Capítulo 10

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Capítulo 10. Lo justo y lo bueno.

1.- Lo bueno y lo correcto o justo


Como ya sabemos, la ética se ocupa de la formación del carácter. Nacemos con un
TEMPERAMENTO y es preciso, a partir de éste, adquirir esas buenas disposiciones a las que
llamamos virtudes, que forman un buen carácter.
[ÉTICA = FORMACIÓN DEL CARÁCTER]
En la ética griega, el buen carácter es el de la persona que sabe tomar las decisiones correctas
para alcanzar el mayor bien posible para los seres humanos: la FELICIDAD.
Los temas centrales de la ética son, por tanto, la FORJA DEL CARÁCTER desde la adquisición de las
virtudes y el LOGRO DE LA FELICIDAD y serán correctas las normas que conduzcan al mayor bien
posible. Podríamos decir que las normas están supeditadas al bien.
Sin embargo, en la Modernidad, las normas empiezan a cobrar autonomía y a ocupar un
puesto central en la ética.
La cuestión ¿qué normas debemos cumplir para actuar de forma correcta? es la pregunta clave
para un conjunto de teorías éticas muy relevantes, hasta tal punto que se puede distinguir entre
tipos de teorías éticas atendiendo a su forma de articular lo bueno y lo correcto o justo.
Los dos tipos de teoría ética a los que nos referimos son las ÉTICAS TELEOLÓGICAS (que parten de
lo que es bueno para los hombres y entienden que lo correcto es lograr el mayor bien posible) y
las ÉTICAS DEONTOLÓGICAS (que consideran necesario decidir en primer lugar qué normas son
justas, de modo que las personas puedan perseguir sus ideales de vida buena dentro del marco
de la justicia).
Detengámonos un momento en las ÉTICAS TELEOLÓGICAS. Las llamamos así porque les importa
descubrir cuál es el télos del ser humano.
Las podemos dividir en dos tipos, las PERFECCIONISTAS y las HEDONISTAS, muy diferentes entre
sí.

Las PERFECCIONISTAS (ARISTÓTELES, NIETZSCHE) proponen llevar a perfección al ser humano


mediante el ejercicio de la cualidad que le es más propia (la vida contemplativa, la voluntad de
poder).
El HEDONISMO entiende que una decisión es correcta cuando produce los mejores resultados
posibles.
(En el caso del PERFECCIONISMO hablamos de perfeccionar al ser humano, en el del
HEDONISMO UTILITARISTA, de maximizar los buenos resultados de las decisiones).
Por su parte, con las ÉTICAS DEONTOLÓGICAS se entiende el ámbito de las exigencias morales en
sentido amplio. Sólo éticas deontológicas como la de KANT prescinden de las consecuencias de
las acciones a la hora de valorarlas moralmente.
(Las ÉTICAS DEONTOLÓGICAS actuales, por el contrario, tienen en cuenta las consecuencias de las
decisiones al valorarlas moralmente).
Lo que diferencia a las TELEOLÓGICAS de las DEONTOLÓGICAS es que las primeras toman como
prioritario el bien no moral para construir lo correcto o justo (lo moralmente obligatorio),
mientras que las deontológicas parten de lo correcto o justo y entienden que en su marco las
gentes pueden vivir siempre que no transgredan el marco de lo justo.
En estas cuestiones se concentra el gran problema moderno de la relación entre lo bueno y lo
correcto o justo, que es el de la obligación moral.
Podemos decir que hubo 3 causas que llevaron a distinguir entre lo justo y lo bueno, entre las
normas y el bien:
En primer lugar, en el mundo moderno se oscurece la idea aristotélica de
FUNCIÓN.
ARISTÓTELES entendió que el télos del ser humano consiste en el ejercicio de la función que le es
más propia. Los JUICIOS MORALES, entonces, podrán ser VERDADEROS o FALSOS, según estén o
no de acuerdo con el ejercicio de esa función. El télos consistía en ser excelente en el ejercicio de
la vida contemplativa, la función más propia del ser humano.
Sin embargo, la Modernidad relega la explicación teleológica del cosmos y la sustituye por la
MECANICISTA, abandonando con ello la idea de una función esencial del ser humano.
En consecuencia, los JUICIOS MORALES no serán ya VERDADERO o FALSOS, y se abrirá una brecha
entre el LENGUAJE DESCRIPTIVO (el lenguaje del ES) y el PRESCRIPTIVO (el lenguaje del DEBE).
Sólo se pueden describir hechos empíricos en proposiciones de las que empíricamente podrá
comprobarse si son verdaderas o falsas. De un ES empírico no puede extraerse ya un DEBE.
Los juicios morales serán CORRECTOS o INCORRECTOS, JUSTOS o INJUSTOS, pero no verdaderos o
falsos.
En segundo lugar, el proceso de SECULARIZACIÓN termina con la fundamentación religiosa
habitual en el mundo medieval, en el que, ante la pregunta ¿por qué debo?, la respuesta era,
sencillamente, “porque Dios lo quiere”.
En la Modernidad retroceden las imágenes religiosas del mundo como forma de legitimar la
obligatoriedad de las normas morales.
Sin embargo, continúan presentes un conjunto de normas, que pretenden obligar
UNIVERSALMENTE y que, precisamente por eso, no se confunden con las normas jurídicas (que
sólo pueden pretender obligatoriedad para una comunidad política), con las religiosas (para los
creyentes) o con las sociales (para una sociedad en cuestión).
Este tipo de normas que pretende valer UNIVERSALMENTE, son las reconocidas como MORALES.
Tales normas no pueden calificarse como VERDADERAS o FALSAS, sino
sólo como CORRECTAS o INCORRECTAS, JUSTAS o INJUSTAS, según criterios de
OBJETIVIDAD.
Una objetividad que es CLAVE IMPRESCINDIBLE del PLURALISMO MORAL.
Por último, la Modernidad es la ERA DEL INDIVIDUO, el nacimiento de la comunidad política, del
Estado, es el fruto de un contrato entre individuos deseosos de que se respeten sus derechos.
Por eso, la meta política no será la felicidad de los miembros de la comunidad, sino la defensa de
sus derechos.
Estas razones llevan al oscurecimiento de la ÉTICA DE LAS VIRTUDES, dirigida a la idea de bien, y
al florecimiento de una ÉTICA DE LAS NORMAS, preocupada por lo CORRECTO o JUSTO. Este
cambio hunde sus raíces en la filosofía práctica de KANT.
En nuestros días, teorías éticas relevantes defienden la primacía de lo justo sobre lo bueno desde
dos vertientes distintas:
Una ESTRICTAMENTE ÉTICA: INTUICIONISMO, ÉTICA DEL DISCURSO
Una ÉTICO-POLÍTICA: Los LIBERALISMOS (que aceptan la distinción entre HOMBRE y
CIUDADANO).
Lo correcto y lo justo es lo valioso en sí
Ninguna teoría ética ha expulsado de la moral la idea del bien, sino que las éticas de lo justo han
intentado señalar en qué consiste lo moralmente obligatorio, a diferencia de lo legalmente
obligatorio.
KANT intentará averiguar qué es una persona moralmente buena, pero, sobre todo, qué acciones
son moralmente obligatorias.
A finales del Siglo XVIII se hacía necesario dilucidar si hay un ámbito específicamente moral, y la
respuesta kantiana, central para entender las diferencias entre las ÉTICAS DEL BIEN y las de la
JUSTICIA, es que el bien específicamente moral es lo en sí valioso.
Justamente, el capítulo 1 de la Fundamentación de la metafísica de las costumbres empieza
preguntándose por lo moralmente bueno. No se dice que las personas son buenas moralmente
cuando son agradables, hermosas. Se dice de ellas que lo son cuando tienen la buena voluntad
de poner cuanto esté en su mano para que el bien acontezca. Esa voluntad no es buena por los
resultados, sino buena en sí misma.

Qué tipo de ACCIONES quiere esa voluntad es lo siguiente.


¿Podemos decir que hay acciones buenas en sí mismas, que todo ser humano debería realizar si
quiere ser fiel a su humanidad? ¿O la bondad de las acciones está siempre supeditada a los
resultados?
El punto de partida de la FILOSOFÍA PRÁCTICA será la distinción entre imperativos HIPOTÉTICOS y
CATEGÓRICOS, estrechamente conectada con la distinción entre lo CORRECTO (lo prácticamente
bueno) y lo BUENO.
Lo prácticamente bueno, lo CORRECTO, es lo que determina la voluntad por causas objetivas, por
fundamentos válidos para todo ser racional como tal, mientras que lo agradable es sólo
subjetivamente bueno.

En el caso de los IMPERATIVOS HIPOTÉTICOS, la acción obliga por la bondad del resultado.

En el caso de los IMPERATIVOS CATEGÓRICOS, la acción obliga porque se presenta como


buena en sí misma, independientemente del resultado.
Gracias a esta distinción, se abre una perspectiva clave en la filosofía práctica moderna: el
obrar humano viene movido por, al menos, dos tipos de interés:

Por el INTERÉS EGOÍSTA, que según HOBBES, es el único capaz de impulsar leyes morales y
legales desde un pacto que las gentes sellan por ese interés. Se actúa por interés en el resultado.

El INTERÉS MORAL, que KANT saca a la luz. Quién actúa, obra tomando interés en aquellas
acciones que son internamente buenas.

Como afirma KANT, “la voluntad humana puede también tomar interés en algo sin por ello obrar
por interés. Lo primero significa el interés práctico en la acción; lo segundo, el interés patológico
en el objeto de la acción. En el primer caso, me interesa la acción; en el segundo, el objeto de la
acción”.

Por eso mismo, los mandatos HIPOTÉTICOS mandan SUBJETIVAMENTE, teniendo en cuenta las
preferencias y los deseos de cada sujeto. Mientras que los deberes CATEGÓRICOS mandan sin
atender a preferencias y deseos: ordenan a todo ser humano a hacer lo que es bueno en sí. Esta
es la perspectiva de la OBJETIVIDAD MORAL.

En el nivel personal, afirmar que una acción es valiosa sólo si proporciona felicidad o placer es
vaciarla de su valor interno.

En el nivel político, reconocer que el contrato social es valioso sólo por sus benéficos resultados
es privar a la idea de contrato de valor moral.

Como reconocerá RAWLS, el INTERÉS EGOÍSTA no permite garantizar en una sociedad más que
un modus vivendi, fundado en intereses egoístas y resultado de una negociación. El modus
vivendi es INESTABLE. Quien entra en un pacto por un interés distinto de su valor mismo, lo viola
cuando le interesa.

Para construir un mundo estable es preciso contar con otro tipo de interés, el INTERÉS MORAL,
que más tarde se caracterizará también como SENTIDO DE LA JUSTICIA (por eso RAWLS intentará
diseñar una concepción moral-política de la justicia capaz de atraer el sentido de la justicia de los
distintos grupos sociales, generando una UNIÓN SOCIAL).
Regresando a KANT, firmar el contrato social es también una acción internamente buena, que
intentará garantizar una paz duradera.

Con ello pisamos el suelo de la OBJETIVIDAD MORAL. La peculiaridad de lo correcto es que, al ser
objetivamente valioso, pretende obligar UNIVERSALMENTE, reclama UNIVERSALIDAD y
NECESIDAD: lo correcto es lo que exige universal cumplimiento, mientras que lo bueno sólo atrae
a quienes lo prefieren, lo desean, o están convencidos de que en ello se cifra su felicidad.

El ámbito de la exigencia y el del consejo

Lo CORRECTO y lo BUENO abren dos ámbitos complementarios en la filosofía moral y política.

Los proyectos de vida buena, personales o colectivos, cobran sentido desde lo que cada persona
o grupo considera su bien. No es que sean puramente subjetivos, sino que resultan de opciones
personales o grupales, que no necesitan justificarse mientras respeten opciones ajenas. Por eso,
las normas que aparecen entrelazadas con los proyectos tienen el carácter de CONSEJOS, de
INVITACIONES.

Lo CORRECTO o lo JUSTO, por el contrario, es EXIGENTE, porque es MORALMENTE OBJETIVO. No


invita, ni aconseja seguir un camino: obliga a actuar en esa dirección, sea cual fuere la meta y por
eso necesita justificación.

(Aclarar precisamente cuál es el FUNDAMENTO de lo MORALMENTE OBJETIVO es uno de los


grandes problemas que divide las posiciones actuales en filosofía práctica).

Por una parte, autores INTUICIONISTAS, como PRICHARD y ROSS, entienden que es la INTUICIÓN
la que nos lleva a descubrir la OBLIGATORIEDAD. Si tenemos conciencia de obligaciones, no es
porque nos percatemos de que producen el mayor bien, sino por intuición.

Lógicamente, las críticas al INTUICIONISMO se han centrado en su incapacidad para mostrar un


criterio RACIONAL.

Entre las posiciones más preocupadas por descubrir criterios para dilucidar qué es lo
MORALMENTE OBJETIVO, podríamos señalar las siguientes:

Entre las ÉTICAS DE LO BUENO: la ética de los BIENES INTERNOS de MACINTYRE y la de las
VALORACIONES FUERTES, de TAYLOR.

Entre las ÉTICAS DE LO JUSTO: la KANTIANA y los kantismos, el INTUICIONISMO DEONTOLÓGICO


de D.ROSS, la posición de HARE y la ESCUELA DE ERLANGEN, los LIBERALISMOS (RAWLS,
DWORKIN, LARMORE), la ÉTICA DEL DISCURSO (APEL y HABERMAS) y la ÉTICA TRANSNACIONAL.

Comentaremos brevemente como se relacionan lo CORRECTO y lo BUENO en algunas de estas


posiciones.
Lo correcto como lo útil, la justicia como rama de la utilidad

Desde BENTHAM, el UTILITARISMO se propone evaluar las acciones humanas basándose en sus
CONSECUENCIAS.

Pero como buscar la utilidad individual no es una obligación moral, sino un hecho psicológico,
para tomar una decisión moral, el criterio de utilidad se somete al PRINCIPIO UTILITARISTA,
según el cual, una acción o un curso de acción será moralmente preferible a una acción
alternativa cuando produzca la mayor utilidad para el mayor número. LO BUENO ES ÚTIL. LO
MORALMENTE BUENO (LO CORRECTO) ES LO MÁS UTIL PARA EL MAYOR NÚMERO. La JUSTICIA
sería una
rama de la utilidad.

El UTILITARISMO piensa que su ventaja frente a otras teorías éticas consiste en ofrecer un
CRITERIO RACIONAL para las elecciones, porque se basa en HECHOS OBSERVALES y
CUANTIFICABLES. La RAZÓN MORAL se convierte ante todo en RAZÓN CALCULADORA de la
utilidad o la preferencia, cuya maximización constituye la OBLIGACIÓN MORAL.

Sin embargo, el UTILITARISMO tiene grandes dificultades a la hora de transitar del bien subjetivo
a lo correcto, a la objetividad moral que tiene capacidad de obligar. Existe un conjunto de
deberes cuya obligatoriedad no se funda en que produzca el mayor bien.

Las críticas más agudas se presentan en el último tercio del Siglo XX, de la mano de RAWLS y
SEN.
Según RAWLS, el UTILITARISMO extiende a la sociedad de forma ilegítima el principio individual
de elección, fundado en la prudencia. El UTILITARISMO cree que, de la misma forma que las
personas son prudentes cuando distribuyen sus oportunidades a lo largo de sus vidas, la JUSTICIA
consiste en aplicar el principio de prudencia racional al bienestar del grupo.

Sin embargo, esta extrapolación del individuo a la sociedad es inadmisible porque:

Así sería posible legitimar que se recorten las libertades y derechos básicos de algunos miembros,
si con ello aumentara el bienestar general.

Cuando un individuo distribuye sus sacrificios y sus gratificaciones en el conjunto de su vida, hace
uso legítimo de la prudencia, pero en el caso de la prudencia social, los sacrificios y
gratificaciones se distribuyen entre personas distintas y la distribución podría ser desigual.

SEN, por su parte, entiende que:

El afán de medir RESULTADOS puede llevar a olvidar que hay capacidades valiosas por sí mismas.
Hay una frase de TOCQUEVILLE que resume esta cuestión de forma muy acertada: “el que
pregunta “libertad, ¿para qué?, ha nacido para servir”.

Las personas más marginadas de una sociedad pueden acabar adaptándose a un régimen injusto
con tal de disfrutar del mayor bienestar posible.
De ahí que, por razones como éstas, según estos autores, resulte indispensable defender la
PRIORIDAD DE LOS DERECHOS Y LAS LIBERTADES DE CADA UNO DE LOS MIEMBROS DE
LA SOCIEDAD SOBRE EL BIENESTAR SOCIAL, de forma que el bienestar de un individuo no pueda
anular el derecho de otro.

En una sociedad justa, las libertades básicas han de estar garantizadas y los derechos no pueden
someterse al cálculo del interés social.

El bien de la política: la primacía de lo justo

Mientras que el UTILITARISMO entiende que actuar según los principios de justicia es algo útil
para la sociedad, otras corrientes consideran que hay una prioridad de esos principios, que la
obligación de seguir unos y respetar otros no se mide por la utilidad que puedan proporcionar.
Aquí, LO JUSTO TIENE PRIORIDAD SOBRE LO BUENO.

Entre esas corrientes, la más relevante probablemente sea el LIBERALISMO POLÍTICO de JOHN
RAWLS, que revivirá la tradición CONTRACTUALISTA, basado en la doctrina de los derechos
naturales.

Aunque lo justo y lo bueno son complementarios, la primacía de lo justo es un elemento esencial.


Esta primacía tiene su origen en la distinción entre el HOMBRE y el CIUDADANO. El hombre, la
persona en su integridad, tiende a la FELICIDAD y la busca.

Pero una de las dimensiones de la persona, uno de sus roles, es su pertenencia a una comunidad
política, y en esa dimensión el valor supremo es la JUSTICIA. Como dijo FEUERBACH, “La felicidad
no es un fin del ciudadano, sino del hombre. El fin del ciudadano es la justicia. Por eso, no en el
mundo ético en general, sino en el ético-político, la JUSTICIA tiene prioridad sobre el bien”.

RAWLS no dice que la primacía de lo justo significa que haya que evitar las ideas del bien. Lo que
quiere decir es que las ideas del bien usadas tienen que ser ideas políticas: tienen que ser
perfiladas con vistas a satisfacer las restricciones impuestas a la concepción política de la justicia,
encajando en el espacio permitido por ésta.

Propone 5 tipos de bien:


Bondad como racionalidad
Bienes primarios
Concepciones comprehensivas permisibles del bien (distintas concepciones de vida buena, ya
sean religiosas, filosóficas o morales)
Virtudes políticas
El bien en una sociedad políticamente bien ordenada

Bondad como racionalidad, justicia como razonabilidad

De una persona se dice que obra racionalmente cuando tiene una idea de bien, tiene proyectos
vitales y organiza su vida tratando de alcanzarlos. Adoptar los medios más adecuados para
acceder a la felicidad tras un proceso de deliberación es una conducta racional.

Esta noción de racionalidad es la que HOBBES destacó como base de LEVIATÁN, y la que KANT
recogió en la formulación de los imperativos hipotéticos.
Sin embargo para comprender la conducta de las personas y de los ciudadanos no basta con
suponerles ese uso de la razón.

En lo que se refiere a las PERSONAS, en la conciencia personal está presente el imperativo


categórico que expresa la AUTONOMÍA de la persona.

En lo que hace a los CIUDADANOS, se presupone que, además de racionales, son RAZONABLES.
Mientras lo racional tiene su precedente en los imperativos hipotéticos, lo razonable lo tiene en
los imperativos categóricos.

Si admitimos con RAWLS que una sociedad es un esquema de cooperación, es razonable el


ciudadano que está dispuesto a respetar los términos equitativos de la cooperación, que
entiende que los que comparten las cargas han de compartir equitativamente los beneficios y
está dispuesto a reconocer que puede haber diferencias de juicio. Quien sólo fuera racional,
carecería de la predisposición a la personalidad moral. Una propuesta moral no significaría nada
para él, porque carecería de sensibilidad moral.

[Es decir: para poder desarrollar una personalidad moral hay que ser razonable, no sólo
racional. Sólo el razonable tiene sensibilidad moral]

De ahí que no pueda decirse que lo razonable se deriva de lo racional, como ha intentado
HOBBES, sino que es necesario tener un sentido especial de lo razonable, un sentido peculiar de
la justicia.

Este sentido de la justicia es el que permite establecer lazos intersubjetivos con los demás
ciudadanos, mientras que perseguir el propio bien es cuestión subjetiva. Lo razonable, la
capacidad de intersubjetividad cooperativa, presupone lo racional; lo racional está subordinado a
lo razonable, lo bueno a lo justo.

De ahí resulta que lo justo se alinea con lo valioso en sí, con lo racionalmente exigible o
razonable. Lo bueno, por su parte, se alinea con lo valioso para mí.

La dimensión SUBJETIVA de la racionalidad práctica, la RACIONALIDAD DE LO BUENO, tiene tres


sinónimos:

Razón empírico-práctica (KANT)


Autorrealización (ÉTICA DISCURSIVA)
Racionalidad (RAWLS)
La dimensión OBJETIVA de la racionalidad práctica, la RACIONALIDAD DE LO JUSTO,
INTERSUBJETIVABLE, otros tres:

Razón moral (KANT)


Autonomía (ÉTICA DISCURSIVA)
Razonabilidad (RAWLS).

A esta última dimensión, la OBJETIVA de la racionalidad práctica, pertenece la exigencia de


IGUALDAD, que, según DWORKIN, es la virtud soberana.
Virtud soberana: la IGUALDAD

Una sociedad democrática debe tratar a sus ciudadanos como iguales.

Pero ¿qué quiere decir que el gobierno ha de tratar a los ciudadanos como iguales o como libres?

Vamos a tener en cuenta dos tipos de igualdad:

Igualdad de bienes.
Igualdad en el tratamiento de los proyectos de vida buena.

¿Igualdad en qué?

SEN planteó dos preguntas cruciales en relación con la exigencia de igualdad: ¿Igualdad por qué?
e ¿Igualdad en qué?.

A la primera se podría responder desde teorías éticas: porque son ciudadanos (LIBERALISMO) o
porque son interlocutores válidos (ÉTICA DEL DISCURSO) cuyos intereses deben ser tenidos
dialógicamente en cuenta.

En relación con la segunda cuestión, las respuestas más relevantes son las siguientes:

Según RAWLS, la IGUALDAD sería de BIENES PRIMARIOS, que son aquellos con los que cualquier
persona desearía contar para poder llevar adelante cualquier plan de vida que quisiera
proponerse. El criterio es la EQUIDAD.

Los bienes primarios que considera RAWLS (la libertad de movimientos y libre elección del
empleo, etc.), obligan a situar su posición en la tradición del mínimo decente o mínimo
razonable. Una sociedad que se pretenda justa debe proveer a sus ciudadanos de ese mínimo
razonable.

DWORKIN, por su parte, entenderá que más vale proveerles de una igualdad de recursos, que
deben gestionar, haciéndose responsables de sus elecciones.

En diálogo con las concepciones de justicia que acabamos de mencionar, a las que importa sobre
todo proveer a las gentes de medios para paliar las desigualdades, SEN propone su enfoque de
las capacidades. Toma como punto de partida dos hechos:

La HETEROGENEIDAD de los seres humanos.


La DIVERSIDAD DE VARIABLES por las que es posible juzgar acerca de la desigualdad injusta.

Pero es necesario buscar una variable focal desde la que establecer las comparaciones.

Teniendo en cuenta la HETEROGENEIDAD de las personas, SEN entiende que cualquier intento de
igualar desde los medios, puede resultar injusto con la desigualdad de capacidades de los
receptores. Un grupo humano con una mayor cultura puede aprovechar los medios para elegir
sus planes de vida mucho mejor que otros con menor cultura.

Frente al UTILITARISMO, importa recordar que existe una variedad de actividades que valen
por sí mismas, no por la utilidad que puedan producir. Evaluar el desarrollo humano tendrá
que ver con evaluar funciones y capacidades, por tanto. Tendrá que ver con evaluar la
capacidad de realizar funciones que fomentan nuestra libertad.

El enfoque de SEN reclama a las sociedades un compromiso en la promoción de la igual


capacidad
de los seres humanos para llevar adelante aquellos proyectos que valoran.

Concepciones de vida buena: el hecho del pluralismo

La obligación de tratar a los ciudadanos como iguales, enfrenta a las sociedades pluralistas con
un segundo problema.

Justamente son sociedades pluralistas aquellas en las que conviven personas con distintas
concepciones de vida buena.

Tratarlas como iguales exige al Estado o bien ser neutral acerca del problema de la vida buena
o bien tener una teoría acerca de lo que deberían ser los seres humanos y tratar a todos los
ciudadanos desde esa concepción.

La primera teoría supone que las decisiones políticas deben ser independientes de cualquier
concepción de vida buena, ya que, en caso contrario, el Estado apoyaría unas concepciones y
no otras, tratando a los ciudadanos de forma desigual.

La segunda entiende que tratar a una persona como igual significa tratarla como desearía ser
tratada una persona buena: el buen gobierno reconoce las vidas buenas y tratar como igual,
significa tratar a cada persona como si deseara llevar la vida que de hecho es buena.

El LIBERALISMO adopta la primera concepción de la igualdad, que exige al gobierno, para ser
justo, asumir un PRINCIPIO DE NEUTRALIDAD a las distintas concepciones de vida buena.

RAWLS llamará doctrinas comprehensivas del bien a las distintas concepciones de vida buena,
sean religiosas, filosóficas o morales, y entenderá que tratar como iguales a los ciudadanos
exige elaborar una concepción moral política de la justicia que sea como un módulo de las
distintas doctrinas, pero que pueda afirmarse con independencia de ellas. Una concepción
semejante, al tener atractivo moral, podrá atraer a las distintas concepciones a través de un
consenso entrecruzado. Tratar a los ciudadanos como iguales exige no apoyar unas doctrinas
en detrimento de otras.

Por su parte, los COMUNITARISTAS, entenderán que una comunidad precisa tener una cierta
concepción compartida de vida buena para poder tratar a los ciudadanos como la persona
buena desearía ser tratada.

Una forma diferente de entender la distinción entre lo justo y lo bueno será la de la ÉTICA
DISCURSIVA, a la que le interesa la distinción, no sólo en el nivel ético-político, sino en el ético
en general.
Normas justas y proyectos de vida buena
La ÉTICA DEL DISCURSO se presenta como una ÉTICA DEONTOLÓGICA; no porque distinga
entre la persona y el ciudadano, sino por dos razones:

Porque considera que la ética, como filosofía moral, debe ocuparse de reconstruir la dimensión
racional, intersubjetivable, del fenómeno moral, y esta dimensión es la de las NORMAS, no la
de la vida buena; y

porque entiende que las opciones por unos bienes u otros son muy personales, se engarzan en
proyectos de autorrealización y son muy respetables mientras no traspasen los límites de la
justicia.

Lo justo es lo universalmente exigible, lo bueno queda a la opción personal en el marco de lo


justo, que viene diseñado por normas.

En efecto, la estructura básica de cualquier sociedad está configurada por NORMAS, que no
son más que expectativas de comportamiento generalizadas. Si estas normas son injustas,
entonces las relaciones entre las personas están viciadas y no se trata a cada una como le
corresponde.

La pregunta fundamental es ¿existen procedimientos y criterios racionales para discernir si una


norma es justa?

La huella de KANT es innegable: se trata de encontrar un procedimiento para dilucidar qué es


lo moralmente objetivo, lo moralmente obligatorio, lo intersubjetivo o justo. Sólo que el
procedimiento ya no será el test del imperativo categórico, sino el test del DISCURSO
PRÁCTICO.

El punto de partida para reconstruir la racionalidad de lo práctico no será un hecho de


conciencia, sino un hecho del lenguaje universal: la existencia en todas las culturas de acciones
comunicativas.

En la acción comunicativa, hablante y oyente organizan sus planes de vida a través del
entendimiento mutuo. Hablante y oyente se reconocen recíprocamente como interlocutores
válidos, con AUTONOMÍA suficiente como para elevar y poner en cuestión pretensiones de
validez.

Ahora, el núcleo de la vida social no lo constituyen el individuo y sus derechos, sino el


reconocimiento recíproco de sujetos que no podrán averiguar qué es lo justo si no es a través
de la participación cooperativa en un diálogo racional.

Transitamos, por tanto, del individuo liberal, que no permite que sus derechos sean violados
por cualquier idea de lo bueno y firma para ello un contrato, a la persona social, que se
constituye como tal a través del reconocimiento recíproco de las obligaciones mutuas, en
diálogo con los demás. La parábola del contrato no tiene sentido ético si no es descubriendo
sus raíces en la de la alianza, en el reconocimiento recíproco personal.

La expresión RACIONALIDAD significa aquí ARGUMENTABILIDAD. VERDAD significa


ACEPTABILIDAD RACIONAL, significado extensible a LO CORRECTO.

La ÉTICA DEL DISCURSO se presenta como COGNITIVISTA, porque cree posible alcanzar un
consenso racional acerca de lo correcto y lo justo, de forma que las cuestiones morales no son
irracionales, subjetivas, sino racionales e intersubjetivables. A través de un proceso de
argumentación, sujeto a reglas, es posible comprobar si la voluntad individual está unida a la
universal.

Para dilucidar qué es lo justo, los interlocutores tienen que estar dispuestos a entrar en serio
en un diálogo, gobernado por unas reglas formales, que recibe el nombre de discurso práctico.
Quien quiera dialogar en serio, debe considerar la argumentación como una búsqueda
cooperativa de lo justo y como un proceso de comunicación, en el que sólo se debe atender a
la fuerza del mejor argumento. Éste no será el que satisfaga intereses individuales, ni tampoco
grupales, sino los intereses de todos los afectados por la norma, los universalizables.

De donde se sigue que DOS PRINCIPIOS orientan el diálogo:

El de UNIVERSALIZACIÓN, según el cual una norma será válida cuando todos los afectados por
ella puedan aceptar libremente las consecuencias y efectos secundarios que se seguirían de su
cumplimiento general.

El de la ÉTICA DEL DISCURSO, según el cual solo pueden ser validas las normas que encuentran
aceptación por parte de todos los afectados.

En definitiva, cuando decimos de una norma que es justa queremos decir, no que conviene a
un grupo, ni tampoco que beneficia a la mayoría, sino que los afectados por ella la aceptarían
en una situación ideal de habla, en la que pudieran participar libremente, porque satisface
intereses universalizables.

Autonomía y autorrealización: lo justo y lo bueno

En la ÉTICA DEL DISCURSO preocupa la validez de las normas.

Las dos dimensiones que constituyen al sujeto son la AUTORREALIZACIÓN INDIVIDUAL y la


AUTONOMÍA PERSONAL.

La AUTONOMÍA es la dimensión moral universalizable, argumentativamente decidible. El


ámbito de la AUTORREALIZACIÓN es el de intereses que no tienen por qué defenderse con el
tipo de argumentos que busca un consenso racional.

La articulación entre autonomía y autorrealización conecta lo que ADELA CORTINA ha


denominado ÉTICA MÍNIMA y ÉTICAS DE MÁXIMOS.

Justicia creadora: ética cívica transnacional

En las sociedades pluralistas, las personas y los grupos sociales diseñan proyectos de felicidad,
ideales de vida, lo que CORTINA llama ÉTICAS DE MÁXIMOS. Pero si quieren proceder
adecuadamente con esos ideales, no pueden imponerlos, sino sólo ofrecerlos, invitar a ellos,
porque la felicidad no se impone.

Sin embargo, las personas formulan también exigencias de justicia, exigencias que componen
unos mínimos éticos de justicia, por debajo de los cuales no se puede descender sin caer en
inhumanidad. Esos mínimos configuran el trasfondo de la cultura cívica de su comunidad, su
ÉTICA CÍVICA, la que les permite abordar juntos los problemas que afectan a todos.
De ahí que la fórmula mágica del pluralismo moral consista en compartir y fomentar unos
mínimos de justicia progresivamente ampliables (la ÉTICA CÍVICA MÍNIMA) y en respetar
activamente unos máximos de felicidad y de sentido de la vida (las ÉTICAS DE MÁXIMOS).
La ÉTICA MÍNIMA expresa la AUTONOMÍA, mientras que las ÉTICAS DE MÁXIMOS invitan a los
sujetos a emprender determinados caminos de AUTORREALIZACIÓN.

Características de la ÉTICA CÍVICA (= ÉTICA MÍNIMA):

Es una realidad social, no un constructo filosófico.

Vincula a las personas en tanto que ciudadanas y por eso únicamente puede tener
implantación en países cuyos miembros son ciudadanos.

Es dinámica, es la cristalización de los valores compartidos por distintas éticas de máximos.

Su ámbito es el de la justicia, que es un ámbito de exigencia, no sólo de invitación.

Es una ética de los ciudadanos, propia de la sociedad civil, no estatal.

Surge de la cultura cívico-social, no política.

No sólo es un elemento clave del pluralismo moral, sino también el germen de una ética
global, que hoy se exige desde distintas instancias y que ya se está configurando.

En efecto, desde finales del Siglo XX, voces diversas reclaman una ÉTICA GLOBAL, capaz de
orientar éticamente el proceso de globalización económico. En la elaboración de esa ética
cívica transnacional está siendo decisivo el papel representado por las ÉTICAS APLICADAS.

En el último tercio del Siglo XX se produce la revolución de las ÉTICAS APLICADAS y con ello va
cambiando paulatinamente la fisonomía de las sociedades y de la reflexión ética. El desarrollo
tecnológico exige respuestas morales que no pueden venir sólo de los políticos, los
empresarios o los científicos, ni siquiera solamente de los ciudadanos, sino que precisan el
concurso de todos ellos.

Un mínimo de acuerdos morales traspasa las fronteras y va forjando una ÉTICA CÍVICA
TRANSNACIONAL.

Conviene recordar que el hecho del pluralismo no se da entre los Estados, sino en cada uno de
ellos, porque las distintas ÉTICAS DE MÁXIMOS están presentes en todos ellos, son
TRANSVERSALES, y la ÉTICA MÍNIMA va siendo cada vez más compartida por todos.

Se va labrando una ÉTICA CÍVICA TRANSNACIONAL, encargada de responder a las grandes


cuestiones desde unos valores y principios compartidos por los distintos grupos, por las
distintas ÉTICAS DE MÁXIMOS de las sociedades pluralistas.

Es la tarea de una ética pública global o universal, la tarea de una ética de los ciudadanos del
mundo.

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