Pio XII, H.G.,1950

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CARTA ENCÍCLICA

HUMANI GENERIS
DEL SUMO PONTÍFICE
PÍO XII

SOBRE LAS FALSAS OPINIONES CONTRA LOS FUNDAMENTOS


DE LA DOCTRINA CATÓLICA

……………..

III. LAS CIENCIAS

28. Resta ahora decir algo sobre determinadas cuestiones que, aun perteneciendo a las
ciencias llamadas positivas, se entrelazan, sin embargo, más o menos con las verdades de
la fe cristiana. No pocos ruegan con insistencia que la fe católica tenga muy en cuenta
tales ciencias; y ello ciertamente es digno de alabanza, siempre que se trate de hechos
realmente demostrados; pero es necesario andar con mucha cautela cuando más bien se
trate sólo de hipótesis, que, aun apoyadas en la ciencia humana, rozan con la doctrina
contenida en la Sagrada Escritura o en la tradición. Si tales hipótesis se oponen directa o
indirectamente a la doctrina revelada por Dios, entonces sus postulados no pueden
admitirse en modo alguno.

29. Por todas estas razones, el Magisterio de la Iglesia no prohíbe el que —según el
estado actual de las ciencias y la teología— en las investigaciones y disputas,
entre los hombres más competentes de entrambos campos, sea objeto de
estudio la doctrina del evolucionismo, en cuanto busca el origen del cuerpo
humano en una materia viva preexistente —pero la fe católica manda defender
que las almas son creadas inmediatamente por Dios—. Mas todo ello ha de hacerse
de manera que las razones de una y otra opinión —es decir la defensora y la contraria al
evolucionismo— sean examinadas y juzgadas seria, moderada y templadamente; y con tal
que todos se muestren dispuestos a someterse al juicio de la Iglesia, a quien Cristo
confirió el encargo de interpretar auténticamente las Sagradas Escrituras y defender los
dogmas de la fe [11]. Pero algunos traspasan esta libertad de discusión, obrando como si
el origen del cuerpo humano de una materia viva preexistente fuese ya absolutamente
cierto y demostrado por los datos e indicios hasta el presente hallados y por los raciocinios
en ellos fundados; y ello, como si nada hubiese en las fuentes de la revelación que exija la
máxima moderación y cautela en esta materia.

30. Mas, cuando ya se trata de la otra hipótesis, es a saber, la del poligenismo,


los hijos de la Iglesia no gozan de la misma libertad, porque los fieles cristianos
no pueden abrazar la teoría de que después de Adán hubo en la tierra
verdaderos hombres no procedentes del mismo protoparente por natural
generación, o bien de que Adán significa el conjunto de muchos primeros
padres, pues no se ve claro cómo tal sentencia pueda compaginarse con cuanto
las fuentes de la verdad revelada y los documentos del Magisterio de la Iglesia
enseñan sobre el pecado original, que procede de un pecado en verdad
cometido por un solo Adán individual y moralmente, y que, transmitido a todos
los hombres por la generación, es inherente a cada uno de ellos como suyo
propio [12].

31. Y como en las ciencias biológicas y antropológicas, también en las históricas algunos


traspasan audazmente los límites y las cautelas que la Iglesia ha establecido. De un modo
particular es deplorable el modo extraordinariamente libre de interpretar los libros del
Antiguo Testamento. Los autores de esa tendencia, para defender su causa, sin razón
invocan la carta que la Comisión Pontificia para los Estudios Bíblicos envió no hace mucho
tiempo al arzobispo de París [13]. La verdad es que tal carta advierte claramente cómo los
once primeros capítulos del Génesis, aunque propiamente no concuerdan con el método
histórico usado por los eximios historiadores grecolatinos y modernos, no obstante
pertenecen al género histórico en un sentido verdadero, que los exegetas han de
investigar y precisar; los mismos capítulos —lo hace notar la misma carta—, con estilo
sencillo y figurado, acomodado a la mente de un pueblo poco culto, contienen ya las
verdades principales y fundamentales en que se apoya nuestra propia salvación, ya
también una descripción popular del origen del género humano y del pueblo escogido.

32. Mas si los antiguo hagiógrafos tomaron algo de las tradiciones populares —lo cual
puede ciertamente concederse—, nunca ha de olvidarse que ellos obraron así ayudados
por la divina inspiración , la cual los hacía inmunes de todo error al elegir y juzgar aquellos
documentos. Por lo tanto, las narraciones populares incluidas en la Sagrada Escritura, en
modo alguno pueden compararse con las mitologías u otras narraciones semejantes, las
cuales más bien proceden de una encendida imaginación que de aquel amor a la verdad y
a la sencillez que tanto resplandece en los libros Sagrados, aun en los del Antiguo
Testamento, hasta el punto de que nuestros hagiógrafos deben ser tenidos en este punto
como claramente superiores a los escritores profanos.

33. En verdad sabemos Nos cómo la mayoría de los doctores católicos, consagrados a
trabajar con sumo fruto en las universidades, en los seminarios y en los colegios
religiosos, están muy lejos de esos errores, que hoy abierta u ocultamente se divulgan o
por cierto afán de novedad o por un inmoderado celo de apostolado. Pero sabemos
también que tales nuevas opiniones hacen su presa entre los incautos, y por lo mismo
preferimos poner remedio en los comienzos, más bien que suministrar una medicina,
cuando la enfermedad esté ya demasiado inveterada. Por lo cual, después de meditarlo y
considerarlo largamente delante del Señor, para no faltar a nuestro sagrado deber,
mandamos a los obispos y a los superiores generales de las órdenes y congregaciones
religiosas, cargando gravísimamente sus consecuencias, que con la mayor diligencia
procuren el que ni en las clases, ni en reuniones o conferencias, ni con escritos de ningún
género se expongan tales opiniones, en modo alguno, ni a los clérigos ni a los fieles
cristianos.

34. Sepan cuantos enseñan en Institutos eclesiásticos que no pueden en conciencia


ejercer el oficio de enseñar que les ha sido concedido, si no acatan con devoción las
normas que hemos dado y si no las cumplen con toda exactitud en la formación de sus
discípulos. Esta reverencia y obediencia que en su asidua labor deben ellos profesar al
Magisterio de la Iglesia, es la que también han de infundir en las mentes y en los
corazones de sus discípulos.
Esfuércense por todos medios y con entusiasmo para contribuir al progreso de las ciencias
que enseñan; pero eviten también el traspasar los límites por Nos establecidos para la
defensa de la fe y de la doctrina católica. A las nuevas cuestiones que la moderna cultura
y el progreso del tiempo han hecho de gran actualidad, dediquen los resultados de sus
más cuidadosas investigaciones, pero con la conveniente prudencia y cautela; finalmente,
no crean, cediendo a un falso irenismo, que pueda lograrse una feliz vuelta —a la Iglesia—
de los disidentes y los que están en el error, si la verdad íntegra que rige en la Iglesia no
es enseñada a todos sinceramente, sin ninguna corrupción y sin disminución alguna.

Fundados en esta esperanza, que vuestra pastoral solicitud aumentará todavía, como
prenda de los dones celestiales y en señal de nuestra paternal benevolencia, a todos
vosotros, venerables hermanos, a vuestro clero y a vuestro pueblo, impartimos con todo
amor la bendición apostólica.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 12 de agosto de 1950, año duodécimo de nuestro
pontificado.

PÍO PP. XII

NOTAS

[1] Conc. Vat. DB 1876, Const. De Fide cath. cap. 2: De revelatione.

[2] CIC c. 1324; cf. Conc. Vat. DB 1820, Const. De Fide cath. cap. 4: De Fide et rat

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