1 Septenio II

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"Los años fluyen en el correr del tiempo,

dejando al hombre los recuerdos,


y en los recuerdos se entretejen para el alma,
el ser y el sentido de la vida.
Vivencia el sentido, confía en el Ser
y el Ser cósmico se unirá con el núcleo de tu existencia."
Rudolf Steiner
La biografía humana desde un punto de vista espiritual.
Una formidable experiencia terrenal del yo humano expresado en
septenios.
En una biografía, el desarrollo de los septenios guarda estrecha
relación con la transformación de los cuerpos constitutivos del
hombre. De esta manera, estas transformaciones darán origen a
las sucesivas etapas biográficas o septenios.
Recordemos que la Antroposofía es una cosmovisión del hombre,
la cual nos permite conocer cada uno de los cuerpos que lo
conforman. Estos cuerpos son:
Cuerpo físico, es lo que visible y conocido.
Cuerpo etérico o vital, impregna el cuerpo físico y le da vida.
Cuerpo astral o cuerpo de sensaciones, que permite que el hombre
sienta.
Yo o individualidad, aquello que nos hace inéditos y distintos a
todos.
Sobre estos cuatro cuerpos se desarrollan los septenios o
la biografía humana.
Clasificación de los septenios
Básicamente, podemos hacer una triestructuración:

Septenios del cuerpo Del nacimiento hasta los 21


años

Septenios del alma Desde los 21 años hasta los 42


años

Septenios del espíritu Desde los 42 años hasta los 63


años

Las posibles clasificaciones de las distintas edades de la vida son


muchas: en decenios, en septenios; la diferencia radica que, en la
Antroposofía, estos tiempos no están dados arbitrariamente. El
tiempo, que demoran los miembros esenciales en hacer su
metamorfosis, es lo que determina esta clasificación en septenios.
Aproximadamente, cada siete años se produce la transformación
de cada uno de los cuerpos que componen al hombre.
Así como los chinos dicen: "Aprender, luchar y ser sabio"; en
Antroposofía, se habla de:
maduración física,
maduración anímica y
maduración espiritual.
Esto quiere decir que se emplean veintiún años en consolidar la
estructura del cuerpo físico.
Los primeros tres septenios se llaman septenios del cuerpo,
durante los cuales se producen la mayor cantidad de cambios y
dan la fisonomía correspondiente a esta etapa. Desde la
perspectiva de la organización del cuerpo, del crecimiento de los
órganos, hasta los veintiún años, podemos decir que:
Primer Desde el Cuerpo Físico
Septenio nacimiento a 7
años

Septenios del Segundo Desde 7 años Cuerpo


Cuerpo Septenio hasta 14 años Etérico

Tercer Desde 14 años Cuerpo Astral


Septenio hasta 21 años

Alrededor de esta edad, el cuerpo deja ya de crecer y comienza


una transformación de lo que llamamos el alma, el mundo
interior. A los 21 años, se produce el nacimiento del Yo y el
cuerpo astral es donde se expresa el Yo. Un niño recién nacido no
tiene conciencia, tiene conciencia cósmica. El Yo no está
totalmente presente; a medida que el niño crece, el Yo se acerca
cada vez más.
El septenio central, que transcurre entre los 28 y los 35 años, es el
período donde el Yo está más cerca de la organización física,
período denominado alma racional. Aquí, el Yo se refleja con
mayor fuerza en la personalidad. La persona privilegia el
pensamiento y trae, también, el reflejo de la individualidad; puede
ser el momento de mayor orgullo, de máxima ambición y
soberbia.
En el septenio de la maduración física, desde el nacimiento a los
21 años, el individuo conoce o empieza a conocer la vida; en
el septenio de la maduración anímica, de 21 a 42 años, el
individuo acepta la vida y, en el tercer ciclo, el septenio de la
maduración espiritual, de 42 a 63 años, recapitula sobre lo vivido.
Teóricamente, esto es lo que va sucediendo, cuando no hay
alteraciones en los procesos.
Septenios del Cuerpo
Primer septenio, desde el nacimiento hasta los 7 años
Cuando es concebido, el hombre como embrión, aún no está
organizado, no está constituido por los cuatro cuerpos. En el seno
materno, ya es físicamente visible; esto es posible gracias a la
ecografía. La madre aporta vitalidad y, a medida que se alimenta,
forma sustancia viviente. Esto es un milagro, nadie puede hacerlo
como quiere y, así, decimos que la vida no es nuestra sino que
recibimos vida.
Tanto el embrión como el niño recién nacido no tienen
conciencia; el recién nacido no sabe quién es. En el nacimiento, el
hombre no sólo es muy parecido a un animalito sino que es
mucho más débil que cualesquiera de los animales de la creación.
Los estudios nos muestran que, desde el momento del nacimiento
hasta la manifestación del Yo, el hombre podría funcionar como
un animal porque posee sólo tres cuerpos: cuerpo físico, cuerpo
etérico y cuerpo astral. Físicamente, el Yo demora más o menos
un año en manifestarse. El hombre sostiene su cabeza a los tres
meses; se sienta, a los seis meses; se pone de pie, a los nueve
meses y camina, a los doce meses; ésta es la influencia del
Yo. Poder caminar significa que la columna vertebral del hombre
se yergue como consecuencia de la acción del Yo. Merced a su
propio Yo, el hombre puede erguirse y comenzar el trabajo de
sostenerse.
Como hemos visto, los cuerpos constitutivos del ser humano no
están totalmente formados ni están todos presentes en el momento
de nacimiento. Así, describimos la vida de siete en siete años, ya
que éste es el tiempo que necesitan los cuerpos para madurar. Por
lo tanto, cada siete años se producen crisis que generan cambios
importantes.
Nuestro primer planteo es determinar qué pasó en los tres
primeros septenios y cómo ellos se reflejarán en el resto de
nuestras vidas. Las experiencias por las que atraviesa un ser
humano en las primeras etapas de su vida se reflejarán en los
últimos años de la misma. Lo importante de este planteo es
descubrir los procesos de enfermedad o las situaciones
problemáticas que surgen, determinar cuáles son sus raíces y
tratar de analizar estas cuestiones desde otros puntos de vista, más
allá de un enfoque estrictamente psicológico.
Después de nueve meses de embarazo, el niño no está totalmente
formado; son necesarios, aproximadamente, treinta y tres meses
para hablar de una evolución mínima completa. En ese tiempo
culmina la formación del sistema nervioso. Todo lo que es normal
para un niño antes de los dos años resulta patológico en el adulto:
sus reflejos, la circulación sanguínea; todo esto necesita una
transformación.
En los primeros siete años, el niño conforma y consolida su
cuerpo físico; a partir de ahora, su cuerpo físico está completo.
Éste es, además, el septenio durante el cual aparecen las
enfermedades infantiles. El niño, al nacer, trae el cuerpo vital de
la madre, al cual quemará con las altas temperaturas de las
enfermedades infantiles. La fiebre que se manifiesta, en estos
primeros años de vida, no tiene nada que ver con la fiebre que se
desarrolla en los otros períodos de la vida.
Las enfermedades infantiles tienen el propósito de que el niño
desarrolle su propio cuerpo vital, a partir de los siete años,
abandonando el cuerpo vital donado por su madre. Esto es el
principio de su proceso de individualización. Por lo tanto, es
importante no interrumpir estas enfermedades cuando aparecen.
Entonces, a los siete años se produce una transformación muy
importante: el niño ha completado la formación de sus órganos; la
formación de su cuerpo. A partir de ahora, las fuerzas que estaban
dedicadas al crecimiento se liberan, transformándose en fuerzas
del pensamiento; es decir, las fuerzas vitales que ayudaron al
crecimiento formarán la conciencia del niño y, desde este
momento, podrá pensar. Por esta razón, es muy importante no
interrumpir la evolución física del niño aplicando estas fuerzas del
crecimiento al pensar.

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