Taller de Ortografía 1
Taller de Ortografía 1
Taller de Ortografía 1
1.- Acentuación
Responda como se indica.
1. Separe en sílabas las siguientes palabras.
2. Escriba el acento ortográfico en las palabras que así lo requieran.
3. Clasifique cada palabra en agudas, graves, esdrújulas o sobresdrújulas según corresponda.
Escriba los acentos ortográficos en la vocal que le corresponda y subraye con un color diferente las palabras
agudas, graves, esdrújulas y sobresdrújulas.
Quizá ningún arte ha decaído tanto como el de la conversación. Los grandes conversadores eran comunes en
la época de nuestros abuelos, cuando de sobremesa o en las tertulias familiares evocaban mejores tiempos,
revivían la imagen de sus antepasados y narraban hermosamente incontables anécdotas de su juventud y su
infancia. Mas, en la actualidad la radio, la televisión, el cine, la agitación y prisa de la vida moderna, sobre todo
en las grandes ciudades, no nos dejan tiempo para cultivar este arte. Sólo en ciertas reuniones de personas
cultas, o alguna vez entre gente campesina, encontramos a alguien capaz de entretenernos insensiblemente
durante horas con la amenidad de su plática.
Reunámonos siempre que podamos con el único propósito de conversar con familiares y amigos.
El buen conversador habla con naturalidad y fluidez, empleando únicamente los términos que le son
familiares, los giros que le son propios _diríamos que piensan en voz alta_ y cuida poco que sus palabras
merezcan la aprobación de los gramáticos. Y algo más: el buen conversador se distingue porque habla
correctamente, expresa ideas claras y nadie advierte el esfuerzo hecho para dar con la palabra exacta.
Tal vez sea la conversación lo que mejor refleja nuestra personalidad con todos sus rasgos favorables y
desfavorables. Por lo que en esta sección señalaremos ciertos vicios que cometen algunos conversadores y
que resultan ingratos a los oídos de sus interlocutores.
Más de una vez habrá tropezado usted con alguna de esas personas que abusan del ―este‖, del ―y luego‖,
del ―entonces‖, del -¿me entiende usted?‖, del ―ya te digo‖. Estos recursos llamados ―muletillas‖,
empobrecen la conversación volviéndola desagradable.
La pobreza del lenguaje también se advierte en el uso constante de ciertos verbos o palabras fáciles, recurso
que algunas personas emplean en todo momento con el objeto de salir del paso; esto sucede, por ejemplo,
con el verbo ―hacer‖, que tan ampliamente se utiliza en sus más diversas acepciones, desplazando así a
muchos verbos de significado más preciso.