2,
decidió iniciar la marcha hacia Quito sin asegurarse del apoyo y la partici-
pación del regimiento de lanceros de Ibarra.
64
Si los principales jefes insurrectos hubiesen mantenido el contacto y la
coordinación indispensables, no habría incurrido el coronel Machuca
en el error de iniciar las operaciones en condiciones desventajosas. El
jefe rebelde consideró quizás que la coalición con el regimiento del
norte era ya un hecho; por tal motivo se habría imaginado disponer de
una fuerza significativa (infantería, caballería), con la que suponía
estar en condiciones de abrir dos frentes de combate: por el sur y el
norte de Quito.

DESARROLLO DEL COMBATE

Cuando conoció Rocafuerte los planes y movimientos de la tropa


revolucionaria ordenó al general Daste, en aquellos días Ministro de
Guerra, que enfrente y someta a los revoltosos. Para cumplir la misión
encomendada tuvo el general Daste que improvisar los efectivos y
llenar apresuradamente las vacantes, aunque fuese con personal neófi-
to en los quehaceres de la guerra. Solo la unidad de caballería estaba
constituida de soldados profesionales. En fin, el general Daste -sin
detenerse a lamentar la condición profesional de sus subalternos- se
aprestó decididamente para el combate. El 16 de marzo de 1838 salió
de Quito con intenciones de detener la marcha de su ocasional adver-
sario.

Ente tanto el coronel Machuca, que el 10 de marzo había iniciado el


movimiento desde Riobamba, recién durante la marcha de aproxi-
mación estableció que carecería del apoyo logístico necesario, del
reabastecimiento indispensable y que su paso por los poblados del
trayecto era visto con indiferencia y hasta con antipatía. A estas condi-
ciones adversas se añadía la confirmación de que el regimiento de
lanceros de Ibarra no estaba comprometido con el movimiento sedi-
cioso; por tanto, no participaría en él.

65
66
El encuentro de las dos tropas era inminente: El general Daste, con una
fuerza de trescientos hombres, había partido desde Quito; el coronel
Machuca, en cambio, lo hizo desde Riobamba. La quebrada de
Hualilahua, que nace a la altura de Aloag y corre desde oeste a noreste,
constituye un accidente topográfico transversal a la dirección de la ca-
rretera Panamericana sur, en el tramo entre Tambillo y Machachi. La
mencionada quebrada constituyó el escenario de otro de los tantos
combates que registra nuestra turbulenta vida republicana. El 17 de
marzo de 1838 se encuentran los dos ejércitos. El coronel Machuca
tomó la iniciativa y se lanza al ataque (la desventaja en cuanto a la
inexperiencia y falta de recursos bélicos de su tropa, le aconsejaba
aprovechar el terreno y esperar la ofensiva de su adversario). La
operación la ejecutó con el empleo de una compañía, al mando del
coronel Muñiz, con la que sobrepasó la quebrada dejando el resto del
grueso de su fuerza al otro lado del accidente geográfico. Quizá con-
sideró emplearlo como elemento de reserva, pero en esas condiciones
de aislamiento y de tener un obstáculo natural del terreno en el frente,
le imposibilitaba maniobrar oportunamente y acudir al lugar donde
podría emplearse y decidir el combate.

Desde el comienzo las acciones se inclinaban a favor de las tropas


gobiernistas. La compañía del coronel Machuca que inició el ataque
sin la asistencia oportuna del resto de unidades quedó aislada, rodeada
y a expensas de las cargas del ejército rival. El coronel Muñiz y otros
oficiales que encabezaban a los soldados de su unidad fueron ultima-
dos en los primeros choques. El comandante Martínez Aparicio pre-
tendió tomar la posta en el comando de la compañía, pero la desapari-
ción de sus integrantes completó el desastre: los sediciosos fueron
aniquilados y los que lograron huir, perseguidos y dados de baja; inclu-
sive el coronel Machuca que pagó con la vida el desafío de encabezar
otra revolución armada.

En un fragmento del parte de las fuerzas gobiernistas consta: "En la


mañana del 17 (marzo) recibimos los 25 hombres del 2º regimiento
67
que se quedaron en esta capital (Quito) y una columna de voluntarios
compuesta de 76 hombres al mando del coronel Guillermo Talbot. Se
resolvió entonces emprender la marcha sobre el enemigo… A las dos
de la tarde nos encontramos con ellos en la quebrada de Gualilagua,
disponiendo que la columna de voluntarios se dividiese en dos guerri-
llas (grupos) por ambos flancos y la compañía de carabineros (policía)
hechase pie a tierra. Al romper los fuegos nuestras guerrillas, cargó
enseguida la compañía de carabineros y el resto del regimiento… a las
tres de la tarde se hallaba todo concluido."

El general Bernardo Daste, comandante de la fuerza gobiernista, estu-


vo a punto de perder la vida: en un momento que más intenso era el
combate cayó de su cabalgadura herido de bala y por poco fue remata-
do en el suelo por un oficial enemigo que logró apenas herirlo de un
lanzazo. La oportuna intervención de sus compañeros le salvó la vida.

Después de la victoriosa acción de Hualilahua, se convenció


Rocafuerte de que la rebelión no solo tuvo origen en el descontento de
la clase militar, sino en la velada participación intelectual de elemen-
tos civiles de reconocido prestigio: Félix Valdivieso, Gómez de la
Torre, Sans, Conde, Urrea, entre otros.

El combate de Hualilahua, sin ser considerado una operación de signi-


ficativa valía militar, tuvo consecuencias y connotaciones de primer
orden: estabilizó al Gobierno de Rocafuerte; resaltó la imagen del
general Bernardo Daste; impidió la toma del poder de elementos sedi-
ciosos y con ello el incremento de la violencia, la propagación de una
guerra civil, además de sofocar el movimiento armado que intentaba
apoderarse de la capital de la República.

FUNDACIÓN DEL COLEGIO MILITAR

La administración gubernamental de Vicente Rocafuerte ha sido cata-


logada como una de las mejores que se ha producido en el país.
68
Durante el mencionado Gobierno la naciente República del Ecuador
sentó bases jurídico-sociales que la hicieron perdurar a pesar, claro
está, de las rebeliones, asonadas y revoluciones armadas, que tantas
veces remecieron sus cimientos estructurales. De haberse perpetuado
el primer Gobierno del general Flores, surgido de las circunstancias
políticas y respaldado por un ejército constituido en gran porcentaje de
elementos neogranadinos y sin la verdadera concepción de patria, el
Ecuador habría estado en peligro de desaparecer.

Sin embargo, al convencerse Rocafuerte de que la seguridad del Estado


la garantiza una fuerza armada moral y físicamente bien estructurada,
concibió la idea de crear un Colegio Militar que atrajera a la juventud
ecuatoriana, para que el Ejército nacional tenga en sus integrantes el
soporte necesario para cumplir, sin la injerencia de extranjeros, la
misión histórica de ser parte esencial de la vida republicana y consti-
tucional del país.

Con ese mismo fin reactivó a la Escuela Náutica de Guayaquil (en


aquel entonces, prácticamente desaparecida), la primera institución de
formación militar que fue creada en el Ecuador independiente. Algunos
de sus primeros alumnos llegaron a ser personajes importantes de la
historia nacional: José María Urbina y Francisco Robles, con el grado
de General llegaron a la presidencia de la nación; José Antonio Gómez
y Juan Manuel Uraga ostentaron también el generalato de la República.

Para otorgarle mayor radio de acción al Ejército y garantizar la sobera-


nía de nuestra región amazónica, proyectó la creación de colonias
militares en el oriente ecuatoriano, proyecto aprobado y aplaudido por
su Ministro de Guerra y Marina, general Bernardo Daste, pero
desaprobado por el general Flores.

Así mismo, ordenó el presidente Rocafuerte la creación de la Guardia


Nacional en todas las provincias del territorio nacional, como un
organismo encargado de mantener la seguridad pública; sin embargo,
69
sectores políticos interesados se opusieron a aquella pretendida
creación. Igual sucedió con la Policía Nacional: se la quiso constituir
en el cuarto poder del Estado, pretensión que fue rechazada por el
Presidente como lo demuestra uno de los documentos recopilados por
el historiador Neptalí Zuñiga: "Presidencia de la República.- Quito a
19 de Enero de 1839.- 29° Excmo. Sr.

La Ley del 13 de abril de 1837 que arregla el ramo de policía y que


tengo el honor de devolver a la He. Cámara del Senado, no ha recibido
el exequatur porque siendo la policía uno de los mejores medios de
conservar la tranquilidad interior, y de reformar las costumbres, de
garantizar la seguridad individual y la de las propiedades que por des-
gracia se hallan frecuentemente atacadas, he juzgado que la presente
ley además de crear un cuarto poder, que no es admisible, no reúne los
requisitos necesarios para llenar tan importantes objetivos.

Con sentimientos del distinguido aprecio me suscribo de V.S. su aten-


to servidor.- Vicente Rocafuerte.- al Sr. Presidente del Senado." (11)

Convencido estaba Rocafuerte de que la tecnificación del Ejército y la


consiguiente integración con solo elementos nacionales iba a ser bene-
ficioso para el país, por tanto, decidió crear un Colegio Militar para la
formación de los mandos militares. Al respecto, el historiador Luis
Robalino Dávila manifiesta: "Va a establecer el Colegio Militar; ha
examinado el reglamento de la Academia Chilena y lo pondrá en prác-
tica dentro de un mes; visita algunos locales para escoger el más apro-
piado, donde puede recibir 20 o 21 aspirantes; ojalá vinieran algunos
guayaquileños de buenas familias que pudieran con el tiempo ser
jóvenes más útiles y más apreciables que los que hoy se dedican a fre-
cuentar los cafés y a charlar de todo, sin saber apenas leer y escribir".

Con relación a este mismo tema prosigue: "Entre tanto, la pobreza del
Erario es franciscana y no se puede continuar la obra del Colegio
Militar. Acerca de su reglamento, el general Flores ha hecho algunas
70
observaciones que Rocafuerte acepta, menos la que se refería a lo que
los alumnos deben llevar al Colegio. Flores aboga por los pobres, pero
el Presidente es de la opinión que solo deben admitirse jóvenes de bue-
nas familias y ricos, con el objeto de establecer una aristocracia, no con
pergaminos de ignorancia y miseria, sino una aristocracia fundada "en
la independencia pecuniaria del individuo, acompañada de moral, de
talento y de verdadera instrucción; como existe en los Estados Unidos,
calculada a moderar la acción del principio democrático, que es muy
activa, demasiado precipitada y con una constante tendencia a la anar-
quía." (12)

Como es lógico, la ejecución de cualquier obra depende de la disponi-


bilidad económica y con raras excepciones está exenta de las discrepan-
cias de sus mentalizadores. El proyecto de Rocafuerte se vio obstac-
ulizado por un erario paupérrimo y algunas observaciones del general
Flores; sin embargo, la creación del Colegio Militar se hizo realidad.

En julio de 1839, después del exigente proceso de selección, fueron


nombrados los primeros aspirantes a cadetes del curso de oficiales del
Ejército ecuatoriano:

- Camilo Borja,
- Agustín Guerrero,
- Vicente Maldonado,
- Manuel Tinajero,
- J.J. Tobar,
- Francisco Chiriboga,
- José María Quiroz,
- Emilio Letamendi,
- Rafael Proaño,
- Francisco Borja,
- Nicolás Castro,
- Miguel Jaramillo,
- Bernardo Vivero,
71
- Nicolás Vásconez,
- Mario Severo Ponce, y
- Roberto Díaz.

El colegio Militar funcionó hasta el 10 de abril de 1845 fecha en que


José Félix Valdivieso, último Presidente de la Convención y Encargado
del Poder Ejecutivo, suspendió sus actividades, fundamentándose en
problemas políticos y los escasos recursos económicos existentes.

El período presidencial de Rocafuerte debía concluir en enero de 1839;


la balanza implacable de la opinión pública respecto a su gestión le era
significativamente favorable, por lo que su obra sobresalía frente a la
labor poco edificante de su antecesor y luego compadre: general Juan
José Flores.

Justamente, quien habría de reemplazarlo en la presidencia de la


República fue el ambicioso general venezolano, que se había ya
endulzado con las delicias del poder, pero con aquel poder que ejerció
a su libre antojo y albedrío.

EL GENERAL JUAN JOSÉ FLORES Y TROPAS ECUATO-


RIANAS EN LA CAMPAÑA MILITAR DE PASTO

A partir del 15 de enero de 1839 se reunía el Congreso Nacional con el


propósito, entre otros asuntos importantes, de elegir al Presidente de la
República del Ecuador.

Era secreto a voces que el reemplazante de Vicente Rocafuerte sería el


general Juan José Flores. Lo que sí sorprendió a propios y extraños fue
la elección, para vicepresidente, del señor Francisco Aguirre Mendoza,
cuando se aseguraba que quien debía ocupar dicha dignidad sería el
señor Vicente Ramón Roca, amigo y adepto del General venezolano.

Elegido ya Presidente, el general Flores integró su gobierno con "dos


72
de sus más destacados adversarios: el señor Manuel Matheu, recono-
ciéndole el grado de General, en la Cartera de Guerra y Marina, y el
Dr. Luis de Saa en la de Hacienda; pero otorgó la del Interior y
Relaciones Exteriores al señor Francisco Marcos, perteneciente al par-
tido floreano. Estas medidas causaron magnífica impresión ante la
opinión pública y constituyeron antecedentes promisorios para la
buena marcha del nuevo Gobierno." (13)

Asimismo, con el propósito de consolidarse en el mando de la


República, designó Gobernador de Guayaquil al señor Vicente
Rocafuerte, por su carácter serio y equitativo, por la rectitud de pro-
cedimiento y porque le unía lazos de compadrazgo y amistad.

Es decir, pretendió desde el principio mostrarse sensato, condescen-


diente, culto y esmerado en solucionar los problemas más apremiantes
del país, quizás con la discreta intención de hacer olvidar tantos
errores, injusticias y arbitrariedades cometidos en la primera adminis-
tración.

Parecería que tal estrategia le daba al General el resultado propuesto:


no encontraba en sus adversarios una recalcitrante oposición, se goza-
ba de un ambiente de armonía y respeto y se privilegiaba los derechos
ciudadanos; es decir, se mostraba el país, sorprendentemente, tranqui-
lo y gobernable.

No obstante, la tranquila vida republicana que permitió al general


Flores desarrollar algunas obras en beneficio social, comenzó nueva-
mente a alborotarse y poner al país bajo el imperio de la incertidumbre
y la confrontación.

En aquella ocasión, problemas suscitados al otro lado de la frontera


habría de alterar la paz del Ecuador.

Durante la gestión gubernamental del doctor José Ignacio Márquez,


73
presidente de Nueva Granada, la ciudad de Pasto se convulsionaba por
la revuelta de los religiosos (por la supresión de los conventos menores
de Pasto, mediante Decreto de 5 de junio de 1839) y porque algunas
cartas de un oscuro guerrillero, de apellido Erazo, comprometían al
general José María Obando como el mentalizador del asesinato del
mariscal Antonio José de Sucre.

El general José María Obando, obstinado aspirante a la presidencia y


comprometido en el nefasto crimen, aprovechó la situación para insu-
rreccionar a los "pastusos", aprovechando fundamentalmente de la
ascendencia del padre Villota que influía fácilmente en sus compañeros
religiosos.

El gobierno granadino designó al general Pedro Alcántara Herrán para


que sometiese a los revoltosos. Este General sometió en la población
de Buesaco a los guerrilleros del comandante Mariano Alvarez, y luego
entró victorioso a Pasto; a renglón seguido ofreció el indulto, inclusive
al padre Villota, con el ánimo de pacificar el área convulsionada. Por
desgracia, las medidas conciliadoras no tuvieron respuesta favorable;
por el contrario, la subversión se incrementaba y fortalecía peligrosa-
mente, situación que amenazaba extender sus tentáculos hacia el
Ecuador.

"El General Tomás Cipriano Mosquera, enviado en auxilio de Herrán


(Alcántara) con quinientos hombres, comisionó a su sobrino el Capitán
Julio Arboleda con comunicaciones del General Herrán para arreglar
una entrevista con el General Juan José Flores, con el objeto de tratar
asuntos de interés y utilidad para los dos países. Es posible que las car-
tas de Herrán dejarían entrever la posibilidad de una revisión de fron-
teras, si el gobierno del Ecuador accedía a prestar apoyo necesario para
erradicar la rebelión." (14)

La propuesta, obviamente, era tentadora: si el gobierno ecuatoriano


comprometía su intervención militar tenía la posibilidad de obtener dos
74
aparentes beneficios: impedir que la subversión granadina incursionase
en territorio ecuatoriano y propiciar condiciones favorables que solu-
cionarían definitivamente el problema limítrofe.

TROPAS ECUATORIANAS EN TERRITORIO NEOGRANADI-


NO

El señor Vicente Rocafuerte y otras personalidades influyentes eran


partidarias de la intervención militar; por tanto, el general Flores no
dudó en preparar un ejército de aproximadamente 1.100 combatientes
y lanzarse a la aventura.

El 10 de septiembre de 1840 se adentraba en suelo extranjero. En Pasto


engrosó su ejército y luego en Taindala se unía a las fuerzas neograna-
dinas.

El 30 de septiembre, en el sector de la quebrada Huilquibamba se


enfrentaban las tropas aliadas con las revolucionarias del general
Obando. Los rebeldes fueron derrotados especialmente por el accionar
decisivo del general Flores y sus soldados. Así lo hacía entender el
Cónsul de Mendeville en un fragmento del informe enviado al gobier-
no francés: "Todos los granadinos, inclusive los que contribuyen al
triunfo de Huilquibamba veían con envidia la gloria del general Flores,
a quien tres días de campaña habían bastado para aniquilar una facción
ante la que el General Herrán estaba en vísperas de sucumbir, después
de dieciocho meses de esfuerzos impotentes." (15)

Concluida la campaña, a mediados de octubre, regresaba un general


Flores aclamado y victorioso al Ecuador. Pero nuevamente el general
Obando, a quien se lo había considerado muerto en el combate de
Huilquibamba, se insurreccionaba contra el gobierno neogranadino
con el consiguiente riesgo que este hecho significaba para el Ecuador.

La presencia de Obando nuevamente en el escenario subversivo,


75
motivó que el Presidente neogranadino solicitase el auxilio del ya pres-
tigioso general Flores, éste accedió a la petición del Dr. Márquez y
"decidió marchar en los primeros días de mayo de 1841 a la frontera
del norte, sea con la perspectiva de hacer cumplir el convenio estipu-
lado con los generales Herrán y Mosquera o sea para detener una posi-
ble invasión de Obando..." (16)

El supuesto convenio creó desde el inicio polémicas y discusiones: se


ha sostenido que no existió ningún documento oficial al respecto; se
arguyó que el general Flores habría condicionado el auxilio militar a
la firma de un convenio que definiese la incorporación de Pasto al
Ecuador; se argumentó también que el general venezolano fue engaña-
do respecto al pedido de su ayuda a cambio de nada.

LA FRUSTRADA INCORPORACIÓN DE PASTO AL


ECUADOR

En relación con lo expuesto, sostiene el general Joaquín Posada


Gutiérrez en sus memorias: "Tratado sobre cesión no hubo, ni pudo
haberlo, ni a nadie se le ocurrió que tal cosa pudiera suceder; bien que
los Generales Herrán y Mosquera ofrecieran al Presidente del Ecuador
emplear su influencia como particulares para que se celebrase un
nuevo arreglo de límites en el que se diera al Ecuador una frontera por
parte de Túquerres, aunque bien sabían ambos que aquello no se con-
seguiría; pero era indispensable dar esperanzas a la opinión general de
la República del Ecuador, en la cual se ha visto esto como una necesi-
dad indispensable a su existencia".

De acuerdo con el fragmento de estas memorias, los generales


neogranadinos habrían ofrecido algo imposible de concretarse, pues las
"esperanzas" que tal ofrecimiento generaban, "olían" simplemente a un
fementido y cruel engaño.

Mientras el general Flores con parte del Ejército ecuatoriano se encon-


76
traba en territorio norteño, el señor Rocafuerte temía que tal ausencia
aprovechase el Perú para iniciar la invasión al Ecuador, por eso le
pedía (a Flores) que regresase de urgencia.

Pero al general Flores no le convenía dejar inconclusa su campaña


militar, pues conocía que Pasto se había pronunciado por su incor-
poración al Ecuador, aunque Nueva Granada a través de su represen-
tante diplomático en nuestro país, señor Rufino Cuervo, se opuso
terminantemente a aquella decisión.

Entre tanto, el 20 de junio de 1841, las tropas ecuatorianas combatían


en territorio neogranadino: en el sector denominado "Veinticuatro"
habían sido vencidas, pero en Buesaco triunfaron categóricamente. En
estas condiciones el general Flores y su ejército ocupaban Pasto y
Túquerres, pues tenía por seguro que la incorporación de Túquerres
era evidente.

El 4 de octubre se reunían en Pasto el general Flores con el general


Mosquera, que había entrado a dicha población con su ejército.
Aprovechando de esta entrevista, el general Flores ofrecía la entrega
del cantón Túquerres y el retorno con su ejército al Ecuador, a cambio
del arreglo equitativo de límites con Nueva Granada.

Al respecto asevera el general Posada Gutiérrez, que el "3 de noviem-


bre de 1841 firmaron dicha exponsión los representantes de los dos
generales", acuerdo que fue finalmente desaprobado.

En efecto, el Presidente ecuatoriano, luego de cumplir con lo propues-


to, regresaba a Quito, pero el general Pedro Alcántara Herrán, después
de asumir la presidencia de Nueva Granada, desaprobó la exponsión
firmada en Pasto por considerar que se violaba la Constitución grana-
dina, lo que suponía una conflagración bélica contra el general Flores
si éste pretendía hacer cumplir el convenio o mantenía en su poder a la
ciudad de Pasto.
77
Un acuerdo del Senado y la Cámara de Representantes de Nueva
Granada y una espada de oro constituyó el reconocimiento exterioriza-
do al general Flores por la "cooperación que ha prestado a la División
de Operaciones del Sur, para destruir la facción que trastornó el orden
público en el cantón de Pasto, amenazando la seguridad de la Nueva
Granada y del Ecuador."

Justamente, no haber conseguido "nada de nada" le causó problemas al


general Flores cuando se encontraba ya en el Ecuador.

Sus adversarios políticos lo acusaban de haber despilfarrado el dinero


del pueblo en una expedición costosa, pero huérfana en resultados
favorables para el país. Además, la circulación de la moneda falsa en
gran parte de territorio nacional; después la epidemia de la fiebre ama-
rilla que devastó a la población de Guayaquil, incrementaban el
descontento y la oposición contra el General venezolano.

SE REVIVE EL PROBLEMA LIMÍTROFE CON EL PERÚ

A todos estos males se añadía el insoluble problema de límites con el


Perú. En diciembre de 1841, el gobierno sureño acreditaba ante su
similar ecuatoriano al comisionado Dr. Matías León para que tratase el
problema limítrofe de los dos países.

El Ecuador había designado su representante al señor José Félix


Valdivieso, que proponía se respetase el Tratado de 1829 y la devolu-
ción de Jaén y Mainas, mientras el representante peruano rechazaba
hábilmente la propuesta planteada.

El Dr. Matías León recurrió a variadas argucias hasta que finalmente


regresaba a su patria, rompiendo así el posible inicio de las negocia-
ciones limítrofes entre los dos países.

78
El gobierno ecuatoriano, no obstante, pretendía solucionar definitiva-
mente el problema, por lo que su representante diplomático, general
Bernardo Daste, se trasladó en marzo de 1842 a la ciudad de Lima. En
la ciudad del Rímac debía entrevistarse con el Ministro de Relaciones
Exteriores peruano, el eclesiástico Charum, pero éste igual que el Dr.
Matías León esgrimió argumentos y posiciones inaceptables, que
hicieron imposible se llegase a un acuerdo satisfactorio para las dos
partes.

De estos reveses diplomáticos se aprovechaban sus opositores para


"desprestigiarlo y activar una revuelta…Sin embargo, el general Flores
había resuelto declarar la guerra al Gobierno del Perú y ocupar los
territorios ocupados." (17)

El Presidente ecuatoriano dudaba de la ayuda que podría darle el


Gobierno de Nueva Granada en el supuesto de una guerra con el Perú
(había ya insinuado se recurra a la mediación de otra nación), aunque
el general Joaquín Barriga le había ofrecido que "estaba dispuesto a
venir a ayudarle en la campaña contra el Perú", sin hacerle conocer si
el Congreso granadino le daría la autorización correspondiente.

Se podría advertir sin embargo, que el general Flores pretendía solu-


cionar definitivamente el problema limítrofe con el Perú, porque,
inclusive, para lograrlo estuvo dispuesto a declarar la guerra al país que
se había burlado continuamente de compromisos internacionales que
otorgaban derechos territoriales al Ecuador. No obstante, condiciones
adversas impidieron que concretase sus aspiraciones reivindicatorias.
Igual propósito se pudo avizorar cuando pretendió transar con el
Gobierno de Nueva Granada la incorporación de Pasto al Ecuador.

El evidente fracaso de las negociaciones creaba en los ecuatorianos


descontento y frustración, aunque en otros campos, como sostiene
Eduardo Muñoz Borrero, tuvo una actuación satisfactoria: "Tomó
severas medidas contra los falsificadores de monedas, y cuando en
79
Guayaquil cunde el pánico por la fiebre amarilla, el gobierno toma
precauciones necesarias para que no degenere en un continuo abuso
por parte de gentes maleantes… Sin embargo, existen celos y envidias
en las familias más poderosas del país; se tiene especial preferencia
para los venezolanos en la adjudicación de los empleos principales e
inferiores. La oposición comienza a levantar cabeza entre los ecuato-
rianos más influyentes." (18)

Concluyendo, el general Flores intervino en la campaña de Pasto con


tropas ecuatorianas con el propósito de alcanzar dos objetivos funda-
mentales: con el ofrecimiento del auxilio militar a Nueva Granada
podía propiciar la incorporación de Pasto al Ecuador e impedir que
revolucionarios granadinos atentasen contra la soberanía nacional.
Desgraciadamente, el primer objetivo no pudo conseguir: el General y
los soldados ecuatorianos fueron evidentemente engañados por
quienes sintiendo resquebrajarse su poder acudieron a la ayuda militar
de un país, que luego de cumplir con el compromiso de honor, aspira-
ba reivindicar derechos territoriales adquiridos por herencia colonial.

EL PRINCIPIO DEL FIN DEL GENERAL FLORES Y EL MILI-


TARISMO EXTRANJERO

La Convención Nacional reunida en octubre de 1842 fue integrada por


un importante porcentaje de adeptos al general Flores, lo que facilitó
se aprobasen decretos que contrariaban la soberanía democrática del
país.

En el proyecto de Constitución que presentaba el general Flores


constaba que el período presidencial debía prolongarse a ocho años, y
los religiosos debían abstenerse de integrar los Congresos nacionales.

Descontento y defraudado del contenido de algunos artículos de la


Constitución, el Sr. Vicente Rocafuerte de afectuoso compadre y
colaborador, se pasaba a la oposición del gobierno del general Flores.
80
Era evidente que perdía poder el arbitrario General venezolano; el
descontento popular no solo persistía sino que se extendía peligrosa-
mente, motivado por el impuesto de tres pesos a los ciudadanos de 23
a 25 años. Esta imposición tributaria generó la protesta general, y la
desafección al Gobierno aumentaba vertiginosamente.

El creciente descontento tuvo connotaciones inmediatas: insurrec-


ciones en diferentes poblaciones de Imbabura, Pichincha y
Chimborazo, con la consiguiente intervención de fuerzas militares para
neutralizarlas y controlarlas.

En la población de Cayambe fue asesinado por un grupo de rebeldes el


ciudadano de origen francés, coronel Adolfo Klinger.

Los intemperantes acontecimientos suscitados obligaron al gobierno a


enviar al general Juan Otamendi a sofocar a centenares de sediciosos
que se habían organizado en Cayambe, Cotacachi y Atuntaqui. El
temible General pacificó a estas poblaciones sin acudir a la rudeza y
crueldad en él características.

Igualmente, al mando de tropas veteranas, fue enviado a la provincia


de Chimborazo el general Bernardo Daste, con el propósito de some-
ter a los sublevados, pero éstos se tranquilizaron y cambiaron de acti-
tud cuando el comisionado militar les hizo conocer la exoneración del
impuesto de los tres pesos.

El coronel Enrique Viteri había organizado en Patate un grupo armado


de aproximadamente 150 hombres, pero luego de ser descubierto fue
reducido a prisión y desterrado con la mayoría de sus compañeros al
archipiélago de Galápagos.

Asimismo, se advertía ya que en Guayaquil se fraguaba también una


rebelión propugnada por el rencoroso Vicente Ramón Roca, que no
olvidaba el desaire que le hizo el general Flores cuando le negó la
81
Vicepresidencia de la República.

En Quito aparecieron las "sociedades políticas", en una de ellas figu-


raba el joven y fogoso revolucionario Gabriel García Moreno, quien
inclusive había prometido asesinar al Presidente.

Pero no solo en el país se maquinaba asonadas y sublevaciones: en el


Perú se hacía también sentir la oposición al Gobierno floreano, pues
el señor Vicente Rocafuerte buscaba la forma de revolucionar al
Ecuador, igual actitud había adoptado el doctor Pedro Moncayo y otros
ecuatorianos que aspiraban la "reivindicación del país".

En definitiva, con hechos tan evidentes, se preveía que la oposición se


incrementaba peligrosamente, y que el general Flores tenía al frente un
panorama bastante sombrío y adverso, que era harto difícil de cam-
biarlo.

LA REVOLUCIÓN DEL SEIS DE MARZO DE 1845

La revolución que habría de estallar en Guayaquil y que la encabezaría


el coronel Francisco Jado estaba prevista ejecutarla el 24 de febrero de
1845, pero el movimiento fue descubierto y el coronel Jado, aprehen-
dido.

Los complotados, al descubrir que la brigada de Artillería tenía un sig-


nificativo valor militar, pretendieron por todos los medios atraerla a su
causa y lo consiguieron de una manera simple pero nada correcta:
indispusieron al teniente coronel Fernando Ayarza, Comandante de la
brigada de Artillería, contra el general Tomás Wright que era el
Comandante General del distrito. Aquella artimaña le costó el relevo
del mando, a pesar de gozar de gran ascendencia dentro de su tropa.

El jefe depuesto, por lógico resentimiento, influyó en la brigada de


Artillería para que apoyase el movimiento rebelde. En esas condi-
82
ciones, en las primeras horas de la mañana del seis de marzo, les fue
fácil al general Antonio Elizalde, al coronel Juan Francisco Valverde,
a los comandantes Fernando Ayarza, Manuel Merino, Guillermo
Franco y Felipe Puga tomar el mando de aquella unidad.

Conocedor de la situación, el general Wright dispuso que el general


Vicente González, Comandante del Batallón de Infantería N. 1, prepare
a la tropa para atacar a los rebeldes.

Entre tanto, el entusiasmo y la euforia de la población eran desbor-


dantes; varios civiles voluntarios ingresaron al cuartel de la Artillería
para respaldar y ofrecer su contingente.

Como era de esperarse, la brigada de Artillería había adoptado todas


las previsiones y medidas de seguridad y de protección, ante la inmi-
nencia de un ataque armado. En efecto, éste se produjo el seis de
marzo a partir de las 3 de la tarde. El general Wright planificó el
ataque por 3 frentes. Dividió su tropa en tres columnas, una de las
cuales decidió comandarla personalmente; el general González y el
coronel Díaz habrían de ser los comandantes de las dos restantes. El
ataque fue violento y denodado; sin embargo de ello las posiciones
previamente fortificadas de la Artillería permitieron resistir la embesti-
da y causar significativos estragos en el adversario. Imposibilitados de
tomar por asalto el cuartel de la brigada de Artillería, y luego de com-
probar que entre muertos y heridos (el mismo general González cons-
taba entre estos últimos), sobrepasaban las 100 bajas, el general Wrigth
ordenó la retirada y se declaraba derrotado. Al día siguiente puso a dis-
posición del general Elizalde las unidades militares, armamento, muni-
ción, naves de guerra y más instrumentos bélicos.

Como consecuencia de aquella acción de armas renunció el goberna-


dor Manuel Espantoso; acto seguido se designó a José Joaquín Olmedo
y Pablo Merino para que presidieran las reuniones en las cuales se
elaboraría el acta respectiva.
83
GRAL. THOMAS CHARLES WRIGHT MONTGOMERY, COMANDANTE
GENERAL DEL GUAYAS DURANTE LA PRESIDENCIA DE ROCAFUERTE Y
DEL ÚLTIMO GOBIERNO DEL GENERAL FLORES, INTERVINO VICTORIO-
SO EN MIÑARICA, PERO EN LOS COMBATES DE LA HACIENDA “LA ELVI-
RA” FUE DERROTADO POR LAS FUERZAS DEL GENERAL ANTONIO ELI-
ZALDE (HISTORIA MARÍTIMA DEL ECUADOR, tomo VIII, Mariano Sánchez )
84
La Revolución del Seis de Marzo de 1845 proclamada en Guayaquil,
tuvo la aceptación paulatina del resto de las provincias del país.

El 17 de marzo se pronunció Portoviejo y, a renglón seguido, los


demás cantones de Manabí por la presión e influencia de su
Gobernador, el coronel José María Urbina.

"El coronel Urbina que hasta entonces había pertenecido a lo que él


mismo llamó posteriormente la "horda extranjera"; que había sido uno
de los personajes en quienes más amplia confianza depositó el general
Flores, a cuyo afecto debía su rápido engrandecimiento, rompió vio-
lentamente los vínculos de fidelidad con el Presidente e inclinó a la
provincia que gobernaba a adherirse a la revolución, como lo verificó
el 17 del mismo mes (marzo). El Gobernador Urbina, a quien exclusi-
vamente se debía el que se declarara la opinión pública de esta provin-
cia contra el Gobierno continuó a la cabeza de ella por aclamación
popular, y el Gobierno provisorio integrado por Olmedo, Roca y
Noboa le envió el despacho de General." (19)

LOS COMBATES DE LA HACIENDA "ELVIRA" Y EL TRATA-


DO DE "LA VIRGINIA"

Las tropas del general Flores, comandadas por el general Otamendi, se


habían organizado defensivamente en la hacienda "Elvira", ubicada "al
frente de Babahoyo, se hallaba sobre un terreno cubierto de algunos
bosquecillos sembrados, a la orilla izquierda del río que baña el pueblo
por la derecha y circundada de varios riachuelos y esteros." (20)

Consecuentemente, la organización defensiva del general Otamendi se


complementaba con los accidentes topográficos del terreno que ocupa-
ba, ventaja táctica que le permitía ejecutar una defensa en posición efi-
ciente.

85
PERIÓDICO “EL SEIS DE MARZO” PUBLICADO EN GUAYAQUIL, EL 9 DE
SEPTIEMBRE DE 1851 (HISTORIA DEL ECUADOR, Salvat, No.6)
86
En la contraparte, el mando del ejército del Gobierno provisorio com-
puesto de aproximadamente 1.000 combatientes (número similar al de
su adversario), había sido confiado al general Elizalde que tenía en el
comando de sus fuerzas al general Ayarza y los coroneles Merino,
Valdez y Jado.

El plan de operaciones concebido por el general Elizalde se concreta-


ba en un ataque por tres frentes: por el centro conduciría personalmente
a una unidad de combate; por el flanco derecho atacaría la división de
los coroneles Valdez y Merino y por el flanco izquierdo, la división del
coronel Jado. El 3 de mayo se iniciaba el ataque simultáneo, que fue
respondido por las tropas atrincheradas del general Otamendi. La
unidad comandada por el general Jado, después del sangriento combate
quedó casi exterminada en la totalidad, su propio jefe (el coronel Jado)
fue gravemente herido y hecho prisionero. Aproximadamente 600
combatientes fueron las bajas del general Elizalde; las del general
Otamendi, en cambio, se aproximaban a 300.

Sin embargo de las cuantiosas pérdidas humanas y de material bélico,


el resultado final del combate no tuvo la suficiente incidencia militar
que definiese la posición de las dos partes. Para ello tuvo que
escenificarse otro combate en la misma hacienda "Elvira", 7 días
después del primer encuentro.

El 10 de mayo de 1845 se enfrentaban por segunda ocasión las tropas


del general Flores (ya había relevado al general Otamendi, herido en el
combate del 3 de mayo) con las del general Elizalde. "Quedaron 60
muertos en el campo y cosa de 70 heridos de parte de Flores, y de la
de Elizalde, 51 muertos, incluso los comandantes Antonio Vallejo y
Juan Díaz; y 3 oficiales y 65 heridos. Un proyectil del Ejército de
Elizalde hirió nuevamente a Jado, (se encontraba prisionero en una de
las viviendas de madera de la hacienda) quien, de resultas de la
amputación que se le hizo falleció al tercer día." (21)

87
GRAL. ANTONIO ELIZALDE LAMAR (DICCIONARIO DEL ECUADOR,
Efrén Avilés Pino)

88
Como el combate anterior, éste tampoco produjo un desequilibrio sus-
tancial en los dos ejércitos que determine que cualquiera de ellos
pudiese imponer las condiciones que satisfagan sus intereses.

El Gobierno provisorio, consciente de haber fracasado en su intento de


derrotar definitivamente al general Flores, intentó hacerlo por otros
medios: insurreccionar en contra del militar extranjero a las pobla-
ciones que aún no decidían su destino. Con esa finalidad, Esmeraldas,
Azuay, Loja, fueron atraídas a la causa del Gobierno provisorio; es
más, éste ya contaba con el respaldo de Manabí con su ex Gobernador
a la cabeza, el general José María Urbina, quien, inclusive, había orga-
nizado una división de 800 hombres. De esa circunstancia se
aprovechó el Gobierno "marcista" para influir sicológicamente en
Flores: dispuso que el general Urbina traslade a Guayaquil la división
que ya tenía conformada. En efecto, la tropa procedente de Manabí
llegó al Puerto Principal el 27 de mayo de 1845. La adhesión de
Manabí, Esmeraldas, Loja, Azuay y otras poblaciones del interior y
septentrionales del país, además de la presencia de la división del gene-
ral Urbina en Guayaquil, hizo posible la concertación de una fórmula
definitoria del destino político del país. Aquella fórmula constituyó el
Tratado de la "Virginia". Éste se celebró el 17 de junio de 1845 y el
convenio adicional, al día siguiente. El texto del documento resumía
en los artículos 2do. y 3ero. lo medular de su intención:

"Art. 2º. Las guarniciones militares se situarán de la manera siguiente:


las tropas que actualmente existen en los Distritos del
Guayas y del Azuay, se estacionarán del modo que lo dispon-
ga el Gobierno Provisorio; y de las acampadas en "La
Elvira", marcharán de cuatrocientos a quinientos hombres a
tomar cuarteles en la ciudad de Bolívar, licenciándose el
Batallón "Babahoyo" para que los individuos que lo compo-
nen vuelvan a sus casas y todo lo que excediere del número
enunciado.

89
"Art. 3º. Los Generales, Jefes y Oficiales de las fuerzas del mando del
General Flores, que el Gobierno Provisorio no considere
necesarios al servicio, se retirarán a sus casas, o al punto
donde mejor les convenga establecerse, con los honores que
les corresponden y sus pensiones, según sus letras de cuartel
o retiro…

DOÑA MERCEDES JIJÓN Y VIVANCO, ESPOSA DE J.J. FLORES (EL GRAN


MARISCAL SUCRE Y SU ESPOSA LA MARQUESA DE SOLANDA, Angel
Grisanti)
90
Este convenio será ratificado por S.E. el Gobierno Provisorio dentro de
cuarenta y ocho horas, y por S.E. el General Flores dentro de veinti-
cuatro.

"En fe de lo cual los Comisionados respectivos lo firman por duplica-


do en la hacienda de "La Virginia", a 17 de junio de 1845.- Pablo
Merino.- Pedro Carbo.- Juan Francisco Millán.- Juan Hipólito Soullin.-
Carlos Vincendón.- Francisco Gaviño." (22)

El Convenio legalmente oficializado podría, de ser necesario, comple-


mentárselo con un "Convenio adicional" que se referiría, en términos
generales, al fuero, rentas, honores y demás canonjías que debía
continuar usufructuando el general Flores al término de su gestión
presidencial. Efectivamente, el Presidente defenestrado, después de
asegurar sus intereses, se embarcó en el bergantín "Seis de Marzo" y
partió rumbo a Panamá, el 24 de junio de 1845.

Con la ausencia del general Flores del país, el Gobierno de la


República quedó sometido a la autoridad exclusiva del triunvirato,
pero detrás de la aparente calma quedaba un episodio sangriento de la
incipiente vida republicana, que extrae las siguientes conclusiones:

- Los dos combates que se registraron en la hacienda "Elvira" se pro-


dujeron con la finalidad de rescatar (el general Flores) y de conso-
lidar (el Gobierno provisional) el poder político-militar del país;

- Los combates de la "Elvira", al margen de las ingentes pérdidas


humanas y materiales, no tuvieron de inmediato la influencia en el
objetivo principal de los contendores;

- El progresivo respaldo de Manabí, Esmeraldas, Azuay y Loja a la


revolución del 6 de Marzo, y el arribo de las tropas del general
Urbina a la ciudad de Guayaquil, permitieron agilizar y concretar el
Tratado de "La Virginia";
91
- La peculiar habilidad de negociador que ostentaba el general Flores
prevaleció con la firma del Tratado: logró que le reconozcan y
respeten los honores, rentas, propiedades y otros privilegios que
posteriormente le fueron incumplidos;

- Con el convenio celebrado entre el Gobierno Provisorio y el


general Flores, el poder político - militar del Estado quedaba
concentrado en el gobierno "marcista".

INICIO DEL MARCISMO

Derrumbado el poder del general Flores se organiza un triunvirato


integrado por José Joaquín Olmedo, Vicente Ramón Roca y Diego
Noboa. El flamante gobierno provisional convocaba para el 11 de julio
una Convención que debía reunirse en Cuenca, con el propósito prin-
cipal de elegir al Presidente de la República.

Surgen dos candidatos para ocupar el solio presidencial: José Joaquín


Olmedo (poeta de reconocido renombre, político, profesor universi-
tario) y Vicente Ramón Roca, progresista comerciante guayaquileño.

Reunida la Asamblea en Cuenca, entre algunos asuntos aprobados


fueron: el desconocimiento de los convenios de "La Virginia", la de-
signación al año de 1845 como "el primero de la libertad", el cambio
de la bandera y, lógicamente, la elección del Presidente del Ecuador.

Decenas de escrutiños, hasta llegar a los 80, no dilucidaban el resulta-


do definitivo: ni Olmedo, ni Roca alcanzaban los votos suficientes que
los acreditase la dignidad suprema. Finalmente, el general José María
Vallejo consignaba el voto indispensable que requería Ramón Roca
para ceñirse el triunfo, con el consiguiente descontento de sus adver-
sarios, entre los que destacaba el señor Vicente Rocafuerte.

92
FIN TRÁGICO DEL GENERAL JUAN OTAMENDI

Desconocido el convenio de "La Virginia", varios jefes y oficiales


adeptos al general Flores fueron dados de baja o destituidos de sus car-
gos, lo que originó el descontento y el aparecimiento de algunas rebe-
liones militares, que fueron controladas oportunamente. Inclusive el
general Juan Otamendi, uno de los jefes más destacado, sanguinario y
simpatizante invariable del general Flores fue asesinado, como hizo
conocer en el informe que elevó el Comandante General del
Departamento de Guayaquil :

"República del Ecuador. Comandancia General del Distrito-


Guayaquil, a 18 de Agosto de 1845, 1° de la Libertad.

"Al H. Sr. Secretario General de S.E. Supremo Gobierno Provisorio.

"Señor: Hoy, a las dos y media de la tarde, llegó a esta plaza el Capitán
Manuel Antonio Zerda, conduciendo el cadáver del ex General Juan
Otamendi y, averiguado a aquel Oficial la causa de la muerte de este
Jefe que, según el parte del Sr. Coronel Comandante de Yaguachi,
había sido remitido vivo desde aquel pueblo, me informó el Capitán
Zerda que el preso había hecho tentativas para seducir a los soldados
de la escolta a fin de evadirse, y que hasta llegó a apoderarse de un fusil
con ánimo de hacer resistencia, de manera que fue inevitable el man-
dar hacerle fuego. Mas, sin embargo de la probable exactitud de este
relato, la Comandancia General ha creído de su deber que se ponga en
arresto al citado Oficial y seguirle un juicio, a fin de que quede vindi-
cada la justicia nacional.

"Apenas fueron divisadas desde la orilla de este río las embarcaciones


que conducían a Otamendi y su escolta, cuando la población casi
entera de esta ciudad se precipitó por un movimiento simultáneo al
Malecón; y por sus ademanes y las imprecaciones que se oían contra
aquel atroz y desgraciado agente del despotismo, anunciábase clara-
93
mente que el heroico y generoso pueblo del "6 de Marzo" meditaba un
ÚNICO acto de venganza. La Comandancia General dictó las medidas
que creyó necesarias para impedir los efectos de un frenesí provocado
por la más JUSTA INDIGNACIÓN; pero era de temerse que si
Otamendi se hubiese presentado vivo en estas orillas habría dado
ocasión a alguna ESCENA VIOLENTA, a despecho de todas las pre-
cauciones de la autoridad.

"Hecho el reconocimiento de estilo en el cadáver de Otamendi, dispu-


so la Comandancia General que fuese conducido al panteón, escoltado
por una fuerte columna del Batallón "Libertadores".

"Tengo la honra de comunicarle a US.H., para que se sirva ponerlo en


conocimiento del Supremo Gobierno Provisorio.- Dios y Libertad
JUAN ILLINGWORTH." (23)

Respecto a la muerte del general Otamendi, el historiador José María


Le Gohuir recoge la versión de la Revista Jurídica Ns. 74 y 75 de 1920,
en que consta: "Fue contra todo derecho apresado (Otamendi) de orden
superior, arrancado de la hacienda donde se curaba de su herida y con-
ducido de Alausí a Guayaquil, en medio de una escolta que mandaba
el capitán Manuel Cerda. En Yaguachi, de paso para Guayaquil, le
obligaron a tomar a él primero la canoa, y ya embarcado le hicieron
fuego desde la orilla. A los primeros tiros, exclamó: "¡Miserables! no
se mata así a un soldado de la independencia".

Las dos versiones son diferentes y contradictorias, pero establecen una


realidad incontrovertible: el general Otamendi fue asesinado por una
turba ansiosa de vengarse de un hombre que las circunstancias lo pre-
sentó indefenso, pero cuando ejercía poder y mando segaba cruel e
implacable, la vida de sus víctimas de turno.

Las arbitrariedades contra los oficiales "floreanos" fueron respondidas


a través de levantamientos populares, respaldados por militares intere-
94
sados. Una rebelión se protagonizaba en Quito, en el cuartel de la arti-
llería, el 29 de junio de 1845; otra, el 27 de septiembre en Guayaquil,
que culminó cuando fueron apresados los cabecillas rebeldes.

GRAL. JUAN OTAMENDI, ASESINADO LUEGO DE LA DEFENESTRACIÓN


DEL GENERAL FLORES (DICCIONARIO DEL ECUADOR, Efrén Avilés Pino)
95
INTENTO EXPEDICIONARIO DEL GENERAL FLORES
DESDE EUROPA

El desconocimiento de los convenios de la "La Virginia" motivó que el


general Flores intentara regresar al Ecuador para hacer "respetar sus
derechos".

Su caída fue explotada por adversarios políticos con el propósito de


consolidar el poder, y por sus enemigos comunes para provocar y
lanzar injurias en su contra o indisponerlo frente a los demás. Pero los
partidarios del general Flores impulsaban disturbios, conspiraciones y
asonadas que mantenían en zozobra al país.

A estos hechos preocupantes se añadió otro de no menos peligrosidad:


en octubre circulaban rumores de que el General venezolano prepara-
ba una expedición para atacar al Ecuador, noticia que intranquilizó a
los medios políticos, diplomáticos, sociales y militares del país. En
efecto, el ex presidente del Ecuador trataba de conseguir el apoyo de
Francia y España para organizar una expedición hacia el Ecuador. Su
deseo era "entenderse con el Gobierno español para restablecer su
Poder en algunos Estados de América, que estaban enteramente anar-
quizados; que la independencia había ocasionado muchos males,
levantando de la nada a hombres oscuros sin méritos y sin virtudes,
como sucedía en el Ecuador, donde se había apoderado del Gobierno,
el zambo Roca".

Dentro del ofrecimiento del general Flores constaba colocar en el trono


de una nación americana, con el nombre de Juan I, a uno de los hijos
de los duques de Rianzares.

Con el aparente apoyo de María Cristina y su esposo Agustín Fernando


Muñoz, además del Rey de Francia, Luis Felipe, el general Flores
había iniciado los trámites de adquisición de buques y el reclutamien-
to de aventureros de diferentes nacionalidades para dar vida a la expe-
96
dición. También en Inglaterra se habían alistado varios expediciona-
rios, además estaban listos tres navíos en el Támesis que debían zarpar
con personal, munición y armamento hacia Santander.

Todas estas acciones que revelaban indicios de una agresiva invasión,


puso en alerta extrema al Ejército ecuatoriano; los integrantes de las
milicias fueron notificados ante un posible acuartelamiento para hacer
frente a una agresión proveniente de Europa, y como "el peligro espa-
ñol volvía a presentarse inminente en el Pacífico, recibió Rocafuerte la
misión de estrechar nuestras relaciones con el Perú, mientras Modesto
Larrea pasaba a Nueva Granada, encargado de idéntica comisión." (24)

Ventajosamente, gestiones diplomáticas de países americanos consi-


guieron que tal expedición no se hiciese realidad: el gobierno español
desautorizó a Flores continuar con el proyecto, mientras que el
Ministro de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña disponía el embar-
go de los barcos y el desenrolamiento de los expedicionarios.

El fracaso de la expedición de Flores hizo que el Ecuador recuperara


cierta tranquilidad y disminuyese paulatinamente las expectativas que
tales circunstancias generaron.

El 16 de mayo de 1847 fallecía en la ciudad de Lima el eximio ciu-


dadano guayaquileño Dn. Vicente Rocafuerte "de una penosa enfer-
medad contraída. Sus funerales se han hecho con la debida solemnidad,
concurriendo a ellos el cuerpo diplomático y consular y muchos nota-
bles; habiéndose además cumplido con los ritos que prescribe el cere-
monial diplomático en el fallecimiento de personas que invisten el
carácter que tenía el señor Rocafuerte..." (25)

Estaba por concluir el período para el que fue elegido el señor Vicente
Ramón Roca, cuando se reunía la Asamblea en el templo de la
Compañía de Jesús, el 3 de octubre de 1849.

97
El general Elizalde y Dn. Diego Noboa surgieron como candidatos
presidenciales. Como las elecciones no arrojaron los resultados que
prescribía la Constitución de la República, se optó en términos
salomónicos elevar a la presidencia a quien ocupaba en ese entonces la
vicepresidencia: el coronel Manuel Ascázubi y Matheu.

Su administración, aunque durante corto período, fue fructífera y


esperanzadora, pero el pernicioso prurito de la ambición de políticos y
militares, que creían tener patente de corso para imponer su voluntad
y arbitrio en el destino incierto de un Ecuador débil y desorientado,
motivó otro levantamiento armado, acaudillado por el general José
María Urbina, acontecimiento que se suscitó en la ciudad de Guayaquil
y constituyó el preámbulo de la caída del coronel Manuel Ascázubi.

La V Asamblea Constituyente dio vida a un nuevo presidente del


Ecuador, el Sr. Diego Noboa y Arteta, pero éste sería el disimulado
eslabón en la carrera presidencial del general Urbina, pues la perma-
nencia en el solio presidencial fue tan efímera como desalentadora.

PRESENCIA DEL MILITARISMO CRIOLLO DE LOS GE-


NERALES URBINA Y ROBLES

Los tres primeros lustros del Ecuador independiente transcurrieron con


el predominio del militarismo extranjero, propiciado y encabezado por
el general Juan José Flores, primer Presidente de la República del
Ecuador.

Sin embargo, luego de quince años de ejercer directa o indirectamente


el poder tuvo que claudicar presionado por la Revolución Marcista de
1845 y el posterior tratado de "La Virginia".

En los años subsiguientes, el gobierno de Vicente Ramón Roca, elegi-


do en ardorosa y equilibrada lid, no influyó en la recuperación signi-
ficativa de un Ecuador que estaba semiconsciente por los golpes
98
recibidos del desgobierno, la desunión, arbitrariedad y los intereses
políticos y particulares.

CARTA QUE REGISTRA LA DESIGNACIÓN DE URBINA, COMO AGENTE


CONFIDENCIAL EN LA REPÚBLICA DE NUEVA GRANADA (TOMADO DEL
LIBRO “EL GENERAL JOSÉ MARÍA URBINA”, del Tcrn. Édison Macías N.)
99
Las estupideces del folclore político mantenían su siniestra vigencia: la
reacción de los partidarios del general Flores que extrañaban los
privilegios del poder, los levantamientos populares y continuas insu-
rrecciones militares creaban incertidumbre y escisiones en la incipiente
unidad nacional.

El presidente Roca, de quien expresó desilusionado Rocafuerte cuando


aquél triunfó finalmente en las elecciones: "Se ha preferido la vara del
mercader a la musa de Junín", no pudo concretar su acción exclusiva-
mente en menesteres internos del Estado; la sombra del general Flores
pretendía obscurecer nuevamente el destino del país: se conocía que en
España organizaba una expedición contra el Ecuador. "Al parecer la
Reina Madre doña María Cristina la favorece, pues se trata de crear un
reino en el Ecuador y de colocar en el trono al hijo de María Cristina y
de su esposo Agustín Fernando Muñoz, duque de Riansares.

Pero como el príncipe es muy niño, Flores ocuparía la Regencia, cargo


en el que, durante muchos años, podría gobernar al Ecuador..." (26)

Como la incertidumbre es esclava de los rumores, la gente lucubraba


que monarquías europeas estarían apoyando la expedición de Flores,
y que el Ecuador aprobaría la protección de naciones poderosas de
otros continentes como alternativa orientada a erradicar definitiva-
mente el caos, la zozobra y el desgobierno imperante en el país.

El mismo gobierno de Roca tuvo que afrontar las presiones interna-


cionales de Colombia y mantener vigente el problema limítrofe con el
Perú. El conjunto de estos problemas sumados a la pretendida inesta-
bilidad política, impedía el desarrollo del pueblo ecuatoriano que se
debatía en asfixiante crisis económica, política y social.

"Como una medida para solventar, en gran parte, el lamentable atraso


del país se pensó en un proyecto de inmigración europea (a ejemplo de
Argentina), gestión que fue propuesta por Benigno Malo en 1849,
100
durante la efímera administración de Manuel Ascázubi y que no llegó
a efectivarse." (27)

Es decir, los acuciantes problemas del siglo XIX se los sigue viviendo
en la actualidad, y así como ayer se pensó en la inmigración como un
paliativo a la desesperanza de ecuatorianos desmotivados y angustia-
dos, persiste en nuestros días el mismo lamentable escenario, muy
difícil de erradicarlo o transformarlo si no se conjunta el esfuerzo y
decisión de nuestro pueblo, con el firme propósito de alcanzar un obje-
tivo común: su desarrollo, progreso y bienestar.

Una inveterada práctica ecuatoriana: la conspiración, encabezada en


aquel entonces por el general José María Urbina defenestró del solio
presidencial a su "colega" Manuel Ascázubi.

La reincidente coyuntura política propició la presencia de intereses y


ambiciones globalizada, representada en aquel entonces en tres seudos
presidentes, que pretendían convertirse en sesudos y sacrificados "sal-
vadores" de un tambaleante y seminoqueado Ecuador. Efectivamente,
la simpatía de Cuenca, Loja y Manabí se orientaron a ubicar en la pre-
sidencia al general Antonio Elizalde; José Javier Valdiviezo tuvo tam-
bién el respaldo de otras localidades, igual que Diego Noboa.

El 27 de julio de 1850 se pretendía dar solución al desaguisado


problema político mediante un convenio celebrado en la hacienda "La
Florida", concertación que fue días después quebrantada por los
mismos que la mentalizaron, aprobaron y legalizaron.

De 1850 a 1851, de acuerdo con la ruleta presidencial, le correspon-


dería el turno de llegar al poder a Dn. Diego Noboa, luego de desarro-
llada la Quinta Asamblea Constituyente en apenas 20 años de existen-
cia republicana.

101
DIEGO NOBOA, CONSTITUYÓ EL ESLABÓN QUE ENCUMBRÓ AL PODER
AL GENERAL URBINA (GALERÍA DE PRESIDENTES, Palacio de Carondelet)

102
En este Gobierno se produjo nuevamente un problema internacional
con Colombia, cuando el Ecuador acogió en su territorio a un grupo de
sacerdotes Jesuitas expulsado por el presidente neogranadino José
Hilario López.

La actitud solidaria y humana del Gobierno ecuatoriano estuvo muy


cerca de desembocar en una conflagración bélica; ventajosamente, la
reacción y presión del partido conservador colombiano ejercidas en
defensa de los jesuitas, impidió que el fantasma de la guerra tronchara
indiscriminadamente la vida de innumerables seres humanos.

El presidente Noboa, quizás con la intención de liberarse del peligro


que representaba la presencia de militares afectos a los gobiernos ante-
riores, decidió desterrarlos y extraer del escalafón orgánico a más de
un centenar de elementos integrantes del Ejército nacional. Aquella
acción le resultó finalmente suicida e influyó en su infantil e ingenua
caída.

Si la presencia y dominio del militar extranjero, en los primeros 15


años del Ecuador independiente constituyeron un virulento y nefasto
cáncer, el protagonismo de militares nacionales representó durante
algún tiempo la negación de la democracia y la pesadilla de gobiernos
legalmente elegidos.

Por los continuos incumplimientos que de sus órdenes hacía el gene-


ral Urbina, consideró que constituía un elemento peligroso para el
gobierno. En uno de los viajes del Presidente a Guayaquil fue detenido
por el general Francisco Robles, compañero de Urbina en la Escuela
Naútica, en el combate naval de Malpelo, en el sitio del Callao y en
otras aventuras político-militares.

El 17 de julio de 1851, el general Urbina fue proclamado por las


unidades de Guayaquil Jefe Supremo de la República. El 24 del mismo
mes lo hacía el pueblo guayaquileño y posteriormente el distrito de
103
Quito, motivando la consolidación de su poder en el resto del territorio
nacional.

"La sapiencia política de Urbina hizo que atrajera el respaldo de los


simpatizantes de Roca y Elizalde; inclusive a éste lo designó
Encargado de Negocios en Lima. Otra coyuntura habría de favorecer-
le al flamante Jefe Supremo: los indicios de la invasión que el general
Flores preparaba desde el Perú hacia nuestro país (anteriormente pre-
tendió ejecutarla desde Europa), hizo que el pueblo conjunte los
esfuerzos y voluntades alrededor de su gobernante de turno." (28)

LOS "SOLDADOS TAURAS"

Tuvo el general Urbina la intención de fortalecer su ejército, pero solo


en el plano cuantitativo y no en el aspecto profesional: la formación
militar no era de la mejor, ni siquiera en los grados superiores.

Concibió entonces la idea de organizar unidades de choque con solda-


dos negros, los ex esclavos que él los liberó mediante Decreto de
enorme contenido humano. Sabía el general que sus beneficiarios, por
elemental principio de gratitud, serían leales, dóciles y manejables.

Por la evidente ignorancia que exteriorizaban los libertos, serían inca-


paces de recibir una instrucción militar eficiente, pero no les impedía
que sacaran a relucir sus instintos revanchistas y criminales, impulsa-
dos por la venganza de haber sido marginados, rechazados y conside-
rados simplemente un objeto o mercancía de valor devaluado.

"Los soldados tauras de tez negra y de instintos selváticos sembraron


el terror por todo el país; y no cesaron las poblaciones oprimidas de
clamar por la disolución de esas huestes peligrosas, indisciplinadas y
acostumbradas al merodeo, al saqueo y a todo género de excesos." (29)

En el Ecuador se concentraron cuando esclavos, en una población de


104
la providencia del Guayas denominada Taura, "llamada así por el río de
ese nombre y por los cerros que la circundan. Es una sabana pantanosa,
poco apta para la agricultura, siéndolo más bien para la ganadería.
Desde el pueblo de Taura cambia el río su rumbo al sur y entra en el
estero navegable que sale a la Boca de Taura. Entre el Taura y el río
Suya surge un grupo de cerros de todo independiente de la cordillera
de los Andes…" (30)

En la jurisdicción descrita, vivían los negros en condiciones infrahu-


manas. Su gran talla y contextura física robusta, eran explotadas por
los hacendados que los tenían de esclavos, engrosando su servidumbre.

Fueron a estos elementos cuando ya libertos, a quienes seleccionó el


general Urbina para convertirlos en sus unidades de confianza e
instrumentos armados, que acallaban feroz y cruelmente las voces de
la oposición.

Robalino Dávila nos narra el comportamiento irracional de los Tauras:


"Eran de instintos feroces, brutales, sin Dios ni ley, y llevaban a cues-
tas la lascivia tropical de su raza… Los Tauras dejaron en Quito un
recuerdo imborrable de terror… fueron los sayones con que Urvina
escarneció a la Capital donde tuvo más enemigos que en el resto del
Ecuador". Sin embargo de los crímenes, arbitrariedades y robos com-
probados, el General auspiciante disimulaba conocer aquellos atrope-
llos, porque los negros libertos constituían para él la fiel guardia de
choque, y la consumación de su estrategia para acallar a sus enemigos
políticos.

LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA DEL GENERAL URBINA

Una obra de enorme importancia social que se adjudicó el general


Urbina fue decretar la manumisión de los esclavos; pero aprovechán-
dose de esta circunstancia organizó a los temibles escuadrones de los
"tauras", unidades conformadas con soldados negros, cuya crueldad y
105
lealtad estaban al servicio de su libertador y protector.

Logró adicionalmente controlar el temporal que amenazaba desatarse


en mar y tierra: la expedición del general Flores que había partido del
Perú fue hábil e inteligentemente neutralizada. Asimismo, logró que el
general Hilario López, Presidente de Nueva Granada, no declarase la
guerra al Ecuador por el problema de los jesuitas, aunque para lograr
mantener cordiales relaciones diplomáticas con el país del norte, tuvo
que sacrificar posteriormente la seguridad y estabilidad de los
inocentes religiosos.

Recordando sus orígenes de marino reabrió la Escuela Náutica de


Guayaquil, mediante Decreto de 1 de abril de 1853.

Su gestión positiva se fundamentaba hasta aquel entonces en el decre-


to de manumisión de los esclavos; la paz externa en cambio, consti-
tuyó un logro pírrico: tuvo que negar el asilo de los padres jesuitas por
solicitud de la Convención Nacional de 1852, solo para satisfacer las
exigencias de un presidente extranjero que violaba flagrantemente el
respeto a la libre determinación de los pueblos.

Durante el período de 1852-1856 se pudo establecer un sabor agridulce


en la administración presidencial: "Debido a la acertada cooperación
del coronel Teodoro Gómez de la Torre, la administración hacendaria
y fiscal fue pulcra, nadie podrá decir que Urbina hizo fortuna en sus
años de mando. Negociados, peculados, agiotismo, los hubo a espal-
das del mandatario o quizás con la anuencia de éste. Pero, en lo
general, la probidad administrativa fue norma corriente de esos años."
(31)

La rara y plausible honradez de un mandatorio ecuatoriano fue confir-


mada por el inflexible escritor ambateño Juan Montalvo, cuando nos
narra que el general Urbina vivía en Lima en condiciones económicas
extremadamente deplorables.
106
GRAL. JOSÉ MARÍA URBINA, PRINCIPAL REPRESENTANTE DEL “MILI-
TARISMO CRIOLLO” (GALERÍA DE PRESIDENTES, Palacio de Carondelet)
107
En el período presidencial de Urbina se concibió la idea empresarial,
con el propósito de aprovechar el acopio de capitales para la
explotación y producción de productos como el caucho, la quinua y
otros tradicionales.

El historiador Jorge Salvador Lara tiene un concepto respecto de las


obras positivas realizadas en aquel período presidencial: "El esfuerzo
para mejorar la política hacendaria, su preocupación por la suerte del
indio, su respeto irrestricto a la vida de sus opositores políticos y, sobre
todo, la manumisión de los esclavos..." Pero sus opositores lo cen-
suraron porque la ley de libertad de estudios fue considerada como
fiasco y retroceso en el campo de la educación; le acusaron también
de permitir la conculcación de la soberanía nacional mediante la firma
de un convenio con Estados Unidos, referente a la presunta hipoteca
del Archipiélago de Galápagos. Inclusive, gobernantes europeos (de
Francia, España e Inglaterra), censuraron con ligereza la decisión
soberana adoptada por el Ecuador.

Uno de los artículos del polémico convenio especifica: "El Gobierno


de los Estados Unidos extenderá su protección a los nacionales que, en
virtud del presente arreglo, acudan al mercado del guano, como tam-
bién a las islas de Galápagos contra toda clase de invasiones que ocu-
rieren o depredaciones que se intenten o puedan verificarse, bien sea
de parte de algún aventurero o cabecilla que, teniendo gentes extran-
jeras quisiera apoderarse de las islas o de algún puerto o caleta de la
costa ecuatoriana en el Pacífico, con el ilegal designio de desconocer
la soberanía que tiene el Gobierno Constitucional del Ecuador sobre
sus conocidos y referidos territorios, entendiéndose que dicha protec-
ción se ejercerá conforme al Derecho de Gentes".

Considerando que el mencionado Convenio fue mal interpretado por la


opinión internacional, los gobiernos del Ecuador y Estados Unidos
decidieron dejarlo sin efecto y sin validez alguna.

108
PARTIDA DE MATRIMONIO URBINA - JADO (ARCHIVO DEL MINISTERIO
DE DEFENSA NACIONAL)
109
Sería aventurado asegurar que la soberanía ecuatoriana habría sido
respetada por la ancestral apetencia y totalitarismo del Perú, si el con-
venio se ponía en ejecución; no será honesto aseverar que la invasión
y el bloqueo de Guayaquil del presidente peruano Ramón Castilla,
hubiese podido impedirse si el convenio diplomático se mantenía en
vigencia; tampoco se podrá sostener argumentadamente que las poste-
riores invasiones del Perú y las consiguientes desmembraciones a te-
rritorio ecuatoriano habrían sido impedidas por el poderoso país del
norte, cuando la historia nos revela que los intereses y ambiciones
políticos subordinan y hasta involucran el honor y la dignidad,
inclusive de toda una nación.

LA LEY ORGÁNICA MILITAR

Con fecha 22 de noviembre de 1855, firmaban el presidente José María


Urbina y el Ministro de Guerra y Marina, Teodoro Gómez de la Torre,
la Ley Orgánica Militar basada en la ley del 2 de febrero de 1846.
Incluía resoluciones, disposiciones, reglamentaciones y normas para
las diferentes fuerzas integrantes de la "Fuerza Armada".

El Ministro de Guerra y Marina constituía un órgano del Ejecutivo y


como tal tenía ciertas responsabilidades y atribuciones, entre otras:
"Disponer la organización de los cuerpos, de los ejércitos y de las
divisiones o columnas de operaciones y la colocación de oficiales
generales, superiores y oficiales de Estado Mayor que se les destine".

Se responsabilizaba además, de una tarea que en la actualidad corres-


ponde a otros organismos militares: "Velar sobre la disciplina de todos
los cuerpos, sobre la uniformidad de las maniobras y movimientos de
cada arma, y sobre todo lo que diga relación a la táctica y servicio y a
la mejor asistencia de las tropas".

110
Se responsabilizaba también de la "conservación y mejora de la
escuela militar y la de pilotaje y náutica"; proponía los ascensos y
empleos (nombramientos), daba solución a reclamos de sueldos atrasa-
dos, pedidos de armas, municiones, vestuarios y equipo; se preocupa-
ba de la conservación de los buques de guerra, de los cuarteles y
hospitales militares; del levantamiento de cartas topográficas, plaza,
castillo y fortalezas; de los trabajos de las maestranzas; expedía las
letras de retiro y montepío, las licencias de oficiales generales, jefes y
oficiales; de redactar informes de campaña; presentar al Ministro de
Hacienda (Finanzas) el presupuesto correspondiente.

En el capítulo 2do. constaba: "La Fuerza Armada Nacional se com-


pondrá de todos los ecuatorianos que se hallan alistados en el ejército
y la marina, y de los que siendo aptos sean llamados por la ley al ser-
vicio de las armas". El artículo 3ro. de este capítulo puntualizaba: "La
Fuerza Armada se divide en terrestre y marítima. La terrestre en ejérci-
to permanente y en guardia nacional. El ejército permanente se
compondrá de artillería, infantería y caballería".

En otros capítulos, la Ley Orgánica detalla la organización de estas


armas: "La artillería se organizará por brigadas; la infantería, por
batallones y columnas ligeras y la caballería, por escuadrones".

La organización de los batallones presentaba evidente peculiaridad:


"Las compañías de los flancos, serán de carabineros y voltadores, y
podrán tener dos tenientes y un subteniente, o al contrario". Esta era la
misión que le otorga a la Fuerza Armada: "Defender la independencia
y libertad de la República, conservar el orden establecido, sostener la
observancia de la Constitución y de las leyes, y obrando siempre bajo
la dependencia de las autoridades constituidas".

En lo que respecta a las jerarquías la ley establecía, en la tropa: desde


soldado a sargento primero (no consideraba suboficial) en los oficiales:
subteniente o alférez en la caballería, hasta general, pero el grado
111
actual de mayor, correspondía a la denominación de sargento mayor.

Suprimía el grado de general de división, pero sin retirar los derechos


y canongías (honores y pensiones), a aquellos que se encontraban en
dicho grado cuando entró en vigencia la ley.

"Para ascender a oficial y ser aspirante en el ejército, determinaba la


ley, se necesita saber leer y escribir y tener nociones de aritmética".
Igualmente, se premiaba "a los militares con despacho de la autoridad
suprema que sirvieron en la transformación del año de 1845
(Revolución Marcista), tres y diez de mayo, se les concenderá la
cuarta parte del sueldo de su clase (grado) aún cuando no tengan los
seis años de servicio que exige este artículo".

Es decir, las diferentes "Leyes Orgánicas Militares" sufrieron con el


transcurso del tiempo acentuados cambios e innovaciones, de acuerdo
con las necesidades de la institución militar y de las corrientes doctri-
narias que implicaban su tecnificación y modernización.

En definitiva, el criterio respecto al gobierno presidido por un militar


ecuatoriano, luego del dominio del militarismo extranjero no es coin-
cidente: unos alaban al general Urbina; otros lo injurian; pues es ese el
precio del hombre público. Efectivamente, tuvo partidarios y simpati-
zantes que lo exaltaron y detractores que lo vilipendiaron; algunos
reconocían la gestión desarrollada al frente de su Gobierno; otros, cen-
suraban todo aquello que hizo y todo cuanto supuestamente dejó de
hacer. Quizás tal contradicción tuvo vigencia en el precario ambiente
democrático de aquel entonces, porque el hombre público, ilustre y
famoso por lo general es polémico; solo el ser humano amorfo,
gregario e inerte goza de tranquilidad y del anonimato que represa a la
dinamia y creatividad de los pueblos.

112
ÚLTIMOS AÑOS DE LA DÉCADA

Concluido el período constitucional del general Urbina se decidió que


las asambleas populares, constituidas de trescientos electores que
debían reunirse en Quito, Guayaquil y Cuenca se encargasen de la
elección del Presidente de la República, relevándole de esa respon-
sabilidad a la Legislatura de turno. La opinión ciudadana calculaba
que quien triunfará en las elecciones, considerando la influencia del
Presidente saliente y el protagonismo militar que no perdía vigencia,
sería otro General del grupo de Urbina.

El resultado de los siguientes escrutinios determinó el triunfo del


general guayaquileño Francisco Robles, para el período constitucional
de 1856-1860.

Gran parte de su vida militar y política transcurrió junto al inseparable


compañero y amigo José Urbina. Pero en esa ocasión no se impuso
únicamente la influencia personal del general Urbina: fue el "urbinis-
mo" convertido en una fracción poderosa e influyente, "porque ya no
era solamente un partido de oligarcas y militares, sino también de
masas populares, principalmente costeñas, por la política de justicia
social y de empeños liberales y democráticos que había desarrollado
con el aplauso de los miembros prominentes y correligionarios
civiles".

El inicio de la administración presidencial del general Robles encontró


ciertos problemas motivados por los partidarios de los candidatos
derrotados. Superados estos inconvenientes, el flamante Presidente
inició algunas obras orientadas a la educación; en 1857 dispuso que los
abogados debían defender gratuitamente al indio y al campesino; trató
de solucionar los efectos causados por inundaciones y, principalmente,
por el fuerte movimiento telúrico que azotó a la ciudad de Quito en el
mes de marzo de 1857.

113
GRAL. FRANCISCO ROBLES, LE CORRESPONDIÓ EN SU PRESIDENCIA
ENFRENTAR EL BLOQUEO DE GUAYAQUIL, DISPUESTO POR EL PRESI-
DENTE PERUANO RAMÓN CASTILLA (GALERÍA DE PRESIDENTES,
Palacio de Carondelet)
114
Luego de corto período de tranquilidad política y administrativa, el
gobierno del presidente Robles tambalea nuevamente. La causa funda-
mental: el presidente peruano Ramón Castilla había puesto varios
reparos al tratado Icaza-Pritcher, a través del cual el Gobierno del
Ecuador había hecho concesiones de tierras baldías del oriente ecuato-
riano a favor de acreedores ingleses. La oposición al tratado radicaba,
según criterio del mandatario peruano, en que la vigencia de "las
concesiones realizadas lesionaban y perjudicaban los derechos
peruanos en nuestra amazonía".

A mediados de 1857 llegaba a Quito el señor Juan Celestino Cavero,


antipático, soez y soberbio, pero con el título de Ministro
Plenipotenciario del Perú. Trajo una consigna terminante: agredir
diplomáticamente al Gobierno ecuatoriano para que éste reaccione en
términos enérgicos, actitud que justificaría la declaratoria de guerra
que el gobierno peruano se proponía hacer al del Ecuador.

Como era lógico suponer, el presidente Robles desconoció al


"diplomático" peruano, actitud soberana que constituyó el pretexto
para que el presidente Ramón Castilla planifique el bloqueo naval de
la costa ecuatoriana, particularmente del Golfo de Guayaquil.

No obstante el peligro que amenazaba al Ecuador, la oposición políti-


ca contra los generales Robles y Urbina se convertía más intensa y
peligrosa; ni siquiera se advertía la realidad tenebrosa y preocupante,
porque en el colmo de la ceguera interesada y del odio extremo, los
enemigos del gobierno murmuraban en los oídos vulnerables de la
ciudadanía, que la supuesta invasión peruana era una simple invención
del urbinismo.

Ahora podemos entender porqué la práctica morbosa de la política


ecuatoriana continúa tergiversando la realidad de los hechos, con el
malévolo propósito de satisfacer su odio o privilegiar sus intereses, si
tiene la herencia y raíz en los genes deformados de los albores de la
115
vida republicana; ahora se puede entender cómo mentalidades ociosas
y ratoniles pueden difundir libremente rumores interesados que crean
y generan la incertidumbre de la ciudadanía; ahora se puede deducir
cómo espíritus mediocres pueden subyugar el pensamiento de seres
que viven obnuvilados por la ignorancia y la desconfianza en sus
propias posibilidades. El mal que aqueja desgarradoramente a la
democracia y la unidad nacional contemporáneas no aparece ahora:
tuvo vigencia y efectos tenebrosos y mortales desde siempre.

Asfixiado por el ambiente caótico reinante, al presidente Robles no le


quedaba otra alternativa que solicitar del Consejo de Estado las
Facultades Extraordinarias para levantar en armas a la nación y orga-
nizar la defensa nacional. El Congreso en primera instancia aprobó la
solicitud presidencial, pero después fue revocada porque varios con-
gresistas no admitieron que la capital de la república fuese trasladada
perentoriamente a Guayaquil.

Entre tanto, el Perú exigía el reconocimiento de Cavero so pena de


reservarse el derecho de declarar la guerra, razón por la que el 1 de
octubre de 1858 el gobierno ecuatoriano declaró al ejército en estado
de máxima emergencia, y lo subordinó al general José María Urbina.

TROPAS DEL PERÚ EN LA COSTA ECUATORIANA

El Presidente Ramón Castilla, argumentando que el Ecuador había


adoptado una actitud agresiva y hostil contra el honor soberano del
Perú; que organizaba y reforzaba a su ejército; que se negó a presentar
satisfacciones al diplomático Juan Cavero y existía indicios que reve-
laban la intención de declarar la guerra, autorizó organizar inicialmente
un ejército de hasta 15.000 hombres, prever los fondos suficientes para
sostener a la maquinaria bélica, y no desestimar la declaración de gue-
rra "hasta alcanzar las reparaciones debidas al honor de la República".

116
RAMÓN CASTILLA, PRESIDENTE DEL PERÚ ORDENÓ EL BLOQUEO DE
GUAYAQUIL Y DE LAS COSTAS ECUATORIANAS (HISTORIA DEL
ECUADOR, Salvat, No.6)
117
Sin más explicaciones, el 26 de octubre de 1858 dispuso el presidente
peruano el bloqueo de la costa ecuatoriana: los puertos, bahías, caletas
e islas.

Paralelamente, desde el Ecuador informaba el diplomático Cavero que


el ejército nacional "tenía 1.800 hombres en Guayaquil, de los cuales
solo 700 eran veteranos; en el interior: 2000 hombres y de ellos 500
dignos de considerarse de tal calificativo (sic). Pero sobre fuerzas
navales nada decía, por ser ésta nula…" (32)

El Perú en cambio, tenía lista la fuerza naval que realizaría el bloqueo.


Sobresalía la fragata de guerra "Amazonas", en la que se encontraba el
puesto de mando peruano; además de varias naves de transporte para
conducir al personal de tripulantes y militar que realizaría el bloqueo.

El contralmirante Ignacio Mariátegui, por intermedio de un represen-


tante, hacía conocer al Gobernador de la provincia que iniciaba el blo-
queo del golfo guayaquileño y el resto de las costa, en cumplimiento
del Decreto Supremo de fecha 26 de octubre de 1858.

Era tanta la miopía y estupidez de los políticos ecuatorianos que


creían lo que había el presidente peruano proclamado: "La guerra no la
hago al Ecuador, sino a sus gobernantes". Pero aquellas palabras per-
versas y ladinas, fueron inclusive reforzadas por otras similares de
García Moreno: "El enemigo no es el Perú, sino Urbina y Robles".
Justamente, por la incontrolable oposición que sufrían los generales
Robles como Presidente y Urbina como Comandante del Ejército, nada
pudieron hacer ante la agresión peruana, a pesar de haber intentado
enfrentarla oportuna y profesionalmente, cuando el presidente Robles
solicitó las facultades extraordinarias para levantar en armas al país y
organizarlo para la defensa, solicitud que fue negada por el Congreso
nacional. De esta situación de inestabilidad conocía el Perú, como se
advierte en escritos de estudiosos peruanos: "La pobreza del erario
ecuatoriano, los constantes problemas internos que absorben su aten-
118
ción, hace que ese país no tenga política alguna de guerra, ya que ella
se limita a rechazar cualquier agresión extranjera más a base de valor
cívico de sus ciudadanos que de una preparación militar. Su política de
guerra (del Ecuador), se contrae a una función defensiva, reforzando
los efectivos existentes con unos cuantos batallones de voluntarios sin
instrucción militar." (33)

BOLETÍN DEL EJÉRCITO PERUANO (LA VICTORIA DE GUAYAQUIL)


119
El 3 de noviembre se conocía en Quito el desarrollo del bloqueo de las
unidades navales peruanas.

Dejando encargado el poder ejecutivo a Jerónimo Carrión


(Vicepresidente), el 9 de noviembre, desde Quito partió rumbo a
Guayaquil el general Robles quien dispuso el llamamiento al servicio
activo de las armas, el nombramiento del coronel José Sánchez Rubio
como Gobernador de la provincia de Guayaquil, ante la renuncia del
coronel Francisco Boloña, y la priorización de los recursos económi-
cos en gastos militares netamente para la defensa.

El 31 de diciembre el general Robles llegaba a Riobamba a reasumir la


presidencia (el presidente encargado había trasladado el gobierno a la
ciudad de Riobamba), y de inmediato decretaba el traslado de la capi-
tal a Guayaquil, desde donde podría de mejor forma, dirigir adminis-
trativa y militarmente a la República en tan caótica y peligrosa
situación. No obstante, la disposición no se concretó por la oposición
de las autoridades y habitantes quiteños.

El 12 de enero de 1859, el Calm. Ignacio Mariátegui, hacía conocer al


gobernador de la provincia, coronel Sánchez Rubio, que el bloqueo iba
a estrecharse y le advertía además, que "prohíba en lo absoluto toda
agresión, el primer tiro hecho a cualquiera de los individuos o buques
de la escuadra peruana, será señal para romper los fuegos contra la
población." (34)

El coronel Sánchez Rubio, entre otros aspectos de su respuesta le


solicitó: "Le dé el oportuno aviso con el fin de hacer salir de ella (de la
ciudad) a las mujeres, niños, ancianos y extranjeros… en cuanto a los
hombres, manifestó: no habrá uno que no permanezca en el puesto a
que sus deberes y patriotismo los lleva."

120
Sin embargo, en los meses de febrero y marzo las tropas peruanas
cometieron varias arbitrariedades contra indefensos ciudadanos
civiles, acciones que fueron denunciadas por el Gobernador.

A los efectos del bloqueo que involucraba el aumento de la crisis


económica del país, se sumaba otra calamidad: el 22 de marzo de 1859
un terremoto devastó a la ciudad de Quito, siendo las más afectadas sus
iglesias e importantes edificios, pero ventajosamente con no crecido
número de víctimas mortales.

Considerando que el bloqueo naval se prolongaba, recibieron la


Brigada de Artillería y el Batallón Libertadores No. 1 la disposición de
permanecer en todo momento listos a entrar en acción. Pero el peligro
no provenía solamente de la escuadra naval peruana: se maceraba
también en acontecimientos que requerían el control inmediato. García
Moreno fue desterrado al Perú y acto seguido se producía el intento de
sublevación del general Tomás Maldonado, que fue ventajosamente
neutralizada a tiempo. Pero el 1 de mayo, en Quito se desconocía la
autoridad del presidente Robles, y se nombraba un triunvirato integra-
do por Gabriel García Moreno, Jerónimo Carrión y Pacífico Chiriboga.
El 6 de mayo en la ciudad de Cuenca, el mismo Jerónimo Carrión
aduciendo que al vicepresidente le correspondía tomar el poder ejecu-
tivo, se proclamaba Presidente, con el respaldo de tres batallones
comandados por el coronel Daniel Salvador. No obstante, los
revoltosos fueron vencidos por las tropas que en la misma plaza
comandaba el coronel Raimundo Ríos.

Marginado ya Jerónimo Carrión, se disputaban la presidencia "única"


el triunvirato presidido por García Moreno y el presidente "legal" Juan
Francisco Robles.

121
CRNL. JOSÉ SÁNCHEZ RUBIO, GOBERNADOR MILITAR DE GUAYAQUIL,
DURANTE EL BLOQUEO DEL PRESIDENTE RAMÓN CASTILLA (HISTORIA
MARÍTIMA DEL ECUADOR, Tomo VIII, Mariano Sánchez B.)

122
EL COMBATE DE TUMBUCO

El 4 de abril de 1859 se subleva en la ciudad de Guayaquil el general


Manuel Tomás Maldonado, su objetivo: derrocar al presidente Robles.
No obstante, tal intención no se concretó pero dará pábulo a otras rebe-
liones que se escenificaron con mayor o menor magnitud En Quito se
instala un gobierno provisorio representado por un triunvirato: Gabriel
García Moreno, Gómez de la Torre y Pacífico Chiriboga. Obviamente,
el presidente Robles defendía también sus derechos.

Entonces, el ejército constitucional al mando del general Urbina, debía


someter a las tropas del triunvirato quiteño: partió de Guayaquil al
mando de 1300 hombres haciendo escala en Babahoyo, a donde arribó
el 27 de mayo de 1859.

Entre tanto, su opositor García Moreno organizó apuradamente un


ejército de milicianos, mal entrenado, de 1000 hombres y al frente de
aquella fuerza, sin tener experiencia en la conducción de tropas, se
aventuró en aquella empresa. Pero antes, el fogoso y persistente García
Moreno, luego de regresar del Perú, se entrevistó "con el almirante
Mariátegui, Jefe de la Escuadra peruana que bloqueaba el puerto de
Guayaquil, obteniendo de él la promesa de ayudar al Gobierno
Provisorio con armas y dinero." (35)

Es decir, el flamante triunviro se inspiraba en la sentencia de: "El fin


justifica los medios", aunque los medios e instrumentos para conseguir
el objetivo, fueren antiéticos y censurables.

Seguro del apoyo que le ofreció el almirante peruano, desde Quito le


solicitó fusiles, municiones y que en el vapor "Bolívar" los envíe a
Bodegas (Babahoyo). El almirante Mariátegui en carta del 3 de junio
le contestó que el armamento que requería lo había ya solicitado a
Lima, situación que hizo creer a García Moreno que triunfaría de
seguro en las futuras acciones de armas. Ventajosamente, el general
123
Urbina se adelantó a comprometer en combate a su adversario, sin
darle oportunidad a organizarse y reforzarse convenientemente.

CALM. IGNACIO MARIÁTEGUI, COMANDANTE DE LA ESCUADRA QUE


PARTICIPÓ EN EL BLOQUEO DE GUAYAQUIL (HISTORIA MARÍTIMA DEL
ECUADOR,Tomo VIII, Mariano Sánchez B.)
124
El 3 de junio de 1859 en el sitio denominado Tumbuco en las inmedia-
ciones de Guaranda, se enfrentaron durante aproximadamente 6 horas
en ardorosa lid. Los milicianos de García Moreno, después de resistir
denodadamente, se declararon en franca derrota. Como elemento de la
victoria primó la desigual formación militar de sus jefes: "Cómo no
había de vencer, reflexiona Roberto Andrade, si Urbina uno de los
militares más inteligentes, si comandaba mayor y mejor ejército, y si
García Moreno era tan bisoño en el arte militar como casi todos los que
obedecían sus órdenes".

En un fragmento del parte de aquella acción de armas se lee: "Las


tropas a órdenes de los triunviros tuvieron noventa y cuatro muertos de
tropa, diez heridos y noventicinco prisioneros de la misma clase;
además de un jefe y nueve oficiales prisioneros".

En medio del consiguiente caos, García Moreno logró escapar, no así


el teniente coronel Ignacio Veintemilla que fue capturado por haberse
negado a seguirlo en la desesperada huída.

Con el triunfo en Tumbuco pudo el general Urbina entrar a la capital


de la República, con el propósito de someterla a su control. En efecto,
los batallones "Libertad" y "Machala" acuartelados en Quito, se desin-
tegraron el 16 de junio al conocer de la inminente entrada a la ciudad
de las tropas victoriosas de 1.500 soldados. Sintiéndose desprotegidos
los triunviros huyeron precipitadamente, permitiendo el restable-
cimiento en Quito del Gobierno constitucional.

El 19 de junio, al mando de parte del batallón "Libertadores", del


batallón "Vencedores" y personal de caballería, marchaban hacia el
norte los generales Urbina y Ayarza, en persecución de las tropas afec-
tas al triunvirato. En Ibarra capitulaba el 21 de junio el doctor Manuel
Gómez de la Torre, y dos días después firmaba un convenio compro-
metiéndose a entregar las armas y mantenerse al margen de cualquier
acción bélica.
125
Como consecuencia de la capitulación que el 23 de junio aceptaba
Gómez de la Torre, el presidente Robles consolidó a medias el control
de Quito. En Cuenca comenzó a concentrar un gran porcentaje del
ejército con la intención de iniciar una campaña contra el ejército
peruano. El gobierno del Perú por más que mantenía el bloqueo de la
costa ecuatoriana, había tomado medidas precautorias: "Dejó un fuerte
destacamento de cobertura en el departamento de Piura, con la doble
finalidad: oponerse a cualquier intento ofensivo del adversario sobre la
zona del interior, sea por la región de Loja o por la de El Oro, así como
de conservar a la mano una reserva de tropa en caso de necesidad".

Entre tanto García Moreno, derrotado pero siempre animoso, se entre-


vistaba con el almirante Mariátegui que dirigía el bloqueo, para solici-
tarle el apoyo que le permitiese continuar la lucha contra los generales
Robles y Urbina. No obstante, como el triunvirato de Quito fue disuel-
to después del combate de Tumbuco, el contralmirante peruano adujo
que no podía socorrer a quien no dirigía ya al Gobierno provisorio de
la capital ecuatoriana. Aquella situación frustrante hizo que García
Moreno viajase a Lima a pactar con el presidente Castilla la ayuda béli-
ca que le ayudará a derrocar al presidente Robles. Luego de conseguir
el apoyo del presidente peruano, García Moreno regresó a Guayaquil
en donde mediante una proclama realizada el 2 de julio de 1859, per-
sistía manifestando que el Ejército y la Escuadra del Perú no son ene-
migos: "solo pretenden ayudar a combatir a los tiranos que gobiernan
al país". Ventajosamente, aunque de forma tardía, García Moreno rec-
tifica tan antipatriota actitud luego de darse cuenta de las malévolas y
veladas intenciones del Perú, y de comprobar que el presidente
Castilla entraba en entendimiento con el general Guillermo Franco.

El caos y la crisis política constituyeron los instrumentos idóneos que


facilitaron, cuando el Presidente Robles decidió dejar el poder consti-
tucional, que el general Guillermo Franco se proclamase, el 18 de sep-
tiembre, Jefe Supremo de los departamentos de Guayas y el Azuay.

126
ÚLTIMA ETAPA DE LA EXPEDICIÓN PERUANA Y EL
TRATADO DE MAPASINGUE

El bloqueo inicial y posterior ocupación de Guayaquil y sectores


aledaños, fue minuciosamente planificado por el presidente Ramón
Castilla.

La concentración y movilización de tropas, transportes navales y


recursos económicos satisfacían progresivamente las necesidades
operativas.

De acuerdo con la Memoria (informe) del Ministerio de Guerra del 11


de diciembre de 1858, el efectivo de paz se había ya elevado a 8000
hombres "dotados de fusil Minié, la infantería; las unidades de
caballería, con carabinas Scharps de 10 tiros, además de 1000 lanzas
francesas y corazas a prueba de bala. La artillería constaba de un bata-
llón con 4 baterías a lomo y un escuadrón de 2 baterías volantes,
quedando otras 6 en reserva (El Perú poseía un total de 51 piezas de
diversos calibres)… Se gestionó también adquirir en Alemania 1000
fusiles de aguja y material de artillería Krupp, además de 200 fusiles
modelo Jacop con 2000 varas de alcance que se encargaron a
Inglaterra, cuyas balas dumdum se utilizarían especialmente contra los
parques (bodegas o refugios de munición y armamento mayor). (36)

Cuando el bloqueo a las costas ecuatorianas tomaba cuerpo, el


Gobierno peruano dispuso adoptar una política de guerra que repre-
sentó en primera instancia, elevar los efectivos del Ejército a 15.000
hombres, armas y pertrechos como para soportar una campaña de larga
duración. Como siguiente paso previó la ejecución del desembarco de
las tropas en Guayaquil porque "esta plaza, según criterio de los
estrategas peruanos, constituía un objetivo político-estratégico de
primera magnitud, puesto que desde allí se impondría la paz o servirá
de base adelantada para las operaciones militares que hubiera necesi-
dad de emprender en caso de resistencia".
127
128
FRAGATA DE GUERRA “AMAZONAS”, CONDUCÍA AL COMANDO Y ESTADO MAYOR DE LA ESCUADRA
NAVAL PERUANA (HISTORIA MARÍTIMA DEL ECUADOR, Tomo VIII, Mariano Sánchez B.)
Como el presidente Castilla no vio satisfechas las condiciones que
había exigido al Gobierno ecuatoriano, dispuso el desembarco de sus
tropas que partieron desde Callao, el 30 de septiembre de 1859.

Más de una docena de buques de guerra y transportes navales condu-


jeron a las siguientes unidades del Ejército peruano: batallones
"Pichincha" No. 2, "Ayacucho" No. 3, Puyán" No. 5, "Paucarpata" No.
8, "Puno" No. 12, "Siete de Marzo" No. 10 ; "Artillería de Montaña"
(8 cañones de a 4 y 8 de a 12), "Artillería Volante" (2 piezas de a 4, 4
de a 12 y 2 culebrinas de a 3), baterías de "Sitio y plaza" y de grueso
calibre, además de unidades de servicio." (37)

Luego que el propio presidente peruano comprobó que "no había en el


Ecuador, por sus disensiones políticas, un ejército enemigo respetable,
dispuso el desembarco".

El relajo político y el ambiente incierto que vivía la sociedad ecuato-


riana fueron advertidos de inmediato por los invasores peruanos: "Las
operaciones de movilización y concentración (del Ecuador) no
respondía a ningún plan militar regular, ya que los batallones de infan-
tería y escuadrones de caballería acantonados entre Riobamba y Tulcán
obedecían al triunvirato que presidía García Moreno en Quito, el que
por estar en desacuerdo con el general Guillermo Franco, que gober-
naba el litoral y parte del Azuay y Loja, no quiso prestarle su apoyo…
Su movilización se limitó a completar los efectivos de las pocas
unidades existentes: batallones "Comercio", "Imbabura", escuadrón de
línea "Lanceros", escuadrón "Taura" y artillería de 8 piezas, lo que
sumaba una División de aproximadamente 2000 hombres".

El Ejército peruano empleó para el desembarco las siguientes "grandes


unidades": Primera División, al mando del Gral. Juan Buendía; la Segunda
División, comandada por el Gral. Manuel Beingolea; Tercera División, al mando
del Gral. Ramón López Lavalle; además de unidades de artillería, caballería y de
servicios de Administración, Sanidad y Parque (material de Guerra).
129
GRAL. GUILLERMO FRANCO, FIRMÓ EL TRATADO DE MAPASINGUE, EL
25 DE ENERO DE 1860 (LA VICTORIA DE GUAYAQUIL, Wilfrido Loor)

130
Con todas estas unidades y el potencial marítimo distribuido en el
golfo de Guayaquil y las riberas costaneras, pretendía el Perú de acuer-
do con el Plan de Guerra previamente elaborado, controlar físicamente
Guayaquil para en el supuesto de encontrar resistencia, emprender la
campaña hacia el interior del país y la capital de la República, uti-
lizando la vía Babahoyo-Guaranda-Ambato-Quito, aunque sin des-
cuidar la dirección Yaguachi-Alausí-Riobamba-Quito. De esa forma
podría "lanzarse la ofensiva hacia el interior del Ecuador, utilizando la
primera vía para el esfuerzo principal cuyo objetivo sería Quito, y la
segunda para aislar a esta capital del sur del país".

Las unidades peruanas desembarcadas ocuparon estratégicamente


diferentes lugares de Guayaquil y sectores aledaños, manteniendo el
Cuartel General en Mapasingue. Prevalido de las condiciones
favorables exigió el mariscal Castilla que el general Franco mantu-
viera a sus unidades militares inactivas, que reconociera al Ministro
Plenipotenciario peruano Celestino Cavero y se le proporcionara
cuarteles para las tropas sureñas.

El general Franco, por consolidarse en el gobierno que ejercía en la


costa y conseguir luego la Jefatura Suprema de la República,
condescendió con el presidente Castilla, a tal extremo que sin ningún
sustento legal firmó el 25 de enero de 1860 el ominoso Tratado de
Mapasingue, en el que se ponía en riesgo la integridad territorial del
Ecuador.

Ventajosamente ni el mismo Congreso peruano aprobó tal oprobioso


documento, por haber sido "contratado con una facción revolucionaria
ecuatoriana que solo representaba a las provincias de Guayas y del
Azuay", prescindiendo de la voluntad representativa de todo el
Ecuador. Conocedores del convenio, el pueblo ecuatoriano hizo
escuchar su voz de protesta aunque tardíamente, e inclusive el general
Guillermo Franco fue acusado de traidor, pero éste descargó esta igno-
minia en García Moreno, a quien imputó tan denigrante calificativo en
131
un informe a la nación, de fecha 15 de febrero: "Fue éste (García
Moreno), en el vértigo de la furia jacobina, que buscó, preparó y se
empeñó en traer a su suelo, con el nombre de auxiliar, una invasión
extranjera…"

El antagonismo y la pugna por el poder entre Franco y García Moreno


se acentuaba, apareciendo en este escenario caótico otro conocido
actor: el general Juan José Flores, quien desde el Perú ofreció sus ser-
vicios a García Moreno, el que no dudó en aceptarlos. Esta alianza
meramente interesada arrancó este comentario de Roberto Andrade:
"Así vinieron a unirse dos insignes bribones… García Moreno en vez
de colgar a Flores, cuelga al Ecuador en la picota de la infamia."

COMBATES DE PISCURCO (25-ENERO-1860) Y DE SABÚN (29-


ENERO)

Antes de firmarse el denominado Tratado de Mapasingue, sabiéndose


el Perú dueño de la situación comprobaba complacido, cómo las
fuerzas de dos personajes connacionales, con ambición de poder,
emprendían sangrientas acciones de armas entre hermanos, permitien-
do en cambio, libertad de acción a las fuerzas invasoras peruanas.

En efecto, reintegrado ya el triunvirato de Quito y cuando García


Moreno comprobó que tenía un poderoso adversario en el general
Guillermo Franco, quien transaba una alianza con el presidente
Castilla, decidió mantener el poder único de la república, aunque en su
contra mantenía el INRI de haber interpuesto su influencia, según
Jorge Pérez Concha, para que el Congreso reunido en 1858, "retirara
las Facultades Extraordinarias ante el peligro de una invasión peruana,
concedidas al presidente Francisco Robles…" Los pronunciamientos
que hizo (García Moreno) reiterando que "las fuerzas invasoras del
Perú no debían ser consideradas como enemigas sino como aliadas…."
y la propuesta presentada "al señor Emilio Trinité, Encargado de
Negocios de Francia en Quito, encareciéndole interesar al Emperador
132
Napoleón III acerca de crear un protectorado francés en el Ecuador, le
hacía cargar una culpabilidad afrentosa.” (38)

La pugna, que llevó a las armas al general Guillermo Franco y a


García Moreno se iniciaba a mediados de enero de 1860, cuando desde
Guayaquil partieron hacia el interior tropas partidarias de Franco,
comandados por el coronel Matías León, mientras el coronel Manuel
Cerda, marchaba desde Cuenca para reunirse en Riobamba con el antes
mencionado oficial. Por falta de coordinación y motivado por rumores
falsos que alteraron psicológicamente a la tropa, tuvo el coronel León
que desde San Miguel retirarse al sector denominado Piscurco, provin-
cia de Bolívar, en donde se organizó defensivamente en espera de las
tropas de García Moreno que habían partido de Quito, el 17 de enero.
En Guaranda se incorporaba la vanguardia de las fuerzas quiteñas.

Parte de los efectivos de García Moreno se ubicó entre el Calzado y la


Chima, mientras dos compañías de los batallones "Rifles" y
"Vengadores" y el 1er. Escuadrón "Lanceros", comandados por el coro-
nel Bernardo Dávalos, atacaron por la elevación de Piscurco aprove-
chando la lluvia persistente que les daba cierta cobertura, aunque difi-
cultándoles el avance por lo resbaloso y el declive del terreno.

A las dos de la tarde, los elementos del coronel León fueron atacados
y desalojados de la hacienda Yaqui en donde se habían organizado
defensivamente. Fue el coronel Salvador, Jefe de la vanguardia, quien
definió el combate a favor de las tropas de García Moreno, cuando
desalojó, persiguió y capturaba prisioneros. Entre tanto, el coronel
Dávalos, luego de tres horas de combate, derrotaba a los soldados que
se encontraban en Piscurco.

Para García Moreno el éxito alcanzado no era todo: debía someter a las
tropas franquistas comandadas por el coronel Manuel Cerda, que se encon-
traban ya en la ciudad de Riobamba, pero sin el refuerzo del coronel León
cuyas unidades fueron derrotadas y dispersadas en Yaqui y Piscurco.
133
GRAL. TOMÁS MALDONADO, INTEGRÓ EL EJÉRCITO DE GARCÍA
MORENO QUE COMBATIÓ A LAS TROPAS DEL GENERAL FRANCO (LA
VICTORIA DE GUAYAQUIL, Wilfrido Loor)
134
El mando de las tropas del triunvirato fue confiado al coronel Manuel
Tomás Maldonado, quien contaba con la columna "Rifles", una com-
pañía del batallón "Vengadores" y el 1° Escuadrón del Lanceros. Con
estos efectivos, a pesar de la fatiga experimentada por el combate de
Piscurco, inició de inmediato la marcha llegando a la parroquia de
Sicalpa, el 28 de enero. Allí se incorporó el batallón de carabineros
"Imbabura", comandado por el coronel Eusebio Conde. El 29 partieron
las unidades de Maldonado empleando la vía de Guaslán hasta llegar a
San Luis.

Las pampas de Sabún, al sur de Riobamba, serían escenario de otro


encarnizado combate. Los soldados franquista tenían entre sus filas,
igual que en Piscurco, a los temibles soldados "tauras", formados por
el general Urbina, los que al conocer la ausencia de su jefe y benefac-
tor, luchaban a favor del general Franco. El choque de las dos fuerzas
fue violento y esforzado. Ninguno de los dos contricantes cedía te-
rreno. Sin embargo, después de ardorosa lucha, la tropa del coronel
Manuel Cerda, ya sin posibilidad de refuerzo alguno, comienza a retro-
ceder; además, las unidades de los "tauras" fuertemente presionados se
desintegraban paulatinamente. Lo propio ocurrió con la caballería fran-
quista al ser atacada por los lanceros del coronel Benardo Dávalos,
situación que hizo que la infantería se replegara en franca derrota,
aunque haciendo "fuego de retirada". En el combate de Sabún actuaron
con empeño y valentía los hermanos José e Ignacio Veintemilla, espe-
cialmente éste que con el grado de teniente coronel, secundó con
eficiencia el accionar del coronel Dávalos.

Los ciudadanos riobambeños recibieron con regocijo la derrota de los


franquistas comandados por el coronel Cerda, pues en los pocos días
de permanencia en la ciudad, antes del combate, cometieron toda clase
de atropellos, arbitrariedades y saqueos; además, entre los oficiales
victoriosos de encontraba un hijo de Riobamba: el coronel Bernardo
Dávalos.

135
Como consecuencia del triunfo de Sabún, el coronel Maldonado
marchó posteriormente a Cuenca, con el propósito de someter a las
unidades que estaban al mando del general Fernando Ayarza, misión
que cumplió sin trabarse en combate.

Pero al margen de continuar palpitante la crisis político-militar interna,


justamente el día 25 de enero en que se desarrollaba el combate de
Piscurco, el general Guillermo Franco y el presidente Ramón Castilla
firmaban el Tratado de Mapasingue, evidenciando de esta manera que
la ambición de poder de Franco se sobrepuso a la filosofía militar que
debía prevalecer en él; además, fue notorio también que el Perú luego
de satisfacer sus bastardas ambiciones y de comprobar la unidad
tremendamente fisurada de su adversario tradicional, se preparaba a
seguir fingiendo antes los ojos ingenios de los ecuatorianos, que su
invasión armada constituía una intervención solidaria para poner fin al
gobierno "despótico y dictatorial de Robles".

PUGNA POLÍTICO-MILITAR POR EL DOMINIO DE


GUAYAQUIL

EL CONTROL MILITAR DE BABAHOYO

A pesar de los reveses recibidos en Yaqui, Piscurco, Sabún y Cuenca,


el general Franco se preparaba a seguir ejerciendo el control de gran
parte de la costa, particularmente de Guayaquil. No ignoraba si embar-
go, que al frente tenía un formidable conductor de tropas: el general
Juan José Flores quien apoyaba decididamente al Gobierno provisorio
de García Moreno.

Los dos contricantes sabían que el control de Babahoyo aseguraba el


dominio de Guayaquil; por tanto, su esfuerzo se orientaba a mantener
(Franco) y conquistar (Flores) dicha población.

136
137
El general Franco logró organizar tres divisiones. La primera al mando
del coronel Raimundo Ríos, la segunda comandada por el coronel
Matías León y concentrada en Catarama, la tercera a órdenes del coro-
nel Sánchez Rubio en Guayaquil, mientras el Cuartel General se
encontraba en Babahoyo.

El ejército del general Flores tenía como orgánico de guerra a la


primera División conformada con los batallones "Vengadores",
"Imbabura" y artillería; la segunda División con los batallones
"Babahoyo", "Pichincha", "Colombia", artillería y caballería. La
artillería al mando del comandante Francisco Javier Salazar (futuro
General) y la caballería comandada por el coronel Bernardo Dávalos.

El 4 de agosto 1860, en marchas forzadas llegaba el ejército del


general Flores a Ventanas.

Conocedor que en Catarama estaba parte de las tropas de Franco para


bloquear el paso hacia Babahoyo, el astuto general venezolano lo des-
borda por el flanco derecho de su adversario y llega a Caracol; es decir,
se ubica a la retaguardia de las unidades de Catarama, teniendo relati-
va libertad de avance hacia Babahoyo. El día 6 estaba frente a dicha
población, la que no tenía una defensa sólida y poderosa porque
confiaba en las fuerzas de Catarama, que fueron hábilmente
sobrepasadas.

El 7, los soldados del general Franco fueron sorprendidos y obligados


a combatir en inferioridad de condiciones. La artillería franquista tuvo
en esas circunstancias que batirse valientemente, tratando de sostener
el ataque del adversario. Un elemento favoreció inicialmente a los
defensores de Babahoyo: estar armados "con fusiles de fulminantes
que carecían las tropas de García Moreno, armadas con fusiles de
piedra de chispa que tardan mucho para cada disparo." (39)

138
(-)

139
Conforme arreciaba el combate, la resistencia de los defensores de
Babahoyo iba cediendo y aún más cuando la artillería luego de causar
los esperados estragos, fue paulatinamente silenciada por los persis-
tentes ataques de la caballería del coronel Dávalos.

En un fragmento del parte de guerra del general Martínez Pallares, Jefe


del Estado Mayor General del Ejército garciano, hace constar que el
general Franco fue herido de "un puntazo de lanza dado por el heroico
joven Veintimilla", pero ¿por José o Ignacio Veintemilla?. Por el
mismo parte de Martínez Pallares se conoce que las tropas franquistas
sufrieron las bajas de 32 muertos y 11 heridos, más de 30 jefes y ofi-
ciales y centenares de combatientes de tropa prisioneros; fueron cap-
turados también 3 cañones y más de 200 fusiles.

La pérdida de Babahoyo constituía para el general Franco el principio


del fin: le quedaba pocas posibilidades de defender con éxito
Guayaquil.

RUMBO A GUAYAQUIL

Aprovechando del éxito alcanzado, las unidades de García Moreno


marchan al día siguiente con dirección a Guayaquil, empleando la
orilla izquierda del río Babahoyo. Sin embargo, tuvieron que regresar
porque el pequeño vapor "Bolívar", en que viajaban personeros de
Estados Unidos en misión de restablecer la paz, les interceptó, pero
luego de algunos días, el 20 de agosto, la misma nave plegaba a favor
del Gobierno provisorio.

Ante aquel cambio intempestivo de la situación, decide el general


Franco pedir apoyo a la Escuadra peruana, poniendo a la vez a dispo-
sición del jefe sureño, las pocas naves y tripulantes que le eran leales.
El comandante extranjero condicionó tal propuesta: "Tan luego que
tenga que obrar (operar) la Escuadra combinada, expediré las órdenes
que crea conveniente para asegurar el éxito de las operaciones militares
140
en cuanto sea posible, y solo para ese caso".

Otro problema advertido por el general Franco era que sus tropas
quedaron aisladas en Catarama, habiendo un porcentaje de ellas deser-
tado o pasado al bando contrario, lo que le impedía defender Naranjal,
Machala y otros sectores estratégicos que no estaban propiamente den-
tro de la jurisdicción de Guayaquil. La situación económica, asimismo,
le era adversa; las relaciones con el comandante de la Escuadra perua-
na habían enfriado ostensiblemente; desconfiaba de sus jefes por la
ineptitud demostrada en combates anteriores; comprobaba que todos
los días se producían deserciones; en definitiva, la situación reinante le
presagiaba un total fracaso. Para tratar de superar la grave crisis políti-
ca, económica y militar no dudó el general Franco en tejer una arti-
maña que exteriorizaba su espíritu antipatriótico: "manda a los
guayaquileños que suscriban una acta en la cual se declara que la ciu-
dad de Guayaquil se pone bajo el protectorado del Perú, o mejor dicho
que se anexa a esta República…" quizás con el enfermizo propósito de
recibir el apoyo del presidente Castilla, aspiración degradante que fue
negada por el mismo pueblo peruano.

Conocedor el general Flores de los graves apremios que sufría su con-


trincante comenzó a ubicar, distribuir y dirigir a sus unidades con la
sagacidad e inteligencia de un consumado ajedrecista, seguro ya de la
situación reinante que le era favorable: el Gobierno Provisorio contro-
laba la sierra y gran parte de la costa, excepto Guayaquil y algunos
reductos en El Oro y el Azuay.

Dos divisiones tenían listas en Babahoyo para iniciar las operaciones


ofensivas sobre Guayaquil. La primera División conformada por los
batallones "Rifles", "Vengadores", "Colombia", la comandaba per-
sonalmente (Flores); la segunda División a órdenes de García Moreno
y como segundo comandante el coronel Secundino Darquea, estaba
integrada por los batallones "Pichincha", "León", "Imbabura", 2do.
regimiento de lanceros y la artillería.
141
De Babahoyo se trasladó el ejército de Flores a ocupar Daule, dejando
en Samborondón el 2do. regimiento de caballería y parte de la artillería
con la misión de controlar el río Babahoyo. El 6 de septiembre marcha
hacia Mapasingue, ocupando dicho lugar el 9, porque debieron
construir puentes flotantes sobre el río Daule, para permitir el paso de
la tropa y la artillería.

MOVIMIENTOS PREVIOS DEL ATAQUE A GUAYAQUIL

El 13 de septiembre avanzan las tropas de Flores hacia Guayaquil,


tratando de ocupar La Atarazana, pero la artillería de Franco les detiene
y obliga a regresar.

Los días siguientes, los dos contricantes los emplean en mejorar las
posiciones defensivas de la ciudad y reconocer los posibles pasos para
entrar a Guayaquil, además de presentar combates aislados de pequeña
intensidad en el curso de los ríos Babahoyo y Daule.

El 19 de septiembre, fracasó el ejército garciano en su intento de pasar


el estero Salado, en el sector que se une con el brazo de Puerto Liza.
No obstante, el 22 en la madrugada empleando el mismo itinerario,
consiguió hacerlo.

Paralelamente las unidades del Gobierno Provisorio se vieron forzadas


a vencer los obstáculos de los manglares durante la noche del 22 y
madrugada del 23. Ocho horas demoraron las tropas de infantería y
once horas la artillería en recorrer la ruta de los manglares que les per-
mitió pasar de una orilla a la otra orilla del estero Salado. Es fácil
advertir lo difícil y sacrificado que habría resultado dominar los
manglares, considerando que el mangle es "un arbusto que crece en
sitios pantanosos, y sus raíces salen del suelo y se enredan con otras
hasta formar una como red impenetrable".

142
143
REPRESENTACIÓN DEL PASO POR LOS MANGLARES DE LAS TROPAS DEL GENERAL FLORES Y GARCÍA
MORENO, PREVIA LA TOMA DE GUAYAQUIL (LA VICTORIA DE GUAYAQUIL, Wilfrido Loor)
De forma tardía descubrió el general Franco la operación de sus opo-
sitores, razón por la cual dispuso el traslado del coronel Raimundo
Ríos, al mando de 200 hombres aproximadamente, a defender Puerto
Liza, pero luego de algunas horas le ordenó regresar a Guayaquil,
porque creía erróneamente que el paso del Salado constituía un
movimiento de engaño, no así el avance por el norte hacia la Atarazana
y La Legua. El abandono del coronel Ríos de Puerto Liza, permitió que
las tropas de Flores atravesaran el Estero hasta llegar a la Sabana.
Algunos autores sostienen que dejó libre el paso de un sector del
Salado, el coronel Pedro Echeverría, a quien habría García Moreno
ofrecido el ascenso como premio. Se dice al respecto, que cuando el
oficial se presentó después a recibir lo ofrecido, García Moreno dispu-
so se le pague tres mil pesos, pero como Echeverría reclamaba por el
ascenso, exclamó el Presidente": La traición se paga, pero no se
premia."

El 23 a las cuatro y media de la tarde, el ejército del general Flores


marchaba sobre Guayaquil. La artillería comandada por el coronel
Francisco Javier Salazar abrió fuego sobre las posiciones franquistas
que se encontraban en la llanura; el batallón "Colombia" al mando del
Comandante Manuel Barredo secundaba la acción al arremeter contra
la artillería enemiga, presionando para que los batallones de Franco se
replieguen precipitadamente, permitiendo de esa manera que el
batallón "Colombia" se apodere del cuartel, de la munición y demás
accesorios de la artillería.

A las dos de la mañana fue capturado en una canoa el ex presidente


Francisco Robles, siendo presentado a García Moreno quien minutos
después, y luego de intercambiar criterios e impresiones, dispuso su
libertad ofreciéndole además las garantías pertinentes.

144
PREÁMBULO DE LA DERROTA DEL GENERAL GUILLER-
MO FRANCO

Con la captura del coronel Ramón Cavero, oficial al servicio de


Franco, supo el general Flores que los cañones en las posiciones de La
Legua y de la hacienda La Atarazana no eran giratorios, y que estaban
apuntando hacia Mapasingue y no hacia Guayaquil; además, supo el
General que el número de sirvientes (artilleros) de las piezas era menor
al reglamentario.

Aprovechándose de esta información, a las cuatro de la mañana, el


coronel Ignacio Veintemilla al frente del batallón "Babahoyo", apoya-
do por el grupo del coronel Dávalos que había llegado de Mapasingue,
sometía a la posición de la artillería de La Legua.

Quedaban todavía las fortificaciones de La Atarazana, el Cerro y el


fuerte de la Planchada que seguían leales a Franco.

Pretendiendo evitar más derramamiento de sangre, decide el general


Flores intimar rendición a su adversario, pero al ser recibido con fuego
como respuesta, dispone se someta al enemigo. Él en persona, coman-
dando al "Vencedores", ataca el Cerro por Santo Domingo; el batallón
"Colombia" se toma La Planchada, uniéndose el "Babahoyo" al persis-
tente ataque sobre las posiciones adversarias. Los simpatizantes de
Franco, sabiéndose ya derrotados, comienzan a arrojarse al río Guayas,
tratando de llegar a los barcos peruanos, aunque decenas de los venci-
dos perecieron ahogados.

Los buques peruanos "Túmbez" y "Guisse", que apoyaron con el fuego


de sus metrallas y cañones a las tropas de Franco, utilizando sus botes
de rescate, salvaron a más de 800 combatientes que luchaban por man-
tenerse a flote en las aguas del río Guayas.

145
146
REPRESENTACIÓN DE LA CARGA DE LA CABALLERÍA DEL CRNL. FERNANDO DÁVALOS Y LA
INFANTERÍA DEL CRNL. VEINTEMILLA, A LAS POSICIONES DE LA ARTILLERÍA DE “LA LEGUA” (LA VIC-
TORIA DE GUAYAQUIL, Wilfrido Loor)
El general Guillermo Franco y algunos de sus jefes y oficiales se refu-
giaron en la flota peruana, la misma que tuvo luego que abandonar el
territorio marítimo que había invadido. Con el control de Guayaquil,
García Moreno se consolidaba en el campo político y el general Flores,
después de haber vivido varios años fuera del país, recuperó el prota-
gonismo y el poder militar que tuvo anteriormente, cuando ejercía el
mandato presidencial o cumplía la función de Comandante en Jefe del
Ejército del gobierno de Vicente Rocafuerte.

EL EJÉRCITO EN LA PRIMERA PRESIDENCIA DE GARCÍA


MORENO

En lo referente al Ejército, desde el inicio del primer período presiden-


cial, García Moreno trató de reorganizarlo convenientemente, elimi-
nando los rezagos de elementos afectos a los generales Urbina y
Franco, entre los que se encontraban los soldados "tauras" que sem-
braron el terror en diferentes lugares del país.

Tomando datos del Almanaque de la Academia Nacional para el año


1863, José Le Gohuir nos hace conocer: "El cuadro del Ejército
comprendía, además de la Comandancia en Jefe servida por el General
Flores, tres comandancias generales y cuatro militares. El pie de fuerza
estaba representado por un regimiento de artillería, cuatro batallones
de infantería y tres regimientos de caballería. Componíase cada bata-
llón de 503 plazas y de 200 el regimiento de caballería. El de artillería
se elevaba a 539 hombres.

La Guardia nacional se componía de todos los ecuatorianos hábiles


para tomar las armas, y se dividía en activa, auxiliar y pasiva. Constaba
la activa de 19 regimientos de infantería, de dos batallones cada uno,
de 26 escuadrones y de cuatro compañías de artillería"

147
GRAL. GUILLERMO FRANCO, SE AUTOPROCLAMÓ JEFE SUPREMO DE
LOS DEPARTAMENTOS DE GUAYAS Y EL AZUAY, LUEGO QUE EL GENE-
RAL ROBLES DIMITIÓ A LA PRESIDENCIA (LA VICTORIA DE GUAYAQUIL,
Wilfrido Loor)
148
En el informe del general Francisco Javier Salazar, emitido en 1865
hacía conocer algunos detalles del Ejército: "Organizado desde 1861
de una manera racional, ha prestado a la patria inmensos servicios en
campaña y en guarnición; sufrido en las privaciones, valeroso en los
combates, paciente en el infortunio y moderado en la victoria, ha resis-
tido con firmeza a la seducción deslumbrante del oro y a los pérfidos
halagos de la traición. Calumniado y vivamente herido por la dema-
gogia, ha guardado el silencio de los bravos, y con el arma al brazo se
ha mantenido como una roca contra los embates furiosos de los ene-
migos del orden y de la prosperidad nacional. Durante la paz ha hecho
el servicio con ardoroso celo, ha fraternizado con el pueblo, y le ha
servido de escudo. Su moral ejemplar es notoria… Prodigio es éste,
debido al activo celo del actual gobierno, a su firmeza en reprimir los
crímenes y a su solicitud en recompensar las virtudes".

En efecto, resalta el general Salazar los valores cualitativos del ejérci-


to, priviligiando inclusive la actitud valerosa en combates frente a
tropas norteñas, aunque con resultados negativos.

No obstante, las debacles en campañas militares propiciadas por el


espíritu intolerante, poco conciliador y vehemente de García Moreno,
se debió en gran medida a los continuos ensayos por organizar, disci-
plinar e instruir a la Guardia Nacional o milicias locales que fueron
empleadas frente a tropas veteranas y profesionales. "Por lo mismo en
las campañas y acciones de guerra, esa milicia territorial no pudo siem-
pre dar las pruebas de la disciplina y cohesión propias de cuerpos
debidamente ejercitados".

En definitiva, lo que pretendía el presidente García Moreno era man-


tener un ejército fiel a su gobierno, porque había conseguido atraer un
importante aliado militar, el general Juan José Flores, catalogado como
excelente Jefe y conductor de tropas, pero en la realidad no disponía de
un ejército altamente entrenado y consciente de sus responsabilidades
militares.
149
GARCÍA MORENO, EN SU PRIMERA PRESIDENCIA INTRODUJO IMPOR-
TANTES REFORMAS EN EL EJÉRCITO ECUATORIANO (REVISTA MEMO-
RIA DE LAS FIESTAS JUBILARES DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS, Edit. La
Salle, 1838)
150
COMBATES CONTRA TROPAS NEOGRANADINAS

Al concluir 1861, existían en "Nueva Granada dos gobiernos: el de


Mosquera (Tomás Cipriano), que se titula de los Estados Unidos de
Colombia, que está ya en Bogotá y abarca la mayor parte del territorio;
y el de la Confederación Granadina con Canal (Leonardo) y Arboleda
(julio) en el Cauca y otras regiones del sur hasta la frontera ecuato-
riana." (40)

En el Ecuador había ya consolidado García Moreno el poder político,


cuando la Convención reunida en Quito el 10 de enero de 1861, lo
eligió Presidente Constitucional de la República .

Entre tanto, la lucha en el norte, entre los partidarios del general


Mosquera y los de julio Arboleda, se intensificaba. En estas condi-
ciones, agentes diplomáticos simpatizantes de Mosquera y Arboleda
trataban de convencer al presidente García Moreno que apoyase la
causa que cada uno de ellos representaba.

COMBATE DE LAS GRADAS (TULCÁN)

El 19 de junio de 1862, grupos mosqueristas huyendo de sus adver-


sarios, habían sobrepasado la frontera internándose en territorio
ecuatoriano. Ante aquella situación tropas de Arboleda iniciaron la
persecución, violando igualmente la soberanía nacional.

Un incidente confuso, con versiones contrapuestas, precipitó los acon-


tecimientos. Según el comandante Vicente Fierro, jefe militar de la
plaza y herido en el incidente, cuando se dirigió solo y desarmado al
sitio en que se encontraba el jefe neogranadino Matías Rosero, para
reclamar por la violación territorial, fue agredido sin explicación algu-
na, por el mismo Rosero.

151
GRAL. TOMÁS CIPRIANO MOSQUERA, PRESIDIÓ EL GOBIERNO DE LOS
ESTADOS UNIDOS DE COLOMBIA (DICCIONARIO DEL ECUADOR, Efrén
Avilés Pino)
152
La otra versión que expuso el coronel José Francisco Zarama, Jefe
Civil y Militar de las provincias del sur de Nueva Granada, hizo enten-
der que las heridas del comandante Fierro se debieron cuando éste, sin
vestir uniforme militar ni llevar insignia alguna, estaba al frente de las
fuerzas ecuatorianas que "se habían mezclado con los mosqueristas".
El 23 de junio, el Ministro de Guerra y Marina, coronel Daniel
Salvador, a nombre del de Relaciones Exteriores ecuatoriano, pidió
que en 48 horas se diera las satisfacciones pertinentes, incluyendo la
entrega de Matías Rosero y la destitución del coronel Erazo, coman-
dante de las fuerzas de Arboleda.

El 6 de julio fue nombrado Comandante en Jefe de las tropas del norte


ecuatoriano el coronel Daniel Salvador. Paralelamente el Gobierno
convocaba a las guardias nacionales, envía a Tulcán algunos batallones
y García Moreno en persona se traslada a la frontera.

Conocedor de las actividades de pre guerra que realizaba el Ecuador,


Julio Arboleda movilizó sus tropas a las cercanías de Popayán desde
donde partió hacia el sur con 800 hombres, mientras el coronel Zarama
había organizado en Túquerres a 1200 voluntarios, aunque mediata-
mente armados.

El 29, Arboleda se encontraba en Cumbal; no obstante, García Moreno


estaba casi seguro de que Arboleda no se lanzaría a una aventura béli-
ca, conociendo que a sus espaldas tenía las fuerzas del general
Mosquera que estaban muy cerca de Popayán; además, confiaba en la
capacidad de las armas que disponía, pero no analizaba que su tropa
estaba integrada mayoritariamente por guardias nacionales.

El 31 de julio de 1826, las fuerzas de Arboleda pasaron a Carchi y en


el sitio denominado "Las Gradas", al sureste de Tulcán, se desarrolló el
combate en el que nuevamente García Moreno ostentó valentía y
decisión, pero limitados conocimientos militares.

153
Un poco más de dos horas duró la acción, con resultado negativo para
el presidente ecuatoriano, que tuvo que entregarse al propio Matías
Rosero, acusado de herir al comandante Vicente Fierro, una de las
causas por la que se inició el incidente internacional.

El ilustre detenido fue conducido a donde se encontraba Julio


Arboleda, quien dispuso la libertad inmediata. En la lista de la captura
de 700 prisioneros se encontraba también el Ministro de Guerra y
Marina y Comandante en Jefe del Ejército ecuatoriano en campaña,
coronel Daniel Salvador, además de cañones, fusiles y más pertrechos
de guerra.

"El desgraciado desenlace de la aventura de Tulcán (Las Gradas),


reflexiona el coronel Teodoro Gómez de la Torre, se debe a que García
Moreno jamás acogió consejos sanos y pretendió vencer con dos cuer-
pos (unidades) de milicias llamadas al servicio para combatir con
fuerzas aguerridas y ejercitadas…"

Este es el resumen de las causas del combate de Las Gradas en criterio


del escritor colombiano Daniel Zarama: "El exceso de celo patriótico
(de García Moreno), el odio que profesaba a los granadinos, la in-
fluencia maléfica de Mosquera y el conocimiento de la impotencia o
debilidad de Arboleda…" Por tanto, después de la derrota, recién se
daba cuenta García Moreno de que su contrincante circunstancial no
pretendía "fanfarronear", como él creía erróneamente, sino responder
como combatiente pundonoroso en el campo del honor.

ACCIÓN DE ARMAS DE CUASPUD Y EL TRATADO DE


PINSAQUÍ

Después de la victoria de Las Gradas, consiguió julio Arboleda de su


vencido, García Moreno, que firmase un tratado secreto en el que com-
prometía al presidente ecuatoriano entregarle armas, equipo, munición,
vestuario y dinero que respaldaría una alianza "para auxiliarse mutua-
154
mente y sostener a sus respectivos gobiernos". No debe olvidarse que
Nueva Granada estaba dividida en aquel entonces en dos espacios
territoriales: los Estados Unidos de Colombia controlados por Tomás
Ciprino Mosquera, y la Confederación Granadina, por Julio Arboleda
y Leonardo Canal.

Entonces, la intención de Arboleda era fortalecerse política y militar-


mente a costa de la alianza con García Moreno.

No obstante, el compromiso del presidente ecuatoriano (enviar pertre-


chos de guerra) no se efectuó por la negativa de autoridades de
Imbabura y del jefe militar de Tulcán, coronel Manuel Santiago Yépez,
aduciendo no tener orden oficial para hacerlo.

Ante tales negativas, Arboleda reclamaba a los ministros de Guerra y


Marina y al de Relaciones Exteriores el envío del armamento que se
comprometiera el Presidente "bajo la garantía de su palabra de honor".

Pero Cuando lo hizo al vicepresidente Mariano Cueva, recibió la


respuesta radical de éste: "El Consejo de Gobierno opina que el Poder
Ejecutivo debe guardar la neutralidad en la contienda que agita hoy a
la Nueva Granada".

La respuesta recibida constituyó para Arboleda un golpe mortal que


solo pudo asimilarlo definitivamente con su muerte, hecho luctuoso
acontecido el 12 de noviembre de 1862, quizás como consecuencia de
la efervescencia anárquica granadina, propiciada y sustentada por la
pugna de poder que mantenía con el general Mosquera.

Aquel acontecimiento imprevisto cambió de hecho, los posibles planes


de García Moreno.

Ya sin Julio Arboleda en el camino, el general Mosquera extendió el


control a todo el territorio granadino y obtuvo luego la autorización de
155
la Convención de Río Negro para negociar con Venezuela y Ecuador la
reconstrucción de la antigua República de Colombia. Desde Bogotá,
el 15 de mayo de 1863, invitó Mosquera al presidente ecuatoriano a
conferenciar en la frontera de Carchi, anticipando García Moreno que
asistiría, previa consulta al Consejo de Gobierno, pero con la reserva
de no discutir "la unión de los dos pueblos en una sola nación bajo el
sistema de los Estados Unidos de Colombia porque, según manifestó
posteriormente en su mensaje al Congreso de aquel mismo año, la
Constitución y la opinión pública eran barreras insuperables."

De inmediato el general Mosquera en una proclama a los caucanos (15


de agosto), atacó al Gobierno ecuatoriano contra el cual incitaba a
rebelarse a los pueblos de la jurisdicción del Carchi.

Los términos de la proclama del general Mosquera interpretaron las


cámaras de senadores y diputados del Ecuador "como una provocación
a la guerra lanzada por el Presidente de los Estados Unidos de
Colombia"; ratificando además, "que la unión colombiana bajo la
forma federal, no conviene al Ecuador en ningún sentido."

A todos aquellos acontecimientos que debilitaban las relaciones


diplomáticas, se añadían otros que caldeaban los ánimos de los gober-
nantes en pugna; sin embargo, para evitar llegar a casos extremos,
García Moreno otorgó al general Flores los poderes para que celebrase
un tratado conciliatorio con los Estados Unidos de Colombia, reserván-
dose su aprobación.

El 19 de octubre, el general Mosquera ofendía nuevamente al presi-


dente García Moreno, por lo que el Gobierno ecuatoriano no tuvo otra
alternativa que prepararse para la guerra. "El 19 de noviembre ocupa-
ban Tulcán 8.200 infantes y 1.150 jinetes formando cuatro Divisiones
al mando de Darquea, Salvador (Daniel) Maldonado (Manuel Tomás)
y Dávalos (Bernardo)." (41)

156
El 22 de noviembre ingresaba el general Flores en territorio colom-
biano, después de hacer conocer a través de un manifiesto a los
pobladores de Túquerres, Pasto y Barbacoas los motivos por los que
tomó dicha decisión.

El combate entre las tropas comandadas por el general Juan José Flores
y las del general Tomás Cipriano Mosquera, constituía un hecho evi-
dente. Las dos fuerzas estaban integradas por infantería y caballería,
con la diferencia que las neogranadinas eran profesionales y veteranas;
mientras que las de Flores estaban integradas en gran porcentaje, por
miembros de la Guardia nacional.

Fue en Cuaspud en donde el 6 de diciembre de 1863 se encontraron los


dos ejércitos rivales (algunos autores escriben Guaspud; otros,
Huaspud).

Así describe brevemente Roberto Andrade el escenario del combate:


"La loma de Huaspud se alza entre estos dos puntos (Cumbal y la
hacienda Chautalá), equidistante de una y de otra, domina el Carchi
(río) que por ahí señala la frontera. Los dos campamentos se distin-
guían mutuamente durante el día, pero por la noche era visible solo el
de Flores, porque su ejército se hallaba al aire libre".

El cuartel general de Mosquera se encontraba en Cumbal; el de Flores,


en Chautalá.

La víspera del combate, los soldados neogranadinos desarrollaron


tareas de reconocimiento del terreno, empleando a conocedores y guías
del sector, mientras que Flores permaneció confiado en que Mosquera
rehuiría el combate, como se interpretó de una carta que escribió al
coronel Gómez de la Torre: "Dentro de una hora voy (Flores) a
presentar batalla que me parece no aceptará Mosquera…"

157
GRAL. JUAN JOSÉ FLORES, CONDUJO EL EJÉRCITO DEL GOBIERNO DE
GARCÍA MORENO, CONTRA TROPAS NEOGRANADINAS (HISTORIA DEL
ECUADOR, Salvat, No. 6)
158
Igual criterio de la debilidad de su adversario tiene el mismo general
Flores, cuando hace ostensible en otra comunicación que envió a
García Moreno: "Mosquera ha desistido de su fuga a Barbacoas y mar-
cha para el Ecuador en desorden: espérelo Vuestra Excelencia allá, y
yo iré picando la retaguardia." (Justo esta comunicación fue a parar a
manos del general Mosquera).

Se puede interpretar fácilmente que la carta de Flores cuyo contenido


conoció su adversario, ayudó para que Mosquera replanteara de
inmediato los planes de operaciones.

"Por la noche, nos narra Roberto Andrade, en el mayor silencio todo el


ejército salió de Cumbal y fue a situarse en la cima de Huaspud bien
ocultos, evitando un combate de caballería porque Flores tenía mil
jinetes. Al amanecer del 6 de diciembre, Flores no vio en Cumbal ni
sombra de enemigo… Con los batallones Vengadores, Babahoyo y
doscientos lanceros y con el Jefe de Estado Mayor se encaminó
(Flores) a Huaspud y empezó a ascender el collado sin dejar orden
alguna al resto del ejército. El enemigo se hallaba en buenas posiciones
y oculto en la altura. En el declive se trabó el combate. Para los ecua-
torianos el encuentro fue repentino y se comportaron con heroica intre-
pidez. Los colombianos cedieron en el primer encuentro: los ecuatoria-
nos tomaron prisioneros y ya tocaban dianas, cuando los batallones
Amalia y Bomboná que habían inicialmente roto los fuegos, fueron
reforzados por la Tercera División (batallones Carioco y Voltígeros)
del general Mosquera. Entonces los ecuatorianos comenzaron a retro-
ceder por donde habían ascendido, pues los contrarios les perseguían
sin que cesen las descargas… Flores había mandado orden tras orden
al resto del ejército acampado al otro lado del río Blanco para que
acudiese a prisa, pero la distancia era muy grande: no era posible
llegar antes de una hora.

La caballería (del coronel Bernardo Daste) luchaba por atravesar el


pantano (en aquel sitio cenagoso se encontraba atrapada, recibiendo el
159
fuego de los adversarios). Flores vio el desastre, comprendió que no
podía llegar pronto el ejército (que estaba al otro lado del río Blanco)
y solo con un grupo de oficiales emprendió la fuga… cada soldado
buscó la forma de salvarse. Cureñas y cañones fueron tomados por los
colombianos en el lomo de las mulas." (42)

De lo transcrito se puede establecer como factores que determinaron el


resultado final de la contienda: el general Mosquera privilegió a la
inteligencia de combate (reconocimiento, "espías", carta del enemigo);
el general Flores que pecó de optimista y confianza fue emboscado en
el declive (faldas) de la elevación del Cuaspud; inicialmente el resul-
tado del encuentro le fue favorable, pero se apresuró a creerse vence-
dor, cuando tenía gran parte de su ejército lejos del área de combate (no
pudo llegar a tiempo); la caballería atrapada en el pantano; por el con-
trario, las fuerzas de Mosquera comprometidas en la acción, fueron
reforzadas oportunamente y atacaron con decisión, lo que motivará la
fuga de Flores y sus subalternos. En la acción cayeron entre otros, el
comandante Espinosa, el mayor Carlos Veintemilla hermano menor de
José e Ignacio Veintemilla.

No obstante, en el parte que presenta el ex presidente ecuatoriano,


quizás para no deteriorar su imagen de excelente jefe y seguir hacién-
dose acreedor de la confianza de García Moreno, hace constar que fue
él (Flores) quien "ocupó la loma de Guaspud", y que Mosquera envió
guerrillas para atacarlo, pero fueron rechazadas por lo que se tocó
dianas por el triunfo, pero la huída de la Segunda División (batallones
Chimborazo y Oriente), causó pánico en las unidades que sostenían el
combate. Al final, se lamenta ante García Moreno de "la derrota tan
inesperada..."

Es decir, atribuyó la derrota por la defección de la Segunda División,


pero no admite que fue sorprendido en la ladera de Cuaspud, y engaña-
do por los movimientos que hizo Mosquera al tener conocimiento del
texto de la carta enviada a García Moreno, y por los informes que le
160
proporcionaba al jefe norteño, la bien montada red de espías.

"El fracaso o la derrota de una contienda bélica no son exclusiva con-


secuencia del monto cuantitativo de personal, material y medios; o de
la inexperiencia e inadecuada preparación del combatiente: son tam-
bién el resultado de las erróneas aplicaciones tácticas o estratégicas que
conciben y ordenan ejecutar los mandos." (43)

Como consecuencia de la derrota, el general Flores llegó a Tusa (San


Gabriel), continuando a Otavalo en donde se detuvo. El general
Mosquera ocupó Ibarra, pero como supo que los aliados colombianos
de García Moreno ocupaban todavía Pasto y por los rumores de los
intentos sediciosos de los conservadores colombianos, y la noticia de
la revolución de Antioquia, se apresuró a celebrar la paz. Nombró
como su representante al general Antonio González Carazo, mientras
que el mismo general Flores representaba al Gobierno ecuatoriano. El
llamado Tratado de Pinsaquí (Hacienda del doctor José Modesto
Larrea, situada entre Otavalo e Ibarra) se firmó el 30 de diciembre de
1863. El texto muy generoso para nuestro país, se orientaba funda-
mentalmente a establecer la paz, amistad y alianza entre el Ecuador
y los Estados Unidos de Colombia, la libertad de los jefes, oficiales y
tropa prisioneros, la reducción de las fuerzas en el norte del Ecuador
y en el sur de Colombia, y mantener en vigencia el tratado de fecha 9
de julio de 1856.

Culminada la guerra, García Moreno continuó gobernando con


implacable drasticidad; dispuso la cruel azotaina del general Fernando
Ayarza y el fusilamiento de un ex colaborador: general Tomás
Maldonado.

Igualmente, reprimió con dureza a la expedición del general José


María Urbina proveniente del Perú, represión que no excluyó fusila-
mientos masivos, aunque lamentó la perdida de un importante aliado:
el general Juan José Flores que murió justamente, cuando combatía a
161
la expedición de su ex ayudante y colaborador, general José María
Urbina.

En 1865 dejaba García Moreno la presidencia de la República para rea-


sumirla nuevamente el 29 de julio de 1869 hasta el 6 de agosto de
1875, fecha en que caía asesinado en Quito, en los escalones del
palacio de Gobierno.

EL PALACIO DE CARONDELET Y LA PLAZA DE LA INDEPENDENCIA 1875,


EN CUYO EXTERIOR FUE ASESINADO GARCÍA MORENO (Archivo fotográ-
fico del CEHE)
162
163
MUERTE DE GARCÍA MORENO, 6 DE AGOSTO DE 1875 (Archivo fotográfico del CEHE)
GARCÍA MORENO, YA MUERTO Y VESTIDO DE GALA, RECIBIÓ LOS
HONORES CORRESPONDIENTES (Archivo fotográfico del CEHE)
164
PARTE ESCRITO DE LA MUERTE DE GARCÍA MORENO (BREVE
HISTORIA DEL EJÉRCITO ECUATORIANO, CEHE)
165
MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO DEL 8 DE SEPTIEMBRE
DE 1876

Cuando el coronel Teodoro Gómez de la Torre renunció a la función de


Comandante General de la plaza de Guayaquil, el presidente Antonio
Borrero designa para el puesto vacante al general Ignacio Veintemilla,
sin avizorar que con aquella designación estaba preparando su inmi-
nente defenestración.

En cuanto entró en funciones tuvo contacto y estableció acuerdos con


los liberales guayaquileños; lisonjeó a jefes y oficiales de la guarnición
y reiteraba hasta el cansancio su fidelidad al Gobierno. Aduciendo que
Guayaquil, por ser ciudad importante y muy proclive a las asonadas y
rebeliones, necesitaba incrementar el personal militar para su resguar-
do solicitó del gobierno central que le envíe un batallón conveniente-
mente armado y equipado, solicitud que fue de inmediato satisfecha.

Para justificar el incremento de personal en la plaza de Guayaquil


adujo: "Conservar aquí el N. 30 (batallón), no es solo idea mía; los
señores Icaza, Roca y otros sujetos notables opinan en igual sentido.
Para pensar así nos fundamos en que esta plaza es la llave de la
República, el punto objetivo de los enemigos del Gobierno, la mejor
posición militar y por lo mismo, es importantísimo guarnecerla fuerte-
mente para defenderla y conservarla, a fin de que los turbulentos pier-
dan la esperanza, a perpetuidad, de intentar un ataque contra ella..." (44)

Después de ser reconvenido por el presidente Borrero, por la expulsión


del general Secundino Darquea, el general Veintemilla renunció a la
Comandancia General de la provincia (vacante ocupada por el general
José Martínez de Aparicio), y respaldado por algunos dirigentes libe-
rales se lanza a la aventura de proclamarse "Jefe Supremo y Capitán
General en Jefe de los Ejércitos de la República."

166
ANTONIO BORRERO, DEFENESTRADO POR EL GRAL. VEINTEMILLA Y
OBLIGADO DESPUÉS A ABANDONAR EL PAÍS (GALERÍA DE PRESI-
DENTES, Palacio de Carondelet)
167
El 8 de septiembre de 1876, instalado en el cuartel de Artillería a donde
llegaron los batallones N. 1 y N. 3 y el regimiento de Caballería, fue
aclamado por sus subalternos. Igualmente, el Consejo Municipal de
Guayaquil, encabezado por su Presidente, el señor José Vélez, en
sesión pública nombraba al general Veintemilla Jefe Supremo, acuerdo
que se leyó a los ciudadanos reunidos en la calle.

Todos quienes apoyaron a Veintemilla en la designación de Jefe


Supremo y Capitán General de los Ejércitos de la República aspiraban
a usufructuar sus favores sin reserva; sin embargo, "se engañaron cuan-
do creyeron que también Veintemilla era suyo: éste solo trabajaba para
sí, y, astuto por extremo, dejó que todos lo creyesen, hasta asegurarse
en el poder. Ellos creían que Veintemilla era su instrumento, y él pen-
saba que el apoyo de los radicales era excelente para coronar su plan."
(45)

La reacción del pueblo contra Veintemilla comenzó a manifestarse,


particularmente en la sierra. De este síntoma de descontento se
aprovechó el Gobierno del Dr. Borrero para organizar un Ejército que
enfrente al general insurrecto. Las tropas del bando constitucional
comandadas por el general Julio Sáenz se movilizaron a Guaranda, con
el propósito de esperar la tardía aparición de las fuerzas de Veintemilla,
situación que hacía murmurar a más de un malicioso ciudadano:
"Veintemilla bebe y baila en Guayaquil, y Sáenz duerme en Guaranda".

LOS COMBATES DE GALTE Y DE LOS MOLINOS Y LA


CONSOLIDACIÓN POLÍTICO-MILITAR DEL GENERAL
VEINTEMILLA

En previsión del rechazo paulatino que motivaba el movimiento revo-


lucionario, y para consolidar su posición en la Jefatura Suprema, el
general Veintemilla creyó oportuno ofrecer el mando de su ejército a
un destacado militar y ex presidente, que se hallaba proscrito en el
Perú y que aún tenía partidarios leales en todo el país. Aquel persona-
168
je clave para las aspiraciones de Veintemilla era el general José María
Urbina.

GRAL. IGNACIO DE VEINTEMILLA, NOMBRADO JEFE SUPREMO DEL


ECUADOR LUEGO DE LA REVOLUCIÓN DEL 8 DE SEPTIEMBRE DE 1876
(HISTORIA DEL ECUADOR, Salvat, No. 6)
169
En cuanto llegó al país se dedicó el general Urbina a la tarea de reclu-
tar y entrenar voluntarios, especialmente guayaquileños, para incorpo-
rarlos a las unidades que requerían ser reforzadas para que estuvieren
en condiciones de sostener exitosamente la campaña que se avecinaba.

El general Urbina fue designado Comandante en Jefe de la 1ra. y 2da.


divisiones, el resto del ejército revolucionario comandaba el general
Veintemilla en persona, acompañado del Jefe del Estado Mayor, coro-
nel Cornelio Vernaza.

Entre tanto, el ejército del gobierno del presidente Antonio Borrero fue
confiado al general Julio Sáenz.

En los últimos días de noviembre de 1876, los dos ejércitos estaban lis-
tos para el combate.

El plan de campaña elaborado por Urbina concebía realizar la aproxi-


mación empleando dos ejes generales de avance: GUAYAQUIL-
BABAHOYO-GUARANDA-AMBATO; y GUAYAQUIL - ALAUSI-
RIOBAMBA-, en un movimiento envolvente que pretendía "embol-
sar" a las tropas adversarias. El general Urbina emplearía el eje
Guayaquil-Alausí; el general Veintemilla, el eje Guayaquil-Babahoyo.

Cuando fue informado de las actividades y operaciones del ejército


revolucionario, el general Julio Sáenz decidió cortar el avance de las
divisiones de Urbina que acampaban en Alausí desde el 12 de diciem-
bre de 1876. Organizó la masa operativa que debía destruir por sepa-
rado a las tropas de Urbina, y dejó en Guaranda tan solo una guarni-
ción al mando del coronel José María Quiroz. Realizados los aprestos
pertinentes el general Sáenz, con 3000 combatientes, marchó al
encuentro de las tropas revolucionarias de más de dos mil hombres.
El 13 de diciembre, el general Urbina ultimaba los detalles del plan de
campaña con el Estado Mayor, luego ordenaba poner en movimiento a
sus fuerzas en procura de adoptar el dispositivo de combate.
170
171
Al día siguiente ya se encontraban en los alrededores de Galte
(Provincia de Chimborazo ). El general Urbina ordenó que la 2da.
División avance por la carretera, y que la 1ra. División ocupe una posi-
ción ventajosa (cerro) en el flanco izquierdo. A las 13 horas, la 2da.
División se comprometía en combate contra las fuerzas del general
Sáenz. Cuando el general Urbina determinó que la división que
soportaba el centro de gravedad del ataque enemigo, corría el riesgo de
ser aniquilada ordenó que los batallones "Babahoyo" y "Yaguachi"
concurriesen en refuerzo de la 2da. división. Los dos batallones ata-
caron decididamente por el flanco derecho y lograron parcialmente
desarticular el dispositivo de combate, por más que la artillería go-
biernista empleaba todo el material y los medios orgánicos disponibles.

Cuando el resultado de la cruenta lucha no se inclinaba a favor de


ninguno de los dos grupos de combatientes, el general Sáenz dispuso
el empleo de su caballería que atacó con denuedo y decisión, pero fue
detenida por dos pelotones del batallón "Libertadores", (el uno coman-
dado por el mayor Enrique Avellán y el otro por el capitán Alfredo
González), que se encontraban ocupando posiciones inaccesibles para
las tropas a caballo. El descontrol de la caballería que retrocedió de-
sorganizadamente (su comandante había muerto en el combate) fue
aprovechado por el general Urbina: ordenó el empleo de la reserva. En
efecto, el batallón N. 3 entró en acción de inmediato; la operación
flanqueante de la reserva y el ímpetu del resto de las unidades revolu-
cionarias inclinaron la victoria a favor del general Urbina.

Los generales Julio Sáenz, Martínez Aparicio y los coroneles Polanco,


Delgado, Jaramillo, Dalgo y el Comandante Darquea, figuraban entre
los prisioneros de Urbina. "Las bajas de los contendientes pasaron de
1.000, figurando los muertos en más de la mitad; de los heridos
fallecieron muchísimos por falta de asistencia y estado de abandono en
que quedaron; el frío por sí solo era lo suficiente para matarlos, pues ni
aún los más fuertes y bravos podían resistirlo; únicamente lograron sal-
var la vida los que tuvieron fuerzas suficientes para llegar a los caseríos
172
inmediatos. Cuando dos días después llegaron las ambulancias, solo
hallaron 100 heridos a quienes prestaron sus auxilios." (46)

GRAL. CORNELIO VERNAZA, RESPALDÓ AL GOBIERNO DEL GENERAL


VEINTEMILLA, COMBATIÓ DESPUÉS A ÓRDENES DE ELOY ALFARO
(DICCIONARIO DEL ECUADOR, Efrén Avilés Pino)
173
Paralelamente, el general Veintemilla partió de Babahoyo el 8 de
diciembre, al mando de 1700 efectivos. El 13 del mismo mes
acampaba en San Miguel de Chimbo (Provincia de Bolívar).

Al día siguiente descubría las posiciones defensivas que el coronel


Quiroz había organizado en las laderas de la lona de "Los Molinos". A
pesar de la ventaja táctica de su adversario, el general Veintemilla
ordenó vadear el río y trepar las laderas para enfrentarse a Quiroz. Las
tropas de éste, al verificar que las fuerzas oponentes- superiores en
número- se acercaban peligrosamente a sus posiciones, abandonaron
sus trincheras y se replegaron en franca retirada. Ya sin oposición
alguna, Veintemilla avanzó a Guaranda, donde esperó noticias del
general Urbina. La acción de "Los Molinos" se desarrolló, coinciden-
temente, en la misma fecha del combate de Galte. (14 de diciembre de
1876) con la diferencia de que este último fue extremadamente san-
griento y expuso la condición anímica, la predisposición moral y el
sacrificio de los contendientes. Cuando conoció Veintemilla el triunfo
de Galte, dispuso que el general Urbina prosiga la marcha hacia
Riobamba, mientras el propio Veintemilla avanzaba a la ciudad de
Ambato, para impedir que las tropas derrotadas del general Sáenz se
reagrupen y organicen una defensa escalonada en profundidad, en el
itinerario a la capital de la República.

"La victoria de Galte tuvo importantes connotaciones que incidieron a


favor del Jefe Supremo de la nación.

En el campo militar: destruyó al ejército que permanecía leal al Dr.


Antonio Borrero y presionó para que éste- sin respaldo militar algu-
no-, abdique la presidencia; fue factor importante para el pronuncia-
miento de todo el país en favor del general Veintemilla; ratificó las
cualidades militares del general Urbina, que condujo al ejército re-
volucionario con gran capacidad y concepción táctico-estratégica en
todas las fases de la campaña. En el campo político, con la procla-
mación de Veintemilla como Jefe Supremo, recobró vigencia el mili-
174
tarismo marcista que implantó su propio estilo de gobierno. La clase
militar recuperaba los privilegios que compartiría con núcleos sociales
afectos al Gobierno; el pueblo y los partidos políticos tuvieron que re-
signarse a vivir el nuevo sistema político que implantó la dictadura."
(47)

El Dr. Borrero fue capturado y encerrado en uno de los cuarteles de la


ciudad, donde fue presionado para que renunciase al poder que le
otorgó el pueblo. Dos meses después el defenestrado Presidente, pese
a las gestiones realizadas por connotados personajes diplomáticos
extranjeros acreditados en el país, abandonaba su patria y se refugiaba,
en primera instancia, en tierra extraña pero acogedora: la hermana
república de Colombia.

Los liberales, especialmente, que apoyaron a Veintemilla pretendieron


avivar el odio y rencor en contra de los conservadores y el clero en
general, pero pronto se dieron cuenta de que el Jefe Supremo no per-
mitía influencias directas ni admitía protagonismos ajenos, que
pudiesen opacar su imagen dictatorial.

Para sostenerse en el poder lisonjeó a jefes, oficiales y tropa; designó


a elementos incondicionales en cargos de la administración pública,
policía, municipio, poder judicial y, paralelamente, destituía a quienes
sospechaba iban a oponerse a su omnímoda autoridad.

"Desde los primeros años de su gobierno, Veintemilla no dejó de


mostrarse radical y extremista. Cometió excesos sin cuento y de
inmensa gravedad contra la iglesia católica, ofendiéndola en su labor
educativa, social y legal. Hacía que sus escritores provocaran a obis-
pos, prelados y a sacerdotes ilustres, a fin de arrancarles respuestas que
sirvieran de pretexto para decretar confinaciones y destierros, sin tener
en cuenta la edad, categoría, salud y dignidad de las víctimas." (48)

175
GRAL. JOSÉ ANTONIO POLANCO Y CARRIÓN, MIEMBRO DEL ESTADO
MAYOR DEL EJÉRCITO DEL GENERAL JULIO SÁENZ, QUE COMBATIÓ EN
GALTE (LA VICTORIA DE GUAYAQUIL, Wilfrido Loor)
176
El 30 de marzo de 1877, durante la celebración de viernes santo, mon-
señor Checa, mientras oficiaba la misa, se desplomaba en el altar con
síntomas de agonía luego de haber bebido del sagrado Cáliz vino
mezclado con estricnina.

Los conservadores y adversarios del régimen involucraron a


Veintemilla en tan horrendo y trágico acontecimiento; partidarios y
familiares del dictador orientaban sus acusaciones contra el canónigo
Manuel Andrade Coronel, a quien el Arzobispo había regañado por
violar los principios de pureza y su inclinación de galante y seductor.

El 26 de junio de 1877 constituyó otra fecha de infortunio para el


Ecuador. La erupción del Cotopaxi que destruyó poblaciones de las
provincias de Pichincha y Cotopaxi revivió la creencia de los fanáticos
que aquel fenómeno de la naturaleza era castigo de Dios. El Clero
creyó que aquella coyuntura le era favorable para sus propósitos de
oponerse a Veintemilla, pero el gobierno actuó con decisión y pronti-
tud para neutralizar la beligerancia y descontento de la población civil
y religiosa. A renglón seguido, el Jefe Supremo decretaba la suspen-
sión del Concordato que el gobierno de García Moreno, en 1862, había
suscrito con la Santa Sede.

INTENTO MILITAR DE DERROCAMIENTO DEL GENERAL


VEINTEMILLA

En octubre de 1877, aprovechando la circunstancia de que Veintemilla


se encontraba en Guayaquil, los conservadores y el clero decidieron
planificar acciones de armas que derrocaran definitivamente del poder
al Jefe Supremo. En Tulcán, el general Manuel Santiago Yépez al
mando de una columna de desafectos al gobierno, iniciaba la marcha
de aproximación hacia Quito. El general gobiernista Cornelio Vernaza,
conocedor del avance de las tropas del norte, solicitó refuerzos y
reclutó de inmediato a ciudadanos de diferente ideología y se aprestó a
defender la ciudad: organizó barricadas, abrió fosos transversales de
177
forma de trincheras en las calles por las que presumía atacarían las
fuerzas "invasoras". El 14 de noviembre de produce el ataque a la ciu-
dad; la resistencia de los defensores del gobierno, convenientemente
organizados en posiciones defensivas, fue tenaz e inquebrantable.
Cuando el general Vernaza creyó que las condiciones se le presentaban
favorables, ordenó al coronel Rafael Toro Moreno y al comandante
Francisco Hipólito Moncayo lanzar un violento contraataque con el
propósito de aniquilar a las ya semidesorganizadas fuerzas antigo-
biernistas. La derrota de los seguidores del general Yépez fue contun-
dente, circunstancia que permitió a Veintemilla mantener la Jefatura
Suprema y sus adversarios limitarse a sufrir persecuciones, vejámenes
y arbitrariedades de toda índole.

Pero el triunfo de los adeptos de Veintemilla tuvo una sombra de


desprestigio y deshonor: el gobierno solicitó de Colombia el envío de
una fracción de sus tropas para someter a los revoltosos. El general
Pedro de la Rosa y el coronel Zenón Figueredo con un número con-
siderable de soldados ingresaron por la provincia del Carchi y conti-
nuaron el avance hacia Quito para atacar por la retaguardia a las tropas
del general Yépez, acción que no se concretó porque éstas previamente
fueron derrotadas, semianiquiladas y dispersadas.

Respecto a la ayuda militar que Colombia envió al gobierno de


Veintemilla, según el historiador Pérez Concha, era consecuencia de un
convenio que el Jefe Supremo ecuatoriano "había llegado a celebrar
con el Gobierno liberal que en aquel entonces regía los destinos de
Colombia. La celebración de este convenio que, según unos, no llegó
a realizarse había motivado la renuncia que, con fecha 12 de mayo,
tuvo que presentar ante el Jefe Supremo, el Ministro General, señor
don Pedro Carbo." (49)

El 26 de enero de 1878 se reunía la Convención en la ciudad de


Ambato. Sus integrantes en gran porcentaje eran partidarios del gene-
ral Veintemilla.
178
OBISPO JOSÉ IGNACIO CHECA, CUYA MUERTE POR ENVENENAMIENTO
SE ATRIBUYÓ, SIN PRUEBAS, AL GENERAL VEINTEMILLA (HISTORIA
DEL ECUADOR, Salvat, No. 6)
179
En la noche del 31 de marzo, fue elegido el Presidente Constitucional
del Ecuador.

Nuevamente se convenció Veintemilla de que su fuerza en el Poder no


estaba propiamente en los liberales sino en el Ejército. Consciente de
esta reflexión mimaba a los Jefes, oficiales (especialmente a aquellos
que tenían ascendencia en sus subalternos), e inclusive a la tropa.

Trató asimismo de suavizar las tensas y deterioradas relaciones con el


Clero: firmó con la Santa Sede un nuevo Concordato en términos que
"en el fondo apenas se distinguía con el convenio garciano". Muy
afecto a las diversiones, puso en vigencia la bárbara costumbre de la
corrida de toros; trataba de compartir sus comilonas y farras con
personas de elevada clase social de Quito, para tratar de hacer olvidar
sus frecuentes desaciertos.

El 10 de agosto de 1880 se instalaba el Congreso, entre los asuntos


importantes que debía tratar constaban: la presentación de una reforma
a la Constitución para extender la pena de muerte, a más del parricidio
y al asesinato en general. Se trató además del contrato para la cons-
trucción del Teatro Sucre, denominado inicialmente "Teatro Nacional";
fue creada la provincia Veintemilla, reemplazada después por la
denominación de provincia del Carchi; se dictó la ley que establecía el
juzgamiento en "Consejo de Guerra"; aprobó la "Nueva versión del
Concordato", que propició el acercamiento del Gobierno con el Clero
e igualmente se aprobó la creación de la provincia de Azogues, cantón
que pertenecía a la jurisdicción del Azuay.

Al margen del cómputo general de desaciertos algo bueno se puede rescatar


del gobierno de Veintemilla, porque de acuerdo con el criterio de Gabriel
Cevallos García: "Se suele destacar lo negativo de este régimen, debido, en
gran parte, a la actividad publicitaria que desarrolló la oposición al mismo,
olvidando que muchas obras públicas importantes se realizaron entonces y
que otras muchas se iniciaron asimismo en tiempos de Veintemilla." (50)
180
NEUTRALIDAD DEL ECUADOR EN LA GUERRA DEL
PACÍFICO

Cuando el enfrentamiento armado de Chile contra la alianza peruano-


boliviana era inminente, el gobierno del general Ignacio de Veintemilla
dispuso al representante diplomático en Lima, doctor Miguel Riofrío,
que ofreciera mediar en el problema suscitado,

En estas condiciones, las representaciones diplomáticas de Perú y de


Chile acreditadas en Quito gestionaron la adhesión y respaldo de
nuestro país a sus respectivas causas.

"La misión del diplomático chileno era la de conseguir de parte del


Ecuador la alianza con Chile en la guerra que sostendría ese país con
Bolivia y Perú, a base del envío de 3.000 hombres a la frontera ecua-
toriano- peruana, a cambio de lo cual una vez obtenido el triunfo por
Chile frente a la coalición peruano-boliviana, entre las condiciones de
paz que se impondrían a los vencidos, además de las reivindicaciones
territoriales chilenas, figuraría la devolución al Ecuador, por parte del
Perú, de las provincias de Jaén, Túmbez y Mainas.

El plenipotenciario chileno Godoy desplegó gran actividad a favor de


la causa de su país, lamentablemente el Canciller ecuatoriano, general
Cornelio Vernaza, no valoró en sus proyecciones la propuesta chilena
y, más bien, se inclina por la posición de neutralidad del Ecuador frente
al conflicto suscitado." (51)

La actitud neutral del Ecuador, dizque en aras de la fraternidad ameri-


cana, fue corroborada con la designación del general José María
Urbina para que, en representación del gobierno ecuatoriano, pro-
pusiera a los países litigantes la mediación que procurase establecer la
paz y tranquilidad de esta parte del continente.

181
CRNL. FRANCISCO BOLEGNESI, COMBATIÓ Y MURIÓ DURANTE LA
DENOMINADA “GUERRA DEL PACÍFICO” (HISTORIA DEL PERÚ, Gustavo
Pons Muzzo)
182
Era obvio que la proposición de alianza que Chile hizo al Ecuador fue
con un criterio geoestratégico: consideró la ubicación de nuestro país
respecto al Perú: la concentración de tropas ecuatorianas en la frontera
peruana del norte lo habría obligado a controlar otro frente de com-
bate, con la consiguiente disminución del potencial bélico en la fron-
tera peruano-chilena, entre otros factores. El resultado de las aprecia-
ciones estratégicas del conductor de la guerra y del Estado Mayor
chilenos, establecía que las condiciones militares de éxito eran radi-
calmente favorables; sin embargo de ello, la decisión política de
concretar una alianza con el Ecuador se circunscribía a la previsión
de futuras operaciones militares contra Bolivia, Perú e inclusive con
Argentina.

Desgraciadamente, la diplomacia ecuatoriana no supo aprovechar


aquella magnífica oportunidad porque en un lamentable error históri-
co, adoptó la absurda neutralidad, dizque en homenaje de la herman-
dad americana, como si alguna vez respetó el Perú a los derechos
soberanos que es, en definitiva, el único mecanismo propiciador de la
paz y la concordia de los pueblos.

El general Veintemilla comprobaba dramáticamente que era casi


imposible conciliar con los conservadores, y fisuradas las relaciones
con los liberales presentaba un futuro sombrío para sus aspiraciones de
continuar en el poder.

Entre tanto, Veintemilla planificaba proclamarse nuevamente dictador,


antes de concluir el mandato presidencial; razón por la que incre-
mentaba el orgánico del ejército y lo armaba convenientemente con el
moderno fusil rémington, importado de Europa y empleado ya en los
combates de Galte y de los Molinos. Además, redoblaba la tolerancia
y expresiones de amistad y afecto a los jefes, oficiales y tropa que creía
serían el soporte y apoyo de sus intenciones de continuar en el poder.

183
El 15 de marzo de 1882 viajó el general Veintemilla a Guayaquil,
dejaba encargado del Poder Ejecutivo a un hombre de confianza: el Sr.
Leopoldo Fernández Salvador, Tercer Designado (en lugar de
Vicepresidente, de acuerdo con la Convención de Ambato de 1878), sin
respetar el orden de nominación: el Primer Designado, era el general
Sánchez Rubio y el Segundo Designado , el Sr. Francisco Arias. Quizás
consideró que el general Sánchez, durante su ausencia podía consti-
tuirse en peligro para la estabilidad del régimen. Pero fue otro General
el que confabuló camufladamente contra Veintemilla, se trataba de
Cornelio Vernaza, nombrado Comandante en Jefe del Ejército del
interior. Este General que gozaba también de la confianza de
Veintemilla, incentivado por gente ambiciosa e interesada, habría
pretendido proclamarse dictador a sabiendas del deterioro popular que
ostentaba su superior y amigo. Las intenciones veladas de Vernaza
parece fueron pronto descubiertas por la suspicacia de Marieta
Veintemilla, hija del general José Veintemilla y casada con Antonio
Lapierre, ciudadano de origen francés.

Descubierto el andamiaje de la sedición, el general Vernaza fue


apresado y luego encarcelado por disposición del encargado del Poder
Ejecutivo. El mismo día, el Concejo Municipal de Quito suscribió el
Acta que proclamaba Jefe Supremo al general Ignacio de Veintemilla.

La proclamación dictatorial (26 de marzo de 1822), motivó que


algunos de sus antiguos partidarios lo abandonasen: fue el caso del
general José María Urbina, que en el combate de Galte, en el Congreso
y desde cargos públicos de importancia lo apoyó decida y lealmente.
Años después, este destacado militar ecuatoriano, fallecía en
Guayaquil, el 4 de septiembre de 1891.

184
PARTIDA DE DEFUNCIÓN DEL GRAL. JOSÉ MARÍA URBINA (ARCHIVO
DEL MINISTERIO DE DEFENSA NACIONAL)
185
LAS TROPAS "RESTAURADORAS" CONTRA LA DICTADU-
RA

El 6 de abril del mismo año, Esmeraldas era la primera provincia en


proclamar públicamente el rechazo a la dictadura. Un grupo de ciu-
dadanos presidido por Manuel A. Franco desconocía al general
Veintemilla y nombraba Jefe Supremo a Eloy Alfaro, que en aquella
fecha se encontraba ausente del país. Los subalternos de Franco no
tenían ninguna organización ni preparación militar, tampoco disponían
de armamento ni los elementos logísticos indispensables para sostener
una campaña, por tal motivo fueron sometidos fácilmente por las
tropas gobiernistas que Veintemilla envió a Esmeraldas, al mando del
coronel Francisco Pacheco.

"La espesura de las selvas sirvió de refugio a los patriotas, y aunque


en ellas pudieron evitar la persecución, no pudieron salvarse de infini-
tas privaciones." (52)

Recién el 5 de junio se conocía de la presencia de Alfaro en territorio


ecuatoriano. Llegó en apoyo de sus compañeros que lo eligieron Jefe
Supremo. El caudillo manabita había traído armamento y munición, lo
que sirvió para armar y organizar medianamente al grupo de sus
seguidores. Organizó igualmente un "Gobierno Provisional", del que
fue su Secretario General el joven Miguel Valverde. El 7 de junio, el
jefe liberal comandando a sus compañeros de armas, partió desde
Pianguapí hacia la Tola, lugar donde se detuvo en espera del arribo de
un buque con armamento proveniente de Panamá. En ese mismo lugar
se incrementó el número de voluntarios, consiguientemente las tropas
"restauradoras"- así se las llamó-, incrementaron sus filas a 150 hom-
bres, que fueron organizadas en cuatro columnas: "Esmeraldas", "Seis
de Abril", "Libertadores" y "Constitución". A mediados del mes de
julio arribaron a Río Verde, donde se presentaron nuevos voluntarios,
entre ellos el Sr. Roberto Andrade, investido por Alfaro de rango
militar. El 25 de julio las columnas "Esmeraldas" y "Seis de Abril" sor-
186
prendieron en Tabule a un pequeño grupo de 10 soldados gobiernistas.
Cuatro fueron aniquilados y los demás capturados.

ELOY ALFARO, DESIGNADO “CIUDADANO ENCARGADO DEL MANDO


SUPREMO DE MANABÍ Y ESMERALDAS” PREVIO AL 9 DE JULIO DE 1883
QUE PUSO FIN A LA DICTADURA DEL GENERAL VEINTEMILLA (Archivo
fotográfico del CEHE)
187
El 29 de julio de 1882 se produce el combate de Las Quintas, que no
tuvo ninguna repercusión en las operaciones futuras. En Pueblo Viejo
se presentan más voluntarios, con ellos se organizó la columna
"Colombia". Días después se organizaba la columna de macheteros,
denominación otorgada porque sus integrantes tenían como medios de
combate a sus fieles y temibles machetes. El mando fue confiado a
Miguel Valverde.

Entre tanto, los desterrados que permanecían en la población colom-


biana de Ipiales se unían para combatir a la dictadura, sin importarles
ya su ideología política (liberales o conservadores). Todo el arma-
mento que disponían fue trasladado de Ipiales a Tulcán y se organiza
el batallón "Carchi" de 300 efectivos.

El general Agustín Guerrero comandaba a las fuerzas rebeldes. Se


produce entonces los combates de Yurac - Cruz y de Pisquer, con resul-
tados adversos para los "restauradores".

En efecto, el dictador Veintemilla había atraído a sus filas a un antiguo


enemigo suyo: general Manuel Santiago Yépez, a quien confió la cam-
paña del norte.

Las tropas opositoras de Veintemilla, se encontraban en El Ángel. Eran


elementos bisoños, igual que sus jefes que no disponían experiencia y
conocimientos en el arte de la guerra. Cuando conocieron que desde
Ibarra avanzaban las fuerzas del general Yépez, los anti gobiernistas
pretendieron replegarse hacia Tusa (San Gabriel ), pero prevaleció la
decisión de ir al encuentro de su adversario. En las primeras horas de
la mañana del 26 de mayo de 1882, los dos oponentes se trabaron en
combate en el sitio denominado Yúruc-Cruz, accidente topográfico
adecuado para una buena defensa. No obstante, el comandante
Orejuela que estaba al mando de los antigobiernistas ofreció combate
en terreno plano. Acudió a reforzarlo el coronel Ezequiel Landázuri,
pero ni las dos fuerzas juntas pudieron imponerse a la tropa del ge-
188
neral Yépez. Después de cinco horas de combate fueron derrotados los
norteños.

GRAL. JOSÉ MARÍA SARASTI, UNO DE LOS MIEMBROS DEL GOBIERNO


PROVISIONAL QUE REEMPLAZÓ INICIALMENTE AL GENERAL VEIN-
TEMILLA. (INSTITUTO DE LA SALLE EN EL ECUADOR 1863 - 1998)

189
Sin embargo, el general Yépez no ordenó la persecución inmediata,
situación que habría permitido la dispersión total de los derrotados.
Como consecuencia de tamaño error, el coronel Landázuri logra reor-
ganizar y reforzar su tropa, permitiendo que se enfrentase otra vez con
su adversario que lo perseguía tardíamente. El 8 de junio, en las alturas
de Pisquer, se produjo una acción de armas de intensidad menor a la de
Yúrac-Cruz. Fueron nuevamente vencidas las tropas que se oponían a
la dictadura, sus jefes y voluntarios buscaron refugio en Colombia
hasta encontrar condiciones favorables para reanudar la lucha. Entre
tanto, el antiguo enemigo y después aliado de Veintemilla, el general
Manuel Santiago Yépez salía victorioso de una campaña en la que tuvo
oponentes reclutas, inexpertos y sin el armamento y la logística indis-
pensables para asegurar el éxito de una contienda bélica.

Después de estos intentos golpistas de Eloy Alfaro y Miguel Valverde


en Esmeraldas; del general Guerrero y el coronel Ezequiel Landázuri
en el norte; el Dr. José María Sarasti oriundo de Colombia, pero cria-
do, educado y casado con dama ecuatoriana, organizaba en las provin-
cias centrales a fuerzas "restauradoras" para combatir a Veintemilla. El
General y Dr. Francisco Javier Salazar en el Perú organizaba una
expedición, que en noviembre de 1882 ingresó a territorio ecuatoriano
por Macará.

En los primeros días de enero se reúnen en Ambato las tropas restaurado-


ras de Sarasti y del general Salazar. El 4 y 5 de enero de 1883 partían rumbo
a Latacunga. En esta ciudad son reforzadas por 200 voluntarios; en
Machachi se integran otros 50. El 7 de enero acampaban en la hacien-
da "El Conde" (5 km. de Quito). El Ejército "Restaurador" disponía ya de
800 efectivos. Las tropas gobiernistas de Quito sabían de la aproximación
de los "restauradores", pero no disponían de un plan de defensa ni habían
organizado el dispositivo de combate. El 8 de enero, se conocía ya del tri-
unfo de Sarasti en Quero y la derrota de los veintemillistas en Pisque (31 de
diciembre de 1882) Después de Quero los soldados "restauradores"
empezaron a llamarle General a Sarasti.
190
El sur y el occidente de la ciudad constituyen los ejes generales de
avance. En las faldas del Panecillo y del Pichincha, especialmente en
las del primero, se organizan posiciones de artillería al mando del
general Salazar, cuyos cañones capturados en Quero causaban los
estragos requeridos. Las tropas del régimen ocupaban estratégica-
mente torres, azoteas, bocacalles. Se produce un intercambio de fuego
entre tropas que ocupaban las torres de San Francisco (Veintemillistas)
y las que se encontraban apostadas en las torres de Santa Clara
("restauradoras"), éstas reforzadas oportunamente por sus compañeros
de lucha. Las tropas gobiernistas trataban de concentrarse en la plaza
de San Francisco y otras fuertemente presionadas, en sus cuarteles del
centro y en la Plaza Mayor.

Mientras estos acontecimientos ocurría, el general Veintemilla se


encontraba en la ciudad de Guayaquil. Fue entonces cuando su sobri-
na Marieta, "La Generalita", para sus seguidores, se puso al frente de
los seguidores de su tío. Se combatió con ferocidad durante todo el día
10 de enero; pero el resultado del combate no favorecía todavía a
ninguno de los contendientes. Los "restauradores" esperaban ansiosa-
mente la llegada de las tropas provenientes del norte, comandadas por
Landázuri, Lizarzaburu y Aguirre. En cuanto llegaron a los alrededores
de la ciudad, ingresaron presurosas por el norte de la ciudad y ocu-
paron la colina de San Juan. Los quiteños las recibieron con entusias-
mo y se aprestaron a brindarles la ayuda que estuviese a su alcance.
Entre tanto, la “Generalita” hacía extremados esfuerzos para evitar el
desbande total de las tropas.

191
MARIETA DE VEINTEMILLA, EL BRAZO ARMADO DE SU TÍO, EL GENE-
RAL IGNACIO DE VEINTEMILLA (HISTORIA DEL ECUADOR, Salvat, No. 6)
192
Los "restauradores" preveían la reiniciación de los combates desde el
amanecer del 11 de enero, pero las fuerzas gobiernistas comenzaron a
rendirse o replegarse precipitadamente del escenario del combate.
"Más de 600 prisioneros y todo el parque cayeron en manos de los
vencedores. El ejército dictatorial tuvo entre sus bajas 200 muertos y
150 heridos. Durante el día y la noche del 10 y la mañana del 11,
desertaron muchísimos soldados. De parte de los restauradores hubo
100 muertos y cerca de 40 heridos".

La valiente "Mayasquera" (según Robalino Dávila, denominación que


los soldados tulcaneños otorgaron a Marieta, para recordar a
Mayasquer del Carchi o provincia de Veintemilla, como se llamó en
aquel entonces), fue hecha prisionera, conducida con sus tías a la
Municipalidad y custodiada luego por soldados del Escuadrón
Sagrado.

"El 14 de enero de 1883, el Jefe Civil y Militar de Pichincha, Rafael


Pérez Pareja convocaba a ciudadanos prestantes de la capital para ela-
borar el acta de pronunciamiento que desconocía el Gobierno dictato-
rial del general Ignacio Veintemilla; dar por nulos y de ningún valor
todos sus actos, decretos y resoluciones desde el 26 de marzo de 1882."
(53)

EL 9 DE JULIO DE 1883

El 31 de enero de 1883, el Gobierno Provisional firmaba un decreto en


el que entre otros "considerandos" expresaba que el general
Veintemilla y todos sus cercanos colaboradores debían devolver al
Fisco las rentas recibidas desde el 26 de marzo de 1882; se exceptua-
ba de esta disposición a políticos y militares que ayudaron a defenes-
trar al dictador. En los primeros días de enero, el coronel Mariano
Barona, Jefe Militar de Babahoyo, se sublevaba a la dictadura. El 8 de
enero se firmó el Acta de Pasaje, documento que desconocía a
Veintemilla y se adhería al Gobierno de Quito.
193
GRAL. FRANCISCO JAVIER SALAZAR, LIDERÓ LA OPOSICIÓN Y
COMBATIÓ CONTRA LAS TROPAS DEL GENERAL VEINTEMILLA (Archivo
fotográfico del CEHE.)
194
Cuando llegó Eloy Alfaro a Esmeraldas el 8 de febrero, fue designado
"Ciudadano encargado del Mando Supremo de Manabí y de
Esmeraldas".

De inmediato sometió a las fuerzas de Ignacio Veintemilla acantonadas


en su nueva jurisdicción. En la ciudad de Quito se temía que la tar-
danza de iniciar las operaciones para controlar Guayaquil, fortín de
Veintemilla, podría permitir que éste reforzara convenientemente su
ejército previo la ofensiva de las tropas restauradoras.

El Director de la Guerra, función encomendada al general Francisco


Javier Salazar, trataba de aglutinar a su causa el mayor número de
desafectos a la dictadura. Buscaba el apoyo de Alfaro y de Barona,
este último sublevado en Babahoyo; esperaba el arribo del Dr. José
María Plácido Caamaño que salió del país en procura de armamento, y
pretendía atraer a los rebeldes de Machala para conjuntar una fuerza
poderosa que le garantice el éxito total.

Finalmente, después de varios aprestos, en los primeros días de marzo,


el ejército restaurador se movilizaba dividido en dos grupos: el más
fuerte y numeroso comandado por el general Salazar con dirección a
Babahoyo; y el general José María Sarasti al mando de los batallones
"Libertadores", "Restauradores del Centro" y el "Escuadrón Sagrado",
empleando la ruta ALAUSI-SIBAMBE, para tomar Yaguachi, donde
Veintemilla tenía una guarnición a la que ordenó se replegara a
Guayaquil, antes de que arribase el general Sarasti.

Se convino que la población de Mapasingue fuese el centro de reunión


de los caudillos antiveintemillistas. Alfaro fue el primero en llegar, el
29 de abril, a la mencionada población. Pero la reunión de Mapasingue
presentaba un gran inconveniente: la enemistad que mantenían Alfaro
y el general Salazar, razón por la que el contacto más permanente lo
mantenían Alfaro y Sarasti, aunque éste no logró de Alfaro la fusión de
los gobiernos de Quito y Esmeraldas, pero sí de los dos ejércitos, bajo
195
un solo mando, y la libertad de Guayaquil - luego del triunfo - para que
decidiera democráticamente su destino.

Se decidió finalmente iniciar el ataque a Guayaquil el 3 de junio,


empleando el siguiente dispositivo: las tropas de Alfaro desplegadas
desde el oriente del Estero El Salado hasta Puerto Liza; las fuerzas del
interior, mediante ataque frontal, irrumpirían las fortificaciones de la
colina Santa Ana, para dividir el ejército de Veintemilla. Éste, cono-
cedor del plan de los "restauradores", reforzó el sistema defensivo a lo
largo de la orilla oriental del Estero e hizo destruir el puente, acción
que motivó el reajuste y cambio del plan de operaciones del general
Salazar: no atacar Guayaquil por el Estero El Salado sino por el cerro
de Santa Ana. Entre tanto, al campamento de los jefes "restauradores"
llegan noticias alarmantes de un movimiento de adeptos a Veintemilla
en Manabí, por lo que se dispone que el coronel Francisco Hipólito
Moncayo marche con tropas de caballería a sofocar la supuesta sedi-
ción.

Después de los aprestos correspondientes, en la madrugada del día 9 de


junio de 1883 se producía el cruento combate con resultado victorioso
para los "restauradores", hecho que determinó el fin de la dictadura del
general Veintemilla, que no tuvo otra alternativa que refugiarse en el
Perú, radicándose por algunos años en aquel país, en donde supo de su
exclusión del escalafón militar, dignidad (generalato) que le fue
devuelta por el Congreso, en sesión de fecha 13 de octubre de 1900.

El triunfo de los "restauradores" y el control de Guayaquil no fue la


solución definitiva que esperaba el país: la desunión se imponía, la
codicia de los líderes aumentaba. Guayaquil tenía un nuevo gobierno
presidido por Pedro Carbo, con título de Jefe Supremo del Guayas;
Quito, el pentaviro; Manabí y Esmeraldas, gobiernos independientes.

Entonces, el estado caótico que vivía el país no era ya consecuencia


directa de la presencia despótica de Veintemilla: era la descomposición
196
moral que imperaba lacerante; el odio que gangrenaba el espíritu de los
ecuatorianos, instigado por seudos caudillos que creían que las
regiones naturales del país eran fragmentos políticos de la patria y no
instrumentos de integración; la ambición de politiqueros y militares
que pretendían gobernar por gobernar y ostentar el poder con tal de sa-
tisfacer su codicia y vanidad, continuaba representando el perfil fol-
clórico de la política nacional.

PREÁMBULOS DE LA REVOLUCIÓN LIBERAL

Después de haber cumplido uno de los objetivos políticos: el derro-


camiento del general Ignacio Veintemilla, se dedicó Eloy Alfaro a
conspirar contra el presidente José María Plácido Caamaño, señalán-
dolo como terrorista y de tendencia ideológica garciana; además de
manifestarse como partidario del general Juan José Flores, argumentos
condenatorios pero sin consistencia alguna, que no ameritaban una
verdadera revolución a través de cambios importantes y significativos.
Para llevar adelante el proyecto revolucionario, el general Alfaro
organizó una Junta en Quito y otra en Guayaquil con elementos de
confianza y seguidores suyos; solicitó de sus amigos recursos
económicos para impulsar tan atrevida empresa; además, en agosto de
1884 adquirió el buque mercante "Alajuela" que recorría en activi-
dades comerciales las costas de Centro América. "El buque era de 300
toneladas, muy veloz para la época, 16 nudos por hora, tenía el casco
de madera de 4 a 5 pulgadas de espesor cubierto de una ligera capa de
acero. El negocio se celebra en Corinto (Costa Rica), el precio se fija
en 35.000 pesos… Detrás de esta negociación estaban altos dirigentes
del Gobierno del Estado de Panamá, sin el apoyo de los cuales los
dueños no hubieran vendido el buque." (54)

Cuando el joven comerciante Luis Vargas Torres recibió una carta de


Eloy Alfaro invitándole se una al proyecto revolucionario, liquidó de
inmediato la firma comercial de su propiedad y partió hacia Panamá,
uniéndose con el caudillo el 9 de septiembre de 1884, a quien entregó
197
recursos económicos producto de la venta de su empresa y más dinero
que tenía ahorrado; además de otra cantidad que conseguiría después,
gracias al ofrecimiento que había hecho el gobierno del Cauca a favor
de la revolución.

CRNL. LUIS VARGAS TORRES, DESDE EL INICIO SE IDENTIFICÓ CON LA


LUCHA DE ELOY ALFARO, COMPROMETIENDO INCLUSIVE SUS NEGO-
CIOS Y SUS BIENES (DICCIONARIO DEL ECUADOR, Efrén Avilés Pino)

198
El siguiente paso era adquirir armamento para dotar a sus partidarios
que habrían de actuar inicialmente en Esmeraldas, Manabí y Guayas.
En efecto, en la casa Rémington adquirió a plazos "dos mil fusiles, diez
mil cápsulas, dos mil cacerinas (bolsas de cuero para llevar munición)
y dos mil bayonetas".

Pero constituía prioritario para los revolucionarios mantener en


reserva sus actividades y movimientos, por eso Vargas Torres propuso
que Eloy Alfaro permaneciera en Panamá y sugirió un plan comple-
mentario: enganchar 200 voluntarios en Esmeraldas, reunir en Manabí
600 hombres con el propósito de atacar la guarnición de Guayaquil,
ataque que sería respaldado por los tripulantes del Alajuela que debían
partir de Panamá el 8 de noviembre.

No obstante, Eloy Alfaro desaprobó dicho plan, porque estaba seguro


de que sus partidarios se alzarían en armas en Manabí y posteriormente
en Esmeralda, Los Ríos, Tungurahua y otros lugares del país. Después
de superar divergencias de criterios y otros escollos, partía la expedi-
ción desde Panamá, el 15 de noviembre, en la misma fecha en que se
proclamaba en Montecristi a Eloy Alfaro como Jefe Supremo, y fra-
casaba un atentado para terminar con la vida del presidente. Estos
acontecimientos hicieron alertar aún más al gobierno de Caamaño, por
lo que tenía conocimiento que la expedición de Alfaro se acercaba a
costas ecuatorianas. Por tanto, decidió enviar el presidente Caamaño al
buque "Nueve de Julio" para que se opusiera a los insurgentes. El 20
de noviembre en el sitio llamado "El Morrito", donde se estrecha la
entrada al fondeadero de la bahía de Tumaco, de acuerdo con narración
de Eloy Alfaro, se enfrentaron las tripulaciones del "Pichincha" y el
"Nueve de Julio" con resultado positivo para el caudillo liberal. Desde
aquel entonces, el denominado combate de Tumaco pasaba a ser parte
del rico historial de la lucha inclaudicable del "Viejo Luchador".

199
TOMADO DEL LIBRO VARGAS TORRES, Jorge Pérez Concha
200
El 23 de noviembre desembarcó en Esmeraldas; allí dispuso que se
quedara Vargas Torres con el propósito de organizar núcleos armados.
Al día siguiente, Eloy Alfaro a bordo del "Pichincha", abandonaba la
ciudad de Esmeraldas. El 26 se encontraba ya en costas manabitas, en
donde conoció la situación crítica que enfrentaban los coroneles
Medardo Alfaro y Centeno, a quienes ordenó se concentrasen en
Charapotó. El 27 los revolucionarios fueron dominados por una fuerza
gobiernista superior en personal y medios; inclusive, la población de
Charapotó fue incendiada.

El presidente Caamaño preocupado por la escala revolucionaria,


particularmente en las provincias de Esmeraldas y Manabí, dispuso
que partiera de Guayaquil una flota encabezada por los buques "El
Huacho" y "Nueve de Julio" (Santa Lucía), secundados por otros de
menor magnitud como: el "Sucre", "Mary Rose" y "Víctoria"

El 30 de noviembre iniciaba el periplo la flota gobiernista, logrando


días después bloquear al "Pichincha" (Alajuela) en Bahía, como hacía
conocer el general Reinaldo Flores, comandante de la flota, al presi-
dente Caamaño: "Este puerto está bloqueado con nuestras fuerzas en
donde tenemos jaquedos y presos al "Alhajuela" y al "San Jacinto." (55)

La situación se presentaba crítica para Eloy Alfaro, lo que motivó que


esbozara un plan de operaciones: "Atacar primero al "Santa Lucía"
(Nueve de Julio), embestirlo para echarlo a pique de un proazo y, si se
malograba este golpe, tomarlo al abordaje, o en último caso, ir al
abismo con ambos buques". Creía además que mientras esto sucediese,
el "Huacho" tendría tiempo para ponerse en movimiento, pero como el
"Pichincha" era más veloz podría enfrentarlo con posibilidad de éxito.
Sin embargo, no ocurrió el previsto enfrentamiento con el "Nueve de
Julio", pero sí con el "Huacho". El combate naval se desarrollaría en el
sector de Jaramijó, el 6 de diciembre de 1884.

201
GRAL. REINALDO FLORES JIJÓN, COMANDANTE DE LA FLOTA
GOBIERNISTA (Archivo fotográfico del CEHE.)
202
"Los tripulantes del "Pichincha" abordaron al buque adversario,
convirtiéndose la cubierta del "Huacho" en sangriento escenario de
combate. Los disparos de corta distancia, la lucha cuerpo a cuerpo, el
incendio de la nave gobiernista precipitó la rendición de los tripulantes
del "Huacho", que pasaron inclusive a bordo del "Pichincha" en cali-
dad de prisioneros. La llegada en auxilio del buque "Nueve de Julio",
cambió el trámite y resultado del combate: certeros cañonazos
causaron serios daños e incendiaron a la nave revolucionaria, por lo
que Eloy Alfaro no tuvo otra alternativa que ordenar su destrucción y
abandono." (56)

Salvándose milagrosamente de morir ahogados, Eloy Alfaro y el resto


de sobrevivientes alcanzaron tierra firme, internándose en la montaña
con la intención de llegar a Montecristi y reiniciar las operaciones
armadas, porque sabía el líder liberal que la lucha recién comenzaba.
Por lo mismo, el ejército del presidente Caamaño tomaba también pre-
cauciones: convocó al personal de las guardias nacionales, incrementó
el orgánico de sus fuerzas, alistó a la artillería que tenía la dotación de
cañones Krupp y Willforth, y la caballería armada de carabinas
Rémington.

LOS PEONES EN ARMAS O LA REACCIÓN DE LOS "CHA-


PULOS"

Mientras el caudillo liberal preparaba la repotenciación de su lucha revolu-


cionaria desde Panamá o a bordo del semiartillado buque Alajuela, enfren-
tándose a los medios marítimos y las tropas del presidente José María
Plácido Caamaño, en las provincias de Esmeraldas, Manabí, Guayas y Los
Ríos, el germen de la revolución caía en tierra fértil.

En las zonas montañosas de Esmeraldas y Manabí hallaron terreno propi-


cio para organizarse y operar las montoneras o guerrillas de Eloy Alfaro. El
triunfo y la derrota constituyeron parte substancial del optimismo o el
drama de sus jornadas.
203
La órbita de acción de las incipientes guerrillas liberales fueron
paulatinamente extendiéndose por varios sectores del país, y sus
orígenes y organización fueron de los más variados y novedosos.

En efecto, en la provincia de Los Ríos "en el centro del triángulo que


forman los cantones de Baba, Puebloviejo y Babahoyo existe el sitio
de CHAPULO O GALLINAZO, más conocido por el primer nombre,
por el río que por allí pasa y que así se llama. En este lugar se levanta
la valiosa hacienda "Victoria", de propiedad en la época histórica que
reseñamos, de doña María Gamarra y su cónyuge don Eduardo
Hidalgo Arbeláez, fundo adquirido por aquella como patrimonio de sus
padres." (57)

Entonces, los denominados "Chapulos" nacieron a la luz de la revolu-


ción en la hacienda "Victoria", cuando el propietario de este terreno
agrícola, Eduardo Hidalgo, el 14 de noviembre de 1884 reunió en el
patio de la casa hacienda a los peones que tenía bajo responsabilidad
laboral, para hacerles conocer que partidarios del general Eloy Alfaro
combatían en las provincias de Esmeraldas y Manabí contra tropas del
presidente Caamaño, y que aquella actitud varonil y decidida de los
revolucionarios, debía constituir un compromiso de honor para los
"Chapulos", en su decisión de apoyar y luchar por el triunfo de la
revolución.

La arenga de su patrón encendió el ánimo de los peones, a quienes se


les ofreció inclusive perdonar las deudas contraídas en cuanto
formasen parte de las filas revolucionarias. Igualmente, les bautizó el
pundonoroso hacendado con el nombre de "Chapulos", por vivir y
trabajar en el sitio de esa denominación.

Además del hacendado se encontraban otros fervientes liberales como:


"Marcos Alfaro, Emilio Estrada, Juan Francisco Borja y Justo Infante.

204
CRNL. NICOLÁS INFANTE DÍAZ, COMBATIÓ AL FRENTE DE LOS “CHA-
PULOS” HASTA SER CAPTURADO Y FUSILADO EN PALENQUE, PROVIN-
CIA DE LOS RÍOS (DICCIONARIO DEL ECUADOR, Efrén Avilés Pino)
205
Los arengados llegaron a sumar 77 peones." Una rápida organización
de corte militar y el aprovicionamiento de escopetas rudimentarias,
pistolas y machetes confirmó la promesa contraída.

El paso siguiente de los "Chapulos", conformando pequeños grupos a


manera de patrullas, fue recorrer y conocer el terreno; además de bus-
car información de los potenciales adversarios. Se enteraron durante
estos patrullajes que el gobierno del presidente Caamaño enviaba
tropas a diferentes sectores del país, particularmente a la costa y, desde
luego, a la provincia de los Los Ríos. Conocieron también que la
unidad que estaba acantonada en Guayaquil, integrada por 600 hom-
bres, se había trasladado a Vinces al mando del general Secundino
Darquea.

Ante aquella situación, los "Chapulos" decidieron tomar la iniciativa,


controlando recintos para proveerse de armas, víveres e incluso de
dinero a través de "contribuciones de guerra", que entregaban ricos te-
rratenientes de la localidad.

El 8 de diciembre de 1884 tuvieron en Maculillo su bautizo de fuego.


Sorprendieron en ese sector a una unidad de 250 soldados, y los
vencieron haciéndolos huir precipitadamente. Para tal efecto, uti-
lizaron una estratagema simple: con toques de corneta por diferentes
sitios, aparentaron que se lanzaba al ataque una fuerza numerosa y
bien organizada. La sorpresa y el temor de ser aniquilados motivó la
huida de los soldados, que abandonaron inclusive armamento, medios
logísticos y otros pertrechos de guerra. Setenta "Chapulos" hicieron
huir o más de doscientos soldados profesionales.

Con el transcurrir del tiempo, especialmente durante la revolución libe-


ral, prevalecía la modalidad de combate irregular. "El carácter monto-
nero de la revuelta imprimió matices peculiares a los enfrentamientos
entre el ejército regular y los sublevados. Normalmente, partidas de
guerrilleros organizados indistintamente atacaban por sorpresa a
206
unidades militares o pequeños poblados para retirarse inmediatamente
a la selva." (58)

Los ciudadanos de aquella época tenían su propio criterio respecto a las


fuerzas irregulares: "Chihuahuas", "Tauras" o "Chapulos" en tiempos
pasados, las montoneras son ahora alfaristas y conforman el ala más
radical del movimiento: la agitación de los que nada tienen por perder;
el grito de los que han sido negados en todos sus derechos; la voz de
los desesperados… El carajo final, con el machete alzado, será arma de
protección para los fieles al pueblo, y espada de Damocles para
quienes retrocedan." (59)

Uno de los líderes de los "Chapulos", convertido en decidido y desta-


cado partícipe de la Revolución Liberal, fue Nicolás Infante Díaz,
oriundo de Palenque. Nació el 4 de septiembre de 1847. En 1883 se
unió el ejército de Eloy Alfaro, llegando a obtener el grado de coronel.
Después del triunfo en Maculillo contra las tropas del general
Saturnino Darquea, éste luego de obtener tropas de refuerzo prove-
nientes de Guayaquil, sometió a los revolucionarios en el combate de
"Piscano". Fue capturado conjuntamente con otros compañeros, y
fusilado en su tierra natal, el 1 de enero de 1885.

El movimiento revolucionario liderado por Eloy Alfaro y comple-


mentado por importantes caudillos, iba paulatinamente irradiando sus
principios liberales y convirtiéndose en remolino impetuoso que
hundía a los tiranos y conculcadores de la dignidad humana, y arras-
traba a la gente que se sentía excluida de sus aspiraciones de bienestar
e igualdad social, y ansiosa de renovar los sistemas caducos y antipo-
pulares existentes.

EDMAN *

* Édison Macías Núnez

207
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1.- José María Le Gohuir, Historia de la República del Ecuador,


libro III, colección Aymesa, 1935, p. 36

2.- Luis Robalino Dávila, Orígenes del Ecuador de Hoy, Editorial


José Cajica, S. A., Puebla, 1970

3.- Pedro Fermín Cevallos, Resumen de la Historia del Ecuador


desde su origen hasta 1845, p.p. 17 y 18

4.- Pedro Moncayo, El Ecuador de 1825 a 1875, sus hombres, sus


instituciones y sus leyes, Imprenta Nacional, Quito, p.p. 86 y 87

5.- Pedro Moncayo, op. cit., p. 119

6.- Ibídem, p. 120

7.- Transcripción de Luis Robalino Dávila en su obra Orígenes del


Ecuador de Hoy, nacimiento y primeros años de la República,
Editorial José Cajica, S. A. 1967

8.- Pedro Moncayo op. cit. p. 218.

9.- Luis Robalino Dávila, Orígenes del Ecuador de Hoy,


Rocafuerte, Editorial José Cajica, S. A. 1970, p. 97

10.- Tcrn. (s.p) Edison Macías Núñez, El general José María


Urbina, auspicia la Comisión Nacional Permanente de
Conmemoraciones Cívicas, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1992

11.- Neptalí Zúñiga, Rocafuerte, su vida pública en el Ecuador

208
12.- Luis Robalino Dávila, op. cit. p. 175.

13.- Gustavo Vásconez Hurtado, El general Juan José Flores, la


República 1830-1845, Banco Central del Ecuador, 1984, p. 212.

14.- Crnl. Serapio Eduardo Romero Mendoza, General Juan José


Flores, fundador del Ecuador, Impresión Italgráfica S.A.
Caracas, 1994, p. 227

15.- Ibídem, p. 228

16.- Gustavo Vásconez Hurtado, op. cit. p. 256

17.- Ibídem, p. 294

18.- Eduardo Muñoz Borrero, En el Palacio de Carondelet, cuarta


edición, Impr. Artes Gráficas Señal, 1992, Quito, Ecuador, p. 52.

19.- Julio Tobar Donoso, Monografías Históricas, Editorial


Ecuatoriana, Plaza de San Francisco, Quito, 1938.

20.- Pedro Fermín Cevallos, Resumen de la Historia del Ecuador

21.- Pedro José Cevallos Salvador, el Dr. Pedro Moncayo y su folleto


titulado El Ecuador de 1825 a 1875, sus hombres, sus institu-
ciones y sus leyes, ante la Historia, Quito, Imp. del Gobierno,
1887.

22.- Pedro Moncayo, El Ecuador de 1825 a 1875, primer tomo, Edit.


Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1979.

23.- Pedro Moncayo, op. cit., p. 228.

209
24.- José María Le Gouir, Historia de la república del Ecuador,
libro III, Biblioteca Grupo Aymesa, p. 233.

25.- El Peruano, Periódico Oficial, miércoles, 19 de mayo de 1847

26.- Eduardo Muñoz Borrero, op. cit. p 192

27.- Cultura, Revista del Banco Central del Ecuador, El Ecuador


de 1848 a la luz de documentos inéditos de Quai D¨ Orsay,
artículo preparado por Lucía Suárez de Ríos, No. 25, 1986.

28.- Tcrn. Édison Macías Núñez, El general José María Urbina,


Comisión Nacional Permanente de Conmemoraciones Cívicas,
Nueva Editorial Casa de Cultura Ecuatoriana, 1992, p. 127

29.- José María Le Gouir, S. J., Historia de la República del


Ecuador, libro IV 1860-1869, Colección Grupo Aymesa, 1925,
p. 81

30.- Luis Robalino Dávila, Orígenes del Ecuador de Hoy, tomo III,
La reacción antifloreana, Edit. José M. Cajica, Jr. S.A. Puebla,
México, 1967, p. 303

31.- Eduardo Muñoz Borrero, op. cit., p. 99

32.- Mariano Sánchez Bravo, Cap. de Frag. Historia Marítima del


Ecuador, tomo VIII, p. 270

33.- Ibídem, p. 80

34.- Mariano Sánchez Bravo, op. cit. p. 284

35.- Ibid, p. 312

210
36.- Coronel César A. Velarde del Ejército peruano, Memoria
(informe) del Ministro de Guerra del 11 de diciembre de 1858,
p. 81

37.- Ibid, p. 83

38.- Artículo escrito por Jorge Pérez Concha (Al margen de una dis-
cusión histórica), publicado en el libro Historia para una polémi-
ca, René Andrade Moreno, Edit. Producción Gráfica, Ecuador,
2006, p. 39

39.- Wilfrido Loor, La victoria de Guayaquil, Edit. Quito, 1960, p.


351

40.- Luis Robalino Dávila, Orígenes del Ecuador de Hoy, tomo 10,
Editorial José M. Cajica Jr., S.A., Puebla, 1967, p. 506.

41.- Luis Robalino Dávila, op. cit. p. 581

42.- Fragmentos de la descripción de Roberto Andrade, citados por el


Tcrn. Octaviano Marchán Ramírez, en su obra: Revisión Militar
de la guerra entre el Ecuador y la Nueva Granada, Riobamba,
Ecuador, 1972, p. 81.

43.- Tcrn. Édison Macías Núñez, El Ejército en las guerras de la


independencia, Edit., Producción Gráfica, Quito, 2007, p. 22

44.- Transcripción de Luis Robalino Dávila, en su obra Orígenes del


Ecuador de Hoy, Borrero y Veintemilla, Vol. V, tomo I, Editorial
Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1966.

45.- Juan León Mera, La Dictadura y la Restauración en la


República del Ecuador, Editorial Ecuatoriana, 1932.

211
46.- Juan Murillo, Historia del Ecuador

47.- Tcrn. Édison Macías Núñez, op. cit. p. 175

48.- Gabriel Cevallos García, Historia del Ecuador, Vol. 6, Salvat


Editores ecuatorianos, S.A p. 126.

49.- Jorge Pérez Concha, La Revolución del 8 de septiembre de


1876

50.- Gabriel Cevallos García, Borrero y Veintemilla, Historia del


Ecuador, Vol. 6, Salvat, Editores Ecuatorianos, S. A. p. 92

51.- El Universo, 26 de febrero de 1979

52.- Juan León Mera, La Dictadura y la Restauración en la


República del Ecuador, Quito, Ecuador, Editorial Ecuatoriana,
1932, p. 110

53.- Luis Robalino Dávila, op. cit. p. 247

54.- Wilfrido Loor, Eloy Alfaro, tomo I. "Editorial Moderna", Quito


Ecuador, 1947, p. 170

55.- Jorge Pérez Concha, Vargas Torres, Ediciones Banco Central del
Ecuador, 1987 p. 92

56.- Tcrn. Edison Macías Núñez, Vida, lucha y hazañas de nuestros


héroes, Imprenta Pedagógica "Freire", Riobamba, 1986, p. 122

57.- Alberto Hidalgo Gamarra, "Los Chapulos", artículo escrito en el


libro Eloy Alfaro, Obras Escogidas, tomo III, Ediciones Viento
del Pueblo, Quito, 1896, p. 34

212
58.- Sonia Fernández Rueda, La Revolución de los "Chapulos",
artículo escrito en el libro "Nueva Historia del Ecuador", editor
Enrique Ayala Mora, Vol. 7, p. 249

59.- Periódico El Provincial, Quito, lunes 29 de enero de 1912

213
DOCUMENTOS HISTÓRICOS
PROCLAMA DEL 13 DE SEPTIEMBRE DE 1876 DE ANTONIO
BORRERO, PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DEL
ECUADOR, A LOS ECUATORIANOS *

"Compatriotas: Una revolución inicua, sin nombre y sin principios,


acaba de consumarse en Guayaquil, capitaneada por un jefe que, ayer
no más protestaba oficialmente y privadamente su incontrastable
adhesión al actual orden de cosas. La ambición, la deslealtad y la per-
fidia han coronado su obra. Ahora cumple a vosotros, que no habéis
elevado al Poder a un hombre, sino al representante genuino de los
sentimientos del pueblo ecuatoriano, apoyar y defender al gobierno
establecido por vuestra libre voluntad, no por la infamia y la traición.

Se me inculpa haber gobernado con las mismas instrucciones que estu-


vieron vigentes cuando me elegisteis Presidente y cuando tomé po-
sesión del Poder; y el Jefe que acaba de desconocer mi Gobierno había
jurado la misma Constitución y sostenido al gobierno inaugurado bajo
el régimen de las instituciones vigentes. Han sido necesarios tres meses
para que el general Veintemilla conociese que la libertad estaba en peli-
gro; y la libertad y las garantías públicas y privadas, y todos los dere-
chos sociales y políticos no lo están sino ahora, que se hace dimanar el
triunfo de "la idea liberal, que es la suprema aspiración de nuestros
pueblos", de la voluntad de un solo hombre; ¡ y qué hombre!

Tengo la íntima conciencia de que si en alguna ocasión ha habido en


el Ecuador libertad y garantías ha sido durante mi Gobierno; de que
ningún acto de arbitrariedad ha podido inculpárseme; y de que mi
"ineptitud" no haya consistido en otra cosa que en no ser perjuro,
desleal, ni traidor a la voluntad popular.

La revolución que ha estallado en Guayaquil-lo habéis visto por El


Popular, que podemos llamar su precursor, y por otras hojas salidas del
mismo origen- no es sino un desquiciamiento del orden religioso,
social y político que hoy impera en el Ecuador. Los que niegan la
215
Divinidad de Jesucristo, los que aseguran que el pueblo es más
soberano que Dios, los que piden el matrimonio civil, son los que han
buscado, como instrumento torpe y ciego, a un Jefe desleal, que sin
conciencia de sus propios actos se ha prestado a servir de verdugo de
la Patria, ensangrentándola con una guerra de hermanos, que nunca
tuvo ni tiene ahora razón de ser.

Conciudadanos: Si vosotros sois, como nadie podrá dudarlo, un pueblo


de hombres religiosos, defended a vuestro Dios combatiendo el
ateísmo. Si formáis una asociación de hombres civilizados, defended la
sociedad ecuatoriana, combatiendo la "Internacional" y la "Comuna".
Si sois hijos, esposos y padres cristianos, defended la familia, com-
batiendo el matrimonio civil. Hundámonos todos bajo los escombros
de la Patria, antes que soportar el triunfo de la iniquidad y el pre-
dominio del crimen.

¡Soldados! La República no os ha confiado las armas que tenéis en


vuestras manos para que entronicéis la dictadura, que es esencialmente
incompatible con toda idea de orden y libertad, sino para que
sostengáis a las autoridades; porque levantar la de un hombre que no
presenta ningún principio, ninguna idea, ningún derecho, es un crimen
de lesa Patria; crimen que el propio remordimiento, el anatema social
y el juicio más o menos pronto de la historia castigarán implacable-
mente. Os conjuro, pues, en nombre de vuestros más sagrados deberes,
para que salvéis la Patria, defendiendo al Gobierno que ella ha creado,
y no la hundáis en el abismo de males sin cuento.- Quito, Septiembre
13 de 1876.

ANTONIO BORRERO.- El Ministro de Hacienda, Encargado del


Despacho del Interior y Relaciones Exteriores.- José Rafael Arízaga.-
El Ministro de Guerra y Marina.- Julio Sáenz"

*Tomado del Libro “Cronistas de la Independencia y de la República”,


de Juan Murillo M.
216
TEXTO DEL ACTA QUE CONSOLIDÓ A LA REVOLUCIÓN
MARCISTA *

"Convocados por la Gobernación y reunidos en la Casa Consistorial


los miembros de varias corporaciones, los padres de familia y vecinos
que suscriben, con el objeto de acordar los medios convenientes para
restablecer el Gobierno Nacional, salvar las Instituciones republicanas,
que son las únicas que ama y necesita el pueblo ecuatoriano y vindicar,
en fin, el honor y dignidad de este país, humillado por algunos años
bajo el yugo estraño de un poder absoluto; y

CONSIDERANDO:

"1° Que el actual Presidente disolvió con el mayor escándalo el


Congreso de 1841, negándose tenazmente a convocar la
Asamblea que debía completar el número legal de
Representantes; y con el pretexto de obedecer la letra de una dis-
posición reglamentaria sobre elecciones, no se detuvo en violar
la letra y el espíritu de la ley constitucional que exige la reunión
periódica de la representación nacional, ley primordial a la cual
están subordinadas todas la leyes y ley que, así como la forma de
Gobierno, no puede ser alterada ni por los Congresos, pues ella
es el alma y esencia del Gobierno Repúblicano;

2° Que en el mero hecho de haberse sobrepuesto el Gobierno a la


voluntad nacional y violado la Constitución, perdió cualquier
título que pudiera tener o autoridad para convocar la ominosa
Convención de Quito;

3° Que ese cuerpo exótico y usurpador, convocado y reunido (en


circunstancias las más aflictivas de la peste que segaba la flor de
nuestros conciudadanos) con el único objeto de llenar los vacíos
que las leyes habían dejado en materia de elecciones, se avanzó
a derogar la Constitución de la República;
217
4° Que también desconoció el principio alternativo, tan esencial en
los Gobiernos Republicanos que prohíbe la perpetuidad de los
altos funcionarios, y dio a la América por primera vez el inaudi-
to escándalo de dejar sin representación al pueblo, cuando se
hallaba en perfecta paz exterior e interiormente;

5° Que la actual Constitución de Quito, es la Carta de esclavitud


para el Ecuador, conculcada únicamente para perpetrar el
despotismo y la depredación;

6° Que por un efecto natural de este orden monstruoso de cosas se


ha obligado al pueblo ecuatoriano a vivir bajo una forma de
Gobierno nueva, extraña y desconocida;

7° Que las calamidades y males de la Nación, y especialmente las


de esta desgraciada provincia, lejos de conmover el ánimo del
Gobierno, le han precipitado a medidas violentas, ahogando y
sofocando con sangre los movimientos de la desesperación de los
pueblos inermes y miserables, y amenazando con la deportación
y destierro a ciudadanos honrados y pacíficos y a padres de
familia respetables, que con franqueza y respeto se expusieron a
representar los abusos intolerables de la Administración, las
reformas que eran necesarias, y a pedir la convocación de un
Congreso libre y legalmente elegido que, haciendo abstracción
del tiempo, llenase el vacío del Congreso de 1841, apareciendo
revestido de todas las facultades que le daba la Constitución;

8° Que el don inapreciable de la libertad de imprenta ha sido


arrebatado con insolencia por leyes bárbaramente absurdas y
neciamente atroces o por el indecoroso monopolio de las prensas
de la República;

9º Que hasta el uso inocente del derecho de petición ha sido


equiparado al crimen de conspiración y sedición por Decretos
218
escritos con sangre y propios de los siglos de la Edad Media;

10° Que el actual Gobierno se vale de todas las artes y medios posi-
bles para mantenernos bajo el ominoso régimen de las facultades
extraordinarias, que se le conceden siempre que las solicita, por
corporaciones condescendientes, que se honran de estarle subor-
dinadas, y que pueden reputarse como adornos postizos del edi-
ficio gótico de la Constitución;

11° Que el Gobierno para llevar a cabo sus planes y proyectos, no


tiene embarazo en nombrar agentes elegidos a propósito, sin
atender si gozan de buena reputación y si la opinión pública los
repele o los desprecia, revistiéndolos cuando le conviene de
facultades extraordinarias y concediéndoles anticipadamente la
aprobación de cuanto hicieren y la impunidad de hechos atroces,
con tal que contribuyan a realizar sus planes de ambición y
codicia;

12° Que la Nación ha sido envilecida y saqueada por esos mismos


mandatarios, agentes propios y cómplices del Gobierno, llegan-
do a tal extremo la humillación y vilipendio de este pueblo que
han asalariado a un escritor extranjero expedido de todos los
puntos de América (por sembrador de discordias entre los ciu-
dadanos, turbador de la buena amistad y armonía entre los
Gobiernos) y que solo un Jefe imprevisor e indiferente al bienes-
tar y reposo de los pueblos pudiera abrigar y enriquecer, para que
propague máximas subversivas del orden eleccionario y continúe
predicando impunemente contra los principios democráticos y
haciendo la absurda, rancia y sofística apología de la obediencia
pasiva para corromper la opinión de los pueblos y acostumbrar-
los a la ciega sumisión a un Gobierno absoluto, persuadiéndolos
de la ventaja de una tiranía durable sobre los males pasajeros de
una patriótica y bien organizada revolución;

219
13° Que si por más tiempo se continúa tolerando tan graves males, se
irán haciendo más profundas las raíces del poder absoluto, más
fuertes los medios que vaya preparando para sostenerse, más
especiosas las artes de seducción que pondrá en obra y más difi-
cultosa y sangrienta la empresa de nuestra libertad;

14° Que no debemos creernos ligados por ningún vínculo al presente


orden de cosas, pues es público y notorio que ningún ciudadano
prestó juramento a la última Constitución, a pesar de ser instados
vivamente por el señor Gobernador en el acto solemne de su
proclamación, y que el silencio absoluto con que se contestó a
sus repetidas y urgentes invitaciones acredita que no la recibimos
de un modo mas enérgico que una expresa y pronunciada nega-
tiva; y mucho más si se atiende a la notable circunstancia de que
esta firme resolución de todo el pueblo se sostuvo a pesar de que
se llevó la guarnición de la plaza a prestar el mismo juramento
en el mismo día y a la misma hora y en la puerta del mismo tem-
plo en que se hizo congregar al pueblo con aquel objeto;

15° Que si los excesos del poder hasta aquí mencionados son bas-
tantes a justificar la resolución de un pueblo oprimido para
sacudir un yugo poderoso existe todavía un motivo que, no sien-
do de menor gravedad que los expuestos, es quizá de la mayor
trascendencia, pues importa la disolución directa del Estado, a
saber: la notoria dilapidación de las rentas públicas, que es el
crimen prominente de la administración;

16° Que siendo la resistencia a la opresión un derecho emanado de la


asociación, una defensa natural, un deber, el más sagrado del
hombre en sociedad, nada hay tan despreciable como un pueblo
sin energía para defender sus derechos y correr los azares de la
reconquista de la libertad, porque justifica el despotismo, pierde
su calidad de pueblo y se convierte en un ser degradado de la
especie humana.
220
Por estos poderosos fundamentos y en uso de nuestros derechos, hace-
mos la siguiente

DECLARACIÓN:

"Art. 1° Se desconoce la legitimidad y autoridad del actual Gobierno


del Estado y se declaran nulos y sin valor todos los actos,
Decretos y Leyes que se hayan publicado después del día en
que cesó legalmente en el mando el actual Presidente y ter-
minó el período que le estaba prescrito, salvo las modifica-
ciones que provisionalmente tenga a bien dictar la Junta de
Gobierno, hasta tanto que se reúna la primera legislatura.

Art. 2° Para sostener este pronunciamiento, se nombra un Gobierno


provisorio del Ecuador, compuesto de tres individuos, uno
por cada uno de los tres antiguos Departamentos de Quito,
Cuenca y Guayaquil. Esta Asamblea nombrará también los
individuos que deban subrogar a los que no pueden al pre-
sente ser nombrados por los Departamentos incomunicados,
y durarán hasta que se presenten los propietarios.

Art. 3° Se observarán las leyes dictadas por los Congresos anteriores


a la Convención de Quito; pero serán observadas en todo
cuanto no se opongan al nuevo régimen que exigen las cir-
cunstancias extraordinarias en que va a colocarse esta
provincia.

Art. 4° El Gobierno Provisorio del Ecuador organizará las fuerzas


públicas que deben sostener el orden anterior y seguridad
exterior, y dictará todas las providencias convenientes al
despacho de los diferentes ramos de la Administración, con
toda la autorización necesaria a tan importante objeto.

221
Art. 5° Restaurado el orden Constitucional, restablecido el Gobierno
Nacional y convenidas las provincias del Interior, el
Gobierno convocará un Congreso para que reforme la
Constitución y elija los altos funcionarios del Estado.

Art. 6° El Gobierno Provisorio, después de su instalación, publicará


un manifiesto expresando los motivos y razones que han
hecho necesario este pronunciamiento y lo hará trascenden-
tal a todos los demás Gobiernos para que en todas partes se
reconozca la justicia de nuestra causa. Y, sobre todo, cuidará
que permanezcan con más lealtad y franqueza con nuestras
relaciones los Gobiernos de Europa y América.

"Después de acordados y aprobados los artículos precedentes, se pro-


cedió a la votación de los individuos que debían componer la Junta de
Gobierno, y resultaron por unanimidad de votos el Sr. Dr. José Joaquín
Olmedo por Quito, el Sr. Vicente Ramón Roca por Guayaquil y el Sr.
Diego Noboa por Cuenca, y por sus suplentes los Sres. Dr. Pablo
Merino, Francisco Pareja y José María Caamaño. Inmediatamente
juraron los señores que componen la Junta de Gobierno desempeñar el
cargo y cumplir con los artículos acordados, y luego procedieron a
recibir el juramento a los suplentes, con lo que se concluyó este acto y
firmaron por ante nos los Escribanos que damos fe.

JOSÉ MARÍA BOLAÑOS ANDRÉS LUQUE


Escribano Público Escribano Público"

222
TEXTO DEL CONVENIO DE “LA VIRGINIA”*

"S.E. el Gobierno Provisorio del Ecuador, por una parte, y por otra S.
E. el General Juan José Flores, deseando evitar la continuación de una
guerra que causaría grandes males a los pueblos, ha resuelto celebrar
un convenio que ponga fin a la contienda desastrosa en que actual-
mente se hallan empeñados. En consecuencia, han nombrado sus
respectivos Comisionados, a saber: S.E. el Gobierno Provisorio a los
Sres. Pablo Merino, Pedro Carbo y Juan Francisco Millán; y S. E. el
General Flores a los Sres. Coroneles Juan H. Soullin, Carlos
Vincendón y Teniente Coronel graduado Francisco Gaviño, quienes,
después de haber canjeado sus respectivos plenos poderes, han con-
venido en los artículos siguientes:

Art. 1° Se restablecerá la paz en toda la República, y, por consi-


guiente, cesarán todas las hostilidades.

Art. 2° Las guarniciones militares se situarán de la manera si-


guiente: las tropas que actualmente existen en los Distritos
del Guayas y del Azuay, se estacionarán del modo que lo
disponga el Gobierno Provisorio; y de las acampadas en "La
Elvira", marcharán de cuatrocientos a quinientos hombres a
tomar cuarteles en la ciudad de Bolívar, licenciándose el
Batallón "Babahoyo" para que los individuos que lo compo-
nen vuelvan a sus casas y todo lo que excediera del número
enunciado.

Art. 3° Los Generales, Jefes y Oficiales de las fuerzas del mando del
General Flores, que el Gobierno Provisorio no considere
necesarias al servicio, se retirarán a sus casas, o al punto
donde mejor les convenga establecerse, con los honores que
les corresponden y sus pensiones, según sus letras de cuartel
o retiro.

223
Art. 4° Ninguna persona será molestada por sus opiniones pasadas
ni por los servicios que hubiere prestado a los beligerantes.

Art. 5° Se indemnizará previos los requisitos legales, las exacciones


hechas por los beligerantes a propiedades particulares.

Art. 6° Las órdenes de pago expedidas por los contratantes, no


menos que los contratos celebrados por ellos, con arreglo a
las leyes, serán respetados y cumplidos.

Art. 7° El Gobierno Provisorio, completo el número de sus miem-


bros propietarios, expedirá el Decreto para convocar la
Convención que se desea.

Art. 8° Si alguna persona, pueblo o cuerpo militar, rehusare some-


terse a este convenio, se le compelerá a ello por los con-
tratantes.

Art. 9° Los arreglos que estipulan en los Arts. 2° y 3° deben ejecu-


tarse dentro del término de ocho días contados desde la rati-
ficación del presente convenio, y lo estipulado en los demás
artículos, en su debida oportunidad.

Art. 10° Este convenio será ratificado por S.E. el Gobierno Provisorio
dentro cuarenta y ocho horas, por S.E. el General Flores den-
tro de veinticuatro.

En fe de lo cual los Comisionados respectivos lo firman por duplicado


en la hacienda de "La Virginia", a 17 de junio de 1845.- Pablo Merino.-
Pedro Carbo.- Juan Francisco Millán.- Juan Hipólito Soulin, Carlos
Vincendón.- Francisco Gaviño".

*Tomado del libro El Ecuador de 1825-1875, de Pedro Moncayo

224
TEXTO PARCIAL DE LA LEY ORGÁNICA MILITAR
VIGENTE PARA 1855 (PRESIDENCIA DEL GENERAL JOSÉ
MARÍA URBINA) *

"DEPARTAMENTO DE GUERRA Y MARINA

EL SENADO Y CÁMARA DE REPRESENTANTES DEL


ECUADOR, reunidos en Congreso,

CONSIDERANDO:

Que es preciso organizar la Fuerza Armada para que llene el objeto a


que la Constitución la destina,

Decretan:

CAPÍTULO 1°

Del Ministro de Guerra y Marina

Art. 1° Son atribuciones del Ministerio de Guerra y Marina, como


órgano del Poder Ejecutivo, y ejerciéndolas bajo sus órdenes
además de las detalladas en la ley de 2 de Febrero de 1846,
que organiza los Ministerios, las siguientes:

1.- Circular y comunicar las leyes, decretos y resoluciones


del Congreso, y los reglamentos y disposiciones del
Poder Ejecutivo a los comandantes generales de distrito
y a los comandantes en jefe de ejército, divisiones o
columnas de operaciones;

225
2.- Ejercer la inspección general de todas las armas;

3.- Disponer la organización de los cuerpos, de los ejércitos


y de las divisiones o columnas de operaciones y la colo-
cación de oficiales generales, superiores y oficiales de
estado mayor que se les destine;

4.- Dar las órdenes convenientes para el aumento o dismi-


nución del ejército, y para la conscripción y reemplazo,
según las leyes y disposiciones del Congreso:

5.- Elevar la alta y baja del ejército en lo material y per-


sonal de todas las armas, las de los depósitos de inváli-
dos, y las de los parques y almacenes de armas, muni-
ciones, vestuarios, utensilios y equipos;

6.- Velar sobre la disciplina de todos los cuerpos, sobre la


uniformidad en las maniobras y movimientos de cada
arma, y sobre todo lo que diga relación a la táctica y
servicio y a la mejor asistencia de las tropas;

7.- Examinar todas las propuestas para ascensos y empleos,


todos los reclamos de sueldos atrasados, todos los pedi-
dos de armas, municiones, vestuarios y equipos, todos
los planos de obras y reparos, para dar su concepto
motivado al Presidente de la República;

8.- Instruirse del estado de los buques de guerra, de los


cuarteles y hospitales militares, y de la asistencia de
enfermos y convalecientes, para promover las mejoras
reformas convenientes;

9.- Conocer la antigüedad, servicios, aplicación, aptitud y


conducta de todos los generales, jefes y oficiales del
226
ejército y dar al Presidente los informes fundados que
necesite para las promociones y para decidirse en la
elección para mandos y comisiones;

10.- Hacer formar los itinerarios y cartas topográficas de


cada provincia, los planos de las plazas, castillos y for-
talezas; el cuadro de todos los generales, jefes y ofi-
ciales y la colección de las hojas de servicio de todos y
cada uno;

11.- Tener noticia exacta de cuanto se trabaja en los parques


y maestranzas, del estado de las obras de fortificación
emprendidas y sus progresos;

12.- Autorizar la provisión de grados y ascensos en el ejérci-


to, expedir las patentes de los buques de guerra, las de
corso y represalias, las letras de cuartel, retiro y mon-
tepío, las cédulas de inválidos, las licencias absolutas de
los generales, jefes y oficiales, las temporales de los
mismos que hallándose en actual servicio, las pidan por
más de un mes, y las que soliciten para contraer matri-
monio;

13.- Informarse oficial y privadamente de si el servicio se


hace con la formalidad y exactitud que corresponde, y
de si los generales, jefes y oficiales toleran la relajación
de la disciplina;

14.- Remover, por libre disposición del Ejecutivo, a todos


los que tengan mando con los ejércitos, plazas y cuerpos
de la República, suspender gubernativamente de estos
empleos, con orden del ejecutivo, a los generales, jefes
y oficiales que hubiesen cometido faltas en el servicio o
tolerado la relajación de la disciplina o se hubiese hecho
227
reos de delitos por los cuales merezcan ser juzgados.
Mas la suspensión que decrete el Poder Ejecutivo no
tiene fuerza del auto por el cual se declara haber lugar a
formación de causa y se mande elevar a proceso la
información sumaria;

15.- Cuidar de la conservación y mejora de la escuela mili-


tar y de la de pilotaje y náutica;

16.- Redactar una memoria de la campaña o campañas de


que cada una de las provincias de la República hubiese
sido teatro en otros tiempos;

17.- Proponer al Congreso todo lo que crea necesario a la


mejora del ejército, y cuidar de que se cumplan exacta-
mente las leyes, decretos, ordenanzas y reglamentos y
más disposiciones concernientes a este ramo;

18.- Presentar al Ministro de Hacienda el presupuesto de los


gastos que demandan las diversas atenciones de los
incisos anteriores; cuidar de la inversión de los fondos
que con tal objeto se hubiesen destinado, y dar la cuen-
ta correspondiente al Congreso, conforme a la
Constitución."

CAPÍTULO 2°

De la Fuerza Armada en general

"Art. 2° La Fuerza Armada Nacional se compondrá de todos los e-


cuatorianos que se hallan alistados en el ejército y marina, y
de los que siendo aptos sean llamados por la ley al servicio
de las armas;

228
Art. 3° La Fuerza Armada se divide en terrestre y marítima, y la te-
rrestre en ejército permanente y en guardia nacional;

Esta y la marina serán organizadas por las leyes especiales;

Art. 4° El Congreso fijará anualmente el máximum de la fuerza arma-


da de mar y tierra, que en tiempo de paz puede mantenerse en
servicio activo, conforme al precepto constitucional;

Art. 5° El ejército permanente se compondrá de artillería, infantería


y caballería;

Art. 6° La artillería se organizará por brigadas, la infantería por


batallones y columnas ligeras, y la caballería por
escuadrones;

Art. 7° Cada brigada de artillería se compondrá de cuatro compañías, y


la plana mayor constará de un coronel o teniente coronel primer
jefe, de un teniente coronel efectivo o graduado segundo jefe, un
sargento mayor encargado del detal, y un capitán efectivo o gra-
duado ayudante mayor, de un teniente o subteniente, segundo
ayudante, de un sargento de brigada, un cirujano, un sargento
tambor mayor y veinticinco músicos de la clase de tropa. Cada
compañía se compondrá de un capitán, un teniente, dos subte-
nientes, un sargento primero, cuatro segundos, cuatro cabos
primeros, cuatro segundos, un cabo furriel, tres cornetas y cin-
cuenta soldados;

Art. 8° Las planas mayores de los batallones se compondrán de un coro-


nel o teniente coronel primer jefe, de un teniente coronel efectivo
o graduado segundo jefe, un sargento mayor encargado del detal,
un capitán efectivo o graduado ayudante mayor, un teniente o
subteniente segundo ayudante, un cirujano de segunda o tercera
clase, un sargento, otro tambor mayor y veinticinco músicos;
229
Art. 9° Cada uno de estos batallones se compondrá de cuatro com-
pañías, y cada una de ellas constará de un capitán, un
teniente, dos subtenientes, un sargento primero, cuatro
segundos, cuatro cabos primeros, cuatro segundos, un cabo,
un furriel, tres cornetas y cincuenta soldados;

Art. 10° Las planas mayores de las columnas se compondrán de un


coronel o teniente coronel primer jefe, un teniente coronel o
sargento mayor encargado del detal, un capitán efectivo o
graduado ayudante mayor, un teniente o subteniente segun-
do ayudante, un cirujano, un sargento, otro tambor mayor y
veinticinco músicos. Cada uno de estos cuerpos se compon-
drá de tres compañías, y cada una de ellas constará de un
capitán, un teniente, dos subtenientes, un sargento primero,
cuatro segundos, cuatro cabos primeros, cuatro segundos, un
cabo furriel, tres cornetas y cincuenta soldados;

Único Las compañías de los flancos, en los cuerpos de infantería,


serán de carabineros y volteadores, y podrán tener dos
tenientes y un subteniente, o al contrario;

Art. 11° En tiempo de paz cada uno de los cuerpos del ejército puede
ser reducido en su fuerza.

Art. 12° Las planas mayores de los escuadrones de caballería se compondrán


de un coronel o teniente coronel primer jefe, de un teniente coronel o
sargento mayor segundo jefe encargado del detal, de un capitán efec-
tivo o graduado ayudante mayor, un segundo ayudante de la clase de
teniente o alférez, un cirujano de segunda o tercera clase, un sargen-
to clarín mayor y tres mariscales de la clase de sargentos o cabos.
Estos escuadrones se compondrán, cada uno de ellos, de dos com-
pañías, las cuales se denominarán la una de carabineros y la otra de
lanceros, y cada compañía tendrá un capitán, un teniente, tres alférez,
un sargento primero, tres segundos, cuatro cabos primeros, cuatro
230
segundos, un cabo furriel, cuatro clarines y cuarenta y cuatro solda-
dos...

Art. 15° Los cuerpos de infantería observarán estrictamente la táctica


de 1808, y los de caballería la de 1817. Las voces de mando
se uniformarán en todos los cuerpos de cada arma, sin que
sean alterados por ningún caso;

Art. 16° No habrá cuerpos privilegiados en el ejército de la


República. En las formaciones tomará la derecha el más
antiguo entre los de la misma arma, y el jefe que tenga el
mando superior designará el orden con que deban colocarse
los cuerpos de las distintas armas, según convenga a la natu-
raleza de la formación que se ordene."

CAPÍTULO 3°

Deberes de la Fuerza Armada y casos en que comete el delito de


traición.

"Art. 17° La Fuerza Armada se halla destinada a defender la indepen-


dencia y libertad de la República, a conservar el orden
establecido, a sostener la observancia de la Constitución y de
las leyes, y obrando siempre bajo la dependencia de las
autoridades constituidas;

Art. 18° La Fuerza Armada comete el delito de traición:

1.- Cuando se emplea en destruir o trastornar las bases del


Gobierno establecido por la Constitución de la
República;

2.- Cuando impide el libre ejercicio y sufragio de las asam-


bleas, parroquiales o electorales;
231
3.- Cuando coarta o violenta la libertad de los senadores o
representantes en cualquiera de sus funciones legislati-
vas y demás actos que les atribuye la Constitución; y

4.- Cuando apoya trastornos que tengan por objeto opo-


nerse a las autoridades constituidas, deprimiéndolas,
desobedeciendo sus órdenes o desconociéndolas.

Único. El militar que incurriere en este delito, y fuere condenado por


sentencia de tribunal competente, aún cuando obtenga indulto de la
pena a que haya sido condenado, no podrá volver al servicio, ser reins-
crito en el ejército, ni recibir pensión alguna".

CAPÍTULO 4°

De la duración del servicio, del reemplazo, y del modo de llenar las


vacantes de oficiales de cuerpos.

"Art.19° La duración del servicio en clase de tropa será la de cuatro


años en los cuerpos de infantería, debiendo ser de seis en las
armas de artillería y caballería;

Art. 20° El reemplazo del ejército se hará en el modo y forma pres-


critos por la ley de conscripción;

Único Al individuo que voluntariamente quiera continuar en el ser-


vicio, después de cumplidos los cuatro años a los seis, se le
permitirá seguir en la carrera, con tal que fuese honrada su
conducta;

Art. 21° Las vacantes de oficiales que ocurran en los cuerpos del
ejército, se llenarán, ya sea llamando al servicio o oficiales
retirados, que reúnan las cualidades necesarias, ya confirien-
do ascensos absolutamente indispensables a los que se hayan
232
hecho acreedores por su buena conducta y antiguos servi-
cios; y finalmente con los alumnos de la escuela militar que
estuviesen aptos para entrar en el ejército, y que hubiesen
concluido sus estudios".

CAPÍTULO 5°

De la escala del ejército permanente, de los ascensos y colocaciones.

"Art.22° La escala del ejército se compone de las clases y empleos


siguientes: soldado, cabo segundo, cabo primero, sargento
segundo, sargento primero, subteniente, o alférez en la
caballería, teniente, capitán, sargento mayor, teniente coro-
nel, coronel y general;

1.- Queda suprimido el empleo de general de división en el


ejército de la República, debiendo no obstante continuar
en el goce de sus prerrogativas, honores y pensiones,
conforme a la ley, los que al presente se encuentren en
esta graduación en la lista militar de la República;

2.- Para ascender a oficial y ser aspirantes en el ejército, se


necesita saber leer y escribir y tener nociones de arit-
mética;

Art. 23° Se prohíbe conceder otro ascenso que el del empleo inme-
diato, conforme a la escala del artículo anterior y esta misma
regla se observará con respecto a los grados, que solo podrán
conferirse de capitán a coronel inclusive.

Art. 24° Tampoco podrá conferirse condecoración o grado alguno


militar a ningún ciudadano que no sirva como tal, ni darse
colocación efectiva en el ejército permanente a jefes u ofi-
ciales de milicias que no se hayan hallado en dos acciones de
233
guerra. Mas, si alguno se encontrase en los casos del tratado
2°, título 17, art. 18 de las ordenanzas del ejército, podrá ser
veteranizado y destinado;

Art. 25° Solo en los casos del art. 73 de la Constitución, podrá lla-
marse al servicio a los jefes u oficiales que hubiesen
obtenido licencia absoluta, y se les podrá destinar en la
misma graduación que tenía cuando se licenciaron, abonán-
doles únicamente la antigüedad desde el día en que se les
llame al servicio, de conformidad con lo prescrito por las
ordenanzas del ejército en el artículo 6°, título 26, tratado 2°;
y,

Art. 26° A ningún individuo que se halle procesado criminalmente o


acusado de un delito infamante, se le admitirá en la carrera
militar…"

CAPÍTULO 7°

De los comandantes generales

"Art.33° En cada uno de los distritos militares de Quito, Guayaquil y


el Azuay, habrá un comandante general de la clase de gene-
ral o coronel, que será el agente inmediato del Poder
Ejecutivo en los ramos de Guerra y Marina, y el responsable
de la seguridad y defensa del distrito;

Art. 34° Le están subordinados todos los cuerpos e individuos mi-


litares sin distinción alguna, que hallándose en actual servi-
cio, tengan mando o empleo y residencia fija o accidental
dentro del territorio. Le están igualmente subordinados ge-
nerales, jefes y oficiales, que hallándose con letras de cuar-
tel, retiro o invalidez disfruten de alguna pensión del tesoro
público…"
234
CAPÍTULO 9°

De los comandantes de armas

"Art.41° En las ciudades capitales de provincia que no son de distrito,


podrá haber comandantes de armas de la clase de coroneles
a sargentos mayores, cuando circunstancias especiales y
urgentes, a juicio del Poder Ejecutivo, demanden el estable-
cimiento de estos funcionarios y mientras duren las mismas
circunstancias y necesidades;

Art. 42° Cuando el Poder Ejecutivo lo establezca, se reputarán


agentes inmediatos de los comandantes generales del distri-
to a que pertenecen, y serán responsables de la seguridad y
defensa de la provincia. Ejercerán el mando sobre todos los
cuerpos e individuos militares que, hallándose en actual ser-
vicio, tengan empleo o mando y residencia fija o accidental
dentro de la provincia, con la misma limitación que la que se
hace a los comandantes generales, y tendrán un ayudante de
la clase de capitán a subteniente…"

Palacio de Gobierno en Quito a 22 de noviembre de 1855, 11° de la


Libertad.- Ejecútese.- JOSÉ MARÍA URBINA.- Por S. E.- El
Ministerio de Guerra, Teodoro Gómez de la Torre.

* Archivo del Congreso Nacional


235
EL TRATADO FRANCO.- MURRIÁTEGUI *

"El Gral. Guillermo Franco, Jefe Militar del Departamento de


Guayaquil, celebra un Convenio con el Contra-Almirante Ignacio
Murriátegui, Jefe de la Escuadra peruana, a bordo de la Fragata
española "Adela", en los siguientes términos:
El General Guillermo Franco, Comandante General de la Plaza de
Guayaquil y su Distrito, por una parte; y por la otra, Dn. Ignacio
Murriátegui, Contra-Almirante de la Armada Peruana y Comandante
General de la Escuadra bloqueadora".

"Deseosos de poner término a los estragos y calamidades que afligen


al pueblo de Guayaquil, en virtud de las facultades que tienen de sus
respectivos Gobiernos y confiados en su suprema aprobación, han con-
venido en los puntos siguientes:

Art. 1° El Gral. Franco se retirará con todas las fuerzas de su mando


al pueblo de Daule, empeñando su palabra de honor de no
retroceder a Guayaquil ni una pulgada, ni aún en el inespe-
rado caso de que fuese rechazado por el Gobierno de Quito,
el presente Convenio".

"Se exceptúa de la anterior estipulación a los batallones: "Reserva",


"Guayaquil" y "Auxiliar", los cuales por ser compuestos de artesanos,
serán licenciados y su armamento se depositará a bordo de la Fragata
española "Adela".

"Quedarán en Guayaquil ciento cincuenta hombres de los Cuerpos


"Cívicos", para custodiar las cárceles, presidios y hospitales, hasta que
el Gobierno provisional, del cual se hablará después, resuelva lo con-
veniente.

Art. 2° El Gobierno Civil, así como todos los empleados depen-


dientes de su autoridad, evacuará la población, retirándose
236
igualmente al pueblo de Daule y dejando la ciudad en com-
pleta y absoluta libertad de constituir un Gobierno provi-
sional provincial".

1.- “Para evitar la acefalía, se encargará en el acto, del


mando de la Provincia, al Jefe Político Presidente de la
Municipalidad, como llamado por la Constitución del
Estado".

2.- “El expresado Jefe Político, convocará, el 16 de los co-


rrientes, a los padres de familia y demás ciudadanos,
para que, dentro de 24 horas, elijan y constituyan el
Gobierno Provisional”.

“En cambio de lo cual, el Comandante en Jefe de las fuerzas blo-


queadoras, se compromete:

Art. 1° A suspender por término de 15 días, contados desde esta


fecha, el bloqueo; permitiendo en el acto, la entrada y salida
de agua y víveres, así como la de los buques neutrales y
beligerantes, y su carga y descarga, exceptuando sólo el con-
trabando de guerra,

1.- Se entiende que esta concesión tendrá fuerza y vigor


hasta que decida el Supremo Gobierno del Perú.

2.- Los derechos que ingresen a la Caja de la Aduana de


Guayaquil, de resultas de la suspensión del bloqueo, no
podrán ser distraídos para gastos de guerra ni para
ningún otro objeto, y quedarán en depósito bajo la inter-
vención del Consulado de España hasta el arreglo defi-
nitivo de la paz”.

237
“El Jefe de las Fuerzas Bloqueadoras compromete solemnemente su
palabra de caballero y el honor de su pabellón, en no injerirse de modo
alguno en la política del país, ni en el régimen de la Provincia, así
como no ocupar con las fuerzas a su mando, punto alguno del territo-
rio de la República.

Art. 3° La Escuadra se retirará a la Josefina.

Único.- Visto el verdadero Armisticio que las anteriores estipula-


ciones establecen entre la Escuadra Bloqueadora y el Puerto
de Guayaquil, podrán ir sus botes a tierra a proveerse de
todos los víveres frescos que necesiten: debiendo advertir
que dichos botes irán tripulados por gente de mar desarma-
dos”.

“Ambos Jefes contratantes convienen en que, caso de no aceptarse por


el Supremo Gobierno del Perú, las anteriores estipulaciones, volverán
las cosas al stato quo, esto es, el General Franco regresará a la ciudad
con su Ejército y la Escuadra volverá a fondear donde se halla actual-
mente; quedando restablecida ipso facto la prohibición de introducir
agua, víveres y demás artículos”.

"Fecha a bordo de la Fragata Española "Adela", a los veintiún días del


mes de Agosto de 1859.- f) Ignacio Murriátegui.- f) Guillermo Franco.-
El Auditor de la Escuadra, Secretario de la Comandancia General, f)
José Silva Santistevan".

* Del Libro “La Victoria de Guayaquil” de Wilfrido Loor.


238
NÓMINA DE LOS COMANDANTES Y UNIDADES DEL
EJÉRCITO DE GARCÍA MORENO Y DEL GRAL. FLORES
PREVIA LA OFENSIVA DEFINITIVA PARA LIBERAR A
GUAYAQUIL *

"EJÉRCITO LIBERTADOR

Jefe Supremo: Sr. Dr. Gabriel García Moreno

CUARTEL GENERAL

Ecmo. Gral. en Jefe: Gral. Juan José Flores


Secretario: Dr. Julio Castro
Edecanes: Crnel. José Neira
Tnte. Crnel. Agustín Lucas Guerrero
Tnte. Crnel. Sixto J. Bernal

ESTADO MAYOR GENERAL

Jefe del Estado Mayor: Gral. Antonio Martínez Pallares


Crnel. Camilo Landín
Crnel. José del Carmen López
Ing. A. Dillon
Sgto. Mayor Julián Moreno
(muerto en la toma de Guayaquil).

ESTADO MAYOR DIVISIONARIO

Jefe Divisionario: Crnel. Ignacio Fernández


Crnel. Manuel Granda
Tnte. Crnel. José A. Viteri

239
COMANDANCIAS GENERALES

Comandancia General de la I División: Crnel. Daniel Salvador

Comandante General de la II División: Crnel. Secundino Darquea

Comandante General de la Caballería: Crnel. Bernardo Dávalos

Comandante General de la División Sgto. Mayor Manuel Santos


"Manabí":

UNIDADES COMBATIENTES

Batallón "Babahoyo" Jefe: Crnel. José Veintemilla


Tnte. Crnel. Manuel A. Yépez
Sgto. Mayor Domingo Vera

Batallón "Vencedores" Jefe: Crnel. José Martínez Aparicio


Tnte. Crnel. Teodomiro Viteri
Tnte. Crnel. Ramón Espinoza

Batallón "Colombia" Jefe: Crnel. A. Serafín Nates


Tnte. Crnel. Manuel Barredo
Sgto. Mayor Aurelio Ramírez
Sgto. Mayor Segundo Sánchez

Batallón "Pichincha" Jefe: Crnel. Julio Sáenz


Tnte. Crnel. Miguel Dalgo
Tnte. Crnel. Juan Avila

Batallón "León" Jefe: Crnel. Vicente Maldonado


Tnte. Crnel. Fernando Ortega
Sgto. Mayor Lautaro Lamota

240
Batallón "Manabí" Jefe: Crnel. Melitón Vera
Sgto. Mayor Ignacio Vaca.

Primer "Regimiento" Jefe: Tnte. Crnel. Ignacio Veintemilla


Sgto. Mayor Rafael Barriga

Segundo "Regimiento" Jefe: Crnel. Celestino Lara


Sgto. Mayor José M. Quiroz
Sgto.Mayor Gregorio Campuzano

Escuadrón "Manabí" Jefe: Tnte. Crnel. José M. Giler

Columna "Milagro" Jefe: Tnte. Crnel. José Illescas

Grupo de "Artillería" Jefe: Tnte. Crnel. Javier Salazar

* La Victoria de Guayaquil, Wilfrido Loor

241
BIBLIOGRAFÍA

- CEVALLOS, Fermín, Resumen de la Historia del Ecuador desde


su origen hasta 1845, Imprenta de la Nación, 1886.

- CEVALLOS GARCÍA, Gabriel, Borrero y Veintemilla, Historia


del Ecuador, Vol. 6, Salvat Editores Ecuatorianos, S.A.

- CEVALLOS SALVADOR, Pedro José, El Dr. Pedro Moncayo y


su folleto titulado el Ecuador de 1825 a 1875, sus hombres, sus
instituciones y sus leyes, ante la Historia, Impr. del Gobierno,
1887.

- FERNÁNDEZ RUEDA, Sonia, La Revolución de los Chapulos,


artículo publicado en Nueva Historia del Ecuador, Editor, Enrique
Ayala Mora, Vol. 7.

- HIDALGO GAMARRA, Alberto, Los Chapulos, artículo escrito


en el libro Eloy Alfaro, Obras Escogidas, tomo III, Ediciones
Viento del Pueblo, Quito 1896.

- LE GOHUIR, José María, Historia de la República del Ecuador,


libro III, colección Aymesa, 1935.

- LE GOHUIR, José María, Historia de la República del Ecuador,


libro IV, 1860-1869, Colección Grupo Aymesa, 1925.

- LOOR, Wilfrido, La Victoria de Guayaquil, Edit. Quito, 1960

- LOOR, Wilfrido, Eloy Alfaro, tomo I, "Editora Moderna", Quito,


Ecuador, 1947.

242
- MACÍAS NÚÑEZ, Édison, Tcrn. (sp) El Ejército en las guerras
de la independencia, Edit. Producción Gráfica, Quito, 2007.

- MACÍAS NÚÑEZ, Édison, Tcrn., Vida, lucha y hazañas de nues-


tros héroes, Imprenta Pedagógica "Freire", Riobamba, 1986.

- MACÍAS NÚÑEZ, Édison, Tcrn. (sp), El general José María


Urbina, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1992.

- MERA, Juan León, La Dictadura y la Restauración en la


República del Ecuador, Edit Ecuatoriana, 1932.

- MONCAYO, Pedro, El Ecuador de 1825 a 1875, sus hombres, sus


instituciones y sus leyes, Imprenta Nacional, Quito.

- MUÑOZ BORRERO, Eduardo, En el Palacio de Carondelet,


Imprenta Artes Gráficas Señal, 1992.

- MURILLO MIRÓ, Juan, Historia del Ecuador, Corporación


Editorial Nacional, 1993.

- PÉREZ CONCHA, Jorge, La Revolución del 8 de septiembre de


1876.

- PÉREZ CONCHA, Jorge, Vargas Torres, Ediciones Banco


Central, 1987.

- ROBALINO DÁVILA, Luis, Orígenes del Ecuador de Hoy, Edit.


José Cajica, S. A., Puebla, 1970.

- ROBALINO DÁVILA, Luis, Orígenes del Ecuador de Hoy,


Rocafuerte, Edit. José Cajica, S. A., 1970.

- ROBALINO DÁVILA, Luis, Orígenes del Ecuador de Hoy, La


243
reacción antifloreana, tomo III, Edit. José Cajica S. A. Puebla,
1967.

- ROMERO MENDOZA, Serapio Eduardo, Crnl., General Juan


José Flores, fundador del Ecuador, Italgráfica, Caracas, 1994.

- SÁNCHEZ BRAVO, Mariano, Cap. de Frag. Historia Marítima


del Ecuador, tomo VIII, 1997.

- TOBAR DONOSO, Julio, Monografías Históricas, Edit.


Ecuatoriana, 1938.

- VÁSCONEZ HURTADO, Gustavo, El general Juan José Flores,


la República, 1830-1845, Banco Central del Ecuador, 1984.

- VELARDE, César A., Crnl. del Ejército peruano, Memoria del


Ministerio de Guerra del 11 de diciembre de 1858.

- ZÚÑIGA, Neptalí, Rocafuerte, su vida pública en el Ecuador

- Cultura, Revista del Banco Central del Ecuador, El Ecuador de


1848 a la luz de documentos inéditos de Quai D´ Orsay, artículo
preparado por Lucía Suárez de Ríos, 1986.

- El Peruano, Periódico Oficial, miércoles, 19 de mayo de 1847

- El Universo, 26 de febrero de 1979

- Periódico El Provincial, Quito, lunes 29 de enero de 1912

244
ÍNDICE

PÁG.
- El militarismo extranjero en los albores de la República. 5
- Rebelión de los Batallones "Vargas" y "Girardot"........... 7
- Un Archipiélago de importancia Geoestratégica continen-
tal, incorporado a la soberanía ecuatoriana...................... 11
- La Revolución del coronel Mena..................................... 14
- Asesinato de los integrantes del grupo "Quiteño Libre".. 15
- Revolución de los Chihuahuas.......................................... 19
- El retorno de los emigrantes desde Nueva Granada........ 21
- Combate de Pesillo ........................................................... 23
- La alianza Flores - Rocafuerte.......................................... 26
- Antagonismo al más alto nivel ........................................ 28
- La batalla de Miñarica...................................................... 31
- Organización de los ejércitos litigantes........................... 32
- Desarrollo de la batalla..................................................... 39
- Conclusiones..................................................................... 44
- El gobierno progresista de Rocafuerte y la situación -
militar................................................................................ 46
- La invasión de los emigrados........................................... 49
- Operaciones militares en las provincias de Esmeraldas y
Los Ríos............................................................................ 50
- Conclusiones..................................................................... 52
- Nuevas expediciones militares........................................ 54
- Expedición y ejecución del coronel Facundo Maldonado 55
- Creación de la conscripción en el Ejército Ecuatoriano... 57
- Del reemplazo del Ejército................................................ 59
- Del sorteo ........................................................................ 60
- Amago de insurrección del general Juan Otamendi y el
coronel José María Urbina .............................................. 63
- Insurrección del batallón No. 2 y el combate de Huali-
lahua.................................................................................. 64
- Desarrollo del combate..................................................... 65
245
- Fundación del Colegio Militar.......................................... 68
- El general Juan José Flores y tropas ecuatorianas en la -
campaña militar de Pasto................................................... 72
- Tropas ecuatorianas en territorio Neogranadino............... 75
- La frustrada incorporación de Pasto al Ecuador................ 76
- Se revive el problema limítrofe con el Perú...................... 78
- El Principio del fin del general Flores y el militarismo -
extranjero........................................................................... 80
- La Revolución del Seis de Marzo de 1845....................... 82
- Los combates de la Hacienda "Elvira" y el Tratado de -
“la Virginia”..................................................................... 85
- Inicio del Marcismo......................................................... 92
- Fin trágico del general Juan Otamendi........................... 93
- Intento expedicionario del general Flores desde Europa. 96
- Presencia del militarismo criollo de los generales -
Urbina y Robles ................................................................ 98
- Los "Soldados Tauras"...................................................... 104
- La administración pública del general Urbina................. 105
- La Ley Orgánica Militar ................................................... 110
- Últimos años de la década................................................. 113
- Tropas del Perú en la costa ecuatoriana............................ 116
- El combate de Tumbuco.................................................... 123
- Última etapa de la expedición peruana y el Tratado de -
Mapasingue........................................................................ 127
- Combates de Piscurco (25-enero-1860) y de Sabún
(29-enero)........................................................................... 132
- Pugna político - militar por el dominio de Guayaquil -
El control militar de Babahoyo......................................... 136
- Rumbo a Guayaquil........................................................... 140
- Movimientos previos del ataque a Guayaquil................... 142
- Preámbulo de la derrota del general Guillermo Franco.... 145
- El Ejército en la primera presidencia de García Moreno.. 147
- Combates contra tropas neogranadinas............................. 151
- Combates de Las Gradas (Tulcán)..................................... 151
246
- Acción de armas de Cuaspud y el Tratado de Pinsaquí.. 154
- Movimiento revolucionario del 8 de septiembre de 1876 166
- Los combates de Galte y de los Molinos y la consolida
ción político - militar del general Veintemilla..................... 168
- Intento militar de derrocamiento del general Veintemilla 177
- Neutralidad del Ecuador en la Guerra del Pacífico........... 181
- Las tropas "Restauradoras" contra la dictadura.............. 186
- El 9 de julio de 1883......................................................... 193
- Preámbulos de la Revolución Liberal............................... 197
- Los peones en armas o la reacción de los "Chapulos".... 203
- Documentos históricos..................................................... 214

247

También podría gustarte