Biografía Santa Faustina
Biografía Santa Faustina
Biografía Santa Faustina
Es „el don de Dios a nuestro tiempo”, gran Mística, Maestra de la vida espiritual,
Profeta que recordó al mundo la verdad bíblica sobre el amor misericordioso de Dios a
cada persona y llama a poroclamarla al mundo mediante el testimonio de vida, la obra,
la palabra y la oración.
El Santo Padre Juan Pablo II escribió que en una época de grandes totalitarismos Sor
Faustina se hizo portavoz del mensaje de que la única fuerza capaz de equilibrar el
mal de los mismos es la verdad sobre la misericordia de Dios. Llamó su „Diario” „el
ewangelio de la misericordia escrito en perspectiva del siglo XX”, que permitió a la
gente sobrevivir las sumamente dolorosas experiencias de esos tiempos. Este
mensaje – dijo el Santo Padre Benedicto XVI – es realmente central para nuestro
tiempo: la Misericordia como fuerza de Dios, como límite divino contra el mal del
mundo.
Más…
1. Niña bendita
Estanislao Kowalski y Mariana Babel después de casarse compraron un par de
„morga” (”morga” es una medida agraria polaca, 56 áreas aproximadamente) lejos de
las carreteras y de las ciudades. Pronto construyeron una casa de planta baja y las
dependencias. En la iglesia parroquial de San Casimiro en Świnice Warckie fueron
bautizados todos los hijos de los Kowalski, allí recibieron la Primera Comunión y allí
participaban en la santa Misa todos los domingos y fiestas. El 27 de agosto de 1905, el
párroco José Chodyński anotó en el registro parroquial: Sucedió en Świnice el 27 de
agosto de 1905, a la una de la mañana. Se presentaron: Estanislao Kowalski –
agricultor de 40 años, Francisco Bednarek de 35 años y José Stasiak de 40 años –
agricultores de Głogowiec, con un bebé de sexo femenino, nacido de Mariana Babel
de 30 años, en la aldea de Głogowiec, el 25 de agosto de 1905 a las 8 de la mañana.
En el Santo Bautismo se impuso a la niña el nombre de Elena. Asistieron los padrinos:
Konstanty Bednarek y Mariana Szewczyk (Szczepaniak).
Los Kowalski llevaban una vida tranquila marcada por la oración y el trabajo. Dios
estaba en primer lugar cada día y no solamente los domingos y las festividades
familiares. Desde por la mañana el padre cantaba „godzinki” (canciones populares
polacas en honor de María, basadas en la Liturgia de las Horas) y otras canciones
religiosas. Cuando la madre le regañaba porque iba a despertar a los niños,
contestaba: Desde pequeños deben aprender que el más importante es Dios. De las
paredes colgaban cuadros de temas religiosos y en el lugar central del dormitorio
estaba un pequeño altar con Jesús crucificado y dos figuritas de loza: la del Sagrado
Corazón de Jesús y la del Corazón Inmaculado de María. Por las noches todos se
reunían para orar en común. En mayo, delante de la capilla que se encontraba delante
de la casa, cantaban la „Letanía Loretana” y en octubre rezaban juntos el rosario. En
las tardes dominicales, de una pequeña biblioteca casera el padre sacaba biografías
de los santos para leerlas en común.
En tal ambiente de la casa familiar iba creciendo la pequeña Elena, desde los siglos
elegida por Dios para ser profeta de nuestro tiempo. Pero algo la distinguía de sus
hermanos y otros niños del pueblo. La madre notó que a la niña le gustaba mucho
orar. Incluso durante la noche, se levantaba de la cama, se ponía de rodillas y oraba.
Cuando le decía: Te vas a volver loca de despertarte tanto y no dormir, Elenita
contestaba: Mamita, será el ángel que me despierta para que no duerma y ore.
No sólo los padres notaban la bondad de la pequeña Elena, su sensibilidad hacia Dios
y a los hombres y su gran obediencia. Tenéis una niña buena, humilde y muy
inocenteelogiaba a Elenita la vecina Mariana Berezińska. – Ah, esta Kowalska tiene
una niña elegidadecía a otros vecinos. También los hermanos y otros niños veían en
Elenita a quien pensaba de otra manera, renunciaba a los juegos campestres, le
gustaba la oración y los libros sobre los santos. Desde pequeña le gustaba hablarnos
de los santos, peregrinos y ermitaños que se alimentaban solamente de raíces, bayas
y miel silvestre – recordaba su hermano Estanislao.- Para agradar al padre, de la
pequeña biblioteca casera sacaba libros sobre los santos u otros temas religiosos y
los leía en voz alta. Leyendo sobre la vida de ermitaños y misioneros, memorizaba
todo y al día siguiente, pastando reses, nos contaba a nosotros y a los demás con
todos los detalles las historias leídas. Decía a los niños que cuando sea mayor entrará
en un convento pero nos reíamos de eso . No la comprendíamos.
Cuando en 1917, tras la liberación de estas tierras del dominio ruso, en Świnice
Warckie fue organizada la educación primaria, Elenita empezó su educación escolar.
Ya sabía leer, porque se lo había enseñado el padre. Era una alumna talentosa,
asimilaba el saber sin dificultades, sin embargo, tres años más tarde tuvo que
interrumpir la educación escolar para ceder lugar a otros niños más pequeños. Como a
la familia no le sobraba nada, Elena, al igual que sus hermanas mayores, fue a
trabajar de sirvienta en casas de familias acomodadas.
Al cumplir 16 años, por primera vez se despidió de sus padres y sus hermanos y
abandonó la casa familiar. Fue a Aleksandrów Łódzki donde vivían los señores
Leocadia y Casimiro Bryszewski, que tenían una panadería y una tienda en la calle
Parzęczewska 30 (ahora 1 Maja 7) y necesitaban una chica para ayudar en casa y
para ocuparse de su hijo único, Zenek. Mamá atendía a los clientes – recordaba
despue de años – y Elenita hacía la limpieza, ayudaba a cocinar, tenía que fregar, tirar
la basura, traer agua porque en casa no había tuberías de agua. Servía también
comida a los trabajadores de la panadería a quienes mis padres daban de comer. Y si
el tiempo lo permitía me entretenía a mí. Tenía muchísimo trabajo porque la casa
tenía cuatro estancias, la tienda y la panadería.
Un día Elenita vio allí una gran claridad. Pensó que era un incendio y puso grito en el
cielo en el momento cuando los panaderos estaban metiendo el pan en el horno. La
alarma resultó falsa. Poco después de este misterioso acontecimiento regresó a
Głogowiec para pedir a sus padres permiso para entrar en el convento. Los Kowalski,
aunque muy piadosos, no deseaban tal destino para la mejor de sus hijas y dijeron que
no, alegando como excusa la falta de dinero para la dote. Pues Elenita volvió a ser
sirvienta. Esta vez viajó a Łódź. Vivió en casa de su tío Miguel Rapacki, en la calle
Krośnieńska 9 y trabajó en la casa de tres terciarias franciscanas. Al comenzar este
trabajo se reservó el derecho de tener cada día el tiempo libre para la santa Misa, para
visitar a los enfermos y agonizantes y de beneficiarse de la asistencia espiritual del
confesor de las hermanas.
Al cumplir 18 años Elenita volvió a pedir a sus padres permiso para entrar en el
convento.Obtuvo otra negativa. Después de esa negativa – escribió en el Diario – me
entregué a las vanidades de la vida sin hacer caso alguno a la voz de la gracia,
aunque mi alma en nada encontraba satisfacción. Las continuas llamadas de la gracia
eran para mí un gran tormento, sin embargo intenté apagarlas con
distracciones (Diario 8). No rechazó, pues, la invitación a una fiesta en el parque
„Venecia”. En el momento en que empecé a bailar – apuntó en el Diario – de repente
vi a Jesús junto a mí. A Jesús martirizado, despojado de sus vestiduras, cubierto de
heridas, diciéndome esas palabras: ¿Hasta cuándo me harás sufrir, hasta cuándo me
engañarás? (Diario 9). Bajo el pretexto del dolor de cabeza abandonó a sus
acompañantes y se fue a la iglesia más cercanala catedral de San Estanislao Kostka.
Allí, postrándose en cruz delante del Santísimo Sacramento, rogó al Señor que le
indicara que debía de hacer en adelante. Ve inmediatamente a Varsovia, allí entrarás
en un conventooyó como respuesta. Sin volver a pedir permiso a los padres, recogió
sus cosas y salió para la capital.
Los señores Lipszyc trataban a Elenita como miembro de la familia. Todos la querían y
respetaban mucho porque era laboriosa, alegre, sabía ocuparse de los niños.Como
tenía todas las características necesarias para ser buena esposa y madre, la señora
Lipszyc pensó en casarla. Sin embargo Elenita sentía que su corazón era tan grande
que no lo podía llenar ningún amor humano, solamente Dios mismo. Eso fue durante
la octava de Corpus Cristi. Dios llenó mi alma con una luz interior para que lo
conociera más profundamente como el bien y la belleza supremas – describió, años
después, el acontecimiento más importante de cuando estaba en
Ostrówek- Comprendí cuánto Dios me amaba. Es eterno su amor hacia mí. Eso fue
durante las vísperas. Con las palabras sencillas que brotaban del corazón, hice a Dios
los votos de castidad perpetua. A partir de aquel momento sentí una mayor intimidad
con Dios, mi Esposo. En aquel momento hice una celdita en mi corazón donde
siempre me encontraba con Jesús (Diario 16).
En aquel entonces la madre Juana Olga Bartkiewicz era la maestra del postulantado
que es el primer período de la vida religiosa. A las postulantes que se preparaban para
la vida en el convento, les tenía mucho cariño, pero al mismo tiempo, era exigente y
rigurosa para con ellas. Decía de Elenita que tenía una vida interior especial y que
debía ser un alma agradable al Señor Jesús. La hermana Simeona Nalewajk que junto
con Elenita estaba en el postulantado, la admiraba por tomar con humildad, sin
discutir, todas las amonestaciones y humillaciones. Me sorprendía – escribió en sus
memorias – que una postulante principiante tuviera tanta bondad y se dominara tanto.
Elenita, guiada por una fe viva, se comportaba así para asemejarse a Jesús que
confiaba en el Padre Celestial incluso en la cruz y que a lo largo de toda su vida fue
manso y de corazón humilde, amaba a todos con un amor paciente, comprensivo y
sacrificado.
Elenita pasó los últimos meses del postulantado en la casa del noviciado de Cracovia
donde llegó el 23 de enero de 1926. Por aquel entonces la madre Margarita Gimbutt
era la maestra del noviciado. Era una persona entregada a la oración que con celo
practicaba mortificaciones. Mansa y humilde, educaba a las jóvenes, ante todo, con el
ejemplo de su vida.Fue ella quien preparó a Elenita para la toma de hábito y la guió
durante los primeros meses del noviciado.
En estas experiencias tan dolorosas, Sor Faustina tuvo la ayuda de la maestra del
noviciado que no sólo reconoció perfectamente el estado de alma de su novicia, lo que
no fue nada fácil, sino que también adoptó medios correspondientes. Le encomendó
que, en vez de largas oraciones que necesitaban más recogimiento y empeño, rezara
jaculatorias y de este modo se sometiera a la voluntad de Dios. Le explicó que Dios es
siempre Padre, aunque someta a pruebas, pero estas experiencias habían de
prepararla para una estrecha unión con Dios.
En aquellas noches pasivas de espíritu había momentos de luz y gozo, cuando Dios le
permitía sentir su amor o cuando venía a su auxilio la Madre de Dios. Fue feliz también
en la ceremonia de los primeros votos, presidida por el obispo Estanislao Rospond, el
30 de abril de 1928. Al convento de Cracovia-Łagiewniki llegaron entonces los padres
de Sor Faustina. Fue su primer encuentro desde hacía algunos años. Encontraron a su
hija feliz y muy alegre. Ves, papále – dijo al padre que se oponía categóricamente a
que entrara en el convento – Éste, a quien he votado, es mi esposo y tu yerno. Tal
argumento y la felicidad de su hija, convencieron a los padres y en aquel momento
aceptaron su vida de monja.
Tras los primeros votos Sor Faustina se quedó en Cracovia unos meses más.En
octubre de 1928, la Congregación celebró el Capítulo General, durante el cual fue
elegida la nueva superiora general, la madre Micaela Olga Moraczewska que era una
persona instruida (estudió en el Conservatorio de Música, hablaba varios idiomas),
tenía gran espíritu (ofreció su vida por la salvación de las almas), durante 18 años guió
la vida espiritual y apostólica de toda la Congregación. Después de las revelaciones de
Sor Faustina, la madre Micaela dejó llevar el timón de la Congregación a María, Madre
de la Misericordia – la Superiora General Celestial. La madre Micaela gozaba de gran
confianza de Sor Faustina para quien era una gran ayuda en la realización de su
vocación y una persona providencial para reconocer su profética misión.
Cuando Sor Faustina contó lo ocurrido durante la confesión, el sacerdote le dijo que
pintara la imagen de Jesús en su alma. Pero cuando salió del confesionario, el Señor
Jesús le explicó: Mi imagen está en tu alma. Deseo que haya una fiesta de la
Misericordia. Quiero que esta imagen que pintarás con el pincel, sea bendecida con
solemnidad el primer domingo después de la Pascua de Resurrección; ese domingo
debe ser la Fiesta de la Misericordia. Deseo que los sacerdotes proclamen esta gran
misericordia que tengo a las almas pecadoras (Diario 49- 50). Asegurada por Jesús de
que se trataba de una imagen material, se lo dijo a la superiora local, la hermana Rosa
Kłobukowska que pidió una señal como prueba de la veracidad de esas revelaciones.
Jesús dijo a Sor Faustina que daría tal señal a través de las gracias que concedería
por medio de esta imagen. Sor Faustina no sabía pintar, pero para cumplir el deseo de
Jesús pidió a la hermana Bożenna Pniewska que la ayudara. Yo no sabía pintar –
recuerda la hermana Bożenna – y sin saber que se trataba de una nueva imagen, le
propuse escoger una estampita de entre muchas estampitas bonitas que tenía. Me dio
las gracias por lo que le había ofrecido, pero no lo aceptó.
A finales de abril de 1933 fue a Cracovia para hacer los ejercicios espirituales de ocho
días y emitir su profesión perpetua. Cuando pienso – confesó – que dentro de pocos
días voy a hacerme una sola cosa con el Señor por medio del voto perpetuo, un gozo
tan inconcebible inunda mi alma que no logro describirlo en absoluto (Diario 231). El 1
de mayo de 1933 tuvo lugar la ceremonia de los votos perpetuos, presidida por el
obispo Estanislao Rospond. Durante el acto, Sor Faustina encomendó a Jesús toda la
santa Iglesia, su Congregación, su familia, todos los pecadores, los agonizantes y las
almas sufrientes en el Purgatorio. Agradeció por la inconcebible dignidad de la esposa
del Hijo de Dios y pidió a la Madre de Dios una protección especial, aludiendo a su
nuevo título. Oh, Madre de Dios, Santísima María, Madre mía – le dijo – Tú ahora eres
mi Madre de modo muy particular y eso porque Tu amado Hijo es mi Esposo, pues los
dos somos Tus hijos. Por consideración a Tu Hijo, debes amarme (Diario 240). En
señal de los votos perpetuos,de las manos del obispo recibió el anillo con el nombre
de Jesús grabado. A partir de aquel momento sus relaciones con Dios se hicieron tan
estrechas como nunca antes. Sentía que amaba a Dios y que Él la amaba.
En Vilna Sor Faustina fue destinada al jardín, aunque nunca antes había trabajado
como jardinera. Acogió la voluntad de Dios en espíritu de fe, confiando que el Señor
Jesús la ayudara, poniendo en su camino a personas que le aconsejarían: qué y
cuándo debía hacer para que en el jardín hubiera bellas flores, verduras y frutas. Sin
embargo no era esa su mayor preocupación, sino el cumplimiento de la misión que
Jesús le había confiado. Esperaba al sacerdote prometido y la oportunidad de cumplir
la voluntad de Dios referente a pintar la imagen de Jesús Misericordioso. Llegó la
semana de la confesión – relató en el Diario – y con alegría vi a aquel sacrdote al que
había conocido antes de venir a Vilna. Le había conocido en una visión. En ese
momento oí en el alma esas palabras: He aquí mi fiel siervo, él te ayudará a cumplir
mi voluntad aquí en la tierra (Diario 263). Ese sacerdote era el padre Miguel Sopoćko,
profesor adjunto de teología pastoral en la facultad de Teología en la Universidad
„Stefan Batory” y de materias pedagógicas en el Curso Superior de Profesores,
director espiritual del seminario arquidiocesano, confesor de muchas congregaciones y
también confesor semanal de las hermanas de la Congregación de la Madre de Dios
de la Misericordia.
La reproducción pictórica de la visión que Sor Faustina había tenido tres años antes en
Płock, suscitaba preguntas que el padre Sopoćko hacía a Sor Faustina y ella, con
sencillez de corazón presentaba a Jesús. Mi mirada en esta imagen es igual a la
mirada desde la cruz (Diario 326) – explicó Jesús – Los dos rayos significan la Sangre
y el Agua. El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo
simboliza la Sangre que es la vida de las almas… Bienaventurado quien viva a la
sombra de ellos, porque no le alcanzará la mano justa de Dios (Diario 299).
Despertaba dudas también la inscripción. El padre Sopoćko pidió a Sor Faustina que
preguntara también por ella. Jesús me recordó – apuntó en el Diario – lo que me
había dicho la primera vez, es decir, que estas tres palabras (la inscripción en polaco
tiene tres palabras: Jezu, ufam Tobie) debían ser puestas en evidencia. Las palabras
son éstas: „Jesús, en Ti confío” (Diario 327).
Unos meses después, en junio de 1934, la imagen fue terminada. Sin embargo Sor
Faustina no estaba contenta, aunque el pintor y el padre Sopoćko trataron de hacer
todo para reflejar fielmente la visión de Jesús. Al volver a la capilla del convento se
quejó al Señor Jesús: ¿Quién te pintará tan bello comoTú eres? (Diario 313). Como
respuesta oyó: No en la belleza del color, ni en la del pincel, está la grandeza de esta
imagen, sino en mi gracia (Diario 313).
El padre Sopoćko colocó la imagen en un pasillo oscuro del convento de las hermanas
benedictinas, adjunto a la iglesia de San Miguel, donde era rector. La imagen tenía un
estilo nuevo – recordaba – por eso no lo pude colgar en la iglesia sin el permiso del
Arzobispo y me avergonzaba pedírselo y más aún hablarle del origen de esta imagen.
Sor Faustina apremiada por Jesús, reclamaba que la imagen fuera colgada en la
iglesia. En la Semana Santa declaró al padre Sopoćko que Jesús exigía
decididamente colocar la imagen por tres días en Ostra Brama, donde antes del
Domingo Blanco (el primer domingo después de la Pascua de Resurrección) iba a
celebrarse el triduo para la clausura del Jubileo de la Redención del Mundo. Pronto
supe– escribió el padre Sopoćko – que iba a celebrarse ese triduo y el párroco de
Ostra Brama, canónigo Estanislao Zawadzki, me pidió decir una homilía. Acepté con
tal de que la imagen fuera colocada como ornamento en el ventanal. Allí se
presentaba de modo imponente y llamaba la atención de todos; más que la imagen de
la Madre de Dios.
La alegría que llenó a Sor Faustina en esos días se debía, ante todo, a que se cumplió
el deseo del Señor Jesús: la imagen de la Misericordia fue expuesta para ser venerada
en público, en el lugar más significativo de Vilnaen el Santuario de Nuestra Señora de
Ostra Brama y además el día que Jesús eligió para la Fiesta de la Divina Misericordia.
El padre Sopoćko dio un sermón sobre la Divina Misericordia. Cuando hablaba, Sor
Faustina vio como la imagen tomó un aspecto vivo y los rayos penetraron en los
corazones de las personas reunidas en la solemnidad, haciéndolas felices. Y Jesús le
dijo: Tú eres testigo de mi misericordia, por los siglos estarás delante de mi trono
como un vivo testigo de mi misericordia (Diario 417).
7. Nuevas taras
Durante la estancia de Sor Faustina en Vilna, el Señor Jesús volvió al tema de instituir
en la Iglesia la Fiesta de la Divina Misericordia. Le recordó que deseaba que la fiesta
se celebrara el primer domingo después de Pascua porque las almas perecen a pesar
de Su amarga Pasión. Ese día debe ser el refugio y amparo para todas las almas y,
especialmente, para los pobres pecadores. Ese día – prometió – están abiertas las
entrañas de mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se
acercan al manantial de mi misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa
Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están
abiertas todas las compuertas Divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que
ningún alma tema acercarse a mí, aunque sus pecados sean como escarlata (Diario
699). Ese día los sacerdotes deben predicar sobre el amor misericordioso de Dios a
los hombres y despertar en los corazones de los mismos la confianza hacia Él y con
eso hacer posible recoger gracias de la fuente de la Divina Misericordia. La
humanidad no conocerá paz hasta que no se dirija a la fuente de mi
misericordia (Diario 300) – dijo Jesús a Sor Faustina.
8. Noches oscuras
En la vida de Sor Faustina, junto con las nuevas tareas vino la segunda etapa de
dolorosas purificaciones, las llamadas noches pasivas de espíritu. La realización de la
idea de la nueva congregación era el fondo y el instrumento mediante el cual Dios
realizaba en su alma este proceso de noches oscuras. Al principio Sor Faustina creía
que Jesús deseaba que abandonara su Congregación y fundara un convento
contemplativo. Con este propósito, el 21 de marzo de 1936 salió de Vilna para
Walendów. De camino se detuvo en Varsovia donde pudo hablar de eso con la
superiora general, la madre Micaela Moraczewska, en quien tenía mucha confianza. Al
escuchar a Sor Faustina la madre general dijo que de momento la voluntad de Dios
era que se quedara en la Congregación porque en ella había hecho los votos
perpetuos. Pero dijo también que la obra de la misericordia que Jesús le encomendó,
debía ser muy bella si satanás se le oponía tanto. Le aconsejó no darse prisa con la
fundación de la nueva congregación porque si verdaderamente era una obra de Dios,
entonces con el tiempo se cristalizaría y se vería realizada.
Después de pasar unas semanas en Walendów, Sor Faustina fue a la casa de las
Congregación en Derdy, distante un kilómetro, donde preparaba comidas para algunas
hermanas y más de treinta escolares. La ayudaba en la cocina – recordó la hermana
Serafina Kukulska – una muchacha neófita, de carácter muy desagradable, con quien
nadie quería trabajar. Y esta muchacha, trabajando con Sor Faustina, cambió hasta
hacerse irreconocible. Sor Faustina tenía una influencia silenciosa, pero Divina en las
almas pecadoras. En Derdy Sor Faustina tenía tan poco trabajo que su estancia en
esta casa le parecía un descanso. Sin embargo pronto salió a Cracovia donde había
mejores condiciones para curar la tuberculosis. Al llegar a la casa cracoviana se puso
muy contenta esperando que pudiera cumplir, por fin, los designios de Dios
relacionados con la fundación de la nueva congregación.
Aunque ya sabía que esta „congregación” iba a ser una gran obra en la Iglesia, que la
crearían congregaciones masculinas y femeninas así como sociedades de personas
seglares, de lo cual habló ya en abril de 1936 en una carta al padre Sopoćko, no
obstante, seguía convencida de que su papel en esta obra consistiría en fundar un
convento contemplativo. Al llegar a Cracovia se encontró con el padre Andrasz que le
encomendó que rezara hasta la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús y agregara
alguna mortificación y que el día de la fiesta él le daría la respuesta respecto a esa
cuestión. No obstante Sor Faustina apremiada interiormente no esperó la fiesta del
Sagrado Corazón, sino que durante la confesión semanal le declaró al padre Andrasz
que había tomado la decisión de abandonar la Congregación. El director espiritual
cracoviano le contestó que si ella misma había tomado tal decisión, tomaba también la
responsabilidad por sí misma. Al principio se alegró de que ya saliera de la
Congregación, pero al día siguiente la envolvió una oscuridad tan grande y la
abandonó la presencia de Dios por lo que decidió aplazar el cumplimiento de su
decisión hasta consultarla durante el siguiente encuentro con el confesor.
En junio de 1937 anotó en el Diario la forma definitiva de esta obra que es una y que
comprende tres aspectos. El primer aspecto es aquel en el cual las almas apartadas
del mundo arderán como víctimas ante el trono de Dios y pedirán misericordia para el
mundo entero y prepararán al mundo para la venida final de Cristo. El segundo
aspecto son las congregaciones activas que unirán la oración con las obras de
misericordia y en este mundo lleno de egoísmo harán presente el amor misericordioso
de Dios. Al tercer aspecto pueden pertenecer todas las personas que a través de
ejercer misericordia al prójimo cada día con la acción, la palabra y la oración por amor
a Jesús, cumplirán las tareas de esta obra.
La realización de esta tarea le causó a Sor Faustina los mayores sufrimientos, pero
también la llevó a la total unión con Jesús, a los llamados desposorios y casamiento
místicos. Los poderes del alma purificados en las noches pasivas ya no ponían ningún
obstáculo: la razón y a voluntad deseaban solamente a Dios y lo que Él deseaba. El
Señor la conducía a un mundo de la unión con Él cada vez más estrecha, la preparaba
para acoger la gracia del casamiento místico: En aquel momento me penetró la luz
divina y me sentí la propiedad exclusiva de Dios y sentí la máxima libertad de espíritu
de la que antes no tenía ni idea (Diario 1681). Desde aquel momento solamente una
fina cortina de fe la separaba de la unión con Dios que tienen los santos en el cielo.
A lo largo de todo el diario, como un estribillo se repiten las palabras de Jesús que
pide proclamar al mundo su misericordia. Sor Faustina muchas veces oyó esta
apremiante llamada: Escribe… habla al mundo de mi misericordia, de mi amor. Me
queman las llamas de la misericordia, deseo derramarlas sobre las almas de los
hombres. Oh, qué dolor me dan cuando no quieren aceptarlas. Haz lo que esté en tu
poder para difundir la devoción a mi misericoprdia. Yo supliré lo que te falta. Dile a la
humanidad doliente que se abrace a mi Corazón misericordioso y Yo la llenaré de paz.
Di, hija mía, que soy el Amor y la Misericordia mismos (Diario 1074).
Esta tarea es particularmente importante, visto que Jesús vinculó con ella grandes
promesas. Dijo: A las almas que propagan la devoción a mi misericordia, las protejo
durante toda su vida como una madre cariñosa [protege] a su niño recien nacido y a la
hora de la muerte no seré para ellas Juez sino Salvador misericordioso (Diario 1075).
Prometió una gracia especial a los sacerdotes que proclamen la verdad sobre el amor
misericordioso de Dios al hombre: ungirá sus palabras y les dará una fuerza tan
grande que se ablandarán hasta los pecadores más empedernidos.
Sor Faustina cumplía esta tarea con el testimonio de su vida, escribiendo el diario
donde revelaba la extraordinaria riqueza del amor misericordioso de Dios a cada
persona y a través de sus contactos diarios con los demás. Un día – recordaba la
hermana Eufemia Traczyńska – cuando estábamos en la panadería pelando
manzanas , vino Sor Faustina. Estábamos sentadas en un banco, una junto a la otra y
Sor Faustina se acercó por detrás, nos abrazó y puso su cabeza entre las nuestras. La
hermana Amelia que tenía la conciencia muy sensible, le preguntó:- Hermana, ¿cómo
será eso? porque parece que uno hace esfuerzos y, a pesar de eso, durante la
semana se peca tanto; ¿cómo arreglarselas con todo ello? – Con esto será así – dijo
Sor Faustina – Cuando hay un patio y se anda por él toda la semana, entonces se
ensucia. Y cuando viene el sábado, se limpia y barre y queda limpísimo. Igual
nosotros, vamos a la confesión, nos confesamos y tenemos las almas limpísimas y no
tenemos por qué preocuparnos. El Señor Jesús se las arreglará. En los contactos
cotidianos Sor Faustina sabía interpretar las dificultades de la vida en espíritu de una
fe viva y ver en todo la bondad de Dios. A menudo hablaba a las hermanas y las
alumnas del amor de Dios a cada persona y del gran valor que tiene el ejercer el bien
al prójimo. Una vez, pasando junto a la capilla, dijo a la hermana Damiana Ziółek: Oí
que el Señor Jesús dijo que en el Juicio Final juzgará el mundo solamente por la
misericordia, porque Dios es Todo Misericordia… y cada uno haciendo misericordia o
descuidándola, se juzgará a sí mismo.
El gran sufrimiento físico y espiritual iba acompañado por grandes gracias que Sor
Faustina ocultaba delante de los demás, hablando de ellas solamente a los
confesores. Sin embargo, de vez en cuando hubo algún testigo. Una vez fui a Prądnik
para visitarla – recordaba la hermana Cayetana Bartkowiak – y llamé a la puerta.
Siempre contestaba: „Adelante” y aquella vez yo llamaba y llamaba y nadie me invitó a
entrar. Pensé que seguramente estaba en la habitación porque estaba enferma, en la
cama. Entonces abrí la puerta y entré. Miré y ella estaba levitando sobre la cama,
mirando a lo lejos como si viera algo, completamente diferente, transformada. Me
puse al lado de la mesilla donde había un pequeño altar y me invadió un gran temor,
pero u momento después, ella volvió en sí y me dijo: „Oh, hermana, ha venido usted.
Muy bien”. Informada de lo ocurrido la madre Irene Krzyżanowska prohibó hablar de
eso y así se guardaba el secreto de la extraordinaria vida mística de Sor Faustina.
La primera etapa del tratamiento hospitalario terminó en marzo de 1937. Sor Faustina
un poco mejorada regresó al convento de Łagiewniki. Sin embargo ya en abril su
estado de salud empeoró y en julio las superioras la enviaron a la casa de la
Congregación en el balneario de Rabka Zdrój. Pero el riguroso clima de montaña no le
era favorable y trece días después regresó a Cracovia llevando consigo el apoyo de
San José para esa obra de Misericordia encomendada por el Señor. San José le
prometió a Sor Faustina su ayuda y protección especiales, pero exigió que rezara cada
día tres veces el Padrenuestro, el Avemaría y Gloria y una vez el „Recuerda”, oración
que la Congregación rezaba en honor de San José. Desde entonces Sor Faustina
sabía que cumpliendo su misión gozaba del respaldo de la Virgen María y también de
la ayuda de San José. La ayudaban igualmente otros santos y ángeles, cuya
compañía y auxilio más de una vez experimentó de modo palpable.
Al regresar de Rabka Sor Faustina no volvió a la huerta debido a su mala salud, sino
que fue destinada al trabajo más llevadero en la puerta. Allí tuvo muchas
oportunidades para ejercitar su misericordia a las personas que venían pidiendo
ayuda. Eran desempleados, niños hambrientos, mendigos… En cada uno de ellos
intentaba ver a Jesús mismo y por amor a Él practicar el bien a todos. Una vez vino a
la puerta un joven macilento, en harapos, descalzo y con la cabeza descubierta,
estaba pasmado de frío porque hacía un día lluvioso y frío. Pidió algo de comer
caliente – relató este acontecimiento Sor Faustina – Pero cuando fui a la cocina no
encontré nada para los pobres; sin embargo tras buscar un rato encontré un poco de
sopa que calenté y puse un poco de pan desmigajado. Se lo di al pobre que lo comió.
En el momento en que le retiraba el vaso, me hizo saber que era el Señor del cielo y
de la tierra. En cuanto lo vi tal como es, desapareció de mis ojos. Cuando entré en la
casa pensando en lo que había sucedido en la puerta, oí estas palabras en el alma:
Hija mía, han llegado a mis oídos las bendiciones de los pobres que alejándose de la
puerta me bendicen y me han agradado esta misericordia tuya dentro de los límites de
la obediencia y por eso he bajado del trono para gustar el fruto de tu
misericordia (Diario 1312).
En los primeros meses de 1938 la salud de Sor Faustina empeoró aún más. Por eso,
después de la Pascua de Resurrección, las superioras la enviaron otra vez al hospital
de Prądnik. Las hermanas del Sagrado Corazón que trabajaban en este hospital
prepararon una habitación aislada y, por la noche, una de ellas anunció a Sor Faustina
que al día siguiente no tendría la Santa Comunión por estar muy débil. Por la mañana
hice la meditación – escribió Sor Faustina en el Diario – y me preparé para la Santa
Comunión, aunque no iba a recibir al Señor Jesús. Cuando mi anhelo y mi amor
llegaron al punto culminante, de repente, junto a mi cama vi a un Serafín que me dio la
Santa Comunión diciendo estas palabras: He aquí el Señor de los ángeles. Cuando
recibí al Señor, mi espíritu se sumergió en el amor de Dios y en el asombro. Eso se
repitió durante 13 días, sin tener yo la certeza de que al día siguiente me la
trajera (Diario 1676).
Continuó haciendo apuntes en su diario casi hasta final de junio. Apuntó las palabras
de Jesús, sus oraciones, reflexiones e importantes acontecimientos, entre ellos los
últimos ejercicios espirituales de tres días, dirigidos por Jesús mismo, antes de la
Solemnidad de Pentecostés. Cada día Jesús le daba el tema de la meditación, los
puntos para meditar e impartía conferencias: sobre la lucha espiritual, sobre el
sacrificio y la oración y sobre la misericordia. Sor Faustina debía considerar el amor de
Jesús hacia ella y el amor al prójimo. Bajo tal dirección su mente penetraba con
facilidad en todos los misterios de la fe y una llama viva de amor inflamaba su corazón.
El día de Pentecostés renovó los votos religiosos. Su alma trató de modo particular
con el Espíritu Santo cuyo soplo llenó su alma de un deleite indescriptible y el corazón
se sumergió en agradecimiento por estas grandísimas gracias.
Las hermanas que visitaban a Sor Faustina en el hospital veían esa radiante alegría.
La visitaba a menudo – recordaba la hermana Serafina Kukulska – y siempre la
encontraba serena, hasta alegre, a veces como radiante, pero nunca descorrió el velo
de su felicidad. En Prądnik se sentía muy feliz y nunca se quejó del sufrimiento. Los
médicos, las hermanas, los enfermostodos eran muy buenos con ella. La hermana
Felicia Żakowiecka visitaba a Sor Faustina dos veces por semana. Una vez habló con
el doctor Adán Sielberg sobre su estado de salud. Cuando el médico contestó que era
muy malo, la hermana replicó: ¿Y usted, doctor, le permite ir a la santa Misa? El doctor
Sielberg contestó: Su salud es muy mala, incurable, pero ella es una religiosa
extraordinaria, por lo que no hago caso de ello. Otras, en su lugar, no se levantarían;
la vi cómo yendo a la capilla se apoyaba contra la pared.
En el hospital de Prądnik habló también por última vez con su director espiritual de
Vilna, el padre Miguel Sopoćko que en la primera mitad de septiembre de 1938 estuvo
en Cracovia y aprovechó esa oportunidad para visitar a su excepcional penitente y
escuchar de su boca, antes de que muriera, las indicaciones referentes a la obra de la
Misericordia que Jesús había empezado a través de ella. Sor Faustina le dijo entonces
que, ante todo, debía hacer gestiones encaminadas a instituir en la Iglesia la Fiesta de
la Divina Misericordia, sin ocuparse demasiado de la nueva congregación, ya que
ciertos signos le indicarían quién y qué debía hacer en esa cuestión. Dijo que iba a
morir pronto y que ya había arreglado todo lo que debía transmitir y escribir. Después
de despedirse de Sor Faustina, el padre Sopoćko salió de su habitación aislada, pero
se acordó de que no le había dejado los folletos con las oraciones a la Divina
Misericordia dictadas por Jesús. Volvió y al abrir la puerta vio a Sor Faustina levitando
sobre la cama y sumergida en oración. Su mirada– relató el Padre Sopoćko- estaba
clavada en un objeto invisible, las pupilas un poco dilatadas, en el primer momento no
me hizo caso y yo no quería molestarla, por lo que pensé retirarme. Sin embargo
pronto volvió en sí, me vio y me pidió perdón por no haber oído cuando llamé a la
puerta, ni cuando entré. Le entregué aquellas oraciones y me despedí, y ella dijo:
„Hasta la vista en el cielo”. Cuando el 26 de septiembre la visité por última vez en
Łagiewniki, no quiso hablar conmigo, o más bien, no pudo, diciendo: „Estoy ocupada
por el trato con el Padre Celestial”. Realmente, daba la impresión de un ser
sobrenatural. En aquel momento no tuve la menor duda de que lo que escribió en su
Diario sobre la Santa Comunión recibida en el hospital de manos de un ángel,
respondía a la verdad.
Después de volver del hospital (el 17 de septiembre de 1938) Sor Faustina esperaba
el momento del paso de este mundo a la casa del Padre, en la enfermería del
convento. Las hermanas la vigilaban por turno. La superiora de la casa, la madre Irene
Krzyżanowska, la visitaba allí con gusto, viendo en ella mucha paz y un encanto
singular. Desapareció por completo la tensión relacionada con la realización de la obra
de la Misericordia encomendada por el Señor. La Fiesta de la Divina Misericordia será,
lo veo, deseo solamente la voluntad de Dios – dijo a la superiora. Preguntada por ella
si estaba contenta de morir en esta Congregación, contestó: Sí. Usted, Madrecita,
verá que la Congregación tendrá muchas consolaciones a través de mí. Poco antes de
morir se levantó un poco en la cama, le pidió a la superiora que se acercara y
entonces susurró: El Señor Jesús quiere enaltecerme y hacerme santa. – Vi en ella
mucha seriedad, tuve una sensación extraña de que Sor Faustina entendía esta
afirmación como un don de la misericordia de Dios, sin sombra de soberbia–
recordaba la madre Irene.
Sor Faustina alcanzó la plenitud de la unión con Dios y entonó el himno en honor de
Su misericordia insondable. Y a nosotros, vivientes en la tierra, nos dejó la
promesa: ¡No te olvidaré, pobre tierra! , aunque siento que me sumergiré
inmediatamente toda en Dios, como en un océano de felicidad, eso no me impedirá
volver a la tierra y dar ánimo a las almas e invitarlas a confiar en la Divina
Misericordia. Al contrario, esa inmersión en Dios me dará unas posibilidades ilimitadas
para obrar (Diario 1582).
Durante esa solemnidad que se celebraba en el Año del Jubileo, el Santo Padre Juan
Pablo II instituyó la Fiesta de la Divina Misericordia para toda la Iglesia y transmitió al
mundo el profético mensaje de la Misericordia para el tercer milenio de la fe. Lo
transmito a todos los hombres – dijo – para que aprendan a conocer cada vez mejor el
verdadero rostro de Dios y el verdadero rostro de los hermanos. Dos años después,
por segunda vez como papa, peregrinó al Santuario de Łagiewniki, a la nueva basílica
por él consagrada para encomendar al mundo a la Divina Misericordia. Dijo entonces
que deseaba que el mensaje del amor misericordioso de Dios, proclamado aquí a
través de Sor Faustina, llegue a todos los habitantes de la tierra y llene sus corazones
de esperanza. Que este mensaje se difunda desde este lugar a toda nuestra amada
patria y al mundo entero. Ojalá se cumpla la firme promesa del Señor Jesús: de aquí
debe salir „la chispa que preparará al mundo para su última venida” (cfr. Diario
1732). Es preciso encender esta chispa de la gracia de Dios. Es preciso transmitir al
mundo este fuego de la misericordia. En la misericordia de Dios el mundo encontrará
la paz y el hombre, la felicidad.