Sentencia de Corte Suprema de Justicia - Nº 7921 de 1 de Junio de 2005

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29/5/2021 Sentencia de Corte Suprema de Justicia - nº 7921 de 1 de Junio de 2005

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Sentencia de Corte Suprema de Justicia - nº 7921 de 1 de Junio de 2005

Fecha de Resolución: 1 de Junio de 2005

Número de Proceso: 7921

Número de Providencia: 108

Sentido del Fallo: NO CASA

Historial del Caso: Resuelve recurso contra sentencia de Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, Sala de Familia

Bienes. Liquidación de la sociedad patrimonial entre compañeros permanentes. Prescripción de la acción de disolución. Interrupción civil

Sentencia citada en: 26 sentencias

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACION CIVIL

Magistrado Ponente:

CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO

Bogotá, D.C., primero (01) de junio de dos mil cinco (2005)

Referencia: Expediente No. 7921

Se decide el recurso de casación interpuesto por la parte demandante contra la sentencia del 4 de
noviembre de 1998, proferida por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, Sala de
Familia, en el proceso ordinario promovido por A.B.C.C. frente a G.H.R.I..

ANTECEDENTES

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1. La referida demandante llamó a proceso ordinario de mayor cuantía al aludido demandado,


para que en sentencia se declarase que entre ellos existió una unión marital de hecho y, por
ende, una sociedad patrimonial entre compañeros permanentes.
2. Para sustentar sus pretensiones, adujo la demandante que ella y su demandado tuvieron
comunidad de vida permanente y singular desde enero de 1991 hasta el primero de noviembre
de 1993, dentro de la cual fueron procreados los menores A.M. y J.P.R.I., nacidos el 14 de enero
de 1991 y el 27 de septiembre de 1993, respectivamente.

Se adujo también que la relación de pareja se inició en la ciudad de Cali, continuando desde
febrero de 1992 en Bogotá, donde finalizó sin que se haya producido ninguna reconciliación.

3. Trabada la relación jurídico procesal, con oposición del demandado, quien propuso las
excepciones de "Prescripción de la acción declaratoria de disolución y liquidación de la sociedad
patrimonial entre compañeros" y "Cobro de lo no debido", se tramitó la primera instancia, a la
que se puso fin por el Juzgado Diecinueve de Familia de esta ciudad, mediante sentencia del 20
de mayo de 1997, en la que declaró que entre las partes existió una unión marital de hecho
"desde el 31 de diciembre de 1990 hasta el 1º de noviembre de 1993"; acogió la excepción de
prescripción aludida, negando entonces las demás pretensiones de la demanda, y condenó en
costas a la parte demandante, pero en un 60% de las mismas.

4. Inconforme la demandante con lo así resuelto, interpuso contra dicho fallo el recurso de
apelación, restringido a lo que le fue desfavorable, impugnación que fue decidida por el
Tribunal Superior mediante sentencia del 4 de noviembre de 1998, confirmatoria de la
proferida por el a quo, la que fue adicionada mediante fallo del 18 de diciembre siguiente, en el
sentido de revocar lo concerniente a la condena en costas.

LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL

Tras precisar que su competencia se restringía a las decisiones del a quo relacionadas con la
sociedad patrimonial entre compañeros permanentes y la condena en costas, señaló el
sentenciador de segundo grado los casos en que, según la ley, se presumía la existencia de
aquella, la cual, precisó, debía ser declarada judicialmente, pues "no basta con que haya una
unión marital de hecho respecto de la pareja, ni ausencia de impedimento" (fl. 25, cdno. 3).

Señaló luego el Tribunal que las acciones tendientes a obtener la disolución y liquidación de la
sociedad patrimonial en comento, tienen un término de prescripción de un año, que se cuenta a
partir de la separación física y definitiva de los compañeros, destacando los hechos que, según
la ley, dan lugar a suponerla, como el matrimonio con terceros, la muerte de uno de ellos o la
simple separación de la pareja.

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Agregó que, según el artículo 2º de la ley 54 de 1990, la sociedad patrimonial existe "desde el
momento en que hay unión marital de hecho entre la pareja, hasta cuando de conformidad con
la ley se disuelve", siendo menester provocar su declaración judicial dentro del plazo
prescriptivo mencionado, el cual transcurre "ininterrumpidamente". Evocó entonces el ad quem
la jurisprudencia y la doctrina sobre la materia, para señalar que "para efectos de considerar
interrumpida la prescripción (con la presentación de la demanda)" corresponde al actor realizar
las actividades tendientes a notificar al demandado el auto admisorio dentro de los 120 días
siguientes a la notificación al demandante", según lo dispone el artículo 90 del Código de
Procedimiento Civil (fls. 26 7 27, cdno. 3).

Bajo este entendimiento, resaltó el Tribunal que no podía aceptar el criterio de la parte
demandante en el sentido de que la sola presentación de la demanda generaba el efecto de
interrumpir la prescripción, pues ello significaría que aquel "dejara transcurrir por un término
indefinido la oportunidad que tiene para desarrollar la carga procesal, en detrimento de los
derechos del demandado, quien estaría ante la incertidumbre de una notificación que
dependería de la actividad del demandante". Más adelante agregó que si no se exigiera ninguna
carga procesal al demandante con tal propósito, resultaría "injusto para con el demandado
quien por no saber que se ha producido ese acto (presentación de la demanda), sólo se entera
que hay una demanda en su contra cuando es notificado, sin poder hacer uso de su derecho de
defensa alegando la excepción de prescripción" (fls. 27 y 29, cdno. 3).

Acorde con el anterior planteamiento, acotó el juzgador que si bien la demanda se presentó en
forma oportuna, pues este acto sucedió el 31 de agosto de 1994, antes de vencerse el plazo anual
de prescripción que comenzó a correr el primero de noviembre de 1993, la parte demandante no
cumplió con la carga procesal referida, pues la notificación del demandado se alcanzó el 15 de
julio de 1996, destacando el Tribunal que aquella fue descuidada en su actividad procesal, tanto
así que las expensas para obtener la notificación sólo se suministraron el 26 de abril de esta
última anualidad.

Finalmente, señaló el ad quem que la prescripción únicamente se estableció para iniciar la


acción tendiente a obtener la disolución y liquidación de la sociedad patrimonial, pero no
afectaba la declaración de existencia de la unión marital de hecho. Remató sus consideraciones
aduciendo que no se había acreditado la interrupción de la prescripción, como quiera que en el
acta de la audiencia adelantada dentro del proceso de alimentos que contra el demandado cursa
en el Juzgado Quinto de Familia de esta ciudad, no aparecía que éste hubiera aceptado la
existencia de la sociedad patrimonial formada con la demandante.

LA DEMANDA DE CASACION

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En ella se formularon cuatro cargos, el primero por la causal segunda de casación y los restantes
por la primera, los cuales se analizarán en el orden propuesto, articulando los tres últimos, en
atención a que, en lo basilar, se refieren a una misma temática.

CARGO PRIMERO

Con estribo en la causal segunda de casación prevista en el artículo 368 del C. de P.C., acusó el
recurrente la sentencia de no estar en consonancia con las pretensiones de la demanda.

En la explicación que hizo del cargo, señaló el censor que por solicitud del Juzgado de primera
instancia, efectuada en el auto inadmisorio del libelo inicial, se excluyó de las pretensiones de la
demanda la que se dirigía a obtener una declaración de disolución y liquidación de la sociedad
patrimonial entre compañeros permanentes, de suerte que únicamente se suplicó la
declaratoria de existencia de la unión marital de hecho y consecuentemente de la sociedad
patrimonial.

Sin embargo, el Tribunal, al confirmar la sentencia de primera instancia, ponderó y negó la


pretensión de disolución y liquidación de sociedad patrimonial, al considerar que se encontraba
prescrita, olvidando que dicho pedimento no fue esgrimido ni objeto de debate judicial, por lo
que la sentencia incurrió en vicio de incongruencia por extra petita.

Adujo el recurrente que le causaba perplejidad que la justicia le hubiere ordenado al litigante
que excluyera una pretensión, para luego negársela.

CONSIDERACIONES
1. En orden a resolver esta censura, se memora que para el Tribunal, el término de prescripción
establecido en el artículo 8º de la Ley 54 de 1990, también aplica para la declaración de
existencia de la sociedad patrimonial entre compañeros permanentes. Fueron sus palabras, que
esa acción "debe ser intentada dentro del plazo estipulado legalmente; lo que indica que es
prescriptible en un año, pues es necesario que en forma rápida se establezca la certeza jurídica
de la existencia de una sociedad patrimonial que la ley presume que existe, por el hecho de que
haya unión marital entre compañeros permanentes..." (se subraya; fl. 26, cdno. 3).

Lo anterior evidencia que el sentenciador de segundo grado, al confirmar el fallo del juzgado
que acogió la excepción de prescripción propuesta por la parte demandada, tomó como piedra
de toque la pretensión segunda de la demanda, en la que se solicitó declarar la existencia de la
sociedad patrimonial entre compañeros permanentes (fl. 6, cdno. 1), sólo que entendió que la
respectiva acción estaba prescrita, de donde se colige que el Tribunal, en estrictez, se pronunció
sobre una súplica planteada en la demanda, y no sobre una petición retirada de la misma.

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Por consiguiente, si el vicio de incongruencia se presenta "cuando el juez condena a más de lo


pedido (ultra petita), o a lo no pedido (extra petita), o cuando no resuelve todo o parte de lo
pedido (citra petita)" (Sentencia de 14 de julio de 1987, reiterada en fallo de 29 de agosto de
2000; exp.: 5380), es claro que, en este caso en particular, no puede reprocharse al Tribunal por
haber incurrido en dicho defecto de procedimiento, más concretamente en haber decidido sobre
un asunto no planteado en el litigio, como quiera que su fallo se inscribió "formalmente- dentro
de la propuesta contenciosa que hizo la señora C. en su escrito de demanda, una de ellas tocante
con la declaración de existencia de la sociedad patrimonial con el señor R., cuya acción, se itera,
estimó prescrita al amparo de la excepción esgrimida por éste.

2. Ahora bien, cosa distinta es si el ad quem aplicó rectamente el ordenamiento jurídico, al


considerar que el plazo de prescripción consagrado en el artículo 8º de la Ley 54 de 1990, se
extiende a la declaración judicial de existencia de la sociedad patrimonial.

Pero esa discusión es propia de la causal primera de casación, atinente a los vicios in iudicando,
en la medida en que involucra las razones de orden sustantivo que esgrimió el Tribunal para
abrirle paso a la prescripción propuesta, temática que, como es sabido, resulta ajena al segundo
motivo de casación, pues "distinto de no decidir un extremo de la litis, es resolverlo en forma
adversa al peticionario. En el primer caso el fallo sería incongruente y, en consecuencia, podría
ser atacado en casación con base en la causal segunda; en el otro no, puesto que el fallo adverso
implica un pronunciamiento del sentenciador sobre la pretensión de la parte que sólo podría ser
impugnado a través de la causal primera..." (G.J. t. CLXVI, pág. 9).

El cargo, entonces, no prospera.CARGO SEGUNDO

Al amparo de la causal primera de casación, se acusó la sentencia de violar directamente los


artículos 1, 2, 5 y 8 de la Ley 54 de 1990; 90 del C. de P.C.; 2512 y 2535 del C.C.; 3 y 8 de la Ley
153 de 1887, "unas por falta de aplicación y otras por aplicación indebida" (fl. 9, cdno. 5).

En síntesis, adujo el censor que según el parágrafo del artículo 8º de la Ley 54 de 1990, el
término prescriptivo de la acción encaminada a disolver y liquidar la sociedad patrimonial entre
compañeros permanentes, se interrumpe con la sóla presentación de la demanda, norma esta
que, por su carácter especial, torna inaplicable el artículo 90 del C. de P.C., en cuanto supedita
ese efecto a la intimación del auto admisorio de la demanda dentro de determinado plazo.

Agregó que no procedía el reenvío, puesto que el legislador no lo previó; tampoco la analogía,
porque el tema se encuentra regulado; menos aún la interpretación extensiva, porque la
disposición no es meramente enunciativa. Además, acotó, "¿qué sentido tendría la inclusión del
mentado parágrafo, si con él o sin él se aplicaría el art. 90"" (fl. 11, cdno. 5).

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CARGO TERCERO

Esta censura también le reprocha al Tribunal el quebrantamiento directo de las normas


referidas en el cargo anterior, para señalar que el término de prescripción de la acción de
disolución y liquidación de la sociedad patrimonial entre compañeros permanentes, sólo puede
computarse una vez declarada la existencia de la sociedad, pretensión ésta que no se encuentra
sometida a dicho plazo, sino al general de 20 años establecido en el artículo 2356 del C.C.

Argumentó el casacionista que tal conclusión se impone, porque no se puede disolver lo que no
existe, de suerte que si la sociedad patrimonial tiene que ser declarada judicialmente, mientras
esta condición suspensiva no se cumpla, no puede correr el plazo prescriptivo de la acción
encaminada a disolverla.

Estimó luego que el Tribunal aplicó la prescripción de que trata el artículo 8º de la Ley 54 de
1990, a la súplica vinculada a la declaración de existencia de la sociedad patrimonial que hubo
entre las partes, sin advertir que dicho término no guarda relación con esa pretensión. Más aún,
aunque el juzgado había ordenado excluir la solicitud dirigida a que se ordenara la disolución y
liquidación de dicha sociedad, requerimiento que fue atendido por el demandante, en la
sentencia se declaró que esta última acción estaba prescrita, lo que resulta "desencaminado",
pues la demanda no comprendió esa petición, ni el fallo declaró la existencia de la mentada
sociedad.

CARGO CUARTO

Planteado por la vía indirecta, este cargo acusa la violación de los artículos 1, 2, 5 y 8 de la Ley
54 de 1990; 2512, 2514, 2535 y 2536 del Código Civil; 174, 175, 187 y 249 del Código de
procedimiento Civil, como consecuencia de errores de hecho manifiestos en la apreciación de
las pruebas.

Para demostrar su acusación, el recurrente señaló que el Tribunal dejó de valorar el


interrogatorio de parte absuelto por el señor Rojas; el memorial de 15 de julio de 1996, suscrito
por la parte demandante, en el que se solicitó el levantamiento de una medida cautelar, sobre la
base de un acuerdo verbal realizado entre las partes para conciliar los aspectos patrimoniales de
la unión marital; otro escrito de fecha 13 de agosto siguiente, en el que la apoderada judicial del
demandado alude al referido acuerdo verbal; así como los memoriales que obran a folios 94 y 97
del cuaderno principal, en los que la parte demandante solicitó no levantar la cautela por
incumplimiento del acuerdo, y la apoderada del demandado admite que sí se habló de una
reunión.

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Para el impugnante, el Tribunal erró de hecho porque no dio por demostrado, estándolo, que el
señor R. reconoció tácitamente los derechos de la señora C.; que ese reconocimiento se hizo
después de consumada la prescripción, a la cual, por tanto, renunció el demandado.

Citó luego el censor los apartes de las pruebas que, según él, no fueron apreciadas, con énfasis
en las manifestaciones que hizo el demandado en el interrogatorio de parte, relativas a que "yo
sí le hice un ofrecimiento a A.B., pero fue de escriturar el apartamento de la ciudad de Cali única
y exclusivamente a mis menores hijos A.M. y J.P.. Finalizado el pleito, se escrituraría a mis
menores hijos..., siempre y cuanto haya una conciliación", lo mismo en cuanto a una "posible
reunión" que sostendrían las partes (fl. 143, cdno. 1). Para el impugnante, en esa confesión se
reconoció la existencia de la sociedad patrimonial, pues no de otra forma se entiende el
ofrecimiento que hizo. Por consiguiente, el Tribunal debió aceptar que el señor R. renunció a la
prescripción.

Finalmente, precisó el recurrente que el Tribunal "no vio la prueba indiciaria que refulge en los
autos", dada la conducta que asumió el demandado, puesto que unas veces negó la existencia de
la reunión en que hizo la propuesta, luego convino en que sí se habló y, por último, que no había
ido porque la demanda contenía hechos irreales y no tenía tiempo para esa "charla" (fl. 18,
cdno. 5).

CONSIDERACIONES
1. En estas censuras, in complexu, se cuestionan tres aspectos vinculados al término prescriptivo
de la acción para obtener la disolución y liquidación de la sociedad patrimonial entre
compañeros permanentes, a saber: el primero, tocante con el momento a partir del cual
comienza a correr el plazo de un año a que se refiere el artículo 8º de la Ley 54 de 1990; el
segundo, relativo a su interrupción, más concretamente a la aplicación del articulo 90 del
Código de Procedimiento Civil, y el tercero, referente a la renuncia que de la prescripción habría
hecho el demandado.

a. En lo que concierne a la fecha que debe servir como detonante para contabilizar el término
prescriptivo de la acción para disolver y liquidar la sociedad patrimonial entre compañeros
permanentes, el recurrente considera que ese momento está dado por la época en que se declara
judicialmente la existencia de la sociedad patrimonial.

Empero, fue el propio legislador el que zanjó "ab initio- toda controversia, al precisar que el año
respectivo se contaba "a partir de la separación física y definitiva de los compañeros, del
matrimonio con terceros o de la muerte de uno o ambos compañeros" (art. 8, Ley 54/90),
clausurando así la posibilidad de adoptar otro punto de partida que, como la declaración de

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existencia de la respectiva sociedad patrimonial, se aleja del común denominador presente en


los expresados motivos de orden legal, referidos todos a la terminación de la unión marital de
hecho.

Por consiguiente, que la ley reclame una declaración "no necesariamente judicial- de certeza de
la existencia de la citada sociedad patrimonial, no puede traducir que la irrupción del término
prescriptivo de la acción encaminada a disolverla y liquidarla, esté condicionada a que medie
sentencia ejecutoriada o acta de conciliación que de fe de esa sociedad, pues si se miran bien las
cosas, es apenas lógico que la disolución tenga lugar cuando la vigencia de la sociedad
patrimonial llega a su fin, con independencia de si media o no la referida declaración. Tal la
razón para que la ley ponga pie en tres hechos que, en sí mismos considerados, son bastante
para ultimar la unión marital entre compañeros permanentes y, desde luego, a sus efectos
patrimoniales, como son el distanciamiento definitivo de la pareja, la celebración de
matrimonio con un tercero, o el fallecimiento de uno de ellos.

De esta forma, a no dudarlo, se otorgó seguridad a los asuntos familiares en materias tan
delicadas como la prescripción de las acciones vinculadas al finiquito del patrimonio común de
los compañeros, cuyo plazo no puede manejarse en términos contingentes como sería la
duración de un pleito judicial encaminado a que se reconozca la existencia de la unión marital
de hecho y de la respectiva sociedad patrimonial, pues si así fuera, quedaría incierto el
momento en el que despuntaría el plazo prescriptivo, cuyo cómputo, por expresa voluntad del
legislador, quedó condicionado a la configuración de situaciones objetivas vinculadas a la
disolución de la familia estructurada por vínculos naturales, concretamente a la verificación de
uno de los acontecimientos que integran el aludido trinomio, ex lege.

Es más, la previsión legislativa que se comenta armoniza con la regla contenida en el artículo
2535 del Código Civil, de cuya inaplicación se duele el recurrente, pues si es claro que el
cómputo de la prescripción extintiva está ligado a la posibilidad de ejercicio de la respectiva
acción "de allí la referencia a la exigibilidad-, resulta consecuente con ese postulado, que el
despunte del plazo para ejercer la acción para disolver y liquidar la sociedad patrimonial, se
verifique en el instante mismo en que puede demandarse la repartición del patrimonio social,
esto es, cuando ocurre uno de los hechos que da lugar a la disolución (terminación de la unión
marital por matrimonio con un tercero, o por voluntad de los compañeros, o por la muerte de
uno de ellos), según lo establece el artículo 5º de la Ley 54 de 1990, disposición que se
encuentra a tono con lo previsto en el artículo 8º de la misma ley.

Por ende, no se equivocó el Tribunal al tomar como piedra de toque para contabilizar el plazo de
prescripción de la acción encaminada a disolver y liquidar la sociedad patrimonial, la fecha en
que los compañeros permanentes cesaron su vida en común, esto es, el primero de noviembre

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de 1993, pues, como quedó explicado, el derecho a pedir la disolución y liquidación, ministerio
legis, nace cuando fenece la sociedad patrimonial, no así cuando se declara que ella existió.

Es importante acotar que la censura propuesta apuntó, en lo fundamental, a enrostrarle por la


vía directa un error jurídico al Tribunal, por haber computado el plazo prescriptivo de la acción
de disolución y liquidación de la sociedad patrimonial, desde la fecha en que las partes dejaron
de ser compañeros permanentes. Y si tal propósito se frustró, por haberse evidenciado el acierto
de aquel, resulta innecesario analizar "en el asunto litigado- si el término en cuestión también
aplica a la acción dirigida a que se declare la existencia de la sociedad patrimonial, o si, por el
contrario, ella queda sometida a las reglas generales previstas en el Código Civil, habida cuenta
que, cualquiera que sea la postura que se adopte, la señora C., por causa de la prescripción, no
tiene derecho a pedir la repartición de los bienes que conformaron dicha sociedad, según lo
declaró el ad quem en la sentencia acusada, la cual, en este punto, permanece intangible.

b. En relación con la forma civil de interrumpir el plazo prescriptivo de la acción a que se viene
haciendo referencia, adviértase que el parágrafo del articulo 8º de la Ley 54 de 1990, en lo
basilar, no hace más que reproducir la regla consagrada en el inciso final del articulo 2539 del
Código Civil.

1) N. que la primera de dichas disposiciones se remite a la "presentación de la demanda", como


hito suficiente para truncar el decurso del plazo, tal cual lo establece la segunda de las normas
aludidas, que, de manera general, hace referencia a "la demanda judicial". Y adviértase también
que el articulo 90 del C.P.C., no desconoce esa exigencia del orden sustancial, sino que mas bien
la complementa, pues presupone que la presentación de la demanda sí tiene la virtualidad de
interrumpir el término para la prescripción, solo que supedita ese efecto a que el auto admisorio
de la respectiva demanda se notifique en un determinado periodo, que actualmente es de un
año (Ley 794/03), pero que al tiempo en que se tramitó el proceso era de 120 días contados
desde la notificación de esa providencia al demandante.

Desde luego que no se puede argumentar la especialidad o la posterioridad de la norma de la


Ley 54 de 1990 para evitar la aplicación del articulo 90 del C.P.C., pues si se miran bien las
cosas, este último precepto, a diferencia del primero (art. 8º ), se limita a consagrar una carga
procesal que, por supuesto, tiene determinados efectos sustanciales, por lo que siendo
imperativas las normas de procedimiento (art. 6 C.P.C.), es incontestable que quienes
concurren a un proceso judicial de naturaleza civil, no pueden sustraerse de su aplicación.

2) Tampoco se puede traer como argumento la simple y llana expresión literal de la norma, toda
vez que, por ese camino interpretativo, se deja de escrutar el ordenamiento jurídico como un
sistema en el que las distintas disposiciones armonizan unas con otras, en cuanto obedecen a

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una serie de principios y de reglas que les sirven de justificación. Ya de antiguo se afirmaba que
"procede concordar unas leyes con otras" (leges legibus concordare promptum est), y que "las
leyes posteriores se interpretan por las anteriores, excepto que fueren contrarias" (posteriores
leges ad priores pertinent, nisi contrariae sint), siendo claro que, en este caso en particular, la
norma que se comenta no es contraria a las que le preceden, establecidas en los Códigos Civil y
de Procedimiento Civil.

El derecho positivo, útil es recordarlo, no patrocina interpretaciones insulares, menos aún si


ellas fracturan o resquebrajan la concepción legislativa que inspiró el conjunto de preceptos
llamados a gobernar una determinada institución, en este caso la prescripción extintiva y su
forma civil de interrupción, la cual reclama, necesariamente, un acto de comunicación a quien
puede llegar a beneficiarse de aquella, de modo que, en virtud de ese enteramiento, el deudor
quede advertido que su acreedor está presto a ejercer el derecho, y que, por tanto, no existe
espacio para aprovecharse del tiempo, ni mucho menos de una eventual desidia.

Con otras palabras, los actos que no trascienden la órbita del acreedor, aquellos que
permanecen en la periferia del deudor y que, por ende, son ignorados por él, no pueden tener la
virtualidad de interrumpir la prescripción. Por eso, entonces, para que ciertamente la demanda
sea útil al propósito de truncar el plazo prescriptivo, debe ser trasladada al deudor demandado,
vale decir noticiada, en guarda de que se verifique su enteramiento. Por lo mismo, no se puede
afirmar categóricamente, que del texto del parágrafo del artículo 8º de la Ley 54 de 1990, se
desprende que fue voluntad del legislador que la sola demanda interrumpiera el término en ella
consagrado, en la medida en que, de una parte, esa concepción de la ley descontextualiza la
norma, en cuanto la sustrae de las reglas generales que informan el tema, so capa de una
malentendida especialidad "que no puede ser asimilada a insularidad- y, de la otra, pasa por
alto que si, en realidad de verdad, el confesado propósito de la ley hubiera sido establecer una
excepción, habría señalado de manera expresa que, en el evento específico por ella regulado, no
sería necesaria la notificación oportuna del auto admisorio de la demanda, o que no tendría
aplicación el artículo 90 del Código de Procedimiento Civil, que sería lo consecuente en
términos de técnica legislativa. De allí que si no lo hizo, debe entenderse que el legislador no
exceptuó el régimen general aludido.

3) Memora la Corte que la interesante censura planteada por el recurrente, pretende revivir una
añeja controversia entre las distintas normas que le han otorgado a la demanda la aptitud de
paralizar el cómputo de los plazos de prescripción, y aquellas otras, las más de las veces
consagradas en estatutos procesales, que condicionan la eficacia de ese "recurso judicial" al
conocimiento oportuno que tenga el demandado de la presentación del libelo o de su admisión,

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polémica que, expuesta desde las postrimerías del siglo XIX, fue zanjada por esta Corporación a
favor de aquella tesis que halló compatibles las disposiciones, como se aprecia en diversas
providencias que es útil recordar.

Así, precisó la Sala en sentencia de 3 de junio de 1913, que guardaban "perfecta armonía" las
normas "entonces vigentes- contenidas en los Códigos Civil y de Procedimiento Civil, relativas a
la interrupción del término prescriptivo, toda vez que "es la notificación y no la introducción de
la demanda lo que produce el efecto de cortar la prescripción, sin que pueda decirse lo
contrario, porque si simplemente se anulara el juicio por la falta de notificación o por ser ésta
ilegal, quedaría vigente la interrupción por virtud de la sola presentación de la demanda y no
habría motivo para declararla ineficaz a causa de no haberse notificado", lo que, en la hora
actual, implicaría violación del artículo 91, numeral 4º, del Código de Procedimiento Civil.

Luego, en fallo de 18 de octubre de 1921, advirtió que "la sola presentación de la demanda no
interrumpe la prescripción, y que para ello es indispensable que aquella se haya notificado
legalmente al demandado", toda vez que, según doctrina sobre la materia, "sería absurdo que
recayera sobre él "el demandado- los efectos de procedimientos de que no tiene noticia"..., lo
que demuestra que el recurso judicial de que trata la disposición "se refiere al derogado art.
2524 del C.C.- que se estudia es un hecho complejo formado por la demanda y su notificación"
(se resalta).

Tiempo después, en sentencia de 30 de noviembre de 1994, la Corte recordó que "para poner fin
a esa controversia, el artículo 698 del C. de P.C., derogó en forma expresa los artículos 2524 del
Código Civil y 29 de la Ley 95 de 1890 y el legislador reguló de nuevo la materia conforme a lo
prescrito por el artículo 90 del Código de Procedimiento Civil". Más aún, la Corte
Constitucional, al analizar la supuesta contradicción entre los artículos 2539 del Código Civil y
90 del C. de P.C., acotó que "En realidad las dos normas se complementan armónicamente,
pues la segunda se concreta a regular lo concerniente a la interrupción de la prescripción una
vez presentada la demanda, es decir, dentro del proceso" (se subraya; sent. C-543/93).

Por consiguiente, la circunstancia de que la Ley 54 de 1990 hubiere establecido que la


presentación de la demanda interrumpe el término prescriptivo de la acción para disolver y
liquidar la sociedad patrimonial entre compañeros permanentes, no autoriza excluir la
aplicación del artículo 90 del C. de P.C., pues tal suerte de interpretación traduciría que la
interrupción civil, de suyo vinculada a un acto procesal, se produciría a espaldas del
demandado, sin que éste, además, pudiera discutir su ineficacia en los precisos casos previstos
en el artículo 91 de dicha codificación, lo que conspiraría contra caros axiomas que, ab antique,
estereotipan el debido proceso, rectamente entendido. De allí, entonces, que no se pueda traer a
colación el argumento de la especialidad de la norma, o el de ser ella posterior a la disposición

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del código de procedimiento, no sólo porque, se itera, tal presentación conduce a una postura
que no resulta de recibo a la luz de la Constitución y la ley, sino también porque, en rigor, las
dos disposiciones se ocupan de temas complementarios atinentes a la prescripción: la demanda,
como hito interruptor, y la notificación oportuna, como requisito para su eficacia, lo que
descarta la aplicación de las reglas sobre conflictos de leyes.

En consecuencia, fue correcta y debida la aplicación que hizo el Tribunal de la citada norma del
código de ritos civiles.

c. Tocante con la renuncia tácita de la prescripción en el caso de la acción para disolver y


liquidar una sociedad patrimonial entre compañeros permanentes, es útil memorar que de
conformidad con el artículo 2514 del Código Civil, para que ella ocurra es necesaria la presencia
de un hecho inequívoco de parte de quien puede beneficiarse de ese modo extintivo, en virtud
del cual reconoce el derecho de su acreedor. No se trata de cualquier manifestación, sino de una
que, per se, refleje la voluntad cierta del deudor de seguir comprometido en el vínculo jurídico
que lo ata a su acreedor, que bien pudo diluir enarbolando la prescripción. Al fin y al cabo, esa
renuncia o abdicación constituye un acto unilateral de carácter dispositivo que devela el
propósito incontestable de no querer aprovecharse de la desidia o inacción del acreedor en el
ejercicio de su derecho. El deudor, pese a contar con la posibilidad jurídica de frustrar la
reclamación de aquel por el camino de enrostrarle su omisión o dejadez, decide libre y
conscientemente honrar su deber de prestación, de forma tal que mediante acto suyo, reconoce
expresa o tácitamente los lazos jurídicos que lo constriñen a satisfacer el derecho de su
acreedor.

Debe tratarse, entonces, de una situación que no ofrezca duda alguna sobre el reconocimiento
que hace el demandado del derecho de su demandante, o, lo que es mejor, de su voluntad de
"abdicar de la facultad adquirida" de invocar la prescripción (G.J. t. XLVII, pág. 431), sin que
entonces pueda deducirse la renuncia de los simples tratos previos o precisiones que hayan
tenido o hecho las partes sobre asuntos vinculados "en este particular caso- a la relación
familiar, o de manifestaciones que el demandado hubiere efectuado en relación con la unión
marital, tanto más si se tiene en cuenta que no se presume que alguien renuncia fácilmente a su
derecho (iure suo facile renuntiare non praesumitur).

Es lo que ocurre, en concreto, con la respuesta que le dio el señor R. a la pregunta nueve que se
le formuló en el interrogatorio de parte, la que indagó sobre una propuesta que le habría hecho
a la demandante para "que el apartamento ubicado en la ciudad de Cali, quedara a nombre
suyo, de ella y de los dos menores hijos comunes y con ellos zanjar este proceso". El texto de la
respuesta es el siguiente: "es totalmente falso, no puedo dejarme constreñir o dejarme llevar por
los términos que utiliza el abogado Cruz, o el cambiar la realidad de las cosas, puesto que yo sí

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le hice un ofrecimiento a A.B., pero fue de escriturar el apartamento de la ciudad de Cali única y
exclusivamente a mis menores hijos A.M. y J.P.. Finalizado el pleito se escriturara mis menores
hijos" (fl. 143, cdno. 1).

Obsérvese que, en parte alguna, el demandado reconoció el derecho de la demandante a que se


liquidara la sociedad patrimonial, al punto que en esa respuesta no se devela un inequívoco
móvil que permita ligar o establecer, en su favor, el ofrecimiento a esa liquidación; más aún, ni
siquiera le concedió derecho sobre el inmueble, pues únicamente aceptó que lo transferiría a sus
hijos, pero negó, recta via, la propuesta de traspaso a la señora C.. Por tanto, de esa
manifestación no se podía deducir la renuncia a la prescripción, toda vez que, como se acotó,
dicha renuncia debe aflorar en forma diáfana, vale decir, no dejando dudas, vacilaciones o
incertidumbres en torno al alcance de la aseveración respectiva, lo que descarta la configuración
del error de hecho denunciado en la cuarta acusación, que como se sabe debe ser colosal, de tal
entidad que aflore de bulto, es decir, sin necesidad de esforzados o exigentes racionamientos.
No en vano se ha dicho que allí donde se enseñoree la duda o hesitación, no puede hablarse de
un arquetípico error de hecho, susceptible de abrirle paso a la casación.

Ahora bien, la circunstancia de haberse solicitado el levantamiento de una medida cautelar (fl.
35, cdno 1), por razón del acuerdo conciliatorio celebrado dentro de un proceso de alimentos
que se adelantó contra el demandado ante el Juzgado Quinto de Familia de Bogotá, tampoco
permite inferir que indefectiblemente se renunció a la prescripción, pues los términos del
arreglo se concretaron a "La custodia de los menores", "las visitas "que- el padre podrá
efectuar", la cuota de alimentos a cargo de éste y el levantamiento de un embargo y una
inscripción de demanda sobre un bien (fl. 99, ib.), sin que el acta consigne reconocimiento
alguno de la acción para disolver y liquidar la sociedad patrimonial. Lo propio sucede con los
escritos en los que la apoderada del demandado hizo referencia "a un posible acuerdo" en
relación con la declaración de "unión marital" (fl. 93, ib.), o a "una posible reunión" entre las
partes (fl. 98, ib.), no sólo porque en ellos no se hizo expreso reconocimiento de la sociedad
patrimonial, sino también porque se trata de memoriales vinculados a la mencionada
cancelación de medidas cautelares.

2. Así las cosas, en atención a las consideraciones que anteceden, estos cargos no están llamados a
prosperar.

DECISION
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, en Sala de Casación Civil, administrando
justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley, NO CASA la sentencia proferida el 4 de
Noviembre de 1998 por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, en el proceso ordinario

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promovido por A.B.C.C. contra G.H.R.I..

Condenar en costas del recurso de casación a la parte recurrente.

C., notifíquese y devuélvase al Tribunal de origen.EDGARDO VILLAMIL PORTILLAMANUEL


ISIDRO ARDILA VELASQUEZJAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCARCARLOS IGNACIO
JARAMILLO JARAMILLOPEDRO OCTAVIO MUNAR CADENASILVIO FERNANDO TREJOS
BUENOCESAR JULIO VALENCIA COPETE

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