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Teo Ricos

La pulsión sexual es un concepto fundamental introducido por Freud para dar cuenta de la sexualidad humana de manera científica y no intuitiva. Freud define la pulsión sexual como: 1) Un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático que representa la demanda de trabajo psíquico generada por la relación con lo somático. 2) Una fuerza constante originada en el interior del cuerpo cuya satisfacción depende de la intervención de un objeto externo como los cuidados maternales. 3) Algo parcial que se centra en ciert

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Teo Ricos

La pulsión sexual es un concepto fundamental introducido por Freud para dar cuenta de la sexualidad humana de manera científica y no intuitiva. Freud define la pulsión sexual como: 1) Un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático que representa la demanda de trabajo psíquico generada por la relación con lo somático. 2) Una fuerza constante originada en el interior del cuerpo cuya satisfacción depende de la intervención de un objeto externo como los cuidados maternales. 3) Algo parcial que se centra en ciert

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AUDIOS TEÓRICOS – SEGUNDO PARCIAL

7 – 9 – 10 – 12 (unidades a trabajar en teóricos)

UNIDAD 7 – CLASE 1

IRRUPCIÓN DE LA SEXUALIDAD: EL CONCEPTO DE PULSIÓN

Primer abordaje sólido de la sexualidad, acuñando un nuevo término: pulsión.

Abordaje de la sexualidad que permita dar cuenta de lo que la experiencia le muestra: incidencia
de lo sexual en el campo de la subjetividad.

Carta de Freud a Flyes Nro 121 (octubre del 1899)

Una teoría de la sexualidad puede muy bien ser la sucesión inmediata del libro sobre los sueños.

El tema de la sexualidad está presente en la obra de Freud desde sus inicios. El señala por ejemplo
“la importancia de los factores sexuales en la etiología de las neurosis. Lo inconciliable de las
representaciones reprimidas se debe a su carácter sexual” En carta 52 “la condición de la represión
es la naturaleza sexual de las vivencias que Freud encuentra en el origen de las neurosis” En el
texto “etiología de la histeria” Freud plantea que “en la base de todo caso de histeria se encuentra
una o varias vivencias reproducibles por el trabajo analítico de una experiencia sexual prematura”
y en la “int de los sueños” plantea “la fuerza pulsionante para la realización de deseos en los
sueños estaba referida a los deseos sexuales e infantiles”

Si bien la sexualidad ya ocupaba un lugar central conecta a los conceptos de la teoría en las
elaboraciones Freudianas.

En el texto “pulsiones y destinos de pulsión” Freud plantea que “es necesaria una teoría de la
sexualidad para no tener una versión intuitiva de la misma”. Lo que le parece a cada uno sin que
podamos dar cuenta del estatuto conceptual del mismo. Las versiones de la sexualidad suelen ser
importadas de otro campo, con el valor de ese campo.

3 definiciones de pulsión

1) (Esta primera definición se acompaña de la intención de Freud por quitar la “versión


intuitiva”). La pulsión como concepto fronterizo o límite entre lo anímico y lo somático.
Pulsión como concepto de la relación compleja entre anímico y somático. En el abordaje de la
pulsión sexual, señala la importancia de la elaboración de los conceptos en la construcción de
una ciencia, de modo tal que contrapone los conceptos a los fenómenos.
La sexualidad va más allá de los fenómenos que podemos situar en el orden de lo sexual. Se
construye diferenciándose de versiones intuitivas de la sexualidad.
Cuando construye el concepto de pulsión lo diferencia de otras dos nociones: instinto
(PULSIÓN = TRIEB; Forma en que se nombra en alemán a la pulsión diferenciándola de
INSTINT. Aquí la diferencia del instinto) y de la genitalidad (porque el concepto de pulsión
sexual comprende, pero excede a la genitalidad. No reduce la pulsión a genitalidad)
Se construye el concepto de pulsión esta confrontación entre pulsión e instinto y pulsión y
genitalidad. Es necesario trazar los bordes propios de este concepto.
¿Qué caracteriza los estímulos pulsionales? Señala que se diferencian en principio los
estímulos fisiológicos. La diferencia es la procedencia de estos estímulos. Los fisiológicos
proceden del exterior (ej. Luz, sonidos) que ingresan al aparato por la vía del polo perceptual.
Freud dice que hay otros estímulos que tienen otra procedencia. En un principio los va a
llamar estímulos de la necesidad, pero rápidamente se va a preguntar si son solo de
necesidad. Ya Freud pone en cuestión que el aparato psíquico esté dirigido a la satisfacción de
la necesidad y reformula la cuestión del cumplimiento de deseo.
Contrapone los estímulos de la necesidad con ciertos estímulos que se diferencian de los
fisiológicos porque provienen del interior del organismo (ej: hambre, sed, dolor). Diferencia
los estímulos según si proceden del interior o exterior del organismo. Esto condiciona otra
diferencia que es: según de donde procedan los estímulos va a ser distinta su relación a la
huida o a la fuga, porque cuando se trata de estímulos fisiológicos (exterior) puede haber una
acción motriz que permita huir o alejarse de dichos estímulos (ej. Cerrar los parpados y evitar
estímulo lumínico). En cuanto a los estímulos interiores no vale la huida. Hay una ineficacia de
la fuga. Frente a estos me encuentro con un problema: hay algo en el campo de lo somático
que no se resuelve en el interior mismo del campo de lo somático. Es necesario que se
solucione en otro campo.
Esto permite entender una segunda definición de la pulsión.
2) La pulsión es, además, una magnitud de exigencia de trabajo impuesta a lo psíquico a
consecuencia de su relación con lo somático. Es decir, la conexión con lo somático no se
resuelve en el campo de lo somático y entonces plantea un monto de exigencia de trabajo que
se le impone al campo de lo psíquico que tiene que resolver.
El campo de lo psíquico recibe una cierta carga del campo de lo somático y tiene que resolver
el problema que en ese campo no puede resolverse.
Aquí incide otro factor: que dentro de los estímulos interiores donde la fuga es ineficaz, no hay
acción motriz que permita resolverlo, es lo que Freud indica como “índole de la fuerza”.
Dentro de los estímulos interiores (de la necesidad) hay estímulos que se cancelan en la
medida que la fuerza es momentánea (por ejemplo, ante el hambre, me alimento. Es decir,
acción motriz que anula el estímulo interno). Distinto es si ninguna acción motriz me permite
cancelar este estímulo interior. Me encontraré ahí con una fuerza constante que no cesa.
Hay ciertos estímulos que provienen del interior con una fuerza constante, sin acción motriz
que permita cancelarlos. Aquí se retorna (sobre experiencia de satisfacción) a la necesidad del
otro de los cuidados ajenos. Estos estímulos (primero de necesidad; luego pulsionales) están
determinados por dos insuficiencias o limitaciones: Por un lado, no sirve la huida y por el otro
no hay acción específica para cancelar dicho estímulo. Efectivamente entonces es necesario la
intervención del otro en los cuidados ajenos (cuidado materno, otro materno).
“Cuidado ajeno” en modo relevante porque incide en la pulsión sexual. Relevancia de
intervención del otro en experiencia de satisfacción: aporta un objeto y deja una marca. Esta
marca aparece como sostén de la repetición de una satisfacción previa. No corrige la ineficacia
de la huida (no resuelve la cancelación del estímulo de la necesidad). Esta marca señala un
recorrido que tiene como punto de partida a la necesidad, pero que posteriormente se
independiza. En este sentido veremos que esa intervención del otro, de los cuidados ajenos,
marca a la necesidad como un punto de apoyo de la pulsión sexual, pero para posteriormente
independizarse. La pulsión de entrada se enmarca para Freud como una pulsión parcial por
tres motivos:
- Parcial respecto del cuerpo como una totalidad. No se trata del organismo como
totalidad, sino ciertas partes del cuerpo.
- Parcial respecto de la genitalidad. Intervienen otras partes del cuerpo.
- Parcial respecto de la necesidad, porque aparece en principio determinada necesidad de
cancelar los estímulos, pero posteriormente se independiza. En esta independización el
cuerpo aparece marcado por la intervención del otro en lo cuidados ajenos. Estos
cuidados producen un efecto de erogenización. Los elementos más esenciales para la
teoría de la pulsión sexual son los objetos que han estado en conexión con los cuidados
maternales (por ejemplo, la zona de la boca que primero tuvo una conexión por la
lactancia). Esto deja un efecto de erogenización en el cuerpo. Marcan al cuerpo y lo
libidinizan.

En la conf. 20 “la vida sexual de los seres humanos” pag 286 y 287 Freud dice “pero observamos
que el lactante quiere repetir la acción de recepción de alimento sin pedir que se le vuelva a dar
este”. Por tanto, no está bajo la impulsión del hambre. Chupetea, y esto produce efectos muy
marcados de satisfacción. “El lactante genera acciones cuyo único propósito es la ganancia de
placer”.

En la conf 21 “desarrollo libidinal y relaciones sexuales” pag 299 y 300 Freud señala la cuestión del
vínculo de las pulsiones sexuales parciales con el objeto, y dice “así el primer objeto de los
componentes orales de la pulsión sexual es el pecho materno que satisface la necesidad de pulsión
del lactante. En el acto del chupeteo se vuelven autónomo los componentes eróticos que se
satisfacen juntamente al mamar. El objeto se abandona y se sustituye por un lugar del cuerpo
propio. La pulsión oral se vuelve entonces autoerótica”. Acá aparece un término central para la
construcción de la pulsión que es “apuntalamiento”. Hay un apuntalamiento o apoyo por la
intervención de este otro de los cuidados ajenos, la pulsión se apuntala en otro que está centrado
en la resolución de los estímulos de la necesidad, pero, así como en ocasión de la experiencia de
satisfacción decíamos que el objeto estaba perdido, hay una caída de la necesidad y una
constitución de un objeto propio para la pulsión que Freud lo ubica en relación al chupeteo del
pulgar. Hay un objeto que se sustituye y pone en el centro de la escena el cuerpo propio (en
relación al pulgar que el bebé chupetea cuando no mama del pecho materno y que lo remplaza).
También el cuerpo propio en el orden de los labios, que vuelven a ser estimulados por este pulgar.
Esta estimulación es una cuestión central que delimita ciertas partes del cuerpo como relevantes
en cuanto a pulsión sexual.

Este cuerpo propio adquiere relevancia en el punto donde Freud dice que la pulsión se ha vuelto
autoerótica. Busca cierta satisfacción de placer, ya no en el cuerpo del otro, sino en el propio. Acá
se recortan dos rasgos de la pulsión centrales: Parcialidad y autoerotismo

-La pulsión es parcial: Por su contraposición con el cuerpo total, como unidad. Parcial respecto de
la genitalidad y de la necesidad.

-La pulsión es autoerótica: Busca cierta satisfacción de placer, ya no en el cuerpo del otro, sino en
el propio.
Con la formalización de este concepto, adquiere cierta relevancia dos características, elementos o
dimensiones:

- La importancia que tiene la función estructurante del otro en los cuidados ajenos. Efecto
de indefensión de la criatura humana (ya se veía en la experiencia de satisfacción) se
remarca con la imposibilidad de huida, falta de acción específica. Intervención del otro
como fundamento mismo de la pulsión.
- Temporalidad de la repetición. Freud habla de “la necesidad de la repetición de una
satisfacción previa” (ej: chupeteo del pulgar como repetición de la experiencia del
mamar). Habla de un estado de necesidad que exige el retorno de la satisfacción para
poder entender a la pulsión sexual. Búsqueda de un placer experimentalmente recordado.
Dice “la pulsión nunca deja de aspirar a esa satisfacción plena que consistiría en la
repetición de una primera vivencia de satisfacción.

Estos condicionan los dos rasgos anteriores y remarca la noción de apuntalamiento porque indica
un punto de apoyo, pero una independización de la pulsión más allá del cuerpo biológico, más allá
de la necesidad.

UNIDAD 7 – CLASE 2

La pulsión es, por un lado parcial, por el otro autoerótica y al mismo tiempo está determinada por
dos variables:  
-La función estructural del otro de los cuidados ajenos.  
-La temporalidad de las repeticiones. 

La pulsión aparece determinada por la relación entre el sujeto y el otro de los cuidados ajenos.
Esto, que situamos como una función estructurante del otro.  1 otro que marca un cuerpo. Freud
figura en el orden de la succión del bebé en el pecho materno. Que marca el cuerpo, y esta
funciona como soporte de lo que Freud ubica como la necesidad de la repetición de una
satisfacción previa. Relacionado con este pasaje que Freud interroga acerca de esa dirección que va
de la succión del pecho materno al chupeteo del pulgar.  
Así ubicamos una noción central en el concepto de pulsión: el apuntalamiento o apoyo. Aquí ubica
como las pulsiones se apoyan en lo que Freud llama las funciones de conservación. En el caso de la
succión del pecho materno tiene que ver con la alimentación. Pero en el punto del chupeteo del
pulgar se independiza de las funciones de conservación y toma un registro autónomo, que es el
interés de Freud.  
Este otro de los cuidados ajenos es entonces 1 otro que se sostiene en el orden del intercambio.
Intercambio entre el sujeto y el otro de los cuidados ajenos. Va a determinar, en lo tocante a la
pulsión sexual, que haya un predominio de las zonas de intercambio entre el sujeto y el otro de los
cuidados ajenos.  Por esto Freud indaga qué parte del cuerpo podría funcionar como
una parte erogeneizada especialmente sensibilizada por la pulsión sexual. Cualquier parte de
la piel o de las mucosas puede ser asiento de esta pulsión. Esta zona es tomada por la pulsión
sexual y de esta forma, erogeneizada. Efectivamente Freud se interroga por las relaciones entre el
cuerpo y lo psíquico. Por esto Freud produce otra de las tres definiciones (1- pulsión
como concepto límite y fronterizo entre lo psíquico y lo somático; 2- pulsión como una
medida de exigencia de trabajo impuesta a lo psíquico como consecuencia de su relación con lo
somático) y ahora vamos a situar una tercera definición:   3-Pulsión como representante psíquico
de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan “el alma”, lo psíquico.  
Estas tres definiciones, acentuada en la tercera, refiere cierta conexión o relación que Freud
interroga acerca de las relaciones entre el cuerpo y lo psíquico. Esto efectivamente condiciona a
este cuerpo pulsional. Porque en el punto en que cualquier parte de cuerpo (piel o mucosa) puede
ser asiento de la pulsión sexual, tenemos un cuerpo sexuado que no depende de las zonas
genitales necesariamente, ni de las “marcadas por los procesos fisiológicos” como la alimentación.
Sino que es un cuerpo erogeneizado por los cuidados maternales del otro de los cuidados ajenos.
No por el instinto, ni por los procesos fisiológicos.  
Distintos elementos que componen a la pulsión (cuatro) íntimamente entrelazados entre ellos: 
Fuente 
Meta 
Objeto 
Empuje o esfuerzo. Drang (denominación en alemán) 
 
Freud señala: El niño succiona el pecho materno, y esta succión deja una marca (en los labios). Los
labios quedan marcados por el intercambio con el otro de los cuidados ajenos: el pecho materno. Y
estos labios funcionan con la fuente de la pulsión, desde donde proviene el estímulo punsional.
Tiene que ver con esta marca que ha quedado en los labios del contacto con el pecho materno en
lo que ha sido la alimentación. En la Conferencia 20 dice Freud: “Observamos que el lactante
quiere repetir la recepción de alimento sin pedir que se le vuelva a dar este. Por tanto, no está bajo
la impulsión del hambre. Decimos que chupetea” “Así nos enteramos que el lactante ejecuta
acciones cuyo único propósito es la ganancia de placer”.
Somos de la opinión de que primero vivencia ese placer a raíz de la recepción de alimento pero
que pronto aprende a separarlo de esa condición. El chupeteo no implica el acto de la
alimentación. La pulsión se apuntala en las funciones de conservación.

Solo a la excitación de los labios y de la boca es que podemos referir esa ganancia de placer.
Llamamos zonas erógenas a esta parte del cuerpo y designamos como sexual al placer alcanzado
mediante el chupeteo. Lo que ubicamos como la fuente de la pulsión son las zonas erógenas:
cualquier parte con piel o mucosa. Solo que tienen que haber participado en los intercambios del
otro con los cuidados ajenos. Primero en la función de conservación (apuntalamiento) pero que
rápidamente se independiza y adquiere un valor sexual por sí mismo.

Es como sí esos labios “quedaran excitados”. La zona erógena supone un proceso excitante en un
órgano. Freud sostiene que cualquier parte de la piel o mucosa puede funcionar como un órgano
en el cual acontece un proceso excitante. Pasa a ser una zona de testimonio del otro de los
cuidados ajenos. Un órgano que se constituye como tal no por el instinto, ni la anatomía biológica
ni la fisiología, sino por una geografía libidinal, geografía erógena. Un cuerpo que aparece
marcado, sosteniendo las marcas de las experiencias con 1 otro primordial (el otro de los cuidados
ajenos).

Freud llama a la fuente zona erógena y le da las características de un proceso excitante en un


órgano que se constituye como órgano correspondiente a la pulsión por una delimitación libidinal.
Es la zona de intercambio. Adquiere carácter de órgano.
La fuente de la pulsión implica a un segundo elemento de esta: la meta. La meta de toda pulsión
sexual es la satisfacción. En este momento Freud se apoya en ciertos recursos de la biología y
aparece una referencia de que la satisfacción de la pulsión podría alcanzarse solamente con la
cancelación de ese estado de estimulación (que es en la fuente de la pulsión). Freud lo platea
como un modo de hacer cesar la excitación de dicho órgano. Órgano que no existe a priori, pero
que se constituye como tal a partir del intercambio con el otro de los cuidados ajenos. Entonces
¿Cómo se cancela el estado de estimulación en la fuente de la pulsión? Haciendo cesar la
excitación de dicho órgano. En la Conferencia 21, sobre la cancelación del estado de estimulación
Freud dice: “Así, el primer objeto de los componentes orales de la pulsión sexual es el pecho
materno, que satisface la necesidad de nutrición del lactante”. Recuerden el apuntalamiento de la
pulsión en la función de conservación. “En el acto del chupeteo se vuelven autónomos los
componentes eróticos que se satisfacen justamente al mamar”, es decir, se apuntala la pulsión a la
función de satisfacción, pero prontamente se independiza. El objeto se abandona y se sustituye
por un lugar del cuerpo propio. Aquí es donde la pulsión se vuelve autoerótica.

Aquí nos encontramos con un tercer componente de la pulsión: el objeto. Freud dice que se trata
de un placer que se logra mediante la estimulación de la zona erógena: El niño obtiene un placer
en el chupeteo del pulgar, estimulando los labios con su dedo.

Freud señala que ahí hay algo sorprendente: El niño sustituyó el estímulo del labio sobre el pecho
materno, por otro estímulo, el pulgar. Este objeto provoca la sensación de la satisfacción. En este
punto aparece algo que Freud no esperaba (respecto a la cancelación del estado de estimulación
para lograr la satisfacción): la zona erógena es un órgano determinado no anatómicamente del que
parte el estado de estimulación (por el contacto con el pecho materno) y cuya satisfacción se
alcanza con otros estímulos en el mismo lugar. Es decir, parte el estado de estimulación en los
labios con el pecho materno y la satisfacción se alcanza con otros estímulos en el mismo lugar. Esto
es entonces una cancelación paradójica, porque no depende de una cancelación del estado de
estimulación. Freud dice “solo parece un poco sorprendente que para cancelarse un estímulo
requiera un segundo estímulo aplicado al mismo lugar” Es decir, no se trata de una cancelación del
estado de estimulación, ni de hacer cesar la excitación de ese órgano.

Aquí la satisfacción queda totalmente desvinculada del principio de constancia, que postulaba
que efectivamente la satisfacción implicaba la cancelación del estado de estimulación en un
organismo determinado. Cancelación paradójica, que no depende de la descarga de estímulos,
sino que al modo del placer preliminar (placer sexual previo a la concreción del acto genital) tiene
que ver con los intercambios previos, con los juegos sexuales, intervención de tocarse, besarse,
mirarse. A estos ejemplos mencionados, Freud llama en su texto “Más allá del principio de placer”
el placer preliminar. Y efectivamente el placer preliminar tiene las particularidades de la pulsión. O
al revés, la pulsión tiene las características del placer preliminar. El placer proviene de una
acrecentación de estímulos, no de una descarga de estos. El placer preliminar tiene también esta
particularidad de la pulsión, que involucra a estas zonas erógenas. No es un acto que implica una
totalidad, sino de un acto que implica al cuerpo en su parcialidad. El abordaje del otro por la vía de
las distintas partes de su cuerpo. Acá se retoma el concepto de pulsión parcial. Freud ubica una
confluencia del placer preliminar con la pulsión sexual en el punto en que ambos suponen la
acrecentación de estímulos y, por otro lado, la zona erógena que supone el cuerpo en su
parcialidad.
Fuente 🡪 Zonas erógenas

Meta 🡪 Satisfacción

Objeto 🡪 Primero instrumento, luego condición para el movimiento (figurado en orificios


corporales).

Esfuerzo (drang pulsionante) 🡪 Constante, vinculado al placer buscado y al placer hallado

La fuente (las zonas erógenas) son el punto de partida del recorrido erógeno o pulsional. Tanto de
la meta, como de la fuente, en principio implican al objeto, ya que en este recorrido interviene, por
ejemplo, el pulgar.

Freud señala en este punto que la pulsión no se satisface en el objeto. Es decir, puede satisfacerse
en el pulgar, en el chupete, en cualquier otro objeto. “Cualquier elemento que estimule a los
labios” dice Freud.

Entonces la pulsión no se satisface en el objeto, no lo alcanza, sino que regresa a la fuente.

El objeto tiene, en una primera instancia, una función de instrumento. Es un instrumento para
aplicar un segundo estímulo a esa zona erógena. Un valor instrumental. Por eso Freud va a decir
que “el objeto es lo más variable y lo más contingente de la pulsión”. El niño no diferencia entre un
elemento u otro, en la medida en que puede aplicar un segundo estímulo sobre el mismo lugar de
la fuente de la zona erógena.

Dos dimensiones del objeto de la pulsión. Una de ellas es la del objeto como instrumento, que
hace a la referencia Freudiana de los objetos como sustitutos. La pulsión no se satisface en ellos,
porque en realidad lo que hay es un recorrido de la pulsión, que parte de la fuente y regresa a la
fuente utilizando ese objeto variable y sustitutito (instrumento) como elemento del recorrido, pero
no es en ellos que se satisface.

En este recorrido de la pulsión es el punto en el cual la pulsión se satisface. Se satisface en este


mismo recorrido de la cancelación paradójica, que no depende de la descarga de estímulos, sino
de ese acrecentamiento de los mismos. En este recorrido la pulsión contornea, dibuja, recorta, un
objeto que en realidad (si tenemos que situarlo figurativamente) no es más que un hueco, un
vacío. Por ejemplo, el orificio de la boca. Por eso, no es casualidad que las zonas erógenas sean
zonas de borde en el cuerpo: la zona erógena oral, que funciona como borde de la boca; la zona
erógena anal, que funciona como borde del orificio anal. Las zonas erógenas delimitan un agujero,
y podríamos decir que el agujero es en cierto modo la condición para ese movimiento o recorrido
de la pulsión. Si no hay ese agujero, ese hueco, no hay entonces posibilidad de recorrido.

Entonces: Por un lado, ese objeto es un instrumento de la pulsión y, por otro lado, el objeto de la
pulsión es la condición para el movimiento, para el recorrido. Objeto que se figura con los orificios
corporales.
Por eso el peso de los orificios como preminencia en las zonas de intercambio, como una
constitución de una zona erógena. Freud nos ubica entonces que la satisfacción no se obtiene en
los objetos, sino que los utiliza como instrumento para el recorrido de la pulsión, pero el verdadero
objeto de la pulsión es este que funciona como condición para el movimiento.

Volviendo a la meta de la pulsión (la satisfacción) donde Freud señala que se trata de una
“ganancia de placer”. No se trata de obtener simplemente un placer ya adquirido, sino que de algo
que se agrega. Aparece como novedoso. Elemento que es fruto o producto de la experiencia
humana. Ganancia de placer como consecuencia de la excitación de la zona erógena. Acá volvemos
a la fuente (zona erógena). Freud dice “se trata un placer de órgano”. En lo tocante a la sexualidad,
podemos pensar que nos referimos a los órganos sexuales, pero no. Se trata de un placer de un
órgano que depende las experiencias subjetivas, humanas, con el otro de los cuidados ajenos, y
en donde aparece la geografía libidinal.

Pulsión autoerótica referido a la independización del otro en busca de la satisfacción,


encontrándolo en un lugar del propio cuerpo. Del pecho materno al pulgar.

El chupeteo del chupete también es autoerótico, porque se estimula por segunda vez esa zona
erógena, es decir, los labios.

El autoerotismo no depende del pulgar, sino de los labios. Dicho de otro modo, no depende del
objeto de la pulsión, sino de la fuente, la zona erógena. No se satisface en el objeto sino en su
recorrido. El autoerotismo de la pulsión tiene que ver con ese placer de órgano que supone las
zonas erógenas. Es el autoerotismo de la fuente, no del objeto.

Con la fuente, la meta y el objeto también reencontramos la parcialidad, porque por un lado la
pulsión es parcial respecto de la fuente (implica una parte del cuerpo), respecto del objeto
(porque no es atinente al objeto de la necesidad, sino parcial respecto de dicho objeto y supone
una independización de la pulsión que se apuntalaba a la función de conservación, para luego
pasar a una propia parte del cuerpo). Por medio de la meta también es parcial respecto de la
reproducción, donde en la mayor parte del reino animal uno encuentra que la satisfacción sexual
se obtiene por medio de un acto sexual que involucra la genitalidad y que conlleva al mismo
tiempo la reproducción. Por eso el instinto no es solo el instinto que implica la conservación del
individuo sino también de la especie. Pero la pulsión es parcial respecto de la reproducción,
respecto de la genitalidad. También es parcial respecto de la satisfacción y aquí entramos en el
cuarto componente que es el esfuerzo o empuje de la pulsión, “drang pulsional”.

La pulsión no tiene la característica de ser estímulos interiores, pero al mismo tiempo se diferencia
de otro tipo de estímulos, porque no son momentáneos, sino constantes. Freud dice que el
“empuje” es constante, y ese carácter constante es la esencia y la propiedad universal de las
pulsiones. Esto se debe a que el objeto originario de la necesidad está perdido, original y
radicalmente perdido. Y como ese objeto está perdido, no puede haber satisfacción plena. La
satisfacción entonces comparte la parcialidad con la pulsión.

La parcialidad tiene que ver, entre otras cosas, con ese objeto perdido. Freud dice en una parte del
texto Más allá del principio de placer “La pulsión nunca cesa de aspirar a su satisfacción plena, que
consistiría en la repetición de una vivencia primaria, primera de satisfacción”. Efectivamente, esto
lo vimos cuando trabajamos la experiencia de satisfacción, pero aparece nuevamente con la
pulsión cierto carácter que hace a esta universalidad de las pulsiones.

La pulsión aparece como una formación sustitutiva. “Todas las formaciones sustitutivas son
insuficientes para cancelar su tensión acuciante” Y la diferencia entre el placer hallado y el buscado
engendra el factor pulsionante.

Entonces, por un lado, la pulsión es autoerótica. No se trata del placer autoerótico del objeto, sino
de la fuente. Acá necesitamos ubicar una diferencia con la experiencia de satisfacción. En lo
tocante a la experiencia de satisfacción Freud pone el acento en la producción de un objeto
alucinatorio. Es decir, la alucinación del pecho materno. Si en el deseo, como fruto de la
experiencia de satisfacción, el acento está en el pecho alucinado, acá en la pulsión está en el
estatuto relevante de los labios, como esa parte del propio cuerpo que aparece como punto de
partida del recorrido de la pulsión y retorna sosteniendo el recorrido pulsional. El acento está en la
zona erógena, lugar privilegiado en la geografía libidinal.

Efectivamente, lo que condiciona todo es este objeto perdido, condicionando también a la


satisfacción, ya que no hay satisfacción plena al ubicarse el objeto como perdido. Es por eso que
Freud dice que “la pulsión nunca cesa de aspirar a su satisfacción plena”, pero solo se encuentra
con formaciones sustitutivas, que son insuficientes para cancelar su tensión acuciante. Aquí ubica
esta diferencia entre el placer de satisfacción buscado (relacionado con la satisfacción plena) y el
hallado (relacionado al placer de órgano, que aparece en relación al recorrido pulsional). Esto
genera el factor pulsionante. De aquí que el esfuerzo o drang pulsionante sea constante. Esencia
y propiedad universal de las pulsiones.

UNIDAD 9 – CLASE 1

La concepción dinámica del inconsciente. Todo lo reprimido lo es.

Todo lo reprimido es inconsciente.

“La represión” Este texto forma parte de un conjunto de 5 textos que reúne lo que llamamos
“trabajos sobre metapsicología”. Este en particular tiene una traducción crítica.

Representación 🡪 tema clave en metapsicología.

Este texto es contemporáneo de otros que fueron escritos en años adversos. Durante la guerra de
1914. Freud escribe un conjunto de textos alrededor de estos años.

En “contribución a la historia del movimiento psicoanalítico” texto de 1914. Aquí Freud afirma que
la represión constituye uno de los conceptos esenciales sobre el cual descansa la elaboración
teórica del psicoanálisis. Asegura además que la doctrina de la represión es una conquista del
trabajo psicoanalítico ganada de manera legítima, como decantación teórica de innumerables
experiencias. Es decir, es una elaboración ganada por la experiencia clínica. Como si esta exigiera
dicho concepto, y al que se arriba por innumerables experiencias.
La metapsicología está orientada a convertirse en el sistema psicoanalítico. Es la muestra en acto
en donde se anuda de manera indiscutible la teoría con la clínica. Par indisoluble entre clínica y
teoría. No hay de lo uno sin lo otro. El psicoanálisis es ambas y ninguna por separado.

La particularidad de esta construcción (conjunto de textos) es que Freud eleva algunas nociones ya
conocidas al rango de una construcción conceptual. Hace teoría de la clínica, de aquello con lo que
se va encontrando en la cura de los pacientes, y también aquello que en esas mismas curas se
presenta como obstáculo, y ese mismo obstáculo es incorporado para enriquecer la teoría.

El obstáculo de este tiempo, y que cobra un lugar relevante en la teoría es la aparición de las
resistencias. Resistencias al trabajo analítico. Todo lo que interrumpe el trabajo de la cura es una
resistencia. Freud intenta elaborar algo acerca de dichas resistencias para poder darles un
tratamiento.

Entonces, obstáculo que es incorporado para enriquecer la teoría. Algún ejemplo de esto en estado
práctico son las formaciones del inconsciente: La defensa, la represión. Actualmente son definidas
conceptualmente y la defensa es relevada por lo que ahora llamamos represión.

Respecto al modo de hacer ciencia, Freud va a decir algunas cosas como que no se puede pensar
en ninguna rigidez en las definiciones, hay que establecer convenciones que sean las que
provisoriamente nos permitan volver legibles y comprensibles la existencia de aquellos procesos
inconscientes que son procesos que acontecen sin conciencia alguna para el yo.

Ahora lo que le interesa a Freud es definir la represión. Las leyes del funcionamiento de lo
reprimido son las leyes del funcionamiento de lo inconsciente: condensación, desplazamiento,
trasposición en imágenes, etc.

La pregunta ahora es: ¿Qué funda la división del aparato psíquico en sistemas?

Antes nombraba como represión a la defensa. Ahora la nombra como un proceso, algo que
acontece a lo largo del tiempo. Es dinámico y tiene fases.

La primera fase de la represión (mismo modo de lo planteado en vivencia de satisfacción sobre el


objeto perdido) será llamada represión primaria. Tiene algo del orden de la construcción
conceptual de un origen mítico en el que se funda el arranque, no ya del aparato psíquico (del
modo de vivencia de satisfacción y objeto perdido), sino de la división del mismo en sistemas.

Importancia crucial del concepto de pulsión. La metapsicología es la ocasión de incorporar las


consecuencias clínicas y teóricas del descubrimiento del concepto de pulsión en el tratamiento
psicoanalítico. Cambia la concepción que Freud tiene sobre el síntoma. En una de las conferencias
(nro 23) Freud plantea que es necesario agregar un sentido nuevo al síntoma ya que este no es
solo una formación de compromiso, sino que se constata que ahora, además, es una modalidad de
satisfacción. Es decir que, a partir de ahora, todo síntoma es portador de una cuota de satisfacción
pulsional entramada en la misma malla del síntoma. Esta satisfacción, sin embargo, no es
satisfacción sentida como tal para el sujeto. A este, le conlleva un displacer. Le ocasiona un
trastorno, pero no por ello deja de ser una satisfacción de la pulsión, que se satisface en el
síntoma.
Nos recuerda Freud, tal como dejó plasmado en ese texto de “Pulsiones y destinos de pulsión” que
la represión puede ser uno de los destinos de una moción pulsional. Y plantea que podría haber
unas resistencias que querrían volver inoperante esta moción pulsional, por lo cual entraría el
estado de la represión. Resistencias de la represión.

Este texto tiene como propósito elucidar lo que llamamos la represión, y para eso Freud nos
conduce por su lógica, que va armando muchas veces con preguntas. Estas preguntas permiten
seguir cierto camino de rigurosidad lógica.

Nos recuerda que la pulsión, como concepto fronterizo, es un estímulo de carácter endógeno. Es
decir, que no se aplica para este caso el recurso de huir de eso, ya que sería “como huir de sí
mismo”. Si no se trata de la huida, entonces... en algún momento más tarde (con el aparato
constituido) dice que, en el desarrollo del aparato psíquico, se encuentra en la desestimación por
el juicio (juicio adverso). Habrá en el juicio adverso un recurso contra la moción pulsional.

*Juicio adverso: Frente a un estímulo que proviene del interior, alguien dice “no quiero saber nada
de esto” y aparece este juicio adverso.

Dice Freud sobre esto: El juicio adverso frente a algo que podría ser la moción pulsional, además se
va a encontrar con un recurso para defenderse de esta moción pulsional. “Una etapa previa al
juicio adverso, una cosa intermedia entre la huida y el juicio adverso es la represión” Este
concepto no podría establecerse en el periodo anterior a los estudios psicoanalíticos, con lo cual
Freud deja en claro que la represión es algo con lo que nos encontramos en la dinámica del retorno
de lo reprimido, es decir, en la clínica psicoanalítica. No es cualquier represión, sino como proceso
del aparato anímico. Se verifica en la existencia del inconsciente que retorna.

Dice Freud, que la posibilidad de una represión no es fácil deducir en la teoría, ya que se pregunta
por qué una moción pulsional habría de ser víctima de semejante destino. Aquí responde que el
logro de la meta pulsional depare displacer en lugar de placer (funcionamiento del principio de
placer). Agrega, además, que es muy difícil de afirmar porque no hay pulsiones así. Es decir, la
meta de la pulsión es siempre la satisfacción. La pulsión siempre se satisface y no se llega a
entender porque una moción pulsional podría ser displacentera. El hecho de que la pulsión
siempre busca la satisfacción no le es fecunda para sostener la pregunta de ¿Cuál es la condición
de la represión?

Avanza y dice que lo que nos va a dar la respuesta lo encontraremos en la experiencia clínica. Aquí
es donde Freud siempre busca las respuestas de los impases que la clínica le representa.

Por la experiencia analítica aprendemos que la satisfacción de la pulsión sometida a la represión


es posible. Que es placentera en sí misma, pero sería inconciliable con otras exigencias, y
entonces resuelve que, de acuerdo a esto, puede pensarse que hay placer en un sistema, y
displacer en otro. Admite esta posibilidad y concluye que la condición para la represión es que el
motivo de displacer cobre un poder mayor que el placer de la satisfacción. 🡪 CONDICIÓN DE LA
REPRESIÓN.

La experiencia analítica nos enseñó que, en las neurosis de transferencia, donde operó el
mecanismo de la defensa o represión (término que viene ahora a relevar a la defensa). En esta
época decimo que la represión es lo que antes era el mecanismo constitutivo del campo de la
neurosis, la defensa.

Qué pasa con esta cuestión de la represión como defensa. Freud dice que lo que hemos aprendido
por la experiencia analítica con las neurosis de transferencia es que la represión no es un
mecanismo de defensa presente desde el origen. Hay que tratar de pensar ese origen de la
represión (pag 142) dice Freud: “La represión no puede engendrarse antes de que se haya
establecido una separación nítida entre la actividad consciente y la actividad inconsciente del alma.
Su esencia consiste en rechazar algo de la conciencia y en mantenerlo alejado de ella”

Orden de dar casa: repulsión de lo que viene del inconsciente.

Para esto, Freud construye ese origen, esa anterioridad lógica a la diferenciación del aparato en
sistemas (inconsciente, preconsciente, consciente). Se encuentra con la experiencia clínica de la
neurosis de transferencia y constata la existencia de lo reprimido inconsciente en estado práctico a
través de sus formaciones, es decir, el síntoma, los sueños, el olvido.

Si algo produce el retorno de lo reprimido, si hay retorno, es porque eso vuelve de algún lugar. Es
necesario construir esa anterioridad lógica. Aquí supone una represión primordial. Esta represión
es la primera fase de la represión.

PRIMER FASE DE REPRESIÓN –> REPRESIÓN PRIMARIA O PRIMORDIAL: Consiste en que al


representante psíquico de la representación de la pulsión se le deniega la admisión en lo
consciente. Algo que no podrá ser traducido (carta 52 sobre sucesivas traducciones que va
sufriendo el material psíquico) porque no tiene acceso. En esta primera fase, ante la negación de la
admisión de la pulsión en lo consciente se establece una fijación. En este momento, el
representante en cuestión persiste inmutable y la pulsión sigue ligada a ella. Esto acontece a
consecuencia de las propiedades de lo inconsciente. Importante considerar que la pulsión tiene
representantes. Freud dice que a la pulsión no la conocemos sino a través de ellos. Va a tener dos
representantes o representancias: representación y afecto. La pulsión no es objeto de la
conciencia.

*Siempre que aparece la palabra primario, es porque nos habla de algo que tiene que ver con un
valor mítico, fundante, de un recurso al origen. Nos encontramos aquí con uno de los conceptos
que es acompañado con lo “primario”. Hay otros en la obra de Freud, como identificación primaria
y narcisismo primario. Recursos a esta temporalidad primordial. La utilización de dicho término es
una exigencia de la teoría. Es decir, hay algo en la teoría de la represión que lo exige. No hay que
entender “primario” como algo cronológico, sino como un postulado lógico. El origen en
psicoanálisis siempre es asunto de construcción*

La represión primaria es una construcción teórico conceptual que intenta dar cuenta del hecho de
que si lo reprimido inconsciente retorna por medio de las formaciones del inconsciente es porque
lógicamente hay algo reprimido desde antes. Desde donde lo reprimido retorna.

Lo reprimido inconsciente que retorna ya es parte de la segunda fase llamada “represión


secundaria”.
Entonces: Lo reprimido inconsciente es represión secundaria que se funda en la represión
primaria.

Freud va a decir que la represión es un proceso que recae sobre las representaciones. Y comporta
al menos tres enfoques. Lo metapsicológico incluye la perspectiva de los procesos anímicos al
menos desde esos tres enfoques: tópico, dinámico y económico.

El resultado de la represión primaria es la fijación. Se fija el representante de la representación de


la pulsión y a partir de allí se produce la fijación. Este representante permanece inmutable y la
pulsión sigue fijada ahí. A esto Freud lo postula como “la operación fundante de la división
intersistemica”

Entonces: La represión primaria produce la fijación y al mismo tiempo produce esa operación por
la cual el aparato se divide en sistemas. La represión primaria funda al inconsciente mismo, en
tanto que reprimido inconsciente. Por lo cual, reprimido inconsciente se vuelven equivalentes.

Esta operación tiene este resultado y un único mecanismo: El mecanismo de la contrainvestidura.

Si hay algo fijado, inmóvil, no sustituible, está un poco en oposición a la idea de sustitución por
desplazamiento, que es la característica conferida al funcionamiento del inconsciente reprimido.
En sentido de que una representación remite a otra y a otra y así sucesivamente, y de ese modo se
van realizando las distintas traducciones del material reprimido inconsciente. Pero entonces, fijado
indica un punto de no retorno, pero que a la vez se constituye como el punto desde donde lo
reprimido retorna. Representante privilegiado. Se resta de los otros representantes y de esa
manera posibilita el retorno de lo reprimido ya secundariamente.

Entonces, la represión primaria se constituye como un punto de atracción de la libido. No hay solo
repulsión que repele (esfuerzo de dar caza), sino que la libido se siente atraída por esas fijaciones.
Es decir, es un lugar desde donde se ejerce una fuerza de atracción como un poderoso imán. Al
mismo tiempo, la fijación es el límite hasta donde la libido regresa. En este sentido, la represión
primaria es análoga a lo que nos indicaba el “ombligo del sueño donde se asienta el deseo no
reconocido”, un punto de imposibilidad de decir en el relato mismo. Algo que tendría alguna
relación con el trauma. Lo no reconocido. Vinculado al núcleo patógeno, el trauma y el punto de
fijación de cierta irreductibilidad.

La represión secundaria recae sobre los retoños de ese representante que, restándose al retorno,
posibilita que lo reprimido retorne. Fuerza que repele todo aquello que pueda ponerse en nexo
con el representante primordialmente reprimido. Aclara finalmente que se comete un error si se
considera a la represión solamente con la idea de “lo que repele” (pag 143)

Represión: Puente energético que se corresponde con la pulsión.

UNIDAD 9 – CLASE 2

Represión primaria: tiene un resultado y un único mecanismo. El mecanismo de la


contrainvestidura.
En el proceso de la represión es importante tener en cuenta la cooperación de dos fuerzas. Fuerza
de atracción y repulsión. Freud dice “debe tenerse en cuenta en igual medida la atracción que lo
reprimido primordial ejerce sobre todo aquello con lo cual puede ponerse en conexión. No existiría
probablemente la tendencia a la represión, no alcanzaría su propósito, si estas fuerzas no
cooperasen. Si no existiese algo reprimido desde antes, presto a recoger lo reprimido por lo
consciente”.

Con respecto al tema de la contrainvestidura, no tiene una sola acepción. Hay una complejización
para entenderla. La contrainvestidura, en una de sus caras, representa que el mantenimiento de la
represión supone la necesidad de un gasto permanente.

Represión, proceso que tiene fases: Represión primaria, represión secundaria y el retorno de lo
reprimido, es decir, los síntomas, por ejemplo. Son modos de retorno de lo reprimido inconsciente.
Lo que Freud nos dice es que, en la cura analítica, incitamos al paciente a producir esos retoños de
lo reprimido primordial. Trabajamos con los retoños reprimidos secundariamente que pueden
entrar en conexión con eso reprimido primario.

El distanciamiento, plantea Freud, mayor o menor distancia o desfiguración, que un representante


de pulsión puede tener con lo reprimido primario, hace que la represión trabaje de manera, en
alto grado, individual (una de las características de la represión). Es decir que, para cada individuo,
se ponen en juego sus representaciones. Lo que puede para uno estar reprimido, puede para el
otro estar idealizado, por ejemplo. Es altamente individual.

Por otra parte, además de individual, otro carácter de la represión es el hecho de que esta debe ser
considerada como móvil. Puede recaer aleatoriamente, contingentemente sobre cualquier
representante, que hasta ese momento no estaba reprimido, pasa al estado de la represión y el
trabajo del análisis es justamente ir produciendo cancelaciones de la represión en el hecho de
“decir” mismo de la asociación libre. Esta asociación va produciendo cancelaciones de la represión
mediante la sustitución por desplazamiento un representante a otro representante y etcétera.

Pág 146, luego de establecer lo individual y móvil de la represión Freud dice “no tenemos que
imaginarnos el proceso de la represión como un acontecer que se consumaría de una sola vez y
tendría un resultado perdurable como si aplastáramos algo vivo que de ahí en más quedara
muerto, no. La represión exige un gasto de fuerza constante”. Relacionado con el empuje de la
pulsión (es uno de sus elementos) tiene este carácter de fuerza constante, a diferencia del estímulo
exterior que opera al modo de un choque momentáneo.

Pulsión como fundamento de la metapsicología. Sin este concepto sería muy difícil pensar la
metapsicología misma. La cuestión que Freud se pregunta respecto a la pulsión es que hacemos
con eso que hemos definido de ella hasta ahora.

“la bruja metapsicología” Por Freud

-La represión es un proceso que acontece sobre representaciones.

-No decimos mucho cuando afirmamos que una pulsión o un grupo de representaciones investidas
por la pulsión se encuentra en el estado de la represión ---- De todos modos, la pulsión se satisface,
porque es su meta. Hablamos de la represión, de un representante o un grupo de representaciones
investidas desde la pulsión, pero en la pulsión, sabemos por lo que ya conocemos que solo la
conocemos a través de las representaciones (lo que se inscribe de la pulsión en el aparato psíquico
por medio de estas). Pag 147 “La observación clínica nos constriñe a descomponer lo que hasta
aquí concebimos como unitario pues muestra que junto a la representación interviene algo diverso,
algo que representa a la pulsión y puede experimentar un destino de represión totalmente
diferente del de la representación. Para este elemento del representante psíquico de la pulsión ha
adquirido carta de ciudadanía el nombre de monto de afecto” Hay una parte de la pulsión que no
se corresponde con la representación y, por ende, a esa parte, identificada como el componente
cuantitativo de la pulsión (fuerza constante) Freud la llama monto de afecto. El afecto es otra de
las formas de representacia de la pulsión.

La novedad de esta parte del texto es que el afecto no se reprime, dado que no es una
representación. Este factor cuantitativo de la pulsión “monto de afecto” puede tener tres destinos
posibles (pag 148)

-represión sofocada por completo, no se descubre nada de ella.

-Sale a la luz como un afecto coloreado cualitativamente de algún modo.

-Se muda en angustia.

*La angustia tendrá una modificación en lo que es la obra de Freud, y es que la angustia es
resultado de la represión (eventualmente cambiará). En este momento fundamental Freud
sostiene que es la represión la que produce la angustia, y fundamentalmente este afecto, tenemos
que discernirlo como un nuevo destino de pulsión que es la trasposición de las energías psíquicas
de las pulsiones en afectos y muy particularmente en angustia.

Si hasta ahora teníamos la idea de que la condición de la represión es el evitamiento del displacer,
evidentemente la angustia como afecto displacentero y efecto mismo del proceso represivo, se
vuelve más decisivo que antes para la clínica ya que con la angustia, la represión se muestra en su
fracaso. No es capaz de impedir el desprendimiento de displacer o de angustia.

La angustia entonces se torna así en el indicio del fracaso de la represión.

A la represión, dice Freud, la conocemos retrospectivamente por sus efectos, sus resultados: el
retorno de lo reprimido.

Cuando está en juego la represión del representante, constituida por la representación, la


represión crea formas sustitutivas (secuelas). Entre esas formas sustitutivas se cuenta también el
síntoma.

Respecto a que conocemos a la represión por sus resultados, Freud se pregunta si hay que
distinguir la formación sustitutiva de la formación de síntoma. Se superpone la formación de
síntoma con la represión ¿? Mantendrá abierta estas preguntas y el mismo sugiere posponer su
esclarecimiento. En la pag 149 del texto de la represión, Freud va a decir “lo más general que
podemos decir de la represión, lo común a todos los mecanismos de la represión, es que en ellos se
produce una sustracción de investidura energética o libido” (pulsión sexual en esta época)
Referente clínico del texto: La histeria de angustia que se ilustra en la típica fobia a los animales.

Pag 150, plantea Freud que, en este caso, lo que está sometido a la represión, la moción pulsional
que está sometida a la represión (caso el hombre de los lobos), se busca reprimir una actitud
libidinosa hacia el padre apareada, al mismo tiempo que, con la angustia frente a él. Después de la
represión, esta moción libidinosa hacia el padre ha desaparecido de la consciencia. Entonces, el
padre ya no se presenta en ella como objeto de la libido, como sustituto lo que aparece es el
animal (uno apto para ser objeto de angustia). Esta formación sustitutiva (del padre al animal), se
produjo a lo largo de una trabazón asociativa. Lo que ocurre más allá de este determinismo, la
parte cuantitativa de la pulsión no ha desaparecido, sino que lo que ocurrió es que esa parte se ha
traspuesto justamente, en angustia.

En este caso, la represión de la fobia, puede ser considerada como una represión radicalmente
fracasada, porque no ha logrado eliminar el componente cuantitativo de la pulsión porque se
transformó (en este caso) en angustia. En este sentido, el ahorro de displacer no se consiguió en
absoluto. No se ha logrado el objetivo de la represión, y lo que se forma es una “especie de
intento de huida”, la fobia misma. Como cuadro clínico, representa una cantidad de evitaciones
enormes, destinadas a excluir el desprendimiento de angustia. Ejemplo de represión radicalmente
fracasada.

Texto “Sentimientos inconscientes” en relación a la diferencia respecto del destino de represión de


las representaciones y del monto de afecto. En el capítulo 3 Freud se pregunta qué pasa con
aquello que nosotros llamamos sentimientos y que, con cierto grado de imprecisión decimos
sentimientos inconscientes. Imprecisión que se comente al hablar de sentimientos inconscientes
porque los afectos no se reprimen porque la represión cae sobre representaciones.

Freud irá despuntando definiciones y nos llevará a intentar definir qué es lo que debemos
entender cuando decimos representación inconsciente o consciente, pero insiste en que esa
diferencia carece de pertinencia respecto a la pulsión.

Pag 174 dice Freud “En rigor, y aunque el uso lingüístico siga siendo intachable no hay por tanto
afectos inconscientes como hay representaciones inconscientes, por dentro del sistema inconsciente
lo que puede haber son formaciones de afecto, que como otras pueden devenir consciente”. Hay
una diferencia muy importante que él dice que hay que hacer: “Las representaciones son
investiduras en el fondo de huellas mnémicas y los afectos y sentimientos corresponden a
procesos de descarga, cuyas exteriorizaciones últimas se perciben como sensaciones”

Texto “Tótem y tabú”: Es un texto del conjunto de textos que podríamos denominar en la obra de
Freud “textos culturales”. Textos en donde él se ocupa de pensar al sujeto o al ser humano inserto
en la cultura. Relación entre el sujeto y la cultura. Se encuentran en él muchas herramientas para
pensar en la cultura de nuestro tiempo, los lazos, etc. Aquí se mete con otros discursos que hacen
a la ciencia y a la cultura (antropología, biología, psiquiatría, neurología, etc). Freud no hace nada
de estas ciencias, pero toma metáforas. Las toma para servirse de ellas y fundar premisas propias.
Texto importante porque aquí funda, entre otras cosas, el origen y la institución del padre en la
cultura. Lo que implica dicha figura en la cultura, y la instalación a la vez, de la ley. Habla del origen
de la ley, y es una ley que se origina en un mito del que Freud va a hacer uso basándose en ciertos
antropólogos a los que él lee (Smith, Darwin). Lo que leemos de este texto es un poco sesgado,
porque tiene que ver con el momento en que nos encontramos en la cursada y no se trabaja el
texto en su totalidad.

Tótem y tabú: Referente mítico de la represión. La idea es articular el texto con lo que venimos
trabajando hasta ahora en los textos de la metapsicología. De la represión primaria queda algo
fijado, que no tiene admisión en la conciencia y es un representante excluido de la cadena
asociativa. A la vez, este representante permite que esta se constituya y por tanto posibilite el
retorno de lo reprimido. Produciendo entonces la exclusión de un representante, imposibilitado de
retornar, permite que lo reprimido retorne. En tótem y tabú se pone en juego la instauración de la
ley, a partir de un mito llamado “el asesinato del padre de la horda primitiva”. Asesinato que
instaura la ley como resultado de un acto criminal, el origen. Crimen de parricidio. Y esa
construcción del origen da comienzo a tres hechos fundamentales que son:

-Constitución de lo social, las organizaciones sociales, lo colectivo.

-La ética.

-La religión.

En este mito, el efecto paradojal que produce el parricidio es algo que Freud llama “obediencia
retrospectiva”. Ese asesinato del padre, paradójicamente, es seguido por el duelo, el llanto, el
dolor, por ese crimen perpetrado en común por los hermanos que se juntan para hacer caer a ese
padre. En esta unión, quizá este el anticipo del primer grupo con un móvil o causa común, que se
juntan para asesinar al padre y sacarlo de ese lugar, pero luego, esa primera organización corría el
riesgo de irse a pique, porque todos querían ocupar ese lugar. De este modo, a partir del asesinato,
se instaura la ley del padre muerto, por obediencia retrospectiva. Ese padre muerto adquiere más
fuerza que cuando estaba vivo. La ley de un padre muerto (paradoja).

UNIDAD 10 – CLASE 1

Lo inconsciente, lo que nunca se supo.

Texto “lo inconsciente” cap 2, 4, 5, 6, 7. Conferencias

Este texto, junto a otros, se enmarcan en lo que se conoce como textos metapsicológicos. Freud
mismo dice que “son una serie de textos que tienen el propósito de aclarar y profundizar las
hipótesis teóricas que podrían ponerse en la base del sistema psicoanalítico” Esto es que hay que
pensarlos con cierta lógica entre ellos. Cada texto aporta un desarrollo preciso en riguroso de
conceptos que se comienzan a definir en este momento.

La metapsicología aborda los procesos psíquicos desde la perspectiva tópica, dinámica y


económica.

Recorrido que va de la interpretación de los sueños de 1900 a la metapsicología de 1915. El


descubrimiento central de Freud es el descubrimiento de lo inconsciente. La hipótesis de que
existen procesos anímicos inconscientes es central en la teoría psicoanalítica. Siempre insistió en
los argumentos para justificar dicha hipótesis, sin la cual no puede explicar ciertos fenómenos que
se presentaban en la clínica y que luego hizo extensivo a los actos de la vida cotidiana.
Al formularlo, entonces, se abrió un nuevo campo de saber. La manera de argumentar y sostener la
existencia del inconsciente, fue ajustándose en tanto Freud va construyendo su teoría en relación,
siempre a la práctica clínica. En la unidad 5 trabajamos, la primer ordenación metapsicológica,
fundante en lo que hace a la primera construcción del modelo de psiquismo en sistemas:
inconsciente y preconsciente, que permitía explicar el conflicto en términos de representaciones.
Reparamos en que, si la nombra como primera, nos pone en la pista de que no es la única.

Ahora abordaremos, la segunda ordenación metapsicológica que Freud produce en los textos de
1915.

Tenemos entonces, al interior de la primera tópica, del primer modelo de cómo piensa el
psiquismo, ordenado en sistemas, un primer ordenamiento en 1900 y un segundo ordenamiento
en 1915. El concepto fundamental que Freud produce entre esos tiempos es el concepto de
pulsión. “Una ciencia requiere para su construcción ciertas convenciones, ideas abstractas que
tienen relaciones significativas con el material que se obtiene en la práctica”. En la clínica interroga
esos conceptos.

Por tanto, los textos metapsicológicos, testimonian el impacto teórico y clínico de incluir el
concepto de pulsión en la teoría psicoanalítica.

Ciertas preguntas y un inicio de respuesta posible lo encontramos en el texto “nota sobre el


concepto de lo inconsciente en psicoanálisis” de 1912. Escrito que anticipa el texto de lo
inconsciente en 1915. Aquí Freud plantea la necesidad de diferenciar entre pensamientos latentes
y pensamientos inconscientes. Al final de la conf 14 Freud se pregunta si los restos diurnos son
realmente inconscientes en el mismo sentido que el deseo inconsciente, que se les tiene que
añadir para hacerlos soñables. El responde que no son inconscientes en el mismo sentido. El deseo
del sueño pertenece a otro inconsciente. Nombrarlo como infantil, destructible, reprimido, va a
conectar justamente con el estatuto pulsional de la sexualidad que Freud ya formuló.

Ubica en el texto “nota..” que el abordaje descriptivo para los procesos anímicos es alto insípido.
Le resulta insuficiente para pensar la clínica, porque teniendo en cuenta las representaciones
conscientes o inconscientes, estas son tomadas en tanto cualidades aplicables a ellas, como un
atributo. Inconscientes son las representaciones de las que no nos percatamos, pero suponemos
su existencia. Son latentes en cuanto a conciencia. De esta manera, abarca tanto lo preconsciente,
que no tendría dificultad en hacerse consciente, como lo reprimido. Por ello es fundamental pasar
de una concepción descriptiva a una dinámica de lo inconsciente. Es decir, aquellos pensamientos
que a pesar de su intensidad y su acción inconsciente (por ej aquellos que fundamentan el
síntoma) se mantienen cortados de la consciencia. La posibilidad de acceder a ella requiere un
gasto de esfuerzo, ya que las fuerzas vivas de la represión se contraponen a que penetren en la
conciencia. Va a plantear entonces la necesidad de la concepción dinámica de lo inconsciente.

Ya advierte en este texto que, a falta de una expresión mejor y menos ambigua, damos el nombre
de inconsciente en tanto al sistema, por ser inconsciente, los procesos singulares que lo
componen. Este concepto, de alguna manera remite o refiere a la consciencia, y Freud no estaba a
gusto con él.

Articulador conceptual que permite el pasaje del inconsciente descriptivo al dinámico: la


represión.
Dice Freud en un texto contemporáneo “La doctrina de la represión es el pilar fundamental en el
que descansa el edificio del psicoanálisis. Su pieza más esencial. Doctrina que es una conquista de
trabajo psicoanalítico. Producto de la decantación teórica de innumerables experiencias”. En otro
texto “se puede partir de la represión como de un centro y poner en conexión con ella todas las
piezas de la doctrina psicoanalítica”

La doctrina de la represión colocada en el centro se pone en conexión con otras piezas de la


doctrina analítica. Permite abordar y articular pulsión e inconsciente. La represión es el operador
clave de la economía psíquica que permite inscribir la pulsión en el aparato. Imprime una
modificación en la formulación del psiquismo del 1900, produciendo un nuevo sentido respecto de
lo inconsciente. Ese nuevo sentido, es el dinámico. A partir de estos articuladores conceptuales, se
consolida la hipótesis, de un aparato psíquico, en tanto aparato de representaciones, que deben
tramitar tanto estímulos externos como internos. La novedad es que esos estímulos internos
cobran valor conceptual mucho más preciso con la pulsión.

Con el supuesto de represión primaria, fundante de un psiquismo dividido en sistemas se


constituye un campo de representaciones que tiene en su núcleo, un vacío. Justamente en tanto el
representante de la representación de la pulsión queda caído en el fondo. Ese elemento queda
negativizado y hace de las representaciones elementos asociativos, combinatorios, que arman
cadenas. Sostiene el retorno de lo reprimido a condición de que lo primordialmente reprimido, no
retorne. Esto impacta en la clínica porque lo reprimido primordial hace límite a la idea de Freud,
como dirección de la práctica de hacer consciente lo inconsciente. Pensar el psicoanálisis como la
teoría del recuerdo, el arte de la interpretación, empieza a tener sus límites. Será hacer consciente
no todo lo inconsciente. Límites con los que Freud ya se había topado, y ahora puede formalizar. En
1900, en la “interpretación de los sueños” Freud plantea al inconsciente, de manera descriptiva,
como un saber no sabido por la consciencia que, vía asociación libre, interpretación, ese saber se
podía producir. En esta formulación la referencia es la consciencia.

Por eso dijimos antes que el abordaje descriptivo es insuficiente y por eso el nombre de
inconsciente no le resulta cómodo a Freud.

Con la doctrina de la represión y en ella con la novedad de la represión primaria, fijación del
representante psíquico de la pulsión, se constituye un punto de carencia en las representaciones.
El valor del ombligo del sueño, donde el trabajo de interpretación se encuentra con un límite, una
madeja de pensamientos, que no se deja desenredar. Allí el deseo inconsciente se asienta en lo no
conocido. Un lugar insoldable, algo que no se puede saber. No puede decirse todo de un sueño. No
puede decirse todo, en realidad. De esta manera, el inconsciente cobra otro estatuto, respecto de
su formulación de 1900. Lo inconsciente es algo mucho más basto que el saber no sabido. Es
mucho más basto que el recuerdo o el olvido. Es lo imposible de saber, lo imposible de decir.
Correlativo a ese agujero, a esa falta en el núcleo del aparato psíquico. Por otro lado, si la represión
primaria es un tiempo lógico donde se articula pulsión inconsciente, y la pulsión está definida
como parcial y sexual, se constituye un inconsciente en tanto realidad sexual. En este punto
también, lo imposible de saber respecto de la sexualidad. Así se funda entonces, con la represión
primaria, lo permanentemente inconsciente. Vale como condición de posibilidad de la represión
secundaria, o post represión. Es decir, de lo inconsciente dinámico. Allí donde inconsciente y
represión son correlativos. La represión sostiene un inconsciente reprimido, dinámico y eficaz.
Por eso, en la conferencia nro 9 Freud dice “lo inconsciente adquiere para nosotros un nuevo
sentido. Por el momento, o temporariamente, él se esfuma de su existencia. Puede significar
permanentemente inconsciente y no solo latente por el momento”.

Ya no se trata del abordaje descriptivo, ahora Freud cuenta con la represión que le otorga al
abordaje dinámico, en términos metapsicológicos, un espesor conceptual que no tenía, y cuenta
con la pulsión en tanto exigencia constante para el aparato que le da precisión teórica al abordaje
económico. Por lo tanto, en este momento, puede poner el acento en los procesos inconscientes a
los que son sometidas las representaciones. Porque, como plantea en la conferencia 6 y en la 9, no
solo hay un saber del que soñante nada sabe. Sino también la existencia de procesos anímicos de
los que nada sabe. Un saber que no tiene un sujeto que lo piense y que responde a determinadas
leyes, procesos inconscientes que recaen sobre las representaciones.

En la conferencia 9 dice “ahora, estamos preparados para suponer, que en la vida anímica existen
procesos, tendencias, de los que uno no sabe absolutamente nada, no sabe nada desde hace
mucho tiempo y aún quizá nunca ha sabido nada”. El trabajo de análisis que se sostiene en la regla
fundamental y en la transferencia, permitirá producir en acto un decir (regla fundamental: diga lo
que se le ocurra). Es una oferta de escucha, para el despliegue de un decir donde se articula un
retorno de lo reprimido, algún saber no sabido. Ya no es la conciencia la referencia, sino esa falta
de representación que constituye al aparato y que agujerea un saber todo. Otra vez, lo que no
puede ser dicho, lo que no puede saberse, es condición de posibilidad de que algo pueda ser
dicho. Algún saber, no todo, portando una verdad a medias para ese sujeto.

Texto “lo inconsciente”

Intro: “Todo lo reprimido tiene que permanecer inconsciente, pero queremos dejar asentado desde
el comienzo que lo reprimido no recubre todo lo inconsciente. Lo inconsciente abarca el radio más
basto. Lo reprimido es una parte de lo inconsciente” En esta idea deja anticipado otra formulación
para lo inconsciente, un inconsciente no reprimido, que va a constituir lo central de la segunda
tópica. En la línea de lo planteado hasta ahora nos encontramos en un momento de la
construcción teórica de los conceptos Freudianos donde formula un inconsciente dinámico.
Tiempo intermedio entre ese inconsciente descriptivo y una tercer formulación del inconsciente
que será estructural.

Lo que Freud necesita trabajar es esta idea “todo lo reprimido es inconsciente”. Tomaremos otra
idea de la intro, donde Freud se pregunta “de qué modo podemos llegar a conocer lo
inconsciente” Pregunta central del texto. Plantear un aparato de representaciones, constituido a
partir de lo primordialmente reprimido, su interés es como se produce el funcionamiento y la
relación entre los sistemas.

En el capítulo 1 Freud plantea que “el concepto de lo inconsciente es necesario y legítimo” porque
existen actos psíquicos privados de consciencia. Sin embargo, no alcanza el punto de vista tópico
para explicar la complejidad de los procesos anímicos. En el capítulo siguiente “la multivocidad de
lo inconsciente y el punto de vista tópico” En él, Freud comienza ubicando que la condición de
inconsciente es solo una parte de lo psíquico, y que en modo alguno basta para esclarecer su
característica. Vuelve a plantear la dificultad, lo inconsciente abarca por un lado actos que son
apenas latentes, inconscientes por algún tiempo pero que en lo demás, nada se diferencia de los
conscientes, es decir, son preconscientes. Y por otro lado, procesos como los reprimidos que sí,
devinieran conscientes, contrastarían de la manera más llamativa con los conscientes. Hace
referencia entonces al uso descriptivo del término, insuficiente para pensar los fenómenos
psíquicos. Por esto, propone el uso dinámico o sistemático, en cuyo caso, significa pertenencia a
sistemas determinados y dotación de ciertas propiedades. Aquí utiliza en el mismo sentido la
palabra sistemático, del texto de nota y dinámico. Lo dinámico define al inconsciente como
reprimido. Luego, retoma el esquema del aparato psíquico de 1900, la división en sistemas (tópica:
inconsciente, preconsciente, consciente) ubicando la censura rigurosa entre ellos. A esto se le
suma el abordaje metapsicológico, lo dinámico y lo económico. Entonces, plantea lo siguiente: Un
acto psíquico siempre comienza siendo inconsciente, y atraviesa por dos fases entre las cuales
opera la censura. En la primera, él es inconsciente. Si logra atravesar la censura será susceptible de
consciencia, preconsciente. Si es rechazado por la censura, se le deniega el paso a la segunda fase y
tiene que permanecer inconsciente, reprimido. Ahora bien, y aquí está la pregunta que se hace
Freud: ¿Si un acto psíquico (del orden de una representación) experimenta la trasposición del
sistema inconsciente al sistema preconsciente consciente, debemos suponer que a ella se liga una
fijación nueva, a la manera de una segunda transcripción de la representación correspondiente en
una nueva localidad psíquica, subsistiendo además la transcripción original inconsciente? ¿O más
bien, la trasposición implica un cambio prestado en idéntico material y en la misma localidad?
Estas dos preguntas son dos hipótesis, que intentan responder a la pregunta central del texto
ubicado en la introducción del mismo, y que Freud las va a formular de maneras equivalentes.
¿Cómo llegamos a conocer lo inconsciente? ¿Cuál es la diferencia entre la representación
inconsciente y la consciente? ¿Cómo una representación inconsciente pasa a ser consciente? La
primer hipótesis Freud la va a llamar tópica, porque implica dos inscripciones en dos localidades
distintas subsistiendo ambas simultáneamente. La segunda hipótesis, Freud la va a llamar
funcional, porque implica un cambio de estado en la misma localidad, en el mismo material.

Freud pondrá a trabajar ambas hipótesis a lo largo del texto, pero para que se ordenen las va a
abordar por capítulos: en el 2 la tópica y en el 4 la funcional. Para llegar al capítulo 7 a plantear la
resolución a su pregunta de otra manera.

En el capítulo 2 Freud dice “En principio, frente a la pregunta, no puede decidirse entre ambas
hipótesis”. Interroga fundamentalmente la hipótesis tópica. Dice que es la más grosera pero la más
cómoda. Sin embargo, el mismo la cuestiona, porque implica un divorcio entre los sistemas,
inconsciente y consciente y la posibilidad de que una representación esté presente al mismo
tiempo en dos lugares del aparato psíquico. Un ejemplo: Dice que, si se le comunica a un paciente
una representación que reprimió y que el analista logró colegir, esto no modifica en nada su estado
psíquico. Es ineficaz para la cura, porque no se cancela la represión. No se logran vencer las
resistencias. No logra que se levante, provisoriamente, la represión secundaria. Entonces, según
esta hipótesis, el paciente tendría la misma representación bajo una forma doble en lugares
diferentes de su aparato psíquico. Tendría el recuerdo consciente de la huella auditiva de la
representación que se le comunicó y el recuerdo inconsciente de lo vivenciado que se supone. No
hay conexión entre ellas. Hay un divorcio tópico. Otro ejemplo, lo encontramos cuando Freud
recurría a la hipnosis para ensanchar la memoria. Bajo hipnosis el paciente operaba recuerdos
asociados al ocasionamiento del síntoma. Cuando el paciente salía del estado hipnótico, Freud le
comunicaba esos recuerdos, pero no se producía ningún efecto. No era eficaz. De hecho, Freud
descubrió luego que la hipnosis velaba el juego de fuerzas, es decir, que no había trabajo sobre las
resistencias. Otro ejemplo que Freud comenta en un texto llamado “la negación” donde él dice que
un paciente relata un sueño. En el sueño había una mujer, y una de las primeras ocurrencias del
paciente es decir “mi madre”. Freud piensa, sin decirlo, es su madre. Si lo dijera, no solo no
cancelaría la represión, siendo ineficaz, sino que se puede producir una desautorización del decir
del analista. Por lo tanto, Freud cierra este capítulo 2 diciendo que es necesario avanzar con otros
desarrollos ya que este planteo inicial parece insuficiente para optar por alguna de las dos
hipótesis. Aunque solo aquí trabajó la hipótesis tópica, solo dejando planteada la funcional.

El capítulo 4 se llama “tópica y dinámica de la represión”. Vamos a encontrarnos con los


mecanismos de la represión. Esto es, en cómo opera el proceso represivo. Teniendo en cuenta el
aspecto tópico (los sistemas) y dinámico (el juego de fuerzas) que también hace a lo económico en
tanto la pulsión acompaña las representaciones. Freud necesita plantear los mecanismos de la
represión, que es la manera de articular la pulsión al aparato de representaciones. Siendo el
esfuerzo, el drank, la esencia de la pulsión exigirá un gasto permanente en el funcionamiento del
psiquismo. Se articula este capítulo, especialmente con el texto la represión, donde
fundamentalmente trabajamos sus fases y el destino de los elementos que hacen al representante
de pulsión. También nos vamos a encontrar con la hipótesis funcional, mencionada por Freud en el
capítulo 2, como una de las formas de responder a la pregunta por el pasaje del sistema
inconsciente al preconsciente. Inicia el capítulo diciendo que la represión es un proceso que se
cumple sobre representaciones (la represión recae sobre representaciones, no sobre el monto de
afecto, porque lo cuantitativo de la pulsión (el monto de afecto) no puede reprimirse) en la
frontera de los sistemas inconsciente y preconsciente. Este proceso consiste en una sustracción
de investidura. Se resta, se quita investidura, energía.

(En uno de los primeros textos trabajados “neuropsicosis de defensa” planteaba Freud el
mecanismo psíquico de defensa, que en ese momento implicaba el divorcio entre la huella
mnémica y el monto de afecto. Y que esa suma de excitación ahora desprendida se desplazaba y se
anudaba a otras representaciones, dando por resultado, las diferentes psiconeurosis según donde
se aplicaba esa cantidad) Ahora se recupera esa idea inicial, por supuesto con otras coordenadas.

Ahora bien, el proceso de la represión recae sobre representaciones en la frontera de lo


inconsciente y preconsciente y consiste en quitar investidura. Freud se pregunta “¿A qué sistema
pertenecen esas investiduras sustraídas y dentro de que sistema se produce esa sustracción? Por
otro lado, la representación reprimida, que se le ha quitado esa investidura sigue teniendo
capacidad de acción dentro del inconsciente. De ahí su eficacia. Por tanto, ha conservado su
investidura. Lo sustraído ha de ser algo diverso.

Entonces, como explica Freud que la representación reprimida sigue teniendo capacidad de acción,
esta investidura, a donde va. Dice lo siguiente: Si tenemos en cuenta el caso de la represión
propiamente dicha o post represión, la represión se ejerce sobre la representación preconsciente o
consciente. Consiste en que se le sustrae la investidura preconsciente que pertenece al sistema
preconsciente. La representación queda entonces desinvestida, o recibe investidura inconsciente o
conserva la investidura inconsciente que ya tenía. Por lo tanto, hay una sustracción de investidura
preconsciente, conservación de investidura inconsciente, o sustitución de investidura
preconsciente por una inconsciente. Hay un supuesto, y es que las representaciones siempre
están investidas. Siempre cuentan con una carga inconsciente, con una cantidad. Aquí es donde
Freud articula con la hipótesis funcional, porque sostiene que el paso desde el sistema
inconsciente a uno contiguo se produce por un cambio de estado. Una mudanza de investidura. El
supuesto funcional desplaza entonces al supuesto tópico. No se va a tratar (como decía el
supuesto tópico) de una transcripción nueva. Dos transcripciones en dos lugares sucediendo
simultáneamente. Sino que se tratará de una sola inscripción y de un cambio de investidura.

Sin embargo, esta sustracción de investidura, de libido, no alcanza para explicar el proceso
represivo. Porque la represión puede quedar desinvestida o debilitada, pero si conserva investidura
inconsciente, no se entiende por qué no haría intentos renovados por penetrar en el preconsciente
valida de su investidura. Queda claro acá que no alcanza con restar, con quitar investidura
preconsciente para que una representación quede reprimida. Hace falta otro mecanismo que
mantenga reprimido aquella representación que se le ha sustraído investidura. Aquello rechazado
por la consciencia y, además, este mecanismo no funcionaría cuando está en juego la figuración de
la represión primordial porque el representante psíquico de la pulsión (que se fija, queda caído en
el fondo) no cuenta con investidura preconsciente, entonces no se le puede sustraer lo que no
tiene. Por esto Freud necesita formular otro proceso, que en el caso de la represión secundaria
mantenga la represión. Es decir, sostenga reprimido aquello que fue rechazado. Y en el caso de la
represión primaria cuide de su producción y de su permanencia. Ese otro mecanismo lleva el
nombre de contrainvestidura. Freud necesita postular el supuesto de una contrainvestidura
mediante el cual el sistema preconsciente, se defiende del asedio de la representación
inconsciente (manera de caracterizar a la contrainvestidura). Si la investidura supone investir, dotar
a una representación de una cantidad que, una intensidad que, según de donde venga esta
intensidad hará que la representación sea rechazada o no, la contrainvestidura implicará, como
mecanismo, que defiende al preconsciente del asedio de lo reprimido, aplicar esa cantidad, pero
para evitar el retorno de lo reprimido. Ahora, es importante que diferenciemos como opera este
mecanismo en la represión secundaria y en la represión primordial.

La contrainvestidura es el único mecanismo de la represión primordial, representa un gasto


permanente de ella, pero también garantiza su permanencia. Si la represión primordial consiste en
la fijación del representante de la representación de la pulsión es la misma fijación la que opera
como contrainvestidura. No hay sustitución posible, no hay equivalente. Sabemos que esa fijación
del representante funciona como atracción de lo secundariamente reprimido y así, puede
mantener reprimido lo que ha sido rechazado por la consciencia. Tenemos las dos fuerzas que
cooperan en el proceso represivo, atracción y repulsión. Tienen la misma dirección. Dice en el
texto la represión que “la represión no alcanzaría su propósito si ambas fuerzas no cooperasen. Si
no existiese algo reprimido desde antes presto a recoger lo repelido por lo consciente. De allí que
Freud plantee la necesidad lógica de la represión primaria como condición de posibilidad de la
represión propiamente dicha. Es un gasto permanente porque tiene que mantener la fijación del
representante. Se relaciona con el esforzar constante de la pulsión, el drank. Sabemos que no se
deshace esa fijación, no nos quedamos sin inconsciente, aunque, respecto de lo secundariamente
reprimido, su levantamiento que siempre es parcial y provisorio implique un ahorro.

La contrainvestidura en el caso de la represión propiamente dicha o post represión, se suma a la


sustracción de investidura preconsciente. Dice Freud “es muy posible que la investidura sustraída
se aplique a la contrainvestidura”. Vamos a tomar como ejemplo, el olvido de Signorelli. Se olvida
Signorelli, y se olvida porque se reprime signor. En términos de este texto, decimos que a Signorelli
se le quita investidura preconsciente. Esta sustracción de investidura se da en el contexto de esta
conversación con un extraño en el viaje en tren, con todos esos temas incluidos en la conversación
que tienen relación con el olvido. Entonces, se sustrae investidura preconsciente de Signorelli, y
recibe una investidura inconsciente, ya que signor es su traducción al hed, es arrastrada porque
entra en conexión con los elementos reprimidos que llevan a muerte y sexualidad. Signorelli queda
entonces cortado del comercio asociativo. Esa investidura sustraída a Signorelli se desplaza y se
aplica a los sustitutos, que son Boticelli y Boltrafio. Reciben entonces una cantidad preconsciente,
aquella sustraída de Signorelli y que en ese anudamiento hace que boticelli y boltrafio irrumpan en
la consciencia. Y de hecho lo hacen de una manera insistente, según dijo Freud. Boticelli y Boltrafio
valen como contrainvestidura, aseguran el proceso represivo. Protegen al preconsciente, del asedio
de la representación reprimida. En su insistencia en la consciencia impiden que se recuerde
Signorelli. Entonces, en la misma sustitución de una representación por otra, se juega y se
asegura la represión secundaria, individual y móvil.

Ahora, en la represión primordial, la suponemos. No es observable. La suponemos y se articula en


tanto está operando la represión secundaria, que vale por su retorno. En el caso de Signorelli, en el
cuadro de Freud, entre las flechas que unen conceptos coloca una desde atracción hacia muerte y
sexualidad. Lo suponemos en tanto opera la represión secundaria.

Freud requiere de los mecanismos de la represión, articulado a sus fases para dar cuenta del
tratamiento de la pulsión en sus elementos heterogéneos (representante y monto de afecto).
Como lo reprimido secundariamente, que vale por su retorno (boticelli y boltrafio), puede ser
explicado gracias a ellos. Y de esta manera, fundamenta la existencia de este inconsciente
dinámico, eficaz y reprimido. Aquello que de lo inconsciente puede retornar siempre desplazado.
La insistencia de este inconsciente la podemos leer ahora por la investidura, lo cuantitativo de la
pulsión que acompaña las representaciones. Y la contrainvestidura, mecanismo que defiende
frente al asedio de lo pulsional.

Resumiendo, la represión propiamente dicha cuenta con dos mecanismos:

-Sustracción de investidura preconsciente.

-La contrainvestidura.

En cambio, la represión primordial, cuenta con un solo mecanismo:

-La contrainvestidura.

En el capítulo 4, con la referencia que Freud hace a las neuropsicosis de transferencia: histeria,
neurosis recesiva o histeria de angustia para describir metapsicológicamente el proceso de la
represión. Así como lo hizo también en el texto la represión.

En el caso de la histeria de conversión, lo que vale como contrainvestidura es el mismo síntoma


conversivo. La investidura pulsional de la representación reprimida es traspuesta a la inervación
del síntoma. En el caso de la histeria de angustia, la investidura sustraída emerge primero como
un afecto desamarrado de la representación, y en un segundo tiempo se anuda a una
representación sustitutiva que vale como contrainvestidura. Protege de esta manera, contra la
emergencia de la representación reprimida. En el ejemplo de la fobia a animales, la representación
lobo o caballo. Sin embargo, como se trata de la angustia, la represión está fracasada. Y a pesar de
la sustitución a nivel de las representaciones, no va a lograr evitar el desarrollo de angustia. En
cuanto a la neurosis obsesiva, la contrainvestidura se juega la formación reactiva. Frente a lo
compulsivo de la representación obsesiva, se contrapone a ella con una representación contraria:
formación reactiva. Pero la compulsión no se soluciona, se desplaza. Freud va a concluir que, la
obra de la represión es mucho menos lograda en las neurosis obsesivas y en la histeria de angustia
que en la histeria de conversión.

Recordemos lo trabajado anteriormente respecto al fracaso de la represión en cuanto no logra


evitar el desarrollo de angustia. Lo demuestra lo compulsivo del síntoma obsesivo y la angustia en
las fobias. No hay que olvidar que la función de la represión es evitar el displacer, por ello queda
señalada entonces una nueva pregunta para Freud, que será la vía para futuros desarrollos teóricos
y que se sostiene en lo que cuestiona un aparato solo de representaciones, y que lo van a llevar a
formular la segunda tópica.

UNIDAD 10 – CLASE 2

Nuevo sentido del inconsciente: dinámico, reprimido y eficaz fundado en la represión primordial.
Pasaje del inconsciente descriptivo al inconsciente dinámico.

Recorrido de la interpretación de los sueños a la metapsicología de 1915. Los articuladores


conceptuales son la pulsión y la doctrina de la represión. Permiten delimitar la lógica de un campo
y de una nueva operatoria. La nueva tópica Freudiana en términos de inconsciente preconsciente y
consciente, donde lo inconsciente es igual a lo reprimido.

Tenemos en la primera tópica un primer ordenamiento metapsicológico en 1900 y uno segundo en


1915.

¿Qué diferencia una representación consciente de una inconsciente? Pregunta orientadora.

El esfuerzo teórico de Freud es poder fundamentar un psiquismo constituido por representaciones


abordando los procesos desde el punto de vista tópico, dinámico y económico.

A esa pregunta responde con dos hipótesis: tópica y funcional.

Resolución final a esta pregunta: capítulo 7

Capítulo 5: “Las propiedades particulares del sistema inconsciente”

Ya en la interpretación de los sueños estaban anunciadas, pero ahora con las nuevas coordenadas
que estamos anunciando se resignifican algunas de ellas. Un nuevo significado, dice Freud, cobra
distingo entre los sistemas psíquicos ya que los procesos del inconsciente exhiben propiedades que
no se encuentran en el sistema preconsciente. Dice que el núcleo del inconsciente consiste en
representantes de pulsión que quieren descargar su investidura. Las mociones pulsionales están
coordinadas entre sí, subsisten una junto a otra sin influirse y no se contradicen entre ellas.

La pulsión, parcial, se inscribe a través de sus representantes. Estos, constituyen el núcleo del
inconsciente en tanto lo que no retorna pero que sostiene un retorno de lo reprimido
secundariamente.

Propiedades del sistema inconsciente:

No existe negación, ni duda ni certeza. Todo eso es introducido solo por el trabajo de la censura
entre inconsciente y preconsciente.

En el olvido del sueño, Freud claramente sitúa que, a la hora del relato del sueño, es decir, su
articulación en palabras, a lo efectivamente dicho, ahí aparece la duda. En el texto del paciente
aparece “me parece que”, “no estoy seguro”, “a lo mejor”, etc. La duda es un retoño de la censura
onírica. De la resistencia a la irrupción de los pensamientos oníricos en la consciencia. La
resistencia no se agotó con los desplazamientos y sustituciones, sino que se adhiere como duda a
lo que se filtró. Gasto permanente que implica el proceso represivo. Esas fuerzas vivas que no se
agota en rechazar algo de la consciencia sino en mantenerlo reprimido. El trabajo con las
resistencias implica levantar, provisoriamente, la represión secundaria. Produciendo un ahorro de
energía, pero siempre con el gasto permanente que implica la represión primaria.

En cuanto a la negación, es un sustituto de la represión de nivel más alto. Ejemplo del sueño “no es
mi madre”. En ocasiones, el “no” que se juega en el discurso es la condición para sortear la censura
y que algo reprimido pueda ser dicho. Con la marca de la negación. Pero en lo inconsciente no hay
negación, se juega en la frontera entre sistemas. Dentro del inconsciente no hay sino contenidos
investidos con mayor o menor intensidad. El modo de trabajo del sistema inconsciente es el
proceso primario. Esto implica la movilidad de las investiduras.

Si bien estos temas ya estaban planteados en “la interpretación de los sueños” la novedad que
tiene ahora es el concepto de pulsión y la doctrina de la represión. Con la diferencia que Freud
establece en representante de pulsión, entre la representación y el monto de afecto (elementos
heterogéneos que representan a la pulsión) se acentúa el papel de la investidura en relación a las
leyes condensación y desplazamiento. Por el proceso de desplazamiento, una representación
puede entregar a otra todo el monto de su investidura. Y por el proceso de condensación puede
tomar sobre sí la investidura íntegra de muchas otras. El monto de afecto opera como una cantidad
desplazable, que asegura vía condensación y desplazamiento la sustitución de una representación
por otra y hace posible el retorno de lo reprimido.

Con este giro, en relación a la investidura, el desplazamiento y la condensación en 1915 son los
signos distintivos del proceso primario. El sistema inconsciente está estructurado por estas dos
leyes del proceso primario. La instancia del inconsciente es leída ahora por la investidura.

A diferencia del sistema inconsciente, en el sistema preconsciente rige el proceso secundario. Es


una inhibición de la movilidad de las cargas, no están libremente móviles sino ligadas o
quiescentes. Dice, “toda vez que a un tal proceso primario le es permitido jugar con elementos del
sistema preconsciente aparece como cómico y mueve a risa” es decir, la risa sanciona lo cómico y lo
cómico surge (en trastabillarse al hablar) como efecto de lo disparato, frente al absurdo. Sorprende
al hablante y en sí mismo deviene fuente de placer, propia del proceso primario que de alguna
manera burla la crítica que es propia del proceso secundario.

Las propiedades del sistema inconsciente son atemporales. Es decir, no están ordenados con
arreglo al tiempo. No se modifican con el transcurso de este, ni tienen ninguna relación con él. La
relación con el tiempo, entendido como el tiempo cronológico, se sigue del trabajo del sistema
consciente. La temporalidad que está en juego respecto al tiempo inconsciente es el tiempo lógico
o retroactivo.

Otra propiedad es que los procesos inconscientes no conocen un miramiento por la realidad. Están
sometidos al principio de placer.

El acervo de huellas mnémicas que conforman el inconsciente va a constituir el tejido en el que va


a consistir la realidad psíquica. Un tejido ficcional. Forma particular de existencia que no debe
confundirse con la realidad material.

Los procesos inconscientes se caracterizan por:

-Ausencia de contradicción.

-Proceso primario.

-Movilidad de investidura.

-Carácter atemporal.

-Miramiento por la realidad psíquica regulado por el principio de placer.

Ahora bien, en lo que Freud viene desarrollando respecto del inconsciente, nos deja ver que no
tenemos que pensar en los sistemas como lugares estancos con un divorcio tópico sino, como una
actividad permanente de relación entre ellos.

En el capítulo 6, en el comercio entre los sistemas, Freud aborda muy detalladamente como es el
entramado que hace al funcionamiento del psiquismo. Plantea que el inconsciente es algo vivo,
susceptible de desarrollo, que mantiene con el preconsciente toda una serie de relaciones que es
lo que lo torna eficaz, y que sería un error suponer que el comercio entre los sistemas se limita a la
represión. Hay relaciones de cooperación entre ambos. No tenemos que representarnos una
separación nítida ni pura entre los sistemas. El inconsciente se continúa en sus retoños, influye
sobre el preconsciente y es a su vez sometido a influencias de este. Un sector muy grande del
preconsciente proviene del inconsciente. Tiene el carácter de sus retoños, que están ligados a
representaciones inconscientes reprimidas. Freud compara a los retoños con los mestizos, de raza.
Mestizos entre diversas razas humanas: se mezclan, pero en cuanto se deja traslucir su
ascendencia de color son segregados.

Ejemplo de retoños del inconsciente, de alta organización son, las formaciones sustitutivas. Estas
logran irrumpir en la consciencia gracias a una relación favorable. Por ej, en virtud de su
coincidencia con una contrainvestidura del preconsciente. (Signorelli, boticelli, boltrafio)
Otro ejemplo de retoños del inconsciente son las fantasías, como esas etapas previas de la
formación del sueño y del síntoma. El comercio entre los sistemas se produce a través de la
censura, que es la frontera entre ellos, donde se ejerce la represión propiamente dicha y que actua
sobre el inconsciente mismo.

Pero esos retoños inconscientes pueden sortear la censura, organizarse, crecer dentro del
preconsciente hasta cierta intensidad. Cuando quieren ingresar a la consciencia pueden ser
individualizados como retoños de lo inconsciente y reprimidos otra vez. Los retoños del
inconsciente devienen conscientes como formaciones sustitutivas y como síntomas, tras grandes
desfiguraciones respecto de lo inconsciente. Por eso las representaciones que irrumpen, dan
cuenta de ser asociaciones vinculadas con lo reprimido.

Dice Freud que “los retoños hacen de mediadores entre los sistemas”. En la práctica, exhortamos al
paciente a producir retoños de lo reprimido, a partir de obedecer a la regla fundamentar que
apunta a producir la asociación libre. Para ello deberá vencer las objeciones que la censura haga al
devenir consciente de esas formaciones preconscientes. Por objeciones podemos situar lo que
Freud llama a veces representaciones meta, como aquellas que comandan el hablar consciente y
ordenarlo. Como también el ejemplo “no es mi madre” o también dudar de lo que se está por
decir. Hay múltiples formas que pueden tomar las objeciones. Todo eso es introducido por el
sistema preconsciente consciente. Por lo tanto, producir retoños de lo reprimidos,
representaciones sustitutivas, de síntomas implica vencer las resistencias. Esas que se juegan en la
asociación y así facilitamos el camino para cancelar provisoriamente la represión. Las ocurrencias
son retoños psíquicos de lo reprimido que se cuelgan en la trama de una exposición deliberada y
casi siempre son sentidos como perturbadores causando nuevos rechazos. Pensamientos
preconscientes que no devienen conscientes. Por lo tanto, dejarse tomar por la asociación libre, lo
que no quiere decir solamente hablar, implica que el analizante soporte un encuentro inesperado
con su propia palabra y así producir en acto bajo transferencia, un decir que lo interrogue. Ese
inconsciente eficaz que irrumpe en el acto de sustitución de una representación por otra.

Capítulo 7: “El discernimiento de lo inconsciente”

Discernir es distinguir algo de otra cosa, diferenciar. Es un capitulo donde Freud va a producir esa
diferencia respecto de lo inconsciente, de la manera más formal que puede. Freud termina de
resolver la pregunta central del texto. Desde la introducción, y luego en el capitulo 2 Freud se
pregunta ¿Cómo una representación inconsciente pasa a ser consciente? Responde con las dos
hipótesis de trabajo, la tópica que implica una doble inscripción de la misma representación en dos
localidades al mismo tiempo, implicando un divorcio tópico que no es eficaz para la cura. A esta
hipótesis la descarta en el capítulo 4 y lo confirma en el capítulo 6 justamente cuando trabaja el
comercio entre los sistemas y dice “queda desechado el supuesto de una renovación continuada
de transcripciones”. La otra hipótesis, la funcional, implica un cambio de la investidura que se
produce en la misma localidad, en el mismo material. Alude a una sola inscripción que sufre una
mudanza en su investidura. Lo desarrolla en el cap 4 cuando aborda los mecanismos de la
represión.

En este cap 7 Freud va a plantear una nueva hipótesis que será la forma de responder a su
pregunta habiendo desarrollado a lo largo de todo el escrito el funcionamiento del sistema
inconsciente y su relación con el sistema consciente, lo dinámico. Al inicio del cap toma como
referencia la diferencia entre las neurosis de transferencia y las neurosis narcisista, nueva
clasificación que arma Freud. En las neurosis de transferencia, que incluye histeria de conversión,
histeria de angustia y neurosis obsesiva, hay una impertubada investidura de objeto. Si bien el
neurótico resigna el vínculo con la realidad, frente a un fracaso en la colocación de la libido. Esa
investidura de objeto se retira, pero se conserva a través de la fantasía. No ocurre de esta manera
en la esquizofrenia, dentro de las neurosis narcisista. En ella parecen haber retirado la libido del
mundo exterior, pero sin sostenerla en la fantasía. Esa libido retirada de los objetos, es
reconducida al yo. El efecto es la megalomanía, la hipocondría, etc. Es la imperturbada investidura
de objeto, propia de las neurosis de transferencia, la que permite la sustitución de un objeto por
otro y por lo tanto (en la formulación de Freud de este momento) es la aptitud para la
transferencia en tanto se transfiere, se desplaza la investidura. Esa posibilidad es lo que permite
que el analista sea tomado por esa cantidad como un objeto más. Una representación más. Esa
carga pulsional pasa a jugarse en la transferencia y el conflicto psíquico, fundamento del síntoma,
se desplegará con el analista.

En las neurosis narcisistas, hay cierta dificultad para pensar la transferencia en estos términos. La
resignación de la investidura de objeto explica la incapacidad en estos pacientes para la
transferencia y la dificultad con la que Freud se encuentra para poder abordarlas con el método
psicoanalítico. Por lo menos en las formulaciones que Freud hace en este momento de sus
conceptualizaciones.

Investigar acerca de las neurosis narcisistas, le abre a Freud un camino muy fecundo para pensar la
clínica y con ella, nuevos desarrollos teóricos.

Lo que Freud observa en la esquizofrenia son alteraciones del lenguaje. Dice que el lenguaje es
rebuscado. Las frases sufren una peculiar desorganización sintáctica que las vuelve
incomprensibles. Hay también un predominio a los órganos o inervaciones en el cuerpo. Un
lenguaje de órgano o hipocondríaco. Toma como ejemplo el caso de un colega. La paciente dice
“los ojos no están derechos, están torcidos”. La paciente misma aclara sus dichos. Dice que su
amado es un torcedor de ojos, un simulador. Ella, a partir de estar con el amado, ve el mundo con
otros ojos. Ella tiene los ojos torcidos. Ahora bien, que hubiera hecho, dice Freud, un paciente
histérico. Hubiera torcido compulsivamente los ojos sin ningún pensamiento consciente al
respecto. Vemos aquí respuestas distintas, frente a algo del orden del conflicto. A Freud le interesa
la referencia a la esquizofrenia porque dice “nos confronta de manera más aguda con el problema
de la representación”. Pregunta que a Freud le interesa.

Hay un predominio de la referencia a la palabra por sobre la cosa. Las palabras son tratadas como
cosas. Los ojos están torcidos, no es una metáfora o referencia simbólica. Hay certeza de eso, los
ojos están torcidos. Entonces, a partir de estas observaciones en relación al lenguaje Freud va a
plantear la siguiente idea: Va a descomponer entonces la representación objeto consciente en la
representación cosa y la representación palabra. La representación consciente abarca la
representación cosa más la correspondiente representación palabra. En tanto que la
representación inconsciente, es la representación cosa sola. Hay un antecedente de esta
formulación que es la Carta 52. Allí Freud plantea un esbozo de aparato psíquico, esquema de la
representación de los sueños. Nos dice que la memoria se constituye de manera múltiple, con
sucesivas transcripciones. Se trata de lugares de inscripción (primera tópica) que se concibe como
secuencias de escritura. Las huelas mnémicas experimentan una transcripción, un reordenamiento
según nuevos nexos que acontecen en épocas sucesivas. La primera transcripción eran los signos
de percepción, cercanos al polo perceptivo. La primera marca de la percepción, por completo
insusceptible de conciencia. La segunda transcripción, que llamará inconsciente, está ordenada
según otro tipo de nexos, causales o de semejanza. Las dos primeras inscripciones constituirán las
inscripciones propiamente inconscientes, a diferencia de la tercera transcripción que llamó
preconsciente. Ligada a representaciones palabra, que corresponde a nuestro yo oficial.

Volviendo al texto lo inconsciente. El sistema inconsciente está constituido por esta investidura
cosa de los objetos, y la representación cosa consiste en la investidura sino de la imagen mnémica
directa de la cosa al menos de huellas mnémicas más distanciadas de ella.

El signo perceptivo (carta 52) sería esa imagen mnémica directa de la cosa en tanto primera
inscripción cercana a la percepción. Primerisimas experiencias. La representación cosa se
constituye a distancia de la imagen mnémica directa de la cosa y como efecto de una retrascripción
del signo perceptivo. Es decir, con nuevos enlaces. Los enlaces que hacen al sistema inconsciente.
En el inconsciente hay investidura cosa de los objetos, marca en relación a otras marcas. No tiene
contenido, no tiene cualidad alguna. Son meras relaciones entre representaciones. De golpe, dice
Freud, creemos saber dónde reside la diferencia entre una representación consciente y una
inconsciente (pregunta organizadora del texto, poder ubicar el discernimiento del inconsciente).
Ellas (las representaciones) no son como creíamos, diversas transcripciones del mismo contenido
en lugares psíquicos diferentes (hipótesis tópica) ni diversos estados funcionales de investidura en
el mismo lugar (hipótesis funcional) sino que, la representación consciente abarca la
representación cosa más la representación palabra y la representación inconsciente es la
representación cosa sola. El sistema inconsciente contiene la investidura cosa de los objetos,
primeras investiduras. El sistema preconsciente nace cuando esa representación cosa es
sobreinvestida por el enlace con la representación palabra. Esa sobreinvestidura posibilita el relevo
del proceso primerio por el proceso secundario que regula el sistema preconsciente. El enlace con
la representación palabra todavía no coincide con el devenir consciente sino brinda la posibilidad
de ello. Finalmente, Freud puede formular de manera precisa eso que la represión en las
neurosis de transferencia, rehúsa a la representación rechazada: la traducción en palabras.

Ya había anticipado en la Carta 52 que la particularidad de la neurosis es que no se produce la


traducción de ciertos materiales por el displacer que estos provocarían (anticipo de la represión) La
representación no aprendida en palabras queda inconsciente, reprimida, cortada de la consciencia.

-No hay traducción punto a punto. Los signos se leen no por su valor de imagen sino por sus
relaciones.

-Siempre queda algo indócil a la traducción.

El rehusamiento o la conexión funcionan en el lenguaje mismo, en la confrontación entre las leyes


del proceso primario y el proceso secundario. La diferencia entre inconsciente y preconsciente no
es cronológica sino lógica. Requiere la operación de la represión primaria para que esa diferencia
se produzca.

Responde a la diferencia entre representaciones consciente e inconsciente en el discernimiento


de lo inconsciente, ubicando la diferencia entre la representación cosa y la representación
palabra. La representación cosa, como átomo elemental del inconsciente, que da cuenta de la
materialidad del lenguaje, de su estructura, puro sinsentido, carente de cualidad o de contenido y
que solo por medio de palabras se han vuelto aprensibles. Freud nos dice que los pensamientos
inconscientes son procesos de investidura y desplazamientos pulsionales que requieren de la
articulación con las representaciones palabra como condición para acceder a la consciencia. Es
decir, solo nos es accesible por el artificio de la palabra. El estatuto de la palabra es complejo,
nuestro pensar está hecho de palabras. La palabra está construida a partir de distintas
impresiones. Corresponde a un intrincado proceso de asociaciones en el que intervienen
elementos visuales, auditivos. Podemos decir que la representación palabra sería el sentido que
el que habla le da a la palabra proferida. Implica una relación a la palabra más conceptual, por el
contenido, es decir, refiere a una asociación interna. A diferencia de esas asociaciones externas o
extrínsecas propias del sistema inconsciente. Así, el preconsciente es homologo al discurso
corriente donde predomina el sentido, cierto código compartido de la lengua con significaciones
prestablecidas. Discurso habitual, consciente, reflexivo, que se pretende coherente, articulado por
el preconsciente a su legalidad. Esa energía ligada que produce sentido, donde las palabras en
tanto signos arbitrarios constituyen el código. Y, como dice Freud en la carta 52, “corresponde a
nuestro yo oficial”. Ahora bien, al interior mismo de ese discurso, los efectos del inconsciente se
dejan oír en tanto haya quien escuche. El inconsciente se articula mejor en la equivocación. En el
error, trastabille, engaño. En el dispositivo analítico la regla fundamental convoca al analizante a
que diga lo que se le ocurra. Las ocurrencias son retoños psíquicos de lo reprimido que se filtran,
se dejan oír en la trama de una exposición deliberada. Comandada por el preconsciente. Estos
retoños que valen como formaciones sustitutivas revelan ese trabajo desciframiento en la misma
sustitución, donde se verifica la multivocidad del lenguaje, el equívoco. El retorno de una verdad a
medio decir.

La escucha del analista, particular, sanciona y puntúa el decir del analizante. Equivoca el sentido.
No estamos a la espera de un equívoco franco, sino que, el mismo lenguaje es equivoco. No damos
sentido a lo que escuchamos, eso lo hace el paciente. Puntuamos, equivocamos ese decir. Para que
se produzcan nuevas asociaciones y nuevas vías asociativas.

Una carilla de la conferencia 22 y conf 23.

Recuperaremos un par de ideas. Concepto de pulsión en texto “pulsiones y destinos de pulsión”


que ubicamos cuales eran los posibles destinos de la pulsión:

-La sublimación.

-La represión.

-El trastorno hacia lo contrario.

-La vuelta hacia la persona propia.

Freud nos orienta en tanto plantea que los destinos de pulsión pueden ser presentados también
como variedades de defensa contra las pulsiones. El aparato psíquico exigido por ese drang, la
esencia de la pulsión, encontrará modos de tratamiento de la misma. Modos de hacer con ese
drang. Esos modos de defensa serán correlativos de maneras diversas en que la pulsión se inscribe
en el aparato psíquico. La represión secundaria como mecanismo no será el único destino posible.
Es una forma de defensa privilegiada para la estructuración de la neurosis.

Uno de los escritos metapsicológicos perdidos era sobre la sublimación.

Podemos decir sobre la sublimación que será la satisfacción de la pulsión sin represión.

Los otros dos destinos serán vicisitudes de la pulsión. Vicisitud se refiere a sucesión de cosas
opuestas. Ambos destinos se relacionan. Refiere entonces a un modo de inscripción, de hacer con
la pulsión que no implica la represión como mecanismo y que va a articularse con un inconsciente
no reprimido. Recuperamos dos referencias: la primera está en el texto “la represión” página 142
cuando Freud dice que “la represión no es un mecanismo presente desde el origen” Se está
refiriendo a la represión secundaria. Para que funcione como mecanismo de defensa requiere la
división en sistemas. Agrega que este planteo es solidario a un supuesto, que antes de esta etapa
de la organización del alma, los otros destinos de pulsión tenían a su exclusivo cargo la tarea de la
defensa contra las mociones pulsionales”. La otra referencia es del texto “lo inconsciente” donde
Freud anticipa que “todo lo reprimido es inconsciente pero no todo lo inconsciente es reprimido. Lo
inconsciente es más vasto que lo reprimido” Anticipo del tercer inconsciente que desarrollará en la
segunda tópica. Esos otros destinos de pulsión podemos leerlos como lo que resta de la pulsión en
tanto inscripción del representante psíquico, es decir, represión primaria. Esa operación, fijación
del representante de pulsión, deja un resto que se relaciona también con lo cuantitativo de ella,
con el monto de afecto y con el fracaso de la defensa. Punto de vista tópico que aspira a perseguir
los destinos de las magnitudes de excitación. Destino del factor cuantitativo. Otro término
vinculado es “la fijación”, pero no la fijación al representante sino la fijación libidinal al objeto. Ese
lazo particularmente íntimo de la pulsión al objeto. Esa demora de la pulsión en un tiempo
anterior. La fijación, a diferencia del desplazamiento de la investidura, sitúa la detención del
movimiento del monto de afecto en relación a un objeto parcial.

Por lo tanto, la represión primaria, tiempo lógico de articulación entre pulsión inconsciente implica
la fijación del representante psíquico de la pulsión como resto. Esto es que no toda la pulsión se
abrocha en esa operación a través del representante. Y se produce la fijación de un objeto. Hay una
fijación que por lo tanto carece de representación y se articulará con los destinos previos a la
represión, y, por tanto, a lo cuantitativo.

La libido halla a las fijaciones en prácticas y vivencias de la sexualidad infantil. Hacia allí regresa la
libido porque

Freud da cuenta de un aparato constituido (en los textos metapsicológicos)

En seminarios, vamos a ir ubicando la temporalidad que conjuga lo inconsciente con las


experiencias primeras en el cuerpo que no son sin el otro prehistórico inolvidable. Que dejan las
trazas de la primerísima infancia. Tiempo que no tiene que ser pensado evolutivamente pero si con
una cierta secuencia. Tiempo en que el aparato está en constitución. Está en vías de conformarse.
Así, la represión primaria, homologa a la estructura del lenguaje, requiere de otros tiempos
constitutivos para que se consolide como mecanismo, como recurso.
La represión secundaria como mecanismo maso menos estable y eficaz, como recurso, va a
requerir de diversos tiempos en su estructuración. Esos destinos previos serán en la primera
infancia recursos para el tratamiento del empuje pulsional, podrán ser pensados en la línea de la
sexualidad infantil y los diques pulsionales. Todo esto permitirá complejizar el camino de formación
de síntomas a partir de incluir y de articular conceptos como: pulsión, sexualidad infantil, represión
e inconsciente. Y permitirá ubicar un nuevo estatuto para el síntoma que devendrá, no solo una
formación sustitutiva sino una satisfacción sustitutiva.

UNIDAD 12 – CLASE 1

Concepto de transferencia. “Sobre la dinámica de la transferencia”, “puntualizaciones sobre el


amor de transferencia” “recuerdo, repetición y reelaboración” escritos entre 1912 y 1914 y
“conferencia 28: terapia analítica” 1916, 1917.

La transferencia es uno de los principales conceptos del psicoanálisis. Freud señala en 1914 que la
teoría psicoanalítica es un intento por comprender la transferencia y la resistencia. Y que aquél que
se aparte de estos dos hechos no puede llamarse a sí mismo psicoanalista. Freud conceptualiza en
estos textos el lugar central que la transferencia tiene para la cura, también subraya en distintas
épocas que solo a través de la transferencia un analista puede devenir tal. El psicoanálisis no se
aprende en los libros o en las clases, sino que es necesaria la propia experiencia como paciente.
Existe un claro interjuego entre clínica y teoría, y que todo lo que conceptualizaremos fue
descubierto por Freud con sus pacientes en el consultorio.

La transferencia tiene un papel central pero también un papel muy controvertido. Por un lado, el
vínculo con el analista es lo que hace posible el tratamiento. Por otro, la transferencia tiene una
cara opuesta. Es ella la que vehiculiza la resistencia. Esto es lo que hace del análisis una experiencia
mucho más compleja. Se comienza aquí a ubicar el lugar de las resistencias y a vislumbrar la
importancia que tendrán los obstáculos a la cura en la futura teorización.

La transferencia es generada por el dispositivo analítico mismo. Para que alguien consulte a un
analista, tiene que haberse producido alguna conmoción en su vida habitual. Un quiebre en la
comodidad en la que se encontraba. Puede haberse producido algún tipo de malestar, inhibición,
dificultades para estudiar. Los motivos pueden ser innumerables, lo que está claro es que tiene que
haber aparecido una pregunta que esa persona no puede responder por sí sola. De hecho, cuando
una persona llega al análisis indicado por otra persona el tratamiento puede volverse imposible.
Cuando efectivamente la demanda surge, la persona se encuentra con un síntoma que lo interroga
y a la vez cree que algo quiere decir. Cree que su padecimiento tiene un sentido que el ignora y
confía en que el analista que tiene en frente puede ayudarlo a descubrir eso que el desconoce.
Supone que el analista sabe. El analista en principio ignora la causa de esos síntomas por los cuales
el desconocido viene a consultar. La escucha del analista hará posible que el síntoma devenga un
síntoma analítico y que, en el desarrollo del tratamiento, las mismas palabras del paciente puedan
develar las causas que hay ocultas detrás de ese síntoma. En las primeras entrevistas, el analista
indicará la regla fundamental de la asociación libre: que en el espacio del análisis se debe decir
todo aquello que al paciente se le ocurra, sin que medie la preocupación porque sea lógico,
racional o atinado. Es decir, la idea es apartar al yo consciente y permitir que pueda emerger algo
de eso que se ignora. Tal como describimos, la asociación es libre de la intervención de la
consciencia y de la voluntad, pero no es libre en tanto a través de ella podrá desplegarse el
determinismo inconsciente. El determinismo psíquico, que describe Freud al explicar cada uno de
sus casos desde sus primeros pasos, será uno de los aspectos que este concepto de transferencia
pondrá en juego y abordaremos. Los síntomas esconden una verdad que es la que el paciente y el
analista esperan descubrir en el análisis. Freud descubre el icc y a la vez, correlativamente, el
método para acceder a él. Es un método que apunta al caso por caso. Se debe poner en suspenso
todo el saber previo para que se devele lo singular de ese paciente, que es en sí incalculable.

Sobre las condiciones para que la transferencia se instale: Es importante que además de las reglas
de asociación libre y atención flotante, es necesario que el analista respete las condiciones de
neutralidad y abstinencia. Freud decía que no le gustaba dar consejos técnicos, pues lo que le
servía a él podía no servirle a otro. Sin embargo, estos elementos técnicos no varían de un analista
a otro, sino que están en el fundamento mismo de la cura psicoanalítica. La regla de abstinencia
implica que el analista debe abstenerse de suponer. Solo a través de la atención libremente
flotante debe poder ubicarse en una posición de escucha que permita que se devele lo que hay
detrás del discurso del paciente. Como ejemplo tomaremos un ejemplo: El caso del hombre de las
ratas. Este joven solía ser acechado con ideas asesinas y cada tanto iba desesperado a preguntarle
a un amigo sino lo despreciaba por delincuente. A lo que el respondía que se quedara tranquilo,
que era un hombre intachable. La escucha analítica supone lo contrario. Freud con su silencio sin
intentar comprender y suponiendo que alguna verdad se jugaba en esas ideas permitió que se
revele que detrás de esos discursos criminales se ocultaba sentimientos hostiles reprimidos que el
paciente tenía hacia su padre, quien era a la vez bastante cruel.

En los comienzos de sus investigaciones, Freud se vio por primera vez enfrentado a las ruidosas
expresiones de una transferencia cuando su colega Breuer le confesó muy avergonzado que había
tenido que dejar de atender a su paciente Anna O, debido a que ella había expresado en su
consultorio que sentía dolores abdominales porque estaba embarazada de él. El horror de Breuer
lo había llevado a huir de la situación y abandonar a su paciente. Más tarde aparecieron relatos
que cuentan que fue tan difícil para Breuer no verse enredado en el amor que la paciente le
expresaba que hasta hizo tambalear su matrimonio. El prefijo tras significa trasportar. De alguna
manera, el mecanismo de desplazamiento o trasporte de carga entre representaciones, propio del
funcionamiento del aparato desde los inicios, incluye esta idea. Esto es congruente con lo que
leímos en “la interpretación de los sueños”. Allí, la palabra trasferencia es utilizada para explicar el
mecanismo por el cual el deseo inconsciente desplaza su carga hacia los restos diurnos, que por ser
nimios e indiferentes y no haber entrado aún en conexión con otras representaciones, son los más
aptos para ser aprovechados por este deseo inconsciente y trasferir allí su intensidad.

Años más tarde, es en el tratamiento del caso Dora donde Freud empieza a dimensionar el valor de
la ligazón afectiva que establece el paciente con su analista. Cuando Freud estaba pensando en
escribir un libro, repentinamente Dora abandona el tratamiento. Allí comienza a descubrir el lugar
determinante que tendrán las resistencias y que se sostendrá hasta el final de la teorización
Freudiana.

Las trasferencias son explicadas como reediciones, recreaciones de mociones y fantasías tanto
amorosas como hostiles, que sustituyen a una persona anterior, por la persona del analista. Ahora
bien, el paciente no lo vive como un recuerdo, como algo anterior, sino que lo vive como algo
actual. “Lo que constituye la ventaja de Dora, su particular transparencia guarda intima relación
con su gran falla. La que llevó a la ruptura prematura. No logré dominar a tiempo la trasferencia a
causa de la facilidad con la que ella ponía a mi disposición el material patógeno” Fue la facilidad
la que se transformó en el mayor estorbo. Dice que al transferirle Dora el amor tierno que tenía
hacia su padre, la cura transcurría sin sobresalto, pero que luego le transfirió la hostilidad y el
deseo de venganza que tenía hacia el señor K y que eso produjo el abandono. Lo importante es
que Freud dice que la transferencia no interpretada fue lo que hizo que Dora interrumpiera el
análisis, y recién con el fracaso en este tratamiento, pudo terminar de clarificar la importancia que
tiene la transferencia.

En 1912, con el escrito “Sobre la dinámica de la transferencia”. Según Freud en este texto la
transferencia implicaría la repetición de cierto cliché o modalidad adquirida a través de las
experiencias de los primeros años de vida. Es una forma que vuelve una y otra vez e imprime algo
particular en los vínculos que el sujeto sostiene a través del tiempo. También como modos
particulares de satisfacción pulsional. Transferencia implica entonces repetición.

La idea de la repetición y el lugar que tiene para el aparato psíquico aparece por un lado en la
concepción del aparato psíquico como dotado de la capacidad de un registro que impone vías
facilitadas. Caminos que se transitarán una y otra vez. Por otro, las marcas que el intercambio con
el otro deja en el cuerpo. Su lugar determinante en el recorte de las zonas erogeneizadas
condicionan a sí mismo búsquedas singulares en la modalidad pulsional. La relación con esos
primeros otros significativos será determinante de la modalidad de vinculación que el sujeto
tendrá con los demás a lo largo de toda su vida, así como las preferencias libidinales y de sus
fantasías.

Las expectativas antiguas no cumplidas por esos objetos de amor, tanto las insatisfacciones como
también las represiones condicionarán entonces lo que se busca encontrar en cada nuevo vínculo.
Esta idea de retorno, de repetición de algo anterior, de marcas y vías genera una historia que hace
de ese sujeto alguien único y diferente del resto. Y es esa singularidad la que se pondrá en juego en
la relación con el analista. Entonces, salta a la vista un interrogante: Si el amor por cualquier objeto
y el amor de transferencia tienen un mismo origen, su fuente se encuentra en lo infantil, ¿Qué
sería lo específico del amor que surge en el tratamiento psicoanalítico? El amor transferencial es
producido por el lugar y la función que tiene el analista y no por sus características como persona.
Por otro lado, en la transferencia no hay reciprocidad y, además, tiene un tiempo de caducidad.
Veremos que, así como él será condición para la cura, también lo será su finalización. Será
necesario que el analista caiga de ese lugar en donde el paciente lo había colocado. Lo que
distingue al psicoanálisis de cualquier terapia es que en él la transferencia es considerada una
herramienta del tratamiento. Es necesario que el analista se ofrezca para que el paciente transfiera
sus complejos patógenos, traslade lo reprimido sobre el analista para que pueda hacerse el trabajo
con eso. Freud dice que no es posible luchar contra un enemigo ausente y que en ese proceso en
que se instala la transferencia se produce una transformación en donde el síntoma que el paciente
trajo a análisis se convierte en un síntoma analítico. Suele suceder que, el paciente que antes solía
quejarse de su síntoma ahora ocupa su tiempo pensando en su análisis, en que dirá, que le dijeron.
En los textos encontramos que la neurosis ordinaria que el paciente traía, se transforma entonces
en una nueva neurosis. Freud habla de una neurosis artificial a la que denomina “neurosis de
transferencia”. Esta idea retoma lo que trabajamos en el texto “sobre psicoterapia de la histeria” en
donde el analista aparecía como falso enlace y la transferencia era considerada un síntoma
neoproducido. La transferencia funciona como una formación del icc. En donde el analista sirve
para que el paciente pueda jugar en él sus propios conflictos. Opera allí un retorno de lo reprimido.
En este sentido, Freud lo ubica como resto diurno en el sueño, en donde el deseo icc produce una
transferencia de su intensidad y el sujeto vivencia el sueño como algo actual. De ese mismo modo,
lo reprimido se pone en juego en el vínculo con el analista que ocupa ese lugar de lo nimio e
indiferente, ese lugar del resto diurno. Propiciando que lo reprimido icc pueda salir a la luz. Esta
dimensión de la transferencia que facilita la rememoración y el despliegue de lo icc es denominada
por Freud “transferencia motor”. El lugar del analista supone una función: el analista es un
operador para que el tratamiento pueda transcurrir. Reafirmamos entonces el hecho de que la
subjetividad del paciente pueda jugarse como síntoma en la relación con el analista es la
herramienta más poderosa para la curación.

Texto “recordar, repetir y reelaborar” Sesgo de la transferencia. Si la repetición en la transferencia,


que funciona como motor permite la rememoración y el avance de la cura, acá repetición hará
presente, por el contrario, las resistencias. Lo que obstaculiza el tratamiento. Es frecuente en la
clínica que haya momentos en que el paciente deja de asociar, se queda en silencio. Y muchas
veces, en esos momentos, surgen pensamientos vinculados con la persona del analista. Freud dice
que en esas ocasiones es que algo de lo más conflictivo para el paciente estaba por surgir en el
análisis y él lo quiere evitar. Entonces, en este caso, la transferencia está siendo aprovechada por la
resistencia. Ya se vio en “sobre psicoterápia de la histeria” donde Freud describe la misma
situación, planteando que el analista se transforma así en un obstáculo externo. Ejemplo de este
texto: “una paciente que había reprimido hace años el deseo de que un señor con el que había
estado hablando aprovechara y le estampara un beso, se vio repentinamente imposibilitada de
continuar el tratamiento. La dificultad fue superada cuando él pudo descubrir que la paciente
había tenido ese mismo deseo en relación a él. Una vez que Freud pudo expresarle a la paciente la
resistencia que se jugaba en ese desplazamiento y el deseo reprimido que ella quiso ocultar, el
análisis pudo continuar su ruta” Freud describe estas situaciones utilizando un término alemán:
adguieren (actuar), y explica que el paciente actúa con el analista lo que no quiere recordar. Esta
escenificación de lo reprimido sería también otro modo de recordar. Habría una proporción inversa
entre rememoración y reproducción en acto. Cuanto mayor es la resistencia, mayor es la puesta en
escena y menor la posibilidad de reproducir en palabras lo reprimido.

En este texto, es la primera vez que Freud nombra a la compulsión, a la repetición. Justamente, a
propósito del adguieren de esta reproducción en acto. Acá surge el lugar de lo no rememorable,
que está presente en la transferencia. Cuando se trata de la compulsión a la repetición, que el
actuar en transferencia pone en juego, hay algo que no alcanza con la palabra. No alcanza la
interpretación. Aquí se juega otra dimensión de la transferencia, que obliga al analista a enfrentar y
trabajar con esa resistencia. Freud dice “el principal recurso para domeñar la compulsión o la
repetición del paciente y transformarla en motivo para recordar reside en el manejo de la
transferencia. Si la resistencia se pone en juego en el momento en que se está por abordar algo de
lo más difícil de enfrentar para el paciente, esto significa que su aparición anuncia un salto
significativo en ese tratamiento”. En otras palabras, aquello que impide el avance, al mismo
tiempo, lo que muestra es el camino que hay que recorrer. Freud dice que la resistencia está
presente en todo momento del tratamiento. También agrega que justamente las mayores
transformaciones se producen cuando uno puede atravesarla. Cuando ella se profundiza y uno la
puede superar.

Historial de Dora, donde Freud dice que “la facilidad con la que ella dejaba fluir sus ideas y
recuerdos es lo que resultó ser el mayor obstáculo. Es el enfrentamiento con la cara más
resistencial de la transferencia la que promete mayores efectos analíticos, y no la simple
rememoración. Es atravesar los momentos resistenciales, en donde se juegan los complejos
patógenos que el paciente más está evitando. Allí se juega la mayor eficacia del tratamiento.

¿Qué podemos decir de la transferencia, que sabemos, supone la presencia del analista durante la
cuarentena? La palabra, y como puede enfermar o curar. Algo de la palabra toca el cuerpo, aunque
estemos a través de los dispositivos electrónicos. Por supuesto no es igual la presencia física que a
través de la voz. Las herramientas que Freud declaro son las que le sirven a él, pero cada analista
debería encontrar las propias. En análisis es uno por uno, no hay sujetos iguales por lo cual
tampoco hay dos análisis iguales. Lo indispensable para que haya transferencia y por ende análisis
debe haber ciertas coordenadas: asociación libre, atención flotante.

UNIDAD 12 – CLASE 2

Una de las cuestiones más complicadas del término transferencia es su doble cara. Es que, por un
lado, es el motor de la cura y a la vez es, ella misma, la que convoca las más fuertes resistencias.
Aquello que parece oponerse al proceso de un análisis es justamente lo que nos lleva a su éxito.

Vínculo entre transferencia y repetición. Texto “sobre la dinámica de la transferencia”. Extraemos


de allí que la transferencia supone una actualización de los conflictos del paciente a través del
vínculo con el analista, reeditando el modo de vincularse que proviene de lo que ha vivido con los
principales personajes de su pasado. La transferencia opera como una formación del inconsciente,
como un retorno de lo reprimido propiciando la rememoración.

Las condiciones para que la transferencia se instale son, por lo pronto, que la persona tenga algún
enigma acerca de lo que le pasa y que suponga que el analista sabe aquello que el ignora y que lo
hace padecer. Además, para que el trabajo analítico sea posible debe establecerse la regla de la
asociación libre y correlativamente que el analista opere con una atención flotante. Esto significa
que el analista no debe privilegiar nada en particular de lo que el paciente le está diciendo, sino
que tiene que prestar una atención pareja a todo el discurso para que pueda surgir el sentido que
hay detrás del decir de ese paciente. La posición del analista tiene que ser, además, abstinente.

La mejor manera de sostener esta función es barrar lo más posible en nuestra propia subjetividad.

Gracias a este proceso, se le da al síntoma una nueva significación basada en la transferencia y


sustituir la neurosis que el paciente trae, que Freud nombra como “neurosis vulgar” por una
neurosis de transferencia de la cual puede ser curado por la labor terapéutica. La transferencia
crea así una zona intermedia entre la enfermedad y la vida y a través de esta zona va teniendo
efecto la transición desde la primera a la segunda. El nuevo estado ha acogido todos los caracteres
de la enfermedad, pero constituye una enfermedad creada artificialmente.

Si el paciente reproduce con su analista la modalidad de vínculo que tenía con sus primeros
objetos, en este hecho ya está presente la repetición. Además, la cuestión de que el pensar al
analista ocupando el lugar de falso enlace hacia el cual puede desplazarse la carga al modo de un
resto diurno también supone la puesta en juego otra vez de ese deseo inconsciente, como en cada
una de las formaciones de compromiso (fallidos, olvidos, chistes, etc.). En esta descripción
estaríamos hablando del amor de transferencia, nombrada también en el texto como transferencia
positiva que funciona como la verdadera palanca del éxito, dice Freud.

Por otro lado, en los momentos en que la asociación se detiene es debido a que se pone en juego
algún complejo patógeno, algo que resulta difícil de soportar. Entonces se produce un silencio y en
el paciente aparecen ocurrencias ligadas a la persona del analista. En esa detención de las
asociaciones vemos que la resistencia se aprovecha de la transferencia. Una vez que se le
comunica al paciente que está bajo el efecto de una resistencia, muchas veces las asociaciones
pueden reanudarse. Hay una secuencia que se repite. Silencio con detención de las asociaciones,
ideas vinculadas con el analista, señalamiento de la resistencia que se está jugando en ese hecho y
gracias a eso reinicio de la asociación libre nuevamente.

Otro modo en que las resistencias se hacen presentes es lo que aparece en el texto “recuerdo,
repetición y reelaboración” donde Freud señala que lo que se produce es un aguieren. Es decir, el
paciente actúa con el analista lo que no quiere recordar. Esta es otra modalidad de recordar, pero
esta vez no a través de la rememoración o puesta en palabras, sino con una puesta en escena, una
actuación. Esta es otra manera en que lo reprimido retorna.

En resumen, el retorno de lo reprimido podría hacerse presente de dos maneras: a través de la


rememoración o como recuerdo en acto.

“Sobre la dinámica de la transferencia” distintos tipos de transferencia.

La transferencia positiva, que implica sentimientos tiernos sublimados, tiene algunos conscientes
y otros que no lo son.

La transferencia negativa, se da cuando el paciente muestra odio o desprecio hacia su analista y


que también aparece en momentos resistenciales. Se trata de momentos en un análisis en donde
la transferencia ya se había instalado. Muy diferente de otras situaciones en que ella no pudo
siquiera instalarse.

Es decir, en una transferencia instalada hay momentos de odio, desprecio que podemos nombrar
como transferencia negativa.

Aspecto central de la conceptualización de la transferencia que remite a algunas cuestiones.

El cambio sustancial entre la primera versión de la clínica psicoanalítica y la de esta época se debe
a que en los años transcurrridos Freud pudo conceptualizar el lugar de lo pulsional y de la fantasía.
Estos dos aspectos, junto con la reversibilidad de la libido estarán presentes en esta nueva
concepción de la transferencia.
Freud plantea que cuando la necesidad de amor de un individuo está insatisfecha, buscará en cada
persona con la que establezca un vínculo encontrar aquello que no pudo a través de sus objetos de
amor del pasado. Esta búsqueda, que tiene partes conscientes y otras inconscientes, es la misma
que se pone en juego con el analista cuando se instala la transferencia imprimiendo una modalidad
de vincularse particular según lo que se vivió con anterioridad. Las mociones libidinosas que guían
los nuevos encuentros y que, según Freud, recorrieron el pleno desarrollo psíquico y funcionan de
acuerdo con la realidad objetiva. Otra parte de las mociones libidinales, presente en cada nuevo
vinculo, fue reprimida y demorada en su desarrollo apartándose de realidad objetiva y
desplegándose en las fantasías.

Entonces, cuando se establece la transferencia y el paciente inserta al analista en una de las series
psíquicas, se debe a que sus mociones libidinales insatisfechas esperan encontrar en este nuevo
vínculo con el analista lo que no pudieron en su pasado. Y por eso hay una reedición, una vez más,
de aquello que seguramente el paciente ya reedito en múltiples encuentros a lo largo de su vida.

Para entender este proceso es necesario explicar el mecanismo presente en la formación del
síntoma, que tiene como condición previa la introversión de la libido. Esta conlleva una regresión
de la libido que reanima, dice Freud, las imagos infantiles apartándose de la realidad objetica.
Freud explica que en este proceso la realidad objetiva disminuye y lo inconsciente aumenta
proliferando también las fantasías. Las fuerzas que causaron la regresión de la libido son las que en
el tratamiento se oponen como resistencias a la cura. El proceso entonces sería el siguiente:

Por efecto de una frustración unida a la atracción que ejercen los, llamados por Freud, complejos
inconscientes, el sujeto experimenta una introversión de la libido quitando el vínculo con los
objetos de la realidad y reemplazándolos por la fantasía, produciéndose una regresión que anima
las imagos parentales y los modos de vincularse con esos objetos de amor de la infancia. Este
proceso explica lo que sucede en la transferencia, en donde la libido puesta en el analista
constituirá una nueva neurosis. O sea que, lo reprimido es colocado en relación a ese objeto
actual, y allí se juega el conflicto del pasado. Por efecto de la represión se ha producido esta
introversión de la libido y regresión. Tanto a una modalidad anterior de satisfacción como a una
modalidad de vinculación de acuerdo a la que tuvo históricamente con las imagos parentales.

En la conferencia 27 dice “la transferencia tiene esta importancia extraordinaria y central para la
cura en las histerias, histerias de angustia y neurosis obsesivas, que por eso las reunimos bajo el
nombre de neurosis de transferencia. En contraposición con esto, las neurosis narcisistas no tienen
capacidad de transferencia y son inmunes al psicoanálisis”. Esta frase reafirma que solo la
posibilidad de libidinizar objetos, que es propia de los neuróticos, conduce a que pueda analizarse
alguien. A diferencia de las aquí llamadas neurosis narcisistas en donde no es posible que se
instale la transferencia.

Cuando el neurótico retira la libido del objeto, no lo resigna. Sino que, continua el vínculo, pero con
el objeto fantaseado. En cambio, en las neurosis narcisistas que serían ahora llamadas psicosis se
retira toda la libido del objeto y se revierte en el yo sin que se mantenga el vínculo con el objeto en
la fantasía. Esto conlleva la imposibilidad de establecer una transferencia con el analista.

*Freud utiliza la denominación “neurosis de transferencia” en dos sentidos distintos. Venimos


utilizando esta denominación en el párrafo recién citado refiriéndonos a una delimitación del
cuadro psicopatológico. Esta es la manera de nombrar a la histeria, a la neurosis obsesiva y a la
histeria de angustia o fobia en esta segunda época. Por otro lado, utilizamos la denominación
“neurosis de transferencia” para designar a la neurosis artificial que se crea en el tratamiento. Por
supuesto es posible en estos cuadros, pero designa algo diferente. Cuestión de la nosografía
freudiana. La primera nosografía freudiana delimitaba los cuadros según si la causa del síntoma
suponía o no un conflicto psíquico y que esto a su vez determinaba si era tratables por el
psicoanálisis o no. En esta ocasión, también la diferenciación de los cuadros está dada por ese
mismo hecho de su analizabilidad o no. En el primer caso, en la primera nosografía, separábamos
las psiconeurosis de defensa de las neurosis actuales. En las primeras, el síntoma era concebido
como consecuencia de la defensa cuyo efecto era el desplazamiento del monto de afecto de la
representación reprimida hacia otra permitiendo que gracias al tratamiento se develaran las
significaciones ocultas. Esto contrastaba con la concepción de las neurosis actuales, que en tanto
no estaban causadas por un mecanismo psíquico no eran tratables a través de la palabra.

En esta segunda nosografía freudiana que distingue a las neurosis de transferencia de las neurosis
narcisistas, sería la capacidad de desplazar la libido a un objeto o no, lo que haría la diferenciación.

Ahora, revisaremos la explicación acerca de la neurosis artificial creada por el dispositivo mismo.
Esa neurosis de transferencia que se produce como un nuevo síntoma en base a esta nueva
descripción de la colocación de la libido. El amor al analista, tal como los demás amores, es un
amor genuino en tanto supone la posibilidad de colocar la libido en un objeto como ocurre con
cualquier elección de objeto de amor. Una de las principales diferencias con cualquier otro amor es
que está condicionado por el dispositivo y que tiene una fecha de caducidad. Cuando la neurosis
de transferencia es creada, la libido que se encontraba en el síntoma pasa al analista. Será
necesario que en algún momento la libido se retire nuevamente del analista. Es entonces cuando
Freud plantea que se produce un efecto de modificación en el sujeto, que ya no volverá a colocar la
libido en el síntoma como antes del inicio del análisis, sino que, será posible su aprovechamiento
para otros fines.

Perspectiva histórica respecto de cierta perspectiva histórica respecto a la clínica psicoanalítica:

A partir de este desarrollo podemos ahora describir dos momentos bien diferenciados en la
concepción del tratamiento y también un preludio del tercer y último momento en su
conceptualización.

En una primera época en la cual el síntoma se concebía como efecto de vivencias patógenas
traumáticas que habían sido olvidadas, el tratamiento tenía como objetivo recuperar aquellos
recuerdos y así lograr que el padecimiento desapareciera. El análisis consistía en un hacer
consciente lo inconsciente, es decir, se consideraba un arte de la interpretación. La curación en
esos tiempos según dijo Freud más tarde era una tarea simple. Sin embargo, esta simplicidad
encontró obstáculos desde el comienzo. El concepto de resistencia ya se anticipó como una noción
central desde los inicios. Dado que fue justamente ella la que llevó a Freud a abandonar la hipnosis
como técnica de tratamiento y a pasar así al método analítico, deduciendo que si no se enfrentaba
a la resistencia no era posible una curación sostenible en el tiempo. Esto se debe a que son las
mismas fuerzas que causan el olvido las fuerzas represivas, las que emergen en el tratamiento
impidiendo que eso olvidado se recupere. Represión y resistencia son conceptos claramente
entreverados.
A pesar de que Freud ya registraba la importancia de no evadir la resistencia en esa época todavía
la situaba como un elemento circunstancial, que se hacía presente en algún momento del
tratamiento y que debía ser eliminada. Sin embargo, en esa primera etapa ya había una
anticipación de lo que vendría. En la época de la cura por la palaba, Freud describía que cuando las
asociaciones del paciente se silenciaban el analista se hacía presente a través de alguna ocurrencia
y la transferencia era aprovechada por la resistencia. El analista devenía un obstáculo externo. En
esta etapa, entre los años 1912 y 1914 aparece una nueva versión de la clínica y una anticipación
de lo que vendrá. La concepción del síntoma se ha modificado. Tiene un anclaje en lo pulsional y el
trauma ha perdido peso dándole primacía a las fantasías. Idea que ya está presente en el caso Dora
y que será desplegada en la nueva concepción de la transferencia. En la transferencia entonces, se
jugarían estas mismas mociones pulsionales y fantasías que causaron el síntoma y que se
actualizan en el vínculo con el médico. El cambio significativo es que el tratamiento ya no consiste
en llenar las lagunas del recuerdo. No es simplemente un trabajo de rememoración, sino que, por
el contrario, está anclado en el manejo de la transferencia. Manera de lograr su principal efecto
transformador. Encontramos así un cierto punto de quiebre y a la vez preludio, un pasaje de la
primera concepción del tratamiento a la que va a devenir al final de la teorización freudiana. En
estos textos Freud aclara que la resistencia está presente durante todo el tratamiento a diferencia
del lugar que tenía en la época anterior. Esto estaría invocando a un aspecto del psiquismo que
tiene que ver con lo no rememorable que en estos textos se ubica por un lado como lo compulsivo
de la repetición en transferencia, lo que a la vez nombra como “compulsiones de repetición” por
primera vez y que se relaciona con aquello más duro de tratar y a la vez, como dice Freud, con lo
más importante que el analista debe enfrentar. Los obstáculos empiezan a tomar otro lugar en la
cura, de lo que hay que evitar pasan a ser lo que hay que considerar como medular. Justamente en
este punto vamos a nombrar otra cuestión que aparecen en el texto “nuevas puntualizaciones
sobre el amor de transferencia” 1914. Hasta ahora nombramos dos tipos de transferencias, la
positiva y la negativa. En este punto incorporaremos un tercer tipo que Freud menciona en el texto
“sobre la dinámica de la transferencia” y que, a pesar de tener características positivas, se
convierte en resistencial para el análisis. Es lo que se denomina “transferencia erótica” que, según
Freud, proviene de sentimientos reprimidos y vuelve al paciente reacio a continuar con el devenir
de las asociaciones. Podemos imaginar, como ejemplo, a alguien que no puede seguir asociando
porque en lo único que piensa es en las fantasías amorosas o sexuales que tiene con su analista.

Entonces, tenemos a la trasferencia como motor del análisis que proviene de sentimientos tiernos,
conscientes y sublimados hacia el analista y dos tipos de transferencia que operan como
resistenciales, que obstruyen la continuación del análisis. Estas son la transferencia erótica y la
hostil. Este amor que exagera sus expresiones y que se vuelve resistencial nos remite a otro texto
“puntualizaciones sobre el amor de transferencia” donde Freud describe que hay pacientes cuyo
amor los vuelve recalcitrantes e indosiles. Plantea que el amor de transferencia propicia este
aspecto compulsivo que nos recuerda cierto resto pulsional, autoerótico, lo que de la libido no
termina de poder cederse a los objetos y que en estos casos se haría presente en la cura.

Por un lado, la transferencia propicia el retorno de lo reprimido y la rememoración en su cara


motor, pero también y en el vínculo con lo pulsional que está operando y que lleva al paciente a
tomar al analista como objeto de la libido pone en juego lo que va más allá de la palabra y que
excede el retorno de lo reprimido. El amor que vuelve al paciente recalcitrando e indócil, podemos
vincularlo con la viscosidad o vincularlo con el resto autoerótico no cedible a los objetos. Respecto
a esto Freud señala en algún texto que la libido se adhiere a sus objetos y le cuesta cederlos, por
eso hace más difícil es deshacimiento.

Para que esto tan rehacio a la interpretación pueda ser trabajado será necesario extremar la
abstinencia. Es decir, no responder a la demanda del paciente. El análisis debe mantener la
insatisfacción, el conflicto. Es la única manera de producir algún cambio. Así como las mociones
sofocadas encuentran en los síntomas una satisfacción libidinosa por la cual las consideramos
satisfacciones sustitutivas también la transferencia en esta condición de nuevo síntoma, está
incluida como satisfacción sustitutiva. La condición de conflicto debe permanecer a lo largo de la
cura. En términos de Freud “es imposible el análisis inabsentia e inefigie” Hay que hacer presente
el conflicto en el vínculo con el analista y esto requerirá de abstinencia. Respecto a este peligro de
que el análisis se transforme en una satisfacción sustitutiva podemos tomar lo que Freud planteó
sobre el análisis de Dora donde decía que la facilidad con la que ella rememoraba fue el
impedimento para el avance de la cura. Esta frase puede servir para pensar lo anterior. Es
necesario sostener el conflicto, porque en esa facilidad para la rememoración el análisis puede
transformarse en una satisfacción sustitutiva más y el conflicto que llevó al paciente quedará
intacto.

Por eso Freud dice que reelaborar las resistencias será la pieza que produzca el máximo efecto
alterador. Comunicar la resistencia, así como sucede con una interpretación no es suficiente. Hay
que soportar que quizá haya un tiempo de empeoramiento en el análisis, una expresión de
malestar, pero está claro que hay que reiterar el trabajo con las resistencias, presentarlas, darles
batalla, aunque no sea un proceso fácil.

El analista debe tener paciencia, hay que dejar que el paciente se enfrasque en sus resistencias.
Escribe también que “si se pudieran vencer las resistencias, al paciente se le volvería imposible
continuar con su condición de enfermo”.

El caso “el hombre de las ratas” En más de una ocasión él llamó a Freud “mi capitán” Se observa en
este hecho que hay una actualización en el vínculo con el padre, que sabemos que, según el
paciente, amaba lo cruel y había estado en el ejército. En una parte del texto dice “pronto le
sucedió en sus sueños fantasías y ocurrencias insultarme de la manera más grosera y cochina. No
obstante que en su conducta deliberada me testimoniaba siempre el mayor respeto. Decía: ¿cómo
es posible profesor que usted se deje insultar por un tipo puerco como yo? Usted tiene que echarme
fuera, no merezco otra cosa. Se levantaba del diván para alejarse, cubriendo la cabeza con sus
manos con gestos de dolor como si fuera a recibir un azote. Con esto recordaba lo colérico que
había sido el padre y el terror de él por su violencia” Este es un claro ejemplo de la compulsión a la
repetición. Se ponen en juego con el analista escenas antiguas, en parte reprimidas que son muy
angustiantes para el paciente. Repite con el analista cuestiones inconscientes todavía no resueltas.
Freud describe que por el doloroso camino de la transferencia pudo develar su relación con el
padre. Y gracias a que Freud no se ubicó en la misma posición que el padre, permitió que el
paciente produzca alguna novedad.

Como conclusión podemos decir que el encuentro con un analista podría auspiciar que el lugar de
lo que le sucede al sujeto fuera del análisis en que su neurosis lo lleva a encontrar una y otra vez lo
mismo pueda, al ponerse en juego en este nuevo vínculo, descubrir otras respuestas por parte del
analista. Cuando el hombre de las ratas reitera el dirigirse a Freud como Mi Capitán, este tiene una
respuesta inesperada. Freud responde que él no es amante de lo cruel ni le interesa martirizarlo. O
sea, en esta repetición de los clichés antiguos el analista propiciará que esta vez se produzca
alguna novedad, ya que no actuará del mismo modo a lo que el sujeto está acostumbrado. Se crea
así una versión nueva del conflicto viejo al ofrecerle al paciente respuestas inéditas se propicia que
la libido, que estaba instalada en el síntoma, se desplace al analista y que cuando pueda finalizar el
lazo transferencial y volver a deshacirse de él encuentre un modo diferente y no el modo repetitivo
de su pasado.

INTRODUCCIÓN A LOS DUALISMOS PULSIONALES

En los inicios Freud señala que el Psicoanálisis nace con la noción de “conflicto psíquico”. Este
conflicto se manifiesta en la histeria de defensa, la escisión del contenido de la consciencia
secundario de la represión. Represión que supone para Freud el pilar teórico del psicoanálisis. La
represión es causa de la escisión del contenido en la consciencia e indica el conflicto entre dos
instancias. Sin el conflicto, dice un lector de Freud, el inconsciente sería ontológico. Esto quiere
decir que tendría una materialidad del orden de la vida cotidiana, algo que puede tocarse o
moldearse y ubicarse en distintos lugares. Por otro lado, sin la noción de conflicto psíquico el
síntoma analítico no tendría el mismo estatuto que tiene, articulado al resto de las formaciones del
inconsciente, sino que, dejaría de ser el testimonio de dicho conflicto. Es decir, Freud plantea que
hay un conflicto psíquico y señala que el síntoma es el testimonio de él. Lo ubica como efecto de la
contraposición del yo con una representación inconciliable de índole sexual. Y sin la noción el
síntoma sería inabordable por el psicoanálisis porque perdería su estatuto singular y su relación
con la interpretación que permite situar el lugar que tiene en el dispositivo analítico.

El conflicto es entre el yo y la representación inconciliable. Es por ello que para dar cuenta del
conflicto psíquico y del estatuto del síntoma, Freud necesita poder particularizar el estatuto sexual
de la representación inconciliable. Para eso establece una conceptualización de la sexualidad que
lo lleva a construir el concepto de pulsión. Cuando Freud termina la interpretación de los sueños le
escribe a Fliess que “una teoría de la sexualidad puede ser la sucesión inmediata de mi teoría sobre
los sueños”. Efectivamente, luego de dar cuenta del conflicto psíquico y del lugar que tiene la
sexualidad en dicho conflicto y en el síntoma, Freud se ve llevado a construir un concepto que dé
cuenta de la sexualidad como concepto específico y singular del campo del psicoanálisis: la pulsión.
Este concepto intenta dar cuenta de la especificidad de la sexualidad en el campo del psicoanálisis.

Conflicto psíquico ubicado como confrontación entre dos instancias contrapuestas cuando
construye el concepto de pulsión tiene que organizarlo de un modo análogo, términos de
instancias contrapuestas. Es esta necesidad lógica que lleva a Freud a ubicar la pulsión en el
contexto de un dualismo. Tanto en el campo de conflicto psíquico como en el de la pulsión: a esto
lo llamamos dualismo pulsional. En su primera formulación se particulariza como la oposición
entre las pulsiones sexuales y las pulsiones de conservación o de autoconservación.

*Las pulsiones de conservación o de autoconservación son las mismas, solo que la pulsión de
conservación está referida fundamentalmente a la conservación de la especie, de su reproducción
mientras que la pulsión de autoconservación hace hincapié en el registro del individuo. Es la que
realiza un sujeto respecto de su propia vida y de su propia existencia.

El primer dualismo pulsional se formula en términos de pulsiones sexuales y pulsiones de


autoconservación. Efectivamente, Freud incluye en la construcción del concepto de pulsión las
instancias contrapuestas de un modo análogo en relación a como las pensaba en el conflicto
psíquico. Es decir, hay una analogía entre los términos del conflicto psíquico y los términos del
dualismo pulsional. Analogía no implica equivalencia, sino que hay una lógica que rige a ambos
conceptos de un modo similar en un aspecto de ellos que tiene que ver con el hecho de ese rasgo
de la organización en términos de instancias contrapuestas.

Exigencia lógica para Freud que, si el conflicto psíquico que implica al síntoma, como testimonio
del mismo, como la contraposición entre el yo con representaciones homogéneas y una
representación inconciliable de índole sexual, que entonces la sexualidad como concepto que
Freud va a construir implique también instancias contrapuestas. Solo así se entiende que a las
pulsiones de conservación las llame pulsiones. Porque ya vimos la diferencia radical que marca
Freud entre la pulsión y el instinto, y las llama pulsión porque son el modelo mismo de los
instintos. Es decir, las pulsiones de conservación en cierto modo son pulsiones por esa exigencia
lógica pero no tienen las particularidades de la pulsión como tal, sino que son más bien instinto y
responden a la misión biológica mientras que la pulsión sexual es la que porta los rasgos de la
pulsión diferenciada del instinto. Freud necesita organizar el termino de pulsiones sexuales en
términos de instancias contrapuestas. Es por eso que las opone a unas supuestas “pulsiones de
conservación”. Concepto de estatuto ambiguo.

Ahora bien, esto acarrea dos problemas teóricos. Uno es que las pulsiones de conservación en
tanto se acercan más al instinto que a la pulsión como tal, quedan por fuera de la estructura del
aparato psíquico (esto sobre que las pulsiones de conservación implican la reproducción de la
especie, la supervivencia, etc. que no configuran términos propios de la estructura del aparato
psíquico). El otro problema que acarrea es que no tiene un correlato con los términos del conflicto.
La pulsión sexual que participa del primer dualismo pulsional se corresponde con la representación
inconciliable de índole sexual del conflicto psíquico. No hay correlación del otro término del
conflicto psíquico (el yo) con el término de pulsiones de conservación.

Mientras que para la pulsión sexual se mantiene una correspondencia entre uno de los términos
del conflicto psíquico y de los términos del primer dualismo pulsional, pero respecto de la pulsión
de conservación esta conservación no se da.

Esta dificultad teórica se resuelve por la noción de apuntalamiento o apoyo de la pulsión. La


noción de apuntalamiento hace referencia al origen de la sexualidad. Al hecho de que la sexualidad
se origina como efecto de la erogeneización del cuerpo por la dependencia biológica con la madre
(amamantamiento, cuidados, etc.). Entonces, ese órgano que tiene una función biológica vinculada
a la dependencia del individuo y de la especie adquiere un carácter erógeno y sexual. Objeto
erógeno y sexual para el bebé. Entonces, la noción de apuntalamiento conecta las dos instancias.
Al conectarlas, también las modifica. Modificación que se establece entre la instancia de la pulsión
sexual y la instancia de la pulsión de conservación. La más evidente es que la dimensión de la
conservación condiciona a la sexualidad porque determina las zonas erógenas. La sexualidad
nace apoyada en los bordes del cuerpo que cumplieron una función biológica.
Hay otra dimensión de la modificación que se produce al conectar las dos instancias porque no
solo la conservación condiciona la sexualidad. A la inversa también la sexualidad condiciona la
conservación porque la pulsión al apoyarse en el cuerpo de la conservación lo libidiniza. Esto es lo
que Freud desarrolla cinco años más tarde después de escribir “tres ensayos” de 1905. En 1910 da
cuenta de esta inconsistencia entre los términos del conflicto psíquico y los términos del primer
dualismo pulsional, y entonces ubica un elemento que desarma esta dificultad generada a raíz de
las pulsiones de conservación planteando el tema de los órganos de doble función. Planteado en
el texto de “perturbaciones psicógenas de la visión según el psicoanálisis” donde nombra como
órgano de doble función ciertos órganos que son los mismos para ambas pulsiones. Como ejemplo
da a la pulsión de ver donde sirve para funciones de conservación del individuo al mismo tiempo
que sirve para observar y deleitarse con los atributos sexuales del partener sexual. Cuenta en este
texto la leyenda de Lady Godiva. Data del siglo once en Inglaterra donde a través de un pacto entre
el rey y su esposa, este iba a cumplir cierta misión si Lady Godiva se animaba a pasear por un
pueblo arriba de un caballo desnuda. A esta leyenda se le agrega el dato de que, para evitar la
incomodidad y vergüenza de ella, se establece que los habitantes del pueblo debían mantener los
postigos cerrados para no mirarla desnuda. Un hombre decide mirarla y disfrutar de esa visión a
raíz de creer que nadie iba a estar mirando. La leyenda culmina con que este hombre queda ciego.
Se trata entonces de un órgano que, en principio puede servir para la conservación, pero no es un
cuerpo meramente de la conservación, sino que es un cuerpo que funciona como apoyo para el
recorrido de la pulsión y su satisfacción. La satisfacción de la pulsión entraña que la pulsión se
satisface en su recorrido. Efectivamente el cuerpo sirve como apuntalamiento para el recorrido de
la pulsión y su satisfacción. El recorrido de la pulsión subjetiviza ese cuerpo, ya no es más de la
conservación. Deja de existir ese cuerpo de la conservación, si bien Freud sigue nombrándolo es
tan solo para referirse a los términos del primer dualismo pulsional.

En 1910 Freud modifica los términos del primer dualismo pulsional y cambia el término pulsión de
conservación por el término pulsiones yoicas. La diferencia es que el cuerpo de la conservación es
instintivo, participa del instinto como parte del registro biológico. Mientras que, al nombrarlo
como pulsión yoica, lo inscribimos dentro del aparato psíquico. Por otro lado, se puede establecer
la conexión del primer dualismo pulsional con los términos del conflicto psíquico. Hay una
correspondencia entre la representación inconciliable con la pulsión sexual y ahora también hay
correspondencia entre el yo (término del conflicto psíquico) y la pulsión yoica. Esto da mayor
congruencia entre ambas instancias.

Seguimos en el marco del primer dualismo pulsional con una formulación más precisa y rigurosa
que es la oposición entre pulsión sexual y pulsión yoica. Pero este yo, a diferencia del yo en
términos del conflicto psíquico, es un yo arraigado en las pulsiones. Implica ese cuerpo como
apoyo para el recorrido de la pulsión y su satisfacción. Este yo supone el esbozo de un cuerpo
revestido de libido. Dicho de otro modo, vemos como se produce conceptualmente una
sexualización del yo. Esta sexualización del yo pasa a ser una problemática nuevamente para Freud.
La nocion de apuntalamiento se orienta a la dimensión autoerótica de la pulsión. Esto quiere decir,
que esta noción implica que la pulsión toma como apoyo de su recorrido al propio yo con lo cual se
produce como efecto una libidinización del yo. En cierto modo, desdibuja la oposición entre
pulsión sexual y pulsión yoica. Lo que parecían dos nociones separadas quedan unificadas de este
modo. Aquí se hace necesario para Freud el concepto de narcisismo como modo de resolver esta
dificultad teórica. Necesidad que encuentra su correlato en fenómenos de la clínica. Enfermedades
orgánicas, parafrenia y la dimensión del amor. Estas enfermedades le sirven a Freud de
fundamento para el concepto de narcisismo que a su vez permite pensar esta sexualización del yo.

Con este cambio de pulsión de conservación a pulsión yoica se formaliza el dualismo y al mismo
tiempo se problematiza de nuevo: “Sexualización o libidinización del yo”.

Freud lo resuelve armando una serie que en principio se compone como serie que va del
autoerotismo pulsional al narcisismo, es decir, a la libidinización yoica. Que va de la pulsión sexual
a la yoica ya libidinizada. Esta es la noción que implica el concepto de narcisismo. Gusto especial
que el sujeto tiene sobre sí mismo.

Esta libido yoica va a constituir lo que en el texto “más allá del principio de placer” el yo es el
reservorio genuino y originario de la libido. Es decir, la libido encuentra un lugar desde donde parte
hacia los distintos objetos y aparece la dimensión del objeto. Entonces, la serie se completa como
la serie del autoerotismo, el narcisismo y el objeto de la elección de objeto. El objeto de la elección
de objeto para diferenciarlo del objeto de la pulsión. El objeto de la elección de objeto supone a las
personas, el semejante, los ideales, los valores, las entidades concretas, etc.

La serie en principio se arma entre autoerotismo y narcisismo. El narcisismo implica la inclusión de


una instancia diferenciada del autoerotismo porque este supone un objeto parcial mientras que el
narcisismo supone un objeto totalizado. Aquí podría ubicarse un segundo dualismo pulsional con el
fin de oponer el autoerotismo al narcisismo. Pero no es posible. No hay oposición entre ellos
porque el autoerotismo tiene que ver con la relación con el cuerpo propio. El narcisismo supone
también el cuerpo propio, pero en el orden de una totalidad. Podríamos oponer parcialidad a
totalidad, pero aparece el objeto de la elección de objeto. Y este objeto supone el cuerpo ajeno y
la dimensión de la genitalidad. La sexualidad en sentido genital. Mientras que autoerotismo y
narcisismo suponen el cuerpo propio. Efectivamente, las preguntas que organizan el texto de
introducción al narcisismo son: ¿Cómo se constituye el yo? ¿Cómo se aborda el semejante?

La relación entre el autoerotismo y el objeto de la elección de objeto es análoga a la relación entre


el yo y el yo ideal. El narcisismo se corresponde con el yo, y el objeto de la elección del yo se
corresponde con el yo ideal. El yo ideal es la versión idealizada que el sujeto tiene de sí mismo o de
alguien parecido y que se refleja en esa otra persona o en un rasgo de ella. Distancia muy grande
entre el yo y el objeto pero que no supone una oposición. Por lo tanto, no hay dualismo pulsional
en los términos del narcisismo. No hay oposición entre el autoerotismo y el narcisismo y tampoco
hay oposición entre autoerotismo y narcisismo, por un lado, y la elección de objeto por el otro. Es
por eso que decimos que lo que hay es un pseudodualismo pulsional. Parece un dualismo
pulsional, pero no lo es. Simplemente hay un corrimiento del narcisismo a la elección de objeto. El
objeto de la elección de objeto duplica el lugar del yo. Este pseudodualismo pulsional se arma por
un lado con la libido yoica (autoerotismo y narcisismo) y por el otro lado la libido de objeto (objeto
de la elección de objeto). Duplicación del lugar del yo entre el yo que se cree inteligente y es tonto,
por ejemplo. No hay verdadero conflicto entre uno y otro.

Para poder generar un nuevo dualismo hará falta el concepto de pulsión de muerte para fundarlo y
que responda a la lógica propia de la teoría psicoanalítica.
Freud escribe sobre el narcisismo por las dos preguntas. Hasta 1914, 1915 da al yo como una
cuestión hecha, ya constituida pero no se pregunta cómo se constituye. Esto es fundamental
porque a veces el yo se constituye de modos propicios y a veces se constituye de manera poco
propicia y esto trae enfermedades sintomáticas y genera cierto orden de malestar que hace que
sea necesario para un sujeto el análisis. La pregunta de “como se constituye el yo” es necesaria
para pensar cómo se constituye la neurosis, para pensar la demanda de análisis, para pensar la
lógica a la que apunta el desarrollo del análisis, etc. La otra pregunta “cómo se aborda al
semejante” es clave, porque Freud hasta el momento se preguntó cómo se relacionaba el sujeto
con el cuerpo propio. Esto es el autoerotismo de la pulsión sexual parcial. Todavía no se preguntó
cómo se aborda al semejante. Es decir, como el sujeto constituido aborda al semejante en el orden
del amor o en el orden del odio, o de diversos afectos. Se interesa en esto, por un lado, porque
vienen cada vez más pacientes que le plantean la dificultad en el orden del semejante, en los
vínculos con el otro. Y, por otro lado, a Freud le interesa porque él es uno de los semejantes que los
sujetos abordan. Y lo abordan en el orden de la transferencia. Aquí se pregunta Freud que le pasa a
los pacientes con él. Estos fenómenos de amor (transferencia positiva), fenómenos de odio
(transferencia negativa), fenómenos que son de amor y que pueden pensarse como transferencia
positiva y que en realidad funcionan como un obstáculo que tienen carácter erótico que dificulta la
transferencia. Esta segunda pregunta organizadora intenta responder a estas cuestiones para dar
cuenta de los problemas que los sujetos consultan.

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