Antes de Behaim
Antes de Behaim
Antes de Behaim
Conclusión
Las esferas destinadas a visualizar los efectos sobre la tierra de los fenómenos
celestes ya existían en la Antigüedad, sin poder considerarlas como verdaderos globos
terráqueos. Solo unas pocas representaciones en planta han perpetuado su forma en la Edad
Media. A principios del siglo XV es cuando reaparecieron objetos que pueden comenzar a
ser calificados de esta manera, realizados por astrónomos/astrólogos que han sido de los
primeros estudiosos en interesarse por los contenidos científicos y técnicos de la Geografía
de Ptolomeo, recientemente traducido en Florencia. Estos primeros globos debían distinguir
la superficie de la tierra solo de manera somera o esquemática. Pero, como lo muestra la
descripción de Fridericus, las posibilidades "prácticas" de medición exacta de las distancias
que ofrece la tridimensionalidad de la representación no tardaron en ser percibidas.
Indudablemente, no es una coincidencia que los primeros globos verdaderos, con
una imagen "realista" ptolemaica de lo ecuménico, fueran obra de un alemán que trabajaba
en Italia, Nicolaus Germanus, cuyo primer globo conocido data de 1477: este personaje, tal
vez de Ulm o Alemania del Sur (¿Nuremberg?), tanto astrólogo como cartógrafo, ha podido
beneficiarse del intenso trabajo de reflexión teórica sobre los diferentes modos de
representación cartográfica que se habían desarrollado en Alemania tras la recepción de
Geografía. Estos globos despertaron la atención de varios gobernantes o miembros de la
aristocracia cuyas relaciones con los humanistas que se habían sensibilizado a las diversas
teorías entonces en discusión sobre el alcance de lo ecuménico. Las relaciones entre la
tierra habitada y el agua, su extensión en longitud y latitud, se hizo más fácilmente
perceptible. También es cierto que todos estos objetos fueron concebidos y utilizados en el
marco de prácticas y reflexiones astrológicas, tanto en su vertiente cosmográfica como
geográfica. Este seguirá siendo el caso en el siglo XVI, como lo demuestra en particular la
obra de Gemma Fricius.
La novedad funcional de estos verdaderos globos terráqueos era doble. Por un lado,
el hecho de representar la tierra y el cielo mediante objetos de idéntico tamaño reflejando
una relación diferente, donde la tierra ya no se encontraba en una situación subordinada
sino que constituía un objeto en sí mismo, sobre el cual ejercer una reflexión autónoma.
Ellos permitieron por otra parte una visión de toda la tierra y ya no se limitaron a lo
ecuménico. Con la proliferación de globos terráqueos en Italia a finales del siglo XV y a
principios del XVI, el globo de Behaim y las obras alemanas no son casos aislados, estos
dos fenómenos de empoderamiento y de ampliación de la mirada geográfica han jugado un
cierto papel en las transformaciones de la percepción del mundo.