Técnica Psicoanalítica de Juego
Técnica Psicoanalítica de Juego
Técnica Psicoanalítica de Juego
PSICOANÁLISIS
Melanie Klein
Londres
A
Agradecemos al Dr. Emilio Rodrigué, de Buenos Aires, su gentil autorización de publicar esta
traducción, adelantándonos así a la publicación de la traducción de “New Directions in Psycho -
Analysis” en su totalidad.
1
Basado en una lectura efectuada en la Asociación Médica - Psicológica Real el 12 de Febrero de 1953.
criaturas, especialmente por la Dra. Hugh Hellmuth (1). Sin embargo, ella no
tomó a su cargo psicoanálisis de niños menores de seis años, y, aunque ella
usó dibujos y de vez en cuando el juego como material, no desarrolló esto en
una técnica específica.
En la época en que comencé a trabajar, era un principio establecido que las
interpretaciones debían darse en forma limitada. Con pocas excepciones, los
psicoanalistas no habían explorado las capas más profundas del inconsciente
— en criaturas se consideraba potencialmente peligroso. Esta perspectiva
cautelosa se reflejaba en el hecho de que entonces, y por años venideros, se
sostenía que el psicoanálisis era solamente apropiado para niños desde el
período de latencia en adelante. (2)
Mi primer paciente fue un niño de 5 años. Me referí a él como “Fritz” en mi
primer publicación. (3) Para comenzar yo creí que sería suficiente con
influenciar la actitud de la madre. Yo sugerí que ella debiera alentar al niño a
discutir libremente con ella las muchas preguntas no dichas, que era obvio
estaban en el fondo de su mente y que estaban impidiendo su desarrollo
intelectual. Esto tuvo buen efecto, pero sus dificultades neuró-ticas no estaban
suficientemente paliadas y pronto se decidió que yo lo debiera psicoanalizar. Al
hacerlo, me desvié de algunas de las reglas establecidas hasta entonces por
cuanto yo interpretaba lo que yo creía ser más urgente en el material que me
presentaba la criatura y encontré que mi interés se enfocaba en sus
ansiedades y las defensas contra ellas. El nuevo acercamiento pronto me
enfrentó con serios problemas. Las ansiedades con que tropecé cuando
analizaba este primer caso fueron muy agudas y aún cuando yo estaba
fortalecida en la creencia de que estaba trabajando sobre base correcta
observando el alivio de ansiedad una y otra vez, producida por mis
interpretaciones, por momentos estaba perturbada por la intensidad
de las nuevas ansiedades que surgían a luz. En una de tales ocasiones busqué
consejo del Dr. Karl Abraham. El contestó que desde que mis interpretaciones
1
) “Sobre la Técnica de Análisis sobre niños”. Int. J. Psico-Anal. Vol. 11 (1921).
2
Una descripción de este primer enfoque está dada en el libro de Anna Freud. “Einfuhrung in die Technik
der Kinderanalyse”. 1927 (“Introducción a la técnica de Análisis en niños”, Nº 48, 1929).
3
“El Desarrollo de un Niño”, Int. J. Psycho - Anal. Vol. IV (1923); “El Rol de la Escuela en el Desarrollo
de Concupiscencia del Niño”. Int. J. Psycho - Anal. Vol V. (1924); y “Análisis de los Bebés”, Int. J.
Psycho -Anal. Vol. VIII (1926). Estos papeles están también incluidos en “Contribuciones al
Psicoanálisis” 1921 - 45 (Londres, 1948).
hasta entonces habían producido alivio a menudo y era claro que el análisis
progresaba, el no veía razón para cambiar el método de aproximación. Me
sentí alentada por su sostén y, como sucedió, en los próximos pocos días la
ansiedad del niño, que había llegado al máximo, decreció enormemente,
llevándolo a mayor progreso. La convicción ganada en este análisis influenció
sensiblemente el curso completo de mi trabajo analítico.
El tratamiento fue llevado a cabo en el domicilio del niño con sus propios
juguetes. Este análisis fue el comienzo de la técnica psicoanalítica de juego
porque, desde el comienzo, el niño expresó sus fantasías y ansiedades
principalmente en el juego y yo consecuentemente le interpretaba su
significado con el resultado de que surgía material adicional en su juego. Es
decir, ya usé con este paciente, en esencia, el método de interpretación que se
tornó característico de mi técnica. Este enfoque corresponde al principio
psicoanalítico fundamental de la asociación libre. Al interpretar, no sólo las
palabras del niño pero así también sus actividades con sus juegos, yo apliqué
este principio básico a la mente del niño, cuyo jugar y actividades varias — en
realidad todo su comportamiento — son los medios de expresar lo que el adulto
expresa predominantemente por palabras.
Fui guiada también a través de todo por otros dos principios del
psicoanálisis establecidos por Freud, los que he considerado, desde el
comienzo, como fundamentales: de que la exploración del inconciente es la
principal tarea del procedimiento psicoanalítico y de que el análisis de la
transferencia es el medio de llegar a la meta.
Entre los años 1920 y 1923 yo gané aún más experiencia con otros casos
infantiles, pero un paso definitivo en el desarrollo de la técnica del juego fue el
tratamiento de una criatura de dos años y nueve meses a quién psicoanalicé en
1923. He dado algunos detalles del caso de esta criatura, bajo el nombre de
“Rita”, en mi libro “Psicoanálisis de Niños”. (1) Rita sufría de terrores nocturnos
y fobia a los animales, era muy ambivalente hacia su madre al mismo tiempo
aferrándose a ella a tal punto que apenas podía ser dejada sola. Tenía una
neurosis obsesiva muy intensa y por momentos estaba muy deprimida. Sus
1
(Londres, 1932). Véase también “En la crianza de niños”. (Londres, 1936) y “El Complejo de Edipo a la
luz de las Ansiedades Tempranas”, Int. J. Psycho - Anal. Vol. XXVI (1945), también en “Contribuciones
al Psicoanálisis”.
juegos eran inhibidos y su poca habilidad para tolerar frustraciones hacían su
crianza sumamente’ difícil. Yo tenía muchas dudas sobre la forma de encarar
este caso dado que el análisis de una criatura tan pequeña era un experimento
enteramente nuevo. La primera sesión pareció confirmar mis temores. Rita,
cuando quedaba sola en su “Nursery” conmigo, de inmediato mostró signos de
lo que yo tomé como una transferencia negativa: estaba ansiosa y silenciosa y
pronto solicitó salir al jardín. Yo accedí y salí con ella — puedo agregar, que
bajo los vigilantes ojos de su madre y tía quienes sumaban esto como un signo
de fracaso. Se quedaron muy sorprendidas al ver que Rita se mostraba
amistosa conmigo cuando regresamos a la “nursery” algunos diez o quince
minutos más tarde. La explicación de este cambio fue de que cuando
estuvimos afuera, yo había estado interpretando su transferencia negativa
(siendo esto otra vez también contra la práctica usual). Por algunas cosas que
ella dijo, y el hecho de que tuviera menos miedo cuando estábamos afuera, me
hizo llegar a la conclusión de que ella tenía especial temor de algo que pudiera
yo hacerle cuando ella estaba sola conmigo en el cuarto. Yo interpreté esto y,
haciendo referencia a sus terrores nocturnos, eslaboné su sospecha hacia mí
como un desconocido hostil, con su miedo de que una mala mujer pudiera
atacarla cuando ella estaba sola de noche. Cuando, unos pocos minutos
después de esta interpretación, le sugerí que debiéramos regresar a la
“nursery”, ella prontamente accedió. Como he mencionado, la inhibición de
juego de Rita era marcada y para comenzar ella no hacía casi otra cosa que
obsesionalmente vestir y desvestir la muñeca.
Pero pronto llegué a comprender las ansiedades que encubrían sus
obsesiones y las interpreté. Este caso reafirmó mi creciente convicción de que
una precondición para el análisis de una criatura es el comprender e interpretar
las fantasías, sentimientos, ansiedades y experiencias expresadas por el juego
o, si hay inhibición del juego, las causas de la inhibición.
Como con Fritz, yo me hice cargo de este análisis en la casa de la criatura
y con sus propios juguetes pero durante este tratamiento, que duró sólo unos
pocos meses, llegué a la conclusión de que el psicoanálisis no debe efectuarse
en el hogar del niño. Por cuanto encontré que, aún cuando ella estaba
grandemente necesitada de ayuda y sus padres habían decidido que probara el
psicoanálisis, la actitud de su madre hacia mí fue muy ambivalente y la
atmósfera fue por completo hostil al tratamiento. Más importante aún, encontré
que la situación de la transferencia — la columna vertebral del procedimiento
psicoanalítico — puede tan solo establecerse y ser mantenido si el paciente
puede sentir que el consultorio o sala de juego, en realidad el análisis
completo, es algo separado de su común vida hogareña. Por cuanto solamente
bajo tales condiciones puede contrarrestar sus resistencias contra la
experiencia y expresión, de pensamientos, sentimientos y deseos, que son
incompatibles con la convención y en el caso de criaturas están en contraste
con mucho de lo que les ha sido enseñado.
Hice aún más observaciones de peso en el psicoanálisis de una niña de
siete años, también en 1923. Sus dificultades neuróticas no eran
aparentemente serias, pero sus padres, desde un tiempo atrás, estaban
preocupados por su desarrollo intelectual. Aún cuando bastante inteligente, no
estaba a nivel del grupo de su edad, no le agradaba la escuela y algunas
veces, y sin que lo supieran sus padres, faltaba a la escuela. Sus relaciones,
con su madre, que habían sido afectuosas y plenas de confianza, habían
cambiado desde que comenzó la escuela: se había tornado reservada y
silenciosa. Pasé algunas sesiones con ella sin lograr mucho contacto. Ya era
claro que detestaba la escuela y, por lo que tímidamente decía de ella así como
por otros comentarios, había yo podido hacer unas pocas interpretaciones que
produjeron algún material. Pero mi impresión era de que no lograría llegar más
adelante. En una sesión, en que nuevamente encontré que la criatura no me
respondía y estaba más reservada, la dejé diciendo que volvería pronto. Fui a
la nursery de mis propios hijos, recogí unos pocos juguetes, automóviles,
pequeñas figuras, unos pocos cubos y un ferrocarril; los puse en una caja y
regresé junto a la paciente. La criatura, a quien no le interesaban el dibujo u
otras actividades, se interesó por los pequeños juguetes y de inmediato
comenzó a jugar. Por este juego llegué a comprender que dos de las figuras de
juguete representaban a ella misma y un pequeño varoncito, un compañero de
escuela acerca de quien yo ya había oído hablar antes. Parecía que había algo
secreto en el comportamiento de estas dos figuras y que se resentía a otras
personas de juguete como interfiriendo u observando y se las ponía a un lado.
Las actividades de los dos juguetes conducían a catástrofes, tales como el
caerse o chocar con coches. Esto se repetía con signos de ansiedad creciente.
A este punto yo interpreté, con referencia a los detalles de su juego, que
parecía que había tenido lugar alguna actividad sexual entre ella y su amiguito,
y de que esto la había hecho muy miedosa de que se descubriera y, por lo
tanto, desconfiada de otra gente. Yo le señalé de que mientras jugaba ella se
había puesto ansiosa y pareció a punto de cesar el juego. Le recordé que a ella
le desagradaba la escuela y que ello podía estar ligado con el miedo que la
maestra descubriera sus relaciones con su compañero de escuela y la
castigara. Sobre todo tenía miedo y por lo tanto desconfiaba de su madre y
quizá ahora podría sentir lo mismo hacia mí. El efecto de esta interpretación fue
notable en la niña: al principio aumentó su ansiedad y desconfianza, pero muy
pronto dio lugar a un obvio alivio. Cambió su expresión facial y aún cuando ni
admitió ni negó lo que yo había interpretado, consecuentemente demostró su
acuerdo produciendo nuevo material y tornándose más libre en su juego y
habla; también su actitud hacia mí se tornó mucho más amistosa y menos
suspicaz. Por supuesto, la transferencia negativa, alternando con la positiva,
retornó una y otra vez, pero, desde esta sesión en adelante, el análisis
progresó bien. Al mismo tiempo hubieron cambios favorables, según fui
informada, en sus relaciones con su familia — en particular con su madre —.
Disminuyó su desagrado a la escuela y tomó más interés en sus lecciones,
pero su inhibición a aprender, que tenía sus raíces en profundas ansiedades,
se resolvió sólo gradualmente en el curso de su tratamiento.
II
1
Son ellos principalmente: pequeños hombres y mujeres de madera, generalmente en dos tamaños,
autitos, carretillas, hamacas, ferrocarriles, aeroplanos, animales, árboles, cubos, casas, verjas, papel,
tijeras, un cuchillo, lápices, tizas o pinturas, pelotas y bolitas, plasticinas y piolín.
Encontré que era esencial tener juguetes pequeños dado que su número y
variedad permitía a la criatura expresarse dentro de un campo más amplio de
fantasías y experiencias. Es importante para este propósito que estos juguetes
sean no - mecánicos y que las figuras humanas, variables sólo en color y
tamaño, no indiquen ocupación especial. Su propia simplicidad permite a la
criatura usarlas en muchas diferentes situaciones, de acuerdo al material que
surja en su juego. El hecho de que pueda, de esta manera, presentar
simultáneamente una variedad de experiencias y situaciones de su fantasía o
realidad, también hace posible a nosotros el arribar a un cuadro más coherente
de los trabajos de su mente.
En concordancia con la simplicidad de los juguetes, el equipo de la pieza
de juego es también sencillo. No contiene nada excepto lo que se necesita para
un psicoanálisis. (1) Los juguetes de cada criatura se guardan bajo llave en un
cajón especial y él sabe, por lo tanto, que sus juguetes y sus juegos con ellos,
que es equivalente a las asociaciones de los adultos, son tan sólo conocidos
por el analista y él mismo. La caja en la cual por primera vez presenté los
juguetes a la niñita mencionada arriba, resultó ser el prototipo del cajón
individual, el cual es parte de la íntima relación entre el analista y el paciente,
característica de la situación de transferencia psicoanalítica.
No sugiero que la técnica de juego psicoanalítico dependa enteramente de
mi selección particular del material de juego. De cualquier modo, las criaturas a
menudo traen espontáneamente sus propias cosas y el juego con ellos entra
como material en el trabajo analítico. Pero yo creo que los juguetes provistos
por el analista deben, en general, ser del tipo por mí descrito: es decir, simples,
pequeños y no mecánicos.
Los juguetes no son, sin embargo, los únicos requisitos para un análisis de
juego. Muchas de las actividades de la criatura tienen a veces lugar alrededor
de una palangana de lavar las manos, la cual está equipada con uno o dos
pequeños tazones, vasos y cucharas. A menudo la criatura escribe, dibuja,
pinta recorta, compone juguetes, etc. A veces juega juegos en que distribuye
roles al analista y a sí mismo tales como el juego del tendero, del doctor y del
1
Un piso lavable, agua corriente, una mesa, unas pocas sillas, un pequeño sofá, algunos almohadones y
una cómoda.
paciente, de la escuela, de la madre y del niño. En tales juegos la criatura
frecuentemente toma la parte del adulto, expresando por lo tanto no sólo su
deseo de revertir los papeles pero también demostrando como él siente que
sus padres u otras personas en autoridad se comportan hacia él o debieran
comportarse. Algunas veces da rienda suelta a su agresividad y resentimiento
siendo, en el rol de padre, sádico hacia la criatura, representada por el analista.
El principio de la interpretación permanece el mismo ya se presenten las
fantasías por medio de juguetes, o dramatización. Por cuanto, sea cual fuere el
material usado, es esencial que se apliquen los principios analíticos
fundamentales a la técnica. (1)
Se expresa la agresividad, en el juego de niños, de varias maneras, ya sea
directa o indirectamente. A menudo se rompe un juguete o, cuando la criatura
es más agresiva, los ataques son hechos con cuchillo o tijeras sobre la mesa o
pedazos de madera; se desparrama agua o pintura por todas partes y el cuarto
se torna generalmente en un campo de batalla. Es esencial permitir a la
criatura que deje surgir su agresividad; pero lo que más cuesta es el
comprender el por qué en este preciso momento en la situación de la
transferencia surgen los impulsos destructivos y observar sus consecuencias
en la mente del niño. Sentimientos de culpa suelen a menudo resulta luego de
que el niño ha roto por ejemplo, una pequeña figura. Tal culpabilidad se refiere
no sólo al daño en sí hecho pero a lo que representa un juguete en el
inconsciente del niño, es decir: un hermano o hermana, o un padre, la
interpretación debe por lo tanto tratarse con estos niveles más profundos al
mismo tiempo. Algunas veces podemos captar por la conducta del niño hacia el
analista, de que no sólo culpabilidad pero también ansiedad persecutoria, han
sido la secuela a sus impulsos destructivos y que él tiene miedo del desquite.
Generalmente he podido hacer comprender al niño de que yo no toleraría
ataques físicos a mi persona. Esta actitud no solamente protege al
psicoanalista pero es también importante para el análisis: por cuanto tales
ataques, si no se conservan dentro de límites, pueden hacer surgir una
culpabilidad excesiva y ansiedad persecutoria en el niño y por ende aumentar
1
Se pueden encontrar casos de los juegos con juguetes y de los juegos descriptos arriba en “El
Psicoanálisis de Niños” (especialmente en los capítulos II, III y IV). Véase también “Personificación en el
Juego de los Niños”. Int. J. Psycho - Anal. Vol. X (1929); también en “Contribuciones al Psicoanálisis”.
las dificultades del tratamiento. He sido preguntada, algunas veces, por qué
métodos impedía yo los ataques físicos y creo que la contestación es que yo
tenía sumo cuidado en no inhibir las fantasías agresivas del niño; en realidad
se le daba la oportunidad de llevarlas a cabo en otras formas, incluyendo
ataques verbales sobre mi persona. Cuanto más capacitada estaba para
interpretar a su tiempo los motivos de la agresividad del niño, más podía tener
la situación bajo control. Pero con algunos niños psicóticos ha sido, de vez en
cuando, difícil protegerme contra su agresividad.
III
He encontrado que la actitud de un niño hacia un juguete que ha dañado,
es muy reveladora. A menudo pone dicho juguete, que representa por ejemplo
un pariente o un padre, a un costado y lo ignora por un tiempo. Esto indica
desagrado hacia el objeto dañado, debido al temor persecutorio de que la
persona atacada (representada por el juguete) se haya tornado vengativa y
peligrosa. El sentido de persecución puede ser tan fuerte que cubra
sentimientos de culpabilidad y depresión que también son despertados por el
daño hecho. O la culpabilidad y depresión pueden ser tan fuertes que lleven a
un refuerzo de sentimientos de persecución. Sin embargo, un día quizá la
criatura busque en su cajón al juguete dañado. Esto sugiere de que para
entonces nos ha sido posible analizar algunas defensas importantes, de esta
manera, disminuyendo los sentimientos persecutorios y haciendo posible
experimentar el sentimiento de culpabilidad y la necesidad de reparación.
Cuando esto sucede podemos también notar que ha ocurrido un cambio en las
relaciones del niño hacia ese pariente especial que estaba representado por el
juguete, o en sus relaciones en general. Este cambio confirma nuestra
impresión de que ha disminuido la ansiedad persecutoria y que, junto con el
sentimiento de culpabilidad y el deseo de hacer reparaciones, han surgido a la
superficie sentimientos de amor que habían estado menoscabados por
excesiva ansiedad. Con otra criatura, o con la misma más adelante en el
análisis, la culpabilidad y el deseo de reparación pueden seguir muy pronto
después del acto de agresión, y la ternura hacia el hermano o hermana que
han sido dañados en fantasía, tornarse aparente. La importancia de tales
cambios para la formación del carácter y relaciones objétales, así como
también para la estabilidad mental, no pueden ser sobreestimados.
Es parte esencial del trabajo interpretativo que debe conservarse al nivel o
paso con las fluctuaciones entre el amor y odio; entre la felicidad y satisfacción
por una parte y la ansiedad persecutoria y depresión por la otra. Esto implica
que el analista no debe mostrar desaprobación por haber roto el niño su
juguete; no debe, sin embargo, alentar al niño a expresar su agresividad, o
sugerirle que se componga el juguete. En otras palabras, debe capacitar al niño
a experimentar sus emociones y fantasías a medida que ellas surjan. Siempre
fue parte de mi técnica no usar influencia educativa o moral, pero mantener
solamente el procedimiento psicoanalítico el cual, para sintetizar, consiste en
comprender la mente del paciente y hacerle llegar lo que pasa en ella. La
variedad de situaciones emocionales que pueden expresarse por actividades
de juego son ilimitadas: por ejemplo, sentimientos de frustración o de ser
rechazado; celos del padre y de la madre, o de hermanos y hermanas;
agresividad que acompañan a tales celos; placer en tener un compañero de
juego y aliado contra los padres; sentimientos de amor y odio hacia un bebé
recién nacido o uno que se espera, así como también la ansiedad, culpabilidad
y deseo resultante de reparación. También encontramos en el juego infantil la
repetición de experiencias reales y detalles de la vida diaria, a menudo
entretejidas con sus fantasías. Es revelador que algunas veces sucesos muy
importantes en su vida no entran en su juego o sus asociaciones y que todo el
énfasis, por momentos, recae sobre sucesos menores. Pero estos sucesos
menores son de gran importancia para él, por cuanto ellos han movido sus
emociones y fantasías.
IV
Hay muchos niños que están inhibidos en el juego. Esta inhibición no
siempre les impide jugar completamente pero puede pronto interrumpir sus
actividades. Por ejemplo, se me trajo un niño por una entrevista solamente
(había una perspectiva de un análisis en el futuro; pero en ese momento sus
padres se iban al extranjero con el niño). Yo tenía algunos juguetes sobre la
mesa y él se sentó y comenzó a jugar, lo que pronto condujo a accidentes,
choques y gente de juguete cayéndose a quienes él trataba de levantar
nuevamente. En todo esto demostró gran ansiedad, pero dado que no se
intentaría aún ningún tratamiento, me abstuve de interpretar. Luego de pocos
minutos se bajó tranquilo de la silla diciendo “Ya alcanza con el juego” y salió.
Yo creo, por mi experiencia, de que si esto hubiese sido el comienzo de un
tratamiento y yo hubiera interpretado la ansiedad mostrada en sus acciones
con los juguetes y la correspondiente transferencia negativa hacia mí, habría
podido resolver su ansiedad suficientemente para que él continuara jugando.
El próximo caso me ayudará a demostrar algunas de las causas de una
inhibición en el juego. El niño de tres años y nueve meses de edad, a quien
describí bajo el nombre de “Pedro” en “El Psicoanálisis de Niños”, era muy
neurótico. (1) Para mencionar algunas de sus dificultades: no podía jugar, no
toleraba ninguna frustración, era tímido, quejumbroso y poco infantil, sin
embargo, por momentos agresivo y despótico, muy ambivalente hacia su
familia y enormemente fijado a su madre. Ella me dijo que Pedro había
cambiado enormemente para peor luego de unas vacaciones de verano
durante las cuales, a la edad de dieciocho meses, él había compartido el
dormitorio de sus padres y tenido oportunidad de observar sus relaciones
sexuales. En esas vacaciones se tornó muy difícil de manejar, dormía mal y
volvió a mojar su cama de noche, cosa que no había hecho por algunos meses.
Hasta entonces había jugado libremente pero desde ese verano en adelante,
dejó de jugar y se hizo muy destrozón hacia sus juguetes; no quería nada de
ellos sino rompería 1) Esta criatura, cuyo análisis comenzó en 1924, fue otro de
los casos que ayudó a desarrollar mi técnica de juego.
1
Esta criatura, cuyo análisis comenzó en 1924, fue otro de los casos a desarrollar mi técnica de juego.
cuarto, diciendo: “Siempre rompemos nuestros regalos de navidad enseguida;
no queremos ninguno”. El romper sus juguetes significaba en su inconsciente
romper el genital de su padre. En realidad rompió varios juguetes durante la
primera hora.
V
Al mirar hacia atrás a los primeros años de mis trabajos, seleccionaría
unos pocos hechos. Mencioné al comienzo que al analizar mi primerísimo caso
infantil, encontré que mi interés se enfocaba en sus ansiedades y defensas
contra ellas. Mi énfasis sobre ansiedades me guió más y más y profundamente
hacia el inconsciente y dentro de la vida de fantasía del niño. Este énfasis
especial se oponía al punto de vista analítico de que las interpretaciones no
debían ir muy profundo y no debieran ser dadas frecuentemente. Persistí en mi
enfoque, a pesar del hecho que envolvía un cambio radical de técnica. Este
enfoque me llevó dentro de un nuevo territorio, por cuanto abrió el
comprendimiento de las tempranas fantasías, ansiedades y defensas infantiles
que estaban, en ese entonces aún grandemente inexploradas. Esto se me
presentó claramente cuando comencé la formulación teorética de mis
encuentros clínicos.
Uno de los varios fenómenos que me chocó en el análisis de Rita fue la
dureza de su superyo. He descrito en “El Psicoanálisis de Niños”, cómo Rita
solía jugar el rol de una madre severa y castigadora, quien trataba a la criatura
(representada por la muñeca o por mí) muy cruelmente. Más aún, su
ambivalencia hacia su madre, su extrema necesidad de ser castigada, sus
sentimientos de culpabilidad y sus terrores nocturnos me llevaron a reconocer
que en esta niña de dos años y nueve meses —y claramente retrocediendo a
más temprana edad—, un superyo que operaba duro e implacable. Encontré
este descubrimiento confirmado en los análisis de otras criaturas pequeñas y
llegué a la conclusión que el superyo surge en una etapa mucho más temprana
que lo que suponía Freud. En otras palabras, se me presentó claro que el
superyo, como él lo concebía, es el producto final de un desarrollo que se
extiende a través de años. Como resultado de estas observaciones ulteriores,
reconocí que el superyo es algo que es sentido por el niño operando
internamente en forma concreta; que consiste en una variedad de figuras
construidas de sus experiencias y fantasías y que deriva de las etapas en que
él había internalizado (introyectado) a sus padres.
Estas observaciones, a su vez, me condujeron, en el análisis de niñitas, al
descubrimiento de la situación de ansiedad femenina fundamental: se siente
que la madre es el perseguidor principal quien, como un objeto externo e
internalizado, ataca el cuerpo de la criatura y saca de él sus niños imaginarios.
Estas ansiedades surgen de los ataques fantaseados de la niña al cuerpo de la
madre, que ambicionan robarle sus contenidos; es decir, las materias fecales,
el pene del padre, y los niños y resultan en temor de venganza por ataques
similares. Tales ansiedades persecutorias las he encontrado combinadas o
alternadas con profundos sentimientos de depresión y culpa, y estas
observaciones luego me condujeron al descubrimiento de la parte vital que la
tendendencia a hacer reparación juega en la vida mental. Reparación, en este
sentido, es un concepto más amplio que los conceptos de Freud de “anulación
en la neurosis obsesiva” y de “formación reactiva”, por cuanto incluye la
variedad de procesos por medio del cual el ego siente que anula el daño hecho
en fantasía, restaura, conserva y revive objetos. La importancia de esta
tendencia, unida como lo está con sentimientos de culpa, también está en la
mayor contribución que hace a todas las sublimaciones, y en esta forma, a la
salud mental.
1
Cf. “El Psicoanálisis de Niños”.
1
Rita tuvo ochenta y tres sesiones. Trude, ochenta y dos sesiones.
como para beberlo, y dijo por lo bajo, “mujer muerta”. (2) Este romper y mojar
de papel, lo comprendí en ese entonces como para expresar fantasías de
atacar y matar la madre, que daba lugar a temores de venganza. Yo he
mencionado que fue con Trude que me di cuenta de la naturaleza específica
sádica anal y uretral de tales ataques. Pero en otros análisis llevados a cabo en
1924 y 1925 (Ruth y Pedro, ambos descritos en el “Psico - análisis de Niño”),
también me di cuenta de la parte fundamental que los impulsos oral - sádicos
juegan en las fantasías destructivas y ansiedades correspondientes,
encontrando así, en los análisis de pequeños, amplia confirmación a los
descubrimientos de Abra-ham. (3) Estos análisis, que me dieron más campo
para observación, dado que duraron más que los de Rita y Trude (4) me
guiaron hacia una compenetración mayor del rol fundamental de los deseos y
ansiedades orales en el desarrollo, normal y anormal. (5)
2
Véase “El Complejo de Edipo a la Luz de las Ansiedades Tempranas”, Int. J. Psycho - Anal. Vol. XXVI
(1945), también. “Contribuciones al Psicoanálisis”. Pág. 374 - 5.
3
Cf. “Una Historia Corta del Desarrollo de la Libido, Visto a la Luz de los Desórdenes Mentales”, 1924.
Reimpreso en Papeles Seleccionados. (Londres, 1927).
4
Ruth tuvo 190 sesiones, Pedro 278 sesiones
5
Esta convicción creciente acerca de la importancia fundamental de los descubrimientos de Abraham fue
también resultado de mi análisis con el que comenzó en 1924 y fue cortado catorce meses más tarde por
su enfermedad y muerte.
Como he mencionado, ya me había dado cuenta en Rita y Trude de la
internalización de una atacante y por lo tanto temible madre — El super Yo
cruel. Entre los años 1924 y 1926 analicé a una criatura que estaba
sumamente enferma. (1) A través de su análisis aprendí muchísimo acerca de
detalles de tal internalización y acerca de las fantasías e impulsos que hay
ocultos en las ansiedades paranoides y maníaco - depresivas. Por cuanto
llegué a comprender la naturaleza oral y anal de sus procesos de introyección y
las situaciones de persecución interna que ellos engendraban. También me di
más cuenta de las formas en que influencian dichas persecuciones internas,
por medio de la proyección, las relaciones con los objetos externos. La
intensidad de su envidia y odio mostraba fuera de todo error la derivación de su
relación oral - sádica al seno de su madre y estaba entremezclada con el
comienzo de su complejo de Edipo. El caso de Erna me ayudó mucho a
preparar el terreno para un número de conclusiones que presenté al Décimo
Congreso Psicoanalítico Internacional en 1927 (2), en especial el punto de vista
de que el temprano superyo, que se forma cuando los impulsos y fantasías oral
- sádicos están a su mayor nivel, son la razón fundamental de la psicosis — un
punto de vista que, dos años más tarde, desarrollé recalcando la importancia
del sadismo oral para la esquizofrenia. (3)
Correlativamente con los análisis hasta ahora descriptos, me fue posible
hacer algunas interesantes observaciones relacionadas con las situaciones de
ansiedad en varones. Los análisis en varones y hombres confirmaron
ampliamente el punto de vista de Freud de que el miedo de castración es la
principal ansiedad del macho; pero yo me di cuenta de que debido a la
temprana identificación con la madre, (la posición femenina que sur je de las
tempranas etapas del complejo de Edipo) la ansiedad acerca de ataques en la
parte interior del cuerpo es de gran importancia en los hombres como así
también en las mujeres y en varias maneras influencia y moldea el temor de
castración.
1
Descripta bajo el nombre de “Erna” en “El Psicoanálisis de Niños”.Capítulo III.
2
Cf. “Primeras Etapas del Conflicto de Edipo”, Int. J. Psycho-Anal., Vol. IX (1928); también reimpreso
en “Contribuciones al Psicoanálisis”.
3
Cf. “La Importancia de Formación Símbolos en el Desarrollo del Yo”, leída ante el Undécimo Congreso
Internacional Psicoanalítico, en Oxford, 1929. Publicado en Int. J. Psycho - Anal., Vol. XI (1930);
también reimpreso en “Contribuciones al Psicoanálisis”.
Las ansiedades que derivan de ataques fantaseados en el cuerpo de la
madre y en el padre que se supone ella contiene, probó en ambos sexos
fundamentar claustrofobia (que incluye miedo de ser aprisionado o enterrado
en el cuerpo de la madre). La conexión de estas ansiedades con el temor de
castración pueden verse, por ejemplo en la fantasía de perder el pene o serle
destruido dentro de la madre — fantasías que pueden resultar en impotencia.
Llegué a ver que los temores conectados con ataques al cuerpo de la
madre y de ser atacados por objetos externos o internos tenían una calidad e
intensidad particular que sugería su naturaleza psicótica. Al explorar la relación
del niño a objetos internalizados, se tornaron claras varias situaciones de
persecución interna y su contenido psicótico. Más aún, el reconocimiento de
que el miedo de represalia deriva de la propia agresividad del individuo, me
guió a sugerir que las defensas iniciales del Yo sean dirigidas contra la
ansiedad surgida de impulsos y fantasías de destrucción. Una y otra vez,
cuando estas ansiedades psicóticas fueron seguidas hasta su origen, se
encontró que emanaban del sadismo oral. También me di cuenta de que la
relación oral - sádica a la madre y la internalización de un seno devorado, y por
lo tanto devorador, creaba el prototipo de todas las persecuciones internas; y
más aún, que la internalización de un seno herido y por lo tanto temido, por una
parte y de un seno que satisface y ayuda por la otra, es el núcleo del superyo.
Otra conclusión fue de que, aunque las ansiedades orales vienen primero, las
fantasías y deseos sádicos de todas fuentes son operativos a una muy
temprana etapa del desarrollo y encubren las ansiedades orales, (1)
1
Estas y otras conclusiones están contenidas en dos trabajos que ya he mencionado. “Tempranas Etapas
del Conflicto de Edipo”. (Int. J. Psycho - Anal., Vol. IX; y “La Importancia de la Formación de Símbolos
en el Desarrollo del Yo”. Int. J. Psycho - Anal., (Vol. XI). Véase también “Personificación en el Juego de
los Niños”. Int. J. Psycho - Anal. Vol., X (1929). Todos estos trabajos están reimpresos en
“Contribuciones al Psicoanálisis”.
2
Es posible que la comprensión del contenido de las ansiedades psicóticas y de la
urgencia de interpretarlas me fue dada a conocer en el análisis de un hombre
esquizofrénico paranoico, y quien vino a mí por un mes solamente. En 1922 un colega,
quién se iba de vacaciones, me pidió que me hiciera cargo, por un mes, de un paciente
esquizofrénico suyo. Hallé desde la primer hora en adelante que no debía permitir al
Hubo otras experiencias que me ayudaron a llegar a ulteriores conclusiones.
La comparación ante la indudablemente paranoica, Erna y las fantasías y
ansiedades que había hallado en niños menos enfermos, a quienes sólo se les
podía llamar neuróticos, me convenció de que las ansiedades psicóticas
(paranoicas y depresivas) fundamentan la neurosis infantil. Hice también
observaciones similares en los análisis de adultos neuróticos. Todas estas
distintas ramas de exploración resultaron en la hipótesis que las ansiedades de
naturaleza psicótica son, hasta cierto punto, parte del desarrollo infantil normal
y están expresadas y elaboradas enteramente, en el curso de la neurosis
paciente el permanecer silencioso para nada. Sentí que su silencio implicaba peligro y
en cada tal instancia yo interpretaba sus temores de mí, es decir: de que yo estaba
completando con su tío y que lo haría internar • otra vez (él había estado dado de alta)
material que en otras ocasiones él expresó verbalmente. Una vez que yo había
interpretado su silencio en esta forma, conectándolo con material anterior, el paciente se
sentó, y me preguntó en tono amenazador: “¿Me va a remitir de vuelta al asilo?” Pero
pronto se tranquilizó y comenzó a hablar más libremente. Eso me demostró que estaba
en lo correcto y debiera continuar interpretando sus sospechas y sentimientos de
persecución. Hasta cierto punto una transferencia positiva a la par que una negativa, se
llevó a cabo hacia mí; pero en cierto momento, cuando su miedo a las mujeres surgió
muy fuertemente, exigió de mí el nombre de un analista masculino a quien acudir. Le di
un nombre pero él jamás se acercó a este colega. Durante ese mes vi al paciente todos
los días. El analista que me solicitó lo tomara a mi cargo, encontró algún progreso a su
regreso y deseó que continuara el análisis. Yo rehusé habiendo comprendido claramente
el peligro de atender a un paranoico sin protección u otro arreglo más apropiado.
Durante el tiempo en que lo analicé, a menudo se paró durante horas fuera de mi casa,
mirando hacia’ mi ventana, aunque fue sólo en pocas ocasiones cuando tocó el timbre y
solicitó verme. Debo mencionar que luego de corto tiempo fue nuevamente internado.
Aunque no llegué, en ese entonces, a ninguna conclusión teórica de esta experiencia,
creo que este fragmento de un análisis pueda haber contribuido a mi “insight” futuro
sobre la naturaleza psicótica de las ansiedades infantiles y al desarrollo de mi técnica.
infantil, (1) Para descubrir estas ansiedades infantiles el análisis tiene, sin
embargo, que ser llevado en las capas profundas del inconsciente, y esto se
aplica tanto a los adultos como a los niños. (2)
1
Como sabemos, Freud encontró que no hay diferencia estructural entre el normal y el neurótico y este
descubrimiento ha sido de la más grande importancia en el entendimiento de los procesos mentales en
general. Mi hipótesis de que las ansiedades de una naturaleza psicótica son omnipresentes en la infancia,
y fundamentan la neurosis infantil, es una extensión del descubrimiento de Freud.
2
Las conclusiones que he presentado en el último párrafo, pueden encontrarse ampliamente detalladas en
“El Psicoanálisis de Niños”.
3
Con relación a esto, el importante artículo del Dr. Ernest Jones, Cf., “La Teoría del Simbolismo”, Brit. J.
Psych., Vol. IX (1916).
De esta manera se experimenta un gran alivio en el juego y éste es uno de
los factores que lo hacen tan esencial para el niño. Por ejemplo, Pedro, a quien
me he referido anteriormente, me señaló, cuando le interpreté su destrucción
de un juguete figura como representando ataques a su hermano, que él no
haría esto a su verdadero hermano, él sólo lo haría con el hermano juguete.
Mi interpretación, por supuesto, le hizo comprender claramente que era a su
hermano a quién deseaba atacar; pero el ejemplo muestra que sólo por medios
simbólicos le era posible a él expresar sus tendencias destructivas, en el
análisis.
1
“La Importancia de la Formación de Símbolos en el Desarrollo del Yo”. Int. J. Psycho - Anal., Vol. XI
(1930). También en “Contribuciones al Psicoanálisis” y “Revista Uruguaya de Psicoanálisis”. T. Nº I, -
1956.
2
Esta conclusión ha influenciado desde entonces el entendimiento del modo de comunicación del
esquizofrénico y ha encontrado su lugar en el tratamiento de la esquizofrenia.
3
No puedo tratar aquí de la diferencia fundamental que existe, además de rasgos comunes, entre el
normal, el neurótico y el psicótico.
Al hacer remontar en los análisis de adultos y niños, el desarrollo de los
impulsos de las fantasías y de las ansiedades, hasta su origen, es decir: a los
sentimientos hacia el pecho materno (aún con niños que no han sido
amamantados), encontré que las relaciones objetivas comienzan casi con el
nacimiento y surgen con la experiencia de la alimentación; más aún, que todos
los aspectos de la vida mental están ligados con relaciones objétales. También
surgió que la experiencia de la criatura del mundo exterior, que pronto incluye
su relación ambivalente a su padre y otros miembros de su familia, está
constantemente influenciada por — y a su vez influencia — el mundo interno
que él está construyendo y que las situaciones externa e interna son siempre
dependientes una de otra, dado que la introyección y la proyección operan lado
a lado desde el comienzo de la vida.
La observación de que en la mente infantil la madre aparece primariamente
como un pecho bueno y malo disociados entre sí y que a los pocos meses, con
la creciente integración del Yo, los aspectos contrastantes comienzan a
sintetizarse, me ayudó a comprender la importancia de los procesos de
disociar, y de conservar separadas figuras buenas y malas, (1) así como
también el efecto de tales procesos en el desarrollo del Yo. La conclusión a
sacar de la experiencia que las ansiedades depresivas surgen como un
resultado del Yo sintetizando los aspectos buenos y malos (amados y odiados)
del objeto, me llevó a su vez al concepto de la posición depresiva, que llega a
su culminación hacia la mitad del primer año. Es precedida por la posición
paranoide, que se extiende sobre los primeros tres o cuatro meses de vida y
está caracterizada por la ansiedad persecutoria y procesos de disociación. (2)
Más tarde, en 1946, (3) cuando reformulé mi punto de vista sobre los primeros
tres o cuatro meses de vida, llamé a esta etapa (haciendo uso de una
sugerencia de Fairbairn) (4), la posición esquizo- paranoide y, trabajando sobre
1
“Personificación en el Juego de Niños”, Int. J. Psycho - Anal., Vol. X (1929), también en
“Contribuciones al Psicoanálisis”.
2
“Una contribución a la Psicogénesis de los Estados Maníaco - Depresivos”, Int. J. Psycho - Anal., Vol.
XVI (1935); También en “Contribuciones al Psicoanálisis.
3
) “Notas Sobre Algunos Mecanismos Esquizoides”, Int. J. Psycho -Anal., Vol. XXVII (1946); también
en “Desarrollos en Psicoanálisis”. (Londres) 1952.
4
Fairbairn, W. R. D., “Una Revisión de la Psicopatología de las Psicosis y Neurosis”, Int. J. Psycho -
Anal., Vol. XXII (1941); también en “Estudios Psicoanalíticos de la Personalidad”. (Londres) 1952.
su significado, busqué de coordinar mis hallazgos acerca de la disociación,
proyección, persecución e idealización.
Mi trabajo con niños y las conclusiones teoréticas a que llegué por medio
de ello, influenciaron enormemente mi técnica con los adultos. Ha sido siempre
un principio del psicoanálisis de que el inconsciente, que origina en la mente
infantil, tiene que ser explorado en el adulto. Mi experiencia con los niños me
había llevado mucho más profundamente en esa dirección de lo que era
anteriormente el caso, y esto condujo a una técnica que hizo posible el acceso
a esas capas. En especial, mi técnica de juego me había ayudado a ver cual
era, en el momento, el material más urgente de interpretar y la forma en que
sería llevado más fácilmente al paciente; y pude aplicar algo de este
conocimiento a los análisis de adultos. (1) Como se ha señalado anteriormente,
no quiere decir esto que la técnica usada con criaturas es idéntica a la de
acercamiento a los adultos. Aún cuando encontramos nuestro camino muy
atrás hasta las primeras etapas, es de suma importancia al analizar adultos, el
tener en cuenta al Yo del adulto, en la misma forma que tenemos presente, en
las criaturas, al Yo infantil de acuerdo a la etapa de su desarrollo.
1
) La técnica de juego ha influenciado también al trabajo con niños en otros campos, como por ejemplo
en el trabajo de dirección de actividades y en el de educación. Al desarrollo de métodos educativos en
Inglaterra se le ha dado ímpetus frescos por la investigación de Susan Isaac en la Escuela de Malting
House. Sus libros acerca de ese trabajo han sido ampliamente leídos y han tenido efecto duradero en las
técnicas educativas en este país, especialmente donde concierne a niños jóvenes. Su enfoque fue
enormemente influenciado por su gran aprecio al análisis infantil, especialmente la técnica de juego; y se
le debe gradualmente a ella que, en Inglaterra, el entendimiento psicoanalítico de los niños haya
contribuido a desarrollos en educación.
pero el trabajo efectuado en esta dirección por algunos psicoanalistas,
representados en este libro, parece justificar las esperanzas para el futuro.
Criterios de progreso de un paciente durante el análisis (27)
H. A. THORNER
LONDRES
Se pueden elegir muchos aspectos sobre los cuales basar una evaluación del
progreso. Para citar a unos pocos: desarrollo del “insight”; la capacidad del
paciente de asociar libremente; su tolerancia para con su material inconsciente;
la fluidez del hablar en el curso de la sesión; la relación entre paciente y
analista; la situación transferencial en su totalidad. Creo que todos estos son
indicios válidos que son constantemente usados por los analistas. Sobre todo,
la mejoría clínica del paciente no puede ser desconocida si está sustentada por
un cambio paralelo reconocible en el análisis. A mi criterio, el cambio paralelo
del material analítico y de la mejoría clínica es el indicio más importante. Para
entender esa evolución paralela, es importante tener una idea clara de lo que
ocurre en el inconsciente del paciente y que sea reconocible tanto para el
analista como para el paciente.
Joan Riviere (29), en su artículo “Contribución al análisis de la reacción
terapéutica negativa”, se refiere a una observación de Freud sobre ciertos
27
Trabajo leído en el 17’-’ Congreso Internacional de Psicoanálisis, Amsterdam, 1951. Traducido del
Intern. J. Psa., T. XXXIII, 1952, p. 479.
28
En la temprana historia del psicoanálisis, Freud consideraba que el descubrimiento de los recuerdos
inconscientes por sí solo tenía un efecto terapéutico en el tratamiento, y en consecuencia se podía tomar
como indicio del progreso del paciente. Es cierto, por supuesto, que la recuperación de recuerdos
infantiles y de fantasías tempranas es un elemento importante del proceso terapéutico, pero con el
conocimiento actual no podemos decir que un paciente ha progresado, fiándonos únicamente de la
recuperación de ciertos recuerdos.
29
Joan Riviere, “Contribución al análisis de la reacción terapéutica negativa”. Revista de Psicoanálisis, T.
VII, p. 121.
30
Melanie Klein, “On the Gritería for the Termination of a Psycho-Analysis”. Intern. J. Psa. XXXI, pp.
78 - 80, 1950.
31
Es una reacción que noté también en otros pacientes. Parece que los objetos bueno y malo no pueden
ser retenidos juntos, al lado uno del otro. Los objetos buenos son negados o proyectados fuera. Estos
pacientes se sienten entonces malos y sin valor, y sienten que sus cualidades buenas — si hay alguna —
no son más que engaños, y pierden así la calidad de realidad. Conocemos muy bien este proceso cuando
se refiere al Yo, y que el paciente tiene el sentimiento de irrealidad o de depersonalización. H. A.
Thorner, “Examination Anxiety”, Int. J. Psa., 33.
32
James Strachey: “Naturaleza de la Acción Terapéutica del Psicoanálisis” (Int. J. Psa., 1934). Rev.
Psicoan. T. V. Nº 4, p. 951.
Conclusiones