El Gigante Egoísta (Jueves)
El Gigante Egoísta (Jueves)
El Gigante Egoísta (Jueves)
Lengua Castellana
2021
El gigante egoísta
[Cuento - Texto completo.]
Oscar Wilde
Cada tarde, a la salida de la escuela, los niños se iban a jugar al jardín del Gigante. Era un jardín
amplio y hermoso, con arbustos de flores y cubierto de césped verde y suave. Por aquí y por allá,
entre la hierba, se abrían flores luminosas como estrellas, y había doce albaricoqueros que durante la
primavera se cubrían con delicadas flores color rosa y nácar, y al llegar el otoño se cargaban de ricos
frutos aterciopelados. Los pájaros se demoraban en el ramaje de los árboles, y cantaban con tanta
dulzura que los niños dejaban de jugar para escuchar sus trinos.
-¡Qué felices somos aquí! -se decían unos a otros. Pero un día el Gigante regresó. Había ido de visita
donde su amigo el Ogro de Cornish, y se había quedado con él durante los últimos siete años.
Durante ese tiempo ya se habían dicho todo lo que se tenían que decir, pues su conversación era
limitada, y el Gigante sintió el deseo de volver a su mansión. Al llegar, lo primero que vio fue a los
niños jugando en el jardín.
-¿Qué hacen aquí? -surgió con su voz retumbante.
Los niños escaparon corriendo en desbandada.
-Este jardín es mío. Es mi jardín propio -dijo el Gigante-; todo el mundo debe entender eso y no
dejaré que nadie se meta a jugar aquí.
Y, de inmediato, alzó una pared muy alta, y en la puerta puso un cartel que decía:
ENTRADA ESTRICTAMENTE PROHIBIDA BAJO LAS PENAS CONSIGUIENTES
Era un Gigante egoísta…
Los pobres niños se quedaron sin tener dónde jugar. Hicieron la prueba de ir a jugar en la carretera,
pero estaba llena de polvo, estaba plagada de pedruscos, y no les gustó. A menudo rondaban
alrededor del muro que ocultaba el jardín del Gigante y recordaban nostálgicamente lo que había
detrás.
-¡Qué dichosos éramos allí! -se decían unos a otros.
Cuando la primavera volvió, toda la comarca se pobló de pájaros y flores. Sin embargo, en el jardín
del Gigante Egoísta permanecía el invierno todavía. Como no había niños, los pájaros no cantaban y
los árboles se olvidaron de florecer. Solo una vez una lindísima flor se asomó entre la hierba, pero
apenas vio el cartel, se sintió tan triste por los niños que volvió a meterse bajo tierra y volvió a
quedarse dormida.
Los únicos que ahí se sentían a gusto eran la Nieve y la Escarcha.
-La primavera se olvidó de este jardín -se dijeron-, así que nos quedaremos aquí todo el resto del año.
La Nieve cubrió la tierra con su gran manto blanco y la Escarcha cubrió de plata los árboles. Y en
seguida invitaron a su triste amigo el Viento del Norte para que pasara con ellos el resto de la
temporada. Y llegó el Viento del Norte. Venía envuelto en pieles y anduvo rugiendo por el jardín
durante todo el día, desganchando las plantas y derribando las chimeneas.
-¡Qué lugar más agradable! -dijo-. Tenemos que decirle al Granizo que venga a estar con nosotros
también.
Y vino el Granizo también. Todos los días se pasaba tres horas tamborileando en los tejados de la
mansión, hasta que rompió la mayor parte de las tejas. Después se ponía a dar vueltas alrededor,
corriendo lo más rápido que podía. Se vestía de gris y su aliento era como el hielo.
-No entiendo por qué la primavera se demora tanto en llegar aquí -decía el Gigante Egoísta cuando se
asomaba a la ventana y veía su jardín cubierto de gris y blanco-, espero que pronto cambie el tiempo.
Pero la primavera no llegó nunca, ni tampoco el verano. El otoño dio frutos dorados en todos los
jardines, pero al jardín del Gigante no le dio ninguno.
-Es un gigante demasiado egoísta -decían los frutales.
De esta manera, el jardín del Gigante quedó para siempre sumido en el invierno, y el Viento del
Norte y el Granizo y la Escarcha y la Nieve bailoteaban lúgubremente entre los árboles.
Una mañana, el Gigante estaba en la cama todavía cuando oyó que una música muy hermosa llegaba
desde afuera. Sonaba tan dulce en sus oídos, que pensó que tenía que ser el rey de los elfos que
pasaba por allí. En realidad, era solo un jilguerito que estaba cantando frente a su ventana, pero hacía
tanto tiempo que el Gigante no escuchaba cantar ni un pájaro en su jardín, que le pareció escuchar la
música más bella del mundo. Entonces el Granizo detuvo su danza, y el Viento del Norte dejó de
rugir y un perfume delicioso penetró por entre las persianas abiertas.
-¡Qué bueno! Parece que al fin llegó la primavera -dijo el Gigante, y saltó de la cama para correr a la
ventana.
¿Y qué es lo que vio?
Ante sus ojos había un espectáculo maravilloso. A través de una brecha del muro habían entrado los
niños, y se habían trepado a los árboles. En cada árbol había un niño, y los árboles estaban tan felices
de tenerlos nuevamente con ellos, que se habían cubierto de flores y balanceaban suavemente sus
ramas sobre sus cabecitas infantiles. Los pájaros revoloteaban cantando alrededor de ellos, y los
pequeños reían. Era realmente un espectáculo muy bello. Solo en un rincón el invierno reinaba. Era
el rincón más apartado del jardín y en él se encontraba un niñito. Pero era tan pequeñín que no
lograba alcanzar a las ramas del árbol, y el niño daba vueltas alrededor del viejo tronco llorando
amargamente. El pobre árbol estaba todavía completamente cubierto de escarcha y nieve, y el Viento
del Norte soplaba y rugía sobre él, sacudiéndole las ramas que parecían a punto de quebrarse.
-¡Sube a mí, niñito! -decía el árbol, inclinando sus ramas todo lo que podía. Pero el niño era
demasiado pequeño.
El Gigante sintió que el corazón se le derretía.
-¡Cuán egoísta he sido! -exclamó-. Ahora sé por qué la primavera no quería venir hasta aquí. Subiré a
ese pobre niñito al árbol y después voy a botar el muro. Desde hoy mi jardín será para siempre un
lugar de juegos para los niños.
Estaba de veras arrepentido por lo que había hecho.
Bajó entonces la escalera, abrió cautelosamente la puerta de la casa y entró en el jardín. Pero en
cuanto lo vieron los niños se aterrorizaron, salieron a escape y el jardín quedó en invierno otra vez.
Solo aquel pequeñín del rincón más alejado no escapó, porque tenía los ojos tan llenos de lágrimas
que no vio venir al Gigante. Entonces el Gigante se le acercó por detrás, lo tomó gentilmente entre
sus manos y lo subió al árbol. Y el árbol floreció de repente, y los pájaros vinieron a cantar en sus
ramas, y el niño abrazó el cuello del Gigante y lo besó. Y los otros niños, cuando vieron que el
Gigante ya no era malo, volvieron corriendo alegremente. Con ellos la primavera regresó al jardín.
-Desde ahora el jardín será para ustedes, hijos míos -dijo el Gigante, y tomando un hacha enorme,
echó abajo el muro.
Al mediodía, cuando la gente se dirigía al mercado, todos pudieron ver al Gigante jugando con los
niños en el jardín más hermoso que habían visto jamás.
Estuvieron allí jugando todo el día, y al llegar la noche los niños fueron a despedirse del Gigante.
-Pero, ¿dónde está el más pequeñito? -preguntó el Gigante-, ¿ese niño que subí al árbol del rincón?
El Gigante lo quería más que a los otros, porque el pequeño le había dado un beso.
-No lo sabemos -respondieron los niños-, se marchó solito.
-Díganle que vuelva mañana -dijo el Gigante.
Pero los niños contestaron que no sabían dónde vivía y que nunca lo habían visto antes. Y el Gigante
se quedó muy triste.
Todas las tardes al salir de la escuela los niños iban a jugar con el Gigante. Pero al más chiquito, a
ese que el Gigante más quería, no lo volvieron a ver nunca más. El Gigante era muy bueno con todos
los niños pero echaba de menos a su primer amiguito y muy a menudo se acordaba de él.
-¡Cómo me gustaría volverlo a ver! -repetía.
Fueron pasando los años, y el Gigante se puso viejo y sus fuerzas se debilitaron. Ya no podía jugar;
pero, sentado en un enorme sillón, miraba jugar a los niños y admiraba su jardín.
-Tengo muchas flores hermosas -se decía-, pero los niños son las flores más hermosas de todas.
Una mañana de invierno, miró por la ventana mientras se vestía. Ya no odiaba el invierno pues sabía
que el invierno era simplemente la primavera dormida, y que las flores estaban descansando.
Sin embargo, de pronto se restregó los ojos, maravillado, y miró, miró…
Era realmente maravilloso lo que estaba viendo. En el rincón más lejano del jardín había un árbol
cubierto por completo de flores blancas. Todas sus ramas eran doradas, y de ellas colgaban frutos de
plata. Debajo del árbol estaba parado el pequeñito a quien tanto había echado de menos.
Lleno de alegría el Gigante bajó corriendo las escaleras y entró en el jardín. Pero cuando llegó junto
al niño su rostro enrojeció de ira y dijo: -¿Quién se ha atrevido a hacerte daño?
Porque en la palma de las manos del niño había huellas de clavos, y también había huellas de clavos
en sus pies.
-¿Pero, quién se atrevió a herirte? -gritó el Gigante-. Dímelo, para tomar la espada y matarlo.
-¡No! -respondió el niño-. Estas son las heridas del Amor.
-¿Quién eres tú, mi pequeño niñito? -preguntó el Gigante, y un extraño temor lo invadió, y cayó de
rodillas ante el pequeño.
Entonces el niño sonrió al Gigante, y le dijo:
-Una vez tú me dejaste jugar en tu jardín; hoy jugarás conmigo en el jardín mío, que es el Paraíso.
Y cuando los niños llegaron esa tarde encontraron al Gigante muerto debajo del árbol. Parecía
dormir, y estaba entero cubierto de flores blancas.
FIN
“The Selfish Giant”, The Happy Prince and Other Tales, 1888
Actividad
1. Realiza un resumen del cuento, contándolo de la manera más natural que puedas Recuerda puedes
ver el video o leer la obra y así hacer el resumen el cual debe llevar una imagen
https://www.youtube.com/watch?v=f3RhwmQZcZo
Resumen
Unos niños que después de terminar su colegio y tareas, todas las tardes juegan en el jardín del
Gigante. Este jardín era muy amplio, muy bien cuidado, un lindo césped, en el que habían preciosas
flores de todos los colores, también grandes árboles frutales y en primavera florecían y en el otoño daba
ricos frutos dulces. En el jardín los pájaros tenían nidos y en las tardes ellos cantaban y los niños
paraban de jugar para escucharlos. Los niños siempre decian los felices que eran jugando en ese
precioso lugar.
Un día después de siete años, el gigante regreso a su castillo, él estaba visitando a su amigo, el ogro de
Cornualles, al llegar vio a los niños jugando, gritando y riendo en su jardín y les preguntó: ¿qué están
haciendo en mi jardín? y los niños asustados salieron muy rápido del jardín. El gigante dijo, mi jardín es
solo para mi, y no voy a permitir que ningún niño o persona juegue en él.
Construyó un muro más alto del que ya tenía y colocó un cartel que decía: “Prohibida la entrada. Los
transgresores serán procesados judicialmente”
El gigante era solitario y egoísta, no le gustaba compartir nadie. Los niños no tenían un lugar para jugar,
en las tardes luego de salir del colegio jugaban al lado de la carretera, pero estaba llena de polvo y de
piedras, no les gustaba jugar allí, porque además de peligroso siempre salían lastimados, los niños se
acostumbraron a caminar por las calles sin jugar, se sentaban cerca del muro a contemplar y conversar
de lo bello que era el jardín. Y hablaban de los momentos tan maravillosos que la pasaban allí,
recordaban los árboles frutales y el cantar de los pajaritos.
Llegó el invierno y todo se llenó de nieve y luego llegó la estación de primavera, la comarca se volvió a
vestir de colores, los jardines se llenaban del perfume de las flores, los árboles se cubrían de sus hojas
verdes y los pájaros cantaban felices. Pero la primavera no llegó al jardín del Gigante, allí continuaba el
invierno, cada mañana se levantaba y se asomaba por la ventana y se entristecía al ver a su preciado
jardín sin sus flores y sin sus pájaros cantores, él se decía: “la primavera no ha querido venir a mi jardín”.
Una preciosa flor, intento levantarse en el césped congelado, pero divisó el letrero que decía prohibida
la entrada, le causó tanta tristeza aquel aviso y le hizo recordar a los niños que eran tan felices jugando
en el jardín, que volvió a caer en la tierra y se volvió a dormir. En aquel jardín solo estaban felices la
Nieve y el Hielo, ya que todo era blanco, incluso ellos invitaron a al Viento del Norte y éste feliz aceptó,
ellos decían que ese era un lugar maravilloso, inclusive también invitaron a Granizo y ésta no lo pensó
dos veces para aceptar la invitación. Así pasaron las temporadas de primavera, el verano y también
volvió el otoño y ésta regalo sus frutos a todos los jardines del vecindario, menos al jardín del gigante.
El gigante decía: “el clima es demasiado egoísta”. El jardín del gigante siempre era invierno y allí eran
felices, el Viento del Norte, el Hielo, la Nieve y el Granizo, que jugaban entre las ramas de los árboles.
Una mañana cuando el gigante despertó, escucho una melodía hermosa, él se quedo maravillado de
aquella música, tenía tanto tiempo que no disfrutaba de esa armonía musical. Se levantó con tanta
alegría y cuando se asomó por su ventana, vio como el granizo dejó de bailar por entre los árboles, el
Viento del Norte ya no rugía tan fuerte y un delicado aroma empezó a pasar por su ventana. Él estaba
muy feliz, se dijo: “creo que por fin, ha llegado la primavera” y vio algo inesperado, los niños de la
comarca, habían hecho un agujero en el muro y estaban entrando al jardín nuevamente, se habían
trepado en los árboles y estaban descansando en sus ramas, en todos los árboles había un niño
sentado. Los árboles estaban tan felices que los niños estuvieran trepados en ellos, que comenzaron a
llenarse de hojas verdes inmediatamente y agitaban sus ramas como queriendo abrazar a los niños. Los
pájaros volaban y cantaban con felicidad, las flores se levantaron y se llenaron de colores muy brillantes
sobre la grama vede, era una postal de alegría, perfume y colores. Solamente una pequeña y lejana área
del jardín estaba fría, allí todavía era invierno, en el lugar estaba un pequeño niño, se sentía frustrado
al no poder subir, por eso lloraba desconsoladamente, el árbol también se sentía triste porque aún
estaba cubierto de Hielo, Nieve y el rugir del Viento del Norte aún lo atormentaba.
El árbol le decía al niño, que subiera y le extendía sus ramas para que el niño las tomara, pero era tan
pequeño que no lograba tocar las ramas para poder subir. Mientras todo eso sucedía el gigante
observaba desde su ventana todo aquel renacer, la alegría y el aroma del cambio, sin embargo también
estaba viendo la escena triste del niño y el árbol.
Reflexionó sobre todo lo que estaba pasando en su jardín, y se dijo: “¡Qué egoísta he sido!, entendió por
que la primavera había pasado de largo cuando llego a su castillo y pensó voy a ayudar al niño a subir a
lo más alto del árbol, voy a derribar el muro que había colocado para que los niños no entraran a mi
propiedad y terminó diciendo: mi jardín será el lugar de juego para los niños de aquí en adelante.
Él estaba avergonzado de su actitud egoísta, en la cual solo él disfrutaba de los placeres que daba aquel
bello jardín. Bajó las escaleras los niños se asustaron cuando lo miraron, escaparon y en ese mismo
momento el jardín se llenó nuevamente de Nieve. El niño pequeño no pudo correr, ya que de tanto
llorar sus ojos estaban colmados de lagrimas, que no pudo ver que el gigante se acercaba. El gigante se
acerco a él y lo tomo de una manera muy delicada y cariñosa por sus manos y lo ubicó en una rama en
el árbol. El árbol al tener el contacto con el niño, se llenó de hojas verdes y floreció instantáneamente,
los pájaros se acercaron y empezaron a cantar, el niño abrió sus brazos y estrechó al gigante por el
cuello y le dio un gran beso. Los niños miraban desde lejos al gigante con el niño y vieron que el gigante
no era malo que tenía buenos sentimientos y volvieron a cruzar la puerta corriendo para entrar en el
jardín, la primavera también entró con ellos.
Después de haber jugado todo el día y haber derrochado mucha felicidad, los niños fueron a despedirse
del gigante y éste asombrado por el amor de los niños se despidió de ellos con gratitud, les pregunto
por el niño más pequeño, el que él había ayudado a subir al árbol. El gigante sintió un vínculo especial
por el niño, ya que fue el primero que lo abrazó y le había dado un beso. Los otros niños les
respondieron que no sabían que se había hecho el niño, seguro se había marchado.
El gigante les pidió a los otros niños que le informaran al niño pequeño que él lo esperaba para el día
siguiente sin falta. Los niños le informaron que no lo conocían y no sabían a donde vivía, ellos no lo
habían visto anteriormente, ante esto el gigante se puso un poco melancólico. todas las tardes cuando
terminaban las tareas escolares, los niños se dirigían al jardín, jugaban y pasaban un rato agradable con
el gigante, pero el gigante no volvió a ver al pequeño niño. Él era muy amable y cariñoso con todos los
niños y ellos lo estimaban bastante, pero él extrañaba mucho al pequeño ya que lo consideraba su
primer amigo, frecuentemente hablaba de él con los otros niños.
Siempre decía: “¡Cuánto me gustaría volver a ver al pequeño”! Los años pasaron y el gigante se volvió
viejo y cada vez estaba más débil, ya casi no jugaba con los niños, se sentaba en un sillón grande y se
alegraba observando jugar a los niños y en su maravilloso jardín . Siempre decía con alegría, tengo el
jardín mas bello con las flores más hermosas, pero las flores mas bellas son los niños que juegan en mi
jardín.un día vio una escena maravillosa, en lo más lejano de su jardín había un árbol lleno de hermosos
y pequeñas flores blancas, que aún no se abrían completamente, sus ramas eran de un dorado
majestuoso y los frutos eran de color plateado colgaban bellamente, en la parte baja de su tronco cerca
de sus raíces que brotaban del suelo, se encontraba el pequeño niño que tanto quería volver a ver.
su alegría cuando vio al niño fue mucha y bajo las escaleras corriendo y llegó hasta el jardín hasta
donde estaba el niño, cuando estuvo cerca, la cara del gigante se transformó, se molestó y exclamó:
El gigante le respondió: Quién eres tú, pero en ese instante también el gigante sintió una emoción
extraña, cayendo de rodillas ante el pequeño niño. El pequeño niño le contesto de una manera muy
amorosa: En el pasado me dejaste jugar en tu jardín, hoy vengo a invitarte a mi jardín, que yo lo llamo el
Paraíso. En la tarde como todos los días, los niños llegaron a jugar el jardín, y se encontraron al gigante
que había fallecido a los pies de aquel árbol, cubierto de pequeñas flores blancas.