AUTOBIOGRAFIA
AUTOBIOGRAFIA
La autobiografía es la narración de una vida o parte de ella, escrita por el propio protagonista,
mostrando su nacimiento, logros, fracasos, gustos, experiencias u otros acontecimientos relevantes
que haya vivido. Es un género literario que se sitúa en la frontera entre la literatura y la historia, y
está cercano a otros como la biografía, el epistolario, el libro de viajes, las memorias, el currículum,
el diario, etcétera.
Es claro que al constituirse como el relato escrito de la propia vida resulta imposible que sea objetivo,
y por ende, se trata de una narración puramente subjetiva plasmada de todas
aquellas sensaciones, emociones, sentimientos y recuerdos que acompañan a los hechos relatados.
Relata la vida del autor, casi siempre a manera de una confesión íntima, pues supone narrar
hechos sumamente personales que le ha tocado vivir.
De memoria y olvido
Yo, señores, soy de Zapotlán el Grande. Un pueblo que de tan grande nos lo hicieron Ciudad
Guzmán hace cien años. Pero nosotros seguimos siendo tan pueblo que todavía le decimos
Zapotlán. Es un valle redondo de maíz, un circo de montañas sin más adorno que su buen
temperamento, un cielo azul y una laguna que viene y se va como un delgado sueño. Desde mayo
hasta diciembre, se ve la estatura pareja y creciente de las milpas. A veces le decimos Zapotlán
de Orozco porque allí nació José Clemente, el de los pinceles violentos. Como paisano suyo,
siento que nací al pie de un volcán. A propósito de volcanes, la orografía de mi pueblo incluye
otras dos cumbres, además del pintor: el Nevado que se llama de Colima, aunque todo él está en
tierra de Jalisco. Apagado, el hielo en el invierno lo decora. Pero el otro está vivo. En 1912 nos
cubrió de cenizas y los viejos recuerdan con pavor esta leve experiencia pompeyana: se hizo la
noche en pleno día y todos creyeron en el Juicio Final. Para no ir más lejos, el año pasado
estuvimos asustados con brotes de lava, rugidos y fumarolas. Atraídos por el fenómeno, los
geólogos vinieron a saludarnos, nos tomaron la temperatura y el pulso, les invitamos una copa de
ponche de granada y nos tranquilizaron en plan científico: esta bomba que tenemos bajo la
almohada puede estallar tal vez hoy en la noche o un día cualquiera dentro de los próximos diez
mil años.
Yo soy el cuarto hijo de unos padres que tuvieron catorce y que viven todavía para contarlo,
gracias a Dios. Como ustedes ven, no soy un niño consentido. Arreolas y Zúñigas disputan en mi
alma como perros su antigua querella doméstica de incrédulos y devotos. Unos y otros parecen
unirse allá muy lejos en común origen vascongado. Pero mestizos a buena hora, en sus venas
circulan sin discordia las sangres que hicieron a México, junto con la de una monja francesa que
les entró quién sabe por dónde. Hay historias de familia que más valía no contar porque mi
apellido se pierde o se gana bíblicamente entre los sefarditas de España. Nadie sabe si don Juan
Abad, mi bisabuelo, se puso el Arreola para borrar una última fama de converso (Abad, de abba,
que es padre en arameo). No se preocupen, no voy a plantar aquí un árbol genealógico ni a tender
la arteria que me traiga la sangre plebeya desde el copista del Cid, o el nombre de la espuria Torre
de Quevedo. Pero hay nobleza en mi palabra. Palabra de honor. Procedo en línea recta de dos
antiquísimos linajes: soy herrero por parte de madre y carpintero a título paterno. De allí mi pasión
artesanal por el lenguaje.
Nací el año de 1918, en el estrago de la gripa española, día de San Mateo Evangelista y Santa
Ifigenia Virgen, entre pollos, puercos, chivos, guajolotes, vacas, burros y caballos. Di los primeros
pasos seguido precisamente por un borrego negro que se salió del corral. Tal es el antecedente de
la angustia duradera que da color a mi vida, que concreta en mí el aura neurótica que envuelve a
toda la familia y que por fortuna o desgracia no ha llegado a resolverse nunca en la epilepsia o la
locura. Todavía este mal borrego negro me persigue y siento que mis pasos tiemblan como los del
troglodita perseguido por una bestia mitológica.
Como casi todos los niños, yo también fui a la escuela. No pude seguir en ella por razones que sí
vienen al caso pero que no puedo contar: mi infancia transcurrió en medio del caos provinciano de
la Revolución Cristera. Cerradas las iglesias y los colegios religiosos, yo, sobrino de señores curas
y de monjas escondidas, no debía ingresar a las aulas oficiales so pena de herejía. Mi padre, un
hombre que siempre sabe hallarle salida a los callejones que no la tienen, en vez de enviarme a
un seminario clandestino o a una escuela del gobierno, me puso sencillamente a trabajar. Y así, a
los doce años de edad entré como aprendiz al taller de don José María Silva, maestro
encuadernador, y luego a la imprenta del Chepo Gutiérrez. De allí nace el gran amor que tengo a
los libros en cuanto objetos manuales. El otro, el amor a los textos, había nacido antes por obra de
un maestro de primaria a quien rindo homenaje: gracias a José Ernesto Aceves supe que había
poetas en el mundo, además de comerciantes, pequeños industriales y agricultores. Aquí debo
una aclaración: mi padre, que sabe de todo, le ha hecho al comercio, a la industria y a la
agricultura (siempre en pequeño) pero ha fracasado en todo: tiene alma de poeta.
Soy autodidacto, es cierto. Pero a los doce años y en Zapotlán el Grande leí a Baudelaire, a Walt
Whitman y a los principales fundadores de mi estilo: Papini y Marcel Schwob, junto con medio
centenar de otros nombres más y menos ilustres... Y oía canciones y los dichos populares y me
gustaba mucho la conversación de la gente de campo.
Desde 1930 hasta la fecha he desempeñado más de veinte oficios y empleos diferentes... He sido
vendedor ambulante y periodista; mozo de cuerda y cobrador de banco. Impresor, comediante y
panadero. Lo que ustedes quieran.
Sería injusto si no mencionara aquí al hombre que me cambió la vida. Louis Jouvet, a quien conocí
a su paso por Guadalajara, me llevó a París hace veinticinco años. Ese viaje es un sueño que en
vano trataría de revivir; pisé las tablas de la Comedia Francesa: esclavo desnudo en las galeras
de Antonio y Cleopatra, bajo las órdenes de Jean Louis Barrault y a los pies de Marie Bell.
Una última confesión melancólica. No he tenido tiempo de ejercer la literatura. Pero he dedicado
todas las horas posibles para amarla. Amo el lenguaje por sobre todas las cosas y venero a los
que mediante la palabra han manifestado el espíritu, desde Isaías a Franz Kafka. Desconfío de
casi toda la literatura contemporánea. Vivo rodeado por sombras clásicas y benévolas que
protegen mi sueño de escritor. Pero también por los jóvenes que harán la nueva literatura
mexicana: en ellos delego la tarea que no he podido realizar. Para facilitarla, les cuento todos los
días lo que aprendí en las pocas horas en que mi boca estuvo gobernada por el otro. Lo que oí, un
solo instante, a través de la zarza ardiente.
JUAN JOSÉ ARREOLA
No.070_Juan José Arreola. (n.d.). Www.materialdelectura.unam.mx. Retrieved May 28, 2021, from http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/13-cuento-
contemporaneo/cuento-contemporaneo-cat/160-070-juan-jose-arreola?showall=&start=2
La autobiografía - Unidad de Apoyo Para el Aprendizaje. (2021). Unam.mx.
http://uapas2.bunam.unam.mx/humanidades/la_autobiografia/#:~:text=La%20autobiograf%C3%ADa
%20es%20la%20narraci%C3%B3n,acontecimientos%20relevantes%20que%20haya
%20vivido.&text=Una%20autobiograf%C3%ADa%20se%20escribe%20en%20primera%20persona.
Nací en una familia de campesinos sin tierras, en Azinhaga, una pequeña población situada en la provincia de Ribatejo, en
el margen derecho del río Almonda, a unos cien kilómetros al nordeste de Lisboa. Mis padres se llamaban José de Sousa y
Maria da Piedade. José de Sousa habría sido mi nombre si el funcionario del Registro Civil, por iniciativa propia, no lo
hubiese añadido el apodo por el que mi padre era conocido en la aldea: Saramago. (Cabe esclarecer que saramago es una
planta herbácea espontánea, cuyas hojas, en aquellos tiempos, en épocas de carencia servían como alimento en la cocina
de los pobres). Fue a los siete años, cuando tuve que presentar en la escuela primaria un documento de identificación, que
se vino a saber que mi nombre completo era José de Sousa Saramago… Pero no fue éste el único problema de identidad
que me fue concedido al nacer. Aunque había venido al mundo el día 16 de Noviembre de 1922, mis documentos oficiales
dicen que nacía dos días después, el 18: fue gracias a este pequeño fraude que la familia pudo escapar del pago de un a
multa por no declarar el nacimiento en el plazo legal.
Tal vez por haber participado en la Guerra Mundial, en Francia, como soldado de artillería, he conocido otros ambientes,
diferentes a vivir en una aldea, mi padre decidió, en 1924, dejar el trabajo del campo y trasladarse con la familia a Lisboa,
donde comenzó a ejercer la profesión de policía de seguridad pública, para el cual no se exigían más “habilidades
literarias” (expresión común entonces…) que leer, escribir y contar. Pocos meses después de habernos instalado en la
capital, moriría mi hermano Francisco, que era dos años más viejo que yo. Aunque las condiciones en que vivíamos
hubiesen mejorado un poco con la mudanza, nunca llegaríamos a conocer el verdadero desahogo económico. Ya tenía 13
ó 14 años cuando pasamos, al fin, a vivir en una casa (pequeñísima) sólo para nosotros: hasta ahora siempre habíamos
vivido en partes de casas, con otras familias. Durante todo este tiempo, y hasta la mayoría de edad, fueron muchos, y
frecuentemente prolongados, los periodos en que viví en un pueblo con mis abuelos maternos, Jerónimo Melrinho y Josefa
Caixinha.
Fui buen alumno en la escuela primaria: en la segunda clase ya escribía sin errores de ortografía, y la tercera y cuarta
clases fueron dadas en un sólo año. Me trasladé después al instituto, donde permanecí dos años, con excelentes notas en
primero, bastante menos buenas en segundo, mas estimado por colegas y profesores, al punto de ser elegido (tenía
entonces 12 años…) tesorero de la asociación académica… Entretanto, mis padres habían llegado a la conclusión de que,
por falta de medios, no podían seguir manteniéndome en el instituto. La única alternativa que se presentaba sería entrar en
una escuela de enseñanza profesional, y así fue: durante cinco años aprendí el oficio de cerrajero mecánico. Lo más
sorprendente era que el plan de estudios de la escuela, en aquel tiempo, aunque orientado obviamente para formar
profesionales técnicos, incluía, además de Francés, una disciplina de Literatura. Como no tenía libros en casa (libros míos,
comprados por mí, aunque con dinero prestado de un amigo, sí los pude tener a los 19 años), fueron los libros escolares
de Portugués, por su carácter “antológico”, que me abrieron muchas puertas para fruición literaria: aún hoy puedo recitar
poemas aprendidos en aquella época distante. Terminado el curso, trabajé durante cerca de dos años como cerrajero
mecánico en una oficina de reparación de automóviles. También a esas alturas había comenzado a frecuentar, en los
periodos nocturnos de funcionamiento, una biblioteca pública en Lisboa. Y fue así, sin ayudas ni consejos, apenas guiado
por la curiosidad y por la voluntad de aprender, que el gusto por la lectura se desenvolvió y pulió. Cuando me casé, en
1944, ya había cambiado de actividad, pasando a trabajar en un organismo de Seguridad Social como empleado
administrativo. Mi mujer, Ilda Reis, entonces mecanógrafa en Caminhos de Ferro, vendría a ser, muchos años más tarde,
un de los más importantes grabadores portugueses. Fallecería en 1998.
En 1947, año de nacimiento de mi única hija, Violante, publiqué mi primer libro, un romance que titulé A Viúva, pero que
por conveniencias editoriales vendría a salir con el nombre de Terra do Pecado. Escribí aún otra novela, Clarabóia, que
permanece inédito aún hoy, y principio de otra, que no pasó de las primeras páginas: se llamaba O Mel e o Fel o tal
vez Luís, filho de Tadeu… La cuestión fue resuelta cuando abandoné el proyecto: comenzaba a volverse claro para mí que
no tenía que decir algo que valiese la pena. Durante 19 años, hasta 1966, cuando publicara Os Poemas Pasivéis, estuve
ausente del mundo literario portugués, donde debieron haber sido poquísimas las personas que se dieran cuenta de mi
falta.
Por motivos políticos fui despedido en 1949, pero, gracias a la buena voluntad de un amigo mío profesor del tiempo de la
escuela técnica, pude encontrar trabajo en una empresa metalúrgica de la que él era administrador. A finales de los años
50 pasé a trabajar en una editorial, Estúdios Cor, como responsable de la producción, regresando así, pero no como autor,
al mundo de las letra que había dejado años antes. Esa nueva actividad me permitió conocer y crear relaciones de amistad
con algunos de los escritores portugueses más importante de entonces. Para mejorar el presupuesto familiar, y también
por gusto, comencé, a partir de 1955, a dedicar una parte del tiempo libre a trabajos de traducción, actividad que se
prolongaría hasta 1981: Colette, Pär Lagerkvist, Jean Cassou, Maupassant, André Bonnard, Tolstoi, Baudelaire, Étienne
Balibar, Nikos Poulantzas, Henri Focillon, Jacques Roumain, Hegel,RaymondBayer fueron algunos de los autores que
ttraduje. Otra ocupación paralela, entre Mayo de 1967 y Noviembre de 1968, fue la de crítico literario. Entretanto, en 1966,
publicaría Os Poemas Possíveis, una colección poética que marcó mi regreso a la literatura. A ese libro le siguió, en 1970,
otra colección de poemas, Provavelmente Alegria, y luego en 1971 y 1973 respectivamente, bajo los títulos Deste Mundo e
do Outro y A Bagagem do Viajante, recogimiento ambas de crónicas publicadas en prensa, que la crítica tiene
consideradas esenciales para la completa comprensión de mi trabajo posterior. Me divorcié en 1970, iniciando una relación
de convivencia, que duraría hasta 1986, con la escritora portuguesa Isabel da Nóbrega.
Abandoné la editorial a finales de 1971, trabajé durante dos años seguidos en el vespertino Diário de Lisboa como
coordinador de un suplemente cultural e como editorialista. Publicados en 1974 bajo el título As Opiniões que o DL teve,
esos textos representan una “lectura” bastante precisa de los últimos tiempo de la dictadura que vendría a ser derrumbada
en Abril de ese año.
En abril de 1975 pasé a ejercer las funciones de director-adjunto del matutino Diário de Notícias, cargo que desempeñé
hasta Noviembre de ese año y del que fui despedido en consecuencias de mudanzas ocasionadas por el golpe político-
militar del 25 de aquel mes, que frenó el proceso revolucionario. Dos libros marcan esta época: El año de 1993, un poema
largo publicado en 1975, que algunos críticos ya consideran anunciador de obras de ficción, que dos años después se
iniciarían con el romance Manual de Pintura y Caligrafía y, bajo el título de Os Apontamentos, los artículos de teoría política
que publiqué en el periódico del que había sido director.
Sin empleo una vez más y, ponderadas las circunstancias de la situación política en que entonces se vivía, sin la menos
posibilidad de encontrar, tomé la decisión de que me dedicaría enteramente a la literatura: ya era hora de saber lo que
podría realmente valer como escritor. A principios de 1976 me instalé por algunas semanas en Lavre, una población rural
de la provincia de Alentejo. Fue ese periodo Pero, sobre todo, participé en acciones para reivindicar la dignidad de los
seres humanos y del cumplimiento de la Declaración del los Derechos Humanos, en pos de una sociedad más justa, donde
las personas sean prioridad absoluta, y no el mercado, o las luchas por el poder hegemónico, siempre destructivas. De
estudio, observación y registro de informaciones que vino a dar origen, en 1980, a la novela Levantado del Suelo, en que
nace el modo de narrar que caracteriza mi ficción novelesca. Entretanto, en 1978, había publicado una colección de
cuentos, Casi un Objeto, en 1979 la obra de teatro La noche, a la que siguió, pocos meses antes de la publicación
de Levantado del Suelo, nueva obra teatral, Que Farei com este Livro?. Con excepción de otra obra de teatro, titulada A
Segunda Vida de Francisco de Assis y publicada en 1987, la década de los 80 fue enteramente dedicada al
romance: Memorial del Convento, 1982, El Año de la Muerte de Ricardo Reis , 1984, La Balsa de Piedra, 1986, Historia del
Cerco de Lisboa , 1989.
En 1986 conocí a la periodista española Pilar del Río. Nos casamos en 1988. En consecuencia la censura ejercida por el
Gobierno portugués sobre la novela El Evangelio según Jesucristo (1991), vetando su presentación al Premio Literario
Europeo con el pretexto de que el libro era ofensivo para los católicos, cambiamos, mi mujer y yo , en Febrero de 1993,
nuestra residencia a la isla de Lanzarote, en el archipiélago de Canarias. A principios de ese año publiqué la obra In
Nomine Dei, aunque escrita en Lisboa, del que sería extraído el libreto de la ópera Divara, con música del compositor
italiano Azio Corghi, estrenada en Munich (Alemania), en 1993. No fue esta mi primera colaboración con Corghi: también le
dio música a la ópera Blimunda, sobre la novela Memorial del Convento, estrenada en Milán (Italia), en 1990.
En 1993 inicie la escritura de un diario, Cuadernos de Lanzarote, del que están publicados cinco volumenes. En 1995
publique la novela Ensayo sobre la Ceguera y en 1997 Todos los Nombres e El cuento de la isla desconocida . En 1995
me fue concedido el Premio Camões, y en 1998 el Premio Nóbel de Literatura. Como consecuencia de haber recibido el
Premio Nóbel mi actividad pública se vio incrementada. Viajé por los cinco continentes dando conferencias, recibiendo
títulos académicos, participando en reuniones y congresos, tanto de carácter literario como social y político. Pero, sobre
todo, participé en acciones para reivindicar la dignidad de los seres humanos y del cumplimiento de la Declaración del los
Derechos Humanos, en pos de una sociedad más justa, donde las personas sean prioridad absoluta, y no el mercado, o
las luchas por el poder hegemónico, siempre destructivas. Creo haber trabajado bastante durante estos últimos años.
Desde 1998 he publicado Folhas Políticas (1976-1998) (1999), La caverna (2000), La flor más grande del mundo (2001), El
hombre duplicado (2002), Ensayo sobre la lucidez (2004), Don Giovanni ou o Dissoluto Absolvido (2005), Las
intermitencias de la muerte (2005) e Las pequeñas memorias (2006). Ahora, en este otoño de 2008, aparecerá un nuevo
libro: El viaje del elefante, un cuento, una narración, una fábula.
En el año 2007, se tomó la decisión de crear en Lisboa una Fundación con mi nombre, que asume, entre sus principales
objetivos, la defensa y la divulgación de la literatura contemporánea, y la defensa y la exigencia del cumplimiento de la
Carta de los Derechos Humanos, además de la atención que debemos, como ciudadanos responsables, al cuidado del
medio ambiente. En julio de 2008 se firmó con el Ayuntamiento de Lisboa un protocolo de cesión de la Casa dos Bicos
para sede de la Fundación José Saramago, desde donde ésta continuará profundizando y consolidando los objetivos
propuestos en su Declaración de Principios, abriendo puertas a proyectos activos de agitación cultural, y empeñándose en
colaborar con quienes apuestan por la necesaria y positiva transformación de la sociedad.
Autobiografía - A Casa Jose Saramago. (2013, November 18). A Casa Jose Saramago.
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