1 La Transición Al Capitalismo Periférico

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Capítulo 4

LA TRANSICIÓN AL CAPITALISMO PERIFÉRICO (Siglo XIX)

A) LAS BASES DE LA TRANSICIÓN

Economía atlántica y revolución industrial

La independencia de las trece colonias en 1776, la revolución industrial en Gran Bretaña, la agitada
política y las guerras europeas en el período de 1792-1815, constituyen tres determinantes
esenciales en la evolución del mundo colonial americano a fines del siglo XVIII.

La independencia de los Estados Unidos, reconocida en el tratado de Versalles (1783), muestra no


sólo una ruptura exitosa del dominio colonial; La Revolución francesa y el imperio napoleónico
tienen, en el campo político e ideológico, un impacto tan inmenso como difícil de establecer con
precisión. Ciertos efectos inmediatos, nos revelan una metrópoli debilitada en el poderío militar y
deteriorada en las confrontaciones internas. El aislamiento político y económico será ahora mucho
más permanente que en la década anterior.

La revolución industrial provocará transformaciones fundamentales en el comercio y en las


relaciones internacionales. Los mercados coloniales, particularmente los de América Latina,
desempeñarán un papel primordial en el consumo de los textiles y de la primera fase de la
industrialización. El algodón, materia prima básica en ese proceso de expansión, será también un
producto de la periferia: el sur de los Estados Unidos, las Antillas, la India, etc. Dependió (esta
industria), estrechamente del predominio naval y de una red comercial y financiera cada vez más
compleja, controlada por los capitales británicos.

El auge americano del siglo XVIII

Para américa latina, la segunda mitad del siglo XVIII es una época de prosperidad general. El
crecimiento de la población en Brasil (1700) y en Hispanoamérica (1750), difiere con la catástrofe
anterior. La producción y el comercio se expanden continuamente, sobre todo en las áreas
periféricas. En Brasil, el oro y los diamantes dominan las actividades económicas; los centros
mineros darán origen a un conjunto de actividades subsidiarias: ganadería, agricultura, artesanías,
etc. En otros términos, la vocación de las economías coloniales tiene ahora, a través de muchos
más puertos y rutas, un abanico de posibilidades.

El dinamismo de algunos rubros de exportación: cueros del Río de la Plata, cacao de Venezuela,
plata de México, etc., no puede ocultar la reactivación de muchas industrias artesanales que
abastecen las regiones exportadoras y los núcleos urbanos en expansión. Los reajustes imperiales
que acompañaron a este auge económico se conocen, con el nombre de reformas borbónicas y
reformas pombalinas. El caso portugués muestra una simplicidad que no se percibe en
Hispanoamérica. El propio marqués de Pombal hablará, de un Portugal reducido a una estrecha
dependencia de Inglaterra sin los inconvenientes de la conquista militar. Los borbones en cambio
estuvieron animados no sólo por la ambición de renovar estructuras administrativas antiguas e
ineficientes sino también por la idea de conservar y engrandecer el impero, frente a las invasiones
inglesas.

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Las reformas borbónicas habrían significado la <<segunda conquista de América>>.Un gran
esfuerzo por parte de España para volver a tomar a América en sus manos. El ataque frontal a
ciertos privilegios de la Iglesia, la reorganización militar, la reforma administrativa, las oleadas de
inmigración peninsular (burócratas y comerciantes) tenían un fin primordial: el de aprovechar al
máximo los beneficios de la dominación colonial. Las reformas borbónicas pueden verse entonces
como un supremo esfuerzo español por reencontrar el camino de la prosperidad a costa de las
colonias. Exactamente ésta era la ambición de los <<proyectistas>>.

Las bases estructurales que impulsan a todos los países latinoamericanos, durante el siglo XIX, a
integrarse al mercado mundial como productores de materias primas, resultarían un legado de los
reajustes imperiales del siglo XVIII que de la situación colonial anterior. El impulsivo auge
económico del siglo de las luces tuvo beneficiarios locales. Terratenientes y comerciantes, que
encabezarán las luchas por la independencia, serían, los principales interesados en buscar un
crecimiento económico basado en la expansión de las exportaciones.

El proceso de cambio social: características básicas

La transición al nuevo orden colonial quedará completada, en casi todos los países
latinoamericanos, hacia fines del siglo XIX.

En el proceso de vinculación al mercado mundial se distinguen dos fases diferentes. La primera se


extiende desde la independencia hasta mediados del siglo XIX y se caracteriza por la apertura al
libre comercio, la entrada masiva de manufacutras británicas y la pérdida, de la masa de metal
precioso circulante. La escasez de capitales y las elevadas tasas de interés son un rasgo habitual
que indica, en cada caso, la debilidad de las exportaciones al mercado mundial y la ironía profunda
de los inversionistas ingleses, sospechosos por la crisis de 1825.

Sólo fueron viables unos pocos productos de exportación: aquellos que como la ganadería
exigieron mínimas inversiones iniciales o los tintes (grana, añil) y minerales preciosos que
aseguraban un producto de poco volumen y alto valor.

La segunda fase se configura después del medio siglo: con la afluencia masiva de capitales
extranjeros que se invierten en obras de infraestructuras y en empréstitos a los gobiernos; y una
fuerte demanda, en los países industrializados, para los productos primarios.

El proceso de transición puede caracterizarse como un conjunto de cambios a nivel de la economía


y la sociedad nacionales, exigidos para hacer posible la expansión en gran escala de las actividades
exportadoras. Estas transformaciones se efectuaron a través de tres procesos básicos: la abolición
de la esclavitud, la reforma liberal y la colonización de áreas vacías. En los países que durante el
período colonial se caracterizaron por una economía centrada en la plantación esclavista, el
problema de la abolición, la necesidad de un cambio radical en el mercado de trabajo,
determinará las soluciones consideradas como posibles, para el conjunto más amplio de
transformaciones exigidas: mercado de tierras, de capitales, legislación, etc. En los países con
poblaciones indígenas desde el proceso de reforma liberal girará sobre todo en torno a la cuestión
de tierra. La desposesión de la Iglesia y el avance sobre las tierras de las comunidades y la venta
de baldíos, tendrán el doble efecto de crear una oferta de tierras y de mano de obra. Los casos de
colonización en un área vacía se definirán por la necesidad de la inmigración masiva y, por una
apropiación preliminar de las tierras a poblar.

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B) LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD
1. LA DISOLUCIÓN DEL SISTEMA ESCLAVISTA: FACTORES CENTRALES
a) La trata negrera puede seguir efectuándose, para que el mercado de mano de obra sea
abastecido adecuadamente y a precios aceptables;
b) Coyunturas económicas que propicien grandes ganancias sin que se necesite cambiar las
estructuras productivas, caracterizadas por una <<economía del despilfarro>>;
c) Que no se ejerza la competencia de una producción cuya mano de obra sea libre,
asalariada: al desarrollarse, el capitalismo lleva a la destrucción del sistema esclavista.

Con la revolución industrial, el mercado inglés pasó a ser cada vez más amplio, con tendencia a
abarcar al mundo entero. La trata seguía siendo una actividad importante para el puerto de
Liverpool, pero lo era cada vez menos en el comercio británico total. Los intereses industriales
ascendentes pasaron a combatir el mercantilismo en todas sus formas, chocando con los
privilegios monopolistas antillanos y con el esclavismo colonial en su conjunto.

C) EL SIGNIFICADO ECONÓMICO DE LAS REFORMAS LIBERALES

El sistema colonial estructurado en base a la explotación del trabajo indígena ofrece muchas más
variantes y también muchas más posibilidades de transformación a lo largo del tiempo; el sistema
esclavista, en cambio, exige, para funcionar como tal, un número limitado de restricciones.

Esto implica que antes de la reforma existieron grandes extensiones de territorio, por lo general
adecuados para los cultivos de exportación, que por mecanismos institucionales estaban, desde la
época colonial, <<inmovilizados>>, es decir no podían ser comprendidos ni vendidos. La llamada
desamortización consistirá en volcar esos bienes inmuebles a la circulación económica. La Iglesia y
las órdenes monásticas, por una parte, las comunidades indígenas y las propiedades ejidales de los
municipios por otra, serán las afectadas por un proceso inexorable de avance de la propiedad
privada.

La constitución de un verdadero mercado de tierras fue un proceso generalmente violento. La


Iglesia logró estructurar, en muchos casos, una sólida resistencia conservadora, pero la mayoría de
las veces fue vencida en un plazo corto.

Una consecuencia mayor de los cambios en la estructura agraria fue la formación de un mercado
de trabajo adaptado a las necesidades de la economía de exportación. Se percibe también, en la
evaluación interna de las propias comunidades, una erosión lenta en el funcionamiento de la
propiedad y la organización del trabajo colectivos.

El asentamiento de colonos europeos fue una meta perseguida por todos los gobiernos de la
época. Pero en ninguno de los casos, la inmigración tuvo importancia numérica en cuanto al
mercado de mano de obra. Su significación es importante, en cambio, desde el punto de vista
empresarial ya que los inmigrantes cumplieron un rol desarrollante como activos promotores de
las actividades agrícolas y comerciales de exportación, las artesanías urbanas, la educación, etc.

La constitución de un mercado de tierras tuvo también particular importancia como garantía para
la obtención del financiamiento necesario, tanto para los ferrocarriles y el transporte en general,
como para las actividades de exportación. Las tierras constituyeron una forma de pago del Estado

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y también una garantía para las inversiones en obras públicas. El préstamo sobre hipotecas operó
como un mecanismo básico de financiamiento agrícola.

LOS TIPOS BÁSICOS DE REFORMA LIBERAL

Los diferentes casos de reforma liberal pueden clasificarse según el grado de predominio
alcanzado por la propiedad privada de la tierra hacia fines del siglo XIX, es decir, en el período de
auge de las economías de exportación y cuando en casi todos los casos el proceso político de la
reforma ha acabado. La Iglesia y las órdenes religiosas acabaron por perder su fortuna territorial;
la persistencia de formas de propiedad comunal se refiere a las comunidades indígenas. Una, en la
cual esas formas comunales son eliminadas casi por completo al punto que de persistir no
constituyen un sector clave para el funcionamiento de la economía de exportación (México, El
salvador, Colombia, Venezuela y Chile). Además, las comunidades subsisten masivamente
articuladas a la expansión del sector exportador: Ecuador, Perú, Bolivia y Guatemala.

México

Durante la primera mitad del siglo pasado, el monopolio comercial, la concentración del poder
político y económico en la ciudad de México, la minería; fueron borrados, durante las guerras de
independencia y las luchas. El rasgo más notorio de las tres décadas posteriores a la
independencia política (1821) es, la persistencia mediocre de prácticas heredadas de la colonia, ya
que no existía un poder central lo suficientemente fuerte para intentar cambios radicales. Todo
esto se da en un marco estructural de extremo atraso: fragmentación del país en múltiples
economías regionales poco significativas y no integradas entre sí, inexistencia de una verdadera
red de comunicaciones. Sistema financiero arcaico, basado en la usura y el agiotismo, practicados
por comerciantes y por la Iglesia; esta última seguía siendo rica y concentrando muchos bienes
inmuebles aun cuando su poder económico disminuyó respecto de la época colonial; el gran
comercio situado casi del todo bajo control de extranjeros residentes. Y en un marco coyuntural y
abrumador: devastaciones y repercusiones financieras delas luchas continuas; fracaso de los
proyectos de revitalización de la minería con capitales extranjeros (1825-1830); balanza comercial
y de pagos deficitaria; competencia de las manufacturas británicas y norteamericanas con la
producción de los obrajes y talleres locales, durante el ciclo coyuntural precedente (1790-1810);
revueltas indígenas y bandolerismo como fenómenos coyunturales casi permanentes, reflejando
un hecho estructural: la falta de control del gobierno sobre las zonas rurales; intervenciones
extranjeras desastrosas en los negocios del país, culminando en la guerra de 1845-1848 con los
Estados Unidos, de tan pesadas consecuencias.

Las ideologías ascendentes –como el liberalismo en la época- se propagan cortando tanto


verticalmente la estructura de clases, como horizontalmente, en cada nivel del edificio social. La
ideología liberal, importada de la Europa de las luces, de la Revolución francesa y del
parlamentarismo británico, era, libertad de expresión y asociación, libre empresa y libre cambio,
gobierno republicano federal y constitucional, igualdad ante la ley, anticlericalismo; y como tal,
apta para ser adoptada por una gran variedad de grupos sociales. En cuanto al bando conservador,
fines de la década de 1840, su ideología era la simple reiteración y defensa de la desgastada
herencia colonial aristocrática, centralista y autoritaria, clericalista, mantenedora de los privilegios
corporativos, jerárquicos y mercantilistas (el consulado).

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Ciertos factores, vinieron a calificar y agudizar la división en dos campos, y a catalizar la oposición
entre ellos: 1) la cuestión de los bienes del clero; 2) la derrota de 1848, la dictadura de Santa Ana,
y posteriormente el recurso de los partidarios del <<retroceso>> a la intervención extranjera
(francesa). Entre 1854 y 1862 y después del interludio imperial los años 1867 a 1876, el liberalismo
adquirió un carácter de clase bastante definido: era el instrumento eficiente de una
transformación de la sociedad mexicana según los intereses de algunas de las fracciones de la
clase dominante: la burguesía agraria, minera, comercial y ferrocarrilera. La clase que salió
victoriosa del conflicto fue, una burguesía que aceptaba conscientemente la ubicación en el sector
primario que le asignaba la división internacional del trabajo, más aquellos grupos que volvían
efectiva la vinculación del país a los mercados mundiales.

El Salvador

Desde las leyes de 1881 y 1882, el acceso a la tierra se volvió casi imposible para los miles y miles
de campesinos desposeídos lanzados al mercado de trabajo. La abolición de ejidos y comunales
fue acompañada de leyes que trataban de controlar a los campesinos, expulsándolos de tierras
ocupadas sin título de propiedad y forzándolos a cumplir con sus trabajos en las fincas que
empleaban. Las autoridades estaban encargadas del ejercicio de tales funciones represivas, con
apoyo militar y sobre todo de la policía montada, creada en 1889 en función de dichas revueltas y
más tarde extendida al país entero.

En los aspectos financieros, el poder del grupo cafetalero salvadoreño hizo difícil, e innecesario
desde el punto de vista del funcionamiento de la economía agroexportadora, la penetración en
gran escala de los capitales extranjeros. En los bancos y en la comercialización del café el peso de
los intereses nacionales fue siempre mucho mayor que, por ejemplo, en Guatemala o en Costa
Rica.

Colombia

Entre 1847 y 1854 ocurre la primera fase de la reforma liberal colombiana. La abolición de la
esclavitud (1851), de los diezmos y los censos (1850) y de los resguardos indígenas (1850)
constituyeron las medidas fundamentales. Los esclavos, un total de 16.468 en el momento de la
abolición, no constituía ya una alternativa económica en cuanto a mano de obra utilizable en la
producción. La expropiación de las tierras comunales de los indígenas proveyó en seguida la fuerza
de trabajo necesaria. La concentración de la propiedad terrateniente se completa con la
desamortización de las tierras de la Iglesia, que benefició a comerciantes y terratenientes.

La desposesión de una masa de indios y ladinos pobres creaba una reserva de mano de obra, y se
complementaba con dispositivos que permitían el reclutamiento forzoso, por cientos períodos, de
indios provenientes de las comunidades de las tierras altas, completando así el aprovisionamiento
de brazos que necesitaban las plantaciones. El reglamento de jornaleros era un instrumento legal
que brindaba a los finqueros importantes y a las autoridades locales la facultad de forzar los indios
comuneros al trabajo en las fincas, sometiéndolos a un control rígido. En septiembre de 1878 una
ley de represión a la vagancia vino a completar el aparato de control sobre la mano de obra rural.

La revolución liberal trató de dotar a Guatemala de un sistema financiero moderno. El diezmo


eclesiástico fue abolido. Los bienes de la Iglesia, confiscados en 1873, sirvieron de respaldo a la
creación de un banco nacional, que el año siguiente pasó a funcionar como un banco comercial

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corriente de depósitos, crédito y emisión. El fracaso del Banco Nacional llevó a que a partir de
1877 se permitiera la instalación de bancos comerciales privados. El Código civil (1877) reglamentó
los préstamos hipotecarios sobre tierras y volvió obligatorio el registro público de propiedades e
hipotecas.

El gobierno liberal trató de incentivar la construcción de caminos y ferrocarriles, la creación de un


puerto en el Atlántico y efectuó contratos con compañías navieras extranjeras, todo ello en
función de la comercialización del café. El sistema de ferrocarriles, empezado con capitales
nacionales y tecnología foránea, terminó bajo el control total de capitales norteamericanos.
(proceso que se completó en 1912).

D) LA COLONIZACIÓN EN ÁREAS VACÍAS

La transición al capitalismo dependiente se produce a través de un proceso de colonización en una


región vacía que, durante el auge exportador, adquirirá un rol dominante en el conjunto de la
economía nacional.

1. FACTORES GENERALES

Las nociones de <<fronteras>> y de <<oferta ilimitada de tierras>> acuden de inmediato a la


mente. Frontera exige una calificación previa: agrícola, cultural, tecnológica… y es indudable que,
para pasar del estadio de la descripción a un esbozo de explicación, resulta imprescindible la
referencia a las características estructurales de la sociedad en cuestión. La idea de oferta ilimitada
de tierras exige calificaciones aún más precisas.

La expresión de la frontera afecta a todo el continente. Pero la importancia económica de esos


traslados de población es desigual. En unos casos se trata de movimientos de penetración
relativamente lentos, que guardarán durante mucho tiempo el carácter pionero, las actividades
económicas de esas zonas, aun cuando de importancia, seguirán siendo secundarias en el conjunto
de la economía nacional. La colonización de la zona selvática en Ecuador, Perú y Bolivia tiene ese
carácter, y algo parecido sucede en ciertas áreas interiores de Paraguay, Brasil y el sur de Chile. Las
llanuras del Río de la Plata, Sao Paulo y en menor medida Amazonia en Brasil, la región de
Antioquia en Colombia y el valle central de Costa Rica constituyen los ejemplos más significativos.

Para caracterizar estos procesos de colonización tendremos en cuenta, tres variables


fundamentales: las condiciones de acceso a la propiedad de la tierra; las características del
poblamiento; la penetración del capital extranjero (ferrocarriles, comercio, etc.). Una tipología
operacional de los distintos casos puede construirse distinguiendo dos situaciones: una en la cual
la inmigración europea es masiva y aporta el grueso del poblamiento (Argentina, Uruguay y Brasil);
otra, en la cual la migración interna juega el rol decisivo (Colombia y costa Rica).

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RESUMEN FINAL

<<Las Consecuencias Económicas de la Independencia de América>>, planteó la necesidad de una


revisión del amplio debate historiográfico acerca de los costos y beneficios de la liquidación de los
imperios coloniales español y portugués, tanto para la metrópolis como para las colonias,
reenfocado desde el punto de vista de la historia económica y de la presentación de evidencias
cuantitativas, sin duda los aspectos más descuidados hasta el momento.

La desigualdad manifiesta de los distintos estudios reproduce los grandes temas del debate sobre
la historia económica latinoamericana, hacia la naturaleza de los cambios que conlleva la
transición de un régimen colonial, hacia la formación de una veintena de Estados independiente,
proceso lleno de altibajos y caracterizado por fuertes enfrentamientos regionales y nacionales.
Reproduce la discrepancia entre dos versiones de la historia económica, llamadas a entenderse,
pero que hasta el presente se han desarrollado de espaldas la uno a la otra, la que centra sus
esfuerzos e investigaciones en la aportación de nuevas evidencias cuantitativas susceptibles
(cantidades capaces) de tratamiento estadístico, y lo que se preocupa por cuestiones socio-
políticas, a través de las cuáles analiza el comportamiento económico.

Finalmente, la división de la obra en dos partes explícitamente diferenciadas: Colonias y


Metrópolis, plantea también algunos problemas de consideración. El primero, tan importante
como insalvable, es la imposibilidad de incluir en la parte dedicada a las colonias el caso de todos
los países formados en América Latina tras la independencia. El segundo tiene que ver con la
perspectiva comparativa y es, ante todo, metodológico. Tradicionalmente, la historiografía había
intentado equiparar los casos de América Latina y Europa meridional, buscando las causas de la
ausencia de un crecimiento económico equiparable al de la Europa central y del Norte y al de los
Estados Unidos. En las últimas décadas, sin embargo, la profunda crisis que ha sufrido por América
Latina, frente al crecimiento experimentado por las economías de la Europa del Sur, han
conducido a la historiografía a la búsqueda de una metodología que distingue entre subdesarrollo
y atraso, la cual ha conseguido explicar las diferencias de crecimiento entre los distintos países de
Europa, pero no logra resolver convincentemente el problema de las causas del distanciamiento
de las economías de Europa meridional y América Latina.

En esencia, el mayor defecto de la obra es la ausencia de una verdadera introducción y de un


capítulo de conclusiones en el que se planteen estos problemas, cuando, teniendo en cuenta que
las dificultades económicas actuales de la mayoría de los países de América Latina tienen que ver
más con una industrialización mal planeada que con falta de industrialización, un crecimiento
sostenido de las economías latinoamericanas tornaría experiencia digna de todos los esfuerzos de
la investigación.

A manera de introducción, John H. Coastwoth plantea tres hipótesis iniciales: la independencia


produjo pequeños beneficios mensurables a corto plazo que variaron con el grado de apertura
externa de las economías, conllevó, sin embargo, elevados costos de transacción, también a corto
plazo, asociados a las guerras de independencia y a la liquidación del antiguo régimen y,
finalmente, elevados beneficios a largo plazo, producto de la liquidación del antiguo régimen, pero
en que muchos casos se aplazaron hasta dos décadas después de la independencia. Comenzando
por los casos coloniales, Richard y Linda Salvucci consideran que el estado de la minería, de la
balanza de pagos y de la deuda pública explican el lento crecimiento económico de México tras la

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emancipación y hasta la década de 1840. La mejora de las relaciones de intercambio de la plata y
la sustitución de importaciones son las causas de la mejora de la renta observada antes de
mediados del siglo XIX; sin embargo, el déficit de la deuda pública y la guerra con los Estados
Unidos acabó con las esperanzas de recuperación sostenida. En cuanto a los costos económicos de
la independencia, a corto plazo pueden cifrarse en alrededor de un 50% de la renta mexicana. A
largo plazo, se cifran en torno a un 3-4% anual, lo que implica que, sin ellos, la renta mexicana
habría sido en 1840 el doble de la que fue. Dichos costos, sin embargo, no estuvieron
uniformemente repartidos, de tal forma, que las causas del estancamiento económico deben
buscarse en el comportamiento de los grupos sociales que se beneficiaran del mantenimiento de
la inestabilidad política, los financieros, militares y otros sectores ligados al aparato estatal
postcolonial.

Para el caso centroamericano, Héctor Lindo-Fuentes plantea que la independencia descentralizó la


economía e hizo más atractivo el comercio exterior. Ahora bien, el estímulo más fuerte para la
economía no se derivó de la inestabilidad centroamericana, sino de la de México. El incremento de
la actividad comercial en el Pacífico es el elemento más importante para entender la forma y el
momento en que Centroamérica se inserta en el mercado mundial. Internamente, la
independencia trajo consigo la incorporación de nuevos grupos a la actividad económica, lo que
rompe con la visión tradicional del estancamiento y la estratificación de la social en los países de la
región. No obstante, el crecimiento económico no se entiende sin la participación de elementos
exógenos, fundamentalmente, sin la incorporación de California a los Estados Unidos, lo cual
reforzó el papel de Centroamérica como vía de comunicación más rápida para el comercio entre
los dos océanos.

Pedro Fraile, Richard y Linda Salvucci analizan el caso cubano y demuestran la existencia de
ventajas relativas en los niveles de renta en la isla anteriores a la gran expansión azucarera y a la
fuerte vinculación de la isla a los Estados Unidos tras la independencia. Estimaciones comparadas
del ingreso muestran que los avances en el nivel de renta y en la posición económica relativa de
Cuba en América Latina tuvieron que producirse antes del cambio de siglo. La desmantelación del
sistema esclavista y el cambio tecnológico en la industria azucarera se produce durante las tres
últimas décadas del siglo XIX, dando lugar a un nuevo sistema económico que apenas conoce
cambios tras la independencia. Los orígenes del fuerte desarrollo azucarero y el estrechamiento de
los vínculos con los Estados Unidos comienzan a desarrollarse durante las últimas décadas de la
dominación española. Esto es lo que confiere estabilidad al desarrollo económico insular.

Marco Palacios, en l línea de las investigaciones más recientes sobre la historia empresarial
latinoamericana, se pregunta por el comportamiento de las élites colombianas desde el supuesto
de la existencia de una racionalidad implícita de maximización de beneficios, que contribuyó a la
preservación del subdesarrollo. Su estudio es, ante todo, una sugerencia para nuevas
investigaciones que indaguen en cómo consiguió la élite mercantil importadora conquistar una
importante parcela del mercado interno, formar complejas redes comerciales y de poder político,
y apunta que una posible explicación, que vendría dada por el desarrollo de la importación de
productos textiles, actividad caracterizada por sus elevados beneficios, sobre todo en relación a
los riesgos, puestos que, en su opinión, redujo la conflictividad social, al ofrecer ventajas a la masa
de consumidores y a un Estado de débil capacidad impositiva, que obtenía la mayoría de sus
beneficios de las rentas de aduana.

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La independencia peruana, según Alfonso W. Quiroz, llevó acarreada una reducción de la
producción minera y crisis agraria prolongada y retirada del capital financiero, bases del
crecimiento económico peruano, que tardaron tres décadas en recuperarse bajo el amparo del
mercado internacional. Dado que la independencia no supuso cambio económico ni tecnológico y
que el cambio económico ni tecnológico y que el cambio socio-político tan sólo confirió al país una
fuerte inestabilidad, sin la emancipación, el tránsito hacia una economía exportadora más
moderna se hubiese dado sin las fuertes oscilaciones y la inestabilidad producto de estas últimas.

Stephan H. y Herbert S. Klein contrastan para el caso brasileño las hipótesis liberal y
dependentista, tradicionalmente enfrentadas a la hora de explicar el desarrollo económico
latinoamericano, para valorar los efectos económicos de la independencia brasileña. La evidencia
cuantitativa impide sostener la hipótesis liberal de que la emancipación lleva consigo crecimiento
económico y cambio estructural. El moderno crecimiento brasileño se inicia setenta años después
de la independencia. Tampoco el modelo dependentista ofrece una explicación convincente, ya
que el comercio brasileño se reorienta de Portugal a Gran Bretaña durante el siglo XVIII y no tras la
independencia, las exportaciones se diversifican con el paso del tiempo y es imposible sostener
que las relaciones con Gran Bretaña fueron un freno para la industrialización. Las causas de la
ausencia de esta última sólo pueden encontrarse en la economía y en la estructura social
brasileña. La independencia, pues, no parece haber tenido efectos económicos destacables, al
menos en lo que a las hipótesis barajadas por los autores respecta. El lento crecimiento de Mario
H. Pastores sobre Paraguay explica la ausencia de crecimiento y el estancamiento económico del
país en la especificada de su historia política y de su inserción en el contexto regional. Su situación
geográfica permite entender la posición de neutralidad que mantuvo en los conflictos regionales
post independentistas y la autarquía económica consiguiente, lo que lo condujo, por un lado, a
perder buena parte de su territorio a manos argentinas y brasileñas y por otro, a preservar una
economía mercantilista y un régimen político absolutista y centralizado, escasamente diferente del
colonial, que ha preservado hasta la actualidad.

El último de los casos coloniales estudiados es el argentino. Samuel Amaral opina que, si bien
Buenos Aires no se apartó de los principios de libertad económica con que se funda el régimen
postcolonial, la ausencia de libertad política, resultado de los enfrentamientos nacionales y
regionales minimizó aquella primera. La necesidad de un poder que contrarreste el del tirano
Rosas, mantuvo constreñidos los recursos financieros, controlados por la oposición, hasta su caída.
Además, en las provincias interiores, la independencia tuvo menos beneficios económicos,
provocó desorden social y desalentó las actividades productivas. La lucha entre Buenos Aires y las
provincias caracteriza la historia argentina hasta que la revolución de los transportes impuso la
libertad porteña frente al mercantilismo del interior. Hacia 1860, con el gobierno de Mitro, la
libertad política y el hecho de que Buenos Aires estuviese dispuesta a compartir parte de los
beneficios económicos con el resto del país, montaron las bases de la edad de oro argentina, que
llegaría veinte años después aprovechando la especial coyuntura del mercado internacional.

El estudio de los casos metropolitanos, Portugal y España, corresponde a Jorge Miguel Pereira y
Leandro Prados de la Escosura. Pereira opina que la pérdida de Brasil perjudicó la producción
manufacturera portuguesa dedicada a la comercialización; pero esto fue producto, más bien, de
que Brasil y Portugal jamás firmaron un acuerdo comercial mutuamente beneficioso, situación que
Gran Bretaña aprovecha para obtener ventajas en el comercio de ambos países. Además, la

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industria tampoco es la única causante de la grave crisis económica portuguesa de principios del
siglo XIX. Portugal conservó una parte del mercado brasileño, el comercio entre ambos países se
hizo utilizando la flota lusitana y los ricos comerciales portugueses no perdieron su posición en
Brasil y conservaron los lazos con la antigua metrópoli. Por otro lado, la emigración no se
interrumpió con la emancipación y las remesas de los emigrantes beneficiaron a la economía
portuguesa. La tradicional controversia sobre si la independencia de Brasil puede explicar o no el
atado portugués parece no tener sentido, ya que es imposible sostener que Portugal hubiese sido
capaz de aprovechar en el Siglo XIX el mercado que no supo rentabilizar en el XVIII, cuando,
además, una economía frágil, y prioritariamente mercantil difícilmente pueden conducir al
crecimiento económico sostenido, acompañado de cambio estructural. Son las dificultades
internas, la estructura socio-económica, la necesidad de capital y de tecnología, así como de mano
de obra especializada, las que incrementaron los costos iniciales del crecimiento. Dudosamente
pueden mantenerse que estos problemas se hubiesen solucionado de no haber mediado la
independencia brasileña.

Finalmente, para el caso español, según Leandro Prados, la independencia de las colonias parece
haber tenido efecto económicos negativos a corto plazo. El comercio, la inversión productiva y las
exportaciones españolas destinadas a los mercados americanos y los ingresos del Estado se vieron
seriamente afectados.

Sin embargo, son las dificultades inherentes a la industria manufacturera y los problemas de la
Hacienda los que explica la debilidad económica de la España postimperial y, como en el caso
portugués, se hace difícil pensar que sin la independencia estos problemas no hubiesen existido
cuando, además los sectores económicos más flexibles y competitivos se adaptaron rápidamente a
la nueva situación. Las causas económicas de la independencia son, por tanto, menos importantes
de lo que la historiografía ha sugerido tradicionalmente. Es más, si la hipótesis planteada es cierta,
la emancipación provocó la quiebra del antiguo régimen en España, con lo que su presencia habría
sido beneficiosa para la modernización del país.

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