Sociologia en Latinoamerica
Sociologia en Latinoamerica
Sociologia en Latinoamerica
Luis A. Escobar1
“Buscar el principio es como intentar descubrir las fuentes de un río. Se pasa usted varios
meses remando contra la corriente, bajo un sol abrasador, entre altísimas murallas de jungla
chorreante, con los mapas empapados de humedad desintegrándosele en las manos. Lo
enloquecen a usted las falsas esperanzas, los malignos enjambres de insectos picadores, y las
añagazas de la memoria, y lo único que saca en claro, al final (…), es un humedal de la selva o,
tratándose de un relato, una palabra o un gesto perfectamente desprovistos de sentido. Y, sin
embargo, en algún lugar más o menos arbitrario del largo recorrido entre el humedal y el mar, el
cartógrafo clava la aguja de su compás, y es ahí donde nace el Amazonas.”
En el campo de las ciencias sociales en general existe un cierto consenso sobre las
condiciones que se dieron en la Europa industrial del siglo XIX, por lo cual, se interpreta
que la sociología, como disciplina gradualmente diferenciada, tiene sus comienzos en
algunos países que se convirtieron en centros industriales europeos. Estos inicios se
encuentran casi siempre anudados a una necesidad de comprender y dar respuestas a
los cambios producidos por la industrialización y las reconfiguraciones que comienzan a
operar en las sociedades en las que la industrialización se consolida y reproduce. Es un
contexto de cambios societales profundos que producen crisis a través de rupturas
abruptas respecto a los modos de producciones y las formaciones sociales. Esto lleva a
varios pensadores contemporáneos a ensayar interpretaciones y posibles respuestas. Los
resultados iniciales apuntan a encontrar nuevas fuerzas homogeneizantes en las
sociedades modernas que comienzan a cristalizar. “Las ciencias sociales en general y la
sociología en particular, desde los clásicos hasta los años 70 del siglo XX, trataron de
explicar el advenimiento del industrialismo y del capitalismo” (Scribano, 2004: 30-31).
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década de 1920 la disciplina se había extendido por casi todos los países de
Latinoamérica y en varias universidades (Germani, 1964; Blanco, 2006).
La sociología, así como las ciencias sociales de esta amplia región, tuvieron un doble
desafío: “Por un lado, con la tarea de establecerse como tales (es decir, como ciencias), y
por el otro, dar cuenta de las características particulares que los procesos de
estructuración capitalista asumían en América latina” (Scribano, 2004: 30-31).
Coincidiendo con Poviña (1941), Germani dice que se pueden reconocer, de manera
bastante clara, “etapas” en el desarrollo de los estudios sociológicos en América Latina,
que coinciden con cambios histórico-sociales acecidos en la región y permiten establecer
paralelismos con el “proceso de formación de la sociología como disciplina autónoma”. El
autor propone dividirlo en tres etapas: una primera fase de “pensamiento presociológico”,
que se prolongaría desde la época de independencias “hasta la institucionalización de la
sociología con la creación de las primeras cátedras” (esta etapa, a su vez, contiene dos
fases de recepción y adaptación: la “positivista” y la “antiposivista”); esta periodización se
cerraría en el momento presente del autor, denominada “comienzos de la sociología
científica” o “etapa actual (1964: 17-18).
La segunda etapa está, en principio, asociada a la fase positivista por la base que el
mismo pensamiento presociológico aporta, pero también por las tramas históricas
(contextuales) de las sociedades latinoamericanas. Estas se encontraban, según los
países y en diferentes grados, en la etapa de organización nacional. La adopción del
positivismo “respondía de manera admirable a las necesidades de la época y a las de sus
élites”. Este influjo positivista:
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Termino que Germani rescata del libro de Poviña, Historia de la sociología en Latinoamérica
(Germani, 1964: 19).
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“se extendió a todos los países de América Latina, aun cuando fueron las
características locales, no solo de tipo intelectual, sino –sobre todo- políticas y sociales,
las que condicionaron las particulares formas y la orientación asumidas por el positivismo
en cada caso” (Germani, 1964: 22).
El autor agrega que, además de los factores que sirvieron de impulso y desarrollo de la
etapa previa, otros elementos propios de la tradición universitaria deben tenerse en
cuenta. Si bien las primeras cátedras de sociología se iniciaron también en algunas casas
de estudios superiores de Humanidades, hubo un mayor predominio en las facultades de
Derecho. Germani argumenta que no se trata de una mera coincidencia, ya que la
enseñanza del derecho siempre se percibió vinculada a las ciencias sociales: “No por
azar, en la actualidad un gran número de facultades ostentan el nombre de ‘derecho y
ciencias sociales’, aun cuando en muchos casos solo se trate de una escuela profesional
para la formación de abogados” (Germani, 1964: 24).
Por otra parte, el autor postula que desde fines de la década del diez y principios de la
del veinte del siglo pasado, la hegemonía del positivismo como corriente teórica comenzó
a ceder en las cátedras de sociología, iniciándose la inclusión de otras corrientes de
pensamiento ligadas al “neopositivismo” y “no positivismo”, comenzando a perfilarse la
fase del “antiposivismo” (Germani, 1964: 27).
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26). Aunque al respecto no deja de agregar que así como no había “especialización” en la
cátedra -debido a la procedencia profesional y a los intereses difusos de los profesores-,
tampoco lo había en las publicaciones. A esto lo postula de acuerdo a la polifonía con la
que publicaban aquellos profesores, ya que podían escribir de sociología, filosofía,
derecho, historia y “a menudo se continúa la tradición del interés político asociado a todas
aquellas disciplinas” (1964: 27).
Otro foco que le interesó remarcar a Germani sobre este periodo es que la enseñanza
no se vinculó con la investigación, en todo caso la describe como reducida o nula. Y aún
ahí donde se dio, en muchos casos se trata de trabajos “colindantes con lo literario o lo
histórico”, de “tipo impresionista”, por lo cual se constata aún la influencia del “realismo
social” del periodo anterior. O, el otro tipo de casos, se trata de trabajos que no conectan
la práctica de investigación con las teorías, hipótesis y aparato conceptual de la
sociología.
Esta lectura autoriza a Germani a plantear que el impacto más fuerte de estas posturas
“se dio en el campo de los fundamentos metodológicos”. La tajante separación entre
“ciencias naturales” y “ciencias del espíritu o de la cultura”, sostiene el autor, -importada
desde el pensamiento alemán-, pareció zanjar las problemáticas metodológicas de la
sociología, difundiéndose una perspectiva de corte especulativo y de contenido filosófico
de la disciplina, por lo tanto,
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México y Argentina en los últimos 25 años previos al momento de escritura de Germani.
Los trabajos locales y regionales, así como los españoles –estos muy influidos por Ortega
y Gasset- contribuyeron a difundir la amplia acogida de las corrientes germanas en la
sociología y la filosofía.
Por último, en relación a este período, destaca Germani que asimismo un impacto
semejante tuvo en la sociología las renovaciones en relación al “neotomismo, matizado en
varias formas con el espiritualismo y la fenomenología de origen alemán”. Estas corrientes
son verificables en el dictado de algunos cursos de sociología basados en las causas
aristotélicas y “la interpretación de esa disciplina como una versión de la ‘política’” (1964:
30-31).
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consolidación que comienza a operar hacia su interior y su exterior-.3 Estas primeras
respuestas ensayadas y orquestadas por las elites locales, se orientan a encorsetar y
dirigir la mecánica propia desatada por los novedosos procesos. Pero en breve estos
ensayos mostrarán sus fisuras y desbordes, tanto hacia dentro, en las estructuraciones
construidas, como hacia afuera -en las mismas repuestas y producciones que se dieron a
partir de la ingeniería institucional-.
El “nuevo orden neocolonial” se afirma en la región hacia 1880, aunque con matices y
graduaciones particulares en cada país. Pero como bien lo destaca Halperín Donghi, ese
nuevo pacto ya nace con signos de agotamiento. En particular interesa destacar lo
referente al debilitamiento que plantea este autor respecto a las “clases altas
terratenientes”. Este “debilitamiento”, se acompaña de un nuevo proceso en estrecha
vinculación, y quizás es el más importante a nuestro interés: el surgimiento de sectores
medios y de una clase obrera en el marco de actividades relacionadas a las economías
modernizadas. Los sectores emergentes comienzan a trasladar al plano socio-político
reivindicaciones y conflictividades en reclamo de derechos políticos y sociales. Halperin
argumenta que dicho proceso empieza a esbozar, a través de impugnaciones y
exigencias de diferente índole, una democratización política y social de los regímenes
políticos en el marco del orden neocolonial. Las elites que se habían planteado en el inicio
del nuevo orden como innovadoras, muestran al final del siglo una incertidumbre
creciente
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Marta Bonaudo visualiza la primera parte de esta etapa como “un verdadero proceso de
ingeniería social”, donde se cristalizan las bases de un orden burgués, se construye un sistema de
representación política unificado y se organiza el Estado (1999: 13).
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relación a lo ya expuesto por Germani, por las generaciones anteriores que será, a su
vez, una distinción de origen del campo intelectual moderno argentino-.4
Si bien en la última década ya son bien palpables las problemáticas que se cristalizan
en el mundo social, tanto las respuestas como los mismos agentes productores del
mundo letrado se encuentran inmersos en la misma reconstitución. Por lo cual es posible
conectar en un mismo espacio elementos modernos con otros que no necesariamente
responden a su contemporaneidad. Como lo plantea Altamirano y Sarlo (1997) en este
momento comienzan a vislumbrarse indicadores del surgimiento de un campo cultural, y
con ello la creciente profesionalización y constitución de la carrera de escritor; elementos
que posibilitan distinguir gradualmente un microcosmos recortado, desde el que se
escindirá a su vez un campo intelectual moderno.
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El legado del “realismo social” propuesto por Germani también es retomado por Diego Pereyra,
quien dice que “el legado de ideas y preocupaciones de la generación del 37 (…) se convirtió en el
proyecto programático de la generación del 80. Especialmente, se heredó la vocación del realismo
social por estudiar la realidad social argentina y centrar el eje del análisis en el problema de la
construcción del Estado y la Nación” (2007:154).
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David Viñas acuñó esta definición para algunos miembros de la “Generación del ‘80” relacionados
a las letras, para quienes la escritura se establecía como una continuidad de su posición
sociopolítica. Aquí es preciso reponer las críticas que desde un campo historiográfico
contemporáneo hace Paula Bruno de la lectura de David Viñas sobre los “gentlemen escritores” del
Ochenta. La argumentación de Bruno considera que “[s]i se pensaran las trayectorias (…) en una
perspectiva de largo plazo que no recorte sólo la ‘fotografía’ del Ochenta, podrían evaluarse los
roles intelectuales que los personajes (…) desplegaron con vigor en las décadas anteriores a la
presidencia de Julio A. Roca; momento en el que actuaron casi como pioneros de la cultura”; lo
cual posibilita “matizar la caracterización del gentleman escritor sólo como manifestación de un tipo
social o miembro de un régimen político, e invitaría a la reflexión acerca de cuáles fueron los
rasgos de los hombres de ideas en la sociedad argentina de la segunda mitad del siglo XIX”
(Bruno, 2010: 186).
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Bien vale recordar que los proyectos intelectuales que se introducen en este marco son
en gran parte enunciados de cómo constituir una cultura nacional, lo que da cuenta de la
fuerte vinculación de la crisis de las elites políticas y el mundo letrado. Esto quizás pueda
explicar que a la par que se instituía un lento y prolongado proceso de profesionalización,
donde los intelectuales cada vez más ocupan un espacio propio y por medio de ello los
conflictos sociales aparecen regulados, a través de una “lente” particular (lecturas de
“campo”, en el sentido bourdiano), no dejan de cristalizar lecturas, interpretaciones y
problemáticas referidas entorno a la relación Estado-sociedad y sus desbordes.
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Al respecto, y en continuidad con lo expuesto por Germani, Waldo Ansaldi plantea que "las
ciencias sociales en América Latina son, inicialmente, objeto de enseñanza y estudio, en particular
en los ámbitos de las Facultades de Derecho y de Filosofía y Letras (o Humanidades) y con un
carácter complementario de la currícula de los estudios profesionales centrales de unas y otras,
manifiestamente en las primeras de ellas y probablemente como parte de la formación y la
capacitación para el ejercicio del poder, una situación muy característica de las universidades
latinoamericanas en el período de la construcción y consolidación de los Estados nacionales, en
particular bajo la forma de acción estatal hacia la sociedad" (Ansaldi, 1991: 9).
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marxista y el papel de la universidad en el debate sobre la cuestión social” (Pereyra, 1999:
51).
“se nutría de una revisión superadora, tanto del positivismo penal como de la tradición
comteana clásica. Se basó, esencialmente, en un proyecto contrario al idealismo filosófico
y al mecanicismo, buscando adaptar el modelo de las Ciencias Naturales a las Ciencias
Sociales y morales, pero aspirando a superar el monismo naturalista e integrarlo con la
crítica social” (2007: 155).
La relectura de una tradición, como vemos, retoma observaciones de Germani pero las
tensa para ir más allá de un “antiposivismo”, en todo caso se trataría de una “revisión
superadora” del positivismo que no pierde de vista una metodología de corte cientificista,
en diálogo con los modelos aportados desde las ciencias naturales. Sin embargo, es
preciso marcar que la indagación de Pereyra no atraviesa la línea temporal de la década
del veinte.
Bibliografía citada
Bonaudo, Marta (1999): “A modo de prólogo”, en Bonaudo, Marta (Dir.): Nueva Historia
Argentina, Tomo 4: Liberalismo, Estado y orden burgués (1852-1880), Sudamericana,
Buenos Aires.
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Pereyra, Diego (1999): “Fantasmas, fanáticos e iluminados en la Universidad de
Buenos Aires. Reformismo, socialismo y política en el debate sobre el marxismo en las
clases de sociología durante la primera década del siglo.”, en Estudios Sociales, Revista
Universitaria Semestral, Año IX, N° 16, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, pp. 41-
56.
Sarlo, Beatriz y Altamirano, Carlos (1997): “La Argentina del centenario: campo
intelectual, vida literaria y temas ideológicos”, en Ensayos argentinos, Ariel, Buenos Aires.
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