Inteligencia Emocional

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INTELIGENCIA EMOCIONAL

La Inteligencia Emocional es uno de los conceptos clave para comprender el rumbo que ha


tomado la psicología en las últimas décadas.
De un modelo preocupado fundamentalmente en los trastornos mentales por un lado y por
las capacidades de razonamiento por el otro, se ha pasado a otro en el que se considera que
las emociones son algo intrínseco a nuestro comportamiento y actividad mental no
patológica y que, por consiguiente, son algo que debe ser estudiado para comprender cómo
somos.
Así pues, la Inteligencia Emocional es un constructo que nos ayuda a entender de qué
manera podemos influir de un modo adaptativo e inteligente tanto sobre nuestras emociones
como en nuestra interpretación de los estados emocionales de los demás. Este aspecto de la
dimensión psicológica humana tiene un papel fundamental tanto en nuestra manera de
socializar como en las estrategias de adaptación al medio que seguimos.
Inteligencia Emocional: ¿en qué consiste?
Siempre hemos oído decir que el cociente intelectual es un buen indicador para saber si una
persona será exitosa en la vida. La puntuación del test de inteligencia, decían, podría
establecer una relación fuerte con el desempeño académico y el éxito profesional. 
No obstante, los investigadores y las corporaciones empezaron a detectar hace unas décadas
que las capacidades y habilidades necesarias para tener éxito en la vida eran otras, y éstas
no eran evaluables mediante ningún test de inteligencia. Es necesario tener en cuenta una
concepción más amplia de lo que son las habilidades cognitivas básicas, aquello que
entendemos que es la inteligencia.
Prueba de ello es que empezaron a ganar terreno algunas teorías de la inteligencia que
intentaban comprenderla desde ópticas diferentes, como la  Teoría de las Inteligencias
Múltiples de Howard Gardner, la teoría de Raymond Cattell (y otros) que explicaba las
diferencias entre Inteligencia fluida y cristalizada, o la Inteligencia Emocional que
popularizó Daniel Goleman.
Si pensamos detenidamente en la trascendencia de nuestras emociones en nuestra vida
diaria nos daremos cuenta rápidamente que son muchas las ocasiones en que éstas influyen
decisivamente en nuestra vida, aunque no nos demos cuenta.
Podríamos plantearnos: (1) ¿Compré mi coche haciendo cálculos sobre la rentabilidad y los
comparé con otros modelos y marcas? (2) ¿Elegí a mi pareja porque era objetivamente la
mejor opción?
(3) ¿Es mi empleo el que me ofrece el mejor salario? Gran parte de nuestras decisiones son
influenciadas en mayor o menor grado por las emociones.
Ante esta realidad, cabe resaltar que existen personas con un dominio de su faceta
emocional mucho más desarrollado que otras. Y resulta curiosa la baja correlación entre la
inteligencia clásica (más vinculada al desempeño lógico y analítico) y la Inteligencia
Emocional. Aquí podríamos ejemplificar esta idea sacando a colación el estereotipo de
estudiante “empollón”; una máquina intelectual capaz de memorizar datos y llegar a las
mejores soluciones lógicas, pero con una vida emocional y sentimental vacía. Por otro
lado, podemos encontrar personas cuyas capacidades intelectuales son muy limitadas, pero
en cambio consiguen tener una vida exitosa en lo que refiere al ámbito sentimental, e
incluso en el profesional. 
Este par de ejemplos llevados al extremo son poco habituales, pero sirven para percatarse
de que es necesario prestar más atención a esta clase de habilidades emocionales, que
pueden marcar nuestra vida y nuestra felicidad tanto o más que nuestra capacidad para
puntuar alto en un test de inteligencia convencional. Para eso es importante profundizar en
la Inteligencia Emocional.
Una persona que tiene inteligencia emocional es capaz de:
– Ser empático, es decir, tener la capacidad para entender las emociones de los demás y
ponerse en su lugar.
– Son personas capaces de modificar la estructura emocional básica gracias al
reconocimiento de sus emociones, la valoración que hacen de ellas y la práctica llevada a
cabo para su control o modificación.
– Son capaces de pensar antes de actuar, no guiándose por los impulsos, sino
manejándolos para así ser más eficientes y alcanzar el éxito.
– Pueden reconocer y manejar las emociones según les interesa para alcanzar los
objetivos propuestos. Las emociones negativas deben ser toleradas y modificadas por otras
positivas que permitan la consecución de las metas.
Trabajar tu inteligencia emocional te permitirá alcanzar un mayor número de
objetivos, optimizar tu vida, guiarte hacia hábitos constructivos, así como sentirte más
satisfecho con tu persona y lo que llevas a cabo. Por el contrario, si no desarrollas unas
buenas aptitudes emocionales, es probable que permanezcas en una lucha continua entre lo
racional y lo emocional, dificultándote así el manejo de las emociones y por ende todas las
áreas de tu vida.

El gran teórico de la Inteligencia Emocional, el psicólogo estadounidense Daniel Goleman,


señala que los principales componentes que integran la Inteligencia Emocional son los
siguientes:
Elementos de la Inteligencia Emocional
1. Autoconocimiento emocional (o autoconciencia emocional)
Se refiere al conocimiento de nuestros propios sentimientos y emociones y cómo nos
influyen. Es importante reconocer la manera en que nuestro estado anímico afecta a nuestro
comportamiento, cuáles son nuestras capacidades y cuáles son nuestros puntos débiles.
Mucha gente se sorprende de lo poco que se conocen a ellos mismos. 
Por ejemplo, este aspecto nos puede ayudar a no tomar decisiones cuando estamos en un
estado psicológico poco equilibrado. Tanto si nos encontramos demasiado alegres y
excitados, como si estamos tristes y melancólicos, las decisiones que tomemos estarán
mediadas por la poca racionalidad. Así pues, lo mejor será esperar unas horas, o días, hasta
que volvamos a tener un estado mental relajado y sereno, con el que será más sencillo
poder valorar la situación y tomar decisiones mucho más racionales.
2. Autocontrol emocional (o autorregulación)
El autocontrol emocional nos permite reflexionar y dominar nuestros sentimientos o
emociones, para no dejarnos llevar por ellos ciegamente. Consiste en saber detectar las
dinámicas emocionales, saber cuáles son efímeras y cuáles son duraderas, así como en ser
conscientes de qué aspectos de una emoción podemos aprovechar y de qué manera
podemos relacionarnos con el entorno para restarle poder a otra que nos daña más de lo que
nos beneficia.
Por poner un ejemplo, no es raro que nos enfademos con nuestra pareja, pero si fuéramos
esclavos de la emoción del momento estaríamos continuamente actuando de forma
irresponsable o impulsiva, y luego nos arrepentiríamos. En cierto sentido, buena parte de la
regulación de las emociones consiste en saber gestionar nuestro foco de atención, de
manera que no se vuelva contra nosotros y nos sabotee.
3. Automotivación
Enfocar las emociones hacia objetivos y metas nos permite mantener la motivación y
establecer nuestra atención en las metas en vez de en los obstáculos. En este factor es
imprescindible cierto grado de optimismo e iniciativa, de modo que tenemos que valorar el
ser proactivos y actuar con tesón y de forma positiva ante los imprevistos. Gracias a la
capacidad de motivarnos a nosotros mismos para llegar a las metas que racionalmente
sabemos que nos benefician, podemos dejar atrás aquellos obstáculos que solo se
fundamentan en la costumbre o el miedo injustificado a lo que puede pasar.
4. Reconocimiento de emociones en los demás (o empatía)
Las relaciones interpersonales se fundamentan en la correcta interpretación de las señales
que los demás expresan de forma inconsciente, y que a menudo emiten de forma no verbal.
La detección de estas emociones ajenas y sus sentimientos que pueden expresar mediante
signos no estrictamente lingüísticos (un gesto, una reacción fisiológica, un tic) nos puede
ayudar a establecer vínculos más estrechos y duraderos con las personas con que nos
relacionamos. 
Además, el reconocer las emociones y sentimientos de los demás es el primer paso para
comprender e identificarnos con las personas que los expresan. Las empáticas son las que,
en general, tienen mayores habilidades y competencias relacionadas con la IE.
5. Relaciones interpersonales (o habilidades sociales)
Una buena relación con los demás es una fuente imprescindible para nuestra felicidad
personal e incluso, en muchos casos, para un buen desempeño laboral. Y esto pasa por
saber tratar y comunicarse con aquellas personas que nos resultan simpáticas o cercanas,
pero también con personas que no nos sugieran muy buenas vibraciones; una de las claves
de la Inteligencia Emocional.
Así, gracias a la Inteligencia Emocional vamos más allá de pensar en cómo nos hacen
sentirnos los demás, y tenemos en cuenta, además, que cualquier interacción entre seres
humanos se lleva a cabo en un contexto determinado: quizás si alguien ha hecho un
comentario despectivo sobre nosotros es porque siente envidia, o porque simplemente
necesita basar su influencia social en este tipo de comportamientos. En definitiva, la
Inteligencia Emocional nos ayuda a pensar en las causas que han desencadenado que otros
se comporten de un modo que nos hace sentirnos de un modo determinado, en vez de
empezar pensando en cómo nos sentimos y a partir de ahí decidir cómo reaccionaremos
ante lo que otros digan o hagan.
Características de las personas con una inteligencia emocional alta
 Identificar las propias emociones. Son capaces de identificar sus emociones y saber
lo que están sintiendo en cada momento y porqué, y darse cuenta de cómo influyen
en su comportamiento y en su pensamiento.
 Manejo de las emociones. Son capaces de controlar sus impulsos, no se dejan llevar
fácilmente por estallidos emocionales, saben calmarse a sí mismos cuando sus
emociones son especialmente negativas e intensas y saben adaptarse a las
circunstancias cambiantes.

 Identificar las emociones de los demás. Tienen una alta capacidad para entender las
emociones, necesidades y preocupaciones de los demás, saben ponerse en el lugar
del otro y entender puntos de vista diferentes a los propios. Tienen una alta
capacidad para reconocer la dinámica de un grupo, para relacionarse con los demás,
pues saben cómo se sienten y pueden actuar en base a ello del mejor modo posible.
Por este motivo, los demás se encuentran a gusto a su lado, pues se sienten
comprendidos y respetados. Tienen también una alta capacidad para mantener
buenas relaciones, influir en los demás, comunicarse con claridad, manejar
conflictos y trabajar en equipo. Así pues, es frecuente que tengan también una
alta inteligencia social.

La importancia de la inteligencia emocional


Las personas con más éxito en sus vidas son aquellas con una inteligencia emocional más
alta, no necesariamente las que tienen un CI más alto. Esto es debido a que las emociones,
cuando no se manejan correctamente, pueden acabar destrozando la vida de una persona,
impedirle tener relaciones satisfactorias, limitar su progreso en el trabajo, etc. En general, la
inteligencia emocional:

 Ayuda a triunfar en todas aquellas áreas de la vida que implican relacionarse con los
demás y favorece el mantenimiento de relaciones más satisfactorias.
 Ayuda a mantener una mejor salud al ser capaces de manejar mejor el estrés y las
emociones negativas como ansiedad, sin dejar que les afecten el exceso o durante
demasiado tiempo. El estrés no manejado correctamente puede repercutir
negativamente en la salud mental, haciendo que seas más vulnerable a los trastornos
de ansiedad y depresión. Además, la persona que no maneja bien sus emociones
tiene muchos más altibajos emocionales y cambios de humor que perjudican sus
relaciones y su funcionamiento.
 Ayuda a relacionarse mejor con los demás. Las personas con una alta inteligencia
emocional son más capaces de expresar lo que sienten a los demás y entender lo que
sienten los otros. Esto les permite comunicarse de manera más efectiva y crear
relaciones más profundas, tanto en la vida personal como profesional.

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