El Legado de Las Matemáticas - de Euclides A Newton, Los Genios A Través de Sus Libros
El Legado de Las Matemáticas - de Euclides A Newton, Los Genios A Través de Sus Libros
El Legado de Las Matemáticas - de Euclides A Newton, Los Genios A Través de Sus Libros
En estas páginas podrás disfrutar de la exposición virtual de libros antiguos que, con motivo del
año mundial de las Matemáticas, se organizó en Sevilla en diciembre del año 2000.
Antes de pasar a describir la obra de este genial astrónomo debemos dedicar unas líneas a exponer una de las
principales causas que impulsó la Revolución Copernicana: La reforma del calendario. La clave para la
construcción de un buen calendario es saber la duración exacta del año trópico, es decir, el tiempo que transcurre
entre dos pasos consecutivos del Sol por el mismo punto equinoccial, y del año sidéreo,
es decir el tiempo que tarda el Sol en pasar dos veces consecutivas sobre el fondo de
una misma estrella. El cociente entre ellos es -según datos actuales- 0,999961123... . Es
evidente la importancia de tener un buen calendario, en particular para las fiestas de
carácter religioso -por ejemplo la Pascua-. Por ello en 1516 la Iglesia católica
manifiesta su voluntad de reformar el calendario vigente instaurado por Julio César en
el 46 a.C. Este estaba basado en los cálculos de Socígenes de Alejandría -astrónomo
griego- que estimó el año trópico en 365 dias y 6 horas. La cifra estimada para el
nuevo calendario basada en los cálculos de Copérnico era de 365 días 5 horas y 46
segundos, 11 minutos y 14 segundos menos. Es fácil comprobar que pasados cuatro
siglos hay un desfase de 3 días y casi 3 horas lo que daba un retraso acumulado en el
siglo XVI de 11 días sobre el tiempo astronómico. Este fue el principal reto que
permitió a Copérnico "detener el Sol y echar a andar a la Tierra". La reforma del
calendario la llevó a cabo el jesuita y astrónomo Christoforo Clavius y fue llevada a
cabo en 1582, bajo el mandato del papa Gregorio XIII -de ahí el nombre calendario
gregoriano-. Exponemos uno de los libros explicativos del nuevo calendario -escrito en francés- donde podemos
ver en rojo años múltiplos de cuatro que no son bisiestos. Este calendario fue adoptado inmediatamente por los
católicos tardando más los protestantes -entre 1700 y 1753- y aún más los ortodoxos que esperaron hasta
comienzos del siglo XX para hacerlo.
Es fácil imaginar que las propuestas de Copérnico eran incompatibles con la astronomía ptolemaica y si,
además, tenemos en cuenta que en la época no había manera de comprobar experimentalmente cual de las dos
era la correcta -hubo que esperar hasta 1609 a que Galileo mirara por su telescopio y diese las primeras pruebas
irrefutables de que ``algo iba mal'' en el modelo ptolemaico y hasta 1838 para que F.W. Bessel lograra medir el
paralaje estelar de la estrella 61 Cygni y demostrara la veracidad de la teoría copernicana- no es de extrañar que
ocurriera lo que sobrevino después. Brevemente la historia es la siguiente: Copérnico encargó a su discípulo
Rethicus -profesor de la Universidad de Witteberg- la publicación de su obra. Debido a las presiones de los
protestantes éste se mudo a Leipzig delegando en Osiander -pastor protestante conocido de Copérnico- la
publicación el cual consiguió publicarla finalmente en Nuremberg no sin antes incluir un prefacio anónimo
donde explicaba que las hipótesis necesarias para explicar las observaciones no tenían que ser verdaderas o
probables, sino que era suficiente que se correspondieran con éstas -una manera elegante de evitarle problemas a
Copérnico y a sí mismo-. El primer ataque vino de Lutero y Calvino. Estos advirtieron que en la Biblia -
principal libro científico de la época- se expresaba claramente que la Tierra no se mueve y el sol si. Así Lutero
afirmó: "« algunos han prestado atención a un astrólogo advenedizo que se esfuerza por demostrar que es la
Tierra quien gira y no el cielo o el firmamento, el Sol y la Luna [...] Este loco anhela trastocar por completo la
ciencia de la astronomía; pero las Sagradas Escrituras nos enseñan que Josué ordenó al Sol, y no a la Tierra,
que se parara»". Calvino a su vez sentenció: "«¿quién osará colocar la autoridad de Copérnico por encima de
la del Espíritu Santo?»" y no era una pregunta retórica pues años más tarde Calvino quemaba vivo a Miguel
Servet por opinar sobre la Santísima Trinidad sin el aval de Espíritu Santo. Gracias a la explicación de Osiander
sobre las hipótesis de Copérnico los protestantes finalmente adoptaron una postura pragmática con el
copernicanismo. Curiosamente el cambio de actitud de éstos a principios del siglo XVII no salvó a los
copernicanos de la ira que justo empezaría a confesar la Iglesia católica por las tesis de Copérnico. Aunque los
asuntos de Dios no son fáciles de explicar hubo una serie de razones que explican el cambio de actitud en la
Iglesia católica. Por ejemplo, para explicar la inexistencia del paralaje -al que ya
hemos hecho mención- Copérnico se vio obligado a aumentar la distancia de la
esfera de las estrellas a la Tierra. Ahora bien, si las estrellas no giraban alrededor de
la Tierra, ¿por qué han de estar todas a la misma distancia? y si no hay esfera de las
estrellas ¿qué marca el fin del universo? ¿o es qué no los tiene? y si la Tierra es un
planeta como los demás ¿no pueden existir acaso otros mundos iguales en otras
partes del Universo? Esas posibilidades acabó con la buena relación entre la Iglesia
y los copernicanos y con la vida de más de uno de ellos -sin dudas el más famoso
fue Giordano Bruno que acabó quemado vivo-. Así en 1616 la Inquisición
dictaminaba: "«La doctrina que asegura que el Sol está inmóvil en el centro del
mundo es falsa y absurda, formalmente herética y contraria a las Escrituras ...»",
con lo cual el De revolutionibusorbium coelestium de Copérnico fue suspendido -
hasta una revisión que tardaría cuatro años- y además fue a parar al Indice de libros
prohibidos del que vemos una de sus tantas ediciones. La presente, impresa en
Sevilla en 1632, está abierta por la página donde aparece el nombre de Copérnico -primera columna cuarta fila
empezando por abajo- (véase también como curiosidad la fila central hacia el centro, donde, destacado en
cursivas aparecen las Crónicas del Rey don Pedro). El libro de Copérnico fue impreso nuevamente en 1620
luego de que se incluyeran varias explicaciones sobre la falsedad de las hipótesis sólo usadas para el cálculo -
como ya hemos mencionado- no obstante su autor siguió estando en el Indice algunos años más.
Antes de continuar nuestro paseo virtual debemos detenernos en un libro excepcional: Se trata del primer libro
impreso de la historia tras la invención de la imprenta de tipos móviles de Gutenberg y que además, como no
podía ser de otra manera, se trata de la Biblia. Al mencionar la Biblia de Gutenberg en el mismo contexto que
el De Revolutionibus de Copérnico -ambos compartieron la vitrina en la exposición "real"- se quiere simbolizar
la importancia de este primer paso revolucionario que liberó lo científico de la palabra de Dios, de lo religioso
pero no de lo ético: la revolución que el libro de Copérnico puso en marcha propició un espacio de libertad para
la ciencia. Es sin duda parte importante, sino fundamental, del legado de las matemáticas. Esta Biblia, en
concreto, simboliza, además, otra revolución. La belleza y cuidado de su composición, su maravillosa tipografía
gótica, separación medida entre las letras de cada palabra y de las palabras entre sí, iniciales preciosamente
iluminadas, el uso esporádico de la tinta roja, parecen querer convencernos de que está escrita a mano, como si
temiera descubrir la capacidad terriblemente revolucionaria que se agazapa tras tanta perfección: la del artilugio
que puede reproducir sin límite, casi sin posibilidad de control, libros y más libros; hasta 30.000 incunables se
calcula que produjeron las imprentas durante sus primeros cincuenta años de existencia. Algunos, como el De
revolutionibus de Copérnico cambiarían el Mundo.
Copérnico se quedó sin embargo corto en su reforma de la astronomía. Mantuvo órbitas circulares y velocidades
constantes para el movimiento de los planetas alrededor del Sol. Aunque su teoría era cualitativamente superior
a la ptolemaica, nunca superó a ésta en los aspectos cuantitativos: sus cálculos no se ajustaron mejor que aquella
con los datos de observación. Esta diferencia
fue más apreciable tras disponer de las
magníficas observaciones que el danés Tycho
Brahe, el mejor astrónomo de observación que
han visto los tiempos, acumuló en la segunda
mitad del siglo XVI. Hoy en día sigue
sorprendiendo la precisión de unas
observaciones que Brahe y sus ayudantes
hicieron a simple vista. Una de las principales
razones de sus
sorprendentes
tablas
astronómicas -
el error de las
mismas era de
menos de 2
minutos de
arco, algo sorprendente para la época sobre
todo sin telescopio que aparecería después de
su muerte- fue el uso de magníficos
instrumentos de medición uno de los cuales
podemos admirar en su libro De mundi
Aetheres recntioribus phaenomenis ... editado
en Praga en 1603. En 1572 realiza su primer gran descubrimiento que hizo temblar los cimientos de la
cosmología aristotélica: Descubrió la aparición de una nueva estrella -una supernova en realidad- que al no tener
paralaje tenía que estar más allá de Saturno lo cual era imposible según las hipótesis aristotélicas que establecían
que la esfera de las estrellas era inmutable. A partir de 1576 regresa a Dinamarca -su patria- donde en la isla de
Ven -concedida en propiedad por el rey Federico II- se dedica a escudriñar el cielo durante 25 años hasta que sus
excesos y el joven Rey Christian IV le echaran de la misma. Finalmente decidió publicar su propio modelo -era
enemigo acérrimo del copernicanismo- en 1578 y estaba a medio camino entre el ptolemaico y el copernicano
como podemos admirar en el grabado impreso en a la derecha tomado de la Opera Omnia... editada en Frankfort
en 1648.
Tras su expulsión de Ver, Brahe se refugió en el castillo de Benatek cerca de Praga. Fue allí donde conoció a
Johannes Kepler. Kepler conoció el copernicanismo en la Universidad de Tubinga. Al parecer lo entendió muy
bien pues poco despues en 1596 redactó su Misterium Cosmographicum donde en el primer capítulo explicó
magistralmente por qué el sistema de Copérnico era preferible al de Ptolomeo. Después de un planteamiento
plátonico-pitagórico extremo Kepler distribuye los planetas según los cinco poliedros regulares: Saturno, cubo;
Júpiter, tetraedro; Marte, dodecaedro; Tierra, icosaedro;Venus, octaedro y Mercurio. Años más tarde le puso
música: la música de las esferas -aunque sólo era una forma muy original de buscar analogías entre las órbitas
planetarias-. Kepler envió a Brahe una copia de su Misterium Cosmographicum gracias a lo cual fue invitado al
castillo de Benatek. Tras la muerte de Brahe Kepler ocupó el puesto de matemático imperial aunque ganando
mucho menos que el danés -cuando lograba que le pagasen-. Tras largos problemas con los herederos de Brahe
consiguió una copia de las observaciones de Brahe -en vida de éste no le fue posible en parte por el miedo de
Brahe de que las usara para afianzar el sistema copernicano en vez del suyo propio-. Luego de tener en su poder
los mejores datos astronómicos del momento Kepler comenzó a intentar dar con un buen modelo de círculos
para explicar el movimiento de los planetas -recordemos que justo en las cuestiones cuantitativas era donde
fallaba el sistema de Copérnico-. Tras arduos intentos, Kepler se convenció de que no había forma de cuadrar los
datos experimentales de Brahe con ninguna composición de círculos así que comenzó la búsqueda de otras
figuras geométricas. Finalmente, y casi por accidente, dedujo que podía reconciliar teoría y práctica usando dos
leyes muy sencillas que ya mencionamos antes:
1- los planetas se mueven en órbitas elípticas con el Sol situado en uno de sus focos
2-los planetas se mueven con una velocidad tal que el área barrida por el segmento que une el planeta con el Sol
recorre áreas iguales en tiempos
iguales.
El reconocimiento casi definitivo de que el Universo era como lo pintaba Copérnico fue, en parte, fruto de la
técnica. Se produjo cuando Galileo apuntó hacia el cielo un telescopio, el instrumento recién inventado que
aumentaba la imagen de los objetos contemplados a su través. En 1611 era invitado por el Papa Pablo V a
mostrarle a los astrónomos jesuitas del Colegio Romano lo que se podía ver mirando a través del telescopio. La
historia de Galileo es "bien" conocida. Dejó sus estudios de medicina por las matemáticas que tampoco acabó
por razones económicas. Por suerte para todos -y para él en particular- consiguió en 1589 una plaza de profesor
en Pisa para pasar de allí a Padua donde estaría 18 años para luego irse a Toscana como primer filósofo y
matemático, puesto ofrecido por el Gran Duque de Toscana. En Pisa fue donde descubrió sus leyes de la caída de
los cuerpos usando planos inclinados -y no lanzando objetos desde la torre de Pisa como afirman muchos-, la
aceleración constante de su caída y las trayectorias parabólicas de los objetos lanzados. Su forma de hacer
ciencia le granjeó no pocos enemigos entre los aristotélicos que plagaban a las
Universidades en aquella época. En especial por su célebre frase: «La naturaleza
esta escrita en el lenguaje de las matemáticas». Fue en 1609 cuando cayó en sus
manos el telescopio. Este hecho le convierte en un acérrimo defensor de las tesis
copernicanas -cosa que no había sido hasta el momento, aunque tampoco se había
declinado por el otro bando-. Sus conclusiones al mirar por el telescopio fueron
debastadoras: descubrió una ingente de nuevas estrellas por tanto no pueden estar
todas a la misma distancia -afirmó- por lo que, como afirmó Giordano Bruno,
dedujo que el Universo era infinito y por tanto más razonable que la Tierra se
moviese y no éste último. Además, a diferencia de los planetas que aumentaban
varias veces su tamaño -ya los veía como pequeñas bolitas- las estrellas
aparentemente no cambiaban el suyo luego debían estar muy lejos como afirmó
Copérnico, tanto como para que fuese imposible percibir su paralaje, luego miró
la Luna, el Sol -en éste descubrió que rotaba, luego ¿por qué no iba a hacerlo la
Tierra?-, más tarde descubrió los satélites de Júpiter -¡no todos los cuerpos giran
alrededor de la Tierra!-. Finalmente, el estudio de Venus le dio la total seguridad
de que era Copérnico y no Ptolomeo quien tenía razón. Arriba a la izquierda podemos descubrir un dibujo de
Galileo mostrando sus predicciones para las posiciones relativas de Júpiter y sus cuatro lunas en el periodo del
25 de abril al 8 de mayo de 1613.
En 1615 Galileo hizo circular una carta -impresa en 1636- donde esencialmente pedía a los teólogos que dejasen
a los científicos las investigaciones de la Naturaleza demandando así un espacio de libertad para la ciencia por
encima de lo religioso. Sus palabras fueron: «la intención del Espíritu Santo era
enseñarnos cómo se va al cielo, no cómo va el cielo». Claro que su gallardía fue
tenida en cuenta: fue denunciado a la Inquisición y se le ordenó no sostener,
enseñar ni defender nunca más la doctrina copernicana. Además,
"gracias" a los consejos galileanos de no meterse donde no debe, la Iglesia
terminó incluyendo el libro de Copérnico en su Indice de libros prohibidos. Pero
la suerte le acompañó pues nombraron Papa a Urbano VIII -Mafeo Barberini-
que era amigo de Galileo. En una visita a éste en 1624 Galileo consigue permiso
para escribir sobre los dos sistemas del Mundo: Así nació su obra más famosa y
la que le costaría su condena por la Inquisición: Dialogo supra i due massimi
sistemi del mondo, tolemaico e copernicano publicado con todos los permisos
necesarios el 21 de febrero de 1632 en Florencia. En él incluyó su famosa ley de
la inercia -que luego tan oportunamente cogiera Newton de otro de sus gigantes-
entre otras explicaciones. Obviamente tan pronto se publicó el libro y su autor
fueron denunciados y esta vez no se salvó: fue condenado - condena que
posiblemente no fue a mayores por su amistad con el entonces Papa Urbano
VIII.- trasladado a Roma y obigado a permanecer confinado en su casa de por vida, además de obligarle a
abjurar, maldecir y detestar sus opiniones sobre el movimiento de la Tierra además de recitar los 7 salmos una
vez a la semana durante tres años. Finalmente, como sabemos, todo esto no fue más que un ``mal entendido'' y
360 años después Galileo quedó totalmente rehabilitado.
Influidos por los descubrimientos de Kepler y Galileo varios científicos ingleses donde destacan Hooke, Halley
y Wren se dan a la tarea de "reformar" la cosmología. Hook, en una conferencia pronunciada en la Royal Society
explica, en su opinión, la causa del movimiento de los planetas:
1-Todos los cuerpos celestes tienen una atracción o gravitación hacia su centro y atraen a todos los demás
cuerpos que tienen bajo su radio de acción.
2-Los cuerpos se mueven en linea recta salvo que se vean afectados por una fuerza que los obligue a desviarse
3-La atracción disminuye a medida que la distancia aumenta, que aunque no sabemos de que forma,
establecemos que debe ser inversamente proporcional al cuadrado de la distancia.
Así estaban las cosas cuando a principios de 1680 estos tres geniales científicos andaban tras la búsqueda de las
trayectorias planetarias causadas por fuerzas con magnitudes inversamente proporcionales al cuadrado de la
distancia cuando a uno de ellos, Halley, se le ocurrió una idea brillante: preguntarle a Newton.