Dmitri Shostakóvich
Dmitri Shostakóvich
Dmitri Shostakóvich
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Shostakóvich se hizo famoso en los años iniciales de la Unión Soviética, con obras como la
Sinfonía n.º 1 o la ópera La nariz, que combinaban con gran originalidad la tradición rusa y las
corrientes modernistas procedentes de occidente. Posteriormente, su música fue unas veces
denunciada como decadente y reaccionaria y otras, alabada como representativa del nuevo arte
socialista por el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). En público, siempre se mostró
leal con el sistema soviético, ocupó responsabilidades importantes en las instituciones
artísticas, aceptó pertenecer al PCUS en 1960 y llegó a ser miembro del Soviet Supremo de la
URSS. Su actitud frente al gobierno y el Estado soviético ha sido objeto de agrias polémicas y se
ha discutido enconadamente si fue o no un disidente clandestino frente a la URSS.
Tras un período inicial en el que parecen primar las influencias de Prokófiev, Ígor Stravinski y
Paul Hindemith, Shostakóvich desarrolló un estilo híbrido del que es representativa su ópera
Lady Macbeth de Mtsensk (1934). Posteriormente derivó hacia un estilo posromántico, donde
destaca la Sinfonía No. 5 (1937), y en el que la influencia de Mahler se combina con la tradición
musical rusa, con Músorgski y Stravinsky como referentes importantes. Shostakóvich integró
todas esas influencias creando un estilo muy personal. La música de Shostakóvich suele incluir
contrastes agudos y elementos grotescos,[1] con un componente rítmico muy destacado. En su
obra orquestal destacan quince sinfonías y seis conciertos; en su música de cámara cabe
mencionar especialmente sus quince cuartetos para cuerdas; también compuso varias óperas,
así como música de cine y ballet.
Su vida
Nacido en San Petersburgo, Imperio ruso, Shostakóvich fue un niño prodigio como pianista y
como compositor. Su padre, Dmitri Boleslávovich Shostakóvich, de origen polaco conoció en
1902 a Sofía Vasílievna Kokoúlina, futura madre del compositor. La pareja contrajo matrimonio
en 1903 y durante los siguientes cinco años dio a luz a sus tres hijos: María, Dmitri y Sofía
Shostakóvich. La música ocupó un lugar muy importante en la vida de la familia. Su madre fue
una gran pianista que tuvo que dejar sus aficiones para dedicarse plenamente a la maternidad.
Sin embargo, gracias a su elemental enseñanza musical, su oído absoluto y su extraordinaria
memoria, Shostakóvich encarriló su camino como futuro pianista. Tras los acontecimientos de
la Primera Guerra Mundial, compuso su primer poema para piano "El soldado". Años después el
compositor confesó que "era un pieza excesivamente larga, plagada de detalles ilustrativos y de
aclaraciones verbales (del tipo de "aquí disparó el soldado" etc.)".
De una familia intelectual con influencias políticas, en sus años de adolescencia fue testigo de
las revoluciones de 1917 y escribió alguna obra conmemorativa de las víctimas de la revolución
como :"Himno a la libertad", "Marcha fúnebre por las víctimas de la Revolución" y "Pequeña
sinfonía revolucionaria". Shostakóvich fue admitido en el Conservatorio de Petrogrado, donde
recibió las enseñanzas de Maximilian Steinberg. Fue uno de los alumnos más asiduos y
perseverantes. En las clases de composición se les instruía acerca de las disciplinas de armonía,
fuga y contrapunto. Shostakóvich recordaba años después: "Yo estudiaba con una enorme
pasión, diría incluso que con un entusiasmo excesivo. Recogía ávidamente cuanto me enseñaba
Steinberg y absorbía como una esponja cada una de sus instrucciones y de sus propuestas."
Dichas palabras se dieron en forma de agradecimiento por parte del compositor al que fue su
gran maestro. Sin embargo, éste nunca llegó a comprender la música de su prodigioso alumno.
A su vez, recibió clases de piano de la mano del profesor Leonid Nikoláiev, donde desarrolló
nuevas técnicas pianísticas y aprendió distintas formas de interpretación. Durante su estancia,
sufrió las consecuencias de su falta de interés por la política, y fue suspendido en su examen de
metodología marxista.
Nikoláiev dejaba a sus alumnos gran libertad de elección de sus obras. El repertorio de
Shostakóvich era muy extenso pero no muy variado. Entre sus preferencias destacaba
Beethoven mientras que Haydn y Mozart no despertaban un gran interés en el compositor. Al
terminar sus estudios de piano, en el examen final interpretó la "Sonata "Hammerklavier" de
Beethoven con la que obtuvo una gran calificación. Por razones inexplicables a día de hoy, tras
realizar dicho examen no solo fue denegada su solicitud para el nuevo "curso académico"
(también llamado "Aspirantura" o Doctorado), sino que fue expulsado del Conservatorio por su
"gran inmadurez". Ante esta situación, su profesor Nikoláiev se ofreció a darle clases de piano
particulares para así poder continuar con su carrera. Sin embargo, dichas clases fueron muy
irregulares y, ante semejante situación, comenzó a dedicarle tiempo a la composición en lugar
de a su carrera como pianista.
A principios de 1926, intentó reanudar sus estudios y esta vez fue admitido en el área de
composición. Sin embargo, continuó ampliando su técnica y repertorio en el ámbito pianístico.
En sus actuaciones públicas interpretaba no solo música clásica o contemporánea sino también
música rusa y extranjera. Varias obras de Schuman, Beethoven y Chopin fueron elegidas para su
nuevo repertorio así como composiciones de Prokófiev, Rajmáninov y Liádov. Por otra parte,
también realizó sus primeros intentos como director de orquesta en el Conservatorio. La primera
obra musical que obtuvo fama internacional la compuso a los 19 años: la Sinfonía n.º 1 en fa
menor, Op. 10 (1925), que presentó como trabajo de graduación y que ganaría el primer premio
de composición. Cuando la obra fue estrenada por la Orquesta Filarmónica de Leningrado, el 12
de mayo del año siguiente, el júbilo se apoderó de los medios artísticos de la joven República
soviética. El éxito de la sinfonía en Europa y América corroboró la revelación de un nuevo talento
y, lo que era aun más decisivo, del primer gran autor de la "nueva Rusia". Shostakóvich transmitió
su impresión tras el concierto de la siguiente forma: " Ayer mi sinfonía resultó muy bien. Se
percibía la complicidad entre el compositor, el director, la orquesta y el auditorio. El éxito fue
enorme. La sala estaba llena. El público aplaudió largo tiempo y tuve que saludar cinco veces.
Todo salió extraordinariamente bien... Todo sonó perfectamente. Todavía estoy aturdido: por la
sinfonía, por la interpretación, por el éxito, en una palabra, por todo".
Durante sus años de aprendizaje, siguió firmemente las nuevas tendencias que iban surgiendo
en el ámbito artístico. Sin embargo, nunca se sometió profundamente a la vanguardia por su
juventud. Tras la graduación, sufrió una "crisis de compositor" acerca de su futuro y de si
realmente era válido para la música. Finalmente, tras superarla, decidió iniciar una carrera doble
como compositor y pianista, pero su estilo frío de interpretación no fue demasiado apreciado.
Escribió así una "Sonata para piano" en un solo movimiento, rompiendo tanto con la tonalidad
como con los esquemas formales. Pronto limitaría sus actuaciones básicamente a aquellas en
las que presentaba sus propios trabajos. En 1927 compuso su Sinfonía nº2 (denominada
Dedicatoria a Octubre). Mientras componía esta sinfonía comenzó a escribir su ópera satírica La
nariz, basada en un cuento de Nikolái Gógol. En cada página de la partitura hay ideas marcadas
por su fuerte personalidad y carácter. En La nariz se utiliza casi de principio a fin el recitativo en
lugar del canto tradicional. En 1929, su ópera fue tildada de “formalista” por la Asociación Rusa
de Músicos Proletarios, una de las asociaciones de músicos de la URSS.
En 1927 comenzó también su relación con Iván Sollertinsky, que sería su mejor amigo hasta su
muerte en 1944. Sollertinsky dio a conocer a Shostakóvich la obra de Gustav Mahler, que iba a
tener una gran influencia en su música a partir de su Cuarta sinfonía.
Hacia finales de los años veinte Shostakóvich colaboró con el TRAM, un teatro juvenil proletario
de Leningrado. Aunque desarrolló poca actividad, el puesto lo protegió de ataques ideológicos.
Durante este tiempo se dedicó intensamente a componer su ópera Lady Macbeth de Mtsensk,
que se estrenó en 1934 y tuvo un éxito inmediato, aunque luego fue prohibida en su país durante
veintiséis años.
En 1932 contrajo matrimonio con su primera esposa, Nina Varzar. Aunque las dificultades que
tuvieron desde el principio los llevaron al divorcio en 1935, la pareja se reconcilió poco tiempo
después.
Primera denuncia
En 1936, Pravda publicó una serie de ataques contra su música. En un famoso artículo titulado
Caos en vez de música, se condenó a Lady Macbeth en términos drásticos, acusándola de
esnobismo antipopular, pornofonía y formalismo. El artículo no tenía firma y se creía que el
mismo Stalin era el autor. Los biógrafos de Shostakóvich no han establecido en forma unánime
la verdadera autoría del artículo. Es posible que su autor fuese el editor del Pravda David I.
Zaslavski (1880-1965) o el funcionario del área de cultura Víktor Gorodinski.[2]
Tras algunos ensayos, en diciembre de 1936 Shostakóvich retiró su Cuarta sinfonía sin llegar a
estrenarla, probablemente por temor a la reacción que pudiera provocar. La sinfonía, una de las
más trágicas del compositor, podría haber caído como una bomba en el clima de terror que las
autoridades soviéticas pretendían encubrir con obras de arte brillantes y optimistas. La obra, que
exige una enorme orquesta, no fue estrenada hasta 1961 y, hasta hoy sigue siendo una de sus
sinfonías menos conocidas.
La guerra
P kófi Sh t kó i h J h t iá
Prokófiev, Shostakóvich y Jachaturián
en 1940.
El 10 de febrero de 1948, Shostakóvich y otros compositores (Prokófiev, que optó por el silencio,
o Jachaturián, que cedió a la presión) fueron condenados por «desviaciones formalistas
antipopulares» a través de la resolución del Politburó del Partido Comunista de la Unión
Soviética sobre la ópera "La Gran Amistad", de Vanó Muradeli, también conocida como decreto
Zhdánov. Sus composiciones fueron prohibidas y fueron retirados los privilegios de los que
gozaba la familia del compositor. Solo en 1958, tras la muerte de Stalin, el PCUS consideró
injustas las críticas y levantó las prohibiciones de las composiciones condenadas en las
resoluciones de 1948.
En los años siguientes a la condena de 1948, Shostakóvich compuso trabajos oficiales para
asegurar su reivindicación oficial, a la vez que trabajaba en obras serias «para el cajón del
escritorio». Entre estos estaban el Concierto para violín Nº 1 en La menor, dedicado a David
Óistraj y que no se estrenaría hasta después de siete años de su redacción, y el ciclo de
canciones De la poesía popular judía (Op. 79), obra que ha provocado controversia por sus
indudables connotaciones políticas. Hay quien ha visto en este ciclo de canciones un acto
heroico de afirmación crítica contra el antisemitismo ruso, entonces promovido por las
autoridades soviéticas. Laurel Fay dice, en cambio, que Shostakóvich estaba intentando
adecuarse a la política oficial adoptando la canción popular como tema de inspiración. Las tres
últimas canciones del ciclo, en las que se glorifica la situación de los judíos «en la nueva Rusia»,
parecen abundar en la interpretación de Fay.
Shostakóvich se representó a sí
mismo en algunos trabajos con el
♭
motivo DSCH: D-E -C-B.
A la muerte de Stalin en 1953 e inicio del deshielo de Jrushchov siguió la Décima sinfonía, una de
sus composiciones más populares, a menudo descrita como una tragedia optimista. La sinfonía
contiene el famoso «tema Shostakóvich», que deriva de las iniciales del nombre y apellido del
compositor, transliteradas al idioma alemán, es decir «D SCH». En la notación musical alemana,
la serie D–Es–C–H representa los sonidos re natural, mi bemol, do natural, si natural. En el tercer
movimiento de su Décima sinfonía, Shostakóvich usa ese motivo DSCH junto con otro que
representa el nombre «Elmira», en homenaje a su alumna Elmira Nazírova. Siglos antes, Johann
Sebastian Bach había usado el mismo recurso con las letras B–A–C–H que, también en la
notación alemana, representan los sonidos si bemol, la natural, do natural, si natural.
Durante los años cuarenta y cincuenta, Shostakóvich tuvo una relación muy cercana con dos de
sus alumnas, Galina Ustvólskaya y la citada Elmira Nazírova. Ustvólskaya fue alumna del
compositor entre 1937 a 1947. La naturaleza de su relación no está clara: mientras que
Rostropóvich la describe como «tierna», Ustvólskaya dijo en una entrevista en 1995 que había
declinado una propuesta de matrimonio suya en los años cincuenta. La relación con Nazírova
parece haber sido unilateral, según las cartas que él le escribía, y se puede datar entre 1953 y
1956. En el trasfondo estaba el matrimonio abierto de Shostakóvich con Nina Varzar, quien
murió en 1954. Shostakóvich contrajo matrimonio con su segunda esposa Margarita Kaynova en
1956; tres años después se divorciaron.
El año 1960 marcó otro punto de ruptura en la vida de Shostakóvich: se vinculó al Partido
Comunista. Este evento ha sido interpretado como una muestra de compromiso o de cobardía, o
como resultado de la presión. [cita requerida]
En este periodo también fue afectado por la poliomielitis que comenzó a sufrir en 1958.
En 1962 el compositor contrajo matrimonio por tercera vez. La novia, Irina Supínskaya, tenía sólo
27 años. Ese mismo año Shostakóvich volvió al tema del antisemitismo en su Sinfonía n.º 13,
Babi Yar. La obra es una sinfonía coral basada en poemas de Yevgueni Yevtushenko, el primero
de los cuales conmemora una masacre de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Hay
opiniones contrapuestas en cuanto al riesgo asumido por el compositor al estrenar esta obra. El
poema de Yevtushenko había sido publicado y no había sido censurado, aunque era
controvertido. Después del estreno de la sinfonía, Yevtushenko fue presionado para que
añadiera a su poema una estrofa en la que se decía que rusos y ucranianos habían muerto junto
a los judíos en Babi Yar. [cita requerida]
En sus últimos años de vida la salud de Shostakóvich estuvo seriamente quebrantada por una
mielitis, probablemente consecuencia del cáncer, y por problemas cardíacos. La mayoría de sus
últimos trabajos –su Decimocuarta y Decimoquinta sinfonías, y los últimos cuartetos– son
oscuros e introspectivos. Atrajeron muchas críticas favorables de Occidente, ya que no tenían
los problemas de interpretación que tenían sus anteriores trabajos, que eran piezas más
públicas.
Shostakóvich, que había sido un gran fumador, murió de cáncer de pulmón el 9 de agosto de
1975. Fue enterrado en el cementerio de Novodévichy en Moscú, Rusia. Su hijo, el pianista y
director Maksim Shostakóvich, fue el dedicatario y primer intérprete de varios de sus trabajos.
Su obra
Este artículo o sección necesita referencias que aparezcan en una publicación acreditada.
Este aviso fue puesto el 12 de diciembre de 2010.
Diferenciar en la obra de un compositor lo que es mejor y lo que es peor es tarea vana si lo que
se quiere es hacer ciencia, ya que los juicios de valor son inverificables y la musicología ha de
ser empíricamente verificable. Sin embargo, las preferencias del público y de la crítica son datos
objetivos. Las composiciones antes citadas están sin duda entre las obras más "accesibles" de
Shostakóvich. Varias, por ejemplo la Sinfonía n.º 5, la Sinfonía n.º 7, Leningrado y el Quinteto para
piano y cuerdas, siguen muy fielmente los patrones de la música tonal en los que a menudo
coincidió el gusto del público occidental y el "posromanticismo patriótico" que los líderes de la
URSS reclamaron de Shostakóvich durante varias décadas. No es el caso de la Sinfonía n.º 9 que
recibió duras críticas en la URSS y que ahora parece ser de las más populares, aunque, por
ejemplo, muchos de quienes conocen bien la obra shostakoviana la considerarían una obra
menor comparada con cualquiera de las tres últimas sinfonías. La n.º 9 es en el ciclo sinfónico
la obra en la que el compositor parece adoptar en máximo grado la actitud de bufón o, dicho
menos claramente, el uso histriónico, humorístico y sarcástico de la música. Dado el
significativo carácter del número 9 en las series sinfónicas (ni Beethoven ni Schubert ni Bruckner
ni Mahler pasaron de él) y las expectativas de los dirigentes rusos (que esperaban que "su
compositor" les compusiera "otra novena" grandiosa una vez ganada la gran guerra patriótica
contra el nazismo), la Novena Sinfonía de Shostakóvich parece ser interpretable en clave de
burla, no sabemos si de la muerte, de los políticos del Kremlin, de la comunidad mundial de
compositores o quizá de todos ellos. Pero esa burla parece ser muy del gusto del público actual.
Público y crítica han coincidido sin embargo en apreciar significativamente la Sinfonía n.º 1, en la
que las influencias evidentes de otros compositores sobre el compositor casi adolescente que la
compuso no solo no anulan sino que realzan su genialidad. Difícil seria hacer algún reparo
contra esa obra que desborda melodías instantáneamente atractivas, cambios de humor que
mantienen la atención del oyente al máximo y una pujanza juvenil que convierte su audición en
una experiencia jubilosa. Una obra maestra de un genio precoz. De las dos sinfonías siguientes
no puede decirse lo mismo. Siempre encontraron las reticencias de la crítica y la extrañeza del
público. El vanguardismo estilístico de ambas, mal casado con textos de carácter
propagandístico, no pareció calar bien en ninguna parte. No parece extraño que sean de las
sinfonías menos populares del compositor. La Sinfonía n.º 4 es otra cosa, sin embargo. Que no
fuera interpretada hasta 1961, casi tres décadas después de haber sido compuesta, y que la
orquesta que requiere sea descomunal, la mayor de las exigidas en cualquier sinfonía de
Shostakóvich, son sin duda razones por las que esta sinfonía que se interpreta muy raramente
podría considerarse infravalorada. Según Laurel Fay, cuando el compositor la oyó interpretada
dijo emocionado que era lo mejor que había escrito en toda su vida[3] y, desde luego, la audición
de esta sinfonía en directo es una experiencia que puede ser transcendente. Pero si en la
Primera Sinfonía el mensaje fundamental es de pujanza, brío y ánimo vital, el final de la Cuarta en
un pedal larguísimo que desaparece en la nada puede suscitar todo tipo de pensamientos
ominosos tras casi una hora de música en la que los ritmos siniestros, la ironía y la sensación de
inseguridad y violencia son sobrecogedoras. No es de extrañar que esta música fuera
compuesta en un periodo histórico y un país en el que muchos, incluido el compositor, temían
por su vida. Es esta una sinfonía que, como sucede también por ejemplo con la Quinta o la
Novena de Mahler, incluso el mejor equipo de sonido deja caricaturizada.
De las sinfonías Quinta, Sexta y Séptima de Shostakóvich se ha escrito mucho, pero no así de la
Octava, que suele ser una de las sinfonías menos interpretadas aunque más apreciadas por
algunos. El compositor polaco Krzysztof Meyer[4] afirma que es una obra maestra. Compuesta
cuando el Ejército Rojo estaba a punto de derrotar a Alemania, su carácter ambiguo en el que
predomina una mirada introspectiva y a menudo trágica, cayó como una bomba entre los
dirigentes rusos. En muchos casos la crítica occidental tampoco pudo digerirla. Quizás la ya
fuerte influencia en aquellos años del dogmatismo dodecafónico hacía que algunos críticos
vieran en ella una nueva aplicación de recetas compositivas periclitadas, de la misma manera
que en la Quinta Sinfonía se habían visto simplemente "migajas caídas de la mesa de un
banquete romántico" que algún crítico español dijo odiar.[5]
Ian MacDonald se indignaba contra los comentarios que consideraban la Sinfonía n.º 12, El año
1917, como un fracaso, pero su opinión en esto[7] parece ser no solo minoritaria sino
absolutamente marginal. Casi nadie defiende esta sinfonía de poco más de media hora de
duración en la que pareciera que el compositor se ha atascado en un material musical que repite
machaconamente, casi hasta la saciedad. Un dato enigmático es la presencia de un motivo de la
Suite Lemminkainen de Sibelius, cita evidente para la que no se ha dado hasta ahora ninguna
explicación convincente.
Muchos de quienes conocen las quince sinfonías de Shostakóvich consideran que en las tres
últimas se halla lo mejor de su producción sinfónica. Quienes se inclinan más hacia el
vanguardismo musical suelen optar por la Sinfonía n.º 14, mientras que la n.º 13, Babi Yar, o la
n.º 15 suelen ser la elección de quienes miran más hacia la tradición sinfónica y hacia el siglo
XIX. Sea como fuere, estas tres sinfonías, completamente distintas entre sí, casi como si
hubieran sido compuestas por tres compositores distintos, están a juicio de muchos críticos
musicales entre lo mejor que la forma sinfónica produjo en el siglo XX. Sin embargo, la Sinfonía
n.º 14, instrumentada para orquesta de cámara, con dos solistas que cantan poemas de autores
diversos, pero todos referentes a la muerte, en sus once movimientos, no parece realmente una
plasmación fiel de la forma sinfónica. Tampoco lo es la Sinfonía n.º 13, que con solista y coro
que intervienen en sus cinco movimientos parece ser mucho más un oratorio. En la Sinfonía n.º
15 el compositor volvió a la música puramente instrumental y a la estructura en cuatro
movimientos, en los que sobre las citas de sí mismo y de otros (Rossini y Wagner sobre todo)
Shostakóvich construyó lo que podría interpretarse como un enorme mausoleo musical.
De los seis conciertos de Shostakóvich (dos para piano, dos para violín y dos para violonchelo)
los de piano son simpáticos e intrascendentes (sobre todo el segundo) y, del resto, el Concierto
n.º 1 para violín parece ser el que suscita mayor consenso y entusiasmo de crítica y público, por
la introspección y la vehemencia emotiva de sus movimientos lentos y la alegría contagiosa de
su final. De los seis, es en el Concierto n.º 2 para violonchelo donde Shostakóvich se acercó más
a la vanguardia.
La obra de Shostakóvich para grupos de cámara, para voz con acompañamiento y para piano
solista es inmensa. De los quince cuartetos el Octavo es claramente el más popular. Se dice y
parece haber pruebas que lo sugieren[3] que el compositor pensaba suicidarse y que compuso
esta obra a modo de réquiem. Construido todo él sobre el núcleo DSCH, el cuarteto tiene una
unidad estructural monolítica y es una de las obras en las que más claramente se expresa la voz
trágica del compositor, que, no obstante, se refirma una y otra vez con su firma musical. No hay
firma en cambio en el Cuarteto n.º 13, una obra descarnada y gélida que plantea musicalmente
los interrogantes de la vida humana. Saliendo de la tonalidad Shostakóvich parece irse en este
cuarteto del mundo conocido, quizá para adentrarse con el aullido final de un violín en el más
allá.
El Trío n.º 2 para violín, violonchelo y piano tiene esquemas tonales y melodías que sugieren el
folclore judío. Fue dedicada a la memoria de su amigo íntimo Iván Sollertinsky.
La Sonata para violín y piano fue compuesta para David Óistraj, quien la estrenó con Sviatoslav
Richter. Este confesó en sus memorias[8] que no le gustaba demasiado la obra.
Shostakóvich compuso también música para películas y para la escena, ballets, óperas y una
opereta. Su ópera Lady Macbeth del distrito de Mtsensk revisada como Katerina Izmáilova,
parece haberse convertido ya en parte del repertorio operístico. Shostakóvich optó en ella por un
naturalismo antirromántico (se dice que los glissandi pornográficos de los trombones
provocaron el escándalo de Stalin) al que es difícil encontrarle una explicación clara (Taruskin ha
hecho un intento). La nariz, ópera cómica basada en un texto de Gógol, es probablemente una de
las obras más conseguidas del Shostakóvich de juventud, empeñado en enlazar con la tradición
satírica rusa y a la vez con las tendencias musicales de su tiempo. Vólkov comentó en la
introducción de Testimonio que Shostakóvich adoptó a menudo el papel del yuródivy o iluminado
y el yuródivy desempeña un papel importante en la ópera de Músorgski, Borís Godunov, que
Shostakóvich admiraba y de la que produjo una nueva orquestación. Siguiendo a Mahler, que se
atrevió hasta con Beethoven, Shostakóvich no tuvo reparos en enmendarle la plana a otros y así
orquestó también las Canciones y danzas de la muerte de Músorgski y la Canción de la pulga de
Beethoven y reorquestó el Concierto para violonchelo de Schumann. Pero, según cuenta Michael
Steinberg en sus comentarios a la Décima Sinfonía de Mahler, Shostakóvich no se atrevió o no
quiso terminar esta obra inacabada, tarea en la que intentó interesarle a finales de los años
cuarenta el musicólogo canadiense Jack Diether.
Su carácter
Shostakóvich era de varias formas un hombre obsesivo. Según su hija, estaba «obsesionado con
la limpieza» (Árdov p. 139); sincronizaba los relojes en su apartamento; regularmente se enviaba
cartas a sí mismo para probar cómo estaba funcionando el servicio postal. En el libro
Shostakovich: A Life Remembered, de Wilson, se listan 26 referencias a su nerviosismo. El
director de teatro Yuri Lyubímov comenta que «el hecho de que él fuera más vulnerable y
receptivo que las demás personas era sin duda alguna un componente importante de su
genialidad» (Wilson p. 183). En sus últimos años de vida, Krzysztof Meyer recordó: «Su cara era
una bolsa de tics y gestos» (Wilson p. 462).
Cuando estaba de buen humor, el deporte era una de sus principales distracciones, aunque
prefería quedarse como espectador o como árbitro para participar (era árbitro de fútbol
calificado). También le gustaban el ajedrez y los juegos de cartas, particularmente el solitario.
Ambas caras, oscura y clara, de su personalidad se hacían evidentes por su afición por los
escritores satíricos como Gógol, Chéjov y Mijaíl Zóschenko (Wilson p. 41). La influencia de los
anteriores se puede ver en sus cartas, en las que hace parodias perversas de los funcionarios
soviéticos. [cita requerida]
Shostakóvich era tímido por naturaleza. Flora Litvínova dijo que «era incapaz de decir “no” a
cualquier persona» (Wilson p. 162). Esto significaba que era fácilmente persuasible para firmar
comunicados oficiales, incluyendo una denuncia pública de Andréi Sájarov en 1973.
Ortodoxia y revisionismo
La respuesta de Shostakóvich a las críticas oficiales es discutible. Está claro que aparentemente
era parte del Estado. Pronunció discursos, o los leyó al menos, y firmó artículos que expresaban
la línea de pensamiento del gobierno. También es generalmente aceptado que le disgustaba el
régimen, punto de vista confirmado por su familia, sus cartas a Isaak Glikman y la cantata
satírica Rayok antiformalista, que ridiculiza la campaña antiformalista y que se mantuvo oculta
incluso después de su muerte.[9]
Lo que es incierto es hasta qué punto Shostakóvich trataba de mostrar su oposición al régimen
a través de su otra música. El punto de vista revisionista fue expuesto por Solomón Vólkov en su
libro Testimonio en 1979, que Vólkov presentó como si fueran las memorias de Shostakóvich y
cuya falsedad parece haber sido claramente demostrada por el libro de Malcolm Brown. El
Shostakóvich que supuestamente habla en Testimonio dice que muchas de sus obras contienen
mensajes en clave contra el gobierno. Que esos mensajes en clave existan o no, es, claro está,
independiente de que Vólkov sea o no un farsante. Que Shostakóvich incorporaba citas y
alusiones en su trabajo es evidente, al igual que lo es su firma musical DSCH. Su colaborador por
mucho tiempo, Yevgeny Mravinsky, dijo que «Shostakóvich explicaba frecuentemente sus
intenciones con imágenes y connotaciones» (Wilson p. 139). La perspectiva revisionista ha sido
apoyada por los hijos del compositor, Maksim y Galina, y por varios músicos rusos. La viuda Irina
en general apoya esta tesis, pero afirma que Testimonio es una falsificación de Vólkov. Un
revisionista prominente fue el fallecido Ian MacDonald, experto en Los Beatles y en
Shostakóvich. Su libro The New Shostakovich interpreta la música de Shostakóvich en clave
conspirativa, casi cada corchea tiene un significado. Los antirrevisionistas niegan la autenticidad
de Testimonio y alegan que Vólkov hizo una compilación de diversos artículos, chismes y
posiblemente alguna información obtenida directamente del compositor. Más en general,
argumentan que la significación de Shostakóvich está más en su música que en su vida, y que
buscar mensajes políticos no mejora sino que va en detrimento del valor artístico de la música
del compositor. Entre los antirrevisionistas destacan Laurel Fay y Richard Taruskin.
Notas y referencias
2. Harris, Stephen. «The Lady Macbeth affair» . Shostakovich's string quartets (en inglés).
Consultado el 8 de octubre de 2015.
3. Fay, Laurel E. (2005). Shostakovich: A Life (en inglés). Oxford University Press.
ISBN 9780195182514. Consultado el 9 de diciembre de 2017.
4. Meyer, Krzysztof (1997). Shostakóvich: Su vida, su obra, su época. Madrid, Alianza Editorial
(trad. Ambrosio Berasain, Alianza Música
5. José Luis Pérez de Arteaga: "Las sinfonías de Shostakovich" en Ritmo 453-455, 1975.
6. Maximo Gorki, El domingo rojo. Bilbao, Zero, 1974, disponible en pdf en:
ciml.250x.com/archive/literature/spanish/gorki_el_domingo_rojo.pdf
7. MacDonald, Ian (1990). The New Shostakovich. Northeastern University Press
Lecturas complementarias
Libros y artículos
Prieto, Carlos (2014). "Dmitri Shostakóvick. Genio y drama". México. Fondo de Cultura
Económica; Edición: 1 (27 de marzo de 2014). www.fondodeculturaeconomica.com
Fanning, David, comp. (1995) Shostakovich Studies. New York, Cambridge University Press.
Fay, Laurel (1999). Shostakovich: A Life. Oxford University Press. ISBN 0-19-513438-9.
Ho, Allan and Feofanov, Dmitry (1998). Shostakovich Reconsidered. Toccata Press. ISBN 0-
907689-56-6.
MacDonald, Ian (1990). The New Shostakovich. Northeastern University Press. ISBN 1-55553-
089-3.
Meyer, Krzysztof (1997). Shostakóvich: Su vida, su obra, su época. Madrid, Alianza Editorial
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