El Ciclo Del Caucho, Caruso Inaugura Un Teatro
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EL REY AZÚCAR Y OTROS MONARCAS AGRÍCOLAS
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Bolivia fue mutilada en casi doscientos mil kilómetros cuadrados. En 1902
recibió una indemnización de dos millones de libras esterlinas y una línea
férrea que le abriría el acceso a los ríos Madeira y Amazonas.
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EDUARDO GALEANO
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EL REY AZÚCAR Y OTROS MONARCAS AGRÍCOLAS
aire para que no las alcanzaran las ratas a bordo. Todo el resto del
barco iba vacío. En Belém do Pará, frente a la desembocadura del río,
Wickham invitó a las autoridades a un gran banquete. El inglés tenía
fama de chiflado; se sabía en toda la Amazonia que coleccionaba
orquídeas. Explicó que llevaba, por encargo del rey de Inglaterra, una
serie de bulbos de orquídeas raras para el jardín de Kew. Como eran
plantas muy delicadas, explicó, las tenía en un gabinete hermética-
mente cerrado, a una temperatura especial: si lo abría, se arruinaban
las flores. Así, las semillas llegaron, intactas, a los muelles de Liver-
pool. Cuarenta años más tarde, los ingleses invadían el mercado
mundial con el caucho malayo. Las plantaciones asiáticas, racional-
mente organizadas a partir de los brotes verdes de Kew, desbancaron
sin dificultad la producción extractiva de Brasil.
La prosperidad amazónica se hizo humo. La selva volvió a cerrarse
sobre sí misma. Los cazadores de fortunas emigraron hacia otras co-
marcas; el lujoso campamento se desintegró. Quedaron, sí, sobrevi-
viendo como podían, los trabajadores, que habían sido acarreados desde
muy lejos para ser puestos al servicio de la aventura ajena. Ajena, inclu-
so, para el propio Brasil, que no había hecho otra cosa que responder a
los cantos de sirena de la demanda mundial de materia prima, pero sin
participar en lo más mínimo en el verdadero negocio del caucho: la
financiación, la comercialización, la industrialización, la distribución.Y
la sirena se quedó muda. Hasta que, durante la Segunda Guerra Mun-
dial, el caucho de la Amazonia brasileña cobró un nuevo empuje tran-
sitorio. Los japoneses habían ocupado la Malasia y las potencias aliadas
necesitaban desesperadamente abastecerse de goma. También la selva
peruana fue sacudida, en aquellos años cuarenta, por las urgencias del
caucho59. En Brasil, la llamada «batalla del caucho» movilizó nueva-
mente a los campesinos del nordeste. Según una denuncia formulada
en el Congreso cuando la «batalla» terminó, esta vez fueron cincuenta
mil los muertos que, derrotados por las pestes y el hambre, quedaron
pudriéndose entre los seringales.
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