Procesos de Socialización Económica y para El Consumo
Procesos de Socialización Económica y para El Consumo
Procesos de Socialización Económica y para El Consumo
2015
PROCESOS DE SOCIALIZACIÓN ECONÓMICA Y PARA EL CONSUMO
La socialización es definida generalmente como un proceso a través del cual los individuos
aprenden a interactuar con la sociedad y para ello aprehenden los conocimientos, destrezas
y estrategias que en esa sociedad son predominantes.
Hans Furth (1980) quien basándose en un marco constructivista piagetiano realizó una
amplia investigación sobre la comprensión infantil del funcionamiento de la sociedad en
niños con edades entre 5 a 11 años. A partir del análisis de sus resultados, concluye la
existencia de cuatro estadios para la comprensión global del fenómeno social, que van
desde lo que el autor denomina elaboraciones personalísticas y ausencia de sistemas
interpretativos hasta llegar a la existencia de un marco sistemático concreto, propio de
algunos niños mayores, que se caracteriza por la comprensión de la función del dinero
como mecanismo básico de las transacciones económicas.
Las ideas que expresan los niños acerca del mundo social son cualitativamente diferentes
de las de los adultos y que el cambio cognitivo evidenciado en el desarrollo hacia una
mayor coherencia y organización interna expresa un proceso de construcción de la
comprensión social que no puede ser atribuido sólo a la influencia de los conocimientos
transmitidos por los adultos.
Gustav Jahoda quien investigó el desarrollo de las ideas sobre intercambio monetario en la
compra y venta en la tienda y el funcionamiento del banco como institución económica
compleja, con niños de 6 a los 16 años, de distintos estratos socioeconómicos y
provenientes de países tan diversos como Escocia, Holanda y Zimbawe.
Mei-Ha Wong (1989) replicó los resultados del estudio de Ng, comparando niños chinos
de Hong Kong con niños norteamericanos de 6 a 15 años. Sus resultados son concordantes
con los obtenidos por Ng y esto le lleva a considerar el alto valor emocional que posee el
dinero en Hong Kong lo que es transmitido tempranamente a los niños y reforzado por el
sistema educacional, lo que ratifica la importancia del factor de transmisión social y
específicamente de la socialización económica.
Las investigadoras italianas Anna Emilia Berti y Anna Silvia Bombi y sus colaboradores
(Berti y Bombi, 1988; Berti y Grivet, 1990) han realizado con niños italianos, una serie de
estudios relativos al desarrollo del pensamiento económico desde una perspectiva teórica
fundamentalmente piagetiana, abordando la comprensión del origen y uso del dinero, las
funciones del banco, la retribución por el trabajo y la desigualdad social, con niños cuyas
edades han ido de los 4 a los 14 años.
También analizan los problemas que enfrenta el niño para comprender las características
particulares delas relaciones económicas, concluyendo que a la base de ello estaría la
dificultad para diferenciar el dominio moral del dominio económico, por lo que los niños
juzgarían la conducta económica con criterios morales desde los cuales sería rechazada la
búsqueda de beneficios más allá de las necesidades de supervivencia. Encuentran a su vez,
que estas ideas están más fuertemente arraigadas en los sujetos provenientes de clases
económicas desfavorecidas, lo que relacionan con las características culturales de dichos
sectores, como por ejemplo, la solidaridad.
Las conclusiones generales son elaboradas por Leiser, Sevón y Lévy (1990) indicando que
la edad de los sujetos es un factor que ejerce una influencia importante en el nivel de
comprensión de los diferentes conceptos económicos implicados.
Observan además que los sujetos más jóvenes tienden a conceptualizar la economía desde
la perspectiva del "hombre social", mientras que en los mayores se desarrolla una
conceptualización de "hombre económico".
Nuestros resultados señalan la existencia de una secuencia evolutiva que muestra un patrón
de cambio conceptual propio de una construcción progresiva y que permite identificar la
existencia de tres niveles de desarrollo en la conceptualización del fenómeno monetario:
Nivel 1: Pensamiento extraeconómico y económico primitivo (correspondientes a los niños
de 6 a 9 años), Nivel II Pensamiento económico subordinado (que corresponde a los niños
mayores de 10 años, adolescentes e incluso algunos adultos) y Nivel III pensamiento
Económico Independiente o inferencial (correspondientes a adolescentes mayores y
adultos).
La comprensión del mundo económico requiere que el individuo construya una visión
sistémica del modelo económico social en el que está inserto y al mismo tiempo sea capaz
de manejar una serie de informaciones específicas que le posibiliten un accionar eficaz en
él.
El individuo debe desarrollar una serie de habilidades concretas para la vida cotidiana,
orientadas a un uso adecuado de sus recursos mediante hábitos y conductas de consumo
racionales y actitudes hacia el endeudamiento y el uso del dinero que faciliten una conducta
económica eficiente y mejoren su calidad de vida.
Son muy escasos los estudios que dan cuenta sistemática de las formas de comprensión del
mundo económico en la edad adulta, a pesar que, como señalan Burgoyne y cols. (1997),
esta es la fase de vida en que nos volvemos agentes independientes dentro de la economía,
avanzamos posiciones en el mercado laboral e iniciamos nuestro manejo. Financiero
personal, en el cual podemos desarrollarnos bien o mal por el resto de nuestras vidas
económicamente activas.
A su vez, las opciones que hacemos en este tiempo de nuestra vida son importantes para
otros agentes económicos, que están ansiosos por afianzarnos como potenciales
trabajadores o clientes.
Livingston y Lunt (1992) describen como características diferenciales de los sujetos que
incurren en deudas: el ser más joven, utilizar el crédito para obtener status o para sentirse
mejor ellos mismos, ejercer un menor control de su situación financiera y manejar
pobremente los mecanismos e informaciones que subyacen al uso del crédito y las tasas de
interés (en Lea, Webley y Bellamy, 1995).
Según Lea Webley y Bellamy (1995), son varias las variables que pueden explicar la
relación entre factores psicológicos y sociales en el endeudamiento, destacando las
siguientes el apoyo social a la deuda, la socialización económica y el nivel de conocimiento
de los mecanismos de endeudamiento y los instrumentos financieros asociados a ellos, la
comparación social, las actitudes hacia el dinero y los estilos de manejo de dinero, el grado
de pobreza, la perspectiva temporal (el fracaso del retraso de la gratificación) y el locus de
control.
Altschwager y col. (1998) en un estudio sobre percepción del dinero en adultos endeudados
y no endeudados de la ciudad de Santiago, encuentran que en los primeros prima el sentido
del dinero en términos de impulsividad y de aspectos que parecen ejercer un control externo
de sus conductas económicas.
Otro aspecto que parece intensificar la falta de control que manifiestan en la distribución
del dinero, es la invisibilidad y falta de concretitud que éste adquiere a través de formas
como las tarjetas de crédito, las chequeras o las líneas de crédito (en Descouvieres, 1998).
Finalmente, Wärneryd, (1999) demuestra que los diferentes grupos sociales tienen
diferentes metas al ahorrar, gastar o endeudarse y que estas metas se relacionan con su
comprensión global de la lógica económica.
Como puede desprenderse del análisis precedente, una variable clave que aparece en la
mayoría de los estudios se relaciona con el nivel de conocimientos o información sobre
aspectos económicos que poseen los individuos y las destrezas concretas de manejo
financiero que han desarrollado, observándose que la carencia de cualquiera de estos
elementos redundan en un manejo financiero más pobre y en problemas como el sobre
endeudamiento.
Cabe por ello preguntarse sobre las características que debería tener una adecuada
formación económica y sobre los agentes responsables de proporcionarla. En estudios
realizados por nuestro equipo, en estudiantes universitarios de la IX Región (Ayllon,
Vallejos y Yañez, 1999; Medina, Méndez y Pérez, 1999) encontramos que los hábitos de
consumo, actitudes hacia el endeudamiento y, en general, la conducta económica eficiente,
no aparece sustantivamente asociada al nivel de formación económica formal. Es así, como
estudiantes que cursaron asignaturas avanzadas en economía, mostraron un desempeño
económico tan ineficiente como aquellos sin educación económica sistemática. Estos
resultados vienen a sugerir que la educación económica adquirida en la adolescencia tardía
sería insuficiente, por sí misma, para modelar hábitos y actitudes hacia el consumo,
surgiendo así la imagen de la familia como una importante instancia vinculada al logro de
niveles eficientes de alfabetización económica en sus miembros.
Similares conclusiones alcanzan Lassarre, (1996) en una muestra de 246 niños y jóvenes
franceses de clase media y clase baja y Furnham y Argyle (1998) en Inglaterra. En ambos
estudios se destaca que los adultos de clase trabajadora introducen más tardíamente la
práctica de entrega de dinero a sus hijos y que esta es más errática que en las familias de
clase media. Anteriormente, Feather (1991) en Australia, había encontrado que la entrega o
no de dinero en forma regular a los niños, se relacionaba con los valores y ética de cada
familia, observando que aquellos padres que valoraban el logro de la autonomía como un
aspecto importante para sus hijos, tendían a entregar en forma más regular y temprana una
mesada para ser auto administrada por los niños.
Otro aspecto que se ha investigado, se relaciona con las prácticas utilizadas por los padres
para entregar alfabetización económica a sus hijos. En un estudio clásico al respecto,
Ward, Popper y Wackman (1977) encontraron cinco métodos que las madres usaban para
enseñar a sus hijos estrategias de manejo del dinero y de consumo: 1) prohibir ciertas
compras, 2) entregar lecturas informativas, 3) discutir con los niños acerca del uso del
dinero, 4) proporcionar ejemplos y 5) guiar al niño para aprender de sus propias
experiencias.
Sin embargo, a pesar de la dependencia económica de los jóvenes, el mercado
constantemente promueve productos de consumo juvenil. Stewart (1992) postula que uno
de los más llamativos cambios sociales que se observó al final de la Segunda Guerra
Mundial es la emergencia de un mercado distintivo orientado a los consumidores
adolescentes y adultos jóvenes, los cuales, sin embargo, como un resultado de la expansión
de la educación y los requerimientos de un mercado de empleo especializado, se mantienen
durante más tiempo dependientes económicamente de sus familia. Tenemos así la paradoja
de un importante segmento de la población que es “persuadido publicitariamente” para
comprar bienes y servicios.