GALLEGO ZARZOSA - La Construcción Del Arrepentimiento en El Heráclito Cristiano

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Heráclito cristiano: la construcción

del arrepentimiento

Alicia Gallego Zarzosa


Universidad Complutense

[La Perinola (issn: 1138-6363), 13, 2009, pp. 249-261]

Para Ignacio Díez

Fue el 3 de junio de 1613 cuando Francisco de Quevedo envió des-


de Torre de Juan Abad a doña Margarita de Espinosa, su tía, un breve
poemario titulado Heráclito cristiano y segunda arpa a imitación de la de
David1 que contenía una serie de poemas de carácter religioso. Sobre las
circunstancias que llevaron a Quevedo a componer y enviar un poema-
rio de estas características, apenas puede saberse más de lo que ya reve-
lan las palabras del autor en el doble prólogo2, al lector y a doña
Margarita de Espinosa, que encabeza la obra. En él, Quevedo explica
que el poemario no es sino una muestra de arrepentimiento por «todo
lo demás que he hecho», de lo cual afirma avergonzarse, achacándolo a
su joven edad y pretendiendo mostrarse como un poeta más serio y ma-
duro que el que se lee en «la voz de mis mocedades, molesta a Vm. y
escandalosa a todos». Parece bastante claro que Quevedo sólo podía re-
ferirse a su poesía escrita y mayormente conocida hasta entonces, que
sería la que consiguió incluir en la antología que Pedro Espinosa publi-
có en 1605, Flores de poetas ilustres de España, y donde Quevedo vio re-
cogidos otros diecinueve poemas suyos escritos antes de los veintitrés
años. Antes de 1613 ya tenía escritas algunas obras en prosa (El Buscón,
Lágrimas de Jeremías castellanas, España defendida…) y otras setenta y
cinco composiciones poéticas, aunque fueran publicadas más tarde. Pese

1
La edición consultada de Heráclito cristiano es la que se incluye en Un Heráclito cris-
tiano, Canta sola a Lisi y otros poemas, ed. Arellano y Schwartz. Indico en nota la numera-
ción correspondiente a esta edición.
2
El cual, por otra parte, ya nos deja entrever el ánimo de publicidad con que Que-
vedo dio a conocer Heráclito cristiano, pues, además de presentarlo a su tía, dirige unas
palabras «al lector».

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recibido: 29-10-2008 / aceptado: 20-11-2008
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al arrepentimiento de esta poesía que parece traslucir el prólogo al Herá-


clito cristiano, lo cierto es que parte de los poemas recogidos por Espinosa
y que podían resultarle a Quevedo más burdos contemplados a la luz de
los de Heráclito cristiano fueron revisados frecuentemente por el autor en
otras ocasiones, con lo cual se demuestra que ni mucho menos renegó de
estas composiciones, ni su repulsa llegaba a tanto. En aquellos poemas se
encuentra el germen de las preocupaciones morales que marcarían la poe-
sía de Quevedo en adelante, pero también lo más característico de su poe-
sía satírica posterior, sus sangrantes juicios sobre diversas figuras del
panorama español de su época que lo harían famoso, su conciencia de los
defectos humanos y su cruel capacidad de burla. Aunque la tosquedad de
estas sátiras no puede negarse en muchos casos, definitivamente tampoco
deberíamos conformarnos con la explicación que el autor pretende dar-
nos del desgarro religioso de las composiciones de Heráclito cristiano; es
decir, los poemas de este poemario son demasiado conmovedores y tras-
lucen una desesperanza mayor en el poeta que la que podría causarle un
arrepentimiento de una obra anterior de la que de todas formas nunca
renegó y en la cual se percibe el poeta que había de ser en adelante. En
definitiva, las explicaciones que Quevedo nos dirige en el prólogo acerca
de los motivos de su arrepentimiento son demasiado tibias para la pro-
fundidad sentimental de los poemas que siguen; a menos que tomásemos
el prólogo de manera literal: el arrepentimiento de Quevedo podría no
ser sentimentalmente auténtico, sino tan sólo literario; es decir, el ánimo
del autor no es el de escribir sobre su arrepentimiento, que no existe, sino
el de demostrar que es un poeta capaz de escribir otro tipo de versos, más
serios o graves, que los que mayoritariamente se le conocían hasta enton-
ces. El prólogo, así, lejos de ser una confesión, se convierte en un juego
literario, en una convención, si se quiere.
Repetidamente mencionada por la crítica ha sido la idea de una crisis
religiosa personal que llevara a Quevedo a escribir semejante conjunto
de poemas3. Normalmente, con una reiteración que casi roza lo consa-
bido, se presentan los poemas de Heráclito cristiano como indicadores
biográficos de una crisis personal que no puede probarse fuera del ám-
bito del propio poemario. Lo cual significa que, en caso de que dicha
crisis existiera, Heráclito cristiano sería a la vez causa y explicación de la
misma para la crítica, lo cual no la prueba en absoluto. Sin embargo, hay
que tener en cuenta que el carácter retórico del poemario ya fue apun-
tado por Schwartz y Arellano, aunque para ellos se hace más explícito
en la dedicatoria:
El Heráclito cristiano puede ser leído como un conjunto de oraciones que
en ocasiones apuntan a circunstancias muy precisas de la vida penitencial y
de la práctica religiosa […] Es posible interpretar la composición del ciclo
3
Ettinghausen afirma que Quevedo experimentaba «sin duda, sentimientos de mala
reputación y mala conciencia». Y añade: «A mi juicio, las Lágrimas de un penitente repre-
sentan un síntoma inconfundible de una primera crisis sufrida por nuestro autor» (pp.
32-33). Ettinghausen, 1982.

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desde una perspectiva biográfica, sin embargo no puede pasar inadvertido


el carácter también retórico de esta dedicatoria [a Margarita de Espinosa],
en la que Quevedo desarrolla el topos del arrepentimiento del poeta que al
madurar o envejecer se torna hacia Dios y abomina de los errores juveniles,
como lo presenta Lope en el poema introductorio de sus Rimas sacras4.
La cuidada estructura del poemario (que analizaré más adelante), la
revisión posterior que Quevedo hizo de algunos poemas allí incluidos
por primera vez, la inclusión de otros que ya había escrito, los prólogos
en los cuales parece tomar conciencia de su imagen pública como poeta
y la adopción intencionada del papel de «escritor arrepentido» que echa
las culpas a la edad como argumento (recurrente en la literatura de arre-
pentimiento) para disculpar sus desvaríos5 invitan a dejar atrás la idea
de un poemario nacido de la inspirada y catártica pluma de un autor
abrumado por el peso de su sentimiento, y a recibir Heráclito cristiano
como un poemario moderno en que la conciencia de que los sentimien-
tos en él expresados no son reales (en tanto que correspondientes a la
situación anímica del poeta en el momento de la composición) no resta
un ápice de efectividad poética ni de expresividad lírica. El poemario,
por así decirlo, pese a ser «fingido» resulta plenamente efectivo en tér-
minos de recepción. No en vano, hoy debemos ser absolutamente cons-
cientes (si críticos o si lectores) de que «la situación […] en que el texto
era considerado como un documento privilegiado que daba acceso di-
recto al alma del poeta» es ya, efectivamente, «insostenible»6. Por otro
lado, pueden oponerse a dicha idea de un arrepentimiento acendrado
que llevara a la composición del poemario los hechos conocidos de la
vida del poeta por entonces: el poemario está remitido desde Torre de
Juan Abad, el 3 de junio, pero para el 13 de agosto ya se encontraba en
Madrid a las órdenes del duque de Osuna, virrey de Sicilia desde 1611,
quien lo llamará, entre agosto y octubre, junto a él. No obstante, sus ac-
tividades políticas habían empezado mucho antes, su amistad con el du-
que de Osuna puede probarse documentalmente desde 1609. Desde
1611 viajó frecuentemente a Torre de Juan Abad, donde tenía sin re-
solver multitud de pleitos con la aldea y con los deudores de su madre.
Aprovechaba los viajes a Torre para parar en Toledo, donde, además de
intentar resolver sus complicados asuntos jurídicos, no dudó en meterse
de lleno en el ambiente cultural, conociendo allí, por ejemplo, a Gonzá-
lez de Salas. El hecho de que Heráclito cristiano esté fechado en Torre
de Juan Abad no es para Jauralde Pou7 prueba de que lo escribiera allí,
sino una manera de dar la imagen de «sabio retirado y arrepentido que,
en la quietud de la aldea, medita y trabaja»8, ya que las obras así dedi-
cadas solían entregarse en mano independientemente de su firma y fe-
4
Quevedo, Un Heráclito cristiano, Canta sola a Lisi y otros poemas, p. XXXVIII.
5
Como acertadamente señala Jauralde, 1998, p. 294.
6
Luján, Pragmática del discurso lírico, p. 23.
7
Para todos los datos biográficos, Jauralde, 1998, caps. VIII y IX.
8
Jauralde, 1998, p. 222.

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cha. En Italia trabajó, hasta 1617, como un agresivo agente diplomático


del duque de Osuna, moviéndose frenéticamente por Niza, Génova, Ma-
drid, trayendo y llevando informaciones y tributos, incluso fue el agente
encargado de las gestiones necesarias en Madrid para que el de Osuna
pasara a ocupar, desde Sicilia, el importante Virreinato de Nápoles, lo
que fue efectivamente conseguido. Al menos públicamente, no es ésta
la estampa de un hombre abrumado por el arrepentimiento que se re-
conoce a sí mismo como desesperado e inmerecedor de la misericordia
divina, alejado de todos y habitante de una vida de pecado que no se ve
capaz de abandonar, más aún si tenemos en cuenta su joven edad.
La historia de la transmisión del texto, atendiendo a los manuscritos
que se conservan, ha sido elaborada de manera sistemática por Jauralde
Pou9 y, más recientemente, resumida por Alfonso Rey10. Lo que se de-
duce de ambos estudios es, básicamente, que los poemas presentados
inicialmente en este Heráclito cristiano de 1613 se vieron seleccionados
y separados del conjunto para incluirse en la ordenación por musas de
González de Salas, o en otras recopilaciones y antologías de poesía sa-
cra, desmenuzando el poemario original de tal manera que, para Alfonso
Rey, Quevedo había acabado renunciando a la estructura original del
poemario. Para cuando Quevedo retocó Heráclito cristiano para preparar
una impresión de Las tres musas últimas castellanas (1670), que no llegó
a ver en prensa, había eliminado doce salmos y había añadido dos sal-
mos nuevos y una redondilla, además de modificar el título original de
la serie por el de Lágrimas de un penitente. Las ediciones que dispone-
mos de Heráclito cristiano, ya mencionadas, vacilan entre los veintiséis y
los veintiocho salmos, no suelen incluir la redondilla, y no aventuran ex-
plicación alguna acerca de la eliminación de esos doce salmos.
Respecto al título de la obra, el lector que esperara encontrar en ella
lo que éste promete debería sentirse decepcionado, al menos en cuanto
a la filosofía heracliteana que los salmos de Quevedo pudieran contener.
Parece ser que en época de Quevedo, cuando aún numerosos fragmen-
tos de las sentencias de Heráclito estaban por descubrir, el conocimien-
to que el poeta podía tener de las enseñanzas del filósofo se reducía
prácticamente a un puñado de aforismos transmitidos oralmente o de
manera proverbial y que tenían más de refranero sentencioso que de
cita exacta y literal. Las numerosas obras que durante el XVII mencio-
nan o explican a Heráclito, a menudo dejan dicha mención en el título
y, aparte de algunas conocidas sentencias de Heráclito, sobre todo las
referidas al flujo universal, se nutren de los textos patrísticos. Por otra
parte, esta fusión entre las enseñanzas de carácter estoico obtenidas de
Heráclito y las citas bíblicas hacen que el título Heráclito cristiano sea
bastante corriente, en parte por la tradición retórica que atribuía a He-
ráclito el llanto y a Demócrito la risa, con lo que muchos otros textos
aprovechan el nombre de Heráclito solamente para evocar el carácter
9
Jauralde, 1987.
10
Quevedo, Poesía moral (Polimnia), ed. Rey, 1992.

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estoico (en lo que de pesimista y pesaroso tenía el estoicismo) del escri-


to así titulado. Fisher11 refiere alguno de estos títulos, entre los que se
encuentra un libro eclesiástico sobre la contrición (que proverbialmente
se asocia a la figura de Heráclito) impreso en Colonia en 1615 y titulado
Heraclitus cristianus, hoc est, peccatoris poenitentis suspira, lachrymae. Aun-
que Fisher no lo menciona, y si bien no podemos saber si Quevedo co-
nocía este libro, el título de esta obra remite inequívocamente al título
Lágrimas de un penitente, que usó Quevedo al preparar el poemario para
la imprenta. La vinculación de Heráclito al llanto favorece su alusión en
libros que traten de la contrición, por el significado de penitencia y arre-
pentimiento inherente al llanto en la literatura del Siglo de Oro.
En definitiva, aparte de algunas alusiones casi pertenecientes a lo po-
pular y proverbial, o a lo comúnmente sabido de la filosofía de Herácli-
to, es muy difícil rastrear el pensamiento del filósofo en el Heráclito
cristiano, cuyo título, como ya se ha dicho, tampoco es original. Por más
que intentemos establecer paralelismos entre las imágenes heracliteanas
y las que utiliza Quevedo en sus salmos, lo cierto es que muchas de ellas
no son exclusivas de Heráclito (aunque inicialmente fuera él su artífice),
como el privilegio de unos sentidos frente a otros en la búsqueda del
conocimiento, el fuego como elemento purificador y la transitoriedad
de la vida, mencionadas por Fisher en el artículo citado. Otras son di-
rectamente antitéticas, por ejemplo, para Quevedo el autoconocimiento
lleva arrepentimiento de lo que ha sido, lo cual le hará mejor persona,
en comparación con la persona que era antes, radicalmente distinta de la
que será tras la contrición. Para Heráclito, sin embargo «todo es uno»
en la búsqueda «de uno mismo». No se percibe con claridad que Que-
vedo «filtra el pensamiento heracliteano por las doctrinas paulinas»12,
como explicación a los encuentros entre algunas de las ideas de Herá-
clito y de Quevedo. Más clara, para algunos menos sutil, es sin embargo
la presencia de los salmos bíblicos en la obra en cuestión. Es cierto que
los de arrepentimiento y súplica de perdón y misericordia divina son los
más conocidos entre los salmos davídicos13, no obstante, es muy difícil
presentar una influencia literaria directa de David en Quevedo. La lla-
mada al Señor que incluyen muchos de los salmos de Quevedo es tam-
bién característica de los salmos bíblicos, pero no es tan particular como
para establecer una conexión directa. Fuera de otras imágenes directa-
mente conectadas que han sido ya vistas, y ciertos versos que remiten
casi literalmente a algunos versículos, en términos generales no puede
aseverarse una influencia más allá del recuerdo que Quevedo tenía de
los poemas atribuidos al rey hebreo como buen conocedor de una poe-

11
Fisher, 2007.
12
Fisher, 2007, p. 83.
13
Por otra parte, hay que tener en cuenta que la escritura de poemas denominados
«salmos» constituyó, hacia 1600, una «moda», en palabras de Jauralde Pou, quien cita la
recopilación impresa en Mallorca, en 1589: Ramillete de flores de todos los psalmos, de
Pedro de la Visitación (ver Jauralde, 1998, pp. 293 y 965).

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sía que él imita a la hora de hablar del arrepentimiento, pero sin una vo-
luntad clara de hacer de esta imitación algo más serio que un guiño a
sus lectores, a los que podría suponerse un conocimiento de los salmos
davídicos parecido al del poeta.
Todo lo expuesto hasta ahora en torno a Heráclito cristiano parece
apuntar a la idea de un poemario de arrepentimiento escrito por un poe-
ta consciente de su valía como tal, que se plantea el reto de escribir una
serie de poemas diferentes temáticamente a todo lo escrito hasta enton-
ces por él, y presentados con un prólogo ambiguo que juega a hacer
creer al lector en una crisis religiosa personal que no es otra más que el
afán de demostrar que puede escribir adoptando un papel (el de peca-
dor arrepentido), y triunfar en el propósito de componer un poemario
temáticamente coherente y cuyo título además, responde a una etiqueta
habitual en la época.
El poemario de Lope de Vega titulado Rimas sacras14, ofrece un inte-
resante punto de comparación con Heráclito cristiano15, por su fecha de
publicación, en 1614, unos meses después de la fecha del poemario de
Quevedo, coincidencia a la que hay que añadir la temática y formal ya
que se trata, como Heráclito cristiano, de un poemario de arrepentimiento
con el uso del soneto como característica más llamativa. Sin embargo, al
contrario que Quevedo, el Lope que publicó las Rimas sacras era un poe-
ta casi al término de una vida marcada por el brillo de su figura pública,
que acababa de encontrar la fe que lo lleva al sacerdocio, una crisis espi-
ritual significativa de la cual Rimas sacras es a la vez propósito y resulta-
do. Rimas sacras puede oponerse, al considerar el conjunto de la obra del
poeta, a las Rimas humanas (1604), por su temática y estructura, centra-
das en el arrepentimiento del amante profano que consigue volverse un
amante «a lo divino», rechazando los errores de su juventud, entre los
que se encuentra el tiempo dedicado al amor. La primera parte del poe-
mario, susceptible de una comparación con Heráclito cristiano, se compo-
ne de cien sonetos sobre el arrepentimiento del poeta; a los que sigue un
largo poema en cien octavas significativamente titulado «Lágrimas de la
Magdalena», diez glosas y treinta y una octavas acerca de la pasión de
Cristo y otros cuantos poemas varios que componen un libro claramente
misceláneo. De esa primera parte compuesta por cien sonetos, sólo los
cuarenta y nueve primeros, como indica Yolanda Novo, quien ha elabo-
rado el estudio más completo sobre esta obra: «tienen un marcado signo
introspectivo y se agrupan formando un canzionere petrarquista a lo di-
vino»16. El significado e intención penitenciales de estos primeros cua-
renta y nueve sonetos acercan la obra de Lope a Heráclito cristiano.

14
Todas las citas de Rimas sacras, así como la numeración de los poemas, proceden
de Vega, Rimas sacras, ed. Carreño y Sánchez Jiménez.
15
Punto de comparación que ya ha sido advertido, por ejemplo, por Schwartz y Are-
llano en el fragmento de su estudio citado más arriba, y, muy recientemente, por
Pedraza, 2008.
16
Novo, 1999, p. 16.

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Estructuralmente, los poemas de arrepentimiento de Rimas sacras


mantienen una ordenación de tipo narrativo que pretende exponer el
proceso de conversión del pecador al creyente por medio de dicho arre-
pentimiento. Si bien los poemas deben considerarse en conjunto una
narración del proceso interior del poeta, la estructura del poemario no
presenta esta narración de manera consecutiva, en realidad, los poemas
han de agruparse en series en torno a un motivo narrativo identificado
con uno u otro momento del proceso de conversión. Que estos procesos
catárticos de purga y arrepentimiento son sinceros y se corresponden
con una crisis vital del propio autor no se ha puesto nunca en duda. Co-
mienza el poemario con un soneto prólogo en que el poeta se presenta
en una encrucijada: reconoce que ha estado llevando un mal camino, ce-
gado por los pecados, que quiere rechazar, para ello se dispone a pedir
perdón y a ponerse en manos de Dios. Los siguientes poemas alternan
el motivo del arrepentimiento (II, III, IV, XI) con el de las dudas del
arrepentido tardíamente (V, VIII, X, XXI, XXVI), solicita a Dios la capa-
cidad de arrepentirse y contempla horrorizado la magnitud de su peca-
do (VII, IX, XXXV). Entretanto intercala algunos poemas de corte moral
sobre las convenciones barrocas del paso del tiempo (XII, XXXVII,
XLIII), fugacidad de la vida (XIII), el mundo como engaño o laberinto,
y diversas llamadas a Dios para que lo auxilie y lo ayude a salir del error
(XIV, XV, XVI, XVII, XVIII). Tras esta serie se propone romper con el
pasado de pecador y de poeta profano (XIX) y cambiar el amor de los
hombres por el amor a Dios (XX, XXIX). Los sonetos siguientes se cen-
tran en el proceso de arrepentimiento (XXIII, XXIV, XXV, XXXI, XXXII,
XXXIII). Éste desemboca en la serie de poemas que finalmente mues-
tran a Dios como la luz que aclara el alma en tinieblas del poeta (XLIV,
XLV, XLVI, XLVII, XLVIII, XLIX), formando los dos últimos, y el nú-
mero XLVIII especialmente, el epílogo de esta parte del poemario.
En definitiva, tenemos en las Rimas sacras de Lope de Vega el relato
de una crisis íntima de la que resulta un proceso de arrepentimiento y
propósito de enmienda literario y personal, expuesta en forma de can-
cionero narrativo no cronológico. Precisamente como para enfatizar la
correspondencia de los sentimientos expresados en Rimas sacras con su
propia circunstancia real, los poemas no aparecen en el orden lógico y
esperable para un poemario narrativo, sino que dicha narración debe-
mos intuirla y reconstruirla a base de figurarnos la ordenación
cronológica oportuna. Lope parece haber incluido los poemas intuitiva-
mente o conforme a otros criterios (temáticos, seriales) no cronológicos,
habida cuenta, además, que muchos de estos poemas eran «de circuns-
tancia», escritos a petición de congregaciones poético-religiosas, leídos
en público o bien incluidos en comedias17, y sin embargo el proceso es-
piritual que los poemas describen se corresponde con el proceso de «in-
trospección sobre las propias culpas […] a través de actos meditativos y
memorísticos […] de mano de los Ejercicios espirituales de Ignacio de
17
Ver Montesinos, 1969, p. 188.

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Loyola»18. De manera que, si bien no puede afirmarse que la voluntad


del poeta al configurar esta primera parte de las Rimas sacras fuera la de
mostrar a los lectores un poemario narrativo sobre un proceso de arre-
pentimiento, sí parece innegable que los poemas fueron compuestos du-
rante un proceso de arrepentimiento real.
Por el contrario, lo que encontramos en Heráclito cristiano es un poe-
mario de arrepentimiento con una cuidada estructura, plenamente in-
tencional. En el poemario de Quevedo, por su brevedad, es más difícil
percibir una estructura temática clara en una primera lectura, pero lec-
turas más atentas revelan que, si bien el tema principal de la obra es el
del arrepentimiento que experimenta la voz poética, los subtemas liga-
dos a éste son sólo unos cuantos y están dispuestos ordenadamente.
También comienza Heráclito cristiano con un soneto prólogo, el salmo
I19, que contiene en su primer verso la alusión a los salmos davídicos
más explícita de todo el poemario: «Un nuevo corazón, un hombre nue-
vo / ha menester, Señor, la ánima mía» semejante al versículo 12 del sal-
mo 5020 del rey hebreo. A partir de aquí, se establecen dos vías
expresivas principales que irán entremezclándose hasta alcanzar un so-
neto epílogo cuya conclusión es sobrecogedoramente climática, el salmo
XXVI21: estas dos vías son la contrictiva, que contiene todos los salmos
relativos al arrepentimiento del poeta en diverso grado, y la moral, sobre
asuntos varios relativos al paso del tiempo, fugacidad de la vida, despre-
cio de la riqueza y escenas de la pasión de Cristo. Dentro de la vía con-
trictiva, los poemas se dividen a su vez en varias categorías: en primer
lugar, los poemas en que la voz poética solicita al Señor que le conceda
la capacidad de arrepentirse (salmos II, III, XIV)22. Tras el salmo III23
vienen otros tres salmos en los que el poeta duda entre el arrepenti-
miento y el pecado, no sabiendo su alma por cuál de los dos decidirse
(salmos IV, V y VI)24; sin embargo, tras contemplar la magnitud del po-
der de Dios (salmo VII)25, se decide definitivamente por el arrepenti-
miento (salmo VIII)26. Siguen a éste dos salmos de consecución de la
capacidad de arrepentirse: el primero de ellos, el salmo IX27, incluye di-
versas consideraciones sobre el estado del alma antes de ver la luz del
arrepentimiento, y considera lo veloz del paso del tiempo; el segundo,
el salmo X28, es un poema de arrepentimiento conseguido. Desde este

Vega, Rimas sacras, ed. Carreño y Sánchez Jiménez, p. 15.


18

Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 8.


19
20
«Crea en mí, ¡oh, Dios!, un corazón puro / y renueva dentro de mí un espíritu recto».
21
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 33.
22
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núms. 9. 10 y 21.
23
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 10.
24
El salmo IV no lo recvoge Arellano, ver Blecua. Quevedo, Un Heráclito cristiano,
núms. 12 y 13.
25
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 14.
26
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 15.
27
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 16.
28
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 17.

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punto, el arrepentimiento conseguido da al poeta la capacidad de con-


templar con otros ojos (los de un «hombre nuevo») ese mundo de pe-
cado en que había estado inmerso, y éste es el sentido que tiene la
inclusión en este punto del poemario de una serie de poemas pertene-
cientes a la segunda vía expresiva: la puramente moral. Los salmos XI y
XII29 tratan, respectivamente, del desprecio de la riqueza y de la fama,
mirando el tiempo de vida como tiempo hurtado a la muerte; a conti-
nuación, otros dos salmos (XIII y XIV)30 sobre el arrepentimiento con-
seguido y el relato de la conversión; como para demostrar que esta
conversión es efectiva, se presenta el salmo XV31, en que la voz poética
desprecia la riqueza de nuevo en tono moral. El arrepentimiento recién
alcanzado ya ha hecho del poeta un hombre nuevo que, siendo capaz de
conseguir el perdón divino, no teme a la muerte; por tanto se atreve a
llamarla en el salmo XVI32. Entre esta llamada a la muerte y la prepara-
ción para comulgar en el salmo XXII33, se suceden una serie de poemas
morales, tres de los cuales (los salmos XVII, XVIII y XIX)34 pueden con-
siderarse los de mayor altura poética del poemario. Tras el salmo centra-
do en la comunión, encontramos otros tres salmos (XXIII, XXIV y
XXV)35 de tono y tema eminentemente religiosos, que recrean escenas
de la pasión de Cristo para basar en ellas la enseñanza moral. Finalmente,
el excepcional colofón que es el salmo XXVI36, un soneto de composición
perfecta, construido en torno a la descripción en forma de enumeración
en los dos primeros cuartetos del doloroso camino de la contrición, para
condensar en los dos tercetos el significado y sentido último del poema-
rio, cerrando el mismo con la palabra «arrepentimiento». En Heráclito
cristiano no podemos leer tanto el relato del proceso que lleva al poeta a
reconocer los errores de su vida pasada y, desde ahí, enmendarlos con
una ayuda divina que sólo le será proporcionada mediante el arrepenti-
miento, sino los pasos del arrepentimiento en sí, la lucha del poeta por
vencer sus dudas y reparos, y lograr no ya el perdón, sino tan sólo la lu-
cidez necesaria para iniciar el camino de la contrición.
Expresiva y semánticamente, ambos Heráclito cristiano y Rimas sacras
mantienen abundantes paralelismos y coincidencias. En primer lugar,
ambos presentan, como se ha dicho, un soneto prólogo intencional y
presentativo. En Rimas sacras, el soneto I «Cuando me paro a contem-
plar mi estado», además de repetir el verso de Garcilaso en su soneto I,
mantiene una conexión con el salmo IX37 de Heráclito cristiano que co-
mienza «Cuando me vuelvo atrás a ver los años», que además recuerda
29
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núms. 18 y 19.
30
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núms. 20 y 21.
31
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 22.
32
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 23.
33
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 29.
34
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núms. 24, 25 y 26.
35
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núms. 30, 31 y 32.
36
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 33.
37
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 16.

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al verso de Petrarca en el soneto CCXCVIII: «Quand’io mi volgo indie-


tro a mirar gli anni». Ambos poemarios, al tratar del mismo tema, pare-
cen dialogar entre sí con alusiones e imágenes que en algunos casos
pertenecen a la imaginería barroca (sobre todo en los poemas más mo-
rales de ambos poemarios) pero que en otras son extraordinaria coinci-
dencia: en el salmo XI38 Quevedo pide «enmudezca mi lira, cese el
canto», como Lope expresa en el Soneto XIX «Aquí cuelgo la lira que
desamo, / con que canté la verde primavera»; ambos utilizan la lira y el
canto como símbolos de una vida poética centrada en la alabanza de lo
leve y pasajero, por contraposición al arrepentimiento, que debe expre-
sarse en forma de «llanto»: el poema mencionado de Heráclito cristiano
y los poemas XVII y XLII de Rimas sacras son un buen ejemplo de ello,
aunque las alusiones al llanto y a las lágrimas son motivo constante en
los dos poemarios39. Por otra parte, el tiempo de la juventud como tiem-
po primaveral se encuentra también en ambos: «Cuando me vuelvo
atrás a ver los años / que han nevado la edad florida mía» (salmo IX) y
«con que canté la verde primavera / de mis floridos años» (soneto XIX).
La advertencia del error en la alegría de la juventud es para Lope «ba-
silisco entre las flores» (soneto II).
La descripción de un Dios poderoso y la duda a salir del pecado se
expresan en términos casi idénticos, por un lado, en Heráclito cristiano te-
nemos los salmos VI y VII40; en Rimas sacras los sonetos XXVII y XXVIII.
La figura de un Dios que llama al pecador sin encontrar respuesta se halla
tanto en el salmo II41 («Llámasme, gran Señor; nunca respondo», v. 9)
como en el soneto XV («¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado»), por-
que el poeta tiene el pecho endurecido: «Señor, tu soplo aliente mi albe-
drío / y limpie el alma, el corazón llagado / cure y ablande el pecho
endurecido» (salmo XXVII)42 y «¡Oh corazón más duro que diamante»
(soneto VIII), «¡Oh duro corazón de mármol frío» (soneto XVI), «Oh,
cuánto fueron mis entrañas duras» (soneto XVIII). Finalmente, Cristo se
revela como pastor dispuesto a conducir el ánima extraviada del poeta
por el buen camino: en Rimas sacras en «Pastor que con tus silbos amo-
rosos» (soneto XIV); en Heráclito cristiano en «¡Cuán fuera voy, Señor,
de tu rebaño» (salmo II)43 o bien es patria a la que volver o en la que
intentar entrar en «Vuelve a la patria la razón perdida» (soneto I), «entro
en mí mismo para verme, y dentro / hallo ¡ay de mí!, con la razón pos-
trada, / una loca república alterada» (soneto III) y sonetos XXXIX y XLV
de Rimas sacras. Más problemas ofrece, sin embargo, la interpretación
del salmo XVII44, «Miré los muros de la patria mía», donde la palabra cla-
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 18.
38

Aunque, por otra parte, el de las «lágrimas del arrepentido» es un concepto sacro
39

habitual en la literatura barroca, según explican Carreño y Sánchez Jiménez, en Vega,


Rimas sacras, y como se vio más arriba.
40
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núms. 13 y 14.
41
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 9.
42
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 34.
43
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 9.

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ve «patria» ha recibido innumerables interpretaciones, entre las que se


encuentra la de mundo interior o el alma del poeta, lo cual no se halla
en disonancia con el contexto del soneto ni con el propio soneto en tan-
to que integrante de Heráclito cristiano. Para María José Tobar, quien se-
ñala además que alma = casa es una metáfora de origen bíblico, «la
lectura de los textos del propio autor parece sugerir en patria, junto a su
significado recto como ‘casa’, una alusión figurada al alma»45.
El pecado es para ambos poetas ceguera y oscuridad: «Mas, de tu luz
mi oscuridad vencida» (soneto I), «¿Qué ceguedad me trajo a tantos da-
ños?» (soneto V), «Llamé mi luz a la tiniebla oscura» (soneto XXXIV) y
«Dudosos pies por ciega noche llevo» (salmo I)46, «tan ciego estoy en mi
mortal enredo» (salmo VI)47, por ejemplo. Otras imágenes igualmente
coincidentes en ambos poemarios son las relativas al mar y al navío: el
barco como imagen del alma del pecador, encuentra mar en que nave-
gar gracias al arrepentimiento (soneto XI), o bien es náufraga en el pe-
cado y la cruz de Cristo es la tabla de salvación (soneto XXV). De
manera análoga, en Heráclito cristiano el navegar errante y el naufragio
enseñan más que los puertos engañosos en el salmo XX48.
Finalmente, hay que señalar que la posición del arrepentido respecto
a su propio pecado es, en los dos poemarios, la de una figura desdobla-
da: en Heráclito cristiano, el poeta pedía a Dios un «nuevo corazón», para
poder llegar a ser «un hombre nuevo» (salmo I)49. Dentro de esta situa-
ción desdoblada, donde la vida del pecador queda atrás para siempre, el
poeta puede contemplarse desde fuera, puede verse como Dios lo ve,
para apreciar su situación con los ojos de su Creador y avergonzarse de
ella como paso previo al arrepentimiento, en los salmos VIII, IX y X50.
En Rimas sacras, el desdoble ofrece al poeta esta misma posibilidad en
el soneto III: «Entro en mí mismo para verme», y en el soneto XLIV ya
se autocontempla como extraño en «Cuando lo que he de ser me consi-
dero» (soneto XLIV). El desdoble lleva al autoexamen, primer paso para
el conocimiento del pecado y posterior arrepentimiento y enmienda.
Más arriba apunté que Heráclito cristiano no fue un librito aislado en
la obra de Quevedo, sino que, como es sobradamente sabido, el poeta
manipuló frecuentemente el poemario, disgregando las composiciones
para él más valiosas, retocándolas y puliéndolas, hasta que quedaron lis-
tas para formar parte, a juicio probablemente de González de Salas, de
«Polimnia» y «Urania» en El Parnaso español; sin contar las modificacio-
nes que sufrió al convertirse en Lágrimas de un penitente para Tres musas
últimas. En resumen, los poemas de Heráclito cristiano que fueron corre-

44
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 24.
45
Tobar, 2002, p. 256.
46
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 8.
47
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 13.
48
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 27.
49
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 8.
50
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núms. 15, 16 y 17.

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gidos y diseminados con posterioridad a su marco primero son los sal-


mos XV a XX51 (de entre éstos, el XIX52 se halla también en Lágrimas de
un penitente) que pasaron a la recopilación moral de «Polimnia» y el sal-
mo I, que formó parte de los poemas religiosos bajo el epígrafe de «Ura-
nia». El reaprovechamiento de estos poemas nos deja pensar que no
tenían por qué estar tan adscritos al contexto primero que suponía para
ellos Heráclito cristiano, sino que le resultaron a Quevedo, tras su relec-
tura, polivalentes en cierto modo. Hay que tener en cuenta que esta se-
rie, como indiqué más arriba al fijar la estructura del poemario, es un
paréntesis de poesía moral entre el arrepentimiento alcanzado por el
poeta y la comunión del salmo XXII53 que da pie a la serie de poemas
religiosos. En conclusión, Quevedo está extrayendo del poemario una
serie completa que tiene sentido dentro de él, pero que también puede
formar una unidad independiente digna de ser revisada, reescrita e in-
cluida bajo otro epígrafe, todo lo cual apunta una vez más a que la com-
posición de Heráclito cristiano es meditada y obedece a una serie de
criterios literarios y compositivos ajenos al sentir personal del poeta des-
de el punto de vista del momento de la creación y ajenos también al azar
desde el punto de vista estructural.
En definitiva, por lo que toca a la relación entre Rimas sacras y Herá-
clito cristiano que he analizado brevemente, parece que las coincidencias
estructurales y formales que mantienen ambos poemarios, así como la
constatación del esmerado proceso elaborativo que tiene como resulta-
do dos poemarios ordenados conforme a unas directrices concretas y
predefinidas, hacen que sea muy arriesgado afirmar que, cuando se
compusieron, ambos autores estaban siendo sentimentalmente sinceros;
es decir, a la vista de los estudios de cada poemario, es prácticamente
imposible determinar qué poemas por sí mismos responden a sen-
timientos reales de sus autores, si no es acudiendo a las biografías de
cada uno de ellos para comparar sus circunstancias personales con el
poema en cuestión, y evaluar si éste es compatible con aquéllas en el
momento de la composición.

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51
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núms. 22 a 27.
52
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 26.
53
Quevedo, Un Heráclito cristiano, núm. 29.

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