Posesión, Detentación y Tenencia - La Posesión en El Código Civil de Cataluña

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Posesión, detentación y tenencia.

La posesión en el Código Civil


de Cataluña

Possession, precarious possession


and holding: Possession in the Civil
Code of Catalonia
por
ADOLFO LUCAS ESTEVE
Doctor en derecho.
Profesor agregado, director de estudios de derecho en la Universitat Abat Oliba CEU y
Magistrado suplente de la Audiencia Provincial de Barcelona.

RESUMEN: La tenencia física de un bien comporta unas consecuencias jurídi-


cas diferentes atendiendo al tipo de poder que el tenedor ostenta sobre ese bien y
permite distinguir tres figuras diferentes: la posesión, la detentación y la tenencia
no posesoria. La posesión comporta unos efectos máximos: presunciones poseso-
rias, usucapión, protección posesoria, adquisición de los frutos y adquisición a non
domino; la detentación representa una situación intermedia y permite solamente
la protección mediante las acciones de protección posesoria, y la tenencia no
posesoria supone una situación de contacto con el bien que no está protegida por
el ordenamiento jurídico y que no tiene consecuencias jurídicas. De este modo,
aquel que tiene un bien en su poder no necesariamente debe ser calificado como
poseedor, sino que también puede ser un detentador o un simple tenedor.
En este estudio, una vez analizados los conceptos de posesión, detenta-
ción y tenencia, se examina sus formas de adquisición y sus efectos. En este

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sentido, las principales novedades de la legislación catalana son la regula-


ción de la acción publiciana y la diferente configuración de la adquisición
a non dominio de bienes muebles por un poseedor de buena fe y a título
oneroso. Finalmente, se plantea el enorme poder del poseedor sin derecho
frente al propietario y se cuestiona la conveniencia de mantener ese poder
en la actualidad.

ABSTRACT: Physical possession of a thing has different legal consequences


depending on the type of power that the holder exercises over it. Physical pos-
session can be divided into three different categories: possession, precarious
possession and non-possessory holding. Possession has the maximum effects:
possessory presumptions, usucaption, possessory protection, acquisition of the
fruits and acquisition a non domino. Precarious possession represents an in-
termediate situation and allows possessory protection. Non-possessory holding
involves contact with the thing that is not protected by law, and has no legal
consequences. Thus, one who has a thing in his/her possession should not nec-
essarily be regarded as the possessor, but can also be a precarious possessor
or a simple holder.
After analyzing the concept of possession, precarious possession and hold-
ing, this study examines their form of acquisition and effects. In this regard,
the main innovations in the Catalan legislation are the regulation of the actio
publiciana and the different configuration of the acquisition a non domino of
chattels for good and valuable consideration by a bone fide possessor. Finally,
the enormous power of the possessor who enjoys no rights vis-á-vis the owner
and the desirability of currently maintaining that power are explored.

PALABRAS CLAVE: Posesión. Detentación. Tenencia. Derechos reales.


Código Civil de Cataluña. Acción publiciana. Possessio vitiosa.

KEY WORDS: Possession. Precarious possession. Holding. In rem rights.


Civil Code of Catalonia. Actio publiciana. Vitiosa possessio.

SUMARIO: I. LA POSESIÓN: 1. CONCEPTO, CARACTERÍSTICAS Y NATURALEZA


JURÍDICA. 2. CONCEPTOS POSESORIOS. 3. CLASES DE POSESIÓN. 4. PLURALIDAD DE
POSEEDORES Y COPOSESIÓN.—II. LA DETENTACIÓN.—III. LA TENENCIA NO
POSESORIA.—IV. ADQUISICIÓN Y FINALIZACIÓN DE LA POSESIÓN:
1. ADQUISICIÓN DE LA POSESIÓN 2. FINALIZACIÓN DE LA POSESIÓN.—V. EFECTOS
DE LA POSESIÓN: 1. LAS PRESUNCIONES POSESORIAS. 2. LA PROTECCIÓN DE LA
POSESIÓN. 3. LA USUCAPIÓN. 4. LA ADQUISICIÓN DE BIENES MUEBLES. 5. LA LIQUI-
DACIÓN POSESORIA.—VI. VISIÓN CRÍTICA DE LA POSESIÓN.

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La tenencia física de un bien comporta unas consecuencias jurídicas que


pueden variar atendiendo al tipo de poder sobre ese bien. Por ejemplo: una
persona es propietaria del piso en el que vive; un administrativo utiliza el
ordenador de la empresa donde trabaja; una persona se sienta en una silla en
casa de un amigo; alguien compra un reloj, pero el vendedor no es el verdadero
propietario; una persona ha robado una cosa con violencia, etcétera. En estas
situaciones hay tenencia de un bien, pero la relación de poder con ese bien es
diferente en cada caso y el Código Civil de Cataluña otorga unas consecuencias
jurídicas diferentes a cada situación.
Estas situaciones permiten distinguir tres tipos de tenencia: posesión, de-
tentación y tenencia no posesoria. La posesión implica unos efectos máximos
(presunciones posesorias, usucapión, protección posesoria, adquisición de los
frutos y adquisición a non domino), la detentación representa una situación in-
termedia (protección posesoria) y la tenencia no posesoria supone una situación
de contacto con el bien que no está protegida por el ordenamiento jurídico y que
no tiene consecuencias jurídicas. De esta manera, aquel que tiene un bien en
su poder no necesariamente es poseedor, sino que también puede ser calificado
como detentador o como simple tenedor.

I. LA POSESIÓN

El libro V del Código Civil de Cataluña (en adelante Codi) ha regulado de


forma completa y sistemática la posesión en los artículos 521-1 a 522-8 CCCat,
impidiendo la aplicación supletoria del Código Civil español.
La posesión es un concepto que ha sido históricamente discutido1 y que el
Codi define como un hecho, no como un derecho. La posesión es la tenencia
de una cosa o un derecho. Se trata de un concepto aparentemente sencillo: una
persona tiene un bien en su poder. Es una realidad física y tangible que se
puede percibir por los sentidos: se ve y se puede tocar. Esta tenencia material
está protegida por la Ley y comporta unas consecuencias jurídicas, ya que
la posesión tiene «como efecto principal el derecho a continuar poseyendo»
(preámbulo) y nadie puede arrebatar la posesión por la fuerza ni siquiera el
propietario.

1. CONCEPTO, REQUISITOS, CARACTERÍSTICAS Y NATURALEZA JURÍDICA

A) Concepto

El artículo 521-1 CCCat define la posesión como un poder de hecho sobre


una cosa o un derecho, ejercido por una persona, como titular, o por medio de

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otra persona. De esta definición destaca que la posesión es un poder de hecho,


es decir, un dominio fáctico sobre un bien. Según LACRUZ BERDEJO, «po-
sesión es la dominación de una cosa que se tiene. Un contacto físico autónomo
y visible2». Para FERRER RIBA, «la posesión es una situación de hecho en
la cual una persona sujeta un bien a la acción de su voluntad3». Así pues, en
todas las definiciones destaca la existencia de un poder de hecho sobre el bien,
un poder que implica un control físico y visible.
El sentido etimológico de la palabra «posesión» también nos permite pro-
fundizar en su significado. Según recuerda PANERO GUTIÉRREZ, el térmi-
no posesión (poseer —possidere— posesión —possessio—) deriva de sedere
(sentarse, estar sentado) y del prefijo post que proviene de posse (poder). Este
autor considera que «de esta etimología derivan dos notas: que la posesión
comporta una relación de hombre-cosa y, al tiempo, una idea de poder, que
aquel ejerce sobre esta4».
Este poder de hecho es independiente de los derechos sobre el bien. La
posesión es un poder que no necesariamente está vinculado a un derecho real
o personal que faculte para poseer el bien, ya que solamente se precisa suje-
ción a la voluntad del poseedor. En consecuencia, se puede poseer en virtud de
algún título que faculte para poseer la cosa (por ejemplo, la propiedad), pero
también se puede poseer sin derecho, por ejemplo cuando el título adquisitivo
es ineficaz o en caso de hurto. De este modo, se distingue entre ius possidendi
e ius possessionis: el ius possidendi es la posesión derivada de un derecho
real o personal; en cambio, el ius possessionis, es la posesión que no deriva
de ningún derecho real ni personal. La SAPB de Barcelona de 18 de mayo de
2010 define «el ius possessionis… como (un) poder independiente de cualquier
clase de titularidad o derecho que pudiera existir sobre la cosa a la que afecta
esa situación de poder, frente al ius possidendi, entendido como facultad que
integra el contenido del derecho de dominio u otros derechos reales, así como
también otros derechos personales que implican normalmente la facultad de
poseer». A pesar de esta distinción, ambos son posesión y producen los mismos
efectos jurídicos.
La tenencia de un bien puede derivar de un derecho (ius possidendi) o
ser independiente de cualquier derecho (ius possessionis). Por tanto, cuando
analizamos la posesión hacemos referencia a un hecho (la tenencia material
de una cosa o un derecho) y es importante estudiarla con independencia de
los derechos. El hecho y el derecho son cuestiones diferentes y, a pesar de
que la posesión puede coexistir con la propiedad (o con algún otro derecho
posesorio), se pueden dar casos de propiedad sin posesión y de posesión
sin propiedad (por ejemplo, si alguien se apropia de un bien sin permiso:
el propietario no tendrá la posesión y el accipiens será un poseedor no
propietario).

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B) Requisitos

La posesión requiere la conjunción de dos elementos: el corpus y el ani-


mus, es decir, la tenencia material y la voluntad de tener el bien. Por tanto, si
solamente concurre uno de ellos, el corpus o el animus, no hay posesión.
a) Corpus. El corpus es la tenencia material de un bien. Este requisito
deriva directamente de la definición de la posesión en el Codi como un «poder
de hecho sobre una cosa o un derecho» (art. 521-1 CCCat) y supone que una
persona tiene el control material y físico de un bien y que actúa sobre dicho
bien de forma exclusiva y excluyente.
Ahora bien, el corpus no requiere un contacto físico permanente con la cosa,
sino que requiere el control de la misma, o sea, la posibilidad de establecer
contacto con la cosa cuando se quiera, con independencia de otras personas.
El contacto físico con el bien no es imprescindible, puesto que la posesión no
requiere un contacto físico permanente y continuo. Si la posesión se perdiera en
el momento en que el poseedor se separara un centímetro de la cosa, estaríamos
ante un concepto jurídicamente inútil, carente de la estabilidad necesaria y que
reduciría la posesión a los objetos que estoy tocando en cada momento. Por
tanto, la posesión no requiere un contacto físico continuo, sino el poder y el
control sobre la cosa5. Este poder se manifiesta en la posibilidad de recuperar
el contacto físico con el bien de manera directa, inmediata y autónoma, sin la
intervención de otras personas6. Por ejemplo: soy poseedor de mi apartamento
en la playa, aunque haga 3 años que no voy, simplemente porque puedo ir
cuando quiera sin permiso de nadie, también soy poseedor del coche que tengo
en la calle o de la ropa que tengo en el armario y que hace tiempo que no me
pongo. En este sentido, tenemos que recordar con ALBALADEJO que «tenencia
de un poder o ejercicio o uso del mismo son cuestiones diferentes7», es decir,
puedo tener poder sobre un bien aunque no esté haciendo uso actualmente de él.
El hecho de no considerar la tenencia física de un bien como el criterio
para determinar si hay corpus, comporta que tenemos que establecer otro cri-
terio de referencia. Así pues, el criterio para determinar cuando hay corpus es
la existencia de un poder sobre el bien, que se ejerce en la forma en que la
sociedad considera habitual que haya un poder sobre dicho bien. Se requiere
que la posesión del bien cumpla con su destino habitual y que esa forma sea
reconocida y respetada por la sociedad. Por tanto, la forma de tener un bien
puede variar atendiendo a los objetos concretos y a los usos que la sociedad
confiere a cada objeto. Por ejemplo, puedo dejar una toalla en la playa —y se
considera que tengo la posesión—, pero no puedo dejarla en la calle; o puedo
dejar el coche en la calle, pero no puedo dejar mi ordenador. De este modo,
el corpus es el poder sobre un bien que se manifiesta ante los demás en la
forma en que la sociedad reconoce habitualmente que una persona tiene poder
sobre ese bien.

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El corpus supone un poder sobre el bien que se caracteriza por una cierta
estabilidad, puesto que un contacto breve no tiene relevancia jurídica. Este con-
trol sobre el bien se puede tener personalmente, pero también se puede tener
por medio de otra persona (un empleado) o, incluso, de una cosa (un buzón).

b) Animus. Es la intención, la voluntad de tener el bien bajo control y


ejercer un poder sobre él. Este requisito se desprende indirectamente del Codi
que define la detentación como el poder de hecho sobre una cosa o derecho
«sin la voluntad aparente externa de actuar como titular del derecho» (art. 521-
1.2 CCCat); y, por tanto, a sensu contrario, se puede afirmar que la posesión
requiere la voluntad aparente externa de actuar como titular del derecho, es
decir, la intención o animus. Hay que destacar que este precepto utiliza la ex-
presión «actuar como titular del derecho» y, en consecuencia, hace referencia
a cualquier tipo de derecho posesorio, sin restringirlo al derecho de propiedad.
El poseedor tiene que querer tener el bien y puede hacerlo como propietario o
en cualquier otro concepto posesorio, incluyendo los derechos reales limitados
posesorios (por ejemplo: usufructo) y los derechos personales posesorios (por
ejemplo: arrendamiento). Ahora bien, el poseedor no necesita creer que él es el
titular del derecho, puesto que solamente se requiere la voluntad de controlar el
bien y, en este sentido, el concepto de animus y el de buena fe son diferentes.
El animus tiene que ser autónomo, sin que el poseedor esté sometido com-
pletamente a las órdenes de otra persona.
Estos dos elementos, corpus y animus, son imprescindibles para poder hablar
de posesión, puesto que el animus sin corpus no es posesión ni tiene ninguna
relevancia jurídica; y el corpus sin animus tampoco es posesión: en algunos
casos puede ser detentación (art. 521-1 CCCat) y en otros casos es un simple
contacto físico sin relevancia jurídica (por ejemplo, estoy sentado a la silla del
dentista o me apoyo en la pared de la universidad).
El origen de estos dos requisitos se remonta a la tradición romanística y ha
dado lugar a dos concepciones sobre la posesión: la subjetiva y la objetiva. Por un
lado, la concepción subjetiva, defendida por SAVIGNY, señala el animus, como
un elemento esencial y específicamente considera que ese animus se refiere a la
propiedad8. Por otro lado, la concepción objetiva, defendida por IHERING, afirma
que la posesión no es la simple reunión del corpus y el animus, lo que implicaría
para cada una de las dos una existencia previa, sino que el corpus es el hecho de
la voluntad; no existe en el pasado, igual que la palabra no existe antes de ser
pronunciada. Para este autor no hay dos requisitos diferentes, sino un fenómeno
externo que manifiesta una voluntad subyacente. Por tanto, lo más importante
para esta concepción es el corpus, de forma que el animus pasa a ser secundario
o, incluso, desaparece9. Ahora bien, a pesar de esta referencia histórica, el Codi
establece ambos requisitos, corpus y animus. Un animus que puede ser en con-
cepto de propietario o en concepto de titular de cualquier otro derecho posesorio.

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No se considera posesión la detentación (art. 521-1.2 CCCat) ni la tenencia


clandestina del bien, ni tampoco se puede adquirir nunca con violencia mientras
los poseedores anteriores se opongan (art. 521-2.2 CCCat).

C) Características

Partiendo del concepto de posesión, podemos adelantar sus características


principales:
— Tiene que ser estable. No se protege un contacto físico esporádico so-
bre un bien, sino que se requiere una permanencia en el tiempo. Los
contactos instantáneos no son posesión, puesto que no permiten hablar
de un control sobre los bienes. LACRUZ BERDEJO considera que esta
estabilidad configura un estado que genera el derecho a su continuación:
el derecho a seguir poseyendo10.
— Tiene que permitir un uso reiterado y repetido sobre el bien (o al menos
la posibilidad de hacerlo).
— Tiene que ser exclusiva y excluyente: la exclusividad supone la posibi-
lidad de excluir otras personas. Así, por ejemplo: no puedo poseer un
autobús ni la universidad en la cual estoy estudiando, porque mi uso
está compartido con los demás (aunque tenga corpus e incluso animus),
ya que no puedo impedir el uso del resto. De todas formas, es posible
actuar de forma concurrente en los casos de coposesión o de pluralidad
de posesiones, que veremos más adelante.
— Tiene que ser autónoma: sin someterse a la voluntad de otra persona.
El poder que se ostenta sobre el bien tiene que ser el reflejo de una
voluntad propia y libre. No hay autonomía si el tenedor es un simple
instrumento de otra persona; por ejemplo, el piloto de un avión.
— Es un mecanismo primario de publicidad de los derechos. La posesión
implica un poder sobre una cosa que el resto de la sociedad puede per-
cibir por los sentidos y permite presumir que la persona que tiene una
cosa, normalmente, tiene un derecho sobre ella.

D) Naturaleza jurídica

En el Código Civil español, la discusión sobre la naturaleza jurídica de la


posesión, entre los defensores de la posesión como un hecho o como un dere-
cho, ha sido larga y todavía continúa. Sin embargo, el Código Civil catalán se
ha decantado claramente por la consideración de la posesión como un hecho11,
finalizando la discusión sobre la naturaleza jurídica de la posesión. Las razones
de esta consideración son diversas:

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a) El concepto legal de posesión es claro y concluyente y define la posesión


como un poder de hecho (art. 521-1 CCCat).
b) La ubicación sistemática de la posesión en un título separado, el título
II, situado antes de la regulación de los derechos reales, comporta una clara
distinción con los derechos reales.
c) El legislador catalán ha sido coherente con la definición de la posesión
y desde esta perspectiva exige que exista un poder de hecho para adquirir la
posesión. El caso paradigmático es la adquisición de la posesión por el heredero
regulada en el artículo 411-6 CCCat que establece: «El heredero que acepta la
herencia solo tiene su posesión si la toma, y se entiende que continúa la del
causante sin interrupción»12. Aquí la herencia tiene que ser entendida como una
universitas iuris, como un todo, por tanto, no es necesaria la toma de posesión
individual de todos y cada uno de los bienes que la integran, sino que se rea-
liza una adquisición global. En este caso, la necesidad de adquirir la posesión
físicamente se aparta de la legislación española basada en la posesión civilísima
que establece que la posesión se considera adquirida de forma automática en
caso de adición de la herencia (art. 440 del Código Civil).
d) El artículo 5 LH establece expresamente que «los títulos referentes al
mero o simple hecho de poseer no serán inscribibles» en el Registro de la
propiedad. Por tanto, por un lado define la posesión como un hecho y por otro
niega la posibilidad de inscribirla en el Registro de la propiedad que tiene por
objeto la inscripción o anotación de los actos y contratos relativos al dominio
y otros derechos reales sobre bienes inmuebles (art. 1 LH).
e) El artículo 521-8.e CCCat presenta un supuesto que para muchos autores
no encaja en la consideración de la posesión como un hecho. Este precepto
hace referencia al poseedor que ha perdido la cosa en contra de su voluntad
porque otra persona se la ha arrebatado. En este caso, el Codi considera que
el poseedor originario continúa siendo poseedor durante un año a contar desde
la pérdida del bien, a pesar de que ya no tenga poder sobre dicho bien y de
que haya otra persona que ha adquirido la posesión. Así, esta posesión sin
poder sobre el bien parece contradictoria con la concepción de la posesión
como un hecho.
Sin embargo, en este caso, también se puede considerar que continúa exis-
tiendo un cierto poder sobre el bien, ya que el poseedor originario tiene la posi-
bilidad de recuperarlo mediante las acciones de protección posesoria y, por tanto,
en un sentido amplio se puede afirmar que tiene un poder sobre el bien: el poder
de recuperarlo. En este sentido, el artículo 121-22 CCCat establece lo siguiente:
«Las pretensiones protectoras exclusivamente de la posesión prescriben al cabo
de un año», que es el plazo durante el cual se considera que el anterior poseedor
mantiene la posesión del bien. Es cierto que la posesión requiere una base física
real, en cambio, en el artículo 521-8.e CCCat esta base física es eventual, pero
a pesar de ser eventual, existe y confiere el poder de recuperar el bien con las

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acciones de protección posesoria. En consecuencia, en este supuesto también


se puede afirmar que existe un poder de hecho sobre el bien.

2. LOS CONCEPTOS POSESORIOS

El concepto posesorio es el derecho que se exterioriza al ejercer un poder


de hecho sobre un bien y supone determinar qué tipo de poder ostenta el posee-
dor13. Por tanto, existen diferentes conceptos posesorios: posesión en concepto
de propietario, posesión en concepto de usufructuario, posesión en concepto
de arrendatario, etc.14.
El Codi utiliza repetidamente la expresión «conceptos posesorios» y los
utiliza de manera diversa: en el artículo 521-4 CCCat cuando habla de con-
ceptos posesorios compatibles e incompatibles; en el artículo 521-6.2 CCCat
cuando se presume la continuidad del concepto posesorio; en el artículo 522-
1.1 CCCat cuando se presume la titularidad del derecho en concepto del cual
se posee el bien; en el artículo 522-8 CCCat cuando señala que la adquisición
de la posesión de un bien mueble de buena fe y a título oneroso comporta la
adquisición del derecho en que se basa el concepto posesorio, o en el artículo
531-24.1 CCCat que establece que para usucapir la posesión tiene que ser en
concepto de titular del derecho.
La posesión es un hecho, por tanto, al hablar del tipo de poder sobre un bien
no hacemos referencia a los derechos (propiedad, usufructo, comodato o arren-
damiento), sino que hablamos de conceptos posesorios. Los conceptos posesorios
suponen la traslación del mundo de los derechos al mundo de los hechos, es
decir, el hecho posesorio se ejerce en un determinado concepto, y este concepto
está predeterminado por los diferentes derechos que reconoce el ordenamien-
to jurídico15. En este sentido, el poseedor puede poseer de formas diferentes:
puede comportarse como un propietario (si demuestra un poder absoluto sobre
una cosa) y, en este caso, hay una posesión en concepto de propietario. Pero el
poseedor también se puede comportar como titular de un derecho que faculta
para poseer el bien, ya sea un derecho real limitado (usufructo, uso, habitación,
servidumbre, derecho de aprovechamiento parcial, prenda, anticresis, etc.), o un
derecho de crédito (arrendamiento, depósito, comodato, etc.), y en estos casos
hay posesión en concepto de usufructuario, arrendatario, depositario, etc. El
concepto posesorio refleja un hecho, porque la posesión lo es, y exterioriza un
determinado tipo de poder sobre la cosa.
El concepto posesorio se define por la actuación que el poseedor exterioriza
ante la sociedad. Esa exteriorización es un elemento fundamental: no es una
actitud interna, sino una actuación, visible por la comunidad, que muestra el
tipo de poder sobre la cosa. Además, tampoco se trata de un acto individual,
sino de una manera habitual de actuar.

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El concepto posesorio manifiesta la relación del poseedor con el bien y esta


relación es independiente de la efectiva existencia de un derecho. Por ejemplo:
posee en concepto de usufructuario aquel que ha adquirido el derecho de usu-
fructo; pero, también, posee en concepto de usufructuario el que ha adquirido
la cosa como usufructuario por un testamento nulo y, por tanto, no ha adquirido
el derecho, pero su relación con la cosa es en concepto de usufructuario.
El concepto posesorio se tiene que diferenciar de otras figuras:
a) De la buena o mala fe. El concepto posesorio es el tipo de poder que
se ejerce sobre un bien; en cambio, la buena o mala fe es la creencia de que,
efectivamente, soy titular de ese poder. Así pues, puedo tener buena o mala fe
con independencia del concepto posesorio y, por ejemplo, puedo ser poseedor
en concepto de usufructuario y lo puedo ser de buena o de mala fe.
b) Del animus. El animus es la voluntad de tener el bien; en cambio, el
concepto posesorio no es únicamente la voluntad de poseer, sino que es la con-
fluencia del corpus y el animus en un determinado concepto. En el concepto
posesorio hay posesión y, por tanto, hay corpus y animus que exteriorizan un
determinado poder sobre el bien. Por ejemplo, el arrendatario posee en concepto
de arrendatario tanto porque se considera arrendatario (animus), como porque
su poder sobre la cosa es el de un arrendatario (corpus).
El concepto posesorio se establece al adquirir la posesión y se presume su
continuidad mientras dure la posesión (art. 521.6-2 CCCat). No obstante, el
concepto posesorio puede cambiar posteriormente. Este cambio se denomina
inversión del concepto posesorio (o interversión) que se define como un cambio
en el animus que tiene que ser convenientemente exteriorizado. Por consiguiente,
para que exista inversión posesoria son necesarios dos requisitos: a) un cambio
del animus y b) la exteriorización de esa nueva voluntad mediante la actuación
sobre el bien. El cambio del concepto posesorio tiene importantes consecuen-
cias jurídicas, por ejemplo a efectos de usucapión: si una persona adquiere
una cosa en concepto de arrendatario o de usufructuario, para poder usucapir
la propiedad tiene que existir un cambio en el concepto posesorio para poseer
en concepto de propietario y, desde este nuevo concepto posesorio, empezar a
usucapir la propiedad.

3. CLASES DE POSESIÓN

A) Posesión de una cosa o un derecho

Esta división se fundamenta en el objeto de la posesión: los bienes. Los


bienes son una categoría genérica que engloba las cosas y los derechos patri-
moniales, las cosas son corporales y los derechos patrimoniales son incorporales
(art. 511-1 CCCat). Desde esta perspectiva, el artículo 522-1 CCCat establece

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expresamente que la posesión se ejerce sobre una cosa o derecho, ya que ambos
son susceptibles de apropiación y de posesión.

a) Posesión de cosas

La posesión de una cosa se refiere a los bienes corporales y, por tanto,


hablamos de una posesión material, física e inmediata sobre la cosa. La po-
sesión de cosas requiere un poder sobre la totalidad de la cosa y este poder
puede derivar de un derecho real posesorio (por ejemplo: la propiedad o el
usufructo), de un derecho de crédito posesorio (por ejemplo: el arrendamien-
to) o de la posesión sin derecho. No obstante, los derechos de crédito son
especiales porque no se pueden usucapir y, por tanto, la posesión de estos
derechos solamente permite algunos de los efectos típicos de la posesión
(protección posesoria, presunciones, adquisición a non domino y, si no hay
una regulación específica, liquidación de los frutos).

b) Posesión de derechos (o quasi possessio)

La posesión de derechos supone el ejercicio y el disfrute de esos derechos16.


Este tipo de posesión merece un estudio detallado para desglosar los diferentes
derechos objeto de posesión:
a’) La posesión de bienes inmateriales: la propiedad intelectual e indus-
trial. Se refiere a la posesión de aquellos bienes que no recaen sobre un objeto
material y corpóreo. La posesión de estos derechos se manifiesta con los actos
de ejercicio del poder sobre estos derechos (por ejemplo: el cobro de los dere-
chos de propiedad intelectual o la posibilidad de oír canciones y ver películas).
Ahora bien, los bienes inmateriales tienen unas características especiales, ya
que permiten, en algunos casos, la posesión simultánea por muchas personas
al mismo tiempo; por ejemplo, se puede oír una canción en varios lugares a
la vez, en cambio, solamente el autor puede cobrar los derechos patrimoniales
derivados de la creación de una obra.
b’) La posesión mediata. En este supuesto distinguimos entre posesión in-
mediata y mediata. La posesión inmediata supone un contacto físico directo
sobre la cosa (es posesión de cosas); en cambio, en la posesión mediata se tiene
la cosa a través de la posesión de otra persona y se tiene poder sobre la cosa por
medio de esa persona (es posesión de derechos). La posesión inmediata supone
la posesión de una cosa, la posesión mediata es la posesión de un derecho17. Por
ejemplo: el arrendador tiene la posesión mediata, es decir, la posesión de un
derecho que se manifiesta en la posibilidad de actuar contra quien perturbe la

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posesión (art. 1560 del Código Civil) o en el cobro del alquiler y el arrendatario
tiene la posesión inmediata.
c’) Los derechos reales limitados que comportan una utilización parcial
del bien. Hay derechos que no comportan un poder sobre la totalidad del bien,
sino que confieren una facultad concreta o se limitan a una parte de este bien.
Por ejemplo, las servidumbres o los derechos de aprovechamiento parcial. En
estos casos, los titulares no tienen un poder sobre la totalidad del bien, sino un
poder limitado y, por tanto, no hay posesión de una cosa, sino posesión de un
derecho, ya que este derecho solamente permite una utilización parcial de la cosa.

Ahora bien, hay derechos que no pueden ser objeto de posesión: a) no se


pueden poseer los derechos no patrimoniales, por ejemplo, los derechos familia-
res o los derechos de la personalidad; b) tampoco se pueden poseer los derechos
reales no posesorios: la hipoteca o los derechos de adquisición preferente (que
según el Codi son derechos reales), y c) tampoco se puede poseer un derecho
de crédito que agote su contenido en una única prestación puntual18 o aquellos
que consistan en hacer o no hacer, puesto que la prestación del deudor no es
objeto de la posesión del acreedor.

B) Posesión como titular o por medio de otra persona

El artículo 522-1.1 CCCat distingue entre posesión como titular y posesión


por medio de otra persona. Esta distinción se refiere a la forma de ejercer la
posesión por un mismo (como titular) o por medio de otra persona en nombre
suyo:
— La posesión como titular es la posesión por un mismo, en nombre propio
y supone que el poseedor tiene el control y el poder sobre el bien. Se
trata de una posesión como titular y, por consiguiente, no se limita al
derecho de propiedad, sino que incluye cualquier concepto posesorio
(usufructuario, arrendatario, comodatario…)19.
— La posesión «por medio de otra persona» supone que se interpone
una persona entre el poseedor y el bien, y el poseedor ejerce su poder
sobre el bien a través de esa persona. En este supuesto intervienen
dos personas: el poseedor y la persona por medio de la cual se posee.
Esta persona por medio de la cual se posee tiene el bien materialmente
y, a su vez, puede ser poseedor si concurren los requisitos para serlo
(corpus, animus y autonomía respecto al poseedor).

La posesión por medio de otra persona se puede producir en tres casos: a)


en caso de representación, b) en situaciones de posesión mediata e inmediata
y c) en el caso del servidor de la posesión.

2560 Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598
Posesión, detentación y tenencia …

a) La representación. La posesión se puede ejercer por medio de repre-


sentante, ya sea un representante legal (administrador de una sociedad, tutor,
titular de la patria potestad,…), ya sea un representante voluntario o ya sea un
tercero sin mandato que actúa en nombre del poseedor que tendrá que ratificar
esta actuación para que sea válida20. El representante actúa en nombre del re-
presentado y este recibe las consecuencias jurídicas de los actos realizados por
el primero. Por su parte, el representante puede ser poseedor si tiene corpus y
animus y autonomía en la gestión, en caso contrario, no. Por ejemplo, si se trata
de una representación para comprar una cosa y entregarla al comprador parece
difícil hablar de autonomía y considerar que el representante es poseedor; en
cambio, si tiene facultades para administrar libremente, sí se podría hablar de
posesión del representante si cumple los demás requisitos. Hay que destacar
que el representado es poseedor en ambos casos, puesto que posee «por medio
de otra persona».
b) La posesión mediata e inmediata. La posesión mediata e inmediata la
hemos estudiado al hablar de la posesión de un derecho. Este tipo de posesión,
además, crea una situación en la que hay un poseedor «por medio de otra per-
sona». La posesión inmediata supone un contacto físico directo sobre la cosa;
en cambio, en la posesión mediata se tiene la cosa a través de la posesión de
otra persona. Ambos son poseedores: por un lado, el poseedor inmediato porque
tiene contacto físico con el bien (corpus) y voluntad y autonomía para utilizar
este poder (animus); por otro lado, el poseedor mediato tiene un poder sobre
el bien que ejerce a través del poseedor inmediato (corpus) y también tiene la
voluntad de poseerlo (animus).
Por ejemplo, en caso de arrendamiento, el propietario posee por medio del
arrendatario, el primero en concepto de propietario y el segundo en concepto
de arrendatario. El poseedor mediato, el arrendador, continúa teniendo un poder
de hecho sobre el bien y, por ejemplo, puede actuar contra quien perturbe la
posesión (art. 1560 del Código Civil). Además, el poseedor inmediato lo reco-
noce como propietario y admite su poder «mediato» sobre el bien. El poseedor
inmediato no puede desvincularse de ese poder mediato —y, por ejemplo, vender
la cosa— y si lo hace, el poseedor mediato puede defender su statu quo. Otro
ejemplo: el propietario puede entregar la cosa en usufructo, el usufructuario lo
arrienda y el arrendatario la cede en subarrendamiento. En este caso, el propie-
tario tiene la posesión de un derecho (posesión mediata), el usufructuario tiene
la posesión de un derecho (posesión mediata), el arrendatario tiene la posesión
de un derecho (posesión mediata) y el subarrendatario tiene la posesión de la
cosa (posesión inmediata). Así, la posesión mediata permite grados y se puede
hablar de posesión mediata de primer grado, de segundo grado, etc.21.
Normalmente, la posesión mediata e inmediata se tiene que iniciar con un
negocio jurídico entre las partes, pero no es imprescindible. Por ejemplo, en
un caso real, una persona le pidió a otra que le dejara vivir en un piso vacío

Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598 2561
Adolfo Lucas Esteve

durante unos días mientras solucionaba un problema personal. Una vez ubicado
en el piso realizó una transferencia al propietario de 300 euros en concepto de
arrendamiento (cantidad que era inferior al precio de mercado). En este caso,
encontramos un poseedor en concepto de propietario (poseedor mediato) y un
poseedor en concepto de arrendatario (poseedor inmediato) sin la existencia
de negocio jurídico entre ellos. Evidentemente, el poseedor en concepto de
arrendatario no tiene derecho y, además, actúa de mala fe.
c) El servidor de la posesión. La figura del servidor de la posesión tiene
origen alemán, ha sido reconocida por la doctrina y la jurisprudencia españolas
y ha sido recogida por el Codi que califica el servidor de la posesión como
detentador (art. 521-1.2 CCCat). El servidor de la posesión tiene el bien, pero
bajo una relación de dependencia respecto del poseedor, actúa por cuenta del
poseedor y siguiendo sus instrucciones.
El servidor de la posesión no es poseedor, ya que no tiene autonomía ni la
voluntad de actuar como titular, es un simple instrumento por el cual el posee-
dor ejerce su dominio sobre la cosa. Por ejemplo: el administrativo que utiliza
el ordenador y la mesa de la oficina donde trabaja o el comandante que pilota
un avión de unas líneas aéreas. El servidor de la posesión, a pesar de tener la
cosa, no es poseedor sino detentador; en cambio, sí es poseedor aquel que da
instrucciones al servidor de la posesión, puesto que tiene un poder de hecho
sobre el bien por medio de otra persona.

C) Posesión de buena o mala fe

Para estudiar la diferencia entre posesión de buena fe y de mala fe, primero


tenemos que distinguir entre posesión justa e injusta. La posesión justa es aquella
que se ajusta a derecho y supone la adquisición de la posesión y del derecho a
poseer, es decir, la posesión es justa cuando coinciden el hecho y el derecho.
En cambio, es injusta la posesión contraria a derecho, o sea, aquella en la que
se ha transmitido la posesión, pero el acto que transmitía el derecho no se ha
producido o no se ha producido correctamente, ya sea porque el título traslativo
es ineficaz o porque el transmitente no es el titular de la cosa o porque no tiene
poder de disposición o porque no ha habido consentimiento del tradens. Por
ejemplo, en una compraventa: si la cosa se ha vendido por un título eficaz, se
adquiere la posesión y el derecho y, por tanto, hablamos de posesión justa; en
cambio, si la cosa se ha vendido por un título ineficaz, se adquiere la posesión
pero no el derecho y, por tanto, hablamos de posesión injusta y, en consecuencia,
nos interesa saber si el adquirente es de buena o de mala fe.
La posesión es de buena fe cuando el adquirente ignora excusablemente que
su posesión es injusta, es decir, tiene una «creencia justificable de la titularidad
del derecho» (art. 521-7 CCCat). Por tanto, se necesitan tres requisitos: 1) creer

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Posesión, detentación y tenencia …

que existe un título válido y eficaz; 2) ignorar que existe un defecto que ha
impedido la transmisión del derecho, y 3) que esta creencia sea razonable. La
creencia tiene que ser excusable y, en este sentido, no se trata de una percepción
psicológica interna, sino que esta percepción tiene que ser objetivamente razona-
ble. Según LACRUZ BERDEJO, «al poseedor se le debe exigir una justificación
socialmente satisfactoria de su creencia o ignorancia. Su estado subjetivo debe
obedecer a una apariencia objetiva razonable22». En caso contrario, si no se dan
estos requisitos y el poseedor conocía (o podía conocer) la falta de titularidad
del derecho, la posesión es de mala fe. Ahora bien, el Codi utiliza alguna vez
el concepto de buena fe en casos de posesión justa, por ejemplo, al tratar el
derecho de retención (art. 569-3 CCCat).
La buena fe se presume siempre y quien afirma la mala fe del poseedor
tiene que probarla (art. 521-7.2 CCCat). Aun así, la buena fe puede cambiar a
mala fe, ya que los efectos de la buena fe cesan a partir del momento en que
los poseedores saben, o pueden saber razonablemente, que no tienen derecho a
poseer (art. 521-7.3 CCCat). Con esta norma se recoge la tradición del derecho
canónico que consideraba que la mala fe sobrevenida perjudicaba el poseedor
(mala fides superveniens nocet), a diferencia del derecho romano que tan solo
requería buena fe inicial y si el poseedor descubría posteriormente que poseía
indebidamente no dejaba de ser poseedor de buena fe (mala fides superveniens
non nocet). En todo caso, la mala fe no tiene efectos retroactivos y no perjudica
el periodo en que se poseía de buena fe.
La distinción entre buena y mala fe tiene consecuencias jurídicas importantes,
puesto que los efectos de la posesión y de algunos derechos reales posesorios varían
dependiendo de la buena o mala fe, por ejemplo en la liquidación posesoria, en la
adquisición de bienes muebles, en el derecho de retención o en la accesión. No
obstante, hay otros efectos posesorios que no están ligados a la buena o mala fe, por
ejemplo la usucapión, las acciones de protección posesoria o la acción publiciana.

4. PLURALIDAD DE POSEEDORES Y COPOSESIÓN

La posesión es un poder de hecho que puede corresponder a una persona o


a varias personas. Cuando varias personas comparten la posesión de un bien se
puede hablar de pluralidad de posesiones (cuando las posesiones son exclusivas
y excluyentes) o de coposesión (cuando las posesiones no son exclusivas, sino
compartidas).

A) Pluralidad de posesiones

La pluralidad de posesiones supone que existen varios poseedores sobre un


mismo bien, con voluntad de no compartir su concepto posesorio. Son poseedo-

Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598 2563
Adolfo Lucas Esteve

res con carácter exclusivo y excluyente y, por tanto, existen varias posesiones
sobre el bien. Estas posesiones pueden ser compatibles o incompatibles: son
compatibles cuando los conceptos posesorios son diferentes y pueden concurrir
simultáneamente sobre un mismo bien (por ejemplo, en el caso de posesión
mediata e inmediata); en cambio, son incompatibles cuando los conceptos po-
sesorios son idénticos y excluyentes y comportan la necesidad de decidir quién
tiene preferencia para poseer el bien.

a) Conceptos posesorios compatibles

El artículo 521-4.1 CCCat establece lo siguiente: «Diferentes personas pue-


den poseer un mismo bien si los conceptos posesorios son compatibles». Este
artículo hace referencia a la coexistencia en armonía de una pluralidad de po-
seedores sobre un mismo bien. Se trata de múltiples posesiones de carácter ex-
clusivo, pero cada poseedor tiene un concepto posesorio diferente y compatible
con los demás. Por ejemplo, sobre un mismo bien, una persona puede poseer
en concepto de propietaria, otra en concepto de usufructuaria, otra en concepto
de arrendataria y otra en concepto de comodataria. Los diferentes poseedores
no tienen la intención de compartir su concepto posesorio, pero el bien permite
la coexistencia de diferentes poseedores porque los conceptos posesorios son
diferentes y compatibles. Todos son poseedores del mismo bien, unos poseen
de forma mediata y otro de forma inmediata.
Cuando coinciden diferentes conceptos posesorios compatibles sobre el mis-
mo bien, estos conceptos posesorios pueden ser de mejor o de peor derecho a
poseer. En este sentido, el Codi (por ejemplo: en el art. 522-7.2 CCCat) utiliza
a menudo las expresiones «mejor derecho a poseer», «peor derecho a poseer»
o, simplemente, «poseedores sin derecho». En caso de conceptos posesorios
compatibles tendremos que analizar las relaciones jurídicas entre los diferentes
poseedores para determinar quién tiene derecho a la posesión física o inmediata
del bien; por ejemplo: entre el propietario y el arrendatario, el segundo tiene
mejor derecho a poseer y le corresponde la tenencia física del bien.

b) Conceptos posesorios incompatibles

En este caso, hay varias personas que pretenden la posesión de un bien en


el mismo concepto posesorio de forma exclusiva y excluyente, es decir, sin
voluntad de compartir su concepto posesorio. Además, los conceptos poseso-
rios no son compatibles y no pueden coexistir sobre un mismo bien, por ello,
el ordenamiento jurídico debe elegir a quién corresponde la posesión del bien.
Para determinarlo, el Codi establece unos criterios de preferencia: 1) En primer

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Posesión, detentación y tenencia …

lugar, la persona que tiene la posesión en el momento de la pretensión; 2) en


segundo lugar, si existen dos o más poseedores, corresponde al más antiguo; 3)
en tercer lugar, si las fechas de las posesiones coinciden, corresponde a quien
presente un título, y 4) finalmente, si todas estas condiciones son iguales, el
objeto de la posesión se deposita judicialmente mientras se decide la posesión
o propiedad de acuerdo con lo establecido por las leyes (art. 521-4.2 CCCat).

B) Coposesión

La coposesión supone que hay varias personas que tienen un poder sobre
el bien, de forma simultánea y en el mismo concepto posesorio, pero con vo-
luntad de compartirlo y utilizarlo conjuntamente. En la coposesión no existen
diferentes conceptos posesorios ni tampoco una voluntad de poseer de forma
exclusiva y excluyente, sino que nos encontramos con varias personas que
poseen de forma simultánea y concurrente en el mismo concepto, por ejemplo
en concepto de copropietario.
La posesión es un hecho, no un derecho, por tanto no pueden existir cuotas
indivisas en la posesión. El poder de hecho de cada poseedor recae sobre la
totalidad del bien, pero no se trata de una posesión exclusiva, sino compartida
y la actuación de cada poseedor está limitada por la posesión de los demás. En
este caso, hay varias posesiones, porque cada poseedor tiene un poder de hecho
sobre todo el bien y los hechos, por definición, son independientes los unos de
los otros. Cada poseedor tendrá su propia relación con el bien y, por ejemplo,
unos poseedores pueden ser de buena fe y otros de mala fe.
En la coposesión, existe una voluntad de compartir el bien y la forma de
compartirlo dependerá del tipo de bien (un piso se puede utilizar simultánea-
mente, en cambio una bicicleta tendrá que utilizarse por turnos). Sin embargo,
si uno de los coposeedores se apropia de todo el bien se produce una privación
de la posesión de los demás que pueden defenderse a través de las acciones de
protección posesoria23.

II. LA DETENTACIÓN

La detentación es el ejercicio de un poder de hecho sobre una cosa o un


derecho sin la voluntad aparente externa de actuar como titular del derecho o la
tenencia con la tolerancia de los titulares (art. 521-1.2 CCCat). Si la posesión
era la conjunción del corpus y del animus, la detentación supone la existencia
de corpus, pero sin animus24. Ahora bien, en la detentación hay una cierta
apariencia y estabilidad que permite conferir algunos efectos a la detentación,
singularmente, su protección a través de las acciones de protección posesoria.

Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598 2565
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La detentación no es posesión ni produce sus efectos. Los efectos típicos


de la posesión son: presunciones posesorias, usucapión, protección posesoria,
adquisición de los frutos y adquisición a non domino. Sin embargo, el deten-
tador únicamente disfruta de las acciones de protección posesoria (art. 522-7.1
CCCat), y no puede servirse de los otros efectos de la posesión ni tampoco
puede interponer la acción publiciana.
El detentador puede proteger su tenencia con las acciones de protección
posesoria, incluso frente a la persona que le ha entregado el bien (art. 522-7.1
CCCat). Así pues, el titular del derecho y/o poseedor no puede recuperar el
bien en manos del detentador por la fuerza, sino que tiene que recuperarlo con
las acciones que le ofrece el ordenamiento jurídico como titular de un derecho
o como poseedor. En este sentido, el artículo 250.1.2.º LEC establece que «se
decidirán en juicio verbal, cualquiera que sea su cuantía, las demandas siguien-
tes: 2.º Las que pretendan la recuperación de la plena posesión de una finca
rústica o urbana, cedida en precario, por el dueño, usufructuario o cualquier
otra persona con derecho a poseer dicha finca».
El Codi establece que hay detentación en los siguientes supuestos:

A) Falta de voluntad aparente externa de actuar como titular del derecho


(art. 521-1.2 CCCat)

El detentador tiene contacto físico con el bien, pero no es poseedor porque


no tiene la voluntad aparente externa de actuar como titular del derecho. La
tenencia se manifiesta exclusivamente en el corpus, sin que exista animus ni
intención de actuar como titular. En este sentido, el animus no es algo interno
que se mantiene únicamente en la mente del detentador sino que requiere una
«apariencia externa», por tanto, la falta de animus tiene que exteriorizarse y ser
visible por los demás. En este caso, se requiere la falta de voluntad de poseer
como titular del derecho, ya que el detentador tiene físicamente el bien, pero
sin un poder autónomo sobre él. Por ejemplo:
— El servidor de la posesión. El servidor de la posesión tiene el bien, pero
bajo una relación de dependencia con el poseedor y siguiendo sus ins-
trucciones, es decir, tiene el bien sin autonomía y responde a las órdenes
e instrucciones del poseedor. Es un simple instrumento por medio del
cual el poseedor ejerce su dominio sobre la cosa. Por ejemplo: el soldado
que utiliza un fusil, el conductor del autobús o el cirujano que utiliza
los materiales del hospital.
— El representante que posee un bien del representado en aquellos casos
en los que no tenga autonomía de gestión.

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Posesión, detentación y tenencia …

Se trata de supuestos en los que el tenedor es un simple instrumento del


poseedor, y no tiene la voluntad ni la intención de disfrutar la cosa como propia.
El detentador actúa bajo la dependencia de otra persona, siguiendo sus indica-
ciones y sin la autonomía necesaria para ser considerado poseedor.

B) Tenencia con la tolerancia de los titulares (art. 521-1.2 CCCat)

En este supuesto, hay una relación jurídica previa entre los titulares y los
detentadores en la que los primeros transmiten a los segundos la tenencia física
del bien, pero no existe la voluntad de transmitir el derecho ni tampoco la po-
sesión: son actos realizados con la condescendencia de los titulares. Estos actos
no afectan a la posesión, ya que se basan en la tolerancia del titular.
El ejemplo típico es el precario, que implica la tenencia del bien con una
voluntad libremente revocable por parte de aquel que tiene derecho a poseer.
La STS de 19 de septiembre de 2013 define el precario como «una situación
de hecho que implica la utilización gratuita de un bien ajeno, cuya posesión
jurídica no nos corresponde, aunque nos hallemos en la tenencia del mismo y
por tanto la falta de título que justifique el goce de la posesión, ya porque no se
haya tenido nunca, ya porque habiéndola tenido se pierda o también porque nos
otorgue una situación de preferencia, respecto a un poseedor de peor derecho»
y añade que «el hecho de pagar merced que excluya la condición de precarista
no está constituido por la mera entrega de una cantidad de dinero, sino que ha
de ser esa entrega por cuenta propia y a título de merced o de alquiler por el
arrendamiento constituido o presunto a nombre del que paga».
En el Codi, el precario es un caso de detentación, ya que el detentador no
tiene un poder autónomo sobre el bien ni tampoco intención de poseer. Se trata
de actos tolerados que no pueden fundamentar una posesión, porque se recono-
ce la absoluta dependencia a la voluntad del poseedor. Por ejemplo: un padre
deja el piso que tiene vacío a su hija y a su pareja para que vivan mientras el
padre no lo necesita.

C) El fiduciario que no entrega la posesión en el plazo establecido (art. 426-


45 CCCat)

El Codi establece otro supuesto de detentación en el artículo 426-45.2 CCCat


que regula el fideicomiso y establece que si el fiduciario o sus herederos no
entregan la posesión dentro del plazo fijado por la Ley tienen la consideración de
meros detentadores y dejan de hacer suyos los frutos. En este caso, el legislador
considera al fiduciario como detentador, a pesar de que con una mejor técnica
jurídica tendría que ser considerado como un poseedor de mala fe. Tendría que

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ser considerado como poseedor porque tiene corpus y animus y sería de mala
fe, porque conoce que su posesión es injusta.
La consideración como poseedor de mala fe, comportaría las mismas con-
secuencias en relación a los frutos y se adecuaría mejor a la definición de
posesión y de detentación del artículo 521-1 CCCat, ya que el fiduciario tiene
animus, actúa sin seguir las instrucciones de ninguna otra persona y su posesión
no deriva de la tolerancia de los poseedores. Sin embargo, el Codi considera al
fiduciario como detentador y le aplica sus consecuencias jurídicas, entre ellas
la no adquisición de los frutos.

III. LA TENENCIA NO POSESORIA

Los contactos físicos sobre la cosa que no sean posesión ni detentación se


califican como tenencia no posesoria. En estos casos hay una simple tenencia
física del bien a la que la Ley no vincula ningún efecto jurídico. En concreto, es
necesario analizar dos supuestos especiales: a) la tenencia clandestina o violenta
y b) la tenencia de bienes no apropiables.

A) Clandestinidad y violencia

El Codi establece: «La posesión no puede ser clandestina. Tampoco puede


adquirirse nunca con violencia mientras los poseedores anteriores se opongan».
(art. 521-2.2 CCCat). En ambos casos hay tenencia, pero el tenedor no tiene la
posesión ni disfruta de ninguno de sus efectos.
Hay que estudiar estas dos situaciones separadamente:
a) Clandestinidad: la tenencia clandestina no produce efectos, ya que es un
poder que se ejerce de espaldas a la sociedad. La posesión es «un mecanismo
primario de publicidad de derechos» (preámbulo); consecuentemente, si esta
función de publicidad no se cumple y la cosa se oculta de manera anormal, la
respuesta del ordenamiento jurídico es no conferir ningún efecto a esta tenencia
y no considerarla posesión. Los actos ejecutados de una forma clandestina, al
margen de la comunidad y de los titulares de derechos, no se consideran posesión
ni confieren sus consecuencias jurídicas. En este sentido, los bienes se tienen
que poseer en la forma habitual y, por tanto, no se penaliza el hecho de tener
el bien guardado, sino que es necesario que haya una voluntad de ocultación.
b) Violencia: la posesión tampoco se puede adquirir con violencia mientras
los anteriores poseedores se opongan. En este caso, el término «violencia» hace
referencia a la violencia física, tanto sobre personas como sobre cosas (robo),
pero no incluye la adquisición realizada con engaño (estafa) y la realizada sin

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Posesión, detentación y tenencia …

violencia (hurto o apropiación indebida). Estos supuestos, a pesar de ser actua-


ciones que también se pueden perseguir penalmente, no están recogidos en el
precepto y, por tanto, el adquirente tendrá la consideración de poseedor. Así, si-
guiendo la redacción literal del Codi se pueden hacer las siguientes distinciones:
1. El adquirente que haya conseguido la cosa sin violencia es poseedor, a
pesar de que su actuación sea delictiva, por ejemplo, en caso de estafa, hurto
o apropiación indebida.
Puede sorprender que un delincuente sea poseedor del bien que ha adquirido
ilegalmente, pero en el ámbito de la posesión solamente nos interesa la relación
de la persona con la cosa y, en este ámbito, la persona que ha adquirido un
bien de forma ilegal y sin violencia no tiene ningún derecho sobre ese bien,
pero puede tener la posesión si hay corpus y animus. Por tanto, tenemos que
calificar este poder como posesión de mala fe.
2. La persona que haya adquirido el bien con violencia no será poseedora
mientras el anterior poseedor se oponga. En este caso, el nuevo adquirente
mantiene una tenencia no posesoria y, por consiguiente, no disfruta de ninguno
de los efectos conferidos por el ordenamiento jurídico.
3. El adquirente que haya conseguido la cosa con violencia se convertirá
en poseedor cuando el poseedor anterior deje de oponerse.

El Codi establece que la posesión no puede adquirirse con violencia mientras


los anteriores poseedores se opongan; por tanto, a sensu contrario, la posesión
se adquirirá cuando los anteriores poseedores no se hayan opuesto en ningún
momento o cuando, habiendo iniciado su oposición, dejen de oponerse poste-
riormente. En consecuencia, el adquirente con violencia adquirirá la posesión
cuando el anterior poseedor pase a tener una posición pasiva, podemos decir
resignada, ante la nueva situación. De esta manera, para adquirir la posesión
son necesarios dos requisitos: a) adquisición de la tenencia física del bien por
un acto violento, y b) falta de oposición del anterior poseedor. En este senti-
do, el concepto «mientras los poseedores anteriores se opongan» permite dos
interpretaciones:
— Se trata de una oposición física en el ámbito de la legítima defensa.
Es evidente que mientras el anterior poseedor se resista físicamente al
robo no se ha adquirido la posesión, porque no hay control ni poder
sobre la cosa.
— Se trata de una oposición jurídica y, por tanto, no se puede adquirir la
posesión mientras el anterior poseedor se oponga judicialmente, es decir,
mientras esté realizando las actuaciones pertinentes para recuperar la
posesión del bien. Según esta hipótesis, mientras el anterior poseedor
se oponga judicialmente, el nuevo adquirente no adquirirá la posesión y,
por tanto, a sensu contrario, si el anterior poseedor no plantea ninguna

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Adolfo Lucas Esteve

actuación judicial o extrajudicial para recuperar la posesión, el adquirente


con violencia se convertirá inmediatamente en poseedor y, también, se
convertirá en poseedor, en el momento en que el primero desista de
sus actuaciones de oposición. Es interesante señalar que el Codi utiliza
la expresión «se opongan» y no «se pueden oponer», por tanto, no es
necesario esperar al momento en el que hayan prescrito las acciones de
recuperación de la posesión (las acciones de protección posesoria y la
acción publiciana), sino que es suficiente que el poseedor adopte una
postura pasiva ante la desposesión.

En mi opinión, con la expresión «mientras los poseedores anteriores se


opongan», el Codi hace referencia tanto a una oposición física como jurídica,
puesto que no se hace ninguna distinción.
Parte de la doctrina, considera que el artículo 521-2.2 CCCat «no establece
una auténtica regla de derecho, sino un principio general: nadie puede tomarse
la justicia por su mano» (DEL POZO CARRASCOSA)25. Personalmente, no
comparto esta afirmación y considero que este precepto establece una verdadera
regla de derecho compatible con el resto de preceptos del Codi. En este sentido,
se puede argumentar lo siguiente: a) el Codi no establece ninguna distinción en
relación a este precepto y allí donde la ley no distingue no se debe distinguir.
b) Esta regla jurídica deriva de la tradición romana en la cual no se protegía la
posesión con violencia, clandestinidad o en precario. Así, la exceptio vitiosae
possessionis no protegía con interdictos a aquel que hubiera adquirido la cosa
con vi, clam o precario. c) Esta regla coincide con el artículo 522-8 CCCat,
que no protege la adquisición de un bien perdido, hurtado, robado o apropiado
indebidamente. d) El preámbulo del libro V recuerda que «nunca se otorga
protección jurídica a quien actúa de mala fe», en este caso, al que actúa con
violencia.

B) Bienes no apropiables

El Codi define los bienes como aquellos objetos susceptibles de apropiación


(art. 511-1 CCCat) y, por tanto, sobre los bienes que no son apropiables no
se puede adquirir ningún derecho ni tampoco se pueden poseer. Por ejemplo,
los bienes ilegales o los bienes que quedan fuera del tráfico jurídico. En este
sentido, el artículo 521-8.d CCCat establece que la posesión se pierde por el
hecho de quedar los bienes fuera del tráfico jurídico.
En estos casos, se puede tener contacto material con estos bienes, pero esta
tenencia no se considera posesión ni permite disfrutar de sus efectos económicos
y jurídicos. Este poder no está protegido por el ordenamiento jurídico y, en
consecuencia, no se puede hablar de posesión.

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Posesión, detentación y tenencia …

IV. ADQUISICIÓN Y FINALIZACIÓN DE LA POSESIÓN

1. ADQUISICIÓN DE LA POSESIÓN

Para adquirir la posesión, el Codi no exige capacidad de obrar y es suficiente


la existencia de capacidad natural: «Todas las personas con capacidad natural
pueden adquirir la posesión» (art. 521-3.1 CCCat). La capacidad natural revela
una «aptitud intelectual y emocional de la persona para hacerse cargo de la
situación y encontrarse en condiciones de decidir libremente sobre un aspecto
de su personalidad» (LAZARO PALAU)26. Esta capacidad natural establece un
criterio subjetivo que depende de cada persona y, por tanto, es diferente de un
criterio objetivo como es la capacidad de obrar que depende de la mayoría de
edad o de la incapacidad.
La posesión se adquiere cuando se obtiene un poder de hecho sobre un bien
y este poder lo puede adquirir una persona sin capacidad de obrar si tiene el
suficiente grado de discernimiento, es decir, si puede conocer, comprender y
querer. Además, desde el punto de vista patrimonial, la posesión no comporta
riesgos para el poseedor, puesto que es un poder de hecho, no una carga. Ahora
bien, para ejercer los derechos derivados de la posesión, la Ley se muestra más
cauta y establece que las personas menores y las incapacitadas «pueden» ejercer
las facultades propias de la posesión con la asistencia de sus representantes
legales. La utilización del verbo «pueden» supone que no es necesario que el
ejercicio de todos los efectos de la posesión se realice con representante. En
este sentido, el uso y el disfrute de una cosa se puede ejercer directamente, pero
si se quieren defender sus derechos ante un tribunal se necesitará la asistencia
de representantes.
El artículo 521-2.1 CCCat establece dos formas de adquisición de la po-
sesión: la originaria y la derivativa. La adquisición originaria implica que el
poseedor toma posesión del bien por si mismo, sin intervención de ninguna
otra persona; en cambio, la adquisición derivativa supone la transmisión de la
posesión del anterior poseedor al nuevo como consecuencia de una relación
jurídica previa.

A) Adquisición originaria

La adquisición originaria se produce «cuando los poseedores sujetan la cosa


o el derecho al ámbito de su poder» (art. 521-2.1.a CCCat). En este caso, la
posesión no deriva de otra persona, sino de la propia voluntad del poseedor que
sujeta el bien al ámbito de su poder. La posesión se adquiere al conseguir el
corpus y el animus sobre el bien, sin necesidad de entrega por otra persona ni la
realización de ninguna formalidad especial. Son casos de adquisición originaria:

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Adolfo Lucas Esteve

a) La ocupación. Es la aprehensión material de la cosa unida a la voluntad


de adquirir la posesión sobre la misma. En este caso, si la cosa es mueble y
res nullius, junto a la posesión se adquiere el derecho de propiedad (art. 542-
20 CCCat).
b) La adquisición de los frutos. La separación de los frutos de la cosa
madre los convierte en un objeto diferente. De este modo, la adquisición de la
posesión de esos frutos (ahora no estamos hablando de derechos, sino de un
poder de hecho) se produce por la separación por aquel que tiene la posesión
de la cosa madre, ya sea con derecho (propietario, usufructuario o arrendatario)
o sin derecho (poseedor de buena o mala fe, art. 522-3 CCCat).
c) Adquisición de la posesión contra la voluntad del anterior poseedor. En
este caso, el bien tiene un poseedor y otra persona le arrebata la posesión sin
su consentimiento. A diferencia de la adquisición derivativa (que requiere mutuo
acuerdo), no existe acuerdo, sino que el adquirente se apropia del bien de forma
unilateral y sin el consentimiento del anterior poseedor.

En este supuesto se produce una contraposición evidente: por un lado, aquel


que ha adquirido el bien unilateralmente contra la voluntad del anterior poseedor
tiene un poder de hecho sobre el mismo y la intención de tenerlo, es decir, tiene
corpus y animus y, por lo que hemos dicho, es poseedor; por otro lado, resulta
paradójico que un ladrón, que tiene una sanción penal, pueda ser protegido por
el derecho civil.
Desde esta perspectiva, hay que analizar conjuntamente los artículos 521-2.2,
521-8.e y 521-2.1.a CCCat. Primero, el artículo 521-2.2 CCCat establece que
la posesión no puede «adquirirse nunca con violencia mientras los poseedores
anteriores se opongan». Luego, según el artículo 521-8.e CCCat, la posesión
finaliza por la posesión por otra persona, «incluso adquirida contra la volun-
tad de los anteriores poseedores, si la nueva posesión dura más de un año».
Finalmente, el artículo 521-2.1.a CCCat establece que la posesión se adquiere
«cuando los poseedores sujetan la cosa o el derecho al ámbito de su poder».
A la vista de estos preceptos, hay que distinguir entre la posesión adquirida
con violencia o sin violencia. Si no hay violencia, el adquirente obtiene la pose-
sión automáticamente aun contra la voluntad del anterior poseedor (art. 521-2.1.a
CCCat). En cambio, si la posesión se ha adquirido con violencia, la secuencia
temporal es la siguiente:

1. Mientras el anterior poseedor se oponga, solamente habrá un único


poseedor: el poseedor anterior, puesto que el adquirente con violencia no ha
adquirido la posesión (art. 521-2.2 CCCat, a sensu contrario).
2. Cuando el poseedor anterior deje de oponerse, habrán dos poseedores: el
poseedor primitivo y el nuevo. Por un lado, el poseedor primitivo no ha perdido la
posesión, porque no ha transcurrido el plazo de un año establecido para finalizar

2572 Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598
Posesión, detentación y tenencia …

la posesión (art. 521-8.e CCCat); y por otro lado, el nuevo poseedor adquirirá la
posesión, puesto que sujeta el bien al ámbito de su poder y, además, ha finalizado
la oposición del poseedor primitivo que impedía la adquisición de la posesión
(art. 521-2.2 CCCat, a sensu contrario)27. Estas dos posesiones se regirán por
las reglas siguientes: ante terceros, ambos son poseedores, pueden proteger su
derecho con las acciones posesorias y pueden computar este periodo a los efectos
de usucapión; y entre ellos, el poseedor primitivo tiene mejor derecho a poseer y
está protegido con las acciones de protección posesoria frente al nuevo poseedor.
3. Después de un año desde el inicio de la nueva posesión (es decir, después
de un año desde la finalización de la oposición del anterior poseedor), solamente
habrá un único poseedor: el nuevo adquirente, puesto que habrá acabado la po-
sesión del anterior poseedor por el transcurso de un año. En este momento, el
que ha arrebatado el bien con violencia se convertirá en el único poseedor del
bien. En especial, tendrá derecho a seguir poseyendo el bien y podrá proteger
su posesión incluso frente el anterior poseedor, el cual solamente podrá recu-
perar la posesión utilizando las acciones que le confiere la ley, si procede, para
proteger el derecho (o, en su caso, la acción publiciana)28.

B) Adquisición derivativa

La adquisición derivativa se produce «cuando la cosa o el derecho ha sido


puesto a disposición de los nuevos poseedores, según se deduce de la relación
jurídica existente entre los antiguos y los nuevos posesores» (art. 521-2.1.b
CCCat). En este caso, el poseedor anterior transmite la posesión al nuevo po-
seedor en virtud de una relación jurídica previa entre ellos. La transmisión de
la posesión de forma voluntaria se realiza con la entrega o tradición (traditio o
datio) de la cosa que se define como la entrega de la posesión de un bien por
los antiguos poseedores a los nuevos (art. 531-2 CCCat). Tiene tres efectos:
a) La adquisición de la posesión por el adquirente, ya que obtiene un poder
físico y visible sobre el bien y, además, tiene intención de poseerlo.
b) La entrega supone la finalización de la posesión del antiguo poseedor
(art. 521-8.a CCCat).
c) La adquisición del derecho real transmitido, si se cumplen los restantes
requisitos, ya que la conjunción del título y la tradición (título y modo) permite
la adquisición de la propiedad o de cualquier otro derecho real. Así, según el
artículo 531-3 CCCat, la tradición, realizada como consecuencia de determina-
dos contratos, comporta la transmisión y adquisición de la propiedad y de los
demás derechos reales posesorios.
La adquisición derivativa supone la tradición del bien y, por tanto, se tiene
que hacer referencia a los artículos 531-4 y 531-5 CCCat que recogen las clases

Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598 2573
Adolfo Lucas Esteve

de tradición: a) La tradición de un bien se produce cuando es entregado a los


adquirentes y estos toman posesión del mismo con el acuerdo de los transmiten-
tes (tradición real). b) El otorgamiento de la escritura pública correspondiente, si
del mismo documento no resulta otra cosa (tradición instrumental). c) El pacto
en que los transmitentes declaran que apartan de su poder y posesión el bien y
lo transfieren a los adquirentes, facultándolos para que lo tomen y se constitu-
yan en el ínterin en los poseedores en su nombre (constitutum possessorium).
d) La entrega de las llaves del lugar donde están almacenados o guardados los
bienes muebles a los adquirentes (tradición simbólica). e) El acuerdo entre los
transmitentes y los adquirentes cuando el bien mueble objeto de disposición
no puede trasladarse al poder y a la posesión de los adquirentes (traditio longa
manu). f) La expresión en el contrato del hecho de que los adquirentes ya tenían
el bien en su poder por otro título (traditio brevi manu). g) La tradición de los
bienes incorporales se produce por la entrega de los títulos, por la tradición
instrumental o por el uso que hacen los adquirentes con consentimiento de los
transmitentes (tradición simbólica).
De la enumeración de las diferentes formas de tradición destaca que la tra-
dición —y, por tanto, la adquisición de la posesión— se puede producir sin que
haya entrega física del bien. En estos casos, se ha producido una espiritualización
de la entrega y la tradición se transforma de un hecho físico (la entrega del bien)
a un hecho social y jurídico, en el que lo importante es que la sociedad tenga
conciencia de que se ha producido el traspaso posesorio y que el ordenamiento
jurídico así lo declare. El artículo 521-2.1.b CCCat, que regula la adquisición
derivativa de la posesión, es congruente con esta espiritualización y no habla
expresamente de entrega, sino que únicamente requiere que la cosa o derecho se
haya «puesto a disposición» de los nuevos poseedores. En estos casos, hay un
poder de hecho sobre los bienes, pero todavía no se ha producido un contacto fí-
sico, circunstancia que concuerda con el concepto de corpus que hemos analizado.
Otro caso de adquisición derivativa se produce en la sucesión mortis causa.
El artículo 411-6 CCCat establece: «El heredero que acepta la herencia solo
tiene su posesión si la toma, y se entiende que continúa la del causante sin in-
terrupción». En este supuesto no hay una adquisición originaria sino derivativa,
puesto que la posesión deriva de su condición de heredero y, por esta razón,
continúa la posesión del causante sin interrupción (art. 521-6.1 CCCat)29.

2. FINALIZACIÓN DE LA POSESIÓN

La posesión se adquiere por la conjunción de corpus y animus y, por tanto,


la pérdida de cualquiera de estos elementos comporta la pérdida de la pose-
sión. Hay que destacar que en la terminología del Codi la posesión finaliza
(art. 521-8), en cambio los derechos reales se extinguen (arts. 532-1 o 543-1).

2574 Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598
Posesión, detentación y tenencia …

Esta diferencia terminológica refuerza la idea de que la posesión es un hecho


que simplemente se acaba, a diferencia de los derechos que se extinguen.
Según el artículo 521-8 CCCat, la posesión finaliza por las causas siguientes:

A) La cesión voluntaria de los bienes que son objeto de la misma a otra


persona, en un concepto incompatible con la posesión de la persona que
hace la cesión

La expresión «cesión voluntaria» incluye cualquier forma consensuada de


transmitir la posesión, tanto como consecuencia de un derecho real como de
un derecho personal. Se trata de casos de adquisición derivativa de la posesión
que requieren la tradición de los bienes desde los anteriores poseedores a los
nuevos. Esta tradición tiene dos efectos inmediatos: la pérdida de la posesión
de los anteriores poseedores y la adquisición de la posesión por los nuevos.
El requisito fundamental es el consentimiento de ambos, por ello, en caso
de cesión no consentida no se pierde automáticamente la posesión, ya que la
antigua posesión solamente se perderá si la nueva dura más de un año, tal como
establece el artículo 521-8.e CCCat.
Además, es necesario que la cesión se realice en un concepto posesorio
incompatible con el del transmitente, puesto que si los conceptos posesorios
son compatibles no habrá pérdida de la posesión, sino pluralidad de posesiones
o coposesión; por ejemplo, el propietario que arrienda una cosa transmite la
posesión inmediata, pero no pierde la posesión sino que se transforma en un
poseedor mediato.

B) El abandono

El abandono es un acto material voluntario con la intención de perder la po-


sesión del bien y supone la desaparición del corpus y el animus. En este sentido,
el abandono también puede comportar la extinción de la propiedad, ya que según
el artículo 543-1 CCCat, la propiedad se extingue por renuncia de los propie-
tarios si, además, abandonan la posesión de la cosa que es objeto de la misma.

C) La pérdida o la destrucción total

En este supuesto se regulan dos casos de pérdida del corpus: por un lado,
la pérdida del bien finaliza la posesión, ya que acaba el poder sobre él. Sin
embargo, la pérdida del bien no extingue la propiedad y si alguien lo encontrase,
no adquiriría la propiedad ex novo, sino que se trataría de un hallazgo regulado

Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598 2575
Adolfo Lucas Esteve

en el artículo 542-22 CCCat. La pérdida tiene que ser accidental, puesto que
si fuera voluntaria estaríamos ante un supuesto de abandono. Y por otro lado,
la destrucción total supone la desaparición física de la cosa y, por tanto, la
finalización de la posesión por falta de objeto.

D) El hecho de quedar fuera del tráfico jurídico

En este supuesto, el bien queda fuera del tráfico jurídico y se convierte en


un bien extra comercium. De este modo, si una persona sigue teniendo contacto
físico con el bien, se trataría de una tenencia no posesoria, puesto que este tipo
de bienes no puede ser objeto de apropiación ni de posesión.

E) La posesión por otra persona, incluso adquirida contra la voluntad de los


anteriores poseedores, si la nueva posesión dura más de un año

Se trata de la adquisición de la posesión por otra persona que no ha sido


consentida por el anterior poseedor. En este caso, el Codi establece que la
posesión anterior se acabará una vez transcurrido un año desde el inicio de
la nueva posesión. Hay que destacar que este precepto no regula el momento
en que el nuevo poseedor adquirirá la posesión, sino el momento en que el
antiguo poseedor dejará de serlo. De esta manera, la posesión no se extingue
automáticamente, sino que continuará durante un año más.
Este año extra concuerda con el artículo 121-22 CCCat que establece que
las pretensiones de protección de la posesión prescriben al cabo de un año,
que tiene que computarse desde la perturbación o la pérdida de la posesión.
Así, una vez transcurrido el plazo de un año, se producirán dos efectos: a) la
posesión del poseedor primitivo finalizará y b) finalizará el plazo para utilizar
las acciones de protección posesoria. Por tanto, una vez perdida la posesión,
para poder recuperar el bien el anterior poseedor tendrá que utilizar, si se dan
los requisitos, la acción publiciana o las acciones que le puedan corresponder
como titular de un derecho real.
Muchos autores consideran que en este caso el poder de hecho sobre el
bien es inexistente. Sin embargo, considero que continúa existiendo un poder
sobre el bien: el poder de recuperarlo con las acciones de protección posesoria.

V. EFECTOS DE LA POSESIÓN

La posesión es un hecho que genera consecuencias jurídicas. En determi-


nadas ocasiones, nuestro ordenamiento jurídico otorga consecuencias jurídicas

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Posesión, detentación y tenencia …

a los hechos; por ejemplo: la accesión o la creación de una obra permiten la


adquisición del derecho de propiedad, la muerte supone la apertura de la suce-
sión, una catástrofe natural puede generar responsabilidades jurídicas, etcétera.
Desde esta perspectiva, la posesión tiene unos efectos jurídicos, que son los
siguientes: las presunciones posesorias, la protección de la posesión, la usuca-
pión, la adquisición a non domino y la adquisición de los frutos por el posee-
dor de buena fe. Estos efectos diferencian la posesión de la detentación —que
solamente permite la protección a través de las acciones posesorias— y de la
tenencia no posesoria —que no produce efectos jurídicos.

1. LAS PRESUNCIONES POSESORIAS

Si un observador externo contempla la posesión de un bien, puede extraer


determinadas conclusiones: puede entender que el poseedor es titular de un
derecho sobre ese bien; o puede considerar que actúa de buena fe porque no
tiene ningún indicio para pensar lo contrario, o puede suponer, al ver al po-
seedor con una cosa y recordar que lo ha visto hace un tiempo con la misma
cosa, que la ha estado poseyendo durante todo este tiempo… Estas y otras
conclusiones se desprenden de la posesión de un bien y permiten hablar de las
presunciones posesorias.
Las presunciones posesorias son: la presunción que los poseedores son ti-
tulares del derecho en concepto del cual poseen el bien (art. 522-1.1 CCCat),
la buena fe (art. 521-7.2 CCCat), la continuación de la posesión (art. 521-6.1
CCCat) y la continuación del concepto posesorio (art. 521-6.2 CCCat). En todo
caso, son presunciones iuris tantum y, por tanto, admiten prueba en contrario.

A) Presunción de titularidad del derecho en concepto del cual se posee el bien

Según el artículo 522-1 CCCat, «se presume que los poseedores son titu-
lares del derecho en cuyo concepto poseen el bien». Esta presunción exonera
al poseedor de la necesidad de justificar la titularidad del derecho y serán los
demás los que tendrán que demostrar su mejor derecho a poseer. Se presume
que el poseedor es titular del derecho, por tanto, si se presume el derecho, tam-
bién se presume el título. En consecuencia, existen dos presunciones conexas:
1) los poseedores son titulares del derecho en cuyo concepto poseen el bien, y
2) la existencia de título que justifique la adquisición del bien. En todo caso,
como hemos dicho, se trata de presunciones iuris tantum que admiten prueba
en contrario.
Ahora bien, la posesión es una forma de publicidad rudimentaria y, por tanto,
decae ante otras formas de publicidad más elaboradas, como la inscripción en

Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598 2577
Adolfo Lucas Esteve

los Registros públicos. En este sentido, el artículo 522-1.2 CCCat establece:


«La presunción de titularidad decae cuando la cosa o el derecho poseídos están
inscritos en el Registro de la propiedad o, si procede, en el Registro de Bienes
Muebles a favor de otra persona, salvo que los poseedores de los que se presume
la titularidad opongan otro título que justifique su posesión».

B) Presunción de buena fe

La buena fe se presume siempre y quien afirma la mala fe de un poseedor


tiene que probarla (art. 521-7.2 CCCat). Se trata de una presunción importante:
por un lado, porque los efectos de la posesión de buena o de mala fe son muy
diferentes y, por otro lado, porque la prueba de la existencia de mala fe es
ciertamente compleja, ya que se tiene que acreditar que el poseedor no tenía
una «creencia justificable» de la titularidad del derecho, y probar esta circuns-
tancia no es fácil. Ahora bien, para probar la existencia de mala fe, el Codi no
exige la existencia de actos del poseedor que demuestren la mala fe, sino que
simplemente es necesario que lo sepan o que hayan tenido la oportunidad de
saberlo de forma razonable.
La buena fe se presume siempre, pero la buena fe puede convertirse en
mala fe cuando los poseedores saben, o pueden saber razonablemente, que no
tienen derecho a poseer (art. 521-7.3 CCCat).

C) Presunción de continuidad en la posesión

El artículo 521-6.1 CCCat establece que «se presume que los poseedores
han poseído un bien de forma continuada desde que adquirieron su posesión y
pueden unir su posesión a la de sus causantes». Esta presunción de continuidad
en la posesión es doble: por una parte, todo poseedor actual que demuestre su
posesión en una época anterior se presume que ha poseído también durante el
periodo intermedio; y por otra, se presume la continuación de la posesión del
causante, sin interrupción. En este sentido, el apartado 3 del mismo artículo
establece: «se entiende que la posesión es continuada aunque su ejercicio esté
impedido o interrumpido temporalmente, sin perjuicio de lo establecido por el
artículo 521-8.e».

D) Presunción del mantenimiento del concepto posesorio

Se presume que los poseedores mantienen el mismo concepto posesorio


que tenían cuando adquirieron la posesión (art. 521-6.2 CCCat). El concepto

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Posesión, detentación y tenencia …

posesorio puede cambiar y esa mutación se denomina inversión posesoria o


interversión, que se define como un cambio del concepto posesorio como con-
secuencia de una mutación del animus, adecuadamente exteriorizada de quien
ya tenía el bien por algún otro concepto.
La inversión posesoria puede ser unilateral o bilateral: es unilateral cuando
depende de la voluntad exclusiva del poseedor. Por ejemplo: la constitución
de un derecho de retención (se cambia el concepto posesorio precedente por
el de retentor). En cambio, es bilateral cuando depende de las dos partes. Por
ejemplo: el constitutum possessorium (se pasa de poseer nomine propio a poseer
nomino alieno, por ejemplo, soy propietario de un piso, lo vendo y me quedo
de alquiler), la traditio brevi manu (se pasa de poseer nomino alieno a poseer
nomino propio, por ejemplo, soy arrendatario y adquiero la finca) o la división
de una cosa común (art. 521-5 CCCat).

2. LA PROTECCIÓN DE LA POSESIÓN

La principal consecuencia de la posesión de un bien es el derecho a seguir


poseyéndolo (preámbulo). Este derecho a poseer se fundamenta en la posesión
actual del bien, con independencia del tipo de posesión y con independencia
de que se tenga derecho, o no. Si alguna persona cree que tiene mejor derecho
a poseer debe reclamar judicialmente el bien, pero no puede adquirirlo por la
fuerza, ya que el hecho posesorio está protegido incluso frente al verdadero
propietario.
La posesión se protege con dos acciones judiciales: las acciones de protec-
ción posesoria y la acción publiciana (art. 522-7 CCCat). Lo que caracteriza a
las acciones de protección posesoria no es que su pretensión sea recuperar la
posesión (pretensión que también tienen otras acciones, como la reivindicatoria),
sino que la posesión es el fundamento de estas acciones. Las acciones posesorias
no protegen el derecho a poseer, sino el hecho de poseer, ya que el poseedor,
por el hecho de serlo, tiene derecho a seguir poseyendo. Paralelamente, en la
acción publiciana se protege el hecho de estar en proceso de adquirir un bien
por usucapión.

A) Las acciones de protección posesoria

Las acciones de protección posesoria (antes interdictos) están reguladas en


el artículo 522-7.1 CCCat que establece: «Los poseedores y detentadores tienen
pretensión para retener y recuperar su posesión contra cualesquiera perturbacio-
nes o usurpaciones, de acuerdo con lo establecido por la legislación procesal».
Ser poseedor o detentador comporta, sin ninguna otra justificación, el derecho

Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598 2579
Adolfo Lucas Esteve

a seguir poseyendo (o detentando) y únicamente se puede recuperar la posesión


como resultado de una reclamación judicial interpuesta por alguien con mejor
derecho a poseer. Nunca se puede recuperar la posesión por la fuerza, ni siquiera
si el que pretende recuperar el bien es el verdadero propietario.
Las acciones de protección posesoria pueden ser de recuperar o de retener la
posesión30. Las acciones de recuperar se usan cuando ha habido una pérdida de
la posesión del bien y las acciones de retener cuando ha habido una perturbación
parcial sin pérdida del bien. En ambos casos se pretende recuperar la situación
inicial y restituir la posesión al statu quo anterior. Las acciones de protección
posesoria siguen el procedimiento de los juicios verbales (art. 250.1.4.º LEC),
con la voluntad de ser herramientas rápidas y eficaces, puesto que solo preten-
den proteger la posesión (no el derecho) y, por tanto, requieren prueba de la
posesión, no del derecho31. En este procedimiento podemos distinguir:
— Legitimación activa. Corresponde tanto a los poseedores como a los
detentadores. Ambos tienen legitimación activa para proteger su tenencia, con
independencia de que tengan derecho o no, que sean de buena o de mala fe,
que sean mediatos o inmediatos (los poseedores mediatos reclamarán que la
situación vuelva al estado anterior a la perturbación) o que sean exclusivos o
compartidos (en caso de coposesión se puede proteger el poder compartido).
El único requisito es la posesión o la detentación del bien.
En todo caso, cómo hemos indicado, «la posesión no puede ser clandestina.
Tampoco puede adquirirse nunca con violencia mientras los poseedores ante-
riores se opongan» (art. 521-2.2 CCCat) y, en estos casos, no hay posesión ni
ninguno de los efectos de la posesión. De este modo, si una persona adquirió
la posesión con violencia o clandestinidad y un poseedor con mejor derecho
se la arrebata, esos tenedores no podrán interponer las acciones de protección
posesoria, y si lo hacen, el demandado podrá interponer como excepción la
posesión viciosa del actor.
— Legitimación pasiva. Se ejercen contra la persona o personas que han
realizado la perturbación.
Las pretensiones de protección posesoria se pueden interponer durante el
plazo de un año.

B) La acción publiciana

La acción publiciana es una de las grandes novedades del Codi. Según el


artículo 522-7.2 CCCat: «Los poseedores pueden recuperar, por medio de la
acción publiciana, la posesión de la cosa o el derecho ante los poseedores sin
derecho o de peor derecho. Quien adquiere por usucapión debe probar que tiene
mejor derecho a poseer, debe dirigir la acción contra los poseedores que tienen

2580 Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598
Posesión, detentación y tenencia …

la posesión efectiva y debe identificar la cosa o el derecho objeto de la pose-


sión». Por tanto, esta acción otorga a aquel que está adquiriendo por usucapión
un mecanismo específico para recuperar la posesión.
Esta acción protege la posesión en una situación en que no hay protección
del hecho posesorio (acciones de protección posesoria) ni del derecho (acción
reivindicatoria). Con la acción publiciana se protege a quien adquiere por usu-
capión contra los poseedores «sin derecho o de peor derecho», por tanto, no
se pueden imponer ante alguien con mejor derecho a poseer; por ejemplo, el
verdadero propietario. El legislador ofrece una acción que se sitúa en el espacio
que hay entre la tutela de la propiedad y la tutela de la posesión, es decir, cuando
una persona no puede interponer las acciones de protección posesoria, porque
ha pasado el plazo de un año, ni puede interponer la acción reivindicatoria,
porque todavía no se ha adquirido la propiedad por usucapión.
Con estos antecedentes, para el ejercicio de la acción publiciana se requiere:

— Legitimación activa. El poseedor tiene que estar adquiriendo por usu-


capión, por tanto, tiene que cumplir las condiciones de la posesión ad usucapio-
nem: a) posesión en concepto de titular de un derecho real (propiedad u otros
derechos limitados que confieran la posesión), ya que los derechos de crédito no
se pueden usucapir; b) posesión pública y pacífica, y c) no es necesario título
ni buena fe (art. 531-24 CCCat).
El artículo 522-7.2 CCCat establece que los poseedores pueden recuperar
por medio de la acción publiciana la posesión de la cosa o derecho. Ahora
bien, estos llamados poseedores pueden no ser realmente poseedores, puesto
que la posesión finaliza por la posesión por otra persona durante más de un año
(art. 521-8.e CCCat) y, por consiguiente, si ha transcurrido un año, el «poseedor»
habrá dejado de serlo. Así, esta acción protege a los que fueron poseedores y
han perdido la posesión, y les permite reclamar el bien, a pesar de no tener
derecho y haber perdido la posesión, ya que la acción publiciana se sitúa en
el espacio que hay entre la tutela de la propiedad y la tutela de la posesión.
No tienen legitimación activa los detentadores, puesto que no son poseedores
ni pueden usucapir.
— Legitimación pasiva. Se ejerce contra la persona o personas que tienen
la posesión efectiva del bien, siempre que no tengan derecho o sean de peor de-
recho, por tanto, no puede vencer a los titulares de derechos reales ni personales.
— Procedimiento. No se sigue el procedimiento del juicio verbal propio
de las acciones posesorias, sino el juicio que corresponda por razón de la cuantía.
— Requisitos. Son muy similares a los que se exigen para la acción rei-
vindicatoria: a) probar que se tiene mejor derecho a poseer, es decir, probar que
se está adquiriendo por usucapión; b) dirigir la acción contra los poseedores que
tienen la posesión efectiva del bien y que no tengan derecho o sean de peor
derecho, y c) identificar la cosa o el derecho objeto de la posesión.

Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598 2581
Adolfo Lucas Esteve

— Plazo. En relación al plazo de prescripción, hay que aplicar lo esta-


blecido para las acciones que no tienen un plazo especial (art. 121-20 CCCat),
que establece un periodo de prescripción de 10 años a contar desde la pérdida
del bien. Sin embargo, el periodo de usucapión de los bienes muebles es más
corto y, en este caso, el límite para el ejercicio de esta acción sería el de la
usucapión, ya que si el nuevo poseedor ha adquirido la propiedad por usucapión,
no se podrá recuperar.

3. LA USUCAPIÓN

La usucapión es el título adquisitivo de la propiedad o de un derecho real


posesorio basado en la posesión del bien durante el tiempo fijado por la ley: 3
años para los bienes muebles y 20 años para los bienes inmuebles (art. 531-23
CCCat). Por tanto, la posesión continuada de un bien en un determinado concep-
to posesorio comporta la adquisición del derecho en concepto del cual se posee.
La posesión ad usucapionem tiene que cumplir los siguientes requisitos: a)
tiene que tratarse de una posesión en concepto de titular de un derecho real,
puesto que los derechos de crédito no se pueden usucapir; b) tiene que ser
pública y pacífica, y c) no es necesario título ni buena fe (art. 531-24 CCCat).
La posesión ha de mantenerse durante todo el periodo legal establecido. En
este sentido, el legislador establece la presunción de continuidad en la posesión
desde la adquisición, admitiendo prueba en contra (art. 531-24.3 CCCat). Esta
prueba en contra tendrá que referirse necesariamente a los hechos que de acuerdo
con el Codi interrumpen o suspenden el cómputo del tiempo:

A) La interrupción de la posesión

En caso de interrupción de la posesión, tanto por pérdida efectiva de la


posesión como por alteración de sus requisitos, se pierde el tiempo transcurrido
y, por consiguiente, tiene que empezar a correr de nuevo y completamente el
plazo previsto (art. 531-25.2 CCCat). De acuerdo con el artículo 531-25 CCCat
la posesión se interrumpe en los siguientes supuestos:
— Cuando cesa la posesión.
— Cuando quien adquiere por usucapión reconoce expresa o tácitamente
el derecho de los titulares del bien.
— Cuando los titulares del bien o una tercera persona interesada se oponen
judicialmente a la usucapión en curso, y cuando los titulares del bien y
la persona que adquiere por usucapión acuerdan someter a arbitraje las
cuestiones relativas a la usucapión.

2582 Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598
Posesión, detentación y tenencia …

— Cuando los titulares del bien requieren notarialmente a los poseedores


que les reconozcan el título de la posesión.

B) La suspensión de la usucapión

En caso de suspensión, el tiempo transcurrido «no se computa en el plazo


para usucapir» (art. 531-26.2 CCCat), pero sí se computa el tiempo transcurrido
con anterioridad. De acuerdo con el artículo 531-26 CCCat, la posesión para
usucapir se suspende en los casos siguientes:
— Contra las personas que no pueden actuar por sí mismas o por medio
de su representante mientras se mantiene esta situación.
— Contra el cónyuge o el otro miembro de la pareja estable mientras dura
la convivencia.
— Entre las personas vinculadas por la potestad de los padres o por una
institución tutelar, o entre la persona asistida y el apoderado.

4. LA ADQUISICIÓN DE BIENES MUEBLES

La publicidad derivada de la posesión de los bienes muebles crea una apa-


riencia jurídica que permite hacer creer al adquirente que el poseedor-transmi-
tente es el verdadero titular del derecho y, como consecuencia de esa presunción,
el adquirente se convertirá en titular del derecho transmitido, a pesar de que el
vendedor no sea propietario. Se trata de un caso de adquisición a non domino
(adquisición de una persona que no es propietaria) que requiere que el adquirente
sea de buena fe y que adquiera a título oneroso. Así, el artículo 522-8 CCCat
establece: «La adquisición de la posesión de un bien mueble de buena fe y a
título oneroso comporta la adquisición del derecho en que se basa el concepto
posesorio, aunque los poseedores anteriores no tuviesen poder de disposición
suficiente sobre el bien o el derecho».
Este precepto «configura la adquisición de buena fe de bienes muebles
como mecanismo transmisor del derecho sobre el bien poseído» (preámbulo) y
permite la adquisición del derecho aunque el transmitente no sea propietario o
no tenga poder de disposición.
Según la tradición romana, solamente el propietario podía transmitir la pro-
piedad, porque un no propietario no podía transmitir un derecho que no tenía. No
obstante, el accipiens adquiría la posesión del bien y se convertiría en propietario
por el transcurso del tiempo por medio de la usucapión. En cambio, según la
tradición germánica, el adquirente de un no propietario adquiría el derecho en
concepto del cual se hizo la adquisición si se cumplían los siguientes requisitos:

Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598 2583
Adolfo Lucas Esteve

que el adquirente fuera de buena fe y a título oneroso; y que el bien hubiera


salido voluntariamente del ámbito de poder del poseedor. En consecuencia, el
artículo 522-8 CCCat se basa en la concepción germánica de la adquisición de
la propiedad y tiene un equivalente en el artículo 464 del Código Civil que es-
tablece que «la posesión de los bienes muebles, adquirida de buena fe, equivale
a título». Sin embargo, la redacción de ambos preceptos es diferente y también
lo son sus consecuencias jurídicas32.
En los bienes muebles, la posesión es el principal mecanismo de publicidad
de los derechos y es habitual que los adquirentes confíen en la publicidad que
confiere la posesión de un bien mueble, ya que es fácil presumir que el poseedor
de un bien es su propietario o tiene derecho sobre el mismo. Esta situación es
similar a la publicidad que ofrece el Registro de la propiedad en los bienes in-
muebles (art. 34 LH). En ambos casos, se protege a los adquirentes que confían
en la apariencia creada y se da prioridad a la seguridad en el tráfico jurídico por
encima de la realidad de ser el verdadero propietario. ESPIAU ESPIAU afirma
que este precepto «no se basa tanto en la posesión como en la inatacabilidad
del título adquisitivo, razón por la cual el sujeto protegido no lo es por ser un
poseedor de buena fe, sino por ser un adquirente a título oneroso»33.
En virtud de este precepto, se protege al adquirente de un bien mueble a
non domino, siempre que concurran los siguientes requisitos:
a) Adquisición derivativa. Tiene que haber una transmisión voluntaria en-
tre el transmitente sin derecho y el nuevo adquirente que tenga la finalidad de
transmitir un derecho real sobre un bien.
b) Adquisición a título oneroso. Se requiere contraprestación, ya que la
protección del adquirente ante el verdadero propietario solamente tiene sentido
si ha habido una contraprestación y, por tanto, un perjuicio. Consecuentemente,
la adquisición a título gratuito no permite la adquisición del derecho, pero sí
permite iniciar la usucapión (si se dan los requisitos).
c) Adquirente de buena fe. La buena fe es la creencia justificable en la
titularidad del derecho (art. 521-7 CCCat). El adquirente tiene que pensar, de
forma razonable, que el poseedor/transmitente es el titular del derecho.
d) Bien mueble. La posesión es el medio habitual de publicidad de los
derechos en los bienes muebles y, por tanto, solamente en los bienes muebles se
puede justificar que el adquirente haya confiado en la apariencia de publicidad
que comporta la posesión del bien.

Los efectos de este precepto son dobles: por un lado, el antiguo propieta-
rio pierde su derecho sobre el bien, a pesar de que no haya intervenido en su
transmisión y, por otro lado, el adquirente se convierte en titular del derecho,
a pesar de que haya adquirido el bien de una persona sin derecho34. En este
caso, el antiguo titular no puede recuperar el bien y solamente puede recla-

2584 Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598
Posesión, detentación y tenencia …

mar el resarcimiento de los daños producidos a la persona que transmitió el


bien indebidamente. Por esta razón, el artículo 522-8 CCCat establece que
«los adquirentes deben facilitar a los propietarios iniciales, si se lo requieren
fehacientemente, los datos que tengan para identificar a las personas que les
transmitieron el bien. En caso contrario, responden de la indemnización por los
daños y perjuicios que les hayan ocasionado».

A) Excepción

El último apartado del artículo 522-8 CCCat establece una excepción a la


regla general: «Los propietarios de un bien mueble perdido, hurtado, robado
o apropiado indebidamente pueden reivindicarlo de los poseedores que tienen
su posesión efectiva». Este precepto señala una excepción a la protección del
adquirente de buena fe cuando los bienes muebles hayan sido perdidos, hurta-
dos, robados o apropiados indebidamente, aunque el adquirente no haya sido el
autor material de estos hechos. En estos casos, el propietario podrá reivindicar el
bien y recuperarlo, ya que el adquirente no se convierte en titular del derecho.
Ahora bien, esta larga enumeración convierte la excepción en la regla ge-
neral. Prácticamente todos los bienes que se transmiten por un no propietario
han sido perdidos, hurtados, robados o apropiados indebidamente y, por tanto,
es difícil encontrar supuestos que no estén contemplados en este precepto. Por
ejemplo: que la venta la realizara el verdadero propietario infringiendo una
prohibición de disponer o que el título adquisitivo del transmitente sea inefi-
caz. Salvo estos casos muy concretos, esta excepción se convertirá, de facto,
en la regla general y supondrá que el propietario del bien podrá reivindicarlo,
a pesar de que lo haya adquirido un tercero de buena fe y a título oneroso.
De este modo, esta situación entronca con la regla general del derecho romano
según la cual para transmitir la propiedad es necesario ser propietario y tener
poder de disposición sobre el bien y, en consecuencia, «se produce la paradoja
que una norma que, aparentemente, se basa claramente en la tesis germanista,
acaba conduciendo a resultados propios de la tesis romanista» (DEL POZO
CARRASCOSA)35.
La aplicación de esta excepción supone que el adquirente no se converti-
rá en titular del derecho de forma automática. Sin embargo, el adquirente se
convertirá en poseedor, mientras sea poseedor estará sujeto a la acción reivin-
dicatoria del propietario y podrá convertirse en propietario por usucapión en el
plazo de 3 años (art. 531-27 CCCat). En este sentido, hay que recordar que el
artículo 531-27.2 CCCat establece que los plazos de posesión para usucapir un
bien hurtado, robado u objeto de apropiación indebida no empiezan a contarse
hasta que ha prescrito el delito, la falta, su pena o la acción que deriva de los
mismos para exigir la responsabilidad civil.

Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598 2585
Adolfo Lucas Esteve

B) Excepción de la excepción

El artículo 522-8 CCCat prevé una excepción de la anterior excepción y,


en su virtud, se puede adquirir un bien perdido, hurtado, robado o apropiado
indebidamente, cuando se haya adquirido de buena fe y a título oneroso en su-
basta pública o en un establecimiento dedicado a la venta de objetos similares
a dicho bien y establecido legalmente. En este caso, el legislador considera
que la venta en pública subasta o en un establecimiento abierto legalmente
confiere un plus de publicidad y de credibilidad que compensa la pérdida ilegal
de la posesión. Se considera que la seguridad en el tráfico jurídico y la doble
apariencia que supone, por un lado, la posesión y, por otro lado, una subasta o
un establecimiento abierto legalmente, tienen que prevalecer ante el verdadero
titular del derecho y ante el hecho de transmitir un bien perdido, hurtado, robado
o apropiado indebidamente.

5. LA LIQUIDACIÓN POSESORIA

Un poseedor sin derecho puede perder su posesión ante alguien con mejor
derecho a poseer, lo que comportará la liquidación de la situación posesoria y
la necesidad de determinar quién tiene que pagar los gastos originados durante
ese periodo, quién se ha de quedar con los frutos o quién es el responsable de la
eventual pérdida de la cosa. En este sentido, el principal efecto de la liquidación
posesoria es que el poseedor de buena fe hace suyos los frutos producidos, a
pesar de no tener derecho a poseer el bien (art. 522-3.1 CCCat)36.
El Codi regula la liquidación de la situación posesoria en los artículos 522-2
al 522-5 CCCat. Estas normas tienen carácter general y, por tanto, cederán ante
otras reglas específicas que regulen la liquidación en otros supuestos (usufructo,
arrendamiento, etc.)37.

A) El régimen de los frutos (art. 522-3.1 CCCat)

El concepto de fruto se establece en el artículo 511-3 CCCat que distin-


gue entre frutos de cosas y frutos de derechos: a) los frutos de cosas son los
productos y otros rendimientos que se obtienen de acuerdo con su destino y
pueden ser frutos percibidos o pendientes: los frutos percibidos son aquellos
que ha adquirido el poseedor al separarlos de la cosa matriz; en cambio, los
frutos pendientes son aquellos que continúan formando parte de la cosa matriz.
b) Los frutos de derechos son los rendimientos que se obtienen de acuerdo con
su destino y los que se producen en virtud de una relación jurídica. Estos frutos
se perciben en el momento de su devengo y se consideran producidos por días.

2586 Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598
Posesión, detentación y tenencia …

Los frutos se tienen que distribuir entre el poseedor vencido y el vencedor


y, en este sentido, es fundamental saber si el poseedor vencido era de buena
o de mala fe:

a) Poseedor de buena fe

La buena fe es la creencia justificable de la titularidad del derecho (art. 521-7


CCCat) y se presume siempre. Ahora bien, los efectos de la buena fe cesan a
partir del momento en que los poseedores saben, o pueden saber razonablemen-
te, que no tienen derecho a poseer (art. 521-7.3 CCCat), por tanto, en caso de
cambio de buena a mala fe, habrán dos periodos diferentes (uno de buena fe y
otro de mala fe) con dos regímenes jurídicos diferentes.
En caso de posesión de buena fe, para distribuir los frutos hay que distinguir
entre frutos percibidos y frutos pendientes.
— Frutos percibidos: los poseedores de buena fe hacen suyos los frutos
percibidos, a pesar de que no tengan ningún derecho sobre el bien.
Sin embargo, deben asumir los gastos originados para producirlos,
puesto que son una consecuencia lógica de la adquisición de los
frutos: el poseedor hace suyos los frutos, pero tiene que asumir los
gastos.
— Frutos pendientes: corresponden al poseedor con mejor derecho, pero
los poseedores de buena fe tienen derecho a ser indemnizados por los
gastos originados para producirlos.

b) Poseedor de mala fe

El poseedor de mala fe no tiene una creencia justificable de la titularidad


del derecho y su régimen jurídico es el siguiente:
— Frutos percibidos: los poseedores de mala fe deben restituir los frutos
percibidos a partir del día en que se inició la posesión de mala fe o bien
su valor (en caso de venta, consumo, pérdida o deterioro de los mismos),
pero tienen derecho al resarcimiento de los gastos para obtenerlos.
— Frutos pendientes: el Codi no los regula expresamente. En consecuencia,
se tiene que aplicar el mismo criterio que en los frutos percibidos: los
poseedores no adquieren los frutos pendientes, pero tienen derecho al
resarcimiento de los gastos realizados.

En ambos casos se deja abierta la posibilidad para que quién tiene mejor
derecho a poseer reclame una indemnización por daños y perjuicios.

Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598 2587
Adolfo Lucas Esteve

B) El régimen de los gastos y mejoras (art. 522-4 CCCat)

La liquidación de los gastos y mejoras realizadas sobre el bien depende de


la buena o mala fe del poseedor y, además, del tipo de gasto o mejora:

— Gastos extraordinarios de conservación. Los gastos necesarios son los


gastos realizados sobre un bien para evitar que este se deteriore, y permiten
mantenerlo en su estado normal de utilidad físico, económico y jurídico. Estos
gastos se pueden dividir en gastos ordinarios de conservación y gastos extraor-
dinarios de conservación, dependiendo de si estos gastos están relacionados con
el uso y el goce del bien por el poseedor o no.
Los gastos ordinarios de conservación son gastos de conservación que supo-
nen una contrapartida por el uso y el goce de la cosa y, por tanto, son a cargo
del poseedor; en cambio, los gastos extraordinarios de conservación no están
vinculados al uso ni al goce y, por tanto, corresponden al propietario38. Así pues,
se trata de analizar qué gastos tiene que satisfacer el propietario y qué gastos
tiene que satisfacer el poseedor como contraprestación a su uso. Por ejemplo, en
un coche, sería gasto ordinario el pago de la gasolina, ya que está vinculado al
uso del vehículo que disfruta el poseedor; en cambio, los gastos de reparación
en el motor que, de no hacerse, comportarían la rotura del mismo, serían gastos
extraordinarios de conservación y, por consiguiente, a cargo del propietario.
Tanto los poseedores de buena fe como los de mala fe tienen derecho a
ser indemnizados por los gastos extraordinarios de conservación, ya que son
gastos que permiten la subsistencia del bien y los habría tenido que realizar el
propietario si no se hubiera producido la situación posesoria.
— Gastos útiles. Son gastos que mejoran la función económica habitual
del bien, pero no son imprescindibles para su subsistencia. En el ejemplo del
coche, sería una modificación en el motor que permita ahorrar gasolina.
El poseedor de buena fe tiene derecho a ser indemnizado por estos gastos,
pero es necesario que estas mejoras o el aumento de valor que han originado
subsistan en el momento de la liquidación; en cambio, el poseedor de mala
fe no tiene derecho a ser indemnizado por estos gastos. El Codi no regula
expresamente la liquidación del poseedor de mala fe por gastos útiles; pero se
deduce del precepto, ya que solamente regula el derecho de indemnización de
los poseedores de buena fe y, por tanto, a sensu contrario, los poseedores de
mala fe no tendrán derecho a ser indemnizados.
— Las mejoras. Son los gastos suntuarios, de ornamentación o de lujo.
Tienen una función estética, pero no productiva. Siguiendo el ejemplo del coche,
sería colocar un alerón decorativo o tapizar los asientos, por tanto, sería una
mejora puramente estética, sin repercusión en el funcionamiento del vehículo.
El poseedor de buena fe tiene derecho a retirar las mejoras hechas siempre
que no se deteriore el objeto sobre el que recaen39. Los poseedores de mala fe

2588 Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598
Posesión, detentación y tenencia …

también tienen derecho a retirar las mejoras si no se deteriora el objeto, pero


quien tiene un mejor derecho a poseer puede hacer suyas las mejoras pagando
su valor.

C) Régimen de responsabilidad por deterioro o pérdida de la cosa o derecho


(art. 522-5 CCCat)

Los poseedores de buena fe no responden del deterioro o pérdida de la cosa


o el derecho poseídos salvo que hayan actuado con negligencia o dolo desde
el momento en que se les ha notificado la reclamación basada en la posible
existencia de un mejor derecho a poseer (art. 522-5.1 CCCat).
Los poseedores de mala fe responden siempre del deterioro o pérdida de la
cosa o el derecho poseídos a partir del momento en que se notifica la reclamación
basada en un mejor derecho a poseer, incluso en el caso de que dicho deterioro
o pérdida ocurra de forma fortuita si ha atrasado maliciosamente la entrega de
la cosa a los poseedores legítimos (art. 522-5.2 CCCat)40.

VI. VISIÓN CRÍTICA DE LA POSESIÓN

Históricamente se han dado dos argumentos para justificar la protección de


la posesión a partir de dos autores: a) Para IHERING, la posesión se protege
porque es la imagen externa de la propiedad, de forma que protegiendo a los
poseedores también se protege a los propietarios. b) Para SAVIGNY, su protec-
ción se basa en la necesidad de mantener el orden y la paz sociales, para evitar
actuaciones de hecho para recuperar la posesión41.
Ahora bien, a pesar de que estos argumentos podían ser suficientes en el
derecho romano, en el siglo XXI no lo son42. Por un lado, la posesión como
imagen de la propiedad, no es primordial. En un mundo informatizado, en el
que se puede conocer al propietario de la mayoría de los bienes inmuebles con
una gran rapidez, la protección de la posesión como imagen de la propiedad es
residual. En efecto, tanto el Registro de la propiedad de los bienes inmuebles
como el catastro permiten conocer de forma prácticamente inmediata quién es
el propietario de unos bienes inmuebles determinados43. Sin embargo, alguno
de los efectos de la posesión tiene su origen en la idea de que la posesión es
la imagen de la propiedad, por ejemplo: la adquisición de buena fe de bienes
muebles, las presunciones posesorias o la usucapión44.
Por otro lado, el mantenimiento de la paz social, aparece recogido expre-
samente en el preámbulo que señala: «El presente código protege (la posesión)
para preservar la paz civil partiendo de la base de que la posesión debe tener
como efecto principal el derecho a continuar poseyendo». Sin embargo, consi-

Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598 2589
Adolfo Lucas Esteve

dero que el mantenimiento de la paz social es una materia propia del derecho
penal y no del derecho civil. El derecho penal tiene la misión de proteger a la
sociedad de los ataques más graves contra las personas y los bienes, y si una
persona roba, hurta o se apropia indebidamente de un bien, la paz social se
protege con la imputación penal del autor. Desde esta perspectiva, el propietario
que recupera pacíficamente la posesión que detenta otra persona sin derecho
no puede ser considerado un ataque a la paz social. ¿Qué produce más alarma
social? El hecho de que un propietario que tiene derecho a la posesión recupere
una cosa sin vulnerar ninguna norma penal u obligar al propietario que sufre la
ocupación de un bien inmueble a esperar unos cuantos años —hasta la resolu-
ción del juicio y, en su caso, del recurso de apelación— para recuperar la cosa,
con la posibilidad de que esa ocupación se vuelva a repetir en el futuro y con
la imposibilidad de cobrar los daños y perjuicios padecidos por la insolvencia
de los autores.
La propiedad se define como el poder más grande sobre una cosa. Sin em-
bargo, este derecho absoluto se vacía de contenido en manos de un poseedor sin
derecho que ha arrebatado la cosa. Considero que los efectos de la posesión sin
derecho deben ser revisados a la baja para adecuarlos a la realidad actual: un
mundo informatizado que permite conocer de forma inmediata la titularidad de
los derechos reales sobre un gran número de cosas y una justicia excesivamente
lenta que no responde con la rapidez necesaria a los ataques contra la propiedad.
El preámbulo del Codi señala que, en general, «nunca se otorga protección
jurídica a quien actúa de mala fe». Sin embargo, en relación a las acciones
posesorias, el poseedor de mala fe también queda protegido en su posesión,
incluso frente el verdadero propietario. Además, en relación a la usucapión, el
Codi, a diferencia del Código Civil español, prescinde de la mala fe del poseedor
ad usucapionem y le da el mismo trato que al de buena fe.
En concreto, centrándome en la protección posesoria, considero que la pro-
tección del poseedor sin derecho con independencia de cualquier otra circuns-
tancia me parece desproporcionada y, personalmente, la encuentro injustificada.
Proteger al poseedor sin derecho frente al propietario produce muchos incon-
venientes, muchos más que la situación inversa, esto es, proteger al propietario
frente al poseedor sin derecho. La propiedad no puede ser un derecho tan débil
que pueda ser vulnerado por cualquier persona que adquiera la posesión, ya que
esta situación altera el orden jurídico y confiere de facto más poder al poseedor
sin derecho que al verdadero propietario. Además, si la protección del poseedor
respecto al verdadero propietario parece muy discutible, todavía lo es más el
hecho de que el detentador (que actúa bajo la dependencia o con la tolerancia
del propietario) pueda interponer las acciones de protección posesoria contra el
verdadero propietario y poseedor.
De lege ferenda creo que se tendrían que revisar algunos de los efectos
clásicos de la posesión, especialmente la protección de la propiedad ante un

2590 Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598
Posesión, detentación y tenencia …

poseedor sin derecho. En este sentido, es interesante recordar la redacción del


Código Civil suizo en su artículo 926: «1. Le possesseur a le droit de repousser
par la force tout acte d’usurpation ou de trouble. 2. Il peut, lorsque la chose lui
a été enlevée par violence ou clandestinement, la reprendre aussitôt, en expulsant
l’usurpateur s’il s’agit d’un immeuble et, s’il s’agit d’une chose mobilière, en
l’arrachant au spoliateur surpris en flagrant délit ou arrêté dans sa fuite. 3.
Il doit s’abstenir de toutes voies de fait non justifiées par les circonstances».
Para finalizar, cabe destacar que con la regulación del Codi el poseedor
clandestino o violento no tiene ningún efecto posesorio. La excepción de pose-
sión viciosa del derecho romano está claramente recogida en el artículo 521-2.2
CCCat e impide la protección del poseedor con violencia o clandestinidad45. Así,
si el poseedor con derecho recupera la cosa del poseedor que la ha obtenido con
violencia (o clandestinidad) y este interpone una acción posesoria, el verdadero
poseedor podrá oponer la excepción de possessio vitiosa46.

CONCLUSIONES

I. Las situaciones de contacto físico con una cosa se pueden clasificar en:
posesión, detentación y tenencia no posesoria. La posesión implica unos efectos
máximos (presunciones posesorias, usucapión, protección posesoria, adquisición
de los frutos y adquisición a non domino), la detentación representa una situa-
ción intermedia (protección posesoria) y la tenencia no posesoria supone una
situación de contacto con el bien que no está protegida por el ordenamiento
jurídico y que no tiene consecuencias jurídicas.
II. La posesión es un poder de hecho sobre una cosa o un derecho, ejercido
por una persona, como titular, o por medio de otra persona y requiere la con-
junción de dos elementos: el corpus y el animus, es decir, la tenencia material
y la voluntad de tener el bien.
III. Si la posesión era la conjunción del corpus y del animus, la detentación
supone la existencia de corpus, pero sin animus y se define como el ejercicio de
un poder de hecho sobre una cosa o un derecho sin la voluntad aparente externa
de actuar como titular del derecho o la tenencia con la tolerancia de los titulares.
IV. Los contactos físicos sobre la cosa que no sean posesión ni detentación
se califican como tenencia no posesoria y no tienen consecuencias jurídicas. En-
tre ellos, destaca la tenencia clandestina o violenta, ya que la posesión no puede
adquirirse nunca con violencia mientras los poseedores anteriores se opongan.
V. La principal consecuencia de la posesión de un bien es el derecho a
seguir poseyéndolo. Este derecho a poseer se fundamenta en la posesión actual
del bien, con independencia del tipo de posesión y con independencia de que
se tenga derecho, o no. La posesión se protege con dos acciones judiciales: las
acciones de protección posesoria y la acción publiciana.

Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N.º 757, págs. 2549 a 2598 2591
Adolfo Lucas Esteve

VI. La propiedad se define como el poder más grande sobre una cosa; sin
embargo, este derecho absoluto se vacía de contenido en manos de un poseedor
sin derecho que ha arrebatado la cosa. Los efectos de la posesión sin derecho
deben ser revisados a la baja para adecuarlos a la realidad actual: un mundo
informatizado que permite conocer de forma inmediata la titularidad de los
derechos reales sobre un gran número de cosas y una justicia excesivamente
lenta que no responde con la rapidez necesaria a los ataques contra la propiedad.
VII. El poseedor clandestino o violento no tiene ningún efecto posesorio.
La excepción de posesión viciosa del derecho romano está recogida en el artícu-
lo 521-2.2 CCCat e impide la protección del poseedor clandestino o violento.
De este modo, si una persona adquirió la posesión con violencia o clandestini-
dad y un poseedor con mejor derecho se la arrebata, esos tenedores no podrán
interponer las acciones de protección posesoria, y si lo hacen, el demandado
podrá oponer la excepción de posesión viciosa del actor.

RESOLUCIONES CITADAS

•  SAP de Barcelona de 2 de junio de 2001
•  SAP de Barcelona de 18 de mayo de 2010
•  SAP de 19 de septiembre de 2013

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NOTAS
1
CASTAN TOBEÑAS, J. (1992). Derecho civil español. Común y foral. Madrid: Reus,
S.A., p. 637, considera «como razón histórica de las incertidumbres que dominan la teoría
de la posesión, la gran heterogeneidad de los sistemas posesorios dentro de las legislaciones
positivas y de las doctrinas. Nos encontramos sobre todo, con las siguientes particularidades:
a) Que en el Derecho romano no hubo un concepto fijo de la posesión en todas sus épocas.
b) Que la posesión romana fue distinta de la germánica y de la canónica. c) Que la concep-
ción moderna de la posesión no es la misma en todas las legislaciones, y es resultado de la
combinación de elementos históricos muy variados. d) Que no siempre la doctrina científica
moderna guarda correspondencia con los diversos Derechos positivos, ya que la atención de
los expositores de la teoría de la posesión… se han consagrado al Derecho romano y, por
otra parte, los Códigos han solido regular la posesión al margen de aquel gran movimiento
de estudios doctrinales».
2
LACRUZ BERDEJO, J. L. (2008). Derechos reales. Volumen primero. Posesión y pro-
piedad. Madrid: Dykinson, p. 21.
3
FERRER RIBA, F. (2007). Dret civil III. Barcelona: FUOC, p. 23. (en catalán en el
original).
4
PANERO GUTIÉRREZ, R. (2008). Derecho romano. Valencia: Tirant lo Blanc, p. 347.
CASTÁN TOBEÑAS, J. Op, cit., Madrid: Reus, S.A., 1992, p. 640, reconoce que de este
concepto se desprenden «tres notas que constituyen el concepto científico de la posesión:
1.ª La posesión implica una relación del hombre con la cosa. 2.ª Esta relación es de poder
o dominación. 3.ª Esta dominación es de hecho, efectiva, sin prejuzgar la cuestión de si
lleva también la titularidad de dominio». Este autor añade, p. 642: «No debió existir en las
sociedades primitivas una relación posesoria distinta del derecho de propiedad. Propiedad y
posesión eran una misma cosa. El hecho, la apariencia del derecho, era el derecho mismo.
Con el tiempo debió de aparecer la distinción con respecto a los bienes muebles, en los
cuales se vio que se podía detentar la cosa y, sin embargo, no tener la propiedad sobre ella».
5
ALBALADEJO, M. (2010). Derecho civil III. Derecho de bienes. Volumen primero.
Parte General y derecho de propiedad. Barcelona: Edisofer, S.L., p. 41, afirma: «Dicho
poder debe ser entendido, no en un sentido de poder físico actual (como tener la cosa cogida
con la mano, o junto a nosotros, de manera que esté a nuestro alcance y disposición), sino
en el sentido de hallarse bajo el señorío efectivo de nuestra voluntad… O sea, para juzgar

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sobre la existencia o falta de poder de hecho, hay que rechazar un criterio de pura tenencia
material, pues: 1.º Por un lado esta es, por sí sola, insuficiente… 2.º Y, por otro lado, el
contacto corporal no es necesario».
6
LAUROBA LACASA, E. (2008). Comentario a los artículos 521-1 a 522-8. En Deca-
nato autonómico de los Registradores de Cataluña. Derechos reales. Comentarios al libro V
del Código Civil de Cataluña. Barcelona: Editorial Bosch, p. 156, dice que «la dominación
se define como tenencia material y, más precisamente —puesto que no puede exigirse una
tenencia efectiva ininterrumpida— como posibilidad de actuar, como potencia… y opone
como elemento correlativo la abstención de terceros, la ausencia de obstáculos que impidan
actuar sobre la cosa».
7
ALBALADEJO, M., op. cit., p. 43.
8
Sin embargo, FUENTESECA DEGENEFFE, M. (2002). La posesión mediata e immedia-
ta. Madrid: Dykinson, p. 50, considera que «parece mayoritaria la opinión de los romanistas
que sostienen que la noción del animus en la posesión ha de entenderse en el sentido de
animus possidendi ya que dicha expresión encuentra apoyo en las fuentes, rechazando, de
este modo, la opinión de Savigny que proponía denominarlo animus domini».
9
CASTÁN TOBEÑAS, J., op. cit., p. 672, en relación a la concepción objetiva, considera
que de esta teoría se deriva la siguiente consecuencia: «puesto que el corpus lleva implícito
el animus, toda detentación, aunque sea por otro, comprende ambos elementos, o, lo que es
igual, toda detentación es posesión». Desde esta perspectiva y, considerando que el Código
distingue entre posesión y detentación, parece evidente que esta no es la postura recogida en
el Código Civil de Cataluña.
10
LACRUZ BERDEJO, J. L., op. cit., p. 33.
11
En este sentido, la mayoría de romanistas configuran la posesión como un hecho, por
ejemplo: KASER, M. (1971). Das römische privatrecht, München: Verlag C.H. Beck, p. 384
o IGLESIAS, J. (1972). Derecho romano. Esplugas de Llobregat: Ariel, p. 311, que afirma:
«Possessio es la señoría o dominación de hecho sobre una cosa. Entre posesión y propiedad
media la diferencia que corre entre el hecho y el derecho. De ahí las advertencias de los
juristas: separata esse debet possessio a propietate; nihil commune habet propietas cum
possessione; nec possessio et proprietas misceri debent.
12
TORRELLES Y TORREA, E. (1994). La possessió civilíssima y la possessió de l’hereu.
Barcelona: Fundació Jaume Callís, p. 17, en relación al Código de sucesiones afirma que «el
llamado, para continuar en la universitas ius del causante, tiene que realizar dos actos: por un
lado aceptar, para adquirir la titularidad de los bienes y derechos de la herencia, y por otra,
tomar materialmente los bienes para adquirir la posesión (puede ser que el heredero haya
repudiado la herencia, y en este caso, no habrá necesitado tomar posesión de los bienes). El
hecho que la posesión no se transmita con la aceptación… se considera una de las caracte-
rísticas típicas del llamado sistema romano» y añade: «En el llamado sistema romano, con la
aceptación se transmite el ius del causante, en cambio, la posesión de los bienes se considera
un hecho, una relación de hecho con la cosa, y por tanto hace falta una aprehensión de los
bienes». (en catalán en el original).
13
BADOSA COLL, F. (2007). Els sistemes adquisitius a Catalunya. La Codificació dels
Drets Reals a Catalunya. Materials de les XIVenes Jornades de Dret Català a Tossa, Institut
de Dret privat europeu i comparat de la Universitat de Girona, p. 23, afirma que el concepto
posesorio «identifica el derecho cuyo contenido se ejerce de facto en la posesión de una cosa
o derecho. (en catalán en el original).
14
FUENTESECA, C., op. cit., utiliza «la idea de la división de la posesión en funciones»
(p. 218) y subraya (p. 35) que en la posesión dividida en funciones: «La posesión se reparte
entre varios sujetos, siendo cada uno de ellos poseedor del aspecto concreto de la posesión
que se le atribuya. Por ello, cabría afirmar que todos los partícipes son poseedores ya que
cada uno desarrollará la función que le corresponda dentro de una única posesión».
15
LAUROBA LACASA, E., op. cit., p. 158, afirma: «El concepto posesorio… da respuesta
a la pregunta ¿cómo se posee? Ubica el poder de hecho en uno de los tipos que identifican

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Posesión, detentación y tenencia …

alguno de los derechos posesorios con independencia de que el sujeto tenga derecho a poseer
o no».
16
Para ALBALADEJO, M., op. cit., p. 49, «por posesión de un derecho se entiende
el tener de hecho el poder en que el derecho consiste. Es decir, señorear de hecho, como
si se tuviese el derecho, el objeto sobre que este recaiga» y añade, p. 51, que «la posesión
de un derecho no es un poder de hecho sobre este (es decir, no es el derecho el objeto del
poder de hecho), sino un poder de hecho sobre el objeto del derecho». En contra, CANO
MARTÍNEZ DE VELASCO, J. I. (1992). La posesión el usufructo y la prenda de derechos,
Barcelona: J.M. Bosch Editor, S.A., p. 10, considera lo siguiente: «La posesión de un derecho
subjetivo no es tanto una posesión de la cosa corporal sobre la que recae el derecho (dentro
de los límites que este tiene según el tipo a que pertenece) como un fenómeno similar, pero
no idéntico, al de la posesión de cosas materiales». Y en consecuencia añade, p. 11, que la
posesión de derechos «consiste en el ejercicio de un hecho efectivo de un derecho del que no
se es titular…alguien ejercita un derecho como si lo tuviera, sin tenerlo. Si además lo tiene,
no cabe hablar de posesión del derecho, sino de titularidad del mismo».
17
FUENTESECA, C., op. cit., p. 186, afirma: «Varios autores entienden que la finalidad
de la posesión mediata e inmediata la cumple en nuestro ordenamiento jurídico la posesión
de derechos. En este sentido, HERNÁNDEZ GIL mantiene que «El arrendatario… es…
(art. 432), un poseedor de la cosa; en tanto el arrendador queda replegado a la condición de
poseedor del derecho».
18
Para ALBALADEJO, M., op. cit., p. 52, «Mas ni siquiera cabe la posesión de todos
los derechos patrimoniales, sino solo la de aquellos susceptibles de ejercicio que pueda ser
(al menos potencialmente) reiterado, pues, si no, no es posible tener sobre su objeto un poder,
de hecho, duradero, sino únicamente un poder de hecho que se agotaría en un solo acto».
19
PUIG I FERRIOL, L. y ROCA I TRIAS, E. (2007). Institucions del dret civil de Ca-
talunya. Volum IV. Drets reals. Valencia: Tirant lo Blanc, p. 80, indican: «En general, titular
es aquella persona que ejerce el poder de hecho que le autoriza el título que le permite la
posesión de la cosa o del derecho» (en catalán en el original). Para ALBALADEJO, M., op.
cit., p. 61, «la posesión en concepto de titular o de no titular, no requiere que realmente la
titularidad pertenezca o no al poseedor, y ni siquiera que este crea que le pertenece (esto es
cuestión que solo interesa para juzgar si posee o no de buena fe) o no; basta con que posea
o no como propios la cosa o el derecho».
20
SERAFINI, F. (1927). Instituciones de derecho romano. Madrid: Espasa Calpe, p. 305,
afirma: «La posesión puede también adquirirse por medio de un representante. Para que esto
suceda se requiere, en general, que concurra la voluntad del adquirente. Existen empero algunos
casos excepcionales en los que la posesión se adquiere aún sin dicha voluntad». Este autor
indica los siguientes supuestos: a) Con voluntad del representado: supone la posesión de los
bienes que un tercero tiene en su poder y se requiere: por un lado, que el representante tenga
la intención de poseer en nombre del representado y, por otro lado, que el representado tenga
la voluntad de poseer el bien del representante. b) La posesión sin voluntad del representado,
son los casos de representación en las personas jurídicas o en los representados legales de las
personas físicas sin capacidad de obrar plena.
21
FUENTESECA, C., op. cit., p. 221, considera que en estos casos se manifiesta «el
llamado edificio posesorio. En este sentido, por ejemplo, el subarrendatario sería poseedor
inmediato, el arrendatario ocuparía la posición de poseedor mediato de primer grado, el
usufructuario que arrendó sería el poseedor mediato de segundo grado y, por último, el nudo
propietario sería el poseedor mediato de tercer grado. En consecuencia se trata de ir sumando
o añadiendo grados cuanto mayor sea la distancia entre el poseedor inmediato y el mediato».
22
LACRUZ BERDEJO, J. L., op. cit., p. 88.
23
En este sentido, la SAPB (sec. 14.ª) de 2 de junio de 2001 establece que «frente a un
ataque de hecho contra la posesión o tenencia de una cosa o derecho, poco importa que el
mismo provenga de un tercero o de un coposeedor; puesto que estos no han de gozar en su
legítimo actuar de mejor derecho que los terceros».

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24
CASTÁN TOBEÑAS, J., op. cit., p. 671, afirma: «Los meros detentadores, al no tener o
no poder tener la intención de tener la cosa como propia, la poseían para otro (nomine alieno),
y por esta razón no tenían en Derecho romano —salvo casos excepcionales— la protección
de los interdictos». En este sentido, LAUROBA LACASA, E. op. cit., p. 160, apunta: «En
el CCC la “detentación” … se presenta ajena a la manifestación de un derecho, pero ajena
también a una voluntad que permita dar autonomía a su ius possessionis».
25
DEL POZO CARRASCOSA, P., VAQUER ALOY, A., BOSCH CAPDEVILA, E.
(2008). Derecho civil de Cataluña. Derechos reales. Madrid: Marcial Pons, p. 43.
26
LÁZARO PALAU, C. (2012). Personalitat civil, capacitat i drets de la personalitat.
En: A. Lucas Esteve (dir.) Dret civil català. Vol. II. Persona i família. Barcelona: JMBosch
editor, p. 49. (en catalán en el original).
27
PUIG I FERRIOL, L. y ROCA I TRIAS, E., op. cit., p. 99, consideran que «la vio-
lencia unida a la carencia de actividad del poseedor, permite adquirir la posesión, si bien la
ilegitimidad de la forma adquisitiva la somete al plazo durante el cual el poseedor desnudado
puede ejercer las accionas posesorias» (en catalán en el original).
28
En los Treballs preparatoris del Llibre Cinquè del Codi civil de Catalunya, p. 53, se
dice lo siguiente: «Es obvio que la violencia no puede justificar la adquisición de la posesión.
Sin embargo, si la violencia acaba triunfando y la posesión acontece pacífica, el usurpador
se convierte en poseedor de la cosa» (en catalán en el original).
29
Otros casos similares son los siguientes: el legatario (art. 427-22.4 CCCat) o el alba-
cea (art. 429-8 CCCat). Se puede discutir si estos casos suponen una adquisición originaria
o derivativa, personalmente, creo que la adquisición deriva del causante y, por esta razón,
prefiero hablar de adquisición derivativa.
30
ALBALADEJO, M., op. cit., afirma, p. 100: «Realmente no se trata de acciones di-
ferentes, una de retención y otra de recobro, sino de que el interesado tiene la posibilidad
general de defender su posesión contra cualquier ataque o despojo».
31
PUIG I FERRIOL, L. y ROCA I TRIAS, E., op. cit., p. 101, dicen: «Se trata de jui-
cios de carácter sumario, la finalidad de los cuales es la restauración a la situación anterior
al acto de perturbación o privación producidos. En estos procedimientos no se discute, por
tanto, el derecho que nadie tenga a seguir poseyendo, sino que lo único que se pretende es
devolver las cosas a la situación en que se encontraban antes de que se hubiera producido el
acto obstaculizador en la posesión» (en catalán en el original).
32
RODRÍGUEZ-PALMERO SEUMA, P. (2008). En Cataluña, la posesión de bienes
muebles, adquirida de buena fe, no equivale al título. Diario La Ley, núm. 7002, p. 12, afirma
que «el artículo 464 del Código Civil establece una regla posesoria abstracta; no obstante…
esa abstracción… se funda en que juega sin necesidad de que el poseedor deba acreditar
título alguno. El poseedor de buena fe debe poder ser considerado como propietario real,
correspondiendo la carga de probar la pérdida o privación ilegal a quien alegue esa misma
titularidad. Por tanto el CCCat añade dos exigencias adicionales: que exista título (que el
poseedor debe acreditar) y que, además, sea oneroso».
33
ESPIAU ESPIAU, S. (2007). «La adquisición de buena fe de bienes muebles en la
regulación del Código Civil de Cataluña». ACD, p. 18.
34
RODRÍGUEZ-PALMERO SEUMA P., op. cit., p. 13, considera que «como sucede
en otros casos de protección de la apariencia (art. 34 de la Ley Hipotecaria, 85 del Código
de comercio, 9 de la Ley del Mercado de Valores, etc.) concurren aquí dos intereses: el del
propietario que puede verse privado de su derecho y el del adquirente que se basa en deter-
minada apariencia, en este caso posesoria. E igual de injusto que privar al propietario de su
derecho resulta que quien adquiere un bien basándose en la apariencia, sea posteriormente,
por causas que desconocía, privado de él. Es por ello falaz la contraposición entre justicia y
seguridad: esta es un componente esencial de aquella».
35
DEL POZO CARRASCOSA, P., op. cit., p. 50.
36
ALBALADEJO, M., op. cit., afirma, p. 110, que «hay que señalar que los efectos de
cada posesión dependen del concepto en que se posea la cosa (o derecho) de que se trate.

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Posesión, detentación y tenencia …

Así, el que posea una como acreedor pignoraticio o como comodatario o como depositario,
no adquiere los frutos de la misma, mientras que sí los adquiere el que la posea de buena fe
en concepto de dueño (aunque realmente no lo sea)».
37
PUIG I FERRIOL, L. y ROCA I TRIAS, E., op. cit., p. 106, consideran que estas normas
«no se aplican cuando la liquidación posesoria tenga sus concretas normas, por tratarse de una
institución la liquidación de la cual se encuentra regulada expresamente en el Código Civil
catalán o en otras Leyes. Esto sucederá, por ejemplo, en la liquidación del usufructo, de los
arrendamientos, especialmente el rústico, la restitución de la herencia sujeto a fideicomiso,
el derecho de retención (art. 596-6.2) etc.» (en catalán en el original).
38
DEL POZO CARRASCOSA, P., op. cit., p. 53, afirma: «Este precepto no hace refe-
rencia alguna a los gastos de conservación «ordinaria», es decir, los gastos de conservación
que se originan en una situación de normalidad en relación con el uso de la cosa, o por el
simple paso del tiempo. El criterio del legislador catalán es, pues, que estos gastos deben ser
asumidos por el poseedor, sin duda por entender que los gastos de conservación ordinaria son
una contrapartida del uso de la cosa y de los frutos que de la misma obtuvo el poseedor».
39
FERRER RIBA, F., op. cit., p. 39, recuerda que «el poseedor vencido puede ejercer
el ius tollendi y retirar las mejoras subsistentes, en lugar de reclamar el pago» (en catalán
en el original).
40
PUIG I FERRIOL, L. y ROCA I TRIAS, E., op. cit., p. 112, afirman que para la correcta
interpretación de este precepto «tendremos que concluir que a partir del momento en que es
interpelado, el poseedor de mala fe responde de los daños sufridos por la cosa o el derecho
poseídos y además, los ocasionados por caso fortuito, pero en este último caso, solamente si
ha retrasado maliciosamente la entrega de la cosa la posesión de la cual se discute, pero no
responderá de los daños ocasionados antes de la interpelación» (en catalán en el original).
41
FERRER RIBA, F., op. cit., p. 34, considera: «La regulación de los interdictos, denomi-
nados por la legislación procesal acciones de “tutela sumaria de la tenencia o de la posesión”
(art. 250.1 núm. 4 LEC) está vinculada al mantenimiento de la paz social. La preservación
de esta paz implica que no se pueda recurrir a la fuerza para obtener o recuperar la posesión
de los bienes, aunque la persona que los tenga no tenga ningún derecho, e incluso, aunque
los hubiera obtenido por medios reprobados por el ordenamiento» (en catalán en el original).
42
HERNANDEZ GIL, A. (1967). La función social de la posesión, Real Academia de
Jurisprudencia y Legislación, p. 90, afirma: «No se trata de repudiar los esquemas tradicionales
romano-germano-canónicos. Se trata tan solo de ver hasta qué punto siguen siendo receptores
de la realidad social».
43
STOLFI, N. (1919). Diritto civile, vol. II. Torino: Unione Tipográfico-Editrice Tori-
nese, p. 10, señalaba hace casi un siglo la «tendencia de las legislaciones más recientes y
progresivas, a dar tal eficacia al Registro territorial que llegue a arrebatar al instituto de la
posesión su razón de ser».
44
DEL POZO CARRASCOSA, P., op. cit., p. 47, considera que «la posesión se puede
considerar como un mecanismo de publicidad de un derecho sobre un objeto o, mejor aún,
de una apariencia de derecho. Además no olvidemos que esta apariencia puede acabar con-
virtiéndose efectivamente en un derecho, a través de la usucapión (art. 522-6)».
45
MIGUEL, J. (1995). Dret privat romà. Madrid: Marcial Pons, p. 211, recuerda que
algunos interdictos «contenían el exceptio vitiosae possessionis, que solo era beneficiosa
ante el adversario. Es decir, el pretor no mantenía la posesión al adversario que hubiera
arrebatado al otro la cosa por la fuerza (vi), que la poseyera clandestinamente (clam) ante el
otro o que la tenga en precario del otro (praecario). Esta posesión «vi, clam vel precario»
ahora llamada possessio vitiosa». (en catalán en el original). Ahora bien, como hemos visto,
el Codi solamente exceptúa la posesión adquirida con violencia y clandestinidad y excluye
de esta excepción el precario.
46
LAUROBA LACASA, E., op. cit., p. 238, afirma que «algún autor ha sostenido que
con la LEC/2000 el poseedor que despoja a otro de su posesión con violencia, de manera
clandestina o que tiene una posesión precaria no puede triunfar en un interdicto de recuperar

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Adolfo Lucas Esteve

que ejercite frente a quien despojó o contestó si este a su vez le despoja». Y añade citando a
PABLO: «Ahora, en efecto, no hay obstáculo procesal que impida que el demandado alegue,
como excepción al interdicto, la posesión viciosa del actor (PABLO, 291)».

(Trabajo recibido el 4-9-2015 y aceptado


para su publicación el 20-10-2015

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