Cancer de Higado
Cancer de Higado
Epidemiología
El hígado, junto al pulmón, son los órganos más frecuentemente afectados por metástasis
provenientes de tumores originados en otras localizaciones.
En lo que a tumores primarios de hígado se refiere, los originados en este mismo órgano, el
hepatocarcinoma es el más frecuente (80-90% de los casos), seguido a gran distancia por el
colangiocarcinoma, el angiosarcoma y el hepatoblastoma (raramente ocurre en la edad adulta).
Considerado por muchos investigadores como uno de los tumores malignos más frecuentes, el
hepatocarcinoma tiene una muy variable frecuencia de aparición dependiendo del género, grupo
étnico y región geográfica. Estos factores se consideran determinantes por condicionar una
diferente exposición a los denominados factores de riesgo mayores para esta enfermedad.
Se estima que entre el 60 y el 90% de los hepatocarcinomas están asociados a cirrosis, proceso por
el cual las células dañadas del hígado son reemplazadas por tejido cicatricial.
La causa de origen no vírico más importante capaz de provocar cirrosis, y por tanto de
desencadenar cáncer de hígado, es el consumo de alcohol. Otras menos frecuentes son: el
acúmulo en exceso de hierro en el hígado (hemocromatosis), las aflatoxinas derivadas de un hongo
capaz de contaminar ciertos alimentos, la desnutrición, y el polvo de cloruro de vinilo (asociado más
frecuentemente con el angiosarcoma).
La mayoría de los síntomas del cáncer de hígado no son exclusivos de esta enfermedad, pudiendo
estar presentes en otros procesos. Habitualmente se presentan en etapas en las que la enfermedad
está muy avanzada, pudiendo el paciente permanecer asintomático hasta entonces.
Es importante resaltar que estos síntomas también pueden estar causados por otros cánceres, por
otras enfermedades del hígado, o por otras causas menos serias. En caso de presentar alguno de
estos síntomas debe consultar con su médico a la mayor brevedad posible, pues sólo un médico
puede discernir con seguridad sobre su trascendencia.
4. Estudios diagnósticos
Una vez que consulte a su médico, éste le interrogará sobre sus síntomas y su historial médico
previo. Igualmente le realizará un examen físico completo.
Posteriormente, y basándose en las sospechas diagnósticas, en el estudio del cáncer de hígado se
pueden realizar diferentes pruebas diagnósticas entre las que podemos incluir:
Habitualmente es necesario obtener una muestra de la zona sospechosa del hígado, especialmente
en el supuesto de un hígado no cirrótico. En ocasiones también se requiere de las áreas
consideradas como sanas, para confirmar el diagnóstico y para plantear el tratamiento más
adecuado para cada enfermo. Estas biopsias se realizan habitualmente mediante punciones
externas (a través de la piel en la pared abdominal), pudiendo también realizarse mediante
laparoscopia (inserción de un tubo delgado con iluminación a través de un pequeño corte en la
pared del abdomen para observar el hígado). En ocasiones, sólo en pacientes con antecedentes de
enfermedad hepática (cirrosis, hepatitis) y con lesiones hepáticas en seguimiento, puede
establecerse el diagnóstico en base a los resultados de las pruebas de imagen, sin ser
imprescindible la biopsia.
Con el fin de conocer la extensión de la enfermedad, y así ofrecer el tratamiento más adecuado,
puede ser necesario la realización de exploraciones de otras partes del cuerpo, dependiendo de los
síntomas que presente el paciente.
5. Tipos histológicos
El hígado es un lugar frecuente de asiento de metástasis de una gran variedad de cánceres, que
habitualmente lo alcanza mediante diseminación vía sanguínea. Los tumores metastásicos suelen
ser de localización periférica y múltiple en el hígado, mientras que los tumores primitivos de hígado
suelen tener localización central y única.
En lo que a tumores primarios malignos de hígado de refiere, los originados en este mismo órgano,
podemos distinguir:
En la edad infantil los tumores más comunes son los primarios, fundamentalmente el
hepatoblastoma, mientras que en la edad adulta son más frecuentes las metástasis, siendo el
carcinoma hepatocelular el tumor primitivo más prevalente.
El hemangioma es el tumor hepático benigno más común, siendo los restantes tipos de tumores
benignos muy infrecuentes (adenoma, hiperplasia nodular focal, hamartoma, teratoma, fibroma.
6. Estadios
La clasificación del hepatocarcinoma por estadios debe asociarse a la capacidad funcional del
hígado a fin de establecer una adecuada planificación de la estrategia terapéutica oportuna, pues es
frecuente que la enfermedad asiente sobre un hígado previamente enfermo y que esta circunstacia
condicione las opciones de tratamiento. Existen varias clasificaciones de la capacidad funcional del
hígado, entre las que destacan la clasificación Child-Pugh (incluye valores de albñumina, bilirrubina,
coagulación, y presencia de ascitis o encefalopatía) y la clasificación de Okuda (incluye porcentaje
de volumen hepático afecto y valores de albúmina y bilirrubina).
La clasificación de consenso del BCLC (Barcelona Clinic Liver Cancer), que aúna la extensión de
la enfermedad, la evaluación de la función hepática, y el estado general del paciente, agrupa a los
pacientes en los siguientes estadios:
Estadio 0: Tumor único menor de 2 cms, Child Pugh A, estado general muy bueno.
Estadio A: Tumor único o 3 nódulos menores de 3 cms, Child-Pugh A-B, muy buen estado
general.
Estadio B: Enfermedad voluminosa multinodular, Child-Pugh A-B, estado general muy
bueno.
Estadio C: Enfermedad extrahepatica o invasión de la vena porta, Child-Pugh A-B, estado
general conservado.
Estadio D: Enfermedad muy avanzada, Child-Pugh C, mal estado general.
Según consenso alcanzado por el AJCC (American Joint Committee on Cancer), y dentro de
sistema denominado TNM, se han designado diferentes categorías (T, tumor primario; N. ganglios
linfáticos regionales; M, metástasis a distancia) que clasifican al cáncer de hígado en diferentes
estadios. Esta clasificación considera existencia o ausencia de invasión de los vasos sanguíneos, el
número de nódulos tumorales, y el tamaño del tumor más grande.
Estadio I:
- estadio IA: tumor único de hasta 2 cms de tamaño, con o sin afectación vascular.
- estadio IB: tumor único de más de 2 cm sin afectación vascular.
Estadio II: un sólo tumor que se ha extendido afectando a vasos, ó más de un tumor,
ninguno mayor de 5 cms.
Estadio III:
- estadio IIIA: más de un tumor, alguno mayor de 5 cms.
- estadio IIIB: existencia de uno o más tumores de cualquier tamaño que afectan a una rama
principal de la vena porta o de la vena hepática con invasión directa de órganos vecinos (incluyendo
el diafragma), excluyen la vesícula biliar, o con perforación al peritoneo visceral.
Estadio IV:
- estadio IVA: el tumor afecta a los ganglios linfáticos regionales.
- estadio IVB: el tumor se ha extendido más allá del hígado, alcanzando otras partes del cuerpo,
tales como los huesos o el pulmón.
Esta clasificación por estadios no es aplicable a los sarcomas primarios de hígado, a los tumores
metastásicos en hígado, ni a los tumores de la vía biliar.
Los tumores se casifican igualmente según el grado histológico, utilizándose cuatro grados:
G1: Bien diferenciado.
G2: Moderadamente diferenciado.
G3: Pobremente diferenciado.
G4: Indiferenciado.
El tratamiento más adecuado del cáncer de hígado vendrá determinado por el estadio concreto de
cada caso. En cualquiera de las dos clasificaciones anteriormente descritas, los estadios superiores
se asocian a etapas más avanzadas de la enfermedad.
Factores pronósticos
Los principales factores que determinan el tratamiento y pronóstico (posibilidad de recuperación) de
los pacientes con cáncer de hígado son:
Por lo tanto, el pronóstico será más favorable en pacientes con cáncer de hígado en estadios más
iniciales, con buena función hepática, sin cirrosis, y con buen estado general.
El valor elevado del marcador tumoral alfafetoproteína se ha asociado con una mayor extensión
tumoral. Por el contrario, algunos estudios encuentran mejor supervivencia en aquellos pacientes
con valores de alfafetoproteína dentro de los límites normales.
Para los pacientes a los que se realiza resección quirúrgica del tumor, el predictor más importante
de mala evolución es la existencia de un margen quirúrgico positivo (margen quirúrgico afecto
macroscópicamente o microscópicamente indicativo de resección incompleta.
En los pacientes que son sometidos a tratamiento locales mediante ablación o embolización, la
enfermedad residual tras tratamiento también se ha demostrado con valor pronóstico.
En los pacientes con hepatitis asociada, la actividad de la misma también podrá influir en el
pronóstico de la enfermedad.
Las principales estrategias terapéuticas utilizadas en el tratamiento del cáncer de hígado son:
Cirugía:
Su objetivo es extirpar el tumor con márgenes libres, es decir, sin dejar enfermedad residual. Se
considera indicada, con intención curativa, en estadios iniciales de la enfermedad (resecable), en
pacientes con buena función hepática, y en ausencia de factores pronósticos de recaída.
Tratamiento percutáneo:
Se considera un tratamiento con intención curativa en aquellos pacientes en los que, presentando
estadios iniciales de la enfermedad, no son candidatos para resección quirúrgica o trasplante
hepático. La inyección percutánea de etanol guiada por ecografía (alcoholización) es el
método más extendido dentro de esta categoría, dada su eficacia, bajo coste, seguridad y relativa
sencillez. La criocirugía (destrucción del tumor mediante congelación), coagulación por microondas
y ablación por radiofrecuencia (destrucción del tumor mediante calor) son nuevas modalidades de
tratamiento local percutáneo. La radiofrecuencia es la única de estas técnicas percutáneas que se
ha demostrado superior a la ablación percutánea con etanol.
Tratamientos transarteriales:
La casi exclusiva vascularizacion arterial del hepatocarcinoma justifica la infusión intraarterial ya sea
de quimioterapia exclusivamente, combinada con agentes de contraste que permiten concentrar el
tratamiento en el hepatocarcinoma, o de minúsculas partículas radioactivas. Para su aplicación es
necesaria una decaída función hepática, no excesiva carga tumoral en el hígado y ausencia de
contraindicaciones (insuficiencia renal)
Tratamiento sistémico:
En 2007 se presentaron los primeros resultados que demostraban como sorafenib, fármaco de
administración oral, era capaz de prolongar tanto la supervivencia global, como la supervivencia sin
progresión en pacientes con hepatocarcinoma avanzado y buen estado general, comparándose
frente al mejor tratamiento de soporte. Cabe resaltar que los pacientes que recibieron este
tratamiento presentaban un función hepática conservada (clasificación de Child-Pugh A), sin
embargo contamos con experiencias de tratamiento con sorafenib en pacientes con grado
moderado de alteración de la función hepática (Child-Pugh B) que pudieran justificar su uso en esta
circunstancia. Actualmente el tratamiento con sorafenib se recomienda para pacientes Child-Pugh
A-B con hepatocarcinoma metastásico (enfermedad extrahepática) o invasión portal y estado
general conservado. Recomendado en estadio C de BCLC (Ver apartado de Estadios
Radioterapia:
La radioterapia convencional no es una técnica aplicable al tratamiento local del cáncer de hígado.
Nuevas modalidades de tratamiento radioterápico (radioablación de alta tasa, radioterapia
estereotáctica) son alternativas a considerar en el tratamiento de la enfermedad localizada con alto
riesgo de recaída local. Tal es el caso de supuestos tras la cirugía en estadios 0 y A de la
clasificación BCLC. Otros tratamientos en investigación son la hipertermia y otras terapias
biológicas.
En aquellos pacientes en los que existe un grave deterioro de la función hepática (Child Pugh C) o
en los que exista un importante deterioro del estado general se desaconseja el tratamiento
específico de la enfermedad y sólo se recomienda el tratamiento de soporte. Recomendado en
estadio D de BCLC (Ver apartado de Estadios).
Cirugía.
Tratamiento percutáneo.
Tratamientos transarteriales.
Radioterapia
El tamaño tumoral, siempre y cuando sea factible la resección quirúrgica, no es tan importante en
los pacientes sin cirrosis. En pacientes con cirrosis, sin embargo. el resultado de la cirugía es mejor
en aquellos casos en los que no existe hipertensión portal y el tumor es precoz (menor de 2 cms.) o
en algunos casos de tumores menores de 5 cms.
En aquellos casos en los que no exista grado severo de alteración de la función hepática y el estado
general del paciente esté conservado se recomienda el tratamiento con sorafenib o lenvatinib, a la
espera de confirmación de los esperanzadores resultados de la combinación de inmunoterapia con
antiangiogénicos. En aquellos casos en progresión a tratamiento con sorafenib, siempre que la
función hepática se mantuviera preservada, podría considerarse el tratamiento con regorafenib,
cabozantinib o ramucirumab. Por otra parte debemos considerar la inclusión del paciente en un
ensayo clínico para el desarrollo de nuevas estrategias de tratamiento (Estadio C de BCLC, ver
apartado Estadios).
En aquellos pacientes en los que existe un grave deterioro de la función hepática (Child Pugh C) o
en los que exista un importante deterioro del estado general se desaconseja el tratamiento
específico de la enfermedad y sólo se recomienda el tratamiento de soporte (Estadio D de
BCLC, ver apartado Estadios).
Tratamiento de la recaída
La recaída del hepatocarcinoma tras un tratamiento local (cirugía o ablación) se clasifica en precoz
(semanas o meses) y tardía (más de dos años tras tratamiento inicial). La recaída precoz se
atribuye a fallo del tratamiento inicial, mientras que la tardía se justifica mayoritariamente por la
aparición de nuevos tumores.