Luz y Cenizas

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Luz y cenizas
Antología
(1993-2012)
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poesía
José Ángel Leyva

Luz y cenizas
Antología
(1993-2012)
Alfredo Del Mazo Maza
Gobernador Constitucional

Alejandro Fernández Campillo


Secretario de Educación

Consejo Editorial
Presidente
Sergio Alejandro Ozuna Rivero
Consejeros
Rodrigo Jarque Lira, Alejandro Fernández Campillo,
Marcela González Salas y Petricioli, Jorge Alberto Pérez Zamudio
Comité Técnico
Félix Suárez González, Marco Aurelio Chávez Maya
Secretario Ejecutivo
Roque René Santín Villavicencio

Luz y cenizas
© Primera edición: Secretaría de Educación del Gobierno del Estado de México, 2018

D. R. © Gobierno del Estado de México


Palacio del Poder Ejecutivo
Lerdo poniente núm. 300,
colonia Centro, C. P. 50000,
Toluca de Lerdo, Estado de México.

© José Ángel Leyva Alvarado

ISBN: 978-607-495-664-1

Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal


www.edomex.gob.mx/consejoeditorial
Número de autorización del Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal
CE: 205/01/55/18

Impreso en México / Printed in Mexico

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio
o procedimiento, sin la autorización previa del Gobierno del Estado de México,
a través del Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal.
A Begoña, Antal y Ander. Mi núcleo vital
La poesía de José Ángel Leyva

Esta antología reúne poemas de distintas obras del autor escritas a


lo largo de casi veinte años, pero no es una antología: es un libro.
La muda rebelión de la niñez frente a la muerte sostiene a esta voz
continua que recorre con profundidad cabal la distancia entre la
poesía y el poema. “La lengua dice y desdice con sus dos costados”,
afirma José Ángel Leyva, y encuentra en la vida y en las cosas nom-
bres de su invisibilidad.
Esta compilación de José Ángel Leyva es peculiar. Va de su
libro más reciente a libros anteriores, como si este recorrido de casi
veinte años propusiera un viaje de regreso al origen de su poesía, a
obsesiones primeras que recorren toda su obra. Me resulta impo-
sible una lectura o descripción académica de esta obra llena de
esplendor, hablo desde la vida que me da.
John Donne simbolizaba a la belleza como un círculo, la
figura geométrica más perfecta, y escribió ese poema estupendo
del compás que dice en el último verso “acabo donde empiezo”.
Prefiero la definición de sor Juana: la belleza era, para ella, una
espiral de giros cada vez más altos y más amplios en los que la
misma materia, el mismo punto, la misma obsesión se mira desde
otro lugar, más elevado, más rico y diferente. Así es el mester del

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poeta y de ahí su insatisfacción con lo escrito, hecha, tal vez, de la
espera de una expresión más justa de lo mismo. Nunca la alcanzará
y seguirá buscándola y encontrándola como montado —según la
poesía árabe clásica— por un demonio que le exige escribir lo que
la lengua no dice todavía.
Las obsesiones centrales de José Ángel no son momias, sino
un combate que transforma. “Y aunque somos la misma persona /
ya no somos los mismos / después de interrogarnos escuchando /
y luego despertar / sin oír / nada”, dice en un poema de Entresueños,
libro de 1992. “Voces no natas discuten en su oído”, dice en un
texto de Aguja, publicado diecisiete años después. Son los enig-
mas que atormentan a cada poeta de verdad y José Ángel busca “el
doblez del verbo”, dice en Catulo en el destierro, ese libro extraordi-
nario que publicó en 1993. ¿Qué es la palabra?, se pregunta José
Ángel. ¿Qué dice y cuánto calla? Su volcán interior “sacude la casa
donde duermen las fieras y las armas”.
Este maestro diseña una figura muy precisa del trabajo del
poeta: “Con el puñal abro caminos / sigo la jungla de borrones /
que se enredan en mi historia” (Entresueños). Porque hay que entrar
en sí mismo con un puñal o un machete para segar las malahierbas
que el mundo, y nosotros mismos, hace crecer en nuestro in­terior.
Sólo así el desconocido que yace en el fondo del poeta puede
hablar. El desconocido de José Ángel, el “otro”, el que lo escribe,
dice que “hace tiempo empuña el lápiz como daga”.
José Ángel pelea contra la muerte desde su infancia. “No fui
niño”, dice. “/ por miedo a la muerte agazapada. / Acaso el silencio

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estaba en las uñas que nunca mastiqué” (Destiempo). Pero “su ayer
es hoy entre nosotros”. Es “la vida le pasa sin soñar dos veces”, su
“estar sin ser”, un mundo espiritual que nos llena de nuevos uni-
versos que teníamos sin saberlo y sus poemas despiertan.
Querido maestro, necesitamos que siga buscando la palabra
que nunca encontrará: su camino está iluminado por joyas del invi-
sible desencuentro.

Juan Gelman

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“Hay que meter el cuerpo en una idea”:
acercamiento a la poesía de José Ángel Leyva

Nada hay en la poesía de José Ángel Leyva que huya de una pro-
funda y consistente dedicación a la existencia del universo, y de
cómo esa existencia construye y destruye al ser humano. Quiero
decir, cómo la muerte construye la vida y cómo la vida destruye la
muerte. La poesía de José Ángel no se enfrenta, dialoga con el ser y
el no ser, ésa es la cuestión, porque parte del principio existencial
del drama.
El ser humano, ese ser “enfermo de girar en torno al ego”, ese
“ser envenenado de esperanza”, es diseccionado desde distintos cam-
pos del conocimiento: desde la historia, la astrología, la antropolo-
gía, la sociología, la ciencia, el sueño, la intuición… y para ello, para
ordenar ese cosmos vital en favor de una transformación ilimitada
de todo lo que nos envuelve, pone en juego lo que los románticos
ingleses llamaban la capacidad intelectual, para decirlo muy rápida-
mente, un pensamiento con alma (alma, a la que Condillac llamaba
los cinco sentidos), nada habitual en los poetas contemporáneos.
Los buenos poetas construyen poemas, y luego libros de poe-
mas, con ideas poéticas. Parece una obviedad decirlo, pero no es
así, pues se escriben muchos poemas que tiene como única idea el
ombligo de quien los escribe, o qué sé yo, otros que tratan de pasar

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por hermetismo lo que no es más que un juego absurdo de pala-
bras. Para tener ideas poéticas hay que tener primero ideas, y para
tener ideas propias consistentes hay que tener un conocimiento
amplio, riguroso, contrastado, experimentado del devenir humano.
Como dice José Ángel: “Hay que meter el cuerpo en una idea, para
hacer sentir los bordes de tu vida”.
Es por ello que José Ángel Leyva inicia ya su trayectoria poé-
tica observando desde otros resquicios, desplazando el eje con-
vencional del conocimiento humano a fin de entrar de lleno en
un paisaje universal que desconocíamos, un escenario que es real
pero nunca habíamos visto, y después de leerlo reconocemos como
nuestro: “Fíjate bien por dónde andas. Tal vez no has removido los
escombros y hay un rumor de alas inaudible […]. No temas des-
pertar y ver que no eres nada de aquello que escuchaste […]. Todo
camino al más allá cambia de sitio”. No quiero decir con ello que
sus lectores participemos de este paisaje, pero podemos pasear
por sus calles, por sus sueños, por sus vivos y sus muertos, sin
sentirnos extranjeros. Somos capaces de temblar en lo que antes
era un páramo, una oscuridad sin nombre. La poesía de José Ángel
nos da conocimiento para que podamos sentirnos más ilimitados
y, en consecuencia, más libres. Nos pone en la mano un nuevo dic-
cionario por si deseamos huir de la vida aprendida.
Nombrar o renombrar las cosas que existen es una obcecada
preocupación en sus versos:

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Nos falta un gentilicio que designe el hueco en donde habita el
escorpión con sus criaturas, un término en principio que nos una
la parte árida con la humedad agreste, el familiar recelo hacia lo
extraño, la anestesia que deja el aguijón del miedo, la envidia que
pica y envenena

O más adelante: “Cómo dejar de ser lo que no fuimos, cómo


nombrar lo que seremos”. Estamos ante el principio del existen-
cialismo, pero desplazando el eje del conocimiento y por lo tanto
creando una interrogación nueva que nos lleve más allá del calle-
jón sin salida de la estación término llamada “Y no saber a dónde
vamos ni de dónde venimos”. El viaje, pues, no muere aquí, conti-
núa, nos acrecienta el mundo. Esto es toda una lección, porque de
esta manera, efectivamente, “los humanos nos vamos apagando
aquí, mientras nos encendemos en otros lados”.
Pero todas estas ideas, esta interpretación plural del mundo,
tienen que decirse y ordenarse con palabras: hay que crear artefac-
tos lingüísticos que puedan expresarlo. Y aquí llega el oficio del
poeta, porque dejando aparte consideraciones generales como las
que acabo de expresar, Leyva tiene siempre presente el material con
el que escribe. Pues sabe (hemos hablado mucho sobre este tema)
que si un poema falla por este lado no vale nada artísticamente
hablando, aunque sí pueda tener valor en otros campos: políticos,
religiosos o moralmente mal o bien intencionados, por ejemplo.

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Al respecto quiero compartir tres reflexiones, obviamente
muy resumidas y sin matizar, sobre el lenguaje poético que me
surgen tras leer los poemas de Leyva:
La poesía, dice Todorov —y cómo no voy a estar de acuerdo—,
existe en tanto que es esfuerzo para decir lo que de ninguna
manera puede decir otro lenguaje. Efectivamente, si la poesía sig-
nificara lo mismo que otro lenguaje, no tendría ninguna razón de
ser. Estamos hablando de alta poesía. Existe otra, que tampoco des-
deño (en poesía, como en la vida, ha de haber de todo, y está bien
que sea así), pero no me aporta nada nuevo.
Por otra parte, el lenguaje poético que utiliza José Ángel es
connotativo, no se refiere directamente al mundo evidente, no
lo denota, crea una realidad nueva que mantiene siempre, eso sí,
una relación de significado con algo que el lector identifica como
humano. Y lo logra gracias a su plurisignificación, en el sentido que
lo utilizaba Roland Barthes.
Además, hace muchos años que leo a Leyva y sus poemas van
creciendo a cada lectura, porque en el lenguaje poético ha de existir,
al menos, la voluntad de permanecer sin estar sujetos a lo pasajero.
Marina Tsvietáieva lo decía así:

Lo contemporáneo no es todo mi tiempo. Es contemporáneo lo que


es significativo de mi tiempo, pues la contemporaneidad en el arte
es la influencia de los mejores sobre los mejores, lo contrario a la
actualidad, que es la influencia de los peores sobre los peores.

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En resumen, y para no aburrirles demasiado, el lenguaje de
José Ángel lucha contra lo trivial y lo rutinario explorando las posi-
bilidades significativas de la lengua. Busca la originalidad (sobre
todo en su sentido de origen y fertilidad: “Un polvillo de volcán las-
tima la garganta; desciende silencioso hasta el drenaje”, “Entonces
las fosas de la tierra dieron a luz mi propia lengua”), su lengua y
su voz persiguen lo imprevisible, siguiendo la máxima de la teoría
de la información que enseña que cuanto más inusual sea la orga-
nización de un mensaje, tanto mayor será la información que pro-
porcione, si uno sabe sintonizar con él, claro está. Se trata, pues, de
una elaboradísima deformación creadora.
Pero la complejidad del mundo y del pensamiento ha de
saberse exponer de algún modo, y la complejidad es inmensa si
atendemos a lo siguiente. Veamos:
A mediados del siglo pasado, Pere Quart había observado que
en esta vida todo es “relativo, aproximado y provisional”. Un orden
lógico de pensamiento y descodificación sólo vale para una reali-
dad lógica y perfectamente codificada, es decir, una realidad que
sería la antítesis de la que habla el poeta catalán, y no sólo hablo
de realidad social, sino también, y sobre todo, de la personal, pues
tiene razón Jhon Ashbery cuando afirma que tampoco “pensamos
de una manera lógica y codificada, sino de una manera fragmen-
tada, alterada y contradictoria”.
Es decir, pensamos como realmente vivimos aunque fin-
jamos vivir civilizada, racional y organizadamente. A este hecho
Eugeni d’Ors le llamaba la “simulación moral”, principio que toda

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persona atenta sólo a su beneficio personal conoce perfectamente
y que se basa en la siguiente impecable argumentación de d’Ors:
“todo abrigo, tratado como un impermeable, se convierte en un
impermeable”. Es una buena definición de la posmodernidad
avant la lettre.
¿Cómo, pues, podemos entender y entendernos si pensamos
fragmentada, alterada y contradictoriamente ante una realidad rela-
tiva, aproximada y provisional?
Ese es el inmenso trabajo al que se enfrentan los realmente
poetas, como José Ángel Leyva. Él no escribe para nosotros, pero sí,
como decía Francesc Garriga, cuando escribe lo hace con la intención
de que el lector crea que está hablando de él. Y lo hace así, porque
también en la poesía José Ángel es un hombre generoso. Su poesía
desvela y entrega al lector, para decirlo como María Zambrano, algo
suyo que había olvidado, y que en el momento mismo de la lectura
se convierte, además, en lo más importante de su vida.
La vida de cada cual es una complejidad que interfiere en la
complejidad del universo. Es un enigma, pero todo enigma, por
muy indescifrable que sea, tiene puntos de conexión, una geome-
tría, que sólo un poeta de raza puede trazar, entrever donde “Hay
algo que decir y callar al mismo tiempo”.

Jordi Virallonga

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Tres cuartas partes
(2012)
Frontispicio
(Para, con, en la poesía de límites de José Ángel Leyva)

Llueve con rencor. Ah de nosotros, propietarios un día


de un agua verdadera hirviendo
sobre un fuego sin destino. Llueve con rencor
sobre nuestra sustancia pensativa.

Todo está ya anegado, todo sumergido


en las aguas frenéticas, en el espesor
de una inmensa mentira.
Ah
de nosotros.
Tan sólo
nuestros ojos de vidrio y estupor, los mismos
que preguntan por qué desde la infancia
abren las válvulas enfermas, lloran inútilmente
y contemplan las ruinas
de un porvenir hecho de olvido.
Ah de la lengua,
ah
de la memoria vertical hundida
en un río de llanto. Sería necesaria

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una sed roja, la última
sed.
Y esperar,
sedientamente humanos,
la aparición de la muerte.
Mas no.
Sobre el temblor del ojo
el óxido se expande
y las bolsas oscuras de los párpados
esconden la pureza ensangrentada
de las tres cuartas partes líquidas del hombre.

Ah de nosotros.*

Antonio Gamoneda

_______
* Las palabras y frases que aparecen en itálicas son de José Ángel Leyva y figuran (como cita
o recreación) en algunos poemas de este libro.

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La perra

Para Antonio Gamoneda


desde Un armario lleno de sombra

Ha venido la perra a lamerte los zapatos


Ronronea y se pone a jugar patas arriba
Espera a que le rasques y acaricies con la suela
El animal carece de memoria no tiene dignidad
La humillación parece ser el fundamento de su especie
—te inquieres con rabia y no puedes evitar la repugnancia

Ayer con otros niños la viste perseguida y montada por los perros
Decidieron castigarla por asco o por mostrar carácter
El magisterio del amo o de quien aprende a someter al débil
pasaba por la fuerza y el juego ingenioso de los jueces
La colgaron por las patas traseras a una viga
Aullaba la piñata de dolor entre risas y gritos de muchachos
La sacudían a palos le picaban con fruición el ano y la vagina
El dolor ajeno es impermeable a las cuestiones
Son tiempos de guerra pensabas al emerger en ti
un pulso de piedad o de conciencia
Decidiste entonces frenar el juego

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Por años la imagen de la perra te persigue
Es fiel a tu dolor y a su tortura
Cada mañana aparece en la puerta de tu casa
En su mirada ciega los ojos son los mismos
que preguntan por qué desde la infancia

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Tres cuartas partes

A Juan Gelman

Un puñado de tierra no es un hombre


Tres cuartas partes hacen del sueño la sustancia
el soplo cerebral de un fuego que se olvida
el temblor del ojo ante la carne
Fugaz imprime la gravedad del día
En pausas respira noches cargadas de rocío
iluminadas por antorchas y lámparas de ancestros
que pusieron a secar preguntas y piel tras el naufragio

No se seca —es verdad— la claridad de la experiencia


No hay certeza de ser ni de encontrar respuestas
La incertidumbre abre las válvulas del hambre
del dolor la comezón la tempestad el alba
Cuántas veces la mano suelta una señal de bienvenida y duelo
incapaz de sepultar o de esparcir el polvo de un corazón a otro
de detener las letras que se fugan del cuaderno de notas en la mesa

De la ignorancia a la pregunta los párpados se abren y se cierran


perplejos a esa luz que viaja oculta por la almohada
visible en lágrimas sin sal pendientes de la tierra

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No son escombros de ayer sino las ruinas
de un porvenir hecho de olvido
una lengua desierta de confianza y aire
No prescribe la justicia si hay mañana

Se pueden ver con nitidez las plantas


de imágenes de un yo seguido de los otros
La multitud del sur buscando un norte
sin nada qué vender ni recibir a cambio
tan sólo la raíz que pone vertical a la memoria

Sobra tiempo y sed para esperar la muerte


bajo el árbol sin hojas que da sombra

La ausencia de Dios ahuyenta el miedo


El padre y el hijo activan la sinapsis
que deja ver la mutua soledad bajo los puentes
las tres cuartas partes líquidas del hombre

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Estudio de lutxana

A Paco Aliseda

La ría del Nervión parte en dos el casco viejo


Sinuosa llega y va de nuevo a mar abierto
El artista contempla los botes al fondo de sus cuadros
Gaviotas de algodón devoran el azul de la pintura
Desde Lutxana ascienden y bajan en picada

Detrás del caballete ignora los autos en la calle


Su ventanal enmarca un trasatlántico
Sin bandera se pudre en el vaivén del agua
El óxido se expande según crece el rechinar de sus junturas
Un tripulante o dos pierden el tiempo mirando la corriente

En la margen izquierda de Bilbao se eleva la montaña


el barrio de Zorroza con sus obreros y migrantes
El artista alza sus gruesos anteojos a modo de saludo
los limpia con su aliento y un trozo de tela envejecida
El pintor y el barco se dan los buenos días

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Remolcarán la nave entre mirones con paraguas e impermeables
En una calle del barrio de Lutxana queda el hueco
La ausencia del artista se advierte también en la ventana

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Ánder (cuatro años)

A Juan Gelman

Todo
es la palabra que rueda con sus manos
Todo
camina en el reloj biológico del juego y la pregunta
Empuja por la casa su bolita de esponja en soledad
absorto la lleva a la escalera cuesta arriba
peldaño por peldaño
Desciende y condesciende hasta dormir sin ella
Mueve sus ojos con hambre alrededor del día
No sabe de ignorancias
Reinicia su labor de escarabajo en el lenguaje
De noche pega las partes con saliva
Se vuelve a colocar detrás de la pelota
Entre residuos de idiomas y señales crece
su objeto verbal
la inútil vuelta del reloj que sus manitas
atrasan elevan adelantan desordenan
La palabra todo inicia su vuelta
su vacío

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Espejo

Extrañas las bolsas de los párpados


Las líneas intrigan a la frente
Me observa
con ojos de vidrio y estupor de muerto
Qué responder a un desconocido
con la cabeza revuelta por las noches
El espejo se llena de puntitos
se oscurece
Se va la imagen y el color
Me diluyo en sombras capaces de ignorar
certezas de un yo que no es el mío
A cuadro estoy en la pantalla
Desconozco el idioma familiar
Reflejos de esa lengua procaz de mi silencio
Es la misma nariz
Profundas entradas en la frente
Pequeñas orejas y cabello negro
los ojos oscuros la tez la forma de la cara

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No puedo sin embargo atestiguar
que detrás de los hombros
hay una espalda en el vacío

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Fantasmas

A veces
siento presencias que rozan las paredes
me obliga su rumor a pronunciar
vocales que imitan el trote fugaz
de sus nostálgicos corceles
Nativas lenguas suelen mover el aire
de sus nombres primitivos
Sé quién pasa inexistente
Lo reconozco sin sexo sin edad
Puedo llamar su imagen de un nosotros
sin pellejo sin forma sin sustancia
con la mirada por todos los rincones de la casa
Se me viene a la garganta el sorbo con asientos
de una taza de café ya frío

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Alicia en Ciudad Juárez

De vuelta del colegio descendió del autobús


Se rompió el drenaje y la tragó la tierra
Se fue por el subsuelo tras años de sequía
En el desierto llueve con rencor por el olvido

No hay fantasía capaz de destrabar las fauces


Cayó en la boca del lobo en la frontera
Se fue hasta el fondo con su grito escolar
con la enseñanza de civismo en la mochila

Alicia en las cloacas recorre el inframundo


y más allá donde descubren su cuerpo las barajas
los conejos los enseres parlantes y los diarios
En el reloj sin cuerda el miedo es un cucú de trapo

Recolectores de basura sacuden su mortaja


retiran los detritus del gesto adolescente
Alicia se va de la ciudad que intenta
tapar el agujero para ocultar el sol

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Migrantes

A Jordi Virallonga

No estuvieron aquí camino al otro lado


Pasaron por encima para no despertar
a los durmientes ferroviarios
que van contando los metros del infierno
El paraíso distante se huele en el hogar
cuando no hay nada qué perder acaso el hambre

Hay cuerpos que nacen por nacer


o matan o les quitan el alma para tener un pasaporte
La patria está donde hay mañana

Hay peregrinos que dejan de existir para no ser prisioneros


El cautiverio impide llegar al más allá
Nunca pisaron tierras mexicanas para arribar a la frontera
Atravesaron el aire sin respirar el tufo de la muerte
Nunca pasaron por aquí

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Bogotá

El filo de la noche me rompe la suela del zapato

Llueve

Al pie de Monserrate mis plantas


son verdes también como los negros ojos
El calcetín recorre la Séptima carrera
sin prisa
la Décima la Trece el maratón de niebla en la sabana

En el futuro estuve aquí


tenaz como el pasado
Y en el ayer que es hoy
su geometría rondaba mi ignorancia

No para de llover
Ladrillos y piedras me indican
que voy de atrás para adelante
La Candelaria envejeció desde el recuerdo

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No para de llover
La juventud de Bogotá borbota en las aceras
Forman arroyos sus risas sus deseos
Saltan como hongos de humedad las voces
Caderas senos pasos devenir en baile

No tengo zapatos suficientes para expresar


la intensidad del tiempo
Habrá cielo despejado
con sol bajo la suela

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Trémula

La palabra miedo es temblorosa


Será porque nació sin armas
No tiene dentadura ni fuerzas en los miembros
Carece de sombra y pelos que la envuelvan
Es una idea imprecisa en el vientre en la garganta
Aprieta los músculos y gime sin saber la causa
Vomita todo lo que aún no come
Se vacía antes de ser
En esa palabra agazapada anida el aire
la mirada interrogante que asoma la nariz
y huele el paso de luz en la floresta

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El árbol de la muerte

El viento aclara la novedad del follaje


Entre los huecos de los pájaros anidan
el estupor y la zozobra
Puñados de sombras parecen agitar las ramas
Sólo ausencias se desprenden del árbol de la muerte
Cuelgan sin gravedad medusas del dolor
Vienen desde abajo
con la raíz en la cabeza del gusano
que aprende a florecer sin frutos

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El poeta lleva un tiro en la cabeza

A Fausto

Pensaba que la muerte no dolía


mas sintió una explosión de dolor en la cabeza
Era un joven intenso de Colombia
Hombre niño viejo

Le gustaba arriesgar el corazón en la ruleta


y jugar a darle sentido a las palabras
a ponerle nombre a los sucesos
que la demencia y el horror definen innombrables

Se puso a revolver las letras del revólver


Se puso el chaleco salvavidas
Alquiló su vida como escolta

¿En qué país estoy? Se dijo


cuando la bala le rompía la frente
y se alojaba estupefacta en el cerebro

Nunca perdió el conocimiento


ni la imagen vívida del arma

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¿En qué país estoy? Interrogaba a los curiosos
el guardaespaldas boca arriba
con ojos de poeta
de mártir
de extraviado
de suicida

¿En dónde sobrevivo? Se pregunta


ese hombre cuando escribe
y le pesan los versos como plomo
y le vuelven los nombres de la muerte

¿En qué país en qué país?


repite la bala estacionada en la cabeza

40
La poesía

Pasaban los árboles veloces de mi infancia


El autobús me arrancaba de los ojos
uno a uno los pinos y las nubes
Devoraba el asfalto tembloroso de la sierra
Yo dije la palabra inútil
y vi la mirada de la muerte
Su tieso semblante y la rigidez
del aire que no pesa y no camina
¿De qué están sembrados los sepulcros
que no echan hacia fuera gusanos sino flores?
Toc toc toc
toc toc toc
Sonó mi cráneo o calavera hueca
Alguien llamaba desde el bosque
Pasaban las sombras de los árboles
y repetí con balbuceos la palabra aliento
Un velo en el cristal de la ventana
la colocó al revés y en forma de conjuro
Entonces las fosas de la tierra
dieron a luz mi propia lengua

41
Su nombre es Bagdad

Atado a la mano de sus seis noviembres


camino por abril sobre preguntas lilas
Frágiles revientan debajo de la suela del zapato
Su aroma luminoso asciende a la nariz
Estalla la ciudad poblada de presagios

—¿Las bombas apagan el color del sol


o le quitan la sombra a las personas?—
Me pregunta el niño con su voz de sabio

—¿La guerra despinta el corazón


o sólo seca la sangre de la gente?
¿Papá, cómo se matan las sonrisas?—
Las jacarandas son lágrimas aéreas
en la ciudad más grande del planeta
donde el olvido desecó sus lagos
y convirtió en escombros a los dioses
de la lluvia del maíz de la creación humana

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—Papá, ¿cómo se llaman las voces que ordenan
desde lejos la explosión del mundo?—
En esta primavera me quedo sin palabras

43
El campesino del futuro muerto

El campesino oriental se inmola en la barrera


de una estación pavimentada por la muerte
Incrédulo en las cámaras recorre el mundo
su rostro de dolor y de impotencia
No hay en el tumulto alguien que logre arrancarle
esa máscara de niebla y luces en retiro

La navaja también estupefacta escucha el corazón


que languidece y no atina a explicar la vaciedad
la ruina de un tambor forjado en la labranza
Palpita o se contrae el metal ante las pausas de la carne
El arma intenta descifrar los pulsos que troncha con su filo
aún con el dulzor de una naranja mondada con paciencia
El desgarrón impide reconocer las claves fugitivas
Hay un mensaje de aridez que enturbia el canto de los gallos
el abrazo a la mujer que siembra en él su aroma
la noche en que tremolan los ocres del otoño

Un despertar cualquiera y un té sobre la mesa


El ruido silencioso afuera donde los hijos y los árboles

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despejan los sobresaltos del alba
Bajo la piedra azul celeste el labrador coreano
desciende sin luz en medio de la turba
Quiere gritar contra el mercado sus últimas consignas
La hoja punzante le corta la voz y los recuerdos
Se le atraganta el pasado en una lengua sin futuro

Huele a miedo del otro lado de las vallas


Hay campesinos con disfraz de policías y bastones
No entienden por qué un hombre abandona el sembradío
Viaja en clase turística a Cancún para romperse el pecho
luego de andar descalzo por la playa y bajo el sol sedante

Hay cuenta regresiva en ese cuerpo en andas


Lleva moribundo la admiración del ojo maya por el cielo
La redondez del cero y del vacío
La flor azul turquesa del Caribe
Y en un bolsillo el boleto de entrada al parque comercial
donde escuchaba al guía
absorto en el espejo del cenote
explicar los sacrificios humanos a los dioses

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Fósiles

¿En qué momento la piedra se abrazó


a la forma del oído y no del odio?
¿Por qué la luz se le apagó a la fuente
en el segundo del desorden inicial
cuando el voraz reptil no pudo concluir
la destrucción del caracol?
¿Cómo pasó el ladrido de la muerte
sin deformar la perfección inmóvil
del espasmo brutal de la inconsciencia?
Algo pasó sobre los cuerpos semejantes
a la nada
El pez más veloz nunca dudó
ni preguntó por qué lo era
Nunca tampoco se detuvo a interrogar a dónde iba
Simplemente paró en la estación
calcado para siempre con la boca abierta
Quizá descubrió la eternidad de la apariencia
Tal vez su imagen perfecta en los espejos del vacío

46
Ámbar

Trozos de luz debajo de la tierra


Sudor y lágrimas de tiempo
Cuentas de un árbol en la nada
La brea encierra el signo interrogante
imagen viva del insecto rapaz
en la sustancia que traga y lo devora
Trasluce miel su circunstancia
Inaudita va de la raíz al cuello
Se agita el fósil en el nacimiento de los senos
Asoma la muerte en los pendientes
Todo el ámbar oculto en la mirada

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Toniná

Un camino de hormigas abre el rastro


allana la maleza hasta la piedra
Aún se escuchan los pasos olvidados
de los indios que erigieron monumentos a la luz
Perduran las estelas mayas con todo y sus pirámides
También el zumbido de las flechas lanzadas
a los cuerpos estelares

¿En dónde comenzó la muerte a ser agricultora de los vivos?


La exploración del cielo la cifra vertical
En el telar de los primeros cuentos borda
un vigía el destino de los héroes inmortales
Urde la mente los hilos de su propia sombra
Ilumina la noche con ráfagas de dudas
Las cuelga del pozo firme del silencio

El ojo estanque rebosa de memoria


Los dioses se ahogaron en la imagen de los hombres
en sus pupilas espejos de obsidiana
La verdad descarnada se aproxima

48
El pozo de los astros se llenó de polvo
Reposa en el fondo la palabra de los muertos

Toniná es un camino de hormigas militares


Arrasan con su verde infértil la maleza
y ondean su bandera incrédula
donde ventea el hambre del jaguar
Han plantado los insectos su campo insustancial
El orden brutal de medallas y de estrellas
Garitas recelosas del tiempo
de un pasado presente en las miradas
El verde olivo despliega sus cuarteles

Toniná es una punta de dardo


constelación de signos en espera
Allí muy cerca
se escucha el clarín tembloroso de la guerra
Los hombres de maíz
observadores del cielo
descubren las señales de los sueños

49
Acrotiri

Embalsamado en las cenizas


el tiempo devela la imagen fresca de otros días
Las ruinas del hombre carecen de horror y de martirio
Son polvo de voces y cuerpos enlazados
Vasijas y jarrones donde la vid y los granos conservan el trasiego

Las sacudidas el temblor las nubes pardas


Un fuego revienta la tierra y cuece el mar
Trascienden las escenas
Nos contempla la gente de Acrotiri
en su balneario de luz y de equilibrio

Ondulantes figuras emergen de la sombra


con sartas de pescado en mano
la novedad del sol que nunca cambia
la piel intacta y la humedad del aire
barcas y cuerpos flotando
en ese instante

50
Chipre

Mi paso es casual como una tribu


de voces sembradas en el suelo
que escuchan y sienten el filo de los hierros
Mi mano sostenida por el viento
empujada y henchida como vela
Todos los dedos queriendo despedirse
una por una de las piedras
palpar su acento y el rumor que deja
la marcha de espectros en el aire

Los sonidos de Kurion me revelan


la presencia de Yago entre las sombras
Por el turco y el griego habla el inglés
La desconfianza el rencor un mismo idioma
El foro aislado en la tragedia

Otelo ya no cree en sí mismo


No reconoce al otro que lo ama
La lengua repta entre los pies
El lecho es nido de palabras

51
En el amante cuchichea la insidia
y entre los cuerpos el cuchillo blande

La isla escenario se levanta


sobre el azul marino y el celeste
Como telón de fondo las murallas
carmesí de Salamina y de Nicosia
se ven azules también como las venas
y el vino tinto que corre es sangre azul
azul
azul
azul

Sanguínea la risa marina del chipriota


Comulga con dios en las iglesias
o lo busca orientando su oración hacia La Meca
¿Qué avizora el almuecín desde la altura
del alminar y de su voz terrena?
¿Qué alcanza a percibir el buen cristiano
desde las torres de piedad que erige?
¿Serán los muros de Yago y el temblor de Otelo?
¿Será el alambre de púas en los ojos de Deryneia
o Famagusta pudriéndose en la sal?
¿Qué ve la ira que impide la vista de uno mismo?
En esta isla de amor ha ganado el odio una batalla
¿quién ganará la guerra con la paz en otro idioma?

52
En Pyla bebí el café con nombres diferentes
Turco o griego en la lengua igual me supo
Dos banderas en medio de la plaza
Cafeterías donde se encuentran los unos y los otros
Con el sabor de Chipre va mi boca
empujando la mano como vela
en ese mar azul
azul marino
en el azul de Venus
de Afrodita
en el azul
azul
azul

53
Amores

La fragua del tiempo aviva los rescoldos


del sueño que trajo maderas encendidas
Desnudos los dos en medio de una plaza
Olemos cada flor en la fosa de los hijos muertos
“No aprendieron hablar
sólo dejaron su rumor de espera
En sus boquitas secas el amor es otra lengua”
Me dices con el vientre pegado al espinazo
A ti y a mí nos unen las historias
Respondo y paso la mano por tus cejas
Es hora de apagar las luces
el sol entró de lleno al cuarto

54
El puente

Debajo de un puente asoma mi rostro


en manchas de agua en la corriente
Su oscuridad plateada recoge las luces de neón
Reflejos que juegan en el corcoveo del río

Caligrafía tan fina mueve los hilos de la infancia


Las manos de mi padre parecen remar desde el olvido
Las veo hacer sombras en muros y baldosas
saltar por las teclas de una Remington en vela
a lo largo y ancho de sus noches
Sus dedos corren largas distancias en las hojas
Pausas de ruido metálico en el margen

El Sena no es mi río ni París mi corazón


Estoy aquí de paso por la tierra
Un puente es uno más entre los días
No toco el agua con la mano
se van mis huesos y enseres por la orilla
Las manos de papá se alargan en el fondo

55
Bajo el puente sus uñas en blanco
parecen imágenes de cine

El cauce pasa sin lavar la cara de la edad


La mirada de arroyo a la mitad de una pregunta
en la Ciudad Luz donde navegan sombras
de una multitud que se retrata en botes o en las
márgenes
al pie de monumentos torres modernas y palacios
Se queda el vaho de mi voz sobre el espejo
del río que corre sin pausa y sin premura

56
El vuelo del avión

Despega el vuelo de la sombra


Reconozco las entrañas donde viajo
Las nubes de polvo
el terregal de aquellos lodos

En esa oscuridad reptante voy con alas


Adentro de mí ya puedo verme desde afuera
en la mancha que imita y que se arrastra

Como el avión despego de mi base


Elevo mi propia brevedad del suelo
En tránsito voy por el momento
a algún destino que puede ser y no ser
sólo el intento
La nave en que yo voy
nos proyecta engullidos por la sal del valle abajo

La sombra eleva su nariz


su cuerpo de pájaro sin lastre
El polvo vuela también en esa mancha

57
Isla

Provengo de una isla interior


rodeada de nubes ardientes por la prisa
No tienen tiempo de llover aunque se caigan
o deshagan heridas por los cactus
Sus aguas mansas sugieren dunas móviles
Ruidos de un antes y un después de la emergencia

Esta ínsula sabe navegar a la intemperie


Me acompaña de noche al mediodía ve el ocaso
Habla conmigo al borde del silencio donde pierde
el rumbo y el horario de aves expertas en controlar la sed
en llevar y traer cristales de sal entre las patas
gotitas de agua que siembran en el sueño a picotazos

Esta isla interior no escapa al satélite al radar


a los curiosos que meten la nariz entre la niebla
para observar sus puertos sus montañas sus áridas costumbres

Añoranza de un mar que aprieta el viento


Vaivén de naves en mi ser aislado a la deriva

58
Arquetipos que vinieron a enterrar lejanas manos
como tesoros imposibles de hallar si se les busca
Están allí con sus señales de otras islas
que llegan y se van como los barcos

59
Regreso a casa

Asimetrías en esta brújula de sombras heridas por un norte


equivocado tal vez por apuntar al corazón en vez de a la cabeza
Digo salmón y es un delfín el que me piensa
con la pericia de dormir un hemisferio cerebral
mientras mantiene en vigilia la otra mitad de su memoria
Alerta para no morir ahogado al fondo de otro sueño

A desovar regresa el pez siguiendo la ruta de la muerte


El viaje está escrito por alguna razón del extravío
Uno encuentra su imagen adherida al caos
Sacudida por turbulencias y vientos de alguna soledad sin mapa
Y ya se sabe que al final en la montaña se nada feliz contra
[corriente
El cuerpo exhausto sacude sus últimos alientos
Digo salmón y empujo una piedra hasta la cima
para verla caer en un mar de olas violentas
Sísifo lucha a grandes brazadas por despegarse del cantil
y reiniciar la causa y el intento hasta el final del día

60
Digo salmón para abrir el agua y las compuertas
En el desierto naufrago en busca de nubes
que orienten mi convicción errante
En algún lugar del cráneo llevo los sonidos
de las primeras horas y el viento de la orilla
No necesito saber a dónde voy para llegar a tiempo

61
Ciudad

Esta ciudad hecha de nervios y presagios


capaz de abaratar el optimismo en sus pregones
sin mesura ni límite se expande
Mancha que asciende y desciende con violencia
a los suburbios pobres y grises entre sal y lodo

Cada mañana asomo la nariz por las ventanas


Me sale una nota de alergia y de cansancio
Olfateo el humor de sol de ácidos de urgencia
En el estruendo los pájaros escuchan
dialogan sin prisa y preparan alas para el viaje
Reciben noticias de aves migratorias que vienen
a morir o esperan volver y ya no pasan

Amo esta ciudad enmarañada a su condena


Soy adicto a sus costumbres sin horario
a esta maraña de cables y adefesios
Pentagramas eléctricos que van del sueño al alba
Hay muchos que escuchan como yo
pisadas de ángeles sin pies en los zapatos

62
colgados de líneas de alta tensión
Rastros de alcohol quizá o desvaríos
en postes de luz donde la sombra crece

A la mitad de un bulevar sin arbotantes


me sobresaltan luces de miles de autos en mi contra
Quitaron el verde del peatón en los semáforos
Los transeúntes se ven de orilla a orilla sin mirarse
En esta urbe el espacio público es privado
Cuesta mucho respirar el aire en esta cuenca
Las nubes trabajan más para traer el agua

No puedo odiar esta ciudad que me consume el odio


Me arrebata la sed el vértigo la asfixia
Su estridencia me calma me deja en paz conmigo mismo
Se me desborda el pensamiento en estas calles mal señalizadas
Soy uno más entre millones de nómadas en casa
Busco un asiento para mirar el cielo
o desciendo con viejos errantes que van
de una estación a otra sin salir del Metro

Arriba llueve abajo el inframundo está más cerca


Vestigios de sangre y huesos cortados a filo de obsidiana
Los vencidos propinan derrotas a la muerte
El ruido espanta al buitre y alimenta al colibrí
en jardines donde suenan los surtidores de agua

63
Esta ciudad es árbol de mi noche triste
Nunca tuve otra ciudad para perderme
y repetir en esta las calles de todos mis fracasos

64
Fin del mundo

Muere la muerte en el sopor de la teoría


Caen los frutos anunciados de la ciencia
Ruedan por tierra sin árbol de la vida
Huele mal la rama plagada de preguntas
También se quiebra y precipita al suelo
junto al gusano fértil en cambio permanente
No ensombrece al sol ni compite con la fronda
El tiempo pudre la forma de raíz en otros pasos
No hay religión ni fe en las larvas que devoran
Vivir es caducar hasta extinguirse

65
Asombro

El corazón se sorprende
a veces de sus ruidos
y se queda mudo
completamente sordo

66
La Guerra

Una canción para el caballo rojo que piafa de sed en los escombros
Un réquiem para el soldado que apunta el cañón con pulso firme
El enemigo huye con horror hacia la bala
La melodía nuclear dibuja con hollín el suelo y las paredes
con grasa de cuerpos que desintegra el resplandor y el estallido
Sobre los vidrios rotos el calor pinta siluetas
El avión los nervios las visiones el misil la mancha

Los proyectiles viajan como ángeles de fuego sin mensaje


Idiotas precisos en el arte de sembrar el caos

Un himno en lengua escrita hablada y en silencio


por la piedra que se aferra a la mano hasta romper una cabeza
Por la ira de David que va como Goliat por la victoria
por los motivos del otro contra el otro

67
La muerte

Perpleja la luz
se busca en el espejo
No hay huella en esa boca
No hay dudas
No hay voz
La palidez anuncia
los cascos presurosos del olvido

68
La peste

El micromundo respira sin pasión y siembra el caos


Retoña el mal en sus criaturas invisibles
dispuestas a matar sin que lo ordene nadie
La carcoma del odio por la oreja empieza

No hay asco en la lengua que supura


en el hocico de la hiena que traga y bebe del cadáver
en sus chachorros que gimen ríen chillan
Las bestias celebran el celo y la carroña

El miedo pudre la tierra y las ciudades


Asciende la infección de la garganta al ojo
Gira el planeta con gravedad humana
Da vueltas al revés como cabeza enferma

69
El hambre

Impaciente el hambre chilla


Nubes oscuras galopan a lomo de presagios
El sol arrastra la tarde desde muy temprano
La noche es roída por ratas de estómagos vacíos
Un pensamiento turbio y un corazón entre la niebla
La multitud se apiña en la escasez
Vuelan moscas entre vísceras al aire
Dientes sin abasto muerden por gravedad la tierra
Entre sí las formas vivas se comen por designio
En espiral asciende la gula de las larvas
Enfermas las células son huecos de la carne
El hombre es lobo del hambre y es el lobo

70
Río Turia

Cuando el Turia fue desviado de Valencia


removieron las piedras y los palos que trajeron las crecientes
Arbolaron su lecho con brisa y nubes de porfía
La savia corre vertical con lentitud
Ahora es verde hasta los límites azules

La gente fluye incesante debajo de los arcos


Como peces en el agua respiran los cuerpos y las sombras
Bañados en sudor atletas turistas transeúntes
apuran el paso bajo el agua
Llueve sin afán ni cauce otro verano
El bosque sigue la corriente el malecón la playa

Allí donde se ahogaron los perplejos crecen frondas


troncos flores yerba fluye el parque
Se aprieta el vocerío debajo de los puentes
Respiran de nuevo las algas azules de la no existencia
Corre el aire el tiempo que empuja las palabras
Se embalsan recuerdos de ciudad antigua
La ausencia es cicatriz en este sueño

71
Germina el Turia en mí tan lejos de Valencia
en la mirada turbia de las gárgolas
sin brillo al fondo y al final del curso
Ojos que no ven ni fueron vistos en lodos
o imágenes dejadas por la historia
Vestigios del fuego y de las armas
El río con alas aumenta su caudal
echa raíces en el jardín de la memoria

72
Cantos rodados

A Begoña

Un hombre juega con la sombra de su vida


escucha el ruido de piedras en el agua
Cantos rodados dibujan la patria de los besos
su territorio exento de falsas amistades
donde los hijos llueven sus ternuras

En esa calma chicha se acercan las sirenas


Inventarán tormentas y naufragios de la carne
espejismos de amor de saciedades y de sed
que no se colma después de ser su presa

Atado a la figura amada no advierte los conjuros


no sucumbe al resplandor de las promesas
El viento encarna en la nariz su nombre

Escribe el ocio las formas del deseo


Oleaje circular en las pequeñas piedras
La sangre responde al humor del mediodía
A causa de la sal descifra el nudo del presagio
Estrellas de mar naufragarán en tierra

73
Busca huellas señales de la infancia
En la canícula alcanza a ver el precipicio
Urgencia de la voz y plenitud de los sentidos
La redondez del agua circula por la sangre
Con la marea retornan las aves y las barcas

Regresa también el alma al cuerpo


Cantos rodados de papel te nombran

74
Vestigios

El viento sopla en la región ausente


Se ve con claridad la llaga de la sed
los pasos de las ruinas
la yerba que se arrastra en la sequía
tan lejos de Dios
bajo este sol de espinas y ponzoñas
Con pies de adobe se van los que vinieron

75
Guerrilla

No es necesario decir güisqui


al pelotón de dientes apretados
Disparas y enciendes la luz entre el follaje
En blanco y negro es verde la ilusión
que posa en la cámara del tiempo
Se juegan la muerte en esta vida
los cinco de la mano al hombro
con la sonrisa apretada a la niebla
que sigilosa pasa de espalda a la utopía

76
Mezcal

El humo del mezcal se precipita


en esa claridad de agave ardiente
que guarda las brumas de la tierra
Mañanas de sol entre las venas
Mitote de savia que pone verde la cabeza

77
Visual
Louise Bourgeois

La vista alcanza a percibir el objeto concreto, de naturaleza abs-


tracta, sin poder asimilarlo o descifrarlo. El encuentro del espec-
tador con la obra resulta casi un acto de indiferencia. El visitante
se halla como frente a la primera hoja de un libro escrito en len-
gua extraña, ante una superficie ocupada por signos desconoci-
dos. Algo sabe de estas presencias que se exhiben envueltas en sí
mismas, algo sabe a partir de la propia búsqueda y las causas que
lo convierten en testigo, pero carece de recursos para entrar en su
mis­terio. Uno se encuentra solo, acompañado tal vez por alguien
que de manera similar nos mira desde su soledad, en una sala de
exhibición. ¿Quién se exhibe ante quién? Las piezas son signos her-
méticos que nos tocan y tocamos en la medida en que establecemos o
descubrimos con ellas un espacio común, en la intimidad del ambiente.
El oficio y la reflexión, el inconsciente y la teoría. ¿Qué es el arte sin los
códigos, sin la rica información de la vivencia humana? La muestra
inicia aquí, en la corteza del producto último, luego nos abre su
envoltura hacia un camino retrospectivo e íntimo. Caminamos y
vemos el objeto más de cerca; es, sin serlo, otro objeto. Fases, episo-
dios, situaciones, umbrales van revelando la evolución estética. El
encuentro con los materiales. Amalgamas de métodos, principios,

81
ideas, herramientas, evocaciones, presentimientos, certezas, deseos,
imágenes. El movimiento en la piedra, la elasticidad en el hierro, el
gesto mi­neral en la madera, el dramatismo biológico en el yeso, la
sospecha animal de las puertas y los muebles. Cada sala despliega
momentos de intensidad existencial, de diálogo entre el artista y la
materia; es el encuentro de la razón y la naturaleza, los cabos bes-
tiales que atan el delirio intelectual. En cada obra hay algo más de la
autora. El recorrido se hace de afuera hacia adentro, en una espiral
que nos coloca en la salida, que tal vez sea el principio, la verdadera
entrada de dicho proceso donde el artista es sólo objeto: el resul-
tado de esa larga marcha fundida en el lenguaje de las cosas. Lo que
se quiso decir está en la materia, en las formas aprehendidas de la
vida, en los estados de ánimo que circulan por los vasos capilares
de la obra. Lo que se quiso expresar, lo que se dijo, lo que nos dice,
lo que decimos, lo que sentimos.

Monterrey, N. L.; 1993

82
El sentimiento de la piedra

En el laberinto sonoro de la roca


vibra el hueso ancestral
Más adentro escucho la pasión

El material se descompone
en viajes y en lluvias sin recuerdo
Se amolda al soplo
a su ignorancia de las cosas

Oigo
en el crujido de su boca
un fuego solitario
Crepita de placer entre la nieve

Un temblor fino evoluciona


desde un extinto mar
que se llenó de huecos
de peces interiores
de oídos vaciándose en oídos

83
Pasión de herrumbre

El dolor con su serrucho de óxido


talla en las cuerdas más graves
y más rudas
suena a bajo
inmensamente abajo
carcomiendo la raíz del fierro
en ascenso visceral
sin centro
despedazando el alma
con su armonía de hormigas

De tanto pesar se desvanece


el polvo la voluntad la niebla
El dolor templa y destempla
la fuerza que destruye
o comienza a deshacer haciendo
su gesto de soberbia
su apariencia inmortal de aire duro

84
El dolor que no respira en el agua
de otro tiempo
no muere en el olvido
En salud ajena baña
la carne de imágenes
nacidas de la carne

Cuando sólo es coro de la herrumbre


nada queda en pie salvo el rencor
que se detiene con golpes
de bastón en los tobillos
sin acabar lo que consume

85
Una veta de mujer

Me encuentro en la oquedad
de un útero de mármol
poblado de vértebras lunares
de pies y manos atadas al silencio
de vísceras abstractas
Huelen a insomnio y a deseo
Despiertan el hambre
la lujuria la piedad y el llanto
Una escritura fetal inexpresiva
me hace deletrear
los pulsos de un viejo corazón
sus formas de hablar
y de sentir lo nuevo

Una línea ancestral en el capullo


se nombra con golpes de cincel
Limpia de ruinas su presencia
Transfigura el desgarrón y el desaliento
en gestos de placer con clave morse

86
Una veta de mujer hay en el fondo
de esa rareza
líquida en la piedra
Sin correr
fluye hacia adentro

87
Moldes

El sufrimiento nos apresa


con sus tentáculos de barro
Nos hace recorrer los hoyos
de donde alguna vez salimos
Nos calca las huellas del poder
la andadura del metal sobre la tierra
precioso motivo de la muerte

88
Pedacería

Yacimientos personales
Pedacerías humanas entre el polvo
Enigmas de terror
se duelen de sí
se rompen en la sombra
se niegan la existencia

89
Temperanza

Algo sostiene a la pesada carne


en su volumen vascular
en su columna de glándulas y humores
en su temible gravedad

Cómo puede mantener el equilibrio


el ancla terrenal fuera del agua
Cómo puede subsistir esta criatura
de líquidos y arcilla incontinente

Colgada al llanto
No se conmueve de su forma
Nace y bate en el molde de las sombras
su delirio de ser dios

Algo sostiene al verbo vacío


Rebosante de mí mismo
Turgente de voces
de frases calcáreas
submarinas

90
Su reino arrastra
gruñe muerde sangra se victima
Lame el placer y el dolor con obediencia
o pasa entre los dientes la venganza
el gusto a sexo a risa a palabras sin sentido

91
Proyecto

Erguida en sus dos patas la razón


devora uñas excrementos sangre
Caiga quien caiga se levanta
entre la duda matinal y el miedo
Desciende de un punto de luz
observador de estrellas
Roca y vísceras humeantes
olor en brama
cansancio de tierra en el olfato
en la garra y en las fauces
Largas cadenas de terror
corren nadan flotan vuelan piensan

92
Escultura en piedra

Un mar de anuncios
sucumbe al coro y la tragedia
Es lo mismo preñar que destruir
Una lengua anudada hace el intento
de leer las pisadas de tribus ordinarias

Alguna vez pasaron de largo sin temor


por los augurios de plagas y epidemias
por la muerte inevitable
Ausencias con marcas de hachas en los huesos
Ardor de fuego que se quema

El peso del aire descrito


por la gota a punto de caer sobre la lengua
sedienta de forma y de conjuro

En la estrechez de la nada
la amplitud del cuerpo es útil
a la piedra que anima su memoria

93
Un ritmo de cincel marca su acento
La obsesión del canto de sus vetas
en la dureza de un yo
sordo
informe
Cuenta los golpes de barreta
Los filones de un cuerpo en otro
De uno en uno

No se encuentran los hilos que los unen


sino el temple
la esperanza
Objetos llaves cerraduras

94
El ojo en vela

¿Qué ven los ojos que no percibe el sueño?


las manos del ciego sobre el aire
su tacto de jabón en la figura
nocturna y cálida del bronce
Resbala su obscenidad ingenua
Desnuda la forma sin rozarla
La piel contra el metal
Las formas del deseo
Pupilas murciélagas del ciego

95
Credo de luz

A Esther González

Quién ve la frontera de la muerte


la pátina de luces inmersa en la tiniebla
de una tela sin fin desde el comienzo
Quién recoge chispas de ayer entre los muros
donde el grafiti abre ventanas
para otear las vigilias y los sueños
Quizá también entre las tumbas
queden lágrimas de luz
color del sufrimiento
ausencias que brillan en paz sobre las losas
Quién puede descifrar la geometría del gesto
de la mano abisal que presta ayuda al náufrago
Quién tiene el color
la pincelada blanca oscura sobre el agua
corriente de los siglos
el instante del alma
la quietud cromática del aire
Quién puede atender esa señal
Quién puede

96
Tropel de sombras

A Guillermo Ceniceros

El sigilo difuminado del artista


afantasma el lienzo de los ojos
Un espacio exterior mancha la imagen
de ruidos muertos que se avivan en la mente
Crujen pies sobre la duela del recuerdo

Hay vaho en las cerdas trémulas y leves


del pincel sobre un blanco glacial
donde reposan figuras con el párpado
en receso para siempre

Oye el tropel de sombras


Se escucha detrás de las paredes
Sobre las telas pasa la garra de un gemido
Raspa el óleo acumulado en una piel antigua
En el fondo de los sienas figuran gritos y roces
de mortajas ligeras como el polvo
y la seda de la infancia

97
A dos manos el pintor descorre la niebla
de una boca oscura como un bosque
embadurna sus labios sin volumen
Amorosos silencios transmiten las líneas de sus
palmas
Huele a brea y a aserrín la noche
El cuadro enmarca una ventana
De su afuera interior martillan las ausencias
La desazón derrite la cera del color y el tiempo
encerrado en una caja de herramientas
Las sombras en tropel se quedan

98
Figuraciones

A Guillermo Ceniceros

Mujeres giran sobre su propio ojo


Voluptuosas ensamblan geometrías de piedra
de metal de carne de redes lanzadas al vacío
donde los gestos se congelan
levitan en el paisaje mural de las ciudades
Rostros de espejo en la quietud del agua
En el vidrio espeso de la noche y de una infancia
que pregunta y mira en desconcierto

Ruedas humanas de triángulos y senos


Lenguaje circular y en espirales
Color del humo que se aclara en las ventanas
en formas inconformes del silencio y la penumbra
Expresión de augurio o señal de lo que viene
o no llega a ocupar sino la luz de un no nacido

Rastros de uñas y arados en el cuerpo


Líneas concéntricas viajan en tiempo dactilar

99
Estampa de huellas en la cara
en la piel de la historia
y de una estrella del color de la alegría

100
Geometría del enigma

Hiende la carne suavísima del óleo


Espolvorea la duda sobre un amplio horizonte de
certezas
y signos enterrados
Escarba en su nervio visual hasta sentir
el eco de una piedra lejana que resbala del corazón a
la cabeza
Hay algo que decir y callar al mismo tiempo

101
Va el pincel a la montaña

A Guillermo Ceniceros

Va el pincel a la montaña
la tiñe de violeta
Costras de un mar que ya no existe
Gigantes apagados
Catedrales de piedra en cordilleras
La roca se endurece con la fuerza que desgasta
paredes adustas y perennes
Todo cambia de forma
Se evapora
Se desmorona o funde
El color ilumina el viaje de la nada

102
Bosques

A Paco Aliseda y sus bosques

Caen las hojas


encienden las sombras de los ojos
Un rumor de sol crepita y mueve
los párpados naranja del otoño
Caen lanzas doradas sobre el cuerpo
de un árbol vencido a la mitad del bosque

Cae la tarde y el pincel arrastra


hacia el blanco los tonos grises de una nube
Oscurece el paisaje y la pupila brilla
en el pastel ardiente de los árboles
El viento barre los ocres del camino

Caen las hojas de papel


La bruma y el resuello ascienden
por ramas que entretejen
el árbol bronquial de los pulmones
El campo deja ver sus ruidos grises
y el verde es verde aunque se apague

103
También el hombre echa raíces
frutos semillas
Insemina el aire
Escribe en la corteza y en la fronda
las cosas que pasan por las ramas del cerebro
los signos que hacen a la sangre savia
y a la imagen papel a semejanza nuestra

Caen las hojas y el color aviva


la bruma del recuerdo y los aromas
Las arboledas marchan en legiones
de manchas rumores y destellos

104
Por la ventana veo tu espalda

A una imagen de Rogelio Cuéllar

Transcurren las horas y tu figura de papel navega con su elegancia


[de velero
No sabes de mí ni yo de tu andadura por la sed que dejan las
[salivas
en esas cuatro esquinas del puerto de mis ojos
Un borbotón de sombras en las márgenes del cuerpo
se abre cauce entre el blanco y negro de la piel sin luz
por el tacto a la deriva a oscuras
Las sábanas he puesto a secar en la azotea
Despliego y agito lengua y brazos alrededor de mí
mientras escribo y grito con un lápiz inusual sobre la foto
“Pasas de largo intemporal y sin moverte”

105
Frente a frente

A una imagen de Rogelio Cuéllar

Te miro y caigo en el rosario de la ausencia


No sé rezar ni maldecir
Tengo la voz anudada a la imagen de la muerte
Cómo decirte que mi amor es plenitud y gozo si no existo
Cómo hacerte notar mis manos en la carne si no soy
la sombra de tu espalda o la humedad que duerme en tus muslos
[apretados
o el rumor que ablande el gesto de tu boca al evocar un nombre
Es evidente que me duele el placer de tu sonrisa
Yo sólo soy esta mirada que pasa frente a ti sin que la veas

106
Profetas

A Eduardo Cohen

El lápiz traza el gesto


la mueca repugnante del grafito
Nubarrones aproximan la tormenta
Bíblica en la tierra

Los voceros de Dios no asisten al templo


caminan sin rumbo por aldeas y ciudades
anidan vaticinios en cuevas y ermitas de la vieja Palestina
Hacen presentes sus visiones artistas y rabinos
Los judíos errantes cultivan su raíz para quedarse
Repiten el sacrificio de Oseas para engendrar el alba
En la aventura de Jonás reviven la Nínive de sus ancestros

En una sinagoga han colocado a los profetas


Pasaron del cuaderno a los vitrales
Levantan sus dedos flamígeros enfrente
de miradas de amor y de sentencias
Ha muerto el hombre al nacer
o vive a la espera de otro tiempo

107
Los vidrios cortan o pegan lo que otros han quebrado
Entra luz por la gráfica de un mortal creador
De un hombre sencillo que mira triste el hueco de Yahvé
por donde no cabe la mano ni el lápiz ni el deseo

Hay gula del prójimo en los rostros


No hallan espejos para otear la culpa
El miedo del otro carcome las puertas
La quietud de los cimientos de una casa
Los cuchicheos transmiten la rabia por mordida
No hay gatos suficientes para acabar con esta plaga
Esos otros son la piel de Judas advierten los vecinos
La envidia engulle a los demás como a sí mismo
Hay olor de masacre en la memoria
Pogroms grita el pecado y lanza la primera piedra

108
Líneas

A José Luis Cuevas

Entre dos puntos la línea corta el infinito

Comienza la imagen en la mancha


Un pincel con fibras asombrosas
se desliza entre espectros dibujantes
Durero Leonardo Doré Shitao Klee
Alambres nerviosos del silencio
Caligrafías de los sentidos y del sueño

Un lápiz desmadeja las formas


el presente amorfo de recuerdos del futuro
las rayas de la palma y de los dedos
en cuevas muros y peñascos

En las manos que escriben va la suerte


del grafito con su punta desgastada
Resistencias cuerdas filamentos espirales
encendidas por Ariadna en las cavernas
en la mirada medio humana de la bestia

109
Al descender a la rúbrica y al trazo
la línea es frontera y es principio
de quien escribe y dibuja sus fantasmas

110
Balconeadora

A Leonel Maciel

Mujer con calores a la sombra


sin lluvia sin verano
Sedienta en miel de higo y de placeres
Aroma espeso de sudor y lágrimas
Abrazada al marco de la puerta
al trópico al sexo
repica su bóveda animal
sordo badajo que suena sin descanso
pendiente de la noche
se mece en la canícula

111
Fotografía de playa

Al ojo de humedad enhebra


su fuego de volcán la sed
Involuntaria soledad de arena
Un charco es una imagen espacial
Su redondez de oráculo limita
el diario porvenir
Nos toca vivir lo que tocamos
Beber la misma sal en donde nada
sin asombro pasa

112
Fundación en piedra

Al escultor Fermín Agustín Álvarez

Bajo un cielo de cristal la piedra y el cincel hacen


memoria. La empuñadura de la espada es una cruz
hacia todos los puntos cardinales. La traza evoca otra
ciudad: espacios, tierras comidas por el tiempo. La
novedad envejece también como las manos y el sueño
de esos otros que se extrañan mutuamente: nubes de
polvo, polvo y nubes. El árbol, la cantera, se pueblan
de presagios.

La ancestral Durango resuena a lengua de audaces


navegantes, voces-remos, voces-aguas, voces de furor
y de blasfemia. En la Nueva Vizcaya extiende su
mirada en horizontes áridos, desiertos; se quiebra en
la montaña. Es de raíz celeste la sombra de la historia,
el campanario, la leyenda. Roca oral, relieve de signos
y sucesos.

113
Apunte sobre una mesa de granito

Una mujer contempla su rostro en el estanque


Pasan cuervos recortados por los grises
Fatiga la edad al ojo de apariencia joven
Cae la lluvia contra el pronóstico del tiempo
La piscina tiene la misma forma de la mesa
se pone el camuflaje del granito
sucede la charla y la mirada es verde
No hay árbol luminoso en esta alberca
La mujer sonríe a su imagen
Pone gotas de sal en las formas geológicas del agua
Escampa y el cielo ramifica sus carmines
describe la forma breve del ocaso

114
Fotograma

A Hélio Rola

La pata de Machito se pierde entre las sombras


La mirada del can sigue con pereza el trazo
de una mosca solferina y gorda
De la nariz inmóvil salta enseguida hasta los restos de carne
El vuelo rasante de un avión hace temblar las hojas
de los árboles a la mitad del patio
donde cientos de mosquitos trabajan alrededor de
un fruto descompuesto
Los comensales se rascan la piel sin atender la
propulsión del micromundo
que chupa y se alimenta de su sangre
Los manotazos al aire y a los brazos no aparecen en la foto
donde el perro gruñe a su vejez
Demasiados años le impiden salir corriendo tras los gatos
No aparece el ruido del avión ni la insistencia
de un altavoz anunciando un producto comercial
ni el pensamiento del hombre que mira con tristeza la cámara
y el fondo sin fondo de las cosas

115
La buena muerte

Para Arturo Rivera y sus Ejercicios de la buena muerte

Cuando emerge tu padre en el retrato


adviertes tu cuerpo en la plancha del quirófano
indiferente a las lámparas y al frío
Tu dignidad de personaje estacionario
empata bien la sobriedad con el nautilo disecado
Una pata de pollo un ave rapaz en la pintura
bichos que vuelan y se arrastran sin moverse
El bello instrumental no tiene utilidad alguna

Arturo —te dices mientras pones en huelga el pincel


y el lápiz no le compite al carboncillo su carácter—
Las marcas del insomnio están en paz
Las ojeras son blanco de los ojos
La palidez —insistes— lo dice todo
el espejo de metal inoxidable no se empaña

Te mueres más joven que el destino


Aún te crece la barba y el cabello
después de ajustarte la mortaja

116
Los santos óleos te llevan al final del túnel
El corazón se pinta solo
y vuelves a empezar fuera de cuadro

117
Parque Guadiana

A un cuadro homónimo de Irene Arias

El hueco tiene un verde color anaranjado


en él anida el tiempo azul
como si fuera la distancia
recuerdos de un bosque
de presagios
Nada más cerca de mí
los círculos concéntricos del aire
la flor ardiente del lago
y el impecable cielo en donde flota
A ese punto llega la sangre
cuando se está más cerca de sí
cuando hay un vuelco feroz
en la mirada
y el mundo retorna
al cuenco de las manos

118
II

Los pliegues de la luz


respiran
se alargan y se encogen
van y vienen
El fuelle despeja
de polvaredas la memoria
anima las estatuas
el aburrido bronce
el
chorro
de
agua
Un acordeón de luces toca
adentro
se mete en la corteza
del árbol
del cerebro
de la Tierra
Entonces palpita el sol
en plena infancia
Se oyen ruidos de asombro
imágenes
ausencias
Reconocemos las formas del dolor

119
la plenitud
el gozo
el intento de salir
con vida
balbuceando sombras

III

Entre telas de azul


el musgo crece
A la piel se adhieren vientos pardos
manchas óxidas de pueblo blanco
medias naranjas de tiernas humedades
manzanas enmieladas en los labios
El árbol aparece en el desierto
donde cabalga la cámara de cine
donde los coágulos de agosto
son el campo visual de la nostalgia
Bajo las cejas del valle
los círculos florecen
En la pátina del sol
encuentro
más presagios

120
Aguja
(2009)
A Hélio Rola y Floriano Martins
A Víctor Rodríguez Núñez por su atenta y generosa lectura
Uno
Nagual I
Falange darwiniana

De los cinco hay uno que gobierna


El dedo acusador no tuvo suerte
de ser segundo en el índice animal

Homínido
Obediente a sueldo
apunta y dispara sobre el otro

El cordial juega a hacerse el inocente


cuando llega primero al placer
Suele también significar obscenidad y ofensa

El superego está en el anular


Paga los platos rotos o esconde la mano en situaciones
en que es preciso mentir y aparentar aplomo

Con el meñique se llega a acuerdos y a amistades largas


Entre los más pequeños el contubernio es la constante
pero no deciden qué hacer ni son imprescindibles

127
Cuando el pulgar se alza frontal ante los cuatro
toca sus puntas y vuelve a recordar la hazaña
Él deshizo la ruta del mono y lo llevó al entendimiento
No hay vuelta atrás la vida es una cuenta regresiva
El futuro es esta luz perdida en las cenizas

La mano agarra empuña toca


cuenta pulsa juega acaricia escribe gesticula
con los cinco sentidos y las cinco falanges del saber

El pulgar domina en la tribuna el circo


Empoderado apunta aprobatorio el cielo
o deja caer sin gravedad la uña hacia la tierra
Sentencioso mordaz individual alegre
el dedo gordo revienta la asamblea
multánime se eleva o condesciende a ser
arma o instrumento
huella dactilar pasaje visto bueno

128
Nagual 2
Ente

El paso de la noche al alba, de la tarde al sueño: mediodía de un


pueblo abandonado. Hurgas en el vientre de un cadáver. Carroñeas
infancias. Su terror te sabe a fósforo y a calcio, a juego inmortal
entre las fauces. La muerte niña no se cansa de inventar más traba-
lenguas, que lenguan la traba con un esparadrapo.
No hay mortajas de verdad en estas ruinas. Hablan las piedras
de casas señoriales. Discuten los huesos con enseres y con clavos.
Láminas de hierro y de cartón muerden el polvo o como alfombras
mágicas se elevan. Se oxidan y se pudren los viajes muy temprano,
antes siquiera de empezar la historia.

129
Nagual 3
Alas

¿Has puesto la carnada al ángel? La trampa y el anzuelo están


desocu­pados. Eres la burla del demonio; no deja de alterar la ubi-
cación del tiempo. Fíjate bien por dónde andas. Tal vez no has
removido los escombros y hay un rumor de alas inaudible. Fíjate
bien donde se aprieten más la sombras, su cuchicheo es arga-
masa de nombres y de oídos. No temas despertar y ver que no eres
nada de aquello que escuchaste. Estás allí, atento a cada señal de
la me­moria, pendiente del agua que bebe el camaleón y el buitre.
Todo camino al más allá cambia de sitio.

130
Nagual 4
Mascota

De la costilla del hombre se desprende un grito


silencioso
La vida le pasa sin soñar dos veces
Extraña sensación de la conciencia
sentir y ver un trozo de sí precipitarse
con sudor de muerte

La sombra utiliza la punta de los dedos


para alzar el dolor con repugnancia
Olfatea el contorno de la mancha
indeleble en el cemento
La idea de estar sin ser yace en la masa
parasitando el corazón y el nervio
con sustos triviales y llamadas vanas

El hombre se palpa el costado donde duele


el nacimiento de otra imagen distinta a la que mira
boba en el vidrio de un escaparate

131
Ocurre a veces sin síntomas ni signos
en medio del tumulto
Nos sobresalta no ser ni estar en ese corazón
sino en la cosa animada que mueve la cola
y lame al paseante los zapatos

132
Nagual 5
Fuego

Cuando la voz salta en la esquina del desahucio


en la ciudad granizan augurios de Sodoma
Caen rayos letales al azar sobre los pobres

“Nubes transgénicas a causa de las guerras”


Piensa inactivo el activista en su oficina
de grandes vidrieras que enmarcan la ciudad
bajo la tromba

Al pie del edificio lo observa un personaje


de barba crecida y cráneo rasurado
Mira tal vez las formas siniestras de la lluvia
azotando con furia los cristales
o es un ciego interrogando al cielo

El resplandor
La oscuridad del barrio
Gorjean palomas y sacuden sus alas los pichones
Vuelve la luz

133
Una mujer —estuvo siempre allí en la escena—
regresa el cuerpo a su refugio de cartón y diarios
Se hunde en el espanto y en la amnesia
No hay personaje en la ventana ni en la calle
Sólo el incendio del rayo y los murciélagos
agitando sus alas en el fuego

134
Nagual 6
Ajonjolí

Dientes de león mudan de aire


No muerden porque van en la ficción
Invisible para una multitud
con gafas de premura
Se extravía el polen en ráfagas de viento
por avenidas de torres comerciales
Nada parece quedarse en la mirada
Pasan de largo los mejores años

¿Puede un nagual ser la simiente de la boca?


Lo inverosímil tiene lugar en el cemento
El chico repartidor de pizzas se detiene
ante una joven mujer con alas transparentes
La descubre y olvida su bitácora de entregas
Ella flota debajo de una marquesina
extrañada de dejarse llevar por un muchacho
con sabor de ajonjolí en los labios

La buscaba ayer entre los dientes


Con el índice mañana debajo de la lengua

135
persuadido de llevar en las muelas su semilla
Ella era el pan
la primavera
El porvenir es otra cosa

136
Nagual 7
Espejo

Suele ocurrir frente al espejo


Con la espuma dentífrica en la boca
El aliento sobre el vidrio no aparece
Intrigado el reflejo de la luna se agazapa
¿Quién es el que te mira
con una lágrima estelar
frente a los ojos?

Tu rostro no es el de antes
No es el tuyo
Es la geometría del agua en su caída
en pleno vuelo hacia la sal
donde te ves multiplicado

Eres un vidrio sin azogue


La ventanita al pozo del silencio
Y una vez más las lágrimas por fuera
se estrellan en la ausencia

137
Entonces
cuando dejas de ser
eres el mismo
Te secas y te esfumas
Nada sabes de ti ni de los otros

Lavarse los dientes es correcto


Nunca sabes si volverás a despertar

138
Nagual 8
Objeto no identificado

El niño contempla el firmamento


Su cara ovalada sonríe al huevo luminoso

Le han dicho que un dragón se despeñó


con su legión de espíritus rebeldes
por esa misma grieta donde el objeto volador
se hunde con él entre las sombras

¿Quién lo recuerda?
Si el ovni abandonara mi pupila
no quedaría yo para contarlo

139
Nagual 9
Golondrina

Dominada por voces e imágenes horrendas


asoma de nuevo los ojos a la calle
La tormenta dejó una calma de neblina
Charcos y arroyos espejean un sol matinal
La mujer reconoce el tic de su mejilla
en el temblor insólito del agua

No hay nadie en la ciudad


Escaparon a tiempo las almas del terror
Es ella sola en su refugio de periódico y cartón
Da unos saltos por la acera
El cuerpo pierde gravedad y lastre
Juega en los alambres eléctricos
Le gusta sentir la vibración de la corriente
debajo de las patas
Es tiempo de emigrar a otro verano

140
Nagual 10
Poeta

Al final uno se convierte en lo que escribe


o no con mano propia
Quién habrá de creer en tu nagual
si no olfatea el temblor de la imagen aterida
muerta de miedo ante los ojos que la observan

Chorro de sombras sin control


en busca de lo nuevo
La desmemoria pone al corazón en una trampa
No volamos ni anduvimos con las branquias puestas

En el papel desierto
uno recuerda la forma de cazar la liebre
de hacer sandalias con piel de los reptiles
de mudar por dentro antes del alba

Levantas la tapa y ves tu propia muerte


Bulle el gusanero de letras debajo de un título y de otro
Parecen luces de neón cubiertas de ceniza
Tu máscara y tu nombre ocupan el lugar

141
de esa persona que no llegaste a ser
Un día cualquiera la ahogaste con la almohada
Algo de ti quedó en su testamento
Acabas de nacer
Alguien te lee

142
Paisaje cenizo

El volcán interior sacude la casa donde duermen las fieras y las


armas. Hay esporas de ansiedad y de pereza en el vano de la puerta
atrancada por la rabia. Una mano busca el picaporte en el momento
predecible del siniestro. El incendio del alcohol se aviva con lágri-
mas y roncos sollozos de impotencia. Suena el timbre del reloj.
Falsa alarma, es un teléfono vecino que insiste en despertar a los
durmientes. El poeta contesta esa llamada que se extingue. Voces
nonatas discuten en su oído. Echan en falta una línea telefónica
por no pagar la renta. ¿Cuánto cuesta vivir en una sociedad de
muerte? Pregunta a la bocina de su mano. Interfieren los ruidos
de la calle y el zumbido de un mosquito. Tiembla la noche y el pai-
saje. Caen cenizas de tabaco y vuelan las botellas. A puntapiés, el
poeta fuerza la salida de emergencia. La ciudad aparenta sosiego y
dulces sueños. Un polvillo de volcán lastima la garganta; desciende
silencioso hasta el drenaje.

143
Poeta cenizo

Hace tiempo empuña el lápiz como daga


Se hiere con la punta de grafito
Unta su dolor en el papel
La carne estéril en la hoja
De nuevo se oscurece la memoria

144
Barahúnda en el árbol

Para Marco Antonio Campos

Montado en una flor de jacaranda descendí a la carretera


Oí frotar hilos de polvo: rumor de mi caída
Iluminado por luz que navega en aparente oscuridad

Mi madre mece el columpio donde duermen estertor y miedo


Me asaltan con sus fosas las ventanas
El sueño se encharca
Oigo las manos de mi padre acariciar el vientre donde viajo
su resuello entrecortado

Estoy naciendo con la oreja pegada al árbol y al cemento


Despierta la piel en otro corazón y en otro oído
Yo voy a él también entre gruñidos y pregones
Escarbo en la raíz delimitada por la fronda
—no de las ramas del sujeto que nunca florece
ni echa frutos y entierra su pasado

Vengo también del big bang


en incontables partículas de duda

145
de polen en muros de apariencia
Uno nace del querer aunque no quiera

Piso una alfombra morada y truenan las palomas


Mi silueta no es de ayer
es de este escándalo de flores
Del color jacarandoso de la muerte

146
Barullo

Para María Luisa Martínez Passarge

No fui niño
fui una bola de estridencias llevada por el viento
Acaso el silencio estaba en las uñas que nunca mastiqué
por miedo a la muerte agazapada en ese crecimiento de la
ausencia
Se junta la mugre con la carne y los fantasmas duelen
crujen rechinan igual que una sospecha

Pelos quebrados por el diente


Noches de trajín de ascenso y descenso de sombras
por viejos peldaños de madera

Los árboles que soy me duelen con sus hojas pleurales


su oxígeno sus brillos su adiós a lo que veo
No calla el aire ni las ramas
sollozan en mis manos como yo
en las copas nevadas de los pinos
en el luto anticipado por la huella

147
No conozco esas bocas insaciables de cascajo
Las devoro antes de alzar el cuerpo de la cama
Rumiante de historias que van del estómago a las muelas
Pongo a circular sucesos que no existieron para otros
y existirán a fuerza de nombrar las cosas y los nombres
Son ecos no son bocas
desorden en el tiempo

Los espejos bostezan en la cara


Tienen fauces enormes donde veo los ruidos
clavados al zarzal o dando tumbos
No puedo ver la boca
estoy en ella

148
Padre

Él moja la barba en un aguamanil


Una veleta de latón gira en el techo
Sopla el viento en círculos azules
Coloca la máscara de espuma
Yo juego a afeitar árboles y nubes
Me llena la cara de jabón
Me veo en su espejo

149
Imagen

En plena abstinencia de figuras tuve un sueño


Imágenes mudas alzaban luz
vida y muerte en lengua simultánea
Era el silencio del soñante o de un proyector
de cine que ventilaba los pulmones
Palabras carnívoras
hambrientas de color de nombre
Era la forma balbuceante de la letra
El verbo fue primero
luego la imagen valió más que mil palabras

150
Memoria

Desciendo a los primeros sonidos de la boca


Tropiezo con imágenes fósiles indicios de futuro
Activas larvas me dan la mano con garfio y cebo por delante

En el vapor del tiempo llego hasta la bestia que roe


los huesos de su presa
se limpia las manos con la lengua

Alumbra el fuego los dos hemisferios cerebrales


Estalactitas gotean sobre un aljibe solar
donde el dolor aclara el tiempo y sus espacios
Manchas de sal
Ulula el viento
Letras impresas en los muros
Diccionarios de sol a sol con palabras hechas polvo
Avalanchas de datos y de nombres nos sepultan
con sólo llevar el cursor hasta la puerta
Asciendo un escalón otro peldaño
Reconozco la andadura
la emoción del pie que me antecede

151
El impostor

Para Juan Manuel Roca

Está escrito en internet que uno es nadie


Somos la calle del grafiti
La bola de papel entre los pies de cibernautas

Cualquiera puede ser yo


Meterse en mi cabeza —yo en la suya
Respondo a esa pregunta vehemente
desde una butaca interior como una plaza
Mi voz envuelta en silencio y en rutina

No es eco o fantasma
Cansancio de pasar inadvertido para otros
Tampoco el no ser que dejan las ausencias

Usted piensa en mí como otro yo


Usted me piensa como usted
Como si fuera yo
Hijo del nombre
de un tiempo en espiral
Hijo de mí de mi deseo

152
de la moda
Mi voz ni la suya son originales

Cualquiera puede matar a los ancestros


Ser amante de la madre de uno mismo
Ser parido de nuevo en otra imagen
Réplica del padre y del hijo en los espejos ciegos
donde usted me ve con el tacto
como yo lo observo con oído alerta

Autor de usted soy yo —me dice en su mensaje—


No sabe quién es yo —contesto en mis adentros—
Me llaman azar destino tragedia accidente
Vengo de allá de la ignorancia rey Edipo
Soy Tiresias el que escribe con el nombre de Sófocles
la causa de que lleve sus ojos en mis manos

153
Aguja

Detrás del monitor el ojo sangra


La aguja pincha el globo ocular sin miramientos
Abres la mano a la flor a los enigmas
No estar en la página te mueve
el dedo hasta el menú del día
“Elige el blanco donde caben
los nombres las formas del cursor”

Una navaja de afeitar muestra dos filos


Uno es tiempo y dolor
el otro puede cortar la retina en dos mitades
dejar a la bestia un tajo de abulia
o de banal quejido

El perro ciego a contraluz babea


No es el olfato el tacto ni el oído
Es un presentimiento de carne tras la imagen
Baja del sueño hasta la lengua
La piel que descongela el pasmo

154
Sacude el can los belfos
gruñe ante una grey a rastras

La aguja insiste en sacar hilo del fondo


de un túnel inútil
en desahucio
Destello de pasión hacia el final del día
No hay brújula ni apuntes
un puerto a dónde retornar
La aguja verbal que zurce velas
apunta al corazón como un infarto

Rompe y corrompe la materia el punto


Beneficiarios del cebo que nos llama
picamos conscientes el anzuelo
Movemos los dedos y las manos en auxilio
los otros se mueven igual
mudos de estupor o aburrimiento
Un carnaval de gestos nos deja a la deriva

La aguja expurga carne de imagen en la red


llena de peces
aleteando aún
en el cristal donde se miran

155
Fobias I

Me vacío ante el otro


Su corazón late en el hueco sudoroso de mi mano
No lame sino muerde las líneas feroces de mi palma
No me concentro en la muerte personal
Mucho menos en la vida que me resta
Pienso en la palabra equivocada
Esa maldita voz avergonzada de sí misma

156
Fobias II

No dices sangre dices tregua


Ante mi pulso impaciente y montaraz
balbuceas un rezo de naufragio
Ateos los dos caemos de la gracia
La mordida en tu mano es mi silencio
Hemorragia del no ser
Del decir mal
diciendo la música del yo para nosotros

157
Fobias III

El corazón no entiende a la mano


Ni los dedos saben contar los números cardíacos
Corazonadas —dice la mente tras el dato
debajo de la piedra en la primera infancia—
Espanto —reconoce el pecho desbocado

158
Air Bag

La confusión inicia al aspirar a bocanadas los segundos.


Olores del miedo, el accidente, incertidumbre.
Nos gana la ilusión, el coraje, la ceguera del confort.
No somos más la carne doliente y el sentido capaz de conmoverse.

Vamos corriendo en el reloj contra el silencio.


Cargamos el pie y aceleramos.
Se eleva el volumen estéreo de la euforia.
Hay seguros de vida que cuestan una vida.

Pasan anuncios volando en la TV, la carretera, el cine.


Los sueños venden con éxito y a gran velocidad el tiempo.
Un aerosol aplica la pintura automotriz de moda
—ilusión del triunfador con gesto de cuchillo,
ensimismado en otra realidad que no es la suya,
limpiándose la sangre de los filos, la vibración del aire.

Un muro de opciones embiste de frente, de arriba para abajo,


de abajo para arriba, la sensación de estómago vacío.
El golpe real es duro, nos deja sin certezas.

159
No todos somos él, ni es nuestro nombre.
¿Cómo se llama? Pregunta una mujer sobre la cama
a un ángel aturdido por una bolsa de aire.

160
Virus

Aún me queda la mancha del espanto


Un doble clic nos puso en contacto con el virus
Pasaba montado en un mensaje
“Longevidad segura o sexo sin prejuicios”
La tos no es vocación ni síntoma
Apareció sin más
sin dar la cara

Inventamos o fuimos inventados


El huésped brinda alojo
sirve la mesa
entrega el inventario
Mi casa era la suya Nuestro el lenguaje

Toda infección muda de espacio


Trasmuta el ser antes que el nombre
Soy otros con certeza de no ser quien los menciona
Estamos enfermos de girar en torno al ego

161
El virus copia y multiplica sin prisa sin envidia
Una legión de yos invade siembra
furor desidia escepticismo
Si viene o va no causa incertidumbre
Cuánta confianza hay en su noción de tiempo
La confusión se acaba

162
Dos filos

Entre el silencio y el grito de llegada,


la hoja con su doble filo
corta la piel del dedo que la apunta.
Incide y abre las retinas con esa luz de tierra roja,
de sol voraz en tiempos de hambre.
Doble silencio entre el barullo de plásticos y enseres de cocina,
de camas proclives al placer y al estertor sin lubricante:
giran los goznes sin novedad, recuerdos y noticias.

II

Dos orillas filosas son alba y crepúsculo.


Los ojos salen de la nada buscando lo que ven de noche,
a tientas, tropezando con presencias y con nada.
La voluntad esgrime el bien, desmembra al ángel,
le troncha alas al deber ante la atónita presencia
de una legión de murciélagos que ven la gravedad,
el cauce de la sangre, la savia del árbol de la vida.

163
Podrían ser espíritus rebeldes o sombras del infierno,
pero no son más que criaturas de agua y aire.

III

El mal empuña una bandera, el alma de combate.


Intenta derrumbar la certidumbre,
romper la bola de cristal y el lago donde sueña la montaña.
La lengua dice y desdice con sus dos costados,
lame y emponzoña, prueba y corrompe los frutos
del árbol de la ciencia.

IV

El hijo que procrea la imagen se prolonga,


se multiplica, alimenta la muerte, se vacía.
Caín y Abel ignoran cuál filo es el que hiere.
Impacientes los dos buscan el arma.

164
Carambola, fruta heliotrópica

Un nudo en la garganta
de sabor heliotrópico, rumiante
dulce —parece opinar la conciencia atribulada
por un sueño sexual que muerde el esqueleto—,
frutal como el saber del árbol de la ciencia.

Mordaz —opina mi alter ego que nunca ha probado


ni será capaz de mordisquear la certidumbre—
es su brillante forma de afilados bordes
o costuras donde el sol apretuja el gusto a azúcar.
Nadie conoce en su lengua el nombre anterior a la semilla,
al ojo que desciende en círculos de sombra,
un gusto de poder que descompone el fruto.

Finita es —respondo yo en el momento de apretar su carne


y masticar con paciencia de gusano y de mosquito—
la imagen, el olor que matan el hambre y la ignorancia.
La carambola me arrastra al intestino después de deshacer
el nudo que impide correr el lazo en mi garganta.

165
Donde Tarzán perdió el cuchillo

La debilidad de un héroe es imperdonable


Deja llagas abiertas en el sueño de un niño
Hecho hombre —recostado en el diván—
responde aprisa porque el tiempo vuela
Levanta la cortina del alba donde aún supuran
—visiones temerarias— los párpados del cómic

Si el miedo de Tarzán lo desarmó en la urbe


Si la ansiedad y el celo ante la hembra
obnubilaron la razón —la garra
estupefacta en el combate con nariz
pupilas lengua labios mayores y menores—
Si no fue eso y fue el cansancio de ser lo que no era
Si fue la cobardía camuflada de prudencia
Si fue o no fue al lugar donde perdió el cuchillo
Si nunca estuvo allá

Tarzán desciende del mono y de la jungla


No tiene recuerdos del salto humano hasta la bestia
Si deseaba a la madre no lo supo

166
o que al matar al gorila central representaba a Edipo
Halló el cuchillo entre las ruinas
Venteó la huella de su dedo pulgar
Incertidumbre y dudas en la inodora imagen
de su rostro en un estanque
El héroe comenzó en la lucha
en el dolor de piedras que parten la cabeza
Las mismas que sirven para hacer estatuas
lapidan a la adúltera al mendigo a los traidores
Se defendió de la muerte o del olvido
No se sabe
Cuerpo a cuerpo sin efecto
La daga del padre era la sangre no la ciencia

La leyenda del arma está en la herida


del más acá en el inconsciente
donde nos cuesta recordar por qué pagamos
el silencio o la alharaca del simio que nos mira
perplejo no ante la voz sino ante el aire

El dónde
es el lugar extremo
Sólo llega allí el audaz y a quien perder
supone la obtención de otra memoria
La misma que el hombre mono descubrió
en su instinto

167
en la algazara del monte de Venus
entre los senos de Jane
en la vertiente suavísima de muslos
que lo empujaban a ser de nuevo el animal
Allí donde Tarzán perdía el cuchillo

168
Gol

Si la pelota entra en la red fecunda las gargantas


Desde abajo viene el orgasmo de la masa
en el estadio superior del Coliseo de Roma
Si la cabeza se amolda a la horma del zapato
aprehenderá el balón tu voluntad creativa
Piensa con los pies aunque te infectes de hongos

El mundo gira también en la cancha del espacio


Rueda en el tiempo
                                a nuestros pies
En este juego global puedes usar el cuerpo
excepto las manos y la mente
A menos que seas el guardameta
que ataje el proyectil
                               la muerte súbita del gol
el estertor el grito la derrota
 

169
Luzmila

Luzmila remontó el pasado


Alguna estrella se apagó en su almohada
Perdía el sentido algún presentimiento
o la hoja olvidaba la rama del lenguaje
Navegó por el aire unos instantes
acaso siglos en la vida de un insecto
montado en su hermosa nervadura de verdes horizontes
para luego regresar a tierra
Y despertar
Germen del día
Sola ante el sol
Adivinanza del ojo que mira
por el ojo de una cerradura
La pupila de otro que se asoma
por el lado opuesto
ve el mundo desde el ojo ajeno
Luzmila bebe té
debajo de un árbol doblado por la nieve
Encuéntrate bajo el mantel del siglo
Escribe en lenguas de papel

170
Haz la lectura del sedimento de la taza
El tiempo llega
Recuerda abrir a los muertos el cerrojo

171
Agosto

La lluvia bate el sueño


Pedazos de noche anegan el oído
Relámpagos dibujan sombras que van
del ojo al cielo
Metralla del mosquito
en el ritual de sangre
Las riadas por calles sin esquinas
inundan mi casa la ciudad
el rostro debajo de la ducha

Camino al trabajo me detiene el semáforo apagado


Cruza la calle una parvada en formación de ala
Ascienden las aves desde el fondo de viejos edificios
Un rebaño de nubes blanquísimas
entre azoteas y cables pautados con zapatos
en la humedad azul
de un día de agosto

172
Felicidad

El burócrata escucha a la líder entre sueños


Sostiene en las manos la cabeza
Mira el cuaderno de notas
con huellas de sudor
evaporándose al instante
Se va con el calor por la ventana
se fuga al desierto en la planicie de su infancia

“Es hora de enseñar a ser feliz al pueblo


Aprenderá a querer aunque no quiera
Somos el verbo el sacrificio la certeza
La esclavitud termina allí donde comienza el orden
Mi sentido común se los comparto
mi humor mi convicción mi humilde inteligencia
Yo soy la voz del pobre que no entiende su pobreza
la enemiga sin tregua de la duda”

Un breve silencio resuella sin idea del tiempo


Aterriza un mensaje de luz de otro planeta
Lo desvela con el índice la líder de ojillos sentenciosos

173
ante una multitud imaginaria de fieles seguidores
Los funcionarios la miran con ojos de cordero

El subalterno viaja por una carretera en línea recta


Mira a los buitres descender en círculos concéntricos
Detiene la marcha muy cerca de las aves
Observa sus picos sus alas los ojos de rapiña
La intención de lanzarles una piedra se queda en el impulso
Por el hocico del cadáver salen moscas
Hacia el festín avanzan
uno primero seguido de los otros
A picotazos le destrozan el ano lo destripan

La lideresa espera a que regrese el burócrata del sueño


Retoma el hilo del discurso
En boca cerrada no entran moscas
El ritual empieza
Ella primero seguida de los otros

174
Nadie

nada nadie
alguien nada
alguien nadie
nada nada

175
Dos
Ángel Dragón

Ronda la mancha el tragaluz del cielo


Condenas hieren su matriz
con esa espada de metal y carne
que va de la entrepierna a las heridas
sembrando la baba de la amnesia

Su mástil penetra con odio la insignia del recuerdo


La memoria en blanco responde con desgaire
Expira el placer en la criatura antes de tiempo

Ángel Dragón
Principio y final del ser que fue y será
Incandescencia de alas
Omisión de imagen

Forma que repta en el atril del caos


Olvido y existencia se borran y se ayuntan
Se pasan a cuchillo / se beben / se lamen las cenizas
Emergen de un volcán
Se petrifican

179
Complot

¿Está bien que el mal nunca descanse?


Agobiado por la cruz del insomnio
a veces elucubra sobre el fin y la justicia humana
Se imagina un crimen perfecto
Dejar que lo envenenen de esperanza
y lo pongan de cuernos en el cielo
O cuando menos con Hades o Caronte
en Estigia apagar el descreimiento
Borrón y cuenta nueva

Muerto común de muerte indescifrable


Sin larvas de rencor ni multitudes
sin plagas ni simientes
Beber despacio las aguas del Leteo
No piensa la memoria
No hay duelo por nada
Duele el desdén
la indiferencia del que vive
La llaga de no estar

180
Un complot un ataúd
No alguien sino algo llama

181
Gemelos

Al caer en la inmundicia
se reconocen y atraen las sombras rezagadas
No hay principio ni final
Perplejidad en el vacío
El hambre del azogue
—¿Qué hay en el revés de tu belleza hermano del dolor?
—Venganza y manadas en silencio
—En cambio en mí —alega el monstruo—
No hay lugar para esa luz que afila tus pupilas
Mi descenso es flor inmanente de la guerra
—Impaciencia de espadas garras explosiones— completa la beldad
y agita sus alas membranosas en el oscuro espeso

Los siameses se despeñan con envidia uno del otro


Se desmembran
Se aborrecen
Se invierten
Se llaman por el nombre de sus hijos
Lucifer Satán Belial Mammon Adolf Josif Maldoror George
[Ceaucescu Saddam

182
La hermafrodita legión se empeña en convencer al mundo
“No hay mal que por bien no venga”

183
Diablo tinto

A los pies de mi cama llega una botella


sin edad ahíta
Un chispazo de luz
Embriaguez de magma humano

No trae mensaje
trae desorden
Sólo un pintor naufragaría en esa gota
sedimentada en el fondo de un envase
Sin nada que ofrecer para vender el alma

Úrico y telúrico el diablo borbotea en el frasco


Desierto como el mar de los olvidos
arena de sed
calcomanía de fuego
Retiro el corcho con los dientes y bebo hasta la insidia
Tinto es mejor me digo ante el espejo acedo
Abro una botella más
Ya vengo dentro

184
La masa y el pan del diablo

Uno no sabe al amasar las notas


qué música tendrán de fondo las acciones
Algunos van por las calles en silencio
rompiendo vidrios con la suela del zapato

¿Por qué suceden o se dicen las cosas sin pensar?


¿Por qué primero el verbo?
Deprisa van los transeúntes ausentes y descalzos
sobre añicos de un corazón que no es de nadie

Hay quienes comen el pan en marcha hacia el trabajo


Sacan la lengua y engullen el cuerpo y la sangre hechos de harina
La honda soledad de un día

Atraco a plena luz de un parque


La víctima tiene tiempo de pensar que se arrepiente
de no haber hecho el amor y de comer sin sacrificios
Las manos no saben qué hacer con la garganta
sino apretar las cuerdas vocales hasta obtener el tono
afinado de la muerte

185
El diablo amasa el estertor y huele el pan en esa boca
No en la finada en la otra que pasa la lengua entre los dientes
detecta residuos de la hostia y musita
el amén de una oración carente de palabras

186
El diablo en casa

Alguien me ha dicho que traigo el diablo adentro


Desde hace días las cosas no son nuestras
somos objetos de señales y signos de peligro
Me parece que nadie está seguro
Poco salgo a las calles y miro detrás de las ventanas
con suspicacia a la mujer que asaltaron y violaron en un taxi
La veo pasar con sus caderas pidiéndome las manos
estos lánguidos ojos que repasan la misma nota roja
“La víctima suele ocultar al victimario —me digo sin afán—
nadie está exento de liberar al terrorista que llevamos dentro”
Eso mismo le dice Kerry a Bush con su sonrisa de hacha
Georgie responde soñador con sus ojillos de verdugo
La caja tonta no capta los detalles finos del debate
“Dos tipos listos” repite un hemisferio a otro del cerebro
Y ese diálogo interior me pone a temblar la mano derecha
o la izquierda y no sé cuál de las dos recibe la orden desde arriba
Oprimo el botón de mi control remoto
“Que se vayan al demonio” me escucho decir mientras me duermo
El diablo y yo le hemos dado una lección al terrorismo en casa

187
La poltrona

Atrás dejó la enfermedad


No hay muerte si el difunto viene a sentarse a la mesa
y ordena como siempre el menú de cada día
La cabecera es él no hay nadie que la ocupe
Su mano recia en la frente me examina
No hay fiebre —me dice y me sostiene la mirada sin ojos—
Regresa a su poltrona
Pregunta por mi infancia
Contesto y le interrogo también sobre su ausencia
No debes de dudar estás dormido —me insiste—
Me pesa el muerto y su absoluta certidumbre
Respiro apenas me ahoga su falta de aire y consistencia
su oído y el eco de mi voz porfiada
Estás muerto —sentencia el cadáver—
Me arrellano en la poltrona
Recelo de mí del juez de su dictamen

188
El diablo voyeur

Con las uñas cogidas en la puerta


se debate el alma de un sujeto
Sus dedos hinchados y el ojo impotente
chillan a la sombra de un diván maldito
Era un voyeur del inconsciente el pobre diablo
Escuchaba con la vista los secretos placeres de la carne
Miraba descortés el temblor de la voz en los amantes
Se apasionaba con la costra del rencor
y la amenaza de matar a quien alguna vez se quiso
Estaba allí el demonio
metiendo la nariz y el rabo en donde no lo llaman
En la inconsciencia —digo yo— porque se pierde el genio en
desfiguros
Hay un diablo cautivo en la palabra
Viste de ángel guardián y responde al nombre de Esperanza
o Caridad, no sé, parece Yocasta con la voz de Edipo
o bien Tiresias espiando con los ojos ciegos

189
Infierno del alma

Los muebles de casa están inquietos


Un sillón se restira y acomoda el cuero
El perchero bosteza en la penumbra
La escalera con el ojo abierto
Se aguza el peldaño final y el del principio a todas las señales
Bajar o subir a tientas por el alma
puede ser igual que andar a lo largo y ancho
Inmóvil pretendo empujar unas palabras
Recuerdos de un amor sin consistencia
inhala o expira al tiempo que se piensa
Como el minuto del vecino que gruñe su orgasmo
en la entrepierna de una mujer que mira el techo

Yo también observo mi lujuria entre banderas y utopías


en huelga

El diablo asoma los cuernos por el vidrio


La ventana se estremece como el agua serena
ante la piedra o el bicho que la enturbia
Nada se mueve al interior del cuarto

190
Me mira el terror desde la carne y su poltrona en ruinas
Lo veo y me ve soberbio en la orfandad
en el infierno que anuncian los pronósticos del diario

191
Ayer mañana

Si mañana a la hora del café no estoy


Quizá encuentres mi nombre en la nota roja
O descubras la imagen anónima de un ciudadano
que nunca creyó en la justicia de Dios ni de los hombres
“Un inconforme más se resistió al atraco y al terror”
dirán los diarios

Pensarás que fui torpe y obstinado hasta ese punto


en que no era necesario entregar la vida a los ladrones
—que por su corte de pelo eran policías—
En este país quien no transa no avanza —te dices con rabia y en
[silencio—
Sin saber que piensas igual al asesino que me daba consejos
puntapiés y golpes de pistola en la cabeza

Cuánta soberbia hay en los muertos


Se abstraen en cifras y tablas estadísticas
No dicen nada del dolor ni de la suerte

192
Mañana podrías leer cualquier noticia y no encontrarme en las
[esquelas
No sé qué me puede empujar a entregarles
el auto y el dinero el orgullo la renuncia de ser la causa de tu llanto
Abrirás la prensa y saltarás esa línea de ayer
mientras escuchas la voz de tu inconsciente:
“Siempre es mejor leer la de mañana”

193
Versos perros

Muy temprano          Quizá a media noche


—Quién tiene un reloj de sueños en el pulso—
Oigo al perro roer la cruz del alba
Gime el can mientras arranca bocados de madera
En mi almohada la cabeza y la baba son de plomo
Gruñe el animal y yo maldigo
la prisión en que dormimos juntos
Él despierto    
Yo consciente de estar sujeto con grillos a la cama
 
Destroza el símbolo y el ruido
Mastica clavos plástico cascajo
utilería y muebles enterrados en esta pesadilla
donde no amanece ni las puertas abren
 
El perro escarba en mi oído
y yo en su olfato
 
Reposa el aire
Uno de los dos ya no respira

194
Crepúsculo

Del crepúsculo que rueda hacia el abismo


emergen ciudades y tribus sin montaña
Demoran tanto en caer que se les ve en ascenso
entre vigilia y luz
En estado larval en la tragedia

Cortar la extremidad antes de tiempo


no evita que al deseo le crezcan manos
víctimas y presas
El despliegue de la hidra es insaciable
No para de mover los dedos en el viento

Las cosas más graves aprenden a mudar sus apariencias


Peñascos y muros ordenan desplegar las velas
Arboladuras y palos se ven en el cemento
Sueltan amarras la naves y en vez de agua
se agita el terral de un suelo yermo

El crepúsculo se comba y precipita


crujen inmensos edificios en desahucio

195
El alumbrado público dispara la señal de alarma
El ocaso es un huevo
en la frente cíclope del miedo

196
Genio sin ingenio

Froto mi cabeza en las paredes pintadas de cal


o de ladrillos descubiertos con puntas de hierro amenazantes
Doy con la frente en los anuncios de lámina y vinilo
Cuelgo la vista en los zapatos pendientes de los cables
Me enciendo hasta los pies en la bombilla eléctrica de un poste

No soy lo que aparento ni lo que dicen de mí los detractores


Soy la fortuna en este cuerpo desastroso
Soy el genio de la lámpara votiva en la repisa

Los infelices me observan con vehemencia


Descubren el lugar donde extraviaron los signos de la angustia
Voy sin envase de plaza en plaza entre la gente
que teme acariciar mi espalda mientras soba el lomo de su perro
Nadie sabe lo que soy ni para quién trabajo
Ni siquiera los gatos que me lamen la cara los cabellos
y se ven donde me veo
en el hambre del león y en el desierto

197
Constelación del Ángel

Para Alfredo Fressia

Confieso haberlo visto en cielos despejados


en el azar de estrellas
donde el olvido vibra hasta evocar el aire
La llama del dragón, el ala hirviente, el sueño empollando
una escritura que teje y desteje la imagen de la bestia
La bóveda del ojo que no ve sino adivina

198
Dios Murciélago

Enhiesto en pedestal de roca


no ve lo que nosotros
La costura del dolor
la llaga de la ausencia
el pus donde hormiguea el recuerdo:
amores sin músculo
fantasmas infecciosos
de basalto

Las orejas reconocen


la masa de color
el aire entre las flores
Turbulencias del fruto cayendo de su rama
Árboles jugosos acosados por pájaros
cazados por aves de mayor tamaño
Sangre con olor de luz
de riego
de fuente que mana oscuridad

199
La piedra el cincel el pensamiento
se ablanda y se aligera
La imagen de Dios es inaudible
Evade los radares
Si fijamos la vista en el polvo
en las cosas de apariencia muerta
percibiremos el temblor que las anima
la lengua-aguijón sobre la carne

El monolito
emerge de la entraña
Su presencia estática se mueve
No sentimos el peso de sus alas
Planea alrededor del sacrificio
Esparce con su hocico la simiente
de esa flor que tiene contados los segundos

200
Dios vegetal

Acercas tu yema sin tocar


el índice creador
La uña raya el cielo
Inmensidad que hunde la pregunta esencial
en su armonía de esferas
Revienta su gota de sudor en el glaciar
Antes
después
aún
El agua quieta avanza
No hay hora en el hielo
Rueda la perla de humedad hasta la tierra
Amebas hongos bacterias y gusanos
Polvo
No es ausencia
Es tránsito de luz
espera
sed
comienzo
soledad

201
Lo negro sobre el blanco
Es novedad el brote de un rojo en el profundo azul
el amarillo que estira la nariz hasta el naranja
golosa lengua en el pistilo
eternidad que sabe a flor
a un solo día

202
Dioseros

En medio del festín el tiempo llega tarde


Me aparto del mantel y de los labios
Hay marcas de carmín sobre la mesa
los vasos de cristal en mi camisa
en el cielo donde sangran nubes rotas

Luz frutal en seno vespertino


Mi vista repta
La mano se hunde en el bolsillo
busca una llave para abrir la realidad
Mi costillar se mueve en la canícula
Ella palpa con frialdad la redondez del aire
lo corta con la uña de un dedo que ha chupado
con cierta ingenuidad

¿Crees en Dios? —pregunta esa mujer


que años después responde al nombre de Eva
Mi problema es dudar —me digo en silencio

203
antes de abrir la puerta del lenguaje—
contesto sin pensar en la respuesta
Desnudos los dos volvemos al principio

204
Catulo en el destierro
(1993)
A
Pedro Leyva
Carmen Martínez Diez
Carlos Maciel
¿Cuáles son los poetas que han agregado estos nue-
vos descontentos a los eternos descontentos de los
hombres?
Thorton Wilder
Los idus de marzo

En la lectura de todo gran poeta lírico puede advertirse


el resplandor, algunas veces disimulado, de un fondo
de maldad que al transparentarse le da su sentido y su
especial riqueza. Ese fondo maligno está constituido por
una mezcla inseparable de admiración y desprecio hacia
los hombres, con la cual el poeta se mira a veces a sí mis-
mo, y considera invariablemente a todos cuantos desde
el exterior lo cercan y lo condicionan.
Rubén Bonifaz Nuño
El amor y la cólera
(Cayo Valerio Catulo)
Quien es capaz de servir de raíz a esa pasión (la del
amor), con todo cuanto él es, actuará y dirá el bien, y
los dioses deberán tener en cuenta esa actitud erótica
hasta la religiosidad, y estar inclinados a recompen-
sarla. Pero cuando el erotismo se frustra en su anhelo
de posesión; cuando las cosas bien dichas y hechas se
pierden porque el objeto para quien se dicen y hacen
demuestra ser indigno de ellas, el amor se vuelve una
enfermedad de la cual hay que curarse a toda costa; la
pasión llega a ser el morbo terrible, enemigo radical de
la vida, irreligión.
Rubén Bonifaz Nuño
Prólogo a los Cármenes, de Catulo
La cerbatana de la luz dispara
encaja su dardo
el veneno
el mal irremediable de la aurora

Absorta en su interior
la oscuridad se desvanece
Sobre la lápida del día
inscribe su epitafio
El antifaz oculta otro hemisferio

213
Catulo ya no escucha el estruendo de su carne
el ruido de sus uñas
o el crecimiento indiferente del cabello
La noche se le pudre
el canto celular se calla
Su balada durmiente
es la ceniza estrepitosa
cae en sus orejas sordas
Apagan sus rescoldos los silencios

214
Las imágenes del sueño se interponen
a la densa claridad del tacto
revolotean porfiadas en torno a las ventanas
desaparecen entre la timidez reverberante de los vidrios
buscan sedientas la memoria
Aletean los párpados incrédulos
como aves nocturnas atrapadas en su nido

215
Catulo titubea
endereza el cuerpo
lo yergue en la planicie de las sábanas
Palpa un ayer endurecido
son horas tiradas en el lecho
cadáveres que meten frío a los huesos
Sus bostezos emanan
incienso quemado en la mañana

216
La realidad se ciñe a los sentidos
se ofrece descaradamente
excita el pulso y lo acelera
El sentido común empieza a masturbarse
La incertidumbre se monta con espuelas
sobre el pesado lomo del deseo
Su trote se acerca a un precipicio
Donde el peligro de vida es inminente

217
Sobre el espejo matutino, la ansiedad se extiende
como llaga nebulosa que estrangula al cielo
El pecho es un túnel con su fantasmal locomotora
que no puede atravesar sus costillas carcelarias

218
Catulo olvida el año que amanece
busca en su reloj el momento de encontrarlo
Su rutina ordena salir con desaliño
al borde de la acera

219
El sol es una piedra lanzada al fondo
de sus ojos
En el abismo digital de la mañana
la soledad suena profunda
su ruido lejano se acerca seductor
mancha que emerge de la almohada
grito entre muertos y fantasmas
Descienden voces exteriores
agitan corrientes subterráneas
El sarcasmo de los objetos
mueve recuerdos
y abre grietas al olvido
Todas las cosas están vivas
ascienden desde lo más íntimo
con su sabor pretérito
y dejan sentir lo que habrá de retornar

220
Las calles oprimen su sonrisa
quedan angostas al cinismo de la tristeza
Una resaca fiera destroza el calendario
rasga su cara con gestos dolorosos
duelen también a quien lo observa

221
Va con la mirada rota
sus pies en extravío
El sentimiento propio conectado a pena ajena
Lleva ardiendo un diablo entre las piernas
un pobre demonio que se incendia
sin hallar el consuelo de su infierno

222
Los muros conducen a un lugar ineluctable
donde la vida cierra el paso a otros lugares
De las paredes cuelgan frases
versos
que derramó el alcohol
su juicio
Bebió la amargura ensimismado
Letra por letra desgranó
su oscuridad

223
Manchó superficies públicas
Con soliloquios inéditos
Llenó con todos los rincones de su historia
El frente de una casa
El exterior de un domicilio dio la espalda
Y sobre éste pintó el nombre de su dueña
Deltrea C l a u d i a
Lo detiene su muerte enamorada

224
Allí
En esa tumba que parece alcoba
Permanecen vivos los deseos
Nadie acude a su llamado
En su huida encuentra huellas de otra huida

225
Las despedidas son una esperanza
Su amante lo expulsa un día
luego lo llama
con voz interminable
a conjurar su idilio
juntos
revuelven sus humores
ocios y venganzas
La piel es una y necesaria
fundida en dos
el mismo hechizo
Plenitud de huecos
Movimiento en ejes
Traslaciones húmedas sobre órbitas de fuego
Cansancio de promesas
Fatigas lubricadas

226
Agotan impaciencias en la brevedad
de los suspiros máximos
Los preservan en ecos
que en silencio siguen escuchando
Disciernen sus flujos intangibles
sus ruidos de aves disecadas
Beben insomnios de placer
Delirium tremens

227
Cuando yace en la extensión que dominan
las tranquilas respiraciones de su amada
una exquisita libertad lo apresa
Después el porvenir se niega
Otros ocupan su futuro
metido en ese cuerpo
en esa boca que besó
Que besan ya otros besos

228
Los goznes de su imaginación no están resecos
Cierra los párpados
aprieta las mandíbulas hasta rechinar los dientes
Abre con ligereza una puerta silenciosa
por donde una mirada lúdica se asoma
pero no logra atravesar los encajes del umbral
Catulo espera fuera

229
Camina por cimas de hormigón y acero
seguido de su sombra
Percibe esa babeante oscuridad en sus contornos
su mirada turbia de bosquejo
Como mastín acecha impaciente su esqueleto

230
Asciende las torres más soberbias
La altura concentra una vieja confusión de idiomas
Su lengua natural tremola
como bandera de pirata
hecha girones
con calavera y tibias en desorden
fracturadas por el clamor guerrero
de cosas innombrables

231
Su ojo de marino atisba
los límites del ojo
la redondez de la nostalgia
Zurce ausencias blancas con azules hebras
como si fueran velas que lo acercan
al horizonte que sólo toca con el nombre
realidad presente
lejana
inalcanzable
línea final
filo sin hoja

232
Con humeante cansancio se prolonga
un sueño de Babeles
Dos pupilas no bastan para absorber su fatiga
Las nubes encallan en este sepulcro de nieblas

233
En los fiordos de asfalto cantan sirenas
al paso de Carontes con luciérnagas sombrías
Se estremecen peces solitarios
Un instante zozobra
la indolencia duele
Icebergs de cemento recargan sus costados
inmunes al calor del cuerpo
sobre la masa derretida en las aceras
Contra las puertas se estruja el desamparo

234
Cada casa guarda un niño
y cada niño esconde claustrofobias
en el túnel de una almohada
guarda náuseas en las ostras de sus puños
Juega encerrado en cinescopios
con la quietud inanimada de otras almas

235
La adolescencia oculta su acné
entre violentas cáscaras
inmóviles
sus miembros crecen
restregando su edad apresurada
contra el cansancio autoritario
de la gente
La adolescencia es un arma vital
que se dispara a quemarropa
instrumento punzocortante
prohibido por las leyes
motivo de asalto a mano armada

236
Todas las calles son arroyos secos
Para los hombres de mar
Todas las aceras son puertos
para anclar la muerte
en el reloj de un asesino
o para ver una mujer nocturna
erguida como faro bajo el sol
Todos los barrios se desprenden
De la misma plaza
caminan siempre al corazón
de las ciudades
hacia el lugar inamovible
de las ruinas
Todas las piedras son la misma
versión sedentaria
del nómada cansado

237
El vértigo florece en la cumbre erosionada
del ocio y la utopía
Retoñan los primeros versos
como vómito en los labios
Pierde el cuerpo su equilibrio
Al fondo la cuadrícula del valle
es invento sin retorno
colchón que aguarda la caída del poeta
o el descenso de sus pies hechos astillas

Catulo deshoja pájaros de agüero


clarividencias cristalinas
gotas que humedecen el paisaje
Su mirada aletea agónica a lo lejos

238
Respira el soplo de un gigante
con pulmones carcomidos
desentraña la visión de los volcanes
ocultos por un telón de brumas
cuando el tizón meridiano descubre sus cabezas

239
Un impulso terrenal sacude
las vértebras del mástil
Desde abajo una fuerza superior atrae
la imagen del vigía
arrastra su débil voluntad
toca su tacto con sublime tentación mundana

240
La tierra pesa en el hueco de las venas
Reclama la unión de las cenizas

241
Catulo recoge del suelo sus despojos
la perversa inquietud de las hormonas
los miembros desollados del deseo
envueltos en la palidez de algunas páginas
Escucha los gruñidos subterráneos de la muerte
el paso inminente del suicida
los chirridos de una puerta cancelada
el llanto de un cadáver memorioso
o su sombra inmortal entre los ciegos

242
Catulo es un ángel con alas atrofiadas
un vivo cargando un lado muerto
como todos los hombres traen su espalda
¿Será por no tener cuatro ojos
que no se vuelve atrás pisando el mismo paso?
¿Será por no voltear la frente
hacia el reverso
que el rumbo tiene cara equivocada?
Para mirar hacia el ayer
se pone la espalda hacia el mañana
Para el pasado el revés
queda de frente
cuando el futuro sin ojos ve
nuestras miradas

243
Entre las grutas de la urbe sueña
como murciélago sediento
beber la realidad del pico de las aves
pero termina por chupar su propia sangre

244
Después de Cristo
dos mil años resuellan por su boca
Tiempo de vivir sin tiempo
de morir sin conocer la vida
de escribir estertores con suspiros
Amar es un verbo amargo
en tiempo presente
y una conjugación incierta
en futuro absoluto

245
Catulo tropieza con granadas de silencio
Le llegan augurios de otros mundos
por boquetes que le abre: la nostalgia
como espectros en su aliento
se esconden en los resquicios del habla
Oye su voz rasguñar los muros de la boca:

246
Te nombro inmerecidamente
con el miedo
de volverme sólo letra
Hojarasca
pisada por el aire pesado
de la nada
Te invoco
a desnudarme en el centro
de ti misma
a volverme ropa para un cuerpo
o cuerpo sin ropa
para todos los quehaceres
Nací contigo
de ti
Ambos con el vientre abierto
dando luz y dando sombra
te llamo a deshacer el beso
con que plasmas la tinta en mis cuadernos

247
Concentro mi mordida entre tus dientes
cuando padezco los filos conyugales
de la ausencia
Te eclipso cuando naces
Perezosamente
en la espesura de una espera desmedida
cansada de mí
de las palabras
Si surges espontánea
me devoras
entre el follaje blanco de la hoja
hipnotizado por el ruido
en el piso
sin fondo
de tus ojos
Gozo la úlcera de amor
cuando me tocas
agitada
en una piel vecina
pero la sufro
si llegas solitaria
inútil
como desecho de insomnio
como rastrojo de un lecho
trayéndome a los buitres
para saciar mi hambre

248
Te escupo lágrimas
y es saliva lo que lloro
Te arranco de mí
te tiro al suelo
y en el suelo me veo multiplicado

Pero de qué podrá servir mañana


si te mueres
y la vida amanece sin palabras
Para qué un lenguaje calcinado
entre fórmulas exactas
Para qué repetir la realidad
sin tu presencia
como ventana donde el alba
es un cadáver
Para qué salvar la ciencia del sepulcro
si con ella salvamos los gusanos
Para qué morirte tú
si hay tanto muerto que sigue asesinando
¿De qué hablarán los viejos
si no sienten ya la vida?
No no puedes morir
antes me muero o nos morimos juntos
con la voz en alto
como raza indómita
como parvada nómada en el aire

249
rebelde de los gritos
del pulmón que se vacía
en el pulmón amado
de la palabra viva
de ti misma

250
Algo busco entre este montón de eternidades
alguna brizna inmortal en mi cerebro
el filo de unos labios que corten
la soga de mi cuello
mi asfixia
mi ponzoña

251
Tal vez persigo lo inefable
con lujo de detalles
como ola exclusiva en perpetuo movimiento
o la imagen que perdió su semejanza
en el deshielo de sus gestos

252
Busco una tarde que nunca dé las siete
para arrancar racimos de risas
de muchachas
y en medio de todo ese alboroto
colgar mi locura de una rama
que dé sombra a mi cabeza
mientras muerdo un señuelo de nubes
con ojos golosos de aventuras

253
Busco en el plano de mis manos
estrellas rutilantes
líneas nuevas
nervaduras de luz
brotes alertas al latido
que comienza a desgastar la fuerza
un remanso donde pueda agitar el tiempo
y sacudir los segundos
que pican mi piel y la envejecen
Busco puentes sin dolor
para cruzar el cauce de un espejo
y ver desde otra dimensión lo que termina

254
Busco el doblez del verbo
en las proximidades genitales del destino
donde manan los recuerdos
de un idioma adherido a los objetos
Viajo a un punto donde el relámpago
y el trueno se distancian
donde una promesa nos hizo nacer
sin esperanza
Voy hasta una fantástica caverna
para observar los presagios de los sueños
para espulgar la astronomía del alma
Voy a lo inaudito
con el corazón arponeado por la duda

255
Antes del parto vegetal
desnudos
el día y la noche
copulaban sobre una espiral inexistente
Nacía el uno con el otro
el otro nacía sobre el uno
sin aritmética

256
No había mesura aún
en el recuerdo
lo blanco todavía comulgaba con lo negro
ni lo bueno ni lo malo
cuando no existía la infamia

257
La vida era una célula
un ir y venir sin estaciones
un punto rodante
en las arterias del olvido

258
El tiempo inventó su relojero
lo puso de pie
le abrió los poros
colocó en sus manos el pulso
y el cambio de las cosas
lanzó su mirada hacia el futuro
y lo invisible se llenó de sueños
El relojero navegó por su cerebro
Volvió la vista...
la realidad estaba lejos

259
Sobre la carne viva el universo
espolvorea su sal
adhiere el moho
que escapa por las grietas de la inercia
El movimiento propio ralla
la piel del individuo
contra esa estrecha gravedad
que circunscribe la existencia
Como ungüento cubrió la desnudez el símbolo
Fue la ropa principal
única casa a la intemperie
cosmovisión a través de una rendija
señal del mundo
para quien viaja a la deriva
sin oler sus puertos

260
En los terrenos blandos de la mente
cabía la sensación del infinito
Se acurrucaba el recuerdo para no sucumbir
ante el azolve de los días
La densidad del signo pintó
como azogue los vidrios del silencio
en éste escribió
el impulso vital de cada instante
atrapó sus ruidos

261
Alguien descubrió la imagen de Dios
Cuando se vio a sí mismo
reflejado en el estanque de la noche
Venía un ojo para cada estrella
un brillo glacial en las pupilas
con filamentos de sorpresa
Musitaba su ternura
entre las formas del viento
Era un arreglo cósmico
en su aparente soledad de niño
Era una mueca de nostalgia
que apagó a la Luna
galaxia de galaxias inmortales
contenida en la hondura de su boca
Alguien descubrió la imagen de sí mismo
cuando vio el reflejo de Dios
en su palabra

262
Antes de crucificar la piedad
la respiración del silencio
endulzaba la muerte

Bebían los hombres


en las orillas de sus cuerpos
los signos transparentes de la lluvia

Pintaban sus mañanas con el resplandor


divino del relámpago
Oían sonidos de esferas cristalinas
bullicio de premoniciones
océanos que salpicaban
el ojo oracular de la ignorancia
Los poetas hacían malabarismos con los astros
Eran como saltimbanquis en relojes de arena
clepsidras cantando la novedad
de las horas

263
Caían como gotas de saliva de ese dios atónito
al anunciar una nueva palabra
Se abría la herida en la epidermis
muda del misterio
por donde saltaban como liebres
los gestos de las cosas
y los vocablos del espíritu
Semilla y fruto del ensimismamiento
Esencia y proporción del nombre con su origen
Letra y número del ser
Ser verdadero del número y la letra

264
La poesía era polen
signos‑llaves
aliento objetivo
entre lo real e imaginario
Los sonidos humedecían sus raíces
en las cavidades del átomo
para contar secretos sin lengua
para cruzar puertas cerradas

265
La intimidad del verbo brotaba sin pudor
como luciérnagas
en la garganta oriental
de las sombras heladas
Amanecer evocaba el fruto natural de la noche
porvenir del sueño
abrir y cerrar los ojos
La voz colgaba del olor
sabía a colores
juntaba los extremos en un párpado
cronometraba el pecho
tomaba al miedo por sus dedos de anciano
y lo llevaba a dormir
entre sus músculos serenos
al lecho emocionado de la sangre

266
Pero el deseo regurgitó en las sombras
la verdad dudaba de sí misma
sopló la incertidumbre
desmoronó la calma
Partieron gambusinos a explorar su imagen
En los linderos de un parto
hallaron su sentencia funesta
Las señales del viento
garabatos del aire
escondían sus ojos transparentes
a los acuosos silencios
que nacían muriendo

267
No sabían los nombres del olvido
los cuándo los por qué los dónde
¡Se quebró
la rama
del lenguaje!

Una palabra al comienzo faltaba al diccionario

268
Hastiados de ser niños
los viejos saltimbanquis
se hicieron acertijos
Quitaron las sonrisas del público invidente
los aplausos sin manos
el escenario sin público
las luces de un espectáculo
donde tampoco ellos existen

269
La sedición despellejó inocencias
Un rostro ingenuo se caía
a pedazos
¿Qué máscara podría quedarle?
¿qué rictus qué sonrisa idiota
qué corteza inmortal
para no mirar su cráneo?
¿En dónde estaba Dios?
¿Por qué no respondía?
Ayer se fue del mundo
a construir su propio mundo

270
Alma insatisfecha
anhelante tacto
víscera vacía
jadeantes tentaciones
inquietud que se desborda
del cauce breve
de la luz sombría
Poetas sin infancia
paridos por sí mismos
en la edad del padre
cuando el hijo abandona su obediencia ciega
y deja su disfraz de niño
para eyacular sus propias formas

271
Cuánta soledad llenaba el pecho
y tan escasos los latidos
para poder desahogarla en una vida
Sería como sacar la arena
de una
en una
para llenar desiertos con el mar
de gota
en gota

272
En este valle de dudas
no hay vertientes de Dios
tampoco ríos
ni arroyos de su sed
que se atraviesen con la nuestra
Desde que él se fue no hay puentes
con su mundo
sólo vagos presagios de su voz
Un eco endurecido
caracol marino
Ausencia que nos toca la oreja
con su espuma
con su lengua de océano omnipresente

273
Tú eres el adulto que castiga
nosotros niños que te temen
¿por qué no sales a jugar
para reírnos de tus gracias?

274
Apuntó sus manecillas la tragedia
hacia el cuadrante donde no nos vemos
donde no hallan las cosas sus palabras
acá donde se buscan los que ya nacieron
y se escucha a quienes no han nacido
Aquí la úlcera de amor
duele en el ego

275
Aparecieron báculos y cetros
puntas y filos desalmados
que derribaron las copas
sin vino
de los árboles
Tartamudearon las líneas en el cielo
Alrededor de un dedo amontonó
la población sus nombres
hasta alcanzar anónima
la geometría del más fuerte
Uñas sacras vaciaron sustantivos
voces
alaridos
Palabras torturadas
desanimadas
deshabitadas
desconocidas
decoloradas
palabras palabras palabras
que el viento se llevaba

276
El índice ahuecó las sombras
rayos de oscuridad
reflejos de la espalda
Al pie de cada cuerpo nacía un sarcófago
del mismo tamaño de su imagen
La multitud siguió en rebaño
el gesto colectivo de una estatua
empujada desde atrás
por una promesa de ultratumba
No hay diferencias en los rostros que se apagan
No hay yo ni tú
Ni cabo en las cera de sus huesos
Sólo la suma de los ellos
chupando un seno flácido
Domesticación aglutinante en el ábaco sin cuentas
Era la fuerza común colgada del engaño

Miedo de hallar rasgos personales


en la cara autóctona del miedo
en la hoja fría

277
finita
impostergable
Atrás la turba iluminaba con linternas de fe
la carne magra
los músculos las armas
el puño celestial que ordena
y corrige los grumos del deseo

278
Del más allá seres esclavos
del más acá seres con clavos
Dicen que Dios vino de nuevo
No sé si alguna vez me vio
para saber que lo veía
No sé si sabe que no sé
Yo no recuerdo su yo
Sólo el recuerdo

279
Pero han dicho que llegó muy tarde
Se oía el tropel de signos vanos
su persuasiva necedad
La barahúnda hundía su vaho
en los vidriosos velos de los valles
lagrimacustres de los cerros

280
Un solo pedazo de incoherencia
eran los hombres
Feroces diosecillos
Tumulto de dibujos animados

281
Forjaba el héroe sus emblemas
el redentor aureolas a los justos
con el mismo material
de las coronas

282
La marejada de intrigas levantó la cresta
golpeó el rumor de los peñascos
Se abalanzó contra la imagen
redonda de la tarde
Gritó la multitud por todos lados
¡Las puertas del presidio están abiertas!

283
El ala de la sobrevivencia
ocultó la causa de la vida
se agolpó la turba en la salida

284
Nadie pudo abrir los cerrojos del techo
Caía el cadáver hacia abajo
Le habían dicho que caería hacia arriba

285
Cada quien trae en su puñal
coágulos de un sueño
trozos de locura en el insomnio
desasosiegos de ayer entre las uñas
Cada quien mata su verdad
para ganarse el pan y el reino

286
Un hombre es muchedumbre afuera
Cuando solo es nadie adentro
Es culpable de creer en su inocencia
Después de crear a Dios y asesinarlo
Es su propia falsedad
su miedo
su pobreza
Un número incontable
en la nómina sin nombres
en los ecos sin sustancia
del ser que nunca está
Es aquello que no es

287
Yo no sé si vino Dios
o si fue
su rencoroso olvido
o si es
su dolorosa inexistencia
pero dicen que lo vieron
algunos
que todavía lo ven

288
Vamos a descorrer esa falda de serpientes
para asomar la cara entre los muslos del sueño
que la mirada alcance a penetrar la lejanía
y acaricie la intimidad de las entrañas

289
Hagamos el amor en pozos insaciables
donde entrar y salir no nos vacíe
o deshabite de criaturas preñadas de criatura

290
Entremos por esa vulva rota
a descolgar las máscaras del héroe
a retirar los mausoleos del siglo
que nos deja aún la culpa de una cruz
que con lástima lastima

291
Pasemos a mirar de nuevo el vientre
donde la imagen existe por sí sola
como nacida del invento de su carne

292
Hoy
que la amenaza de olvido
es mayor que los recuerdos
aluviones de cenizas nos ocultan
campos de batallas
donde yacen los ayes
que el dolor no aprende a oír
son cuerpos sin formas
miembros de signos amputados
cirios sin habla
se consumen en trincheras
donde antes de morir se muere
el combatiente llevado por la leva

293
Apenas dos mil años y ya somos un alma sin pellejo
un corazón desvencijado
un cerebro invadido por bases militares
en las zonas visuales de la risa
Apenas erguimos la cabeza
dejamos de andar sobre las manos
dudamos y escribimos
y ya nos faltan fuerzas sensoriales
nos tiemblan las piernas
el café se nos derrama
confundimos generales con poetas
Apenas estuvimos en Babel
pero antes

fue primero el sustantivo


y ya nos llegan cartas de nietos olvidados
que no nos dicen nada
nadie recuerda que existimos

294
Hoy
Cuando te miro agonizar
metido en la camisa de tu fuerza
ahogado en ruido de motores
crucificado en tu lógica sangrante
ya sin oler los nardos
inoloros de la muerte
ni encontrar razón para ser
tu opuesto en el espejo

295
Hoy
que casi no eres tiempo
sino era
si no eras
qué serás
cuando la lástima sea una rata
lamiéndose del cuerpo
los restos de tu ciencia
cuando te hables
y no puedas responder a nadie

296
Cuando abran las cloacas sus gargantas
saciarás los socavones del infierno
A través del fuego fornicarás
con las almas perfectas de tus ángeles
Encenderás la hoguera de tu lengua
y como en leña verde
los harás arder en sus pasiones

297
Por este camino morderás el polvo de tus huesos
Detendrás las intermitencias de la noche
Serás una pústula incendiaria
miasma sin extremos

298
El crepúsculo será una menstruación de nubes
de futuros estériles
montañas castradas
En él se batirán los muertos que olvidaron
vivir la memoria de los vivos
Será un incendio moral
frenesí de prudencia
locura divina
que envuelva a la sagrada familia

299
Te arderá el placer como miedo
que se alimenta en tu esperma
y defeca en tus nervios
Te dolerán las sístoles de lujuria
Como jauría hambrienta destrozará
una y mil veces tus cebadas mentiras

300
Cada pulso en tu cuello
desatará los lobos de la abstinencia
correrán tras la sangre que se inflama
en tu sexo
y se escancia en tus ventrudas apetencias
El hedor de tu cuerpo atraerá el recuerdo
de palabras feroces
que pronunciaste para matar los deseos
crecerán en tu corazón
como aves de rapiña
porque la bondad se alimenta de carroña

301
Hoy casi es mañana
El calendario zumba exhausto
Truenan los juegos pirotécnicos
en el borde de hoy

302
Catulo rompe la ciudad
y la atraviesa
Los subterráneos del Metro
no se hunden ni despegan
no zarpan
son un vicio de viajar al mismo punto

303
El ceño de la nubes se endurece
La atmósfera es irrespirable
La lluvia ácida se confunde con sus lágrimas

304
Enredado en las esquinas rumia blasfemias
Reniega de su suerte
Maldice el no poder odiar a la amada
como lo hace el pensamiento
Clava sus garfios la ausencia
el abandono lo deja al descubierto
Solo
llorando en la intemperie
en medio de la masa
en la confusión festiva de los nombres
donde acurruca el suyo propio
Aprende a respirar inmensidades
con las flemas de un mundo en miniatura
con las legañas de esta tarde centenaria
que se desgaja anticipadamente en los borrachos

305
Hay un aire infame que el lugar del viento ocupa
Una espesa sustancia allana los pulmones
recorre indiscreta los andamios del cerebro
el nerviosismo incontrolable de los nervios
las paredes blancas porosas de los huesos

306
Oye un rumor de multitudes hoscas
de víctimas ingenuas
del destino impreso en el papel periódico
que lleva apresurado la noticia de ayer
entre desechos
entre zapatos indiferentes a las letras
o a las cosas que gritan silenciosamente

307
El viento cesa
y en su lugar las bocacalles tragan humo
Los pájaros se alejan de una ciudad
que desmorona el aire
o escupe enferma su lluvia
sobre el canto bucólico del árbol

308
El viento cesa y la ciudad se inflama
con la niebla ascendente del pasado
con el vapor de una laguna
colmada de agua en otros tiempos
donde la sal purificó la tierra
y el mito surgió incorruptible
como algas de aquel puño de mar
atrapado en la llanura del Anáhuac

309
El viento cesa
y un antiguo rumor de océano calla
Un ruido depredador quiebra cristales
gotas
burbujas de humedad salina
todo el sudor
toda la savia

310
El viento cesa entre las calles
Los cuerpos se vacían
como sacos de arena tiran las palabras
Ninguno de ellos sabe
cuál sería su intimidad
cuál su propia pena

311
El viento cesa
y en su lugar un hueco queda
La muchedumbre se amontona
más lo ahonda

312
Catulo está despierto
No teme confundirse
La multitud lo aísla

313
Hoy
tendré que despertar mañana
Me dirán que hay siglo nuevo
Abriré mis puertas
Moveré los brazos
como un espantapájaros
para alejar los zopilotes de mis niñas
Adornaré mi casa
y esperaré a que llegue la esperanza

314
Aquí estoy
como la araña colgando de su baba
escudriño mi sombra
tejo esta red donde me atrapo

315
Soy
un manojo de llaves
para abrir todas las puertas
que dan hacia ningún lado

316
La tarde cierra sus costados
Abajo de la capa de aire oscuro
encienden sus linternas
las mariposas de la noche
Revolotean sus lentejuelas
en los rincones de un cielo sin estrellas
marquesina de burlesque
Luminarias de neón sobre el asfalto

317
Camino por este rumbo
De los que andan sin pudor
Las callejuelas
Peregrinación de inciertas flamas
Derriten el olor del sueño
La amarga novedad
La cera
La vela que no duerme
Desvelo de almas con el cuerpo en pena

318
Deambulo entre cirios
por callejones sin retorno
en la mirada sin luz
un diálogo reposa incomprensible
Las ventanas de un hotel me observan
me hacen guiños sus cortinas pardas
¡Qué desnudas las puertas
cuando abren su soledad hacia los hombres!

319
Cuántos reclamos en esa queja de placer
que se tira a matar desde un tercer nivel
Para que no se compadezca nadie
ni lleguen a rodearla los mirones
la aplasto con el pie
la empujo hasta el drenaje

320
Un padrote rompe los vidrios de su casa
y saca el amor a puñetazos
Amenaza a la ternura que borró su maquillaje
y deshiló sus medias para enredarse en el deseo
y aún espera con su cuerpo tibio
retener el calor que le incendió la calma

321
Una boca sin dientes me saluda
estira los huesos de las manos
y siento la nostalgia de su tacto
Me doy cuenta del número de arrugas
y empiezo a descender su edad
línea por línea
hasta llegar a los últimos peldaños
donde nos vemos el uno frente al otro
como se ven dos seres entre un billón
de rostros diferentes
y descubren que sus sombras
son iguales

322
Por esta causa sin cauce
podemos descansar
dejar el rastro del olvido
para que sólo nos recuerden los perros
y nos ladren y nos laman
la llaga venérea
que aún padecerán nuestros fantasmas

323
Por este cauce sin causa
la silueta de un hombre común
salta los muros de la noche
para estar más cerca de otra vida
La encuentra a ciegas
acariciando la idea de encontrarla
la toca siente lo oscuro de sus labios
Son sombras
desde este rincón donde atestiguo
son manchas que hunden sus cuerpos
en sus vidas

324
Pero esa boca
su ruinosa invitación al beso
me hace pensar en otra boca
de la que están mis labios hechos
por la que vivo si me nombra
y me desmiento si me engaña
por la que existo y pienso
aunque maldiga su existencia

325
Aquí podemos descansar de nuestros gestos
aligerar la carga del dolor sobre la cara
ensimismarse en el hilo que sostiene
el último diciembre de este siglo
Este tiempo tan joven y tan viejo
anda en la cuerda floja de los días

326
Aquí no hay escenarios
no pueden venir a remedarnos los actores
No hay quien empiece a cavar
con aplausos nuestras tumbas
Aquí el rencor privado es una lata
que todos pateamos divertidos
Aquí podemos no dormir
y estar soñando

327
Viajan sin timón las naves ebrias
Catulo sube a bordo
sin más equipaje que su sombra
Por la cubierta de un barco
camina su tripulación a la deriva
Algunos saltan la borda y caen ahogados
Sobre la proa yace un capitán de la desesperanza

328
Chocan los vasos en las rocas
Encallan los ecos en el humo del cigarro
Crujen los pechos de madera
Cuando el silencio se vuelve peligroso
y atormenta la región de las palabras
descienden las velas con el viento
de la respiración entrecortada
Al cielo apuntan los barcos
sus desnudas vergas

329
Aquí estoy
como la araña colgando de su baba
escudriño mi sombra
tejo esta red donde me atrapo

330
Soy
un manojo de llaves
para abrir todas las puertas
que dan hacia ningún lado

331
Índice

9 La poesía de José Ángel Leyva

13 “Hay que meter el cuerpo en una idea”:

acercamiento a la poesía de José Ángel Leyva

Tres cuartas partes (2012)

21 Frontispicio
23 La perra
25 Tres cuartas partes
27 Estudio de lutxana

29 Ánder (cuatro años)


30 Espejo
32 Fantasmas
33 Alicia en Ciudad Juárez

34 Migrantes
35 Bogotá
37 Trémula
38 El árbol de la muerte
39 El poeta lleva un tiro en la cabeza
41 La poesía
42 Su nombre es Bagdad
44 El campesino del futuro muerto
46 Fósiles
47 Ámbar
48 Toniná
50 Acrotiri
51 Chipre
54 Amores
55 El puente
57 El vuelo del avión
58 Isla
60 Regreso a casa
62 Ciudad
65 Fin del mundo
66 Asombro
67 La Guerra
68 La muerte
69 La peste
70 El hambre
71 Río Turia

73 Cantos rodados

75 Vestigios
76 Guerrilla
77 Mezcal
Visual

81 Louise Bourgeois
83 El sentimiento de la piedra
84 Pasión de herrumbre
86 Una veta de mujer
88 Moldes
89 Pedacería
90 Temperanza
92 Proyecto
93 Escultura en piedra
95 El ojo en vela
96 Credo de luz
97 Tropel de sombras
99 Figuraciones
101 Geometría del enigma
102 Va el pincel a la montaña
103 Bosques
105 Por la ventana veo tu espalda
106 Frente a frente
107 Profetas
109 Líneas
111 Balconeadora
112 Fotografía de playa
113 Fundación en piedra
114 Apunte sobre una mesa de granito
115 Fotograma
116 La buena muerte
118 Parque Guadiana

Aguja (2009)

Uno

127 Nagual I. Falange darwiniana


129 Nagual 2. Ente
130 Nagual 3. Alas
131 Nagual 4. Mascota
133 Nagual 5. Fuego
135 Nagual 6. Ajonjolí
137 Nagual 7. Espejo
139 Nagual 8. Objeto no identificado
140 Nagual 9. Golondrina
141 Nagual 10. Poeta
143 Paisaje cenizo
144 Poeta cenizo
145 Barahúnda en el árbol
147 Barullo
149 Padre
150 Imagen
151 Memoria
152 El impostor
154 Aguja
156 Fobias I
157 Fobias II
158 Fobias III
159 Air Bag
161 Virus
163 Dos filos
165 Carambola, fruta heliotrópica
166 Donde Tarzán perdió el cuchillo
169 Gol
170 Luzmila
172 Agosto
173 Felicidad
175 Nadie

Dos

179 Ángel Dragón


180 Complot
182 Gemelos
184 Diablo tinto
185 La masa y el pan del diablo
187 El diablo en casa
188 La poltrona
189 El diablo voyeur
190 Infierno del alma
192 Ayer mañana
194 Versos perros
195 Crepúsculo
197 Genio sin ingenio
198 Constelación del Ángel
199 Dios Murciélago
201 Dios vegetal
203 Dioseros

Catulo en el destierro (1993)

213 La cerbatana…
214 Catulo ya no escucha…
215 Las imágenes…
216 Catulo titubea…
217 La realidad…
218 Sobre el espejo matutino…
219 Catulo olvida el año…
220 El sol es una piedra…
221 Las calles…
222 Va con la mirada…
223 Los muros conducen…
224 Manchó superficies…
225 Allí…
226 Las despedidas…
227 Agotan impaciencias…
228 Cuando yace en la extensión…
229 Los goznes…
230 Camina por cimas…
231 Asciende las torres…
232 Su ojo de marino…
233 Con humeante cansancio…
234 En los fiordos de asfalto…
235 Cada casa…
236 La adolescencia…
237 Todas las calles…
238 El vértigo florece…
239 Respira el soplo…
240 Un impulso terrenal…
241 La tierra pesa…
242 Catulo recoge…
243 Catulo es un ángel…
244 Entre las grutas…
245 Después de Cristo…
246 Catulo tropieza…
247 Te nombro…
251 Algo busco…
252 Tal vez persigo…
253 Busco una tarde…
254 Busco en el plano…
255 Busco el doblez…
256 Antes del parto…
257 No había mesura…
258 La vida…
259 El tiempo…
260 Sobre la carne…
261 En los terrenos…
262 Alguien descubrió…
263 Antes de crucificar…
264 Caían como gotas…
265 La poesía…
266 La intimidad del verbo…
267 Pero el deseo regurgitó…
268 No sabían…
269 Hastiados…
270 La sedición…
271 Alma insatisfecha…
272 Cuánta soledad…
273 En este valle…
274 Tú eres el adulto…
275 Apuntó sus manecillas…
276 Aparecieron báculos…
277 El índice…
279 Del más allá…
280 Pero han dicho…
281 Un sólo pedazo…
282 Forjaba el héroe…
283 La marejada…
284 El ala…
285 Nadie pudo abrir…
286 Cada quien…
287 Un hombre…
288 Yo no sé…
289 Vamos a descorrer…
290 Hagamos el amor…
291 Entremos…
292 Pasemos a mirar…
293 Hoy…
294 Apenas dos mil años…
295 Hoy…
296 Hoy…
297 Cuando abran…
298 Por este camino…
299 El crepúsculo…
300 Te arderá…
301 Cada pulso…
302 Hoy casi es mañana…
303 Catulo rompe la ciudad…
304 El ceño…
305 Enredado en las esquinas…
306 Hay un aire infame…
307 Oye un rumor …
308 El viento cesa…
309 El viento cesa y la ciudad…
310 El viento cesa…
311 El viento cesa entre las calles…
312 El viento cesa…
313 Catulo está despierto…
314 Hoy…
315 Aquí…
316 Soy…
317 La tarde…
318 Camino…
319 Deambulo…
320 Cuántos reclamos…
321 Un padrote…
322 Una boca…
323 Por esta causa…
324 Por este cauce…
325 Pero esa boca…
326 Aquí podemos descansar…
327 Aquí no hay…
328 Viajan sin timón…
329 Chocan los vasos…
330 Aquí estoy…
331 Soy…
Luz y cenizas, de José
Ángel Leyva, se terminó de imprimir
en diciembre de 2018, en los talleres gráficos de
Universal GP, S. A. de C. V., ubicados en Ayuntamiento
núm. 27, colonia Del Carmen, delegación Coyoacán, C. P.
04100, Ciudad de México. El tiraje consta de mil ejemplares. Para
su formación se usó la familia tipográfica Borges, diseñada por
Alejandro Lo Celso para la fundidora PampaType. Concepto
edi­torial: Félix Suárez, Hugo Ortíz, Juan Carlos Cué y Lucero
Estrada. Formación, portada y supervisión en imprenta:
Adriana Juárez Manríquez. Cuidado de la edición:
Carmen Itzel Ramírez Rosas y el autor. Editor
responsable: Félix Suárez.
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