Homicidio Simple y Agravados

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DELITOS CONTRA LAS PERSONAS

La persona puede ser sujeto de distintos delitos. Puede serlo de delitos que la priven de su vida o que atenten contra su integridad
personal. Pero también puede ser objeto de delitos que lesionen su libertad, su honor, su integridad sexual o su tranquilidad.
Bajo el título de “Delitos contra las personas”, el Código penal sólo protege la persona física (su vida y su integridad personal). En títulos
distintos protege el honor, la integridad sexual y la libertad de las personas.
De esa manera, el Código Penal castiga como delitos contra las personas los que la privan de su vida o lesionan su integridad personal
(delitos de daño) y los que exponiéndolas a riesgos de ser dañadas, ponen en peligro aquélla o ésta (delitos de peligro).
El homicidio y el aborto atentan contra la vida de las personas en distintos momentos de su existencia.

DELITOS CONTRA LA VIDA (CAPÍTULO 1)


EL Derecho Penal protege la vida humana. Su extinción por obra de un tercero es un delito contra las personas. Médica y culturalmente, se
debe decir que la ley penal protege como vida de las personas la subsistencia de su funcionamiento orgánico, cualquiera que sea la
conformación corporal de la persona, incluso si es monstruosa; o el grado de su deficiencia fisiológica o la seguridad de que no podrá
sobrevivir, siempre que su potencialidad vital funcione naturalmente o pueda mantener por medios artificiales. Lo que caracteriza
esencialmente la vida humana, es la capacidad del organismo del individuo para proseguir funcionando en alguna medida, incluso por
medios artificiales. Por el contrario, no es vida humana protegida por la ley penal, la viabilidad de un órgano fuera del organismo al que
pertenece. Pero no sólo es vida humana protegida penalmente la del ser orgánicamente desarrollado, sino también la posibilidad funcional,
natural o por medios artificiales, del producto de la concepción de la mujer desde sus primeros instantes, aunque carezca de viabilidad por
defecto de las condiciones necesarias para sobrevivir.
El derecho penal no sólo protege la vida humana a partir del nacimiento de las personas hasta su muerte, sino antes, desde el momento de
su concepción. Pero, a los efectos de la definición y del castigo del delito, al derecho penal no le resulta indiferente el momento de la vida
humana en que se la extingue. Si esto sucede desde la concepción hasta el momento inmediato anterior al que la persona por nacer pueda
percibirse y matarse desde fuera del seno materno, se está frente al delito de aborto con sus propias escalas penales. A partir de esa
instancia, el delito es un homicidio.

HOMICIDIO
El homicidio es la muerte de una persona por otra. El Código Penal, en el art. 79 establece que “Se aplicará reclusión o prisión de 8 a 25
años, al que matare a otro, siempre que en este código no se estableciere otra pena”.
El tipo o figura del homicidio consiste sólo en la muerte de un hombre por otro con prescindencia de la justicia o injusticia del hecho. Sin
embargo, se insiste en definírselo como “la privación arbitraria de la vida humana…”, según lo ha hecho la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, pese a que muchos autores sostiene que la calificación de arbitraria o de ilegítima no debe introducirse en el ámbito de
la tipicidad por ser relativa a la antijuridicidad de la conducta. Pero no puede dejarse de admitir que ella permite diferenciar del homicidio la
muerte cometida en legítima defensa de la persona del autor o de sus derechos o de un tercero, sin incurrir en excesos o con ajuste al ius
belli o en cumplimiento de una sentencia condenatoria a pena capital donde no hubiera sido abolida.

Bien jurídico protegido


La represión del homicidio en su forma simple, agravada o atenuada, protege la vida humana, a la que se considera el mayor bien de la
persona por resultar presupuesto ineludible para gozar de todos los demás, preexistente a toda legislación positiva y a la que garantizan – a
veces, en forma expresa y otra implícita – la Constitución Nacional, los tratados internacionales a los que se les ha reconocido idéntica
jerarquía a la de ésta, las constituciones provinciales y las leyes. Esto es así aunque el recién nacido carezca de viabilidad o se tratare de
una persona moribunda, porque no hay vida sin valor.

Especies de homicidio
El homicidio puede ir acompañado de accidentes que aumentes o disminuyan su criminalidad. Esos accidentes, que tienen distinta
naturaleza, son las llamadas “circunstancias agravantes” (calificantes) o “atenuantes”. Por consiguiente, el homicidio puede dividirse en:
1. Homicidio simple. Es el que no presenta circunstancias que agraven o atenúen su criminalidad;
2. Homicidio agravado o calificado por sus circunstancias; y
3. Homicidio atenuado por sus circunstancias.

HOMICIDIO SIMPLE
Incurre en un homicidio simple el que mata a otro, siempre que para el hecho no esté establecida otra pena, como expresa el art. 79 CP, lo
que ocurre cuando el hecho configure un homicidio agravado o atenuado o lo desplace un tipo especial. Es el homicidio voluntario o el
homicidio doloso.
Autor puede ser cualquier persona cuya vinculación con la víctima no agrave el homicidio. El que mata violentado, coaccionado o engañado
por un tercero, no es autor responsable con arreglo a la figura del homicidio, sino un instrumento del tercero (autor mediato).
El homicidio se consuma con la muerte de la víctima.
La ley 24.193 señala, en su art. 23, los signos demostrativos del fallecimiento de una persona, los que deben verificarse de modo
acumulativo y durante un tiempo mínimo de persistencia ininterrumpida después de realizada esa verificación. Esos signos son: a) ausencia
irreversible de respuesta cerebral, con pérdida absoluta de conciencia; b) ausencia de respiración espontánea; c) ausencia de reflejos
cefálicos y constatación de pupilas fijas no reactivas; y d) inactividad encefálica corroborada por medios técnicos y/o instrumentales
adecuados, no siendo necesaria esta última verificación en caso de paro cardiorrespiratorio total o irreversible. Se trata de la muerte clínica
o cerebral – o del encéfalo – que se acredita por el electroencefalograma isoeléctrico o plano o liso y las otras pautas dadas por la ciencia.
Por tratarse de un proceso irreversible es tan válido considerar que la muerte se ha producido en el momento inicial de aquél como en el de
su conclusión, a diferencia de lo sostenido conforme al concepto tradicional de muerte, llamada muerte real o biológica, según el cual
aquélla acaece en el instante en el que se detiene el corazón y con él, la respiración y circulación sanguínea.
El homicidio puede cometerse mediante actos positivos y conductas negativas. Una conducta negativa responsabiliza por homicidio si es
omisiva, es decir, si es violatoria del deber de resguardar la seguridad física del sujeto pasivo. Es muy conocido el ejemplo de la madre que
no cumple su deber de alimentar a su hijo. Zaffaroni sostiene que si no existió dolo de matar, el hecho no encuadrará en la figura de
homicidio sino en la de abandono de persona o en la de omisión de auxilio.
El autor puede utilizar medios materiales o medios morales.
Lo esencial es que aquéllos o éstos causen la muerte de la víctima. Esa relación causal sucede cuando, según los principios de la ciencia
médica, la muerte del sujeto pasivo es el efecto físico del medio utilizado por el autor. No ocurre esto si ese efecto proviene de la
interferencia de otra fuente causal independiente y preponderantemente determinante del efecto letal. Por el contrario, la relación causal no
se interrumpe por la concurrencia de otra fuente causal que carezca de esas condiciones (concausa).
Núñez llamó concausa a las condiciones preexistentes (enfermedad padecida al momento del hecho), concomitantes (infecciones o
agravaciones mortales propias de ciertas lesiones; complicaciones debidas a las particulares circunstancias de lugar, tiempo u ocasión del
hecho o la omisión de un tratamiento adecuado por parte de la propia víctima) o sobrevinientes (riesgos propios de una intervención
quirúrgica posterior impuesta por la conducta del agente) que hayan operado con el curso causal determinado por éste.
En principio, subsiste la relación causal cualquiera sea el tiempo transcurrido entre el hecho y el resultado si la ley no prevé lo contrario (la
herida que causa una enfermedad cierta o probablemente incurable hace responder por lesiones gravísimas, art. 91, y no por homicidio
aunque muera después de su juzgamiento por aquella causa.
Subjetivamente, el homicidio simple exige dolo. Este puede ser directo, indirecto o eventual.
Con arreglo a nuestro derecho, la premeditación es compatible con el homicidio simple. El autor obra con premeditación cuando ha formado
el designio de matar fríamente de antemano y lo ha ejecutado fríamente.
El homicidio se consuma con la muerte de la víctima y admite tentativa.

1. Tipo objetivo:
- Sujeto activo: cualquier persona siempre que su vinculación con la víctima no agrave el homicidio.
- Sujeto pasivo: cualquier ser humano. Es el nacimiento lo que delimita el carácter de sujeto pasivo de aborto o de homicidio.
- Acción típica: consiste en matar, es decir, extinguir la vida de una persona. Cualquier medio es típico para causar la muerte, por lo que
pueden utilizarse medios morales o materiales.
- Resultado, relación de causalidad: el resultado es la muerte; el delito se consuma en el momento de producirse la misma. El
homicidio requiere que la muerte haya sido causada por la acción del sujeto activo, sin que el tiempo transcurrido entre la realización de
ésta y la producción de aquélla altere jurídicamente la relación causal.

2. Tipo subjetivo:
El homicidio simple exige dolo, que puede ser directo, indirecto o eventual. Según la jurisprudencia, el autor actúa con dolo eventual cuando
se representa como probable la consecuencia lesiva de su accionar y a pesar de ello desiste de éste. Así, se resolvió que, quienes
golpearon a la víctima no podían razonablemente dejar de advertir que esa violencia podía causarle la muerte, esto es, si actuaron con
indiferencia ante la representación que tuvieron de la probabilidad de la muerte, debe concluirse que actuaron con dolo eventual.

3. Consumación y tentativa:
Como cualquier delito de resultado, este delito admite la tentativa. Comete el delito de homicidio simple en grado de tentativa la persona
que ejecuta 4 disparos que impactaron en el cuerpo de la víctima que se encontraba en escasa distancia, pero sin alcanzar a darle muerte,
ya que no es posible escindir los hechos descriptos del dolo homicida.

AGRAVANTES
Art. 80 CP: “Se impondrá reclusión perpetua o prisión perpetua, pudiendo aplicarse lo dispuesto en el art. 52, al que matare:
1. A su ascendiente, descendiente, cónyuge, ex cónyuge, o a la persona con quien mantiene o ha mantenido una relación de pareja,
mediare o no convivencia.
2. Con ensañamiento, alevosía, veneno u otro procedimiento insidioso;
3. Por precio o promesa remuneratoria;
4. Por placer, codicia, odio racial, religioso, de género o a la orientación sexual, identidad de género o su expresión.
5. Por un medio idóneo para crear un peligro común;
6. Con el concurso premeditado de dos o más personas;
7. Para preparar, facilitar, consumar u ocultar otro delito o para asegurar sus resultados o procurar la impunidad para sí o para otro o por
no haber logrado el fin propuesto al intentar otro delito;
8. A un miembro de las fuerzas de seguridad pública, policiales o penitenciarias, por su función, cargo o condición.
9. Abusando de su función o cargo, cuando fuere miembro integrante de las fuerzas de seguridad, policiales o del servicio penitenciario;
10. A su superior militar frente a enemigo o tropa formada con armas;
11. A una mujer cuando el hecho sea perpetrado por un hombre y mediare violencia de género;
12. Con el propósito de causar sufrimiento a una persona con la que se mantiene o ha mantenido una relación en los términos del inc. 1.
Cuando en el caso del inc. 1, mediaren circunstancias extraordinarias de atenuación, el juez podrá aplicar prisión o reclusión de 8 a 25
años. Esto no será aplicable a quien anteriormente hubiera realizado actos de violencia contra la mujer víctima”.
HOMICIDIO AGRAVADO POR EL MODO DE PRODUCCIÓN: CON ENSAÑAMIENTO, ALEVOSÍA, VENENO U OTRO PROCEDIMIENTO
INSIDIOSO

El homicidio se agrava en razón del modo elegido por el autor para cometerlo. El agravamiento atiende a una mayor criminalidad que al
hecho de matar le asignan ciertas formas o maneras de la conducta homicida.
Art. 80 CP: “Se impondrá reclusión perpetua o prisión perpetua, pudiendo aplicarse lo dispuesto en el art. 52, al que matare: Inc. 2. Con
ensañamiento, alevosía, veneno u otro procedimiento insidioso;”.

Homicidio cometido con ensañamiento


El ensañamiento consiste en aumentar deliberada e inhumanamente el dolor del ofendido. Es un modo cruel de matar, e implica el
propósito de matar haciendo sufrir, haciendo padecer sufrimientos físicos o psíquicos innecesarios a la víctima.
Este agravante encuentra su razón agravatoria en la crueldad subjetiva y objetiva de la consumación de la muerte.
Mata con ensañamiento el que deliberadamente, en el acto mismo de matar, somete a la víctima a sufrimientos físicos innecesarios. Por
consiguiente, no implica ensañamiento la simple modalidad objetivamente cruel de la consumación homicida, como son la repetición de los
golpes y el gran número de heridas; ni la implica la crueldad que ya no se traduce en sufrimiento de la víctima. Constituyen tormentos
propios del ensañamiento, no sólo el emparedamiento, la flagelación y otros actos que producen dolor físico, sino también otros que, como
la asfixia por sucesivas inmersiones o sofocación, producen desesperación.

Tipo objetivo: se requiere que la agonía de la víctima signifique para ella un padecimiento no ordinario e innecesario, sea por el dolor que se
le ha hecho experimentar, sea por la prolongación de aquélla. Tales requisitos no tienen lugar cuando el padecimiento extraordinario es una
consecuencia necesaria del medio empleado por el autor, ni cuando la condición de la víctima no le permite padecer el sufrimiento. Así se
sostuvo en la jurisprudencia, al afirmar que sólo hay ensañamiento si la víctima es capaz de sufrir.
Consistiendo el ensañamiento en aumentar el dolor y el sufrimiento de la víctima, no existirá en los casos de reiteradas lesiones al cadáver
ya que es exigencia objetiva del homicidio la existencia previa de un ser humano con vida.

Tipo subjetivo: el padecimiento que se ha hecho sufrir a la víctima debe ser un acto de crueldad del agente. Al respecto, Zaffaroni sostiene
que se trata de un elemento de difícil ubicación, al que algunos autores consideran un componente subjetivo del tipo, mientras que otros
entienden que sólo incide sobre la motivación del autor, de modo que pertenece a la culpabilidad. Según la doctrina mayoritaria, la acción
tiene que ir deliberadamente dirigida a matar haciendo sufrir a la víctima; es decir, que a la voluntad de matar debe sumarse la de hacerlo
de un modo cruel. En esta línea se destaca que el exceso de crueldad debe estar representado subjetivamente como un fin específico
(orientado a la producción del sufrimiento) y autónomo (del fin del matar), no resultando suficiente inferir una gran cantidad de heridas como
medio de ejecución del homicidio si con ellas no se han ocasionado sufrimientos innecesarios prolongando el martirio.
De esa doble exigencia relativa al fin de matar y al de causar un sufrimiento innecesario, la doctrina extrajo 2 consecuencias importantes: 1)
el hecho sólo puede cometerse con un claro propósito de matar, por lo que no puede ser imputado a título de dolo eventual; y 2) quedan
excluidos de la agravante los hechos cometidos en un arrebato de pasión, en los que está ausente el fin peculiar del ensañamiento.

Homicidio cometido con alevosía


La alevosía consiste en el empleo de medios, modos o formas – en la ejecución del hecho – que tiendan directa y especialmente a asegurar
el homicidio, sin riesgo para el autor. El autor mata con alevosía si preordena su conducta para matar sin peligro para su persona,
proveniente de la reacción de la víctima insidioso o de un tercero.
La traición del homicida ha sido y es un agravante del delito, no sólo por la indefensión de la víctima, sino también por la perfidia del autor.
Históricamente se registran dos formas de traición homicida: el homicidio proditorio y el homicidio insidioso. El primero, que significaba la
violación de la confianza despertada en la víctima por el autor, era el que se facilitaba ocultando la mala intención. El segundo era el
homicidio cuya ejecución se facilitaba escondiendo, no la intención, sino la agresión en sí misma. No se trataba de un ocultamiento moral,
sino material, el cual se lograba mediante el ocultamiento de la persona (homicidio con acecho) o del arma (ocultamiento del medio).
La alevosía no es ni un homicidio simplemente proditorio ni un homicidio simplemente insidiosos, porque al ocultamiento de la intención o
de la agresión homicida, el autor le agrega la cobarde finalidad de obrar sin riesgos para su persona. Por consiguiente, obra con alevosía
quien preordena el modo proditorio o insidioso de matar para no correr el peligro personal, proveniente de la reacción de la víctima o de un
tercero. La preordenación no exige la premeditación, aunque por lo común ésta concurre en el hecho alevoso.

Tipo objetivo: es necesario que la víctima se encuentre en un estado de indefensión que le impida oponer una resistencia que se transforme
en un riesgo para el agente. No es indispensable la ausencia total de posibilidades de resistencia, pues la agravante es compatible con la
posibilidad de resistencia mínima en contra del ofensor, procedente de la actividad de la víctima o de un tercero, que deban o puedan
oponerse a la agresión. La indefensión puede proceder de la inadvertencia de la víctima o de los terceros respecto del ataque; y puede
haber sido procurada por el autor o simplemente aprovechada por él. Configura homicidio calificado por alevosía la conducta de matar a la
víctima mediante disparos de arma de fuego, mientras la víctima se encontraba lesionada y atada, en estado de indefensión absoluta,
importando para el sujeto activo actuar sin riesgos y sobre seguro.

Tipo subjetivo: requiere que el autor obre sobre seguro, sin el riesgo que puede significar la reacción de la víctima o de terceros con el fin de
oponerse a la agresión. Ello requiere una preordenación de la actividad del agente para actuar con esa seguridad, es decir, la procuración o
el aprovechamiento del estado de indefensión, lo cual no implica necesariamente una premeditación (serena y fría deliberación). La
alevosía supone matar a traición, sin riesgo, sobre seguro, con astucia, procurando o aprovechando el estado de indefensión de la víctima.

Homicidio cometido con veneno u otro procedimiento insidioso


El fundamento de la agravante radica en las menores posibilidades de defensa con que cuenta la víctima ente la insidia que constituye la
utilización de los medios a que hace referencia la ley; y no en la efectividad letal de ellos.
a) Con veneno insidiosamente suministrado
El agravamiento del homicidio por el uso de veneno no procede solamente porque el autor mate valiéndose del veneno, sino en razón de
que éste es propinado insidiosamente, esto es, haciéndoselo tomar o introduciéndoselo ocultamente a la víctima.
El sólo efecto del veneno no es suficiente para justificar su capacidad calificante, porque existen otros medios que matan produciendo
dolores tan crueles como él, pero que no agravan el homicidio. Tampoco se puede encontrar la razón de la calificante en la peligrosidad del
autor, porque, precisamente, en última instancia, a la peligrosidad se la hace derivar de la insidia del autor.
El veneno es toda sustancia animal, vegetal o mineral, sólida, líquida o gaseosa, que introducida al cuerpo humano, mata por acción
química o bioquímica. No constituyen veneno las sustancias que matan actuando mecánica o térmicamente, ni tampoco aquellas
sustancias que no son normalmente letales pero pueden serlo en el caso en virtud de las condiciones de la víctima. Puede ser suministrado
por vía oral, vaginal, epidérmica o respiratoria, y por medio de ingestión, inyección, unción, inhalación, etc.
La administración de veneno no basta para que el accionar del agente sea típico en el sentido de la agravante, porque ésta se apoya,
básicamente, en la insidia en su administración, es decir, ocultándole a la víctima la calidad de la sustancia o induciéndola a error sobre ella
para que se la introduzca o se la deje introducir. Si tal insidia no está presente, se tratará de un homicidio simple.
No constituye esta agravante el hecho de emplear veneno abiertamente o imponerlo por violencia.

b) Con otro procedimiento insidioso


Será un procedimiento insidioso todo aquel que, sin constituir necesariamente una administración de veneno, implique un engaño que no
permita a la víctima conocer su dañosidad. Hay ocultamiento material del acto homicida del agente respecto de la víctima.
Con arreglo al inciso segundo del art. 80, no sólo es calificado por la insidia del autor el homicidio cometido con veneno. Un procedimiento
homicida es insidioso si implica el ocultamiento material del acto homicida a la víctima. De esta manera, la razón del agravamiento ya no
reside, a la vez que en la naturaleza venenosa de la sustancia usada por el autor, en el modo oculto de usarla, sino, únicamente, en esto
último. Así, a pesar de que el vidrio molido no es un veneno, ahora su uso con ocultamiento agrava el homicidio, lo mismo que lo califica el
empleo oculto de cualquier otra sustancia que destruya la vida humana no sólo por acción química como el veneno, sino también por acción
térmica o mecánica.
No puede aceptarse como válida la idea de que la fórmula “todo procedimiento insidioso” comprende, con la alevosía y la insidia, todas las
formas de homicidio alevoso, proditorio o con acecho.
Al hablar de todo procedimiento insidioso, el inc. 2 no amplía la figura del homicidio alevoso mediante las calificantes de acecho
(ocultamiento de la persona o del arma) o de simple prodicción (ocultamiento de la mala intención), prescindiendo así de la finalidad del
autor de obrar sin riesgo para la propia persona, que caracteriza la alevosía.
Lo que ha hecho la fórmula ahora vigente es superar la discusión habida acerca de si por veneno únicamente debe entenderse lo que mata
por acción química o si también debe entenderse por tal lo que lo hace por acción térmica o mecánica, siempre que se use insidiosamente.

HOMIDICIO AGRAVADO POR LA FINALIDAD: HOMICIDIO POR PLACER

Art. 80 CP: “Se impondrá reclusión perpetua o prisión perpetua, pudiendo aplicarse lo dispuesto en el art. 52, al que matare: Inc. 4. Por
placer…”.
El hecho de matar una persona por el gusto, agrado o deleite que al autor le produce el acto – móviles demostrativos de mayor perversidad
– es lo que caracteriza este agravamiento. Ese placer puede derivar del hecho mismo de matar (impulso de perversidad brutal), o del hecho
de ver correr sangre o de la producción de sensaciones sexuales; o de otra índole, como puede ser la sola contemplación de la muerte. La
satisfacción del placer es el fin al que debe tender el autor al cometer o tentar el homicidio.
El fundamento de la agravante radica en la mayor perversidad del autor, que mata por experimentar placer.
El placer es la sensación de contento o satisfacción que produce cierto hecho o circunstancia. Quien mata por placer lo hace por el gusto
que le produce el acto, sin otra motivación que lo haya determinado, inspirado por un placer antinatural de destruir la vida humana.
Se vislumbra que el tipo exige un requisito subjetivo que implica la finalidad de satisfacer el deseo de sentir placer, que es lo que debe
mover la actuación del agente, sin otra motivación o causa que lo lleve a cometer el hecho.

HOMICIDIO AGRAVADO POR EL VÍNCULO

Art. 80 CP: “Se impondrá reclusión perpetua o prisión perpetua, pudiendo aplicarse lo dispuesto en el art. 52, al que matare: Inc. 1. A su
ascendiente, descendiente, cónyuge, ex cónyuge, o a la persona con quien mantiene o ha mantenido una relación de pareja, mediare o no
convivencia.
El homicidio se agrava si el autor, sabiéndolo, en el momento del hecho está ligado con la víctima por una relación parental ascendente o
descendente, o por matrimonio (existente o disuelto) o por mantener o haber mantenido una relación de pareja, haya mediado o no
convivencia.
Es el crimen llamado “parricidio”.
La ascendencia y descendencia pueden tener su fuente en el matrimonio o fuera de él. El Código Penal no hace la distinción entre el
llamado parricidio propio, esto es, la muerte de los padres o de los ascendientes o descendientes sin limitación y el parricidio impropio, que
es el que tiene por víctima a los esposos o a otros parientes que no sean los padres. El parentesco por adopción, no siendo de sangre,
ascendente o descendente, no califica el homicidio como parricidio. Tanto la existencia de la filiación como la del matrimonio deben
probarse con arreglo a las exigencias de la ley civil.
La razón del agravamiento es, en este caso, la violación por el autor de los deberes de respeto y protección emergentes del vínculo. El
autor muestra un desafecto que vuelve más criminal la muerte causada.
Subjetivamente el parricidio requiere, como elemento de su figura, que el autor mate sabiendo que la víctima es su ascendiente,
descendiente, cónyuge, ex cónyuge, etc. Como ese saber no depende sólo de circunstancias de hecho sino también de apreciaciones de
carácter jurídico, tanto la ignorancia o error de hecho como de la ley extrapenal (la que no castiga el hecho), excluyen ese elemento
subjetivo. El deber de haber conocido el vínculo no equivale al saber requerido por la ley.
Las uniones civiles conformadas por dos personas del mismo sexo no dan lugar a la aplicación de este agravante en el caso de que uno de
sus integrantes diera muerte al otro, sabiendo que están civilmente unidos.
El tipo exige que el agente actúe con dolo, que puede ser directo o eventual, de modo que comprenderá tanto el caso de quien actúa
queriendo matar a su ascendiente, descendiente, cónyuge, ex cónyuge, pareja o ex pareja, como el de quien lo hace aceptando la
causación del resultado en una de esas personas.

Parricidio y circunstancias extraordinarias de atenuación (art. 80 último párrafo)


El último párrafo del art. 80 expresa: “Cuando en el caso de inciso primero de este artículo, mediaren circunstancias extraordinarias de
atenuación, el juez podrá aplicar prisión o reclusión de 8 a 25 años. Esto no será aplicable a quien anteriormente hubiera realizado actos de
violencia contra la mujer víctima”. Núñez dijo que la circunstancia extraordinaria de atenuación, si bien consiste en circunstancias diferentes
de la emoción violenta, tiene como ella naturaleza subjetiva. El autor tiene que haber sido impulsado al homicidio calificado por el vínculo
(único al que alcanza este atenuante) por un hecho que sea la causa motora hacia el crimen, de poder excepcional con arreglo a las
circunstancias preexistentes o concomitantes al delito.
Las circunstancias de esta especie pueden referirse, por ejemplo, a las relaciones del autor con la víctima, o a situaciones que, aunque
referidas a la víctima, no se deben a su inconducta.
La disminución de la pena no es obligatoria para el juez, sino facultativa. La concurrencia de la circunstancia atenuante no constituye una
simple cuestión de hecho, pues es una cuestión de derecho la adecuación del caso al concepto legal de las “circunstancias extraordinarias
de atenuación”.

HOMICIDIO POR CUESTIONES DE GÉNERO

Art. 80: “Se impondrá reclusión perpetua o prisión perpetua, pudiendo aplicarse lo dispuesto en el art. 52, al que matare:
1. A su ascendiente, descendiente, cónyuge, ex cónyuge, o a la persona con quien mantiene o ha mantenido una relación de pareja,
mediare o no convivencia (…)
4. Por placer, codicia, odio racial, religioso, de género o a la orientación sexual, identidad de género o su expresión (…)
11. A una mujer cuando el hecho sea perpetrado por un hombre y mediare violencia de género.
12. Con el propósito de causar sufrimiento a una persona con la que se mantiene o ha mantenido una relación en los términos del inc. 1.
Cuando en el caso del inc. 1 de este artículo, mediaren circunstancias extraordinarias de atenuación, el juez podrá aplicar prisión o
reclusión de 8 a 25 años. Esto no será aplicable a quien anteriormente hubiera realizado actos de violencia contra la mujer víctima”.

HOMICIDIO AGRAVADO POR EL VÍNCULO Y POR LA RELACIÓN CON LA VÍCTIMA


- Tipo objetivo. La acción típica: el delito consiste e matar al ascendiente, descendiente, cónyuge, ex cónyuge, o a la persona con quien
mantiene o ha mantenido una relación de pareja, mediare o no convivencia.
Aquí, a diferencia del parricidio propiamente dicho – cuya fundamentación del plus punitivo sigue siendo el lazo de sangre entre el autor y la
víctima (parricidio en sentido propio) – y del uxoricidio – justificado por razones normativas: el vínculo del matrimonio -, el precepto incorpora
la agravante del “ex cónyuge”, sin hacer ninguna distinción ni referencia acerca de la subsistencia del vínculo matrimonial, porque bien
puede tratarse de un matrimonio desavenido, separado de hecho, con o sin voluntad de unirse o divorciado vincularmente, situaciones
todas que, dogmáticamente, ninguna relevancia tienen respecto de la concurrencia de la agravante, por cuanto lo que más importa para el
incremento de la pena es la existencia (presente o pasada) del vínculo entre el agresor y la víctima, al igual que la persona con quien aquél
“tiene o haya tenido una relación de pareja, con o sin convivencia”.
Es suficiente con el dato naturalístico (ascendiente, descendiente) y normativo (cónyuge, relación de pareja) de que hayan concurrido
dichos vínculos o situaciones. Por lo tanto, quedan comprendidos en la agravante el homicidio del concubino y de la novia, siempre que
haya habido una “relación de pareja” entre el agresor y la víctima, situación que excluye las meras relaciones pasajeras, transitorias o
amistosas.
El tipo penal comprende sólo el denominado “femicidio íntimo”, cuando se trate del asesinato de una mujer con quien el agresor haya tenido
una relación afectiva, familiar o de pareja.
¿Cuál es el fundamento de aplicar la pena más grave del ordenamiento jurídico-penal al homicidio de la ex pareja o novia, con quien ya no
se tiene una relación de convivencia, o que nunca la hubo, y se castigue con menor pena el homicidio de un anciano, un niño o una persona
especialmente vulnerables (hijo, madre, abuela) con quienes se puede estar compartiendo (o haber compartido) una situación de
convivencia?, ¿por el sólo hecho de ser mujer, o por haber estado casada o en pareja con el agresor?
Parecería que en estos casos el legislador ha concedido mayor protección a personas en ciertas y determinadas situaciones en detrimento
de otras especialmente vulnerables en similares situaciones, circunstancia que podría ser cuestionable desde el punto de vista de la
violación al principio de igualdad consagrado en el art. 16 CN, como así desde el principio de proporcionalidad de las penas.

- Sujetos del delito: si se trata del homicidio de los ascendientes, descendientes o cónyuge, estamos ante un tipo especial de autor
calificado, en el sentido de que sólo puede ser sujeto activo del delito aquel que reúne la condición requerida normativamente. En estos
casos, sujeto pasivo también debe ser algunas de estas personas (ascendiente, descendiente o cónyuge). Si, en cambio, se tratara del
homicidio del ex cónyuge, de la pareja o del conviviente, entonces estamos ante un delito común de sujetos indiferenciados. Tanto el autor
como la víctima pueden ser cualquier persona. Las situaciones descriptas por el tipo (relación de pareja, con o sin convivencia) no son
situaciones que requieran de una regulación normativa, sino circunstancias objetivas que determinan el plus de injusto que justifica el
incremento de la pena.
Los sujetos son indiferentes al sexo; pueden pertenecer al sexo masculino o al sexo femenino.
El tipo penal no requiere que la muerte haya ocurrido en un contexto de género (situación que tampoco puede ser absolutamente
descartable a los fines típicos), sino que es suficiente con que el resultado haya recaído en personas unidas por alguno de los vínculos
(ascendientes, descendientes, cónyuge, ex cónyuge) o relaciones expresamente previstas en la fórmula legal (relación de pareja o de
convivencia). Si la muerte se produce en un contexto de género, y la víctima es un varón, el hecho queda enmarcado en este inciso, pero si
la víctima es mujer (y el autor un hombre), el delito se traslada a la figura prevista en el inc. 11 del mismo artículo.
En términos de penal, se equipara a la muerte del padre o de la madre a una persona con quien se tuvo una relación de pareja, que pudo
haber sido de corta duración, aun sin convivencia (repárese en el ejemplo del novio o de la novia).
La norma es confusa, excesivamente amplia, indeterminada y generadora de inseguridad jurídica (piénsese en los problemas de
interpretación que acarrea la expresión “relación de pareja”), circunstancias que lesionan el principio de legalidad por violación del mandato
de taxatividad penal que exige la mayor precisión técnica posible en la construcción de la figura típica. Todo lo cual nos podría llevar a
preguntarnos ¿cuál es el fundamento que justifica la mayor penalidad en los casos de muerte del ex cónyuge o de una persona con quien
se ha tenido una relación de pareja, equiparándolos a la situación del cónyuge, del ascendiente o del descendiente, situaciones en las que
se mantiene la relación vincular y de vida en común entre el autor y la víctima (parentesco o vínculo matrimonial)?
Con arreglo al texto legal, el término “relación de pareja” – al no exigir “convivencia” – (mediare o no convivencia dice la ley) debe ser
entendido, mínimamente, como una relación meramente afectiva, que puede o no presuponer convivencia o vida en común. De manera
que, de acuerdo a esta interpretación, tendrá la misma pena matar a la esposa, a la concubina o a la novia, toda vez que la relación de
convivencia no es exigible por el tipo penal en cuestión, ni tampoco que la muerte se haya producido en un contexto de género.
Tal conclusión genera nuevas preguntas: ¿Se justifica racionalmente aplicar el mayor castigo a situaciones tan desiguales?; la mayor
penalidad para la muerte de la esposa (aun discutible desde un punto de vista político criminal), ¿debe estar equiparada a la muerte de la
novia o del novio, con quien ni siquiera se ha tenido una relación de convivencia?
Seguramente, el principio de igualdad ante la ley y una interpretación restrictiva de la norma puedan suministrarnos una equilibrada
respuesta para resolver la cuestión.

- Tipo subjetivo: el delito es doloso, resultando admisible el dolo eventual con respecto al resultado, no así las formas imprudentes.
El error sobre la existencia del vínculo excluye el tipo agravado, al igual que los casos de aberratio ictus (se quiere matar a un sujeto unido
vincular o relacionalmente con el autor, pero se desvía la acción y se da muerte a un tercero no unido vicular o relacionalmente con el
agente).

- Consumación y tenativa: la consumación coincide con la muerte del sujeto pasivo. La tentativa es admisible.

- Circunstancias extraordinarias de atenuación: éstas no resultarán de aplicación cuando el homicidio se hubiere cometido en un
contexto de violencia de género. Pero siempre que en dicho ámbito la muerte haya recaído en una persona del sexo femenino.
Si la muerte se produjere sobre una persona del sexo masculino, pueden resultar aplicables las circunstancias extraordinarias de
atenuación sin ningún tipo de limitaciones. Por lo tanto, la regla beneficia a la mujer, no al hombre víctima del mismo delito.
La atenuación de la pena no será de aplicación cuando la “mujer víctima” haya sido objeto de actos de violencia “anterior” por parte del
agresor, en un contexto que puede o no ser de género, pero que han sido desplegados con anterioridad a su asesinato.
Cuando la ley hace referencia a la mujer víctima, está aludiendo al sujeto pasivo del delito previsto en el inc. 1 del art. 80, no a cualquier
mujer, sino sólo a aquella que está o ha estado unida vincular o relacionalmente con el agresor. La mujer víctima debe reunir la cualidad
específica exigida normativamente (ascendiente, descendiente, cónyuge o ex cónyuge) o mantener o haber mantenido con el autor de la
violencia una relación de pareja, con o sin convivencia.
La disposición no resulta aplicable en aquellos casos en los que se da muerte a una persona del sexo masculino caracterizada en los
términos de la ley 26.743 de Identidad de Género (autopercepción femenina).

HOMICIDIO AGRAVADO POR ODIO (INC. 4)


El delito consiste en matar a otro (por odio)…de género o a la orientación sexual, identidad de género o su expresión.
Este tipo de homicidio se caracteriza por el móvil del autor, que es el odio o la aversión que siente por la víctima, por su condición de
pertenecer a un determinado género (masculino o femenino), por su orientación sexual (por ser heterosexual, homosexual, bisexual), por
identidad de género (por sentirse de un sexo distinto al que posee biológicamente, esto es, por ser y querer ser distinto de lo que se es).
Tratándose el concepto “identidad de género” de un elemento normativo del tipo, extrapenal, habrá que tener en cuenta en la integración
del tipo penal la definición de la ley 26.743 de Identidad de Género. Esta última motivación – identidad de género – incluye el odio a la
persona por su cambio de sexo o por tener modales, forma de hablar o vestimenta del sexo opuesto.
El agresor no mata porque con ello persiga algún fin determinado; por lo general, lo hará por odio al género humano, constituido por los
sexos masculino y femenino, sea por las diferencias o desigualdades que ello implica o bien por “misoginia”, esto es, por desprecio a la
víctima porque es del sexo femenino.
Subjetivamente, el delito es doloso, de dolo directo.

FEMICIDIO (INC. 11)


El femicidio implica la muerte de una mujer en un contexto de género. Se caracteriza por la presencia de una víctima mujer vulnerable, que
es el elemento determinante del mayor contenido de injusto del hecho típico. Se trata, siempre y en todos los casos, de una cuestión de
género.
Se caracteriza como una forma extrema de violencia contra las mujeres, consistente en dar muerte a una mujer por su mera condición de
tal. No se trata del homicidio de cualquier mujer, sino de una mujer por el hecho de serlo.
Entonces, se puede definir el femicidio como la muerte de una mujer en un contexto de género, por su pertenencia al género femenino
(porque es una mujer).
- Bien jurídico protegido: el femicidio es, técnicamente, un homicidio y, por lo tanto, aun cuando sólo el hombre pueda ser su autor y
sólo una mujer la víctima, el bien jurídico protegido sigue siendo la vida de ésta, como en cualquier homicidio.
El fundamento de la mayor penalidad debemos buscarlo en la condición del sujeto pasivo y en las circunstancias especiales de su comisión:
violencia ejercida en un contexto de género. De aquí que el asesinato de cualquier mujer, en cualquier circunstancia, no implica siempre y e
todo caso femicidio, sino sólo aquella muerte provocada en un ámbito situacional específico, que es aquél en el que existe una situación de
subordinación y sometimiento de la mujer hacia el varón, basada en una relación desigual de poder. Sólo desde esta perspectiva, merced a
este componente adicional que acompaña a la conducta típica (plus del tipo de injusto: la relación desigual de poder) se puede justificar la
agravación de la pena cuando el autor del homicidio es un hombre y la víctima una mujer. De otro modo, se estaría concediendo mayor
valor a la vida de una mujer que a la de un hombre, en iguales circunstancias, lo cual pondría de manifiesto un difícil e insalvable conflicto
de constitucionalidad.

- Tipo objetivo: el delito consiste en matar a una mujer cuando el hecho sea perpetrado por un hombre y mediare violencia de género.
Se trata de un tipo agravado de homicidio, especial impropio, calificado por el género del autor, cuya perfección típica exige la concurrencia
de las siguientes condiciones:
a) Que el autor del homicidio sea un hombre;
b) Que la víctima sea una mujer;
c) Que el agresor haya matado a la víctima “por ser mujer” (pertenencia al género femenino); y
d) Que el asesinato se haya perpetrado en un contexto de violencia de género.

- Sujetos del delito: sujeto activo sólo puede ser un hombre, mientras que sujeto pasivo sólo puede ser una mujer.
Si el asesinato ocurriera en el marco de una relación conyugal o de pareja, el delito no se multiplica pero, en todo caso, sólo podrá
configurar femicidio si la muerte se produce, objetivamente, en el marco de un contexto de género y, subjetivamente, por pertenecer el
sujeto pasivo al género femenino. De no darse estas exigencias, la conducta debe ser reconducida hacia el homicidio agravado por el
vínculo parental o por la relación con la víctima.
La nueva formulación penal tiene dos aspectos que deben destacarse: por un lado, implica una hiperprotección de la mujer, con exclusión
del varón, exclusivamente en el marco de una relación heterosexual, circunstancia que podría generar algún planteo de inconstitucionalidad
por violación del principio de igualdad establecido en el art. 16 CN, ya que no solamente se aprecia un diferente tratamiento en torno de los
sujetos del delito (la pena es más grave cuando el sujeto pasivo es mujer y es menor grave cuando el sujeto pasivo es hombre y resulta
víctima de la agresión de una mujer), sino también en el homicidio perpetrado en el ámbito de una relación homosexual (hombre-hombre,
mujer-mujer); y por otro lado, exhibe un marco punitivo de gran severidad para aquellos hechos de violencia que involucran una cuestión de
género y no así en circunstancias en que no existe de por medio un contexto de tal naturaleza.
Un problema que se podría plantear reside en que, además del desvalor de resultado (muerte de la mujer), el tipo penal exige que ese
resultado se haya producido en un contexto de género, esto es, en un ámbito específico en el que existe una situación de subordinación y
sometimiento de la mujer por el varón, basada en una relación desigual de poder.
El concepto de “violencia de género”, que es un elemento normativo del tipo, extralegal, no hay que buscarlo en el Código Penal sino en la
ley 26.485 de Protección Integral de la Mujer, cuyo art. 4 define a la violencia contra la mujer como “toda conducta, acción u omisión, que de
manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad,
dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su seguridad personal. Quedan comprendidas
las perpetradas desde el Estado o por sus agentes. Se considera violencia indirecta, a los efectos de la presente ley, toda conducta, acción,
omisión, disposición criterio o práctica discriminatoria que ponga a la mujer en desventaja con respecto al varón.
El tipo de femicidio exige que el resultado se produzca “mediando violencia de género” – no dice “violencia contra la mujer” -, y la palabra
género puede conducir a equívocos lingüísticos, circunstancia que produce un real peligro a la seguridad jurídica y, consecuentemente, a la
función de garantía del tipo penal, en suma, al principio de legalidad.
Por esta razón, una razonable exégesis del elemento “violencia de género” nos lleva a la conclusión de que debe ser entendido como
equivalente al concepto “violencia contra la mujer” que define la ley 26.485, con lo cual el tipo penal quedaría completado, integrado, con la
interpretación normativa, por remisión a la regla legal correspondiente. De este modo, no se pondría en riesgo el principio de taxatividad
penal.
Existen 3 tipos de femicidio: 1) femicidio íntimo o vincular (el asesinato de sujetos con los que la víctima tenía una relación íntima, familiar,
de convivencia, etc.); 2) femicidio no íntimo (asesinato de sujetos con los que la víctima no tenía las relaciones antes señaladas); 3)
femicidio por conexión (asesinato de sujetos que se encontraban en la “línea de fuego” de un hombre tratando de matar a una mujer, por
ejemplo, por intervenir en defensa de la víctima o porque simplemente se hallaba en el radio de acción del autor).

- Tipo subjetivo: el delito es doloso, de dolo directo. No resultan admisibles ni el dolo eventual ni las formas imprudentes.

- Consumación y tentativa: la consumación coincide con la muerte de la mujer. Se trata de un delito de resultado material, que admite la
tentativa.

HOMICIDIO TRANSVERSAL O VINCULADO (INC.12)


El inc. 12 del Art. 80 pune con la máxima pena a quien haya cometido el homicidio con un propósito determinado: “causar sufrimiento a una
persona con la que se mantiene o se ha mantenido una relación en los términos del inc. 1, esto es, una relación de pareja, mediare o no
convivencia.
Quedan abarcadas por el precepto tanto la relación formal de pareja (matrimonio) como la informal (concubinato, noviazgo, etc.)
El delito requiere que se ocasione la muerte de “una persona” (cualquiera) para que otra sufra por esa muerte. No interesa el vínculo o
relación que esta persona haya tenido con la víctima del homicidio, ni que haya experimentado sufrimiento o dolor por su muerte. Lo que
caracteriza al delito es su configuración subjetiva: la finalidad del agresor (causar sufrimiento) siendo suficiente para la perfección típica que
se haya matado con dicha finalidad, aunque no se haya logrado el fin propuesto.
Se trata de un homicidio “transversal”, porque implica la eliminación física de un individuo a quien el autor de la agresión ni siquiera pudo
haber llegado a conocer, pero que lo mata “con el propósito de lograr el dolor o sufrimiento ajeno o herirla íntimamente en sus
sentimientos”, esto es, de otra persona respecto de quien el autor sabe o conoce que la muerte de aquél le va a implicar un dolor, un
sufrimiento o un padecimiento, que puede ser de cualquier naturaleza, psíquico, físico, etc. Por ejemplo: matar al hijo para que la madre,
con quien el autor tiene o ha tenido una relación de pareja, sufra.
Este tipo de homicidio, independientemente del hecho físico o material de la muerte de una persona, se caracteriza subjetivamente, por
cuanto al dolo propio de todo homicidio se añade un elemento subjetivo del injusto típico consistente en el logro, la búsqueda, el propósito,
de causar un sufrimiento en otra persona ligada a la víctima. Se mata “para” que otro sufra.
El tipo penal no requiere para su consumación que la persona damnificada por el homicidio (persona sufriente, con quien se tiene o se ha
tenido un vínculo o alguna de las relaciones de las enumeradas en el art. 80 inc. 1) sufra “realmente” por la muerte del ser querido. Es
suficiente a los fines típicos que el autor mate “para” que la otra persona sufra por el homicidio del otro sujeto, aunque no logre el fin
propuesto. Aun así, tratándose de un delito de resultado material, la tentativa es admisible.
Por lo tanto, su configuración exige la concurrencia de los siguientes elementos: el hecho material de la muerte de una persona, la intención
(dolo) de matar y el propósito definido de causar un sufrimiento o dolor en otra persona (tipo subjetivamente configurado). La inexistencia de
este elemento subjetivo elimina la aplicación de la agravante.

FALLO DE CAUSA 5.203/2013, JUZGADO NACIONAL EN LO CRIMINAL DE INSTRUCCIÓN 17 (M.G.G.)


El Juzgado de Instrucción decretó el procesamiento de M.G.G. por considerarlo autor del delito de femicidio agravado por la relación de
pareja entre el autor y la víctima, y por haber sido cometido con ensañamiento (arts. 45 y 80 incs. 1, 2 y 11).
Sostuvo que la evaluación en un contexto integral y a la luz de la sana crítica racional de los elementos probatorios recabados permiten
tener por acreditado que el imputado, manteniendo una relación de pareja en la que mediaba convivencia y en un contexto claro de
violencia de género, puso fin a la vida de la víctima sometiéndola dañosamente a una agresión física a través del empleo de un arma blanca
y con golpes, que derivaron en 43 lesiones. La víctima presentaba lesiones de defensa, lo cual constituye un indicador objetivo de que la
posición del imputado era la de agresor, mientras que la víctima se defendía.
Todo evidencia que existió un contexto de violencia de género dado por cuestiones de pareja, mediando un abuso de la situación de
vulnerabilidad de la víctima, en función de la cual se agrava el reproche en el art. 80 CP.
En cuanto al ensañamiento, la acción del imputado no se limitó a quitarle la vida, sino también a llevarlo a cabo de manera sañosa, es decir,
incrementándose el dolor de la víctima.
El femicidio se encuentra normativamente definido como la acción de dar muerte a una mujer llevada a cabo por un hombre mediando
violencia de género. Para conceptualizar los alcances normativos del elemento “violencia de género” debe considerarse la Convención de
Belém do Pará, que establece que “debe entenderse por violencia contra la mujer cualquier acción o conducta, basada en su género, que
cause muerte, daño o sufrimiento, físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado…” (Art. 1).
Asimismo, la doctrina enseña al respecto que “violencia de género es violencia contra la mujer, pero no toda violencia contra la mujer es
violencia de género. Ésta presupone un espacio ambiental específico de comisión y una determinada relación entre la víctima y el agresor.
La violencia de género también es violencia, pero que se nutre de otros componentes, diferentes a aquellos que caracterizan a los crímenes
violentos convencionales: un sujeto pasivo femenino, un sujeto activo masculino y un contexto específico en el que germina la conducta
criminal para doblegar y someter a la víctima”.

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