La Muerte de Dios-Carlos Velazco
La Muerte de Dios-Carlos Velazco
La Muerte de Dios-Carlos Velazco
LA MUERTE DE DIOS
CITEREA
Velazco, Antonio Carlos
La muerte de Dios
1º ed. Buenos Aires, el autor, 2005
60 pag., 20x14 com.
I.S.B.N. 987−43−9342−4
“En el orden religioso apenas hay cosa alguna que tenga racionalmente resuelta, y
como no la tengo, no puedo comunicarla lógicamente, porque solo es lógico y
transmisible lo racional. Tengo, sí, con el afecto, con el corazón, con el sentimiento,
una fuerte tendencia al cristianismo, sin atenerme a dogmas especiales de esta o de
aquella confesión cristiana...”
Miguel de Unamuno
A MODO DE JUSTIFICACION
Muerto,
te extraño en mi orfandad
como si contigo la vida se extinguiera
y fuese el mundo
un sepulcro infinito.
Tu muerte
fue una lenta agonía:
has muerto
en mí. Desgarrador me fue
dejar al corazón latir sin ti
tras el misterio de tu ausencia
que invoqué como Job
por verte cara a cara.
Ya nada te recuerda
en este atardecer tardío
cuando la luz huye
a oscuras de mi noche.
Huérfano,
te buscaré en el Dios que sufre
y no en el que maté en mi corazón
y soñaré que existes
para poder amarte aquí en la tierra.
2
Te habló Job
atormentado por sus llagas
y maldecido en su infortunio
sin encontrar respuesta a sus clamores.
El duelo de tu muerte
en mí es inconsolable
porque no puedo
pedirte que me cures. Otras
y no menos penosas son mis llagas.
No quisiera perder
esta serenidad que te presiente
en una inalcanzable lejanía
cuando antes
me cobijaba a tu sombra
como un fiel penitente.
Contradicción, dirán
los que imaginan
que pueden poseerte
como si te disminuyeras
a la engreída pequeñez
del que se cree un elegido.
Ausente
en la incredulidad
quise que nazca en mí
el Dios que pueda darte vida.
Dios muerto,
mi soledad te amó
como un niño abandonado
en este mundo.
La ilusión languidecía
en mí al llamarte
como si te fueras de ti mismo
y en el lugar donde no estabas
nombré tu ausencia como Dios
para no estar también yo ausente
y ser tu muerte y no la vida.
que alientas en mi nada.
6
Al matarte en mí
la fe se queda sin amar
pero el amor persiste
y es devoción a tu abandono.
Mi oído se resiste
al ver que enturbian la mañana
como agoreras nubes de dolor
sobre el crepúsculo naciente.
Desconfío
del que te carga sobre sus hombros
sin saber que se arrastra
bajo tu inmensidad.
Quiero acercarme a ti
cuando me tiendas la mano
y no me empujes a caer
para que yo te ame.
9
Ya no podrás asemejarte a mí
después de haberme dado a luz
y si lo intentas negaré a tu acecho
mi libertad que se rebela para ser
lo que yo quiero y no tu sombra.
No compadezcas
mi vacío. Que al apagarse mi llama
no vea en la tuya las cenizas
del fuego donde yo me he consumido.
¿Quién soy
que llagas en mi piel
tus manos de creador y me destruyes?
¿Acaso no me amparo
en tu complicidad cuando me juzgas
y el juez es el dolor que me sentencia
ya en la cuna al sepulcro?
12
No te creo de la nada
sino de mí. Eres materia
de mi alma que al buscarte dentro
te ignora ya perdido para siempre.
A mis preguntas
contesta el agua en danza con las olas
y las bocas que comen sin nombrarte
y el corazón que late sin tu ayuda
y el hombre que anda a espaldas de tu enigma.
Tu ausencia me obliga
a preguntarme si no soy tu voz
que en el silencio quiere hacerse oír
cuando te niego.
Sin mí
tu nube no sería lluvia
sino agua en el océano
del diluvio.
Me justifico al impugnarte
como Dios. Y si creer es ser oído mi pregunta
espera que fulmines con tu rayo la osadía
y no que me contestes
sin abdicar del trono en las alturas
ni descender a compartir el drama de los hombres
esperando que el juicio final baje el telón
y nos condenes como reos mortales al infierno.
17
Mi soledad ya no te cita
como antes por las noches
pero la luna no está muerta
y en ella yo te veo como un sol que se apagó
y refleja la luz que el tiempo anima
para llegar a mí. Tu eternidad
ya no es eterna. Se ha partido en mil pedazos,
de los que yo recojo solo uno
para verme en él ausente
del sueño de tu noche.
Y sin embargo
confío en mis manos que te tocan
y en mi boca que te come como pan
y en mis ojos que aunque no te ven
te sueñan al cerrarse
para heredar mi antigua nada
en el altar donde te has muerto.
18
Si me quieres hipócrita
podría bendecirte sin creer
y decir que te amo sin amarte
pero es inicuo frente a la verdad
tamaña cobardía. ¿No me pides
que debo asemejarme a ti
para llegar a ser perfecto?
Si no hubieras muerto,
¿podrían crear los hombres
las fatídicas armas
que quieren destruir el mundo
con su propio Apocalipsis? Tu autoridad,
¿habrá abdicado del Génesis seis días
de divina fatiga y obligándose
al descanso del día séptimo?
La magnitud de tu creación
no dejaría al hombre entorpecer tus planes
para arrumbarte a descansar otra semana
de tu viejo cansancio.
No es el silencio
prueba de su muerte
sino de su sordera.
Ha muerto, sí, en mi corazón
como la sombra de una oscura nube
que con el sol se desvanece.
Tu muerte
me dejará ser fiel a mí mismo
y encontrar el perdón de morir
dentro de mí
como si hubiera sido condenado a amarte
sin conocer quién soy ni para qué he nacido.
2
Quiero desarraigarte de mí
pero el luto no se extingue
aunque uno haya llevado
tu recuerdo a la tumba.
Desalojado de mi casa
no habrá imágenes ni templos
que evoquen tu presencia
ni más rituales que te ofrenden
la limosna de mis súplicas.
Entonces sí
serás el Dios que yo celebre
para vivir: reposaré en tu pecho
mi corazón que late
esperando que existas.
La vida no te niega,
eres tú quien la aparta de su cauce
y la enloda en los pantanos de la angustia.
Amanece con el sol y alúmbranos.
Seremos tu simiente
y volverá la oscuridad a la raíz
de la noche que concluye cuando el día
nace sobre la tierra. Tu eternidad
dará la hora al fin cuando nos dejes
de soñar y seas tu propio sueño.
5
La noche
con sus estrellas encendidas
y sus astros apagados
alumbran desde el cielo.
Espanta presentir
que el mal podría ocultarte
donde la luz proyecta nuestra oscuridad
de sombras verdaderas.
¿Dónde ir sin ti
si en todos los caminos veo huellas de tus pasos
como si muerto me sacaras de la tumba
para nacer de nuevo?
10
Desde la eternidad
qué podrán importar nuestras pequeñas alegrías
si eres ajeno a este mundo
donde humillas con la grácil hermosura de los ángeles
la frágil y mortal belleza de la rosa.
Te envidio imperturbable
en nuestra muerte que corrige
la incesante marea de la vida
tras cada gota del oleaje
que no se extingue nunca.
La nostalgia te encuentra
vivo todavía en mi ilusión
y no en las pruebas que rescato
ya sin probarte nada.
El órgano es tu voz.
Oírte en él es renacer
al viejo sueño de la muerte
entre las teclas infinitas
como una nota en fuga
sobre el divino acorde de tu mano.
Tu eternidad
desciende al corazón atribulado
como si en una piedra rústica tallase
las caras de una gema tan preciosa
que vale más que el hombre.
Reparo en mi contradicción.
¿Por qué si has muerto vivo combatiéndote?
No es tu olvido lo que me ata
sino el crimen que repito cada día.
Desciende,
bastará una paloma
que en tu nombre lo anuncie
para que la eternidad no cuente
cada día que pasa como pena.
26
La vida no se duda
y es la única verdad
en la que puedes encarnarte
si quieres que te crea.
No temo el sacrilegio
que restituye a mi conciencia
la luz que iba apagándose
en la lámpara donde arde el sueño de la vida.
Que resucites en mí
es el ruego que cierra las páginas del libro
para oír tu respuesta en el silencio de la noche
adonde voy a entrar
cuando la oscuridad se desvanezca.
UNA LECTURA:
14 de febrero de 2007
CONTRATAPA