Paz, G.

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Ivana Frasquet, editora

JAMÁS HA LLOVIDO
REYES EL CIELO...
De independencias, revoluciones
y liberalismos en Iberoamérica

Quito, 2013

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BIBLIOTECA DE HISTORIA
volumen 29
Editor de la colección: Guillermo Bustos

Primera edición:
ISBN Corporación Editora Nacional: 978-9978-84-696-4
Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador: 978-9978-19-605-2
Derechos de autor: 042680 • Depósito legal: 005002
Impreso en Ecuador, diciembre de 2013

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Supervisión editorial: Jorge Ortega • Diagramación: Raúl Yépez • Correc-


ción de textos: Grace Sigüenza • Diseño de cubierta: Raúl Yépez, con
ilustración basada en un grabado de George Cruikshank, fechado el 5
de septiembre de 1808, cuyo original se encuentra en Library of Con-
gress Prints and Photographs Division Washington D. C. 20540 USA dcu
• Impresión: Impresos Andinos S. A., Lérida E13-04 y Pontevedra, Quito.

La versión original del texto que aparece en este libro fue sometida a un proceso
de revisión de pares ciegos, conforme a las normas de publicación de la Universi-
dad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador, y de esta editorial.

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8
La rebelión de los gauchos:
movilización campesina en el norte argentino
durante la guerra de Independencia

Gustavo L. Paz

INTRODUCCIÓN

Cada sitio, cada hora, cada hombre, hasta ancianos i mujeres, eran solda-
dos i capitanes; vencedores siempre, esperimentados i sagaces, descubrían
la oportunidad i se lanzaban con brio, sobre un destacamento, sobre una
comisión, sobre un convoi de municiones, una reserva de ganados, un
recinto donde se custodiaban caballerías, sobre las trincheras mismas.1

S
esenta años después de la guerra de Independencia, Joaquín Ca-
rrillo, uno de los primeros historiadores provinciales argentinos,
recordaba vívidamente a los lectores de su Jujui. Provincia Federal
Arjentina, las acciones temerarias de los gauchos. En estos párrafos de
épicos tonos, Carrillo reconocía en los gauchos el coraje y el arrojo que
los testigos contemporáneos de la independencia habían aprendido a ad-
mirar y temer. Y agregaba con preocupación que “Esos gauchos llenos de
altanería, i orgullosos de tener una comarca en la que se les reconociera
una libertad sin límites, iban al combate con valor, i morían contentos
en la demanda, por la Patria”.2
Esa altanería y libertad ilimitada que reconocía en los gauchos eran
para Carrillo productos del impacto (para él negativo) de la guerra que
provocaba “la relajación de los respetos mutuos, i fomento del antago-
nismo de clases...”.3

1. Joaquín Carrillo, Jujui. Provincia Federal Arjentina: apuntes de su historia civil, Buenos
Aires, Establecimiento Tipográfico del Mercurio, 1877, p. 299.
2. Ibíd., p. 239.
3. Ibíd., p. 255.

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Con esta descripción de la movilización rural en el norte rioplaten-


se, Carrillo hacía referencia a lo que en la época se llamó el “sistema de
Güemes”, la administración que entre 1815 y su muerte en 1821 ejerció
sobre las jurisdicciones de Salta y Jujuy Martín Miguel de Güemes. En
los párrafos citados, Carrillo, descendiente de una de las familias más
encumbradas de la región, resume magistralmente el dilema en que
estaba sumida la élite urbana nucleada en las ciudades de Salta y San
Salvador de Jujuy: el desafío a su poder por parte de una movilización
popular que ellos no controlaban y que se transformaría en un arma
política poderosa.
Un contemporáneo a los sucesos, el entonces joven teniente José
María Paz, luego general en las luchas civiles argentinas de la primera
mitad del siglo XIX, presentaba claramente ese dilema en sus Memorias:
“Nadie ignora que este caudillo, apoyándose exclusivamente en la plebe
y gauchos de la campaña, se había hecho enemigas las otras clases
superiores de la sociedad”.4
Designado comandante de las milicias de Salta y Jujuy por el gene-
ral José de San Martín a fines de 1814 y gobernador por el cabildo de
Salta al año siguiente, Güemes reorganizó el frente de guerra con los
realistas del Perú abandonado por el Ejército del Norte estacionado
desde entonces en la ciudad de Tucumán. El nuevo gobernador empren-
dió la ampliación de las bases de reclutamiento de los habitantes de la
campaña y reagrupó las milicias en escuadrones a cuyo frente colocó
como jefes a personajes de la élite local adherentes a la causa de la
revolución y a él mismo. Las élites de Salta y Jujuy toleraron el sistema
de Güemes solo porque las urgencias de la guerra lo legitimaban y por-
que contaba con el apoyo del gobierno central en Buenos Aires, pues el
gobernador salteño actuaba como una sólida barrera contra las invasio-
nes españolas sobre el Río de la Plata.
La guerra desató en las provincias del norte tensiones sociales con-
tenidas desde la época colonial. La movilización de amplios sectores
rurales terminó quebrando relaciones sociales establecidas en el período
colonial entre la élite y la población rural basadas en el arrendamiento,
el peonaje, la provisión de crédito y la administración de justicia ordina-
ria. La profunda movilización miliciana permitió a Güemes la construc-
ción de un poder alternativo al de la élite urbana basado en la extensión
de la protección y la compensación material a los gauchos. Las milicias
de gauchos que gozaban de fuero militar que los sustraía de la jurisdic-
ción civil y los recompensaba por medio de la exención del pago de
arriendo desafiaban abiertamente por primera vez la autoridad de la
gente decente. Este desafío a la autoridad de la élite se basaba en una

4. José María Paz, Memorias póstumas [1854], vol. I, Buenos Aires, Emecé, 2000, p. 339.

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ideología republicana que moldeaba un concepto de patria vagamente


definida, pero que incluía los conceptos de igualdad ante la ley y la abo-
lición de las diferencias étnicas.5

GAUCHOS DEL NORTE ARGENTINO:


PERFIL SOCIAL
¿Quiénes eran los gauchos? Gaucho es una palabra que recuerda
a la población rural de la pampa argentina y parecería extraño aplicarla
a los campesinos andinos de las provincias del norte.6 Antes de la inde-
pendencia el término gaucho era desconocido en esas provincias. Cuan-
do las autoridades locales se referían a la población rural empleaban los
vocablos “paisanos”, “labradores”, o más corrientemente “habitantes de
la campaña”. La primera mención al término gaucho para referirse a los
pobladores de las áreas rurales de Salta data de 1814, en una carta del
general José de San Martín, entonces comandante del Ejército del Norte,
a las autoridades centrales en Buenos Aires.
El término gaucho se generalizó en Salta y Jujuy desde la segunda
entrada realista en territorio del norte rioplatense en ese mismo año,
cuando comenzaron a organizarse milicias rurales para enfrentarla.

5. Esta interpretación del régimen de Güemes proviene de mi tesis doctoral, Gustavo L. Paz,
Province and Nation in Northern Argentina. Peasants, Elite, and the State, 1780-1880, PhD
Dissertation, Atlanta, Emory University, 1999, en particular del capítulo IV, “Social War:
Caudillo, Gauchos and the Elite (1815-1825)”. Entre las obras más importantes sobre
el régimen de Güemes se encuentran las de Bernardo Frías, Historia del General Martín
Güemes y de la Provincia de Salta, o sea de la independencia argentina [1902-1905], 6
vols., Buenos Aires, Plus Ultra, 1972; Atilio Cornejo, Historia de Güemes, Salta, 1940;
Roger Haigh, “The Creation and Control of a Caudillo”, en The Hispanic American Historical
Review, 44 (4), 1964, pp. 481-490; y Martín Güemes: Tyrant or Tool? A Study of the Sources
of Power of an Argentine Caudillo, Fort Worth, Texas Christian University Press, 1968; Tulio
Halperin Donghi, “El surgimiento de los caudillos en el marco de la sociedad rioplatense
revolucionaria”, en Estudios de Historia Social 1, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y
Letras, 1965, pp. 121-149; y Revolución y guerra. Formación de una élite dirigente en la
Argentina criolla, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972, pp. 273-278; y más recientemente Sara
Mata de López, “Tierra en armas. Salta en la Revolución”, en Mata de López, comp., Persis-
tencias y cambios. Salta y el Noroeste Argentino, 1770-1840, Rosario, Prohistoria, 1999, pp.
177-218; “La guerra de Independencia en Salta y la emergencia de nuevas formas de poder”,
en Andes: Antropología e Historia 13, 2002, pp. 113-143; “Conflicto social, militarización
y poder en Salta durante el Gobierno de Martín Miguel de Güemes”, en Fabián Herrero,
comp., Revolución. Política e ideas en el Río de la Plata durante la década de 1810, Buenos
Aires, Ediciones Cooperativas, 2004, pp. 125-147; y Los gauchos de Güemes. Guerras de
Independencia y conflicto social, Buenos Aires, Sudamericana, 2008.
6. En los últimos veinte años la historiografía argentina ha renovado el estudio de las
poblaciones rurales del Río de la Plata en la Colonia tardía y la primera mitad del siglo
XIX. La bibliografía es muy extensa pero puede verse una buena síntesis en Juan Carlos
Garavaglia y Jorge Gelman, “Mucha tierra y poca gente: un nuevo balance historiográfico
de la historia rural platense (1750-1850)”, en Historia Agraria: revista de agricultura e
historia rural, No.15, Sociedad Española de Historia Agraria, 1998.

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Para el momento en que el general San Martín encargó a Güemes la


reorganización de las milicias a fines de ese año el uso del término era
general. Güemes sancionó el empleo del término denominando a los
nuevos escuadrones milicias gauchas y a sus jerarquías sargentos,
tenientes y comandantes de gauchos. Para 1815 los gauchos eran cam-
pesinos movilizados, habitantes de la campaña devenidos en soldados
irregulares pero agrupados en escuadrones milicianos. Su número
parece haber llegado a un máximo de 3.000 individuos.
Una primera aproximación a los rasgos de esos pobladores rurales
militarizados la brindan las memorias de guerra de la época. El general
realista Andrés García Camba describía con admiración a los gauchos:
Los gauchos eran hombres de campo, bien montados y armados todos de
machete o sable, fusil o rifle de los que se servían alternativamente sobre
sus caballos con sorprendente habilidad, acercándose a las tropas con tal
confianza, soltura y sangre fría, que admiraba a los militares europeos que
por primera vez observaban aquellos hombres extraordinarios a caballo, y
cuyas excelentes disposiciones para la guerra de guerrillas y de sorpresa
tuvieron repetidas ocasiones para comprobar.7

El enviado sueco Jean Adam Graaner los llamaba “incomparables


jinetes”, a quienes encontraba similares a los cosacos.8 El mismo gene-
ral García Camba, que los había combatido y comparaba como jinetes
con los mamelucos, destacaba la habilidad sin par de los gauchos para
la guerra de guerrillas que consistía en “su facilidad para dispersarse y
volver de nuevo al ataque, manteniendo a veces desde sus caballos y
otras echando pie a tierra y cubriéndose con ellos”.9
Estos testimonios remarcan los aspectos militares de los gauchos
casi desde un punto de vista épico. Pero, ¿cuál era el perfil social de los
gauchos de Salta y Jujuy? Durante la guerra de Independencia no se
levantaron censos de población en Salta o Jujuy. Recién en 1826, y
como parte de un plan de reorganización de las milicias provinciales, se
registraron censos militares cuya conservación en los archivos locales
es solo parcial. Aquellos que se han preservado corresponden a algunos
distritos rurales de la jurisdicción de la ciudad de San Salvador de
Jujuy. Estas listas, junto con expedientes judiciales, permiten explorar
el mundo de los milicianos y delinear el perfil social de los gauchos.
En 1826 los gauchos enlistados en milicias comprendían alrededor
del 10% de la población total de la jurisdicción de Jujuy, 811 milicianos

7. Andrés García Camba, Memorias del General García Camba para la historia de las armas
españolas en el Perú, 1809-1821, vol. I, Madrid, América, 1916, pp. 314-315.
8. Jean Adam Graaner, Las Provincias Unidas del Río de la Plata en 1816 (Informe dirigido al
Príncipe Bernadotte), Buenos Aires, El Ateneo, 1949, p. 72.
9. García Camba, Memorias..., I, p. 326.

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sobre un total de 8.864 habitantes. Como uno de los objetivos primor-


diales de la reorganización de las milicias emprendida por el gobierno
provincial de Salta desde 1824 era la reducción del número de soldados,
el número absoluto y su relación con la población total debe de haber
sido mayor durante el período de las guerras de Independencia. De los
poco más de 800 gauchos enlistados, casi las tres cuartas partes tenían
entre 20 y 35 años, y dos tercios de ellos estaban casados y probable-
mente tuvieran hijos.

Milicias de Jujuy por distrito y estado civil, 1826


Distrito Estado civil TOTAL
solteros % casados % viudos % %

La Toma 68 37 116 62 2 1 186 100


Perico 27 19 109 78 4 3 140 100
Molinos 33 26 95 74 - - 128 100
León 22 32 41 60 5 7 68 100
Ocloyas 45 29 108 68 5 3 158 100
Río Negro 62 47 59 45 10 8 131 100
Total 257 32 528 65 26 3 811 100 Miliciano de Jujuy.
Ilustración del siglo XIX.
Fuente: AHPJ, “Milicias de la Campaña de Jujuy”, 1826.

Milicias de Jujuy por distrito y grupos de edad, 1826


Distrito hasta 19 % 20-29 % 30-34 % 35-44 % 45 + %

La Toma 10 5 95 51 44 24 35 19 2 1
Perico 8 6 77 55 29 21 23 17 3 2
Molinos 4 3 55 43 12 9 14 11 1 1
León 11 16 44 65 6 9 7 10 - -
Ocloyas 7 4 79 51 37 23 33 21 2 1
Río Negro 5 4 84 64 28 21 13 10 1 1
Total 45 6 434 53 156 19 125 16 9 1
728 casos, 83 casos sin datos sobre la edad. Fuente: AHPJ, “Milicias de la Campaña de Jujuy”, 1826.

La lista del distrito de León, una zona agrícola situada a las puertas
de la Quebrada de Humahuaca, inmediatamente al norte de la ciudad
de San Salvador de Jujuy, es la única que proporciona la pertenencia
étnica de los milicianos, su ocupación y el lugar de nacimiento. En ese

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distrito rural, la totalidad de los 68 hombres alistados eran naturales,


es decir indígenas, y todos menos uno eran labradores, un término
genérico que designaba a los trabajadores rurales.10 A excepción de un
individuo que habitaba en sus propias tierras, todos vivían en haciendas
propiedad de familias de la élite urbana. La gran mayoría de los gauchos
de León había nacido dentro de los límites de la jurisdicción de Jujuy,
sobre todo en distritos rurales cercanos como Tumbaya, Volcán y Chañi.
Solo unos pocos eran forasteros: ocho habían nacido en Perú, varios de
los 11 nacidos en la Puna es posible que hayan sido altoperuanos, y
unos pocos más provenían de Iruya, jurisdicción de Salta.

Milicias de León (Jujuy) por hacienda y lugar de nacimiento, 1826


Distrito Tumbaya Volcán Chañi Pur/Hm* Puna Perú Otros** TOTAL

Carrillo 1 - 3 - - 1 3 8
Barcena 11 3 - 6 5 3 3 31
Quintana 2 - - 2 3 - - 7
Portal 6 - 3 - 2 2 2 15
Alvarado 2 - 1 - - 1 1 5
Otros*** 1 - - - 1 1 1 4
Total 23 3 7 8 11 8 8 68
Pur/hm: Purmamarca/Humahuaca,
* Pur/Hm= Purmamarca/Humahuaca,pueblo
puebloyyquebrada
quebradadentro
dentrode
deJujuy
Jujuy.

** Incluye Jujuy, Iruya.


*** Incluye haciendas de Eguía, Farfán y tierras propias.
Fuente: AHPJ, “Milicias de la Campaña de Jujuy”, 1826.

Plaza en Argentina en 1826. Litografía de La Touane.

Las condiciones laborales dentro de las haciendas de Salta y Jujuy


variaban de distrito en distrito, pero la información acerca de esta cues-
tión es muy escasa. Sin embargo, se sabe que en las haciendas de la
jurisdicción el arrendamiento y el peonaje estaban muy extendidos y
eran los arreglos laborales más frecuentes entre campesinos y terrate-
nientes desde por lo menos el siglo XVIII.11

10. Para una discusión sobre el término labrador en el norte argentino véase Gustavo L. Paz,
“Las bases agrarias del poder de la élite: tenencia de tierras y sociedad en Jujuy a mediados
del siglo XIX”, en Anuario IEHS 19, 2004, pp. 419-442.
11. Gustavo L. Paz, “Las bases agrarias del poder de la élite...”, citado en Ana Teruel, “Población
y trabajo rural en Jujuy. Siglo XIX”, en Ana Teruel, comp., Población y mano de obra en el
noroeste argentino. Siglos XVIII y XIX, Jujuy, UNIHR/UNJU, 1994, pp. 94-123; Guillermo
Madrazo, Hacienda y encomienda en los Andes. La puna de Jujuy bajo el Marquesado de

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La rebelión de los gauchos 199

Las características del peonaje son muy poco conocidas para las
jurisdicciones de Salta y Jujuy de esta época pero puede delinearse un
poco mejor el perfil del arrendamiento rural. Llamado “arriendo y obli-
gaciones”, el arrendamiento suponía obligaciones mutuas entre arren-
datarios y propietario. Los arrenderos, como se los llamaba localmente,
solían pagar al terrateniente una suma fija de dinero anual, general-
mente entre 6 y 12 pesos, dependiendo del tamaño de las parcelas que
ocupaban. Además de esto, debían trabajar para la hacienda durante
unas dos semanas al año cuidando los rebaños del propietario, marcan-
do ganado y herrando caballos. En ocasiones el propietario proveía al
arrendero de semillas, herramienta agrícola y bueyes, y cobraba el
arriendo en especie (como parte de la cosecha) en lugar de en dinero. El
arreglo era de palabra y estable mientras que ambas partes cumplieran
los términos estipulados.12
La relación entre arrendatarios y terratenientes era más compleja,
muestra de la amplia trama de relaciones sociales ocultas detrás de la
demasiado abarcadora categoría de arrendatario. Ellos también son
reveladores de la complejidad social del término gaucho en las campa-
ñas de Salta y Jujuy. Si los gauchos no eran propietarios de tierras, al
menos los estratos más altos poseían ganado y algunos eran empleados
supervisores o capataces en las haciendas donde residían. Otros parti-
cipaban en actividades mercantiles fruto del entramado de la provisión
de crédito entre las élites urbanas y los habitantes de la campaña que
establecía vinculaciones que excedían al arriendo.13
Para resumir, los gauchos de Salta y Jujuy eran campesinos de
escasos medios materiales, al menos a los ojos de la élite. Campesinos
sin tierras, se desempeñaban como peones o arrenderos en las hacien-
das de la élite a quien pagaban el arriendo en metálico y/o especie y en
trabajo. La gran mayoría estaba compuesta de adultos de entre 20 y 35
años con familias. Algunos ejercían actividades comerciales y poseían
algunas cabezas de ganado. Excelentes jinetes enlistados en la milicia,
el término gaucho tenía una indudable connotación militar. Por esa
razón los gauchos se convirtieron en figuras respetadas y temidas por
españoles y patriotas. La movilización masiva de los años 1815 y 1816

Tojo, siglos XVII-XIX, Buenos Aires, Fondo Editorial, 1982; Sara Mata, Tierra y poder en
Salta. El noroeste argentino en vísperas de la independencia, Sevilla, Diputación de Sevilla,
2000.
12. Archivo Histórico y Biblioteca de Salta (AHBS), 1822, “Arrendamiento de los Gauchos”.
13. Esta caracterización del arriendo en Salta y Jujuy se basa en casos provenientes de
expedientes judiciales existentes en los archivos provinciales. Los estudio en detalle en
Gustavo L. Paz, “El orden es el desorden. Guerra y movilización campesina en la campaña
de Jujuy, 1815-1821”, en Raúl Fradkin y Jorge Gelman, comps., Desafíos al orden. Política
y sociedad rurales durante la Revolución de Independencia, Rosario, Prohistoria, 2008, pp.
83-101.

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200 Gustavo L. Paz

enfrentó a la élite con un dilema de proporciones: la pérdida de control


de la campaña y de sus habitantes.

EL “SISTEMA DE GÜEMES”:
PROTECCIÓN Y COMPENSACIÓN

[Quisiera] darle las gracias un millón de veces por sus distinguidos y tan
continuados servicios... Dé Usted también las mas expresibas gracias á
todos esos venemeritos oficiales que se han portado tan bien en compañía
de Usted, y especialmente al Teniente Ximenes, de quien tengo los mejores
informes y al que deceo hacer los mas distinguidos servicios, pero asegu-
rele Usted que lo tomo bajo mi proteccion, y tanto a el como a los demas
los sabre mirar segun sus servicios, luego que lo permitan las circunstan-
cias.14

Esta carta de Martín Güemes al comandante de Gauchos de Huma-


huaca, Juan Francisco Pastor, contiene la clave para entender la rela-
ción establecida por el jefe de las milicias con los campesinos moviliza-
dos. Güemes se comprometía a extender su protección y a brindar
compensación material a los gauchos leales a la causa de la indepen-
dencia. En cuanto a la protección, el gobernador y jefe miliciano exten-
dió el fuero militar amplio, es decir en causas civiles y criminales, a
todos los campesinos enlistados en las milicias; en cuanto a la compen-
sación, como los reglamentos que regían las milicias en el Río de la Plata
estipulaban una recompensa material para los milicianos movilizados, y
habida cuenta de que la jurisdicción de Salta (que desde 1815 costeaba
la guerra estrictamente con recursos locales) no podía hacer frente a
esta carga financiera, Güemes declaró a los gauchos exentos del pago
del arriendo a los terratenientes.
La relación así establecida entre el jefe de milicias y los gauchos
erosionaba las tradicionales vías de control de los campesinos por la
élite, tales como la jurisdicción del cabildo sobre una buena parte de la
población de la campaña (los campesinos enlistados) y la extracción de
excedente por medio del arriendo. Esto significó una real afrenta a la
élite urbana del norte rioplatense que terminó por socavar su poder y
amenazó su subsistencia en un momento en que los canales de comer-
cio con el Perú estaban prácticamente cerrados y solo podían recurrir a

14. Archivo General de la Nación (AGN) X-27-8-11. Güemes al comandante Juan Francisco
Pastor, Puerta de Dios, 27 de abril de 1817, en “Testimonios de certificaciones, Oficios
superiores, de meritos y servicios Patrióticos del ciudadano Juan Francisco Pastor, coman-
dante de Banguardia y Alcalde Pedaneo del Pueblo de Umaguaca: contraídos desde el año
de 1810”, f. 9.

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La rebelión de los gauchos 201

la renta rural para su mantenimiento. Los gauchos también luchaban


por su comandante Güemes, a quien idolatraban y desde por lo menos
1817 habían comenzado a llamar “nuestro protector” y “padre de los
pobres”.

Protección: el fuero militar


La extensión del fuero militar a las milicias no era nueva en las
jurisdicciones de Salta y Jujuy. Desde fines del período colonial se deba-
tía si el fuero militar, del que gozaban los “partidarios” (soldados regu-
lares) de la frontera, debía ser extendido a las milicias movilizadas en
circunstancias de invasiones indígenas desde el Chaco. Esto provocó
varias presentaciones a la justicia y peticiones a las autoridades por
parte de la élite de Salta y Jujuy.15
En 1801, el virrey Marqués de Avilés reorganizó las milicias en el
Virreinato del Río de la Plata mediante un reglamento que regulaba las
obligaciones y derechos de los milicianos mientras estuvieran moviliza-
dos. El reglamento creaba cuatro escuadrones de caballería en Salta y
Jujuy con una dotación de 1.200 milicianos. Entre sus cláusulas prin-
cipales se encontraba el derecho de los milicianos al goce del fuero mili-
tar amplio y a ser recompensados mientras estuvieran en servicio.16
Este reglamento fue incluido con escasas modificaciones en los Estatu-
tos Provisionales de las Provincias del Río de la Plata de 1815 y 1817, y
estaba vigente cuando Güemes fue designado al frente de las milicias
salto-jujeñas a fines de 1814.
Desde 1815 la población rural de la campaña de Salta y Jujuy
movilizada por la guerra gozaba de una situación jurídica peculiar.
Como eran gauchos, es decir hombres enlistados en las milicias, los
cabildos de ambas ciudades no podían ejercer jurisdicción sobre ellos.
Esta era una situación desesperante para las élites locales a quienes de
buenas a primeras se les escapaba de su control un número cada vez
más importante de la población rural que estaba permanentemente
movilizada.
Los primeros en acusar recibo de esta nueva e irregular situación
fueron los propietarios rurales. Desde 1815 les era notoriamente difícil
conseguir peones rurales en época de la cosecha. La escasez de mano
de obra debido a la movilización miliciana, a la vez que la atracción del

15. Sobre las milicias el Tucumán colonial puede consultarse Alberto Gullón Abao, La frontera
del Chaco en la Gobernación del Tucumán (1750-1810), Cádiz, Universidad de Cádiz, 1993,
pp. 197-231 y 287-307.
16. “Reglamento para las milicias disciplinadas de infantería y caballería del Virreinato de
Buenos Aires (14 de enero de 1801)”, en Cedulario de la Real Audiencia de Buenos Aires,
vol. 3, La Plata, Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, 1938, pp. 81-116.

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202 Gustavo L. Paz

fuero militar en el reclutamiento, se refleja en la frecuente correspon-


dencia entre dos propietarios de haciendas de Jujuy. En octubre de
1815, José Antonio de Sarasivar le escribía a su amigo Julián Gregorio
de Zegada que

En lo demas que depende de peón... no se puede hacer cosa alguna porque


los que están alistados de Gauchos (qe. son 250 en esta Jurisdicción) se
han llamado a Gauchos y fuero, y no se quieren conchavar y aunque se
conchavasen no se podría hacer ningún progreso, porque disponen mas de
lo que Vm. puede imaginar.17

El impacto de la extensión del fuero militar fue denunciado por las


autoridades locales, que veían cercenada su autoridad en la campaña.
Ya en 1815 el teniente de gobernador de Jujuy Mariano de Gordaliza
elevaba su queja al Director Supremo en Buenos Aires acerca de la falta
de control de la población rural por parte del cabildo, cuya jurisdicción
había sido cercenada por la extensión del fuero militar del que los gau-
chos gozaban, según su nota, inclusive cuando no estaban en servicio.
Desesperado, Gordaliza afirmaba que Güemes
Exerse por la fuerza la jurisdicción... Así es q. el Gaucho que hase un aten-
tado no puede ser juzgado en esta Jurisdicción, sino que por necesidad
debe ir á Salta a quejarse a él [Güemes] q. es el único que los debe juzgar...
Este es un modo facil de subyugar por la fuerza a esta Ciudad atrayendo
la Campaña a la obediencia exclusiva de él.18

Esta situación continuaba unos años más tarde, como denunciaba


el cabildo de Salta en su solicitud al gobernador Güemes solicitando que
aboliera el fuero militar a los gauchos no movilizados

Las actuales circunstancias exigen que todo americano sea un soldado, y


que desempeñe las funciones cuando sea preciso pero cuando no es llega-
do este caso, es un paisano cuya sujeción inmediatamente depende de la
justicia ordinaria. Si no se observa tan interesante medida, que dicta la
razón, y aconseja la prudencia, quítense las justicias ordinarias, para que
no sean unas fantasmas con jurisdicción y sin sujetos en quienes ejerci-
tarlas.19

Para evitar cualquier controversia ulterior, en 1818, Güemes con-


firmó por medio de un Auto o decreto el goce del fuero militar de los
gauchos enlistados en sus escuadrones; poco después el director

17. Archivo Histórico de la Provincia de Jujuy (AHPJ), Documentos Vergara (DV), papeles de
Zegada, Sarasivar a Zegada, 23 de octubre de 1815.
18. AGN, X-27-8-11, Informe del teniente de Gobernador de Jujuy Mariano de Gordaliza al
director supremo Antonio Alvarez Thomas, 10 de septiembre de 1815, p. 276.
19. “Oficio del Cabildo de Salta a Güemes” (5 de agosto de 1818), en Güemes documentado,
vol. 7, Buenos Aires, Plus Ultra, 1972, pp. 445-446.

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supremo Juan Martín de Pueyrredón avaló la resolución, ya que cum-


plía con lo estipulado en el Estatuto de 1817.20 Los gauchos gozarían
de fuero militar amplio hasta el fin del régimen en 1821, e inclusive
unos años después.21

Compensación:
exención del pago de arriendos
En 1817 la élite de Salta y Jujuy recibió otro golpe con respecto a
su control sobre la población rural. De acuerdo con el Reglamento de
Milicias de 1801 que aún se aplicaba, los milicianos debían ser recom-
pensados por sus servicios mientras estuvieran movilizados. Como el
tesoro provincial estaba exhausto por los esfuerzos de la guerra que se
costeaba cada vez más con recursos locales, Güemes decidió exentar a
los gauchos del pago del arriendo a sus terratenientes. Esta controver-
tida decisión golpeó a los terratenientes salto-jujeños muy duramente
en un momento en el que sus ingresos estaban reducidos a lo que
extraían de sus fincas rurales, entre ellos los arriendos. De acuerdo con
algunos de los más acérrimos opositores a Güemes, esta suerte de “ley
agraria” atacaba los derechos de propiedad de los terratenientes y con-
vertía a los gauchos en “dueños de casi todo el territorio de la provincia”.22
Hay muchas evidencias de que los gauchos, en virtud de la decisión
de Güemes, cesaron de pagar el arriendo a sus propietarios. Por ejem-
plo, en las propiedades del gran terrateniente jujeño Julián Gregorio de
Zegada los arrenderos dejaron de pagar el arriendo cuando los coman-
dantes de milicias les comunicaron la orden del gobernador. El adminis-
trador de sus haciendas escribía a Zegada a fines de 1818 que en las
fincas Rodero y Negra Muerta (en el norte de la Quebrada de Humahua-
ca), que él había visitado poco antes,
no hay ni un solo arrendero que me pague el arriendo porque se enlistan
y Gaucho me llamo. No he podido conseguir nada de ellos cuando me dije-
ron que el Jefe Militar les ha ordenado que no paguen el arriendo ni otras
obligaciones cuando estén en servicio.23

20. “Auto de Güemes sobre la perpetuidad del fuero militar correspondiente a sus escuadrones
de Gauchos” (11 de abril de 1818), en Güemes documentado, vol. 7, pp. 441-442.
21. Gustavo L. Paz, “Reordenando la campaña: la restauración del orden en Salta y Jujuy,
1822-1825”, en Raúl O. Fradkin, edit., ¿Y el pueblo dónde está? Contribuciones para una
historia popular de la Revolución de Independencia en el Río de la Plata, Buenos Aires,
Prometeo, 2008, pp. 209-222.
22. La frase es de Dámaso de Uriburu, “Memorias”, en Biblioteca de Mayo, vol. 1, Buenos
Aires, Senado de la Nación, 1960, p. 734.
23. AHPJ, DV, Caja I, Papeles de Zegada, Carta de Juan José Guzmán a Julián Gregorio de
Zegada, 2 de diciembre de 1818.

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En otras haciendas de los valles Calchaquíes y del de Lerma ocurría


algo similar. Tanto en la finca Alemania, propiedad del clérigo José
Gabriel González de Hoyos, como en la de Cerrillos, del también clérigo
Juan Manuel Tejada, los arrenderos habían dejado de pagar los arrien-
dos en metálico y los servicios en trabajo. Tejada se quejaba que desde
1816 (su denuncia es de 1822) no cobraba arriendos y que había visto
a los gauchos ocupar las tierras de su propiedad e introducir ganado
sobre el que no pagaban arriendo en virtud de la exención. Esta situa-
ción constituía, en sus propias palabras, una ocupación ilegítima de
propiedad privada.
Los Gauchos hasta aqui han sido los legmos. [legítimos] y verdaderos due-
ños de las tierras sin ser yo de ellas mas que un propietario nominal. Ellos
[no han pagado] arrendamiento personal o numerario, ni han tributado a
su legmo. Señor el menor reconocimiento de dominio. 24

En el otro extremo de la escala social, María Manuela Ramírez,


viuda del cabo de gauchos de Jujuy Raymundo Albornoz, y arrendero
en la finca propiedad de doña Gregoria del Portal, solicitaba en 1824 al
gobernador de Salta que pusiera fin al juicio iniciado por su anterior
patrona por arriendos impagados. Albornoz y su hermano Fulgencio no
habían pagado arriendos a Portal no solo porque como milicianos esta-
ban exentos sino también porque sus subarrenderos (también gauchos)
tampoco les habían pagado a ellos. La viuda Ramírez esbozaba una
explicación que justificaba la excepción del arriendo por los servicios
prestados por los gauchos a la causa de la independencia. Según ella,
la excepción era un acto de justicia que buscaba “recompensar los
esfuerzos hechos por los defensores de la patria... forzando a los propie-
tarios que no tomaron las armas a otorgar una pequeña contribución...”.25
En 1822, solo un año después de la muerte de Güemes, el gober-
nador José Ignacio Gorriti (que había sido uno de sus más cercanos
colaboradores) cedió a las presiones de la Legislatura (muchos de cuyos
miembros eran propietarios) e inició una investigación sobre la cuestión
de los arriendos. Con escasas y notorias excepciones, provenientes de
feroces opositores a Güemes, todos los comandantes de milicias de los
distritos consultados coincidían en la justicia de la exención del pago de
arriendo como compensación por los esfuerzos hechos por los gauchos
en la guerra; también insistían en que esta concesión no debía ser abo-
lida. Uno de ellos, Francisco Velarde, sostenía que su supresión traería
caos y violencia en la campaña ya que si los gauchos fueran obligados

24. Archivo Histórico y Biblioteca de Salta (AHBS), “Arrendamiento de los Gauchos”, 1822, ff.
7-12. La cita de ff. 7-7v.
25. AHPJ, “Arrendamientos”, 24 de septiembre de 1824.

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a pagar el arriendo destruirían un privilegio que tenían como “justicia


incuestionable”.26
Lo que para los gauchos y la mayoría de sus comandantes era un
acto de justicia constituía para los terratenientes una exacción arbitra-
ria. Solo en 1824 la Legislatura consiguió que el nuevo gobernador Juan
Antonio Álvarez de Arenales pusiera en efecto una ley sancionada en
1822 que restauraba el pago del arriendo. No obstante, esta forma de
compensación continuó siendo usada por los gobiernos de signos polí-
ticos rivales (unitarios y federales) entre 1830 y 1850 como incentivo
material para la movilización de milicianos durante las guerras civiles.

GUERRA SOCIAL:
EL REINO DE LA IGUALDAD
A mediados de 1815, José Antonio de Sarasívar describía a su
amigo Julián Gregorio de Zegada, ambos grandes propietarios de la
jurisdicción de Jujuy, los desafíos que debían enfrentar ante la movili-
zación campesina. Con alarma le refería que “no se encuentra un peon
por ningn. (lado), p. qe. todo hombre tiene su plumita blanca en el som-
brero y Gaucho me llamo, y cuidado que el mas ridiculo habla con mas
energia qe. un Gral”.27
Sarasívar descubría en los gauchos una altanería irreconocible en
la población rural de antes de la movilización miliciana. Otros conspi-
cuos miembros de la élite también observaban el carácter díscolo, arro-
gante, insolente e ingobernable de los gauchos movilizados bajo el “sis-
tema de Güemes”, al que Teodoro Sánchez de Bustamante (diputado por
Jujuy al Congreso de Tucumán) no dudaba en calificar de “esa adminis-
tración desgreñada”.
Al amparo de los alcances del fuero militar, que los sustraía de la
jurisdicción civil y los ponía directamente bajo la supervisión del coman-
dante superior de Milicias, Martín Güemes, los gauchos desafiaron
abiertamente la autoridad de la élite en la campaña. Estas acciones,
inéditas hasta entonces, se basaban en una idea de “justicia igualita-
ria”, en el sentido de que la élite debía colaborar con el esfuerzo de la
guerra, si no con sus vidas al menos con sus bienes.
Los gauchos comenzaron a introducirse en las fincas rurales de
miembros de la élite a requisar ganado vacuno y caballos para su man-
tenimiento durante la movilización. Esta práctica no era en absoluto
nueva o excepcional para un ejército movilizado de la época, pero la

26. AHBS, “Arrendamiento de los Gauchos”, 1822.


27. AHPJ (DV), Papeles Zegada, Sarasívar a Zegada, 11 de junio de 1815.

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peculiaridad era que los gauchos ni sus comandantes entregaban reci-


bos por los ganados o granos requisados. Analizando correspondencia
privada contemporánea a los hechos y expedientes de consolidación de
la deuda pública de la década de 1820, es evidente que los gauchos
consideraban esas requisas como una módica contribución de los pro-
pietarios al sostenimiento de la lucha por la independencia. Para los
terratenientes esto constituía simplemente un violento pillaje. Algunos
de los propietarios de la jurisdicción de Jujuy hacían notar que las exac-
ciones más violentas se perpetraban contra las fincas de los enemigos
políticos locales del “sistema de Güemes”.28
Tal era el caso de Teodoro Sánchez de Bustamante, enemigo decla-
rado de Güemes, quien experimentó en varias oportunidades requisas
de ganado en sus tierras.29 En 1816 algunos de los arrenderos en su
hacienda Río Blanco en Jujuy estaban requisando cabezas de ganado
vacuno y caballos. Airado por lo que consideraba la arrogancia de esos
gauchos, Bustamante los enfrentó y amenazó con expulsarlos de su
hacienda sin compensación por sus sementeras, como era la costumbre.
Los gauchos denunciaron a Bustamante ante las autoridades locales
por haberlos tratado despreciativamente y haberlos calumniado al lla-
marlos ladrones. De acuerdo con la declaración de uno de los gauchos
acusadores en el sumario levantado, Bustamante les espetó: “Ahora se
regalan por qe. Son Gauchos, están comiendo carne de la que roban, y
montando animales de los qe. quitan. La Patria no manda que roben”.
Ante las protestas de los gauchos de que actuaban autorizados por
sus comandantes, Bustamante respondió que
Ahora sí están contentos Vmds. Ya tienen carne qe. comer q. van a voltear
reses al campo y se mantienen con lo que roban. Belay me han dho. que
pasa Francisco Santa Ana, y Serafin Cabesas, cada uno de ellos con media
res en las ancas, y qe los Gauchos estan montando Potros y yeguas ajenos
de los qe. roban en el campo, pero que tuviesen entendido qe. llegaria el
tpo. Y adonde havian de ir los Señores Gauchos y comandantes qe. no les
havia de ervir la olla...

Otro declarante denunciaba que un sirviente de Bustamante lo


había amenazado con un palo insultándolo de “sarnoso, y que se havia
de cagar en el plumaje de Gaucho”. De acuerdo con la declaración del
sargento de gauchos Francisco Santa Ana, cuando Bustamante lo inti-

28. Véase la correspondencia ya citada entre Juan José Guzmán, mayordomo de las haciendas
de Julián Gregorio de Zegada, y su patrón que se extiende entre 1814 y 1818.
29. Los expedientes de Consolidación de la Deuda Pública iniciados por Teodoro Sánchez de
Bustamante y Manuel del Portal detallan esas “exacciones” en AGN, VII, Archivo Sánchez
de Bustamante (ASB), Legajos II y III.

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mó a abandonar sus tierras le espetó “I ahora les parece a Vms. que


porque son Gauchos son Dioses”.30
Sin duda la enemistad política de Güemes con Sánchez de Busta-
mante tiñe este caso, pero este no es el punto principal. Lo revelador e
inédito del mismo es el hecho de que gauchos arrendatarios hayan acu-
sado a su patrón, el dueño de las tierras donde vivían, ante las autori-
dades. Este caso es un fascinante ejemplo del tipo de guerra social fruto
de la peculiar movilización de campesinos llevada a cabo en el norte
argentino. Las acciones de los gauchos estaban permeadas de una con-
cepción de la justicia basada en cargas compartidas en los esfuerzos
hechos para sustentar la guerra de la Independencia. Ellos no conside-
raban sus “requisas” de ganado en las fincas de la élite como un robo
sino como parte de las contribuciones de sus miembros a la guerra. Por
el contrario, para la élite las acciones de los gauchos eran lisa y llana-
mente un atentado contra la propiedad privada, un pillaje.
¿De dónde provenían estas ideas de justicia igualitaria desplegadas
por los gauchos en sus acciones sobre los propietarios? Es altamente
difícil escrutar los canales por los que estas ideas de corte republicano
se filtraron entre los gauchos. Tal vez estuvieran incluidos en las aren-
gas de Güemes, de quien el general José María Paz decía que poseía “la
elocuencia de los fogones” y que, cuando se dirigía a sus tropas hacía
alejarse a los oficiales para no ofenderlos al escuchar sus palabras. Tal
vez, como sugiere un interesante documento, circulara entre esas tro-
pas de gauchos una suerte de compendio de esas ideas para ser leído
en voz alta y comentado entre ellos. Al repasar sus contribuciones a la
revolución de independencia, el doctor Manuel de Ulloa, exabogado de
la Audiencia de Charcas, exiliado a Salta donde se puso al servicio de
Güemes, afirmaba que había redactado
un catecismo patriotico en estilo sencillo, y adecuado a su [de los gauchos]
escasa civilizacion para inflamar en sus corazones el amor a la patria, y
energia para su defensa, para lo que sacadas varias copias las dirijí a las
divisiones de este nuevo ejercito [compuesto] de Gauchos.31

No conocemos los términos de ese catecismo patriótico, pero es evi-


dente que la “Patria” por la que los gauchos luchaban se había hecho
presente con la cara de la igualdad ante la ley que les posibilitaba
denunciar a sus patrones y justificaba en aras de una justicia igualita-

30. AGN, VII, ASB, I, 28, “Sumaria información jirada sobre la denuncia contra el Dr. Teodoro
Sánchez de Bustamante por el Sargento de la 1 Compa. del Rejimiento de caballería de
gauchos Franco. Santa Ana y según el decreto librado a la Sargentía Mayor del Cuerpo
por el Sor. comandante general coronel Dn Martín Güemes”, Jujuy, febrero de 1816.
31. Manuel de Ulloa, Reclamo que el Ciudadano que suscribe presenta al Público por la violencia
de su libertad, y seguridad individual por los cuales en nuestra Revolución empeñó el mayor
celo y actividad, que manifiesta, Chuquisaca, Imprenta del Veinticinco de Mayo, 1836, 4.

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ria la requisición de víveres y cabalgaduras en las propiedades de los


terratenientes. La guerra justificaba el esfuerzo compartido entre gau-
chos y propietarios: los primeros pagaban su precio con sus vidas
enfrentando a las tropas realistas, los segundos debían colaborar en el
esfuerzo bélico si no con sus vidas con sus fortunas. Esta supresión de
las barreras jurídicas constituía una transformación radical de la tradi-
ción colonial que por siglos había mantenido la desigualdad ante la ley
como principio organizativo de las relaciones sociales.
***
La profunda movilización campesina al amparo del fuero militar y
la exención del pago de arriendos erosionó las relaciones jerárquicas
coloniales hasta casi su desaparición. Arrenderos y peones comiéndose
el ganado de sus patrones, respondiéndoles como a iguales y denun-
ciándolos ante las autoridades eran actos impensables antes de 1810.
Estas acciones delinean las nuevas relaciones sociales basadas en un
concepto de igualdad de cara al esfuerzo de la guerra. Esta igualdad
todavía vagamente definida impugnaba las relaciones de deferencia y
control coloniales tanto en sus aspectos sociales como jurídicos. En esto
residía la rebelión de los gauchos inaugurada por la guerra y canalizada
por Güemes.

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