4 Taller Los Cristianos Como Agentes de Cambio Dr. Israel Ortiz
4 Taller Los Cristianos Como Agentes de Cambio Dr. Israel Ortiz
4 Taller Los Cristianos Como Agentes de Cambio Dr. Israel Ortiz
2016 EL SHALOM Y LA JUSTICIA DE DIOS
Los Cristianos como Agentes de Transformación
Por Dr. Israel Ortiz
Director Centro Esdras1
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Introducción
De entrada es necesario interrogarnos, ¿Qué problemas enfrentamos para ser agentes de cambio en el país? El
resumen de un estudio realizado por Prensa Libre acerca de cómo somos los guatemaltecos afirma que tenemos
buenas cosas y valores, pero resulta difícil ejercitarlas por nuestros malos hábitos.2 La idea de ser agente de cambio
en este contexto implica nadar contra la corriente. Por ejemplo, la mentira es un mal arraigado en la mentalidad y
conducta de muchas personas. Se miente para evadir responsabilidad, ocultar pecados ó para sacar provecho de
otros. Vivimos en una sociedad donde la mentira se ha vuelto parte de la vida, y la levadura que fomenta la
corrupción. El Premio Novel Octavio Paz afirmó en su libro el ‘Laberinto de la Soledad’, que la mentira política se
instaló en América Latina hace 500 años y nos ha hecho mucho daño (1985). Es decir, afectó la manera de pensar y
conformó el comportamiento en la sociedad y las instituciones del Estado.
Por otro lado, es crucial preguntarnos ¿Contribuyen los cristianos a la transformación de valores y conductas que
contradicen los valores del reino de Dios? No dudamos que las iglesias cristianas han sido de bendición a favor del
bienestar espiritual y social de personas, familias o comunidades de su entorno. Sin embargo, el contexto de
violencia, corrupción, desigualdad y otros males más, muestra que hace falta mucho para transformar la cultura y
realidad del país. Esta demanda exige de los cristianos claridad en cuenta a la identidad para ser agentes de cambio
en la sociedad.3 Por esta razón, es necesario revisar nuestra identidad como pueblo de Dios y tener conciencia de
nuestro rol en el mundo. Sólo de esta manera podremos ejercitar una ciudadanía que sea acorde a los valores del
reino de Dios, y que responda a los retos y desafíos del mundo actual. En la manera en que tenemos claridad de
nuestra identidad cristiana y nuestro rol, estaremos mejor preparados para capitalizar el potencial de los cristianos;
ser influencia positiva en la sociedad; y contribuir a favor dela transformación espiritual y social del país.
Esta demanda es fundamental porque los cristianos no escapamos a la tendencia de acomodarse al sistema de
valores y estilos de vida imperante. Jaques Ellul anota que el cristianismo tiende a acomodarse como otra religión
entre otras religiones las cuales no desafían el status quo (el estado de cosas). Señala que estamos frente a ‘Un
cristianismo que se ha convertido en un conservadurismo completo en todos los dominios: político, económico,
social. Que nada se mueva. Que nada cambie, El poder político, he ahí el bien. La contestación, la crítica, he ahí el
mal’ (El subrayado es nuestro, La subversión del Cristianismo, 1990:28). Esta postura se refuerza con la forma de
pensar de algunos pastores cristianos que afirman que la iglesia es llamada a proclamar el evangelio y nada más. No
debe gastar tiempo en discutir los problemas de la sociedad ni mucho menos a criticar a las autoridades de gobierno
o las instituciones del Estado. Según estos líderes, debemos hablar de cosas positivas y no negativas. Olvidan que
1
Es teólogo y director de la Fundación Centro Esdras en la ciudad de Guatemala. Es una entidad cristiana de formación bíblica,
desarrollo de liderazgo y de investigación de la iglesia y su misión en el mundo.
2
Ver análisis completo en revista dominical de Prensa Libre en https://issuu.com/prensalibregt/docs/revistad‐asi‐somos
3
Según una encuesta de opinión sobre la credibilidad de instituciones públicas y privadas, las instituciones que más confianza
despiertan están la Iglesia Evangélica con un 66% y la Iglesia Católica con 58%. La pregunta que surge ante estos resultados es,
¿Por qué entonces tenemos los problemas que tenemos en Guatemala? http://www.prensalibre.com/guatemala/decision‐libre‐
2015/encuesta‐libre‐‐‐crece‐desconfianza‐hacia‐el‐estado Visitado el 27‐05‐15
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Jesús, anunció tanto la vida en abundancia como la denuncia de todas aquellas acciones del liderazgo o del pueblo
que no se conformaron a la ética y valores del reino de Dios. Tenemos pues ante nosotros el desafío de asumir el rol
de ser agentes de cambio, y preparar a las futuras generaciones para que sean las manos y pies de Jesús para
impulsar cambios significativos en nuestro país.
LOS CRISTIANOS LLAMADOS A SER AGENTES DE CAMBIO
¿Qué se entiende como agente de cambio? De acuerdo a la discusión del tema en el campo del análisis del desarrollo
organizacional, un agente de cambio, “es aquella persona que actúa en forma deliberada sobre el entorno a fin de
facilitar o propiciar la implantación del cambio proyectado”.4 Nos identificamos con esta definición con la diferencia
que la Biblia hace respecto al cambio en la vida de la persona. Desde la perspectiva bíblica el cambio en la vida de la
persona es tanto interior como exterior (Tito 3:5,6; 2 Co.5:18). Es decir, su conversión a la nueva fe, los valores del
reino de Dios, y el empoderamiento del Espíritu Santo, proveen la base para poder llegar a ser un ciudadano
responsable en la sociedad. Para el caso, los cristianos tienen que tener claridad en cuanto su identidad como hijos o
hijas de Dios, un agente de transformación, y a la vez, implementar sus conocimientos y habilidades para enfrentar
los desafíos de cambio en su localidad o en ámbitos más amplios. Analizamos aquí tres desafíos del ser iglesia y hacer
misión según nos desafía la palabra, para ser agentes de transformación en el mundo. Los planteamos conscientes
de nuestras fragilidades y limitaciones humanas; pero confiados de emprenderlos como discípulos de Jesús
empoderados por el Espíritu Santo.
1. La iglesia como nueva humanidad
Lo Biblia nos exhorta a los cristianos a ser agentes de cambio porque como pueblo de Dios somos la nueva
humanidad en Cristo. Pablo en su carta a los efesios anota que Dios formó de los judíos y gentiles un solo pueblo por
medio de Cristo (Ef.2:11‐18 Cf.Mt.16:16). La iglesia nace y se fundamenta en Jesucristo como cabeza de la iglesia
(5:23). Señala su origen teológico. A la vez, el apóstol registra que la iglesia es la nueva humanidad en Cristo. Señala
su naturaleza humana, su dimensión sociológica. Es decir la iglesia es el pueblo elegido de Dios para que lo adore y
sirva, y a la vez, es su proyecto histórico para reconstruir la humanidad. J. Stott señala que en Efesios, ‘Pablo ve una
humanidad alienada [alejada] en proceso de reconciliación, una humanidad fracturada que se está uniendo, una
humanidad nueva en proceso de creación’ (1987:140). Desde esta perspectiva la iglesia no es una institución, una
estructura jerárquica, un edificio o una agrupación religiosa, sino el pueblo de Dios elegido para mostrar la vida y
valores del reino (MT.16:16; Gal.3:28). La iglesia es a la vez una comunidad litúrgica (cultual), y una comunidad
fraternal de personas. Este fue el llamado que Dios hizo a Israel como pueblo de Dios en el Antiguo Testamento. Por
ello el llamado a “ser luz de las naciones” (Is.42:6) no era sólo proclamar a las naciones las buenas noticias acerca del
Dios de Israel, sino mostrar las virtudes éticas, morales y sociales como pueblo de Dios. A la luz de este contexto la
iglesia en su misión no sólo debe anunciar el mensaje de salvación, sino mostrar en su vida los distintivos de una
nueva sociedad. En este sentido afirmamos que somos ciudadanos del cielo y ciudadanos del suelo; no podemos
dejar de lado el reto de ser agentes de transformación en el mundo que Dios nos ha llamado a servir.
Por esa razón Pablo en Efesios hace el siguiente llamado a los cristianos: Yo pues preso en el Señor, os ruego que
andéis como es digno de vuestra vocación con que fuisteis llamados’ (4:1). En un mundo que estaba atado o de
rodillas ante los dioses del mundo greco romano, ante estructuras injustas de la época, y una sociedad que no
dignificaba a los pobres, los esclavos o las mujeres, el apóstol pide a los efesios que sean diferentes. El término
“andar” hace alusión a una “forma de vivir”, o al “estilo de vida” de la persona ó una determinada sociedad. Esta
forma de vivir, incluye creencias, formas de pensamiento, instituciones y conductas. De ahí que la Versión
Internacional traduce “vivan de una manera digna”. De seguro, que algunos creyentes en la iglesia de Éfeso, estaban
4
Carlos Vanegas Mora, “El agente del Cambio”, disponible en http://www.gestiopolis.com/administracion‐estrategia/agentes‐de‐cambio‐y‐responsables‐de‐su‐
gestion.htm
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viviendo el evangelio de manera indigna o que no se ajustaba a la altura del llamado a ser hijos de Dios, de una
sociedad distinta. De ahí que adelante les pide que a la luz de su nueva vocación, ya no vivan como los no creyentes,
sino vivan según su nueva naturaleza en Cristo (4:17,24). En palabras de Pablo, los gentiles eran parte de una
sociedad permisiva a toda clase de pecados y que no tenía fronteras morales. De ahí que la exhortación del apóstol
es que “anden” y “vivan” (forma de vivir y comportarse) como hijos de luz de acuerdo a la vocación a la cual fueron
llamados como miembros de la nueva humanidad.
A los cristianos se nos demanda entonces vivir de manera digna de la vocación de ser hijos de Dios. El apóstol Juan
resume esta demanda de la manera siguiente: ‘El que afirma que permanece en él, debe vivir como el vivió’ (1
Jn.2:6). Si nosotros decimos que somos discípulos de Jesús, tenemos que reflejar en nuestra forma de vida el estilo
de vida que vivió Jesús. ¿Cómo vivió Jesús? No tenemos el tiempo aquí para profundizar sobre este asunto, pero si
afirmar que Jesús como el Hijo de Dios nos mostró el camino, la verdad y la vida que debemos seguir para volver al
Padre, y modeló una vida ejemplar y contrastante en una sociedad religiosa acostumbrada a vivir según la tradición
de los hombres. Los evangelios muestran que la vida de Jesús, sus enseñanzas y su forma de pensar, desafiaron las
tradiciones humanas, la cultura predominante y la religiosidad externa sin fruto. La frase “habéis oído, más yo os
digo” resumen su interés por dar el verdadero significado a la Ley de Dios, y el desafío de vivir de manera diferente
en medio de un pueblo que se opuso al cambio que trajo consigo el reino de Dios. Por otro lado, no sólo vivió una
vida distinta a los líderes de su época, sino prefiguró la vida del Siervo Sufriente quien puso su vida, liderazgo, poder
y servicio, a favor de la salvación de la humanidad aún a costa de su muerte en la cruz. Llamarnos discípulos de Jesús
tiene implicaciones para toda la vida. No se queda en la práctica de una vida religiosa, sino requiere de una forma de
vivir que se ajusta a los valores del reino de Dios, y que se disponen para ser agentes de transformación en el mundo.
2. El desafío a ser contracultura
¿Qué significa que la iglesia sea contracultura en la sociedad? Significa que los cristianos deben vivir según las
normas y valores del Reino de Dios. No significa “ir contra la cultura” que como guatemaltecos tenemos [Sabemos
que tienes cosas buenas, y también formas de pensamiento y conducta que deben ser cambiados]. Por un lado,
significa “ir contra la corriente” de pensamientos o estilos de vida de una sociedad que no toma en cuenta la palabra
Dios, o se oponen a Dios y sus mandamientos. Por otro lado, significa “ir más allá2 de los patrones culturales
establecidos en la sociedad. J. Stott afirma que contracultura hace alusión a la “búsqueda de una alternativa” dentro
de la sociedad. Es decir, implica la idea de que “los cristianos son diferentes tanto de la iglesia nominal como del
mundo secular, diferentes tanto de lo religioso como de lo irreligioso” (1984:16). En el Nuevo Testamento el Sermón
de la Montaña se presenta como el manifiesto para todo discípulo. Expresa el requerimiento de Jesús para todos sus
discípulos. Se podría afirmar que es la normativa más completa de la contracultura cristiana: “Aquí está un sistema
de valores cristianos, de norma de ética, de devoción religiosa, de actitud hacia el dinero, de aspiraciones, de estilo
de vida y gama de relaciones del cristiano… Y esta contracultura cristiana es la vida del reino de Dios, una vida
plenamente humana en verdad pero vivida con efectividad bajo el régimen divino” (Stott, 1984:20). Analizamos aquí
algunas demandas para ser contracultura que permita a los cristianos ser agentes de cambio.
En primer lugar, ser contracultura significa no conformarnos al estado de cosas que prevalecen en la sociedad, y que
no nos adaptemos a los parámetros que contradicen los valores del reino de Dios (Ro.12:1,2). Pablo subrayó a los
cristianos que vivían justo en la capital del imperio romano, que no permitieran que la sociedad les moldeara a su
imagen y a su antojo. El término “siglo” tiene la idea de “edad”, “sistema”, “mundo” (normas y valores del mundo de
la época). Al contrario, pide que “sean transformados por medio de la renovación de su mente” (según la NIV). Pablo
entendía claramente que el cambio comienza en la mente. Si no se da el cambio ahí difícilmente cambiará la
conducta. Este un llamado para que los cristianos no seamos presa del mundo contemporáneo cuyos valores y
normas respecto al dinero, el poder, formas de vivir, las relaciones humanas, etc., son contrarios a los valores y
normas del reino de Dios. El llamado que Dios hizo al pueblo de Israel es también para nosotros. Les advirtió, ‘No
haréis como hacen en Egipto… ni haréis como hacen en la tierra de Canaán’ (Lv.18:3); y les prohibió ‘No aprender de
la conducta de las naciones’ (Jer.10:1‐2). Esto implica significa ser diferentes en cuanto al estilo de vida, trabajo,
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hacer negocios, o el asumir la política entre otras cosas. No conformarnos al sistema requiere que sepultemos el
viejo hombre (R.6:5‐10); que ya no vivamos para nosotros mismos sino para Cristo (Gál.20); que sometamos los
deseos de nuestra para llegar a la meta (1 Co.9:24‐27); y que nos atrevamos a cambiar los paradigmas del mundo
presente para renovar nuestra forma de pensar y vivir. Esta renovación no es sólo un ejercicio intelectual, sino
espiritual. Por esta razón no pide que nos esmeremos en crecer en la piedad cristiana (1ª Tim.6:11‐14). La piedad
tiene que ver con una espiritualidad rebosante que se sustenta en la lectura y obediencia de la palabra, en el
ejercitarse en la oración y el ayuno, y el depender de la guía y poder del Espíritu Santo..
En segundo lugar, ser contracultura implica ser diferentes en cuanto al carácter y estilo de vida. Jesús dijo a sus
discípulos: ‘Ustedes son la sal de la tierra… y ustedes son la luz del mundo’ (Mt.5:13,14 NIV). Plantea aquí una
demanda alta para todos sus discípulos en el marco del anuncio de la llegada del reino de Dios. El reino de Dios en
Jesucristo trae salvación, un nuevo poder, vida abundante y una nueva forma de ver y plantear la vida (Jn. 3:3,5).
Este reino trae consigo nuevos valores como la verdad, la honestidad, la justicia, el amor o la fidelidad en cualquier
campo de la vida humana. El llamado a ser sal y luz fue en el Sermón del Monte está al comienzo y no al final del
evangelio de Mateo. Algunos estudiosos subrayan que este sermón se constituyó en el manifiesto (normas y valores)
de Jesús el cual traza la clase de discípulos que esperaba. De ahí que el evangelista no dice ‘llegarán a ser sal’, sino
subraya que, ‘son la sal y luz’. Los cristianos son sal y luz por naturaleza. Llegamos a ser distintos porque nuestra
conversión a Jesucristo crea en nosotros una nueva persona (2 Co.5:17); la cual puede tiene el potencial de ser
diferente por la presencia y poder del Espíritu Santo (Tito 3:5; Hch.1:8). Esto significa que nos corresponde por
naturaleza ser sal y luz. Cuando los cristianos no asumen esta doble función, niegan su identidad como comunidad
alternativa. Resulta alentador que Jesús conociendo la fragilidad y limitación humana de sus discípulos, los llama a
ser una comunidad diferente, y a ser una influencia transformadora en el mundo. Las Escrituras atestiguan del
cambio transformador que los discípulos tuvieron al andar con él, y como lo mostraron en el mundo que les tocó
vivir (Hch.4:12‐13).
Por supuesto, hay que recordar que Dios ha puesto otras influencias contesoras [entidades como la Corte Suprema
de Justicia] en la sociedad. En su gracia común él ha establecido ciertas instituciones que refrenan las tendencias
egoístas del ser humano e impiden que la sociedad caiga en anarquía. Por ejemplo, el Estado (autoridad que formula
y hace cumplir las leyes), y la familia (el matrimonio y vida familiar), ejercen una influencia saludable en la sociedad.
Sin embargo, Jesús afirma que el más poderoso de todos los restrictores [medio que obstaculiza el avance del mal o
los malos] dentro de la sociedad pecadora, lo constituye el pueblo regenerado, redimido y justo, la iglesia (Stott,
1984:66). La razón, el poder transformador del evangelio que opera por medio de Espíritu Santo que convence de
pecado, de justicia y juicio (Jn.16:8‐11). Las leyes dictan sentencia contra la conducta, pero no las intenciones del
corazón: pueden condenar el homicidio, pero no pueden evitar el odio. Así que el evangelio puede hacer cambios
profundos en el corazón y la conducta humana. Los cristianos como portadores del evangelio y mensajeros de
reconciliación, deberían tener un rol mucho más integral como agentes de transformación en la sociedad. El
problema es que no hemos asumido como debiera este rol. Por supuesto, este rol es posible si la iglesia se somete al
Señorío de Cristo, vive en santidad y depende del poder del Espíritu Santo. Este es el desafío permanente para una
iglesia que lucha por vivir de acuerdo a la voluntad de Dios, que lucha en medio de sus limitaciones y pecados, y que
se dispone a ceñirse a la ética cristiana.
2.1 El llamado a ser sal. ¿Qué implica ser la sal del mundo? La metáfora de la sal hace alusión a dos acciones
concretas: Dar sabor y evitar la corrupción. De manera figurada “salar” significa da sabor a un mundo lleno de
sinsabores, decepciones, pesimismo, dolor, muerte o desesperanza. El evangelio trae consigo la promesa de
salvación integral para la persona, perdón de pecados, la vida del Espíritu, y la plenitud de vida en Jesucristo. Si los
cristianos son la sal deben trae la vida del evangelio al mundo. Esto significa que los cristianos deben proclamar y
vivir las buenas nuevas del evangelio: En la medida en que lo encarnan los no creyentes podrán escuchar y ver el
evangelio a través del vivir diario de los cristianos. El Señor invita a todos los que nos reconocemos sus discípulos, a
mostrar en nuestra vida diaria los signos de la plenitud de vida del evangelio, pese a nuestras fragilidades y
limitaciones humanas. Somos entonces enviados en misión para anunciar su palabra, y para traer vida de esperanza
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en sociedades desesperanzadas y azotadas por muchos males. Porque tenemos esperanza en Cristo, podemos
mostrar esperanza.
Por otro lado, el ser sal significa evitar la “corrupción moral” de la sociedad. Esto implica entre otras cosas insertarse
(adentrarse) en el mundo para evitar la corrupción en el mundo. Jesús llama a su iglesia a encarnarse en el mundo
para evitar el deterioro de la sociedad, sin que pierda su identidad y distintivos como comunidad alternativa. Ser sal
demanda que la iglesia asuma el reto de ser ‘conciencia ética de la nación’. Es decir, los cristianos son llamados a
demandar a todo ciudadano, entidad social o a las autoridades del gobierno, que hagan el bien, actúen con justicia y
velen por el derecho y dignidad de las personas y sus comunidades. Sobre todo, cuando dejan de cumplir con sus
obligaciones. Este llamado es crucial ante el flagelo de la corrupción sea dentro del estado, la empresa privada o la
sociedad en general. Ser sal implica que debemos promover las normas y valores éticos del reino de Dios que
contribuyan a la convivencia y práctica de la justicia, la verdad, la honestidad, etc. A la vez, implica denunciar cuando
sea el caso a toda persona o entidad social sea privada o del estado, el respeto y cumplimiento de las leyes del país.
Nos toca hacerlo porque la palabra de Dios así lo demanda, la constitución del país así lo establece, y porque somos
desafiados como “sal” a evitar el deterioro ético moral de la sociedad. Como ciudadanos del cielo y del suelo, nos
corresponde velar por la difusión y promoción no sólo de la ética personal, sino del impulso de una ética social del
bien común.
Por supuesto, es fundamental recordar con el apóstol Pedro que el juicio ha de comenzar en la iglesia (1 Ped.4:17).
Tenemos que cuidar el ser candil de la calle y oscuridad de la casa. Debemos reconocer aquí con humildad y
honestidad que no hemos logrado ser la influencia contrastante que se nos demanda como iglesia. De igual modo, se
podría afirmar que los males que nos ahogan son parte de nuestra responsabilidad, pues no dijimos las cosas que
debimos haber dicho, ni objetamos las cosas que no debimos permitir como ciudadanos de este país. Por el
contrario, con tristeza reconocemos que los cristianos se han dejado influir por patrones de conducta no cristianos; y
han participado en situaciones que ensucian el rostro del Señor sean en el ámbito las relaciones interpersonales, la
familia, el trabajo, el mundo de la política o de los negocios. Se requiere entonces que limpiemos la casa, a fin de
tener solvencia moral para demandar a otros cambios de pensamiento y de vida. Si queremos ser conciencia moral
de la nación, necesitamos vivir de acuerdo a las demandas del evangelio y en el poder del Espíritu Santo. Esto no
significa que seamos iglesias o cristianos perfectos o algo por el estilo. Sino que seamos iglesias saludables, fieles a su
llamado a ser “sal” y que asumen en medio de sus debilidades una manera distinta de pensar y vivir en el mundo
actual. Esto implica que los cristianos practiquemos la justicia, la misericordia, y seamos humildes ante el Señor
(Miqueas 6:8). Así que el asumir el ser agentes de cambio según la metáfora de la sal, implica limpiar nuestra casa,
actuar como sal para evitar el deterioro moral que afecta a la sociedad. Esto implica estar en el mundo y con los del
mundo, cuidando de no diluir nuestra identidad y distintivos cristianos. La sal dentro del salero no tiene ningún
efecto. El Señor Jesús no pidió al Padre que nos sacara del mundo, sino que nos guardara del mal (Jn.17:15‐16).
2.2 El llamado a ser luz. Dos hechos esenciales se señalan aquí. En primer lugar, si los cristianos son luz, no deben
esconderse del mundo. Es decir, no deben negar su identidad de ser luz. Esto significa entre otras cosas que no
deben reducir la fe cristiana en religión privada. Es decir, el evangelio no debe ser reducido al ámbito de la ética
individual, ni debe ser atrapado en las paredes del templo, o quedarse en su dimensión espiritual. El rol de la luz es
alumbrar a fin de que otros encuentren el camino. Si somos luz no debemos escondernos del mundo. Debemos dejar
que la luz a través de nuestras palabras y nuestras acciones alumbren la vida de otros. No podemos dejar de decir lo
que hemos recibido y vivido, el glorioso evangelio de nuestro Señor Jesucristo (1 Jn.1‐7). Por otro lado, Pablo subraya
a los creyentes que Dios los ha puesto como ‘luminares en el mundo’ en medio de una generación maligna y
perversa (Fil.2:15). El llamado nos desafía a mantener nuestra identidad y distintivos cristianos, y a rechazar todo
aquello que no se ajusta al evangelio. El apóstol recuerda a todos los cristianos: ‘antes eran oscuridad, pero ahora
son luz en el Señor. Vivan como hijos de luz’. Luego, no sólo les pide que tengan buen testimonio, sino los exhorta
para que ‘no tengan nada que ver con las obras infructuosas de la oscuridad, sino más bien que las denuncien (Ef.5;
8, 11 NIV). Ser agente de cambio implica entonces llevar la luz del evangelio a fin de dejar al descubierto toda
mentira que se opone a la verdad, y todo aquello que desvaloriza al ser humano, su dignidad y su derechos como
ciudadanos de un país.
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En segundo lugar, Jesús exhorta a sus discípulos para que hagan brillar su luz a través de buenas obras. La biblia
afirma, ‘Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen al Padre’
(Mt.5:16). Como luz del mundo deben guiar a otros a la verdad de Jesucristo, y la vez, deben hacer brillar su luz por
medio de buenas obras. Ser contracultura, no significa sólo dejar de hacer lo hacer lo malo, sino esencialmente hacer
lo bueno. Buenas obras aquí deben ser entendidas como toda acción a favor del bienestar de los demás sea dentro o
fuera de la iglesia. Se pide a los cristianos a ocuparse de hacer buenas obras no para alcanzar su salvación, sino para
mostrar la calidad de su fe y compromiso cristiano. Por esta razón el apóstol Pablo nos recuerda que ‘somos hechura
suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en
ellas’ (Ef.2:10). Buenas obras aquí tiene que ver con hacer el bien a nivel personal o comunitario.
Ocuparse de buenas obras no se reduce a cosas de orden espiritual, sino abarca todas las esferas de la vida humana.
Abre el espacio para que los cristianos emprendan distintos proyectos a favor del desarrollo y la transformación
integral de la iglesia, las personas y el país. Damos gracias a Dios por las iglesias y entidades cristianas que a lo largo
de la historia del evangelio han respondido a este llamado y necesidad. Hoy se cuenta con una serie de proyectos
que bendicen la vida de la niñez, la juventud, las mujeres, los huérfanos y las comunidades. Sin embargo, la crítica
realidad de pobreza, violencia, impunidad, corrupción, injusticia y el deterioro del medio ambiente, nos muestran
que los cristianos debemos asumir el reto de contribuir con “buenas obras” que contribuyan con el bienestar tanto
espiritual como social de nuestros pueblos. Es decir, debemos proclamar el evangelio con palabras, y mostrar el
evangelio con nuestras acciones. La palabra de Dios nos invita a involucrarnos en la sociedad por razones de nuestra
identidad de ser sal y luz. Nos desafía a ser ciudadanos diferentes y de propuesta en nombre de Cristo, para
contribuir a favor del desarrollo integral del prójimo, y para que estos al ver nuestras buenas obras, glorifiquen al
Padre. Dios y no nosotros es la meta de la misión de la iglesia.
3. La vida humana campo de misión
Todas las áreas de la vida humana son un espacio de misión. Desde la perspectiva bíblica la misión de la iglesia no se
reduce ni a las cosas espirituales, ni se agota en el interior de los templos. Más bien implica seguir el ejemplo de
Jesús quien hizo su misión recorriendo las calles, las aldeas y las ciudades. En esos espacios predicó el evangelio del
Reino, sanó a muchos, y sirvió a las necesidades de la gente de la época. ¿Qué significa esta forma de hacer misión
para nosotros hoy? Asumir como cristianos el ámbito del trabajo, la oficina, la casa, el congreso, la escuela o la
universidad como campo de misión. Es decir, en estos espacios debemos mostrar que somos discípulos de Jesús
compartiendo el evangelio, siendo empresarios justos, asumiendo la política desde las normas y valores del reino,
siendo profesionales probos o deportistas de excelencia, etc. ¿Por qué debemos hacerlo? Porque desde la Biblia no
existe área de la vida humana que no deba estar bajo el Señorío de Cristo: Del Señor es la tierra y su plenitud; la
creación de Dios es buena en gran manera; el ser humano fue puesto para administrarla, y un día todas las cosas
serán reunidas a los pies de Cristo ((Sal.24:1; Gn.1:31; 2:15; 2 Co.10:5; Ef.1:10). Estos textos afirman que Dios es
Señor en todo sea que la sociedad lo reconozca o no; y que no debemos separar lo espiritual de lo material pues
fueron creados por Dios. Esa tendencia que separa lo espiritual de lo material no corresponde a la enseñanza bíblica.
No ignoramos que el mundo está caído y bajo la influencia del maligno, pero no podemos perder de vista Cristo en la
cruz reconcilió todas las cosas, las que están en el cielo y las que están en la tierra (Col.1:20). La Biblia no desvalora la
vida humana y la creación porque son temporales, más bien, las coloca bajo el propósito creador y redentor de Dios
en la historia.
En este sentido, ocuparnos de proclamar el evangelio implica llamar a las personas a reconciliarse con Dios, y a la
vez, implica integrar el evangelio a todas las esferas de la vida humana. A los cristianos se nos llama a involucrarnos
en la vida de la sociedad en nombre de Cristo, a fin de promover la vida en plenitud que trae el evangelio. Esta tarea
demanda asumir de manera responsable nuestra ciudadanía según los valores y ética del reino en el seno de la
sociedad. Implica que como cristianos aportemos al desarrollo del país sea como empleados, empresarios,
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funcionarios, deportistas, políticos, estudiantes, amas de casa o líderes religiosos. De esta manera contribuiremos
con el avance o el resguardo del bien común sea a través de las instituciones del estado, la empresa privada, los
centros educativos, el arte, la ciencia, los medios de comunicación o la tecnología. Dios nos llama a que seamos luz y
sal en estos contextos de la vida humana. No significa cristianizar estos espacios del quehacer humano, sino aportar
para que estos ámbitos sirvan a favor del desarrollo integral de la vida humana, y que los no cristianos al ver nuestras
buenas obras puedan tener conocimiento del evangelio, puedan glorificar a Dios autor de la vida y todo
conocimiento.
¿Qué implica esa tarea? Asumir con ingenio y responsabilidad nuestra ciudadanía en la sociedad; y atrevernos a
impulsar proyectos que sirvan a favor del desarrollo integral de nuestro país. El evangelio en Europa y los Estados
Unidos no sólo afectó la vida espiritual de sus pueblos, sino fue la semilla que trajo transformación en todas las
esferas del quehacer humano. Por ejemplo, el gran teólogo Juan Calvino no sólo escribió los tomos sobre doctrina
cristiana, sino se involucró a favor del bienestar social y económico de la ciudad de Ginebra en Suiza. El trabajo
tesonero del diputado cristiano William Wilberforce hizo posible que el parlamento Ingles aboliera la esclavitud en
1834. El pastor bautista Martín Luther King luchó a favor de los derechos civiles de la población de raza negra en los
Estados Unidos hasta que logró que dejaran de ser ciudadanos de segunda clase en los años 60. El evangelio no sólo
trajo salvación del alma, sino trajo bienestar social en distintas esferas de la vida humana. El Evangelio es poder de
Dios para traer salvación integral a todas esferas de vida. Confinar su poder y alcance a la vida espiritual o dejarlo
encerrado en las cuatro paredes del templo, es limitar su poder transformador en la vida de los pueblos.
La iglesia evangélica hoy dentro y fuera de Guatemala cuenta con un potencial enorme para aportar a favor del
desarrollo integral de nuestras comunidades y del país. Contamos con un enorme capital social, pero que necesita
ser formado de acuerdo al estilo de vida de Jesucristo como el Líder‐Siervo. Se requiere de un liderazgo de
excelencia, de carácter probado, y con sentido de servicio sacrificial para entregar la vida, la profesión y sus recursos
para servir a favor de la iglesia, y la transformación integral de nuestros pueblos. Las iglesias cristianas tienen la
oportunidad servir a sus comunidades proyectos para el desarrollo y trasformación tanto espiritual como social del
país. Por ejemplo, si un 25% de las 40,000 iglesias5 que existen en Guatemala lanzaran algún proyecto de
alfabetización, se podría reducir este problema, especialmente en el área rural donde muchos conciudadanos
[incluyendo a cristianos] no saben leer ni escribir. Por otro lado, la presencia de familias cristianas saludables podrían
constituirse en familias substitutas o asumir el reto de la adopción a favor de muchos niños de la calle o
abandonados por su padres biológicos. De igual modo, la iglesia podría ser un factor importante en la reducción de la
pobreza. Si cada iglesia asumiera un proyecto de servicio o de autogestión a favor de sus miembros o del vecindario
de escasos recursos, se podría reducir los índices de pobreza. Damos gracias a Dios por las iglesias que ya
contribuyen a favor del bienestar de varias comunidades, y oramos para que más iglesias tomen conciencia del
desafío de proclamar el evangelio con palabras y buenas obras para la transformación integral de las familias
cristianas y de las familias de su comunidad.
Por supuesto, el reto para los cristianos no se limita a dar un buen testimonio o al impulso de proyectos de servicio.
Va más allá. Implica como afirmamos arriba el desafío de asumir los distintos campos de las ciencias humanas, para
contribuir con el desarrollo de nuestros pueblos. Es un reto especialmente para los profesionales o empresarios
cristianos. Esto podría sonar muy lejano o soñador. Sin embargo, la historia muestra que el avance de las ciencias ha
sido parte del arduo trabajo de cristianos que tenían una fe personal en Dios y que se dieron a la tarea de hacer
ciencia sin desconectarla de sus creencias y su fe. De ahí que el líder mexicano Alberto Rembao afirmó en su
momento: ‘El protestantismo como espíritu le ha dado al mundo el principio del libre examen, y la libertad
insustituible del juicio privado, amén del ímpetu intelectual que ha hecho posible la investigación científica, como
que las ciencias aplicadas y la tecnología son fruto de tierras protestantes, como Inglaterra, como Alemania, como
los Estados Unidos’. Luego hace una lista de los que llama próceres protestantes de la edad moderna quienes
5
Dato provisto por el presidente de la Alianza Evangélica de Guatemala en Sergio Morales, “Los Evangélicos Ganan Terreno,” Prensa Libre (22 Abril 2014).
Dr. Israel Ortiz: Los Cristianos como Agentes de Transformación / Página 7
Consulta 2016 EL SHALOM Y LA JUSTICIA DE DIOS
contribuyeron con el descubrimiento de las ciencias exactas, la filosofía, la música, el arte y la tecnología, etc.,
(1957:151‐152).
El desafío de adentrarnos a todas las esferas de la vida humana implica desarrollar nuevos conocimientos, patentar
nuevos productos sea dentro del quehacer artístico, artesanal, agroindustrial, o tecnológico, etc. Podemos hacerlo
porque contamos con el Espíritu Santo que no sólo no capacita para la fe, pera desarrollarnos en todos las esferas de
la vida humana. En mi artículo “El Espíritu Santo y la transformación de las naciones, señalo que el Espíritu no sólo
genera la vida de Cristo y empodera a los cristianos para vivir la fe, sino capacita a los seres humanos para hacer
ciencia. De manera específica subrayó que el Espíritu capacita a hombres y mujeres con sabiduría y conocimientos
para producir cultura, ciencia y tecnología. Se da aquí una relación entre cultura y culto a Dios.6 Así que la generación
de conocimiento o proyectos de trabajo, son un aporte a favor de la vida económica de nuestros pueblos. Podrían
generar trabajo y recursos para más guatemaltecos a partir de empresas o negocios que se ciñen a la ética y valores
del reino de Dios. No se trata de que surjan más empresarios exitosos, sino cristianos que generan nuevas empresas
que logran su éxito persona, pero que nacen con sentido y responsabilidad social hacia el prójimo y hacia el país. Las
nuevas generaciones de cristianos tendrán que tomar muy en serio su aporte a favor del desarrollo de las ciencias, el
quehacer tecnológico, el cuidado del medio ambiente, la difusión del arte, o el impulso de la investigación, a partir
de la cosmovisión bíblica. Debemos hacer ciencia o arte para contribuir con el desarrollo integral de la sociedad, y
para que por medio de estos aportes, conozca y reconozca a nuestro Padre celestial, Autor de la nueva vida en
Cristo, toda buena dádiva y todo don perfecto (Stgo.1:17‐18; Mt.5:16).
Conclusión
Ser agentes de cambio implicará muchas veces ir contra la corriente que predomina en la sociedad o dentro de
nuestras iglesias. De ahí que tengamos que señalar que no es posible ser agentes de cambio a menos que estemos
imbuidos de la palabra de Dios, conozcamos y estemos inmersos en la realidad de nuestros pueblos, que vivamos
según el modelo de vida de Jesús, y que nos movamos empoderados y guiados por la presencia y poder del Espíritu
Santo. Nuestro ejemplo por excelencia es nuestro Señor Jesucristo a quien según el doctor Lucas “…Dios ungió con el
Espíritu Santo y con poder, y como anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el
diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos 10:38NVI). Reconociendo que somos vasos de barro debemos buscar el
empoderamiento del Espíritu Santo y el acompañamiento de otros colegas o entidades para desarrollar nuestro
potencial o enriquecer nuestros conocimientos. El evangelio es poder para la salvación integral de todas las personas
(Ro.1:16) Especialmente, nos toca anunciarlo y mostrarlo ante la realidad que nos toca vivir a diario en nuestra
querida y sufrida Guatemala, necesitada y urgida de cambios sustanciales a partir del Estado y sus instituciones, las
entidades privadas y desde la misma ciudadanía para ser un país diferente. Necesitamos como cristianos asumir el
reto de ser agentes de misión especialmente a favor los más vulnerables o marginados de la sociedad. Si Jesús se
ocupó con pasión a favor de la rechazada Galilea de los gentiles, nosotros no podemos hacer menos. El llamado a ser
agentes de cambio comienza con nuestra disposición para cambiar. Nosotros debemos asumir el ser ojos, manos o
pies de Jesús, en un mundo necesitado de salvación, y necesitado de nuestro aporte para contribuir con un mundo
más humano. Así que el reto comienza con nosotros. Sin lugar a dudas, enfrentaremos dudas y temor. No nos
detengamos, porque si Dios produce el “querer” también producirá el “hacer” para que se cumpla su buena voluntad
(Fil. 2:13).
6
Ver mi artículo “La Unción del Espíritu Y la Transformación de la Nación”. Guatemala 2006: Encuentro fe Formación de Líderes (ENFOL), Comunidad
Internacional de Estudiantes Evangélicos. P.6‐7.
Dr. Israel Ortiz: Los Cristianos como Agentes de Transformación / Página 8