De La Política y Lo PolíticoDe Lo Que No Se Puede Hablar El Arte Político de Doris Salcedo

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A r e s e ña s

De la política enunciación política en la época ac-


tual, sino para las exigidas revisiones
Ese trabajo de Salcedo, que se pre-
senta como una pregunta reformulada
y lo político del proyecto de la modernidad por al infinito, torna las obras de la artista
parte de los artistas que plantean un colombiana en objetos teóricos. Bal
De lo que no se puede hablar: acercamiento a lo político. De hecho, toma el término de Hubert Damisch,
el arte político de Doris Salcedo algunos de ellos han seguido la estela para quien un objeto teórico no es solo
Mieke Bal de Salcedo en lo complejo, fascinante el que exige hacer teoría, sino el que
Marcelo Cohen (traducción) y hasta paradójico de la forma, enten- provee de las herramientas para ha-
Universidad Nacional de Colombia, dida como fisicidad también. Se diría cerla. Tal es el caso de Doris Salcedo,
Medellín, 2014, 304 pp. que en Shibboleth, la estela en la mi- para la autora del libro siempre clara y
rada y el espacio es tan potente que, contundente en sus proposiciones, que
Los que se encontraron frente a después de clausurada la exposición y al final convierte el recorrido de Bal en
frente con la conocida grieta de Doris cubierta la hendidura en el piso de la un libro que es en sí mismo un reto de
Salcedo, Shibboleth —presentada en Tate Modern, la huella —o la herida, la lectura sobre las obras y su escritura;
la Sala de Turbinas de la Tate Modern incluso— permanece indeleble, parte una suerte de espejo que, siguiendo la
de Londres, en 2007—, compartieron del paso mismo de la temporalidad y la idea misma de Wittgenstein, recorre
seguramente una impresión semejante: memoria y, por tanto, del olvido. un camino de desplazamiento y me-
la obra, poderosa y profunda, herida y Algunas de estas premisas en el táfora de la escritura, correlato de lo
pregunta infinita, apuntaba a una frase trabajo de Doris Salcedo son las que que plantea Salcedo en su obra, —de
que no se terminaba de articular, que la convierten, según la teórica Mieke ahí el título que cita la conocida frase
hablaba de la imposibilidad última de Bal, en un excelente punto de partida del filósofo—.
decir. para hablar del “arte político” que, Quizás por ese aproximarse al
En esencia propositiva, la escutu- desde el punto de vista de la profesora nombrar, aun sabiendo que el mundo
ra —como a su autora le gusta lla- de la Real Academia de Artes y Cien- nunca estará del todo dicho, el libro
marla— abarcaba a la vez todo y cias de los Países Bajos, deviene en un —y Bal lo explica— no es una mono-
nada en particular. Además, siendo acercamiento que trastoca las puestas grafía ni un ensayo al uso. No es una
una escultura subrayaba el suelo en escena más habituales. De hecho, monografía, pues a lo largo de sus pá-
—igual que la estampa de Goya, Aún en la trilogía que Bal ha dedicado al ginas Salcedo se revela como mucho
aprendo— y no el espacio, como suele problema —además del libro sobre más que ella misma, más incluso que
ocurrir con las esculturas. Es más, se Salcedo, aparecido en inglés en 2010, un “caso de estudio” en sus cualida-
diría que hacía tambalear el suelo y tres años más tarde se publicaban los des de singularidad. Pero tampoco es
resquebrajaba la consistencia de las que tenían a Eija-Liisa Ahtila y Ann un ensayo, ya que en todo momento
arquitecturas del proyecto moderno; Veronica Janssens como eje de la dis- el pensamiento de la autora se man-
abarrotaba la Sala de Turbinas con su cusión—, la preocupación recurrente tiene cerca de las obras de Salcedo;
presencia y luego, de pronto, el espacio es explorar qué es lo que transforma guiado por ellas y por el modo en que
parecía vacío; rompía el lugar en dos, al arte en algo político y, consiguien- van formulando preguntas sobre el ser
si bien al quebrarlo lo igualaba, dado temente, dónde se puede localizar político de su producción, al tiempo
que ninguna de las mitades estaba en su eficacia y en qué es importante su que le van ofreciendo las herramientas
mejor posición que la otra. Interpe- agencia para la cultura en general. de lectura en su cualidad de objetos
lación inestable, Shibboleth era, así, Tomando esas preguntas como pun- teóricos.
una obra a su modo lingüística por to de partida, Bal se propone indagar El libro acaba por presentar cier-
la imposibilidad de adentrarse en sus acerca de las diferencias entre “lo po- tas cualidades de género híbrido que
certezas a través del lenguaje. lítico” y “la política”, de modo que la emulan, o hasta cierto punto, ese juego
Hay asuntos que “se aparecen”, obra de Doris Salcedo no se convierte de Shibboleth, donde la escultura es a
que no se pueden nombrar y ante los solo en el consabido “caso de estudio”, la vez lleno y ausencia; proponiendo
cuales, al no poder hablar —al no po- el que habla de una Colombia violen- en cada página un deslizamiento que
der aprehenderlos en el lenguaje—, es ta, como buena parte de la crítica libera a Salcedo de muchos de los pre-
mejor callarse, como dictamina Witt- suele explotar el tema al referirse a conceptos que la acompañan, a través
genstein: “Sobre lo que no se puede la artista; ni tampoco en la idea de de una escritura que tiene en sí misma
hablar, mejor es callarse.” Y es que lo la violencia y el dolor como parte de bastante de desplazamiento. El lector
trascendental no se termina de decir cierta universalidad —Doris Salcedo se deja conducir por ese intento de Bal
nunca tal y como es; se esconde en crea siempre instalada en una realidad por nombrar, que a cada paso se quie-
paráfrasis, en metáforas, en conden- del aquí y el ahora, entre otras cosas bra y tiene que volver a enunciarse.
saciones y desplazamientos. porque ha decidido quedarse a vivir en Es, quizás, un modo de subrayar y
Quizás por su esencia de pregunta su país de origen—. Para Bal, Salcedo sortear —siempre a través de las metá-
sin respuesta definitiva, por esa fisu- es, más bien, la esencia misma de lo foras— la pregunta más trascendente
ra que se abre en los propios ojos de “singular”, parte de los pensamientos que suscita todo arte político y que,
los espectadores, Shibboleth define que sus propuestas van despertando en esta época en la cual prolifera lo
algunos asuntos esenciales, no solo en la mirada del espectador, en Bal, documental, parece ineludible: ¿cómo
para el acercamiento de Salcedo a la por ejemplo. puede el “arte político” convivir con la

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r e s e ña s arte
forma, incluso con la belleza? La res-
puesta de Bal se delinea clara frente a
las obras de Salcedo: pese a la violen-
cia de los desplazamientos —tantas si-
tuaciones de violencia cotidiana, sillas
colgando de una pared—, preservan
una fascinante sensación de belleza
y hasta de orden, que deriva, pienso
yo, de su precisión misma a la hora de
enunciar. Si para asegurar la eficacia
del arte político es preciso saber que
lo que “cautiva” al público es el placer
estético, reflexiona Bal, Salcedo utili-
za esa belleza para sus fines “con ple-
na conciencia de la complejidad que
entraña”. Se trata, así, de desplazarse,
bordear, no acabar de enunciar, ya que
“sobre lo que no se puede hablar, me-
jor es callarse”.

Estrella de Diego

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