Cap - 2

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EARTH'S EARLIEST AGES

LAS PRIMERAS ERAS


DE LA TIERRA

G. H. PEMBER

Traducido por RMC


Las primeras eras de la Tierra

Nota del Traductor:


La presente traducción es para uso exclusivamente
personal y en ningún momento para fines comerciales.
Ha sido realizada directamente del original inglés
Earth´s Earliest ages (Edición 1884)
Esta traducción contiene los capítulos del 1 al 10.
Les agradeceríamos hicieran un uso responsable de ella.
R. Martínez C.
www. laiglesiaenmalaga.es
Versión 1.0

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Las primeras eras de la Tierra

Capítulo II

La Creación

El error popular con respecto a la Creación surgió


de la doctrina pagana del Caos

Al comienzo de nuestra investigación, nos enfrentamos a una afirmación


falsa, popular, y profundamente arraigada, con respecto a la creación del
mundo. Esta falacia se remonta a la antigüedad remota, y parece haber
surgido originalmente de un tipo de compromiso entre la revelación y las
leyendas de la cosmogonía pagana.
El poeta Hesíodo nos dice que lo primero que existió fue el Caos; que, de
acuerdo con su etimología, es “el recipiente abierto y vacío de la materia
creada”. Sin embargo, la palabra pronto perdió su sentido estricto y se usó
para designar la masa en bruto e informe de material de la cual se formaron
los cielos y la Tierra. Ovidio lo describe así: “Hubo un tiempo muy remoto
en que la tierra y el mar aún no se habían separado ni habían adquirido la
forma que hoy tienen. Tampoco el cielo, que los cubre por igual a ambos.
Por todas partes se extendía una masa confusa y desordenada, a la que
llamaban Caos” (Metamorfosis, Libro I “Origen del mundo” – ed. Anaya).
En su obra “Fastos”, Jano, al que el autor identifica con el Caos, habla así:

“Los antiguos, pues yo soy un ente primitivo, me llamaban Caos: mira


de qué lejano tiempo voy a recitar los hechos. Este aire transparente
y los tres elementos que restan, fuego, agua y tierra, eran una masa
uniforme. Tan pronto como esta masa se desligó por discordia de sus
componentes, y una vez dispersa, fue a buscar insólitas moradas: la
llama buscó la altura, el espacio más cercano admitió el aire, en
medio del suelo se asentaron la tierra y el mar. Entonces yo, que había
sido masa voluminosa, sin forma, me convertí en imagen y cuerpo
dignos de un dios” (Fastos, libro I).

Por lo tanto, de acuerdo con la cosmogonía de Grecia y Roma, el universo


surgió del Caos. Se cree que Urano, el Cielo, fue el primer dios supremo, sin
embargo, fue expulsado del poder por su hijo Cronos, o Saturno, que más
tarde recibió el mismo tratamiento de su hijo Zeus, o Júpiter. El caos fue lo
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Las primeras eras de la Tierra

primero que existió, y la sucesión fugaz de los dioses que seguidamente


vinieron a la existencia.

Influencia engañosa de esta doctrina en el mundo cristiano

Esta doctrina antigua y ampliamente difundida, como lo fue en el tiempo de


nuestro Señor, no ha dejado de influir en los cristianos verdaderos y falsos.
Entre los falsos, se encuentra la importante secta de los gnósticos, que creían
en la malignidad eterna e intrínseca de la materia, pero a diferencia de los
paganos, enseña que el Ser Supremo también existía desde la eternidad. Los
cristianos ortodoxos escaparon por completo de este error mayor: no
obstante, han dado testimonio de una clara influencia de la creencia popular
en su interpretación del primer capítulo del Génesis. Porque, han hecho que
el primer versículo muestre la creación como una masa confusa de
elementos, de los cuales se formaron el cielo y la Tierra durante los Seis Días,
entendiendo que la frase siguiente es una descripción aproximada de este
asunto antes de que Dios le diera forma. Este punto de vista es el que ha
llegado a nuestros días. Sin embargo, no parece ser probado por las
Escrituras, como veremos más adelante, aunque por los resultados se puede
detectar la astucia de la Serpiente. ¡Qué gran disputa ha causado esto entre
la iglesia y el mundo! ¡Qué excusa tan a mano se les ofreció a los críticos de
las Escrituras, por causa de las dificultades geológicas que en ella se
presentan! ¡Con qué perplejidad contemplamos la Tierra oscurecida con la
sombra del sufrimiento y la muerte en eras anteriores al pecado de Adán!
¡Cuántas mentes jóvenes fueron desviadas por la absoluta imposibilidad de
defender lo que se les ha enseñado a considerar como declaraciones bíblicas!
Por último, ¡cuánto tiempo precioso han perdido los dedicados servidores de
Dios en esta discusión cuando podría haber sido mejor utilizado de otra
manera!

Examen del registro de Moisés. “En el principio”

Volvamos al registro de Moisés y esforcémonos por obtener un significado


claro y evidente. “En el principio”, leemos: “Creó Dios los cielos y la tierra”
(Gn. 1:1). El principio se refiere, por supuesto, a la primera existencia de
aquello que concierne a la historia, el cielo y la Tierra1. Por tanto, de una vez,

1Por lo tanto, la expresión tiene en este caso un sentido muy diferente del que lleva en el
primer verso de Juan. Aquí se usa como el principio del tiempo; pero allí de las incontables
edades de la eternidad antes de que fuera el tiempo. El tercer versículo de Juan, “Todas las
cosas por Él fueron hechas”, nos llevan al período del principio de Génesis.
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Las primeras eras de la Tierra

esto pone fin a las especulaciones sobre la eternidad de la materia. Dios fue
antes de lo que se ve, y por Su voluntad suprema, llamó las cosas a la
existencia. Y una vez más, esta breve frase aplica un golpe mortal a todos los
panteístas que intentan identificar a Dios con la naturaleza. La naturaleza es
sólo una más de Sus muchas creaciones, una de las obras de sus manos: sus
años pueden contarse, así como es conocido el día de su nacimiento. Sin
embargo, Él es Dios desde la eternidad hasta la eternidad.

Se dice que la Tierra y sus alrededores fueron “creados” al principio;


mientras que en los Seis Días solo fueron “hechos”.
Significado de las palabras hebreas bara, asah y yatsar

Ahora, en la descripción inspirada de lo que ocurrió al principio, no se dice


que el cielo y la Tierra se moldearan, tomaran forma o fueran hechas de un
material, sino que fue creada. Porque, sea cual sea el significado original de
la palabra hebrea “bara”, parece cierto que en este pasaje y en otros como él,
se usa para “llamar a la existencia algo sin la ayuda de materiales
preexistentes”. Los escritores hebreos le daban este significado, y el rabino
Nackman declara que no existe otra palabra para expresar que algo ha sido
producido de la nada. Sin embargo, y por supuesto, es fácil de entender que
una lengua pueda no tener un verbo que originalmente esté confinado a este
significado: porque la idea no hubiese sido concebida por el hombre sin la
ayuda de la revelación. Las teorías desarrolladas, tan populares en nuestros
días, unidas a que casi invariablemente son más o menos escépticas, indican
la inclinación natural de la mente humana a este punto: y el poeta filósofo
Lucrecio fue un representante de esto, cuando declaró que el primer principio
de la naturaleza era: “Nada ha sido elaborado a partir de la nada por el
poder divino” (De Rerum Natura I. 150 - Sobre la naturaleza de las cosas).
Por lo tanto, podemos entender fácilmente que la palabra elegida por el
Espíritu Santo para expresar la creación puede haber significado previamente
la formación de la materia. Sin embargo, su uso es suficientemente definido
en este y otros pasajes similar. Porque se nos dice que en el principio, Dios
creó los cielos y la Tierra, pero las Escrituras nunca nos dicen que lo hizo en
seis días. El trabajo de esos días era, como veremos, algo muy diferente de
la creación original: eran tiempos de restauración, y se utiliza la palabra
hebrea asah, la cual está generalmente relacionada a esos tiempos.
Asah significa hacer, dar forma, o preparar a partir de material existente,
como, por ejemplo, construir un barco, edificar una casa o preparar una
comida.

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Las primeras eras de la Tierra

Sin embargo, hay dos actos de creación mencionados en la historia de los


Seis Días. En primer lugar, está escrito que Dios creó a los habitantes de las
aguas y las aves del cielo, porque éstos no consisten solamente en el molde
material de sus cuerpos, sino un principio de vida interior que sólo podía ser
otorgado por un acto directo de creación (Gn. 1:21). Por tanto, aquí, el
cambio de la palabra es muy comprensible. Del mismo modo, se dice que el
hombre fue creado, aunque en el segundo capítulo dice claramente que su
cuerpo fue formado del polvo (Gn. 1:27; 2:7). Debido a que el verdadero
hombre es el alma y el espíritu: el cuerpo, el cual cambia naturalmente cada
siete años y que debe terminar pudriéndose en la tumba, es considerado
simplemente como el revestimiento exterior, lo que le da el poder de
interactuar con su ambiente actual, y cuyos materiales fueron
apropiadamente tomados de esa tierra en contacto con la que estaba
destinado a vivir.
En el registro detallado del origen del hombre, se usa una tercera palabra
para dar sentido a la formación de su cuerpo: Yatzar, la cual significa dar
forma, moldear, como el barro del alfarero (2:7).
Un pasaje de Isaías ilustra muy bien el significado y la relación de estos
tres verbos: “todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he
creado, los formé y los hice” (Is. 43:7). Kimchi hace la siguiente observación
acerca de este versículo: “Yo lo he creado, es decir, lo he producido de la
nada; formado, es decir, que había llegado a existir en una forma o molde
designado; hecho, es decir, he hecho las disposiciones y arreglos finales
respecto a él”.

Un débil reflejo del poder creador de Dios puede, tal vez,


ser detectado por el hombre

Por tanto, Dios, en el principio, creó los cielos y la Tierra, no sólo las
materias primas de los cuales fueron formados posteriormente. Cómo se
realizó este maravilloso trabajo no se nos relata: pero es posible que el poder
creador de Dios tenga una analogía con los seres que se han hecho a Su
imagen, una analogía que ilustra muy bien la distancia entre la criatura y el
Creador. Sabemos que con la fuerza de la imaginación, no sólo podemos
poner ante nuestros ojos escenas que nos interesaban desde hace mucho
tiempo, lugares que con placer visitaríamos en cuerpo, las formas de seres
queridos que partieron, tan queridos para nosotros como nuestra propia vida,
sino también imaginar eventos futuros, tal como nos gustaría que fueran. Sin
embargo, la visión es a menudo borrosa, efímera y profana. Pero tal vez, de
alguna manera, al tiempo que producimos este cuadro oscuro y caído, los

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Las primeras eras de la Tierra

pensamientos de Dios, que vienen de las profundidades de Su santidad y Su


amor, adoptan forma inmediatamente y, en lugar de convertirse en sueños
insustanciales y evanescentes, lo hacen en una preciosa realidad,
estableciéndose para siempre, a menos que Él opte por cambiarlo o quitarlo.
Así, puede ser que una hueste de incontables soles y planetas que componen
el universo de repente vean la luz por voluntad de Dios y en un momento,
iluminen la región oscura del espacio con un alarde de colores (glorias).

El primer versículo del Génesis no es un resumen de lo que sigue,


sino un registro del primero de una serie de eventos

El cielo mencionado en el primer versículo del Génesis es el cielo estrellado,


no el firmamento que rodea inmediatamente nuestra tierra2: y puesto que su
historia no se desarrolla más, puede, por lo que sabemos, que haya
permanecido, desarrollándose, quizás, pero sin cambios violentos desde el
momento de su creación hasta ahora. Sin embargo, no ha sido así con la
Tierra, como a continuación se muestra en el próximo versículo: “Y la tierra
estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo”
(Gn. 1:2).
Ahora bien, la “Y”, según el uso hebreo -así como en la mayoría de
muchos otros idiomas- demuestra que el primer versículo no es un
compendio de lo que sigue, sino una declaración del primer acontecimiento
en el registro. Porque si fuera meramente un resumen, el segundo versículo
sería el verdadero comienzo de la historia, y no comenzaría con una
copulativa. Un buen ejemplo de esto podría ser el quinto capítulo del
Génesis: “Este es el libro de las generaciones de Adán” (Gn. 5:1). Estas
palabras son un compendio del capítulo, y, en consecuencia, la siguiente
frase comienza sin copulativa. No tenemos, por tanto, en el segundo
versículo del Génesis, el primer detalle de la declaración general de la frase
anterior, sino el registro de un evento siguiente totalmente diferente y
posterior, que no afectó el cielo sideral, sino sólo a la Tierra y su entorno
inmediato. Y ahora debemos esforzarnos en descubrir qué fue ese evento.

2 Véanse las observaciones sobre el Cuarto Día en el capítulo IV, y también la exposición
de Génesis 2:4, en la última parte del mismo capítulo.
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Las primeras eras de la Tierra

Las palabras traducidas, “la Tierra estaba desordenada y vacía,


cuando se entienden correctamente describen una catástrofe que le
aconteció a la Tierra algún tiempo después de su creación

De acuerdo con nuestra versión: “La tierra estaba desordenada y vacía”.


Este, sin embargo, no es el sentido de la palabra hebrea, sino sólo una
evidente ilustración de la leyenda del caos. Fuerst dice que el significado
correcto de “desordenada3” es “en ruina”, o “asolada”. La segunda palabra
significa “vacío”, esto es, “lo que está vacío”, por lo que en este caso, la
traducción de la versión Autorizada (inglesa) es aceptable. Estas palabras se
encuentran juntas en sólo dos pasajes, y en ambos son utilizadas para
expresar claramente el estrago causado por el derramamiento de la ira de
Dios.
En una profecía de Isaías, después de una maravillosa descripción de la
caída de Edom el día de la venganza, nos encontramos con la expresión “Y
se extenderá sobre ella cordel de destrucción, y niveles de asolamiento” (Is.
34:11). Las palabras “destrucción” (en inglés dice “confusión”), y
“asolamiento” (en inglés dice “vacío”) son en hebreo, las mismas traducidas
como “desordenada y vacía”. Y el sentido es que al igual que el arquitecto
hace un uso cuidadoso de la línea de plomada para levantar el edificio a la
perfección, así hará el Señor para un asolamiento completo.
No hay, pues, posibilidad de error en relación con el significado de las
palabras en este lugar. El segundo pasaje es aún más concluyente, porque, al
describir la devastación de Judá y Jerusalén, Jeremías lo compara con la
destrucción pre-adámica y exclama: “Miré a la tierra, y he aquí que estaba
asolada y vacía; y a los cielos, y no había en ellos luz. Miré a los montes, y
he aquí que temblaban, y todos los collados fueron destruidos. Miré, y no
había hombre, y todas las aves del cielo se habían ido. Miré, y he aquí el
campo fértil era un desierto, y todas sus ciudades eran asoladas delante de
Jehová, delante del ardor de su ira. Porque así dijo Jehová: Toda la tierra
será asolada; pero no la destruiré del todo” (Jer. 4:23-27).
Por tanto vemos que la palabra hebrea “tohu” significa “asolado” o “lo
que esta asolado”, y el término “bohu” significa “vacío” o “lo que está
vacío”, refiriéndose, probablemente, a la ausencia de la vida (“Y miré, y no
había ningún hombre”, etc.). Y nuevamente el verbo traducido “estaba” se
usa ocasionalmente con un acusativo simple, en el sentido de “ser hecho” o
“llegar a ser”. Un ejemplo de esto se puede encontrar en la historia de la
mujer de Lot, cuando dice que se “volvió (convirtió en) una estatua de sal”
3 N. del T. En inglés dice: “sin forma”; otras versiones en español, “sin orden”
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Las primeras eras de la Tierra

(Gn. 19:26). Este sentido, es sin lugar a dudas, el mejor para nuestro
contexto. Por lo tanto, podemos adoptarlo y traducir así: “La Tierra se volvió
(convirtió) asolada y vacía, y la oscuridad estaba sobre la faz del abismo”.
Pero, si necesitamos más evidencias para probar que nuestro versículo no
describe una masa caótica creada en principio por Dios y a la que después se
le dio forma, entonces, tenemos una declaración directa y positiva en el
capítulo 45 de Isaías: “Porque así dijo Jehová, que creó los cielos; él es Dios,
el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para
que fuese habitada la creó: Yo soy Jehová, y no hay otro” (45:18). Vemos,
entonces, que Dios no creó la Tierra un “tohu”. Esta palabra, por lo tanto, sea
cual sea el significado que se le asigne, no puede ser una descripción de la
condición más primitiva de la Tierra. Sin embargo, nuestros traductores han
oscurecido el hecho mediante la traducción de tohu por “sin forma” (o
“desordenada”). Ni siquiera han comparado los pasajes en que aparece,
porque si lo hubieran hecho, habrían visto la conveniencia de traducir la
referencia manifiesta a la creación de Isaías igual que en Génesis.

Hay, por lo tanto, un amplio espacio entre el primer y el segundo versículo


del Génesis para todas las eras geológicas, a las cuales, sin embargo,
no se alude en las Escrituras. Motivo de la omisión

Es evidente, entonces, que el segundo versículo del Génesis describe la


Tierra como una ruina, pero no hay ninguna indicación sobre el tiempo
transcurrido entre la creación y esta ruina. Siglos y siglos pudieron haber
pasado, y fue probablemente en el curso de los cuales que la corteza terrestre
se fue desarrollando gradualmente. Vemos, pues, que los ataques geológicos
contra las Escrituras están totalmente fuera de lugar, son meros disparos al
aire. Hay espacio para cualquier período de tiempo entre el primer versículo
y el segundo de la Biblia. Y de nuevo; puesto que no tenemos ningún registro
inspirado de las formaciones geológicas, somos libres de creer que fueron
desarrollándose en el orden en el que las encontramos. Todo el proceso
ocurrió en la época pre-adámica, en relación, tal vez con seres de otra raza,
lo cual no nos interesa en este momento.
Cabe señalar que desde la caída del hombre, Dios no ha revelado nada
para satisfacer el mero deseo de conocimiento, sino sólo aquellos asuntos
que pudieran ilustrar satisfactoriamente Su eterno poder y Deidad, nuestra
condición caída, con su remedio en el amor insondable, la promesa de una
rápida liberación del pecado, una restauración completa por Su favor y una
vida infinita de perfecta obediencia y gozo.

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Las primeras eras de la Tierra

En nuestra condición actual, el conocimiento es una posesión peligrosa

El conocimiento en esta vida es un don lleno de peligros, ya que nuestra


principal tarea aquí es aprender la lección de la absoluta dependencia de Dios
y una total sumisión a Su voluntad. Su trato con nosotros tienen como fin el
que Él pueda atraernos de nuestros propios propósitos y quitar la soberbia de
nosotros (Job 33:17). Sin embargo, el conocimiento produce la exaltación
indebida, a menos que vaya acompañada de un poderoso derramamiento de
la gracia. Fue la visión del conocimiento la que llenó el seno de nuestra
primera madre con aspiraciones impías, y le hizo escuchar al Tentador, al
ofrecerle la esperanza de ser como Dios. Y es un hecho nefasto que después
de la caída, los primeros inventores de las artes y las ciencias fueron los
descendientes, no del creyente Set, sino del deísta y asesino Caín.
Así que en nuestros días, los líderes de la ciencia son a menudo los líderes
de la infidelidad, aborrecedores de Dios y la oración. Excepto por una gracia
especial, el hombre parece incapaz de soportar el menor peso de poder sobre
sus hombros sin perder el equilibrio.
Por eso, las Escrituras adoptan exactamente la actitud que hay que
esperar, y en su conjunto, así como en los versos que nos ocupan, evita el
contacto con la ciencia de los hombres. Dios no nos prohíbe investigar, hasta
donde podamos alcanzar, las leyes de Su universo, pero se niega a ayudar o
acelerar nuestros estudios realizados por medio de la revelación. En la
actualidad, prefiere centrarse más en la renovación moral de nosotros
mismos y nuestros semejantes. Sin embargo, después de un corto período de
tiempo, abrirá su inmenso caudal de sabiduría para aquellos que le aman y
confían en Él, complaciendo sus almas con los secretos de Su poder creador.

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